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Vida Pastoral » Portada del Nº 297 - Julio 2011

Publicado en: Ecumenismo

Las iglesias reformadas


Origen, expansión, doctrina y organización

Después de haber presentado las iglesias de tradición luterana, y siguiendo un


cierto orden cronológico, corresponde detenernos ahora en las comunidades
originadas en el segundo movimiento de reforma.
Por Jorge A. Scampini
Religioso. (Fraile dominico.)

 scampini@catholic.org

El segundo movimiento de reforma tuvo su primer escenario en el territorio de la


Confederación Helvética, poco después del levantamiento de M. Lutero en Alemania y su
posterior excomunión en la Iglesia católica. Estas iglesias han puesto en práctica, de
manera particular, el modelo de reforma instaurado en Ginebra por Juan Calvino y han
seguido sus enseñanzas teológicas –de allí que muchos se refieran a ellas como "iglesias
calvinistas"–, distinguiéndose tanto a nivel doctrinal como en la organización eclesiástica
de las comunidades que adhirieron a las enseñanzas de M. Lutero. Sin desconocer el
lugar decisivo que ocupó Calvino en la configuración definitiva de este movimiento, no
hay que olvidar, sin embargo, que su acción fue precedida o acompañada por la de otros
reformadores: U. Zwinglio (Zurich), M. Bucer (Estrasburgo), J. Encolampadio (Basilea),
H. Bullinger (Zurich), G. Farel (Ginebra) y P. Viret (Lausanne); y se afirmará más tarde
gracias a la obra de T. de Beza (Ginebra) y J. Knox (Escocia). Por eso, con mayor
precisión, estas iglesias se conocen, ya desde fines del siglo XVI, como ecclesiae reformatae
("iglesias reformadas"), teniendo en cuenta que el propósito inicial era establecer una
iglesia reformada "bajo la Palabra de Dios".

En este contexto quizá valga la pena señalar algo acerca del origen y el uso de la
expresión Ecclesia reformata semper reformanda secundum Verbum Dei ("la iglesia reformada debe
siempre ser reformada de acuerdo a la Palabra de Dios"). Esta expresión, que algunos
erróneamente atribuyen a Lutero, fue acuñada en realidad en el ámbito reformado
holandés en el siglo XVII, y habría sido pronunciada por el teólogo calvinista Voetius
(1589-1676), en el Sínodo de Dordrecht (1618/9). Otros autores, en cambio, consideran
que es más tardía, y que su autor sería el pietista reformado Jodocus van Lodenstein
(1620-1677), que la habría pronunciado hacia 1675. De todos modos, es claro que no
pertenece a Lutero, y que la expresión más cercana que puede encontrarse en el
reformador alemán es Ecclesia indiget reformatione, es decir, "iglesia necesitada de reforma"
(ver Resolución sobre la tesis 89, Weimar 1883, I, 627). Más allá de la discusión acerca del
autor de la expresión, otro dato salta a la vista: ésta sólo habría adquirido fama en el
siglo XX, gracias a K. Barth, en el ámbito reformado, y a H. Küng, en el ámbito católico.

Los "padres" de la "segunda Reforma"

U. Zwinglio (1484-1531). El segundo movimiento de reforma se origina con U. Zwinglio, y


tiene su primer epicentro en Zurich. Desde el comienzo, Zwinglio llevó al extremo las
posiciones de la reforma, diferenciándose de Lutero, lo que suscitó una controversia

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entre ambos. En 1525, el reformador de Zurich sostuvo la existencia de una sola fuente
de fe: el Evangelio. En consecuencia, rechazó como no bíblicas algunas doctrinas
católicas tradicionales, entre ellas, el lugar del papado en la Iglesia, la comprensión
sacrificial de la Eucaristía, la intercesión de los santos, la vida monástica y la disciplina
del celibato. Dos años más tarde, en 1527, las tesis relativas a la Cena –el rechazo de la
comprensión sacrificial, del culto eucarístico, y de la celebración de la Cena como acción
de gracias y memoria de la Pasión–, fueron aceptadas por el Consejo de la ciudad, lo que
significó establecer oficialmente la reforma en Zurich.

Las tesis zwinglianas relativas a la Cena no coincidían con la comprensión teológica de


Lutero. La visión de Zwinglio se caracterizaba por un cierto "espiritualismo", opuesto a
todo lo corporal. Las celebraciones eclesiales eran consideradas sólo como un
"testimonio" de lo que sucedía en la relación directa entre Dios y el creyente. Los
sacramentos se convertían entonces en meros sig-nos sociales de una relación individual.
La Cena se reducía, pues, a un signo rememorativo del sacrificio de la Cruz, que se da
propiamente en la conciencia del creyente que participa en ella. Las palabras de la
institución sólo eran una expresión de que el pan es un "símbolo" del Cuerpo de Cristo,
celebrado en recuerdo de Jesús. Esta visión difería claramente de la visión sacramental
luterana, que reconocía la "presencia real" del Cuerpo y de la Sangre de Cristo en, con y
junto con el pan y el vino. Con el intento de llegar a un acuerdo y salvar la unidad del
naciente movimiento reformador, Lutero y Zwinglio entablaron los diálogos de Marburgo
(1529). Pero éstos terminaron en un fracaso total, sellando una división entre luteranos y
reformados que perduró hasta el siglo XX. Zwinglio emprendió, además, una lucha
política, estableciendo una coalición contra la casa de Habsburgo. Murió en Kappel, en el
campo de batalla, enfrentando a los cantones católicos. La reforma que él inició logró
sobrevivir en Zurich gracias a la acción de H. Bullinger y trascender luego los límites
helvéticos gracias a J. Calvino.

Juan Calvino (1509-1564). El reformador de Ginebra nació en Francia y pertenece,


cronológica e intelectualmente, a una generación posterior a la de Lutero y Zwinglio. Esto
lo colocó en un lugar especial respecto a los pioneros de la reforma. En primer lugar,
gracias a la distancia que da el tiempo, procuró mediar teológicamente en la controversia
entre Lutero y Zwinglio, ofreciendo una comprensión de la Cena que fuera intermedia, en
cierto modo, entre las posiciones que éstos sostenían y que, por lo tanto, pudiera ser
aceptable por ambos. En segundo lugar, la obra escrita de Calvino, en sus últimas
ediciones, fue casi contemporánea con la celebración del Concilio de Trento, razón por la
cual este concilio no tuvo la posibilidad de tratarla con el mismo detenimiento con que lo
hizo respecto a las obras de Lutero y de Zwinglio. La formación inicial de Calvino había
sido en el ámbito del derecho, pero muy pronto (1530), debido a su "conversión" –la
llamada a predicar "la verdadera religión" contra la idolatría de la Iglesia de su tiempo–,
se dedicó de lleno a la obra de la reforma (hacia 1533). Esto lo relata el mismo Calvino
en su Introducción al libro de los Salmos. Teniendo que dejar París, como consecuencia de los
enfrentamientos con humanistas y reformados en el Colegio Real y que hicieron eclosión
en la noche del 17 al 18 de octubre de 1534, cuando se fijaron afiches en contra de la
misa, incluso en los apartamentos del rey, Calvino se refugió en Basilea. Esta ciudad se
encontraba ya bajo el dominio de las ideas de la reforma, en un movimiento que lideraba
J. Encolampadio. En Basilea, en 1536, Calvino publicó la primera edición de su principal
obra escrita: Institución de la Religión Cristiana. Esta obra, que conoció nueve ediciones en
vida de su autor, y que fue creciendo en extensión y organización sistemática, se
convirtió, finalmente, en su última edición (latina, 1559; francesa, 1560), con 80
capítulos, en una desarrollada exposición del pensamiento dogmático de Calvino y en una
apología de las ideas de la reforma. Además de esta obra, Calvino publicó comentarios a
los libros de la Escritura, tratados teológicos y una gran cantidad de sermones. La obra
escrita de Calvino no sólo contribuyó a la alfabetización de las regiones francófonas en
las que se expandió la reforma sino que favoreció, además, a la evolución de la lengua
francesa.

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Calvino se convierte en "reformador"

De paso por Ginebra (julio de 1536), sin un asiento definitivo aún, Calvino fue invitado a
quedarse allí por el reformador de esa ciudad, G. Farel (1489-1565), y a ayudarlo a
construir una iglesia y una sociedad protestantes. Ésa no era la intención de Calvino,
pero Farel lo presionó, maldiciendo solemnemente sus futuros proyectos académicos si él
no permanecía en Ginebra. Desde entonces, y a pesar de una relación con la ciudad que
nunca fue del todo fácil, su figura quedó asociada para siempre a la reforma ginebrina y,
desde allí, al perfil que fue asumiendo la reforma de habla francesa.

En Ginebra, desde las franquicias otorgadas por el obispo Ademar Fabri (1387), el poder
real residía en la comuna, si bien continuaba siendo un principado bajo el reinado del
obispo. Fue la comuna la que decidió en 1535/6, la adopción de la reforma y que,
sucediendo al obispo, asumió el gobierno de la ciudad. Las instituciones establecidas
fueron las de una república que perduró hasta la revolución de 1792. Esta decisión había
sido paulatinamente preparada por la predicación de Farel, quien había abrazado las
ideas de la reforma en 1528. La clase dirigente fue la primera en acoger las nuevas
ideas, pasando a la reforma en 1533. En agosto de 1535, el Consejo de los Doscientos
suspendió la celebración de la Misa. Y, el 21 de mayo de 1536, el Consejo general
confirmó la adopción de la reforma. Todo esto determinó la historia ginebrina posterior.

El 16 de enero de 1537, Farel y Calvino presentaron al Consejo de la ciudad los Artículos


para la organización de la Iglesia y del culto de Ginebra, siendo aceptados ese mismo día. Pero, en
el transcurso del año, la reputación de los reformadores sufrió una merma. Como muy
pocos ciudadanos habían suscripto la nueva confesión de fe, el Consejo comenzó a dilatar
la aplicación de las medidas reformadoras. A esto se sumaba la presión de Berna, que
quería imponer sus propios criterios también en Ginebra, sobre todo los relativos al culto.
Cuando en la Pascua de 1538, Farel y Calvino se negaron a celebrar la Cena, debido a las
tensiones que existían en la ciudad, el Consejo los expulsó (1538). Entonces, Farel
asumió un servicio pastoral en la iglesia de Neuchâtel, ya ganada por la reforma, y
Calvino, invitado por el reformador de Estrasburgo, M. Bucer, se estableció en la ciudad
alsaciana. Residió allí tres años atendiendo a los refugiados franceses.

En 1541, Calvino regresó a Ginebra, llamado por la comuna, para retomar la obra que
había dejado inconclusa. Fue entonces cuando suministró a la iglesia ginebrina sus
Ordenanzas eclesiásticas, un Catecismo, y una Forma de oración, e introdujo el canto de los
salmos en el culto. Su propuesta era la de una reforma de las costumbres y de las
creencias, estableciendo incluso un nuevo tipo de culto, centrado en la Palabra, en
reemplazo de la celebración de la misa a la que consideraba idolátrica. A diferencia no
sólo de la Iglesia católica, sino también del uso luterano, la Cena sería celebrada de
modo ocasional y siempre como un apéndice al culto de la Palabra. Esta reforma
profunda encontró más tarde una expresión en el estilo arquitectónico de los templos,
más despojados que los templos luteranos, y dejando el lugar central para el púlpito –
lugar de la predicación de la Palabra–, y no para el altar. La autoridad máxima de la
iglesia residía en la compañía de los pastores y en el consistorio. Esa organización se
convertiría en el modelo a seguir en todos los lugares donde se impuso la reforma de tipo
calvinista, hasta el punto de ser llamada por algunos, en el siglo XVII, la "Roma
protestante".

Un momento conflictivo entre Calvino y el Consejo de la ciudad se vivió en 1553, debido


al modo de establecer las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Fue en ese momento
cuando llegó a Ginebra M. Servet (1509-1553), médico español y teólogo, que había sido
ganado por las ideas de la Reforma, las que interpretaba a su modo. En efecto, Servet
era perseguido por "herético", tanto por católicos como por protestantes, ya que negaba
el dogma trinitario. Había sido condenado por la Inquisición católica en Vienne, pero,
como había logrado escapar, fue quemado sólo "en imagen". De paso por Ginebra, fue
detenido y, con la sentencia del Pequeño Consejo de la ciudad, previo parecer de Calvino

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y de los demás pastores, fue quemado el 27 de octubre de 1553, después de que se lo
encontrara culpable de herejía. Calvino no fue el único responsable de la muerte de
Servet, y éste no fue el único que fue ejecutado por sus costumbres o por herejía en
Ginebra. En 1547, Gruet fue ejecutado por blasfemia y pornografía y, en 1551, Bolsec
fue juzgado y desterrado por oponerse a la doctrina calvinista de la predestinación. Estos
hechos son un signo de que la "inquisición" fue un método que respondía a la mentalidad
de la época y que fue puesto en práctica no sólo en la Iglesia católica.

Del caso Servet salió fortalecida la figura del Calvino, que comenzó a atraer a Ginebra un
número cada vez mayor de refugiados franceses e incluso ingleses, que habían huido de
su país durante el reinado de María Tudor, entre ellos J. Knox y W. Whittingham.
Además, Calvino fundó la Academia de Ginebra, sobre cuya base se estableció más tarde
la Universidad.

Calvino murió en Ginebra, a los 54 años (1564), y su obra la continuó T. de Beza, quien
terminó de consolidar la reforma en Ginebra y de irradiar sus principios en el resto de
Europa. A diferencia de Calvino, Beza, marcado por la filosofía de Aristóteles, intentó
sistematizar algunos aspectos de la obra teológica de su maestro, más particularmente,
la doctrina de la predestinación y la comprensión de la Cena, gracias al aparato
conceptual filosófico. En cierto modo, con él se inicia la ortodoxia calvinista.

La expansión del calvinismo

Si esta corriente reformadora no se limitó a la acción y al pensamiento de Calvino, sin


embargo, el papel representado por este fue decisivo, hasta hablarse sin más de
"calvinismo". A partir del foco ginebrino, gracias a la difusión de la Institución de la Religión
Cristiana y a la creación de la Academia de Ginebra, que atrajo a muchos que buscan
respuestas a sus interrogantes, las ideas de esta corriente reformadora se expandieron
muy pronto por Europa. Los primeros lugares en acoger la reforma fueron Francia, que
se verá sometida por mucho tiempo a sangrientas guerras de religión, y las provincias de
habla francesa de los Países Bajos. Durante el reinado de Federico III, el calvinismo fue
adoptado también en el Palatinado, gracias a la acción C. Olevianus y Z. Ursinus, quienes
redactaron el Catecismo de Heilderberg (1563), pero donde sólo alcanzará a ser reconocido
oficialmente en la Paz de Westphalia (1648). Con menor fuerza, el calvinismo se hizo
presente en la Europa Central y del Este, especialmente en Bohemia, Hungría y Polonia.
Con la presencia en Oxford de M. Bucer y P. M. Vermigli, durante el reinado de Eduardo
VI, las ideas reformadas habían comenzado a propagarse en las Islas Británicas; más
tarde, por la acción de J. Knox se estableció la iglesia "presbiteriana" en Escocia. Así, a
fines del siglo XVI, el mapa reformado lo integraban las "iglesias reformadas" de la
Europa continental, y las llamadas "iglesias presbiterianas" de Gran Bretaña e Irlanda.
Además, en suelo inglés, como reacción tanto a la Iglesia anglicana como al
presbiterianismo, a partir de las ideas de R. Browne (1550-1630), que tomó lo sustancial
del calvinismo y elementos provenientes de la reforma radical, se afirmaron algunos
grupos que dieron origen a las "iglesias congregacionalistas" o independientes.

En el siglo XVII, el influjo calvinista será una de las razones de la Guerra Civil Inglesa. En
ese siglo los puritanos calvinistas elaboraron la Confesión de Westminster (1647),
aceptada oficialmente por la monarquía británica, que será luego la regla de las creencias
de los presbiterianos de habla inglesa. Los congregacionalistas, por su parte, formularon
su propia versión de la Confesión de Westminster, en la Declaración de Savoy (1658).
Como consecuencia de exilios forzosos por cuestiones religiosas y de la expansión
colonial que conoció Europa, la presencia reformada se expandió en el resto del mundo,
en primer lugar, en las colonias inglesas de América del Norte: los primeros colonos
puritanos ingleses en Nueva Inglaterra, los colonos holandeses que fundaron Nueva
Amsterdam (rebautizada al pasar al dominio inglés como Nueva York), los escoceses
presbiterianos en los Apalaches. Es posible decir que el sustrato protestante que ejerció
un mayor influjo en la identidad e instituciones americanas fue de origen reformado

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calvinista. Algo semejante se hizo sentir en las colonias holandesas, de allí la presencia
de reformados en África del Sur e Indonesia. Actualmente, además de la presencia
reformada/presbiteriana en los países mencionados, hay grupos significativos en Canadá,
Australia y Corea.

Los textos confesionales de las iglesias reformadas

Si el intento original de la reforma fue devolverle a la Iglesia lo que consideraban que era
el mandato evangélico, eso explica porqué esas iglesias nunca renegaron de la fe
expresada en los Símbolos de los Apóstoles y Niceno, interpretación autorizada del
testimonio bíblico. Si bien es cierto que no siempre es tan claro el lugar que esos credos
ocupan en las comunidades reformadas. Al mismo tiempo, y a medida que se
establecieron las diferentes iglesias, se procuró expresar en algún texto las enseñanzas
centrales. Como en la tradición luterana, esos textos se conocen como "confesiones".
Ahora bien, a diferencia de lo que sucede en las iglesias luteranas, los textos
confesionales reformados no revisten un carácter tan claramente vinculante. Esto se
expresa al menos en dos aspectos: el hecho de que ninguna confesión sea reconocida de
modo universal por todas las iglesias reformadas, como es el caso entre los luteranos con
la Confesión de Augsburgo; el hecho de que los contenidos de esas confesiones puedan
ser revisados en el transcurso del tiempo. Detengámonos un momento en cada uno de
estos aspectos.

No hay una única confesión de fe, normativa para todas las iglesias reformadas. Esto
explica por qué cada texto confesional va calificado por el lugar donde fue formulado;
así: la Confessio Helvetica Prior (Suiza, 1536), la Confessio Helvetica Posterior (Suiza, 1562), la
Confessio Gallicana (Francia, 1559), la Confessio Scotia Prior (Escocia, 1560), la Confessio Belgica
(Países Bajos, 1561), la Confessio Czengerina (Hungría, 1570), y la Confesión de Westminster
(1647). En este ámbito, con un estilo un poco diferente, ya que presenta un mayor
desarrollo expositivo, hay que mencionar al Catecismo de Heildeberg (Palatinado, 1563), que
ofrece, a modo de lecciones para cada domingo del año, en 129 preguntas y respuestas,
la enseñanza relativa al pecado, la redención y el agradecimiento (Decálogo y Pater). Será
el modelo de todos los catecismos reformados.

El segundo aspecto es el relativo a la vigencia de esos textos. Para los reformados, todo
texto confesional es secundario respecto a la Escritura y, si bien se les reconoce una
cierta jerarquía por la enseñanza que ellos contienen, se tiene siempre presente que ellos
fueron redactados en determinadas circunstancias históricas y para un determinado
espacio geográfico. Por otra parte, la aplicación del principio de una ecclesia reformata semper
reformanda, contribuye a que esos documentos no se vean investidos de una autoridad
perenne; sus contenidos pueden ser interpretados, según el contexto, e incluso
enmendados como consecuencia de una mejor interpretación de la Biblia o, como ha
sucedido alguna vez, urgidos por circunstancias de persecución o de justificación de la fe
ante las autoridades civiles. Un ejemplo de esto ha sido la "Declaración de Barmen"
(1934), que gracias a la inspiración de K. Barth (1886-1968), dio a luz a la "Iglesia
Confesante Alemana", en abierta oposición al régimen nacional-socialista.

Algunas doctrinas de la reforma calvinista

Compartiendo el marco general de la teología protestante, la teología reformada, en un


cierto intento de corrección del legado luterano, acentúa algunos rasgos: la afirmación de
la total trascendencia divina; un reconocimiento muy marcado del rol del Espíritu Santo;
una preocupación por la santificación del justificado; la predestinación; una comprensión
propia de la Cena del Señor; una eclesiología definida acerca de la iglesia visible; una
reflexión más positiva concerniente a la instancia política que tiene en cuenta su
legitimidad, sus límites y su regulación.

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Con un fuerte arraigo en el pensamiento de san Agustín, Calvino llevó hasta el extremo
algunas de las intuiciones agustinianas, como por ejemplo, la doctrina de la
predestinación y de la soberanía absoluta de Dios ante la humanidad totalmente
corrupta. La acentuación de la soberanía divina no significa contradecir la libertad y la
responsabilidad del cristiano. El cristiano, sabiendo que ha sido perdonado y salvado en
Jesucristo, puede conducir su vida de manera exigente y responsable con toda libertad,
conciliando santificación personal y compromiso en la sociedad.

La doctrina sacramental, como intento teológico de mediación al interior de las dos


posiciones presentes en la reforma, se ubica entre el simbolismo de Zwinglio y la
consubstanciación de Lutero. Los sacramentos se consideran signos exteriores de la
gracia de Dios, que se deben recibir en el Espíritu. La mediación de Calvino no logró
salvar las diferencias entre las dos posiciones. Pero, la firma del Consensus Tigurinus (1549),
después de una larga negociación teológica con H. Bullinger, selló la unidad entre
Ginebra y Zurich y terminó de forjar una doctrina reformada de los sacramentos, pero
ahondando la fosa de separación con el luteranismo.

La trascendencia de Dios implica la relativización de todos los poderes religiosos o


políticos. A lo largo de la historia, y a diferencia del luteranismo, esto se va a traducir en
la clara distinción introducida por los reformados entre Iglesia y Estado. Una
consecuencia práctica será la capacidad demostrada de resistencia ante el absolutismo
monárquico y los diferentes poderes despóticos.

La organización de las iglesias reformadas

Una eclesiología bien definida, mucho más que la luterana, ha llevado a los reformados a
instaurar un modelo de organización eclesiástica. En los siglos XVI/XVII, al establecerse
esa estructura, se tenía la convicción de que ella era fiel al modo de gobierno de la
iglesia primitiva. Calvino afirmaba que en la iglesia había cuatro oficios diferentes:
pastores, doctores o maestros, diáconos y presbíteros o ancianos.

Más allá de algunas variaciones, las iglesias reformadas y presbiterianas son conducidas
siempre por "doctores o maestros" (pastores) y presbíteros o ancianos (laicos), en tres
niveles: a) El consistorio, formado por pastores y ancianos, a nivel local (parroquia); b)
varias parroquias integran un distrito, en el que existe un presbiterio formado por
ministros del distrito y un anciano por cada parroquia; c) en un territorio más amplio, a
nivel regional o nacional, existe un sínodo. Los sínodos se constituyen con miembros de
varios presbiterios y en algunos casos constituye el último cuerpo legislativo.

Este modelo de organización no desconoce el hecho de que la iglesia reformada es una


iglesia semper reformanda, respondiendo al propósito divino. Esto explica por qué, cuando la
reforma suiza se extendió por el territorio escocés, se puso un gran énfasis en establecer
una política que fuera bíblica y, al mismo tiempo, efectiva para esa continua reforma.
Para muchos, esa política se tradujo en el "presbiterianismo". Para otros, esto se expresó
en la estructura "congregacional", que se niega a reconocer cualquier instancia de
autoridad más allá de la congregación local.

Las iglesias reformadas son iglesias independientes entre sí, tanto a nivel de la doctrina
como de la organización eclesiástica. Esto no quiere decir que la mayor parte de ellas no
se encuentren hoy integrando entidades a nivel nacional o mundial.

A nivel mundial, ya en el siglo XIX, comienzan a establecerse estructuras que tendieron


lazos entre distintas iglesias reformadas. En 1875, en Londres, se fundó la Alianza de
Iglesias Reformadas, congregando a 21 iglesias reformadas y presbiterianas de Europa y
América del Norte. Por su parte, en 1949, las iglesias congregacionalistas integraron el
Consejo Congregacionalista Internacional. En 1970, en Nairobi, esas dos organizaciones

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se fusionaron formando la Alianza Mundial de Iglesias Reformadas. Paralelamente, en
1946, un grupo de iglesias reformadas, sobre todo de origen holandés y de marcada
identidad confesional, establecieron el Consejo Ecuménico Reformado, con fuerte
presencia de iglesias africanas y asiáticas. Finalmente, en junio de 2010, la fusión de la
Alianza Reformada Mundial y del Consejo Ecuménico Reformado, ha dado vida a la
Comunión Mundial de Iglesias Reformadas, que agrupa a 230 iglesias, con un total de
casi 80 millones de adherentes en los cinco continentes. Otras iglesias reformadas, que
no integran esa estructura, están agrupadas en otras dos entidades: la Conferencia
Internacional de Iglesias Reformadas, con un mayor énfasis doctrinal, y la Confraternidad
Reformada Mundial, que combina ese énfasis con el impulso misionero.

A nivel de América Latina, las iglesias de tradición reformada se congregan en la Alianza


de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina. Se trata de 29 iglesias
presentes en 18 países, entre ellas cuatro de Argentina.

Diversas corrientes de pensamiento en el seno del calvinismo

Como sucedió con el luteranismo, también el calvinismo conoció en su seno diferentes


tendencias teológicas a lo largo de los siglos. Después de la muerte de Calvino, si bien no
era el punto central de su teología, ese lugar lo ocupó la doctrina de la predestinación,
que había sido desarrollada y teorizada por T. Beza, en su obra Tabula praedestinationis
(1555). En ella se afirmaba la absoluta necesidad de la gracia y la corrupción total del ser
humano después del pecado. En medio de tensiones internas, sobre todo a raíz de la
controversia arminiana, el Sínodo de Dordecht estableció de algún modo los puntos
centrales de una ortodoxia calvinista (1618/9). Estos son: 1º) la naturaleza humana ha
sido totalmente corrompida por el pecado; 2º) la elección divina es incondicional; 3º) la
reconciliación dada por Dios en Jesucristo se restringe al círculo de los elegidos; 4º) la
gracia es irresistible; 5º) los elegidos perseverarán hasta la salvación final. La
comprensión, sin matices, de una "doble predestinación" –a la elección y a la
condenación– será luego un motivo de conflicto en el seno del calvinismo. Hoy muy
pocas iglesias y teólogos la suscriben. El más notable de los intentos de reinterpretación
lo ofreció el teólogo suizo K. Barth. A partir del siglo XIX, el calvinismo conoció diferentes
movimientos de renovación teológica. Cabe destacar, por una parte, el "neo-calvinismo",
iniciado en Holanda por A. Kuyper (1837-1920); y, por otra, la "teología dialéctica", que
tendrá su máximo exponente en K. Barth.

Además de las diferentes corrientes de pensamiento que se dieron en su seno, el


calvinismo ofreció elementos para el desarrollo de otras formas de protestantismo. En
suelo calvinista nació el puritanismo y, más tarde, sobre todo en los Estados Unidos, el
protestantismo evangélico. Tampoco ha dejado de tener una cierta relación con el
desarrollo del deísmo inglés y del teísmo norteamericano.

A nivel de un aporte al diálogo "interdisciplinar", hay que recordar que el fuerte sustrato
humanista del calvinismo contribuyó a que muchos reformados ofrecieran su aporte en el
ámbito del derecho –una tradición iusnaturalista–, la filosofía y las ciencias. Esto tuvo,
además, una traducción práctica. En efecto, el calvinismo, que ha sido una religión de
clases medias cultivadas, ha inspirado y actuado, de algún modo, a favor de ciertos
principios que configuraron el liberalismo –la idea de ley, de alianza y de contrato, la
lucha contra el absolutismo político–, y en favor de la justicia social, la educación y un
desarrollo ético de la sociedad, por ejemplo en el establecimiento de sistemas
democráticos representativos, la abolición de la esclavitud o, a nivel internacional, el
establecimiento de las Naciones Unidas. En el siglo XX, en una lectura que ciertamente
no todos los reformados comparten, M. Weber ha señalado la relación histórica e
intelectual entre el calvinismo y el capitalismo (ver La ética protestante y el espíritu del
capitalismo).

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La presencia de las iglesias reformadas en Argentina

La actual presencia de iglesias reformadas en Argentina se originó con la llegada de diferentes grupos de
inmigrantes que, procurando conservar su pertenencia confesional, dieron cauce a una organización eclesiástica.
De acuerdo a un orden cronológico, según el momento de reconocimiento en nuestro país, esas iglesias son:

- La Iglesia Presbiteriana San Andrés, presente desde la llegada de los primeros colonos escoceses (1825-1829).
Esta ha sido la única presencia presbiteriana hasta el establecimiento, en las últimas décadas, de algunas iglesias
presbiterianas de origen taiwanés y coreano.

- La Iglesia Evangélica Valdense del Río de Plata (1880), que se hizo presente con el arribo de inmigrantes
italianos de los valles del Piamonte. Si bien el movimiento valdense se originó históricamente mucho antes que
la Reforma protestante –Pedro Valdo en el siglo XII–, sin embargo, en el Sínodo de Chanforan (1532), este
movimiento hizo suya la teología calvinista y el modo de organización eclesiástica de las iglesias reformadas.

- La Iglesia Reformada Argentina, nombre que asumió la Iglesia Reformada Holandesa (1908). Otros grupos
minoritarios han sido integrados más tarde en estructuras más vastas, como ha sido el caso de las comunidades
galesas o de boers en Chubut, o de las iglesias reformadas francesa, suiza y húngara en el área metropolitana.

- La Iglesia Evangélica Congregacional Argentina (1922), que integró a comunidades de alemanes del Volga,
especialmente en la provincia de Entre Ríos, cuando estas abandonaron el Sínodo Alemán del Río de la Plata.

En los próximos artículos nos dedicaremos a cada una de estas iglesias, para concluir esta serie de notas con una
presentación del estado actual de las relaciones ecuménicas, especialmente, con la Iglesia Católica.

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