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Textos y

documentos
de época
medieval
(Análisis y comentario)
Emilio Mitre Fernández
Textos y
documentos
de época
medieval
(Análisis y comentario)
Nueva edición, revisada

EditorialAriel,Barcelona
S.A.
Diseño cubierta: Vicente Morales
1.“ edición: 1992
1." edición, revisada, en col. Practicum:
septiembre 1998
© 1992 y 1998: Emilio Mitre Fernández
Derechos exclusivos de edición en español
reservados para todo el mundo:
© 1992 y 1998: Editorial Ariel, S. A.
Córcega, 270 08008 Barcelona
ISBN: 84-344-2827-X
Depósito legal: B. 35.887 - 1998
Impreso en España
PRESENTACIÓN
El presente trabajo no pretende ser una alternativa a las
obras de síntesis o de sentido más o menos monográfico de
las que se vale el profesor de Historia para ejercer su labor
docente. Se trata, sí, de un complemento de todo punto ya
imprescindible, como los mapas históricos, las gráficas,
diapositivas, etc., cuyo uso, desde hace años, ha supuesto
una importante renovación científica y metodológica en los
medios académicos.
En la elaboración de esta obra hemos tenido en cuenta
algunas pautas.
En primer lugar, ofrecemos unos criterios orientativos
que permiten la clasificación, análisis y comentario de tex­
tos y documentos. Queremos con ello ofrecer algo más que
una propuesta teórica, ya que estas normas generales van
refrendadas por una aplicación práctica a varios modelos
analizados y comentados extensamente al inicio de cada
uno de los capítulos de esta obra.
El corpus de documentos que hemos recogido pretende
dar una panorámica «en vivo» de la marcha de la Historia a
lo largo de más de un milenio: desde la crisis del Imperio
romano hasta los grandes descubrimientos geográficos de
los inicios de la Modernidad. Se ha procurado que estén
presentes todas las dimensiones del saber histórico: vida
política e institucional, transformaciones sociales y econó­
micas, actividades culturales, religiosidad, etc. Somos cons­
cientes del sentido eminentemente eurocéntrico que tiene
esta obra. Con ello no hemos hecho más que acomodarnos
a lo que son en la actualidad las líneas docentes y de investi­
gación dominantes en el panorama académico español.
La selección de textos va enmarcada orgánicamente
8 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
dentro del proceso histórico por una serie de breves comen­
tarios introductorios que proporcionan a cada bloque de
textos una localización cronológica y temática precisa.
La obra en general, cada uno de sus cuatro capítulos,
cada texto seleccionado para comentario y cada bloque
de textos van acompañados de una selección de títulos de
obras acopladas a las correspondientes necesidades. Se
desea con ello que este libro sea algo más que un frío enca­
denamiento de testimonios escritos guiados por una
secuencia puramente cronológica. Se ha querido, también,
poner al alcance del lector una información bibliográfica lo
más útil posible para acometer con la debida solvencia los
correspondientes comentarios.
Bajo el título de Análisis y comentario de textos históri­
cos (I) Edad Antigua y Media, la Editorial Alhambra publicó
en 1979 una antología cuya segunda parte estaba integrada,
en buena medida, por los textos recogidos aquí. Aquella
obra fue objeto, hasta 1988, de cinco reimpresiones, mues­
tra evidente de la demanda de este tipo de trabajos en los
medios académicos. En 1990 se consideró conveniente por
parte de los autores una revisión a fondo del original con
vistas a introducir una serie de mejoras. Acometida la tarea
y cuando ya se habían corregido pruebas de imprenta, la
nueva firma editorial (Alhambra Longman) consideró con­
veniente no seguir adelante e incluso retirar del mercado la
obra «por no cumplir con los niveles de rentabilidad exigi­
dos por la empresa»...
No hubo de transcurrir mucho tiempo para que la Edi­
torial Ariel manifestara su interés por tomar el relevo y
hacerse cargo de la parte correspondiente a Historia Medie­
val. Hemos mantenido las líneas generales de la edición de
1979 aunque incluyendo ciertas mejoras. La más importan­
te, el incremento considerable del número de textos —en
torno a un 25 %— para cubrir con ello lo que pensábamos
eran lagunas más llamativas, tanto cuantitativas como cua­
litativas. Hemos incluido también en los apartados de
bibliografía algunas de las obras aparecidas en el mercado
en los últimos doce años. Siguiendo los mismos criterios de
antaño hemos limitado drásticamente los títulos de artícu­
PRESENTACIÓN 9
los de revistas y monografías muy especializadas. Aparte
del difícil acceso a muchas de ellas, la naturaleza de este
libro y el público al que mayoritariamente va dirigido
—profesores y alumnos de primeros cursos de licenciaturas
de Letras— hacen poco operativa la sobrecarga de referen­
cias bibliográficas.
Confiamos que en los medios docentes españoles esta
obra cumpla dos de los objetivos asignados a la Historia: el
de los autores del Medievo —paliar mediante la escritu­
ra de los hechos del pasado la flaqueza de la memoria del
hombre— y el de los investigadores actuales en su lucha
por un conocimiento científicamente elaborado del pasado
humano.
E m ilio M itr e F ern ández
Madrid, febrero de 1992
I n t r o d u c c ió n
NORMAS GENERALES
PARA EL COMENTARIO DE TEXTOS
DE LA EDAD MEDIA
Para el análisis de textos de la época Medieval —al igual
que para las restantes edades de la Historia— no existen
unas normas concretas aunque, en todo caso, siempre hay
que tener en cuenta un factor de entrada: el de la lejanía
cronológica. Circunstancia que siempre ha de pesar a la
hora de establecer posibles valoraciones.
Aun a riesgo de incurrir en lo tópico, la condición más
elemental para enfrentarse con el comentario de un texto
consiste en disponer de unos conocimientos concretos
sobre la época o la temática a la que dicho texto haga refe­
rencia. En caso contrario se correrá el peligro de convertir
el análisis del fragmento en cuestión en mera paráfrasis. La
bibliografía general que se recoge en las páginas siguientes
puede servir de elemento básico de introducción. La de
carácter más particular, incluida en cada uno de los capítu­
los y epígrafes, servirá para profundizar —sin pretender
movernos a nivel de especialistas— en la problemática con­
creta que cada texto puede reflejar.
Sin ánimo de dar la fórmula definitiva para que el lector
acometa el comentario de todo tipo de documentos del
Medievo, recogemos algunas normas de carácter puramen­
te indicativo a las que puede recurrirse. Algunos análisis
podrán ajustarse totalmente a este esquema. Otros, quizá
sólo de forma parcial. Y habrá algunos —e incluso
muchos— que requieran un tratamiento especial. En cual­
quier caso —reiteramos—, la formación histórica del lector
y una imaginación bien enfocada son instrumentos básicos
para la comprensión de la Historia en sus testimonios escri­
tos. Eso es, a fin de cuentas, lo que una antología de textos
históricos ha de perseguir.
14 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Siguiendo las indicaciones de obras semejantes a la que
ahora emprendemos, y las experiencias acumuladas a lo
largo de bastantes años de labor docente, cabe decir que
tales normas pueden escalonarse de acuerdo con el siguien­
te criterio:

I. Naturaleza del texto en función de los aspectos


externos más elocuentes
El Medievo tiene sus particulares fuentes escritas. El lec­
tor puede, en un primer momento, indicar en qué categoría
puede incluirse el texto a comentar: narrativa (la más clási­
ca), legislativa, acta-diploma de tipo cancilleresco, fiscal,
literaria, polémica-política, etc. Puede suceder que un docu­
mento participe de dos o más características. Por ejemplo,
una crónica (documento narrativo por excelencia) en algu­
no de cuyos pasajes se incluyan interesantes referencias de
tipo económico. Véase, por ejemplo, el texto número 60.
A continuación puede procederse a indicar el lugar de
origen del documento y la datación crónica a la que hace refe­
rencia. En este segundo extremo hay que tener en cuenta
los particulares cómputos seguidos en la época Medieval,
que distan mucho de ser uniformes: v.g., datación por la
Era Hispánica. En este caso habrá que restar treinta y ocho
años a la fecha indicada en el texto a fin de ubicarlo en el
momento acorde con los cómputos modernos. Véase, por
ejemplo, el documento número 71.
En último término cabe hacer alguna referencia al estilo
en que va redactado el texto: apologético o denigratorio;
cancilleresco o coloquial... En algunos casos, los giros lin­
güísticos pueden sernos de gran utilidad para determinar el
área en la que el texto ha sido redactado.

II. Resumen del texto


En esta segunda fase se procederá a una sinopsis del tex­
to, en la que se recogerán los elementos más significativos,
INTRODUCCIÓN 15
sin olvidar ningún dato importante. Se trata de una tarea de
mayor interés que el aparente, ya que a través de ella el lec­
tor puede familiarizarse con la técnica para la ulterior ela­
boración de sus ficheros de investigador.

III. Entorno histórico que refleja el texto


Salimos ahora del análisis puramente externo para
entrar en cuestiones de fondo. Habrá que centrarse, por
tanto, en el momento o fenómeno histórico al que el docu­
mento hace referencia. Ya hemos indicado la necesidad de
huir del comentario que se reduzca a repetir con distintas
palabras las mismas ideas recogidas en el texto.
Pero también hay que evitar caer en el extremo contra­
rio: el de narrar con todo lujo de detalles —algunos, sin
duda, superfluos— cómo fue la época a la que el documen­
to se refiere. Por ejemplo, si se analiza un texto referido a
las cruzadas —el número 54— no hay que caer en la tenta­
ción de exponer cómo fueron todas y cada una de las expe­
diciones a Tierra Santa. Habrá que centrarse en el fenóme­
no cruzadista a través de los aspectos que el texto refleje: su
dimensión política y el asentamiento de los occidentales en
Palestina en la plenitud del Medievo.
Por todo ello, el análisis de cualquier documento habrá
de encuadrarse dentro de los límites geográficos, cronológi­
cos o temáticos (economía, política, milicia, cultura) que le
conciernan más directamente.

IV. Explicación detallada del documento


Se entra aquí en el estudio minucioso de los términos
más importantes recogidos en el documento. Para mayor
concreción pueden agruparse según su naturaleza: políti­
cos, institucionales, económicos, geográficos, etc. En este
último caso nos encontramos con el significado del desa­
rrollo espacial de la Historia, v.g.: el mismo texto 54.
Este escalón supone el enfrentarse con un texto históri­
16 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
co de acuerdo con los criterios más clásicos y expositivos.
Sin embargo, ello es lo que permite al lector —al margen de
cualquier fácil divagación— calibrar el alcance de los cono­
cimientos adquiridos sobre el tema tratado en el texto.
Con todo, es necesario que los términos antedichos sean
ubicados en el contexto histórico antes mencionado, ya que
en él es donde adquieren su verdadero sentido. En efecto,
expresiones como Roma, Imperio, pueblo, república, etc., de
uso frecuente a lo largo de la Historia, no tienen el mismo
sentido en la Antigüedad que en el Medievo... o en el
momento presente.

V. Autor del texto


Reconocer quién es el autor o autores (o inspirador o ins­
piradores) del texto analizado puede ser de gran interés.
Pero para calibrar el auténtico valor del hallazgo habrá que
tener en cuenta las circunstancias en que la obra fue escrita,
tanto las más convencionalmente políticas como aquellas
referidas al medio cultural en que el autor se movió.
Factor importante es la posible distancia cronológica
entre el texto que conservamos y el fenómeno o aconteci­
miento del que allí se habla. Ello puede provocar falseamien­
tos, tergiversaciones o simplificación de los hechos: v.g., la
entrada en Inglaterra de anglos, jutos y sajones narrada por
Beda varios siglos después de producirse (texto número 4).
La postura del autor —como puede suceder en cualquier
otra época— se ve a menudo fuertemente condicionada. Así,
muchos historiadores de la época Medieval actúan bajo el
punto de vista de la hegemonía eclesiástica, a la que quieren
justificar sin tener en cuenta otros posibles enfoques. Se
oscurece así, con frecuencia, la opinión de la parte contraria.
Otro ejemplo: la Vita Karoli, de Eginardo (véase texto
número 34), se ve también condicionada por unas corrien­
tes culturales y por unas limitaciones muy definidas: las del
llamado Renacimiento carolingio.
En último término, si sumamos y comparamos las acti­
tudes de autores que se mueven dentro de un mismo medio,
INTRODUCCIÓN 17
podremos incluso reconstruir lo que es la mentalidad de los
historiadores de una época determinada: casos de J. Frois-
sart y de Ayala ante las conmociones sociales de su tiempo.
Véanse para ello los textos números 90 y 99.

VI. Reflexiones varias


Caben aquí consideraciones del más variado signo, algu­
nas de las cuales se han evitado con anterioridad:
a) Términos oscuros o contradictorios descubiertos gra­
cias a lecturas realizadas con anterioridad. Por ejemplo: algu­
nas crónicas árabes de la Reconquista que confunden con fre­
cuencia los nombres de los reyes cristianos (v.g., texto 42).
b) Posibles comparaciones entre las situaciones expre­
sadas en el texto y otras anteriores o posteriores. Por ejem­
plo: los paralelismos entre el mundo rural carolingio (texto
número 27) y el de la Inglaterra de fines del siglo xi (tex­
to número 68).
Aun a riesgo de incurrir en el fácil ensayismo, resulta
también tentadora la comparación con situaciones que
rebasan la Edad Media. Algunos textos y algunos autores, en
efecto, han nutrido mitos históricos a veces peligrosamente
manipuladores. Por ejemplo, la expansión alemana al otro
lado del Elba (véase texto número 69) como un capítulo del
flujo y reflujo del germanismo a lo largo de la Historia.
c) Para finalizar, puede fijarse la evolución de las pos­
turas de los historiadores ante el tema del que se habla en el
fragmento analizado. Así, la Reconquista, vista tradicional­
mente como un enfrentamiento político-militar o religioso,
es estudiada en el presente en función de un movimiento de
repoblación-colonización similar a otros que se producen
en la Europa oriental o en Tierra Santa. Véanse para ello los
textos 69 y 70.
Algo semejante cabría decir de la ya tópica crisis social y
económica de la Baja Edad Media. En función de las postu­
ras de los historiadores se ha enfatizado sobre distintos fac­
tores: las catástrofes demográficas, la crisis del modo de
18 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
producción feudal, las quiebras financieras, etc. (véanse
textos números 89 a 95).
VIL La Edad Media: valoración y apoyos bibliográficos
En 1469, Giovanni Andrea dei Bussi, obispo de Aleria,
acuñó la expresión «Media Tempestas» para definir los
siglos precedentes. Pasadas dos centurias, Cristóbal Cella-
rius habló de una Historia Medii aevi a temporibus Constan-
tini Magni ad Constantinopolim a Turcis captam. Quedaba
así definido desde el punto de vista cronológico, el período
de diez a once siglos que académicamente ha sido designa­
do como «Edad Media».
El Humanismo, y más tarde la Ilustración, vieron este
largo período como un paréntesis de barbarie entre dos
épocas culturalmente esplendorosas: la Antigüedad clásica
y el Renacimiento. En último término, la abolición de los
viejos resabios feudales por parte de los diputados de la
Asamblea Nacional francesa, el 4 de agosto de 1789, se les
antojó a éstos como el golpe final a unas instituciones sím­
bolo del despotismo y la opresión.
La actitud hacia el Medievo cambió en el siglo xix.
Como diría Eduardo Meyer:
se transfería así, a la Edad Media, la transfiguración idealis­
ta en que, hasta entonces, se había envuelto a los tiempos
antiguos... La Edad Antigua, si llegó a un estado grande de
perfección, éste decayó desde Adriano hasta Carlomagno.
A tal revalorización contribuyeron una serie de circuns­
tancias: el romanticismo, el renacimiento religioso que se
produjo en algunas conciencias de la sociedad europea, las
corrientes nacionalistas o el interés despertado por el estu­
dio de las manifestaciones artísticas del románico y el góti­
co. A la «leyenda negra» creada en torno al Medievo empe­
zó a suceder una especie de «leyenda rosa».
El progreso de la investigación histórica ha hecho desa­
parecer muchos de los viejos prejuicios de uno y otro signo.
La visión del Medievo ha pasado a ser la de un período de la
INTRODUCCIÓN 19
Historia con sus caracteres y valores propios. La ruraliza-
ción, la sociedad fuertemente jerarquizada o el control de la
vida cultural por el estamento eclesiástico definirán al Occi­
dente. La síntesis de romanismo, helenismo y cristianismo
será la característica más destacada de Bizancio. La del
mundo árabe será su papel de puente entre Oriente y Occi­
dente.
En cualquiera de los casos, la ruptura con el pasado no es
en ningún momento total: incluso las manifestaciones más
regresivas de la vida de Occidente en los primeros siglos
medievales se han ido gestando en el Bajo Imperio romano.
Pero tampoco el Medievo fue totalmente ajeno a las
características que marcan las pautas de la Modernidad.
Las primeras muestras del capitalismo, la crítica contra el
orden eclesial establecido o las líneas maestras del pensa­
miento humanista, por citar algunos ejemplos, hincan sus
raíces en fenómenos —más modestos, pero no por ello
menos significativos— típicos de la sociedad medieval: el
renacimiento urbano desde el siglo xi, los movimientos
heterodoxos de masas o la recuperación de los filósofos de
la Antigüedad, a partir, principalmente, del siglo xn.
Por todo ello, y porque en absoluto se puede pensar en
un Medievo totalmente monolítico y falto de evolución,
podemos seguir en él toda una trayectoria que vamos a fijar
en cuatro etapas. Sin rupturas violentas, conducen desde la
crisis del Imperio romano a la plasmación de lo que van a
ser las monarquías seminacionales del Renacimiento.

Bibliografía general

En cuanto a obras de síntesis, son útiles para el estudio de la Historia


medieval —con particular referencia al Occidente europeo— las siguientes:
R. F o ssie r (dir.), Le Moyen Áge, 3 vols., París, É d. A. Colín, 1982-1983.
J. A. G arcía d e C ortázar , Historia general de la Alta Edad Media, Madrid,
Mayfe, 1970. La continuación corre a cargo de J. V aldeón , Historia gene­
ral de la Edad Media (siglos XI al XV), Madrid, Mayfe, 1971 (edición pos­
terior Ed. Nájera, Madrid, 1985).
J. M. L acarra y J. Reglá, Historia de la Edad Media, 2 vols., Barcelona, Ed.
Renacimiento, 1985.
20 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
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M a d rid , Ed. Istmo, 1976.
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ciones, Barcelona, Ed. Destino, 1961.
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ña, 1967, 3 vols. (traducción de la Shorter Cambridge Medieval History).
M. Riu, Lecciones de Historia Medieval, Barcelona, Ed. Teide, 1969.
L. S uárez F ernández , La Edad Media, vol. III de Histona Universal, de Espa­
sa Calpe, Madrid, 1971.
M. A. L adero , Historia Universal. Edad Media, Barcelona, Vicens Universi­
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J. C laramunt , E . P órtela , M . G onzález y E. M it r e , Historia de la Edad
Media, Barcelona, Ariel, 1997.
E. M itre (coord.), Manual de Historia Universal, Ed. Historia-16, vol. 3, Alta
Edad Media, Madrid, 1994; vol. 4, Baja Edad Media, Madrid, 1996.
J. A. G arcía de C ortázar y J. A. S esm a , Historia de la Edad Media. Una sínte­
sis interpretativa, Madrid, Alianza Universidad, 1997.

La vida social y económica está bien reflejada en algunas obras como:

G. D uby , Economía rural y vida campesina en el Occidente Medieval, Barce­


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J. H e e r s , Le travail au Moyen Age, París, P.U.F., col. «Que sais-je?», 1968.
H. P ir e n n e , Historia económica y social de la Edad Media, México, F.C.E.,
varias ediciones desde 1939. Es un clásico cuya lectura resulta siempre
provechosa.
L. S uárez , Historia social y económica de la Edad Media Europea, Madrid,
Espasa Calpe, 1968.
L. W h ite , Technologie médiévale et transformations sociales, P a rís, M o u to n ,
1969.
J. H e e r s , La ville au Moyen Age, París, Fayard, 1990.
J. M . M onsalvo , Las ciudades europeas del Medievo, M a d rid , E d . S ín tesis,
1997.
B. G e r em e k , La piedad y la horca. Historia de la miseria y de la caridad en
Europa, Madrid, Alianza Universidad, 1989.
INTRODUCCIÓN 21
La Cambridge Economical History of Europe tiene varios volúmenes
dedicados al medievo traducidos al castellano por la «Revista de Derecho
Privado». Concretamente: La vida agraria en la Edad Media, Madrid, 1948;
El comercio y la Industria en la Edad Media, Madrid, 1967, y Organización y
política económica en la Edad Media, Madrid, 1972.
Los aspectos referentes a la vida religiosa y cultural se encuentran reco­
gidos, en sus líneas generales, en las grandes síntesis de Historia de la Igle­
sia, como la de F liche -M artin , la Nueva Historia de la Iglesia, traducida por
Ed. Cristiandad, o la Historia de la Iglesia, dirigida por H. J ed in y traducida
por Ed: Herder.
Puede acudirse también a otras obras como:
G. B arraclough , La Papauté au Moyen Age, París, Flammarion, 1968.
E. B r é h ie r , La filosofía de la Edad Media, México, col. «La evolución de la
Humanidad», 1950.
J. B ü h l e r , Vida y cultura en la Edad Media, México, F.C.E., 1957.
J. C h e lin i , Histoire religieuse de l'Occident Médiéval, P a rís, É d. A. C olin, col.
«U.», 1968.
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Madrid, Ed. Aguilar, 1960.
E . G ilso n , La filosofía de la Edad Media, M adrid, E d. G redos, 1965.
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Ed. Istmo, 1983.
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A. V a u ch ez , La espiritualidad del Occidente medieval, Madrid, Cátedra,
1985.
La problemática política, a nivel especialmente de las ideas, cuenta con
buenas síntesis en las conocidas obras generales de T ouchard (Ed. Tecnos)
y S abine (F.C.E.). Para el Medievo en concreto son también útiles:
R. F edou , L'État au Moyen Áge, París, P.U.F., col. Sup., 1972.
R. F olz , L'idée d'Empire en Occident du V au XIV siécle, París, Aubier, 1953.
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A. Colin, col. «U.», 1969.
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22 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
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Para el conjunto de la civilización bizantina disponemos de excelentes
trabajos de síntesis:
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N. H. B aynes , El imperio bizantino, México, F.C.E., 1957.
L. B r é h ie r , Vida y muerte de Bizancio, México, Uteha, col. «La evolución de
la Humanidad», 1965; La civilización bizantina, en ibid., 1955, y Las ins­
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La civilización islámica cuenta con numerosos estudios de síntesis.
Entre otros podemos reseñar:
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Madrid, en Historia Universal Siglo XXI, 1973.
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D. y J. S ourdel , La civilisation de l'Islam classique, París, Arthaud, 1968.
A. H ourani, Historia de los pueblos árabes, Barcelona, Ariel, 1992.
E. M anzano , Historia de las sociedades musulmanas en la Edad Media,
Madrid, Ed. Síntesis, 1992.
La trayectoria de los reinos hispánicos en el medievo cuenta con buenos
manuales. Aparte de los volúmenes que las grandes colecciones dedican a
esta época (Historia de España, de Espasa Calpe, por ejemplo), puede recu-
rrirse a otras obras de más reducida extensión:
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R. Barkai, Cristianos y musulmanes en la España Medieval, Madrid, Rialp,
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C h . E . D ufourcq y J. G autier -D alché , Historia económica y social de la
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Rialp, 1979.
J. J. S ayas A bengoechea y L. A. G arcía M o reno , Romanismo y germanismo.
El despertar de los pueblos hispánicos (siglos V-X), e n Historia de España,
d irig id a p o r M . T uñón de L ara , vol. IV, B arcelo n a, L ab o r, 1981.
J. V aldeón , J. M. S alrach y J. Z abalo , Feudalismo y consolidación de los
pueblos hispánicos (siglos XI-XV), enibid., B a rc elo n a , 1980.
L. S uárez F ernández , La Edad Media, Madrid, Ed. Gredos, 1970.
L. G. d e V aldeavellano , Historia de España. De los orígenes a la Baja Edad
Media, Madrid, Revista de Occidente, varias ediciones desde 1952.
P. I radiel , S. M oreta y E . S arasa , Historia medieval de la España cristiana,
Madrid, Cátedra, 1989.
J. A. G arcía de C ortázar , La sociedad rural en la España medieval, Madrid,
Siglo XXI, 1988.
A. G. C h e jn e , Historia de España musulmana, Madrid, Cátedra, 1980.
R. Arié, España musulmana, Barcelona, Labor, 1983.
W . M. W att , Historia de la España islámica, Madrid, Alianza Editorial,
1970.

Nota bibliográfica orientadora para comentario de textos


de época medieval

La consulta de distintas antologías con textos históricos medievales


puede ser de gran utilidad para el lector. Supone un primer paso para el
conocimiento de las fuentes. Entre otras podemos remitir a:
M. Artola , Textos fundamentales para la Historia, Madrid, Revista de Occi­
dente, varias ediciones desde 1968.
J. C a lm ette , Textes et documents d'Histoire. II. Moven Age, París, P.U.F.,
«C lio», 1953.
La Collection U. de la Librairie A. Colin ha publicado una colección de tex­
tos medievales en tres volúmenes: el I a cargo de La R o n ciere , D elo rt y
24 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
R o uche , L'Europe au Moyen Áge (395-888), París, 1969; el II a cargo de
L a R o n c ier e , C ontam ine y D elo rt , L'Europe au Moyen Áge (fin IX siécle-
fin XIII siécle), París, 1969; el III a cargo de los mismos autores, L'Euro­
pe au Moyen Áge (fin XIII siécle-finXV siécle), París, 1971.
También la Editorial Teide ha publicado unos Textos, comentados de época
medieval (siglos V al XII), Barcelona, 1975, recopilados por Riu, B atlle ,
C abestany , C laramunt , S alrach y S ánchez .
La Société d’Édition d’Enseignement Supérieur (S.E.D.E.S.) ha ido sacando
una série de libros en la colección «Regards sur l’Histoire». En su sec­
ción «Sciences Auxiliaires de l’Histoire» han aparecido algunos volúme­
nes que recopilan textos de la época medieval. El primero se publicó, en
1970, con el título Textes et documents d’Histoire du Moyen Áge. XIV-XV
siécles. /. Perspectives d'ensemble: les «crises» et leur cadre, a cargo de
J. G len isso n y J. D ay.
Ediciones Istmo fue lanzando desde 1989 una colección (La Historia en sus
textos) en la que, dedicado al Medievo, apareció: E. M it r e , Iglesia y vida
religiosa en la Edad Media, Madrid, 1991.
La Ed. Penguin Books ha publicado en varios números A Documentary His-
tory of Englahd, cuyo volumen I cubre el período 1066-1540, y ha sido
redactado por J. J. B agley y P. B. R ow ley , Londres, 1966.
Para el Medievo hispánico una útil antología de textos es la de J. A. G arcía
d e C ortázar , Nueva Historia de España en sus textos (Edad Media), Ed.
Pico Sacro, Santiago, 1975.
Si el lector quiere recurrir a unas normas claras para el comentario de
textos históricos, puede encontrarlas en algunos trabajos.
La mencionada obra de J. G len isso n y J. D ay dedica algunas interesantes
páginas a este tipo de problemas. Algo semejante cabe decir del libro de
M. B alard , J. P h . G e n et y M. R ou ch e , Des Barbares á la Renaissance,
París, Hachette, 1973. En sus primeras páginas, junto a la bibliografía
seleccionada, se incluye un útil esquema para el comentario de textos
medievales.
La metodología para el análisis de textos históricos en general se
encuentra tratada más ampliamente en otros trabajos.
A. E iras , La técnica del comentario de textos, ICE, Universidad de Santiago,
«Coloquios sobre metodología y didáctica de la Historia», 1971.
A gustín U b ieto , Cómo se comenta un texto histórico, Valencia, Anubar,
1976.
F. L ara P einado y M. A. R abanal Alonso , Comentario de textos históricos.
Método y recopilación, Madrid, Cátedra, 1997.
M. H ernández S ánchez -B arba , El comentario de textos históricos, Madrid,
Tebar, 1978.
J. B erlio z , Le commentaire de documents en Histoire medievale, P a rís, É d.
d u S euil, 1996.
INTRODUCCIÓN 25
De los distintos atlas históricos pueden ser útiles los generales de Wes-
termann {Grosser Atlas zur Weltgeschichte, Braunschweig, 1978) o Edicio­
nes Istmo (Atlas Histórico mundial, vol. I) y el específico de Ayma Editora,
Atlas de Historia Medieval, Barcelona, 1980.
Una completa guía para introducirse en las líneas generales del período
medieval como disciplina a estudiar la tenemos en J. I. Ruiz de la P eña ,
Introducción al estudio de la Edad Media, Madrid, Siglo XXI, 1984.
Las peculiaridades del vocabulario propio del Medievo pueden encon­
trar buenas aclaraciones en dos breves y excelentes obras. La de P. B o n n a s -
SIE, Vocabulario básico de la Historia Medieval, Barcelona, Ed. Crítica, 1983.
Y la de R. F e d o u , Léxico de la Edad Media, Madrid, Ed. Taurus, 1982.
La visión que de la Historia tuvo el hombre del Medievo puede seguirse
a través de: B. G u en ée , Histoire et Culture historique dans l’Occident Médié-
val, París, Aubier, 1980. E. M itre F ernández , Historiografía y mentalidades
históricas en la Europa Medieval, Madrid, Editorial de la Universidad Com­
plutense, 1982. Y la clásica de R. M en én d ez P idal , Los españoles en la histo­
ria, cuya edición de Espasa Calpe, col. Austral, Madrid, 1982, va precedida
de un prólogo de D. C atalán con el título España en su historiografía. De
objeto a sujeto de la Historia.
Una útil visión de los testimonios narrativos medievales se recoge en
C. O rcástegui y E. S arasa, La Historia en la Edad Media. Historiografía e
historiadores en Europa Occidental. Siglos V-XIII, Madrid, Cátedra, 1991.
De interés para los objetivos de este libro es la serie Cuadernos de Histo­
ria 16. Cada número corre a cargo de un especialista y va acompañado de
una cuidada selección de textos.
LA TRANSICIÓN AL MEDIEVO
(SIGLOS V AL VIII)
Introducción
La crisis del Imperio romano iniciada a finales del si­
glo ii culmina en Occidente el 476. La más aparatosa mani­
festación de este hecho es la entrada masiva de los pueblos
germánicos en el mundo mediterráneo. Desde este mo­
mento, las dos cuencas de dicho m ar van a tener distintos
destinos.
En la occidental, al calor de la descomposición de la
autoridad imperial y de la noción romanista de res publica,
se van creando una serie de pequeños Estados en los que
unos monarcas de ascendencia germánica tratan de impo­
ner su autoridad con grandes dificultades. A la degradación
política en el Occidente se sumará la consiguiente regresión
económica. Vemos una incipiente Europa inmersa en un
proceso irrefrenable de ruralización y de progresivo distan-
ciamiento del Mediterráneo. Los centros de las grandes
decisiones tienden a desplazarse hacia el interior.
En el Mediterráneo oriental, por el contrario, se conser­
vó la unidad de las provincias del Imperio. La autoridad de
los emperadores de Constantinopla (la Segunda Roma) se
mantuvo con cierta firmeza frente ál peligro de descompo­
sición del Estado y la presión de los bárbaros. La figura de
Justiniano, con todas sus limitaciones, personifica la conti­
nuidad con un pasado romano. El hecho de que la pars
orientalis soportara con mayor fortuna las embestidas de la
crisis económica ayudó sustancialmente al mantenimiento
de la cohesión interna durante algún tiempo.
Si bien el panorama político responde a la tónica de la
división entre las dos cuencas del Mediterráneo y a una
30 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
auténtica atomización en la occidental, hay un elemento
que actúa como aglutinante: la Iglesia.
El Cristianismo conseguirá, en estos tres siglos (a pesar
del peligro de escisiones heréticas), la unidad espiritual del
Mediterráneo. A la cultura clásica sucede una cultura cris­
tiana que aprovechará de aquélla los elementos que consi­
dere necesarios para el cumplimiento de sus fines. En el
caso concreto del Occidente, dos fuerzas —monacato y
pontificado— tendrán una autoridad moral creciente en
contraste con la débil posición de unos poderes políticos
en situación, por lo general, comprometida. Al sentido uni­
versal de la Roma de los emperadores sucede el de la Roma
de los Papas.
La irrupción del Islam en el Mediterráneo desde media­
dos del siglo vil acabará introduciendo un elemento de gran
tensión.

Bibliografía

Varias de las obras indicadas en la bibliografía general son de utilidad


para esta parte. Podemos, sin embargo, reseñar otras más específicas:
R. R em o n d o n , La crisis del Imperio
romano. De Marco Aurelio a Anastasio,
Barcelona, Ed. Labor, col. «Nueva Clío», 1967.
F. L ot , El fin del mundo antiguo y los comienzos de la Edad Media, México,
UTEHA, col. «La Evolución de la Humanidad», 1956.
M . B anniard , Le Haut Moven Age Occidental, París, P.U.F., col. «Que sais-
je?», 1980.
G. F o u rn ier , L’Occident de la fin du V a la fin du IX siécle, París, Éd.
A. Colín, col. «U.», 1970.
A. D opsch , Fundamentos económicos y sociales de la cultura europea, Méxi­
co, F.C.E., 1951.
R. L atouche , Los orígenes de la economía occidental (siglos IV-XI), México,
UTEHA, col. «La Evolución de la Humanidad», 1956.
M. B loch y otros, La transición del esclavismo al feudalismo, Madrid,
Ed. Akal, col. «Manifiesto», 1975.
M . S im ón y A. B en o it , El judaismo y el cristianismo antiguo, Barcelona,
Ed. Labor, col. «Nueva Clío», 1972.
C h . N. C ochrane , Cristianismo y cultura clásica, México, F .C .E ., 1939.
E. S ánchez S alor (ed.), Polémica entre paganos y cristianos, Madrid, Akal,
1986.
O. Gigon, La cultura antigua y el cristianismo, Madrid, Ed. Gredos,
1970.
LA TRANSICIÓN AL MEDIEVO 31
R. M an tra n , La expansión musulmana (siglos VII al XI), Barcelona, Ed.
Labor, col. «Nueva Clío», 1971.
F. G a b r ie l i , Mahoma y las conquistas del Islam, Madrid, Guadarrama,
B.H.C., 1967.

Modelo de texto analizado y comentado


Gestación de la guerra santa en el Corán
Combatid a vuestros enemigos en la guerra encendida por
defensa de la religión; pero no ataquéis los primeros. Dios niega a
los agresores.
Matad a vuestros enemigos donde quiera que los encontréis;
arrojadlos de los lugares de donde ellos os arrojaron antes. El peli­
gro de cambiar de religión es peor que el crimen. No combatáis a
los enemigos cerca del templo de Haram a menos que ellos os pro­
voquen. Mas si os atacaran, bañaos en su sangre. Tal es la recom­
pensa debida a los infieles.
Si ellos abandonan el error, el Señor es indulgente y misericor­
dioso.
Combatid a vuestros enemigos hasta que nada tengáis que
temer de la tentación, hasta que el culto divino haya sido restable­
cido, que toda enemistad cese contra los que han abandonado los
ídolos. Vuestro odio sólo debe encenderse contra los perversos.
Si os atacaran durante los meses sagrados y en los lugares san­
tos, hacedles sufrir la pena del talión: violad las leyes que en sus
códigos equivalgan a la que ellos os han violado. Temed al Señor;
acordaos de que él está con aquellos que le temen...
Si te preguntan si han de combatir en los meses sagrados res­
póndeles: La guerra durante este tiempo os será penosa; pero sepa­
rar los creyentes del camino recto, ser infieles a Dios, arrojar a sus
servidores del templo sagrado, son crímenes horribles a los ojos
del Altísimo. La idolatría es peor que el crimen. Los infieles no
cesarán de perseguiros con las armas en la mano, hasta que os
hayan arrebatado vuestra fe, si esto les es posible. Aquel de voso­
tros que abandone el islamismo y muera en su apostasía habrá
anulado el mérito de sus obras en este mundo y en el otro. Las
eternas llamas le quemarán eternamente.
Los creyentes que abandonaron su patria y combatieron por la
fe pueden esperar la misericordia divina, Dios es indulgente y
misericordioso.
(El Corán, cap. 2, versículos 186-190 y 214-215.)
32 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Comentario
1) Nos encontramos ante varios pasajes de la segunda
sura del Corán. Una fuente de tipo religioso, aunque suscep­
tible de análisis desde los más variados ángulos.
La estructura de este pasaje, en particular, y la de todo el
texto cpránico, en general, guarda amplio paralelismo con
la de los libros canónicos de otras religiones. En efecto, su
carácter salmodiado (Corán = declamación, recitación sal­
modiada) sería lo primero que nos llamaría la atención.
2) A lo largo del texto tenemos una serie de términos
cuyo análisis pormenorizado puede ser de interés.
El templo de Haram corresponde al santuario de la Kaa-
ba, de La Meca, venerado en el mundo árabe desde fecha
muy temprana y declarado como inviolable (haram) por el
clan de los Qorays.
La referencia a los lugares santos se concreta a tres pun­
tos: La Meca, principal centro de peregrinación; Medina,
lugar del sepulcro del Profeta, y Jerusalén, santificada por
el Islam desde la época Omeya, y en donde se encontraba la
roca del «viaje nocturno» de Mahoma. A medida que en el
Islam se vayan produciendo escisiones, cada secta contri­
buirá a incrementar el número de lugares dignos de venera­
ción: por ejemplo, las tumbas de Alí y su hijo al-Hosain
para los chiitas.
Las expresiones infieles, idólatras, enemigos (opuestas al
término creyentes) adquieren su verdadero sentido en el
contexto de la guerra santa, necesaria para su neutraliza­
ción. Sin embargo, cabe recordar que el Islam estableció
una distinción entre los «pueblos de Libro Revelado» (ju­
díos, cristianos y mazdeos), hacia los que había que tener
ciertas consideraciones, y el resto de los pueblos, frente a
los que la guerra había de ser llevada en toda su crudeza.
El término eternas llamas obligaría a una serie de consi­
deraciones en torno al papel del infierno en la escatología
islámica. La tradición lo situó debajo de la corteza terrestre:
un enorme horno de siete compartimientos, el más profun­
do de los cuales estaba dividido en dos zonas: «al-Saqar», o
LA TRANSICIÓN AL MEDIEVO 33
ardiente, y «al-Tara», o húmeda. Fuego, frío y hierro consti­
tuyen la trilogía de tormentos para el condenado.
La referencia hasta que el culto divino haya sido restable­
cido nos llevaría a conectar con la hipótesis de un Islam
más reformador que innovador (véase para ello texto núme­
ro 17). En definitiva: Mahoma como culminación de una
revelación desarrollada a lo largo de una serie de etapas, y,
por tanto, más dinámica que estática. Por ejemplo —remi­
tiéndonos al pasaje del texto donde se habla de meses sagra­
dos—, la práctica del ayuno, impuesta en el mes de Rama-
dán, se tomaría como el restablecimiento en toda su pureza
de una práctica envilecida por cristianos y judíos. La refe­
rencia al Tálión no es tampoco original en absoluto.
3) ¿Qué sentido tiene la guerra santa en el conjunto de
obligaciones impuestas por el Islam a sus fieles?
La profesión de fe del musulmán se apoya en varios
pilares: oración ritual, ayuno del Ramadán, limosna, pere­
grinación a La Meca y guerra santa.
La importancia de esta última obligación sigue siendo
motivo de controversia. A diferencia de las otras obligacio­
nes, la guerra santa (jihad) no es un deber personal, sino un
deber solidario, fijado después de la muerte del Profeta. En
cualquier caso,, el Corán resaltará la importancia de esta
práctica no sólo en la segunda sura, sino también en otras:
la tercera, la novena y la vigesimosegunda, en donde se pro­
mete el perdón universal de los pecados. En una línea seme­
jante se expresan las suras cuarta y quincuagesimoséptima.
Si el ayuno ha tenido su precedente en prácticas de otras
religiones monoteístas, la guerra santa ha podido tenerlo en
ciertas actividades de la Arabia preíslámica. El término jihad
designaría en ella «acción de combatir» (W. M. Watt), y habría
que relacionarlo con las correrías que las tribus nómadas rea­
lizaban unas contra otras antes de la difusión del Islam. Más
adelante, los árabes, convertidos en comunidad religiosa, pro­
cederían a sacralizar el jihad, canalizando sus energías contra
enemigos exteriores y creando, en definitiva, un inmenso
imperio. En última instancia, Ornar, segundo califa ortodoxo
y gran impulsor de la conquista, sería quien captase en todo
34 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
su valor la importancia de la guerra santa, sacando con ella al
Islam de sus moldes estrictamente familiares y nacionales,
para convertirlo en una religión universal.
La guerra santa, convocada por el califa como jefe militar
y religioso, lo era tanto contra los paganos como contra los
«hombres del Libro Revelado». Era norma que estos últimos
pasasen a ser sometidos en calidad de protegidos (dimmis)
mediante el pago de dos impuestos: Chizia (de tipo perso­
nal) y Kharadj (territorial). Con el tiempo, otros pueblos,
como los hindúes, fueron asimilados también a esta catego­
ría. El botín obtenido en la guerra santa pasaba a dividirse
en cinco partes: cuatro para los combatientes y una para el
califa, que disponía su reparto entre los necesitados.
Al irse enfriando el entusiasmo bélico, estos criterios
económicos resultaron insuficientes. La fiscalidad abbasí
tendría que convertirse, por ello, en un sistema impositivo
menos rudimentario y, consiguientemente, más pesado
para todos: fieles, dimmis y paganos.
4) La redacción del Corán, obra de la que se ha extraí­
do este fragmento, plantea, de entrada, el problema de
las fuentes de inspiración. Hay una tendencia a rechazar las
escritas por razón del carácter iletrado o semiiletrado del
Profeta. Las tradiciones orales han tenido un mayor peso.
En cualquier caso, la redacción del Corán responde al deseo
de los islamitas de tomar un libro sagrado como eje de su
religión. El peso del judaismo y del cristianismo en este
sentido parece que fue decisivo.
El texto coránico empezó a elaborarse muerto Mahoma.
Ornar y algunos compañeros del profeta redactaron versio­
nes que presentaban algunas diferencias. Fue con el tercer
califa ortodoxo —Otman— cuando se procedió a dar un
texto oficial. Se recogieron en él 114 capítulos o suras. La
segunda, a la que pertenece el texto que comentamos, es la
más larga: cubre 286 versículos.
Esta redacción definitiva presentó, sin embargo, serias
dificultades. En primer lugar, de orden filológico, por la
insuficiencia de la escritura árabe primitiva. De orden doc­
trinal, en segundo término, por cuanto la autenticidad de
LA TRANSICIÓN AL MEDIEVO 35
algunos pasajes fue cuestionada por posteriores movimien­
tos sectarios. Así, los jariyitas rechazaron la decimosegunda
sura, relativa a la historia de José. Los chiitas, por su parte,
acusaron a Otman de no destacar suficientemente el papel
de Alí y de su linaje en la configuración del Islam. Ya hemos
indicado, además, cómo los pasajes referentes a la guerra
santa no respondieron quizás a los deseos de Mahoma, sino
que constituyeron más bien el reflejo de una necesidad de
la comunidad islámica después de la muerte del Profeta.
5) En último término habría que calibrar cuál ha sido
la proyección del jihad en la historia del mundo islámico.
La guerra santa constituyó un elemento clave que llevó a
las vanguardias del Islam, en el primer tercio del siglo vm,
hasta el curso del Indo, las murallas de Constantinopla y el
corazón de la Galia. La reacción militar de bizantinos y fran­
cos (entre los años 717 y 732) y la crisis del califato, con el
destronamiento de los Omeyas, acarrearían la paralización
del movimiento expansivo y las primeras fisuras de la unidad
política. Al viejo dinamismo conquistador sucederá, de
manos de los abbasidas, el espíritu de organización adminis­
trativa sobre bases bizantinas y persas. Se puede decir que en
estos momentos el jihad experimentó una primera crisis.
La reavivación de la llama vendrá de parte de los «bár­
baros» tardíamente islamizados: los turcos de Oriente y los
nómadas bereberes que recorrían el espacio entre el
Mogreb y las riberas del Senegal y el Níger. A mediados del
siglo X I éstos se agruparán en fortalezas-monasterios fron­
terizos (ribat; rabita en plural), en donde alternarán las
prácticas religiosas con los ejercicios guerreros. Serán los
al-murabitum o almorávides de las crónicas cristianas. Lite­
ralmente, los hombres del ribat. De su fanatismo religioso y
de su capacidad bélica —auténtico renacimiento del jihad—
habrían de ser testigos los taifas andalusíes y los reyes his­
panocristianos durante varias décadas.
Del norte de África también partirán otras contraofensi­
vas islamitas, aunque en ellas el principio de la guerra santa
se mezcla con otros de distinto signo: el mahdismo entre los
almohades, por ejemplo.
36 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
La identificación de ideales militares y religiosos, tan
perfectamente lograda en el Islam, se proyectará hacia otras
sociedades. Aunque en un terreno ciertamente especulativo,
se ha hablado de la influencia musulmana sobre el princi­
pio de cruzada. En efecto, hasta fines del siglo XI no se pro­
dujo en la Cristiandad un impulso colectivo de signo reli­
gioso galvanizador de una idea guerrera o expansiva. La
cruzada (bellum sacrum, bellum justum, en expresión de
sus contemporáneos) se manifestó, así, como una especie
de antijihad. En una línea semejante, la creación de las ór­
denes militares por los cristianos —y particularmente las
de cuño hispánico— se ha considerado por algunos autores
como una réplica a las contraofensivas de turcos y almorá­
vides. El enfrentamiento entre dos concepciones de la guerra
santa va, así, a marcar la pauta del enfrentamiento entre
dos sociedades.
Su progresiva secularización acabará enfriando este
tipo de sentimientos, aunque aún en 1914 el sultán de Tur­
quía —con muy pobres resultados— tratase de utilizar este
expediente para levantar al Islam contra la Triple Entente.
Orientaciones bibliográficas

A las obras de tipo general sobre el Islam pueden añadirse otras en las
que la temática de la guerra santa tiene un tratamiento más preciso:
C. C u evas , El pensamiento del Islam, Madrid, Istmo, 1972.
F. G a b r ie l i , «La spinta arabe nel Mediterráneo nellVlII secolo», en Iproble-
mi dell’Occidente nel secolo VIII, Spoleto (20a Settimana di studi sull’alto
Medioevo), 1973.
M. K h a d d u r i, Warand Peace in the Law of Islam, Baltimore, Johns Hopkins
Press, 1955.
B. S carcia A m o r e t t i , Tolleranza e guerra Santa Nell'Islam, Florencia, Sanso-
ni, Scuola Aperta, 1974.
E. H. S erouy a , La pensée arabe, París, P.U.F., col. «Que sais-je?», 1967.

Las migraciones germánicas


La iniciativa que el Imperio romano había mantenido
frente a los germanos se va perdiendo desde el siglo ni.
LA TRANSICIÓN AL MEDIEVO 37
Desde fines del rv se llevan a cabo intentos de asimila­
ción de los grupos más romanizados por la vía de la hospi-
talitas o del foedus. Estos proyectos fracasan por el mal
entendimiento entre las partes y por la presión de los
hunos. El saqueo de Roma por Alarico y la llamada batalla
de los Campos Cataláunicos reflejan dos de los hechos más
dramáticos de este proceso de entrada masiva de los bárba­
ros en la pars occidentalis del Imperio.
Bibliografía

P. R ic h é , Les invasions barbares, París, P.U.F., col. «Que sais-je?», 1958.


L. M u sset , Las invasiones. Las oleadas germánicas, Barcelona, Ed. Labor,
col. «Nueva Clío», 1967.
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E. D em oug eot , La formation de VEurope et les invasión barbares, París,
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R. Sanz, Las migraciones bárbaras, Madrid, Ed. Síntesis, 1995.

1. L e y d e « h o spit a l id a d » d e A r ca dio -H o n o r io (3 9 8 )
Los emperadores Arcadio y Honorio, Augustos, a Hosio,
magister officiorum.
Ordenamos que en cualquier ciudad en la que nos encontre­
mos o se encuentren aquellos que nos sirven, después de haber ale­
jado toda injusticia tanto de parte de los repartidores como de los
huéspedes, todo propietario posea plenamente en paz y seguridad
dos partes de su propia casa y la tercera sea adjudicada a un hués­
ped, de manera tal que la casa sea dividida en tres partes. Que el
propietario tenga la posibilidad de elegir la primera; el huésped
obtendrá la segunda que él desee; la tercera deberá quedar para el
propietario. Los obradores que están a cargo de los mercaderes no
sufrirán la antedicha división; han de permanecer en paz y liber­
tad, protegidos contra toda injusticia de los huéspedes y serán uti­
lizados en favor sólo de sus propietarios e intendentes [...].
(T h . M ommsen , Theodosiani Libri XVI..., L. VII, 8,
5, p. 328. Recogido p o r A. G arcía G allo , Manual de
Historia del Derecho Español, vol. II, Antología
de fuentes del Antiguo Derecho, p. 362.)
38 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
2. S a q u eo d e R o m a po r A larico (4 1 0 ):
v isió n d e S a n A g u st ín

De esta manera [refugiándose en las iglesias de Roma] salva­


ron sus vidas muchos de los que ahora infaman y murmuran de los
tiempos cristianos, culpando a Cristo de los trabajos y penalidades
que Roma sufrió y no atribuyeron a este gran Dios el enorme bene­
ficio de haber visto sus vidas a salvo por el respeto que infunde su
santo nombre. Por el contrario, cada cual hacía depender este feliz
suceso de la influencia del hado, cuando, si lo reflexionasen, debe­
rían atribuir las molestias y penalidades que sufrieron por la mano
vengadora de sus enemigos a los arcanos y sabias disposiciones de
la providencia divina, que acostumbra a corregir y aniquilar con
los funestos efectos que presagia una guerra cruel, los vicios y las
costumbres corruptas de los hombres...
Deberían también los vanos impugnadores atribuir a los tiem­
pos en que florecía el dogma católico, la gracia de haberles hecho
merced de sus vidas los bárbaros, en contra de lo que es usual en
las guerras, sin más respeto que por iniciar su sumisión y reveren­
cia a Jesucristo, otorgándoles este favor en todos los lugares, y par­
ticularmente si se refugiaban en los templos.
(S. Agustín , De civitate Dei Libri XXII, pp. 14-15,
París, ed. 1613.)

3. C o m p o sic ió n d e l o s bá r ba r o s e n la llam ada


BATALLA DE LOS CAMPOS CATALÁUNICOS (4 5 1 )
De la parte romana, Teodorico y sus visigodos ocupaban el ala
derecha; Aecio y sus romanos, el ala izquierda. Habían colocado
en el centro a Sangíbano, rey de los alanos... En cuanto al ejército
de los hunos, fue alineado en batalla en orden contrario al de los
romanos: Atila se colocó en el centro con los más valientes entre
los suyos... Los pueblos numerosos, las naciones que había some­
tido a su dominación, formaban sus alas. Entre ellos se hacía notar
el ejército de los ostrogodos, mandados por Valamiro, Teodomiro
y Videmiro, tres hermanos que sobrepasaban en nobleza al propio
rey, a las órdenes del cual marchaban entonces, porque pertene­
cían a la ilustre y poderosa raza de los ámalos. También se veía
allí, a la cabeza de una tropa numerosa de gépidos, a Ardarico, su
rey, tan valiente y tan famoso, cuya grande fidelidad lo hacía admi­
LA TRANSICIÓN AL MEDIEVO 39
tir por Atila a sus consejos... La muchedumbre de los otros reyes y
los jefes de las diversas naciones, parecidos a satélites, espiaban
los menores movimientos de Atila, y en cuanto él les hacía un sig­
no con la mirada, cada uno, en silencio, con temor y temblando,
venía a colocarse delante de él, o bien ejecutaba las órdenes que de
él había recibido. Sin embargo, el rey de todos los reyes, Atila,
velaba sobre todos y por todos.
(J o rd a n es , Histoire des Goths, pp. 267-268, e d . M . A.
Savagner, París, s.a.)

Los estados bárbaros de Occidente


Pocos pueblos germánicos llegaron a constituir entida­
des políticas estables. Algunos fueron absorbidos por los
más poderosos o desaparecieron ante la reacción militar
del Imperio de Constantinopla.
Los que perduraron tuvieron que luchar contra el peli­
gro de disgregación (anglosajones, francos) o superar gra­
ves tensiones espirituales (los visigodos). El prometedor
Estado ostrogodo de Italia apenas sobrevivirá a su funda­
dor Teodorico.
Bibliografía

G. F o u r n ier , Les merovingiens, París, P.U.F., col. «Que sais-je?», 1966.


S. L eb ec q , Les origines franques (V-IX siecles), París, Éd. du Seuil, 1990.
J. O rlandis , Historia social y económica de la España visigoda, Madrid, Con­
federación Española de Cajas de Ahorros, 1975.
E. A. T h o m pso n , Los godos en España, Madrid, Alianza Editorial, 1969.
D. W h itelo ck , «The beginnings of English Society (from the Anglo-Saxon
Invasión)», en The Pelican History of England, 1951.

4. R eparto d e I n g later ra e n t r e a n g l o s , ju t o s y s a jo n e s

Acudieron entonces [después del 449] gentes de los tres pue­


blos más valientes de Germania, es decir, anglos, sajones y jutos.
De los jutos han salido los «Cantuari» y los «Victuari», es decir,
la tribu que posee la isla de Wight y el pueblo que hoy día en la
provincia de Wessex es llamado Juto, cara a la misma isla de
40 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Wight. De los sajones, es decir, de esta región hoy llamada país de
los Viejos Sajones, vinieron los que se instalaron en Essex, Sussex
y Wessex. En fin, de los anglos, es decir, de este país que se llama
Anglia, entre Jutlandia y Sajonia, que según se dice quedó desde
este momento desierto, surgieron aquellos que poblaron East
Anglia, South Anglia, Mercia y toda la raza de los northumbrianos,
es decir, estos pueblos que habitan al norte del río Humber... Las
tropas de estos pueblos afluyeron en tan alto número a la isla, y el
elemento extranjero comenzó a crecer de tal manera, que para los
indígenas que los habían llamado empezaron a constituir objeto
de terror.
(B eda , Ecclesiasticae historiae gerttis Anglonim, pp.
17-
19, Amberes, 1550, Tipografía de Ioannes Grauius.)

5. R eparto d e la G alia e n el 561


El rey Clotario vino a Tours, en el cincuenta y un año de su rei­
nado, llevando muchos presentes. Cuando llegó a la tumba de San
Martín se puso a repasar en su espíritu todas las faltas que podía
haber cometido y a rogar con grandes gemidos al bienaventurado
confesor para implorarle por ellas y a implorar que, por su interce­
sión, se viese lavado de todo aquello que hubiese cometido contra­
rio a la prudencia. Luego, durante el cincuenta y un año de su rei­
nado, habiendo marchado a cazar al bosque de Cuise, fue atrapado
por la fiebre y marchó a Compiegne. Allí, atormentado cruelmen­
te por la fiebre decía: «¡Oh!, ¿quién pensáis que es este rey del cielo
que hace morir así a tan poderosos reyes?» Y entregó su espíritu
en esta gran angustia. Sus cuatro hijos le condujeron a Soissons
con grandes honores y le enterraron en la basílica del bienaventu­
rado Medardo. Murió, al año cumplido, el mismo día en que
Chramne fue muerto.
Chilperico, después de los funerales de su padre, tomó los teso­
ros que se encontraban en la ciudad de Bemy (en el Aisne). Des­
pués se reunió con los francos más influyentes y, doblegándoles
con presentes, los sometió. Poco después hizo su entrada en París
y ocupó la sede del rey Childeberto. Pero la poseyó poco tiempo,
pues sus hermanos, habiéndose unido, le expulsaron. A continua­
ción, los cuatro, es decir, Cariberto, Gontrán, Chilperico y Sigeber-
to, hicieron un reparto conforme a la ley. La suerte dio a Cariberto
el reino de Childeberto, con París por capital. A Gontráh, el reino
de Clodomiro, con capital en Orléans. A Chilperico le tocó el rei­
LA TRANSICIÓN AL MEDIEVO 41
no de Clotario, su padre, con Soissons por capital. A Sigeberto, el
reino de Thierry, con Reims por capital.
(G regorio de T ours , Histoire des francs, ed. y selec­
ción de A. D uby , pp. 96-97, París, Union Générale
d'Éditions, 1970.)

6. L a co nv ersió n de R ecaredo (586-589)


En la era DCXXIIII, en el año tercero del imperio de Mauricio,
muerto Leovigildo, fue coronado rey su hijo Recaredo. Estaba
dotado de un gran respeto a la religión y era muy distinto de su
padre en costumbres, pues el padre era irreligioso y muy inclinado
a la guerra; él era piadoso por la fe y preclaro por la paz; aquél
dilataba el imperio de su nación con el empleo de las armas, éste
iba a engrandecerlo más gloriosamente con el trofeo de la fe. Des­
de el comienzo mismo de su reinado, Recaredo se convirió, en
efecto, a la fe católica y llevó al culto de la verdadera fe a toda la
nación gótica, borrando así la mancha de un error enraizado.
Seguidamente reunió un sínodo de obispos de las diferentes pro­
vincias de España y de la Galia para condenar la herejía arriana. A
este concilio asistió el propio religiosísimo príncipe, y con su pre­
sencia y su suscripción confirmó las actas. Con todos los suyos
abdicó de la perfidia que, hasta entonces, había aprendido el pue­
blo de los godos de las enseñanzas de Arrio, profesando que en
Dios hay unidad de tres personas, que el Hijo ha sido engendrado
consustancialmente por el Padre, que el Espíritu Santo procede
conjuntamente del Padre y del Hijo, que ambos no tienen más que
un espíritu y, por consiguiente, no son más que uno.
(Las historias de los godos, vándalos y suevos, de Isi­
doro de Sevilla [t 636], ed. Cristóbal R odríguez
Alonso , León, 1975, pp. 261-263.)

7. EL HISTORIADOR PROCOPIO HACE EL ELOGIO DEL REY


DE LOS OSTROGODOS T eodorico (487-526)
Es necesario reconocer que gobernó a sus súbditos con todas
las virtudes de un gran emperador. Mantuvo la justicia y estableció
buenas leyes. Defendió su país de la invasión de sus vecinos y dio a
todos pruebas de una prudencia y de un valor extraordinarios. No
cometió ninguna injusticia contra sus súbditos, ni permitió que se
42 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
cometieran, salvo que permitió que los godos se repartiesen las tie­
rras que, en tiempos, Odoacro había distribuido entre los suyos.
En fin, aunque Teodorico no tuvo más que el título de rey, no
dejó de alcanzar la gloria de los más ilustres emperadores que
hayan jamás ocupado el trono de los Césares. Fue igualmente que­
rido por godos e italianos, lo cual no sucede habitualmente entre
los hombres, que no están acostumbrados a aprobar en el gobier­
no del Estado aquello que no esté de acuerdo con sus intereses, y
que condenan todo lo que les es contrario. Después de haber
gobernado durante treinta y siete años y de haberse presentado
como temible para sus enemigos, murió de esta manera [...].
(P rocopio de Cesarea (500-565), Histoire de la giierre
contre les goths, en vol. I de Histoire de Constantino-
ple, París, Éd. Cousin, p. 353, 1685.)

El imperio en Oriente: el «siglo de Justiniano»


El sentimiento romanista que los primeros soberanos de
Constantinopla tratan de infundir a su imperio se refleja en
distintas manifestaciones. Hay tres particularmente desta-
cables:
a) La labor codificadora impulsada por Justiniano y
que se materializa en el Corpus Juris civilis.
b) Una política exterior que hereda la actitud de hosti­
lidad hacia la Persia sasánida y que pretende la reunifica­
ción del Mediterráneo. La destrucción del reino vándalo del
norte de África será, en este campo, el logro más duradero.
c) La lucha por el mantenimiento de la ortodoxia.

Bibliografía

Véase la recogida en las páginas anteriores en el apartado dedicado al


mundo bizantino.

8. EL ESTADO DE LAS PERSONAS EN EL DERECHO JUSTINIANEO


(-3) La principal división en el derecho de las personas es
esta: que todos los hombres son libres o esclavos.
LA TRANSICIÓN AL MEDIEVO 43
(4) Es libertad la natural facultad de hacer lo que se quiere,
con excepción de lo que se prohíbe por la fuerza o por la ley. La
esclavitud es una institución del derecho de gentes, por la cual uno
está sometido, contra su naturaleza, al dominio ajeno. Los escla­
vos se llaman «servi», porque los generales suelen vender a los cau­
tivos y, por esto, los con «servan» sin matarlos; y se llaman «man-
cipia» porque los enemigos los capturan con la «mano».
(5) La condición de los esclavos es ciertamente única, en tan­
to que los hombres libres unos son «ingenuos» < o libres de naci­
miento > y otros son < manumitidos o > libertos. Los esclavos
entran en nuestro dominio bien por el derecho civil, bien por el de
gentes. Por el derecho civil, cuando alguna persona mayor de vein­
ticinco años permitió ser vendido para participar en el precio. Por
el derecho de gentes son esclavos nuestros los enemigos cautivos o
los que nacen de nuestras esclavas. Son libres de nacimiento los
que nacieron de madre libre, porque basta que la madre haya sido
libre en el momento del parto, aunque hubiese concebido siendo
esclava. Al contrario, si hubiese concebido siendo libre y pariera
después siendo esclava, se estimó conveniente que el que nazca sea
libre (no hace al caso si concibió en justas nupcias o fuera de
ellas), ya que la desventura de la madre no debe dañar al concebi­
do. Por esto se preguntó cuando se manumitió a una esclava
encinta y parió después si hecha de nuevo esclava o expulsada de
la ciudad, pare un hijo libre o esclavo. Sin embargo, se aprobó más
correctamente que nace libre y que basta al concebido el haber
tenido una madre libre en el tiempo intermedio.
(6) Son libertos los que han sido manumitidos de justa escla­
vitud.
(El Digesto, de Justiniano (527-565), t. I, tít. V, p. 59.
Versión castellana de Ed. Aranzadi, Pamplona,
1968.)

9. D e st r u id o e l r e in o v án da lo , B elisar io
HACE SU ENTRADA TRIUNFAL EN CONSTANTINOPLA (5 3 4 )
Belisario fue recibido en Constantinopla con los mismos hono­
res que los antiguos romanos daban a los capitanes que habían
obtenido alguna señalada victoria. Nadie ha recibido estos honores
después de seiscientos años más que Tito, Trajano y algún otro
más. Hizo pasar por medio de la ciudad los despojos y esclavos con
una pompa a la que en otro tiempo se le daba el nombre de triunfo.
44 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Marchó a pie desde el Palacio hasta el Circo y, a continuación,
hasta el trono del emperador. Los despojos que sirvieron de orna­
mento a este triunfo eran los trajes de uso corriente del rey de los
vándalos, las carrozas de la reina, tronos de oro y pedrería, vasos de
oro y todo tipo de muebles; gran cantidad de plata amonedada y no
amonedada que Genserico había tomado en el saqueo de Roma.
Belisario recibió aún el honor de un segundo triunfo, que se
hizo segúi) ceremonia acostumbrada en la antigua Roma. Fue con­
ducido por esclavos en una silla de marfil desde la que arrojó al
pueblo una parte del botín tomado a los vándalos. Se cogieron
muchas piezas de plata, cinturones de oro y otros despojos de los
vencidos, como recordando el tiempo pasado en que esta licencia
era acostumbrada.
Esto fue lo que se hizo por entonces en Constantinopla.
(P rocopio, Histoire de la guerre contre les vandales, pp. 289-
291, en vol. I de Histoire de Constantinople, cit.)

10. R u p tu ra d e l m o n a rc a p e rs a C o s ro e s
CON J u s tin ia n o (540)
Cuando Cosroes vio que Belisario había comenzado a reducir
Italia a la obediencia de Justiniano, no pudo disimular su disgusto
y no pensó más que encontrar un pretexto para romper la paz con
apariencia justa. Logró que Alomendaro le facilitase uno.
Este rey se lamentaba de que en aquellos momentos Aretas le
estaba usurpando sus Estados. Entonces, se enfrentó con él y arre­
metió contras las tierras del Imperio. Pretendió, sin embargo, no
hacer nada contra el tratado de paz, por cuanto no se le había
incluido en él.
Es cierto que sólo los romanos y persas estaban mencionados
en el acuerdo y que no había ninguna referencia a los sarracenos.
El país que servía de objeto de las diferencias se llama Strata y está
próximo a la ciudad de Palmira del lado Norte. Está totalmente
quemado por el sol y no produce ni trigo ni árboles. Allí sólo se
dan pastos.
Aretas sostenía que este país había pertenecido en todo tiempo
a los romanos y su solo nombre era prueba suficiente, ya que Stra­
ta en latín significa camino adoquinado. Alegó el testimonio de
personas de edad avanzada. Alomendaro respondió que ello era
inútil, ya que había constancia de que él estaba en posesión de las
rentas de los pastos que le pagaban quienes introducían allí los
ganados.
LA TRANSICIÓN AL MEDIEVO 45
Justiniano remitió el asunto al juicio de hombres ilustres... y
deliberó ampliamente sobre el asunto. Cosroes se lamentó de que
Justiniano había violado la paz por haber organizado una conjura
contra su familia, y por haber intentado corromper a Alomendaro,
rey de los sarracenos [...], y haber escrito a los hunos para solicitar
la invasión de sus tierras.
En definitiva, Cosroes acusó a los romanos de romper la paz.
(P rocopio, Histoire de la guerre contre les perses, pp. 93-
95, en vol. I de Histoire de Constantinople, cit.)

11. D e fin ic io n e s cristológicas del concilio


d e C a lc e d o n ia c o n tr a l a h e r e jía m o n o fisita (451)
De acuerdo con los Santos Padres, enseñamos unánimemente
un solo y mismo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, completo en
cuanto a la divinidad y en cuanto a la humanidad, verdaderamente
Dios y verdaderamente hombre. Compuesto de un alma racional y
de un cuerpo; consustancial al Padre según la divinidad y consus­
tancial a nosotros según la humanidad; semejante a nosotros en
todo salvo en el pecado; engendrado por el Padre antes de todos
los tiempos según la divinidad. Y, según la humanidad, nacido por
nosotros y para nuestra salvación de la Virgen María, Madre de
Dios: un solo y mismo Cristo, Hijo, Señor, Monógeno, con dos
naturalezas, sin mezcla, sin transformación, sin división, sin sepa­
ración, ya que la unión no ha separado la diferencia de itaturale-
zas. Cada una de ellas ha conservado su manera de ser propia y se
ha encontrado con la otra en una única persona e hipóstasis. Igual­
mente, Jesucristo no ha sido dividido en dos personas, sino que no
hay más que un Hijo, Hijo único, Dios Verbo, el Señor Jesucristo,
según nos habían anunciado en otro tiempo los profetas, tal y
como el mismo Jesucristo lo ha enseñado y el símbolo de los San­
tos Padres nos ha transmitido.
(M ansi, Sacromm conciliorwn nova et amplissima
collectio, t. VI, col. 116.)

Iglesia y cultura en Occidente


en el período de transición
Desde el siglo v la Iglesia de Occidente empieza a definir
su personalidad frente a la tradicional supremacía de los
46 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Padres griegos. San Agustín (Confesiones, La Ciudad de Dios)
es el primer intelectual del Medievo europeo. Las Etimolo­
gías, de San Isidoro, compendio de los saberes de la Antigüe­
dad, serán importante instrumento de trabajo del estudioso
medieval. En la Regula Benedicti, el Occidente europeo
encontrará el elemento necesario para dotar de unidad y for­
taleza a su monacato. El auge de la autoridad pontificia y la
pugna con Tos restos del paganismo completan el cuadro.
Bibliografía

G. M. C o lo m ba s , El monacato primitivo, Madrid, B .A .C ., 1974.


J. F o n t a in e , La littérature latine chrétienne, París, P.U.F., col. «Oue sais-je?»,
1970.
H. I. M a r r o u , Saint Augustin et la fin de la culture antigüe, París, Éd. Boc-
card, 19584.
W. U llm a n n , The Growth of Papal Government in the Middle Ages, Londres,
Methuen, 1965.
I. G o b r y , Les moines en Occident, 3 vols., París, Fayard, 1985.

12. EL ENFRENTAMIENTO DE LAS DOS CIUDADES


Creo que quedan satisfechas y comprobadas las cuestiones
más arduas, espinosas y dificultosas, que se refieren al principio o
fin del mundo o del alma, o del mismo linaje humano, que hemos
distribuido en dos géneros: el de los que viven según el hombre y el
de los que viven según Dios. A esto llamamos también místicamen­
te dos ciudades, es decir, dos sociedades de hombres. Una está pre­
destinada a reinar eternamente con Dios y la otra a padecer eterno
tormento con el demonio. Éste es el fin principal de ambas. De él
trataremos más adelante [...].
El primer hijo de aquellos primeros padres de linaje humano
fue Caín, que pertenece a la ciudad de los hombres. El segundo fue
Abel, que pertenece a la ciudad de Dios [...].
Dios, como insigne alfarero, hizo de la misma masa un vaso de
honor y otro de ignominia. Hizo primero el de ignominia y luego el
de honor. Porque en una misma persona primero surge el malo, en
que es preciso que nos detengamos, y después el bueno, a donde
llegamos caminando en la virtud y en el que permanecemos para
siempre [...].
Hay, pues, en la ciudad terrena dos figuras: una muestra su
LA TRANSICIÓN AL MEDIEVO 47
presencia y otra con su presencia sirve a la imagen de la ciudad
celestial. La naturaleza viciada por el pecado engendra los ciuda­
danos de la ciudad terrena. La gracia libera a la naturaleza del
pecado y engendra los ciudadanos de la ciudad celeste.
(S an Agustín , De civitate..., pp. 895-896.)

13. D iv isió n isidoriana de la filosofía


La filosofía se divide en tres partes: natural, que en griego se
llama física, que trata del conocimiento de la naturaleza; otra
moral, que en griego se llama ética, en la que se trata de las cos­
tumbres, y la tercera, la racional, en griego lógica, en la que se bus­
ca la verdad tanto en las cosas como en las costumbres [...].
Platón la dividió [a la física] en cuatro partes, a saber: aritméti­
ca, geometría, música y astronomía.
Sócrates fue el primero que cultivó la ética [...] y la dividió en
las cuatro virtudes del alma, a saber: prudencia, justicia, fortaleza
y templanza [...].
Platón la dividió [a la lógica] en dialéctica y retórica. Se llama
lógica, esto es, racional, del griego logos, que significa discurso,
razón.
En las Sagradas Escrituras se encuentran estos tres géneros de
filosofía; pues hablan de la naturaleza, como en el Génesis y en el
Eclesiastés; o de las costumbres, como en los Proverbios y en otros
muchos libros; o de la lógica, hasta el punto que los nuestros vindi­
can para sí la teórica (teología), como en el Cantar de los Cantares
y en los Evangelios.
Algunos doctores definieron así la filosofía: Es la ciencia pro­
bable en cuanto es dado al hombre, de las cosas divinas y huma­
nas [...].
de S evilla , Etimologías, ed. Luis Cortés
(I sidoro
Góngora, Madrid, B.A.C., 1951, p. 61.)

14. I ntroducción a la «R egula B e n e d ic t i » ( hacia e l 529)


Es manifiesto que hay cuatro linajes de monjes.
El primero es el de los cenobitas, que militan en comunidad,
bajo una regla y un superior.
El segundo es el de los anacoretas o eremitas, los cuales, no por
48 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
el reciente fervor de su conversión, sino después de una prolongada
prueba en el claustro, y diestros ya en consorcio de muchos, apren­
dieron a lidiar con los demonios y salen bien instruidos de la tropa
fraternal a combatir solos en los yermos, seguros de que, sin soco­
rro humano, sino sólo con su facultad y el favor de Dios, pueden
luchar ellos solos contra sus apetitos y pensamientos.
La tercera y torpísima casta de monjes es la de los sarabaitas,
que sin prjieba de ejercicios en el claustro como oro en el fuego y
flexibles cual plomo, conservando aún su alianza con el mundo, se
ve que desdicen su vida de lo que a Dios promete la tonsura. Encié-
rranse éstos sin pastor, a dos o a tres juntos, y a veces solos, no en
los cortijos del Señor, sino en los suyos, sin más ley que el placer
de sus deseos, pues a lo que imaginan o eligen llaman santo, y tie­
nen lo que reprueban por ilícito.
El cuarto linaje de monjes es el que llaman girovago, que giran
toda su vida por provincias, hospedándose a tres o cuatro días en
diversas celdas, siempre vagos, nunca estables, esclavos de la gula y
de sus placeres, y peores en todo que los sarabaitas, de cuyos procede­
res detestables y muy lastimosos será mucho mejor que no tratemos.
Y así, omitiendo estas diferencias, vamos a ordenar con el
favor divino la Regla de los fortísimos cenobitas.
(Regla de Nuestro Padre San Benito, ed. Fr. Diego
Mecolaeta, Madrid, 1829, cap. I, pp. 7-8.)

15. C a rta d e l Papa G e la s io a l e m p e ra d o r A n a sta sio I


(494)
Hay dos poderes, augustísimo emperador, por los que está
regido el mundo: la sagrada autoridad pontificia y el poder regio.
De ellos, el primero es mucho más importante, ya que ha de rendir
cuentas incluso de los reyes y de los hombres ante el tribunal Divi­
no. Pues ya sabes, clemente hijo nuestro, que aunque ocupas el
lugar de más alta dignidad sobre la raza humana, así y todo debes
someterte fielmente a aquellos que tienen a su cargo las cosas divi­
nas y defenderlos con objeto de lograr tu salvación. Sabes que en
lo que concierne a la recepción y reverente administración de los
sacramentos, debes obedecer a la autoridad eclesiástica, más que
manejar. Así pues, en tales materias, has de someterte al juicio
eclesiástico, en lugar de tratar de doblegarlo a tu propia voluntad.
(Migne, Patrología Latina, t. LIX, col. 42.)
LA TRANSICIÓN AL MEDIEVO 49
16. S an M artín d e B raga ( hacia el 572) lucha
po r erradicar los resabios de paganismo
DE LAS POBLACIONES HISPÁNICAS
Por otra parte, ¿qué puede dolorosamente decirse de aquel
error tan craso, de que celebren los días de las polillas y de los rato­
nes y, si está permitido decirlo, de que el hombre cristiano venere
como a un dios a ratones y polillas? Creen que si no se les ofrece,
para salvaguardar del tonel o de la arquita, pan o paño, no respeta­
rán de ninguna manera nada de lo que encuentran en pago de los
obsequios que se les han tributado. Pero el pobre hombre no tiene
motivo para forjarse estas prefiguraciones como si creyera que si en
el comienzo del año está satisfecho y feliz con todas las cosas, le iba
a ocurrir igualmente a lo largo del año entero. Todas estas obser­
vancias de los paganos se sacan de entre los inventos de los demo­
nios. Pero ¡ay de aquel hombre que no haya tenido a Dios propicio
y que no haya conseguido de él la saciedad de pan y la seguridad de
vida! Resulta que practicáis estos inútiles actos supersticiosos ocul­
tamente o en público y no dejáis nunca de hacer sacrificios a los
demonios. ¿Y por qué no os conceden estar siempre satisfechos,
seguros y felices? ¿Por qué cuando habéis irritado a Dios los inúti­
les sacrificios no os protegen de la langosta, del ratón y de otras
muchas tribulaciones que Dios airado os envía?
(M artín de B raga , Sermón contra las supersticiones
rurales, Ed. de R. Jove Clols, El Albir, p. 33, Barce­
lona, 1981.)

Los comienzos del Islam


En el espacio de menos de un siglo, un nuevo poder —el
Islam— llega a construir un gigantesco imperio, desde la
meseta del Irán hasta el Atlántico.
Desde la muerte de Mahoma, en el 632, la guerra santa
va a constituir el elemento dinamizador de este impulso.
La España visigoda será su última víctima (711). La Cris­
tiandad perderá por varios siglos su hegemonía en el Medi­
terráneo.
50 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Bibliografía

A los títulos reseñados con anterioridad pueden añadirse:


T. Andrae, Mahoma, Madrid, Alianza Editorial, 1966.
A. B a r b e r o y M. V ig il , Sobre los orígenes sociales de la Reconquista, Barcelo­
na, Ariel, 1974.
R. Collins, La conquista árabe de España, Madrid, Crítica, 1991.
L. G arcía M o r e n o , El fin del reino visigodo de Toledo, Madrid, Antiqua et
Medievalia, 1975.
G o d efr o y -D e m o m b y n e s , Mahomet, París, Éd. Albin-Michel, col. «L’évolu-
tion de rhumanité», 1959.
W . M. W a tt , Mahoma, profeta y hombre de estado, Barcelona, Nueva Colec­
ción Labor, 1967.
P. C h a lm eta , Invasión e islamización, Madrid, Mapire, 1994.

17. Dios e n e l C o rá n
Sólo hay un Dios: el Dios vivo y eterno.
Él ha enviado el libro que encierra la verdad, para confirmar
las Escrituras que le han precedido. Antes, hizo descender el Pen­
tateuco y el Evangelio para que sirvieran de guía a los hombres,
ahora ha enviado el Corán desde los Cielos.
Aquellos que nieguen la divina doctrina sólo deben esperar los
suplicios. Dios es poderoso y la venganza está en sus manos.
Nada de cuanto está en los cielos y en la tierra está oculto a su
vista. Es Él quien os forma a su antojo en el seno de vuestras
madres. No hay otro Dios más que Él, y Él es sabio y poderoso.
Él es quien te ha enviado este libro. Entre los versículos que lo
componen unos encierran preceptos sabios que son la base de la
obra, los demás son alegóricos. Aquéllos, predispuestos al error, se
inclinan a estos últimos pretendiendo interpretarlos, y forman un
cisma: Dios sólo tiene la explicación. Los hombres encanecidos en
la ciencia dirán: «Nosotros creemos en el Corán; todo aquello que
encierra viene de Dios.» Y este lenguaje es el de los sabios.
Señor, no permitas que nuestros corazones se aparten de la
verdad, después que nos has alumbrado. Ábrenos los tesoros de tu
misericordia. Tú eres la libertad misma.
Señor, tú reunirás un día al género humano delante de tu tri­
bunal. Nosotros no dudamos de esta verdad, pues tú jamás faltas a
tus promesas.
(Corán, cap. III, vers. 1 a 7.)
LA TRANSICIÓN AL MEDIEVO 51
18. G estación de la guerra santa e n e l C orán
Véase texto comentado como modelo al comienzo de este ca­
pítulo.

19. I r ru pció n musulmana e n E spaña (711)


y fin d el r ein o visigodo seg ú n una crónica
d e fin e s d el SIGLO IX

El tercer año, habiendo ya combatido el mismo Tarik con


Rodrigo, entró Muza Iben Nusair, y pereció el reino de los godos, y
entonces todo el honor de la estirpe gótica pereció por el pavor y
por el hierro. Acerca de tal rey Rodrigo, nadie sabe cosa alguna de
su muerte hasta el presente día.
Pero, dominada por los árabes la tierra junto con el reino, toda
la flor de la estirpe goda pereció por el pavor y por el hierro. Pues­
to que no hubo en ellos una penitencia digna de sus delitos, y pues­
to que desoyeron los mandatos del Señor y lo establecido en los
sagrados cánones, el Señor los abandonó, de manera que no pose­
yeran la tierra deseable. Y los que, asistidos por la diestra del
Señor, siempre superaban los ataques enemigos y postraban las
armas de guerra, por sentencia de Dios, vencidos por unos pocos,
fueron reducidos casi a la nada, y se sabe que muchos de ellos per­
manecen hasta hoy sojuzgados. También la ciudad de Toledo, ven­
cedora de todas las gentes, sucumbió vencida por los triunfos
ismaelitas, y sometida a ellos les sirvió. Y así, conforme a sus peca­
dos, España se derrumbó en el año 380 de los godos.
(«Crónica Albeldense», en Crónicas asturianas, Ed.
J. G il F ernández , J. L. M oralejo y J. I. Ruiz de la
P eña , Universidad de Oviedo, 1985, p. 257.)

20. EL MAYORDOMO DE AUSTRASIA (AUSTRIA EN EL TEXTO)


C arlos M artel vence a los m usulm anes
EN EL CAMINO ENTRE TOURS Y POITIERS (7 3 2 )
Continuando Abderramán la persecución del mencionado
duque Eudo, mientras se detiene a destruir palacios y quemar igle­
sias, e intenta saquear la diócesis de Tours, se encuentra con Car­
los, cónsul de Austria, hombre belicoso desde su infancia y muy
versado en asuntos militares, de antemano advertido por Eudo.
52 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Después de atormentarse durante casi siete días unos y otros con
pequeños enfrentamientos militares, al fin se despliegan en bata­
lla, y en dura pelea, permaneciendo las gentes septentrionales
inmóviles como una pared y manteniéndose en bloque como el
hielo en época invernal, pasan a espada en un abrir y cerrar de ojos
a los árabes. Cuando la gente de Austria, sobresaliente por la
robustez de sus miembros y por su vigorosa mano de hierro, mata,
hiriéndole en el pecho al rey [Abderramán] que le había salido al
encuentro, la noche interrumpe al punto la batalla, y desdeñosa­
mente levantan sus espadas, reservándose para la lucha del día
siguiente, al ver la gran extensión del campamento árabe. Por la
mañana, saliendo de sus habitáculos, los europeos divisan las tien­
das de los árabes... enviaron exploradores y pudieron averiguar
que todos los ejércitos islamitas habían huido y que durante la
noche, calladamente, en apretada columna habían regresado a su
patria...
0Crónica mozárabe de 754. Ed. J. E. L ópez P ereira ,
Zaragoza, Anubar, 1980, pp. 99-101.)
LA ALTA EDAD MEDIA
(SIGLOS VIII AL XI)
Introducción
El impacto de la expansión islámica sobre la Cristian­
dad se dejará sentir con fuerza en ambas cuencas del Medi­
terráneo.
En la Oriental, el Imperio de Constantinopla se verá pri­
vado de sus importantes provincias de Siria y Egipto. El
ámbito de actuación de los emperadores bizantinos se
reducirá a las áreas más estrictamente «griegas» de los Bal­
canes, Tracia y el Asia Menor. En este sentido, la presión del
Islam ha contribuido a que el Imperio bizantino se convier­
ta en una entidad esencialmente oriental y helénica, dos
características que reforzarán su personalidad frente a sus
vecinos del Occidente europeo.
En esta área, frente a la vieja disgregación política y el
empuje del Islam, surge una primera réplica: el Imperio
carolingio, estrechamente vinculado al Pontificado romano.
Como construcción política, el Imperio de Carlomagno
no sobrevivió muchos años a su fundador. Sin embargo, en
este tiempo, el Occidente europeo fue adquiriendo unos per­
files en sus relaciones socioeconómicas que durarán varios
siglos. El alejamiento del mundo mediterráneo parece con­
sumarse. La economía europea responde a una impronta
esencialmente continental y rural. El gran dominio fundia-
rio marca la pauta. A la vez que aumentan las restricciones a
la capacidad de movimientos del campesinado, los lazos de
relación hombre a hombre contribuyen a reforzar el entra­
mado de las instituciones feudovasalláticas.
A la prueba del Islam sucederá en el Occidente europeo
la de las llamadas «segundas migraciones». Sus protagonis-
56 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
tas son los normandos, sarracenos, pueblos de las estepas y
eslavos. Los efectos negativos del nuevo impacto se prolon­
garán hasta muy entrado el siglo x. A lo largo de más de un
siglo, por tanto, Europa se jugó de nuevo su estabilidad,
aunque no su propia existencia.
Contracción política y contracción económica tienen su
paralelo en la decadencia cultural y espiritual, que constitu­
ye otro de los signos negativos de estos «tiempos oscuros».
Algunos intentos de regeneración, como el protagonizado
por el «renacimiento» carolingio, no pasaron de constituir
proyectos de disponer de unas élites laicas o eclesiásticas
que dirigiesen los asuntos de la comunidad cristiana en su
doble faceta, espiritual y temporal.
El papel de la Iglesia también se dejará sentir en otro
campo, donde se conseguirán logros importantes, aunque
a veces sumamente costosos. Nos referimos a la cristiani­
zación de los pueblos protagonistas de esas «segundas
migraciones». Cristianización no sólo en los lugares don­
de establecen nuevos asentamientos, sino también en sus
patrias de origen. Ello, a la larga, propiciará la ampliación
de las fronteras de la Europa cristiana, por el añadido de
un nuevo cinturón de Estados: Dinamarca, Polonia, Hun­
gría, etc.
El peligro unitario del Islam decrecerá a finales del si­
glo v iii . El Imperio abbasí, en sus comienzos, marca el pun­
to culminante de la política y la civilización mahometanas,
pero desde entonces se iniciará un lento e irremediable
declive. No es tanto por la mejor organización de la defensa
cristiana como por la disgregación que se produce en el
seno de la comunidad islámica: independencia de la Espa­
ña musulmana y de amplias zonas del norte de África.

Bibliografía

A las obras señaladas en la bibliografía general pueden añadirse otras:


J. D h o n t , La Alta Edad Media, en Historia universal siglo XXI, Madrid, 1971.
G. F o u rn ier , L’Occident de la fin du V a la fin du IX siécle, París, A. Colin,
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LA ALTA EDAD MEDIA 57
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Occidente, 1959.
R. D o ehaerd , Occidente durante la alta Edad Media. Economías y socieda­
des, Barcelona, Ed. Labor, col. «Nueva Clío», 1974.
R. L atouche , Los orígenes de la economía occidental (siglos IV al XI), Méxi­
co, UTEHA, col. «La Evolución de la Humanidad», 1957.
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vie religieuse des laics dans l’Europe carolingienne (750-900), París,
Picard, 1991.
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dencia, Buenos Aires, Ed. Siglo XXI, 1973.
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za U n iv ersid ad , 1991.
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Ph. W olff , L’éveil intellectuel de l’Europe, París, Éditions du Séuil, 1971.

Modelo de texto analizado y comentado


La Coronación imperial del 800
Como en el país de los griegos no había emperador y estaban
bajo el imperio de una mujer, le pareció al Papa León y a todos los
padres que en la asamblea se encontraban, así como a todo el pue­
blo cristiano, que debían dar el nombre de emperador al rey de los
francos, Carlos, que ocupaba Roma, en donde todos los Césares
habían tenido la costumbre de residir, así como también Italia, la
Galia y Germania. Habiendo consentido Dios omnipotente colocar
estos países bajo su autoridad, pareció justo, conforme a la solici­
tud de todo el pueblo cristiano, que llevase en adelante el título
imperial. No quiso el rey Carlos rechazar esta solicitud, sino que,
sometiéndose con toda humildad a Dios y a los deseos expresados
por los prelados y todo el pueblo cristiano, recibió este título y la
58 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
consagración del Papa León el día de la Natividad de Nuestro
Señor Jesucristo.
(Armales Laureshamenses, ann. 801. Ed. Pertz, M.G.H.,
Sriptores, I, p. 38.)

Comentario
1) El presente texto se encuentra dentro de los testi­
monios de tipo narrativo del Medievo. De ellos, los anales
son una de sus más acabadas expresiones. El documento se
limita a dar constancia de un acontecimiento: la coronación
de Carlomagno como emperador en la Navidad del 800 por
el pontífice León III.
2) El entorno histórico-potítico del texto es de sobra
conocido: la dinastía carolingia, afirmada en el trono en los
anteriores años, llega a la cima de su poder con las afortu­
nadas campañas militares de Carlos contra sajones, lom­
bardos, musulmanes, etc. La crisis del Imperio bizantino y
la alianza del pontificado con los monarcas francos harán
el resto. Los acontecimientos se precipitarán hasta desem­
bocar en uno de los más importantes del Medievo: la coro­
nación imperial de Carlomagno, expuesta de forma concisa
en este fragmento que comentamos.
3) El análisis pormenorizado de personajes, institucio­
nes, referencias geográficas, etc., nos conduce a valorar una
serie de expresiones:
a) Remitiéndonos en primer lugar a las puramente
geográficas, veríamos cómo el país de los griegos es una clarí­
sima alusión al Imperio romano de Oriente. Tiene, sin em­
bargo, ciertas connotaciones peyorativas. En efecto, el autor
del texto no habla de «imperio», sino de país (pars), como
pretendiendo rebajar su condición política. El propio térmi­
no griegos puede suponer también una cierta conciencia de
distanciamiento entre las poblaciones deí Occidente y las
de Oriente. En efecto: si los bizantinos se dan a sí mismos el
nombre de «romeioi» (romanos), los occidentales los desig­
LA ALTA EDAD MEDIA 59
nan sólo como «griegos», en un intento de considerarse ellos
como los únicos «romanos» por su progresiva vinculación a
un pontificado erigido en heredero de la vieja Roma.
Roma (otra de las expresiones recogidas en el texto),
aunque decaída físicamente en el Medievo, sigue teniendo
una gran fuerza moral. Contrastan su ruina material y su
contracción demográfica con la admiración que su glorioso
pasado sigue despertando entre los jóvenes Estados ger­
mánicos. Para los bizantinos, Constantinopla era la segun­
da Roma. Pero para los occidentales la universalidad de la
Roma del Tíber se sigue manteniendo, y se hablará de
la translatio de su jefatura política a los pueblos germanos
asentados en el Occidente. La posesión de la ciudad se iden­
tifica con la del poder universal.
Importante a tener en cuenta es también la forma en la
que el autor del texto se refiere a las grandes áreas sobre las
que se extiende el poder de los carolingios: se dice que Car­
los posee Roma, «así como también Italia, la Galia y Ger-
mania». Notamos un empleo de las expresiones tradiciona­
les: la Galia correspondería a un territorio situado entre el
Rin y el Atlántico y el canal de la Mancha y los Pirineos.
Grosso modo, lo que hoy corresponde a Francia. Germania
se identifica en el texto con un espacio más reducido que el
reconocido por los autores clásicos: corresponde sólo al
área situada entre el Rin y el Elba. Algo semejante cabría
decir de Italia, pues el dominio efectivo de Carlos en ella se
reducía a la mitad norte de la península. Al sur de Roma,
las influencias se reparten en estos momentos entre bizanti­
nos, señores «lombardos» y algunas ciudades dotadas de
cierto margen de autonomía, como Amalfi, Gaeta o Nápo-
les. A lo largo del Medievo, esta identificación del «reino de
Italia» con la mitad septentrional de la península llegará a
ratificarse. La mitad meridional pasará a designarse con los
nombres de reino de Nápoles o de Sicilia.
Hay que observar también cómo el término Francia no
aparece en el texto. Cuando se utilice a lo largo del siglo ix
será con un sentido más amplio, para designar todo el terri­
torio de la Galia y Germania, a las que, respectivamente, se
las denominará «Francia Occidentalis» y «Francia Orienta-
60 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
lis». Incluso, entre ambas, cabrá una «Francia Media»,
correspondiente a Lotaringia. Véase, al respecto, el texto
número 25, referente al reparto de Verdún.
Puede advertirse también cómo el bloque territorial al
que el texto se refiere se caracteriza por su fuerte continen-
talidad. Con la reserva de lo expuesto antes para Roma,
puede apreciarse que nos encontramos ante una reafirma­
ción de la traslación hacia el norte de los grandes centros
políticos. Véase, sobre este tema, el texto número 5. Ténga­
se en cuenta igualmente la preferencia de Carlomagno por
Aquisgrán como capital.
A título complementario —y consultado el correspon­
diente mapa histórico—, resulta de interés comparar el
imperio de Carlos con las entidades políticas situadas al
otro lado de las marcas fronterizas: árabes, anglosajones,
eslavos, escandinavos...
b) En segundo término, el texto nos presenta una serie
de personajes a los que es necesario valorar en el desarro­
llo de los acontecimientos.
De entrada (y abundando en criterios antes expuestos),
el autor del texto resta importancia al Imperio de Bizáncio,
cuyo trono considera vacante por ocuparlo una mujer, la
emperatriz Irene. Este motivo se-ve como suficiente para
una restauración del título imperial en Occidente.
La figura de Carlos aparece en el texto como un sujeto
un tanto pasivo de los acontecimientos. No parece en efec­
to, que el monarca franco buscase conscientemente el título
imperial, ya que las sutilezas de su significado se le escapa­
ban a él —un germano, a fin de cuentas— en buena parte.
Ello, sin embargo, no será obstáculo para que el ejercicio de
su autoridad se llevase a la práctica con una firmeza que
sus sucesores no iban a poder mantener.
La figura del Papa aparece en el texto en un primerísimo
plano («le pareció al Papa León...», «consagración del Papa
León...»). Pero hay que tener en cuenta que el pontífice se
mueve al compás de una serie de acontecimientos: la nece­
sidad de encontrar un protector en el monarca franco en
unos momentos en que las facciones nobiliarias romanas se
muestran inquietas, o la búsqueda de un contrapeso en
LA ALTA EDAD MEDIA 61
Occidente frente a la asfixiante tutela de los emperadores
de Constantinopla. La actuación de León III se presentó así
parcialmente movida por unos intereses demasiado inme­
diatos. Pero ello no fue obstáculo para constituir el prece­
dente en que sus sucesores se apoyarán para arrogarse el
derecho de consagrar a los emperadores como condición
sine qua non para poder ejercer como tales.
La expresión «los padres que en asamblea...» puede iden­
tificarse tanto con el entourage pontificio como con los con­
sejeros de Carlos. En efecto, Alcuino de York, Amo de Salz-
burgo, o Riculfo de Maguncia serán los verdaderos artífices
de la restauración imperial. Protagonistas del «renacimiento
carolingio», estos personajes soportaban mal la idea del
mantenimiento de la dignidad imperial en Constantinopla.
En último término, en el documento aparece un protago­
nista colectivo en la figura de «todo el pueblo cristiano». Tal
expresión empieza a sustituir a la antigua de pueblo romano.
Supone una nueva concepción universalista, derivada no ya
de una dependencia política, sino de una comunión espiri­
tual con Roma. Se ha dicho, así, que el Imperio de Carlos
conecta más con el de Constantino que con el de Augusto.
Ello nos llevaría a otro orden de consideraciones.
4) ¿Cuál es la valoración que puede darse a este Impe­
rio restaurado en el Occidente? Con el texto que estamos
analizando a la vista y el auxilio de otros testimonios se
puede llegar a una serie de conclusiones.
El primer problema que se plantea —insistimos— eg el
de la compatibilidad o no del imperio carolingio con el de
Constantinopla.
La coronación del 800 tenía características —cara a
Constantinopla— de un verdadero golpe de Estado, ya que
la dignidad imperial se consideraba única y afincada a ori­
llas del Bosforo. Aparte de las justificaciones antes esgrimi­
das, «los padres que en asamblea estaban» podían alegar
otras. En efecto, frente a las graves conmociones espiritua­
les de Oriente (el fantasma de la iconoclastia seguía laten­
te), Carlos podía ser presentado como el campeón de la
ortodoxia. Ni el pontífice ni los consejeros áulicos del sobe­
62 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
rano carolingio se pararon a considerar las implicaciones
políticas derivadas de esta decisión. Carlomagno trató de
solventarlas bien por las armas (guerra abierta con Bizan-
cio por la posesión de Venecia) o por la diplomacia: nego­
ciaciones con miras a una unión matrimonial, y, en última
instancia, coexistencia pacífica de los dos emperadores.
El segundo extremo a considerar en la valoración global
del texto concierne a la dimensión religiosa que va a tener el
imperio. Un cierto mesianismo (comparaciones de Carlos
con David y Salomón, del imperio con un nuevo Israel, etc.)
influirá a favor del monarca franco en unos años en los que
la posición del pontífice era demasiado débil. La Cristian­
dad occidental, en su doble dimensión política y espiritual,
será gobernada por Carlomagno. El texto que analizamos
nos situaría así en uno de los capítulos de la historia de las
relaciones entre el «regnum» y el «sacerdocium» que tanto
juego darán a lo largo del Medievo. Véanse, al respecto, los
textos números 15, 43 a 46 y 96 para establecer las oportu­
nas comparaciones.
5) En lo referente a la procedencia del texto, cabe decir
que se encuadra en un bloque de testimonios coetáneos,
bajo el común denominador de Anales, redactados en
monasterios, muchos de ellos cercanos al valle del Rin:
Anales Reales, Anales de Metz, de Fulda, de Lorsh, de Saint
Bertin, etc. En todos, la coronación del 800 es recogida de
forma destacada.
Complemento de estos testimonios sería la Vita Karoli,
de Eginardo. Todos ellos son expresión de un movimiento
cultural conocido bajo el enfático nombre de «Renacimien­
to Carolingio». El papel de los eclesiásticos en la redacción
del presente texto es evidente, más aún si tenemos en cuen­
ta el lugar de primer orden que se reserva a los clérigos en
la restauración imperial, y otras expresiones, tales como
«sometiéndose con toda humildad a Dios...».
6) Resulta innecesario recalcar la importancia del texto
y la proyección que el acontecimiento que refleja va a tener
en el futuro. De todo lo anteriormente expuesto y de las
LA ALTA EDAD MEDIA 63
comparaciones que el lector vaya haciendo con otros textos
recogidos en este volumen (tal y como antes hemos sugeri­
do) pueden sacarse fáciles e importantes conclusiones.
Orientación bibliográfica

Para el análisis y comentario de este texto puede recurrirse a las obras


recogidas en la bibliografía general que se refieren a teoría política, y a
aquellas que acompañan a los epígrafes que conciernen al mundo carolin-
gio. Con un sentido más monográfico puede el lector remitirse también a:
R. F olz , Le couronnement imperial de Charlemagne, París, Gallimard, 1989.
E. M it r e , «La Europa del 800 y sus fundamentos políticos», en Homenaje al
Prof. Lacarra, Valencia, 1977.
R. E. S ullivan (ed.), «The Coronation of Charlemagne», en Problems in
European Civilization, Boston, D. C. Heath and Company, 1959.
Interesantes también son las ponencias recogidas en la I Settimana de
Spoleto (1954) bajo el tema I problemi della civilta carolingia.

Bizancio: repliegue mediterráneo y proyección


hacia el medio eslavo
Desde el último tercio del siglo vn, Bizancio logra algu­
nos éxitos parciales frente a la oleada islámica.
Repliegue y helenización son los signos bajo los que
vivirán las dinastías heráclida e isáurica. A las viejas quere­
llas doctrinales de signo cristológico sucede, desde media­
dos del siglo viii, la pugna en torno al culto de las imágenes,
que no concluirá hasta entrada la centuria siguiente.
Mientras el Papado impone su autoridad moral sobre
los Estados de la Europa occidental, Constantinopla ejerce
su influencia evangelizadora en el medio eslavo.
Bibliografía

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R. M arichal , Premiers chrétiens de Russie, París, Les Éditions du Cerf, 1966.
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«Destins du Monde», 1965.
A. V asiliev , Byzance et les Arabes I. La dynastie d'Amorion, Bruselas, 1935.
64 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
21. LOS MUSULMANES, RECHAZADOS DE CONSTANTINOPLA
EN EL 677
Constante fue muerto a traición por sus criados en Sicilia
cuando estaba en el baño. Después de haber reinado veintisiete
años, le sucedió su hijo Constantino (IV).
Fue al comienzo de su reinado cuando el príncipe de los sarra­
cenos equipó una potente flota, de la que dio el mando a un exce­
lente hombre de guerra llamado Caler. Éste abordó el Ebdome,
que está en las afueras de Constantinopla. Constantino le salió al
encuentro con gran número de barcos. Cada día se dieron varios
combates y la guerra siguió sin descanso desde la primavera hasta
el otoño, en que la flota enemiga se retiró a invernar en Cizico.
Volvió en la primavera siguiente para proseguir la guerra, que, de
esta forma, duró siete años. Pero al fin, como estos bárbaros, lejos
de conseguir ventajas, habían perdido algunos de sus más valien­
tes hombres, se retiraron a su país, siendo atacados por una tem­
pestad en la que perecieron casi todos.
Cuando el príncipe de los sarracenos supo la nueva pérdida de
su flota, envió embajadores al emperador para solicitar la paz y
ofrecer un tributo. El emperador aceptó la propuesta y envió hacia
ellos a Juan, patricio llamado Petzigodio, hombre de rara sabidu­
ría y profunda experiencia. Cuando llegó a su país acordó una tre­
gua de treinta años, durante la cual pagaron tres mil piezas de oro
y entregaron cincuenta hombres y cincuenta caballos.
Apenas la noticia llegó a los ávaros, enviaron presentes al
emperador, solicitándole la paz que se acordó. Así, tanto Oriente
como Occidente disfrutaron de una profunda calma y una perfecta
tranquilidad.
CHistoire des empereurs Constantin, Heracle et leurs
successeurs, por Nicéforo, patricio de Constantino­
pla, en t. III de Histoire de Constantinople, París,
Éd. Cousin, 1685, pp. 358-359.)

22. D isp o sic io n es ic o n o c la s ta s d e C o n s ta n tin o V


(740-775)
Habiendo decidido Constantino ultrajar a la Iglesia y combatir
la piedad, reunió, como por inspiración de un mal espíritu, un
concilio de 138 obispos, presidido por Teodosio, patriarca de Éfe-
so. Dio también la Iglesia de Constantinopla a un monje que era
LA ALTA EDAD MEDIA 65
obispo de Sillea. Se ordenó que las imágenes fueran quitadas y se
publicó el decreto en pleno mercado para dejar en ridículo su culto
a los fieles que lo habían rendido. Se pronunció a continuación
anatema contra Germán, que había sido Patriarca de Constantino­
pla, contra Gregorio de Chipre y contra Juan Damasceno, llamado
Mansur.
(Histoire des empereurs Constantin, Heracle et leurs
successeurs, cit., p. 388.)

23. E v a n g e liz a c ió n d e l o s e s la v o s
Los eslavos [de Moravia] estaban ya bautizados, así como sus
príncipes, cuando Rotislav, Sviatopolk y Kotsel se dirigieron al
emperador Miguel y le dijeron: «Nuestro país está bautizado, pero
no tenemos maestros que nos instruyan y nos expliquen los libros
sagrados. Pues nosotros no comprendemos la lengua latina ni la
griega. Unos nos instruyen de una manera, los otros de otra, de
manera que no podemos captar ni la letra ni el sentido de la Escri­
tura. Envíanos maestros que sean capaces de expresamos las pala­
bras del libro y su sentido.»
Comprendiendo esto, el emperador Miguel convocó a todos
los filósofos y les repitió las palabras de los príncipes eslavos. Los
filósofos dijeron entonces: «Hay en Salónica un hombre llamado
León. Tiene hijos que conocen la lengua eslava; dos hijos eruditos
filósofos.» Entendiendo esto, el emperador les mandó buscar a
Salónica, diciendo a León: «Envíanos pronto a tus hijos Metodio y
Constantino.» León, comprendiendo esto, los envió rápidamente.
Llegaron ante el emperador, que les dijo: «Los eslavos me han
enviado una delegación para pedirme un maestro que pueda
explicarles los libros santos.» Accedieron a la solicitud del empe­
rador y éste los envió a la tierra eslava, junto a Rotislav, Sviato­
polk y Kotsel.
Desde su llegada, establecieron las letras del alfabeto eslavo y
tradujeron los Hechos de los Apóstoles y los Evangelios. Los eslavos
se alegraron de poder entender en su lengua las grandezas de Dios.
Tradujeron a continuación el Salterio, el Octoico y otros libros.
Algunos se levantaron contra ellos murmurando: «No conviene
que ningún pueblo tenga otro alfabeto que el hebreo, el griego o el
latino, según se deduce de la inscripción que hizo colocar Pilatos
sobre la cruz del Señor.» El Papa de Roma reprendió a los que
murmuraban contra los libros eslavos, diciendo: «Que se cumpla
66 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
lo dicho en las Escrituras: que todas las lenguas alaben a Dios.» Y
añadió: «Todas las lenguas proclamarán las grandezas de Dios,
según les dio a expresar el Espíritu Santo. Y si alguno censura la
escritura eslava que sea apartado de la Iglesia hasta que se corrija,
pues son lobos y no corderos; conviene reconocerlos por sus frutos
y guardarse de ellos. En cuanto a vosotros, hijos, escuchad la doc­
trina divina, no rechacéis la enseñanza de la Iglesia, tal y como os
ha instruido vuestro máestro Metodio.»
(«Crónica de los tiempos pasados [o de Néstor]».
Recogido en Prémiers Chrétiens de Russie, París,
Éd. du Cerf, 1966, pp. 35-37.)

La Europa carolingia: su dinámica política


Sucesores de los merovingios en el trono, los carolingios
lograrán recomponer una Galia dividida y acosada por los
musulmanes. La coronación del 800 supone el momento
culminante de una trayectoria política que quiebra a la
muerte de Carlomagno. El Tratado de Verdún, suscrito por
los nietos del fundador del Imperio, fijará la división de éste
en tres parcelas.
Al mismo tiempo, asistiremos a la consagración del
poder de los grandes señores territoriales. El feudalismo, en
su dimensión política, refuerza sus posiciones en el Capitu­
lar de Quierzy.
Bibliografía

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1968.
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J. M. Mínguez, Las claves del período carolingio, Barcelona, Planeta, 1991.
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24. L a c o ro n a c ió n im p e ria l d e l 800


Véase el texto comentado al comienzo de este capítulo.
LA ALTA EDAD MEDIA 67
25. E l tr a ta d o d e V e rd ú n (843)
[...] llegado Carlos, los hermanos se reunieron en Verdún. Allí
fue hecho el reparto: Luis recibió todo el territorio más allá del
Rin, y de este lado del Rin, las ciudades de Spira, Worms, Magun­
cia y sus pagos. Lotario, el territorio que se encuentra entre el Rin
y el Escalda, hasta el mar, y del otro lado, por el Cambresis, el Hai-
naut, los países de Lomme y de Méziers y los condados vecinos al
Mosa hasta la confluencia del Saona y del Ródano, y el curso del
Ródano hasta el mar, con los condados contiguos. Fuera de estos
límites, Lotario obtuvo solamente Arras de la humanidad de su
hermano Carlos. El resto hasta España lo recibió Carlos. Después
de haber hecho los correspondientes juramentos, se separaron.
(Armales de Saint Berlín, ann. 842-843, ed. Waitz
M.G.H. in usum scholarum, 1883, pp. 29-30.)

26. C a p itu la r d e Q u ie rz y (877)


Si un conde muriese y su hijo estuviera con nosotros, que
nuestro hijo con nuestros otros fieles ordene, entre quienes fuesen
más familiares y más próximos, el que con los ministeriales y el
obispo provea el condado. Pero si tuviere un hijo pequeño, éste,
con los ministeriales de dicho condado y el obispo en cuya parro­
quia habitare, provea del condado hasta que nos llegue la noticia.
Si no tuviere hijo, nuestro hijo con nuestros otros fieles ordene
quién, con los ministeriales del mismo condado y el obispo, provea
el condado, en tanto se haga nuestro mandato sobre este asunto.
Que por esto nadie se sienta airado si el condado lo otorgamos a
otro, al que Nos quisiéramos y no al que hasta entonces proveyó de
él. Lo mismo ha de hacerse con respecto a nuestros vasallos. Que­
remos y mandamos, expresamente, que tanto los obispos como los
abades y condes y cualesquiera otros fieles procuren guardar lo
mismo a sus hombres; y tanto de los obispados como de las aba­
días se ocupen el obispo vecino o el conde para que por nosotros
no se disipen las cosas y derechos de los eclesiásticos y nadie impi­
da hacer limosnas con ellos. Y si lo intentare, de acuerdo con las
leyes humanas componga esto, y según las leyes eclesiásticas satis­
faga a la iglesia que lesionó, y pague nuestra multa según la clase
de su culpa y a Nos placiere.
Si alguno de nuestros fieles, tras de nuestra muerte, movido por
amor a Dios y a nosotros, quisiere renunciar al siglo y tuviere hijo y
68 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
pariente que sirva para la cosa pública, puede dar sus honores a
éste como mejor lo considere conveniente. Y si quisiera vivir tran­
quilamente en su alodio, que nadie le cause ninguna dificultad, ni
se le reclame nada, a no ser para que marche a defender la patria.
(Ed. Boretius, M.G.H. Capitularía Regtim Francomm
II, p. 358.)

La Europa carolingia: estructuras económicas


y sociales
Desde el siglo vm, el Mediterráneo pierde su papel de
vínculo de unidad para convertirse en barrera entre civiliza­
ciones. La Europa carolingia vive prácticamente de espaldas
al comercio. La base de su economía estará constituida por
las grandes unidades fundiarias (las villas), casi autárquicas.
Frente a la degradación progresiva de la masa campesi­
na, la aristocracia carolingia estrecha los lazos de depen­
dencia feudovasallática, en cuyo vértice está la figura del
monarca.
Bibliografía

H. P ir e n n e , Mahoma y Carlomagno, Madrid, Alianza Universidad, 1978 (un


clásico aparecido en París en 1937).
M. B loch , Les caracteres origirtaux de l'histoire rurale frangaise, 2 vols.,
París, Éd. A. Colin, 1961-1964. Versión castellana: La historia rural fran­
cesa, Madrid, Ed. Crítica, 1978.
G. D uby , Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea
(500-1200), Madrid, Ed. Siglo XXI, 1976.
M . B lo ch , «Seigneurie fran?aise et manoir anglais», en Cahiers des Anuales,
París, Armand Colin, 1967.
P. T ou bert , Castillos, señores y campesinos en la Italia medieval, Barcelona,
Crítica, 1990.

27. E x p lo ta c ió n d e u n a v il l a c a ro lin g ia :
su s INSTALACIONES y DEBERES DE LOS CAMPESINOS
HACIA EL SEÑOR
Hay en Villeneuve un manso de señor, con habitación y otros
edificios en cantidad suficiente. Ciento setenta y dos bonniers de
LA ALTA EDAD MEDIA 69
tierras arables en las que pueden sembrarse ochocientos moyos.
Hay noventa y un arpendes de viñedo, donde pueden cosecharse
mil moyos; ciento sesenta y seis arpendes de pradera, donde pue­
den recogerse ciento sesenta y seis carros de heno. Hay tres harine­
ros, cuyos censos producen cuatrocientos cincuenta moyos de gra­
no. Otro no está sujeto a censo. Hay un bosque de cuatro leguas de
circunferencia, donde pueden engordar quinientos cerdos.
Hay una iglesia bien construida con todo su mobiliario, una
habitación y demás edificios en cantidad suficiente. De ella depen­
den tres mansos. Repartidos entre el cura y sus hombres hay vein­
tisiete bonniers de tierra arable y una ansange, diecisiete arpendes
de viña, veinticinco arpendes de pradera. De ella procede en cali­
dad de «regalo» un caballo. Tiene a su cargo la labranza para el
señor de nueve perches y una ansange, y dos perches para los ce­
reales de invierno, y debe cercar cuatro perches de prado.
Actardo, colono, y su mujer, colona, llamada Eligilda, hombres
de Saint-Germain, tienen con ellos seis niños, llamados Ageto,
Teudo, Simeón, Adalsida, Deodata, Electardo. Cultivan un manso
libre que comprende cinco bonniers de tierra de labor y dos ansan-
ges, cuatro arpendes de viña, cuatro arpendes y medio de prado.
Entrega para la hueste cuatro sueldos de plata, y el otro año dos
sueldos para la entrega de carne, y el tercer año, para la entrega de
forraje, una oveja con su corderillo. Dos moyos de vino por el dere­
cho de usar el bosque, cuatro dineros para poder coger madera;
para el acarreo, una medida de madera. Ara cuatro perches para
los cereales de invierno y dos para los de primavera. Prestaciones
con animales o a mano, tantas como se le mande. Tres gallinas,
quince huevos. Tiene que cercar cuatro perches de prado [...].
[...] Adalgario, esclavo de Saint-Germain, y su mujer, colona,
llamada Hairbolda, hombres de Saint-Germain. Éste ocupa un
manso servil. Hadvoldo, esclavo, y su mujer, esclava, llamada Gui-
nigilda, hombres de Saint-Germain, tienen con ellos cinco hijos:
Flotardo, Girioardo, Airolda, Advis, Aligilda. Éstos ocupan un
manso libre que comprende un bonnier y medio de tierra arable,
tres cuartos de arpende de viña, cinco arpendes y medio de prado.
Hace en la viña cuatro arpendes. Entrega para usar el bosque tres
moyos de vino, un setier de mostaza, cincuenta mimbres, tres
gallinas, quince huevos. Los servicios manuales, donde se le man­
de. Y la mujer esclava teje sargas con la lana del señor y embucha a
las aves de corral tantas veces como se lo mandan.
Ermenoldo, colono de Saint-Germain, y su mujer, esclava;
Focaldo, esclavo, y su mujer, esclava, llamada Ragentisma, hombres
de Saint-Germain. Estos dos ocupan un manso servil que contiene
70 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
dos bonniers, una ansange y media de tierra arable, un arpende de
viña y dos arpendes y medio de prado. Debe este manso lo mismo
que el precedente. La mujer, esclava, y su madre, tejen sargas y
embuchan a las aves de corral tantas veces como se les manda.
(Polyptique de l’abbaye de Saint-Germain-Des-Prés.
Ed. A. Longnon, París, 1886, pp. 218 y 230. Extrac­
tado por G. D uby en Economía rural y vida campe­
sina en el occidente medieval, Barcelona, Ed. Penín­
sula, 1968, pp. 468-470.)

28. I n st r u c c io n e s de C a rlo m ag no para m a n t e n e r


u n a in d u s tr ia d o m é stic a e n e l m a rc o d e l a s v illa s
(h a c ia e l 8 0 0 )
Que nuestros intendentes manden proveer, en el tiempo oportu­
no, a nuestros cardadores, según la costumbre establecida, de las
cosas necesarias para su trabajo. O sea, lino, lana, glasto, pintura ber­
meja, granza, cardadores de lana, cardenchas, jabón, grasa, vasijas y
demás instrumentos necesarios para llevar a buen fin su trabajo.
...Que cada intendente tenga en su distrito buenos obreros. A
saber: obreros para el hierro, el oro y la plata; zapateros, torneros,
carpinteros, fabricantes de escudos, pescadores, pajareros; fabri­
cantes de jabón; hombres que sepan fabricar cerveza, sidras de
manzana, sidras de pera y todas las demás especies de bebida;
panaderos que hagan panes para nuestra mesa; obreros que sepan,
a su vez, hacer redes tanto para la caza como para la pesca y la
captura de pájaros, y demás tipos de obreros que sería excesiva­
mente largo enumerar.
(«Capitulare de Villis». Recogido en J. D elperrié de
B ayac, Carlomagno, Barcelona, Ed. Aymá, 1976,
pp. 299-300.)

29. R e l a c io n e s d e fid e lid a d m o n ar q u ía - alta n o b l e z a


EN ÉPOCA CAROLINGIA
Y allí fue Tassilón, duque de Baviera, encomendándose en
vasallaje por medio de las manos; prestó numerosos juramentos,
innumerables, poniéndose las manos sobre las reliquias de santos,
y prometió fidelidad al rey Pipino y a sus ya mencionados hijos
LA ALTA EDAD MEDIA 71
Carlos y Carlomán, como un vasallo de espíritu recto y de firme
devoción, de derecho, debe serlo para sus señores.
(Armales Reales, año 757, vasallaje entre Tassilón III
Y Pipino el Breve, en G anshof , El feudalismo, Bar­
celona, Ariel, 1963, p. 54.)

30. Los HOMBRES LIBRES EN LA EUROPA CAROLINGIA (808)


Y SUS OBLIGACIONES MILITARES
Que todo hombre libre que posea cuatro mansos habitados,
bien en alodio, bien en beneficio de alguien, haga sus preparativos
y se dirija por él mismo a la hueste, con su señor, si este último
también concurre, o con su conde. Que el poseedor de tres mansos
se asocie al de un manso, al cual ayudará para que pueda servir por
ambos. Que el poseedor de dos mansos se asocie a otro de dos man­
sos, y que uno de ellos, a costa del otro, concurra a la hueste. Que el
poseedor de un solo manso y que tres hombres que asimismo tie­
nen uno sean asociados y den su ayuda al que concurra a la hueste.
Los tres hombres que ayuden permanecerán en sus tierras [...].
(M.G.H. Capitularía Regum Francorum 1, cit., p. 137.)

Las nuevas agresiones contra la Europa cristiana


Desde el primer tercio del siglo IX, Occidente conoce una
serie de ataques procedentes de tres zonas. Desde el Norte,
los normandos iniciarán periódicas incursiones, al principio
sobre los bordes litorales. Más adelante, se llegará a asenta­
mientos estables, como el ducado de Normandía en el 911.
Desde el Este, los magiares, apoyándose en una caballería
extremadamente móvil, dejarán sentir su fuerza año tras
año hasta su derrota por Otón I en el 955. Por último, las
costas de Provenza e Italia sufrirán la agresión de los sarra­
cenos del norte de África hasta fecha muy avanzada.
Bibliografía

F. D onald L ogan , Los vikingos en la Historia, México, F.C.E., 1985.


F. D urand , Les vikings, París, P.U.F., col. «Que sais-je?», 1965.
72 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
A. d ’H a en en s , Les invasions normárteles, une catastrophe?, París, F lam m a-
rion, Questions d'Histoire, 1970.
L. M u s s e t , Las invasiones. El segundo asalto contra la Europa cristiana
(siglos VII alXI), Barcelona, Ed. Labor, col. «Nueva Clío», 1968.

31. U n a a g r e sió n n o r m a n d a d u r a n t e e l r e in a d o
d e O r d o ñ o I d e A st u r ia s (8 5 0 -8 6 6 )

De nuevo, los piratas normandos vinieron a nuestros litorales


en estos tiempos. Luego continuaron en España y destruyeron
todas las zonas marítimas con la espada y el fuego. Desde allí, cru­
zando el mar, invadieron Nekor, ciudad de Mauritania, y allí mata­
ron con la espada a multitud de caldeos. Finalmente, asaltaron
Mallorca y Menorca y las despoblaron con la espada. Después
marcharon a Grecia, y después de tres años, retomaron a su
patria.
(Crónica de Alfonso III hacia el 900, versión Rotense,
ed. Ubieto, Valencia, Anubar, 1961, p. 62.)

32. V ictoria d e l o s a n g l o sa jo n e s e n B r u n a n b u r h
s o b r e lo s n o r m a n d o s n o r u e g o s a se n t a d o s
e n D u b l ín (9 3 7 )

Aquí el rey Edelstan, de hombres señor


dadivoso caudillo, y con él su hermano
el príncipe Edmund, con filos de hierros
gloria por siempre en batalla ganaron
ante Brunanburh. Con forjadas espadas
muro de escudos, de tilo, rompieron
los hijos de Edward. Tal de su estirpe
el temple heredaron, que ante todo enemigo
y en toda ocasión defendían sus tierras,
tesoros y hogares. De la tropa de escotos
y gente de mar muchos cayeron,
de muerte marcados; sangre de hombres
el campo encharcó desde muy de mañana
que el sol sobre el llano glorioso elevóse,
la luz del Eterno, su antorcha radiante,
hasta ya que de Dios la obra excelente,
buscóse descanso. Lanzas allá
LA ALTA EDAD MEDIA 73
tras escudo hirieron, y muchos murieron,
hombres del norte lo mismo que escotos,
en guerra exhaustos...
(«La batalla de Brunanburh». Recogido en Beowuffy
otros poemas anglosajones. Siglos VII-X. Ed. L. y J.
L erate , Madrid, Alianza Tres, 1986, p. 141.)

33. U n a in c u rs ió n h ú n g a ra e n e l 9 2 4 s o b r e e l n o r t e
d e I ta lia y e l s u d e s te d e l a G a lia
Los húngaros, conducidos por el rey Berenguer, a quien los
lombardos habían rechazado, devastaron Italia. Pavía, ciudad muy
poblada y próspera, fue incendiada, desapareciendo ingentes
riquezas... Seguidamente, los húngaros franquearon los pasos de
los Alpes, llegando a la Galia. Rodolfo, rey de la Galia Cisalpina, y
Hugo de Vienne los acorralaron en los estrechos desfiladeros de
los Alpes. De allí escaparon por un lugar desatendido y se abalan­
zaron sobre la Gotia. Los mencionados duques que los perseguían
exterminaron a quienes pudieron encontrar a su paso. Mientras
tanto, Berenguer, rey de Italia, era muerto por los suyos.
Annales, ed. Ph. Lauer, París, Éd. Picard,
(F lo d o a rd o ,
1906, pp. 22-23.)

Iglesia y cultura en el mundo carolingio


La vida cultural en la Alta Edad Media tiene como punto
de referencia el llamado «renacimiento carolingio», movi­
miento eminentemente clerical y de muy limitado radio de
acción. Alcuino de York, para la primera etapa; Eginardo
(biógrafo de un Carlomagno demasiado idealizado), para la
segunda, y Scoto Eriúgena, para la tercera, fueron las figu­
ras más representativas.
La dinámica eminentemente cristiana de la Europa de
Carlos y de sus sucesores se habrá de reflejar en la labor
de evangelización —en condiciones a veces sumamente di­
fíciles— de los pueblos circundantes.
74 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Bibliografía

J. J. O’Meara, Eriugena, Oxford, Clarendon Press, 1988.


E. P atzelt , «Die Karolingische Renaissance», en Akademische Druck, Graz,
1965.
P. Riché, Education et culture dans l’Occident barbare; VI-VIII siécles, París,
Éd. du Seuil, 1962.
L. W allach , Alcuin and Charlemagne, Studies in Carolingian History and
Literaturé, Ithaca, 1959.

34. Las in q u ie t u d e s in t e le c t u a le s d e C arlom ag no


Hablaba con abundancia y facilidad y sabía expresar con clari­
dad lo que deseaba. Su lengua nacional no le bastó; se aplicó al
estudio de las lenguas extranjeras y aprendió tan bien el latín que
se expresaba indistintamente en esta lengua y en la materna. No le
ocurría lo mismo con el griego, que comprendía más que hablaba.
Por lo demás, tenía una facilidad de palabra que lindaba casi con
la prolijidad.
Cultivó apasionadamente las artes liberales y, lleno de venera­
ción hacia aquellos que le enseñaban, les colmó de honores. Para
el estudio de la gramática siguió las lecciones del diácono Pedro de
Pisa, entonces en su vejez. Para las otras disciplinas su maestro fue
Alcuino, llamado Albinus, diácono él también, sajón originario de
Bretaña y el hombre más sabio de entonces. Consagró mucho
tiempo y labor en aprender junto a él la retórica, la dialéctica y,
sobre todo, la astronomía. Aprendió el cálculo y se aplicó con aten­
ción y sagacidad en estudiar el curso de los astros. Ensayó también
a escribir y tenía costumbre de colocar bajo los almohadones de su
cama tablillas y hojas de pergamino a fin de aprovechar los
momentos de descanso para ejercitarse en el trazo de las letras.
Pero se inició en ello demasiado tarde y el resultado fue mediocre.
(E ginhard ,Vie de Chartemagne, ed. L. Halphen, col.
Les classiques de l'Histoire de France au Moyen
Age, París, Éd. Champion, 1938, pp. 74-77.)

35. D io s — c ausa d e t o d o a m o r — pu n t o d e a r r a n q u e
Y DE RETORNO DE TODOS LOS MOVIMIENTOS AMATORIOS,
seg ún E sco to E r iú g e n a ( h acia el 865)
En consecuencia, con toda justicia se llama a Dios Amor, ya
que es la Causa de todo amor, se difunde por todas las cosas, reú­
LA ALTA EDAD MEDIA 75
ne todas las cosas en la unidad, y vuelve sobre sí mismo en un
retomo inefable, y acaba en Él mismo los movimientos amatorios
de todas las creaturas. La misma difusión de la Naturaleza Divina
por todas las cosas que son en Ella y por Ella, es denominada
Amor de todas las cosas. No porque de algún modo se difunda lo
que carece de todo movimiento, y todo lo llena simultáneamente,
sino porque por todas partes difunde la mirada de una mente
racional y lo mueve —como Causa que es de la difusión y del
movimiento del espíritu— hacia Él, investigando, hallando, y, en
cuanto es posible, entendiendo, ya que llena todas las cosas para
que sean y, por la pacífica unión del amor universal, reúne en uni­
dad infraccionable y toma conjuntamente de forma inseparable
las cosas que son con lo que Él es.
(J. E s c o to E riú g e n a , División de la naluraleza, ed .
F. J. Fortuny, Barcelona, Orbis, 1984, p. 153.)

36. B a u t ism o de H a r o ld o ,
REY DE LOS DANESES, EN EL 8 2 6
(PALABRAS QUE EL REY DIRIGIÓ A LUIS EL PIADOSO)
Gran emperador, te voy a indicar, si tu alta voluntad me lo
ordena, las razones que a mí y a los míos nos han traído hasta tu
palacio. Fiel a las tradiciones de mis antepasados, he conformado
mi actitud hasta el presente de acuerdo con lo que mi origen me
indicaba: he rendido a mis dioses y diosas el debido culto y les he
dirigido mis oraciones, a fin de que pusiesen bajo su protección al
reino de mis padres, a mi pueblo, sus bienes y casas, a fin de que
les evitasen el hambre y las desgracias de toda especie, y nos fue­
sen favorables en todo. Ebon, vuestro sacerdote, vino durante
algún tiempo a tierras normandas y proclamó y defendió otras ver­
dades, sosteniendo que hay un solo Dios, creador del cielo, de la
tierra, del mar, y que a Él debe ir dirigido todo honor, y que ha
sacado del limo a los dos seres humanos cuya posteridad ha habi­
tado la tierra. Este Dios supremo envió entre nosotros a su hijo,
cuyo costado herido derramó una ola de sangre: todos los pecados
del hombre fueron lavados y el hombre ha resucitado en el reino
de los cielos... En cuanto a los dioses que nuestras manos forjaron
en el metal, vuestro sacerdote los llamó ídolos vanos y les negó
toda existencia. Es aquélla, benévolo emperador, la religión que el
muy santo sacerdote Ebon dice que es la vuestra. Recibiendo mi
confianza y esclarecido por sus nobles palabras, creo en el Dios
76 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
verdadero y reniego de mis ídolos. He aquí por qué he venido con
mis navios a vuestro reino: para asociarme a vuestra fe.
César respondió: «Amado Haroldo, lo que pides te lo concede­
ré, tal como lo solicitas, y doy por ello gracias a Dios»... Termina­
dos los santos preparativos, César y Haroldo se dirigieron a la
iglesia.
, Le N o ir, «Poéme sur Louis le Pieux», en Les
(E rm o ld
classiques de l’Histoire de France au Moyen Age,
París, Éd. Champion, 1932, versión de D. Faral,
pp. 167-171.)

Transformaciones del Islam en Oriente y Occidente


La subida de los abbasíes al califato a mediados del si­
glo vin marca el punto culminante del Islam en su primera
época. Pero ya para entonces empiezan a producirse los pri­
meros movimientos secesionistas en España y el norte de
Africa. Y para entonces, también, la resistencia de los
núcleos cristianos del norte de la Península es algo más que
una simple anécdota.
En el siglo x, la división del Islam es una realidad. Fren­
te al califato de Bagdad surgirán el de Córdoba y el Fatimí
del norte de África.
Bibliografía

R. d ’A badal , Els primers comtes catalans, vol. I de Biografíes catalanes, Bar­


celona, Ed. Vicens Vives, 1965.
P. G uichard , Al-Andalus. Estructura antropológica de una sociedad islámica
en Occidente, Barcelona, Barral Editores, 1975.
H. L aoust , Les schismes dans l'Islam, París, Payot, 1965.
C. S á nchez A lbornoz , Despoblación y repoblación del valle del Duero, Bue­
nos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 1966.
G. Wiet, L'Egipte arabe, París, Éd. Plon, 1937.

37. F u n d a c ió n d e B a g d ad p o r M a n s u r (7 6 2 )
Esta isla, entre el Tigris al Este y el Eufrates al Oeste, es un
lugar para un mercado mundial. Todos los barcos que ascienden
LA ALTA EDAD MEDIA 77
por el Tigris, procedentes de Wasit, Basra, Ubulla, Ahwaz, Fars,
Uman, Yamama, Bahrayn y más allá, recorrerán sus aguas y ancla­
rán aquí. Mercancías traídas en barcos sobre el Tigris, procedentes
de Mosul, Diyar-Rabia, Adarbayyan y Armenia, y a lo largo del
Éufrates, oriundas de Diyar-Mudar, Raqqa, Siria y los pantanos
colindantes, Egipto y África del norte, serán transportadas y des­
cargadas aquí. Será la ruta para las poblaciones de Yabal, Isfahan
y los distritos de Jurasan. Dios sea loado, que la preservó para mí e
hizo que la menospreciasen todos los que vinieron antes que yo.
En nombre de Dios la edificaré. Entonces viviré en ella mientras
viva y mis descendientes morarán en ella después de mí. Será
seguramente la ciudad más floreciente en el mundo.
(Recogido del geógrafo Ya’qubi, en B. L ewis , Los ára­
bes en la Historia, Madrid, Espasa Calpe, 1956,
p. 104.)

38. La REPOBLACIÓN DEL VALLE DEL DUERO


Muerto Ramiro, su hijo Ordoño le sucedió en el reino. Fue
éste un varón modesto y paciente. Las ciudades desiertas por sus
antepasados, es decir, León, Astorga, Túy y Amaya Patricia, las
amuralló/y puso puertas. Las pobló con gentes tanto de entre los
suyos cómo procedentes de España. Con los caldeos mantuvo
guerra frecuentemente y siempre resultó vencedor. En los inicios
de su reinado se rebeló la provincia de Vasconia, en donde irrum­
pió con un ejército. Al instante, desde otra parte, cayeron sobre él
de improviso los enemigos sarracenos. Pero, con la ayuda de
Dios, puso en fuga a los caldeos y sometió a su autoridad a los
vascones.
(Crónica de Alfonso III, versión Rotense, ed. Ubieto,
cit., pp. 56-57.)

39. Los INICIOS DE LA RECONQUISTA EN CATALUÑA


Después que el dicho conde Wifredo hubo ganado la gracia del
rey de Francia, congregó muchas gentes de las tierras del mismo
rey, con las que expulsó a los sarracenos de dicho condado hasta la
ciudad de Lérida. Y desde este momento tuvo toda la tierra segura
bajo su dominio. Y de esta manera el dicho conde Wifredo tuvo el
78 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
condado de Barcelona libre y franco del dominio y potestad del rey
de Francia.
Luego, el mismo conde, habiendo eliminado a los sarracenos
de su tierra, edificó en honor de Dios el monasterio de Ripoll, en el
Año del Señor de DCCCLXXXVIII y le dotó generosamente de
riquezas y otros dones.
Este conde procreó de su mujer cuatro hijos: uno de ellos se
llamó Radelfo y fue monje de dicho monasterio de Ripoll y luego
de Urgel. Otro, Wifredo, que murió envenenado y fue sepultado en
dicho monasterio de Ripoll. Otro Mirón, que, después de la muerte
de dicho conde, le sucedió en el condado. Y otro, Sunyer, que des­
pués de dicha muerte fue conde de Urgel.
Este conde Wifredo fue varón de gran probidad y benignidad y
poseyó en situación próspera su tierra. Murió el cuadragésimo año
de su vida, el DCCCCXII, y fue enterrado con grandes honores en
dicho monasterio de Ripoll.
CCrónica de San Juan de la Peña, hacia 1350 [edición
latina], ed. Ubieto, Valencia, Anubar, 1961, pp. 104-
105.)

40. R e tr a to d e A bd a l-R a h m a n III, p rim e r c a lifa


d e C ó rd o b a (912-961)
El reinado de Abd al-Rahman duró cincuenta años con la
mayor gloria y el poder más incontrastable, conquistando ciuda­
des por Oriente y Occidente, combatiendo y venciendo a los cris­
tianos, arrasando sus comarcas y destruyendo sus castillos con tal
fortuna que jamás tuvo contratiempo, ni su estado sufrió detri­
mento alguno. A tal punto llegó su próspera suerte, que Dios le
concedió la conquista de ilustres ciudades y fuertes castillos a la
otra parte del mar, tales como Ceuta y Tánger y otras poblaciones
cuyos habitantes reconocieron su autoridad. Mandó a ellas sus
alcaides y soldados que las mantuvieran, auxiliándolas con nume­
rosos ejércitos y escuadras, que invadieron el país berberisco, ven­
ciendo a sus reyes, quienes se encontraron obligados a ocultarse
estrechados por todas partes, o a someterse arrepentidos o a
emprender la fuga. Todos pusieron en él su afecto; a él se dirigie­
ron todas las inteligencias y vinieron a favorecerle y ayudarle en
sus guerras los mismos que antes formaban parte de sus enemigos
y habían puesto su conato en combatirle; pero retrocedió en su
marcha, y su orgullo le extravió cuando el estado de su reino era
LA ALTA EDAD MEDIA 79
tal que si hubiera perseverado en su antigua energía con la ayuda
de Dios hubiera conquistado el Oriente no menos que el Occiden­
te. Ppro se inclinó, Dios le haya perdonado, a los placeres munda­
nos; apoderóse de él la soberbia, comenzó a nombrar gobernado­
res más por favor que por mérito, tomó por ministros personas
incapaces e irritó a los nobles con favores que otorgaba a los villa­
nos, como Nachda el de Hira y sus compañeros de la misma ralea.
Dio a éste el mando del ejército y le confió los más arduos asuntos
[...]. Fue derrotado [el 326] de la manera más desastrosa [...]. Des­
de entonces no volvió a salir a campaña personalmente, sino que
se dedicó a sus placeres y a sus construcciones, en lo que llegó a un
punto al que no habían llegado sus predecesores, ni alcanzaron
después sus sucesores; contándose de él en este concepto muchas
anécdotas que, por sobrado conocidas, no son de referir. Reunió
una servidumbre de hombres eminentes y de ilustres literatos
como no habían reunido jamás otros reyes, siendo a la vez perso­
nas de purísima conducta y ejemplar vida.
(Recogido del Ajbar Machmua, ed. Lafuente Alcánta­
ra, p. 134. En S ánchez Albornoz, La España
musulmana, tomo I, Madrid, Espasa Calpe, 1973,
pp. 352-353.)

41. LOS FATIMÍES CONQUISTAN EL NORTE DE ÁFRICA


Ismail fue el primero que designó como gobernadores del rei­
no de Sicilia a los Banu Abu-l-Hassan, los cuales, después de él,
continuaron allí.
Murió —Dios tenga piedad de él— el último día de Sawwal del
año 341 [= 19 de marzo de 953 J. C.] y le sucedió —Dios tenga
compasión de él— su hijo Abu Tamim Ma’dd, apodado al-Mu’izz.
Es [éste] el más grande de los monarcas Ubaydies en poder y el
mayor en dignidad. Gozaba de difundido renombre y era muy
orgulloso, grave, de gran dulzura y poseído de sí mismo, hasta el
punto de que se asegura había ordenado decir al almuédano:
«Atestiguo que no hay más Dios que AUah y atestiguo que Ma’add
es el enviado de Allah» [...].
Se apoderó de todos los países del Magrib al Mar Océano, de
Barqa y Alejandría, y más tarde de Misr, Siria y el Hiyaz, bajo el
mando de su general, el secretario Yawhar, siendo acatadas sus
órdenes desde los confines de Siria y del Hiyaz hasta el Extremo
Sur. Entró en Misr el martes día 17 de Sa’ban del año 358 [= 6 de
80 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
julio de 969 J. C.], y su almuédano dijo el adán especial de su sec­
ta en la mezquita de Tulun, el año 360 [= 970 J. C.] [...]. Estable­
ció en Misr su residencia y reinó en Siria y en el Hiyaz, después
de designar representante suyo en el Magrib al sinhayi Buluqqi-
nub, Ziri al-Manadi, en cuya mano colocó su sello. Sostuvo gran­
des guerras con los gobernadores abbasíes en Siria antes de
dominarla, y se cita que hizo salir a Yawhar al encuentro de Afti-
kin el turco, con una hueste en la que figuraban 600 atabales y
5.000 estándartes.
Murió en al-Mu’izziya, a la que edificó en Egipto, el domingo,
día 6 de Du-l-Hiyya del año 364 [=17 agosto, 975 J. C.] —gloria al
vivo que es inmortal—, y le sucedió Nizar.
(El África del Norte en el «A'Mal Al-A’lam» de Ibn Al-
Jatib, ed. Castrillo Márquez, Madrid, C.S.I.C., 1958,
pp. 134-138.)

42. E l caudillo cordobés A lm anzor (f 1002)


SEGÚN UN TEXTO ÁRABE DE FINES DEL SIGLO XII
Construyó [Almanzor] para sí un alcázar y llevó el tesoro públi­
co a él. Escogió a los secretarios, dio empleo a los contadores e
hizo llegar a todas las provincias a aquellos gobernadores de quie­
nes estaba seguro de su fidelidad, y no dejó a[l califa] Hisam sino
la jutba y la acuñación de dinares y dirhemes con su nombre. Con
todo, lo antepuso a sí mismo y dio todas las órdenes a su nombre,
sin embargo, Ibn Abi Amir [Almanzor] daba cumplimiento a sus
asuntos y a la gente le parecía que ellos provenían de él (de
Hisam).
Después, su designio y arrojo le empujaron al mando de los
ejércitos que se le sometieron, y a la invasión de los países cris­
tianos, hasta el punto que sometió en ellos a todo insumiso inde­
seable.
Dios concedió la victoria a su brazo, pues conquistó Barcelona
y mató a su rey Borrel, la destruyó y cautivó a sus gentes, y se llevó
de ella como botín una gran presa de esclavos, siervos, riquezas,
armas, vestidos y bestias, volviendo a Córdoba incólume, ganan­
cioso y triunfante.
Luego lanzó varias incursiones e hirió sorpresivamente a los
cristianos con muchas devastaciones, hasta sometérsele los más
lejanos países del politeísmo, ingresando por él en paz bajo su
autoridad; hasta que a él vinieron el embajador del señor de Cons-
LA ALTA EDAD MEDIA 81
tantinopla la Magna, el embajador del dueño de Roma y el de Cas­
tilla, con regalos, cortesías y raros presentes. Cada uno de ellos
impetrando su seguro y tratando de obtener su favor.
(Ibn al-K ardabus, Historia de al-Andalus, ed. F. M aí­
llo , M adrid, Akal Bolsillo, 1986, pp. 84-85.)
LA PLENITUD DEL MEDIEVO
(SIGLOS XI AL XTV)
Introducción
La coronación imperial de Otón I (962) puede tomarse
como uno de los signos externos del progresivo endereza­
miento político de la Europa occidental.
El Sacro Imperio Romano Germánico como ideal políti­
co-espiritual pronto habrá de enfrentarse con otro poder
también de aspiraciones universales: el Papado. Desde Gre­
gorio VII (1073-1085) a Inocencio III (1198-1216) tratará de
alcanzar dos metas: la reforma eclesiástica y la imposición
a todos los poderes de la Europa cristiana de unos patrones
abiertamente teocráticos.
Al margen de las grandes construcciones universalistas
de pontífices o emperadores, y por encima de la disgrega­
ción feudal, los monarcas occidentales aspirarán a ser
«emperadores en sus reinos». Objetivo que, una vez alcan­
zado, va a hacer de Inglaterra, Francia o los Estados hispa­
nocristianos entidades políticas mucho más viables.
Hablar de plenitud del Medievo es tanto como hablar
del dinamismo en conjunto de la joven Europa. Las cruza­
das, apuntando al propio corazón del Islam, constituyen la
faceta más llamativa de este fenómeno.
Sin embargo, detrás de él se encuentran corrientes más
profundas que muestran la vitalidad de una sociedad. En el
ámbito rural, el movimiento roturador se desarrolla al com­
pás del incremento de los efectivos demográficos, desde
fines del siglo x a las postrimerías del xin. También a lo lar­
go de este dilatado período Europa vuelve a tomar la inicia­
tiva que había perdido en los siglos anteriores en el campo
de las relaciones mercantiles. Al Mediterráneo se une ahora
86 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
el mar del Norte como vehículo comercial. El renacimiento
urbano consagrará estas brillantes realidades.
El desarrollo de la espiritualidad europea tiene su mejor
exponente en el auge de las órdenes religiosas iniciado en la
reforma cluniacense. El Císter, más adelante, y las órdenes
mendicantes, por último, vertebran buena parte de la vida
espiritual a lo largo de estos siglos.
En el ámbito estrictamente cultural, el llamado «renaci­
miento del siglo x i i » es, según P. Chenu, uno de los capítu­
los de la «reconquista del capital de la civilización antigua».
Los autores árabes y judíos habrán de tener un importantí­
simo papel en este proceso, como intermediarios naturales
entre Oriente y Occidente. La universidad y su producto
acabado, el Homo scholasticus, son las expresiones de la
síntesis cultural a la que Europa llega en el siglo x i i i .
Al margen de la sociedad occidental, Bizancio y el Islam
desarrollan sus propias posibilidades. El primero verá
pronto cómo la colaboración militar de los cruzados se va a
convertir en una peligrosa hipoteca. En el terreno político,
porque el apoyo de los occidentales será lo que en buena
medida vaya a condicionar sus posibilidades de superviven­
cia. En el espiritual, porque los contactos más directos con
Roma se traducirán con frecuencia en situaciones particu­
larmente tensas. En el campo de la economía, porque el
Imperio de Oriente irá sufriendo, desde fines del siglo xi, la
penetración auténticamente colonizadora de las ciudades
italianas.
El Islam acusará también el impacto de la expansión de
la cristiandad europea en Occidente y Oriente. En la penín­
sula Ibérica, el empuje de los Estados hispanocristianos
sólo podrá ser contenido esporádicamente por los refuerzos
venidos del norte de Africa (almorávides, almohades, beni-
merines...). En el otro extremo del Mediterráneo, la debili­
dad del Imperio bizantino y la precariedad de la presencia
latina en Tierra Santa permitirán que el Islam no vea en
ningún momento en peligro su supervivencia. Cuando la
última posición de los occidentales en Palestina —San Juan
de Acre— caiga en 1291, los musulmanes recuperarán en
esta área la iniciativa de una forma prácticamente absoluta.
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 87
B ib lio g r a f ía

A las orientaciones generales pueden añadirse:


J. Le Goff, La Baja Edad Media, en «Historia Universal, siglo XXI», Madrid,
1971.
G. D evailly , L'Occident du X siécle au milieu du XIII sie.de, París, A. Colin,
col. «U.», 1970.
J. C alm ette , Le Reich Allemand au Moyen Age, París, Payot, 1951.
J. F. N o e l , Le Saint-Empire, París, P.U.F., col. «Que sais-je?», 1976.
S. R uncim an , Vísperas sicilianas. Una historia del mundo mediterráneo a
finales del siglo XIII, Madrid, Revista de Occidente, 1961.
C h . P etit -D utaillis , La monarchie féodale en France et en Anglaterre, P arís,
A lbin M ichel, col. «L 'év olution de l’h u m a n ité » , 1971.
L. G e n ic o t , Europa en el siglo XIII, Barcelona, Labor, col. «Nueva Clío»,
1970.
R. M e n én d ez P idal , El Imperio hispánico y los cinco reinos. Dos épocas en la
estructura política de España, Madrid, Instituto de Estudios Políticos,
1950.
A. d e la T o r r e , J. M . L acarra y otros, La reconquista española y la repobla­
ción del país, Zaragoza, C.S.I.C., 1951.
M. D efou rn eaux , Les frangais en Espagne aux XI et XII siécles, París, P.U.F.,
1949.
A l ph a n d e r y -D u pr o n t , La Cristiandad y el concepto de Cruzada, 2 vols., en
«La evolución de la humanidad», UTEHA, México, 1959-1962.
R. B o u t r u c h e , Seigneurie et Féodalité: l'apogée (XI-XI1I siécles), París,
Aubier, 1970.
R. F o s sie r , La infancia de Europa (siglos X al XII), 2 vols., Barcelona, Labor,
col. «Nueva Clío», 1984.
J. P. P oly y E. B oürnazel , El cambio feudal (siglos X al XII), Barcelona,
Labor, col. «Nueva Clío», 1983.
H. P ir e n n e , Las ciudades de la Edad Media, Madrid, Alianza Editorial, 1971.
R. P ern o u d , Los orígenes de la burguesía, Buenos Aires, EUDEBA, 1962.
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C. S ánchez A lbornoz , El Islam de España y el Occidente, M a d rid , E sp a sa
C alp e, col. A ustral, 1974.
P h . W o l ff , Origen de las lenguas occidentales. 100-1500 d. C., Madrid,
Ed. Guadarrama, B.H.A., 1971.
P. V ig n a u x , El pensamiento en la Edad Media, México, F.C.E., 1971.
J. L e G o ff , L o s intelectuales en la Edad Media, Buenos Aires, EUDEBA,
1965.
H . R a sh d a ll , The Universities of Europe in the Middle Ages, Oxtord, Claren-
don Press, 2936.
J. P aul , La Iglesia y la cultura en Occidente (siglos IX-XII), 2 vols., Barcelona,
Labor, col. «Nueva Clío», 1988.
88 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Modelo de texto analizado y comentado
Carta de privilegios a la comuna de Dreux (1180)
En el nombre de la santa e indivisible Trinidad. Amén. Como
entre otras debilidades de la fragilidad humana, estamos sujetos a
pérdidas y huidas de la memoria, la divina Providencia ha decre­
tado, en compensación de esta incomodidad, la invención perdu­
rable de la escritura, a fin de que la permanencia de los caracteres
conserve inmutable lo que a cada instante está sometido al cam­
bio, en razón de las frecuentes variaciones de las cosas. Conside­
rando esta longevidad de los escritos, yo, Roberto, por la pacien­
cia de Dios, conde de Dreux y de Braine, hermano de Luis, ilustre
rey de Francia, he querido, por los caracteres de la escritura, noti­
ficar a todos los presentes y futuros que, habiendo surgido un
desacuerdo entre nos y mis burgueses de Dreux, hemos convenido
este acuerdo, a saber: que les hemos concedido la comuna que
hicieron en los tiempos del rey nuestro padre y la hemos confir­
mado por juramento: yo; Inés, condesa de Braine, mi esposa, y
Roberto, mi hijo. Además, hemos jurado a los susodichos burgue­
ses que no levantaremos contra ellos ninguna tolte ni ninguna
talla y no ejercitaremos contra ellos ninguna violencia. Suprimire­
mos todas las discordias por una paz, si es posible. Si la discordia,
cualquiera que sea, no puede ser suprimida por ninguna paz, le
pondremos término en nuestra curia, por juicio de hombres
sabios y de nuestros fieles. Ellos mismos han jurado ser fieles a
mí, a mi esposa y a mis herederos y guardar y defender nuestra
plaza fuerte de Dreux contra todos; confirmar y no ceder nuestros
derechos y justas costumbres y nuestras sentencias, siempre y en
todas partes; no oponerse a ello, pero, si es necesario, hacerlos
respetar según su poder. Hemos concedido, por otra parte, a
dichos burgueses que no forzaremos a nadie de la comuna a usar
nuestros molinos ni pagar otros censos. Hemos limitado nuestro
banvin a un mes entre Navidad y Cuadragésima y otro mes entre
Pascua y la Natividad de San Juan Bautista. No compraremos
vino para revenderlo en virtud de nuestro ban, y hemos consenti­
do que la tercera imposición sobre la venta al por menor de las
bebidas no se haga. Además, cada vez que sea necesario que nos o
nuestros herederos hayamos de cumplir los servicios de hueste
del rey, nos proveerán de tres carretas tiradas por tres caballos,
cuyos gastos correrán a mi cuenta desde que salgan de la ciudad.
En otro tiempo no podré obligar a los burgueses a entregarme o
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 89
prestarme carretas o caballos. Si ellos mismos quieren, en consi­
deración de mis súplicas o por amor a mí, podrán prestarme sus
caballos y suscarretas. Como es debido, los susodichos burgue­
ses, estaránobligados a hacer la prensa en mis lagares. A fin de
que estas convenciones tengan firmeza de una perpetua estabili­
dad, he querido reafirmarlas por la suscripción de testigos y la
imposición de mi sello [...]. Hecho públicamente en Sens, año de
la Encamación del Verbo de 1180. Siendo Felipe rey de Francia,
Alejandro Papa, Guido arzobispo de Sens, Juan obispo de Char-
tres. Dado por mano del clérigo Bernardo.
(A. Du C h e sn e , «Preuves de l'histoire de la Maison de
Dreux», Histoire des Maisons de Drenx, de Bar-le-
Duc, de Litxembourg et de Limbourg. Du Plessis de
Richelieu. De Broyes et de Chateauvollain, París,
Chez Sebastien Gramoisy, 1631, pp. 237-238.)

Comentario
Tenemos en esta carta un acabado testimonio de tipo
jurídico-estatutario, muy abundante en los siglos de pleni­
tud del Medievo: una carta de privilegios otorgada a los
vecinos de una localidad.
1) El documento se inicia con un protocolo, largo
exordio en el que se mezclan citas piadosas (paciencia divi­
na) con otras de carácter más pragmático: necesidad de
constancia escrita de los acuerdos entre el conde de Dreux y
los vecinos del lugar.
El documento también se hace eco de algunas manifes­
taciones políticas y económicas de los años finales del si­
glo xii, en los que confluyen el afianzamiento del poder
monárquico en la Francia Capeto y la expansión económica
que experimenta el Occidente europeo en general.
El documento ha sido redactado —la fecha y algunos
pasajes del protocolo son lo bastante elocuentes— en el
momento de transición entre dos reinados: el de Luis VII (el
concedente se titula «Hermano de Luis, ilustre rey de Fran­
cia...») y el de Felipe II Augusto («siendo Felipe rey de
Francia...»). A mayor abundamiento, se hacen constar los
90 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
nombres del pontífice del momento (Alejandro III) y de los
prelados de Sens y Chartres, sin duda las dos personalida­
des eclesiásticas de mayor rango, de las que dependerían a
efectos espirituales los vecinos de la comunidad de Dreux.
Queda así, en cierto modo, esbozada la significación de
los principales personajes que aparecen en el texto. En un
segundo plano figuran la esposa del conde Roberto, Inés de
Braine, y su hijo, también llamado Roberto, incluidos como
corresponsables de la confirmación de la carta.
2) Pasaremos ahora a analizar el texto en función de
los términos de naturaleza económica o jurícLico-política:
a) El más sobresaliente de todos es el de comuna, con­
cepto de una gran amplitud y riqueza de matices.
En pocas palabras y remitiéndonos a sus orígenes, una
comuna puede ser definida como una asociación de perso­
nas comprometidas en la defensa de unos intereses profe­
sionales o vecinales frente a las amenazas procedentes, en
muchos casos, de los poderes tradicionales de signo feudali-
zante. El término es, en este sentido, equiparable a otros
muchos: comunio, conjuratio, común, universitas, fratemi-
tas... y, en un sentido excesivamente amplio, al de corpo­
ración.
En el sentido vecinal de la expresión, este tipo de asocia­
ciones puede ser un primer paso para la posterior organiza­
ción corporativa de una vida política definitivamente desli­
gada de los lazos del señor.
Sin embargo, en la presente carta no parece que los
vecinos de Dreux quieran ir tan lejos: parecen haberse jura­
mentado sólo para conseguir algunas ventajas de tipo eco­
nómico, no para romper con la autoridad del conde, a la
que siguen sometidos.
b) En segundo lugar nos encontramos en el texto con
un gran número de expresiones de naturaleza feudal. Inclu­
so a través de ellas se puede analizar el término feudal en su
doble acepción:
— Como modo de producción. En el texto hay amplias
referencias a las cargas a que está sometido el pueblo llano
y que se tratan de suprimir o, al menos, de aliviar: tolte y
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 91
talla, impuestos a menudo arbitrarios. Monopolios de moli­
no y lagar, típicos del régimen feudal. Imposición sobre la
venta de bebidas y compra de vino para revender y, en últi­
ma instancia, el banvin, derecho de los señores a vender su
vino antes de que lo hicieran sus terrazgueros. Imposición
ésta semejante al relego castellano.
El término ban que aparece en el texto tiene también
amplia proyección en el léxico feudal. Es identificable con
el principio de autoridad, con el poder de mandar y castigar
de los señores. Numerosos vocablos se construirán a partir
de esta raíz: banalidad (referida a los monopolios antes
mencionados), banlieu, banvin, banneret, bannir, banniére,
heriban (convocatoria militar), etc.
— Como conjunto de instituciones que respaldan gene­
ralmente compromisos de tipo militar.
En el caso que nos concierne, estas relaciones no sólo
son entre miembros de la casta militar, sino también entre
el señor y los «burgueses» de Dreux. Hay expresiones muy
significativas: la prestación de carretas —también dentro de
ciertas limitaciones— para que el conde pueda cumplir sus
obligaciones de auxilium militar en la hueste del rey. La
obligación de los burgueses de «defender nuestra plaza
fuerte de Dreux» es un servicio equiparable a los castellanos
de castellería o anubda.
Por otra parte, aparece la cuña condal como organismo
consultivo y judicial. En ella, el «juicio de hombres sabios y
de nuestros fieles» (¿algunos eclesiásticos y caballeros
situados jerárquicamente por debajo del conde?) parece
desempeñar las obligaciones típicas del consilium feudal.
En el caso presente, para hacer de fuerza arbitral en la dis­
puta entre el conde y los «burgueses» de Dreux.
c) De los personajes en juego, la figura del conde
Roberto es la más destacada. Ella nos introduce en la
dimensión estrictamente política del documento.
Aparece muy estrechamente vinculado a la familia real.
Más aún, el condado de Dreux se encuentra ubicado dentro
del dominio real, a mitad de camino entre París y Chartres.
El hecho de que un segundón de la casa reinante ostente un
pequeño feudo supone, a escala reducida, un precedente de
92 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
la ulterior política de los monarcas Capeto de conceder
amplios territorios (apanages) a los segundogénitos, a fin de
evitar posibles reclamaciones al trono, transmisible ya por
vía de primogenitura. En los momentos a que se refiere el
texto que comentamos (1180), el dominio real es aún muy
reducido —prácticamente París y los alrededores—, y tal
política sólo es viable mediante la donación de pequeños
condados, segregados de éste.
Por otro lado, la actitud del conde Roberto entronca con
la política desarrollada desde años atrás por sus mayores,
que también extendieron cartas de privilegio a distintos
núcleos de población. En el caso de la presente se deduce
que la comuna existía ya en Dreux desde Luis VI («les
hemos concedido la comuna que hicieron en los tiempos
del rey nuestro padre...»), pero o no había cuajado definiti­
vamente o había sufrido algún quebranto o no se habían
fijado por escrito las cláusulas.
3) En función de todo lo antes expuesto, se podrían
hacer algunas consideraciones globales de sumo interés.
El presente texto es, en efecto, reflejo de una situación
histórica designada como «revolución comunal», primer
triunfo de la burguesía frente al orden feudal, renacimiento
de la vida urbana, etc.
a) Todo ello, sin embargo, ha de ser visto dentro de un
contexto eminentemente feudal y transaccional. Los términos
en los que la carta de libertades de la comuna de Dreux va
redactada son elocuentes. No hay —conviene insistir— una
ruptura total entre el orden «feudal» y el orden «burgués».
En algunos casos la conquista de libertades ha podido ser
violenta (caso de la comuna de Laon de 1112), pero no con­
viene generalizar. Los casos más frecuentes responden al
acuerdo entre dos fuerzas —nobles y burgueses— o a conce­
siones regias: caso de la comuna de Lorris bajo Luis VI.
Aparte de los marcos feudales en que la carta se redacta,
hay que tener en cuenta también el ámbito esencialmente rural
en que la comuna parece desenvolverse. Ello nos llevaría a
tener presentes diversas tesis hoy enjuego a la hora de escudri­
ñar en el resurgir de las ciudades: ¿como producto de la
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 93
influencia de los mercaderes internacionales?, ¿como resulta­
do de la propia expansión agraria del Occidente en estos años?
El caso de Dreux parece encuadrable en el segundo tipo. La
serie de razones antes expuestas parecen avalar esta idea.
El término burgueses, repetido a lo largo del texto, se
presta a ciertas matizaciones. Posiblemente hay que reducir
su alcance cuantitativo por estar empleado con una cierta
generosidad. La venta de vino parece ser —según se deduce
de las cláusulas de la carta— la única actividad mercantil
destacada.
En última instancia, la expresión «nuestra plaza fuerte
de Dreux» puede darnos medida del carácter eminentemen­
te militar de este núcleo de población. Sin duda, Dreux, vie­
ja ciudad gala, se había visto en la Alta Edad Media reduci­
da a una especie de burgo fortificado a cuyo amparo los
vecinos de los contornos habrían desarrollado sus activida­
des agrícolas o comerciales.
b) El autogobierno comunal (logrado de forma más o
menos pacífica) es un movimiento general en todo el Occiden­
te desde fines del siglo x. Afecta tanto a núcleos de población
calificables de urbanos como a entidades esencialmente
rurales. En muchas ocasiones la autonomía lograda no es
total. Así, en Dreux, la autonomía administrativa de los bur­
gueses y sus derechos de justicia son muy limitados.
Una carta comunal puede servir de modelo para la con­
cesión de garantías y libertades a otras localidades. La de
Dreux, sin duda, se aplicó en otros núcleos de población.
Algo parecido sucedió con los fueros españoles, concedidos
por los monarcas con vistas a la mejor población o defensa
del territorio. Está ya universalmente admitida la expresión
«familias de fueros».
4) Con todo, el m ovim iento de autogobierno no siguió
forzosamente un camino ascendente. Una serie de circuns­
tancias podrán llegar a actuar como limitadoras: la política
intervencionista de los monarcas, las tensiones internas de
las ciudades (caso de las comunas italianas), que llevan a la
búsqueda de un poder arbitral que acaba convirtiéndose en
despótico... En muchos casos, la organización municipal,
94 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
de carácter impersonal y corporativo, desembocará en un
gobierno unipersonal e individualista: corregidores caste­
llanos, condottieri italianos, etc. (Véase texto 108.)
El término comuna, sin embargo, a pesar de su deca­
dencia en el Bajo Medievo y de su consiguiente decrepitud,
será capaz en el futuro de actuar como mito reivindicatorío.
Su última expresión la encontraremos en la conmoción
popular aq ue sacudió a París en 1871.
Orientación bibliográfica

A las obras reseñadas, en las que se trata la problemática del renaci­


miento urbano en la Plenitud del Medievo, se pueden sumar:
Recueil de la Société Jean Bodin. La Ville, 3 vols., Bruselas, 1954-1957.
Y. B a r e l , La ville Médiévale. Svstéme social. Systéme urbain, Grenoble, PUG,
1977.
P. M ic haud -Q u a ntin , Universitas. Expressions du mouvement communau-
taire dans le moyen age latin, París, J. Vrin, 1970.
Ch. P e t it -D u ta illis , Les communes frangaises, P a rís, Albin Michel, col.
«L'évolution de l'humanité», 1970.
J. L. R o m e r o , La revolución burguesa en el mundo feudal, Buenos Aires,
Ed. Sudamericana, 1967.
F. V er c a u t e r e n , «De la cité a la commune médiévale», en Bull. de la classe
des Lettres de l’Academie royale de Belgique, 1962.

La lucha de los grandes poderes universales:


pontificado e imperio en la plenitud del Medievo
Los Dictatus Papae de Gregorio VII (1075) van a consti­
tuir el caballo de batalla del Papado en su lucha por sanear
la Iglesia y por imponerse a los grandes poderes temporales.
Las actitudes cesaropapistas de algunos emperadores ale­
manes, como Federico I, se verán a la postre frustradas. A lo
largo del siglo xm los pontífices —Inocencio III marcará la
pauta— se erigirán en la primera potencia de la cristiandad.
Bibliografía

O . C a pit a n i , La riforma della Chiesa, Roma, Patrón Editore, 1984.


F. C a r d in i , Barbarroja, Barcelona, Península, 1987.
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 95
E. K a n to r o w icz , Frederic II, París, Gallimard, 1979.
H a ller -D o n n e n b a u e r , De los carolingios a los Staufen.
Época antigua de los
emperadores alemanes (900-1250), vol. II de su «Historia de Alemania»,
México, UTEHA, 1964.
M. P acaut , La Théocratie, P a rís, A ubier, 1957.
—, Federico Barbarroja, Madrid, Espasa Calpe, col. Austral, 1971.
J. M. P o w e l l (ed.), Inocent III. Vicar of Christ or Lord of the World, Boston,
Problems in European Civiliza tion, 1963.
P. R ic h é , Gerberto. El Papa del año mil, Madrid, Nerea, 1990.

43. « D ic ta tu s Papae» (1075)


1) La Iglesia Romana ha sido fundada por el Señor.
2) Sólo el Pontífice Romano puede ser llamado justamente
universal.
3) Sólo él puede deponer y absolver a los obispos.
4) Un legado papal, aunque sea de inferior condición que
un obispo, puede deponer a éstos.
5) El Papa puede deponer a los ausentes.
6) No puede haber comunicación con los excomulgados por
el Papa.
7) Sólo el Papa puede promulgar leyes de acuerdo con los
tiempos, fundar congregaciones, transformar en abadía una cole­
giata y al contrario, dividir un obispado rico y agrupar varios obis­
pados pobres.
8) Sólo él puede usar las insignias imperiales.
9) Sólo al Papa pueden besar los pies los príncipes.
10) Su nombre debe ser recitado en todas las Iglesias.
11) Su título es único en el mundo.
12) Le está permitido deponer a los emperadores.
13) Le está permitido trasladar obispos de sede.
14) Tiene derecho a ordenar un clérigo de cualquier iglesia
para el lugar que quiera.
15) Aquel que haya sido ordenado por él puede mandar en la
iglesia de otro, pero no debe hacer la guerra; no debe recibir de
otro obispo un grado superior.
16) Ningún sínodo general puede ser convocado sin él.
17) Ningún libro puede ser considerado canónico sin su
autorización.
18) Sus sentencias no pueden ser revocadas por nadie.
19) Nadie puede juzgarle.
96 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
20) Nadie puede condenar a aquel que apele a la Sede Apos­
tólica.
21) Las causas mayores de cualquier iglesia deben ser remiti­
das a él para que las juzgue.
22) La Iglesia Romana nunca se ha equivocado y, según los
testimonios de la Escritura, no se equivocará jamás.
23) El Pontífice está santificado por los méritos del bienaven­
turado Pedro.
24) Por orden y consentimiento del Papa les es lícito a los
subordinados acusar.
25) Puede, fuera de asambleas sinodales, absolver y deponer
obispos.
26) No es católico quien no está de acuerdo con la Iglesia
romana.
27) El Pontífice puede desligar del juramento de fidelidad a
un monarca inicuo.
(Ed. M.G.H., Epistolae selectae II, pp. 201-208.)

44. R ec o n o c im ie n t o d e la a uto r ida d im per ia l


d e F e d e r ic o I (1 d e ago sto d e 1 1 5 5 )

Los senadores presentes juraron y los futuros senadores juran


y con ellos todo el pueblo romano, fidelidad al emperador Federico
y ayudarle a mantener la corona del Imperio romano, y a defender­
la contra todos, y ayudarle a conservar sus justos derechos, tanto
en la ciudad como fuera de ella, y no participar nunca con su con­
sejo y actos en una empresa en la que el señor emperador pudiese
ser víctima de vergonzosa cautividad o perder un miembro o sufrir
algún daño en su persona, y a no recibir investidura del Senado
más que de él o de su representante, y observar todo esto sin frau­
de ni mala disposición.
El señor emperador confirmará al Senado de modo perpetuo
en el estatuto en que se encuentra actualmente, y lo exaltará por
recibir la investidura del mismo, y le rendirá pleitesía, y recibirá de
él un privilegio revestido del sello áureo, en el que se incluirán
todas estas cláusulas: la confirmación del Senado y el mantener
intactas por parte de dicho emperador todas las justas posesiones
del pueblo romano, por depender éstas del Imperio.
(Recogido por M. P acaut, Federico Barbarroja, Ma­
drid, Espasa Calpe, col. Austral, 1971, p. 136.)
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 97
45. E l P r im a do R o m a n o s e g ú n I n o c e n c io III
(1 1 9 8 -1 2 1 6 )
Aunque Nuestro Señor Jesucristo, al instituir la Iglesia, ha
dado, por encima de los creyentes, a sus discípulos el poder de atar
y desatar, ha concedido, sin embargo, al bienaventurado Pedro la
preeminencia al decir: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra construi­
ré mi Iglesia.» Dios ha querido dar a entender a todos los fieles
que, al igual que entre Él y los hombres no hay más que un media­
dor, Jesucristo hecho hombre, que ha restablecido la paz y elimi­
nado las divisiones, estableciendo la unidad entre ellos, así tam­
bién no hay en la Iglesia más que una cabeza común a todos, que
tiene poder y lo ejerce en su nombre. Quiere evitar que nazca
divergencia alguna entre miembros que no se reagrupan alrededor
de una misma verdad, de una misma fe y de un mismo culto.
Esto se deduce también del pasaje en que se lee la orden del
Señor a Pedro de confirmar a sus hermanos y apacentar a sus cor­
deros. Es, así, en virtud de este poder concedido al bienaventurado
Pedro por el Señor, que la Iglesia Romana, instituida y fundada
por Nuestro Señor Jesucristo, por intermedio del bienaventurado
Pedro, fue puesta en posesión de la autoridad sobre todas las Igle­
sias, a fin de que las decisiones de su Providencia fuesen recibidas
por todas partes de forma definitiva.
(M igne , Patrología Latina, t. 214, p. 275, carta 316.)

46. B ula d e I n o c e n c io IV « E g e r cui l ev ia » (1 2 4 5 )


c o n tr a F e d e r ic o II
Cualquiera que busque sustraerse a la autoridad del vicario de
Cristo [...] atenta contra la autoridad de Cristo mismo. El rey de
reyes nos ha constituido sobre la tierra como su mandatario uni­
versal y nos ha atribuido la plenitud del poder dando al príncipe de
los apóstoles y a nos el poder de atar y desatar no sólo a quien sea
sino también lo que sea [...]. El pontífice romano puede ejercer su
poder pontifical sobre todo cristiano al menos ocasionalmente [...]
y con mucha más razón en virtud de pecado. El poder del gobierno
temporal no puede ser ejercido fuera de la Iglesia, puesto que no
hay poder constituido por Dios fuera de ella [...].
[...] Carecen de perspicacia y no saben remontarse al origen de
las cosas aquellos que se imaginan que la sede apostólica ha recibí-
98 t e x t o s y d o c u m e n to s d e é p o c a m e d ie v a l
do de Constantino la soberanía del Imperio, ya que la tenía antes,
como es sabido, por naturaleza y en estado potencial. Nuestro Señor
Jesucristo, hijo de Dios, verdadero hombre y verdadero Dios, verda­
dero rey y verdadero sacerdote según el orden de Melquisedeq [...]
ha constituido en provecho de la Santa Sede una monarquía no sólo
pontifical, sino real; ha dado al bienaventurado Pedro y a sus suce­
sores las riendas del Imperio, a la vez terrestre y celeste, como lo
indica la pluralidad de llaves. Vicario de Cristo, ha recibido el poder
de ejercer su jurisdicción por una parte sobre la tierra para las cosas
temporales, por la otra en el cielo para las cosas espirituales.
(Ed. E. Winkelman, Acta Imperii inédita, t. II, núm.
1035.)

Las monarquías feudales del Occidente europeo


Durante casi un siglo, los monarcas Capeto y Plantage-
net mantienen una cerrada pugna, que se decidirá a favor
de los primeros desde la batalla de Bouvines (1214).
Al mismo tiempo, los soberanos del Occidente (Francia,
Inglaterra, la Sicilia normanda, los Estados hispanocristia­
nos...) reforzarán los mecanismos que los convertirán en
aglutinante de unos Estados al margen de las pretensiones
universales del Papado o del Imperio.
Bibliografía

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47. Luis VI de F rancia (1108-1137) se enfrenta


EN LOS ÚLTIMOS AÑOS DE SU VIDA CON LOS NOBLES
FRANCESES, APOYADOS POR EL REY DE INGLATERRA
Ya nuestro señor el rey Luis, abrumado bajo el peso de su cor­
pulencia y de la fatiga continua que le causaban sus trabajos,
comenzó a perder sus fuerzas, tal y como de ordinario sucede a la
complexión humana. Pero esto sólo le ocurrió a su cuerpo, no a su
ánimo, ya que acudía a todos los lugares del reino en donde come­
tían actos contrarios al interés de la majestad real y no soportaba
que tales hechos quedasen sin venganza. Aunque sexagenario,
mostraba tales conocimientos y una actividad tal, que si no hubie­
ra sido por su cuerpo, cargado de grasa, habría triunfado de todos
sus enemigos y los habría aplastado.
De ahí las quejas mezcladas con gemidos a las que se entrega­
ba a menudo con las personas de su confianza: ¡Oh, decía, qué
miserable condición! ¡Apenas permite, o más bien, jamás permite
unir la experiencia a la fuerza! Si de joven hubiese sabido, o si al
menos ahora que soy viejo hubiese tenido fuerza, hubiera domina­
do muchos reinos.
Sin embargo, a pesar de estar debilitado por su corpulencia, y
absolutamente rígido sobre su lecho, resistió de tal manera al rey
de Inglaterra, al conde Teobaldo (de Chartres, Blois y Brie) y a
todos sus enemigos, que aquellos que lo veían u oían hablar de sus
preclaras acciones, ensalzaban la nobleza de su corazón y deplora­
ban la debilidad de su cuerpo.
Atormentado por estos sufrimientos, y con una pierna enferma,
sin apenas poder desplazarse, luchó aún contra el conde Teobaldo e
hizo incendiar Bonneval, salvo las instalaciones monásticas, que
colocó bajo su salvaguarda. Otra vez, ausente el mismo conde, hizo
destruir por sus hombres Chateau-Rénard, que era feudo de dicho
señor. En la última expedición que condujo, al frente de una gran
hueste, incendió el castillo de Saint-Brisson-sur-Loire, a causa de la
rapacidad de su señor y de las depredaciones que ejercía sobre los
mercaderes, y obligó a la torre y al señor a entregarse.
(S ug er , Vie de Louis VI le Gros, París, Éd. H. Waquet,
col. «Les clasiques...», 1929, pp. 271-273.)
100 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
48. L a C arta M agna (1215)
Juan, por la gracia de Dios, rey de Inglaterra, señor de Irlanda,
duque de Normandía y de Aquitania, y conde de Anjou, a los arzo­
bispos, obispos, abades, condes, barones, jueces, guardabosques,
sheriffs, prebostes, ministros y a todos los baillíos y fíeles, salud.
Sabed que, por inspiración de Dios, por la salvación de nuestra
alma y las de nuestros antepasados y herederos, por el honor de
Dios y la exaltación de la Santa Iglesia y para la reforma de nuestro
reino, con el consejo de nuestros venerables padres Esteban, arzo­
bispo de Canterbury, primado de Inglaterra y cardenal de la Santa
Iglesia romana, Enrique, arzobispo de Dublín, Guillermo, obispo
de Londres [...] y otros entre sus leales súbditos [...] hemos otorga­
do las siguientes garantías.
1) En el nombre de Dios, acordamos primeramente por la
presente carta que confirmamos por nos y nuestros herederos, a
perpetuidad, que la Iglesia de Inglaterra será libre y gozará sin nin­
guna mengua de sus derechos y libertades. Queremos que se
observen la libertad de elecciones, reputada como la más grande y
necesaria a la Iglesia de Inglaterra [...]. Hemos acordado también
que sean guardadas a todos los hombres libres del reino, por noso­
tros y nuestros herederos, a perpetuidad, las libertades abajo escri­
tas, para que las tengan ellos y sus herederos, por nos y nuestros
herederos.
2) Si uno de nuestros condes o barones u otros tenentes mili­
tares muere, y en ese momento su heredero tiene la mayoría de
edad, y debe el relief, que entre en posesión de su herencia una vez
pagado el acostumbrado relief.
4) Quien guarde la tierra de un heredero menor no tomará de
la tierra de éste más que una renta razonable [...].
12) Ningún escudaje será impuesto en el reino sin el consen­
timiento del común consejo de nuestro reino, a menos que sea
para el rescate de nuestra persona, la caballería de nuestro hijo
mayor o el matrimonio de nuestra hija mayor, una vez solamente,
y, en todo caso, no se impondrá más que una ayuda razonable.
13) La ciudad de Londres gozará de todas sus antiguas liber­
tades, tanto por tierra como por agua. Además, queremos y conce­
demos que todas las otras ciudades, boroughs, villas y puertos ten­
gan todas las libertades y libres costumbres.
16) Nadie será obligado a cumplir otros servicios más que los
que deba por su feudo de caballero o de otra tenencia libre.
35) No habrá en nuestro reino más que una medida para el
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 101
vino, la cerveza y el trigo. A saber, el quarter de Londres, y una
medida de longitud para los paños teñidos y para los roussets y los
halbergets, a saber, dos anas entre los bordes.
36) Ningún hombre libre será detenido, apresado o puesto
fuera de la ley, exiliado o lesionado de manera alguna, ni iremos ni
mandaremos a nadie contra él sin juicio leal de sus pares, confor­
me a la ley del país.
41) Todos los mercaderes podrán transitar libres por Inglate­
rra, salir, entrar o permanecer en ella, por tierra y agua, para com­
prar o vender, sin ninguna exacción, según las viejas y justas cos­
tumbres, salvo cuando su país esté en guerra con nosotros.
(Recogido en A Dociimentary History of England, vol. I
(1066-1540), ed. Bagley and Rowley, Londres, Pen-
guin Books, 1962, pp. 100 ss.)

4 9 . S a n L u is (1 2 2 6 -1 2 7 0 ) r e f o r m a e l p re b o s ta z g o
d e P a rís
El prebostazgo de París se vendía por entonces a los burgueses
de la ciudad o algunos de ellos. Cuando alguno lo compraba, soste­
nía a sus hijos o sobrinos en sus ultrajes, pues los jóvenes confia­
ban en sus padres y amigos cuando estaban al frente del cargo. Por
ello, el pueblo menudo estaba postergado y no podía obtener justi­
cia de los hombres ricos, por los grandes presentes que éstos ha­
cían al preboste. El que decía en este tiempo la verdad delante del
preboste o quería guardar su juramento para no ser perjuro por
haber tenido que responder por deudas o por alguna otra cosa, era
multado por el preboste y castigado. Por las grandes injurias y
rapiñas que eran cometidas en el prebostazgo, el pueblo menudo
no osaba permanecer en la tierra del rey, sino que iban a morar a
otros prebostazgos y señoríos. La tierra del rey estaba tan desierta
que, cuando el preboste tenía sus audiencias, no venían a ellas más
que diez o doce personas. Por ello, había multitud de malhechores
y ladrones en París que se extendían a toda la región. El rey puso
gran diligencia para guardar al pueblo menudo [...] hizo encuesta
en todo el reino a fin de encontrar un hombre capaz de adminis­
trar buena y rígida justicia y que no favoreciese a los ricos más que
a los pobres.
Se le indicó a Esteban Boileau, el cual guardó de tal forma el
prebostazgo que ni malhechores, ni ladrones, ni asesinos osaron
102 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
permanecer en París que no fuesen colgados o aniquilados, sin que
padres, linajes, oro y plata pudieran servir de garantía. La tierra del
rey empezó a recuperarse y el pueblo vino a ella al ver la buena jus­
ticia que se administraba. Se multiplicó y enmendó tanto que las
ventas, compras, tomas de posesión y otras cosas crecieron la mitad
de año en año. Con todo, el reino de Francia se recuperó amplia­
mente según testimonian muchas personas ancianas y sabias.
«Histoire de Saint Louis», en Historiens et
(J o in v iia e ,
Chroniquenrs du Moyen Age, Éd. Gallimard, París,
La Piéiade, 1952, pp. 362-363.)

50. H acia la u n ió n catalanoaragonesa (1 1 7 4 )


Sigue instrumento de donación que hizo la noble reina Petro­
nila después de la muerte del ilustrísimo conde de Barcelona y
príncipe de Aragón, su marido, a su venerable hijo Alfonso, rey de
Aragón y conde de Barcelona, sobre el reino de Aragón.
Yo, Petronila, por la gracia de Dios, reina de Aragón y condesa
de Barcelona, mujer que fui del venerable Raimundo Berenguer,
conde de Barcelona y príncipe de Aragón, con gustoso ánimo,
prontísima voluntad, con el consejo y consenso y providencia de
otros magnates tanto aragoneses como barceloneses, te doy, a ti,
mi dilecto hijo Alfonso, rey de Aragón y conde de Barcelona, que
en el testamento de mi marido eras llamado Raimundo, y a todos
tus sucesores, todo el reino de Aragón íntegramente, sus ciudades
y fortalezas, villas, iglesias y monasterios, con todos los términos y
posesiones y pertenencias que corresponden al mencionado reino
de Aragón o deben pertenecer de algún modo, así como mejor
tuvieron el reino de Aragón en otro tiempo mi abuelo y mi bisa­
buelo.
Y para que esta donación sea tenida firme y estable a perpetui­
dad, confirmo con mi propia mano y concedo ordenación del tes­
tamento de mi marido y su última voluntad, así como el mismo
marido, tu padre, ordenó y estableció en dicho testamento de todo
el antedicho reino y de las demás cosas [...]. Si muriese sin descen­
dencia legítima se seguirá el orden fijado en el testamento de mi
marido, tu padre, entre tus otros hermanos.
Hecho esto en Barcelona XIIII kalendas de julio año de la
encamación del Señor MCLXXIIII.
(Liber Feudonim MaiorI, doc. 17, pp. 23-24.)
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 103
51. F e r n a n d o III u n e l o s r e in o s d e C astilla y L e ó n
(1 2 3 0 -1 2 3 3 )
Así pues, en breve tiempo, disponiéndolo Dios, en cuya mano
está el reino de los hombres, nuestro rey poseyó en paz el reino
paterno, excepto Galicia, a la que no pudo ir inmediatamente y en
la que perduraba una no pequeña turbación nacida desde la muer­
te del padre.
En la persona, pues, de nuestro rey, los dos reinos, que se ha­
bían separado en la muerte del emperador, se unieron.
En el próximo año siguiente, alrededor de la Natividad del
Señor, entró el rey en Galicia, a la que condujo de la turbación a la
paz y, sanados muchos males tras una profunda investigación
y promulgadas algunas constituciones contra los perturbadores y
malhechores de la tierra, llegó a Asturias ovetenses, donde estuvo
un poco de tiempo y, restaurados los daños y pacificada la tierra,
salió de ella y, pasando por León, llegó a Carrión, donde la madre
le salió al encuentro y donde su esposa había vivido largo tiempo.
Se reunieron allí con él muchos de los pueblos del reino leonés
y muchos nobles de Galicia y Asturias, de los que a unos despidió y
a otros llevó consigo a Burgos.
Confluyó a la misma ciudad gran cantidad de hombres plebe­
yos y nobles tanto de Castilla como de Galicia y de otras partes del
reino, y allí el rey se detuvo largo tiempo, despachando asuntos de
diversa especie con el consejo de hombres prudentes.
En el siguiente invierno de la era de 1271, en la fiesta de Epifa­
nía, el rey asedió Úbeda con los nobles y no muchos plebeyos del
reino leonés y los plebeyos de Toro, Zamora, Salamanca y Ledes-
ma, que, según el mandato del rey, acudieron en gran multitud y
con mucho aparato para el asedio de la citada villa.
(Crónica latina de los reyes de Castilla, ed. L. C harlo
B rea , p. 86, Publicaciones de la Universidad de
Cádiz, 1984.)

52. N aturaleza del R ey en L a s P artidas


¿Qué cosa es el rey?
Vicarios de Dios son los Reyes, cada uno en su Reyno, puestos
sobre las gentes para mantenerlas en justicia, e en verdad, quanto
en lo temporal, bien assi como el emperador en su Imperio. Esto se
104 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
muestra complidamente en dos maneras. La primera dellas es espi­
ritual, segund lo mostraron los Profetas e los Santos, a quien dio
nuestro Señor gracia de saber las cosas ciertamente, e de fazerlas
entender. La otra es segund natura, assi como mostraron los ornes
sabios, que fueron conoscedores de las cosas naturalmente. E los
Santos dixeron que el Rey es puesto en la tierra en lugar de Dios
para complir la justicia, e dar a cada uno su derecho. E por ende le
llamaron coragón e alma del pueblo. Ca así como yace el alma en el
coragón deí ome, e por ella bive el cuerpo, e se mantiene, assí en el
Rey yace la justicia, que es vida, e mantenimiento del pueblo de su
Señorío. E bien otrosí como el corazón es uno, e por él reciben
todos los otros miembros unidad, para ser un cuerpo, bien assí
todos los del Reyno, maguer sean muchos, porque el Rey es e deue
ser uno, por eso deueñ otrosí ser todos unos con él para servirle e
ayudarle en las cosas que él ha de fazer. E naturalmente dixeron los
Sabios que el Rey es cabera del Regno, ca assí como de la cabera
nascen los sentidos por que se mandan todos los miembros del
cuerpo, bien assí por el mandamiento que nasce del Rey, que es el
señor e cabega de todos los del Regno, se deuen mandar e guiar e
auer un acuerdo con él, para obedescerle, e amparar e guardar e
acrescentar el Reyno: onde él es alma, e cabega, e ellos miembros.
(Las Siete Partidas del Rey don Alfonso el Sabio, Parti­
da Segunda, tít. I, ley V, vol. II, Madrid, Ed. Atlas,
1972, pp. 7-8.)

El Islam y su enfrentamiento con la cristiandad (I):


las Cruzadas
La recuperación militar de la Cristiandad desde el si­
glo xi se materializa en Oriente a través de las Cruzadas,
impulsadas por una mezcla de ideales religiosos e intereses
materiales.
Durante dos siglos, los latinos mantendrán posiciones
en Tierra Santa, hasta su definitiva expulsión a fines del xin.
Bibliografía

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53. L a cruzada e n e l C o ncilio d e C lerm o n t :


LA LLAMADA DE URBANO II (1095)
¡Que vayan pues al combate contra los infieles —un combate
que merece la pena emprender y que merece terminarse en una
victoria— los que se dedicaban a las guerras privadas y abusivas en
perjuicio de los fieles!
¡Que sean en adelante caballeros de Cristo los que no eran más
que bandidos. Que luchen ahora en buena ley contra los bárbaros
los que combatían contra sus hermanos y parientes!
Éstas son las recompensas eternas que van a conseguir los que
se hacían mercenarios por un miserable salario: trabajarán por un
doble honor aquellos que se fatigaban en detrimento de su cuerpo
y de su alma. Estaban aquí tristes y pobres; estarán allá alegres y
ricos. Aquí eran los enemigos del Señor; allá serán sus amigos.
(F o u c h e r d e C h a rtre s , Historia Hierosolymitana,
recogido en P. R ich a rd , L'Esprit de la Croisade,
París, Les Éditions du Cerf, 1969, p. 63.)

54. LOS ESTADOS LATINOS EN TlERRA SANTA


Todo el país oriental de los latinos estaba dividido en cuatro
principados. El primero al Sur, era el reino de Jerusalén, que tenía
sus comienzos en el arroyo que se encuentra entre Biblos y Beirut,
ciudades marítimas de Fenicia, y su fin en el desierto, más allá de
Daron, que mira hacia Egipto. El segundo principado, hacia el
Norte, era el condado de Trípoli, desde el mencionado arroyo has­
ta el arroyo que se encuentra entre Maraclea y Valenia. El tercero
era el principado de Antioquía, que se encontraba entre este arro­
yo y Tarso de Cilicia. El cuarto era el condado de Edesa, que desde
el bosque llamado Marrim se extendía hacia Oriente, más allá del
Éufrates.
(G u ille rm o d e T iro , Historia renim in partibus trans-
marinis gestarum, recogido por C a lm e tte : Textes...,
p. 185.)
106 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
55. D isc r epa n c ia s e n t r e lo s r e y e s c r istia n o s
e n la III C ruzada
Al ver la ciudad [de Acre] tomada por los nuestros y a un gran
número de los suyos muertos, Saladino consternado no esperó ya
conservar las otras plazas, hizo destruir por lo tanto las murallas
de las ciudades marítimas, es decir, Porfiria, Cesarea, Ascalón,
Gaza y Darón. El rey Ricardo reconstruyó Jope y la fortificó. Más
tarde Saladino le puso sitio. El monarca entonces se dirigió al
mar en una galera al mismo tiempo que su ejército lo seguía por
tierra no sin grandes dificultades. Socorrió de este modo a los
sitiados y obligó al ejército de los sarracenos a retirarse. Mientras
éstos, llenos de confusión, huían con su príncipe ante los nues­
tros, hubiera sido fácil reconquistar no sólo el reino de Jerusalén
sino también una gran porción de su territorio si el enemigo del
género humano, celoso de los inmensos éxitos de los cristianos,
no hubiera llegado a «sembrar cizaña» (Mí., 13, 15). Despertó
rivalidad y discordia entre los reyes; suscitó querellas entre los
príncipes e hizo que «erraran en lugares incultos donde no hay
camino», persiguiendo su propia gloria y su interés personal y no
los de Jesús; destrozándose y detestándose cubrieron de gran
confusión al pueblo cristiano. Sus resentimientos, sus odios y
discordias llegaron a tal extremo que casi siempre, cuando el rey
de Francia realizaba el asalto a una ciudad, el rey de Inglaterra
prohibía a los suyos que participaran en él y toda vez que él
podía seducir, por medio de promesas o de presentes, a príncipes
y barones de Francia, así lo hacía para atraerlos a su partido.
Además, el rey de Francia, extremadamente perturbado e inquie­
to, sobre todo a causa de una enfermedad que lo minaba, dejó en
su lugar al duque de Borgoña con parte de su ejército y se retiró
inmediatamente después de la toma de Acre. Se condujo con
poca prudencia, publicando demasiado pronto su partida. Puesto
que se dice que Saladino nos hubiera entregado de buen grado el
territorio que nos pertenecía antes, si los reyes hubieran aparen­
tado que querían realizar de común acuerdo una invasión a su
país y que vivían en buena inteligencia.
(J acques d e V itry , Historia de las Cruzadas, ed. de
N. G uglielm i, Buenos Aires, 1991, p. 79.)
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 107
El Islam y su enfrentamiento con la cristiandad (II):
la Reconquista
De mediados del siglo xr a mediados del siglo xni, los
estados hispanocristianos van suplantando al poder musul­
mán en los valles del Tajo y del Ebro, en Levante y las Ba­
leares y, por último, en la depresión Bética. Sólo el pequeño
reino de Granada permanecerá en manos del Islam.

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56. C o n q u ista d e l n o r t e de Á frica po r l o s a lm o r á v id es


( m ed ia d o s d el x i )
Después de la conquista de Sichilmassa, Abu Bekr confió la
administración a uno de sus próximos parientes, a Yusuf ben
Taxufin Lamtuni, y él volvió al desierto. Yusuf trató con considera­
ción a los habitantes de la ciudad, de los que no reclamó sino el
diezmo y luegó pasó algún tiempo en el desierto. Abu Bekr ben
Umar volvió en seguida a Sichilmassa y allí residió un año ejer­
ciendo un poder absoluto y haciendo recitar la oración en su nom­
bre. Se hizo reemplazar después por el hijo de su hermano, Abu
Bakr ben Ibrahim ben Umar, y de concierto con Yusuf equipó tro­
pas almorávides para marchar contra el Sus; y éste fue conquista­
do por tal jefe, hombre piadoso, justo, resuelto, discreto y experi­
mentado.
Tal situación duró hasta el 462 [19 de octubre 1069] en que
Abu Bekr ben Umar murió en el desierto. Entonces las tropas
108 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
almorávides se agruparon en tomo de Yusuf ben Taxufin, recono­
cieron su autoridad y le proclamaron Emir Almuslimin. Pertenecía
a la sazón a los Zanata la supremacía en Occidente. La habían
alcanzado en el período de las revueltas, pero eran perversos,
injustos e ignorantes de las artes de gobierno y de la religión. Por
el contrario, el nuevo príncipe y los suyos respetaban las tradicio­
nes y observaban la ley religiosa. Respondieron a la petición de
socorro que les dirigieron los mogrebíes occidentales y conquista­
ron sucesivamente y casi sin esfuerzo las fortalezas y las ciudades.
Sus nuevos súbditos vieron mejorada su situación y les recompen­
saron con su afecto.
Yusuf eligió en seguida el emplazamiento de Marraquex, lugar
llano, y entonces sin habitar, punto central del Magrib, como
Qayrwan lo es de Ifriqiya. El lugar elegido se hallaba al pie de la
montaña de los Masmudas, es decir, de la población más poderosa
de aquellas regiones y la más indomable de sus guaridas. Fundó
allí Marraquex y fijó allí su residencia para aplastar mejor las posi­
bles revueltas de tales montañeses, pero no se produjo ningún
levantamiento. Conquistó las comarcas vecinas del Estrecho, Ceu­
ta, Tánger, Salé, etc. [...] y sus ejércitos fueron cada vez más consi­
derables.
(Del «Kamil fil-I-Tarij» de Ben Al-Ath¡r, según ver­
sión francesa de F agnan, 42. Recogido en C. S án­
chez Albornoz , La España musulmana, vol. II,
Madrid, Espasa Calpe, 1973, pp. 110-111.)

57. O p e ra c io n e s m ilita re s d e A lfo n s o VI


p re v ia s a l a o cu p ació n d e T o le d o (1085)
Tras muchos combates e innumerables matanzas de enemigos,
me apoderé de ciudades populosas y castillos fortísimos. Ya en
posesión de ellos, me lancé contra esta ciudad, en la que antigua­
mente mis progenitores potentísimos y opulentísimos habían rei­
nado [...]. Para conseguirla, unas veces con combates fuertes y rei­
terados, y otras, con ocultas intrigas y abiertas incursiones devas­
tadoras, durante siete años asedié a los habitantes de esta ciudad y
de su territorio con la revolución, la espada y el hambre. Ellos,
obstinados en la malicia de su ciego deseo acarrearon sobre sí la
ira de Dios, provocada con su pública perversión, hasta que el
temor de Dios y la falta de valor se sobrepusieron para que fueran
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 109
ellos mismos quienes me abriesen las puertas de la ciudad, per­
diendo así vencidos el reino que antiguamente invadieron vence­
dores [...].
(C a te d ra l T o ledo A rch. o 2. N. 1. 1. Recogido p o r
J. F. R ivera R ecio, Reconquista y pobladores del
antiguo reino de Toledo, 1966, pp. 15-16.)

58. C onquistas del pr im e r rey d e P ortugal


A lfonso H e n r iq u e s ( 1128 - 1185 )
Agora conuiene que tomemos avn en el rrey don Alfonso e
digamos de sus buenas conquistas e de sus buenos fechos. Este
rrey don Alfonso fue muy bueno e mucho esfforgado en armas e
ouo muchas faziendas e muchas batallas con moros e venciólas, e
ganó mucho dellos. Este fue llamado primeramente rrey de Portu­
gal, ca su padre fuera conde e él fasta que comentó a rreynar era
llamado duque. Este ganó muchos buenos preuillegios del papa
Eugenio el Tercero porquel prometió quel daríe cada año rrenta de
su rreyno. Este fizo en Coynbria el monesterio que dizen de Santa
Cruz e diole muchos donadíos e heredamientos, e fizo el moneste­
rio de Alcobaga e diole muchos heredamientos e grandes dona­
díos. E priso Santarén de moros e Sintria e Lixbona, Avora, Alan-
quez e muchos otros lugares que conveníe al rreyno, e pobló
muchos lugares que avían estado yermos luengamente, e gercó las
villas de muros e fizo adozir a Lixbona el cuerpo de Sant Vigente
mártir, e fizo y muy rrica iglesia a su costa, e vn rrico monesterio
fuera de la villa. E dio al Ospital de Iherusallem ochenta vezes mili
marauedís en oro para conprar heredat de que diesen a los enfer­
mos de su enfermería cada día por su pitanga sendos panes calien­
tes de trigo e sendos vasos de vino, e que lo ementasen por aquesto
cada día en oragión. E de commo fue en la primeria muy malo, asy
se tomó después mucho a Dios e emendóse de todo, ca en el tienpo
que era más mangebo non conosgíe tanto a Dios nin sabíe qué se
era, e tanto se teníe por mucho esfforgado cauallero que non sabíe
otro ninguno que tanto lo fuese commo él. Otras cosas le aca-
hesgieron a él que non contamos aquí, mas contarlas hemos ade­
lante en el lugar en que acahesgieron. E agora dexa la estoria de
contar de los rreyes de Portugal e tomo a contar del enperador don
Alfonso.
(Crónica de Veinte Reyes, ed. coordinada por C. H er ­
nández A lonso , Burgos, 1991, p. 263.)
110 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
59. C a p itu la c ió n d e V a le n c ia (1238)
Pasados tres días, a la hora de las vísperas enviamos a decir al
rey y al arrayaz Abulhamelec, que para que supiesen los cristianos
que Valencia era nuestra, y ningún daño les hiciesen, enarbolasen
nuestra señera en aquella torre que ahora es del Templo. Respon­
dieron ellos que les placía, y entonces fuimos a la rambla que
había entre el real y la torre, donde descabalgamos, y vuelta la cara
a Oriente,' lloraron nuestros ojos v besamos la tierra por la gran
merced que Dios nos había hecho. Diéronse tal prisa entretanto los
sarracenos a salir, que en vez de verificarlo al quinto día, estuvie­
ron ya al tercero dispuestos del todo; en vista de lo que, Nos, acom­
pañado de caballeros y llevando cerca a otros hombres armados,
fuimos a buscarlos y los sacamos afuera en aquellos campos que se
encuentran entre Ruzafa y la villa; mas obligado nos vimos en tal
punto a herir de muerte a algunos hombres que querían quitar el
equipaje a los sarracenos y robar algunas sarracenas y niños; lo
que impedimos de modo, que, no obstante de ser tan grande el
gentío que salía de Valencia, pues entre hombres y mujeres pasa­
ban de cincuenta mil, gracias a Dios no perdieron los que marcha­
ban ni por valor de mil sueldos, y llegaron seguros a Cullera para
donde les dimos Nos nuestro salvoconducto.
(De Historia del Rey de Aragón Don Jaime I el Con­
quistador escrita en lemosín por el mismo monarca,
traducción al castellano y anotaciones de M a rian o
F lo ta ts y A n to n io d e B o f a r u ll, Barcelona, 1848,.
cap. CXCI, pp. 264-265.)

60. CONQUISTA DE SEVILLA POR FERNANDO III (1248)


Libradas todas las pleytesías de suso dichas, que en razón del
entregamiento de la noble cipdat de Sevilla fueron traydas, et el
rey apoderado ya en el Alcagar della, commo dichos auemos, los
moros demandaron plazo al rey para vender sus cosas las que non
podían leuar; et fue un mes el que ellos demandaron, et el rey ge lo
dio. El plazo conplido, los moros auien vendido todas las cosas que
vender quisieron; et entregados de su auer, entregaron las llaues de
la uilla al rey don Femando. Et el rey a los que por mar quisieron
yr, dióles ginco ñaues et ocho galeas; et a los que por tierra, dióles
bestias et quien los guiase et los posiese en saluo. Et desta guisa los
enbió este rey don Femando a esos moros desa gipdat de Sevilla
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 111
desque la ouo ganada et puesta en sennorío. Et los que yuan por
mar et queríen pasar a Cebta, eran gient vezes mili por cuenta; et
los que por tierra, que yuan para Xerez, eran trezientas vezes mili,
et con estos enbío al maestre de Calatrava que los guió et los puso
en saluo, fasta dentro a Xerez.
(De la Primera Crónica General de España que mandó
componer Alfonso el Sabio y se continuaba bajo
Sancho IV en 1289, ed. M e n én d ez P id a l, Madrid,
Gredos, 1955, vol. II, p. 767.)

Bizancio en la plenitud del Medievo


Las Cruzadas pusieron en contacto directo a Bizancio
con los occidentales. Los resultados, a nivel económico,
político y espiritual, serán desastrosos para Constantinopla.
El más dramático episodio de este proceso será la violenta
toma de la ciudad por los cruzados y la creación consi­
guiente de un efímero «imperio latino de Oriente».
Bibliografía

J. F e r l u g a ,Bisanzio, Societá e Stato, Florencia, Sansoni, Scuola Aperta,


1974.
G. R o u il l a r d , La vie rurale dans l'Empire Byzaníin, París, 1953.
S. R u n c im a n , The Eastem Schism. A study of the Papacy and the eastem
Churches during the 11 and 12 centuries, Oxford University Press, 1955.

61. A lejo C o m n e n o d ev u e lv e e l o r d e n al I m per io


TRAS ACCEDER AL TRONO (1081)
Cuando mi padre Alejo vio que todas las partes del Imperio eran
atacadas por mortales convulsiones (que los turcos recorrían y
saqueaban Oriente, que Roberto abrasaba el occidente con el fuego
de la guerra so pretexto de restablecer a Miguel en el trono, pero
queriendo instalarse él, para lo que había preparado un formidable
aparato, levantando tropas y equipando barcos) quedó sumamente
perplejo. Nada le causaba tanta inquietud como ver que no tenía en
tomo a sí más que trescientos soldados venidos de Iconio, mal equi­
pados y peor aguerridos y que no tenía dinero para poner más gente
112 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
en pie de guerra. He oído decir a los viejos soldados que jamás el
Estado se había visto reducido a tan deplorable situación.
Sin embargo, como Alejo era intrépido de natural y había
adquirido una larga experiencia, se dispuso a conducir la nave del
Imperio a través de las tormentas y tempestades y esperó disipar a
los enemigos como las rocas disipan las olas y la espuma. Creyó
que era necesario, en primer lugar, mandar a los gobernadores que
defendiesen contra los turcos las ciudades y plazas fuertes de
Oriente, "como Dabateno, que gobernaba en Heraclea, ciudad del
Ponto y en Paflagonia; Burses, que gobernaba en Iconio de Capa-
docia y otros. Les escribió diciéndoles que la divina providencia le
había hecho la gracia de evitarle las trampas de sus enemigos y le
había elevado al trono. También les comunicó que tenía necesidad
de tropas para mantenerse en él y que le enviasen todas las que
pudiesen una vez que hubiesen dejado guarniciones suficientes.
Igualmente atendió los asuntos de Occidente poniendo todo el
interés para apartar a los condes y duques que habían tomado par­
tido por Roberto.
(A na C om neno, Histoire de l’E mpereur Alexis, t. IV d e
Histoire de Constantinople, París, É d. Cousin, 1685,
pp. 109-110.)

62. L a pentarquía como estructura ideal d e la I glesia


Mi queridísimo hermano. No negamos a la Iglesia Romana la
primacía entre las cinco sedes patriarcales hermanas y reconoce­
mos su derecho al más honorable puesto en el Concilio Ecuménico.
Pero ella se ha separado de nosotros por sus propias acciones,
cuando, por medio de la soberbia, asumió una monarquía que no le
pertenece a su oficio. ¿Cómo aceptaremos los estatutos elaborados
por ella sin consultamos e incluso sin nuestro conocimiento? Si el
Romano Pontífice sentado en el excelso trono de su gloria desea
fulminamos y al hablar así lanza sus mandatos desde lo alto, y si
desea juzgamos y aun gobernamos a nosotros y a nuestras Iglesias
no tomando nuestro consejo, sino por su arbitrario deseo, ¿qué cla­
se de fraternidad e incluso de paternidad puede ser ésta? Seríamos
esclavos, no hijos de tal Iglesia y el Mar Romano no será la madre
piadosa de sus hijos, sino un duro e imperioso amo de esclavos.
(Carta de Nicetas, arzobispo de Nicomedia, en S. R un-
c im a n , The Eastem Schism, Oxford University Press,
1955, p. 116.)
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 113
63. L as f e r ia s d e T e s a ló n ic a e n e l s ig lo xii, u n r e c u e r d o
DEL VIEJO ESPLENDOR ECONÓMICO BIZANTINO
Las Demetrias son una fiesta como en otro tiempo las Panate-
neas de Atenas o las Panjonias de Mileto. Actualmente son la más
grande feria de Macedonia. En efecto, afluye allí una gran canti­
dad de población no sólo autóctona y allí establecida, sino de todas
las partes y especies. Griegos de todos los países, y las diversas tri­
bus de la Mesia que habitan sobre el Danubio, e incluso gentes de
la tierra de los escitas, campanos, italianos, iberos, lusitanos y cel­
tas de la otra parte de los Alpes. Las costas del Océano mandan
peregrinos y devotos a la fiesta del mártir. Tal es su fama en toda
Europa. Yo, sin embargo, que venía de Capadocia y que era extran­
jero, que no tenía de esta fiesta ninguna noción más que aquellas
cosas que había oído, decidí el modo de poder ver todo el espec­
táculo sin perder nada de vista.
Subí a una altura contigua al lugar de la feria, me senté y esperé
tranquilamente. Las cosas se desarrollaron del siguiente modo. Las
barracas de venta se disponían en filas paralelas unas frente a otras;
las filas se extendían por un largo trecho, se alargaban a los lados y
dejaban en el medio un espacio para que la masa pudiera moverse
de un lado a otro [...]. Transversalmente se habían colocado otras
filas de barracas también rectas pero no tan largas y que semejaban
minúsculos pies de ciertos reptiles [...]. Allí había artículos de todo
género: tejidos e hilados para hombres y mujeres, todo aquello que
los barcos mercantes traían de Beocia y el Peloponeso, de Italia y
Grecia. Pero también Fenicia proveía mucho, y Egipto, y España, y
las Columnas de Hércules, que producían excelentes tejidos. Todo
esto lo llevaban los mercaderes directamente desde sus países a la
vieja Macedonia y Tesalónica. El Mar Negro manda sus productos a
través de Constantinopla y éstos vienen a embellecer la feria, en
cuanto desde allí muchos caballos y mulos transportan las mercan­
cías. Vi todo esto en cuanto descendí. Pero también, mientras per­
manecí en la altura, me maravilló la variada cantidad de animales
y escuchaba la confusión de sus voces, que golpeaban mis oídos:
los caballos relinchaban, los bueyes mugían, las ovejas balaban, los
puercos gruñían y los perros ladraban; también éstos seguían a sus
amos como protección contra los lobos y los ladrones.
(De «Timarione», recogido en Bisanzio. Societá é sta-
to, de J. F e rlu g a , cit., pp. 111-112. Extraído de ed.
A. E llis e n en Analekten der mittel-und neugriechi-
schen Literatur, IV, Leipzig, 1860, pp. 46-48.)
114 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
64. E l Im p e rio d e B izan cio e n m ano s d e l o s o c c id e n ta le s
(1204)
[...] El botín de Constantinopla fue repartido tal y como habéis
oído.
Entonces, se reunieron todos en una asamblea y el común del
ejército declaró su voluntad de elevar a un emperador, tal y como
se había convenido. Se habló tanto que hubo que proseguir otro
día; en él fueron elegidas las doce personas a quienes incumbía la
elección. No se pudo evitar, que para tan alta dignidad como el
imperio de Constantinopla, hubiera muchos aspirantes. Pero la
gran discordia fue a causa del conde Balduino de Flandes y Hai-
naut y el marqués Bonifacio de Montferrato. Todo el mundo decía
que uno de estos dos sería emperador [...].
El consejo duró hasta que se llegó a un acuerdo. Encargaron la
labor de portavoz de la concordia a Nevelón, obispo de Soissons, que
era uno de los doce, y salieron allá donde estaban todos los barones y
el dux de Venecia. Ahora bien, podéis saber que fueron observados
por mucha gente que quería saber el resultado de la elección. El obis­
po les expuso las cosas y les dijo: «Señores, nos hemos puesto de
acuerdo, a Dios gracias, para nombrar emperador; y todos vosotros
habéis jurado que al que eligiéramos como emperador le tendríais
por tal y, si alguno quería oponérsele, le prestaríais ayuda. Le nom­
braremos en esta hora: el conde Balduino de Flandes y de Hainaut.»
Un grito de alegría se elevó en el palacio y le condujeron a la
Iglesia. El marqués de Montferrato le condujo, por su parte, el pri­
mero a la Iglesia y le rindió los debidos honores. Así fue elegido
emperador el conde Balduino de Flandes y Hainaut y el día de su
coronación se fijó para tres semanas después de Pascua.
(G eoffroi d e V illehardouin , La conquéte de Constan-
tinople, en «Historiens et chroniqueurs du Moyen
Age», París, Éd. Gallimard, La Pléiade, pp. 148-149.)

Feudalismo y sociedad feudal


Los que oran, los que luchan y los que trabajan (oratores,
bellatores y laboratores) forman el entramado de la sociedad
medieval oficialmente reconocida hasta fecha muy avanzada.
A escala del estamento aristocrático, las relaciones de
fidelidad plasmadas en el contrato de vasallaje constituyen
todo un símbolo de solidaridad de clase.
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 115
Bibliografía

A las obras ya citadas sobre el feudalismo, cabe añadir:


P. B o n n a s s ie y o tr o s , Estructuras feudales y feudalismo en el mundo medite­
rráneo,'Barcelona., Crítica, 1984.
A. G u e r r e a u , El feudalismo, un horizonte teórico, Barcelona, Crítica, 1984.
M. K e e n , La caballería, Barcelona, Ariel, 1986.
G . D u b y , Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo, Barcelona, Petrel,
1980.
P. I r a d ie l , Las claves del feudalismo (860-1500), Barcelona, Planeta, 1991.
A. M a l pic a y T. Q u e sa d a (eds.). Los orígenes del feudalismo en el mundo
mediterráneo, Universidad de Granada, 1994.

65. L a sociedad feudal como sociedad trifuncional


El orden eclesiástico forma un solo cuerpo, pero la división de
la sociedad comprende tres órdenes. La ley humana, en efecto, dis­
tingue otras dos condiciones. El noble y el no libre no son goberna­
dos por una ley idéntica.
Los nobles son los guerreros, los protectores de las iglesias.
Defienden a todos los hombres del pueblo, grandes y modestos, y
por tal hecho se protegen a ellos mismos. La otra clase es la de los
no libres. Esta desdichada raza nada posee sin sufrimiento. Provi­
siones, vestimentas, son provistas para todos por los no libres,
pues ningún hombre libre es capaz de vivir sin ellos.
Por tanto, la ciudad de Dios, que se cree una sola, está dividida
en tres órdenes: algunos ruegan, otros combaten y otros trabajan.
Estos tres órdenes viven juntos y no soportarían una separación.
Los servicios de uno de ellos permiten los trabajos de los otros dos.
Cada uno, alternativamente, presta su apoyo a todos.
En tanto prevaleció esta ley, el mundo gozó de paz. [En la
actualidad] las leyes se debilitan y ya desapareció la paz. Los hábi­
tos de los hombres cambian, como cambia también la división de
la sociedad.
(A dalberón de L aon , Carmen ad Rothbertum regem,
ed. G. A. H uckel, Les poémes satiriques d’Adalberon,
en «Bibliotéque de la Faculté des Lettres de l’Um-
versité de París», t. XIII, 1901, pp. 155-156. Recogi­
do por R. B outruche , Señorío y feudalismo. Prime­
ra época: los vínculos de dependencia, Buenos Aires,
Siglo XXI, 1968, p. 307.)
116 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
66. Un CONTRATO DE VASALLAJE BAJO EL FEUDALISMO CLÁSICO
En primer lugar rindieron homenaje de la siguiente manera. El
conde pidió al futuro vasallo si quería convertirse en su hombre,
sin reserva, y éste respondió: «Lo quiero»; después se aliaron por
medio de un beso mientras sus manos permanecían entre las
manos del conde. En segundo lugar, el que había rendido homena­
je corriprometió su fe al avant-parlier del conde, en estos términos:
«Prometo por mi fe ser fiel al conde Guillermo a partir de este ins­
tante y mantenerle contra todos y enteramente mi homenaje, de
buena fe y sin falsedad»; y en tercer lugar juró sobre las reliquias
de los santos.
(G a lb e rto d e B ru ja s, Historia de la muerte de Carlos
el Bueno, conde de Flandes, recogido en Ganshof, El
feudalismo, cit., p. 100.)

67. J e r a r q u ía f e u d a l y e s p ír itu c a b a lle r e s c o


e n R am ó n L l u l l (1 2 3 5 -1 3 1 5 )
Tan noble cosa es el oficio de caballero que cada caballero debe­
ría ser señor y regidor de alguna tierra; pero no hay tierras suficien­
tes para los caballeros, que son muchos. Y para significar que un
solo Dios es señor de todas las cosas, el emperador debe ser caballe­
ro y señor de todos los caballeros; mas como el emperador no
podría por sí mismo regir a todos los caballeros, conviene que tenga
debajo de sí reyes que sean caballeros, para que lo ayuden a mante­
ner la orden de caballería. Y los reyes deben tener bajo sí condes,
comdors, valvasores y los demás grados de caballería; y bajo estos
grados deben estar los caballeros de un escudo, los cuales sean
gobernados y sometidos a los grados de caballería arriba citados.
(Ram ón L lu ll, Libro de la orden de Caballería, ed.
L. A. de Cuenca, Barcelona, Alianza Editorial,
1986, p. 31.)

El medio rural en la plenitud del Medievo:


viejas y nuevas tierras
Testimonios como el Domesday Book son de excepcional
importancia para el conocimiento de las estructuras econó­
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 117
micas de un viejo país europeo. Cierta documentación
monástica, ciertas crónicas o los libros de repartimiento
españoles expresan bien cómo la expansión política de la
cristiandad occidental va acompañada del consiguiente
proceso de colonización.

Bibliografía

M. B loch, Seigneurie frangaise et manoir anglais, e n Cahiers des Annales,


1967.
P. B o n n a s s ie , La Catalogne du milieu X a la fin du XI siécle, Toulouse,
A.P.U., 1975-1976.
R. F o s s ie r, Historia del campesinado en el Occidente Medieval (siglos XI al
XIV), Barcelona, Crítica, 1985.
J. G o n z á l e z , Repartimiento de Sevilla, 2 v o ls ., Madrid, C.S.I.C., 1951.
E. P e r r o y , La terre et les paysans en France aux XII et XIII siécles. Explica-
tions de texte, Cours de la Sorbonne, París, 1953.
J. T o r r e s F o n te s , Repartimiento de Murcia, M ad rid , C.S.I.C., 1960.
C h . H ig o u n e t , Les allemands en Europe centróle et orientale au Mayen Age,
P a rís, A ub ier, 1989.

68. EL RÉGIMEN DOMINICAL EN INGLATERRA


A FINES DEL SIGLO XI, A TRAVÉS DEL DOMESDAY BOOK
Cambridgeshire.
Hundred de Staploe.
Chippenham, manor, en tiempos del rey Eduardo, pagaba
impuestos por diez hides. Pero cierto sheriff, por autorización real,
redujo esta imposición a cinco hides, porque el arriendo sumaba
demasiado, y ahora la imposición sigue siendo de cinco hides. Hay
tierras para diecisiete arados. Godofredo la tiene en feudo del rey.
En el dominio hay tres hides y tres «arados»; diez y nueve villains y
trece bordiers tienen catorce arados. Hay seis esclavos. Hay prados
para tres arados, y pastos para los animales de la aldea. En conjun­
to, vale veinte libras. Cuando la recibió valía diez y seis libras; en
tiempo del rey Eduardo, doce libras. Orgar, sheriff del rey Eduardo,
tenía este dominio, y luego fue hombre del condestable Asgar. Cin­
co hides de estas tierras pertenecían al patrimonio del rey Eduardo.
Dos sokemen tenían del rey tres hides, y podían disponer de sus tie­
rras a su arbitrio. Cada uno pagaba ocho dineros, o bien proporcio­
naba un caballo para el servicio del rey. Si faltaban a este deber.
118 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
pagaban una multa en Fordham. El sheriff Orgar tenía él mismo
tres hides de esta tierra, y podía darla a quien quisiera. Orgar empe­
ñó esta tierra como garantía de siete marcos y dos onzas de oro,
según dicen los hombres de Godofredo. Pero los hombres del hun-
dred no han visto nunca un acta, ni un enviado del rey sobre este
asunto, y no han dado ningún testimonio de ello.
• (Domesday Book, vol. I, folio 197 a. Recogido p o r
G. Duby, Economía..., cit., p. 484.)

69. C o lo n iz a c ió n a le m a n a y fu n d a c ió n d e L ü b e c k
(h a c ia e l 1 1 4 3 )
Adolfo [conde de Holstein] comenzó a reconstruir el castillo de
Segeberg y le rodeó de un muro. Pero el País estaba desierto y
envió mensajeros a todos los países; a Flandes, Holanda, Utrech,
Westfalia y Frisia. Invitó a todos los que no tenían tierras a venir
con sus familias. Recibieron una buena tierra, extensa y fértil, que
producía carne y pescado en abundancia, así como excelentes pas­
tos [...]. Después de oír esta llamada, una multitud enorme de gen­
tes salidas de pueblos diversos se pusieron en camino con sus
familias y sus bienes y llegaron al país de los Wagrianos, junto al
conde Adolfo, para entrar en posesión de la tierra que se les había
prometido [...].
Luego, el conde Adolfo llegó a un lugar llamado Bucu y encon­
tró allí la muralla de un castillo abandonado que en otro tiempo
edificó Cruto, el enemigo de Dios, y una gran isla bordeada por dos
ríos: de un lado corre el Trave y del otro el Wakenitz, cada uno de
ellos con orillas pantanosas y de acceso difícil; pero del lado que
lleva a la tierra se encuentra una colina bastante estrecha, delante
de la muralla. Habiéndola visto en su clarividencia como el lugar
apropiado y el puerto excelente, el conde empezó a edificar una
ciudad que llamó Lübeck, porque no estaba lejos del antiguo puer­
to y ciudad de este nombre, que en otro tiempo había edificado el
príncipe [eslavo] Enrique [...].
(Chronica slavorum, de H e lm o ld d e B osau, en H ols­
tein, redactada hacia 1171. E n M .G.H., Scriptores
XXI, pp. 55-56.)
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 119

70. R epa r tim ien to d e M u r c ia : 3 .a y 4 .a pa r tic io n es ,


e n t r e 1 2 6 6 -1 2 7 2

[Cuadrilla de Alfande].
Esta es la quadriella de Beniffanda. Gongalvo Corella et Johan
Alffonso que son quadrelleros.
Caualleros mayores non ouo y,
Caualleros medianos non ouo y.
Estos son los caualleros menores que fueron puestos en quan-
tía de v alffabas cada uno dellos.
Ramón de Castellón tiene en Beniffanda xxiii taffullas, que son
v alffabas et vi echauas. Diéronle por emienda de las casas viii taf­
fullas, que son i alffaba et media. Tiene en orto iii taffullas, que son
i alffaba et ii ochauas en Neuba.
Tiene en Aduffa i taffulla et quarta, que son vii ochauas. Sum-
ma xxxv taffullas, que son ix alffabas et v ochauas.
Peones mayores non ouo y,
Estos son los peones medianos de la quadriella de Beniffanda
que fueron puestos en quantía de dos alffabas et media cada uno
dellos.
Iohan Riquelm teñe en Beniffanda viii taffullas, que son i alffa­
ba et ii ochauas et media. Teñe en lo de maestre Pedro ii taffullas
et quarta, que son i alffaba et ochaua et media. Summa x taffu­
llas et quarta, que son ii alffabas et media.
Pero Martínez del Real tiene en Beniffanda viii taffullas, que
son i alffaba et media. Tiene en orto i taffulla, que es iii ochauas.
Tiene en lo de maestre Pedro ii taffullas et quarta, que son i alffaba
et ochaua. Summa xi taffullas et quarta, que son ii alffabas et
media.
Summa destos peones medianos que tienen xxi taffullas et
media, que son v alffabas.
Estos son los peones menores que fueron puestos en quantía
de i alffaba et vi ochauas cada uno dellos.
Pero Artal tiene en Beniffanda viii taffullas, que son i alffaba et
quarta. Tiene en orto en Arffarella i taffulla que es vii ochauas.
Summa ix taffullas, que son ii alffabas et ochaua.
Los fijos de Bemat Uidal tienen en Beniffanda viii taffullas,
que son i alffaba et vi ochauas.
Summa mayor destos peones menores que tenen xvii taffullas,
que son iii alffabas et vii ochauas.
Estos fueron errados que fueron dados por absentes et eran
presentes.
120 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Ramón de Segarra viii taffullas, que son i alffaba et media.
Domingo Segarra viii taffullas, que son i alffaba et quarta.
Guillen Royz viii taffullas, que son i alffaba et ii ochauas et
media.
Summa destos que fueron errados que tienen xxxii taffullas,
que son v alffabas et ii ochauas et media.
Estos fueron dados por absentes.
Bemat Riquer et su hermano xxxii taffullas que son vi alffabas.
Maestre Matheu c taffullas que son xxiii alffabas.
Maestre Pedro c taffullas que son xxiii alffabas.
Summa destos absentes que son ccxxx taffullas, que son liii alf­
fabas.
Summa mayor desta quadriella que tenen todos los herederos
cient et v taffullas et media, et daluar taffullas, que son xxiii alffa­
bas et vi ochauas et media.
(Repartimiento de Murcia, ed. Torres Fontes, Madrid,
C.S.I.C., 1960, pp. 42-44.)

71. E l MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE OYA AUTORIZADO


A POSEER UNAS CASAS EN LA VILLA DE L a GUARDIA
PARA ALMACENAR PAN, VINO Y SAL (1 2 8 3 )
Cognuguda cousa seia a quantos esta carta viren como nos
juyz, alcaydes e concelo da Garda por nos e polos que han de vir
depos nos, outorgamos a vos Don Anrrique abade d’Oya e ao con­
vento desse logar para todo sempre ou pera quanto vos mester for
que vos aiades casas e celeyros en essa nossa villa para pan e para
vino, e para sal e pera as outras cousas que vos mester fezerem,
quando as hy quiserdes poer, e prometemos vos adeffender las e
amparalas assi commo as nossas meesmas, e outorgamos que
seian quites de vos e de tooma, e que nunguum non seia poderoso
de en elas penorar nen encoutar nen enbargar as cousas que en
elas severen, nen quando as hy aduxeren, nen quando as ende leva­
ren, por demanda que aian contra o moesteyro nen contra os seus
ffrades, nen contra os seus vassallos, nen por dizeren ca son her-
deyros ou natoraes, nen por deuda nenguna desse moesteyro, e
outorgamos que o vosso pan e as outras cousas que enas devandi-
tas cosas severen quevos que as possades levar ou vender quan qui­
serdes ou a quen quiserdes livremente, e fazer délas vossa voonta-
de assi commo seas tovessedes en vosso moesteyro, salvo que se as
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 121
ouverdes de vender, devedelas a vender a nos ante ca outren tanto
por tanto e testemuyardes ante que outren as vendades, se as nos
non quisermos e faades vos vosa fide délas. En Testemuyo de qual
cousa nos davandito consello damos voos don Anrrique e ao con­
vento esta carta seelada de noso seelo, foy ena Garda, Era de Mil e
CCC et XXI ano mes de Setembro.
(A.H.N. Clero. Oya, carpt. 1807, n. 2. Copiado por
E . P ó r te la , La colonización cisterciense en Galicia
(1142-1250), Universidad de Santiago de Compos-
tela, 1981, p. 192.)

El nuevo signo de los tiempos: expansión comercial


y renacimiento urbano
El Mediterráneo (ciudades italianas y del litoral catala-
no-provenzal) y los mares del Norte (Londres, Brujas, ciu­
dades del Báltico) cobran una gran animación mercantil
para los europeos desde fines del siglo x. En el interior del
continente, las ferias de Champaña actúan como redistri­
buidoras de los productos de estos dos ámbitos.
Las nuevas condiciones económicas favorecerán —mu­
chas veces con el apoyo de los poderes constituidos— el
renacimiento de las viejas ciudades y la aparición de otras
de nuevo cuño. Mercaderes y artesanos constituyen el
mejor símbolo de la mutación económica.

Bibliografía

J. L e G o f f , Mercaderes v banqueros de la Edad Media, Buenos Aires,


EUDEBA, 1963.
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«L'évolution de l’humanité», 1970.
122 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
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Madrid, Espasa Calpe, col. Austral, 1969.
J . G a u t ie r -D a l c h é , Historia urbana de León y Castilla en la Edad Media
(siglos 1X-XIII), Madrid, Siglo XXI, 1979.

72. C a rta d e p riv ile g io d e l a C om una d e D re u x (1 1 8 0 )


Véase el texto comentado como modelo al comienzo de este
capítulo.

73. E n c o m ien d a m e r c a n til p a ra u n v ia je ro d e te rm in a d o


Cuando un mercader, un marinero o alguna otra persona reci­
be una encomienda para un viaje determinado o lugar convenido,
si en este viaje o lugar se pierde enteramente la encomienda, siem­
pre que no sea por culpa del encomendero, nada queda éste obliga­
do a devolver ni a indemnizar al que se la encomendó. Si el enco­
mendero la lleva en otro viaje a otro lugar que no fuera el conveni­
do con el que hizo la encomienda, en caso de que se pierda, queda
obligado a restituirla totalmente al que se la hizo, puesto que la lle­
vó a otro punto, o en algún otro viaje que no había acordado con
él. Además, si el depositario lleva la encomienda en viaje o a lugar
no convenidos con el encomendante y alcanza ganancias, debe
entregar al que se la confió todas las que con ello obtenga, y no
debe retener para sí más que lo ajustado con él. Y si retiene algo
más, contrae la misma responsabilidad que si lo sustrajera de su
caudal. Si la encomienda o la ganancia con ella obtenida se pierde
en los lugares que el encomendero tiene obligación de devolverla y
entregarla al que le hizo el depósito, queda responsable, tanto del
lucro conseguido como de la encomienda que aceptó.
(Libro del Consulado del Mar, cap. CCX, p. 98.)

74. J u s tific a c ió n d e l m e rc a d e r e n e l s ig lo xiii


Por sobre todas las gentes
Debe honrarse a los mercaderes
Pues van por tierras y mares
Y a tan extraños países.
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 123
Para obtener lana y pieles
Otros cruzan el mar
Para obtener pimienta
O canela o galanga
Dios guarde de mal a todos los mercaderes
A quien nosotros frecuentemente reverenciamos.
La Santa Iglesia fue primeramente
Por mercaderes establecida
Y sabed que la Caballería
Debe estimar a los mercaderes
Que les traen buenos corceles.
En Lagny, en Bar y en Provins
Hay mercaderes de vinos
De trigo, sal y arenques
Y de seda, oro y plata
Y de piedras buenas
Los mercaderes van por todo el mundo
Para comprar diversas cosas.
(De Dit des marchands, recogido por Le Goff, en Mer­
caderes y banqueros de la Edad Media, Buenos
Aires, EUDEBA, 1963, p. 87.)

75. R eglam entación grem ial del trabajo e n P arís


Nadie puede ser tejedor de lana si antes no ha comprado el ofi­
cio del rey [...]. Cada uno puede tener en su mansión dos telares
[...] y cada hijo de maestro tejedor puede tener dos en la casa de su
padre mientras que esté soltero y si él sabe trabajar con sus manos
[...]. Cada maestro puede tener en su casa un aprendiz no más [...]
Y nadie debe empezar a trabajar antes de levantar el sol, bajo pena
de multa de doce dineros para el maestro y seis para el oficial [...].
Los oficiales deben cesar el trabajo desde que el primer toque de
vísperas haya sonado, pero deben arreglar sus cosas después de
estas vísperas [...].
(É tie n n e B o ileau , Le livre des métiers, ed. Lespinasse.
Extracto de R. F o s sie r, Histoire sociale de l’Occi­
dent Médiéval, París, Lib. A. Colin, col. «U.», 1970,
p. 219.)
124 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Espiritualidad y tensiones espirituales: de la plenitud
del monacato a los inicios de las órdenes mendicantes
El siglo xi es la edad de oro de Cluny, pilar de la reforma
monacal y de la uniformidad romanista. El siglo xn conoce­
rá la eclosión del Císter, nuevo intento de renovación de la
vida monástica. Desde principios del x iii, las nuevas condi­
ciones sociales de Europa —auge de la vida urbana— y las
graves tensiones espirituales —herejías valdense y albigen-
se— impulsan la radical reorientación de las nuevas órde­
nes religiosas. Dominicos y franciscanos irán a la cabeza de
este movimiento.

Bibliografía

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debut du XIII siécle, París, Beatrice-Nauwelaerts, 1969.
M. H. V icaire , Histoire de Saint Dominique, 2 vols., París, Le Cerf, 1957.

76. C o n firm a ció n d e l o s p r iv ile g io s e in m u n id ad es


DE LA ABADÍA DE CLUNY POR EL PAPA JUAN XIX
(1 0 2 5 -1 0 3 2 )
Juan, obispo, siervo de los siervos de Dios, a todos aquellos de
cualquier orden o dignidad, tanto presentes como futuros, que la
gracia de Dios y la abundancia de la bendición apostólica sean con
ellos.
El cenobio de Cluny, que en otro tiempo fue construido por el
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 125
príncipe Guillermo de Aquitania, en tierras de Borgoña, en el conda­
do de Macón, y ahora se encuentra bajo la dirección de nuestro hijo
el abad Odilón, consta que fue entregado en especial donación por el
dicho señor a Dios y a los santos apóstoles Pedro y Pablo y a la Igle­
sia romana, y a nuestros predecesores en la sede apostólica, los pre­
lados Formoso, Juan (EX), Benedicto (IV), Benedicto (VI), Gregorio
(V), Silvestre (II) y a mi no sólo padre espiritual sino también her­
mano camal Benedicto (VIII). Tiene múltiples privilegios de la auto­
ridad apostólica, confirmados para que nadie considere aquel lugar
y sus habitantes más que de Dios, San Pedro y el sumo pontífice de
la sede apostólica. Siguiendo con vigor apostólico el ejemplo de
éstos, yo, Juan, obispo de la Sede apostólica, con los otros coobispos
y mis hermanos congregados en asamblea en Roma, en presencia de
Conrado, divino rey agusto desde poco ha, elegido y coronado por
Dios y por nosotros para el imperio de Roma, confirmo por la auto­
ridad de Dios y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo para perpetua
estabilidad, aquellas cosas que mis antepasados sancionaron refe­
rentes a la libertad del dicho lugar y sus habitantes. Además, llegó a
nuestros oídos que algunos obispos de forma temeraria y sin causa
razonable excomulgan no sólo a sujetos seculares que han cometido
actos perversos, sino también a religiosos que desean llevar una vida
sobria y plácida al servicio de Dios.
Prohibimos que se haga esto a los monjes de Cluny. Si alguna
queja fuese iniciada por los obispos contra aquéllos y no fuese ulti­
mada, su examen será reservado a la sede apostólica, para que con
su juicio pueda discernir lo que es justo [...].
(Recogido por H. E. J. Cowdrey , The cluniacs and the
Gregorian Reform, Oxford University Press, 1970,
pp. 268-269; extraído de L. S antifaller, Chronolo-
gisches Verzeichnis der Urkunden Papst Johanns
XIX, Rómische historische Mitteilungen, i [1958],
núm. 44, pp. 55-56.)

77. E s ta tu to s d e l a O rd e n d e l C ís te r (1 1 3 4 )
En la Carta de Caridad, entre otras cosas consta que una vez al
año todos los abades de los monasterios, que por la Gracia de Dios
están distribuidos entre las distintas provincias, deben reunirse en
la iglesia de Citeaux, y que deben deliberar allí con el mayor cuida­
do sobre la observancia de la santa Regla, la organización de toda
su vida y el mantenimiento de una indisoluble paz entre ellos [...].
126 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Es por esta razón que, reunidos en asamblea en el susodicho lugar,
han establecido estos capítulos y decidido que deben ser tenidos
para el conjunto de la hermandad de nuestras congregaciones.
I) En qué lugar deben ser construidos los monasterios.
Ninguno de nuestros monasterios debe ser construido en ciu­
dades, castillos o villas, sino en lugares alejados de aquellos que
frecuenten los hombres.
II) De la unidad del género de vida en materia divina y hu­
mana. *
Para que no deje de existir perpetuamente entre las abadías la
indisoluble unidad, se establece, en primer lugar, que la Regla de
San Benito sea conocida por todos [...].
V) De dónde debe proceder el alimento de los monjes.
El alimento de los monjes de nuestra orden debe proceder del
trabajo manual, del cultivo, de las tierras, de la cría del ganado;
nos está, pues, permitido poseer para nuestro uso aguas, bosques,
viñas, prados, tierras alejadas de las zonas habitadas por los hom­
bres del siglo, y animales, salvo aquellos capaces de provocar la
curiosidad y ser objeto de curiosidad más que de utilidad, tales
como ciervos, grullas y otros del mismo género. Para practicar
estos trabajos de los campos y de la ganadería y conservar los fru­
tos podemos tener granjas, bien lejos, bien cerca, y nunca más allá
de una jomada de marcha, guardadas por conversos.
IX) Que no poseamos rentas.
Nuestra institución y nuestra orden excluyen las iglesias, alta­
res, sepulturas, diezmos de labor [...] y otras cosas semejantes con­
trarias a la pureza monástica.
XXXIV) Que la hija visite a la iglesia madre una vez al año.
Se ha establecido en virtud de la humildad cristiana y por la
sabiduría de la Providencia, que será razonable que la hija visite al
menos una vez por año a la iglesia-madre en la persona de su abad.
(«Statuta capitulorum generalium Ordinis cistercien-
sis», ed. Canivez, Lovaina, 1933, pp. 12-32.)

78. C a rta d e l a rz o b isp o d e N a rb o n a a P e d r o II


d e A ra g ó n , a p e rc ib ié n d o le p a ra q u e n o ay u d e
A LOS ALBIGENSES (ENERO DE 1 2 1 3 )
Al noble y serenísimo príncipe y muy cristiano Pedro, por la
gracia de Dios, muy ilustre rey de Aragón, el hermano Amaldo, por
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 12 7
la misericordia divina arzobispo de Narbona, legado de la Sede
Apostólica, salud en la caridad del alma y por las entrañas de Jesu­
cristo.
Nos hemos enterado, no sin gran emoción y amargura, que las
ciudades de Toulouse y Montauban y otras tierras que por el cri­
men de herejía y otras numerosas y horribles fechorías han sido
abandonadas a Satán y alejadas de la comunión de nuestra santa
madre Iglesia y expuestas a los cruzados por la autoridad de Dios
(cuyo nombre ha sido allí gravemente blasfemado), han sido colo­
cadas bajo vuestra protección y salvaguarda, para defenderlas con­
tra el ejército de Cristo y de la Iglesia.
Si estas noticias son ciertas (Dios no lo quiera) ello iría en
detrimento no sólo de la salud de vuestra alma, sino también de
vuestra dignidad real, vuestra gloria y vuestro renombre. Es por lo
que deseamos con todo el ardor de nuestra caridad, vuestra salva­
ción, vuestra gloria y vuestro honor; rezamos por vuestra real
grandeza, os aconsejamos, os exhortamos, en el Señor y por el
poder de la virtud divina, en el nombre de Dios y nuestro redentor
Jesucristo, así como en de su muy santo vicario nuestro señor, el
soberano pontífice, y por la autoridad de nuestra legación, os con­
juramos y prohibimos con todas nuestras fuerzas, que recibáis por
vos o por otros y que extendáis vuestra protección sobre dichas tie­
rras. Esperamos que vos y los vuestros tendréis buen cuidado de
no exponeros a la excomunión, enredándoos con los excomulga­
dos, los malditos heréticos y sus fautores.
No queremos ocultar a vuestra real serenidad que, si decidís
dejar a algunos de vuestros hombres para defender dichas tierras,
serían de derecho excomulgados, y les declararíamos públicamen­
te excomulgados como defensores de heréticos.
(P ierrede V aux -de -C ernay , Histoire Albigeoise, ed.
P. Guebin y H. Maisonneuve, París, Librairie
J.Vrin, 1951, p. 151.)

79. U na n o v e d a d e n e l g o b ie r n o d e las ó r d e n e s
r e l ig io sa s : el C apítulo pr o v in cial e n l o s d o m in ic o s

Establecemos que cada año en cada una de las provincias de


España, Provenza, Francia, Lombardía, provincia Romana, Hun­
gría, Teutonia e Inglaterra, cuatro frailes de entre los más pruden­
tes y capaces sean elegidos por el Capítulo provincial. Se procederá
128 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
por encuesta del prior provincial, del prior y del superior del lugar
en donde se celebra el capítulo, o si faltase alguno, por encuesta de
dos solamente, del siguiente modo: las sobredichas personas, o dos
si falta una, se informarán de la voluntad de cada uno en particular,
ligeramente aparte en la misma sala a la vista de todos, lo escribi­
rán fielmente sobre la marcha en el mismo lugar; antes que los frai­
les se vayan o hablen de ello entre sí, publicarán el proceso verbal
en el seno de la asamblea. Se tendrá por definidores aquellos sobre
quienes haya concordado la mayoría numérica del Capítulo provin­
cial. Si los votos resultan repartidos en partes iguales, entonces, el
Capítulo elegirá uno por el mismo sistema de encuesta sobre las
voluntades, y la parte sobre la que ésta se decida será tenido por
definidor. Si persiste el desacuerdo, se elegirá otro, y así sucesiva­
mente hasta que se obtenga mayoría en favor de una de las partes.
Llamamos capítulo provincial a los priores conventuales con
su respectivo compañero elegido por su Capítulo y los predicado­
res generales. Los predicadores generales son aquellos que han
sido aprobados por el Capítulo general o por el prior provincial
con los definidores del Capítulo provincial.
Los profesos podrán asistir a las acusaciones y correcciones a
los tres años después de su ingreso en la Orden.
Item: los conventos que envían acusaciones al Capítulo provin­
cial o al general, deben escribir a propósito de cada artículo el
número y los nombres de los acusadores y si acusan de lo que han
visto u oído; y ninguno acuse de oídas sin decir de quién lo oyó; y
en todas partes guárdense de referir cosa mala por haberla oído
sin decir de quién se oyó.
(«Libro de las costumbres», en Santo Domingo de
Guzmán. Su vida. Su Orden. Sus escritos, versión
de M. G elabert , J. M. M ilagro y J. M. G arganta ,
Madrid, B.A.C., 1966, pp. 764-765.)

80. L a po br e za absoluta e n la P r im e r a R eg la
d e S a n F ran cisco (1 2 1 5 )

Que los frailes no reciban dinero.


Manda el Señor en el Evangelio: Poned atención, guardaos de
toda malicia y avaricia y mirad por vosotros, no sea que os entre­
guéis a las solicitudes de este mundo y a los cuidados de la vida.
Por tanto, ningún fraile, dondequiera que estuviese y para donde­
quiera que fuere, en alguna manera lleve, ni reciba, ni haga recibir
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 129
pecunia o dineros, ni por ocasión de vestidos, ni de libros, ni por
precio de su trabajo; jamás, por ningún motivo, si no fuera
por manifiesta necesidad de los frailes enfermos, porque no hemos
de tener en más cuenta y reputación la pecunia o dineros que las
piedras. Y el diablo quiere cegar a los que lo apetecen y estiman
por mejor que las piedras. Guardémonos, pues, los que dejamos
todas las cosas, no sea que por tan poco perdamos el reino de los
cielos. Y si en algún lugar halláramos dineros, no cuidemos de
ellos más que del lodo que pisamos con los pies, porque vanidad
de vanidades y todo vanidad. Y si por ventura aconteciera a algún
fraile recibir dinero o pecunia o tenerla, exceptuando solamente la
dicha necesidad de los enfermos, todos los frailes le tengan por fal­
so fraile y ladrón y que tiene bolsa si no hiciere verdadera peniten­
cia. Y en ninguna manera reciban los frailes o hagan recibir, ni
busquen, ni hagan buscar, pecunia de limosna ni dineros para
algunas casas o lugares, ni vayan con las personas que para los
tales lugares piden dineros. Y los otros servicios que no son contra­
rios a nuestra vida puedan hacerlos los frailes con la bendición del
Señor. Y los frailes, en la manifiesta necesidad de los leprosos,
pueden buscar limosna para ellos. Sin embargo, guárdense mucho
del dinero. Y de la misma manera, guárdense los frailes de vaguear
por diversas tierras en busca de alguna mala ganancia.
(San Francisco de Asís. Sus escritos, ed. Fr. J uan de
L egísim a y Fr. L ino G óm ez C añedo , cap. VIII de
«Primera Regla de los Frailes Menores», Madrid,
B.A.C., 1945, p. 10.)

Las síntesis doctrinales (siglos XII-XIII)


«Hubo cuatro grandes factores que contribuyeron a
orientar en un sentido nuevo la reflexión filosófica en Occi­
dente. Fueron la fundación de las universidades, la creación
de las órdenes mendicantes, el descubrimiento de Aristóte­
les y el contacto con la filosofía árabe.» (E. Jeauneau.)

Bibliografía

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1950.
13 0 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
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G. P a r é , A. B r u n e t y P . T r e m b l a y , La Renaissance du XII siécle. Les écoles et
l’enseignement, París-Ottawa, 1933.
J. V e r g e r , Les universités au Moyen Age, París, P.U.F., 1973.
J. V e r n e t , El Islam y Europa, Barcelona, El Albir, 1982.

81. E l a ristotelism o po r la vía de los filó so fo s á ra bes :


LA INTERVENCIÓN DE LOS CUERPOS CELESTES
EN LA FORMACIÓN DE LOS CUERPOS DE PARTES
HOMOGÉNEAS, SIGUIENDO EL ORDEN DE EMANACIÓN
DE LOS DISTINTOS MOTORES, EN LA VISIÓN
d e A v e rro e s (1 1 2 6 -1 1 9 8 )
Por lo que respecta a [los cuerpos compuestos de] partes
homogéneas, en la ciencia física se ha visto que no es necesario
atribuir sus causas próximas a algo que no sean los elementos y los
movimientos de los cuerpos celestes. Del mismo modo, algunos de
los cuerpos combinados [de los cuatro elementos] únicamente lle­
gan a ser animados, en opinión de Aristóteles, por influjo de los
cuerpos celestes. Por eso dice que «el hombre es engendrado por el
hombre y por el sol»; la causa de esto, según él, es que el individuo
sólo puede ser producido por otro individuo como él; y como [por
otra parte] aquellos [cuerpos celestes] son cuerpos vivientes,
comunican la vida a lo que hay aquí [en la tierra], pues no es posi­
ble que pongan en movimiento a la materia, para adquirir la per­
fección «alma», cosa alguna que no sea un cuerpo que por natura­
leza tenga [la propiedad] de ser animado, porque una cosa no pue­
de comunicar más que aquello que existe en su substancia.
Aristóteles no da entrada en la ciencia física a principio [alguno]
que sea separado, a no ser [cuando se trata del] entendimiento
humano y de los movimientos de los cuerpos celestes: con respecto
al entendimiento humano, a causa del entendimiento material, por
no estar mezclado ni tener una materia [tal] que necesite ser movi­
da por algún cuerpo; y por lo que toca a los cuerpos celestes, en
atención a que sus potencias son infinitas.
(A v e rro es, Compendio de metafísica, ed. C a r lo s Q ui-
ró s , Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y
Políticas, 1919, pp. 257-258.)
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 131
82. La buena in t e n c ió n com o causa d e la b o n d a d
DE LOS ACTOS SEGÚN PEDRO ABELARDO (1 0 7 9 -1 1 4 2 )
Llamamos buena, esto es, recta, a la intención por sí misma. A
la obra, en cambio, la llamamos buena no porque contenga en sí
bien alguno, sino porque nace de una intención buena.
La acción de un hombre, por ejemplo, que hace lo mismo en
distintos momentos, unas veces se califica de buena y otras de
mala, según la diversidad de intenciones. De esta manera parece
que se cambia en lo tocante al bien y al mal. La proposición «Sócra­
tes está sentado» —o, si se prefiere, su interpretación— varía en
cuanto a su verdad o falsedad según Sócrates esté sentado o en pie.
Esta variación en la verdad o falsedad de las proposiciones
—dice Aristóteles— se da no porque lo verdadero y lo falso sufran
cambio alguno. Es el objeto, esto es, Sócrates, el que cambia en sí
mismo, dejando de estar sentado para estar de pie o viceversa.
(P e d ro A b e lard o , É tica o conócete a ti m ism o , ed.
P. R. S antidrián , Madrid, Tecnos, 1990, p. 48.)

83 . R a zó n y r e v el a c ió n e n S anto T o m á s (1 2 2 5 -1 2 7 4 )
No cabe más ciencia que la del ser, puesto que solamente se
sabe lo verdadero, que se identifica con el ser. Ahora bien, las cien­
cias filosóficas tratan de todos los seres, incluso de Dios, y por ello
una de las partes de la filosofía se llama teología, o ciencia de Dios,
como se ve por el Filósofo. Por consiguiente, no es necesario que
haya otra doctrina además de las ciencias filosóficas.
Por otra parte, dice el Apóstol que toda escritura divinamente
inspirada es útil para enseñar, para argüir, para corregir y para
educar en la justicia. Pero la Escritura, divinamente inspirada, no
pertenece a las ciencias filosóficas, que son descubrimiento de la
razón humana. Luego es útil que, aparte de las ciencias filosóficas,
haya otra doctrina inspirada por Dios.
Respuesta. Fue necesario para la salvación del género humano
que, aparte de las disciplinas filosóficas, campo de investigación
de la razón humana, hubiese alguna doctrina fundada en la revela­
ción divina. En primer lugar, porque el hombre está ordenado a
Dios, como a un fin que excede la capacidad de comprensión de
nuestro entendimiento, como se dice en Isaías: «Fuera de ti, oh
Dios, no vio el ojo lo que preparaste para los que te aman.» Ahora
132 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
bien, los hombres que han de ordenar sus actos e intenciones a un
fin, deben conocerlo. Por tanto, para salvarse necesitó el hombre
que se le diesen a conocer por revelación divina algunas verdades
que exceden la capacidad de la razón humana.
Más aún, fue también necesario que el hombre fuese instruido
por la revelación divina sobre las mismas verdades que la razón
humana puede descubrir acerca de Dios, porque las verdades acer­
ca de Dios investigadas por la razón humana llegarían a los hom­
bres por intermedio de pocos, tras de mucho tiempo y mezcladas
con muchos errores, y, sin embargo, de su conocimiento depende
que el hombre se salve, y su salvación está en Dios. Luego, para
que con más prontitud y seguridad llegase la salvación a los hom­
bres, fue necesario que acerca de lo divino se le instruyese por
revelación divina.
Por consiguiente, fue necesario que, aparte de las disciplinas
filosóficas, en cuya investigación se ejercita el entendimiento,
hubiese una doctrina sagrada conocida por revelación.
(Sto. Tomás, Summa teológica, t. I, art. I, question 2,
trad. de R. S uárez, M adrid, B.A.C., 1957, p. 71.)

84. Las u n iv e r sid a d e s , e n las P artidas

Ley I
Qué cosa es estudio, et quantas maneras son dél, et por cuyo
mandado debe seer fecho.
Estudio es ayuntamiento de maestros et de escolares, que es
fecho en algúnt logar con voluntad et con entendimiento de apren­
der los saberes; et son dos maneras dél; la una es a que dicen estu­
dio general en que ha maestros de las artes, así como de gramáti­
ca, et de lógica, et de retórica, et de arismética, et de geometría, et
de música et de astronomía, et otrosí en que ha maestros de decre­
tos et señores de leyes; et este estudio debe seer establescido por
mandado de papa o de emperador o de rey. La segunda manera es
a que dicen estudio particular, que quier tanto decir como quando
algúnt maestro amuestra en alguna villa apartadamente a pocos
escolares; et tal como éste puede mandar facer perlado o concejo
de algúnt logar.
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 133
Ley VI
Cómo los maestros et escolares pueden facer ayuntamiento et
hermandad entre si, et escoger uno que los castigue:
Ayuntamiento et cofradías de muchos homes defendieron los
antiguos que non se fíciesen en las villas nin en los regnos, porque
dellas se levanta siempre más mal que bien: pero tenemos por
derecho que los maestros et los escolares pueden facer esto en
estudio general, porque ellos se ayuntan con entención de facer
bien, et son extraños et de logares departidos: onde conviene que
se ayuden todos a derecho quando les fuere meester en las cosas
que fueren a pro de los estudios o amparanza de sí mesmos et de lo
suyo. Otrosí pueden establecer en sí mesmos un mayoral sobre
todos a que llaman en latín rector, que quier decir tanto como regi­
dor del estudio, a que obedescan en las cosas que fueren conveni­
bles, et guisadas et derechas. Et el rector debe castigar et apremiar
a los escolares que non levanten bandos ni peleas con los homes de
los logares do ficieren los estudios nin entre sí mismos, et que se
guarden en todas guisas que non fagan deshonra nin tuerto algu­
no, et defenderles que non anden de noche, mas que finquen aso­
segados en sus posadas; et puñen de estudiar, et de aprender et de
facer vida honesta et buena: ca los estudios para eso fueron esta-
blescidos, et non para andar de noche nin de día armados, traba­
jándose de pelear o de facer otras locuras o maldades a daño de si
et a destorbo de los logares do viven: et si contra esto veniesen,
entonces el nuestro juez los debe castigar et endereszar de manera
que se quiten de mal et fagan bien.
{Las siete Partidas del Rey don Alfonso el Sabio, Parti­
da II, título XXXI, Madrid, 1972, Ed. Atlas, vol. II,
pp. 340-343.)

Formación religiosa y vías de piedad


El perfeccionamiento del aparato jerárquico eclesiástico
y el conjunto de disposiciones de él emanadas contribuye­
ron a una cada vez más perfecta penetración ideológica en
el conjunto de la sociedad cristiana. Un valioso complemen­
to lo constituyó el desarrollo de una cultura de masas en la
que la literatura hagiográfica ocupó un singular papel.
134 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
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85. O blig ato rieda d a nu al d e lo s sa c r a m e n t o s


de LA PENITENCIA Y COMUNIÓN EN EL IV CONCILIO
d e L e tr á n (1 2 1 5 )

Los fieles de ambos sexos, una vez llegados al uso de razón,


deben confesar todos sus pecados al párroco, al menos una vez al
año y cumplir en la medida de sus posibilidades la penitencia que
se les haya impuesto. Deberán también recibir con respeto por
pascua el sacramento de la eucaristía, salvo que, por consejo de su
párroco y por razón suficientemente válida, se juzgue que deben
abstenerse de ello temporalmente. De no ser así, serán apartados
de por vida ab ingressu ecclesiae, y después de muertos, les será
negada la sepultura cristiana. Para que nadie pueda alegar igno­
rancia, este decreto —encaminado a la salvación de las almas—
será publicado en las iglesias. Si, por razones legítimas, se desea
hacer confesión a otro sacerdote, se debe, con anterioridad, pedir
la autorización del párroco propio, ya que, de lo contrario, no
podría darse válidamente la absolución. El sacerdote debe obrar
con prudencia para saber, cual médico experimentado, «verter el
vino y el aceite» en las heridas de quien lo necesite, poniéndose
cuidadosamente en la situación del pecador y en las circunstancias
del pecado para aplicar el remedio teniendo, consiguientemente,
en cuenta la variedad de medios para curar una enfermedad.
(M ansi, Sacrorum conciliorum..., vol. 22, col. 1007-
1010.)

8 6. V is ió n d e las pe r e g r in a c io n e s e n D a n t e ( hacia 1 3 0 0 )
En cuanto hube perdido de vista a los peregrinos, decidí escri­
bir un soneto que manifestara lo que había dicho en mi fuero
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 135
interno. Y para que pareciese más lastimero, me propuse escribirlo
cual si a ella —Beatriz— me dirigiese. Así, pues, compuse el soneto
que empieza «¡Ay, peregrinos de faz cavilosa!».
Escribí peregrinos en la amplia acepción del vocablo, que pue­
de sumarse en dos sentidos: amplio y estrecho.
En el amplio sentido, es peregrino quien se halla fuera de su
patria. En el estrecho, sólo se llama peregrinos a quienes van a
Santiago o de allí vuelven. A más, es de advertir que de tres modos
se llama propiamente a quienes caminan para servir al Altísimo.
Llámase «palmeros» a quienes van a Oriente, pues suelen traer
muchas palmas de allí; «peregrinos» a los que van al templo de
Galicia, pues la sepultura de Santiago está más lejos de su patria
que la de cualquier otro apóstol, y «romeros» a los que van a
Roma, que era donde se dirigían mis peregrinos.
(D ante , La vida nueva, ed. F. Almela y V ives , Madrid,
Aguilar, 1931, p. 901.)

87. In v o c a c io n e s a S a n to D om ingo d e S ilo s


CONTRA LOS MALES ESPIRITUALES Y MATERIALES
POR PARTE DE GONZALO DE BERCEO
(FINES DEL XII A MEDIADOS DEL XIIl)
Padre que por la alma el cuerpo aborriste,
cuando en otra mano tu voluntad posiste,
e tomar la cabega atrás nunqua quisiste,
ruega por nos ad Deum, a qui tanto serviste.
Padre, tú lo entendes, eres bien sabidor,
cómo es el diablo tan sotil reboltor,
tú passeste por todo, pero fust vencedor,
tú nos defende dél, ca es can traidor.
Padre, bien lo sabemos que te quiero morder,
mas non fo poderoso del dient en ti poner,
siempre en pos nos anda, non ha otro mester,
Señor, del su mal lago dáñanos defender.
Padre, nuestros pecados, nuestras iniquitades,
de fechos e de dichos e de las voluntades,
TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
a ti los confessamos, padrón de los abades,
e merced te pedimos que tú nos empíades.
Deña rescibir, Padre, la nuestra confessión,
meti en nuestros cueres complida contrición,
recábdanos de Cristo alguna remissión,
guíanos que fagamos digna satisfacción.
Ruega, Señor e Padre, a Dios que nos dé paz.
caridad verdadera, la que a ti mucho plaz,
salut e tiempos bonos, pan e vino assaz,
e que nos dé en cabo a veer la Su faz.
Ruega por los enfermos, gánales sanidad:
piensa de los cativos, gánales enguedad:
a los peregrinantes, gana securidad,
que tenga a derecho su ley la cristiandad.
Ruega por la Eglesia a Dios que la defenda,
que la error amate, la caridad encienda,
e que siempre la aya en su santa comienda,
que cumpla su oficio e sea sin contienda.
Quiérete por mí misme. Padre, merced clamar,
que ovi grand taliento de seer tu juglar,
esti poco servicio, tú lo deña tomar,
e deña pro Gonzalo al Criador rogar.
Padre, entre los otros, a mí non desampares,
ca dicen que bien sueles pensar de tos juglares,
Dios me dará fin buena, si tú por mí rogares,
guaregré por el ruego de los tus paladares.
Devemos render gracias al Rey spiritual
que nos dio tal consejo, tan nuestro natural:
por el su santo mérito nos guarde Dios de mal,
e nos lleve las almas al regno celestial.
(G onzalo de B erceo , Vida de Santo Domingo de Si­
los, ed. T. Labarta, Madrid, Clásicos Castalia, 1973,
pp. 208 a 209.)
LA PLENITUD DEL MEDIEVO 1 37
88. U na v isió n popular del más allá : el purgatorio
SEGÚN TEXTO d e FINES DEL XIII
Los purificados se dividen en tres categorías: los primeros son
quienes mueren sin haber cumplido la satisfacción exigida. Si en el
fondo de su corazón tenían una contrición suficiente para borrar
sus pecados, pasarán directamente a la vida [eterna]... 'Pero quie­
nes no estén suficientemente contritos y mueran antes de terminar
su penitencia, serán castigados severamente en el fuego del purga­
torio, a menos que personas queridas se encarguen de dar la cum­
plida satisfacción...
Los segundos que van al purgatorio son quienes han cumplido
la penitencia impuesta pero ésta no es suficiente por la ignorancia
o negligencia deil cura. A menos que no lo suplan por la grandeza
de su contrición, completarán en el purgatorio lo que no hicieron
en esta vida...
La tercera categoría de purificados que descienden al purgato­
rio son quienes llevan consigo madera, heno o paja, es decir, quie­
nes tienen afección camal por sus riquezas, aunque, en todo caso,
menor que la que tienen por Dios...
Serán purgados en un lugar situado al lado del infierno, llama­
do purgatorio. Es ahí donde lo sitúan la mayor parte de los sabios,
aunque otros lo hacen en el aire o en la zona tórrida. Sin embargo
entra en el plan de la economía divina que haya diversos lugares
asignados para las distintas almas: bien sea por la suavidad del
castigo; bien porque la liberación vaya a ser próxima, bien porque
la falta se haya cometido en un lugar determinado o bien, en últi­
mo término, por las oraciones de algún santo [que consiguen para
algunas personas un purgatorio en ciertos lugares]...
(J acques de V orágine : La legenda dorée, vol. II, ed.
J. B. M . R oze y H. S avon , París, Flammarion, 1967,
pp. 322-325. Recogido en E. M itre : Iglesia y vida
religiosa en la Edad Media, Madrid, Istmo, 1991,
pp. 194-195.)
LA BAJA EDAD MEDIA
(SIGLOS XIV Y XV)
Introducción
La etapa final del Medievo se considera universalmente
como un período de crisis en todos los ámbitos de la socie­
dad europea.
Las tensiones sociales y las transformaciones económi­
cas de los siglos xrv y xv ocupan un lugar de primer orden.
Para el historiador actual constituyen tema de indudable
atractivo. Las dificultades alimentarias y financieras y la
crisis demográfica actúan tanto de telón de fondo como de
factores aceleradores de la depresión.
¿Primera quiebra del orden socioeconómico feudal?
¿Cambio de coyuntura? En cualquier caso, tanto el medio
rural como el urbano se verán sacudidos por una serie de
convulsiones. Convulsiones que preludian a la vez el triunfo
de la autoridad monárquica como poder aglutinador y arbi­
tral y la serie de cambios que van a orientar la sociedad del
occidente hacia unos marcos precapitalistas.
En otro campo —el de la Iglesia y la espiritualidad—
presenciamos una situación de deterioro creciente. La teo­
cracia pontificia va a ser ampliamente cuestionada. Ello se
verá acelerado por los avatares que sufra el papado en estos
años: traslado a Aviñón, cisma, crisis conciliar... Asistire­
mos, a la vez, a una acentuación de la crítica a la escolástica
pura y al nacimiento de movimientos heréticos que consti­
tuyen los antecedentes directos de la Reforma protestante.
El «siglo de la guerra» puede ser uno de los términos
adecuados para definir la Baja Edad Media. En efecto, tene­
mos buenos exponentes de lo que constituye la quiebra del
equilibrio político en la Europa del momento: guerra de los
142 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Cien Años entre Francia e Inglaterra; conflictos internos en
las «signorías» italianas; guerra civil latente en Castilla bajo
la dinastía de los Trastámara; situación francamente revo­
lucionaria en el principado de Cataluña... En muchos de
estos casos, las razones políticas son inseparables de las
motivaciones sociales y económicas. En estos casos, tam­
bién^ el autoritarismo monárquico habrá de revelarse como
la única fuerza eficaz pese a todas sus limitaciones y condi­
cionamientos.
La crisis generalizada del Occidente tiene su paralelo en
las profundas transformaciones que sufrirá el Mediterráneo
oriental.
La incapacidad de los emperadores de Constantinopla
para mantener la cohesión interna de un Estado en progre­
siva contracción se corresponde con la metódica e implaca­
ble ocupación de los Balcanes y el Asia Menor por los tur­
cos otomanos. El desenlace del drama se producirá el 29 de
mayo de 1453, con la entrada de Mahomet II en la capital
del Imperio de Oriente.
La revancha de los cristianos frente al Islam se produce
en el otro extremo del Mediterráneo. A mediados del si­
glo xrv, los castellanos llegan a controlar el estrecho de
Gibraltar en pugna con los monarcas nazaríes de Granada y
sus aliados meriníes del norte de África. Siglo y medio más
tarde, los Reyes Católicos ocuparán el último reducto del
Islam en la península Ibérica. Medieval y moderno, el perío­
do que cubre los siglos xiv y xv es el puente entre dos épo­
cas de la historia europea.
En Italia, por ejemplo, se van echando en estos años las
bases del pensamiento humanista que reinará luego en todo
el continente. Pero todavía en amplios espacios de éste se
sigue viviendo bajo los presupuestos del pasado. Ciertas
manifestaciones religiosas, el recrudecimiento del ideal
caballeresco, la expresión plástica del gótico flamígero, etc.,
constituyen el entramado de lo que Johan Huizinga ha lla­
mado, en frase feliz, «el otoño de la Edad Media». Manifes­
taciones, en definitiva, de una sociedad que se resiste a
desaparecer.
LA BAJA EDAD MEDIA 143
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144 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Modelo de texto analizado y comentado
Pogroms de 1391
En estos días llegaron a la camara do el Consejo de los señores
e caballeros e procuradores estaba ayuntado, los judíos de la corte
del rey que eran allí venidos de los más honrados del Regno a las
rentas que se habían estonce de facer, e dixéronles que avían ávido
cartas del aljama de la cibdad de Sevilla, como un Arcediano de
Ecija en la Iglesia de Sevilla, que decían don Ferrand Martínez pre­
dicaba por plaza contra los judíos, e que todo el pueblo estaba
movido para ser contra ellos. E que por quanto Don Juan Alfonso,
conde de Niebla, e Don Alvar Pérez de Guzmán, alguacil Mayor de
Sevilla fícieron azotar un orne que facía mal a los judíos, todo el
pueblo de Sevilla se moviera, e tomaran preso al Alguacil, e quisie­
ran matar a dicho Conde e a Don Alvar Pérez; e que después acá
todas las cibdades estaban movidas para destroir los Judios, e que
les pedían por merced que quisiesen poner en ello algúnd remedio.
E los del Consejo desque vieron la querella que los Judios de Sevi­
lla les daban enviaron a Sevilla un caballero de la cibdad que era
venido a Madrid por procurador, e otro a Córdoba, e así a otras
partes enviaron mensageros e cartas del rey, Jas más premiosas
que pudieron ser fechas en esta razón. E desque llegaron estos
mensageros con las cartas del rey libradas del Consejo a Sevilla, e
Córdoba e otros logares, asosegóse el fecho, pero poco, ca las gen­
tes estaban muy levantadas e non avían miedo de ninguno, e la
cobdicia de robar los Judios crecía cada dia. E fue causa aquel
Arcediano de Ecija deste levantamiento contra los Judios de Casti­
lla; e perdiéronse por este levantamiento en este tiempo las alja­
mas de los Judios de Sevilla, e Córdoba, e Burgos, e Toledo, e
Logroño, e otras muchas del regno; e en Aragón, las de Barcelona e
Valencia e otras muchas; e los que escaparon quedaron muy
pobres, dando muy grandes dádivas a los señores por ser guarda­
dos de tan grand tribulación.
(P ero L ópez de Ayala, Crónica del Rey don Enrique,
tercero de Castilla e de León, Madrid, B.A.E., 1953,
vol. 68, p. 167.)

Comeni .rio
1) Este texto corresponde a uno de los testimonios
narrativos más típicos de la Baja Edad Media castellana: la
LA BAJA EDAD MEDIA 145
Crónica de Enrique III, redactada por el canciller Ayala en
los años finales del siglo xiv.
En este pasaje se exponen los sucesos correspondientes
a la explosión antijudía más grave sufrida hasta entonces en
la península Ibérica: los pogroms de 1391. El epicentro de la
conmoción se encontró en Sevilla, y de allí saltó a otros luga­
res de la Corona de Castilla. Afectó también de forma parti­
cularmente grave a los dos principales núcleos de población
de la corona catalano-aragonesa: Valencia y Barcelona.
Los sucesos transcurren entre el 15 de marzo y el 13 de
agosto de 1391 y se saldan con un profundo traum a en la
convivencia entre las diversas comunidades espirituales
afincadas en la península.
2) Para acercamos al entorno y a los precedentes histó­
ricos en que los acontecimientos se producen, podemos ir
descendiendo de los hechos más generales a los más par­
ticulares:
a) Por lo que respecta a la sociedad europea en general,
el elemento judío fue considerado a lo largo del Medievo
como extranjero al que se debía una particular protección.
Se seguían así las recomendaciones de Gregorio Magno
(590-604). Las comunidades judías pasaron a convertirse en
«propiedad protegida» del príncipe correspondiente. Así,
un Federico II (1212-1250) los considerará «servi camerae
nostrae». Protección especial que no fue barrera suficiente
para impedir periódicas explosiones populares como la que
este texto refleja. Tales conmociones pueden responder a
muy variadas creencias y circunstancias. La más común se
centra en la acusación de «pueblo deicida» dirigida contra
la comunidad mosaica. Desde otro punto de vista, las Cru­
zadas —como manifestación de autoconciencia de la socie­
dad cristiana— pueden adquirir unos matices populares no
sólo antiislámicos, sino también antijudíos. Asimismo, dis­
posiciones emanadas de la élite eclesiástica contribuirán
decisivamente a la humillación del elemento hebreo. Así, el
IV Concilio de Letrán (1215) prohibió el desempeño de car­
gos públicos por los hebreos, limitó drásticamente sus acti­
vidades financieras y les obligó a llevar signos distintivos en
146 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
el ropaje. El reforzamiento de la autoridad de los monarcas
frente a las distintas fuerzas políticas o espirituales de sus
reinos puede conducir a disposiciones de grave trascenden­
cia para las comunidades hebreas. Así es como se decretará
su expulsión del reino de Inglaterra por Eduardo I en 1292.
En último término, las grandes catástrofes demográficas de
mediados del siglo xrv y la crisis económica constituirán
terreno abonado para la búsqueda irracional de culpables.
El elemento judío se convertirá en el fácil chivo expiatorio.
Así sucedió en diversas localidades con motivo de la peste
negra de 1348-1350, justamente unos años antes de la
redacción del texto que comentamos.
b) En cuanto a la sociedad peninsular, ¿cómo se ha lle­
gado a la situación que refleja este escrito?
Resulta ya demasiado tópico hablar de la coexistencia
pacífica entre judíos y cristianos en los estados hispanocris­
tianos. El Toledo reconquistado por Alfonso VI en 1085 ha
parecido marcar la pauta. Al lado de Alfonso X figurarán
numerosos judíos intérpretes y traductores de la cultura
oriental. Las Partidas, redactadas bajo este soberano, reco­
gieron disposiciones francamente restrictivas para la activi­
dad del elemento hebreo, aunque este código sólo tuvo
vigencia de hecho desde mediados del siglo xrv. Precisa­
mente en estos momentos (años que preceden a los
pogroms recogidos en este texto) toma consistencia un
«frente antijudaico»: conversos —aunque aún escasos—,
frailes mendicantes, Tercer Estado que expone en las Cor­
tes sus quejas frente a la práctica de los préstamos usura­
rios y, en último término, la propaganda trastamarista, teñi­
da de fuertes sentimientos antimusulmanes y antijudíos en
su lucha contra Pedro I. El saqueo de la aljama toledana
será (1355) un hito dentro de la creciente ola antijudía.
3) El análisis en detalle de los hechos concretos y refe­
rencias más llamativas que recoge este texto nos llevaría a
un estudio de:
a) Términos con conexiones administrativas o institu­
cionales. El consejo de los señores, caballeros y procurado­
res supone una constancia de las Cortes de Madrid de 1391,
LA BAJA EDAD MEDIA 147
celebradas al poco de morir Juan I. Como más importante
objetivo se plantearon la configuración de un organismo
de regencia que gobernase durante la minoridad de Enri­
que III. Situación, por tanto, de cierto vacío de poder, sus­
ceptible de facilitar el éxito de cualquier conmoción popu­
lar como la que expone el texto que comentamos.
La referencia a rentas asocia al judío con la percepción
de las cargas fiscales que, en buena parte, eran cobradas
por la Hacienda Real mediante contratos de arrendamiento
con particulares. El odio al judío viene así no sólo de su
papel de prestamista sino también de agente del fisco.
Por aljama se entiende la comunidad judía dotada de
capacidad jurídico-administrativa. Impropiamente se iden­
tifica con barrio segregado: judería, cali, judenviertel...
El cargo de Alguacil mayor en un municipio supone, por
encima del de los simples alguaciles, el desempeño de las
funciones supremas judiciales ejecutivas. A nivel superior,
existe en la Corte la figura del alguacil mayor del rey o
alguacil de la casa del rey. Es importante destacar que el
cargo está desempeñado en estos momentos por miembros
de importantes linajes nobiliarios castellanos.
b ) De los personajes a los que el texto hace referencia,
el arcediano Ferrán Martínez supone una premonición de
San Vicente Ferrer, que, en los años siguientes, actuará
de manera ardiente por la conversión del elemento judío.
Los dos miembros de la nobleza que figuran en el texto
(Juan Alfonso, conde de Niebla, y Alvar Pérez de Guzmán)
son exponente significado de la aristocracia andaluza afinca­
da en Sevilla en estos años. El primero será adelantado
mayor de la Frontera y el segundo, además de alguacil ma­
yor, almirante de Castilla. A los grandes dominios señoriales
de los que serán titulares unirán importantes cargos en la
administración. Fue destacable, según se dice de forma
expresa en el texto, su papel como apaciguadores del tumulto
antijudío. Tal circunstancia enlazaría con dos hechos. El pri­
mero, el de los matices antinobiliarios que van a acompañar a
la explosión antisemita. El segundo, el del papel amortigua­
dor que la aristocracia castellana va a desempeñar frente al
desbordamiento de las pasiones en algunas localidades.
14 8 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
c) Por último, la relación de ciudades en las que la vio­
lencia se desató, y que recoge el texto, es identificable con
los centros de población en los que las comunidades hebre­
as eran más nutridas en vísperas de la explosión. A título de
ejemplo, se han fijado; doscientas familias judías para Sevi­
lla, trescientas cincuenta para Toledo, entre ciento veinte y
ciento cincuenta para Burgos, no menos de doscientas para
Barcelona, etc.
4) El texto comentado corresponde a una de las últi­
mas obras redactadas por el canciller Ayala (1332-1407).
Hasta tal punto que la Crónica de Enrique III sólo queda
cubierta por el autor en los cinco primeros años de reinado
de este monarca.
Dentro del género histórico, las Crónicas de Ayala se ale­
jan considerablemente del sentido poético o legendario
de otros testimonios anteriores (p. ej., la Crónica General, de
Alfonso X) para entrar en observaciones más agudas, pro­
fundas e, incluso, dramáticas. El*episodio de la matanza de
judíos sevillanos ha pasado, precisamente, a ser considera­
do como la más acabada expresión de estas características.
Muy vinculado al aparato administrativo (embajador
repetidas veces, alcalde mayor de Toledo, canciller mayor
de Castilla...), Ayala es una fuente de primera mano para el
conocimiento de las vicisitudes por las que atraviesa la Cas­
tilla del momento. A caballo entre el Medievo y el Renaci­
miento, vive las grandes conmociones, que sacuden Europa
en estos años: guerra de los Cien Años, Cisma de Occidente
o —por remitimos al texto comentado— la exacerbación de
los sentimientos antisemitas. Se ha sugerido que su visión
de la historia es la de un hombre moderno que trata de
penetrar en los entresijos de los procesos mentales del indi­
viduo. Sus traducciones de las Décadas, de Tito Livio,
pudieron ejercer una fuerte influencia en este sentido. Pero,
por otra parte, los esquemas mentales del canciller siguen
siendo profundamente medievales, caballerescos, enmarca­
dos en el contexto social del que procedía. Algo semejante a
lo acaecido con su contemporáneo Froissart, personaje de
extracción burguesa pero protegido del estamento nobilia­
LA BAJA EDAD MEDIA 149
rio y que con tanto desprecio habla del pueblo bajo. (Véase
texto número 90.)
5) El texto que comentamos es de gran utilidad para el
estudio de la trayectoria histórica del elemento judío en la
Península. Apurándolo, casi se podría hablar de las relacio­
nes entre las distintas comunidades espirituales hispánicas
antes y después de 1391.
Aunque es difícil evaluar los daños producidos por los
hechos aquí relatados, las comunidades hebreas sufren un
rudo golpe. Tanto económico (destrucción de muchos de
sus bienes) como demográfico (muertes, huidas al reino
de Granada) y espiritual. En efecto, los pogroms de 1391 acele­
raron el proceso de conversiones al cristianismo, transfor­
mando progresivamente el problema judío en problema
converso. La literatura de signo antihebreo y anticonverso
será nota característica de las confrontaciones espirituales
del siglo xv en la Península: el coloquio de Tortosa, de 1413;
Sentencia-Estatuto de Pero Sarmiento de 1449, considerado
como el primer estatuto de «limpieza de sangre» de nuestra
historia; el tratado Fortaleza de la fe de fray Alonso de Espi­
na, de 1459; algunos pasajes de las coplas satírica^ de los
reinados de los últimos Trastámaras, de los que puede verse
un ejemplo en el texto número 102, etc. Todo ello matizado
por periódicas explosiones populares, como el «Fuego de la
Magdalena», de 1467, en Toledo, al amparo de la anarquía
desatada durante el gobierno de Enrique IV.
En definitiva, el pogrom del que Ayala se hace eco tan
magistralmente constituye un importante episodio de la
marcha hacia la «solución final» del problema judío bajo
los Reyes Católicos, en 1492.

Orientación bibliográfica

A las obras de carácter general pueden añadirse:


F. A m a d o r d e l o s Ríos, Historia social, política y religiosa de los judíos de
España y Portugal, Madrid, Aguilar, 1960.
Y. Baer, Historia de los judíos en la España cristiana, 2 vols., Madrid, 1981.
150 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
E. B e n ito R u a n o , L o s orígenes del p ro b le m a c o n ve rso , Barcelona, El Albir
Universal, 1976.
E. M it r e , Los judíos de Castilla en tiempo de Enrique III. El pogrom de 1391,
Universidad de Valladolid, 1994.
J . M . M o n sa lv o , Teoría y evolución de un conflicto social. El antisemitismo
en la Corona de Castilla en la Baja Edad Media, Madrid, Siglo XXI, 1985.
L. S u á r ez , Judíos españoles en la Edad Media, Madrid, Rialp, 1980.
J. Valdeón, Los judíos de Castilla y la revolución Trastámara, Universidad de
Valladolid, 1965.

La crisis social y económica:


(I)catástrofes demográficas y agitaciones populares
Tras la crisis frumentaria (en torno a 1315-1317) y la
financiera (1335-1347), Europa conocerá la catástrofe
demográfica en 1348. La peste negra se enseñoreará del
continente.
Los desastres naturales y las tensiones políticas y econó­
micas propiciarán un creciente malestar. En el campo, este
sentimiento se reflejará en agitaciones como la jacquerie
francesa y el movimiento inglés de 1381. En la ciudad se
producirán revueltas, como la de los ciompi florentinos, la
revolución comunal parisiense o las luchas de bandos cas­
tellanas.

Bibliografía

M . J . A r a g o n e s e s , Los movimientos y luchas sociales en la Baja Edad Media,


Madrid, C.S.I.C., 1949.
H . B a q u er o M o r e n o , Marginalidade e conflictos sociais en Portugal nos
seculos XIV e XV, Lisboa, Presenta, 1985.
R . B. D o b so n , The Peasant’s Revolt of 1381, Londres, Macmillan, 1970.
G. F o u r q u in , Les campagnes de la región parisienne a la fin du Moyen Age,
París, SEVPEN, 1964.
R . S. G o t t f r ie d , La muerte negra, México, F.C.E., 1989.
V. R u t en b u r g , Movimientos populares en Italia (siglos XIV-XV), Madrid,
Akal, 1983.
E. S arasa , Las claves de la crisis de la Baja Edad Media, Barcelona, Planeta,
1991.
(Pueden añadirse también algunos títulos referidos a Historia social,
recogidos en la bibliografía general de este capítulo.)
LA BAJA EDAD MEDIA 151
89 . L a p e s t e e n F lorencia , e n 1348
Digo que ya habían los años de la fructífera encamación del
Hijo de Dios llegado al número de mil trescientos cuarenta y ocho,
cuando la ciudad de Florencia, noble entre todas las de Italia, fue
pasto de una mortífera peste. La cual, bien por la fuerza de los
cuerpos astrales, o bien por nuestros inicuos actos, en virtud de la
justa cólera de Dios, fue enviada a los mortales para corregimos,
después de que durante algunos años se había enseñoreado de las
regiones orientales, en las que había cobrado innumerables vidas y
desde donde, sin detenerse en lugar alguno, prosiguió de forma de­
vastadora hacia Occidente, extendiéndose continuamente.
No valían contra ella previsión ni providencia alguna, como el
que limpiasen la ciudad operarios nombrados al efecto o prohibir
que los enfermos entrasen en la población, o dar muchos consejos
para preservar la salud, o hacer no una sino varias veces al día
humildes rogativas a Dios en procesiones u otras formas piadosas.
En cualquier caso, lo cierto es que, al comenzar la primavera
del año mencionado, comenzaron a manifestarse los dolorosos
efectos de la pestilencia. Pero no obraba como en Oriente, donde el
verter sangre por la nariz era signo seguro de muerte, sino que
aquí al comenzar la enfermedad, les nacían a las hembras y varo­
nes en las ingles y en los sobacos unas hinchazones que algunas
veces alcanzaban el tamaño de una manzana o de un huevo. La
gente común daba a estos bultos el nombre de bubas. Y, en poco
tiempo, estas mortíferas inflamaciones cubrían todas las partes del
cuerpo. Luego, los síntomas de la enfermedad se trocaban en man­
chas negras o lívidas en brazos, muslos y demás partes del cuerpo,
bien grandes y diseminadas o apretadas y pequeñas. Así, la buba
primitiva se convertía en signo inequívoco de futura muerte, tanto
como estas manchas.
Para curar esta enfermedad no parecían servir los consejos de
médicos ni medicina alguna, bien porque la naturaleza del mal no
lo consintiera, o bien porque se desconocía por la medicina el ori­
gen del mal y la forma de atajarlo. Así, no sólo eran pocos los que
curaban, sino que casi todos los afectados, al tercer día de la apari­
ción de los citados signos, o bien un poco después, morían sin fie­
bre alguna ni otro accidente.
(G. B occaccio, 11Decamerone, Introducción a la Prime­
ra Jomada, Venecia, ed. G. Angelier, 1594, pp. 2-3.)
152 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
90. U n MODELO DE REVUELTA CAMPESINA:
LA «JACQUERIE» (1 3 5 8 )

Al poco tiempo de la liberación del rey de Navarra se produjo


una gran agitación en diversas partes de Francia: el Beauvaisis,
Brie, riberas del Mame, región de Laon, Valois, Coucy y cercanías
de Soissons. Las gentes de las aldeas se reunieron al principio no
pasando de cien. Decían que todos los nobles de Francia, caballe­
ros y escuderos eran traidores al reino y sería por tanto beneficioso
exterminarlos. Todos gritaban: «Verdad es, verdad es; maldito sea
el que se oponga a que todos los gentileshombres sean destruidos.»
Luego se pusieron en marcha, sin otro acuerdo ni más armas
que bastones herrados y cuchillos, hacia la casa de un caballero
que vivía cerca de allí. Penetraron en la casa, mataron al caballe­
ro, a su mujer y a sus hijos, pequeños y grandes, e incendiaron la
casa [...].
Lo mismo hicieron en otros castillos y buenas casas. Los agita­
dores crecieron tanto que llegaron a seis mil. Por todos los lugares
por donde pasaban, su número crecía, ya que se les unían gentes
de su condición, de la misma forma que caballeros y escuderos
abandonaban sus casas con sus mujeres e hijos; trasladaban a las
mujeres, jóvenes y niños hasta diez o veinte leguas de distancia,
dejando abandonadas sus casas con todos los enseres dentro. Y
estas gentes malvadas, sin jefes ni armas robaban y destruían todo,
matando a todos los nobles, forzando a damas y jóvenes sin piedad
ni merced, como perros rabiosos.
Ciertamente, nunca se vio entre cristianos, ni sarracenos,
semejante locura como la de estos malvados [...]. Quemaron y aba­
tieron en todo el Beauvaisis y los alrededores de Corbie, Amiens y
Montdidier, más de sesenta buenas casas y castillos [...] De forma
semejante se condujeron las gentes entre París y Soissons y entre
Soissons y Ham, en Vermandois y por toda la tierra de Couci. En
ésta y en los obispados de Laon, Soissons y Noyon fueron destrui­
dos más de cien castillos y casas de caballeros y escuderos y mata­
ron a todos los que encontraron en ellos. Pero Dios, con su miseri­
cordia puso remedio a esto de la siguiente forma.
Cuando los gentileshombres del Beauvaisis, Corbesis, Verman­
dois y Valois y de las tierras devastadas por estos malvados vieron
sus casas destruidas y sus amigos muertos, pidieron ayuda a sus
amigos de Flandes, Henault, Brabante y Hesbaye. Acudieron en
seguida muchos de todas partes. Estos extranjeros se unieron a los
nobles del país que los habían llamado. Comenzaron a matar y
LA BAJA EDAD MEDIA 153
destrozar a estas gentes sin piedad, y a ahorcarlos por multitudes
en los árboles, en los sitios donde los encontraban. Asimismo, el
rey de Navarra mató en un solo día a tres mil cerca de Clermont en
el Beauvaisis [...].
(J ean F roissart , Chroniques, Iib. I, part. II, París, Éd.
Luce, 1874, t. 5, pp. 99-102.)

91. A g ita c ió n s o c ia l e n C a s tilla b a jo E n riq u e IV


Otrosy muy poderoso sennor vuestra sennoría bien conosce
quantos dapnos e escándalos e leuantamientos e alborotos se cab-
san en las vuestras gibdades e villas e logares délos vuestros rreg-
nos, por que algunos se atreuen arrepicar canpannas syn auer cab-
sa para ello e syn ningúnd mandamiento que para ello ayan déla
justicia nin rregidores délos tales logares, por donde cada día con
el tal bollicio se fazen grandes ayuntamientos de gentes, de que
por muchas vezes se han rresultado o rresultan muchos e diuersos
delitos e dapnos de que vuestra sennoría es deseruido e se rre-
cregen grandes dapnos enlas dichas gibdades e villas e logares por
cabsa délos dichos alborotos; por ende suplicamos a vuestra alteza
que mande e ordene que qual quier que fuese osado de rrepicar las
dichas canpannas syn mandamiento délas justicias déla tal gibdad
o villa o logar e de quatro rregidores della donde los aya, que mue­
ra por ello e pierda los bienes e sean para vuestra camara e fisco.
A esto vos respondo que se faga e cunpla asy enlos lugares don­
de ouier los dichos quatro rregidores e podiendo ser auidos, e don­
de non pudieren ser auidos todos quatro, que basten dos con la
dicha justicia; e sy fuere tal logar en que non ouiere los dichos rre­
gidores, que alo menos ninguno non sea osado de rrepicar la dicha
canpanna syn mandamiento déla dicha justicia, so la dicha pena
de suso contenida.
(Cortes de Toledo de 1462, petición 10, en Cortes...,
pp. 709-710, vol. HI.)

La crisis social y económica:


(II) dificultades financieras y mercantiles
La quiebra de banqueros florentinos a mediados del
siglo xiv se ha tomado como símbolo de las dificultades
financieras bajomedievales.
154 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
En la esfera mercantil, los siglos xiv y xv presencian el
enfrentamiento abierto entre ciudades (Génova contra
Venecia) o ligas de ciudades (la Hansa frente a las villas
cántabras). Todo ello será el prólogo de las rivalidades
comerciales de la modernidad.

Bibliografía
Ph. D o llin g e r, La Hanse, XII-XVII, París, Aubier, 1964.
J. H e ers, Genes au XV siécle, París, Flammarion, 1971.
M. M o lla t, Le commerce maritime normand á la fin du Moyen Áge, París, Plon,
1952.
Y. R eno uard, Les hommes d'affaires italiens au Moyen Áge, París, 1968.
L. S u á re z F ernández, Navegación y comercio en el Golfo de Vizcaya, Madrid,
C.S.I.C., 1959.

92. Q u iebras financieras e n F lorencia , e n 1 3 4 5


En el mencionado año de 1345, en el mes de enero, quebró la
compañía de los Bardi, que habían sido los mayores mercaderes de
Italia. La razón fue que, como los Peruzzi, habían puesto su capital
y los de otros a disposición del rey Eduardo de Inglaterra y del de
Sicilia. De tal manera los Bardi encontraron que el rey de Inglate­
rra les debía, entre capital, intereses y compensaciones que les
había prometido, más de 900 mil florines de oro. Pero, por la gue­
rra que sostenía con el rey de Francia, no los podía pagar. Del de
Sicilia habían de obtener 100 mil florines de oro. El rey de Inglate­
rra adeudaba a los Peruzzi 600 mil florines de oro; el de Sicilia, 100
mil. Tenían una deuda de 350 mil florines de oro. Por lo que que­
braron, en perjuicio de los ciudadanos y de los forasteros, a quie­
nes debían, sólo los Bardi, más de 500 mil florines de oro. Muchas
compañías menores y particulares tenían sus haberes en manos de
los Bardi, de los Peruzzi y de otros que habían quebrado, quedaron
arruinados y hubieron de quebrar, también ellos [...].
(Giovanni V illani, Crónicas, ed. N. Guglielmi, Buenos
Aires, Ed. Sudamericana, 1967, p. 171.)
LA BAJA EDAD MEDIA 155
93. O r d e n a m ie n t o s m o n etar io s
d e las C o r tes d e B r iv iesc a d e 1 3 8 7

Don Johan por la gracia de Dios, Rey de Castiella [...]. Por


quanto, segúnd dixieron los sabios antiguos, alas cosas que nueva­
mente acaesgen deuen ser puestas nueuas prouisiones e rreme-
dios; por ende por quanto nos por los grandes menesteres e gue­
rras que ouimos en estos dos annos que agora pasaron, et sennala-
damente quando el duc de Lancastre e los yngleses nuestros
enemigos entraron enlos nuestros rregnos, nos ouimos de mandar
labrar moneda que non era de tan grand ley commo la otra mone­
da vieja que fue mandada labrar por los rreyes nuestros anteceso­
res e por nos, para conplir los dichos menesteres e rreleuar en
quanto nos pudimos alos nuestros rregnos de pechos e de dannos;
et agora que plogo a Dios quelos nuestros menesteres gesen en
alguna parte, parando mientes al prouecho e bien público délos
nuestros rregnos baxamos la dicha moneda, e mandamos quel
blanco que valía un maravedí que non valiese sinon seys dineros
nouenes. E por quanto auemos sabido que en este tiempo que
corrió, la moneda nueua, que valía un blanco un maravedí se fezie-
ron muchas debdas, asi de enpréstidos commo de compras e ven­
didas e lugueres e arrendamientos e de otras maneras, e dubdarían
los ornes de qué manera se deuían pagar por quitar alos délos
nuestros rregnos de pleytos e costas e dannos e dubdas que sobres­
tá rrazon les podría rrecresger, es nuestra merged de ordenar leyes
claras sobre esta razón, porque ellos sepan commo han de pasar
en esta rrazón.
(Cortes de Briviesca de 1387, en Cortes..., vol. II,
pp. 359-360.)

94. P ugna e n t r e g e n o v e s e s y v e n e c ia n o s
e n e l m ar N eg r o

[los escitas] atacaron un fuerte de Scitia llamado Cafa, que


pertenecía a los genoveses y lo tuvieron cercado sin descanso
durante dos años. Los sitiadores perdieron mucha gente en este
largo sitio y obligaron a sus enemigos a gastos extraordinarios. Al
no poder apoderarse de la plaza por la vigorosa resistencia de los
sitiados, saquearon a los mercaderes dispersos por Scitia, aunque
al fin los dejaron en paz.
Desde este momento, los genoveses no quisieron traficar más
156 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
sobre el Tanais, ni permitir que los venecianos y romanos trafica­
sen en la zona. El pretexto era que ellos no tenían diferencias con
los escitas, pero el verdadero motivo era hacer que el fuerte de
Cafa fuera el lugar más frecuentado por los mercaderes y el más
célebre por el comercio. Los venecianos, no queriendo contribuir a
los gastos de guerra contra los escitas ni abstenerse del comercio
de Tanais, navegaron por la zona a pesar de los genoveses. Éstos
actuaron con violencia para impedírselo y confiscaron algunos
barcos. Esta chispa alumbró un incendio que consumió inmensas
riquezas.
(C antacuzeno , Histoire des empereurs Jean Paléologue
et Jean Cantacuzene, vol. X de Histoire de Constanti-
nople, París, Éd. Cousin, 1685, pp. 111-112.)

95. T re g u a e n t r e l a H a n sa y C a s tilla s u s c r ita e n 1443


PARA ZANJAR EL CONFLICTO EN QUE SE ENCONTRABAN
LAS DOS POTENCIAS DESDE 1419
A la gloria de la Santa Trinidad [...] y para el acrecentamiento
del comercio común, las naciones de la Hansa teutónica de Alema­
nia y España, enemigas tiempo atrás —Satán por medio—, acuer­
dan lo siguiente:
1) Dichas naciones reconocen y ratifican una tregua por tres
años.
2) Todos los mercaderes, marinos y súbditos de la nación
alemana y de la Hansa teutónica podrán, en completa libertad y
seguridad, ir, volver, estacionar y permanecer según su convenien­
cia, en los lugares, ciudades y puertos que pertenezcan al rey de
Castilla, con sus bienes, posesiones, mercancías y cuerpos. En caso
que los marinos hanseáticos entren en los puertos de dicho monar­
ca con sus navios y sus bienes, podrán venderlos, y todas las mer­
cancías compradas con el producto de esta venta podrán embar­
carlas en sus propios navios y transportarlas donde deseen. Por el
contrario, si dichos marinos hanseáticos condujeran en sus navios
otros bienes distintos de los de consumo, embarcarán las mercan­
cías compradas al cambio en navios españoles, si se encuentran en
los dichos puertos dispuestos a hacer vela para los países o puertos
a los cuales los marinos o los mercaderes quieran expedir sus mer­
cancías...
LA BAJA EDAD MEDIA 157
5) Si ocurre que marinos hanseáticos acompañando a mari­
nos españoles se encuentren en alta mar con enemigos de éstos,
bien ingleses u otros, los marinos de la Hansa enarbolarán su ban­
dera indicando claramente que no son enemigos. Luego se retira­
rán a fin de no molestar a los marinos españoles en el combate que
libren con sus rivales...
9) Si los mercaderes y marinos de ambas naciones se
encuentran en un puerto y salen juntos de él, se comprometerán
por juramento o simple promesa a ayudarse contra los enemigos o
los piratas. Si éstos hacen su aparición y uno rechaza la ayuda,
será castigado severamente por la nación de la que dependa, para
que sirva de ejemplo a otros en el futuro...
15) Las dos partes se ponen de acuerdo para que los merca­
deres de la nación alemana adquieran en el puerto de La Rochelle
vinos y otros productos que embarcarán preferentemente y en
mayor medida en navios españoles, a condición de que éstos se
encuentren en ese momento allí y marchen a los puertos a donde
los mercaderes alemanes quieran llevar esta carga.
(Th. H irsch, D anzigs H andels u n d G ew erbegeschichte,
1 858, p . 272.)

El gobierno de la Iglesia en la crisis bajomedieval


La autoridad moral de los pontífices, después de llegar a
su cima en la transición al siglo xiv, entrará rápidamente en
declive. El traslado de la residencia papal a Aviñón va a ser
clave en este proceso. El paso siguiente —el Cisma— desga­
rrará al Occidente durante varias décadas. La solución al
conflicto vendrá por la vía del Concilio. Vía que se revelará
en ocasiones como sumamente crítica hacia las estructuras
eclesiales vigentes.

Bibliografía

V. A. Álvarez P alenzuela , El Cisma de Occidente, Madrid, Rialp, 1982.


B. G u il le m a in , La Cour pontificale d'Avignon (1309-1376). Étude d’u ne
société, París, DeBoccard, 1962.
Y. R enouard , La Papautéá Avignon, París, P.U.F., col. «Que sais-je?», 1969.
158 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
L. S tjárez F ernández , Castilla, el Cisma y la crisis conciliar, Madrid,
C.S.I.C., 1960.

96. B u la «U nam S anctam » d e B o n ifa c io VIII (1302)


Por las palabras del Evangelio somos instruidos que en la Igle­
sia y en su potestad hay dos espadas: la espiritual y la temporal
[...]. Una y otra espada, pues, están en la potestad de la Iglesia, la
espiritual y la material. Ésta ha de esgrimirse en favor de la Iglesia;
aquélla, por la Iglesia misma. Una, por mano del sacerdote; otra,
por mano del rey y de los soldados, si bien a indicación y consenti­
miento del sacerdote. Pero es menester que una espada esté bajo
otra espada y que la autoridad temporal se someta a la espiritual
[...]. Que la potestad espiritual aventaje en dignidad y nobleza a
cualquier potestad terrena, hemos de confesarlo con tanta más cla­
ridad, cuanto aventaja lo espiritual a lo temporal [...]. Luego si la
potestad terrena se desvía, será juzgada por la potestad espiritual;
si se desvía la espiritual menor, por su superior; mas si la suprema,
por Dios sólo, no por los hombres, podrá ser juzgada. Pues atesti­
gua el Apóstol: «el hombre espiritual lo juzga todo, pero él por
nadie es juzgado». Ahora bien, esta potestad, aunque se ha dado a
un hombre y se ejerce por un hombre, no es humana, sino antes
bien divina, por boca divina dada a Pedro, y a él y a sus sucesores
confirmada en Aquél mismo a quien confesó, y por ello fue piedra
cuando dijo el Señor al mismo Pedro: Cuanto ligares, etc. [...].
Someterse al Romano Pontífice, lo declaramos, lo decimos, defini­
mos y pronunciamos como de total necesidad para la salvación de
toda humana criatura.
(Corpus iuris can. 1.1 tít. 8, «Extravag. comm.», C.I.)

97. A c titu d d e u n m o n a rc a a n te e l cism a: c a r ta d e J u a n I


d e C a s tilla o rd e n a n d o r e c o n o c e r a C le m e n te VII
com o le g ítim o Papa e n to d o s s u s re in o s (1381)
Don Iohan, por la gracia de Dios rey de Castieila, de Toledo, de
León, etc., a todos los adelantados, concejos, alcaldes, jurados, jus-
tigias, merinos, alguaziles e otros oficiales qualesquier de todas las
cibdades e villas e lugares de nuestros regnos e a qualquier o a qua­
lesquier de vos a quien esta nuestra carta fuere mostrada o el trasla­
do della signado de escrivano público, salud e gragia. Sepades que
LA BAJA EDAD MEDIA 15 9
por razón de la Qisma que era en la Eglesia de Dios, queriendo así
como católico e fiel principe christiano saber verdad sobre la dicha
rason porquel alma nuestra nin de los nuestros subditos non esto-
diesen en error, enbiamos por diversas partes nuestros mensajeros
enbaxadores, letrados e omes de buenas conciencias e de quien nos
ende fiamos por que se enfermasen especialmente en Roma e en
Aviñón qual era el verdadero eleyto e vicario de Ihesu Christo a
quien nos e nuestros soditos deviemos de obedeger por todas aque­
llas maneras que se pudiesen enfermar. E eso mismo fezimos jun­
tar todos nuestros prelados, maestres de Theologia, doctores e
otros religiosos e personas de buenas conciencias para que viesen
todas las informaciones que los dichos nuestros mensageros e
embaxadores avian traydo e oyesen e conosciesen todas las alle-
gaciones e derechos e testigos que cada una de las partes de los
eleytos quisiesen produzir e allegar e que (sobre) aquello podiesen a
la nuestra anima e a las animas de los nuestros subditos bien e ver­
daderamente consejar. E (por ende) los dichos prelados, maestros
en Theologia, doctores e otros religiosos e personas de buena con­
ciencia, asi por las (dichas informaciones o allegaciones, pruebas e
testigos, fallaron el pri(mero e)leyto ser fecho por fuerza e impre­
sión de (los romanos) é ser yntruso e apostático e Antichristo e
nuestro señor el Papa (Clemente) séptimo, segundo eleyto, ser ver­
dadero Papa e vicario de Ihesu Christo. Por ende, nos, de consejo
de todos los sobredichos, el domingo diez e nueve dias de mayo del
año desta nuestra carta, en la eglesia catedral de Santa Maria de
Salamanca, fecho el officio con su sermón solemne (roto) dicha
eglesia publicamente, en presencia de todo el pueblo, publicamos e
manifestamos nuestra entencion, conviene saber, el primero eleyto
ser fecho por fuerca e impresión de los romanos e ser intruso e
apostatico e Antichristo, e nuestro señor el Papa Clemente, segundo
eleyto, ser verdadero Papa e vicario de Ihesu Christo. Por ende vos
mandamos que ayades por Papa verdadero e vicario de Ihesu Chris­
to (roto) sus cartas e sus mandamientos en lo espiritual asi como en
lo temporal como a Papa verdadero e vicario de Ihesu Christo.
Otrosy que ayades e rescibades e obedezcades al mucho onrrado en
Christo don Pedro, cardenal de Aragón, por legado del dicho señor
Papa e de la See Apostolical e obedescades sus cartas e manda­
mientos asi como delegado en aquello que concierne a lo espiritual.
E si alguno o algunos de los nuestros subditos, de cualquier estado,
ley o condición que sean, toviere el contrallo de la sobredicha
declaración que nos fezimos en todo o en parte, e non obedesciere
en las cosas sobredichas al dicho legado, mandamosvos que seyen-
do requerido o requeridos por el dicho cardenal legado o por sus
160 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
comisarios o juezes o otros offigciales suyos, que les prendades los
cuerpos e todos sus bienes e los tengades presos e bien recaudados.
E non fagades ende al so pena de la nuestra merged e de diez mili
maravedís a cada uno para la nuestra Camara. Dada en Salamanca
treynta dias de mayo, Era de mili e quatrogientos e diez e nueve
años. Nos el rey.
(A. V. Inst. Mise. n.° 3094. Incluido en un traslado,
original en papel, de Valladolid, 5 de agosto de
1381. En L. S u á re z, Castilla, el cisma y la crisis con­
ciliar, Madrid, C.S.I.C., 1960, pp. 155-156.)

98. E l CONCILIO UNIVERSAL COMO AUTORIDAD SUPREMA


Voy a mostrar a continuación cómo la autoridad principal,
mediata o inmediata, para efectuar tal determinación [definiciones
en cuestiones de fe], descansa solamente o bien en el concilio gene­
ral de los cristianos o bien en su parte preponderante o en aquellos
a los cuales tal autoridad les ha sido conferida por el conjunto de
los fieles cristianos. De tal manera que todas las provincias o comu­
nidades notables del mundo, de acuerdo con la determinación de
su legislador humano (bien uno o bien varios) y de acuerdo con su
proporción en calidad y en cantidad de personas, elijen hombres
fieles, sacerdotes, primero, y no sacerdotes, después, pero siempre
personas idóneas. Por ejemplo, hombres que hayan dado buenas
pruebas de su conducta en la vida y los más expertos en materia de
ley divina que, en tanto que jueces en el primer sentido del término,
representantes del conjunto de los fieles, en virtud de la autoridad
susodicha que les ha sido conferida por el conjunto de los fieles, se
reúnan en un lugar determinado del mundo, que sea, sin embargo,
el más conveniente según la decisión de la mayor parte de ellos. En
este lugar, definirán al mismo tiempo todo aquello que, tocando a
la ley divina, les parezca dudoso, útil, expediente o necesario para
determinar; y también pondrán en orden todo aquello que, concer­
niente al rito de la iglesia o al culto divino, conduzca también al
descanso o a la tranquilidad de los fieles.
Es, en efecto, vano e inútil que la multitud de los creyentes,
inexpertos, se reúna para tal asamblea; es inútil, por cuanto sería
distraído para las tareas necesarias a la subsistencia de la vida cor­
poral aquello que sería una carga y, tal vez, algo insoportable.
(M arsilio de P adua, Le défenseur de la Paix, versión
de J. Q uillet , París, Éd. J. Vrin, 1968, pp. 396-397.)
LA BAJA EDAD MEDIA 161
El orden de la Iglesia en cuestión:
tensiones espirituales y radicalización religiosa
La crítica al estamento eclesiástico en la Baja Edad
Media se canalizará a través de determinadas manifestacio­
nes literarias y de la radicalización de ciertos sectores heré­
ticos. Las explosiones antisemitas constituyen —particular­
mente en España— una válvula de escape para el descon­
tento popular.
El Bajo Medievo conoció, igualmente, un fuerte auge de
la predicación popular (San Vicente Ferrer, San Juan Capis-
trano...) que en más de una ocasión contribuyó a la crispa-
ción religiosa.

Bibliografía

P. Chaunu, Le temps des Reformes. La crise de la chrétienté. L'éclatement


1250-1550, París, Fayard, 1975.
A. K en n y (ed.), Wyclif in his Times, Oxford, Clarendon Press, 1986.
J. Macek, La revolución husita, Madrid, Siglo XXI, 1975.
K. R. S c h o l b e r g , Sátira e invectiva en la España medieval, Madrid, Gredos,
1971.
F. S m a h e l , La révolution hussite, une anomalie historique, París, P.U.F.,
1985.

9 9. P o g ro m s d e 1391
Véase el texto comentado como modelo al comienzo de este
capítulo.

10 0 . L a s VIRTUDES DE l a p re d ic a c ió n s e g ú n u n s e rm ó n
d e S a n V ic e n te F e r r e r (1 3 5 0 -1 4 1 9 )
En las palabras del Señor: Os haré pescadores de hombres,
adviertan los religiosos y quienes tienen el oficio de la predicación,
que son pescadores; la red es la predicación evangélica. Yo extien­
do ahora la red, y si alguno de los que escuchan mi predicación se
proponen abandonar los pecados y los vicios y concibe el propósi­
16 2 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
to de volverse a Dios, yo, que soy un pobre predicador, puedo decir
que he capturado un pez. Cuando un noble o un soldado, movidos
por la predicación, abandonan la pompa, el odio o el rencor a su
enemigo, podemos decir que hemos pescado un delfín. ¡Oh, cómo
gustan a Dios estos peces y quienes los pescan! Cuando una noble
señora, movida por la predicación, deja las vanidades, ornamentos
y cosas semejantes, y se confiesa proponiendo vivir rectamente,
podemQS decir que hemos pescado una tonina. Cuando por la pre­
dicación se convierte un labriego o un hombre sencillo, pescamos
un barbo. Y cuando se convierte una mujer humilde, podemos
decir que hemos pescado una sardina. En el día del juicio dirá
Cristo a los pescadores: Venid y comed. Y ellos dirán: ¿De qué
hemos de comer, Señor? Entonces les responderá: Traed los peces
que habéis cogido. ¡Oh! ¿Qué será del predicador que no pueda
sino decir: Señor, yo no he pescado sino algas y hierbas, esto es,
dinero, vestidos, celdas, amistades y fama? Por amor de Dios, tra­
bajemos para pescar almas, pues el día del juicio llegará cada cual
con las almas que convirtió, y le dirá al Señor: Señor, aquí tienes
los peces que he pescado. ¡Cuántas almas llevará San Pedro consi­
go, el cual en el primer sermón convirtió a tres mil!
(San V ic e n te F e r r e r , «Sermón en la fiesta de San
Pedro Apóstol», en Biografía y Escritos, eds. F r. J.
M. d e G arganta y F r . V . F orcada , Biblioteca de
Autores Cristianos, Madrid, 1956, pp. 605-606.)

101. Los CUATRO ARTÍCULOS HUSITAS DE PRAGA ( 1420)


Por la gracia y voluntad del Padre y Señor Dios Todopoderoso,
hemos aceptado y recibido en nuestra creencia la luz de la verdad
y de la ley de Dios, las cuales son ciertas, constantes, profetizadas y
legítimas.
Primero, demos libertad para que la palabra divina sea predi­
cada por todas partes sin exceptuar ningún lugar; recibámosla con
alegría en nuestro corazón; sigamos y vivamos según ella nos indi­
ca, e instruyamos al prójimo para que también la practique.
Segundo, recibamos el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor
Jesucristo, Dios Todopoderoso, con temor, religión y honestidad,
lo mismo los jóvenes que los ancianos, y los niños, después de reci­
bido el bautismo; obliguemos e incitemos para que lo reciban al
menos cada domingo, niños y adultos sin excepción.
LA BAJA EDAD MEDIA 163
Tercero, llevemos y conduzcamos a los curas para que ordenen
su vida según nos mostró el Hijo de Dios, Nuestro Señor Jesucris­
to, así como una vida apostólica; con la ayuda de Dios impidamos
y destruyamos sus beneficios y sus ganancias, extraídas de la si­
monía.
Cuarto, detengamos, suprimamos y eliminemos de nosotros
todos los pecados veniales y mortales; hagamos que sigan nuestro
ejemplo los reyes, los príncipes y señores burgueses, artesanos tra­
bajadores y todas las personas de sexo masculino o femenino, sin
que olvidemos la descendencia de nadie, ni a los jóvenes ni a los
viejos.
Si hubiese alguien que no quisiese sostener estos elementos y
artículos que hemos enumerado, ni seguirlos ni aplicarlos volunta­
riamente, ni ayudar a mantenerlos y a defenderlos, rehusaríamos
sin excepción aguantar a semejante persona entre nosotros y, con
la ayuda de Dios, no dejaríamos nunca en ningún lugar de amo­
nestar a este hombre, aconsejarle y empujarle e incitarle hacia el
bien, lo mismo en el ejército que en las fortificaciones, en las ciu-
dadelas, ciudades o en los burgos fortificados o sin fortificar, en
las aldeas o en las granjas, sin exceptuar ningún lugar.
(Recogido por J. M acek , ¿Herejía o revolución? El
movimiento husita, Madrid, Ciencia Nueva, 1967,
pp. 126-127.)

102. S átira contra el estam ento eclesiástico

Fray Pedro Méndez, Hermano


privado de Jeremías
dime tú cuánto darías
por un cuarto de cristiano;
respondió él de llano en llano:
«Así goce de mis días,
que es cornudo y mal cristiano
quien hizo las coplas mías.»
A ti, fray Diego de Llanos,
puto, mal quisto de gente,
de linaje de marranos
de sangre lluvia doliente
dirás a Juan de Vivero
que castigue su trasero
164 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
de tanto puto palmero
como trae alrededor.
Ah fraile, qué bien contrasta.
Pero Álvarez de Palencia,
¿del conde Santa Marta
a cómo das la sentencia?
«A precio que siempre queda
la condesa por abrigo,
de enviarme paño y seda
y muchas cargas de trigo.»
A ti, fray Juan Bahari,
gran pontífice mundano
rezador del Genesí
mejor que del calendario,
así yo de ti vea gozo,
obispo talle de cuero,
que te vi siendo más mozo
oficial de un cuchillero.
(«C oplas del Provincial», h a cia 1460. R ecogido p o r
J. R odríguez P uértolas , Poesía de protesta en la
Edad Media castellana, M adrid, G redos, 1968,
pp. 222-223.)

103. U n a v isió n d e l s e n tid o u n iv e r s a l d e l a m u e r te


a fin e s d e l M ed iev o
Yo soy la muerte cierta a todas criaturas
que son e serán en el mundo durante
damando é digo: o homme ¿por qué curas
de vida tan breve en punto pasante?
Pues no hay tan recio nin fuerte gigante
que deste mi arco no se pueda anparar,
conviene que mueras quando lo tirar
con esta mi frecha cruel traspasante.
¿Que locura es esta tan magnifiesta?
¿Que piensas tu, homne, que el otro morrá,
e tu quedarás por ser bien compuesta
la tu complision e que durara?
Non eres cierto si en punto vemá
LA BAJA EDAD MEDIA 165
sobre ti a deshora alguna corrupción,
de landre, o carboneo, o tal inplisíon
porque el tu vil cuerpo se dessatará.
¿O piensas por ser mancebo valiente
o niño de días que a lueña estaré,
e fasta que liegues a viejo impotente
en la mi venida me retardaré?
Avisate bien, que yo llegaré
a ti a deshora, que non he cuydado
que tu seas mancebo o viejo cansado,
que qual te fallare tal te levaré.
La plática muestra ser pura verdad
aquesto que digo sin otras fallencia;
la sancta escritura con certenidad
da sobre todo su firme sentencia,
a todos diciendo: faced penitencia
que a morir habedes, non sabemos quando,
si non ved el fraire que está pedricando,
mirad lo que dice de su grand sabiencia.
(«La danza de la muerte», en Coplas satíricas y dra­
máticas de la Edad Media, ed. E. R incón , Madrid,
Alianza Editorial, 1968, pp. 94-95.)

Las corrientes de pensamiento:


de la escolástica al humanismo
A nivel de las élites, la contestación a las comentes domi­
nantes se manifestará de muy diversas formas: el nomi­
nalismo occamista, el recrudecimiento de las tendencias
místicas o los brotes cada vez más firmes del humanismo.
Bibliografía

A. R ivaud , Historia de la filosofía, t. II, «De la escolástica a la época clásica»,


Buenos Aires, Kapelusz, 1962.
H. G r a e f , Historia de la mística, Barcelona, Herder, 1970.
G. L a g a rd e , La naissance de l’esprit laíque au declin du Moyen Age, 5 vols.,
París-Lovaina, Ed. Nauwelaerts, 1956-1963.
E. G a r in , Medioevo y Renacimiento, Madrid, Taurus, 1981.
166 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
104. L a d is tin c ió n d e la s cien c ias e n G u ille rm o d e O ccam
(1 2 9 0 -1 3 4 8 )
De acuerdo con lo dicho antes sobre la pasión, se enseña que
diversas ciencias pueden considerar al mismo sujeto. Pues siendo
la pasión, como se ha dicho, un concepto que significa a manera
de connotación algo distinto del sujeto, según las cosas diversas
que pueden connotarse si hay varias pasiones, de acuerdo con la
variedad de pasiones, habrá variedad de ciencias. De donde, en
cuanto al hombre, puede saberse por el hecho de estar compuesto
de contrarios, que es corruptible y la ciencia que trata de esto es la
ciencia natural. Del mismo puede saberse que es beatificable y esta
conclusión pertenece a la teología. También del mismo puede
saberse que tiene libre arbitrio y cosas similares y esto pertenece a
la moral.
De acuerdo con esto se establece que lo diversamente cognos­
cible da lugar a diversas ciencias, puesto que según la variedad
tanto del sujeto como del predicado, varía la conclusión cognosci­
ble; por lo tanto la ciencia varía según su variación. Y de acuerdo
con esto se enseña en general que a cada conclusión responde una
diversa ciencia.
De acuerdo con esto se enseña que, cuando por los términos de
una conclusión conocida se significa otra cosa, diversa por su
especie que la significada por los términos de otra conclusión
conocida, aquellas ciencias se distinguen específicamente. Y, en
general, los hábitos cuyos actos se distinguen específicamente son
específicamente diversos, porque, de lo contrario, se elimina toda
manera de probar que cualquier acto se distingue específicamente.
(Occam , Tratado sobre los principios de la teología,
versión de L. F a rré , Buenos Aires, Ed. Aguilar,
1957, pp. 62-63.)

105. In c o m p re n sib ilid a d d e l a v e rd a d e x a c ta


s e g ú n N ic o lá s d e C u sa (1 4 0 0 -1 4 6 1 )
Puesto que es evidente por sí mismo que no hay proporción de
lo infinito a lo finito, es sumamente claro también, por lo mismo,
que donde se encuentra algo que excede y algo que es excedido, no
se llega al máximo absoluto, siendo como son, tanto las cosas que
exceden como las que son excedidas, finitas, y el máximo en cuan­
LA BAJA EDAD MEDIA 167
to tal, necesariamente infinito. Dada, pues, cualquier cosa, que no
sea el mismo máximo absoluto, es evidente que es dable que exista
una mayor. Y puesto que hallamos una igualdad gradual, de tal
modo que una cosa es más igual a una determinada que a otra,
según conveniencia y diferencia genérica, específica, influyente
según el lugar y el tiempo y otras semejantes, es manifiesto que no
pueden hallarse dos o varias cosas tan semejantes e iguales que no
sea posible hallar posteriormente un número infinito de otras más
semejantes.
De ahí que siempre permanecerán diferentes, por muy iguales
que sean, la medida y lo medido.
Así pues, el entendimiento finito no puede entender con exacti­
tud la verdad de las cosas mediante la semejanza. La verdad no
está sujeta a más o a menos, consistiendo en algo indivisible, a lo
que no puede medir con exactitud ninguna cosa que no sea ella
misma lo verdadero; como tampoco al círculo, cuyo ser consiste en
algo indivisible, puede medirle el no círculo. Así, pues, el entendi­
miento, que no es la verdad, no comprende la verdad con exacti­
tud, sin que tampoco pueda comprenderla, aunque se dirija hacia
la verdad mediante un esfuerzo progresivo infinito; al igual que
ocurre al polígono, con respecto al círculo, que sería tanto más
similar al círculo cuanto que, siendo inscrito, tuviera un mayor
número de ángulos, aunque, sin embargo, nunca será igual, aun
cuando los ángulos se multiplicaran hasta el infinito, a no ser que
se resuelva en una identidad con el círculo. Es evidente que noso­
tros no sabemos acerca de lo verdadero, sino que lo que exacta­
mente es en cuanto tal, es algo incomprensible y que se relaciona
con la verdad como necesidad absoluta, y con nuestro entendi­
miento como posibilidad.
La quididad de las cosas, por consiguiente, que es la verdad de
los entes, es su puridad inalcanzable, y ha sido investigada por
todos los filósofos, pero no ha sido hallada, en cuanto tal, por nin­
guno. Y cuanto más profundamente doctos seamos en esta igno­
rancia, tanto más nos acercaremos a la misma verdad.
(N icolás d e C usa , La docta ignorancia, versión de
M. F u e n te s B e n o t , Buenos Aires, Aguilar, 1966,
pp. 31-33.)
16 8 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
106. E l HOMBRE COMO CENTRO DEL MUNDO
Y MODELADOR DE SU PROPIA PERSONALIDAD,
s e g ú n Pico d e l a M irá n d o la (h a c ia 1486)
Decretó al fin el supremo Artesano que, ya que no podía darse
nada propio, fuera común lo que en propiedad a cada cual se
había otorgado. Así pues, hizo del hombre la hechura de una for­
ma indefinida, y, colocado en el centro del mundo le habló de esta
manera: «No te dimos ningún puesto fijo, ni una faz propia, ni un
oficio peculiar, ¡oh, Adán!, para que el puesto, la imagen y los
empleos que desees para ti, ésos los tengas y poseas por tu propia
decisión y elección. Para los demás, una naturaleza contraída den­
tro de ciertas leyes que les hemos prescrito. Tú, no sometido a cau­
ces algunos angostos, te la definirás según tu arbitrio al que te
entregué. Te coloqué en el centro del mundo, para que volvieras
más cómodamente la vista a tu alrededor y miraras todo lo que
hay en este mundo. Ni celeste, ni terrestre te hicimos, ni mortal, ni
inmortal, para que tú mismo, como modelador y escultor de ti
mismo, más a tu gusto y honra, te forjes la forma que prefieras
para ti. Podrás degenerar a lo inferior, con los brutos; podrás real­
zarte a la par de las cosas divinas, por tu misma decisión.»
(Pico d e la M irándola , De la dignidad del hombre, ed.
L. M a rtín ez G ó m ez , Madrid, Editora Nacional,
1984, p. 105.)

107. L a re n u n c ia d e sí m ism o s e g ú n e l a s c e ta
T om ás d e K em pis (1380-1471)
Algunos se renuncian pero, con alguna excepción, no confían
en Dios del todo, y por eso trabajan en mirar por sí. También algu­
nos al principio lo ofrecen todo; pero después, combatidos de algu­
na tentación, se vuelven a sus comodidades, y por eso no aprove­
chan en la virtud. Éstos nunca llegarán a la verdadera libertad del
corazón puro ni a la gracia de mi suave familiaridad, si no renun­
cian antes haciendo del todo cada día sacrificios de sí mismos, sin
lo cual no estarán en la unión con que se goza de Mí.
Muchas veces te dije y ahora te vuelvo a decir: Déjate a ti,
renuncíate y gozarás de grande paz interior. Dalo todo por el todo:
nada exijas; está puramente y sin dudar en Mí, y me poseerás.
Serás libre de corazón y no te ofuscarán las tinieblas. Encamina
LA BAJA EDAD MEDIA 169
todos tus esfuerzos, deseos y oraciones a fin de despojarte de todo
apego, para seguir así desnudo a Jesús desnudo, morir para ti y
vivir para Mí eternamente. Entonces se desvanecerán todas las
vanas imaginaciones, las perturbaciones malas, los cuidados
superfluos. Entonces también desaparecerá el temor excesivo y
morirá el amor desordenado.
(T om ás d e K e m p is , Imitación de Cristo, ed. E. N ie r e m -
b e r g , Barcelona, 1947, p p . 376-377.)

La crisis del equilibrio político en el Occidente


La guerra de los Cien Años (a través de sus grandes
encuentros militares o de las depredaciones de los profesio­
nales de las armas) constituye el fenómeno más elocuente
de los desequilibrios políticos bajomedievales.
Aunque más localizados, son también muy expresivos
otros hechos: la lucha de los monarcas con una nobleza en
exceso turbulenta o las disputas de las facciones urbanas
por el control del gobierno municipal.

Bibliografía

Ch. Allmand , La guerra de los Cien Años, Barcelona, Crítica, 1990.


E. M it r e , La guerra de los Cien Años, Madrid, Biblioteca Historia 16, 1990.
Ph. C ontam ine , La guerre de Cent Ans, París, P.U.F., col. «Que sais-je?»,
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England, 1966.
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C. B atlle , Barcelona a mediados del siglo XV, Barcelona, El Albir Universal,
1976.
L. S uárez F ern á n d ez , Nobleza y Monarquía. Puntos de vista sobre la Histo­
ria política castellana del siglo XV, Valladolid, Estudios y Documentos,
1975.
170 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
108. H acia la pérdida de las libertades com u n ales :
G ualterio de B r ie n n e , tirano d e F lorencia e n 1342
Nuestra noble y desventurada hueste que había combatido
contra Lucca, regresó. Lucca se rindió a los písanos. Los florenti­
nos consideraron su desdichada situación y conocieron que micer
Malatesta, nuestro capitán, no había actuado bien en la guerra.
Por temor del pacto concluido con el Bávaro, según hemos dicho,
y para estar más seguros, eligieron como capitán y conservador del
pueblo a micer Gualterio, duque de Atenas y conde de Brienne, de
Francia, a comienzos de junio de 1342. Le aseguraron el salario,
los caballeros y los peones que tenía micer Malatesta, por el térmi­
no de un año. El duque —fuese por comodidad, por astucia o por
lo que luego veremos— quiso retomar a Santa Croce, a la residen­
cia de los frailes menores. Su gente se alojó alrededor. Más tarde,
en las calendas de agosto, concluido el tiempo de ejercicio de
micer Malatesta, el duque añadió a sus atribuciones la capitanía
general de la guerra y el poder de conceder justicia personal dentro
y fuera de la ciudad. El gentilhombre vio la ciudad dividida. Y,
puesto que era concupiscente de dinero —del que tenía necesidad
como transeúnte y peregrino, y del que carecía a pesar de su título
de duque de Atenas—, aceptó algunas insinuaciones de algunos
grandes de Florencia. Éstos, junto con algunos populares impor­
tantes, trataban de continuo de quebrar el régimen del pueblo,
pues querían enseñorearse de él y no dar lo debido a quienes lo
merecían. Al ver que sus compañías estaban debilitadas, de inme­
diato fueron a Santa Croce a aconsejarlo. Día y noche lo impulsa­
ron para que se apoderase de toda la señoría. El duque, por las
razones expuestas y deseoso de poder, comenzó a seguir el malva­
do consejo y a transformarse en cruel y tirano —tal como diremos
en el siguiente capítulo— so pretexto de hacer justicia, para que lo
temieran y al fin constituirse en señor de Florencia.
(G iovanni V illan i , Crónicas..., pp. 85-86.)

109. U n p r o f e s io n a l d e l a g u e r r a e n l a F ra n c ia
DEL SIGLO Xiv: EL «ROUTIER» MERIGOT MARCHÉS
(t 1391)
No hay en el mundo un modo de vivir, ni recreo, oro, plata o
gloria que se puedan comparar con el placer de llevar armas y de
LA BAJA EDAD MEDIA 171
pelear como lo hicimos. ¡Qué alegres estábamos cuando cabalgá­
bamos a la ventura y nos encontrábamos en el campo con un rico
abad, un comerciante, una recua de muías cargadas de paño, pie­
les, especies o sedas! ¡Todo era nuestro o se podía rescatar a nues­
tro antojo! Todos los días teníamos dineros nuevos. Los villanos
de Auvemia y el Limousin nos abastecían abundantemente y nos
traían graciosamente trigo, harina, pan cocido, avena, paja para
los caballos, buenos vinos, bueyes, ovejas, cameros cebados y toda
clase de aves y caza. ¡Estábamos vestidos como reyes y cuando
cabalgábamos todo el país temblaba a nuestro paso! ¡De qué
manera tomamos Carlat yo y el bastardo de Campaigne! ¡Cómo
tomamos Chaluset yo y Perrot el Beamés! ¡Cómo escalamos voso­
tros y yo, sin otra ayuda, el castillo de Mercoeur! Sólo lo ocupé cin­
co días y me pagaron por él cinco mil francos. A fe mía que no
había vida mejor que aquella. Me pesa haber restituido y vendido
Aleuze, porque desde allí uno podía hacerse fuerte contra todo el
mundo y el día en que lo entregué estaba abastecido de tal modo
que hubiera podido sostenerse siete años sin recibir nuevas provi­
siones. ¡Creo que el conde de Armagnac me engañó! Tenían razón
Olim Berbe y Perrot el Beamés cuando me decían que me arrepen­
tida de ello. En verdad, me arrepiento de lo que hice.
Chroniques, lib . IV,
(J ean F r o issa rt , cap. XIV, ed .
Kervyn de Lettenhove, t. 14, p. 164.)

110. L a GUERRA DE SUCESIÓN PORTUGUESA:


LA PESTE Y EL HAMBRE EN EL CERCO DE LISBOA
po r J u a n I d e C astilla (1 3 8 4 )

Sendo a tormenta do Reino tao grande como ouvistes e Lisboa


assim aflita com ondas de tais tempestades, e ainda a comarca de
redor devastada por fogo e outras destruigóes, de modo que todas
as aldeias e quintas que havia em seu termo até Cascais, que era
dali cinco léguas, estavan já deitadas por térra, e mais os lugares
de todo o Ribatejo; além disto, fome continuada e nenhuma certa
esperanza de sua libertagáo; de cada parte se gerava nos morado­
res déla mui pouca confianza de poder escapar, salvo aquela que
em Deus tinham, da maneira que dissemos.
Por sua vez, el rei de Castela, sem embargo da forgosa demos-
tragáo que via da mortandade dos seus, pela qual devera entender
172 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
que nao aprazia a Deus ele ali estar mais, seu firme propósito era
no entanto perseverar até que a tomasse.
E assim os cercados e os cercadores sofiiam duas graves penas por
esperanzas contrárias. Os da cidade esperavan cada dia que el rei levan­
tase muito cedo seu acampamento pela insistencia da grande peste; os
Castelhanos, outrossim, entendiam que os de dentro, constrangidos
pela fome, lhes rogariam com a cidade um acordo honroso. Assim que
uns e outros, mantendo sua opiniao, sofriam os dois maiores danos
que em semelhante feito podiam acontecer, convém a saber uns, aper-
tada fome dos mantimentos de que tinham necessidade; outros, mortal
peste em todas as condigoes de gentes do acampamento.
(F ernáo L o pes ,Crónica de D. Joüo /, 1.a parte,
cap. 150; selección de A. J. S araiva, Lisboa, 1965,
p. 113.)

111. UN GRAN ENCUENTRO ENTRE LOS EJÉRCITOS DE FRANCIA


e I nglaterra ; la batalla d e A zincourt (1415)
El 20, los señores franceses tuvieron noticia que los ingleses
marchaban por la Picardía y que monseñor de Charolais les acosa­
ba tan de cerca que les había cortado el paso. Entonces, todos los
príncipes de Francia, salvo seis o siete, se lanzaron en su persecu­
ción y les dieron alcance en un lugar llamado Azincourt, cerca de
Rousseville. Allí tuvo lugar la batalla el Día de San Crispín y San
Crispiniano. Los franceses fueron derrotados y muertos. Los más
grandes señores de Francia fueron conducidos cautivos. Por de
pronto perecieron en la batalla (y con ellos un buen millar de es­
puelas doradas): el duque de Brabante, el conde de Nevers, her­
manos del duque de Borgoña, el duque de Alengon, el duque de
Bar, el condestable de Francia, Carlos d’Albret, el conde de Marle,
el conde de Roucy, el conde de Salm, el conde de Vaudemont, el
conde de Dammartin, el marqués de Pont. Entre los que fueron
conducidos prisioneros a Inglaterra se encontraban el duque de
Orleáns, el duque de Borbón, el conde de Eu, el conde de Riche-
mont, el duque de Vendóme, el mariscal de Boucicaut, el hijo del
rey de Armenia, el señor de Torcy, el señor de Mouy, monseñor de
Saboya y varios otros caballeros y escuderos de los que no se sabe
el nombre. Nunca desde que Dios nació se había hecho tal cosecha
de prisioneros en Francia ni por los sarracenos ni por otros. Tam­
bién perecieron algunos bailíos que habían conducido al combate a
las gentes de los bailiatos y que fueron pasados por el filo de la
espada, como el baile de Vermandois, el de Macón, el de Sens, el de
LA BAJA EDAD MEDIA 17 3
Senlis, el de Caen, el de Meaux y todas sus gentes. Así se dijo que
aquellos que habían sido hecho prisioneros habían faltado de bon­
dad y de lealtad hacia aquellos que habían muerto en la batalla.
(Recogido en Journal d’un bourgeois de París a la fin
de la Guerre de Cent Ans, edición y selección de
J. T hiella Y, París, Union Général d’Éditions, 10/18,
1963, pp. 34-35.)

11 2 . L a lu c h a d e p a rtid o s e n F ra n c ia
EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XV: UNA CONSPIRACIÓN
CONTRA LOS ARMAGNAC EN PARÍS (1 4 1 6 )
Al comienzo de la Semana Santa, el 13 de abril, algunos bur­
gueses trataron de apoderarse de aquellos que gobernaban París y
tenían la ciudad sometida a una estrecha sujeción. Su proyecto
tenía que haberse materializado el día de Pascua, 19 de abril, pero
fue descubierto, y los Armagnac hicieron encarcelar a sus autores.
El 24 de abril de 1416, Nicolás de Orgemont, hijo del difunto Pedro
de Orgemont, hermano del precedente obispo de París, que era
deán de Tours y canónigo de París, fue conducido al patíbulo, vesti­
do con una gran capa y un chaperón violetas. Delante de él, en una
carreta, se encontraban dos hombres de honor, sentados en dos
tablas y sosteniendo cada uno en la mano una cruz de madera. Uno
era Roberto de Belloi, que había sido escabino de París. El otro era
un hombre de honor conocido en el arte bajo el nombre de Maestro
Regnaut. Se les cortó la cabeza en presencia de Orgemont, que no
tenía más que un pie. Después de la ejecución se le condujo al casti­
llo de San Antonio y cuatro días más tarde fue sermoneado en el
atrio de Notre-Dame y condenado a prisión perpetua, a pan y agua.
Por este mismo complot, tres hombres muy honestos y de gran
renombre fueron decapitados el primer sábado de mayo: el señor
de l’Ours, de la puerta de Baudet, un tintorero llamado Durand de
Bry, y un mercader de latón y alfileres llamado Perquín. El tintore­
ro era jefe de la sesentena de ballesteros de París.
El 7 de mayo se pregonó en París que nadie tuviera la osadía
de provocar reuniones, ni para bodas ni por cualquier otro moti­
vo, sin autorización del preboste de París. En esta época, cuando
se celebraba una boda era obligado, a expensas de los esposos, lle­
var comisarios y sargentos que velasen para que nada se murmu­
rase [...].
(Recogido en Journal..., cit., pp. 37-38.)
174 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
113. La BATALLA DE OLMEDO (1445),
UNA DERROTA DEL BANDO NOBILIARIO EN CASTILLA
El rey de Navarra y el infante se fueron a Olmedo, y el conde
de Benavente tomó el camino de Pedraza, y al almirante que fue
ende preso, óvolo un escudero llamado Pedro de la Carrera, el qual
lo llevó a la torre de Lobaton. Fueron asimesmo presos en la bata­
lla del Príncipe el conde de Castro y don Pedro, su hijo, e Garcisán-
chez de Alvarado e Mosén Alonso de Alarcón. En la batalla del
Condestable fueron presos don Enrique, hermano del Almirante,
e Femando de Quiñones, que murió después de las feridas que
ende ovo; e fueron asimesmo presos Diego de Mendoza, hermano
de Pedro de Mendoza y García de Losada, e Juan Bernal, e Die­
go de Londoño, hijo de Sancho de Londoño, e Rodrigo Dávalos,
nieto del Condestable Don Ruy López Dávalos, e Diego Carrillo,
hijo de Alonso Carrillo. E fueron en la batalla del Condestable pre­
sos los Alférez del Infante y del Almirante Don Fadrique, e fuéron-
les tomados sus estandartes, e asimesmo los del conde de Bena­
vente e de Don Enrique y de Rodrigo Manrique. Fue asimesmo
preso Pedro de Quiñones, el qual se libró en esta guisa; que como
lo llevase un escudero, el le dixo: «Señor, yo voy muy ferido, pído-
vos por merced que me quitéis la celada que me mata»; y el escu­
dero, creyéndolo, diole la espada que llevaba en la mano, que gela
tuviese en tanto que le quitaba la celada, e Pedro de Quiñones,
comenzándole a tirar de la celada, dióle un gran golpe con el espa­
da que en la mano tenía al escudero por la cara, e como el escude­
ro se embarazó de la ferida, Pedro de Quiñones puso espuelas al
caballo, e así se salvó fuyendo. Fueron asimesmo muchos otros
presos en número de doscientos hombres e quedaron en el campo
muertos treinta y siete, aunque ninguno dellos fue hombre de
fación; y créese que de los que allí fueron feridos murieron en
Medina y en Cuéllar más de docientos, e sin dubda, si la noche no
sobreviniera, se hiciera mucho mayor daño.
(F ernán P érez de G uzmán , Crónica del rey Don
Juan II, Madrid, B.A.E., 1953, vol. 68, p. 629.)

114. M alestar e n B a rc elo n a co n tr a e l l u g a r t e n ie n t e


REAL G a LCERÁN DE REQUESENS (1 4 5 1 )
Al honrat senyor n’Anthoni Vinyes, notari e síndich de Barche-
lona, en casa del honorable mossen Amau Fonolleda, prothonotari
del senyor rey e batle general de Cathalunya.
LA BAJA EDAD MEDIA 1 75
Honrat senyor, ja sots ben cert del comoviment popular d’aques-
ta ciutat, del qual en gran part és causa lo honorable mossen Galce-
rán de Raquesens, qui per rahó de son offici devia entendre en uni-
tat e confederació deis habitants en la dita ciutat, e ell ha girat son
studi al contrari afectant que la dita ciutat vingués a destrucció e
ruina. E per tant com los honorables en Thomas Pujada e Pere Puja­
da, qui és patró de la una de les galeas de mercadería del molt alt
nostre rey e senyor, venints del monastir de Pedralbes havien sentit
parlar a dos homens paraules molt dures. E aximateix un hom appe-
llat Pere Johan, scuder nadiu del loch de Inssa de les muntanyes de
Jaqua, estant devant la loge de la mar e parlant duna galiota que la
ciutat ha feta armar contra dues petites galiotes de Massella qui
dampnifiquen la costa e altres fustes d’enemichs del dit senyor, dix
paraules e féu continent de gran conmoció; lo batle d'aquesta ciutat
ha enquerit de les dites coses e més en la presó lo dit Pere Johan, e
ha presa deposició d’ell, lo cual no contrestant ho negas al principi,
aprés lo ha atorgat. E jatsia nosaltres ho hajam denunciat a la sen-
yora reyna, pero encara per noste descarrech e innada fídelitat e
naturalesa havem delliberat que lo dit senyor ne sia informat E per
aquesta rahó vos trametem translat del procés de les dites enquestes
interclús dins la present, pregant-vos affecció que decontinent ne
informéis lo dit senyor e li mostrets les dites enquestes, e com la olla
principal deis dits affers és lo dit mossen Raquesens, qui per rahó de
son offici devia éser bon pastor de les ovelles que lo dit senyor li
havia comenades e ell s es fet lop com a mercennari.
E per 50 supplicarets humilment lo dit senyor que sia de sa
mercé vulle procehir prestament en totes les dites coses pertin-
nentment e deguda, a fi que aquesta sua ciutat sia preservada de
tots sinistres e inconvenientes. E placieus que siats avisat e prove-
chiscats que a importunitat del dit mossen Requesens ni deis
manestrals qui són anats al dit senyor rey ni d’altres qualsevol no
isqués provisió alguna, qui fos contra aquesta ciutat en alguna for­
ma. Més avant vos pregam que ab gran sollicitut entengats en los
affers de qué havets carrech e quens en scrivats sovint, e aximateis
de totes novitats e altres coses que conexerets degats scriure. E
tengue us la santa Trinitat en sa protecció e guarda.
Scrita en Barchelona, a VIII de setembre del any M CCCC LI.
Los consellers de Barcelona a vostre honor apperellats.
(A.H.C. B..LI.CI. 1451-2, fol. 114v-115. Copiado por
C. B a tlle , en La crisis social y económica de Barce­
lona a mediados del siglo XV, Barcelona, C.S.I.C.,
1973, p. 408.)
176 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
Principios de doctrina política en la Europa
bajomedieval
Las peripecias políticas de los siglos xiv y xv y el desgas­
te de la teocracia pontificia constituyeron motivos de refle­
xión para los intelectuales europeos. La secularización del
pensamiento político va dando en estos años pasos decisi­
vos. El <príncipe, de Maquiavelo, resultaría difícilmente
explicable sin tener en cuenta el terreno que le van prepa­
rando sus predecesores.

Bibliografía

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1963.
J. Quillet, La philosophie politique de Marsile de Padoue, París, J. Vrin,
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Madrid, Tecnos, 1968.
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Madrid, Revista de Occidente, 1972.
A. B la c k , El pensamiento político en Europa. 1250-1450, Cambridge Univer-
sity Press, 1996.

11 5 . EL GOBIERNO DE LA REPÚBLICA EN AYALA


Los reyes e los príncipes e los emperadores,
los duques e los condes e los otros señores
govieman las sus tierras con los sus moradores,
que ado moravan giento, fincan tres pobladores...
Este nombre de rey de buen regir desciende
—quien ha buena ventura bien así lo entiende—;
el que bien a su pueblo goviema e defiende,
éste es rey verdadero: tírese el otro dende.
De un padre e de una madre con ellos defendemos,
una naturaleza ellos e nos avernos,
de bivir e morir una ley tenemos,
salvo que obediencia de les tener devemos.
Quiera por su merced Dios bien les ayudar,
que puedan los sus pueblos regir e govemar
LA BAJA EDAD MEDIA 177
con paz e con sosiego, que grant cuenta han de dar
a aquel rey verdadero que la sabrá tomar.
Dios les guarde de guerras e de todo bollicio
puedan bien responder a Dios de su oficio;
mas, ¡mal pecado!, andan todo [s] fuera de quicio:
quien les dize el contrario no entiende qué es servicio.
Dios les dé buen consejo que lo quieran creer,
e puedan en sus tierras justicia mantener;
segunt que lo yo entiendo mucho es menester,
que veo los sus pueblos sospirar e gemer.
(Ayala, Libro rimado del Palacio, M adrid, Clásicos
A lham bra, pp. 132-134,1.1, 1978.)

116. LA NECESIDAD DE UN PODER MONÁRQUICO


[...] tres problemas se plantean a propósito de la Monarquía
temporal, comúnmente llamada Imperio, los cuales me propongo
estudiar en el orden ya establecido y a la luz del principio adopta­
do. El primero es éste: Si la Monarquía temporal es necesaria para
el bien del mundo. Esta proposición, no objetada por fuerza de
razón ni de autoridad puede ser demostrada con sólidos y clarísi­
mos argumentos; ante todo por la autoridad del Filósofo en su
«Política». Afirma éste, con su autoridad venerable, que cuando
varias cosas están ordenadas hacia un fin, conviene que una regule
o gobierne y que las demás sean reguladas y regidas. Lo cual es
creíble no sólo por el nombre glorioso del autor, sino también por
la razón inductiva.
Si consideramos a un hombre, vemos que ocurre esto con él:
que como todas sus fuerzas están ordenadas hacia la felicidad, la
fuerza intelectual obra como reguladora y rectora de todas las
otras, pues, no siendo así, no podría alcanzar dicha felicidad. Si
consideramos un hogar, cuyo fin es preparar el bienestar de todos
sus miembros, conviene igualmente que haya uno que ordene y
rija, llamado padre de familia o alguien que haga sus veces, según
lo enseña el Filósofo: «Toda casa es gobernada por el más viejo.» A
él le corresponde, como dice Homero, dirigir a todos e imponerles
leyes. De lo cual se origina esta maldición proverbial: «Que tengas
un igual en tu casa.» Si consideramos una aldea, cuyo fin es la coo­
peración de las personas y las cosas, conviene que uno sea el regu­
lador de los demás, bien que haya sido impuesto desde fuera, bien
1 78 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
que haya surgido por su propia preeminencia y el consentimiento
de los otros; de lo contrario, no sólo no se alcanza la mutua asis­
tencia, sino que al cabo, cuando varios quieren prevalecer, todo se
corrompe. Si consideramos una ciudad, cuyo fin es vivir bien y
suficientemente, también conviene un gobierno único; y esto no
sólo dentro de la recta política, sino también de la desviada. Pues
cuando ocurre de otro modo, no sólo no se obtiene el fin de la vida
civil, sino que la misma ciudad deja de ser lo que era. Si considera­
mos, por último, un reino particular, cuyo fin es el mismo de la
ciudad, con mayor confianza en su tranquilidad, conviene también
que haya un rey que rija y gobierne, pues de lo contrario, no sólo
dejan los súbditos de obtener sus fines, sino que hasta el mismo
reino perece, según lo afirma la verdad inefable: «Todo reino divi­
dido será desolado.» Si, pues, esto ocurre en todas las cosas que se
ordenan a un fin, es verdad lo que se ha establecido anteriormente.
Ahora bien; es cierto que todo el género humano está ordenado
a un fin, como ya fue demostrado; por consiguiente, conviene que
haya uno que mande o reine; y éste debe ser llamado Monarca o
Emperador. Y así resulta evidente que, para el bien del mundo, es
necesaria la Monarquía, o sea el Imperio.
De la Monarquía, ed. Ernesto Palacio, Bue­
(D a n te ,
nos Aires, Losada, 1966, pp. 41-42.)

117. C ríticas al po d er coercitivo d e la I glesia


Es por lo que, por nuestro presente propósito, es suficiente
mostrar y mostraré en primer lugar que Cristo no ha venido a este
mundo para dominar a los hombres, ni para juzgarlos por juicio
en el tercer sentido de este término, ni a gobernar temporalmente
sino más bien a ser súbdito bajo el estatuto de la vida presente.
Más aún, ha querido en este propósito excluir de tal juicio o
gobierno y que él ha excluido, tanto a sí mismo como a sus apósto­
les y discípulos y, en consecuencia, sus sucesores, obispos y sacer­
dotes de todo gobierno o reino de esta suerte en este mundo, es
decir, gobierno coercitivo, por ejemplo, y también el consejo o pre­
cepto por medio de la palabra. Mostraré también cómo los princi­
pales apóstoles, verdaderamente imitadores de Cristo, hicieron la
misma cosa y enseñaron a sus sucesores a hacer lo mismo; ade­
más, también, tanto Cristo como sus Apóstoles quisieron estar y
estuvieron de manera continuada sometidos en sus bienes y en sus
personas a la jurisdicción coercitiva de los príncipes seculares, y
LA BAJA EDAD MEDIA 179
enseñaron y prescribieron a todos aquellos a quienes habían predi­
cado la ley de la verdad y aquellos a los que habían mandado por
escrito enseñar y hacer lo mismo y prescribirlo bajo pena de con­
denación eterna. Luego redactaré un capítulo sobre el poder o la
autoridad de las llaves dadas por Cristo a sus apóstoles y sus suce­
sores, obispos y sacerdotes, de tal manera que se vea claramente la
naturaleza, la cualidad, la extensión de un poder de este género,
tanto del obispo de Roma como de los otros. En efecto, la ignoran­
cia sobre este punto ha sido hasta el presente, y es todavía actual­
mente, la fuente de numerosas discusiones y controversias conde­
nables entre los fieles cristianos, tal y como hemos tocado en el
primer capítulo de esta parte.
Es por lo que, siguiendo nuestro propósito, queremos mostrar
que Cristo, según su propósito e intención, su palabra o su acción,
se ha querido excluir él mismo y se ha excluido, en efecto, tanto él
como sus apóstoles de toda carga de gobierno o jurisdicción con­
tenciosa, de reino o juicio coercitivo en este mundo. Lo cual apare­
ce en primer lugar de manera indudable en el pasaje XVIII [capítu­
lo] del Evangelio de Juan. Cuando, en efecto, Cristo fue acusado
ante Poncio Pilato, vicario del emperador romano en Judea, de ser
llamado el mismo rey de los judíos, Pilato le preguntó si había
dicho eso, es decir, si había dicho que era rey. Cristo respondió,
entre otras, con las siguientes palabras a la pregunta de Pilato: «Mi
reino no es de este mundo»; es decir; no he venido para reinar en
un reino o gobierno temporal a la manera en que reinan los reyes
de este mundo. Cristo aportó él mismo la prueba evidente cuando
dijo: «Si mi reino hubiese sido de este mundo, mis servidores
hubieran combatido sin duda para que no hubiese sido entregado
a los judíos.» Que era tanto como que Cristo hubiese argumentado
así: Si hubiese venido a este mundo a reinar en un reino mundano
y coercitivo, habría tenido servidores de este reino, es decir, gentes
con quienes combatir y contradecir a los transgresores, como tie­
nen los otros reyes, pero no los tengo, como manifiestamente pue­
des verlo. Sobre esto, la glosa interlinear: Es claro que nadie le
defiende. Y es que Cristo repite una vez más resumiendo: «Ahora
mi reino no está aquí, es decir, el reino que he venido a enseñan»
(M arsilio de P adua , Le défenseur de la Paix, cit.,
pp. 198-199.)
180 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
La lenta extinción del Imperio de Bizancio
La reacción bizantina (1261) qué produjo la expulsión
de los emperadores latinos de Constantinopla no trajo la
recuperación del Imperio de Oriente. Su defensa quedaba
aún a merced de auxilios occidentales que se revelaban en
ocasiones demasiado peligrosos.
Las' guerras civiles entre distintos candidatos al trono y
las querellas religiosas —controversias teológicas, pugna
entre partidarios y enemigos de la reunificación con
Roma— terminarán de minar las fuerzas del Estado en el
momento del irreversible avance turco.

Bibliografía

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1479), Zaragoza, C.S.I.C., 1979.
V. Lossky, Mystical Theologv of the Eastem Church, Londres, Allenson and
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118. A lgunas o peraciones almogávares e n O r iente


(1305)
Pasado esto, y en tanto iban corriendo toda la tierra cada día,
se metió en la cabeza de la compañía ir a saquear la ciudad de
Redristó, donde nuestros mensajeros habían muerto despedazados
y puestos en cuartos en la carnicería; de modo que tal como se les
metió en la cabeza así se hizo. Y fueron allí, y de madrugada toma­
ron la ciudad, y todas cuantas personas se encontraron, hombres,
mujeres y niños, les hicieron lo que ellos habían hecho a los men­
sajeros, que por nadie del mundo quisieron dejar de hacerlo. Y es
cierto que fue una gran crueldad, pero esta venganza tomaron. Y
cuando hubieron hecho esto, fueron a tomar otra ciudad que está
a media legua de aquélla y tiene por nombre Panido. Y cuando
tuvieron estas dos ciudades se les ocurrió instalarse allí con sus
mujeres y sus amigas, excepto yo que me quedé en Gallípolli con
LA BAJA EDAD MEDIA 181
los hombres de mar y cien almogávares y cincuenta hombres de a
caballo. Y así lo hicieron: se alojaron entre Redristó y el Panido,
porque estaban cerca de Constantinopla, a unas sesenta millas.
Cuando la compañía estuvo así asentada, Don Femando Eixi-
menis de Arenós, que se había separado del megaduque en el Atar-
quí por ciertas disputas que tuvo con él, yéndose con el duque de
Atenas, que le recibió con mucho honor, y supo que nosotros éra­
mos victoriosos de nuestros enemigos, como bueno y experto
caballero que era, pensando que nosotros podíamos necesitar de
su compañía, vínose a nosotros desde la Morea en una galera, y se
trajo ochenta hombres entre catalanes y aragoneses.
Todos sentimos gran satisfacción de ello, y celebramos aquel
refresco que nos venía; y tanto les dimos, que tanto él como su com­
pañía tuvieron muy buenas cabalgaduras, y les arreamos de todo lo
necesario, como lo hubiéramos hecho con mil si hubiesen venido.
(M un ta ner , Crónica,
versión castellana de J. F. Vidal
Jové, Madrid, Alianza Editorial, 1970, pp. 450-451.)

119. D isputas religiosas e n C onstantinopla


PROTAGONIZADAS POR EL TEÓLOGO NlCÉFORO GRÉGORAS
(t 1360)
Nicéforo Grégoras no pudo mantenerse quieto ni antes ni des­
pués. Escribió desde el comienzo a los amigos que tenía en Trebi-
sonda, que la Iglesia de Constantinopla había abandonado la sana
doctrina y que había que separarse de ella como de una corrompi­
da. Escribió esto mismo a los amigos que tenía en Chipre, entre
otros a uno llamado Juan Lapita, y no contento con arrastrar a la
gente contra la Iglesia en general, lo hizo por su parte contra sus
ministros en particular, acusándolos de falsos crímenes y falsas
herejías.
Su intolerancia llegó a tales excesos que, al no poder ser disi­
mulada, el emperador y el patriarca, para impedir que se perdiera
él y que perdiese a otros, prohibieron a los monjes del monasterio
del Salvador, donde vivía desde hacía tiempo, dejarle hablar o
escribir a nadie. Pero, a pesar de los obstáculos puestos contra sus
deseos, no dejó de desgarrar a la Iglesia y al emperador en furiosos
escritos.
(C antacuzen O,Histoire, en t. X de Histoire de Cons-
tantinople, París, Éd. Cousin, 1685, pp. 384-385.)
182 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
12 0 . L u c h a s c iv ile s e n B izan cio : l o s P a le ó lo g o
CONTRA LOS CANTACUZENO (HACIA 1 3 5 3 )
Cuando fueron rotos los tratados de paz que habían suscrito
los dos emperadores, Mateo fue al encuentro de su tío el déspota
Manuel, en Bizia y, habiéndose fortificado con sus tropas marchó
hacia Constantinopla. Acampó en un burgo próximo llamado
Metra, sobre la orilla del río Melas. Paleólogo hizo avanzar su
caballería y su infantería hacia el burgo de Athira, que está cerrado
por murallas y que es como un istmo, rodeado de mar. Él mismo
marchó hacia allí en sus galeras. Los dos ejércitos permanecieron
algunos días sin que ninguno de los dos emperadores pudiese obli­
gar al otro a combatir. Paleólogo no creía oportuno exponer a su
infantería a campo abierto contra la caballería, y Mateo no quería
conducir su caballería por caminos estrechos y embarazarse a tra­
vés de ruinas.
Por tanto, retuvieron sus tropas y se enviaron recíprocamente
embajadores para llegar a un acuerdo. Pero, al no lograr condicio­
nes aceptables, Mateo se retiró a Bizia y Paleólogo a Constantino­
pla y buscaron los medios para perjudicarse.
(C a n ta c u z e n o , Histoire, c it., p . 188.)

Los opuestos destinos del Islam en Oriente y Occidente


La iniciativa militar del Islam en Oriente durante la
Baja Edad Media correrá a cargo de los turcos otomanos.
Su labor se orientará tanto a la consolidación de sus bases
de partida en el Asia Menor como a la sistemática ocupa­
ción del espacio balcánico con la eliminación de los distin­
tos poderes locales.
En Occidente, por el contrario, el retroceso del Islam es
irreversible. A la pérdida del valle del Guadalquivir sucede­
rá la del control del Estrecho. Tras siglo y medio de inte­
rrupción, lo que conocemos bajo el nombre de Reconquista
se consumará a principios de 1492.
LA BAJA EDAD MEDIA 183
Bibliografía

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M. A. L a d er o , Castilla y la conquista del reino de Granada, Valladolid, Uni­
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E. M it r e , «De la toma de Algeciras a la campaña de Antequera (Un capítulo
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Hispania, 1972.
S. R u n c im a n , La caída de Constantinopla, Madrid, Espasa Calpe, c o l. Aus­
tral, 1973.

121. LOS TURCOS EN LOS BALCANES: VICTORIA DE KOSOVO


SOBRE LOS SERBIOS (1389)
Orcán, sultán de los turcos, murió en el mismo año y dejó a su
hijo Amurates como sucesor. Se hizo dueño de la mayor parte de
las ciudades de Tracia, puso sitio a Adrianópolis y la sometió a su
obediencia con toda Tesalia, excepto Tesalónica.
Cuando hubo sometido a su autoridad a casi todas las tierras
de los romanos, volvió sus armas contra los serbios, arruinó
muchos de sus burgos y pueblos e hizo gran número de prisione­
ros que envió al Quersoneso. Lázaro, Cral de Serbia, que había
sucedido a su padre Esteban, concentró todas sus fuerzas y se
enfrentó con el tirano. Mató a un gran número de sus hombres y
perdió también un gran número de los suyos.
Un joven serbio, que se destacaba por su valor, corrió hacia el
ejército turco y cuando le prendieron dijo que había venido a
hablar con el sultán para garantizarle el medio de ganar aquella
guerra. Amurates le indicó que se acercase. Él se aproximó y le
hundió su puñal. Inmediatamente fue descuartizado por los guar­
dias. Ante tal contrariedad, los turcos tomaron una decisión tan
prudente como valiente. Tendieron la tienda del sultán en medio
del campo y le ocultaron en ella. Luego fueron a sus filas con un
ardor y furia incomparables. Los serbios, que nada sabían del
sacrificio de su compañero ni de la muerte de Amurates, combatie­
ron muy desganadamente, de manera que Lázaro y los principales
de su nación fueron hechos prisioneros, llevados a la tienda y
sacrificados a los pies de Amurates expirante.
(D ucas, Histoire des empereurs lean, Manuel, lean et
Constantin Paléologues, en t. X de Histoire de Cons-
tantinople, París, Éd. Cousin, pp. 215-216.)
184 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
122. V ísp e ra s d e l a s a lto d e l o s t u r c o s a C o n s ta n tin o p la :
MENSAJES DE CONSTANTINO XI Y MAHOMET II
Cuando el tirano creyó que tenía preparado todo lo necesario
para tomar Constantinopla, envió un mensaje al emperador:
«Todo está listo para el ataque y voy a ejecutar lo que hace mucho
tiempo resolví. La suerte está en manos de Dios, ¿qué queréis
hacer? ¿Queréis salir de la ciudad con los grandes de vuestro Esta­
do y sus bienes y que el pueblo no sea maltratado y que vuestras
gentes y las mías no reciban mal alguno? Si queréis defenderos
hasta el fin, perderéis la vida y los bienes y el pueblo será conduci­
do cautivo y dispersado por toda la tierra.»
El emperador, previo consejo de los suyos, respondió de esta
forma a tal aviso: «Si queréis vivir en paz con nosotros como vues­
tros antepasados lo hicieron con los nuestros, daremos a Dios muy
humildemente las gracias. Vuestros antepasados honraron a los
nuestros como a sus padres. Miraron a Constantinopla como a su
patria y en ella encontraron asilo seguro en sus desgracias. Ningu­
no de los que osó atacarla gozó de larga vida. Poseed pacíficamen­
te las tierras y plazas que nos habéis usurpado contra toda justicia.
Imponednos un tributo tan pesado como os plazca y retiraos en
paz. ¿Qué sabéis si en el momento en que pretendéis tomar la ciu­
dad no vais a ser hecho prisionero? La entrega de la ciudad no
depende de nos ni de sus habitantes. Nuestra común resolución es
no ahorrar nuestras vidas para nuestra defensa.»
(D ucas , Histoire..., cit., pp. 384-385.)

123. T om a d e A lg e c ira s p o r A lfo n s o XI (1344)


[...] mandó el rey llamar ante si el mensagero del Rey de Gra­
nada et díxole: que tenía por bien de tomar la ciubdat de Algecira,
et que el Rey Albohacen de alien mar, et el Rey de Granada que
oviesen tregua con él, et el rey de Granada que fuese su vasallo, e le
diese las parias; et que la tregua que ge la non daría más tiempo de
por diez años. Et sobre esto el mensagero fue al Rey de Granada, et
traxo cartas deste rey su señor en que se tomaba por vasallo del
noble Rey Don Alfonso de Castiella et de León, et que mandaba a
dos Arrayaces suyos, que y venían, que le besasen la mano por él
con su carta de poder complido. Et ellos así lo ficieron. Otrosí
venieron y caballeros del Rey Albohacen de Marruecos con cartas
LA BAJA EDAD MEDIA 185
de aquel Rey, en que les daba poder que otorgasen la tregua por él.
Et traxieron otra carta para los de Algecira, en que les enviaba
mandar el Rey Albohacen que entregasen aquella ciubdat al muy
noble rey don Alfonso. Et esto fue viernes veinte et seis dias del
mes de marzo del año de la era de mili e trescientos et ochenta et
dos años: et andaba el año de la nascencia de nuestro Señor Jesu-
Christo en mili e trescientos et quarenta et quatro años. Et luego
en este día todos los Moros de la villa nueva pasaron a la villa vieja,
et entregaron la villa nueva por mandado del Rey de Castiella a
Don Joan, fijo del Infante Don Manuel, que la toviese por el dicho
señor rey, entretanto que los moros de la ciubdat de Algecira se
iban para Gibraltar.
(Crónica del Rey Don Alfonso el Onceno, de F e rn á n
S án ch ez d e T o v a r [?], Madrid, B.A.E., 1953, vol.
66, p. 389.)

124. E n tr a d a d e l o s R e y e s C a tó lic o s e n G ra n a d a
(1492)
E el Rey e la Reyna, vista la carta e embaxada del rey Baudili,
aderezaron de ir a tomar el Alhambra, y partieron del lugar del
real, lunes dos de enero, con sus huestes, muy ordenadas sus bata­
llas; e llegando cerca de la Alhambra, salió el rey Muley Baudili,
acompañado de muchos caballeros, con las llaves en las manos
encima de un caballo, y quísose apear a besar la mano del Rey y el
rey no se lo consintió descabalgar del caballo, ni le quiso dar la
mano, e el rey moro le besó en el brazo y le dio las llaves, e dijo:
«Toma, Señor, las llaves de tu ciudad, que yo y los que estamos
dentro somos tuyos», y el Rey Don Femando tomó las llaves y dió-
selas a la Reyna, y la Reina se las dio al Príncipe, y el Príncipe se
las dio al conde de Tendilla, al qual, con el duque de Escalona,
Marqués de Villena, e con otros muchos caballeros e con tres mil
de a caballo e dos mil espingarderos, envió entrar en el Alhambra e
se apoderar de ella, e fueron, e entraron, e la tomaron, e se apode­
raron de lo alto y bajo de ella, e fueron e entraron, e mostraron en
la más alta torre primeramente el estandarte de Cristo que fue la
Santa Cruz, que el Rey traía siempre en la santa conquista consigo;
e el Rey e la Reyna e el Príncipe, e toda la hueste se humillaron a la
Santa Cruz e dieron muchas gracias e loores a Nuestro Señor; e los
Arzobispos e clerecía dijeron Te Deum Laudamus... El rey moro
Muley Baudili, con los caballeros mayores de Granada, e con otros
18 6 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
muchos, salieron de la ciudad e se fueron según condiciones del
partido; muchos se fueron allende, y otros a los lugares de los
moros mudéjares, ya ganados, y el Rey Muley Baudili se fue a vivir
y a reinar al Val de Purchena, que es en las tierras que el Rey había
ganado cuando ganó a Vera, que era todo de mudéjares, donde el
Rey le dió señorío e renta en que viviese, e muchos vasallos, e le
alzó la pensión que de antes le debía, y le dio sus rehenes, que
le tenía ¿desque lo soltó sobre rehenes.
(Historia de los Reyes Católicos don Femando y doña
Isabel, del Bachiller B ernáldez , cura de Los Palacios,
ed. Rosell, Madrid, B .A .E., vol. 70, pp. 643-644.)

Los Occidentales fuera de Europa


Desde finales del siglo xi, las Cruzadas habían permitido
a los Occidentales salir de sus estrechas fronteras e iniciar
un tímido proceso de colonización. Su fracaso no fue obs­
táculo para que en los siglos siguientes se reanuden proce­
sos similares. El interior de Asia siguió siendo objeto de
curiosidad y, sobre todo, el Atlántico Sur, en donde compe­
tirían castellanos y portugueses.
Bibliografía

P. C ha u n u , La expansión europea (siglos XIII al XV), Barcelona, Labor, col.


«Nueva Clío», 1972.
M. F er n a n d es C osta , As navegagoes atlánticas no século XV, Lisboa, Biblio­
teca Breve, 1979.
J. R u b io T ovar , Libros españoles de viajes medievales, Madrid, Taurus, 1986.

125. L a visió n d e S amarkanda e n R uy G onzález


DE CLAVIJO ( com ienzos DEL SIGLO XV)
E otrosy esta giudat es muy abastada de muchas mercadurías
que en ella bienen de muchas partes: e de Ruxia e de Tartalia ban
cueros e lientos; e del Catay, paños de seda que son los mejores
que en aquella partida se fazen, señaladamente los zeytunís, que
dizen que son los mejores del mundo e sin labores; e otrosy viene
almizque, que non lo ha en’l mundo salvo en’l Catay; otrosy balaxes
diamante, que los más que son en esta parte partida, de ally vienen;
LA BAJA EDAD MEDIA 18 7
e aljo far e ruybarbo e otras muchas especias; e de las cosas que del
Catay a esta dicha ?iudat vienen, son las mejores e más preciadas
de quantas allí vienen de otras partes. E los del Catay asy lo disen,
que ellos son las gentes más sotiles que en’l mundo ha; e disen que
ellos han dos ojos e que los moros son Riegos e que los francos han
un ojo, e que lievan abantajas en las cosas que fazen a todas las
naciones del mundo. E de la Yndia vienen a esta ?iudat las espe­
cias menudas, que es la mejor suerte dellas, assy como nuezes
moscadas e clavos de girofre e macjis e flor de la canela e gingibre e
ginamom e magna e otras especias que non ban en Alixandria...
(R uy G o n z á le z d e C lavito, Embajada a Tamorlán, ed.
F. L ópez E strada , Madrid, C.S.I.C., 1943, p. 208.)

126. Los R e y e s C a tó lic o s s e d isp o n e n a g a n a r C a n a ria s


PARA LA CORONA DE CASTILLA
A la sazón de que los señores Reyes Católicos compraron a
Diego de Herrera las tres islas de Canaria, Tenerife y La Palma y
que no estaban quietos en sus reinos de Castilla, porque el rey don
Alfonso V de Portugal los perturbaba en ellos diciendo que perte­
necían a su mujer, llamada la excelente señora, como hija del rey
don Enrique IV y no a doña Isabel su hermana, dieron su real pro­
visión a un caballero llamado don Juan Rejón, natural del reino de
León, hombre de mucho valor, prudencia y esfuerzo para que fue­
se a conquistar a Canaria y ganarla, así como a las otras dos islas.
Le dieron por acompañado a don Juan Bermúdez, deán y enviaron
los señores reyes con él a Alonso Jáimez de Sotomayor, criado de
los Reyes Católicos, natural del reino de Aragón, por su alférez
mayor de seiscientos hombres y treinta caballos... También se pre­
gonó por mandato de sus Altezas que todos los caballeros e hidal­
gos ventureros que quisiesen ir a servirles en dicha conquista, se
les darían repartimientos en ellas conforme a su calidad y servi­
cios; lo cual y la gran fama de la fertilidad de la tierra y el deseo de
ganar honra fue la causa de que con el gobernador don Juan Rejón
y con otros que fueron después de él, fuesen muchos caballeros,
hombres principales y nobles mozos a embarcarse, de los cuales se
hará mención y memoria al fin de esta historia.
(Crónica de la conquista de la isla de Gran Canaria
[Crónica lacunense], Ed. El Museo Canario, presen­
tación de P. S c h lu e te r, Las Palmas, 1976, p. 50.)
188 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
12 7 . P r o d u c to s y c u rio s id a d e s a f r ic a n a s lle g a d o s
a P o r tu g a l e n e l s ig lo x v s e g ú n te s tim o n io
DE UN VIAJERO ALEMÁN (HACIA 1 4 9 4 )
Allí [en Évora] fuera de la muralla vimos en la iglesia de San
Blas parte de la piel de una serpiente traída de Guinea de Etiopía,
que era de treinta palmos de longitud y del grosor de un hombre y
que fue matada con flechas de fuego. La desollaron desde el cuello
a la cola, y este trozo de piel está pintado con tan varios y bellos
colores y salpicado como de estrellas y manchas doradas, que causa
admiración. Medía aquella piel veintidós palmos, y aseguraron que
devoraba a dos hombres sujetándolos con las espirales de su cola, y
que luchaba con los elefantes. Lo que yo creo plenamente, porque
Plinio ya hablaba de animales de la India y de Etiopía, y que hoy se
traen como cosa admirable de Etiopía y de las islas adyacentes.
Hay también en Évora un hermoso palacio real y una bellísima
iglesia abovedada... Vimos también un camello joven y hermoso
en el patio del rey, que hizo traer de África, donde abundan...
[El rey Juan II] tiene también gran ingenio para adquirir rique­
zas con el comercio y de otras maneras. Envía a Génova paños de
lana de varios colores, como las alfombras que fabrican en Túnez;
igualmente telas, caballos, mercaderías variadas de Nuremberg,
muchas calderas de cobre, jofainas de latón, paño de grana y ama­
rillo, capas de Inglaterra e Irlanda, y otras infinitas cosas. Tráenle
a él oro, esclavos, pimienta, grana del paraíso, colmillos de elefan­
te sin número, etc.
(J erónim o M ünzer , Viaje por España y Portugal, ed.
R. Alba , El espejo del navegante, Madrid, 1991,
pp. 165-167.)

Europa oriental a fines del Medievo


La expansión de las culturas occidental y bizantina
hacia el mundo eslavo en el Alto y el Pleno Medievo fue
acercando las pautas de conducta de los países de la Euro­
pa central y oriental a las de sus educadores. Al concluir el
Medievo, los estados formados en los Balcanes fueron vícti­
mas de la expansión otomana. Otros países, eslavos o no
(Polonia, Hungría, el principado de Moscú) tomarán el rele­
vo como frontera.
LA BAJA EDAD MEDIA 189
Bibliografía

H. B og dan , Histoire de la Hongrie, París, P.U.F., col. «Que sais-je?», 1966.


D. C h iz h e v s k y , Historia del espíritu ruso. La Santa Rusia, Madrid, Alianza
Editorial, 1967.
C. G o e h r k e , M. H ellm a n n , R. L o r en z y P. S c h e ib e r t , Rusia, Madrid, Histo­
ria Universal Siglo XXI, 1972.
J. M a c ek , L’Europa orientale nei secoli XIV e XV, Florencia, Sansoni Scuola
Aperta, 1974.

128. F undació n d e la U niversidad d e P raga


POR EL EMPERADOR CARLOS IV (1347)
El rey deseaba que la universidad de Praga fuese organizada en
todo como la de París... De ahí que el rey de Romanos y rey de
Bohemia [Carlos], celador y fundador de esta universidad, confír­
mase por una bula de oro todos los privilegios y libertades otorga­
dos a los estudiantes.
Sucedió así que la universidad de Praga no tenía paralelo con
ninguna de las otras universidades de Alemania. Vinieron a ella
gentes de otros países: de Inglaterra, Francia, Lombardía, Hun­
gría, Polonia y de todas las tierras vecinas. Había allí hijos de
nobles y prelados de todas las iglesias. La ciudad de Praga fue, así,
famosa hasta en los más lejanos países. El coste de la vida se elevó
algo a causa de la afluencia y del considerable número de estu­
diantes extranjeros.
Viendo los satisfactorios progresos de esta universidad, el rey
Carlos asignó a los escolares las casas de los judíos e instaló en
ellas un colegio de maestros encargados de leer y disputar. Creó
también una biblioteca a la que entregó abundantes libros para el
estudio...
(Benessius de W eit m il : Crónica IV, en Monumenta
historia Bohemicae. Ed. Gindely, Praga, 1864-
1890, II. Recogido por Calmette: Textes..., p. 317.)

129. Los POLACOS DERROTAN A LOS CABALLEROS


TEUTÓNICOS EN TANNENBERG (1410)
Aplastados los carros teutónicos, el ejército real avanzó hacia
la colina en la que se encontraba el campamento enemigo. Varios
de sus escuadrones habían sido puestos en fuga. Las armaduras de
190 TEXTOS Y DOCUMENTOS DE ÉPOCA MEDIEVAL
los guerreros brillaban con la reverberación del sol. Preparado
para proseguir la persecución, el ejército real se arrojó sobre los
adversarios. Después de vencer a un pequeño número que había
osado resistir, empujó al resto de las fuerzas sin infligirlas daño
alguno siguiendo las instrucciones del rey a los soldados de no
hacer uso de las espadas. Con una señal, Ladislao, rey de Polonia,
ordenó a sus tropas perseguir al enemigo en fuga, pero abstenién­
dose de causar una carnicería. La persecución duró varias millas
aún. Un pequeño número de huidos escaparon, pero la mayoría
fueron hechos prisioneros, conducidos al campamento y tratados
con clemencia por los vencedores. A la mañana siguiente se entre­
garon al Rey. Muchos se ahogaron en un estanque distante dos
millas del lugar del combate, a causa de la confusión y de la pre­
sión que se ejercía sobre ellos.
La persecución cesó con la caída de la noche. En este combate
encontraron la muerte cincuenta mil enemigos y cuarenta mil fue­
ron hechos prisioneros. Fueron capturados cincuenta y un estan­
dartes. Los vencedores se enriquecieron con los despojos del ene­
migo. Aunque cuesta trabajo creer las cifras de muertos, hay un
medio de confirmarlas: a lo largo de algunas millas, el camino esta­
ba cubierto de muertos. La tierra estaba impregnada con su sangre
y el aire se cubría con los gritos y lamentos de los moribundos.
(Joannis Dlugossii seu Longini canonici Cracoviensis
Historiae Polanicae libri XI, t. 13, pp. 62-63, ed.
A. Przedsiecki, Cracovia, 1873. Reproducido por
J. G len isso n y J. Day, Textes et documents..., pp. 178-
183 y por E. M itre en «La guerra en la Edad
Media», Cuadernos de Historia-16, núm. 266, p. VI.)

130. MOSCÚ COMO TERCERA ROMA SEGÚN EL MONJE


FlLOTEOS DE PSKOV (HACIA 1524)
Desearía decir algunas palabras más sobre el imperio ortodoxo
existente de nuestro dominador; él es en la tierra el único Zar de
los cristianos, el caudillo de la Iglesia apostólica, que en lugar
de estar en Roma y en Constantinopla, está en la bendita ciudad de
Moscú. Ella sola brilla sobre todo el mundo más clara que el sol.
Pues sábelo tú, piadoso: todos los reinos cristianos han pasado y
en lugar de todos ellos está el reino de nuestro dominador, según
los libros proféticos; éste es el imperio ruso. Pues dos Romas han
caído, pero la tercera está en pie y no habrá cuarta...
LA BAJA EDAD MEDIA 191
La mujer [del Apocalipsis] huyó a la nueva Roma que es la ciu­
dad de Constantino. Pero tampoco allí encontró descanso alguno,
pues en el octavo concilio se habían unido a los latinos; la Iglesia
de Constantinopla fue destruida. Pero la mujer huyó a la tercera
Roma, que es la nueva y grande Rusia...
(V. M a lin in , Starec Eleazarova monastyja Filofej i ego
poslanija, Kiev, 1901, apéndices 45, 62 y ss. Pasajes
transcritos por W. L etten ba u e r , Moscú la tercera
Roma, Madrid, Taurus, 1963, pp. 45-46.)
ÍNDICE
Presentación.................................................................................. 7
I n t r o d u c c i ó n . Normas generales para el comentario de tex­
tos de la Edad Media............................................................ 11

1. LA TRANSICIÓN AL MEDIEVO
(SIGLOS VAL VIII)

Introducción ................................................................... 29
Modelo de texto analizado y comentado...................... 31
1. Ley de «hospitalidad» de Arcadio-Honorio (398) . . . 37
2. Saqueo de Roma por Alarico (410): visión de San
Agustín.............................................................................. 38
3. Composición de los bárbaros en la llamada batalla
de los Campos Cataláunicos (451).......................... 38
4. Reparto de Inglaterra entre anglos, jutos y sajones . 39
5. Reparto de la Galia en el 561 ........................................ 40
6. La conversión de Recaredo (586-589)......................... 41
7. El historiador Procopio hace el elogio del rey de los
ostrogodos Teodorico (487-526) ................................ 41
8 . El estado de las personas en el derecho justinianeo . 42
ÍNDICE
Destruido el reino vándalo, Belisario hace su entra­
da triunfal en Constantinopla (534)............................ 43
Ruptura del monarca persa Cosroes con Justiniano
(540).................................................................................. 44
Definiciones cristológicas del concilio de Calcedo­
nia contra la herejía monofisita (451)........................ 45
El enfrentamiento de las dos ciudades ...................... 46
División isidoriana de la filosofía................................ 47
Introducción a la «Regula Benedicti» (hacia el 529) 47
Carta del Papa Gelasio al emperador Anastasio I
(494).............................. ...........................................!. . . 48
San Martín de Braga (hacia el 572) lucha por erradi­
car los resabios de paganismo de las poblaciones
hispánicas ....................................................................... 49
Dios en el Corán ............................................................ 50
Gestación de la guerra santa en el Corán ................. 51
Irrupción musulmana en España (711) y fin del rei­
no visigodo según una crónica de fines del siglo ix . 51
El mayordomo de Austrasia (Austria en el texto)
Carlos Martel vence a los musulmanes en el camino
entre Tours y Poitiers (732) ......................................... 51

2. LA ALTA EDAD MEDIA


(SIGLOS VIII AL XI)

Introducción ................................................................... 55
Modelo de texto analizado y com entado...................... 57
Los musulmanes, rechazados de Constantinopla en
el 677 ................................................................................ 64
Disposiciones iconoclastas de Constantino V (740-
775) .................................................................................. 64
ÍNDICE 197
23. Evangelización de los eslavos........................................ 65
24. La coronación imperial del 800 .................................... 66
25. El tratado de Verdún (843)............................................ 67
26. Capitular de Quierzy (87 7 )............................................ 67
27. Explotación de una villa carolingia: sus instalacio­
nes y deberes de los campesinos hacia el señor . . . . 68
28. Instrucciones de Carlomagno para mantener una in­
dustria doméstica en el marco de las villas (hacia
el 800) .............................................................................. 70
29. Relaciones de fidelidad monarquía-alta nobleza en
época carolingia ............................................................. 70
30. Los hombres libres en la Europa carolingia (808) y
sus obligaciones militares ........................................... 71
31. Una agresión normanda durante el reinado de Ordo-
ño I de Asturias (850-866) ........................................... 72
32. Victoria de los anglosajones en Brunanburh sobre
los normandos noruegos asentados en Dublín (937) 72
33. Una incursión húngara en el 924 sobre el norte de
Italia y el sudeste de la Galia ....................................... 73
34. Las inquietudes intelectuales de Carlomagno............ 74
35. Dios —causa de todo amor— punto de arranque y
de retomo de todos los movimientos amatorios, se­
gún Escoto Eriúgena (hacia el 865)............................ 74
36. Bautismo de Haroldo, rey de los daneses, en el 826
(palabras que el rey dirigió a Luis el Piadoso) ......... 75
37. Fundación de Bagdad por Mansur (762).................... 76
38. La repoblación del Valle del Duero ............................. 77
39. Los inicios de la Reconquista en Cataluña ................ 77
40. Retrato de Abd al-Rahman III, primer califa de Cór­
doba (912-961) ............................................................... 78
41. Los fatimíes conquistan el norte de África ................ 79
198 ÍNDICE
42. El caudillo cordobés Almanzor (f 1002) según un
texto árabe de fines del siglo x n ................................... 80

3. LA PLENITUD DEL MEDIEVO


(SIGLOS XI AL XIV)

Introducción ................................................................... 85
Modelo de texto analizado y comentado ...................... 88
43. «Dictatus Papae» (1075)............................................... 95
44. Reconocimiento de la autoridad imperial de Federi­
co I (1 de agosto de 1155)............................................. 96
45. El Primado Romano según Inocencio III (1198-
1216) ................................................................................ 97
46. Bula de Inocencio IV «Eger cui levia» (1245) contra
Federico I I ....................................................................... 97
47. Luis VI de Francia (1108-1137) se enfrenta en los
últimos años de su vida con los nobles franceses, apo­
yados por el rey de Inglaterra ..................................... 99
48. La Carta Magna (1215)................................................. 100
49. San Luis (1226-1270) reforma el prebostazgo de
París.................................................................................. 101
50. Hacia la unión catalanoaragonesa (1174)................. 102
51. Femando III une los reinos de Castilla y León (1230-
1233) ................................................................................ 103
52. Naturaleza del Rey en Las Partidas ............................ 103
53. La cruzada en el Concilio de Clemiont: la llamada
de Urbano II (1095) ...................................................... 105
54. Los estados latinos en Tierra Santa............................ 105
55. Discrepancias entre los reyes cristianos en la III Cru­
zada .................................................................................. 106
ÍNDICE 19 9
56. Conquista del norte de África por los almorávides
(mediados del x i)............................................................ 107
57. Operaciones militares de Alfonso VI previas a la
ocupación de Toledo (1085)......................................... 108
58. Conquistas del primer rey de Portugal Alfonso Hen-
riques (1128-1185) ........................................................ 109
59. Capitulación de Valencia (1238)................................... 110
60. Conquista de Sevilla por Femando III (1248)............ 110
61. Alejo Comneno devuelve el orden al Imperio tras ac­
ceder al trono (1081)...................................................... 111
62. La pentarquía como estructura ideal de la Iglesia . . 112
63. Las ferias de Tesalónica en el siglo xn, un recuerdo
del viejo esplendor económico bizantino ................. 113
64. El Imperio de Bizancio en manos de los occidenta­
les (1204) .......................................................................... 114
65. La sociedad feudal como sociedad trifuncional . . . . 115
66. Un contrato de vasallaje bajo el feudalismo clásico . 116
67. Jerarquía feudal y espíritu caballeresco en Ramón
Llull (1235-1315)............................................................ 116
68. El régimen dominical en Inglaterra a fines del si­
glo XI, a través del Domesday Book ............................ 117
69. Colonización alemana y fundación de Lübeck (ha­
cia el 1143) ..................................................................... 118
70. Repartimiento de Murcia: 3.a y 4.a particiones, entre
1266-1272 ....................................................................... 119
71. El monasterio de Santa María de Oya autorizado a
poseer unas casas en la villa de La Guardia para al­
macenar pan, vino y sal (1283) ................................... 120
72. Carta de privilegio de la Comuna de Dreux (1180) .. 122
73. Encomienda mercantil para un viajero determinado 122
74. Justificación del mercader en el siglo x ii i ................... 122
200 ÍNDICE
75. Reglamentación gremial del trabajo en P arís............ 123
76. Confirmación de los privilegios e inmunidades de la
abadía de Cluny por el Papa Juan XIX (1025-1032) . 124
77. Estatutos déla Orden del Císter (1134)....................... 125
78. Carta del arzobispo de Narbona a Pedro II de Ara­
gón, , apercibiéndole para que no ayude a los albi-
genses (enero de 1213).................................................. 126
79. Una novedad en el gobierno de las órdenes religio­
sas: el Capítulo provincial en los dom inicos............. 127
80. La pobreza absoluta en la Primera Regla de San
Francisco (1215)............................................................. 128
81. El aristotelismo por la vía de los filósofos árabes: la
intervención de los cuerpos celestes en la forma­
ción de los cuerpos de partes homogéneas, siguien­
do el orden de emanación de los distintos motores,
en la visión de Averroes (1126-1198).......................... 130
82. La buena intención como causa de la bondad de
los actos según Pedro Abelardo (1079-1142)............. 131
83. Razón y revelación en Santo Tomás (1225-1274) . . . 131
84. Las universidades, en las Partidas............................... 132
85. Obligatoriedad anual de los sacramentos de la pe­
nitencia y comunión en el IV Concilio de Letrán
(1215)................................................................................ 134
86. Visión de las peregrinaciones en Dante (hacia 1300) 134
87. Invocaciones a Santo Domingo de Silos contra los
males espirituales y materiales por parte de Gonza­
lo de Berceo (fines del x ii a mediados del x i i i ) ......... 135
88. Una visión popular del más allá: el purgatorio se­
gún texto de fines del x i i i .............................................. 137
ÍNDICE 201
4. LA BAJA EDAD MEDIA
(SIGLOS XIV Y XV)

Introducción ................................................................... 141


Modelo de texto analizado y comentado ...................... 144
89. La peste en Florencia, en 1348 .................................... 151
90. Un modelo de revuelta campesina: la «jacquerie»
(1358)................................................................................ 152
91. Agitación social en Castilla bajo Enrique I V ............ 153
92. Quiebras financieras en Florencia, en 1345 ............ 154
93. Ordenamientos monetarios de las Cortes de Brivies-
ca de 1387 ....................................................................... 155
94. Pugna entre genoveses y venecianos en el mar Ne­
gro .................................................................................... 155
95. Tregua entre la Hansa y Castilla suscrita en 1443
para zanjar el conflicto en que se encontraban las
dos potencias desde 1419............................................. 156
96. Bula «Unam Sanctam» de Bonifacio VIII (1302) . . . 158
97. Actitud de un monarca ante el cisma: carta de Juan I
de Castilla ordenando reconocer a Clemente VII
como legítimo Papa en todos sus reinos (1381) . . . . 158
98. El concilio universal como autoridad suprema........ 160
99. Pogroms de 1391............................................................ 161
100. Las virtudes de la predicación según un sermón de
San Vicente Ferrer (1350-1419)................................... 161
101. Los cuatro artículos husitas de Praga (1420) .......... 162
102. Sátira contra el estamento eclesiástico ..................... 163
103. Una visión del sentido universal de la muerte a fines
del Medievo..................................................................... 164
104. La distinción de las ciencias en Guillermo de Occam
(1290-1348)..................................................................... 166
ÍNDICE
Incomprensibilidad de la verdad exacta según Nico­
lás de Cusa (1400-1461) ................................................ 166
El hombre como centro del mundo y modelador de
su propia personalidad, según Pico de la Mirando-
la (hacia 1486)................................................................. 168
La renuncia de sí mismo según el asceta Tomás de
Kempis (1380-1471) ...................................................... 168
Hacia la pérdida de las libertades comunales: Gual­
terio de Brienne, tirano de Florencia en 1342 ........... 170
Un profesional de la guerra en la Francia del si­
glo xiv: el «routier» Merigot Marchés (f 1391)......... 170
La guerra de sucesión portuguesa: la peste y el ham­
bre en el cerco de Lisboa por Juan I de Castilla
(1384)................................................................................ 171
Un gran encuentro entre los ejércitos de Francia e
Inglaterra: la batalla de Azincourt (1415)................. 172
La lucha de partidos en Francia en la primera mitad
del siglo xv: una conspiración contra los Armagnac
en París (1416) ............................................................... 173
La batalla de Olmedo (1445), una derrota del bando
nobiliario en Castilla...................................................... 174
Malestar en Barcelona contra el lugarteniente real
Galcerán de Requesens (1451)..................................... 174
El gobierno de la república en Ayala.......................... 176
La necesidad de un poder monárquico ...................... 177
Críticas al poder coercitivo de la Iglesia .................... 178
Algunas operaciones almogávares en Oriente (1305) 180
Disputas religiosas en Constantinopla protagoniza­
das por el teólogo Nicéforo Grégoras (t 1 36 0 )......... 181
Luchas civiles en Bizancio: los Paleólogo contra los
Cantacuzeno (hacia 1353) ............................................ 182
ÍNDICE 203
121. Los turcos en los Balcanes: victoria de Kosovo so­
bre los serbios (1389) .................................................... 183
122. Vísperas del asalto de los turcos a Constantinopla:
mensajes de Constantino XI y Mahomet I I ............... 184
123. Toma de Algeciras por Alfonso XI (1344) .................. 184
124. Entrada de los Reyes Católicos en Granada (1492) . 185
125. La visión de Samarkanda en Ruy González de Clavi-
jo (comienzos del siglo x v )........................................... 186
126. Los Reyes Católicos se disponen a ganar Canarias
para la corona de Castilla............................................. 187
127. Productos y curiosidades africanas llegados a Portu­
gal en el siglo xv según testimonio de un viajero ale­
mán (hacia 1494) .......................................................... 188
128. Fundación de la Universidad de Praga por el empe­
rador Carlos IV (1347) .................................................. 189
129. Los polacos derrotan a los caballeros teutónicos en
Tannenberg (1410) ........................................................ 189
130. Moscú como tercera Roma según el monje Filoteos
de Pskov (hacia 1524).................................................... 190
Impreso en el mes de septiembre de 1998
en HUROPE, S. L.
Lima, 3 bis
08030 Barcelona

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