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Antes de evaluar los beneficios que nos trae la propiedad intelectual, en particular las patentes y los
derechos de autor, quisiera evaluar los costos que este sistema genera.
La restricción a la competencia.
El primero de esos costos, y el más evidente, es el asociado con el monopolio que puede crear. Si bien
uno puede discutir que no siempre la PI crea un monopolio, no es extraño que esa sea la consecuencia.
Es cierto que la titularidad de Vargas Llosa sobre uno de sus libros no le da un monopolio en el mercado
de literatura, pues sus libros compiten con la de otros autores, como García Márquez o Bryce
Echenique. Lo mismo se puede decir del invento del Betamax que compitió y fue derrotado en dicha
competencia por el VHS. Por el contrario, si hay invenciones que crean monopolios. La cura recién
descubierta de una enfermedad, creará un monopolio hasta que no se descubra otra cura o se extinga la
patente.
Pero sin perjuicio si se llega o no a crear un monopolio, es claro que la PI reduce la competencia, pues el
autor o el inventor eliminan como competidores a los consumidores de sus ideas. Dado que nadie más
que Vargas Llosa puede autorizar que se reproduzcan sus obras, quienes compren sus libros no podrán
competir en la reproducción y distribución de las mismas.
Esta restricción de la competencia genera los costos comúnmente asociados con el monopolio. En
primer lugar, restringe la disponibilidad de ideas: menos gente leerá a Vargas Llosa de la que lo leería si
la competencia fuera posible. De la misma manera, menos enfermos podrán usar una medicina
recientemente descubierta. En segundo lugar, y en lo que no es sino la otra cara de la moneda, los
precios de las obras e inventos serán mucho más elevados como lo demuestra la súbita y radical caída de
los precios de un producto cuando expira el plazo de protección y pasa a dominio público. La restricción
a la competencia enriquece a los productores por encima de lo que ocurriría en un mercado plenamente
competitivo, y ello, a costo de los consumidores que ven reducido su excedente en el mercado.
Este es el costo menos controvertido, pues virtualmente hasta los más fervientes defensores de la PI
reconocen que ésta generará menos producción a mayor precio, un resultado sin duda no deseado. Pero
los defensores de la PI ven esto como un mal necesario, en atención a los supuestos grandes beneficios
que la propiedad intelectual genera en términos de innovación.
Así los pioneros de la aviación resultaron siendo los causantes del retraso en su desarrollo. La
competencia para descubrir la máquina que pudiera volar era muy intensa en ese entonces, y su
descubriendo era cuestión de tiempo. No parece muy lógica la concesión de un monopolio en esas
circunstancias. Otro caso es el de la máquina a vapor. Durante más de veinte años, James Watt impidió
el desarrollo de máquinas a vapor más modernas a las que él había patentado. Algunos sostienen que el
verdadero desarrollo durante la Revolución Industrial, comienza el día en que expira su patente, en
1785.
Un caso reciente es el reseñado por Cole en el campo de la biotecnología:
“En Octubre de 1992, la Oficina de Patentes de Estados Unidos otorgó a una sola empresa,
Agracetus Inc. de Middleton, Wisconsin, una patente para derechos sobre toda forma de ingeniería
genética en algodón, no importa cuáles técnicas o genes sean usados para crearlas. Al respecto, un
ejecutivo en esta industria comentó:
"Es como si el inventor de la línea de ensamblaje hubiese obtenido derechos de propiedad sobre todos
los bienes producidos en masa, desde automóviles hasta lavadoras de ropa"
De hecho, las patentes sobre material genético han conducido a la paradójica situación en la que los
países pobres tienen hoy que pagar a los países ricos, por el uso de semillas que los primeros venían
usando por siglos. Este tipo de situaciones pueden también presentarse en el campo de los derechos de
autor. Como reseña Pasquel:
“La estrategia usual es que un artista desconocido demanda a uno exitoso alegando que copió su
obra. Un caso muy sonado es el de un cineasta apellidado Litchfiled, que demandó a Steven Spielberg
alegando que “E.T.” no era más que una burda copia de su película “Lokey from Maldomar”. Sin
embargo, el caso más sorprendente es el de Ashleigh Brilliant, quien acuñó más de 7,500 aforismos
por los que ganó más de cien demandas de violación de derechos de autor.”
b. El uso de patentes defensivas.
Pero el retraso en la inventiva y creación pueden no sólo ser un simple “daño colateral” de la existencia
de la PI. En ocasiones, la PI concede facultades que pueden ser usadas intencional y estratégicamente,
no para mejorar la provisión de inventos y obras existentes, sino para restringir dicha provisión y al
hacerlo restringir de paso la competencia. Muchas patentes se obtienen con la intención de evitar que se
den innovaciones que compitan con las propias. Ello, además significa el gasto y desperdicio de
recursos para desarrollar patentes que no van a ser comercializadas, y cuyo único fin es evitar que otras
patentes se desarrollen.
Como indica Cole:
“…los dueños de la patente también tienen incentivos para hacer lo mismo (i.e., "inventar alrededor"
de sus propias patentes) a fin de impedir competencia potencial. En la medida en que éstas
actividades son inducidas por el mismo sistema de patentes, los recursos que consumen (lo mismo
que los gastos legales asociados) son esencialmente un desperdicio desde el punto de vista social, y
deberían considerarse como otro costo del sistema.
Para citar un ejemplo, Bresnahan (1985) menciona que para proteger su posición monopólica en el
mercado de fotocopiadoras de papel común, Xerox patentó cada aspecto imaginable de su tecnología.
"IBM había gastado millones para 'inventar alrededor' de las principales patentes de Xerox, cerca de
25 % de lo presupuestado fue gastado en consultas legales, no en investigación y desarrollo"
Otro ejemplo es el de AT&T que desde sus inicios en 1875 obtuvo patentes para asegurar su monopolio
en teléfonos. También se retrasó la entrada de la radio por 20 años. Y la General Electric obtuvo una
serie de patentes para impedir el desarrollo de la luz fluorescente y así proteger su producción de luz
incandescente.
Ejemplos más recientes muestran el uso de patentes para retrasar el desarrollo de servicios por Internet.
Amazon.com ha patentado la compra con “one-click”, es decir la posibilidad de comprar ítems en
Internet usando un “click” del “mouse” restringiendo el uso de un sistema tan difundido para otras
páginas Web. Y British Telecom anunció su intento poner en vigencia una patente sobre la idea de
hipertextos, fundamento de funcionamiento de virtualmente todas las páginas Web del mundo.
Estas situaciones se presentan por una simple explicación económica. El monopolista tiene incentivos
para defender sus ingresos monopólicos descubriendo nuevas patentes. Su investigación tecnológica se
orientará entonces a descubrir no patentes útiles, sino defensivas. Mientras tanto, un potencial entrante
que busca una nueva patente que le permita competir con el monopolista, hace el esfuerzo para obtener
una renta de competencia. Mientras uno lucha por una renta excepcionalmente alta, el entrante lo hace
para ganar una renta común en el mercado. Ello explica porqué el monopolista tiene más incentivos para
desarrollar patentes defensivas que el potencial entrante en desarrollar patentes que le permitan entrar al
mercado. El resultado es un gran desperdicio de recursos y un desincentivo a generar innovación
realmente valiosa.