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LA PRIMERA REVOLUCIÓN DE CARACAS, 1808-1812:

Juntismo, elecciones e independencia absoluta

Carole LEAL CURIEL


Instituto de Investigaciones
Históricas-Bolivarium
Universidad Simón Bolívar

Esta cosa que te acabo de contar es para que


entiendas que aquellas cosas dadas por
ciertas, esas premisas sobre las que se
sustenta la patria, esa vaina que nos enseñan
desde la niñez, que nunca más revisamos y
que tenemos como pilares de la nacionalidad,
pueden dejar de existir.
Francisco Suniaga, Esta gente, p. 72.

Me he tomado la libertad de leerles un extracto, incluido como

epígrafe a mi exposición, de un diálogo que tiene lugar en la más

reciente novela de Francisco Suniaga, Esta gente,1 el cual resume el


1
Bogotá, Mondadori, 2012. En la novela de Suniaga, el personaje ficticio
Gumensindo Salazar, un margariteño de pura cepa, comprometido con todas las
luchas a favor de preservar e incrementar la insularidad, busca convencer al
abogado José Alberto Benítez, también margariteño, de separar el estado Nueva
Esparta de la república de Venezuela so pretexto de que Don Plácido Maneiro, el
representante de la isla ante la Junta Suprema Conservadora de Venezuela y luego
electo diputado del Congreso Constituyente de 1811, ya no era el representante de
Margarita ante el Congreso porque había sido destituido en junio de 1811 y el
supuesto nuevo diputado (un tal Obdulio Rodulfo) llegó a Caracas justo un día
después de haberse declarado la independencia. El personaje Salazar alegaría en
consecuencia que se debía anular el acto de suscribir la independencia absoluta por
parte de Maneiro por ser nulo, írrito, y daba sustento a la posibilidad de proceder
legalmente a la soñada separación basándose en tres sentencias dictadas por el
Tribunal Supremo de Justicia entre el 2004 y 2011 de las que se deduce que los
actos viciados de nulidad no se convalidan nunca y que el lapso para hacerlo es
imprescriptible.
1
espíritu de lo que es mi intención al abordar el tema y período a tratar

que, deliberadamente, he titulado “La primera revolución de

Caracas”, porque me detendré a examinar sólo los inicios de ese largo

recorrido que transitó Venezuela desde el instante cuando se

inaugura en el autogobierno autónomo –19 de abril de 1810– hasta el

momento cuando elabora teóricamente la decisión política de romper

con el rey Fernando VII y España. Es decir haré un recorrido sucinto

de la crisis que comienza en España en 1808 y que cierra una primera

etapa para nosotros el 5 de julio de 1811. No me ocuparé aquí

entonces ni del problema que planteó la organización constitucional

del nuevo Estado, tampoco de la pérdida de la primera revolución de

Caracas y mucho menos de ese largo periplo durante el cual todo lo

decidió el plomo y la pólvora.

¿Qué cosas hemos dado por ciertas respecto a ese periodo? y ¿a

cuáles ni siquiera le hemos prestado atención?

Por cierto hemos dado:

(1) La lectura teleológica del 19 de abril interpretando esa fecha

como “el primer paso hacia la independencia de España”, una

lectura que se origina en las postrimerías del siglo XIX, la cual

2
evaluó los acontecimientos de ese día como la culminación de

un largo proceso que se venía gestando desde el siglo anterior.

Una visión finalista que la caracterizó como la consecuencia

natural de fenómenos de “larga duración”, y supuso que el

punto final de llegada era el punto de partida, esto es, que la

aspiración a la independencia había sido desde siempre el

punto de partida. Tras lo cual subyacen dos creencias

fundamentales: primera, que, los “venezolanos” siempre

habíamos anhelado la independencia y, segunda, parte del

supuesto de que ya para entonces existía una nación

venezolana. Así, el 19 de abril quedó mitificado en la

caricaturesca escena del balcón del cabildo que terminó

instalando la certeza, errada, de que desde ese momento nos

habíamos librado de “los mandones de España”.2

(2) La tesis de la imitación, esto es, que el resto de las provincias

que formaban parte de la antigua Capitanía General de

2
Un análisis más detallado sobre esta mitificación puede verse en Carole LEAL
CURIEL, “El 19 de Abril de 1810: ‘La mascarada de Fernando’ como fecha
fundacional de la Independencia de Venezuela” en G. CARRERA DAMAS; C. LEAL
CURIEL; G. LOMNÉ; F. MARTÍNEZ (coordinadores), Mitos políticos en las sociedades
andinas: Orígenes, invenciones y ficciones, Editorial Equinoccio-Universidad Simón
Bolívar, Université de Marne-la-Vallée; Instituto Francés de Estudios Andinos
(IFEA), Caracas, 2006.
3
Venezuela se sumó a la causa de Caracas iniciada ese jueves

santo 19 de abril, lo que implica dejar de lado las

particularidades que tuvo ese largo proceso de negociación

política que condujo al reconocimiento de la autoridad interina

del autogobierno instalado en Caracas.

(3) La “lectura bolivariana” del 5 de julio, esto es, asumir que

nuestros primeros constituyentistas, esos diputados de 1811

que declararon la independencia absoluta, fueron hombres

timoratos a quienes la fuerza de presión radical de la Sociedad

Patriótica de Caracas, en la cual –se señala– tuvo relevante

papel el joven Simón Bolívar, les obligó a hacer esa declaratoria.

Una interpretación tras la cual se esconden algunas otras

implicaciones: por una parte, que el congreso era la reunión de

unos hombres que perdían el tiempo en discusiones inútiles y

que sólo gracias a la audacia de los más radicales esos hombres

se vieron compelidos a declararla; pero, por otra parte, la

discusión teórica que hubo al interior de ese congreso, que fue

realmente la que llevó a la decisión política de romper con

4
Fernando VII y España, quedó enterrada bajo el brillo del

triunfo de las armas.

(4) Y finalmente, damos por indiscutible la condena bolivariana al

sistema federal como explicación al fracaso político de esa

primera revolución, lo que acarreó un silencio historiográfico

inexcusable sobre los primeros años en los cuales se sentaron

las bases teóricas, jurídicas y políticas de la república, es decir,

lo que se conoce como la etapa fundacional de nuestro

republicanismo.3 Salvo la obra magna del doctor Caracciolo

Parra Pérez, titulada La Primera República de Venezuela,

publicada originalmente en 1939 y con una primera reedición

3
Sobre el tema del republicanismo en Venezuela, y en particular de su primera
época, véanse los trabajos pioneros de Luis Castro Leiva, cuyos escritos han
logrado mostrar, contrariando a lo que recientemente se ha sostenido para
Hispanoamérica, cómo se produce la conjugación de diversos lenguajes
republicanos –el lenguaje de la sociedad comercial y el lenguaje del
republicanismo cívico-humanista– durante ese nuestro ensayo político venezolano,
así como la permanencia y continuidad de esos lenguajes en el discurso político
venezolano de los siglos XIX Y XX. Remito especialmente a los siguientes trabajos: El
dilema octubrista, 1945-1947, Lagoven, Caracas, 1987; “República, Revolución y
Terror”, Caracas, 1989; “The dictatorship of virtue or Opulence of Commerce”, pp.
195-240, en JAHRBUCH für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft
Lateinamerikas, 1992; De la patria boba a la teología bolivariana, Monte Ávila Caracas,
1991; Ese octubre nuestro de todos los días: de la paideia cívica a la Revolución, Fundación
Celarg, Caracas, 1996; Sed Buenos ciudadanos, Alfadil, Caracas, 1999. Esa línea de
trabajo ha tenido continuidad a través de los trabajos de Fernando Falcón, Elena
Plaza, José Javier Blanco y Luis Daniel Perrone de la Universidad Central de
Venezuela; y Carolina Guerrero y Carole Leal de la Universidad Simón Bolívar.
5
en 1959,4 no existe ningún otro texto de análisis histórico global

sobre esos años fundacionales a pesar de los copiosos estudios

sobre aspectos puntuales del periodo. Notable silencio sobre el

que sólo han dado cuenta los profesores Germán Carrera

Damas y Luis Castro Leiva.5 Ambos, aunque guardando

diferencias en sus enfoques, han apuntado hacia una misma

dirección: en la medida que nuestra reconstrucción histórica de

la época emancipadora ha estado asentada en torno a la figura

de Simón Bolívar (y eventualmente en la gesta militar de

nuestros héroes) y en razón de que la crítica a la república aérea

y filantrópica, expuesta por Simón Bolívar en su conocida

Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un

caraqueño (1812), implicó la condena a los “excesos liberales” y a

la “universalidad de los principios liberales”6 del sistema

4
Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia-Sesquicentenario de la
Independencia, tomos I y II.
5
G. Carrera Damas (1960): “Los ingenuos patricios del 19 de abril y el testimonio
de Bolívar”, en Crítica Histórica, Caracas, Ediciones de la Biblioteca-Universidad
Central de Venezuela, pp. 47-54; Luis Castro Leiva (1991): “La gramática de la
libertad”, en De la patria boba a la teología bolivariana, Caracas, Monteávila Editores,
pp. 59-86.
6
Véase C. LEAL, C. GUERRERO y E. PLAZA, “Liberal-liberalismo” en J. FERNÁNDEZ
SEBASTIÁN, Diccionario político y social del mundo Iberoamericano. Conceptos políticos en
la era de las revoluciones, 1750-1850, vol. I, Madrid, Fundación Carolina-Sociedad
Estatal de Conmemoraciones Culturales-Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2009, pp. 836-848. En línea:
6
federal consagrados en la Constitución de 1811, nuestros años

fundacionales quedaron confinados al ostracismo al que los

sometió ese juicio lapidario del joven coronel Simón Bolívar.

Y poca es la atención prestada, por no decir casi ninguna, a

algunos aspectos cruciales de esos primeros años. Destaco tres de

ellos que son de los que me ocuparé en esta presentación:

1. El largo proceso de negociación política que significó

conformar juntas en las provincias que formaban parte de la

Capitanía General de Venezuela y crear la confederación de

Venezuela.

2. El desarrollo de las elecciones para elegir diputados al

Congreso General Conservador de los Derechos de

Fernando VII que se instaló en Caracas el 2 de marzo de

1811.

3. El debate teórico-político que condujo a la declaración de la

independencia absoluta.

http://www.iberconceptos.net/diccionario-politico-y-social-del-mundo-
iberoamericano.
7
Para ello procederé a examinar en la primera parte el contenido

del acta del 19 de abril en el contexto histórico de sus referentes y las

acciones emprendidas por la Junta que se instala ese día para obtener

el reconocimiento de su autoridad interina y la respectiva obediencia

de las demás provincias que para entonces conformaban la Capitanía

General de Venezuela. En la segunda, recorro las particularidades que

caracterizan el proceso electoral de 1810-1811 para elegir los

diputados de nuestro primer constituyente; y en la tercera, examino la

declaración de la independencia absoluta como resultado del debate

teórico-político que tuvo lugar en ese Constituyente sobre la

naturaleza del pacto confederal.

De allí que los documentos fundamentales recomendados para

este seminario sean precisamente: el Acta del Ayuntamiento de

Caracas del 19 de abril de 1810; el Reglamento para elección y reunión de

Diputados que han de componer el Congreso Conservador de los Derechos

del Sr. Don Fernando VII en las Provincias de Venezuela; el Acta de

independencia absoluta del 5 de Julio de 1811 y el Manifiesto que hace

al Mundo la Confederación de Venezuela en la América Meridional de las

razones en que ha fundado su absoluta independencia de España y de

8
cualquier otra dominación extranjera, formado y mandado a publicar por

acuerdo del Congreso General de sus Provincias Unidas en Caracas a

30 de julio de 1811. Es mi propósito analizarlos desde una perspectiva

histórica y discursiva.

9
I. EL 19 DE ABRIL DE 1810 Y EL JUNTISMO CARAQUEÑO:

¿Cómo entender el acta que se redacta y suscribe el 19 de abril de

1810? Si uno lee el contenido de ese texto, visto a la luz del día de hoy,

nos es completamente ajeno, extraño. Igual sucede cuando abordamos

por primera, segunda y tercera vez el acta de la independencia o el

Manifiesto al mundo justificando la independencia absoluta.

I.1. ¿Qué nos dice el acta del 19 de abril?

1. La metáfora de la orfandad política: la acefalía del reino

Anuncia la reunión de un cabildo extraordinario para:

[…] atender la salud pública de este pueblo que se halla en total orfandad,
no sólo por el cautiverio del señor don Fernando VII, sino por haberse
disuelto la junta que suplía su ausencia en todo lo tocante a la seguridad y
defensa de sus dominios invadidos por el emperador de los franceses […] a
consecuencia de la ocupación casi total de los reinos y provincias de España.7

Detengámonos en esta primera afirmación: ésta contiene dos

aspectos, uno, un concepto global relativo a la orfandad política; dos,

esa orfandad está relacionada con unos hechos.

El problema de la orfandad. Un huérfano es alguien que carece de

padres, puede ser huérfano de padre, de madre, o de ambos. En este

7
El acta del 19 de abril es tomada de la edición Textos oficiales de la Primera
República, Caracas, Academia Nacional de la Historia-Colección Sesquicentenario
de la Independencia, tomo I, pp. 99-104 [resaltados nuestros].
10
caso, se trata entonces de una metáfora que refiere a la orfandad

política, a la ausencia de la cabeza del cuerpo político de la nación o

monarquía española. Una metáfora de familia a cuya cabeza está el

padre-rey, la cual pone de relieve una concepción del orden político

sustentado en una de las vertientes de la doctrina de origen divino del

poder real, el patriarcalismo, que concibe la autoridad real como “la

ampliación y extensión de la autoridad paterna” en el marco de un

orden natural creado por Dios en el cual la familia y la autoridad

paterna son su expresión más nítida.8 Se trata, pues, del problema que

plantea la ausencia del rey, pero se trata también de una orfandad

política referida a una entidad que llaman “junta”, la cual, se nos dice,

se ha disuelto.

¿Cómo entender esa afirmación si no la leemos a la luz del

contexto histórico, de los hechos que hagan inteligible esa afirmación?

8
Las doctrinas de origen divino (la de origen directo y la patriarcalista) suponen
que tanto “la creación de la comunidad política como la obligación de obedecer a la
autoridad son independientes de la voluntad humana y no requieren, para nada,
del consentimiento de los individuos que van a formar parte de la comunidad”.
Sobre el punto véase Juan Carlos REY, “El pensamiento político en España y sus
provincias americanas durante el despotismo ilustrado (1759-1808)”, en J. C. REY,
R. PÉREZ PERDOMO, R. AIZPURUA y A. HERNÁNDEZ, Gual y España: La independencia
frustrada, Caracas, Asociación Académica para la Conmemoración del Bicentenario
de la Independencia-Fundación Empresas Polar, 2007, pp. 43-161 [aquí, pp. 50-51].
11
¿Por qué está ausente el rey? ¿Qué ha pasado para que el cuerpo

político hable de orfandad? ¿A qué junta se refieren?

Veamos esa afirmación a la luz de los hechos:

Desde finales de 1807, peninsulares y americanos comienzan a

percibir manifestaciones de la descomposición moral y política de la

monarquía. Más tarde, esas primeras manifestaciones se conocerán

como las jornadas del Escorial9 y la Revolución de Aranjuez, que tuvo

lugar en marzo de 1808, la cual condujo primero a la abdicación del

trono que hizo el rey Carlos IV en su hijo Fernando, el príncipe de

Asturias, al posterior presidio del nuevo rey Fernando VII en Bayona,

a la restitución de la corona que Fernando VII hizo en su padre Carlos

IV y a la abdicación de este último en Josef, hermano de Napoleón,

como rey de España e Indias.10


9
La jornada del Escorial refiere al turbio proceso judicial seguido contra el príncipe
de Asturias (luego Fernando VII, nuestro último monarca), hijo del rey Carlos IV,
cuando en supuesta conspiración palaciega pretendió, a finales de 1807, destronar
a su padre, razón por la cual se le siguió una causa a él y a sus cómplices por
traidores. Parte del escándalo de este juicio y de su impacto en los dominios
americanos, según lo narran Blanco y Azpurúa, radica en el hecho de que la pena
de muerte por traición les fue conmutada a los reos que fueron desterrados o
confinados a conventos y fortalezas.
10
Revolución de Aranjuez: motín popular ocurrido entre la noche del 17 para
amanecer el 18 de marzo de 1808 contra el palacio de Aranjuez, residencia del
príncipe de la Paz, Manuel Godoy, conocido como el favorito o valido de los reyes
católicos, a quien se acusó de haber vendido España al extranjero (a Napoleón).
Durante el mismo la turba proclamó a gritos al Príncipe de Asturias (luego
Fernando VII) como el salvador de España. A raíz de la revolución de Aranjuez,
que condujo a la prisión y luego al destierro de Godoy, el rey Carlos IV abdica el
12
Fueron estas sucesivas abdicaciones las que cambiarían para

siempre la historia de España y desencadenarían lo que ahora

conocemos como la revolución hispánica.11 En efecto, a finales del mes

de mayo de 1808 (23-25 de mayo), toda vez que se conocieron en

España las abdicaciones de Bayona, se produce una sublevación

general en las provincias y reinos no ocupados por los franceses

contra los usurpadores del trono que se expresó en lo que algunos

historiadores han llamado el “mayo peninsular” para significar la

conformación de Juntas que se encargarían de defender y coordinar la

resistencia y guerra contra los “pérfidos” invasores.12 Comenzó


trono en su hijo Fernando, lo cual tuvo lugar el 19 de marzo de 1808. Esa
abdicación real ocurría al tiempo que los ejércitos de Napoleón entraban a España.
Abdicación de la que se tuvo conocimiento en Caracas el 9 de mayo de 1808; para
fines de ese mismo mes de mayo, aquí en las provincias de la capitanía
comenzaron a prepararse las ceremonias de exaltación al trono del nuevo rey:
Fernando VII. Éste había entrado a Madrid el 24 de marzo de 1808 y salido casi
inmediatamente, bajo la protesta popular, a reunirse en Bayona con Napoleón,
ciudad donde sus padres se habían refugiado. En Bayona, Napoleón hace preso a
Fernando VII y lo obliga a restituir la corona a su padre Carlos IV y éste a su vez se
la entrega a Napoleón quien la cede a su hermano José Bonaparte. Estos traslados
de la corona de unas manos a otras se conocerán poco después como las
abdicaciones de Bayona.
11
Sobre el concepto de la “revolución hispánica”, véase François-Xavier GUERRA,
Modernidad e independencias, Madrid, MAPFRE, 1992.
12
Antes de esa fecha, en Madrid, ocupada por Joaquín Murat, Mariscal y gran
almirante del Imperio francés y cuñado de Napoleón, se desató la muy famosa
insurrección popular del 2 de mayo de 1808, magistralmente representada por
Goya en su óleo del 2 de mayo, que condujo a los fusilamientos del 3 de mayo,
también representados por Goya. La insurrección del 2 de mayo, que sólo tuvo
lugar en Madrid y sin consecuencias en lo inmediato en otras ciudades y reinos, se
produjo porque los madrileños intentaron impedir la salida del último infante de
los Borbones hacia Bayona, ciudad a donde había partido Fernando VII y parte de
13
entonces la guerra de independencia española. Estas juntas, entre

ellas una que nos fue muy costosa a nosotros, la de Sevilla, se

autoerigen como la representación del soberano ausente y actúan en

su nombre, hasta que el 25 de septiembre de 1808 logran coordinarse

en un solo cuerpo colegiado que se denominó la Junta Suprema

Central Gubernativa de España e Indias, la cual pasó a ejercer la

soberanía interina del rey Fernando VII en toda la nación española,

incluyendo los dominios ultramarinos, mientras el rey estuviese preso

y ausente.

Fernando VII, “el Deseado”, se había convertido en el verdadero

símbolo de la lucha de la nación española a ambos lados del

Atlántico.

Y esa Junta Suprema Central Gubernativa de España e Indias fue

reconocida y obedecida por las autoridades de las provincias de la

Capitanía General de Venezuela, al igual que en las demás regiones

de la América española, como la autoridad soberana en ausencia del

rey.

la Corte a reunirse con Napoleón. Sobre el juntismo peninsular, véase el estudio de


Richard HOQUELLET, La Revolución, la política moderna y el individuo: Miradas sobre el
proceso revolucionario en España (1808-1835), España, Prensas Universitarias de
Zaragoza-Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2011.
14
El lenguaje que se forja durante ese período es esencialmente

patriótico. Y la patria es el rey preso, la nación española, y la religión

católica.13 Y en la América española, desde el momento mismo en que

se conocen las noticias de las abdicaciones ocurridas en Bayona y la

designación de un nuevo rey (Josef Bonaparte), lo que sucedió en

tiempos desiguales, tienen lugar varios intentos de establecer juntas a

semejanza de las constituidas en España. La de Caracas en 1808 forma

parte de uno de esos tantos intentos fracasados, cuyos propulsores

fueron perseguidos y enjuiciados por las autoridades locales a pesar

de que su propuesta constituyó expresamente un acto de lealtad al

rey Fernando VII y una “imitación” de las juntas establecidas en la

península.14
13
De allí que estos dos años (1808-1810) se caractericen por una exaltación de las
virtudes, de las acciones heroicas (“morir por la patria”, “Primero morir que
someternos al yugo de Napoleón”, evocación de los héroes de la antigüedad, a
Grecia, a Roma, etc.), es un lenguaje cargado de metáforas, el águila (símbolo
imperial de Napoleón) contra el león, símbolo de la corona española. Es la estética
de la guerra contra unos invasores que se expresa en un lenguaje heroico. Y
nuestro único periódico de entonces, la Gazeta de Caracas, está cargada de epígrafes,
poemas, anuncios de obras de teatro, globos aerostáticos que exaltan el heroísmo
de “nuestros hermanos peninsulares”, sus triunfos contra las tropas usurpadoras:
“Vencer o morir por la patria, su Rey y su Religión” se lee con frecuencia en
nuestra recién estrenada Gazeta. Y en esa misma Gazeta se publicaba regularmente
la lista de los donativos “patrióticos” con los cuales los americanos ayudaban a los
peninsulares a resistir a los invasores; entre ellos, los que se habían recogido contra
el “traydor” Miranda en 1806 enviados luego en 1809 a favor de la “justa causa” de
España.
14
Véanse sobre ese intento de junta los trabajos de: Inés QUINTERO, La conjuración
de los mantuanos, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, 2002; y los de
15
Y aquella Suprema Junta Central, erigida en septiembre de 1808 y

reconocida y obedecida a ambos lados del Atlántico como autoridad

soberana mientras el rey estuviese preso, en enero de 1809 emitía un

decreto invitando a los americanos a formar parte de esa nueva

autoridad central para lo cual debían proceder a elegir vocales-

diputados que los representasen ante la Junta Suprema Gubernativa

Central. Algo inédito: por primera vez, los americanos formarían

parte del poder central, y para ello fueron declarados “parte esencial e

integrante de la Monarquía”:

[…] considerando –enunciaba el decreto– que los vastos y preciosos


dominios que la España posee en las Indias no son propiamente
Colonias o Factorías como los de otras naciones, sino parte esencial e
integrante de la Monarquía Española[…]15

Fue esta la primera declaración de igualdad que se ofreció a los

americanos, con la cual se abrió “públicamente […] el debate sobre la

Carole LEAL CURIEL, “El juntismo caraqueño de 1808: Tres lecturas de una misma
fidelidad” en Alfredo Ávila y Pedro Pérez Herrero (coordinadores), Las
experiencias de 1808 en Iberoamérica, Universidad de Alcalá de Henares,
Universidad Nacional Autónoma de México, Madrid-México, 2008, pp. 309-415; y
“Juntistes, tertulianos et congressistes: sens et portée du public dans le projet de la
Junte de 1808 (Province de Caracas) en Histoire et Sociétés de l’Amerique latine,
Université de Paris VII, Nº 6, Paris, 1997, pp. 85-107.
15
El decreto, fecho en el Real Palacio del Alcázar de Sevilla el 22 de enero de 1809,
fue publicado en la Gazeta de Caracas del viernes 14 de abril de 1809, p. 1. En Gaceta
de Caracas, Caracas, Academia Nacional de la Historia-Bicentenario de Simón
Bolívar, 1983, tomo I. [resaltados nuestros]
16
igualdad política entre peninsulares y americanos, y a través de él,

una polémica sobre el estatuto de América dentro de la Monarquía

[…]”.16 Una igualdad entre ambos hemisferios que en realidad no fue

tal porque la representación otorgada a los americanos fue menor

respecto a la de los peninsulares (9 vocales americanos frente a los 36

diputados representantes de las 18 juntas que se habían formado en

las provincias y reinos peninsulares). De allí en adelante el reclamo de

igualdad entre americanos y peninsulares pasó a constituir para los

españoles americanos en argumento político central, primero para

obtener autonomía y más tarde para independizarse.17

A finales de mayo de 1809, las ciudades capitales de las provincias

de la Capitanía General de Venezuela ya habían celebrado esas

elecciones, cuyo resultado hubo que anular y volverlas a celebrar casi

un año después, a principios de abril de 1810.18

16
F-X. GUERRA, Modernidad…, pp. 185-186.
17
Véase el espléndido estudio de Roberto BREÑA, El primer liberalismo español y los
procesos de emancipación de América, 1808-1824. Una revisión historiográfica del
liberalismo hispánico, México, El Colegio de México, 2006.
18
El proceso electoral de 1809 supuso dos niveles: primero, que los Ayuntamientos
de las ciudades cabeceras de provincia (Caracas, Cumaná, Maracaibo, Barinas,
Margarita y Guayana) elegían 3 individuos y de entre ellos sorteaban uno;
segundo, una vez electos y sorteados los 6 individuos provenientes de todas las
provincias, el Gobernador y Capitán General y el Real Acuerdo escogerían de entre
ellos una terna y dentro de ésta se sortearía el individuo que habría de convertirse
en el vocal-diputado de las provincias ante la Junta Central. En el caso
“venezolano”, el sorteado resultó el Regente visitador Don Joaquín Mosquera y
17
Regresemos de nuevo al acta del 19 de abril: es justo esa Junta

Central que se había formado para organizar conjuntamente la

resistencia, que había declarado la igualdad a los americanos, que

había convocado a éstos a participar en su poder mediante unas

elecciones, la que exactamente un año después, en enero de 1810, se

refugiaba en Cádiz, y allí se disolvía en medio de numerosos

escándalos y miles de acusaciones en su contra; antes de su disolución

procedió a convocar a nuevas elecciones para reunir unas Cortes

Generales, las Cortes de Cádiz, que constituirían la representación

nacional, y nombraba un Consejo de Regencia que ejercería,

entretanto se reunían las Cortes, la soberanía en depósito del rey

ausente. Que la Junta Central se hubiese refugiado en Cádiz fue

interpretado como “La España perdida”.19


Figueroa, cuya elección tuvo lugar a finales de junio de 1809, designación
impugnada por algunos de los regidores del Ayuntamiento de Caracas y algunos
miembros “principales” de las familias caraqueñas quienes solicitaron se declarase
nula esa elección por viciada. Este reclamo junto con los provenientes de otras
regiones hispanoamericanas llevaron a que el Consejo de Indias declarase la
nulidad de la elección de Mosquera y a que la Junta Suprema Central Gubernativa
de España e Indias dictaminase una nueva normativa electoral con modificaciones
substantivas que incorporaban los reparos formulados por los americanos. Sobre
las elecciones de 1809 en la Capitanía General véase el trabajo de Ángel ALMARZA,
Soberanía y representación. La provincia de Venezuela en una época de definiciones
políticas: 1808-1811, Trabajo de grado para optar al título de Magister Scientiarum en
Historia Republicana de Venezuela, Universidad Central de Venezuela, Caracas,
2009.
19
La Junta Central primero se refugia en Sevilla (diciembre de 1809), luego huye
hasta Cádiz (enero de 1810) desde donde convoca a las Cortes de la nación
18
Así, la orfandad política de la que nos habla el acta del 19 de abril

refiere no sólo a la ausencia del rey que se halla preso en Bayona, sino

también a la de la Junta Central porque ésta se ha disuelto. Estábamos

pues, es lo que nos dice esa acta, en estado de necesidad: no había

quien sostuviese la seguridad y defensa contra los invasores, tampoco

quien resistiese la usurpación del trono.

2. La nulidad del Consejo de Regencia: es lo segundo que denuncia el

acta del 19 de abril y lo hace en los siguientes términos:

[…] según las últimas o penúltimas noticias derivadas de Cádiz, parece


haberse sustituido otra forma de gobierno con el título de Regencia[…]
[y advierte] sea lo que fuese de la certeza o incertidumbre de este hecho,
y de la nulidad de su formación, no puede ejercer ningún mando ni
jurisdicción sobre estos países, porque no ha sido constituido por el
voto de estos fieles habitantes cuando ya han sido declarados no
colonos, sino partes integrantes de la Corona de España y como tales
han sido llamados al ejercicio de la soberanía interina y a la reforma
de la constitución nacional. [resaltados nuestros]

española, nombra el Consejo de Regencia y luego se disuelve (finales de enero de


1810). Tomo prestada la expresión de Demetrio Ramos quien hace una distinción
crucial entre los juntismos de 1808 y los de 1810. Con respecto a los primeros, que
denomina “motines de Aranjuez americanos”, los analiza no sólo como reacciones
ante el temor de la usurpación francesa sino también como el desmantelamiento
del poder de Godoy en América; y a los segundos como movimientos de salvación
ante la España perdida. Véase Demetrio RAMOS, Entre el Plata y Bogotá: cuatro claves
de la emancipación ecuatoriana, Madrid, Ediciones de la Cultura Hispánica, 1978.
19
Aparece aquí planteado abiertamente el problema de la igualdad

entre americanos y peninsulares. Un aspecto que pasa a constituirse

en el argumento capital de todas las comunicaciones que la Junta

Suprema de Venezuela cruzará con el Consejo de Regencia y con los

cabildos de las ciudades capitales de las provincias de la Capitanía

General de Venezuela y cabildos de las distintas ciudades principales

americanas.

Así, aquella declaratoria de igualdad que había instituido la Junta

Suprema Central Gubernativa de España e Indias en aquel decreto de

22 de enero de 1809 no sólo había instaurado un derecho, sino que

también se había transformado en argumento político.

3. La regresión de la soberanía: Un derecho en nombre del cual, se

alegó en dicha acta, estos “países” podían erigir “un gobierno que

supla las enunciadas faltas” y ejercer:

[…] los derechos de la soberanía, que por el mismo hecho ha recaído


en el mismo pueblo, conforme a los mismos principios de la sabia
constitución primitiva de la España y a las máximas que ha enseñado y
publicado en innumerables papeles la junta suprema extinguida.
[resaltados nuestros]

20
Detengámonos de nuevo aquí: se nos está diciendo que ese nuevo

gobierno que se formó en España, el Consejo de Regencia, es nulo

porque se formó sin la consulta de los americanos que ahora son

iguales porque han sido declarados parte esencial e integrante de la

monarquía (el problema de la igualdad es este argumento); se nos está

diciendo además que esa Regencia no está en capacidad de atender la

seguridad porque, si se encuentra refugiada en Cádiz, quiere decir

que España está perdida, totalmente ocupada por los franceses (lo que

por cierto no era verdad); por lo tanto, y aquí se inicia lo que

podríamos llamar el momento de la revolución: que nosotros, como

parte integrante de la monarquía y declarados iguales, podíamos en

consecuencia ser los depositarios de la soberanía del rey ya que en su

ausencia la soberanía regresa al pueblo. Lo revolucionario aquí es

asumir el autogobierno, la autonomía, en nombre de ese derecho de

igualdad.

Esto plantea un problema: ¿de cuál pueblo se nos habla? ¿Se trata

de individuos iguales que han concurrido a ese cabildo a ejercer un

voto individual para nombrar unas nuevas autoridades?

Evidentemente no. La idea de pueblo allí remite a las corporaciones

21
del antiguo orden, esto es, al cuerpo del cabildo, a los gremios, a los

cuerpos de milicias formadas en la plaza mayor, y a esa

muchedumbre que no pasaba de 400 personas y se hallaba reunida

afuera gritando vivas a Fernando VII, de quien se dice “nombró” (no

eligió) para que los representasen a unos diputados, todos blancos,

que simbolizarían al “pueblo”, al gremio de los “pardos”, al clero,

etc.20 Pero hay otra ambigüedad aún mayor: el pueblo como

muchedumbre aparece como el factor de legitimación para que unos

diputados autoproclamados y el cabildo se erijan en gobierno

autónomo. La noción de pueblo a principios del siglo XIX refiere a

una categoría inserta en una concepción organicista de la sociedad,

jerárquica, desigual, no así a la que posteriormente se impondrá en

tanto categoría abstracta en el sentido de individuos iguales ante la

ley.

Y toda vez que Emparan resigna el “mando supremo” quedando

éste “depositado en este Ayuntamiento”, lo que significa que

Emparan entregó el símbolo del mando, a saber, la vara de gobierno,

20
ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN DE VENEZUELA (AGNV), sección Causas de
Infidencia, tomo VI, folios 137-170: “Sumaria información sobre las operaciones y
conducta política de Don Diego Jalón durante la revolución de Caracas”.
22
se produce el reemplazo de las demás autoridades reales (teniente

gobernador, intendente, ministros de la Real Audiencia, etc.).

El acta del 19 de abril es, pues, una acción política-lingüístico de

trasmisión de mando de unas autoridades que se entiende habían

sido nombradas por el rey (o en su defecto por la Junta Suprema

Central Gubernativa de España e Indias) a otras ya existentes, el

cabildo, y a unas nuevas agregadas a título de representantes

corporativos (los diputados del clero, pueblo y pardos) que ejercerán

ahora la autoridad en nombre de Fernando VII.

Así el 19 de abril es un acto de instalación de una autoridad

autónoma que va a pretender gobernar, como lo habían hecho cada

una de las juntas constituidas en España y como lo había hecho la

Junta Suprema Central Gubernativa de España e Indias, en nombre

del rey ausente, en nombre de Fernando VII, esto es, en nombre de la

soberanía real.

I.2. El juntismo caraqueño:21

21
He profundizado sobre el punto en “Disgregación provincial y reunión
confederal: El proceso juntista de 1810 en la Capitanía General de Venezuela”,
Conferencia dictada en Bogotá, 5 de octubre de 2010, Coloquio “Cinco preguntas
impertinentes sobre la Independencia”, organizado por la Fundación Alzate y el
Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA). En proceso de publicación.
23
Instalada en la ciudad de Caracas, ciudad capital de la provincia de

Caracas, la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII,

erigida con la pretensión de ejercer interinamente la soberanía real, lo

que implicaba aspirar a su ejercicio en las provincias que formaban

parte de ella –Caracas, Barinas, Cumaná, Guayana, Maracaibo, y

Margarita–, se planteó el problema de legitimar su autoridad más allá

de los límites jurisdiccionales de la provincia de Caracas, lo cual

supuso un extendido proceso de negociación política en algunos casos

y de imposición política-militar en otros, para obtener el respectivo

reconocimiento.

Entre el 19 de abril de 1810 y el 5 de julio de 1811 se inicia una

carrera que va a estar caracterizada para el “caso venezolano” por una

profunda radicalidad, y quizá sea esa nuestra principal peculiaridad

en ese fenómeno global que fue la revolución hispánica e

independencias hispanoamericanas.

Lo primero que se observa durante el juntismo de 1810 es la

formación de juntas de gobierno en casi todas las jurisdicciones de la

Capitanía General. Una vez instalada la Junta Conservadora de los

Derechos de Fernando VII que dio forma al gobierno autónomo, ésta

24
emitió tres tipos de comunicaciones: una orden redactada el mismo 19

de abril de 1810 con destino a los cabildos, tenientes justicia y

corregidores de todas las ciudades, villas y pueblos que eran parte de

la jurisdicción de la provincia de Caracas; 22 una invitación, emitida el

20 de abril de 1810, dirigida a las ciudades capitales de las otras

provincias y a las comandancias de Coro y Barcelona, la cual fue

conducida por unos emisarios especialmente escogidos para esa tarea,

a fin de que en ellas se constituyesen juntas de gobierno en sus

respectivas jurisdicciones y reconociesen la soberanía en depósito en

la Junta Suprema de Venezuela;23 una comunicación, escrita el 27 de

abril de 1810, enviada a los cabildos capitales en otras regiones de

América (Santa Fe, Buenos Aires, etc.) explicando lo obrado, las

razones para hacerlo e invitándolas a que imitasen (es el verbo

empleado) lo hecho por Caracas.24

22
Los términos de esta orden-comunicado son harto elocuentes, pues en ella
advierten que el ayuntamiento de Caracas y los diputados de esa ciudad “han
reasumido en sí la Suprema autoridad por consentimiento del mismo pueblo y
de las demás potestades anteriormente constituidas” como consecuencia de las
noticias recibidas de España y “este nuevo gobierno ha sido publicado y
reconocido en esta capital, quedando por consiguiente subordinados a él todos
los empleados del ramo Militar, Político y demás”. En José Félix BLANCO y Ramón
AZPURÚA, Documentos para la historia de la vida pública del Libertador, Caracas,
Ediciones de la Presidencia de la República, Bicentenario de Simón Bolívar,
1875/1977, tomo II, pp. 401-402 [resaltados nuestros].
23
Gazeta de Caracas, viernes 27 de abril de 1810, p. 2, “Proclama”.
24
Gazeta de Caracas, viernes 18 de mayo de 1810.
25
Lo que quiero destacar del movimiento juntista del año de 1810

son justamente las características peculiares del mismo, las cuales han

sido desatendidas por efecto de que tanto la “historia patria” como la

historiografía nacional25 terminó desdibujándolas bajo la tesis de la

“imitación”: 26

25
La distinción conceptual entre las historiografía patria y nacional provienen del
profesor Germán Carrera Damas, categoría por demás presente en todos sus
escritos. Ver G. CARRERA DAMAS, “Sobre continuidad y ruptura en la Historia
contemporánea de Venezuela”, Conferencia inaugural del Diplomado de la
Fundación Rómulo Betancourt, Caracas, 2 de febrero de 2013.
26
Sin embargo, es importante resaltar que se han producido tres momentos
interpretativos en torno al movimiento juntista de 1810 que, sin duda, tienen un
mayor alcance que la mera tesis de la imitación: el primero de ellos corresponde a
las que se produjeron entre quienes fueron actores y partícipes (a favor o en contra)
del mismo, y allí predomina una lectura contrapuesta entre quienes interpretan el
proceso de 1810 como la consumación del juntismo de 1808 tras el cual ya se
ocultaba la independencia absoluta y quienes, dando por descontado el proyecto
independentista, tienden a asimilar el juntismo de 1810 como un proceso único y
simultáneo. Un segundo momento interpretativo que domina durante el siglo XX,
lee el proceso juntista provincial de 1810 a partir de las rivalidades y conflictos
entre las provincias producto de las seculares tendencias autonómicas heredadas
de la colonia que, aunque muestra la heterogeneidad de las particularidades
provinciales, las reduce, uniformándolas a rivalidades entre ciudades y provincias,
y asume el federalismo de 1811 como el “ropaje republicano” de las naturales
tendencias disgregativas coloniales, dejando de lado las distintas tradiciones que
subyacen en las diversas concepciones sobre la confederación/federación que
estuvieron en juego desde tan temprano como el primer juntismo de 1810, con lo
que su lectura está colocada desde una mirada colonial. Una tercera línea
interpretativa, relativamente reciente, aunque subraya la heterogeneidad del
juntismo de 1810, sacándolo de la penumbra uniformadora a la cual lo había
confinado la historiografía patria, focaliza la interpretación de la crisis política de la
monarquía a una lucha de las élites por el poder y el control de los espacios
jurisdiccionales de las diversas redes sociales regionales, cuando no a una disputa
por preeminencia entre ciudades, o a tensiones y conflictos derivados de las
aspiraciones autonomistas o de los “intereses de clase” de las provincias que salen
a flote durante la crisis política de 1808-1810. Sobre el punto véase C. LEAL CURIEL:
“Disgregación provincial y reunión confederal…”, 2010.
26
1. Primero, no fue uniforme ni simultáneo en todas las provincias.

El movimiento juntista de 1810 se desarrolló en tres fases que

clasifico en atención a las acciones político-discursivas y las

acciones políticas emprendidas desde Caracas: (a) fase

persuasiva, abril-junio, 1810; (b) fase de la reacción, junio-

agosto, 1810; y (c) fase de la amenaza militar, septiembre-

octubre, 1810. Y durante estas tres fases pueden distinguirse al

menos seis modalidades de conformación de juntas que revelan

cómo la crisis de la acefalía política de la monarquía hispánica

selló la desarticulación de la estructura administrativa-

jurisdiccional en toda la Capitanía General: 1º las establecidas

en aquellas provincias que respondieron de inmediato a la

invitación que les cursara Caracas y reconocieron la autoridad

suprema de la Junta (Margarita, Cumaná, por ejemplo); 2º las

que se erigieron en autonomía a la de Caracas y que

reconocieron después de muchas negociaciones la autoridad de

la Suprema de Caracas (provincia de Barinas); 3º ciudades con

comandancia que reconocieron a Caracas y aprovecharon la

coyuntura para erigirse en provincia separada de sus

27
jurisdicciones originales, pero luego se distanciaron del

proyecto caraqueño (Barcelona que formaba parte de la Nueva

Andalucía o Cumaná); 4º las que se establecieron inicialmente

reconocieron en lo inmediato a Caracas, pero poco después

obedecieron al Consejo de Regencia (Guayana y Barcelona),

pero preservaron sus juntas; 5º las que organizaron juntas y

reconocieron la autoridad de Caracas por efecto de la presión

militar que se les hizo (Mérida y Trujillo, y Barcelona en un

segundo tiempo); 6º y las que nunca reconocieron a Caracas y

obedecieron desde un principio al Consejo de Regencia

(Maracaibo, y la ciudad de Coro a las que luego se agregó

Guayana).

2. Segundo, el proceso trajo consigo profundas fragmentaciones

territoriales y el descalabro de las jerarquías territoriales en las

provincias preexistentes, o lo que el regente Heredia entendió

para su momento como la doble revolución producto de “la

discordia que causa entre hermanos la ausencia del padre”:27 la

27
José Francisco de HEREDIA, Memoria sobre las revoluciones de Venezuela, París,
Librería de Garnier Hermanos, 6, rue des Saint-Pères, 1895, reproducido en
Anuario, Instituto de Antropología e Historia, Caracas, Facultad de Humanidades y
Educación, Universidad Central de Venezuela, años 1967-68 y 69, tomos IV-V-VI,
pp. 545-546.
28
ciudad comandancia de Coro, jurisdicción de la provincia de

Caracas, se separa de ella; la ciudad comandancia de Barcelona

que formaba parte de la provincia de Cumana, aprovecha la

coyuntura para independizarse de ésta y autoerigirse en

provincia autónoma; Mérida y Trujillo, ambas parte de la

jurisdicción de la provincia de Maracaibo, se erigen

posteriormente, bajo la presión militar de Caracas y Barinas,

como provincias autónomas de aquella y obedientes a la “causa

de Caracas”.

3. Tercero, supuso además una fractura política decisiva que se

dirimió en torno a reconocer o no obediencia al Consejo de

Regencia –la “manzana de la discordia” en palabras del regente

Heredia– instalado en España en tanto representación de la

soberanía provisoria del rey o, dicho al revés, en torno a si les

asistía o no el derecho a estos territorios de detentar la

soberanía interina del rey. Es decir, a gobernar en nombre del

rey. Cada parte de esa fractura siguió un curso distinto: las que

se sumaron a la “causa de Caracas” seguirían muy

tempranamente la ruta republicana rompiendo con la forma

29
monárquica de gobierno; las que reconocieron al Consejo de

Regencia seguirían la ruta gaditana, esto es, participar en la

revolución liberal que institucionaliza la monarquía temperada

en las Cortes de Cádiz.

4. Cuarto, la iniciativa emprendida desde Caracas para la

formación de juntas provinciales entrañó, a diferencia de

regiones como la Nueva Granada,28 un muy exitoso proceso de

articulación política que desembocó en la rápida creación de la

Confederación de las Provincias Unidas de Venezuela aunque

supuso, por una parte, hacer concesiones que tuvieron

consecuencias en la representación política de las provincias

(e.g. Barinas y Cumaná) y por la otra, obligar bajo presión

28
Daniel Gutiérrez en su espléndido estudio sobre el período de la mal llamada
“Patria boba” neogranadina analiza, desde la perspectiva de una “geografía
política”, las relaciones establecidas entre los diferentes gobiernos soberanos del
interregno (1810-1816) –en parte producto del fracaso de la Junta de Santafé para
ser reconocida como Suprema que desembocó en una importante fragmentación
territorial–, un nuevo tipo de relaciones que el autor denomina relaciones
exteriores con arreglo al derecho de gentes, lo cual dio nacimiento a un nuevo tipo
de representación: los ministros públicos como una “consecuencia lógica de la
proclamación de la soberanía y de la asunción por parte de los estados provinciales
de todos sus atributos”. Sobre ese proceso de desestructuración de las antiguas
jerarquías territoriales y la consiguiente fragmentación y constitución de
provincias-Estados soberanos en Nueva Granada, los pactos entre ellos y la
dinámica diplomática durante el período del interregno, véase Daniel GUTIÉRREZ
ARDILA, Un nuevo reino. Geografía política, pactismo y diplomacia durante el interregno
en Nueva Granada (1808-1816), Bogotá Colección Bicentenario-Centro de Estudios
en Historia, Universidad del Externado de Colombia, 2010.
30
militar a la fractura político-territorial de la provincia de

Maracaibo.

El éxito de ese proceso de articulación política descansa en buena

medida en la temprana convocatoria para elegir diputados o

representantes en el primer congreso constituyente de nuestro primer

ensayo republicano. Veamos por qué.

31
II. EL REGLAMENTO DE ROSCIO: UNA CONVOCATORIA A LA IGUALDAD 29

La Junta Suprema de Venezuela convocó a elecciones de diputados por

medio de un Reglamento redactado por el doctor Juan Germán

Roscio,30 el cual debe haber comenzado a circular a finales del mes de

junio de 181031 en aquellos territorios que habían seguido la “justa

causa de Caracas”, esto es, que hubiesen reconocido la autoridad de la

Suprema Junta de Venezuela, hubiesen constituido juntas superiores

de gobierno en sus respectivos territorios y hubiesen desconocido la

autoridad del Consejo de Regencia y no respondido a la convocatoria

de elección de diputados a las Cortes de Cádiz. Esto significa que sobre

29
He trabajado extensamente el tema en una conferencia (y capítulo de libro en
proceso de publicación) que lleva este mismo título. Presentada en la Academia
Nacional de la Historia durante el coloquio “Simposio Internacional de las
Independencias en la Región Andina”, organizado conjuntamente por la
Academia Nacional de la Historia, Instituto de Investigaciones Históricas-
Bolivarium-Universidad Simón Bolívar, Centro de Estudios Latinoamericanos
Arturo Uslar Pietri-Universidad Metropolitana, Asociación Venezolana-francesa
en Ciencias Sociales y Humanidades Jeannette Abouhamad y con los auspicios de
la Embajada de Francia en Venezuela, Caracas, 20-23 de junio de 2011. Ahora en
proceso de publicación con el apoyo de las mismas instituciones participantes ya
citadas (2013).
30
“Reglamento para la elección y reunión de diputados que han de componer el
Cuerpo Conservador de los Derechos del Sr. Don Fernando VII en las provincias
de Venezuela”, capítulo I: “Nombramiento de los electores parroquiales”, artículos
3º y 4º en Textos Oficiales de la Primera República de Venezuela, Caracas, Biblioteca de
la Academia Nacional de la Historia-Colección Sesquicentenario de la
Independencia, 1982, tomo 2, pp. 61-84.
31
La Gazeta nunca llegó a publicarlo completo. Ver Gazeta de Caracas del viernes 15,
22 y 29 de junio, 1810 y del viernes 13 de julio, 1810, pp. 34, pp.2-3, pp. 3-4 y pp. 3-4
respectivamente de la edición publicada en Caracas, Biblioteca Academia Nacional
de la Historia-Bicentenario de Simón Bolívar, 1983, tomo II.
32
la base de este principio político de inclusión-exclusión (esto es, haber

seguido la justa causa de Caracas), participaron en ese proceso

electoral, además de la provincia de Caracas, las de Barcelona, Barinas,

Cumaná, Mérida, Margarita y Trujillo.32

Ese Reglamento constituye una pieza clave para comprender el

éxito político de crear la Confederación y la temprana declaración de

la independencia absoluta que produjo Venezuela en el mundo

hispanoamericano, es decir, el curso seguido por aquellas provincias

de la Capitanía General de Venezuela que fueron acusadas de

“rebeldes” y que no siguieron la ruta gaditana. Lo que propongo es

una relectura de ese documento a la luz de dos aspectos: primero, el

32
Durante los meses cuando se celebraron las elecciones convocadas por la
Suprema de Venezuela, a la provincia de Maracaibo se le habían desprendido las
jurisdicciones de Mérida y Trujillo, y en ella se realizaron igualmente elecciones
para designar al diputado representante ante las Cortes de Cádiz. Sobre el
particular véanse los trabajos de: Frédérique LANGUE, “La representación
venezolana en las Cortes de Cádiz: Jose Domingo Rus” en Boletín Americanista,
Universidad de Barcelona (España), nº 45, año XXXV, 1995, pp. 221-247; Ligia
BERBESÍ DE SALAZAR, “Maracaibo ante la independencia nacional”, Tierra Firme,
octubre 2004, vol. 22, nº 88, Caracas, pp. 449-468; y en especial los trabajos de
Zulimar MALDONADO VICTORIA, “La Provincia de Maracaibo a fines del siglo XVIII:
la visión de Francisco de Saavedra y José Domingo Rus” en Revista de Ciencias
Sociales (RCS), vol. XIV, nº 3, Septiembre - Diciembre 2008, pp. 575 – 589, Facultad
de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad del Zulia, así como “Las ciudades
disidentes durante la independencia: El caso de Maracaibo” en línea:
http://www.serbi.luz.edu.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1315-
95182005004000004&lng=es&nrm=iso; y junto con Germán CARDOZO GALUÉ, “José
Domingo Rus: su actuación como diputado por la provincia de Maracaibo en las
cortes de cádiz ( 1812 - 1814 )”, Ágora Trujillo, año 003, nº 004, enero 2000, en línea:
http://www.saber.ula.ve/handle/123456789/17473.
33
problema de la igualdad/desigualdad en el derecho a la participación

y representación política que sirve de sustento a las instrucciones de

Roscio; segundo, los rasgos específicos de ese texto vistos en

comparación con otros reglamentos hispanoamericanos del periodo.

II.1. El Reglamento se estructuró en tres capítulos precedidos por un

extenso razonamiento justificando la necesidad de extender el

derecho a la participación política a las ciudades, villas y pueblos del

interior, tanto a los de Caracas como a los de las otras provincias, para

designar representantes con el fin de establecer “un poder Central

bien constituido” que, en principio, se concibió bajo el molde de “una

confederación”.

Lo central del preámbulo del Reglamento concierne a dos

aspectos:

1. Primero, la legitimidad fundada en la igualdad de

participación de “todas las clases de hombres libres”, vecinos

o avecindados, de las ciudades, villas y pueblos con lo que,

diferenciándose de las reales órdenes de la Junta Suprema

Central Gubernativa de España e Indias de 22 de enero y 6 de

34
octubre de 1809, y del decreto dictado por el Consejo de

Regencia el 14 de febrero de 1810, se buscó dar respuesta a

nivel interno al problema de la desigualdad de la

representación política americana que entrañaban tales

órdenes. Y evitar, al menos al interior de las jurisdicciones que

habían reconocido a la Junta Suprema de Venezuela, “los

reclamos que no dejarían de dirigirle todos los distritos que

careciesen de una voz representativa”, más teniendo presente

que la Suprema de Venezuela había denunciado la nulidad del

Consejo de Regencia por haberse establecido sin consultar a los

pueblos de ambos hemisferios.

2. Segundo, la manera de concebir y establecer “la regla de la

representación”, poniendo de manifiesto no sólo la imperiosa

necesidad de conciliarla con el tamaño de la población tal y

como “lo exige la naturaleza de tales delegaciones”, sino

también que ésta es pensada como el espacio legítimo para el

ejercicio de la autoridad que habría de suscribir el pacto

confederal. La necesidad de ampliar la participación política

35
estuvo planteada desde el mismo momento en que se instala la

Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII.

La “equidad” para participar en la “formación del Congreso de los

Pueblos” fue una de las condiciones que exigió, entre otras, la

provincia de Barinas durante el largo proceso de negociar su

reconocimiento a la autoridad de la Suprema de Venezuela, lo que

quizá explique la sobrerrepresentación que tuvo dicha provincia en el

Congreso General de Venezuela.33

Y la importancia otorgada a la necesidad de constituir una

“verdadera representación” se sustenta en la elección de los

representantes designados en atención al tamaño de la población. De

allí que las críticas formuladas a la actuación de la Suprema Junta

Central Gubernativa de España e Indias en lo tocante a no ampliar la

participación, y la crítica al decreto del Consejo de Regencia de 14 de

33
Barinas, cuya población se había estimado para la fecha alrededor de 75.000
habitantes, eligió 9 diputados cuando debería haber electo apenas 4 sobre la base
numérica establecida por el artículo 1º del capítulo II del reglamento (1 diputado
por cada 20.000 almas). Sobre los estimados de población de Barinas ver: ARCHIVO
GENERAL DE SIMANCAS (AGS), Secretaría del Despacho de Guerra, SUG, LEG, 7172,
31: oficio de Fernando Miyares al Conde del Campo de Alange, fecho en Barinas,
12 de julio de 1791; Pedro CUNILL GRAU, Geografía del poblamiento venezolano en el
siglo XIX, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1987, tomo I, p. 665
y p. 666.
36
febrero de 1810 constituyan el fundamento para hacer extensivo el

derecho a voto a todos los vecinos libres con casa poblada de todas las

ciudades, villas y pueblos de las provincias que habían reconocido la

autoridad de la Junta Suprema de Venezuela establecida el 19 de

abril. Justamente lo que no había hecho España para América.

Tras la ampliación del derecho al voto subyace el problema de la

desigualdad de la representación americana, tema puesto a debate

desde la inédita experiencia de las elecciones de 1809 cuando los

americanos fueron convocados a formar parte del poder de la Junta

Suprema Central y Gubernativa de España e Indias que se había

erigido en 1808. Las reales órdenes de 22 de enero y 6 de octubre de

180934 por medio de las cuales se convocaron esas elecciones son

justamente las que critica el Reglamento de Roscio. Pese a la igualdad

declarada entre americanos y peninsulares por la Suprema Junta

34
Como he señalado antes (cita 15), la Real Orden de 22 de enero había instituido
un voto restringido sólo a los ayuntamientos de las ciudades capitales cabeceras de
las provincias cuyo resultado final dependía del sorteo realizado por el real
acuerdo; por su parte, la de 6 de octubre, corrigiendo las dudas y, sobre todo, los
reclamos suscitados en las distintas jurisdicciones americanas para el
cumplimiento de la primera real orden, aunque ampliaba el alcance de la
convocatoria –extensivo ahora a todas las ciudades cabeceras de partido
precisando que los electos debían ser naturales de la provincia, o avecindados en
ella, americano de nacimiento y prohibiendo que la persona electa no ejerciera los
primeros empleos de gobierno gobernador, intendente, oidor, etc.–, dejaba no
obstante ambigüedades acerca de cómo interpretar la noción misma de ciudad
cabecera en América.
37
Central Gubernativa de España e Indias, en la práctica ambos

decretos habían puesto de manifiesto la inferioridad de estatuto que

se le otorgó a América, así como una marcada desigualdad en la

representación política entre ambos hemisferios.35 Esto se hizo aun

más notorio por el contraste entre las condiciones establecidas en la

“Instrucción que ha de observarse para la elección de Diputados a

Cortes”36 decretada el 1º de enero de 1810 por la Junta Suprema

Central Gubernativa de España pocos días antes de disolverse, y el

decreto del Consejo de Regencia de 14 de febrero de 1810 por el que

35
Sobre el punto véase el trabajo pionero de François-Xavier Guerra y los
posteriores de Jaime Rodríguez los cuales pusieron de relieve lo inédito y
extraordinario del proceso electoral de 1809 que constituyó un verdadero hito en
las relaciones entre los dominios americanos y la Península. Igualmente el
novedoso trabajo de Roberto Breña quien también analiza dichas elecciones. F-X.
GUERRA, Modernidad e independencias, capítulo VI: “Las primeras elecciones
generales americanas (1809)”, pp. 177-225; del mismo autor “El Soberano y su
reino. Reflexiones sobre la génesis del ciudadano en América Latina” en Hilda
SÁBATO (coordinadora), Ciudadanía política y formación de las naciones, México, El
Colegio de México-Fideicomiso Historia de las Américas-Fondo de Cultura
Económica, 1999, pp. 33-61; Jaime RODRÍGUEZ, La independencia de la América
española, México, El Colegio de México-Fideicomiso Historia de las Américas-
Fondo de Cultura Económica, 1996, “Las elecciones de 1809 en América”, pp. 82-
88; “Las primeras elecciones constitucionales en el Reino de Quito, 1809-1814 y
1821-1822”, Montalbán, Universidad Católica Andrés Bello, nº 34, 2001, pp. 43-75; y
La revolución política durante la época de la independencia. El reino de Quito (1808-1822),
Quito, Universidad Andina Simón Bolívar/Corporación Editorial Nacional, 2006;
R. BREÑA, El primer liberalismo español…, pp. 90-110; A. ALMARZA, Soberanía y
representación….
36
“Instrucción que debe observarse para la elección de Diputados a Cortes”,
tomado de la edición digital a partir de Manuel Fernández Martín, Derecho
parlamentario español, Madrid, Imprenta de los Hijos de J. A. García, 1885, tomo II,
pp. 571-593.
38
América y Filipinas regirían la elección de diputados a Cortes; 37 los

americanos tendrían derecho a elegir apenas 30 diputados en

contraposición a los más de 200 que corresponderían a la España

peninsular, y los americanos habrían de emplear como norma

electoral un reglamento similar al utilizado en 1809 para la elección de

vocales-diputados a la Junta Central, lo que ofrecía una violenta

discrepancia con el amplio sufragio basado en el número

proporcional a la población que se le había otorgado a los vecinos

peninsulares. El decreto de 14 de febrero de 1810 no sólo reactivaba la

fuerza de la normativa establecida por la real orden de 22 de enero de

1809, otorgando a los ayuntamientos la supremacía para el control del

proceso aunque con mayor discrecionalidad aun, sino que además

acentuaba la desigualdad en el goce de los derechos políticos entre

americanos y peninsulares.

De allí que hayan sido, por una parte, la igualdad como principio

que fundamenta la extensión de la participación política más allá de

37
El Real Decreto dictado por el Consejo de Regencia el 14 de febrero de 1810
estableció que se designaría un diputado a las Cortes de Cádiz por cada “capital
cabeza de partido de esas provincias” y la elección se haría, a semejanza de lo
normado en el decreto de 22 de enero de 1809, por el ayuntamiento de cada capital,
para lo cual se elegirían tres individuos “naturales de la provincia, dotados de
probidad, talento e instrucción”, y entre ellos se sortearía uno.
39
las ciudades cabeceras capitales de provincias y, por la otra, el libre

consentimiento de los pueblos por medio de la elección de sus

representantes la fuente de donde dimanaría la legítima autoridad

que se constituiría en el cuerpo o congreso general conservador de los

derechos de Fernando VII en Venezuela, cuya reunión se proyectó

para pactar un arreglo que en principio se definió como “una

confederación”. Y en consecuencia de ese principio, que admitió

además la igualdad en medio de la desigualdad que entrañaba la

figura misma del vecino,38 la convocatoria de la Junta Suprema de

Venezuela se cursó a “todas las clases de hombres libres”, vecinos o

avecindados en las ciudades, villas y pueblos, lo que en la práctica

implicó un sufragio masculino amplio, sin distinción de calidades, al

menos en lo tocante a quienes podían votar en las elecciones de

primer grado para nombrar a los electores parroquiales tal y como lo

evidencia el artículo 4º del capítulo I del reglamento de Roscio. En tal

sentido, entre los “hombres libres” se ha de contabilizar a los pardos y


38
La noción de vecino es clave para comprender tanto la participación política
durante estos comicios, cuya base territorial se asentó en la parroquia, como la
incoación de una noción moderna de ciudadanía. Sobre la desigualdad intrínseca a
la noción de vecindad véanse GUERRA, ““El Soberano y su reino…” en SÁBATO,
Ciudadanía…, op. cit., pp. 33-66, así como el análisis transversal y los registros del
concepto vecino-ciudadano en J. FERNÁNDEZ SEBASTIÁN (director), Diccionario…,
pp. 177-309. En línea: http://www.iberconceptos.net/diccionario-politico-y-social-
del-mundo-iberoamericano.
40
morenos libres, así como a los indios, que cumpliesen con una de las

dos condiciones (casa poblada o, en su defecto, propietarios) como en

efecto se verificó en algunos pueblos y ciudades de la provincia de

Caracas de los cuales llevo el registro de sufragantes primarios

negros, indios y pardos.39

El aspecto central en el Reglamento redactado por Roscio es que la

participación política viene dada por la noción de “hombre libre” con

“casa poblada”, que va a ser el elemento clave en dicha normativa

para determinar el derecho al voto durante el periodo.

II.2. Si leemos el reglamento de Roscio a la luz de otras normativas

hispanoamericanas se ha de destacar lo siguiente:

1º Desde el punto de vista de su concepción destaca el carácter

general de este reglamento, esto es, el hecho de haber sido

concebido como una norma de aplicación universal y uniforme en

39
ARCHIVO HISTÓRICO DEL CONCEJO MUNICIPAL DE CARACAS (AHCMC): Padrones
1810, inventario nº 4338: libro encuadernado en el mismo orden en que estaban
recogidos los expedientes siendo cronista de la ciudad Enrique Bernardo Núñez y
paleógrafo Julio Castro Guevara, Caracas marzo 1950, sin foliar (s/f).
41
todos los territorios que hubiesen seguido la causa de Caracas. Otro

asunto es que en efecto en la práctica se haya aplicado más allá de

la provincia de Caracas, como lo muestran las elecciones celebradas

en Barinas realizadas sobre la base de la reorganización territorial

en 9 departamentos que había ordenado la junta de gobierno de esa

provincia,40 y al parecer también las que tuvieron lugar en

Cumaná.41 No obstante, diversas comunicaciones, así como algunos

debates en el Congreso Constituyente, ponen de manifiesto la

importancia que tuvo el reglamento como norma legal general para

el establecimiento de la “verdadera representación”.42 Su pretensión

40
Sostengo la tesis de que la Junta Suprema de Venezuela aceptó la
sobrerrepresentación barinense como parte de la “negociación política” para que la
Junta de Barinas reconociese a la Suprema de Venezuela y consolidar el proyecto
confederal que estaba en curso. Véase sobre la división territorial de Barinas la
“Instrucción mandada formar por la Junta Superior de Gobierno y Conservación
de esta Capital para la organización y arreglo de los Cabildos y Departamentos
erigidos por Acta de trece de junio de 1810” en Tulio FEBRES CORDERO, Archivo de
Historia y Variedades, Caracas, Editorial Sur América, 1930, tomo I, pp. 214-218.
41
No hay un solo estudio sobre las elecciones de 1810 salvo los que he venido
realizando para un trabajo que está actualmente en curso (La Primera Revolución de
Caracas…). No obstante, lo que he logrado establecer es que en Cumaná se violentó
igualmente el “Reglamento…” aunque sin lograr precisar las particularidades
específicas de la infracción.
42
En especial a los que dio lugar el proceso de elección de los diputados de
Barcelona. Ver Libro de Actas del Supremo Congreso de Venezuela, 1811-1812, Caracas,
Colección Bicentenario de la Independencia-Asociación Académica para la
Conmemoración del Bicentenario de la Independencia, 2011, tomo I, sesión del 19
de junio de 1811, pp. 176-180. Y “Criminales de oficio de Justicia sobre Infidencia,
contra D. Francisco Policarpo Ortiz, primer autor de las revoluciones de ella”, en
Laureano VALLENILLA LANZ, Causas de Infidencia. Documentos inéditos relativos a la
Revolución de la Independencia, Caracas, Lit. y Tip. del Comercio, 1917, pp. 199-264.
42
de aplicarla a todo el territorio sin distingo de ciudad capital,

ciudades subalternas, villas y pueblos establece un marcado

contraste con los primeros procesos electorales neogranadinos,

espacio en el cual las fracturas territoriales y la debilidad

estructural para constituir un centro político restituidor de la

preeminencia de Santafé en tanto capital del virreinato de Nueva

Granada, dieron lugar a un conjunto de normativas electorales

diferentes entre 1810 y 1812, de aplicación particular en cada una de

las soberanías emergentes, al menos hasta el Acta de la Federación

y su ratificación por el Congreso de las Provincias Unidas de Nueva

Granada.43

2º En el Reglamento de Roscio se establece como principio que la

participación y la representación política han de ser delimitadas en

atención al tamaño de población, incluyendo en la formación de las

matrículas civiles electorales a las mujeres, menores de edad, niños,

dependientes y esclavos, esto es, a la población excluida del

derecho al voto. Esto marca una indudable ruptura con cualquier

43
Sobre el punto véase D. GUTIÉRREZ ARDILA, Un nuevo reino… Y del mismo autor
la compilación sobre normativas electorales neogranadinas en Las asambleas
constituyentes de la independencia, Corte Constitucional, Bogotá, Universidad
Externado de Colombia, 2010.
43
forma de representación estamental o con aquellas sustentadas en

las jerarquías tradicionales coloniales. Definir la participación y

representación atendiendo al tamaño de la población supone,

además y desde un inicio, una legitimidad basada en el número y

no así en la calidad de los electores, lo cual sella una diferencia

significativa con las formas iniciales de la representación en el

espacio político del Río de la Plata de la década de la revolución

que no sólo excluyó al campo sino que sujetó la representación a las

ciudades y sin consideración al tamaño de la población, al menos

hasta el Estatuto Provisional de 1815, lo que implicó que la antigua

capital del virreinato, Buenos Aires, tuviese una superioridad

numérica de representantes, y generó una significativa

conflictividad política con las respectivas consecuencias para la

construcción de aquella confederación.44

44
Véanse los trabajos de: José Carlos CHIARAMONTE (con la colaboración de
Marcela TERNAVASIO y Fabián HERRERO) (1995): “Vieja y nueva representación: Los
procesos electorales en Buenos Aires, 1810-1820” en Antonio ANNINO, Historia de
las elecciones en Iberoamérica. De la formación del espacio político nacional, siglo XIX,
México, pp. 19-63; del mismo autor, “Ciudadanía y representación en la génesis del
Estado argentino” en Hilda SÁBATO (coordinadora), Ciudadanía política y formación
de las naciones, México, El Colegio de México-Fideicomiso Historia de las Américas-
Fondo de Cultura Económica, 1999, pp. 94-116. Y los de: Marcela TERNAVASIO, La
revolución del voto. Política y elecciones en Buenos Aires, Argentina, Siglo XXI editores
Argentina s.a., 2002; Geneviève VERDO, L’independence argentine entre cités et nation
(1808-1821), París, Publications de la Sorbonne, 2006 y de esta misma autora, “La
ciudad como actor. Prácticas políticas y estrategias de pertenencia: El caso del Río
44
3º A diferencia de lo estatuido para la elección de diputados a las

Cortes de Cádiz y/o de lo pautado en otros reglamentos

hispanoamericanos (tengo en mente, por ejemplo, la instrucción

para Cartagena), el mecanismo electoral se diseñó y se practicó por

sufragio indirecto de dos grados, lo que nos inserta en un universo

electoral mucho más próximo al individuo (mientras más grados

hay más lejos se está del individuo), y a semejanza de la mecánica

de votación por dos grados establecida en las leyes electorales

francesas entre 1789 y 1791.45

El de Cartagena, que fue aprobado en 11 de diciembre de 1810, y es

tal vez el más radical de todos los redactados durante el período,

supuso un sufragio indirecto de tres grados, aunque el sufragio

primario implicó una base de representación muy amplia (1 elector

por cada 50-150 almas, 2 por 150-250 y así sucesivamente) con la

participación de todos los vecinos “blancos, indios, mestizos,

de la Plata (1810-1820)”, Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía y Humanidades,


año 9, nº 18, 2007, Segundo semestre, pp. 180-195 y Fabio WASSERMAN,
“Federalismo-Argentina/Río de la Plata”, en FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, Diccionario…,
pp. 451-461. En línea: http://www.iberconceptos.net/diccionario-politico-y-social-
del-mundo-iberoamericano.

45
Sobre éstas véase Patrice GUÉNIFFEY, La Revolución Francesa y las elecciones,
Prefacio de François FURET y Liminar de François-Xavier GUERRA, México,
Instituto Federal Electoral-Fondo de Cultura Económica, 1993/2001, 1ª ed. en
español.
45
mulatos, zambos y negros, con tal que sean padres de familia, o

tengan casa poblada y que vivan de su trabajo”.46

Y la “Instrucción de 1º de enero de 1810” decretada por la Junta

Suprema Central Gubernativa de España e Indias para elegir los

diputados a Cortes, diseñó un dispositivo electoral complejo de

hasta 5 grados: el parroquial, en el que “todos los parroquianos”,

“con casa abierta” y mayores de 25 años, salvo las exclusiones

propias del período (mujeres, dependientes, vagos, transeúntes,

deudores, etc.), elegían 12 compromisarios; éstos designaban 1

elector parroquial; los electores parroquiales nombraban 12

electores capitulares; los electores capitulares a su vez escogían al

elector (es) correspondiente(s) al partido capitular (elecciones

capitulares); por último, los electores capitulares seleccionarían al

diputado(s) que le tocaba a esa provincia de acuerdo al tamaño de

la población. Esa instrucción contempló además que las Juntas

Superiores de Observación y Defensa, así como las ciudades que en

46
“Acuerdo del Gobierno de Cartagena reorganizando el gobierno Provincial, e
instrucciones para las elecciones 1810, Diciembre 11” en ARCHIVO HISTÓRICO JOSÉ
MANUEL RESTREPO (AHJMR), rollo 5, fondo I, vol. 9, ff. 15r- 25v. y la “Instrucción
que deberá observarse en las elecciones parroquiales, en las de partido y en las
capitulares, para el nombramiento de diputados en la Suprema Junta de la
Provincia de Cartagena” en ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN-Colombia (AGNC),
Archivo Anexo, Fondo Historia, rollo 11, ff. 350r-353v
46
1789 hubiesen enviado diputados a Cortes (ciudades con voto en

Cortes), eligieran también diputados a las Cortes que se reunirían

en Cádiz.47 La Constitución Política de la Monarquía, sancionada en

1812, conservó esa compleja votación de prácticamente cuatro

grados, aunque eliminó la de las juntas superiores y la de las

ciudades con voto en Cortes.

4º Una última diferencia, no menos desdeñable, concierne al hecho

de que el reglamento fue concebido desde un principio para regular

y canalizar la eventual movilización y participación popular y el

ejercicio directo de la soberanía a través de dos mecanismos: el

primero de ellos, con la supresión de cualquier forma de asamblea

o congregación electoral primaria.

Si hay algo peculiar al procedimiento electoral establecido por

el de Roscio respecto a otros reglamentos hispanoamericanos es que

el sufragio primario se hace por medio de la recolección

individualizada, casa por casa, entre quienes gozaron del derecho a

voto, lo que otorgó un poder discrecional significativo a los

“Instrucción que deberá observarse para la elección de Diputados a Cortes”, 1º de


47

enero de 1810. Tomado de la edición digital a partir de Manuel FERNÁNDEZ


MARTÍN, Derecho parlamentario español, Madrid, Imprenta de los hijos de J. A.
García, 1885, tomo II, pp. 571-593.
47
recolectores del voto (comisionado y eventuales testigos de los

sufragios verbales)48 y suscitó más de un reclamo sobre ese modo

de proceder.49 A diferencia de ello, en otros reglamentos

hispanoamericanos del periodo, el voto primario supone siempre la

reunión de la comunidad de sufragantes con celebración de una

misa previa y el compromiso de emitir un “voto honesto”.50


48
Artículos 8º, 9º y 10º del capítulo I del Reglamento.
49
Como por ejemplo el ocurrido durante las elecciones de primer grado en la
parroquia de Carayaca, cuyo cura párroco, presbítero don José María González, se
negó a firmar el acta electoral “en un asunto de primera importancia para la
república” por no haberse observado en la recolección de votos lo que exigía el
Reglamento, pues además de haberse repetido “votos de personas que ni están
incluidas en la lista de la matrícula”, el comisionado había excluido a los vecinos
que lo daban de palabra, cuyos votos agregaba a quien quería favorecer como
elector. Una vez notificada la Suprema Junta de Venezuela exigió ésta informe
sobre lo sucedido al corregidor de Maiquetía, Francisco Talavera, autoridad
responsable de nombrar al comisionado electoral de aquel pueblo. El informe de
Talavera es locuaz: además de advertir que se vio obligado a sustituir al primer
comisionado por solicitud expresa del párroco de Carayaca, acusa a este de no
haber acompañado a aquel comisionado a formar la matrícula civil pidiéndole
“que hiciese venir a todos a matricularse” y, de haber presionado a los feligreses
para que votaran a su favor, atentando así –alegó Talavera– contra “la libertad del
voto”. “Representación de Don Vicente González, natural y vecino de Caracas, a
nombre de su legítimo hermano, presbítero Don José María González dirigida a la
Junta Suprema de Venezuela”, Caracas 27 de agosto de 1810 e “Informe del
corregidor de Maiquetía, D. Francisco Talavera, Maiquetía”, 29 de agosto de 1810.
AHCMC, Padrones, s/f.
50
También es una diferencia significativa con los procedimientos electorales
franceses durante la Revolución en los que el asambleísmo primario con la creación
del cantón como división administrativa-territorial buscó justamente desvincular el
ejercicio del voto de primer grado de su asiento parroquiano y de autonomizar el
sufragio de los lazos tradicionales y de la influencia local (el cura párroco, los
principales del pueblo); por cierto, sin mucho éxito. Ver P. GUÉNIFFEY, La
Revolución…, op. cit., p.301. Para Hispanoamérica, el siguiente material: “Acuerdo
del Gobierno de Cartagena reorganizando el gobierno Provincial, e instrucciones
para las elecciones”, 1810, Diciembre 11 en AHJMR, rollo 5, fondo I, vol. 9, ff. 15r-
25v., y la “Instrucción que deberá observarse en las elecciones parroquiales, en las
48
Una explicación plausible para comprender la supresión de este

ritual de reunión comunitaria tal vez haya que buscarla en el hecho de

que al ampliar el derecho al voto –que en sí mismo implicaba la tensión

de conciliar la participación popular, como fuente de legitimidad, con

frenos para filtrarla– había que crear mecanismos que aseguraran un

mayor control sobre la(s) escogencia(s) de los sufragantes, así como

resguardarse de las facciones y discordias que atentaran contra la

voluntad unanimista del proyecto tal y como lo expresó Roscio en el

preámbulo de la convocatoria al resaltar la necesidad de “[…]

prescribir reglas saludables para evitar los peligros de reuniones

tumultuarias, que, dando pábulo a las facciones, impedirían acaso

que se oyese la opinión general”. De allí que haya creído “la Suprema

de partido y en las capitulares, para el nombramiento de diputados en la Suprema


Junta de la Provincia de Cartagena” en AGNC, Archivo Anexo, Fondo Historia,
rollo 11, ff. 350r-353v.; “Reglamento para la elección de vocales en la Junta
Provincial, y de diputados en el Colegio Constituyente de Cundinamarca 1811,
Enero 20” en AHJMR, rollo 3, fondo 1, vol. 4, ff. 491r-494v]; “Reglamento de las
elecciones de la Provincia de Antioquia 1811, Agosto 17” en Archivo Histórico de
Antioquia (AHA), doc. 10347, ff. 58-63 publicado en GUTIÉRREZ, Las asambleas…, op.
cit., pp. 222-231; “Instrucción que deberá observarse para la elección de Diputados
a Cortes”, 1º de enero de 1810, tomada de la edición digital de FERNÁNDEZ MARTÍN,
Derecho parlamentario…, op. cit.; “Estatuto Provisional del Gobierno Superior de las
Provincias Unidas del Río de la Plata a nombre del Sr. Don Fernando VII”, 22 de
noviembre, 1811, en E. RAVIGNANI (compilador), Asambleas Constituyentes
Argentinas, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas, Facultad de
Filosofía y Letras, 1939, tomo vi, 2ª parte.
49
Junta que no está demás cualquier providencia dirigida […] a sofocar

los gérmenes de discordia […]51

El segundo de los mecanismos concierne a que desde un inicio se

presentó la delegación, el gobierno representativo, como el medio más

efectivo para evitar el ejercicio directo de la soberanía y como la base

para legitimar el ejercicio del poder.52 A diferencia de esto observamos,

por ejemplo, como en el Río de la Plata la década revolucionaria está

marcada por la práctica de cabildos abiertos y asambleas que –observa

Marcela Ternavasio– “se convirtieron en ámbitos de legitimación de

decisiones que afectaban directa o indirectamente el poder político”. 53

No fue este el caso de lo ocurrido en Venezuela a pesar de los

esfuerzos desplegados entre 1811 y 1812 por la Sociedad Patriótica de

Caracas y sus filiales para instaurar otros espacios de participación y

presión política que traspasaran los límites electorales y los de la

delegación en los diputados reunidos en el Congreso General de

Venezuela.54
51
“Reglamento…”, Textos…, op. cit. [resaltados nuestros].
52
Sobre los mecanismos del gobierno representativo y el concepto de
representación, véanse Hanna Fenichel PITKIN, El concepto de representación,
Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1985; y Bernard MANIN, Los
principios del gobierno representativo, España, Alianza Editorial, 1988.
53
TERNAVASIO, La revolución…, op. cit., p. 44.
54
Me refiero a los clubes de sociabilidad política establecidos por la Sociedad
Patriótica de Caracas en Barinas (en la ciudad de Barinas y el pueblo de Sabaneta),
50
Y en lo que respecta propiamente a los territorios de la

Confederación de Venezuela, se ha de resaltar el peso que tuvo el

Reglamento de Roscio en el diseño de otras normativas electorales (de

carácter provisorio o establecidas constitucionalmente) elaboradas con

vista al desarrollo de elecciones celebradas entre 1811 y 1812 para la

designación de oficios concejiles, corregidores, legislativos y ejecutivos

provinciales, colegios electorales.55


Valencia, Puerto Cabello, Trujillo, Barcelona, Guanarito, Barquisimeto, etc. con el
propósito de convertirse en “escuelas de patriotismo” para la sociabilización
popular de las ideas de independencia, libertad e igualdad. Sobre el punto véanse
los trabajos de Carole LEAL CURIEL, “Tertulia de dos ciudades: Modernismo tardío
y formas de sociabilidad política en la provincia de Venezuela” en F-X. GUERRA &
A. LEMPÉRIÈRE (coordinadores), Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y
problemas, siglos XVIII-XIX, México, Fondo de Cultura Económica-Centro Francés de
Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 1998, pp. 168-185; y “Tensiones
republicanas: De patriotas, aristócratas y demócratas. La Sociedad Patriótica de
Caracas”, en Guillermo PALACIOS (coordinador), Ensayos sobre la Nueva Historia
Política en América Latina. Siglo XIX, México, El Colegio de México, 2007, pp. 231-
263.
55
Entre ellas la de corregidores para la ciudad de Caracas, las municipales en la
provincia de Caracas (ambas en 1811); la de oficios concejiles en Trujillo (1811); la
de los Colegios Electorales en Mérida y Trujillo (1811); las normas redactadas por
el comisionado político de la provincia de Barcelona para organizar el sistema de
gobierno popular en ella (1811-1812); y el reglamento para designar al ejecutivo
provincial de Caracas (1811 y 1812) por citar las más relevantes. En estos procesos
–normados algunos por instrucciones ad hoc o bien por reglas enunciadas en las
constituciones provinciales– está presente la huella del Reglamento de Roscio.
Véánse: “Varios vecinos de la Villa de Araure quejándose de los procedimientos de
aquel Justicia Mayor, escribano y otros individuos del Ayuntamiento y
proponiendo capitulación de las elecciones del expresado año, Caracas, 1811” en
ARCHIVO DEL LIBERTADOR (AL), sección Registro Principal, Legajo 01, documento
nº 17; “Instrucción mandada a formar por esta Junta Superior de Gobierno y
conservación para el arreglo de los cabildos y departamentos erigidos por acta de 7
de diciembre a nombre del gobierno superior provincial y aprobada en veinte y
nueve de enero de 1811, en AGN, Sección Causas de Infidencia, tomo VII, expediente
nº 6, 1812, “Contra el Capitán y Alcalde, Don José Miguel de la Bastida Briceño”, fs.
51
La importancia del Reglamento de Roscio radica justamente en la

definición misma de lo que se considera “la verdadera representación”,

esto es, en el carácter inclusivo de ésta tanto en lo tocante al pionero

establecimiento en Hispanoamérica de la condición de libertad para el

goce del derecho al voto (“todas las clases de hombres libres son

llamados al primero de los goces ciudadanos”) como en lo relativo a

perfeccionar la representación al hacer extensivo ese derecho a los

vecinos libres de todas clases y sin distingo de calidades de todas las

ciudades (capitales y subalternas), villas y pueblos, y no sólo a las

capitales cabeceras de provincia que formaban parte de la

“representación imperfecta” de la Suprema Junta de Venezuela de

1810. Conceder derecho al sufragio “a todas las clases de hombres

libres” instituye como principio la inclusión de sectores habitualmente

excluidos de la res publica (vg. pardos y castas en general), e introduce

un deslizamiento semántico al abrir la posibilidad de concebir la

eventual igualdad política en la noción misma de vecino, ya de por sí

365-417; cap. III, art. 4º al 28º de la Constitución de Mérida; “Elecciones Municipales


verificadas el 19 de Abril”, Gazeta de Caracas, martes 21 de mayo de 1811, p. 4;
“Legislatura de Caracas”, Gazeta de Caracas, martes 17 de diciembre de 1810, pp. 3-
4; “Elección de Poderes Provinciales”, Gazeta de Caracas, martes 4 de febrero de
1812, pp. 2-4; Causa seguida contra el Dr. Francisco Espejo en Mario Briceño
Perozo, Causas de infidencia, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la
Historia-Sesquicentenario de la Independencia, 1960, tomo II, pp. 83-306.
52
un concepto que entrañaba desigualdad en la tradición política en la

cual estaba inserto.

El texto de Roscio se define por negación a la desigualdad

intrínseca que se instauraría en Cádiz respecto a la representación

americana, es decir, respecto a esos “renglones torcidos de la igualdad”

tras los que subyacen –como bien ha subrayado José María Portillo

Valdés– no un derecho sino una “concesión realizada de acuerdo con

los límites de una concepción colonial”.56

En el Reglamento de Roscio, la noción de representación supuso,

de entrada, el principio electivo popular con exclusión de cualquier

tipo de representación estamental, lo que marca una ruptura con las

prácticas antecedentes en el marco de la monarquía católica y con las

formas representativas presentes durante el juntismo de 1810, aunque

a semejanza y en paralelo al curso seguido por los liberales

peninsulares: no hay representación legítima, aunque sea interina, si

ésta no proviene de la anuencia otorgada por medio de la elección

popular. Recurrir al mecanismo de elección como medio para dar

consentimiento al ejercicio de la autoridad, cimiento de la obligación


56
José María PORTILLO VALDÉS, Crisis atlántica. Autonomía e independencia en la crisis
de la monarquía hispana, Madrid, Fundación Carolina-Centro de Estudios
Hispánicos e Iberoamericanos-Marcial Pons, 2006, pp. 102-103.
53
política, es el elemento clave para la formación de los gobiernos

representativos.57

57
B. MANIN, Los principios…, op. cit., p. 109.
54
III. LA INDEPENDENCIA ABSOLUTA:58

14 meses y 5 días después de haberse instalado la Junta Conservadora

de los Derechos de Fernando VII, los diputados representantes de las

provincias de Barcelona, Barinas, Caracas, Cumaná, Margarita, Mérida

y Trujillo, declaraban su Independencia absoluta, el desconocimiento

de Fernando VII, el de las Cortes de Cádiz y el de la suerte que siguiera

la España invadida. Esta fue la primera declaratoria de Independencia

absoluta que se dio en el continente hispanoamericano.

Mucha tinta se ha dejado correr para establecer que la citada

declaratoria fue en realidad el resultado feliz logrado gracias a la

presión ejercida por un club político radical, de inspiración jacobina,

fundado bajo el nombre de Sociedad Patriótica de Caracas. 59 Sostengo

por el contrario y contra esa muy extendida tesis 60 que el debate sobre
58
Sobre el tema de la independencia absoluta véase mis dos escritos: “¿Radicales o
timoratos? La declaración de la Independencia absoluta como una acción teórica-
discursiva (1811)”, Politeia, nº 40, vol. 31, 2008, Instituto de Estudios Políticos,
Universidad Central de Venezuela, pp. 1-18; y “El Congreso General de Venezuela,
1811-1812: Disyuntivas de la Confederación”, Estudio preliminar, Libro de Actas del
Supremo Congreso de Venezuela, 1811-1812, Caracas, Colección Bicentenario de la
Independencia, tomo I, pp. 11-125, 2011.
59
Sobre el origen y actividades de este club véanse mis trabajos: “Tertulia de dos
ciudades…” en F-X. GUERRA y A. LEMPÉRIÈRE, Los espacios públicos…, pp. 168-185;
“Tensiones republicanas…”, en G. PALACIOS, Ensayos sobre la Nueva Historia
Política…, pp. 231-263.
60
La afirmación de que la declaración de la Independencia absoluta se logró por
efecto de la presión ejercida sobre el Constituyente de 1811 por la Sociedad
Patriótica de Caracas pasó a constituirse en un aserto común dentro de la literatura
histórica desde 1840 hasta el presente, tal y como se recoge en las obras de Rafael
55
la posibilidad de declarar la independencia absoluta estaba ya presente

desde el momento mismo cuando se instaló y juramentó el Congreso

Conservador de los Derechos de Fernando VII, el día 2 de marzo de

1811. Sostengo entonces que la declaratoria de independencia absoluta

fue en realidad el resultado de un debate teórico sobre el pacto

confederal que tuvo lugar en ese Congreso, para el cual la supuesta

presión que ejerciera el club político de la Sociedad Patriótica de

María BARALT y Ramón DÍAZ, Resumen de la Historia de Venezuela, Caracas,


Ediciones de la Presidencia de la República, tomo II, 7ª edición, 1840/1983; Felipe
LARRAZÁBAL, Bolívar, Caracas, Ediciones Centauro, edición modificada con prólogo
y notas de Rufino BLANCO FOMBONA, 1863/1975; Juan Vicente GONZÁLEZ, “El
primer Congreso de Venezuela y la Sociedad Patriótica”, publicación especial de la
Revista Nacional de Cultura, Caracas, Ministerio de Educación, 1865/1954; Arístides
ROJAS, Los hermanos Muñoz Tébar, Caracas, Imprenta Nacional, 1889; José GIL
FORTOUL, Historia Constitucional de Venezuela, Madrid-Caracas, Ediciones Eosgraf,
5ª edición, 1967; Lino DUARTE LEVEL, Historia patria, Caracas, Tipografía
Americana, 1911; Gabriel E. MUÑOZ, Monteverde: cuatro años de historia patria (1812-
1816), Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1909/1987; Caracciolo PARRA
PÉREZ, Historia de la Primera República, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional
de la Historia, Colección Sesquicentenario de la Independencia, 2ª edición; Héctor
PARRA MÁRQUEZ, Francisco Espejo, Caracas Ediciones Presidentes de la República,
1940/1954; Cristóbal L. MENDOZA, “El 19 de Abril de 1810” en El 19 de Abril de
1810, Caracas, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1957, pp. 145-177;
Francisco ENCINA, Bolívar y la independencia de la América española: la primera
república de Venezuela. Bosquejo psicológico de Bolívar, Santiago de Chile, Editorial
Nascimento, 1958; José Rafael FORTIQUE, Vicente Salias, Maracaibo, Editorial
Universitaria de La Universidad del Zulia, 1969; José Luis SALCEDO-BASTARDO,
Historia fundamental de Venezuela, Caracas, Biblioteca de la Universidad Central de
Venezuela, Imprenta Universitaria, 1970; Guillermo MORÓN, Historia de Venezuela,
Caracas, Ediciones Británica, tomo v, 1971; Diccionario de Historia de Venezuela,
Caracas, Fundación Polar, tomo III, 1988; Véronique HÉBRARD, Le Venezuela
Indépendant. Une nation par le discours, 1808-1830, Paris, L’Harmattan, 1996, pp. 76-
77.
56
Caracas sobre el Congreso poco o nada tuvo que ver directamente con

tal decisión.

Esta afirmación merece algunas aclaratorias preliminares en lo

que se refiere al origen de la influencia que se le ha atribuido a tal club

político para lograr la declaratoria de la independencia absoluta. Se

han confundido las percepciones que se tuvieron en la época sobre el

“jacobinismo” de la Sociedad Patriótica con el resultado de esa

declaratoria. Tal confusión tiene un doble origen: uno histórico, otro

historiográfico.61

En cuanto al histórico, es necesario precisar a qué

correspondieron en su momento las apreciaciones sobre el jacobinismo

de la Sociedad Patriótica: ¿a qué se referían los actores políticos de ese

tiempo cuando acusaron de jacobinos a los miembros de la Sociedad

Patriótica? Esa imputación que, en efecto, sí se le atribuyó

reiteradamente a ese club se relacionó en aquel entonces a dos tipos de

juicios:

1.- El primero, procedente de voceros monárquicos, señala que la

Sociedad no sólo era un “abominable club”, de origen francés, o con un

He trabajado extensamente el punto en C. LEAL CURIEL, “El Congreso General de


61

Venezuela,…”, Estudio preliminar, Libro de Actas del…, pp. 11-125.


57
número considerable de franceses entre sus miembros y con estrecha

afinidad con el “club de los Jacobinos de Francia”, sino que además el

propósito de ese club era alcanzar la independencia y la libertad

absolutas62. Las denuncias provenientes de los portavoces monárquicos

expresan lo que Elena Plaza ha llamado en algunos de sus trabajos el

“miedo francés”63, esto es, el miedo a la posibilidad del establecimiento

de una república –entendida ya para ese entonces como una forma de

gobierno opuesta a la monárquica– y en particular al miedo de lo que

significó el período del Terror de la Revolución Francesa 64. En ese


62
Véanse José Domingo DÍAZ, Recuerdos de la rebelión de Caracas, Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1829/1961; Memorias del Regente Heredia, Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1895/1986; Robert SEMPLE, Bosquejo actual del
estado de Caracas incluyendo un viaje por La Victoria y Valencia hasta Puerto Cabello,
reproducido en Tres europeos de la Primera República (1808-1814), Caracas, Ediciones
de la Presidencia de la República, Colección Viajeros y Legionarios, 1812/1974, pp.
1-89; Relación documentada sobre el origen y progreso del trastorno de las provincias de
Venezuela de don Pedro de URQUINAONA, Madrid, en la Imprenta Nueva, calle de
la Concepción, 1820, reedición de 1917 con prólogo de Rufino Blanco Fombona,
España, Editorial América, pp. 185-190; y M. PELTIER en L’Ambigu ou variétés
litteraires et politiques, 1812, CCCXVI, p. 39.
63
Elena PLAZA, “El miedo a la ilustración en la Provincia de Caracas (1790-1810)”,
Anuario de Estudios Bolivarianos, nº 1, Caracas, Instituto de Investigaciones
Históricas-Bolivarium, Universidad Simón Bolívar, 1990, pp. 249-288.
64
Esto es el que se inicia el 5 de septiembre de 1793 cuando la Convención,
controlada por los jacobinos, organiza y sistematiza la represión y persecución de
los enemigos internos a la república y el castigo expedito de los traidores. Se
denomina en general Terror el espíritu que se había generado, asentado sobre
creencias políticas, cuyo rasgo fundamental es la mentalidad del activismo
revolucionario que se expresó, primero con las solicitudes de “pan y guillotina” a
los acaparadores y enemigos de la república que piden los sans-culottes, luego con
la solicitud de guillotina que por su parte exigirán los jacobinos contra los
traidores; posteriormente a su institucionalización como política de la revolución a
través, entre otras medidas, de la movilización de los activistas de los comités de
58
sentido tales acusaciones son expresión de una particular

interpretación que se produce en aquella época en torno al peligro que

constituía la posibilidad de edificar una república, y en especial, una

república siguiendo el modelo francés. Una interpretación que, por lo

demás, será la que posteriormente se traslade a la historiografía del

siglo pero transformada a la luz de la buena recepción que el

liberalismo decimonónico hizo del modelo francés y de la necesidad de

emparentar los orígenes entre ambas revoluciones.

2.- El segundo juicio sobre el jacobinismo de la Sociedad

Patriótica procede del ámbito republicano y se produce una vez que ya

había sido declarada la independencia absoluta. Esta segunda

valoración se inscribe, a diferencia de la anterior, en el marco de

dirimir las diferencias en las maneras de concebir la igualdad en una

república, lo que a su vez reavivó en su momento el problema del

miedo francés constituido por lo que se interpretó en aquel entonces

como la peligrosa “democracia quimérica” que defendía la Sociedad65.

las secciones de París y de los comités de salud pública. Sobre el particular véase
François FURET, “Terreur” en François FURET & Mona OZOUF, Dictionnaire critique
de la Révolution Française, Paris, Flammarion, 1988, pp. 156-170.
65
Véase sobre este debate Gaceta de Caracas de 17 de noviembre y 6 de diciembre de
1811.
59
Durante el período de lo que constituyó la Primera revolución de

Caracas, la amenaza jacobina66 de la Sociedad Patriótica se presenta así

en dos vertientes: la de inclinación monárquica en cuyo caso el miedo

es al establecimiento de una república o a la ruptura con la forma

monárquica de gobierno y es ésta la que vincula el jacobinismo de la

Sociedad con la supuesta presión que ella ejerciera sobre el Congreso

para declarar la independencia absoluta. La otra concierne al ámbito

republicano, esto es, a la amenaza democrática que constituía la

defensa de una igualdad absoluta en la república, o lo que François-

Xavier Guerra llamó el “republicanismo igualitario”67. Esta segunda no


66
Importa precisar la distinción histórica e historiográfica entre “jacobinos” y
“jacobinismo”. El primero refiere al club político originalmente bretón, que luego
se instala en el convento de los Jacobinos de la calle Saint-Honoré de París, y en el
cual se reúnen diputados del Tercer Estado. Inicialmente llamado “Sociedad de
Amigos de la Constitución”, cuya membrecía tenía un costo, pasó a luego a
convertirse en “la caja de resonancia nacional” de la política revolucionaria con la
creación de 150 filiales repartidas por Francia que, transformada luego en “una
máquina política”, terminó controlando la Asamblea entre 1792 y 1794. El segundo,
convertido en concepto, cuya semántica evoca desde la indivisibilidad de la
soberanía, el centralismo, la igualdad ciudadana, la regeneración o el hombre
nuevo producto de la escuela republicana, el verdadero espíritu revolucionario,
etc. Asimismo se le ha analizado como una sociedad de pensamiento asentada
sobre una lógica inexorablemente unanimista y fanática. Sobre el particular véanse
François FURET, “Jacobinisme”, en François FURET & Mona OZOUF, Dictionnaire
critique…, op. cit., pp. 751-762 ; y Augustin COCHIN, L’esprit du jacobinisme. Une
interprétation sociologique de la Révolution française, Paris, Presses Universitaires de
France, 1921/1979.
67
François-Xavier GUERRA, “La identidad republicana en la época de la
Independencia” en G. SÁNCHEZ GÓMEZ y M.E. Wills Obregón, Museo, memoria y
nación, Bogotá, Ministerio de la Cultura, Museo Nacional de Colombia,
Universidad Nacional de Colombia, Instituto Colombiano de Antropología e
Historia, 2000, pp. 254-283.
60
guarda relación alguna con la supuesta presión de la Sociedad sobre el

Congreso. Aunque ambas coexistieron de manera simultánea, fue la

literatura histórica del siglo XIX la que posteriormente se encargó de

conectarlas y establecer una articulación ficticia entre ambas al tiempo

que desdibujó la inicial connotación negativa –tanto la monárquica

como la republicana– del jacobinismo de la Sociedad, transformándolo

en la virtud que posibilitó la independencia absoluta68.

En lo que concierne a la historiografía es sobre la base de esas dos

apreciaciones que ésta fue reelaborando dos ideas centrales que han

perdurado hasta el presente: la imagen de la Sociedad Patriótica como

la guardiana de la revolución y la del primer Constituyente de 1811

como un congreso “débil” y “timorato”69. Esa transformación


68
C. LEAL CURIEL, “Tensiones republicanas…”, en G. PALACIOS, Ensayos sobre la…,
pp. 231-263.
69
Las diferentes elaboraciones que se han dado desde el siglo XIX hasta el XX sobre
la relación tensa entre el Constituyente de 1811 y la Sociedad Patriótica se fueron
sedimentando sobre distintas capas interpretativas que se constituyeron de
acuerdo a la siguiente secuencia: primero, la desaparición gradual de la
connotación negativa del jacobinismo inicial tanto del proveniente de los voceros
monárquicos como del que se originó en el ámbito de los debates republicanos;
segundo, el jacobinismo, ahora connotado positivamente, se asoció a la idea de
guardián de la revolución; tercero, el jacobinismo guardián se contrapuso a la
debilidad intrínseca de un hombres timoratos alojados en el seno del Congreso;
cuarto, se leyeron las tensiones inherentes entre la Sociedad “jacobina” y el
Congreso “timorato y débil” –esto es las relativas a la manera de concebir la
igualdad en la república– como un problema de las diferencias en la manera de
ordenar el arreglo político de la república en torno al centralismo-federalismo; y,
por último, se señaló que la Sociedad Patriótica era un club derivado de la
Sociedad Patriótica de Agricultura y Economía que había instituido la Junta
61
historiográfica que corre de 1840 en adelante se estructura al menos

sobre tres elementos:

1.- Primero, convierte la percepción que se tuvo en la época sobre

el jacobinismo de la Sociedad, reduciendo la complejidad de las

tensiones presentes en aquel período que estuvieron vinculadas a otros

temores (el miedo a la república y el miedo a la igualdad absoluta) a

una mera tensión entre la Sociedad y el Congreso en torno a la

urgencia de la primera para declarar la independencia absoluta en

oposición a la supuesta “timidez” del Congreso para llevarla a cabo.

Sobre ese contraste se construye la idea de la “presión” y la creencia de

que la independencia absoluta fue lograda gracias a ella. Y para esta

percepción ha sido crucial el hecho de que “varios ciudadanos de la

Sociedad Patriótica” solicitaron permiso ante el Congreso para

presentar su dictamen escrito, favorable a la independencia, en la

sesión de 4 de julio de 1811, justo un día antes de la definitiva

declaración, con lo que se terminó conectando ese escrito con la

decisión posterior. Con miras a desmontar tal conexión es importante

tener presente que la famosísima memoria que la Sociedad leyó y

Suprema de Venezuela el 14 de agosto de 1810; sociedad por cierto que en realidad


terminaría comenzando sus actividades el 23 de febrero de 1812, según registra la
Gaceta de Caracas del 25 de febrero de 1812.
62
consignó por escrito ante el Congreso había sido redactada el 29 de

abril de 1811 y ella estaba dirigida a refutar las dudas que para aquel

mes de abril tenían los diputados para proceder a declarar en lo

inmediato la independencia absoluta, dudas que para primeros días

del mes de julio ya se habían disipado, lo que es indicio no sólo de que

el tema de la independencia absoluta se venía discutiendo desde la

fecha de la instalación del Congreso, sino también que la memoria de

la Sociedad Patriótica no fue la coacción final para decidirla70.

2.- Segundo, asume como supuesto, por efecto de la

simplificación que se terminó haciendo con esa contraposición

Sociedad-Congreso, la existencia de dos bloques sin fisuras;

desconociendo, por ejemplo, que hubo miembros de la Sociedad

Patriótica que no compartieron la premura con respecto a la

declaratoria de la independencia, así como hubo miembros del

Congreso, que no siendo socios de la Sociedad, sí consideraron

necesaria la declaratoria inmediata.

3.- Y por último, desatiende y obvia la complejidad del debate

que tuvo lugar en el seno del Congreso, soslayando cómo se fue


70
Ver memoria de la Sociedad Patriótica en El Patriota de Venezuela, nº 2, 1811 en
Testimonios de la época emancipadora, Caracas, Academia Nacional de la Historia,
1961, pp. 313-325.
63
fraguando la necesidad de la independencia absoluta, la lógica

argumental que llevó a ella y las resignificaciones que se produjeron en

las maneras de concebir la soberanía y la independencia política.

El proceso de deliberación intelectual entre los diputados del

Constituyente de 1811 que culmina en la declaración de la

independencia absoluta, se inserta en un debate a través del cual se

expresan concepciones encontradas sobre la (s) idea (s) de

confederación y la transformación semántica que se fragua en esa

noción al calor de esos debates.

La reflexión sobre la confederación-federación en Venezuela se

asentó, como ha señalado Fernando Falcón, en tres tradiciones de

lenguaje: la primera de ellas, perteneciente al campo de la

jurisprudencia y del derecho civil dentro del cual se la entiende como

“alianza, liga, o unión” de dos o más Estados, repúblicas y príncipes

con fines ofensivo-defensivos. La segunda, proveniente de la

ilustración francesa y la recepción que se hizo de los escritos de

Montesquieu, situó el problema de la federación en términos de la

relación entre el tamaño de los Estados y la forma de gobierno 71. Y la


71
Para Montesquieu lo que se llama propiamente la “república federativa” es una
“forma de gobierno”, por la cual varias repúblicas acuerdan formar un Estado
mayor, una “sociedad de sociedades”, confederadas sobre la base de dos principios
64
tercera, producto de la “invención” de los angloamericanos del norte,

la república federal, resultante de la fracasada articulación confederal

consagrada en los Artículos de Confederación y Unión Perpetua (1778-

1781), que condujo a la Convención de Filadelfia y terminó “creando”

una novedosa articulación que supuso un nuevo Estado, el federal, con

un poder central fuerte y cesión de soberanía de los estados miembros

de la unión72, el cual terminó constituyendo, según observa Manuel

García Pelayo, “una fórmula que hiciera compatible la existencia de los

Estados individuales con la de un poder dotado de facultades para

bastarse por sí mismo en la esfera de sus funciones” 73. Esas tres

tradiciones coexisten y están presentes en la deliberación del Congreso

de 1811-1812 y su registro discursivo se realiza a través del sintagma

dupla confederación-federación con fronteras léxicas poco definidas74.


fundamentales: cada república ha de ser pequeña a fin de evitar que las grandes
usurpen y tiranicen a las de menor tamaño; en todas se ha de guardar uniformidad
en la forma de gobierno (republicano). MONTESQUIEU, L’esprit de lois, París,
Flammarion, 1748/1979, tomo I, libro IX, pp. 266-272.
72
Fernando FALCÓN, “Federalismo-Venezuela”, en Javier FERNÁNDEZ SEBASTIÁN
(director), Diccionario político y social del mundo iberoamericano, Madrid, Fundación
Carolina, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales, 2009, pp. 536-547. En línea:
http://www.iberconceptos.net/diccionario-politico-y-social-del-mundo-
iberoamericano.
73
Manuel GARCÍA PELAYO, Derecho Constitucional Comparado en Obras completas,
Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1991, tomo I, capítulo 7, p. 403.
74
A pesar de que hoy en día son nítidas para la historiografía y la ciencia política
las diferencias conceptuales y políticas entre la confederación y el federalismo, no
lo fue así en la primera mitad del siglo XIX. En Venezuela, al igual que en el resto
65
Del examen de los debates del Constituyente que tuvieron lugar

entre el 5 de junio y el 21 de diciembre de 1811, se puede observar que

la secuencia argumental converge esencialmente sobre tres ejes

temáticos: el que transcurre en torno a la división de la provincia de

Caracas; el que concierne a la naturaleza del pacto o contrato político,

esto es, la disputa en torno a la confederación; y el relativo al problema

del origen del nuevo pacto o contrato político, es decir, el referido al

“derecho de regresión de los pueblos” o el derecho de la retroversión

de la soberanía, que es el debate durante el cual se produjo el definitivo

deslizamiento y posterior ruptura entre la compresión de la soberanía

como depósito de los derechos del rey cautivo y la soberanía en

propiedad de los pueblos.

Paso entonces a examinar cómo se desarrolló el proceso teórico,

argumental y discursivo que culminó con la declaratoria de la

Independencia absoluta del día 5 de julio de 1811. Para ello debe

de Hispanoamérica, el uso del concepto tuvo fronteras difusas; su uso es


intercambiable y simultáneo: se emplea confederación para referir tanto a las
antiguas ligas o alianzas como al arreglo federal de los americanos del norte y se
recurre a federación para expresar exactamente lo mismo. Sobre el particular
véanse: F. FALCÓN, “Federalismo-Venezuela”, y Carole LEAL CURIEL, “De los
muchos, uno: El Federalismo en el espacio Iberoamericano”, en J. FERNÁNDEZ
SEBASTIÁN (director), Diccionario político…, pp. 536-547 y 425-450 respectivamente.
En línea: http://www.iberconceptos.net/diccionario-politico-y-social-del-mundo-
iberoamericano.
66
tenerse presente que lo que hasta ahora conocemos del debate sobre la

Independencia son las sesiones que se trascribieron una vez que el

Congreso logró subsanar la carencia de taquígrafo, lo que ocurrió hacia

finales del mes de mayo de 1811; de allí que las actas in extenso que

están hoy en día a nuestra disposición llevan fecha del 5 de junio en

adelante. No obstante esa carencia, el debate sobre la Independencia

absoluta, tanto en el seno del Congreso como fuera de él, se había

iniciado mucho antes del mes de mayo de ese año como lo evidencian

al menos los siguientes elementos:

1. Primero, la idea de independencia ya está presente en la

fórmula del sagrado juramento que prestaron los diputados

durante la ceremonia de instalación del Congreso, el 2 de

marzo de 1811, en la cual se asentó la promesa de conservar y

defender los derechos de “la patria” “y los del señor Don

Fernando, sin la menor relación o influjo con la de Francia;

independientes de toda forma de gobierno de la Península

de España; sin otra representación que la que reside en el

Congreso General de Venezuela”. Asimismo el juramento

comprometió a los diputados a oponerse a cualquier

67
dominación que pretendiera ejercer “Soberanía en estos países

o impedir su absoluta y legítima independencia, cuando la

confederación de sus Provincias la juzgara conveniente”. El

adjetivo absoluto no es allí ornamento retórico. De

independencia se venía hablando desde 1808, pero cuando en

1808 se la invocó se lo hizo en un triple sentido:

independencia para referirse a la guerra que libraban

“nuestros hermanos peninsulares” contra los invasores y

usurpadores franceses; independencia para aludir al no

sometimiento, en caso de que España se perdiese, a una

dinastía distinta a la Borbón; e independencia, noción también

empleada por las autoridades monárquicas durante ese

mismo año de 1808, para acusar a quienes promovieron la

formación de una junta en Caracas, atribuyéndoles la

intención de romper con España. Así, el sentido que adquiere

el concepto de independencia para 1811 ya no se inscribe en el

registro discursivo elaborado contra la usurpación francesa

del trono español; tampoco en el relativo a la nulidad e

ilegitimidad del Consejo de Regencia como se dijo hasta el

68
cansancio durante el año de 1810. El término independencia

utilizado durante el acto de juramentación de los diputados

sugiere también el eventual desconocimiento de lo que

aprobaran las Cortes instaladas en Cádiz, lo cual revela una

radical ruptura con los argumentos esgrimidos durante el año

de 1810 que afirmaban la autonomía provisional del nuevo

gobierno, ejerciendo interinamente la soberanía de Fernando

VII hasta que, en caso de que España se salvara, se restituiría a

la obediencia del “gobierno constituido sobre bases legítimas”

con el voto de los españoles de ambos hemisferios. Ese

juramento es en sí un indicio del desplazamiento de

significado que se ha producido en la idea misma de

independencia. Esta fórmula del juramento marca un

momento decisivo de tránsito entre esa idea inicial de

autonomía política ejercida plenamente al constituirse la Junta

Suprema de Venezuela y demás juntas provinciales,

reafirmada a través del proceso electoral, pero siempre

entendida como ejercicio de la soberanía en depósito, hacia

una idea de independencia, primero de hecho (cierto es, aún

69
no absoluta), que luego será de derecho, y con ello hacia el del

ejercicio de la soberanía en propiedad.

2. Segundo, las intervenciones de algunos diputados durante la

sesión del 2 de julio de 1811 señalan las varias veces que “esa

Asamblea” había tocado el tema de la declaratoria de la

independencia absoluta.

3. Y por último, el discurso de la Sociedad Patriótica,

publicado con fecha de 29 de mayo de 1811, y redirigido y

leído en el Congreso durante la sesión del 4 de julio de 1811, y

por el cual se exigía la inmediata declaratoria de la

independencia absoluta.

Tres datos que son indicios de que el tema venía ventilándose

tanto dentro como fuera del Congreso desde por lo menos el mes de

marzo de 1811.

Esa transformación en la comprensión de la soberanía se produce

en y desde el Congreso a través de un proceso teórico-argumental y

discursivo que, a partir de la deliberación sobre el pacto confederal a

suscribir por los diputados de las provincias representadas allí, derivó

70
en un debate desarrollado en torno a si se debía dividir o no la

provincia de Caracas (que era la más grande, la más rica, y cuyo mayor

número de representantes constituía una auténtica amenaza para las

más pequeñas por la eventual usurpación que podía hacer del poder,

etc.). Así, esta polémica sobre la división de Caracas como condición

para suscribir el pacto confederal es crucial porque llevó a pensar y

formular el problema teórico de qué se entendía por pacto o contrato

político y cuáles eran las condiciones que debía tener el pacto. Si

examinamos la lógica de la secuencia de esa extensa discusión,

controversia desplegada al amparo del lenguaje del derecho natural, 75

se puede observar que las consideraciones sobre la naturaleza del

pacto confederal implicaron reflexionar tres aspectos para su eventual

sanción:

1. Primera, la reciprocidad que deben guardar entre sí las partes a

pactar, esto es, la relativa a las “condiciones tácitas” de los pactos

y contratos en general, poniendo particular énfasis en las

tocantes al consentimiento de las partes que pactan y la

75
La idea del contrato “es la pieza clave para la teoría de las dos escuelas de
derecho natural”, tanto de la segunda escolástica como del derecho natural
racionalista. J.C REY, “El pensamiento político en España y sus provincias…” en
J.C. REY, R. PÉREZ PERDOMO, R. AIZPURUA AGUIRRE, A. HERNÁNDEZ, Gual y España
y la…, p. 95.
71
obligación recíproca de cumplir con lo pactado; el conocimiento

de lo que se pacta; y la “justa igualdad” entre las partes que

pactan (que cada una de las partes contratantes reciba el

equivalente de lo que da).76 El debate sobre el tamaño de la

provincia de Caracas (y la necesidad de dividirla) se inscribe en

la exigencia de la justa igualdad entre las partes a pactar.

2. Segunda, la relación entre el tamaño del territorio y la forma de

gobierno. Reflexión introducida por el diputado Fernando de

Peñalver, un fervoroso promotor de la división de Caracas, quien

con miras a persuadir que el “nuevo contrato político” exigía la

condición previa de dividir esa provincia, razonaría sobre la

76
Tres condiciones son propias a los contratos o pactos bilaterales según coinciden
en señalar distintos autores del derecho natural racionalista: 1) “el consentimiento
de las partes”, o “consentimiento mutuo” sobre dar o hacer algo, que ha de
expresarse por medio de signos externos (palabra, escrito), con lo cual se establece
la obligación recíproca; 2) el conocimiento sobre lo que se pacta, de allí que sea
requisito fundamental el uso de la razón por lo que se consideran nulos o inválidos
aquellos acordados entre “idiotas”, enajenados mentales y ebrios; 3) que en ellos se
observe una “justa igualdad”. Sintetizo a tres las condiciones que señalan, con
algunas variantes, Heineccio, Pufendorf, Burlamaqui. Ver Elementos del derecho
natural y de gentes de Heineccio, corregidos y reformados por el profesor Don
Mariano Lucas Garrido a los que añadió los de la filosofía moral del mismo autor y
traducidos al castellano por el bachiller en leyes D. J. A. Ojea, Madrid, imprenta
que fue de Fuentenebro, a cargo de Alejandro Gómez, tomo I, 1837, pp. 287-303;
Samuel PUFENDORF, The whole Duty of Man, according to the Law of Nature, traducido
por Andrew Tooke, 1691, y editado con una Introducción por Ian Hunter y David
Saunder, Indiannapolis, Liberty Fund, 2003, pp. 108-149; Jean-Jacques
BURLAMAQUI, Elementos del Derecho Natural, traducidos del latín al francés por
Barbeyrac, y al castellano por D. M. B. García Suelto, Madrid, Imprenta de la
Minerva Española, 1820, pp. 160-177.
72
forma de gobierno a adoptar, arguyendo a favor de la “República

federal democrática”, la cual exige –señaló Peñalver, siguiendo

en parte a Montesquieu– “que su territorio sea dividido en

pequeñas repúblicas” reunidas “por una representación común

que las confedere en un solo Estado y Soberanía, y que ligadas de

este modo por un contrato, todas sean independientes de la

Soberanía común en las cosas que toquen a cada una en

particular”.77 La intervención de Peñalver puso de relieve el tema

de cómo evitar la usurpación y el despotismo asentando así la

correlación entre el tamaño de las repúblicas y las formas de

gobiernos que mejor aseguraran el equilibrio político,

preservaran la libertad y evitaran el despotismo.

3. Tercero, el origen de la disolución del antiguo pacto. Un tema

también llevado a debate por el diputado Peñalver al razonar

77
Sesión de 18 de junio de 1811. La intervención de Peñalver se inserta en el seno
de la reflexión política de la época en torno al republicanismo producto de la
recepción teórica del nuevo republicanismo que representó Montesquieu para el
siglo XVIII, así como de la precaria existencia que la historia enseña de los Estados
pequeños, aunque también de la novedosa experiencia de los angloamericanos del
norte. Véase sobre el punto a Judith SHKLAR, “Montesquieu and the new
Republicanism” en G. BOCK, Q. SKINNER y M. VIROLI (editores), Machiavelli and
Republicanism, Cambridge, Cambridge University Press, 1993, pp. 265-279; y para el
específico republicanism federalista de Peñalver, ver a F. FALCÓN, “Federalismo-
Venezuela”, en J. FERNÁNDEZ SEBASTIÁN (director), Diccionario político…, pp. 536-
547. En línea: http://www.iberconceptos.net/diccionario-politico-y-social-del-
mundo-iberoamericano.
73
sobre cuál era el estatus de los pueblos que debían consentir el

nuevo contrato: ¿Eran acaso los pueblos “partes desprendidas de

la Monarquía”, una “masa inconstituida”, que pasaban ahora a

formar un nuevo Estado? Si este era el caso, y en consecuencia de

ello, no sólo debía tenerse el Congreso como una reunión

compuesta de diputados de todos los pueblos para determinar la

forma de gobierno que más les conviniera, esto es, los pueblos en

estado natural “presocial”, “dueños de sí mismos para ligarse de

nuevo como quisiesen”,78 sino que esta interpretación entrañaba

el cuestionamiento de la “condición tácita” subyacente tras la

obediencia prestada por los pueblos de la provincia de Caracas y

el reconocimiento hecho por las otras provincias a la Junta

Suprema de Venezuela que se había instalado el 19 de abril de

1810. Desde esa perspectiva se asumía que el nuevo contrato se

ha de asentar en la ruptura total del antiguo pacto de vasallaje y

en la disolución de los vínculos político-territoriales

preexistentes, por lo que la forma de gobierno –en este caso la

república federal popular y representativa– condiciona la manera

78
Intervención de Fernando de Peñalver, diputado por la ciudad de Valencia,
provincia de Caracas. Sesión de 18 de junio de 1811.
74
como se interpreta el vínculo territorial-político y la

representación política.

O ¿debían acaso las provincias preservar el statu quo preexistente

en tanto pueblos constituidos bajo el orden anterior y no

considerarlos “como una asociación en masa de Pueblos

inconstituidos”? en cuyo caso no sólo se salvaguardaba el

principio de derecho público de las naciones –el uti posedetis juri–

como canon político para el reconocimiento de la Confederación

en tanto nación soberana y el nuevo contrato se concebía

admitiendo la existencia de una constitución política previa como

condición tácita del pacto a suscribir, sino que la disolución del

contrato político anterior sólo supondría la recuperación del goce

de los derechos primitivos de los pueblos, no así la desaparición

de las jerarquías político-territoriales primigenias. Lo que

subyace tras este punto de vista, a diferencia del anterior, es otra

forma de imaginar las maneras de instituir controles al riesgo del

despotismo y usurpación, la cual no pone el acento en el tamaño

del territorio, y por consiguiente, otra manera de pensar la

organización de la nueva comunidad política, una más próxima

75
al modelo federal de los Estados Unidos, experiencia de notoria

influencia entre los constituyentistas de aquel entonces y un

referente que perdurará –siguiendo la tesis de las continuidades

y rupturas expuesta por Carrera Damas– a lo largo del siglo XIX

no sólo en Venezuela sino en toda Hispanoamérica en su más

que accidentado curso de edificar repúblicas en las que se

asegurase el orden preservando la(s) libertad(es).79

Y es justamente en el contexto de dirimir las discrepancias en torno

al status quo (¿pueblos constituidos o masa inconstituida?) donde tiene

lugar la reflexión sobre el origen “del derecho de regresión de la

soberanía”, derecho debatido al calor de dos tipos de razonamientos:

¿había sido el presidio de Fernando en Bayona y las secuelas que se

derivaban lo que dio origen “a la disolución de los pactos entre el

pueblo español y el monarca”? O ¿fue la “vergonzosa abdicación de

Fernando la que privó de los derechos que tenían él y la casa Borbón

sobre América y autorizaba a los americanos a entrar “en posesión

79
Ver sobre el punto: C. LEAL CURIEL: “De los muchos uno…”, en J. FERNÁNDEZ
SEBASTIÁN, Diccionario político…, pp. 425-450. En línea:
http://www.iberconceptos.net/diccionario-politico-y-social-del-mundo-
iberoamericano.
76
absoluta de su independencia política”?80 Una discusión que selló un

viraje decisivo:

1º Primero, porque la argumentación esgrimida hasta ese momento

sobre el origen de la ruptura de los pactos se desvincula del tema de

la división de la provincia de Caracas como condición previa para

suscribir el nuevo contrato. De allí en adelante tiene lugar una lucha

de interpretaciones sobre el significado de la acefalía política por

efecto de la prisión y renuncia de Fernando VII, en la cual la tesis de

la abdicación de Fernando termina triunfando como razón

suficiente y necesaria para la anulación definitiva del antiguo pacto

por efecto de la violación que el rey había hecho de éste. 81 Fernando


80
Quienes argumentaron que había sido el presidio de Fernando VII en Bayona lo
que daba origen a la ruptura de los lazos que ligaban las provincias con la
monarquía y, en consecuencia, esa prisión era el “principio de la independencia de
la Nación española”, puesto que ella y sus secuelas contenían la renuncia por la
que había quedado “acéfalo el cuerpo político” y ponía “a los pueblos en la
necesidad de formar un gobierno adecuado para repeler a los enemigos y
establecer su felicidad, que son los objetos de toda asociación política”. De allí que
hayan sido los efectos de la prisión los que sancionaban la libertad e independencia
(de acuerdo a las leyes del reino, argumentaría Yanes, se producía un conflicto de
soberanía en cuyo caso, ésta “por un derecho de regresión” debía volver al mismo
pueblo). Y quienes contra argumentaron que el principio de la independencia no se
debía a la prisión de Fernando VII sino a su “vergonzosa abdicación en Bayona”, la
cual “privó y debió privar de todos sus derechos a la casa de Borbón”. La
“perfidia” de Fernando, quien vendió su casa a un tirano, daba razón a que los
pueblos de ambos hemisferios “entraran en posesión absoluta de sus derechos e
independencia política”. Por lo que esa abdicación es “el principio de nuestra
Independencia”, cuya decisión competía exclusivamente a “este Cuerpo Soberano,
constituido libre y legítimamente”. Sesión de 25 de junio, 1811.
81
De allí que el diputado Roscio alegue “[…] nosotros juramos conservárselo
cuando ignorábamos si esto dañaba nuestro intereses, ¿cómo podría ser válido un
77
VII no había respetado el primer deber, irrenunciable, de una

dinastía: la inalienabilidad del reino. Un principio fundamental de

las doctrinas regalistas desde el siglo XVI en adelante era la

distinción “entre el rey como persona física y el rey como persona

jurídica” (¡Muere el Rey, Vive el Rey!), “entre el patrimonio privado

del rey y el de la Corona, alienable el primero; inalienable el

segundo como perteneciente al cargo y no a la persona”.82

2º Segundo, porque el debate en sí sobre la regresión de la

soberanía marca un desplazamiento en la inflexión sobre la idea

misma de soberanía. Ese Congreso Constituyente, que el 2 de marzo

de 1811 se había juramentado como cuerpo conservador de los

derechos de Fernando VII, ha venido deslizándose progresivamente

pacto oneroso que, lejos de haber sido aceptado por la otra parte, ha sido
rechazado hostilmente por los que se dicen sus apoderados? Parece demostrada la
justicia y necesidad de nuestra independencia […]”, sesión de 25 de junio, 1811 y
sesión de 5 de julio, 1811. Nótese que Burlamaqui al analizar la naturaleza de los
“contratos onerosos en general” señala cuatro características: 1) En ellos se ha de
guardar una justa igualdad, es decir que cada uno reciba tanto como da, pues si
uno de ellos recibe menos puede pedir una compensación o romper el contrato. 2)
Ambos contratantes deben tener igual conocimiento de la cosa de que tratan. 3)
Cada contratante está obligado a declarar de buena fe los defectos de la cosa de
que trata, así como aquello que aumenta su valor. 4) Pero si después de arreglar el
contrato se descubre alguna desigualdad considerable en la cosa misma, sin culpa
de los contratantes, se debe sin embargo corregir. En Elementos del Derecho Natural,
op. cit., pp. 288-291. Roscio pareciera estar invocando, al recurrir a la analogía del
“pacto oneroso”, a la primera de las condiciones enunciadas.
82
Antonio ANNINO, “Soberanías en lucha”, A. ANNINO, L. CASTRO LEIVA, en F-X.
GUERRA, De los Imperios a las naciones. Iberoamérica, Zaragoza, España, IberCaja,
1992, pp. 229-253 [aquí p. 236]
78
de una concepción tutelar de la soberanía ante la acefalía del reino la

cual supone su ejercicio interino y en depósito, hacia la idea de una

soberanía en tanto atributo del Congreso. Entre ambas hay

diferencias significativas. La primera implica la capacidad de

detentar la tutela, el uso y la administración sin el derecho de alterar

el ordenamiento político vigente; la segunda, supone la atribución

de un nuevo sujeto político con el derecho y capacidad de constituir

un nuevo ordenamiento político,83 lo cual se razona al calor de las

confusiones que suscitaba el “gobierno indefinido” en el que se

estaba; esto es, se interpreta que entre los escollos fundamentales

que impiden suscribir el pacto confederal están, por una parte, que

los Estados-provincias que lo admitirían no eran independientes

aún, y por la otra, la imposibilidad de conciliar el gobierno popular

y representativo proyectado y al mismo tiempo mantener la forma

de una monarquía.84 En síntesis, lo que se está debatiendo es si las


83
J. M. PORTILLO, Crisis atlántica…, pp. 53-60.
84
De allí que arguya el diputado Francisco Javier Yanes: “Primero deben ser libres,
soberanos e independientes los Estados de Venezuela para entrar a celebrar aquel
pacto en general”, porque “¿cómo podrá sostenerse que la Confederación debe
preceder a la declaratoria de la Independencia de los Estados de Venezuela,
cuando son estas las primeras cualidades de que deben estar adornadas las partes
que pretenden confederarse? […] ¿Cómo, en fin, podrán constituir un jefe,
soberano común, cuando no se ha declarado a todo el mundo que cada uno de
estos Estados es parcialmente soberano? […] ¿Qué significa Confederación,
Congreso general, Poder Ejecutivo y conservación de los derechos de Fernando
79
partes de un todo pueden confederarse sin previamente irse del

todo, esto es, sin antes separarse de España y desconocer los

derechos de Fernando VII que hasta ese momento se han

conservado.

De allí que la “declaratoria legal” de la independencia absoluta y no

sólo la independencia de hecho, como se arguyó durante las sesiones

de julio, pasó a constituir la condición indispensable para el ejercicio de

la soberanía en propiedad. Ese deslizamiento en la concepción de la

soberanía, que es argumental y semántico, se va a fijar a través de la

aserción: “la Independencia no sólo de hecho sino de derecho”, es

decir, la necesidad de establecer su declaratoria legal a fin de disipar la

ambigüedad política en la que se estaba ya que era una “palpable

contradicción […] haber adoptado principios republicanos, establecer

una confederación de Estados con un Congreso y un Poder Ejecutivo

federal y titularse conservadores de los derechos de un rey cautivo,

cuyas bases de dominio y legislación estaban en absoluta oposición con

aquellos principios de la nueva asociación”.85

VII? ¿Qué quiere decir gobierno popular y mantener la forma de una monarquía?”.
Sesión de 3 de julio, 1811.
85
José de AUSTRIA, Bosquejo de la historia militar de Venezuela, Caracas, Biblioteca de
la Academia Nacional de la Historia, Sesquicentenario de la Independencia,
1855/1960, p. 151.
80
Derecho que se ejerció a plenitud al sancionar una Constitución

que definió una nueva forma de gobierno, la república, concebida bajo

el arreglo federal.

************************************

Concluyo señalando lo siguiente:

1. Primero, el primer periplo independentista venezolano

tuvo a su disposición dos rutas: la moderada, o la

monarquía constitucional tanto en su vertiente inglesa

como en la liberal gaditana, y la republicana

representativa y popular, antimonárquica, a semejanza

de los angloamericanos del Norte. Buena parte de los

territorios de la antigua Capitanía General de Venezuela

escogió la segunda ruta, lo que en parte tuvo su origen

en la manera desigual como se concibió la representación

política americana en la formación de la representación

nacional. Y el monarquismo moderado, al que se aliaron

los moderados autonomistas, coexistió en tensión a lo

81
largo de todo el período y hasta 1821 con ese

republicanismo antimonarquista.

2. Segundo, el examen de las prácticas electorales de este

corto periodo de la primera revolución de Caracas

arrojan nuevas luces sobre una interrogante que gravita

siempre en torno al “caso venezolano” en el mundo

hispanoamericano, esto es, cómo explicar su violenta y

temprana ruptura con España, con Fernando VII y su

también precoz y radical identidad política republicana,

así como quizá sirvan para dar cuenta del éxito que tuvo

la creación de la Confederación de las Provincias Unidas

de Venezuela. A diferencia de otras regiones (Nueva

Granada, Río de la Plata), nuestro proyecto federal pudo

consolidarse prontamente durante el corto tiempo que

duró este primer ensayo republicano. Tal vez una de las

claves de esa rápida consolidación esté justamente en las

condiciones establecidas por el Reglamento de Roscio,

esto es, la legitimidad basada en el número y la

condición de libertad para el goce del derecho al voto.

82
3. Tercero, considero que el “caso venezolano” va a

contracorriente de la tesis de quienes han sostenido que

en los principales movimientos hispanoamericanos de la

coyuntura que corre entre 1808 y 1824, los americanos lo

que buscaban “era igualdad y autonomía, y no

independencia”,86 lo que obligaría a revisar algunas

interpretaciones globales del recorrido emancipador

hispanoamericano, hechas desde la perspectiva de otros

espacios y extendidas al resto de la región

hispanoamericana. El itinerario seguido por el “caso

venezolano da cuenta, distinta y desigual, de la

complejidad y singularidades existentes en el marco de

un fenómeno político global.

4. Cuarto, este periodo germinal de la autonomía e

independencia va a marcar nuestro republicanismo

fundacional para la organización del Estado bajo el

arreglo federal, el cual dejará una impronta decisiva

sobre las concepciones de la libertad que perdurará a lo


86
Es tesis esencialmente sostenida por Jaime Rodríguez. Véase J. RODRÍGUEZ, La
Independencia de la América española, México, El Colegio de México-Fondo de
Cultura Económica, 1996.
83
largo del siglo XIX expresadas en las tensiones sobre

cómo conciliar el orden con la libertad en la república.

5. Por último, considero crucial para la formación de la

“conciencia histórica nacional” (tomo prestada la

expresión del profesor Carrera Damas), el rescate de

nuestra tradición de pensamiento cívico (tanto político

como literario) que hizo posible la construcción de la

república si en efecto queremos recuperar el sentido

mismo de la república y de una cultura de lo público

moderna.

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