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Reseñas bibliográficas
El lenguaje de los jueces. Criterios para la delimitación de significados lingüísticos en
el razonamiento judicial

Enrique H. Del Carril.


Buenos Aires, Editorial Ad-Hoc, julio de 2007, 150 páginas *

No caben dudas ya acerca de que el estudio sobre el discurso jurídico es un


trabajo interdisciplinario en el que participan, entre otras ciencias, la lingüística y la
semiótica, las cuales proveen nuevas metodologías y un enfoque renovado para su
análisis. En ese contexto se ubica El lenguaje de los jueces, Criterios para la
delimitación de significados lingüísticos en el razonamiento judicial, de Enrique del
Carril, y en su recorrido, el autor plantea las características de las áreas de intersección
entre el Derecho y aquellas disciplinas.

En cada una de sus sentencias, el juez debe optar, definir expresiones, precisar
su campo de significación y, además, justificar estas opciones ante las partes, ante los
tribunales superiores y ante la sociedad, que espera que sus decisiones sean razonables.
Si se piensa –como subraya Del Carril- que para todo ello cuenta con un lenguaje
multívoco, de textura abierta, con palabras que adolecen de vaguedades y
ambigüedades, la reflexión sobre el lenguaje se torna imprescindible.
Precisamente, el libro tiene como objetivo analizar el uso de las palabras por
parte de los jueces dado que no se ha prestado la debida atención al modo en que deben
ser resueltos los problemas lingüísticos en el proceso judicial.

Porque si la sentencia es –según la definición del doctor Rodolfo Vigo que el


libro explora detenidamente-, “razonamiento justificatorio judicial”, es también y por lo
tanto, un acto de estipulación de significados.
De allí que adquiera máxima relevancia la necesidad de efectuar contribuciones
tendientes a lograr que esa argumentación sea racionalmente controlable y se reduzcan
los márgenes de arbitrariedad. Con más razón si a aquella definición agregamos que la
sentencia es “el arquetipo del uso lingüístico en el derecho”, y el proceso judicial, un
diálogo entre diversos actores - “un gran juego argumentativo y retórico”-.

Desmoronada la visión ingenua del lenguaje y destruido también el paradigma


del racionalismo y del positivismo, es preciso –señala el autor- encauzar nuevamente
esa visión, por lo que el texto dedica una de sus partes a recorrer los principales hitos
que en ese sentido ofrece el pensamiento contemporáneo. En ese panorama, se
menciona a autores como Zygmunt Bauman y su concepto del papel de los intelectuales
en la posmodernidad; Ludwig Wittgenstein y sus juegos de lenguaje; Ferdinand de
Saussure y su teoría del signo; pasando por la pragmática, con aportes como los de
Austin y Searle, que se relacionan con la apreciación de la sentencia como texto que
tiene la potencialidad de modificar el mundo con la sola emisión de ciertas palabras.

Pasa luego el autor a considerar el Derecho y el proceso judicial desde el punto


de vista de las teorías narrativas. En efecto, el juez se encuentra ante múltiples relatos
construidos por las partes. De esa conjunción de relatos disímiles, saldrá el que, a su
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vez, construya el juez, base sobre la cual proyectará la solución del caso. Se advierte el
enriquecimiento conceptual que esta perspectiva brinda, en cuanto lleva a la idea de
verdad como “indagación intersubjetiva”, concepto que se desarrolla a lo largo del texto
en relación con los diferentes criterios de verdad y las diversas posturas actuales sobre
el tema.
En ese mismo capítulo se aborda la cuestión de cuáles deben ser las fuentes en la
determinación de la razonabilidad semántica, fundamentales a juicio del autor para el
éxito de la sentencia, es decir, para su aceptación.
Con respecto a las fuentes lingüísticas, las palabras usadas por los jueces en sus
sentencias tienen cuatro orígenes diferenciados: el lenguaje natural, el jurídico, el
axiológico y el científico no jurídico, es decir que se trata de una perspectiva
interrelacionada y compleja de la que el juez debe extraer los significados aceptables.
Por otra parte, la sentencia intenta responder dos preguntas: “¿qué ocurrió?” y “¿
qué debe ocurrir?”. De ellas surgen cuestiones como la elección de las normas, su
interpretación y aplicación, y es lógico concluir –como afirma Del Carril- que la
“construcción de la verdad en el proceso es una operación que involucra, especialmente,
una actividad interpretativa”. Con ello se da entrada al planteo sobre la subjetividad del
magistrado en sus fallos, preocupación central en la reflexión filosófica actual sobre el
Derecho.

Otro tema sobre el que el texto vuelve en reiteradas oportunidades es el


siguiente: al tener el Derecho una función reguladora de la vida social, el lenguaje de los
juristas debería resultar accesible al ciudadano. Parece inaceptable que las leyes y las
sentencias no puedan ser comprendidas por aquellos a quienes van dirigidas. Al
respecto, menciona el autor movimientos internacionales que en la actualidad se
desarrollan para mejorar la redacción de documentos y sentencias, señalando de qué
modo los errores sintácticos, por ejemplo, no sólo obstaculizan la comprensión sino que
pueden hacer incurrir en yerros de importantes consecuencias.

En definitiva, el libro tiene entonces dos alcances: en primer lugar, impulsar a


los jueces a advertir la importancia de tomar conciencia acerca de la problemática del
lenguaje y sus implicancias en lo que respecta a la elaboración de sentencias judiciales;
y en segundo lugar, proporcionar pautas metodológicas y recomendaciones orientadoras
a juristas y operadores en general que de algún modo tengan a su cargo el manejo del
lenguaje en la actividad jurídica.

Con un estilo claro y muy accesible, el texto se propone no sólo ofrecer


interesantes reflexiones tendientes a lograr una redacción más eficaz de documentos,
sino también facilitar elementos que permitan “aportar racionalidad en la fijación de
significados en el mundo de lo jurídico”. Cumplir con este objetivo como lo hace
Enrique Del Carril es realizar una valiosa contribución para evitar la tan temida
arbitrariedad jurídica.
Conviene destacar que uno de los mayores atractivos de El lenguaje de los
jueces consiste en la novedad de sus enfoques y en haber recalado con acierto en un
tema poco transitado en el ámbito del Derecho y que, sin embargo, requiere de múltiples
voces que alerten sobre la urgente necesidad de su tratamiento.

* Versión corregida y ampliada de la tesina presentada y defendida por el autor para


obtener el grado de Magíster en Derecho y Magistratura en la Universidad Austral.
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