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PODER Y SINDICATO

A riesgo de ser señalado como enemigo de las reivindicaciones de la clase trabajadora y


encarnar los perversos intereses de los empresarios abusivos que capitalizan los
beneficios a costa del esfuerzo de terceros, siguiendo la línea narrativa del ministro
Arce Catacora, me permito observar la degeneración de la naturaleza misma del
sindicato en Bolivia.
En nuestro medio se habla de sindicatos y gremios de manera indistinta obviando las
diferencias conceptuales que los distancian. De acuerdo a Jorge Machicado (Sindicalismo
y el Sindicato en Bolivia, 2010) el sindicato surge a partir de un antagonismo entre los
trabajadores y el empleador, mientras que el gremio responde a un grupo de personas
con estados sociales similares dedicadas a un mismo arte, profesión u oficio.
Así también, el objetivo o fin de ambas organizaciones difiere. Por un lado, los sindicatos
plantean la lucha por mejores condiciones de trabajo (seguridad social, incrementos
salariales, entre otros) frente a los intereses del empleador; entre tanto los gremios
protegen el monopolio de su oficio.
En Bolivia, los sindicatos tuvieron su zenit durante la primera mitad del siglo XX, en
torno a la principal actividad económica de ese entonces, la minería del estaño, donde
ferroviarios y trabajadores mineros lucharon por mejores condiciones de trabajo
(principalmente Mayores Salarios y Menores Jornadas de Trabajo). A lo largo de la
historia seria el movimiento minero sindicalizado la base para conformar la Central
Obrera Boliviana (COB) máxima instancia representativa que aglutina todos los sectores
de trabajadores a nivel nacional.
Por su parte los sindicatos agrarios si bien surgieron posterior a la Guerra del Chaco,
tendrían gran protagonismo recién en la Revolución Agraria (1953) impuestos por el
propio MNR para mantener control sobre el campesinado (Jorge Machicado, 2010) mismo
que fueron cooptados por dirigentes campesinos afines al partido de gobierno.
Nuestra actualidad configura un nuevo escenario en el que tanto sindicatos como
gremios se han desvirtuado en relación a sus inicios. El elemento desequilibrante fue la
política partidaria en manos tanto de oficialistas como fuerzas opositoras que en su
momento las trabajaron como mecanismos de presión social.
Para contextualizar al lector es necesario citar algunos casos concretos en los que el
Poder Sindical ejerció la violencia coercitiva sobre la Institucionalidad Publica y/o
Privada:
Caso Fancesa - Sindicato de Transporte Pesado Chuquisaca, la Fábrica Nacional de
Cemento S.A. ha tenido enquistado al Sector de Transporte Sindicalizado que
sistemáticamente secuestro la gerencia de la factoría, en sentido que monopolizo de
manera unilateral el servicio de transporte de la bolsa de cemento hacia los principales
mercados de la industria bandera chuquisaqueña. Antes de la capitalización de la fábrica
(1997), durante la gestión empresarial de Doria Medina y luego de la “expropiación de las
acciones capitalizadas” el Sector Transporte ha impuesto sus propios intereses
sectoriales en base a bloqueos, paros y actos vandálicos contra compañeros no
sindicalizados, en desmedro de la sostenibilidad financiera de la fábrica y la
autodeterminación de las 3 copropietarias influyendo no solo en aspectos relacionados a
su oficio sino también entorpeciendo alternativas de inversión con perspectivas de
expansión del mercado cooptado a nivel nacional.
Caso Transporte Público Urbano (La Paz), si bien este fenómeno puede ser fácilmente
relacionado a otras regiones del país, el caso paceño sin duda alguna escaló a niveles
insospechados de violencia tal cual se dio a finales del mes pasado. El monopolio del
transporte público se vio amenazado desde la decisión de la Municipalidad de La Paz de
ofrecer un servicio de transporte público con los buses Puma Katari, cubriendo rutas
preestablecidas, a un precio razonable sin incurrir en “trameajes”. La ciudadanía paceña
mostró su preferencia por el sistema de transporte público del Municipio haciendo uso
legítimo de su derecho a la libre elección como consumidor del servicio, sin embargo, el
Transporte Público sindicalizado mostro su total rechazo al Municipio de La Paz
entorpeciendo la ampliación de nuevas rutas, conminando a desistir de esta medida
porque en su razonamiento se estaría atentando contra su derecho al trabajo. La lógica
del monopolio del oficio como conquista del “trabajador” por encima de las libertades
individuales del usuario, la institucionalidad pública y el acceso irrestricto al mercado
de oferta para nuevos proveedores de servicio.
Caso de Sindicatos Agrarios Campesinos (Chiquitania), la dotación de tierra en el área
rural pasa por una relación entre el Estado a través del Instituto Nacional de Reforma
Agraria y las comunidades campesinas. La territorialidad, la asociación tradicional de
familias unificadas por obligaciones y derechos comunales en torno a la posición
familiar-comunal son criterios particulares propios del sindicato agrario a diferencia
de otros tipos de sindicato. Sin embargo, el desastre de la Chiquitania da cuenta que la
otorgación de tierras priorizo a nuevos sindicatos campesinos conformados por colonos
ajenos al territorio que no comparten vínculo alguno entre sus miembros. A pesar de
ello la etiqueta de “sindicato” afín al partido de gobierno fue argumento suficiente para
pasar por alto las normativa departamental y municipal respecto al plan de uso de suelos
y disponer de territorio autónomo sin mayor resquemor.
En pocas palabras, el sindicato en Bolivia se ha constituido en una instancia de poder, con
capacidad de negociación e incidencia política, inmunidad y trato preferencial ante la
ley, pero sobre todo la consolidación de pequeños imperios comandados por
experimentadas dirigencias armadas de poder económico y el respaldo social
inconsciente de sus bases dispuestos a convulsionar su entorno de así ser necesario.
Gobiernos van y vienen, pero el poder del sindicato se impone.

Por: Carlos Armando Cardozo Lozada


Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Especialidad en Gestión del
Riesgo de Desastres y Adaptación al Cambio Climático, Presidente de Fundación Lozanía

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