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RESEÑA “EL SUEÑO QUE NO ERA”

por

Alan Reyes
Si le buscase un significado contundente a esta obra compuesta de varios cuentos, creo que
perdería su encanto. En un mundo donde le buscamos significado a nuestro entorno, en donde
todo debe tener sentido, un libro como El sueño que no era puede ser considerado como la
antítesis de la realidad cotidiana que tanto abrazamos. Una realidad que al final de cuentas
se sustenta en la ilusión y en la fantasía, creyendo que esta nutrida de raciocinio y
pragmatismo. Es por eso que, al leer esta obra, me queda claro que, sea cual sea la época en
la que vivamos, la ilusión será necesaria. Y al no querer asimilar aquello, la literatura
fantástica queda como un género secundario que desdeñamos. Por lo que lo limitamos a los
estándares establecidos por la literatura comercial.
No obstante, Luis Mendoza se lanza al rescate de la literatura fantástica, respetando
el género tal y como es; el costado racional y el irracional, confabulados para crear ambientes
marcados, en este caso, por la muerte, el pesimismo, la soledad y la crueldad del ser humano.
En una época en la que somos forzados a sonreír y a derrochar felicidad en fotografías y
pensamientos superfluos –mientras por dentro nos pudrimos de huecos– este autor nos hace
ver, mediante artilugios fantásticos, que la vida es despiadada, incomprensible y arbitraria.
¿Nociones alimentadas por vivencias personales? ¿Alimentadas por lo ajeno? Con certeza
resultaría difícil determinarlo. Sin embargo, El sueño que no era, me transmite ese
sentimiento de desolación que buscamos ocultar con ensoñaciones e ilusiones. El título me
hace pensar en la palabra limítrofe, pues al abordar las dimensiones de su narrativa, es posible
darse cuenta que los personajes son seres fronterizos, divagando entre lo real y lo irreal,
buscándole un sentido a lo inexplicable, lo cual resulta desconcertante tanto para los
personajes mismos como para el lector.
Los personajes, tan ambiguos e inmersos en la confusión, se desenvuelven en
ambientes que nos pueden parecer familiares, aunque al mismo tiempo ajenos. Le dan ese
aire inquietante que nos incita a devorar cada palabra escrita para al final dejarnos perplejos,
buscándole sentido a lo que nos es narrado. Los cuentos se disfrutan desde la primera hasta
la última palabra, pues al final nos embarcamos a la búsqueda de una respuesta. Como lector,
esos cuentos en ocasiones me dejaron confundido, pero no considero que sea un punto
desfavorable, al contrario. Implica identificar simbolismos, vínculos, trazar los hilos
conductores para encontrarle sentido a la prosa de Luis Mendoza. En ocasiones, parece
indescifrable lo que ocurre, y eso me hace creer que el autor buscaba rendirle una apología a
lo inexplicable de la existencia humana, a la vida y a la muerte. Este último tema muy
presente en los cuentos. En El hombre que viajó en tren, la muerte se representa mediante
símbolos, el paralelismo entre dos objetos. Mientras que en El Sueño que no era (título
homónimo) la muerte funciona como la condena de la consciencia y como respuesta para los
personajes, la razón de la tragedia que define el sentido de su existencia. La muerte, tan
presente en tierras guerrerenses. Tan estremecedora como habitual para el autor (oriundo de
Acapulco), algo que deja entrever en su obra.
De inicio a fin, el libro es inquietante. Al comenzar al leerlo, no pude evitar recordar
aquella primera escena de la cinta Le Sang du Poète (1930) de Jean Cocteau, donde uno de
sus insólitos personajes nos invita a emprender una travesía inigualable en un mundo que nos
hará conocer otros mundos. Es la sensación que me transmitió la obra de Luis Mendoza. Cada
cuento es narrado de distinta manera, lo cual deja en evidencia sus habilidades literarias, así
como su dominio en el oficio de la creación literaria. Concluye entonces con El Engendro –
junto a El Sueño que no era, mi cuento preferido– que, si bien es un cuento con un discurso
algo recurrente en la literatura, logra transmitirnos mediante las condiciones y las acciones
del personaje principal esos sentimientos de desolación, incomprensión, soledad e incluso
esperanza, dictaminados por la crueldad humana. Nos permite con este cuento ser partícipes
y testigos; nos hace sentir lástima por el personaje principal, y al mismo tiempo cuestionarnos
sobre temas muy universales, y quizá algo desgastados, relativos a los actos de la humanidad.
Sin más ni menos, puedo decir que Luis Mendoza se encuentra au sommet de son
métier. De manera consciente o inconsciente, nos transmite algo con cada uno de sus cuentos.
El sueño que no era podría ser considerada una ópera prima bien lograda, donde puede
notarse un trabajo riguroso, definido por personajes bien trazados, diálogos un tanto líricos
(y palabras que nos harán de vez en cuando recurrir a un diccionario), así como por una
construcción muy distintiva en cada cuento. Teniendo además, como firmes baluartes, sus
conocimientos en literatura. Por lo que le auguro un futuro prolífico en el mundo de las letras
si continúa trabajando de esa manera tan meticulosa como lo ha estado haciendo. El sueño
que no era es, a pesar de algunas asperezas, un viaje inquietante que es posible disfrutar
solamente si nos entregamos a los brazos de lo irracional. Sin buscar respuestas concretas
que alterarían ese sabor tan particular e intrépido que se puede disfrutar a medida que se
avanza en la lectura.
Alan Reyes (Aguascalientes, 1993) es licenciado en Administración de Recursos Humanos por la
Université Paris-Nord XIII. Premio Nacional de Cuento Fantástico “Amparo Dávila” (2015) en
Zacatecas.

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