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Abad Sauniere...

y la Tumba de Jesús

La tradición cristiana relaciona a María Magdalena con las Marías del Mar (María
Salomé, María Jacobea y la Virgen)que habrían venido de Palestina con Sara, su criada,
con una barca sin velas ni timón. Las acompañaba Lázaro y José de Arimatea que llevaba
consigo el Grial. Una vez llegados a Provenza, María Magdalena y Lázaro se habrían ido
hacia Marsella.

Más tarde, María Magdalena se retiró al macizo de la Santa Gruta, cerca de Aix-en-
Provence en donde se dice que varias veces al día aparecían unos ángeles que se la
llevaban a la cima de la montaña para que orase, hasta que un día sintiendo que la muerte
se acercaba, Magdalena se acerco a la ciudad cercana, hasta Saint Maximin en donde hoy
se eleva una basílica dedicado a la santa y que hoy recoge su cráneo, donde murió.

Todos estos lugares fueron recorridos por el abate Saunière que, al parecer reparó un
detalle que bien podía ser la clave de su búsqueda. Se representa a María Magdalena en
una gruta junto a una cruz de madera mal podada, verde. Volvemos a encontrar esa cruz
de madera verde en el cuadro de María Magdalena en la capilla de los Lupé en el Pilat.

Y otra vez en el bajorrelieve bajo el altar mayor en Rennes-le-Château y en la Cartuja de


Santa Cruz. En todos estos casos encontramos una cruz de madera de oliva muy verde,
mal cortada, muy alejada de la cruz obra de un de carpintero.
Para el investigador André Douzet, la cosa está clara:

“La madera verde simboliza la vida, la flexibilidad, la renovación en ningún caso la


muerte. Si hubieran querido simbolizar la resurrección, en este caso la iglesia posee otro
simbolismo que es el brote”

En opinión de este historiador, la madera verde simboliza la vida porque nunca se produjo
la muerte, es una clave: Jesucristo no murió en la cruz y por eso no pudo resucitar.

Policarpe de la Riviere, prior de la Cartuja de Santa Cruz a principios del s. XVII, había
descubierto esto mismo casi tres siglos antes que el abate Saunière. De la Riviere recoge
en sus manuscritos que un día descubrió el secreto de Santa Cruz gracias a la sombra de
una estatua que le señalaba algo en el suelo. A partir de ahí su vida cambiará radicalmente
y no cesa hasta conseguir ser nombrado prior de la Cartuja de Bonpase, muy cerca de
Avignon que era una de las posesiones templarias entregadas a órdenes religiosas, en
particular a los cartujos. Ahí pudo Policarpe de la Riviere tener acceso a otros elementos
de esta trama que pudieran haber estado en poder de los templarios.

Un día De la Riviere anuncia que está escribiendo una obra en varios volúmenes en la
que explica la verdadera historia de la iglesia y de la realeza francesa. Roma envía
superiores para convencer a Policarpe de la Riviere que desista de su empeño. ¿Por qué?
Sólo cabe una explicación: la Iglesia católica se siente seriamente amenazada. Policarpe
es expulsado de la orden y sus documentos incautados. Policarpe de la Riviere ha de huir
y desaparece con un secreto que no revelará nunca.

Hacia 1960, dos documentos que habrían sido encontrados por el abate Saunière en su
iglesia ven de nuevo la luz. El marqués Philippe de Cherisey y Pierre Plantard de
Saintclair (quédense con este último apellido) se los entregan a un periodista: Gerard de
Sede, autor, entre otras obras de El Oro de Rennes, que lo publica.

Al parecer son fragmentos de los evangelios copiados de viejos pergaminos. Están en


clave. Puede verse que algunas letras están ligeramente desplazadas.

Si se unen, forman el mensaje:

“De Dagoberto II, rey y de Sion es este tesoro. Y es la muerte”

Saunière habría descubierto su tumba, quizás su tesoro y posiblemente pruebas acerca de


su origen y su descendencia. Pruebas que pondrían en entredicho no solamente la
legitimidad de los reyes de Francia sino, incluso, la legitimidad de la propia iglesia de
Roma como depositaria del auténtico mensaje de Cristo.

Pero ¿Quiénes eran los


merovingios y quien era Dagoberto II? Dagoberto II es uno de los últimos reyes
Merovingios. La dinastía merovingia procede de los sicambros, una tribu germánica
conocida por su nombre genérico: los “francos”.

Los reyes merovingios reinaron sobre un vasto territorio que hoy estaría comprendido
entre Francia y Alemania. Se trata de una época históricamente oscura, si bien no deja de
haber investigadores que opinan que la Iglesia, poseedora de todos los recursos culturales
de la época, se encargó de oscurecerla y sumirla en un mar de tinieblas.

Los merovingios reciben su nombre de Meroveus, una figura mítica cuyo nombre evoca
la palabra “madre” y “mar”. Cuenta la leyenda que Meroveo fue hijo de dos padres.
Cuando su madre estaba ya embarazada de su esposo el rey Clodión, se fue a nadar. En
el mar fue seducida por una criatura marina enviada por Neptuno. Esta criatura fecundo
a la dama por segunda vez y de ella nacería Meroveo que llevaría en sus venas la mezcla
de dos sangres: la del rey Clodión y la de la misteriosa criatura marina.

Como bien saben las leyendas suelen ser relatos deformados con algunos ingredientes
sacados de la realidad. En otras ocasiones, las leyendas, más que oponerse a los hechos
históricos, indican el camino a seguir para poder hallar la evidencia. Claro que es preciso
saber leer su contenido simbólico. En este caso, lo que la leyenda, el mito, podría indicar
es algún tipo de matrimonio entre parientes, una mezcla de linajes dinásticos en virtud
del cual los francos pasaron a ser aliados de otro pueblo, posiblemente llegado por mar.
Se dice que los reyes merovingios adeptos al esoterismo y el ocultismo. Iniciados en
arcanos secretos eran conocidos como los “reyes brujos”. Se les atribuye la capacidad de
curar con las manos o la de comunicarse a través del pensamiento o tener la posibilidad
de conocer el porvenir. Dice la leyenda que los reyes merovingios eran fácilmente
identificables porque llevaban sobre el corazón una especie de mancha que atestiguaba
su sangre semidivina.

Tal vez por esto se les tenía por reyes-sacerdotes, encarnaciones de los dioses. Es muy
curioso porque se han encontrado cráneos identificados como de reyes merovingios que
muestran en la coronilla una incisión o especie de agujero ritual. Curiosamente, este tipo
de incisiones se encuentran también en los cráneos de sumos sacerdotes de los primeros
tiempos del budismo. Este caso, el objeto de la incisión era permitir que el alma escapara
del cuerpo en el momento de la muerte y poder entrar en contacto con la divinidad.

No existen fuentes históricas fiables que nos permitan conocer mejor el origen de los
merovingios pero ellos mismos afirmaban ser descendientes de Noé al que consideraban
fuente de toda la sabiduría bíblica. Algunos historiadores han creído localizar el origen
de los merovingios en la antigua Grecia, en una región conocida como la Arcadia
(¡Atención: ET IN ARCADIA EGO!). En una época indeterminada, cercana al inicio de
la era cristiana, emigraron hacia las tierras fértiles del Danubio, subieron por el Rhin y se
instalaron finalmente en lo que sería actualmente el oeste de Alemania. Los propios
merovingios sostenían que eran descendientes directos de los habitantes de la antigua
Troya.

A principios del siglo V los sicambros, antepasados directos de los merovingios, cruzan
el Rhin y entran en la Galia y se establecen en lo que hoy es el norte de Francia y Bélgica.
No se trató de una irrupción violenta ni mucho menos. Al contrario, se fueron integrando
con la civilización romana, adoptando sus costumbres. Algunos de ellos llegaron a ser
altos oficiales del imperio e, incluso, cónsules de Roma. Cuando en el s. V se produjo el
colapso del imperio Romano, los sicambros llenaron ese vacío.

Dagoberto II nació en el 651 fue hijo del rey Clodoveo. Cuando murió su padre en el 656,
contando él apenas 5 años, vivió una experiencia más propia de un relato medieval o de
una fabulosa leyenda que de la realidad. Digamos que en 671 Dagoberto contrajo
matrimonio con Giselle de Razès, hija del conde de Razès y sobrina del rey de los
visigodos, fundiéndose así la estirpe merovingia con la visigoda. Según la documentación
histórica, el matrimonio se celebró en Rhedae o sea, la actual Rennes-le-Château. Parece
ser que la ceremonia se celebró en la entonces Iglesia de la Madeleine, estructura sobre
la que posteriormente se erigiría la iglesia del abate Saunière en donde se hallarían los
manuscritos de los que hemos hablado más arriba.

En 679 Dagoberto II es asesinado y oficialmente con él termina la estirpe merovingia. Sin


embargo, según unos documentos atribuidos al Priorato de Sion, la estirpe merovingia
sobrevivió y siguió hasta nuestros días a partir del infante Sigisberto IV hijo de Dagoberto
y Giselle de Razès.

Es muy curioso comprobar cómo hasta el s. XVII no aparecen crónicas relativas a


Dagoberto. Se tiene la sensación de que durante la Edad Media hubo un intento
sistemático por parte de la iglesia de borrar toda referencia a Dagoberto II. ¿Por qué? Los
especialistas consideran que el principal motivo es que negando la existencia de
Dagoberto, también se niega la posibilidad de que tuviera descendencia y de que ésta
hubiera llegado hasta nuestros días. El motivo de tal actitud se derivaría del hecho de que
los descendientes merovingios representaban algún tipo muy serio de amenaza para la
institución eclesiástica

Sigisberto IV, al morir su padre fue llevado por su hermana a Languedoc llegando allí en
681 y adoptando los títulos de Duque de Razès y Conde de Rhedae. También se dice que
adopto el apellido o apodo Plant-Ard. Algunos historiadores creen que la dinastía
merovingia no se extinguió aquí y que, según las crónicas, Godofredo de Bouillon sería
el descendiente directo de esa estirpe merovingia, de Dagoberto II y Sigisberto IV,
emparentada con los descendientes de Jesús. Fue Godofredo el héroe de la primera
cruzada, quien arrebató Jerusalén a los sarracenos y quien rescato el santo sepulcro de los
infieles. Con esta información en nuestras manos, las cruzadas cobran un sentido y un
significado que no tenían hasta ahora. Godofredo no sería sólo el Duque de Lorena, sino
el rey legitimo, descendiente de la estirpe perdida de los merovingios. Y si Godofredo de
Bouillon era descendiente de Jesús, la I Cruzada entrañaría recuperar lo que
legítimamente era suyo

Es revelador que estos pergaminos llevan una firma “P-S” la misma que hallamos en la
tumba de la marquesa de Opoul. P-S: Priorato de Sión, una sociedad secreta creada para
proteger la estirpe de los merovingios. Pierre Plantard afirmaba ser el gran Maestre de la
Sociedad y descendiente directo de la estirpe merovingia, afirmaciones sin embargo que
no hallan apoyo documental alguno.

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