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La mejora consiste en poder “desnaturalizar” ciertas cosas y volver a mirarlas desde otro lugar, ya
no como algo dado que siempre fue así y que no podrá ser de otra manera sino como algo siempre
mejorable.
Pero para poder desnaturalizar y mirar los problemas desde nuevos lugares es necesario a veces
correrse un poco, tomar cierta distancia y permitirse nuevas preguntas: ¿Por qué esto es así?
¿Desde cuándo pasa? ¿Qué hicimos hasta ahora? ¿Qué cosas sirvieron? ¿Cuáles no funcionaron?
¿Qué lecciones aprendimos? ¿Qué haríamos mejor esta vez?
El Plan de Mejora es una herramienta para poder plantear metas que permitan superar esos
problemas institucionales y pensarse como escuela en el mediano plazo, partiendo del aquí y
ahora.
Dado que el plan de mejora parte de problemas institucionales y no de metas ideales, para iniciar
todo plan de mejora es fundamental la definición del problema. Aguerrondo afirma que un
problema es una situación que genera disconformidad y requiere una solución, por lo tanto, “la
detección y toma de conciencia de un aspecto o problema es un aspecto central que posibilita una
innovación”. El primer paso hacia la mejora tiene que ver con el registro de una falla, de un
problema, de un aspecto aún no resuelto.
La identificación del problema es clave entonces para emprender acciones adecuadas y obtener
logros. Un errado planteo del problema puede llevarnos al fracaso de la intervención por ese error
El desafío de gestionar una buena escuela
Identificar y formular un problema puede parecer sencillo. Sin embargo, no siempre lo es. Para la
formulación de un problema es necesario seguir algunas pautas que, si bien pueden parecer
obvias, no siempre son tenidas en cuenta y sabemos con certeza que un problema mal formulado
puede distorsionar las estrategias de abordaje requeridas. En este mismo sentido, Blejmar (2009)
agrega: “La enunciación de un problema indica, al mismo tiempo, sus limitaciones y sus
posibilidades de resolverlo”. Por este motivo, resulta clave formularlo de manera clara, simple y en
forma de problema. “La comunicación”, por ejemplo, es muchas veces planteada cuando pedimos
a los directores definir problemas institucionales. La comunicación no constituye un problema, los
ruidos en la comunicación, la ausencia de la misma, entre otros, pueden ser los problemas
comunicacionales a los que nos referimos.
El desafío de gestionar una buena escuela
Analicemos la formulación de este problema institucional de una escuela rural1: en la nota al pie,
cambiar lo resaltado por “en sí mismo”
Escuela A:
Problema: Las calles están en pésimo estado: se inundan los días de lluvia y no permiten a los
alumnos llegar a la escuela.
La formulación de este problema contiene dos falencias: por un lado, no está focalizada en el área
de intervención directa del director. El estado de las calles en sí mismo no constituye el problema
sino que origina o es la causa del problema propiamente dicho: en este caso, el ausentismo
escolar. Por el otro lado, y por el mismo motivo planteado, ese problema posibilita una sola línea
de abordaje que se transforma en un callejón sin salida: la demanda a las autoridades para
mejorar el estado de las calles y limitarnos a esperar.
Miremos ahora otra posibilidad de enunciar el mismo problema enfocándolo desde el área de
influencia del director
Escuela B:
Problema: El alto índice de ausentismo de los alumnos dado que no pueden asistir a clase los días
de lluvia por el mal estado de las calles.
En este caso, la nueva formulación del problema abre el abanico a numerosas estrategias de
intervención que no se limitan, aunque la incluyen, a la demanda a las autoridades responsables
para mejorar las calles. Elaborar un cuadernillo de actividades para que los alumnos resuelvan en
sus hogares, recuperar el tiempo perdido los días de lluvia en periodos de apoyo luego del horario
escolar, pueden ser algunas de las líneas de acción tendientes a no perder horas de clases.
1
Si bien el ejemplo puede resultar lejano para una escuela urbana, el objetivo del mismo consiste en
reflexionar acerca de las limitaciones y posibilidades que contiene en sí mismo la formulación de un
problema.
El desafío de gestionar una buena escuela
acceso a las nuevas tecnologías por parte de nuestros alumnos. Si centramos el problema en las
computadoras, pareciera ser que conseguirlas lo resuelve. Sabemos con certeza, por el contrario,
que muchas escuelas cuentan con un equipamiento tecnológico último modelo y no lo utilizan o
está bajo llave.
Los problemas son considerados como aquello que interpela nuestra inteligencia, afirma Blejmar
(Op. Cit) y diferencia el obstáculo como aquello que presenta una dificultad para sortear de un
problema, que implica un final abierto que requiere investigar posibles salidas.
Una vez identificado el problema institucional, es posible fijar las metas, buscar las estrategias de
intervención más adecuadas y establecer indicadores de gestión que luego permitan evaluar si
logramos o no lo que nos propusimos, estableciendo plazos y responsables. Las metas propuestas
tienen que ser pensados para esta escuela, para esta realidad y deben ser ambiciosas pero viables
teniendo en cuenta el punto de partida.
Un plan de mejora tiene que partir de problemas concretos que atraviesan la institución
educativa, debe incluir estrategias de intervención, definir indicadores de gestión esperables de
lograr luego de dichas intervenciones, incluir etapas de monitoreo permanentes e identificar
responsables. Estos últimos tres aspectos son clave y constituyen el valor agregado de esta
propuesta. No estamos acostumbrados a establecer metas mensurables ni a evaluar resultados de
las intervenciones y tampoco a nombrar responsables para el seguimiento de las intervenciones.
Responsabilidades compartidas implica asumir que todos los actores educativos deben hacerse
cargo de los resultados institucionales, tanto de los logros como de los fracasos. Definir
responsables implica nombrar cargos (orientadora educacional, docente X o directora) o equipos
(jefes de departamento) que no se transforman en los únicos responsables pero que puedan dar
cuentas de la continuidad de una acción emprendida.
El desafío de gestionar una buena escuela
A continuación les presentamos un posible formato de Plan de mejora que incluye todos los
componentes que consideramos necesarios:
Podemos definir entonces los siguientes pasos que comprenden un Plan de mejora escolar:
La planificación para la mejora implica registrar los datos del contexto y volver a él para dar una
respuesta lo más ajustada posible a sus necesidades. Por eso, a diferencia de otras planificaciones:
El plan de mejora no es lineal. El plan de mejora avanza y retrocede las veces que sea
necesario si una estrategia no da los resultados que buscábamos.
El desafío de gestionar una buena escuela
La planificación no cesa nunca. El plan de mejora es un plan para corregir, tachar, borrar,
redefinir y evaluar en forma permanente
Hay un grado de incertidumbre que no se puede evitar. Por eso se requieren los ajustes
permanentes.
Ahora bien, ¿en qué se diferencia esta propuesta de Plan de Mejora de diversas planificaciones
institucionales que hasta ahora veníamos realizando? Si bien siempre hemos planificado, nuestra
historia como educadores ha estado signada por diversas “modas” de planificaciones: la
tradicional planificación “sábana”, las planificaciones con especial énfasis en la redacción de
objetivos y muchas otras. La propuesta que aquí presentamos intenta una ruptura con los modos
tradicionales de planificar, que, partiendo de un objetivo desagregan acciones bajo la hipótesis de
que, si proponemos una meta, solo es necesario pensar y secuenciar los pasos para lograrla. Este
modo de pensar las acciones se vio cada vez más insuficiente para dar respuesta a escenarios
complejos, inciertos y cambiantes. Desde esta perspectiva, el plan constituye solo un paso, es una
herramienta flexible que permite hacer ajustes constantes. No se hace de una vez y para siempre
sino que su filosofía radica, justamente, en la posibilidad de poder realizar adecuaciones según las
diferentes necesidades que surjan y las evaluaciones permanentes. Ya no partimos de un objetivo.
Partimos de un diagnóstico, de una realidad. Y mirando ese contexto, pensamos acciones que
pretendan dar una respuesta lo más ajustada a ese contexto. Además, contempla la idea de que la
imagen objetivo no se establece de una vez y para siempre. Si una escuela de nuestra región
cambia de jornada simple a jornada completa, el escenario es otro y en consecuencia, la imagen
objetivo de esa escuela se modifica al tener a los alumnos 8 horas dentro de la institución.
El cuadro que sigue apunta comparar los supuestos de una planificación “tradicional” y de una
planificación estratégica de mejora basándose en el análisis de Aguerrondo (2001). Es necesario
aclarar que estamos comparando dos modelos opuestos con fines didácticos, asumiendo el riesgo
de simplificar en extremo pero con la única intención de facilitar la comprensión, aún sabiendo
que existen muchos modelos de planificación intermedios.
El desafío de gestionar una buena escuela
Es necesario insistir en que el plan de de mejora que aquí proponemos es un medio, una
herramienta, pero lo que aquí defenderemos es una propuesta de pensamiento estratégico para
la mejora institucional, que incluye el plan escrito pero lo trasciende. Es mucho más, porque
implica pensar todas las acciones estratégicamente, con un sentido y un para qué. Estamos ante
una nueva lógica, la de pensar todas nuestras acciones partiendo del presente y proyectándonos
hacia escenarios buscados ya no sólo para el corto sino también para el mediano plazo.
Diversos autores alertan acerca del riesgo de burocratizar el Plan de Mejora y de volver a caer en
la trampa de diseñar impecables planes de acción repletos de objetivos loables y acciones tan
amplias que luego no sabemos cómo implementar. Solamente comprendiendo que esta propuesta
incluye los ajustes y rediseños constantes que surjan de evaluar permanentemente nuestras
acciones, podremos superar la lógica tradicional de planes escritos que van por un lado y acciones
cotidianas que van por otro.
En este sentido, el enfoque situacional que plantea Matus contiene un interesante valor agregado
entendiendo la planificación y la gestión como “un proceso que no sólo contiene las técnicas de
elaboración de un plan, sino que refleja las relaciones, intereses y la participación de los grupos
implicados”. El autor agrega: “El corazón de un plan es el intento de gobernar un proceso, y un
proceso solo se gobierna por la acción” (Matus en Aguerrondo, 2001).
El desafío de gestionar una buena escuela
Las acciones no intencionales o que surgen de modo espontáneo también ocupan un lugar en esta
propuesta. Planificar aquí no implica dejar de lado la intuición sino eliminar la improvisación. Es
dar lugar a lo nuevo, siempre que no se aleje de la imagen objetivo propuesta, siempre que
implique una mejora desde el punto de partida y no solo por tratarse de una innovación.
Adherimos a la necesidad de delinear planes de acción pero priorizamos la claridad en las metas
que respondan al contexto por sobre la rígida redacción escrita que no da permisos para la
revisión y adaptación de las acciones.
En este sentido, Mintzberg (1999) afirma que buena o gran parte de la estrategia real que
implementamos en nuestras organizaciones es normalmente una estrategia emergente que surge
de la realidad y que no es exactamente la misma que se establece de antemano y de manera
deliberada como lo muestra el gráfico a continuación:
Sin estrategia pensada de antemano, corremos riesgos de alejarnos de nuestra meta objetivo.
Pero tampoco podemos limitarnos a las estrategias planificadas desconociendo los cambios del
afuera. Siguiendo a Aguerrondo, esto implica “pasar de una concepción estática y alejada de la
realidad a una más vital y estratégica que reconozca la realidad social y humana en la que se
El desafío de gestionar una buena escuela
desarrolla. En este sentido, la planificación estratégica como marco y el proyecto educativo como
herramienta acercan a una forma de gestión que tiene como objetivo mejorar la calidad a partir
del desarrollo de planes y proyectos que partan del análisis de las necesidades y demandas del
sector involucrado y que caminen hacia la solución de necesidades específicas” (Aguerrondo,
Op.cit:96)
En definitiva, tanto el Plan de Mejora como los Indicadores de Gestión tienen sentido sí y solo sí
forman parte de un proceso de aprendizaje permanente de nuestras instituciones. Proceso que
busca aprender de los errores, aprender de otros, buscar nuevas y mejores estrategias y mantener
las buenas prácticas. Si queremos que nuestras escuelas se transformen en organizaciones
inteligentes, en organizaciones que aprenden, será necesario que instalen una cultura de
evaluación permanente.
Justamente por eso, la evaluación y el monitoreo permanente de las acciones son los
componentes que posibilitan confirmar que estamos en el camino correcto o ayudará a redefinir
las acciones y estrategias en caso que detectar que nos estamos desviando de la meta. La
evaluación pasa a ser un proceso permanente y no ya una instancia al final de cada ciclo. Este tipo
de evaluación permite tomar decisiones para la mejora y no únicamente evaluar resultados. La
nueva concepción de evaluación supone evaluar también procesos y redefinir las intervenciones
las veces que sea necesario.
Porque el camino recorrido no es menos importante que los resultados obtenidos. Imaginemos
una matriz que cruce la variable “resultados” con la variable “causas”. Podríamos armar cuatro
posibles modelos organizacionales2:
2
Basado en Reeves, D. (2002).
El desafío de gestionar una buena escuela
En un extremo, una organización con pobres resultados y que desconoce las causas de su fracaso;
en el otro extremo, una organización con buenos resultados y que conoce las causas de sus logros.
En el medio, una organización con bajos resultados pero que sabe el porqué de los mismos y tiene
hipótesis para explicar la situación y una organización con buenos resultados pero que desconoce
el proceso mediante el cual los ha obtenido. Es muy probable que este último modelo tenga más
posibilidades de superarse a partir de las lecciones aprendidas mientras que el anterior
difícilmente pueda sostener sus logros en el tiempo si desconoce el camino recorrido.
Por todo lo señalado, evaluar procesos y resultados resulta el elemento clave del plan de mejora
porque garantiza los ajustes necesarios. Les presentamos acá una posible grilla de seguimiento
diseñada con el fin de monitorear las acciones:
Evaluación
Conjunta de
los Equipos
Directivos
etc.........
Referencias:
Logrado
Medianamente logrado
Etapas del
No Logrado
No aplicable
El desafío de gestionar una buena escuela
En definitiva, la gestión que proponemos tiene que ponerse al servicio de los fines de la educación
y permitirle a la escuela recuperar su función específica, la de enseñar. En este sentido, la gestión
como factor de mejora cumple la función de ayudarnos a resolver problemas ya que “La forma en
que cada escuela resuelve sus problemas tiene que ver con su capacidad para construir
estrategias e identidades propias, para romper con las rutinas y encontrar formas creativas para
alcanzar el sentido de producir calidad con equidad “(Jabif, 2004)
Bibliografía citada: