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“La depresión es un gran disgusto con la vida o, mejor, es un pulso con la vida”
Los que sufrimos de depresión nos toca en suerte esa enfermedad como a otros les
toca el cáncer. Me parece grave que este término se utilice para referirse a estados
de ánimo fluctuantes. Es muy normal que los seres humanos seamos así, un poco
ciclotímicos, solo que cuando los picos son para arriba y para abajo, pues ahí está
grave la cosa. Por eso me da mucho coraje que haya personas que usen esa palabra,
no para referirse a un estado de verdad clínico, sino a una cosa pasajera. Ay, qué
depresión. No. No dejen caer esa palabra por ahí, porque es necesaria para estos
seres que sufrimos de depresión. Me da coraje también que no pueda hablar de esto
y que sea tomado en serio. Me parece que lo que más ayuda es aceptarlo y poder
hablarlo a calzón quitado, sin vergüenza. No entiendo por qué tenemos que
avergonzarnos de nuestras enfermedades mentales si no nos avergonzamos de una
enfermedad. Es una enfermedad y quienes la padecemos no somos culpables, pero
sí somos responsables de lo que tenemos que hacer, que es buscar ayuda
profesional.
“La depresión es una adicción del ego, como todas las adicciones”.
La depresión tiene que ver con el ego. Yo me he dado cuenta de que el ego es como
una falsa fortaleza. Eso de ser fuerte, ser líder, eso también genera mella en las
personas. El deber ser. ‘Tu no te quiebras’, y uno si se quiebra. Vaya ayude a alguien,
cuide a alguien enfermo, a alguien solo. Salirse de uno ayuda a dejar de rumiar.
Porque la depresión lo que genera químicamente es como un disco rayado. Pensar
demasiado puntual y específico cansa mucho. Yo creo que hay relación entre estas
enfermedades y las adicciones. A la comida a las personas a muchas cosas. Esas
tendencias tienen que ver con calmar la ansiedad. Tenemos un alto desarrollo
intelectual pero una paupérrima educación emocional y eso es lo que tenemos que
trabajar.
Cuando uno está deprimido el poco sentido que uno le puede poner a la vida es
bañarse, lavarse los dientes, ir a caminar. Vayan a visitar a las personas que están
deprimidas, incluso contra la voluntad de sus papás y contra la del enfermo. Yo a
veces les decía a mis papás “no quiero que me vean así”. Eso sucede porque
personas que me quieren mucho me decían “No te quiero ver así”. ¿Y yo qué puedo
hacer para que tu no me veas así? Pues, no me veas. En cambio que a uno le digan
“te quiero así como eres, esa también eres tú”, es aceptar y eso ayuda a pasar los
baches.
“Presiento que esta pequeña locura de amor por un perro (Primo) es lo único
que va a salvarme de mi y de mis ganas de morirme antes de tiempo”.
“Me han preguntado muchas veces qué me ha salvado de dar el último paso,
qué me mantiene viva”.
Quienes no han tenido estas ideas suicidas de verdad calándole en el cuerpo creen
que son amenazas, pero en realidad no lo son. Son alertas, pedidos de ayuda. Lo
primero que tiene que hacer una persona es manifestarla y nadie debería tomarse a
la ligera que alguien le cuente qué está pensando en morirse. A mí me sirvió mucho
posponer la idea de suicidarme. Está determinado que me voy a morir. Perfecto. Y
luego decía: Mañana. Y creo que las personas que están alrededor de uno no pueden
sacarlo a uno de la idea de morirse y de que la vida no tiene sentido y que todo esta
mal, pero si pueden decir “listo, pero todas las decisiones en la vida pueden
demorarse 24 horas”. Entonces el tema de posponer es un gran gancho de ayuda
inmediato. Por otro lado, yo creo que hablar ya puntualmente de cómo uno lo está
planeando y decírselo a otra persona ayuda a uno a darse cuenta de que no es tan
fácil. Hablar cura, hablar previene.
"La depresión será la mayor causa de discapacidad"
Yo no creo que la vida tenga un sentido que sea asible por el cerebro humano, pero
estoy segura de que la vida tiene un sentido más allá del que puede percibir el ser
humano. Cuando uno está a punto de suicidarse, porque yo he estado ahí en el borde,
hay 50 por ciento de tu cabeza que quiere morirse y el otro 50 que quiere vivir. Y ese
50 50 es lo que hace que valga la pena pensarlo por lo menos. La idea de no querer
estar vivo es muy diferente a la idea de matarse. No tenemos ni idea qué pasa
después. Quién dijo que es apague y vámonos. Qué tal que vengamos a este plano
y tengamos que atravesar un río y viene un rápido y me dejo morir y lo que pasa es
que volvemos al principio del río. Qué tal que sea volver a empezar. Harto, ¿no? Eso
para mí fue clave. No es por el cielo ni el infierno, ni el pecado, ni el castigo, sino
porque algún sentido debe tener esto y a veces se nos escapa. Eso no quiere decir
que no lo siga teniendo.
“Quieres morirte pero no te atreves. No quieres vivir más. Luego te das cuenta
de que en esa oración hacen falta tres letras que cambian todo el sentido de la
vida y la muerte. NO quieres vivir más así”.
Todas las situaciones de la vida son transitorias y la muerte es una solución definitiva
a un estado transitorio. Porque cuando uno está deprimido siente que está estancado
y ya no hay salida. Pero lo cierto es que mientras uno esté respirando las cosas están
transformándose. El abuelo de una amiga decía que toda situación es susceptible de
empeorar. Para los que no son tan optimistas ese es un buen leitmotif
Qué es lo que viene antes y después de cada depresión: una pérdida afectiva,
un rechazo laboral, una decisión en falso, una fuga geográfica, un cambio
abrupto…”
Mi diagnóstico fue depresión pero tuve que mirar qué pasaba antes de la depresión
porque yo subía mucho pero no lo suficiente para tener un pico de manía. Mis manías
eran de corte “voy a ser mamá soltera”, “me voy a casar y voy a ser una ama de casa”.
Eran cosas que para alguien normal no serían cuestionables, pero quienes me
conocen dirían “tiene fiebre”. Uno debe entender cuándo está tratando de complacer
al mundo o cuándo necesita el foco de atención, ser el centro del universo. Entre más
altas esas subidas, más bajo llega uno. Hay que ayudarse con medicamento yoga,
cosas espirituales para poder ir en una marea tranquila.
Las primeras veces que me incapacitaron porque me daba pánico hacer cosas que
sabían hacer muy bien, o cuando me tocó retirarme del trabajo yo decía mentiras.
Que estaba con anemia, decía. Me daba susto. Y poco a poco fui entendiendo que
entre más lo negara y me resistiera más complicado iba a ser e iba a pegarme de
rebote. Al contarlo todo, está bueno aprender recibir críticas como las adulaciones de
manera muy tranquila y neutral.
Si llevan un mes sin ánimos para nada, para hacer cosas que normalmente eran
fáciles, no les llama atención lo que antes les causaba placer, cuando hay apatía es
porque algo está mal. La depresión no es estar triste. La tristeza es cuando a uno le
hacen falta cosas y es sana, hay que abrazarla; cuando uno está deprimido no le hace
falta nada. Ahí es donde debe decir “algo está mal”. Uno debe ir al psiquiatra o al
psicólogo incluso de manera preventiva para conocerse más. No estoy curada por
haber escrito este libro, seguramente cuando venga la depresión de nuevo voy a tener
que afrontarla, pero por lo menos ya tengo claro que cuando tengan ideas suicidas
es porque hay un mal funcionamiento de mi cabeza, de mis neuronas, que no están
haciendo la sinapsis como es y uno tiene que confiar más en lo que está afuera.
“Si una sola persona que sufre de depresión y está pensando en matarse
reconsidera la idea de quitarse la vida a leer estas páginas, yo me habré salvado
también”.
Luché con mi propio estigma. Mi primera depresión fue a los 28 años. Y solo hasta
hoy que tengo 41 me di a la tarea de abrirme por completo, fue proceso progresivo,
primero a un círculo, después a otro, después dije “si uno puede ayudar a otro a
decirle usted no está solo en esta vuelta’, por qué guardárselo. ¿Por ego?
¿Reputación? Pues, que no me vuelvan a contratar. Si a mí me dicen que este libro
le salvó la vida a alguien me doy por bien servida.