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Este T.t.y.e.m.u.p.t. no deja de recordar las señales que Stendhal se dejaba a sí mismo en sus
marginalia y, por ejemplo, en La Cartuja de Parma, la inscripción de aspecto cabalístico de la que
hace memorial de su encuentro con las dos encantadoras hermanas, la menor de las cuales será la
emperatriz Eugenia. Lacan, por su parte, dejó como colofón de su “Instancia de la letra” la huella
de un pasar que había sentido: el de haberse encontrado, haber llegado a ser él mismo en un
momento en que era ya, si no demasiado tarde, al menos “un poco tarde”. Me explico así aquella
prisa que lo animaba, aquel sentimiento de urgencia que ciertamente lo habitaba y que difundía a
su alrededor, como es también el caso de aquellos de quienes hablaba, los que franqueaban el pase.
Lo dijo, por otra parte, una vez: ese pase, él lo hacia sin cesar. Era, por así decir, un pasante
considerable, pero que se quedó incrustado en su sitio más tiempo que un Rimbaud, aquel drop-out
genial.
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La palabra “urgencia”, por ejemplo, figura en la penúltima frase, metalenguajera, del último texto
que pude recoger en el volumen de sus Otros escritos: “Señalo que como siempre casos urgentes
me ponen trabas mientras escribo esto”. Y la última frase declara que escribe para estar “a la par
con estos casos, hacer buena pareja con ellos” -es su deber, dice.
Era también su deseo – su deseo y su urgencia, su deseo es urgencia.
Esas letras seguidas de puntos al final de “Instancia de la letra”, Te has puesto a la obra un poco
tarde, quizás da cuenta de la importancia de considerar que el propio discurso psicoanalítico esta en
urgencia ya que siempre llega “un poco tarde”.
La referencia a la escritura de Leo Strauss, citado en ese mismo escrito, como operación activa
sobre la producción de un texto entre-líneas, o sea una escritura que no se deja asimilar.
El planteo de escribir para que los lectores puedan leer entre-líneas está íntimamente ligada a los
discursos, teorías, dogmas que corren peligro de supervivencia en tiempos de extremada
persecución, como también a la educación de una élite que pueda seguir conservando las palabras
fundantes de esos discursos en peligro. El nexo entre un tipo particular escritura y la urgencia puede
estar ligado a una operación netamente analítica de cernir el significante opaco sinsentido, de cifrar
es S1 que se ubica como lugar de partida de la urgencia y hacer un tratamiento que no sea
asimilable al sentido.
Germán García en una entrevista titulada Departir plantea lo siguiente: “Parafraseo a Lacan
cuando habla de la enseñanza y digo que escribir es de analizante y que hablar es una demanda
que siempre fracasa. El psicoanalista, definido por el acto, comenta el trauma –entendido como
agujero- de su acto en elucubraciones (por lo general prestadas, para matizar la angustia). El
analizante tiene un trauma diferente, sus metáforas fallan, el lenguaje familiar lo termina siempre
alegorizando entre el indicativo y el subjuntivo. Habla, entonces, el que pierde. Como siempre.”
Quizás se pueda inferir que hay una urgencia del analista, siguiendo la letra de Lacan, que está en
relación a el discurso al cual se sirve, o sea al agujero que aloja su propio discurso, que lógicamente
no tendría razón por las cuales rechazar, toca un punto traumático y hay que inventar dispositivos,
una y otra vez para dar cuenta de ese agujero en su singularidad. La perspectiva del acto aparece en
su vertiente más real, el horror al acto analítico toca el trauma subjetivo y lo eleva a la dignidad de
discurso si en la escritura se comprueba que hubo acto. En cambio en el analizante, el trauma tiene
una manera de tratar ese agujero, la vía del sentido como efecto del discurso familiar, que hace que
siempre la metáfora falle, y las cuestiones para el sujeto terminen ubicándose en el lugar de lo que
hubiera podido hacer (acto/deseo) y lo que hizo según lo que dicen los otros.
Y como corolario final, el que habla, o sea el que esta en posición de analizante, es el que pierde, el
sentido se le fuga, la asociación libre siempre de su lado, lo ubica en el lugar de hacer fallar el habla.
Quizás el acto analítico, al ser escrito demuestra su estatuto de disparidad, ya que permite hacer otro
uso del sentido.
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En Desarraigados a partir de un recorte que hace J-C Maleval de una propuesta de Miller de Los
inclasificables de la clínica psicoanalítica, se puede ubicar que “en la neurosis entendemos el deseo
como la metonimia de la falta en ser. ¿Qué ocurre en las psicosis?¿Qué es la metonimia de la falta
forclusiva?¿Le conviene la palabra “deseo”? Tal vez más bien el termino “desierto”. El desierto
sería la metonimia de la falta forclusiva. En todos los casos se querría un término distinto para
indicar lo que constituye nuestra investigación, a saber, acechar y pensar los signos a veces ínfimos
de la forclusión”. Agrega Maleval como comentario de la cita: “nos vemos confrontados con
frecuencia a esta clínica del desierto en tiempos en que se evidencia la inexistencia del Otro. Los
sujetos que carecen de las dos brújulas principales, constituidas por el fantasma fundamental y el
significante amo, muestran una inconsistencia y un desasosiego que antaño eran atemperados por
sólidos ideales ampliamente compartidos...”
La urgencia en la clínica del desierto puede ser una manera de introducir la forma temporal, de un
fenómeno subjetivo, que primeramente tendría variables no compartidas, ni el fantasma ni el
significante amo funcionan como puntos de detención de esa deriva del parletre vía el sentido
gozado.
En este sentido, podemos decir que la urgencia esta asociada a un encuentro, más o menos
dramático, con aquello que rompe la homeostasis, con un “estado anterior” de equilibrio a nivel de
los síntomas. Jacques-Alain Miller subraya la perspectiva de Lacan de considerar a la urgencia
como respuesta, en el tiempo, a la ocurrencia o a la inserción de un trauma, o también, una
“versión terapéutica de la prisa” frente a la emergencia de lo que perfora la trama simbólica, o de
lo que produce un desenlace del nudo que da consistencia al ser hablante.
La urgencia, por lo tanto, puede ser observada como una respuesta ante lo que se presenta como
enigma y perplejidad para el sujeto y, fundamentalmente, en la cual este supone que su existencia
está concernida. En este sentido, debemos considerar que la demanda bajo la forma de urgencia ya
se encuentra en la perspectiva terapéutica de lo que se produjo a partir del encuentro con lo real.
Puede ser considerada un acto del analizante en potencial, en relación con lo que se presentó en su
vida.
El pasaje del trauma a la emergencia del sin par (odd): el trauma puede ser entendido como un
agujero – un “troumatisme”, dirá Lacan- en la trama de las representaciones simbólicas de un
sujeto. Pero, por otro lado, y ese será el acento dado por Lacan en su relectura del trauma
freudiano, el trauma apunta a una carga de libido, un exceso de goce movilizado por el
acontecimiento traumático y que fija una modalidad de satisfacción de la pulsión que no es del
orden del placer. Por lo tanto, forma parte de la composición del trauma el circuito pulsional que
de allí derivó, en el cual la repetición muchas veces en la clínica se manifiesta como un temor es
uno de sus elementos constitutivos.
Jacques-Alain Miller nos propone que ese efecto de agujero producido por el trauma puede ser
interpretado como la emergencia de un significante sin sentido, que no se conecta con nada con lo
que pueda hacer par. Fundamentalmente, el trauma puede ser entendido como un efecto del
encuentro, del choque de los significantes sobre el cuerpo del ser hablante.
De lo odd a la urgencia: La noción de urgencia como respuesta, en el tiempo,a la inserción de un
trauma, indica que el acontecimiento traumatico produce una aceleración temporal frente a lo que
se presenta, para el sujeto, como enigma y como perplejidad: “no sé de qué se trata”, podrá decir
el sujeto frente al trauma, “pero sé que eso me concierne, que eso tiene que ver conmigo”…
poder hacer par con esos casos ¿Que significa esto?podemos decir que hay en la demanda de
urgencia una demanda de par, una demanda de que algo se torne par de lo que emerge en forma de
urgencia...el rebasamiento de la urgencia en la palabra no se inscribe en la perspectiva de que
“hablar alivia”, de que el tratamiento de la urgencia por la palabra apunte antes que nada a la
reducción de la tensión. Aunque eso pueda suceder, la perspectiva psicoanalítica indica que el
rebasamiento de la urgencia en la palabra se realiza en otro lugar. Y es lo que Lacan señala más
adelante, en este mismo pasaje sobre la urgencia: “pero nada también que no se haga en ella
contingente”.
Pienso que existe aquí otra indicación precisa sobre el tratamiento analítico de la urgencia y que
apunta al rebasamiento de la urgencia en aquello en lo que se une a la necesidad, a lo que se
presenta como lo que no cesa de escribirse, o como algo inexorable, con la fuerza de un destino de
carácter mortífero. En este sentido, el tratamiento de la urgencia va en dirección a lo que Eric
Laurent denominó “reverso del trauma”, que es la posibilidad de aislar el elemento simbólico que
emergió de lo real del encuentro traumático, de desconectarlo de la red de la necesidad, de
fatalidad en la cual fue inscripto y encontrar un nuevo destino y un nuevo uso para él…
Se hace el par al nivel de la letra: aquello que podrá hacer el par con la urgencia es algo del orden
de la letra, de lo escrito. Debemos considerar la letra aquí en su doble dimensión, tal como Lacan
señala en diferentes pasajes de su enseñanza. Como carta, la letra puede tanto trasmitir un mensaje
como tener valor de objeto, más allá del mensaje que trasmite...En “Lituraterra”, Lacan define a la
letra como un “receptaculo de goce”, o sea que permite acoger y al mismo tiempo darle un
contorno, una forma al goce que allí se inscribe…
es presiso considerar la fuerza propulsora de la urgencia y tratar de orientarla en una buena
dirección...”mientras dure un rastro de lo que hemos instaurado, habrá psicoanalista para
responder a ciertas urgencias subjetivas”.(Lacan, Del sujeto por fin cuestionado.)
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