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EL UNIVERSO SEMÍTICO.

La representación del mundo en que inscribe Israel sus experiencias


fundamentales durante dos milenios no tiene nada de original. Le es común
con la de todos los pueblos del próximo oriente.

El cielo.
El cielo es una realidad material, caracterizada por su estabilidad. El israelita se
lo representa como una especie de inmensa cúpula que descansa sobre unos
pilares ("Las columnas del cielo retiemblan, asustadas cuando el brama", Job
26, 11). Ese firmamento, "duro como el espejo de metal fundido" (Job 37, 18),
separa las aguas inferiores de las aguas superiores (Gen 1, 6-8). Las ventanas,
que solo se abren en caso de diluvio o cuando llueve, constituyen la única
comunicación entre el cielo y la tierra (Gen 7, 11; 8, 2; Is 24, 18; 40, 42; Mal 3,
10).

Para ser más precisos, es encima del firmamento donde se encuentra el cielo;
la palabra hebrea está siempre en plural: "los cielos"; este detalle lingüístico es
interesante porque demuestra que en cierta época Israel consideró el cielo
como formado por varios pisos: "Alabadlo, los espacios más elevados de
los cielos" (Sal 148, 4). En Babilonia había tres cielos y el dios supremo tenía
su trono en la parte superior.

La tierra.
La tierra es un disco plano que reposa sobre unos pilares cuyas bases se
hunden en lo más profundo del mundo inferior: “Se estremece la tierra en sus
cimientos y sus columnas retiemblan" (Job 9, 6). "Asentaste la tierra en sus
cimientos y no vacilará jamás"(Sal 104, 5) (En este mismo sentido cf. Prov. 8,
25-29; Job 26, 7).

El Sheol.
Finalmente, por debajo de la tierra se encuentra el mundo inferior, que los
hebreos llaman "sheol". Es una palabra misteriosa. El mismo Israel ha olvidado
su origen, ya que se ha convertido en nombre propio.

Este mundo inferior (palabra que dio origen a nuestra palabra "infierno") es
imposible de describir. Por eso el israelita apela al lenguaje simbólico para
hablar de él, ya que es el único capaz de integrar las incoherencias y
contradicciones. Es un mundo de destrucción, de caos y de muerte. A través de
las aguas que brotan de la tierra y las que a veces caen en tromba desde el
cielo, el hombre vislumbra que la tierra está rodeada por el caos. Solo el acto
creador de Dios, al separar (y seguir separando) lo que en su origen era caos y
confusión, fija las fronteras entre la tierra y las aguas amenazadoras del sheol.

Bibliografía:

Alain Marchadour, "Muerte y vida en la Biblia", Cuaderno bíblico 29. Verbo


Divino. Navarra, España. (1994).

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