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0. Introducción
Las decisiones locacionales, mediante las cuales se elige un lugar determinado para
instalar una empresa, generan una distribución espacial de las actividades económicas,
que pueden estar concentradas en algunos puntos o dispersas por todo un territorio.
Estas decisiones pueden obedecer a ciertas regularidades o ser totalmente aleatorias. La
teoría tradicional de la localización ha tenido un enfoque incompleto ante el problema
de explicar los patrones de localización y los factores que los determinan, muchas veces
sin siquiera hacer explícitos los mecanismos microeconómicos que inducen a las
empresas y a los consumidores a ubicarse los unos cerca de los otros.
Para que la teoría de la localización tenga sentido, es necesario alejarse del enfoque de
rendimientos constantes a escala y mercados competitivos, ya que la introducción del
espacio limita la competencia. La propia localización se constituye como una barrera a
la entrada y proporciona un cierto poder de mercado a las empresas ahí ubicadas. Los
rendimientos crecientes son fundamentales para explicar la concentración territorial de
la producción. Si nos enfrentáramos a rendimientos no crecientes, sería deseable para
cada empresa distribuir sus actividades entre todas las áreas de consumo posible, en
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donde el nivel de producción sería el que satisface la demanda local. Los costes de
transporte se ahorrarían y cada mercado sería una autarquía. Sin embargo, las ciudades
son la evidencia más convincente de la magnitud de las externalidades en las economías
reales. La concentración espacial provee a las empresas de una serie de beneficios que
generan un tipo especial de economías externas: las economías de aglomeración, por
medio de las cuales se reducen los costes locales de producción . Dichas economías se
derivan del aglutinamiento territorial de las actividades económicas. En el territorio, las
economías son internas, pero a nivel de la empresa individual, las economías son
externas. Existen, además, otro tipo de efectos externos, o externalidades, que afectan
las decisiones locacionales: las externalidades tecnológicas (o no pecuniarias) que se
refieren a las ventajas que disfrutan las empresas de la capacidad innovadora de otras
geográficamente próximas.
3
Este proceso genera, asimismo, una dinámica industrial capaz de atraer actividades
complementarias y de generar servicios especializados, así como de fomentar la
innovación tecnológica. Este nuevo enfoque recupera la tradición de Marshall sobre las
economías externas a la empresa pero internas al territorio, lo que permitía, según el
propio Marshall, mantener el supuesto de competencia perfecta.
Si suponemos que las economías externas tienen una limitación geográfica que favorece
la aglomeración, debemos suponer también la imposibilidad de que dichas economías
sean trasladadas de un lugar a otro, lo que hace que las regiones se diferencien unas de
otras. Por lo tanto, dichas economías están circunscritas por ciertas barreras territoriales.
Sin embargo, los procesos de integración económica modifican, debido a la alteración
de los mecanismos de atracción y repulsión, el espacio económico en consideración. La
ampliación de dicho espacio o la adición de nuevas unidades territoriales con otro tipo
de fuerzas, alteran el equilibrio espacial y tienden a modificar la estructura de regiones
particulares, en la búsqueda de una organización espacial general más eficiente.
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En el segundo apartado se presentan las bases teóricas que han impulsado este nuevo
paradigma y se ofrece una revisión de la literatura, tanto teórica como empírica, sobre el
papel de las economías externas en la determinación de las pautas de localización,
destacando de manera particular los determinantes de la localización, asociados bajo
este enfoque con los mecanismos por los que se generan las economías externas. El
siguiente apartado, el tercero, hace referencia a la influencia que sobre la localización,
pueden tener los procesos de integración económica. Se discute la importancia renovada
que temas como el desarrollo desigual y el patrón centro-periferia tienen hoy en el seno
de la economía regional. (…)
El propio A. Smith (1776) le dio una gran importancia a los costes de transporte. Para
él, la división del trabajo estaba estrechamente ligada al nivel de población y a la
extensión del mercado que, a su vez, depende de las rutas de transporte y de las
dificultades para trasladar los productos de un lugar a otro. El valor (y no el precio) de
los bienes varía, según Smith, en relación a las diferencias espaciales en los elementos
que inciden en el coste de producción (salarios, beneficios y rentas pagados a los
factores productivos). Sin embargo, Ricardo (1817) reduciría las diferencias espaciales
de precios a diferencias en la fertilidad de los suelos y englobaría los costes de
1
Esta sección es de carácter descriptivo y, por consiguiente, no exhaustiva. Se intenta solamente
proporcionar una visión general del enfoque de la localización a través del tiempo. Para una revisión
completa sobre éste tema, véase Ponsard (1983).
5
transporte en el coste total por lo que a partir de entonces, el análisis económico clásico
marginaría la dimensión espacial de la teoría económica. El distanciamiento teórico
entre Ricardo y von Thünen es el origen de la separación entre la tradición clásica y la
teoría de la localización.
De todos los economistas clásicos ortodoxos, sólo Marshall percibió algunos aspectos
del problema espacial. En los “Principios de Economía Política” apunta la posibilidad
de estimar en términos monetarios las ventajas de una localización y la relación entre
coste de transporte y la distancia del centro de producción al mercado. En “Industry and
Trade”2 enlaza la teoría económica con el análisis locacional a partir del concepto de
economías externas. Este concepto llamó la atención de los economistas, aunque
finalmente fue reducido a una “curiosidad analítica” durante largo tiempo. En la
actualidad, como veremos más adelante, ha pasado a primer plano en áreas tan
importantes como el comercio internacional y las nuevas teorías del crecimiento. Hasta
1950, las aportaciones teóricas fundamentales en economía espacial fueron casi en su
totalidad exclusivas de la escuela alemana. La posición dominante de Inglaterra,
primero, y Estados Unidos después, parecen haber obviado tales aportaciones. La
vertiente anglosajona en el análisis de la localización se concentraba exclusivamente en
descripciones empíricas y la simple enumeración de los factores que incidían en los
patrones de localización.
6
transporte es proporcional al peso de cada producto y a la distancia entre el centro de
producción y el mercado lo que determina los precios relativos locales de cada producto
que generan, a su vez, una serie de categorías de rentas de la tierra.
LR = Y ( m − c) − Ytd
donde
LR - renta por unidad de tierra
Y - producto por unidad de tierra
m - precio de mercado del bien
c - coste de producción por unidad producida
t - coste de transporte por unidad de distancia
d- distancia del mercado
La figura 2 muestra las curvas de renta para diferentes productos que están en relación
decreciente con la distancia. A cada distancia, se producirá el bien que tiene la más alta
renta esperada. Cuando las líneas se intersectan se producen los círculos concéntricos.
7
A
C a
b
E
c
d
Figura 1. Figura 2.
Supóngase que un bien agrícola se vende en una ciudad en el centro de una planicie al
precio de mercado P. La producción tiene lugar en dicho territorio cuya principal
característica es la uniformidad de su fertilidad. Los costes de transporte ascienden a ts
por unidad de medida, siendo s la distancia entre el lugar de producción y el mercado. El
precio del productor, p, disminuye a mayor distancia del mercado (p=P-ts, ver figura 3).
El output por unidad de tierra depende de la cantidad de trabajo por unidad de tierra de
acuerdo con q = q( a ) .
8
p
P
Mercado de trabajo t
pq'(a)=w
Precio de productor
q'(a) s
Renta salarios
Distribucion
Figura 3.
La estática comparativa del modelo de von Thünen muestra que menores costes de
transporte y rendimientos decrecientes tienden a incrementar la distancia de la ciudad a
los centros de producción. El modelo básico puede extenderse hacia múltiples
direcciones. Por ejemplo, si las cantidades requeridas están dadas, es posible determinar
los precios de mercado. Asimismo, dado que los trabajadores agrícolas no se enfrentan a
los precios de mercado (su demanda esta distribuida por todo el espacio y no
concentrada en la ciudad), los salarios no serán uniformes. A pesar de la profundidad del
análisis de von Thünen, su planteamiento es de carácter parcial, ya que no logra
determinar un equilibrio general espacial.
p( q ) = w + rq
El ahorro se define como el excedente del salario sobre un nivel mínimo de subsistencia,
a. La economía crece en función del número de nuevos productores (granjas) en el
margen del territorio. Con un tipo de interés ( p − w ) / wq , los rendimientos del ahorro
son
9
p − w
R= (w − a)
wq
y Thünen maximiza R para obtener su salario natural, bajo el supuesto de que q (y por lo
tanto p) están dados. Igualando ∂R / ∂w = 0 , el salario natural se determina fácilmente
como la media geométrica de p y a, es decir w = pa .
El supuesto central de la teoría del coste mínimo es que la empresa individual sabe, al
escoger donde instalarse, el monto de demanda que puede cubrir y a que precios.
Entonces, la localización óptima es aquella que minimiza los costes totales, incluidos
los de producción y transporte.
5
Resulta sorprendente que, solamente unos años después de la publicación de la obra clásica de Ricardo,
surgiese la primera teoría formal de la localización, curiosamente a partir de los elementos que Ricardo
menospreciara en su análisis.
6
Dado que el caso que nos ocupa se reduce a la localización manufacturera o industrial, remitimos al
apéndice 1 un tratamiento detallado del modelo de von Thünen.
10
para el desarrollo de la teoría del coste mínimo, por un lado, y a la de la
interdependencia locacional, por otro.
7
También conocido como triángulo de Weber.
8
Weber define las isodápanas críticas como aquellas cuyo valor es igual al ahorro en el coste de la mano
de obra disponible en la localización. Esto se explica con mayor claridad en el siguiente apartado.
9
Algunos años antes que Weber, Launhardt propuso un modelo semejante cuyas conclusiones eran
análogas, por lo que los modelos que buscan determinar el punto que minimiza los costes de transporte se
denominan usualmente en la literatura como modelos de Launhardt-Weber.
11
La lógica de Weber se entiende de la siguiente manera: dados los puntos de consumo y
de obtención de materias primas, se busca encontrar el punto en el que se localizará la
unidad de producción que minimice los costes de transporte. Una vez encontrada dicha
localización, la existencia de lugares en donde el factor trabajo resulte más barato o que
posean ventajas de aglomeración, entonces la localización óptima puede modificarse.
Asimismo, Weber distingue entre materias primas ubicuas y localizadas. Las primeras,
al poder ser obtenidas en cualquier punto del espacio en consideración, solo afectan al
peso de los bienes finales, por lo que refuerzan la atracción del centro de consumo. Las
localizadas las separa en puras y divisibles, éstas últimas pierden peso en el proceso
productivo, por lo que refuerzan la atracción de las fuentes de aprovisionamiento. La
combinación de todos los elementos anteriormente citados determina el peso locacional
de cada empresa. Weber define el índice material como
que mide el peso unitario total y que determina la orientación del lugar de producción.
En función de si el índice es mayor o menor a 1, la mayor atracción vendrá de la fuente
de aprovisionamiento de materias primas o del mercado, respectivamente.
M M
a) b)
Figura 4.
12
Una vez determinado el sitio que minimiza los costes de transporte, Weber analiza
cómo, de existir un sitio cercano al lugar de producción caracterizado por costes
laborales bajos, podría modificarse la localización óptima de una empresa. Lo anterior
solo ocurre si el ahorro en el coste de la mano de obra es mayor al coste de transporte
adicional que tendría que pagar la empresa por ubicarse en dicho sitio. Para tal efecto,
Weber introduce el concepto de isodápana, que no es más que un radio derivado a partir
del punto de mínimo coste que contiene en el círculo que forma todo el espacio para el
que el coste de transporte es el mismo, independientemente de la dirección que se tome,
como se muestra en la figura 5.
60
40 50
10 20 30
Figura 5.
Aquella isodápana que tiene el mismo valor que el ahorro en el coste de la mano de obra
se denomina isodápana crítica. Si el punto con ventajas en el coste de la mano de obra se
encuentra dentro de la isodápana crítica, resultara más ventajoso para la empresa
ubicarse en el lugar de bajo coste laboral y viceversa. Este posible cambio en la
localización puede acarrear otro tipo de complicaciones, pues al cambiar de
localización, fuentes de aprovisionamiento de materias primas previamente descartadas
por encontrarse demasiado lejos, pueden encontrarse más cerca del lugar de bajo coste
laboral, por lo que la figura locacional variará, como se muestra en la figura 6.
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trabajo de una cierta cantidad, digamos cinco mil pesetas. Dado que L1 esta más cerca de
P1 que la isodápana que marca las cinco mil pesetas, un movimiento de la unidad de
producción de P1 a L1 provocará una reducción en los costes totales. El punto D que
originalmente no era considerado por la unidad de producción como fuente de materias
primas, ahora puede incluso ser considerado, haciendo que el triángulo locacional
cambie a ACD.
L2
L1
Isodápana crítica
P1
P2
B D
C
Figura 6.
Otro factor que puede alterar la localización óptima de una empresa es la tendencia a la
aglomeración. Si varias empresas deducen que pueden obtener algún ahorro, por
ejemplo en el coste de producción, si se localizan juntas, buscarán de localizarse en
aquel punto en que el ahorro sea superior al coste de transporte adicional que habrían de
pagar. Existe aglomeración en el sentido de Weber si las isodápanas críticas de dichas
empresas se intersectan.
Figura 7.
14
El problema de Weber ha sido analizado formalmente y aquí presentamos una
generalización de dicho modelo. Suponemos un espacio continuo (E), en el sentido de
que dada la métrica retenida, generalmente euclídea pues se trabaja en un espacio
bidimensional, siempre es posible trasladarse de un punto determinado a otro en línea
recta sin abandonar dicho espacio. Si M1 y M2 ∈ E, entonces M 3 = δM1 + (1 − δ ) M 2 y
es, por lo tanto, un subespacio convexo del espacio euclídeo10. El espacio es isotrópico,
es decir, es posible cubrir una misma distancia sin importar la dirección a un mismo
coste y homogéneo, o sea que una o más propiedades que se verifican en un punto se
verifican en todos los puntos11. Los costes de transporte son proporcionales a los pesos y
a las distancias. La producción está dada a partir de una función de producción de tipo
Walras-Leontief, de coeficientes fijos e invariantes en el espacio. Los factores que
tomamos en cuenta para determinar el punto que minimiza los costes de transporte son
las distancias relativas y las dotaciones de factores, así como la localización del centro
de consumo. Asumimos competencia perfecta y una tarifa de transporte uniforme por
unidad de distancia.
sea el mínimo, para T ∈ E y donde las si representan las distancias euclídeas entre la
localización óptima y los centros de aprovisionamiento o el mercado, según sea el caso.
m
min T = ∑ t j m j [( a j − x ) 2 + ( b j − y )2 ]1/ 2
j =1
10
En economía espacial a un espacio que cumple con esta propiedad se le denomina espacio de
transporte.
11
En economía espacial este es el supuesto análogo al ceteris paribus en economía general.
15
el programa mediante el que obtenemos las coordenadas del punto que minimiza los
costes de transporte, donde (aj,bj) representan las coordenadas del punto Mj y (x,y) las
del punto K,12 a partir de las condiciones de primer orden
δT aj − x
= ∑ t j mj =0
δx j [( a j − x ) + ( b j − y ) 2 ]1/ 2
2
δT bj − y
= ∑ t j mj =0
δy j [( a j − x ) + ( b j − y ) 2 ]1/ 2
2
12
Dada la necesidad de una solución iterativa, K representa el punto arbitrario a partir del cual iniciamos
el proceso para buscar la solución óptima. Normalmente se asocia con el centro de gravedad de la figura
locacional.
13
Por ejemplo el de Ostrech (1978) o el de Hansen et al. (1982).
16
1.3 La interdependencia locacional
Por esas mismas fechas, otra vertiente de la teoría de la localización empezaba a surgir.
Esta corriente creía muy limitado el análisis exclusivo del coste mínimo como
determinante fundamental de la localización. Fetter (1924) y principalmente Hotelling
(1929) investigan las relaciones entre la formación de precios, las áreas de mercado y la
localización. El énfasis se encuentra en las rigideces de la demanda, que vienen dadas
por los costes de transporte por unidad de distancia en un mercado lineal, a lo largo del
cual los consumidores (con demanda inelástica) se distribuyen uniformemente.
Concluyen que el equilibrio locacional implica necesariamente la concentración de los
vendedores en un solo punto.
14
Chamberlin, E. (1933), es una obra clásica en el estudio de la competencia, que considera a la
competencia perfecta y al monopolio como los casos límite. En realidad, las empresas se enfrentan a una
competencia monopolística, donde se propone que la diferenciación de productos dota a las empresas de
cierto poder de mercado lo que hace que, aunque las empresas compiten entre sí, es perfectamente posible
suponer que puede existir un distanciamiento de la situación de equilibrio competitivo y por tanto de
óptimo en sentido de Pareto.
17
existencia de competencia perfecta, al considerar que la sola introducción del espacio en
el análisis invalida dicho supuesto. El factor clave del análisis es la demanda, en función
de la localización de los competidores y de la extensión del mercado.
La teoría del mínimo coste ignora, en su mayoría, que existen interdependencias entre
las empresas y que la localización de una afecta a las demás y sobre todo, a su demanda
al posicionarse como posible competidor. El planteamiento original de la
interdependencia locacional se debe a Hotelling (1929) quien supone dos empresas y un
mercado lineal, donde están distribuidos uniformemente los compradores, quienes
adquieren una unidad de producto en cada periodo de tiempo. Los productores, A y B,
producen un bien homogéneo y los costes de producción son los mismos en cualquier
punto. Los costes marginales son constantes para ambos competidores e iguales a los
costes medios (y ambos son iguales a cero). Para los compradores, la única diferencia
entre los bienes producidos será su localización, por lo que la diferencia de precios es la
distancia que tienen que recorrer para adquirirlos. Los costes de transporte son iguales
en todo el espacio, la demanda es perfectamente inelástica y la relocalización no sólo es
posible sino instantánea y gratuita. Los productores compiten en precio y localización,
pudiendo ambos abastecer a todo el mercado de ser necesario.
Sin embargo, desde el punto de vista social, el equilibrio resulta sub-óptimo, ya que si A
y B se establecieran dejando cierta distancia entre sí, equivalente a la mitad de la
longitud del mercado (figura 8.d), dichas localizaciones minimizan los costes de
18
transporte de los consumidores que son los que deben trasladarse para adquirir el bien y,
en consecuencia, se reduciría el precio de venta.
a) L
0 A B 1
b) L
0 A B 1
c) L
0 B A 1
d) L
0 A B 1
e) L
0 A B 1
Figura 8.
19
generales utilizando un conjunto de ecuaciones que sostenían un sistema de equilibrio
general para todas las localizaciones. El lado de la demanda se introduce explícitamente,
al atribuir a cada consumidor una curva de demanda decreciente para cualquier tipo de
bien. Lösch contemplo cinco condiciones fundamentales para alcanzar el equilibrio: i) la
localización de cada individuo debe ser la más provechosa posible, ii) los
emplazamientos productivos deben ser tan numerosos que todo el espacio esté ocupado
(es decir, no existen áreas en donde la ausencia de oferta atraiga nuevas empresas), iii)
no existen beneficios extraordinarios en actividades abiertas a toda la gente, iv) las áreas
de oferta, producción y ventas deben ser lo más pequeñas posible, pues solo así se
maximiza el numero de empresas capaces de subsistir y, v) en los limites de varias áreas
de mercado, los consumidores son indiferentes acerca de que área es más conveniente
para abastecerse. Asimismo, elaboró más formalmente la teoría de los mercados
hexagonales. La teoría de Lösch es lo bastante abstracta como para poder ser
interpretada en el mundo real, sin embargo ofrece una visión de lo que sería la economía
espacial en las mejores circunstancias posibles (enfoque normativo).
El modelo de Christaller-Lösch15
Una de las críticas más fuertes a la teoría del coste mínimo fue su abstracción de la
demanda. Tanto los enfoques de la interdependencia locacional como el de las áreas de
mercado se enfocan hacia esa dirección, aún cuando sus planteamientos son diferentes.
En el caso de la primera, se trata de analizar con alto nivel de detalle el proceso por el
que las empresas compiten entre sí y los resultados que tiene dicha competencia sobre
los precios y la localización de las empresas. La segunda corriente intenta descubrir los
mecanismos que generan la distribución espacial de la actividad económica y la
estructura del espacio económico, así como la determinación de un nivel de jerarquías
de las aglomeraciones, cuya capacidad de atracción juega un papel fundamental en la
localización.
15
Al igual que en el caso de la teoría del coste mínimo, la aportación fundamental de la escuela de las
áreas de mercado se debe a Lösch, quién refinó varias aportaciones previas, entre las que cabe destacar a
Christaller, de ahí que el modelo clásico lleve el nombre de ambos autores.
20
consideran las fuentes de aprovisionamiento de materias primas, el mercado y otras
aglomeraciones como dadas, a un esquema de equilibrio general, Lösch plantea unos
supuestos sencillos que le permiten determinar que las fuerzas competitivas establecen
un sistema de localizaciones que es posible clasificar jerárquicamente y que se
determinan simultáneamente.
a) b)
c) d)
Figura 9.
21
tendencias, la primera determinada por el hecho de que los productores buscan la mayor
ganancia personal mientras que los consumidores intentan siempre abastecerse del
mercado más barato. La segunda esta marcada por la competencia que se establece entre
los productores cuando las empresas de la misma actividad se multiplican hasta llegar al
número que elimina los excesos de beneficios. Al desaparecer todos los beneficios
extraordinarios, se alcanza un equilibrio y desaparece la búsqueda de la localización
óptima, quedando así determinadas las localizaciones y la estructura espacial de la
economía.
Sean
La localización de cada productor individual ha de ser óptima para que sus beneficios
sean máximos siempre que lo permitan las restricciones impuestas por las ecuaciones 2,
3 y 4. Si esta ecuación se cumple un cambio en la localización no puede aumentar los
beneficios.
∆Rqm ∆Rqm
= 0; =0 (1)
∆x qm ∆y qm
22
q
∑A
i =1
i
m
=A (2)
El precio de fábrica debe ser igual al coste medio, estando ambos determinados en
función de la demanda. La ecuación (3) establece la no existencia de beneficios
extraordinarios.
P m ( Dq ) = C m ( Dq ) (3)
Las áreas de mercado deben ser del tamaño mínimo necesario que justifique la
producción continua. Si dichas áreas fueran mayores, el precio excedería los costes
medios, lo que permitiría que no hubiera barreras a la entrada de nuevas empresas, que
competirían con las ya existentes reduciendo el tamaño de las áreas de mercado hasta
que el precio igualase el coste medio. Si un cambio en el área de mercado viniera
asociado a un cambio en los precios mayor que el experimentado por los costes medios,
daría lugar a la aparición de competencia16 y se tendría momentáneamente un
desequilibrio hasta que la igualdad se volviera a cumplir. Si la variación de precios fuera
menor que la de los costes medios, la empresa no alteraría voluntariamente su área de
mercado y, si la competencia le forzase a un cambio a largo plazo, la empresa terminaría
por abandonar el negocio.
∆Pqm ∆Cqm
= (4)
∆Aqm ∆Aqm
Los consumidores situados a los límites de las áreas de mercado son indiferentes ante
las posibles localizaciones de donde abastecerse, siempre que se cumpla la condición de
que en dichos límites, el precio de fábrica más la tarifa de transporte multiplicada por el
radio de dicha área debe de ser la misma para un consumidor que compre en q y para
otro que compre en q-1. Si estos valores no fuesen iguales, el consumidor comprará
siempre en el emplazamiento que le ofrezca el menor precio.
23
Los cuatro modelos descritos en los apartados precedentes son considerados como
clásicos y las ampliaciones y críticas de las que han sido objeto en las décadas
posteriores han marcado la evolución de la teoría de la localización. Así, por ejemplo,
algunos especialistas en economía urbana partieron del modelo de Thünen para elaborar
una teoría de la renta del suelo urbano, entre los que debemos destacar a Alonso
(1964)17. En este modelo existe una ciudad ubicada en un espacio homogéneo y
convexo y tiene un centro a partir del cuál se determinan los diferentes usos del suelo
urbano de forma concéntrica. La asignación de suelo está en función del uso, que puede
ser residencial, comercial, de consumo o producción y depende del valor de la renta, que
decae a medida que nos alejamos del centro.
24
El modelo de Christaller-Lösch también ha sufrido aportaciones posteriores. Entre las
más importantes, la de Beckmann (1966) quién demostró que mercados de forma
circular también poseen algunas propiedades de eficiencia de los mercados hexagonales,
según el efecto que ejercen sobre el mercado las empresas entrantes. Demostró, además,
que la forma de las áreas de mercado no está determinada por las empresas individuales,
sino por las condiciones de competencia entre ellas. Desde el punto de vista del
bienestar, Holahan y Schuler (1981) ofrecieron una solución desafiante: monopolios
multi-establecimiento procuran mayores excedente del consumidor y bienestar social
mayores de los que se obtienen en un marco de competencia pura.
18
Para un tratamiento más detallado de dichos temas, consúltese Lloyd y Dicken (1990), Richardson
(1986).
25
decisiones locacionales, desde la perspectiva del comportamiento individual19.
Finalmente, como respuesta a este tipo de modelos surge el enfoque estructuralista, que
dominaría la escena de la teoría de la localización durante los años ochenta. Aquí se
pone de manifiesto la estructura de la economía como un todo, por lo que la cambiante
organización espacial responde no sólo a la estructura de la sociedad sino a las
relaciones económicas y sociales existentes en ella.
Como hemos visto, la teoría de la localización adoptó hasta hace pocos años y
prácticamente en su totalidad, un enfoque incompleto ante el problema de explicar los
patrones de localización y los factores que los determinan. Mientras la teoría del coste
mínimo se ha concentrado en la búsqueda del lugar que maximiza los beneficios en un
marco que contempla costes de producción que varían en el espacio, las teorías de la
interdependencia locacional y la de las áreas de mercado se han enfocado casi
exclusivamente en fluctuaciones del nivel de demanda local y en el tamaño y forma del
mercado. A pesar de los intentos por dotar a la teoría de la localización de instrumentos
más poderosos para explicar los fenómenos de concentración espacial, se tuvo que
esperar hasta que los avances en la teoría de la organización industrial, ocurridos
durante la década de los setenta, permitieran la aparición de modelos basados en
competencia imperfecta y que reflejan con mayor fidelidad algunos fenómenos
económicos, entre ellos la desigual distribución geográfica de las actividades
económicas.
De las aportaciones de Lösch20, se concluyó que la localización óptima sería ahí donde
se maximiza el beneficio neto positivo, y el contexto en el que se empezó a llevar a cabo
dicho análisis fue el de las externalidades, es decir los beneficios o costes generados por
la actividad económica pero que no captura el mecanismo de precios. Poco a poco se fue
haciendo evidente que las economías externas y los encadenamientos industriales eran
determinantes fundamentales en el reforzamiento de las ventajas de localización de
complejos industriales e incluso de ciudades. Lo anterior condujo a cuestionar la
adecuación de los modelos existentes de localización para acomodar a las
externalidades. Recientemente se ha abordado el problema de integrar las externalidades
en modelos de naturaleza espacial.
19
Véase Gabszewicz y Thisse (1992).
20
Jackman (1975) examinó, en el contexto del modelo de Lösch, como se modifica el tamaño de las áreas
hexagonales cuando se agrega una externalidad en la función de producción. Si la externalidad es positiva,
entonces las áreas de mercado crecen y viceversa, pero el impacto preciso depende en la medición de los
niveles de externalidades localizadas.
26
Una diferencia fundamental entre el nuevo enfoque de la localización y los modelos
clásicos, es su planteamiento positivo a partir del cual, en vez de investigar los posibles
patrones óptimos de localización, busca las explicaciones económicas, tanto teóricas
como empíricas, que explican el hecho de que las actividades económicas se encuentran
concentradas en pocos lugares, típicamente en las ciudades. La localización industrial
tiene implicaciones indudables en los niveles de crecimiento económico y de bienestar
social a nivel territorial. El nuevo enfoque de la localización no podría entenderse
completamente sin una revisión de las aportaciones recientes en el campo del
crecimiento económico, es decir la teoría del crecimiento endógeno, ni tampoco de los
cambios ocurridos en la economía industrial que han promovido esta cambio de
paradigma.
Las ideas de economistas clásicos como Smith (1776), Ricardo (1817) y Malthus (1798)
y posteriores como Ramsey (1928), Young (1928), Knight (1944) y Schumpeter (1934)
proporcionaron muchas de las bases de las modernas teorías del crecimiento económico,
incluidas las de comportamiento competitivo y dinámica de equilibrio, el papel de los
rendimientos decrecientes y su relación con la acumulación de capital físico y humano,
las interrealciones entre ingreso per capita y tasa de crecimiento de la población, los
efectos del progreso tecnológico (en la forma de mayor especialización del trabajo o la
aparición de nuevos productos y métodos de producción) y el ciclo real.
La moderna teoría del crecimiento tiene su punto de partida en los trabajos de Ramsey
(1928) sobre optimización intertemporal. Harrod (1939) y Domar (1946) intentan
integrar el análisis keynesiano a la teoría del crecimiento a partir de la idea de que el
sistema capitalista es inherentemente inestable, por lo que la senda de crecimiento
equilibrado resulta sumamente difícil de alcanzar. El refinamiento de la teoría del
crecimiento económico se debe a Solow (1956) y Swan (1956) quienes, a partir de una
función de producción neoclásica con rendimientos constantes a escala, previeron la
existencia de rendimientos decrecientes a cada factor productivo y una elasticidad de
sustitución positiva que, combinada con una tasa de ahorro constante, genera un modelo
extremadamente simple de equilibrio general de la economía. El resultado de dicho
modelo era la existencia de convergencia entre países. De acuerdo con el modelo
neoclásico, la tasa de crecimiento económico de largo plazo, si no es cero, está
determinada por factores exógenos, de naturaleza no económica como la tasa de
crecimiento de la población o los avances tecnológicos y científicos. El modelo predice
27
que la economía alcanzara en el largo plazo un estado estacionario con una tasa de
crecimiento cero de la renta per capita, por lo que las medidas de política económica que
promueven el crecimiento solo tienen influencia en el corto y medio plazos.
Una de las líneas que suscitó un debate de mayor intensidad es la que se dirige a
determinar la existencia o no de un proceso de convergencia entre las economías menos
desarrolladas y aquellas otras que gozan de mayores niveles de desarrollo. Este tipo de
análisis, realizado tanto a escala internacional como en la perspectiva de un solo país,
parecería destinado a encontrar una respuesta afirmativa a la pregunta planteada. El
razonamiento neoclásico resulta sencillo. Bajo el supuesto de libertad de circulación de
capital y tecnología entre los distintos espacios económicos, el modelo de crecimiento
neoclásico postula la convergencia de los niveles de renta con el transcurso del tiempo.
Dada la hipótesis de rendimientos marginales decrecientes en el uso del capital, la
rentabilidad que se deriva de su desplazamiento a economías menos desarrolladas con
escasez del mismo debe exceder a la ofrecida por su permanencia en las zonas de
origen, lo que impulsa la movilidad. Sumando a este proceso la disponibilidad de la
tecnología moderna por parte de las economías atrasadas, el corolario de este análisis
predice la mencionada convergencia.
Sin embargo, resultaba evidente que el modelo no explicaba lo que realmente se observa
en la realidad, pues la persistente ausencia de convergencia era evidente y los
determinantes del crecimiento a largo plazo, el crecimiento de la población y el progreso
técnico, deben poder ser explicados dentro del modelo. La explicación neoclásica
asumía que el progreso tecnológico ocurre de forma exógena, lo que reconciliaba la
teoría con una positiva, y posiblemente constante, tasa de crecimiento del ingreso per
capita a largo plazo, permitiéndole así mantener la hipótesis de convergencia. Pero, ¿el
crecimiento per capita en el largo plazo depende totalmente de una variable, la tasa de
cambio del progreso técnico, que se determina exógenamente?
28
rivales) de acuerdo con su coste marginal de producción actual (cero) no provee la
recompensa justa para el esfuerzo y el gasto realizados en investigación e innovación).
Arrow (1962) y Sheshinski (1967) construyeron modelos en los que las ideas eran el
resultado paralelo y no intencionado de la producción o la inversión, un mecanismo
denominado learning by doing. En estos modelos, las ideas se desbordan
inmediatamente hacia toda la economía, un proceso de difusión instantáneo que es
técnicamente posible ya que las ideas son no-rivales. Romer (1986) mostró que el marco
competitivo puede mantenerse y que determina un ritmo de avance tecnológico cuya
tasa de crecimiento económico asociada resulta ser Pareto sub-óptima. Sin embargo, si
la innovación depende de propósitos explícitos de inversión en Investigación y
Desarrollo (I+D) y si las ideas se difunden solo gradualmente hacia otros productores,
los principios de competencia resultan insostenibles, por lo que la teoría del crecimiento
debe incorporar modelos de competencia imperfecta, que aparecieron posteriormente en
los trabajos de Romer (1987, 1990), basados en las aportaciones de Spence (1976) y
Dixit y Stiglitz (1977) en el campo de la organización industrial.
Es difícil determinar con exactitud la fecha del nacimiento de las nuevas teorías del
crecimiento económico, ya que surgen de la rigurosa formalización de las ideas que
29
economistas como Young (1928), Myrdal (1957), Hirschman (1958) y Kaldor (1972)
desarrollaron en la primera mitad de este siglo y cuyos orígenes se remontan a ideas que
Smith (1776) o Marshall (1890) plantearon en su momento. Basados en los trabajos de
Arrow (1962), Uzawa (1965) y Sheshinski (1967), el impulso inicial al desarrollo de
modelos de crecimiento endógeno provino de dos fuentes principales en la década de los
años setenta, impulsos que, además, han involucrado explícitamente el factor espacial.
En Italia, Beccattini (1975, 1979) y Brusco (1982), a partir de la percepción de que
determinadas regiones con un perfil caracterizado por el predominio de pequeñas y
medianas empresas presentaban una gran capacidad de reacción frente a la crisis
económica y demostraban una gran flexibilidad productiva, provocaron el surgimiento
del papel del territorio en los debates sobre crecimiento y desarrollo, además de sugerir
que la unidad de análisis dejase de ser el sector industrial, normalmente desarticulado
territorialmente, contrariamente a lo que ocurre en un distrito industrial y las
interrelaciones existentes entre los agentes que lo conforman. En Estados Unidos, Piore
y Sabel (1984) proponen que la crisis del sistema fordista de producción y la búsqueda
de mecanismos productivos flexibles debe traer a primer plano la importancia de la
dimensión territorial, destacando la importancia de lo que denominan los “nuevos
espacios industriales”21. Sin embargo, la consolidación de esta corriente de pensamiento
y su consecuente desarrollo posterior se debe en gran medida a los trabajos de Romer
(1986) y Lucas (1988). Si pensamos que la introducción de rendimientos crecientes en
los nuevos modelos de crecimiento es una novedad, la metodología de análisis sigue
siendo neoclásica22 y donde se insiste reiteradamente en la necesidad de proveer a los
modelos de fundamentos microeconómicos, en el sentido de que todas las relaciones
entre los agentes deben ser derivadas explícitamente de los axiomas del comportamiento
racional.
21
La corriente francesa de la regulación también podría incluirse en esta clasificación.
22
Por lo tanto la novedad no debiera ser exagerada, ya que lo que si resulta novedoso es el cambio de
concepción en la opinión de que los rendimientos crecientes son relevantes.
30
regiones, por lo que las sospechas de que la existencia de factores inherentes al territorio
condicionan la capacidad de crecer son perfectamente válidas.
Una primera corriente en el estudio de los mercados, asociada con Mason y Bain23 era
de naturaleza exclusivamente empírica y regida por el paradigma estructura-conducta-
23
También conocida como La Tradición de Harvard, por la afiliación académica de ambos autores.
31
resultados de acuerdo con el cual la estructura de mercado (el número de empresas en el
mercado, su grado de diferenciación de productos, la estructura de costes, el grado de
integración vertical) determina la conducta (precio, investigación y desarrollo, inversión,
publicidad) que a su vez influye en los resultados de la empresa (eficiencia, razón
precio-coste marginal, variedad de productos, tasa de innovación, beneficios). Este
paradigma descansaba en teorías débiles y ponía énfasis en observaciones empíricas de
las industrias, que se fueron convirtiendo en una tradición oral sin fundamentos teóricos
sólidos.
Los años sesenta trajeron una gran cantidad de estudios econométricos que cubrieron
casi todas las industrias y estaban basados fundamentalmente en índices de
concentración. Aunque se puede discutir la validez de los resultados e incluso de
algunas especificaciones, lo cierto es que empezó a consolidarse la idea de la existencia
de altos niveles de poder de mercado en muchos sectores industriales y lo más
importante, que las consecuencias económicas de dicho posicionamiento competitivo
resultaban fundamentales.
32
el correcto o incorrecto uso de los recursos disponibles por el mercado. La justicia se
refiere normalmente a la equidad en la distribución de los beneficios económicos entre
los agentes participantes y el progreso analiza la efectividad del mercado para impulsar
los cambios necesarios que provean nuevos y mejores productos y técnicas de
producción.
Las barreras a la entrada son factores económicos que proveen a las empresas de
ventajas sobre la competencia, en términos de sus consecuencias a largo plazo. Las
empresas que disfrutan de una protección derivada de barreras a la entrada, pueden
generar beneficios económicos indefinidamente sin perder competitividad o reducir su
cuota de mercado o incluso sin atraer nuevos competidores. Incluso, en un caso
extremo, la empresa puede tener acceso exclusivo al mercado. Las barreras a la entrada
pueden ser naturales (costes absolutos), de desempeño superior (costes relativos) o de
comportamiento estratégico (costes fijos elevados). Una vez escogida una ubicación
geográfica en donde la empresa disfruta de las ventajas de la aglomeración, la misma
localización se convierte en una barrera a la entrada de otras empresas, debido a que
disfrutará ventajas de costes derivadas de las externalidades de naturaleza espacial, por
el simple hecho de haber escogido dicho territorio. La localización y, por tanto, las
barreras a la entrada existentes en el territorio condicionan el acceso a los mercados de
33
productos finales y de materias primas, por lo que la organización industrial local sufre
las consecuencias del poder me mercado que ejercen las empresas aglomeradas.
2. Externalidades y localización
34
que se produzca un distanciamiento de la situación de eficiencia, teniendo relevancia en
términos de optimalidad paretiana. La externalidad es un efecto, positivo o negativo,
sobre la función de producción o de costes de una empresa derivado de la existencia de
economías externas. Sin embargo, no toda economía externa es una externalidad, por lo
que la presencia de efectos externos es una condición necesaria pero no suficiente para
la existencia de externalidades.
q = L1−α ∑ xiα
35
de inputs ∑x que utiliza la empresa se distribuye homogéneamente y que de M
factores disponibles la empresa utiliza N, podemos escribir
α
1−α N
q=L M = M 1−α ( L1−α N α )
M
q i = f ( k i , l i , Q ) c i = c i ( w, r, q i , Q )
∂c i ∂q i
<0, > 0 los efectos externos son positivos
∂Q ∂Q
∂c i ∂q i
>0, < 0 los efectos externos son negativos
∂Q ∂Q
36
La principal implicación de la presencia de economías externas es que para obtener la
función de oferta de la industria, es decir del territorio (o de oferta agregada local), no
basta sumar horizontalmente las curvas de oferta de las empresas individuales.
Matemáticamente, el problema puede reducirse a encontrar el equilibrio simultáneo de
las n ecuaciones del sistema. La ecuación tipo es
q i = s i ( p, Q )
Q = ∑ qi
∂CTi ∂CTi
CMa i ( q i , Q ) = +
∂q i ∂Q
dQ ∂s ∂s ∂Q
= ∑ i + i
dp ∂p ∂Q ∂p
37
∂s i
dQ
∑ ∂p
=
dp ∂s
1− ∑ i
∂Q
∂s i p si dsi
dQ p
∑ ∂p
p
∑ Q dp ⋅ s
i
εs = = ⋅ =
dp Q ∂s i Q s ds Q
1− ∑ 1− ∑ i i ⋅
∂Q Q dQ s i
y definiendo
εs =
∑ r ( ε s , p)
i i
1 − (εs , Q) i
por tanto, en presencia de externalidades positivas la curva de oferta tiende a ser más
elástica que la mera suma horizontal de las curvas de costes marginales de las empresas.
En cualquier caso, las economías externas de las que se beneficia una unidad productiva
se derivan de su propia localización y por lo tanto, de su asociación con un amplio
38
conjunto de actividades económicas. Las economías internas que se pueden generar en
la aglomeración se transmiten en forma de economías externas a las unidades
individuales que la componen. Sin necesidad de aumentar la escala de su producción, su
asociación espacial y su encadenamiento funcional le permite obtener economías
derivadas de los factores que operan fuera de la unidad productiva individual. Bajo estas
circunstancias, las economías de aglomeración se convierten en un elemento adicional
en la decisión de localización y tienen, por tanto, un impacto significativo en la
distribución espacial de las actividades económicas.
Las economías externas han sido clasificadas de varias formas. Las economías externas
pecuniarias son aquellas que se derivan de la especialización y de la división del trabajo
y se reflejan directamente en el coste de producción, mientras que las no pecuniarias o
tecnológicas son aquellas que se derivan del cambio tecnológico y que afectan, por
tanto, a la eficiencia productiva en cuanto mejores técnicas de producción e
innovaciones de productos. Asimismo, las economías pecuniarias suelen llamarse
estáticas, mientras que las tecnológicas se denominan dinámicas, dado que el
conocimiento “fluye” en un proceso constante. Sin embargo, esta distinción ha sido
criticada (Callejón y Costa, 1996) ya que la especialización y la división del trabajo
también implican flujos de información. Además, suele ser bastante difícil separarlas en
la práctica y, como argumenta Krugman (1992), la distinción entre economías externas
pecuniarias y tecnológicas es válida únicamente cuando existen rendimientos constantes
a escala y competencia perfecta. En presencia de rendimientos crecientes y mercados no
competitivos, el conjunto de economías externas significativas resulta ser más
importante. Callejón y Costa (1996) sostienen que las economías externas no deben
entenderse como un simple efecto externo, es decir como una simple transferencia de
beneficios o perjuicios económicos de un agente a otro sin considerar al mercado o
independientemente de la voluntad de alguno de ellos, sino como un activo intangible de
limitada extensión territorial del que se benefician aquellas empresas localizadas en ese
territorio que, a su vez, participan en la creación de dichas economías24.
39
2.2 Las economías de aglomeración
Las economías de aglomeración existen ahí donde algunas o todas las conexiones están
presentes en un área geográfica limitada, reduciendo los costes o aumentando los
beneficios (o ambos) de las empresas ahí ubicadas. Las economías de aglomeración y
los encadenamientos industriales son cada vez más importantes en la determinación de
la localización industrial. Adicionalmente, empresas complementarias o de actividades
similares pueden beneficiarse de un mercado de trabajo compartido, ya que la formación
y entrenamiento, así como la experiencia adquirida en el trabajo, puede beneficiar
indirectamente a varias empresas, al disponer de mano de obra cualificada.
En los años setenta surgió un enfoque, que después se volvería estándar para la
cuantificación de las economías de aglomeración, en el marco del análisis de la función
de producción. Una primera versión pretendía representar las economías de
40
aglomeración por medio de cambios en funciones de producción con tecnología Hicks-
neutral. Una función tipo era de la forma
Q = g( A) f ( K , L )t h
Una alternativa, sobre todo cuando no se dispone de datos sobre el capital y ninguna
aproximación resulta válida, es la de plantear una función de producción CES
modificada, para eliminar la referencia directa al capital. Se deriva entonces una función
de salarios de tipo Dhrymes de la forma
W = BQ q Lb
25
Estos enfoques generaron mucha investigación sobre las economías de escala en un contexto espacial,
pero no fueron capaces de explicar la naturaleza de las economías de aglomeración. Moomaw (1988),
Nakamura (1985) y Henderson (1986) utilizan formas funcionales flexibles para cuantificar las economías
de aglomeración y, aunque sus resultados son dispares, los modelos parecen más adecuados, sobre todo en
cuanto a su poder explicativo.
41
Los primeros modelos de localización tenían un carácter puramente normativo, es decir,
consideraban exclusivamente cual debería ser el patrón ideal de localización y de la
distribución espacial de la actividad económica, sin tomar en cuenta la evidencia de lo
observable en la realidad. Dichos modelos estaban fundamentados en juicios de valor.
Los modelos positivos, por el contrario, estudian proposiciones que pueden ser, al
menos en principio, verificadas mediante la observación de eventos o estados del mundo
real, esto es, tienen una naturaleza marcadamente descriptiva. Al alejarse de
consideraciones normativas, intentando explicar los mecanismos mediante los cuáles las
empresas tienden a concentrarse geográficamente, la teoría económica provee el marco
analítico y teórico necesario para enmarcar éstas explicaciones. En los últimos años, la
literatura sobre localización a convergido hacia un nuevo paradigma.
No deben olvidarse las fuerzas centrífugas y centrípetas que motivan cambios en los
patrones de localización. Entre las primeras podríamos destacar el acceso a un mercado
de mano de obra especializada y a un mejor suministro de bienes intermedios, mientras
que de las segundas, la competencia de precios y salarios. Fujita y Thisse (1996),
consideran el equilibrio espacial como una situación en la que ningún agente tiene
incentivos para moverse, pues una situación distinta implicaría, por regla general,
encontrarse en una posición desventajosa comparada con la anterior26. Las pautas de
localización involucran una interacción entre las fuerzas de aglomeración (centrípetas) y
de dispersión (centrífugas). El siguiente cuadro ofrece una clasificación de las más
importantes27.
26
El equilibrio espacial puede identificarse con un equilibrio de Nash. Bajo ciertas circunstancias, los
agentes tendrán una única estrategia óptima (en estrategias puras) como respuesta a las estrategias de los
demás agentes. El equilibrio es único, pero puede ser no óptimo en sentido de Pareto.
27
Para una explicación más detallada se recomienda la lectura de Krugman (1995).
28
Sin embargo, Beckmann y Puu (1985) demostraron que puede existir concentración industrial bajo
rendimientos constantes cuando el espacio es heterogéneo.
42
que los rendimientos crecientes son esenciales al momento de explicar la distribución
geográfica de las actividades económicas.
43
especializados. Evidentemente, ambos tipos de agentes se benefician de encontrarse en
el mismo lugar.
29
Algunos autores consideran que las externalidades tienen una marcada dimensión espacial, ya que las
políticas se enfocan normalmente en una subdivisión geográfica. Esto es, podemos hablar de desarrollo
regional, rural o incluso nacional, pero una misma autoridad es incapaz de promover políticas de
desarrollo supranacional o internacional, donde la dimensión espacial podría ser ignorada. Véase Stewart
y Ghani (1991), Miyao (1987).
44
metropolitanas). Sin embargo, los mismos principios son aplicables en áreas de mayor
extensión territorial, como regiones o naciones30.
Por lo general, este tipo de modelos simulan los mecanismos de aglomeración que
afectan tanto a empresas como a consumidores. La fuerza centrípeta es la existencia de
flujos de comunicación entre empresas que permiten el intercambio de información
(Saxenian, 1990). Una característica importante de la información es su naturaleza de
bien público: el uso de información por una empresa no impide su uso por otras
empresas,31 siempre que se encuentren lo suficientemente próximas. El intercambio de
información provee beneficios a las empresas que no han sido generados explícitamente.
Dado que las empresas tienen información asimétrica, los beneficios de la comunicación
se incrementan con el número de empresas. Además, como los flujos de información se
enfrentan a costes sensibles a la distancia, mientras más cerca se localicen las empresas,
más acceso tendrán a estos intercambios informales. Por otra parte, la fuerza centrífuga
que normalmente aparece en este tipo de modelos se corresponde con los incrementos
en los salarios reales y los alquileres inmobiliarios tanto en el emplazamiento como en
sus alrededores, que se generan por el cada vez mayor número de empresas aglomeradas
en un mismo punto, lo que inhibe la instalación de nuevas empresas en dicho lugar.
Consecuentemente, el equilibrio locacional entre empresas y consumidores/trabajadores
se determina mediante el balance de estas dos fuerzas.
Supongamos un área geográfica X, donde existe un continuo de empresas, cada una con
información diferente y produciendo bienes y servicios diferenciados, pero simétricos en
el intercambio de información. Sea f(x) la densidad de empresas en la localización,
x ∈ X , mientras R(x) y W(x) representan la renta de la tierra y la tasa de salario,
respectivamente. Los beneficios de una empresa que se localiza en x ∈ X y con un nivel
de comunicación q(x,y) con cualquier empresa localizada en y es:
30
Sin embargo, como en el caso de las externalidades, no son necesariamente aplicables en espacios
multinacionales, donde varias autoridades gubernamentales tienen capacidad de aplicar instrumentos de
política que afecten directamente el entorno en el que operan los agentes económicos. El estudio de la
localización en la escena internacional está todavía poco desarrollado y constituye una línea promisoria de
investigación. Para una aproximación al tema, se puede consultar Venables (1995), Tugores y Bernardos
(1994), y puede verse el apartado 3 de este trabajo.
31
Evidentemente no se trata de un bien publico “puro” ya que su influencia tiene un rango geográfico
específico de influencia. Hablamos, por lo tanto, de un bien colectivo, pues sólo afecta a las empresas
ubicadas dentro de un rango específico. Véase Callejón y Costa (1996).
45
donde Sf representa la tierra utilizada y Lf el trabajo. Además, V [q( x , y )] representa la
contribución total del nivel de contacto con otras empresas sobre el beneficio y
c( x, y )q( x, y ) el correspondiente coste unitario. Cada empresa escoge su localización x
y su campo de contacto q(x,y) que maximize su ingreso, tomando la distribución
espacial de empresas existente como dada. Dado que el nivel de comunicación óptimo
con una empresa en y puede determinarse independientemente de la distribución de las
empresas, podemos sustituirlo y reescribir la ecuación como
Π( x ) = A( x ) − R( x )S f − W ( x )L f
donde
A( x ) = ∫ a ( x, y ) f ( y )dy ≡ ∫ {V [q * ( x , y )] − c( x , y )q * ( x , y )} f ( y )dy
X X
32
Se trata de conceptos relacionados que ya tratamos con anterioridad. Dentro de tales teorías
enmarcamos el “Big Push” de Rosenstein-Rodan (1943), los “polos de crecimiento” de Perroux (1955), la
causalidad acumulativa y circular de Myrdal (1957) y los encadenamientos hacia adelante y hacia atrás de
Hirschman (1958).
46
los autores antes citados. En particular, se trata de descubrir como operan los
mecanismos microeconómicos en la generación de economías externas.
(1−α )/ ρ
n
x = z ∫ [ z ( w)] dw
α ρ
0
0
L( w) = f + az ( w)
Los supuestos anteriores implican que, dado que el impacto de un cambio de precios en
el consumo total de los productos/servicios diferenciados es mínimo (las empresas no
actúan estratégicamente) la demanda de los consumidores es iso-elástica. En
consecuencia, dada la estructura multiplicativa de los costes de transporte, la elasticidad
de la demanda de cada individuo es la misma en los diferentes emplazamientos, por lo
que la elasticidad de la demanda agregada es independiente de la distribución espacial
de los consumidores. Para una empresa ubicada en x, el precio de equilibrio para su
producto está dado por
33
La importancia de los bienes intermedios especializados (como pueden ser servicios legales y de
comunicación, inputs industriales no comercializables, servicios de mantenimiento y reparación, servicios
financieros, etc.) es un hecho bien documentado en los estudios de localización y de desarrollo regional
(véase Hansen (1990) para un resumen).
47
p * ( x ) = aW ( x ) / ρ
A partir de variantes del modelo estudiado, es posible distinguir dos líneas diferenciadas
de investigación. La primera se enfoca en modelos que explican la formación y el
crecimiento de las ciudades. Este tipo de modelos utilizan la diferenciación en el
consumo o en la producción de bienes intermedios para mostrar como las ciudades se
generan endógenamente, a partir de la interacción, como hemos venido comentando, de
los conjuntos de fuerzas centrípetas y centrífugas.
Una de las limitaciones más importantes de este tipo de modelos es, sin duda, el
supuesto de que los agentes no interactúan estratégicamente. Esto se debe,
probablemente, a que empíricamente se observan elevados números de empresas en
determinadas regiones o incluso en las propias ciudades. Sin embargo, la teoría de la
organización industrial establece que las empresas, por lo general, intentan restringir la
entrada de nuevos competidores, además de que la competencia está espacialmente
localizada. Por lo tanto, resulta conveniente estudiar la competencia espacial,
básicamente para desenmascarar los mecanismos que envuelve la rivalidad
oligopolística.
48
entrega es la empresa quien se encarga de transportar los productos hasta su destino
final. Pero, dado que es posible identificar la ubicación de los clientes, existe la
posibilidad de introducir algún tipo de discriminación espacial de precios.
Las empresas y los trabajadores de este tipo de industrias pueden escoger donde
localizarse de acuerdo a múltiples factores como pueden ser el nivel y la estructura local
49
de impuestos, incentivos y subsidios ofrecidos por las autoridades locales, calidad del
mercado de trabajo local, oportunidades alternativas de empleo, entre otros.
Marshall (1890) expuso tres motivos por los que la aglomeración de empresas en un
determinado lugar proporciona ventajas sobre aquellas que no lo están. Estos factores
proveen a las empresas aglomeradas una cantidad de economías externas, tanto
pecuniarias como tecnológicas, que hacen más rentable estar localizadas ahí que en
cualquier otro lugar. En la literatura reciente sobre localización y externalidades, la
concentración industrial es el resultado de la interacción de los rendimientos crecientes,
los costes de transporte y la demanda. Las fuentes de economías externas (rendimientos
crecientes) a la empresa son los motivos que expuso Marshall en su análisis: mercado de
trabajo conjunto, ventajas en el aprovisionamiento de bienes intermedios y las
externalidades tecnológicas.
Del lado de los trabajadores, la proximidad geográfica de las empresas reduce los costes
de búsqueda en caso de despido. La competencia dentro del mercado de trabajo genera
mayores niveles de eficiencia, promoviendo la especialización de los trabajadores que
así minimizan el riesgo de ser despedidos y generando una mayor y mejor división del
trabajo. Los efectos directos sobre el mercado de trabajo dependerán de la cantidad de
trabajadores especializados que requiere la empresa. Los trabajadores más beneficiados
de la concentración industrial diversificada son, obviamente, los no especializados,
mientras que los especializados se beneficiarán de la aglomeración de una industria
especifica.
50
El mercado de trabajo compartido permite a las empresas pagar, en promedio, menores
salarios lo que implica, asimismo, un incremento en los beneficios promedio de cada
establecimiento. Esto ocurre cuando la cantidad de trabajadores por empresa es grande.
Las empresas compiten en salarios por los trabajadores disponibles en la localidad. La
existencia de más de una empresa garantiza que la competencia (de tipo Bertrand)
aumente el salario de los trabajadores al valor de su productividad marginal. Lo anterior
pone de manifiesto la importancia de la hipótesis de salarios de eficiencia al introducir
el espacio en el análisis económico. El incremento en el salario promedio de una
localidad terminará por atraer a trabajadores de otras localidades, lo que a su vez
incentiva la creación de nuevas empresas o reubicación de establecimientos.
Las expectativas también juegan un papel importante. Si los trabajadores esperan que las
empresas, por uno u otro motivo, se reubiquen o abran una nueva planta en otro
emplazamiento, el salario promedio esperado será menor en la ubicación actual y mayor
en aquel lugar donde se espera que aparezcan nuevas empresas. Los trabajadores están
incentivados a moverse en busca de mejores salarios y viceversa. El crecimiento de una
industria permite el pago de mayores salarios reales, lo que incentiva la demanda local
tanto de bienes finales como de los bienes intermedios utilizados en su producción. Es
un proceso circular y acumulativo.
51
aprovisionamiento de servicios (legales, administrativos, técnicos) y la obtención de
bienes intermedios o productos semiterminados en una misma área geográfica tiene
implicaciones directas en el coste de producción (nulo coste de transporte o de
desplazamiento), por lo que se considera, como la existencia del mercado de trabajo
conjunto, otra fuente de externalidad pecuniaria en la producción. En este caso, las
economías externas se observan en la producción de bienes intermedios y es, por lo
tanto, una fuente indirecta de rendimientos crecientes.
Las externalidades tecnológicas son las que se derivan del desbordamiento del
conocimiento entre empresas próximas. Evidentemente, están asociadas con la
producción de capital físico y la formación del capital humano (entendido como la
combinación de conocimiento adquirido en teoría y en práctica). La alta tecnología y la
especialización técnica de la mano de obra tienen efectos muy importantes en el proceso
de producción y en la generación de economías externas. Este tipo de externalidades han
adquirido mucha fama, aunque no hay evidencia clara en cuanto a sus mayores efectos
52
que las externalidades pecuniarias. La existencia de un mercado de trabajo compartido o
la oferta de múltiples y diferenciados bienes intermedios pueden ser examinados
directamente y proporcionan evidencia de que existen otros factores ajenos a la
tecnología que pueden generar externalidades.
Las externalidades tecnológicas son aquellos efectos externos que afectan positivamente
la productividad de la empresa. Son compatibles con modelos de competencia perfecta
por lo que muchos autores prefieren justificar los rendimientos crecientes a partir de este
tipo de externalidades. Sin embargo, la concentración industrial no responde
estrictamente al resultado de avances tecnológicos, aunque es imposible negar su
importancia. Krugman (1992c) argumenta que la división entre economías pecuniarias y
tecnológicas es válida únicamente en un marco de competencia perfecta y rendimientos
constantes a escala. En el mundo de los rendimientos crecientes, dice, el conjunto de
economías externas significativas es mucho más importante.
Uno de los aspectos que más ha llamado la atención es el hecho de que las
externalidades tecnológicas pueden tratarse sin muchas complicaciones manteniendo los
supuestos de competencia perfecta y rendimientos constantes, por lo que muchas veces
resulta preferible mantener el marco analítico tradicional y alejarse de la complicación
que comporta la no convexidad y la competencia monopólica. Las externalidades
tecnológicas suelen asociarse a no convexidades particulares que ocurren en la
producción o el consumo. Si suponemos un continuo de empresas y consumidores,
podemos mantener el supuesto de competencia.
53
En el planteamiento de Marshall, y probablemente por eso sea tan vigente aún hoy, la
concentración industrial es el resultado de decisiones privadas de los empresarios que
buscan maximizar sus beneficios, de localizarse donde éstos puedan ser máximos y no
existan distorsiones al aprovechamiento integral de las economías externas.
54
del “Big Push” es la más conocida. Esta teoría establece que la voluntad de invertir de
las empresas depende de sus expectativas de que otras empresas también lo hagan, por
lo que la política de desarrollo debería concentrarse en promover expectativas
convergentes hacia altas tasas de inversión. Murphy, Shleifer y Vishny (1989) han
formalizado esta teoría y consideran que los efectos externos provienen de la interacción
entre rendimientos crecientes y los efectos del tamaño del mercado.
55
Los rendimientos crecientes son fundamentales para explicar la dispersión territorial de
la producción. Kaldor (1970) argumenta que dichos rendimientos se encuentran en el
corazón de toda fuerza polarizadora. Si nos enfrentáramos a rendimientos no crecientes,
sería deseable para cada empresa distribuir sus actividades entre todas las áreas de
consumo posible, en donde el nivel de producción sería el que satisface la demanda
local. Los costes de transporte se ahorrarían y cada mercado sería una autarquía. Sin
embargo, la concentración geográfica es la evidencia más convincente de la magnitud de
las externalidades en las economías reales. La combinación entre rendimientos
crecientes y concentración espacial de las actividades tiene implicaciones importantes en
cuanto a la competencia se refiere, pues hace insostenible el supuesto de empresas como
tomadoras de precios.
Bajo esta estructura analítica, varios trabajos recientes se han preocupado por investigar
la marcada tendencia de las empresas a concentrarse geográficamente, intentando
encontrar cierta evidencia en favor de las externalidades positivas a nivel productivo.
Haciendo uso de estas herramientas, es decir, la introducción de rendimientos crecientes
provenientes de economías de aglomeración, Arthur (1986) construye un modelo de
localización con equilibrios múltiples en donde la dinámica viene dictada por las
condiciones iniciales. Argumenta que algunos de los miembros menos conocidos de la
escuela alemana (en particular Engländer, Ritschl y Palander34) habían identificado la
localización como un proceso dinámico, dependiente de las decisiones previas de
localización que van condicionando las decisiones futuras, al generar por esta misma
concentración, cada vez mayores ventajas de un determinado emplazamiento. Arthur
define las economías de aglomeración como los beneficios netos de encontrarse en
determinado territorio que aumentan cuando ahí se instala una nueva empresa.
Básicamente pueden provenir de mejoras en la infraestructura, un mejor mercado de
trabajo, servicios complementarios especializados, disponibilidad de materias primas y
refacciones, entre otros. Sin embargo, también considera la posibilidad de deseconomías
de aglomeración (congestionamiento, elevados costes de la propiedad). Demuestra que
34
Arthur argumenta también que estas aportaciones nunca fueron articuladas con propiedad, quizá debido
a la dificultad técnica que suponen los modelos dinámicos con equilibrios múltiples.
56
si existen economías de aglomeración ilimitadas, una sola región (o localización) dentro
de un país, seleccionada por un “accidente histórico” obtiene un monopolio de toda la
industria. Si existe un limite a los beneficios de los rendimientos crecientes, entonces
existirá un pequeño número de concentraciones industriales que estarán, de igual forma,
determinadas por la historia.
Uno de los trabajos que más atención ha atraído en cuanto a la relación entre
externalidades y localización es el de Glaeser et al. (1992). En él se comparan lo que los
autores consideran las tres teorías más importantes que tratan a las externalidades
tecnológicas como factores determinantes en la localización. Por un lado, la que
denominan MAR (por Marshall, Arrow y Romer) y que consideran que postula la
propagación de dichas externalidades en estructuras de mercado no competitivas y como
un fenómeno exclusivamente intraindustrial35. Por otro lado, consideran también la
aportación de Porter (1990) quien argumenta que las externalidades estimulan el
crecimiento en aquellas industrias especializadas y concentradas, pero a diferencia de
los anteriores, en un marco de competencia que promueva la innovación. Finalmente,
consideran las externalidades interindustriales de Jacobs (1985) quien plantea que los
mayores beneficios que obtiene una industria competitiva de las externalidades son
aquellos que provienen de fuera del sector (efectos cruzados). Glaeser et al. (1992)
hacen una clara distinción entre las externalidades dinámicas, que son ampliamente
estudiadas en su trabajo, y las estáticas. Estas últimas no son más que las economías de
aglomeración a las que nos referimos anteriormente. Una particularidad de este trabajo
35
Si bien es cierto que es un trabajo interesante y bien logrado, lo cierto también es que la interpretación
que hacen los autores del pensamiento de Marshall no se corresponde necesariamente con la realidad.
57
es que considera las teorías que, a diferencia de las convencionales sobre externalidades
que explican la formación y especialización de enclaves industriales, ponen de
manifiesto la contribución que tienen éstas en el crecimiento de las ciudades.
Uno de los autores que ha promovido este nuevo enfoque teórico es, sin duda, Paul
Krugman. Krugman (1991a, 1992a) son referencias básicas en la literatura sobre
externalidades y localización, aunque se restringe a un análisis estático. Las
aglomeraciones surgen de la interacción entre rendimientos crecientes a nivel de la
empresa individual, costes de transporte y movilidad de los factores. Sin embargo, en
Krugman (1992b) introduce el análisis dinámico, haciendo la extensión al caso de
múltiples aglomeraciones. Incluso ofrece una serie de simulaciones por ordenador en las
que el modelo, a partir de la interacción entre las fuerzas centrífugas y centrípetas
determina las localizaciones óptimas. Estas están en función, evidentemente, de las
condiciones iniciales del modelo y de la forma en la que actúan las economías y las
deseconomías externas. Argumenta la falta de formalización microeconómica en la
teoría tradicional de la localización y considera que su modelo puede ser un
refinamiento de la teoría de los lugares centrales de Christaller, sobre todo enfatizando
la relación entre economías de escala y costes de transporte. Finalmente en Krugman
(1993a), presenta refinaciones sobre lo anterior y establece la estrecha relación que
existe entre la teoría de la localización y la del comercio internacional. Cree que la
nueva teoría del comercio internacional puede beneficiarse enormemente de las
aportaciones de la teoría de la localización y viceversa. Para él, la teoría de la
localización en términos de externalidades puede ser una versión espacial de una
extensión de la teoría del comercio internacional sin divisiones políticas entre los países.
Otros trabajos que también has suscitado mucha investigación posterior son los
elaborados por Henderson et al. (1992, 1995). Los autores citados encuentran que las
condiciones actuales del mercado medido en términos de salarios, la presencia de cierto
nivel de diversificación y la calidad de la fuerza de trabajo local son determinantes
fundamentales que explican, en este estudio, la localización urbana en Estados Unidos.
Encuentran evidencia que confirma que la historia también resulta fundamental en las
pautas actuales de localización. En el caso de industrias previamente establecidas,
localizaciones previas de empresas del mismo sector y el consiguiente nivel de empleo
promueve un ambiente que estimula constantes incrementos de productividad e incluso
los niveles futuros de ocupación. Básicamente, los resultados de estos autores dependen
del sector en consideración, ya que por ejemplo los sectores considerados maduros
(maquinaria, transporte, metales) siguen un patrón clásico de localización, es decir,
Véanse Prendergast (1992), Callejón y Costa (1996) y Muñiz (1995) para una discusión sobre el error
interpretativo de Glaeser et al (1992).
58
depende en gran medida de la especialización y de la previa localización de empresas
del propio sector. Los sectores de alta tecnología, la historia no tiene tanta relevancia y
tiende a localizarse donde exista un mayor grado de diversificación, aunque también
demuestran que incluso este tipo de actividades buscan de alguna forma las ventajas de
la especialización sectorial.
36
La distinción puede ser igualmente entre estáticas y dinámicas.
59
presenta evidencia de las economías externas para el caso de la concentración industrial
en España.
La respuesta a estas preguntas depende de los efectos que la integración económica tiene
sobre las decisiones de localización de las empresas. Aunque algunos estudios recientes
han indagado sobre la cuestión, lo cierto es que no existe evidencia empírica relevante y
normalmente las conclusiones están en función de posiciones intelectuales o políticas.
La discusión estructuralista de los años setenta sobre la integración de los países menos
desarrollados al comercio internacional, el modelo centro-periferia, concluía que las
ganancias del comercio se concentraban en los países industrializados quienes
explotaban a los países periféricos. Este enfoque ha sido recuperado pero desde una
perspectiva regional.
Esta discusión tiene su relevancia en el plano regional, ya que lo mismo ocurre con
espacios económicos sub-nacionales, como regiones o comarcas. Es en este sentido que
se ha recuperado el argumento del desarrollo que algunos autores destacados
defendieron a mitad de siglo.
60
La creciente preocupación por los problemas que plantea la localización industrial y
cada vez mayor número de teóricos que se dedican a estos temas, han expandido de
forma notable las fronteras de la disciplina y han contribuido a hacer de la geografía
económica un campo de investigación en auge. El interés creciente por temas de
naturaleza industrial en el espacio económico se ha visto reforzado por la integración de
economías nacionales dentro de bloques comerciales, como la Unión Europea o el
NAFTA, y sobre todo por el impacto que este proceso puede tener desde la perspectiva
local, en el desarrollo de regiones y/o ciudades.
A medida que la integración económica elimina las barreras al comercio entre países, las
fronteras políticas nacionales ya no delimitan la unidad natural de análisis. Lo anterior
ha provocado que, desde la perspectiva de la economía internacional y de la geografía
económica, se defina la unidad de estudio como la aglomeración de actividades
económicas y las interrelaciones que ocurren a escala sub-nacional.
El concepto de aglomeración puede referirse a diferentes problemas con los que nos
encontramos en el mundo real. Por ejemplo, un tipo de aglomeración ocurre cuando
restaurantes, cines o tiendas que ofrecen productos similares se ubican en el mismo
barrio de una ciudad. Un otro extremo puede ser el patrón centro-periferia al que nos
hemos referido antes. Otros tipos de aglomeración pueden ser igualmente considerados,
como la existencia de disparidades regionales dentro de un mismo país, la formación de
ciudades de tamaños dispares o incluso la emergencia de distritos industriales con
elevados vínculos tecnológicos o de información entre empresas.
La persistente observación de que la mayor parte de los flujos comerciales ocurren entre
países semejantes, es decir, con similares dotaciones de factores y niveles de
productividad, condujo a la aparición de modelos que explican este hecho. Los modelos
de comercio internacional que incorporan economías externas y estructuras de mercado
no competitivas, demuestran, entre otras cosas, que la existencia de rendimientos
crecientes genera incrementos en la eficiencia productiva y que, por lo tanto, resulta
conveniente la especialización industrial. Asimismo, resulta normal en estos modelos
61
considerar que las ventajas del comercio pueden concentrarse en pocas regiones o
países.
El modelo típico de desarrollo desigual estudia los efectos que la globalización puede
tener sobre las economías nacionales. Generalmente, se supone dos economías
semejantes, una caracterizada por producir bajo rendimientos constantes y la otra con
rendimientos crecientes. De esta forma se genera endógenamente un patrón de
organización de tipo centro-periferia. Las preocupaciones sobre el mantenimiento de los
niveles de vida en el centro y la reducción del diferencial en niveles de vida por parte de
la periferia son ambos justificados y, como argumentan Krugman y Venables (1995),
parecen corresponder a diferentes etapas del proceso de globalización.
37
Véase Helpman y Krugman (1985).
62
Las economías de aglomeración carecen de movilidad, es decir, no son trasladables en el
espacio. La existencia de economías de aglomeración hace que existan fuerzas que
determinan el comportamiento económico de los territorios, por lo que se constituyen
como elementos diferenciadores de los mismos. La configuración espacial de la
actividad económica responde, por tanto, a la existencia de no-convexidades en el
espacio real, por lo que las condiciones que se dan en algunos territorios no son
necesariamente replicables en todas las regiones. Esta diferenciación y el juego de las
fuerzas de atracción-repulsión tienden a modificar, a medida que se reducen las
fricciones a la movilidad de los factores, la configuración espacial de las actividades
económicas.
Venables y Krugman (1991) muestran que, bajo el supuesto de que existen rendimientos
crecientes y competencia imperfecta en la manufactura, pero siendo la manufactura
intensiva en mano de obra y que ésta es, inicialmente, más barata en regiones
periféricas, la integración promueve primero la divergencia y luego la convergencia. En
su modelo posterior (Venables y Krugman, 1993), incorporan directamente economías
de aglomeración, lo que produce un resultado aparentemente paradójico, esto es, la
reducción de costes en el espacio está directamente asociado a una ventaja creciente en
la concentración espacial de las actividades. Lo anterior genera, como un resultado
plausible de la integración, una mayor concentración industrial en menos puntos
(regiones).
38
La literatura del potencial de mercado establece que la localización de una unidad productiva depende
de el acceso a los mercados y que la calidad de dicho acceso puede describirse por un índice de “potencial
de mercado”, que es una suma ponderada del poder adquisitivo de todas las localizaciones posibles, y las
ponderaciones son una función inversa de la distancia (Harris, 1954). La literatura sobre causalidad
acumulativa en el crecimiento regional sugiere que las aglomeraciones, que garantizan un mercado local
63
estos enfoques, aunque describe algunos fenómenos puntuales, no toma en
consideración la relación entre aglomeraciones. El modelo básico que se explica a
continuación se basa en Krugman (1992) y muestra como se forma de manera endógena
un sistema centro-periferia debido a la interacción de economías de escala, costes de
transporte y movilidad de los factores. Suponemos dos economías (A y B) idénticas en
dotaciones de factores, preferencias y tecnología. Cada economía tiene Li unidades de
trabajo y una tasa de salarios wi. Se describe una economía, digamos A, y se considera
que existen condiciones análogas en la otra. En cada economía hay dos sectores,
manufactura y agricultura. La producción del bien agrícola se realiza con rendimientos
constantes a escala, es decir, se asume la existencia de competencia perfecta. Cada
individuo (consumidor) deriva la misma utilidad del consumo de los dos tipos de bienes
a partir de una función Cobb-Douglas
U = C Mµ C 1A− µ
σ − 1 σ −1
CM = ∑ c i
i σ
L M i = α + βx M i
amplio, atraen a nuevas industrias lo que hace que el mercado local sea cada vez más grande (Myrdal,
1957; Dixon y Thirlwall, 1975). La teoría de los lugares centrales está basada en el modelo Christaller-
Lösch y se ha explicado en un apartado precedente.
64
El traslado de los bienes de una localidad a otra implica unos costes de transporte de
tipo iceberg, es decir, solo una fracción τ de los bienes embarcados llegan a su destino.
Dado que existen un gran número posible de bienes industriales cuya producción
implica economías de escala, no existe ninguna razón para que dos empresas no traten
de producir el mismo bien, lo que implica una estructura de mercado de competencia
oligopolística. El productor de cualquier bien se enfrenta a una elasticidad de la
demanda de σ por lo que el precio que fija contiene un margen constante sobre el coste
marginal
σ
pi = βw
σ −1
donde w es el salario unitario de los obreros. Si existe libre entrada, los beneficios
tendrán a cero, por lo que la condición de nulos beneficios se establece como
( p − β w ) x = αw
En ausencia de beneficios, los precios son iguales al coste medio. La relación entre coste
medio y coste marginal, que es una medida del tamaño de las economías de escala, es
σ / (σ − 1) . El tamaño de las economías de escala está exclusivamente en función de los
gustos de los consumidores, una especie de índice inverso de la importancia de los
rendimientos crecientes a escala. De las ecuaciones anteriores derivamos la producción
de una empresa representativa como
α (σ − 1)
x=
β
LM LM
n= =
α + βx ασ
65
a una mejor variedad de productos y a mejores salarios. Las fuerzas centrífugas son el
deseo de las empresas de abastecer el mercado periférico y la posible reducción del
coste del trabajo.
Sin embargo, también existen argumentos que favorecen la idea de que la Globalización
beneficia mayoritariamente a la periferia a expensas del centro. Las diferencias
regionales en función de la interacción entre economías de escala y costes de transporte
en los modelos de centro-periferia, parecen confirmar ambos argumentos. Krugman y
Venables (1995) sostienen que la economía mundial debe alcanzar un nivel crítico de
integración antes que las fuerzas que provocan la diferenciación puedan sostenerse y,
cuando finalmente ocurre, los beneficios serán para el centro a expensas de la periferia.
Pero este mecanismo no es perpetuo, ya que a medida que continúa la integración, las
ventajas del centro se desvanecen paulatinamente y los incrementos en los niveles de
vida de la periferia resultan ser a expensas del centro.
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