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1La relación de la mujer con la (cultura) producción no viene regulada por las eventuales limitaciones
que pudiera imponerle el hecho biológico de que ella es la que pare, sino que se le regula por medio
de la prohibición de determinadas tareas –que, por definición, podría realizar-. (Amorós 1985: 238).
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presuntamente, más próxima a la naturaleza en el orden de contigüidad que el hombre por
sus funciones reproductivas) con la naturaleza" (Amorós, 1985: 31).
Esta dicotomía que se establece entre la naturaleza y la cultura, traza tanto los límites de la
oposición entre los sexos, como su idea de complementariedad. Me refiero particularmente
al modelo emergido en el nuevo orden social del Estado Moderno, en el cual queda instituida
la separación entre la esfera pública y la esfera doméstica o privada2. La creación del espacio
público de la ciudadanía que ejercerán en principio exclusivamente los varones, los mandata
a ser los proveedores de su familia, a partir de una infinidad de actividades y profesiones
remuneradas que los individualiza y diferencia entre sí (arquitectos, políticos, artistas,
abogados, empleados, funcionarios, obreros, entre otros). Mientras que para las mujeres el
modelo ideal será en el espacio doméstico de las iguales, como amas de casa, como
"idénticas", dirá la filósofa feminista Celia Amorós; o como empleadas en trabajos
secundarios, de menor valor y prestigio. Es decir: "El lugar de las mujeres en la vida social
humana NO es el resultado de lo que ellas hacen (y menos aún de su biología) sino de los
significados que sus actividades adquieren en la interacción social concreta –en un sentido
político y social (Rosaldo 1980, citada Stolcke 2011).
2Distinción que no puede generalizarse para todos los periodos de la historia occidental y menos
aún de las demás culturas.
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que la resistencia siempre ha estado presente y nos remite a tiempos inmemoriales, a figuras
míticas e históricas aisladas (Christine de Pisan, Sor Juana Inés de la Cruz) o a resistencias
micro-grupales premodernas, como las autodenominadas Las Preciosas (siglo XVII), -
mujeres burguesas quienes sabían que para emanciparse era necesaria la educación y quienes
supieron aprovechar las oportunidades del espacio de la vida cultural, que brindaban los
salones3 (muchos de los cuales eran de su propiedad o del marido ausente) para transitar de
la conversación a la creación, no obstante de la ridiculización y escarnio de personajes de la
vida pública como Moliere (Dulong,1992).
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en sentido estricto, era un
discurso de autoridad androcéntrica, -con veladas posiciones jerárquicas y racistas al interior
de los propios hombres, al limitarse la condición ciudadana para los hombres blancos,
letrados y propietarios. Discurso respaldado por la mayoría de los pensadores o philosophes
franceses e ingleses -salvo honrosas excepciones-, que se pueden ubicar en la figura de René
Descartes, pero principalmente en su discípulo Poullain de la Barre De l´egalité des deux
sexes (1673), quien se vio influenciado por el movimiento de Las Preciosas. O en figuras
3 En el siglo XVIII, los salones ya no son tanto lugares pedagógicos y escuelas de galantería, sino
que se convierten en cajas de resonancia para los autores, para los artistas y las obras. Diderot
reina en la casa de Mme. d Éspinay, Buffon en la de Mme. Necker, mientras que Voltaire es el ídolo
del salón de Mme. du Châtelet (Dulong 1992).
4 "La ilustración fue un movimiento cultural del siglo XVII que atacó la autoridad de la tradición, en
especial en materia de Iglesia y de Estado, en nombre del uso público de la razón. /.../La Ilustración
fue un fenómeno en toda Europa, vinculado a la declinación del feudalismo, la difusión de la imprenta,
y el creciente poder económico y social de las clases burguesas" (Osborne, 2002: 398).
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como el marqués Condocert y en Inglaterra en figuras como la de John Stuart Mill (siglo
XIX), entre otros.
Las historiadoras feministas contemporáneas han documentado cómo durante los años de la
revolución francesa, miles de mujeres participaron en el terreno de la política. Incluso
algunos de sus escritos estaban en la línea de la nueva filosofía revolucionaria sobre los
derechos del hombre, que ellas reivindicaban también para la mujer.
La lucha de las mujeres para alcanzar su emancipación, así como la conquista de los derechos
civiles y políticos fue la bandera distintiva de lo que ha sido considerado como la primera
ola feminista. Los derechos a la educación igualitaria fueron parte de las principales
demandas que se levantaron en contra de los discursos político filosóficos como los de John
Locke y los de Jean-Jacques Rousseau, éste último estableció claramente los lugares y
funciones asignados para las mujeres -encarnados en la figura de Sofía-, y la de los hombres,
en la de Emilio. Rousseau argumentaba:
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Cuando la mujer se queja de la injusta desigualdad en que la ha puesto el hombre,
comete un error; esta desigualdad no es una institución humana, o al menos no es la
obra del prejuicio, sino de la razón (Amorós, 1990).
Durante miles de años había sido un lugar común en Europa Occidental, la idea que
las mujeres tenían los mismos genitales que los hombres, a excepción de que, "los
suyos están en el interior del cuerpo y no en el exterior". Las mujeres eran
esencialmente hombres en los cuales una falta de calor vital -de perfección- se había
traducido en la retención, en el interior, de las estructuras visibles en el hombre.
El sexo tal como lo conocemos fue inventado en el siglo XVIII. Los órganos de la
reproducción pasaron a ser lugares paradigmáticos que manifestaban la nueva
jerarquía social.
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hacían ineptas para los espacios quiméricos que la revolución había abierto sin reparar
en las consecuencias (Laqueur 1994: 331).
Laqueur sostiene que “la idea de que sólo el progreso científico, el puro descubrimiento
anatómico, podría justificar el interés de la última parte del siglo XVIII y del XIX por el
dimorfismo sexual no es simplemente equivocada en el plano empírico, es también
filosóficamente insensata”, y amplía un argumento que subraya que "todo lo que se desea
decir sobre el sexo- ya ha sido reivindicado para el género". "El sexo sólo puede explicarse
dentro de las batallas en torno al género y el poder”.
En síntesis: Los cambios sociales y políticos no son por sí mismos la explicación para la
reinterpretación de los cuerpos. El crecimiento de la religión evangélica, el desarrollo de
nuevos tipos de espacios públicos en el siglo XVIII, las ideas de Locke sobre el matrimonio
como contrato, el sistema fabril con su restructuración de la división sexual del trabajo, el
crecimiento de una economía de libre mercado de servicios y mercancías, el nacimiento de
las clases, todas estas cosas influyeron por sí mismas o en combinación: ninguna de ellas fue
causa de la construcción de un nuevo cuerpo sexuado. Antes bien, la reconstrucción del
cuerpo es intrínseca a cada uno de esos desarrollos (Laqueur, op. cit: 33).
De igual manera intervinieron con gran fuerza sutil los discursos literarios (la excesiva
publicación de manuales y novelas) y los discursos artísticos, que apelaban a las emociones,
las voluntades y los sentimientos, a fin de disciplinar a los cuerpos con el claro interés de
rectificar el nuevo orden social.
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La historiadora de arte Carol Duncan señala que:
A finales del siglo XVIII, los artistas y escritores franceses se enamoraron de una
serie de personajes cuyos atractivos y virtudes eran aún nuevos para el público. Estos
personajes, la madre, buena o feliz y el padre amoroso...
Amorós elabora un argumento analítico interesante que nos permite repensar la Ilustración,
no como un fenómeno cultural homogéneo y fijo, tanto en el espacio como en el tiempo, sino
como un recurso político y epistemológico por cuyos resquicios los discursos legitimadores
de la subalternidad son reflexionados, cuestionados y resignificados de manera particular o
endógena. La autora denomina como las "vetas de la ilustración” al proceso de apropiación
de las ideas, producto de la migración de teorías o de los recursos culturales; sostiene que
Europa y Occidente no tienen el monopolio de la Ilustración, y por tanto:
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Al respecto se puede ver el video sobre la presentación del libro de Celia Amorós que lleva este
título https://www.youtube.com/watch?v=8fQQ4bitZJ4
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los descubrimientos geográficos y el comercio. /.../ Pensamos que en todas las culturas
deben poder encontrarse lo que llamo "vetas de Ilustración", es decir, críticas de sus
instituciones, puesta en cuestión de algunas de sus prácticas, de sus jerarquías, para las
que dejan de valer más antiguas legitimaciones (Amorós, 2006).
6 Consúltese la biografía de Mary Wollstonecraft, quien luego de una vida tormentosa se casó con el
filósofo y escritor inglés William Goldwin, con quien tuvieron una hija. Mary Wollstoncraft murió al dar
luz a Mary Goldwin, quien se casó con Percy Shelly, integrante de la corriente literaria del
romanticismo inglés junto con Blake, Coleridge y Lord Byron. Mary Shelly fue la autora del famoso
libro Frankenstein. Consúltese Rosario Ferre (1992).
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los derechos para las mujeres, que prevalecerá a lo largo de todo el siglo XIX y primera mitad
del siglo XX.7
Inclusive, en el propio movimiento del Romanticismo, del que Rousseau fuera precursor, no
se modifica en nada la visión naturalizada de las mujeres. Tal como lo plantea Ana Hardisson
en "Una mirada feminista al romanticismo".
Hortensia Moreno (2013) sostiene que, al establecer una brecha insalvable entre dos tipos de
búsqueda narrativa: "la primera específica para las escritoras, el heroinismo (la búsqueda del
amor) y la segunda universal, el heroísmo (la búsqueda del conocimiento)" como proyectos
independientes uno del otro, la influencia del Romanticismo durante el siglo XIX
sedimentará la división del trabajo en la actividad literaria -y en su recepción-.
En esta somera revisión histórica queda pendiente dar cuenta de las producciones político-
culturales y artísticas emprendidas por las resistencias feministas latinoamericanas. Hay
afortunadamente un amplio material bibliográfico producido por las académicas feministas
7 Para conocer la historia del feminismo en México, consultar a Gabriela Cano (1996).
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en México, que detallan los recorridos de estas luchas por desestabilizar el orden social y
simbólico de género (Cano, 1996; Espinosa y Lau, 2011).
Una vez conquistados los derechos políticos para las mujeres en la primera mitad del siglo
XX, se consideraba que el feminismo no tenía ya razón de ser, pues la igualdad ciudadana
con el varón estaba puesta en la mesa. Sin embargo, a ellas les correspondía todavía seguir
sirviéndola a pesar de su, cada vez mayor, ingreso inequitativo al mundo público y laboral.
"Una no nace, sino que se hace mujer", es la célebre frase que sintetiza el argumento crítico
filosófico de Simone de Beauvoir, con el que inicia El segundo sexo, libro publicado en 1949,
y que fue una de las fuentes de inspiración teórica para el resurgimiento de la segunda ola
feminista hacia finales de los años sesenta y principios de los setenta, cuando el malestar
personal y colectivo adquirió un nombre (Friedan, 1963) y las voces de las feministas se
hicieron escuchar nuevamente como un movimiento social e internacional, inicialmente en
las reuniones del pequeño grupo de autoconciencia, integrado por mujeres jóvenes,
generalmente blancas, provenientes de las clases medias, universitarias o profesionistas, que
más tarde se expresaron en los mítines y eventos públicos, al que se sumaban cada vez más
mujeres que compartían el enojo con la desigualdad establecida para los sexos. No obstante,
no se deriva de ello que el feminismo fuera un movimiento homogéneo y no existieran
diferencias y disputas teóricas e ideológicas en su interior, manifestadas por las distintas
agendas y posicionamientos teóricos y políticos, con respecto a la clase, la etnia/raza, la
orientación sexual, la edad, entre otras.
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la fuerza teórica desarrollada por las feministas académicas,9 a partir de la categoría analítica
de género10, categoría desde la cual se evidencian las relaciones de poder y se problematizan
las relaciones de inequidad y de distancia social, marcadas por la interpretación de la
diferencia sexual.
del relativismo cultural- fueron relevantes de para mostrar la pluralidad de formas de ser hombres y
ser mujeres, y las relaciones de poder entre ambos. Igualmente, los orígenes teóricos de la categoría
género pueden ubicarse en propuesta de Simone de Beauvoir, con la célebre frase: “Una no nace,
sino se hace mujer" (Lamas 1996a:9)
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idea naturalizada de la división sexual del trabajo permanece inamovible o resistente al
cambio.
"He ahí la vigencia de una política cultural hecha desde una óptica feminista para revelar las
dimensiones culturales de lo que aparentemente se presenta como no cultural" (Vich, 2014).
La antropóloga británica Henrietta Moore, citada por Marta Lamas dice que si bien es obvio
que sexo y género no son lo mismo, no hay que tratar de definir tajantemente las fronteras
entre ellos, pues las fronteras se mueven: los seres humanos son capaces de variar sus
prácticas, de jugar con sus identidades, de resistir a las imposiciones culturales hegemónicas.
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Sin embargo, no hay que confundir la inestabilidad de las categorías sexo y género con la
desaparición o desdibujamiento de los hombres y las mujeres, tal como los conocemos, física,
simbólica y socialmente. Moore señala que la sexuación de los cuerpos no se podrá
comprender si se piensa que el sexo es una construcción social (performativa/discursiva). Su
dilema intelectual pasa por la posibilidad de reconciliar las teorías que aceptan el inconsciente
con las de la elección voluntarista, las estructuras no cambiantes de la diferencia lingüística
con la actitud discursiva performativa y el registro de lo simbólico con el de lo social.
Lamas ha insistido, a lo largo de los años de su activismo teórico que la categoría de género
da cuenta de la dimensión cultural de los discursos sobre el cuerpo, los sexos. Pero que en
los seres humanos no se puede concebir a las personas sólo como construcciones sociales ni
sólo como anatomías. […] El cuerpo es más que la "envoltura" del sujeto. El cuerpo es mente,
carne e inconsciente, y es simbolizado en los dos ámbitos: el psíquico y el social. Agrega que
"quienes se interesan por la investigación y reflexión sobre el género deben advertir la
estrecha articulación que tiene la diferencia sexual con la dimensión psíquica, y los procesos
de identificación que desata (Lamas, 2006: 109).
Otro campo en el que la categoría de género ha sido recuperada es en el de los estudios sobre
las masculinidades o en las organizaciones y grupos de trabajo político social con varones.
Esta perspectiva analítica rompe con la idea errónea y generalizada que asocia el género
exclusivamente con las mujeres o con los "problemas de éstas". Como se ha expuesto, la
categoría de género es muy compleja y ha tenido desarrollos teóricos y epistemológicos que
12 Moreno (2004).
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buscan evitar reducirla a la simplicidad de utilizarla como sinónimo de sexo o como una
forma cultural binaria y universal.
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