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¿SEREMOS LA NUEVA VENEZUELA?

Existe un pánico colectivo en la mayor parte de Latinoamérica respecto a los casos icónicos de democracias
venidas a menos, Cuba, Nicaragua y por supuesto Venezuela. Esta última ha despertado más que alertas en
los diferentes países de la región, que esta vez han formalizado su rechazo luego de la posesión de Nicolás
Maduro por un segundo mandato. No solo países como Colombia, Argentina, Paraguay, Estados Unidos han
mostrado su rotundo rechazo al gobierno venezolano sino también organismos internacionales como la
Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea (UE) han desconocido públicamente cualquier
legitimidad a Nicolás Maduro. El cerco diplomático se configura y contar solamente con el apoyo de países
como Cuba, Nicaragua o Bolivia no da garantías a Venezuela de poder sortear aguas tan turbulentas.
Lo cierto es que Bolivia ha mostrado ciertas semejanzas con el régimen venezolano, en cuanto instaurar un
control sobre las voces disidentes, perpetuar al líder aún por encima de la propia Constitución, cooptar todas
las instituciones que podrían suponer una férrea oposición a su agenda de poder. Sin embargo, el día de hoy
pretendo analizar el descalabro económico venezolano y compararlo con la realidad boliviana, ¿realmente
estamos al borde de llegar a un escenario como el de Venezuela?
Para empezar, debemos caracterizar rápidamente los hechos más relevantes acerca de la economía
venezolana; tras la llegada de Hugo Chávez en 1998 la economía nacional fue encarrilada rápidamente a una
maquinaria acorde a la voluntad del líder, conforme fueron cayendo las instituciones independientes el
poder se concentraba entorno a una sola persona. Los precios del petróleo comenzaron a elevarse desde la
toma del poder de Chávez desde 12,28 dólares americanos por barril de petróleo hasta la época dorada entre
los años 2005-2008 donde llegaron a los 94,1 dólares americanos por barril que coincidieron con el periodo
más agresivo del Proyecto “Socialismo del Siglo XXI” en Latinoamérica.
La coincidencia antes mencionada responde principalmente al hecho que el petróleo dentro de la matriz de
exportaciones de Venezuela sorprendentemente representa un 95% en años de precios altos de commodities
y un 65% en periodos de “vacas flacas” con precios bajos. Es decir, el sector hidrocarburos en sus peores
momentos de cotización tenía la misma participación que el sector industrial en condiciones normales.
(Nueva Sociedad, marzo-abril 2018); el solo hecho de saberse dependiente de la actividad petrolera dio luz
verde al desmonte progresivo del aparato productivo e industrial venezolano a manos del mandatario
caribeño.
La muerte de Chávez en 2013 vino acompañada con una caída en los precios del barril de petróleo para el
año 2014, esto no favoreció para nada una política de asistencialismo que debía mantenerse, ahora Maduro,
el sucesor de Chávez, sin la capacidad de liderazgo y mando tanto dentro como fuera del Ejercito bolivariano
vio como aquella fuerza amalgamada por Chávez se desmoronaba dando pie al surgimiento de varias
facciones o sectores con protagonismo propio.
La alta inflación (2.880,8% al año 2018 según estimaciones del FMI), incrementos desmedidos del salario
mínimo nacional a partir de la impresión de moneda no orgánica (463.502% en el periodo Enero 2008 - Junio
2018) y el constante acoso a la empresa privada en Venezuela han terminado por mantener al país totalmente
dependiente de las importaciones, es el Gobierno Nacional el encargado de proveer de bienes y servicios a
toda su población, lamentablemente al no tener la fuerza de coercitiva de Chávez varios sectores de poder
del propio Gobierno han apelado a enriquecerse a dos manos por medio de importaciones fraudulentas, venta
de divisas con un tipo de cambio subvencionado, mercados negros de bienes, entre otros. Maduro por su lado
se encuentra desbordado por la corrupción en su Gobierno sin la posibilidad de poder regular sus dinámicas
tan imprevistas, esta es la diferencia entre gobernabilidad y un caos en lo restos de institucionalidad
vigentes en Venezuela.
Ahora bien, la pregunta que todos se hacen ¿Bolivia llegará a tener el mismo destino de continuar el
proyecto Morales? Pues bien, desde el punto de vista estrictamente económico podemos señalar grandes
diferencias entre ambos países. Para empezar Bolivia no depende de los hidrocarburos tal cual lo hace su par
caribeño, estamos hablando que los ingresos por concepto de IDH y Regalías ascendieron a 16.947,64 millones
de dólares americanos (periodo 2006-2014), mientras que los ingresos provenientes de la Recaudación
Tributaria, para el mismo periodo, ascienden a 35.412,63 millones de dólares americanos (109% superior a los
recursos provenientes de los hidrocarburos); debemos recordar que este periodo fue el considerado como de
bonanza en nuestro país, consecuencia de los precios record por barril de petróleo (61 dólares americanos en
2006 a su pico en 2013 de 105,87dólares americanos, precio medio OPEP).
Por tanto, tener un comportamiento similar al venezolano respecto a la empresa privada sería un suicidio,
puesto que nosotros a diferencia de Venezuela no somos la 1ra reserva más importante de petróleo en el
mundo, Bolivia tiene apenas 10,7 TCF de reservas probadas de gas (Sproule, 2018), que alcanzarían de acuerdo
a su índice de vida para los siguientes 14,7 años. La recaudación tributaria da de comer a este gobierno, tanto
es así que seguimos manteniendo las viejas leyes del sistema tributario del año 1987, el cual tras 13 años de
haber ostentado el poder se mantiene más vigente que nunca.
El control de los precios, restricción a las exportaciones y control de la venta de divisas son tácticas que el
Gobierno boliviano a tratado de usar como medios para mantener aliados importantes en varios sectores de
la economía, y no así como políticas económicas para frenar problemas de convulsión social tal cual lo hizo
Maduro en Venezuela que por ejemplo ha tenido que financiar sus programas asistencialistas (Bonos, Créditos
Productivos a Bajas Tasas de Interés, Incrementos en el Salario Mínimo, Tipo de Cambio Subvencionado) a
partir de la impresión de dinero sin ningún tipo de respaldo tal que para el periodo 1999-2018 la base
monetaria de Venezuela creció en un 2.500.000%.
Si bien el Gobierno de Morales ha sido más cauto en ese sentido, ha incrementado peligrosamente la deuda
externa y la deuda interna, que al unificarlas llegan a representar alrededor de 56% del PIB nacional
(aproximadamente unos 22.680 millones de dólares americanos, tomando como ciertas las cifras dadas a
conocer por el propio Morales donde anunciaba que el PIB 2018 fue de 40.500 millones de dólares). Venezuela
apela al petróleo como garantía que le permite hipotecar su futuro a base de endeudamiento, Bolivia por
otro lado no tiene actividad económica de similares características que garanticen un flujo continuo de
dividendos para las arcas públicas, la fragilidad de nuestra economía demanda al Gobierno negociar en base
a intereses comunes con los sectores estratégicos del empresario privado en Bolivia.
Para concluir ¿llegaremos a ser una nueva Venezuela? La respuesta es un rotundo no, por los antecedentes
económicos expuestos y analizados, sin embargo, la forma en la que se consolidará la decadencia del proyecto
de Proceso de Cambio será la misma que tanto Venezuela, como Nicaragua o Cuba han experimentado, el uso
de la violencia sistemática y una escalada en la vulneración de derechos fundamentales en pos de mantener
su más preciado botín, el poder.

Por: Carlos Armando Cardozo Lozada


Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Especialidad en Gestión del
Riesgo de Desastres y Adaptación al Cambio Climático, Presidente de Fundación Lozanía

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