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EL MODELO SE QUEDA SIN NAFTA

La fortaleza del modelo económico social comunitario productivo ideado por las mentes
maestras del Ministerio de Economía y Finanzas a la cabeza del ministro Luis Arce
Catacora se basa principalmente en la demanda interna, que, a juicio de sus creadores, se
mantiene dinámica en escenarios internacionales totalmente adversos como pasó
posterior al periodo de bonanza económica entre 2006-2014.
Sin embargo, la demanda interna pende de un hilo tal que el incentivo al consumo que
forma parte fundamental de una política clara y contundente, impulsar el consumo para
generar expectativa en los sectores productivos y dinamizar una suerte de ciclo
ininterrumpido de consumo-inversión. La receta no es más que una adaptación del
modelo Keynesiano donde el Gobierno cumple un rol muy importante en mantener
funcionando este gran engrane de mercado, la política de redistribución de la riqueza no
es más que una inyección de recursos a través de transferencias como los bonos, pero a
la vez una presión sobre el sistema financiero para mantener bajas las tasas de interés
pasivas (cajas de ahorro y depósitos a plazo fijo) con el único objetivo de desincentivar el
ahorro en las familias.
Facilitar el acceso a créditos fue un mecanismo complementario que priorizó fondos
destinados particularmente a fines productivos y de vivienda social.
El problema se hace notorio cuando la brecha entre los depósitos y créditos se hace cada
vez más estrecha, así lo señalan tanto Jaime Dunn como Juan Antonio Morales (“La
brecha entre depósitos y créditos cae a su mínimo nivel”, Lidia Mamani publicado 12 de
septiembre de 2019, diario Página Siete) que sostienen que la cartera de créditos está
creciendo a ritmos superiores a los de la cartera de depósitos desencadenando que el
sistema financiero este perdiendo liquidez.
De acuerdo a datos del Banco Central de Bolivia, las tasas de interés pasivas reales entre
el año 2006 y 2018 fueron negativas para cajas de ahorro, es decir restando el efecto de
la inflación, esta situación da cuenta que las tasas de interés nominales ofrecidas por el
sistema bancario fueron menores al efecto inflación en la economía boliviana.
Los depósitos a plazo fijo en el mismo periodo presentaron un comportamiento similar al
de las cajas de ahorro, teniendo el año 2018 un único registro positivo (0,42%). Tomando
en cuenta que la economía se ha “bolivianizado” es decir se ha mantenido un tipo de
cambio fijo que ha permitido apreciar de forma artificial la moneda nacional frente al
dólar americano, la política económica postulada por el actual gobierno no se ha
traducido en materia de ahorro e inversión de los bolivianos en los limitados activos
financieros disponibles en la banca comercial en moneda nacional.
Según datos de la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (ASFI) mientras la
cartera de depósitos creció a un ritmo interanual de 15,10% la cartera de créditos
agregada lo hizo en un promedio de 15,38%, esta diferencia de -0,28% vendría a ser una
brecha entre el crecimiento de captaciones de capital frente a las colocaciones
crediticias.
Ahora bien, si comparamos el ritmo de crecimiento porcentual anual de la cartera de
depósitos específicamente frente a los créditos productivos y de vivienda social, la
brecha de crecimiento anual promedio se profundiza (-6.14% y -6,53% respectivamente).
Haciendo uso de estos mismos datos es posible calcular el índice de cobertura de la
cartera de créditos a partir de la cartera de depósitos, en el periodo 2010-2018 se tuvo
un incremento de este índice partiendo de un 0,75 hasta llegar a un 0,98. El índice de
cobertura da cuenta de que por cada 1 Bs. depositado se coloca 0,98 Bs en créditos de
distinta índole.
Para corroborar estos datos se apeló a datos del Banco Central de Bolivia los cuales
arrojaron resultados similares, durante el periodo 2010-2018 el índice de cobertura paso
de un 0,79 a 1,01. Nuevamente el índice de cobertura determina que por cada 1 Bs.
depositado se coloca 1,01 Bs. en créditos de distinta índole.
En términos absolutos la brecha al año 2018 según datos de la ASFI presenta un saldo
positivo de liquidez en torno a 8.801 millones de bolivianos, mientras que los datos del
Banco Central de Bolivia dan cuenta de un déficit de liquidez por 925,54 millones de
bolivianos.
La realidad demuestra que el modelo económico productivo social comunitario ignora la
importancia del ahorro como mecanismo indispensable para la generación de capital,
mismo que viabiliza inversiones a un costo acorde a las necesidades de liquidez de cada
entidad financiera. El solo hecho de promover el consumo a través de créditos con tasas
preferenciales impuestas por el Estado en desmedro del ahorro, genera un enorme hueco
financiero que no puede ser sostenido de manera indefinida.
José Gabriel Espinoza y Germán Molina, economistas consultados por el diario Los
Tiempos (“Los depósitos se ralentizan, la mora sube y ven agotado el modelo de
crecimiento” publicado el 05 de octubre del presente por Josué Hinojosa) acotan que el
índice de mora sumado a la ralentización de los depósitos y una normativa flexible
referida a la reprogramación de deudas, se constituyen en claros indicadores que
evidencian la fragilidad del modelo económico apoyado en la demanda interna. La mora
en el periodo 2010-2019 si bien registró una reducción de 2,1% (2010) a 1,6% (2011) este
indicador fue incrementándose significativamente hasta recuperar un nivel de mora
cercano a la inicial (2% hasta agosto de 2019).
En definitiva, el riesgo es real y la preocupación debería trascender a la sociedad en su
conjunto a puertas de las elecciones presidenciales. Tomen en cuenta que podrán darle 5
años más de vida política al actual gobierno, pero no así 5 años más a su controversial
modelo.
Por: Carlos Armando Cardozo Lozada
Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Especialidad en Gestión del
Riesgo de Desastres y Adaptación al Cambio Climático, Presidente de Fundación Lozanía

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