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LA ERA DE LA HIPER MODERNIDAD

Cuando un filósofo reúne en una conferencia a tanta gente como una estrella
del rock, hay que preguntarse qué tiene ese señor para atraer a tanto público
mayoritariamente joven, como sucedió en el patio central de la Facultad de
Filosofía y Letras de la UBA.

El filósofo es Gilles Lipovetzky, quien pasó días atrás por la Argentina para
hablar del consumo y el bienestar en la sociedad contemporánea, pero hizo
mucho más: opinó sobre la moda, del consumo, de los excesos y del
comportamiento de los seres humanos frente a todos los estímulos posibles.
Digamos, en principio, que tiene aspecto de boxeador de peso mediano, y que
camina moviendo los hombros como un peleador callejero, llevando primero el
hombro izquierdo hacia adelante, y luego el izquierdo; sólo sus anteojos con
marco de metal le conceden un aire más o menos intelectual. Luego, vamos a
sus afirmaciones:

“Hasta los años ’50, e incluso hasta los ’60, el mundo ofrecía opciones, modelos
y contramodelos. En política, la dicotomía era el Occidente democrático y el
comunismo. Pero ahora vivimos en un mundo en el que han caído los
contramodelos, y los sistemas tienden a ser cada vez más abiertos, con mayor
libertad y movilidad. No sé si es bueno o malo, pero sí que implica una falta
absoluta de estabilidad y que eso produce ansiedad en las personas. Porque el
quiebre de grandes proyectos políticos y el fracaso de ideales revolucionarios,
llevaron al nacimiento de un nuevo tipo de sociedad individualista, centrada en
la vida presente, una sociedad que privilegia el consumo y el hedonismo”.

“Sin embargo, no es verdad que en nuestra época se acabaron las ideas y la


grandes utopías. Las utopías (un mundo perfecto y libre y feliz) siguen en pie.
Es obvio que es difícil acceder a ese tipo de mundo”. “Porque ni siquiera en
nombre de la libertad podemos prescindir del Estado, porque de hacerlo,
equivaldría a volver a la barbarie”.
“Las libertades conquistadas por el hombre moderno incluyen entonces, las
preocupaciones. En este siglo XXI, el hombre busca su satisfacción en el
consumo, pero no lo puede disfrutar plenamente, porque le pesa una enorme
ansiedad sobre el futuro, debido a las crisis económicas, a la amenaza del
desempleo, a la inseguridad, y al temor a enfermarse”.
“Otra de las cuestiones es la de la construcción de un tiempo personal. Esa
construcción es personal gracias a aparatos como el teléfono celular, Internet y
los transportes rápidos. Pero hay contradicciones innegables: la gente ocupada
e integrada a la sociedad no tiene tiempo, y los desocupados tienen demasiado
tiempo”.
“No creo en la posmodernidad sino en la hipermodernidad, que es una suerte
de fuga hacia adelante, en donde todo es exceso. Y aunque parezca
contradictorio, es un exceso asentado en tres principios: los derechos humanos
(no todos entienden esta cuestión del mismo modo); la lógica del mercado
(vendedor y consumidor), y la lógica tecnocientífica, cuestionable en algunos

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casos: Internet es una gran herramienta de cultura, pero... ¿Sabían que en
Internet hay más de tres mil sitios dedicados a la pornografía?”

“La idea de la posmodernidad entusiasmó a todo el mundo, incluyéndome,


porque sentíamos que aparecía un nuevo tipo de sociedad, más abierta, más
libre, menos rígida y más hedonista, más propicia para todo tipo de placeres”.
“Pero lo que vino, lo que estamos viviendo, es repito, la hiper modernidad.
Todo en nuestra sociedad es hiper: hiper capitalismo, hiper terrorismo, hiper
potencia, hiper individualismo, hiper mercado e hiper consumo”.
“ ¿Si me gusta el tipo de vida que estamos viviendo? Yo no dije eso. Me limito a
señalar que ocurre”.
“Hiper modernidad implica, inevitablemente, excesos, crecimiento fuera de los
límites”.
“¿Qué ejemplos puedo dar? La clonación de seres humanos; la biotecnología;
las cirugías estéticas innecesarias; la conquista del espacio; los grandes centros
comerciales, que son verdaderas ciudades; el turismo compulsivo y tan veloz
que impide apreciar lo que se ve; el uso creciente de drogas, incluidas hasta en
el deporte; los deportes extremos; la obesidad (emblema de la hiper sociedad),
la anorexia, la bulimia y las adicciones de todo tipo”.
“De un modo paradojal, en esta sociedad hiper consumista, la espiritualidad ha
vuelto a estar de moda, y mucha gente regresa a las religiones, y el amor sigue
siendo el fundamento de la pareja, la amistad sigue siendo un valor importante
y mucha gente, aspira a tener una vida equilibrada”.

En “La tercera mujer”, libro que batió récords de venta (FEMINISMO, ESTATUS
y SEDUCCION), Lipovetzky plantea la diferencia entre la mujer en la Edad
Media (supuestamente sometida, encerrada en su casa, y contenta de esa
situación), la feminista de los años ’60 (la que llevó a un humorista a decir que
“una feminista es una mujer que es todo un hombre”), y la tercera, es decir,
aquella que estudia, trabaja y no rechaza sino que celebra, la diferencia entre
los sexos, se comporta de igual a igual con el varón y compite con él, sin ser
por ello, su enemiga.

Sobre la seducción, afirma que “hay placer en la ropa, y también existe el


placer del exhibicionismo, porque con ciertas ropas, las personas no sólo
muestran su estatus sino también sus formas. Y eso forma parte del placer de
la seducción”. Lipovetzky no es, por supuesto, el pensador favorito de las
feministas.

“Para muchos, la vida actual es un ‘carpe diem’, es decir, el deseo de goce


ahora, el culto a los placeres ahora”.

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