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PACTOS QUE HACEN DAÑO

Pasada la fiesta, luego de toda la parafernalia desplegada desde el Gobierno Central en


contubernio con la dirigencia de la COB, el país fue testigo de un espectáculo en el que
el Mandatario Evo Morales y su Gabinete, por un lado y los máximos dirigentes de la COB
a la cabeza de Juan Carlos Huarachi por otro, ofrecieron una pantomima de negociación
ante la opinión pública de la cual surgió el tan ansiado “incremento” de 3% para el Salario
Mínimo Nacional y 4% para el Haber Básico.
A pesar del resultado, que a ojos de sus impulsores sindicales se constituye en una
conquista más en favor de los trabajadores de Bolivia, existe un total divorcio al interior
de la Central Obrera Boliviana por asumir comportamientos convenientemente
alineados a la política del Gobierno de Morales y manifestarse abiertamente militantes
del proceso de cambio.
El pacto existente entre el Gobierno y la actual dirigencia de la COB ha alienado las
luchas y reivindicaciones del sector de los trabajadores, tal es el caso que los mismos
dirigentes hicieron coro y pactaron previamente, con el único fin de evitar abrir nuevos
frentes de conflicto con Morales que ya viene sacudido por los recientes hechos de
corrupción y narcotráfico al interior de la Policía Boliviana.
Solo así podría explicarse que en total conocimiento de las proyecciones realizadas por
el Ministerio de Economía y Finanzas y el Banco Central de Bolivia (Programa Fiscal
Financiero 2019) en las que se espera una inflación del 4% este año, confundan esta
supuesta alza en los salarios con un incremento salarial cuando el acuerdo establece
porcentajes de nivelación salarial en el caso del Haber Básico (4%), que solamente igualan
la tasa de inflación proyectada. Mientras que, en el caso del Salario Mínimo Nacional
este ni siquiera logre igualar la tasa de inflación proyectada teniendo como resultado
una pérdida del poder adquisitivo del salario mínimo nacional en un 1%. En simples
palabras, no existe ningún incremento salarial como tal.
Por si fuera poco, el Viceministro de Presupuesto, Jaime Durán, a tiempo de presentar
las Memoria de la Economía Boliviana 2018 destacó con gran contundencia que en 13 años
de gestión el salario mínimo nacional creció en 348% pasando de 54 dólares americanos
al mes a 296 dólares americanos al mes, dato estadísticamente correcto, pero
intencionalmente aislado de otros factores complementarios.
Lamentablemente lo que no reconoce el viceministro y tampoco fue percatado por la
alta dirigencia de la COB es el hecho que Bolivia cuenta con un porcentaje por demás
preocupante de economía sumergida en la informalidad (65% de los empleos generados)
frente a solo 35% de empleos dentro de la economía formal de los cuales la empresa
privada genera casi de 2/3 de estos (22/35) y el Estado menos de un 1/3 del mismo (9,6/35)
de acuerdo al Centro de Estudios de para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA).
Paralelamente se tiene un escenario en el que el empleo disponible llega a tener ciertos
grados de precariedad, dejando en situaciones de verdadera vulnerabilidad al
trabajador, esta vez apelando a cifras del Ministerio de Trabajo tendríamos en Bolivia
una incidencia del subempleo de 22%, sorprendentemente contrarios a lo señalado por el
Instituto Nacional de Estadística (INE) que maneja una escala por demás interesante,
según ellos en Bolivia de cada 100 empleos 65 son informales, si consideramos que el
subempleo se desarrolla en situaciones precarias y de inestabilidad este número bien
podría representar a la economía informal del subempleo de nuestro país, en ese sentido
pasaríamos de un 22% a un preocupante 65%.
Es por demás alarmante evidenciar que la COB dejó de ser ese ente representativo y
portavoz del sector de trabajadores del país, con una dirigencia por demás cuestionable
que rifó su estructura orgánica y apartidaría por simples migajas y prebendas que
solamente benefician a sus altas esferas.
Entre tanto ese avasallador número de trabajadores independientes, “cuenta propistas”,
que no llegan a percibir ni siquiera el salario mínimo nacional, y deben migrar de oficio
en oficio para poder llevar unas cuantas monedas a casa, ven a sus líderes sindicales,
totalmente ajenos y apáticos a la cruda realidad, silenciando una voz que en tiempos de
dictadura supo alzarse en busca de grandes ideales, como la democracia.
Por: Carlos Armando Cardozo Lozada
Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Especialidad en Gestión del
Riesgo de Desastres y Adaptación al Cambio Climático, Presidente de Fundación Lozanía

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