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En este sentido coincide con el escritor Sergio Ramírez, quien días pasados en
Buenos Airesdijo que "es un error atribuirles a los tribunales de lenguaje
(por las academias) la facultad de cambiar el lenguaje de arriba abajo. El
lenguaje se cambia en la calle". A lo que ella agrega que "las academias no
cambian la lengua, respetan la libertad de los hablantes. Solo guían cuando
se las consulta teniendo en cuenta la norma de cada país. Porque ahora la
norma no es monocéntrica. En algún momento la autoridad lingüística era
la Real Academia Española, pero ahora la norma es policéntrica. Cada país
tiene sus normas y podemos hablar del español de la Argentina, el español
del Uruguay, el español del Paraguay y el español de Chile, etc. ¿Quiénes
dictan las normas? La sociedad entera desde sus distintos ámbitos de
acción: los que caminamos todos los días por la calle, desarrollamos oficios,
trabajamos en oficinas, enseñamos a aprender, investigamos, creamos. El
uso crea la norma. Y la difusión de los usos lingüísticos que están de
acuerdo con el sistema gramatical del español les permiten a las Academias
legitimar las normas. Es decir, no viene la norma impuesta desde la
academia. La norma se impone en la calle.
Pero advierte que la norma no es "ninguna dictadora, sino una guía que se
puede tomar o dejar" y "nadie obliga a nadie a hablar bien; hay total
libertad de hablar mal". Mientras haya gente que se preocupa y consulte
sobre el uso de la lengua "vamos por buen camino" porque "la lengua es la
identidad".