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 El ser humano que se educa en la Escuela de Derecho

El ser humano es la única criatura de la especie animal, que desde su nacimiento, requiere
de la ayuda de otros sujetos de su misma especie para poder adaptarse a su entorno,
debido a que no posee patrones de conductas predeterminados, como sucede con otras
especies. Esto implica procesos de interacción con otros sujetos de su especie, en los que
como criatura indefensa y desvalida, de forma gradual se va convirtiendo en un ser
consciente de sí mismo, con conocimientos y diestra en las manifestaciones de la cultura
en la que ha nacido (Giddens, 2000). El ser humano es un ser social.

El elemento diferenciador en el desarrollo de la conducta humana con el de las otras


especies del mundo animal radica en la especificidad del cerebro humano debido a que
este, como afirma Julián Luengo (2004), es “el centro más importante, complejo y
especializado de todo el sistema nervioso, siendo capaz de dar respuesta a estimulaciones
cualitativamente diferentes a las de las demás especies”. Es por ello que buena parte de la
biología y de la sociología coinciden en decir que el ser humano no responde a instintos
debido a que estos se refieren a “una pauta de comportamiento compleja y determinada
genéticamente” (Giddens, 2000), que pueden verse en otras especies animales tales como
el cortejo, la búsqueda de guarida y de calor como es el caso de las migraciones de las
aves, entre otros; los seres humanos, por el contrario, nacen con reflejos básicos que son
respuestas simples a estímulos y con necesidades básicas como la alimentación, la
comunicación o la sexualidad que se pueden satisfacer de múltiples formas de acuerdo al
entorno al que se encuentre el individuo. Lo anterior habla de la plasticidad del cerebro
humano y el sistema central nervioso, es decir, de su capacidad para modificar su propia
estructura, sus funciones y poder adaptar sus conductas a los cambios ambientales
(Luengo Navas, 2004)

El ser humano como ser social, en definitiva, no puede concebirse sin tener en cuenta sus
factores heredados, sus procesos de maduración, de aprendizaje y su cultura como
elementos interdependientes para la configuración de la persona. Afirma Giddens (2000)
que “sin cultura no seríamos en absoluto "humanos", en el sentido en que normalmente
entendemos este término”, dado que el entorno cultural en el que se desarrolla el
comportamiento humano es un elemento esencial para el aprendizaje, y por tanto, de la
educación. Sin embargo, no debe entenderse que la influencia de la cultura en la conducta
del ser humano como una necesaria programación comportamental sino como un espacio
del ser social para entenderse desde su individualidad, su libertad e identidad como parte
de un todo.

La educación ocupa un papel fundamental en la humanización1 de los seres humanos. Y


esa es la base de la que parte el programa de Derecho de la Universidad del Sinú: la
educación como guía del proceso de formación y crecimiento del ser humano en relación a
las metas y/u objetivos que este tenga. Es clave para dicho proceso el concepto de
educabilidad en tanto que es concebida como “la capacidad del ser humano de
configurarse, de llevar a cabo aprendizajes nuevos, de modificar su forma de conducirse,
de hacerse como persona en un proceso abierto” (Luengo Navas, 2004: 29).

Quien se educa en el programa de Derecho de la Universidad del Sinú es un sujeto con un


máximo potencial en su capacidad de aprender, un ser social que se abre al mundo, en
constante estimulación para su crecimiento, entendiéndose desde y para su entorno.

¿Por qué y para qué se educa?

Se educa con el fin de humanizar, ayudar a crecer a la persona y contribuir a la formación


de personas capaces a través de la operacionalización del ideario de la formación integral.
A través de la materialización del ideario de integralidad y la formación intencional de
hábitos (Intelectuales, Morales, Sociales) para formar una persona capaz.

Basándose en el fundamento de un enfoque antropológico en el cual se favorece a la


persona a través del cumplimiento de la finalidad de la educación “ayudar a crecer’, en este
contexto se deberá favorecer y privilegiar entonces el desarrollo de hábitos y virtudes para
poder la persona alcanzar competencia o el saber obrar.

Tal como lo plantea Nussbaum (2010), “la educación no consiste en la asimilación pasiva
de datos y contenidos culturales, sino en el planteo de desafíos para que el intelecto se
torne activo y competente, dotado de pensamiento crítico para un mundo complejo”. El
esquema propuesto no riñe con lo convencional, al contrario, la formación de hábitos y
virtudes complementan el tema de las competencias y se constituyen en una triada que de

1
Proceso mediante el cual se analiza el papel que juega la actividad del propio individuo y la influencia del
medio en la configuración de la personalidad del sujeto, es decir, los acontecimientos que hacen que el
individuo se convierta en humano (Luengo Navas, 2004)
seguro logrará ayudar a crecer a la persona, toda vez que la idea del aprendizaje activo
suele implicar un compromiso firme con el pensamiento crítico y la imaginación empática.

En ese sentido, “ayudar crecer a la persona” se afirma en dos importantes bastiones; por
un lado, el fomento a la creación y fortalecimiento de las capacidades, a través de los
enfoques de las capacidades y del desarrollo humano y, por otro lado, a la concreción de
una cultura de paz a través de la educación para la paz.

De tal manera que las capacidades se entienden como requisitos mínimos básicos para
una existencia digna, y formarían parte de una teoría mínima de la justicia social: una
sociedad que no las garantice a toda su ciudadanía, en un nivel mínimo adecuado, no llega
a ser una sociedad plenamente justa, sea cual sea su grado de opulencia (Guichot-Reina,
2015).

De acuerdo con Nussbaum tales capacidades componen las condiciones mínimas de una
vida digna con carácter universal. Dentro de éstas, partiendo de lo dicho por la autora,
encontramos: Vida; Salud física; Integridad física; Sentidos, imaginación y pensamiento;
Emociones; Razón práctica; Afiliación; Otras especies; Juego; Control sobre el propio
entorno. (2007, pp. 88 - 89),

De tal manera que se educa a la persona para que dichas condiciones mínimas para una
vida digna se materialicen, a través de un tipo de educación que fomente en la persona
aptitud para reflexionar y reconocer a los otros ciudadanos como personas con los mismos
derechos que uno, aptitud para imaginar una variedad de cuestiones complejas que afectan
la trama de una vida humana en su desarrollo, aptitud para emitir juicios críticos y pensar
en el bien común (Nussbaum, 2010). De manera que, el fortalecimiento de esas
capacidades precipiten el fortalecimiento de la democracia, y en esa medida procurar por
una materizalización de la justicia, ya que como dice Sen, “hay una íntima conexión entre
justicia y democracia, que comparten características discursivas” (2007, p. 356).

Así mismo, el paradigma de la formación para la cultura de paz, a través de la educación


para la paz, también es uno de los pilares esenciales cuando se habla de una educación
que busca humanizar, ayudar a crecer a la persona y contribuir a la formación de personas
capaces a través de la operacionalización del ideario de la formación integral.
La Educación para la Paz responde a nuevas formas educativas, es decir, nuevas prácticas
para abordar los contextos sociales donde hay o ha habido varias expresiones de conflicto
y violencia (directa, estructural y cultural, según Johan Galtung 1990).

Por tanto, el campo de la Educación para la Paz concibe la paz no solo como la ausencia
de guerra y/o violencia, sino también como un proceso positivo, dinámico y participativo en
el que se promueven el diálogo y la regulación de los conflictos, en un espíritu de
entendimiento y cooperación mutuos (Ibídem. Resolución No. 53/243 ONU).

De manera que, la cultura de paz corresponde con “un conjunto de valores, actitudes,
tradiciones, comportamientos y estilos basados en el respeto a la vida, el fin de la 18
violencia y la promoción y la práctica de la no-violencia por medio de la educación, el diálogo
y la cooperación” (Resolución No.53/243, Declaración y Programa de Acción sobre una
Cultura de Paz, Asamblea General de la ONU).

BIBLIOGRAFÍA

Giddens, A. (2000). Sociología . Madrid: Alianza Editorial.

Guichot-Reina, V. (2015) El «Enfoque De Las Capacidades» De Martha Nussbaum Y Sus


Consecuencias Educativas: Hacia Una Pedagogía Socrática Y Pluralista. Revista
Teoría De La Educación. 27, 2-2015, pp. 45-70

Luengo Navas, J. (2004). La educación como hecho. En J. L. Álvarez Castillo, J. Luengo


Navas, E. Otero Urtza, & M. d. Pozo Andrés (Ed.), Teorías e instituciones
contemporáneas de la educación (págs. 25-42). Madrid: Editorial Biblioteca Nueva
S.L.

Nussbaum, M. (2010) Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las
humanidades. Primera edición. Madrid. Katz Editores.

Nussbaum, M. (2007) Las fronteras de la justicia. Barcelona, Paidós.

Oficina del Alto Comisionado para la Paz. (2017) ¿Qué es educar y formar para la paz y
cómo hacerlo? Educación y Pedagogía para la Paz – Material para la práctica.
Recuperado de: https://bit.ly/2sEzgcR
Organización de las Naciones Unidas. (1999) Declaración y Programa de Acción sobre una
Cultura de Paz. Resolución No.53/243. Recuperado de: https://bit.ly/2Bb1SyA

Sen, A. (2007) La idea de la Justicia. Madrid. Primera edición. Taurus.

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