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Cristina Rivera Garza: escribir en la

frontera en tiempos de guerra


Oswaldo Estrada
University of North Carolina at Chapell Hill

Resumen

En este ensayo Oswaldo Estrada analiza la mirada crítica de


Cristina Rivera Garza con respecto a la frontera entre Méxi-
co y los Estados Unidos. Tomando en cuenta varios de sus en-
sayos, incluidos en las colecciones Dolerse. Textos desde un
país herido (2011) y Los muertos indóciles. Necroescrituras y
desapropiación (2013), así como diversos textos escritos en re-
acción a las recientes elecciones presidenciales en los Estados
Unidos, el crítico estudia la manera comprometida en que la
autora registra el pesar de los migrantes, la agonía de los que
parten al Norte y los que se quedan en el Sur, los conflictos
que surgen del contacto incómodo entre una primera lengua y
otra segunda lengua de adopción, así como el acto político de
escribir en español desde un lugar donde este idioma carece de
Estado. Hacer esto, asegura el crítico, es comportarse como una
verdadera intelectual que trabaja con una serie de limitaciones,
dentro de un orden establecido, abriendo grietas, creando fisu-
ras que poco tienen que ver con el deseo de agradar a muchos
y mucho, en cambio, con una consigna personal, la de ejercer
la crítica con una lucidez insobornable. Si bien la obra entera
de Rivera Garza es un cruce de fronteras, Estrada ofrece esta
lectura de la autora mexicana en respuesta a la actual situación
política de los Estados Unidos, saturada por discursos oficiales
que promueven el odio y la discriminación, el miedo al otro, el
racismo y la misoginia.

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[T]odo libro es en realidad un punto de secreta de las mujeres en el cuento “El


contacto último signo” (195). Tomando en cuen-
(entre el autor y el lector, entre el ojo y
ta este telón de fondo fronterizo, donde,
la letra,
entre el uno y su otro y ese otro y su por supuesto, ocupan un lugar preferen-
otro-otra). cial los cruces entre la razón y la locura
Cristina Rivera Garza, de Nadie me verá llorar (1999) o los juegos
“Introducción” (11). y acertijos literarios de La muerte me da
(2007) y Verde Shangai (2011), leo a una
La obra entera de Cristina Rivera Rivera Garza ensayista cuya mirada crí-
Garza es un constante cruce de fron- tica se detiene frente a la línea fronteri-
teras. Leerla, como sabemos, es ir del za entre México y los Estados Unidos.
cuento a la novela, de la poesía al ensa- Situándose ahí, en ese intersticio cultu-
yo, pasar por los pasajes más inciertos ral, la autora analiza el pesar de los mi-
de la historia, internarnos en el mar de grantes, la agonía de los que se van al
la ficción. Es, sobre todo, perder los es- Norte y los que se quedan en el Sur, los
tribos, despertar en un manicomio, tra- conflictos que surgen del contacto incó-
bajar en un prostíbulo, buscar pistas, modo entre una primera lengua y otra
encontrar muertos inquietantes, cuerpos segunda lengua de adopción, así como
mutilados, lágrimas masculinas, entre el acto político de escribir en español
tantas otras cosas. Fronteriza en más de desde un lugar donde este idioma care-
un sentido, la obra de Rivera Garza toma ce de Estado. Hacer esto, desde luego,
lo mejor de la tradición mexicana y de es comportarse como un verdadero in-
otras literaturas para ubicarse como un telectual que trabaja con una serie de li-
migrante más en el tránsito de un país a mitaciones, dentro de un orden estable-
otro, entre el inglés y el español, entre la cido, abriendo grietas, creando fisuras
violencia y el dolor, o en el límite mismo que poco tienen que ver con el deseo de
de la libertad intelectual y el compromi- agradar a muchos y mucho, en cambio,
so político. con una consigna personal, la de ejercer
Las fronteras en la obra de Rivera la crítica con una lucidez insobornable
Garza nos confirman en los cuentos de (Castellanos 368-69).
Ningún reloj cuenta esto (2002) que “la Ofrezco esta lectura de Rivera Garza
alienación también tiene su belleza” hoy que ha triunfado —¿otra vez?— en
(43), y que no hay que fiarnos “de una los Estados Unidos el odio y la discrimi-
mujer que sufre” (157). En La cresta de nación, el miedo al otro, el racismo y la
Ilión (2002), los cruces entre el Norte y misoginia, hoy que tantos de nosotros
el Sur, o de una identidad sexual a otra, por habitar una y muchas zonas fron-
propician reflexiones incómodas en tor- terizas nos sentimos extraños en casa,
no a los cuerpos. Y no menos punzantes como si nos hubieran quitado el suelo y
son los conocimientos que adquirimos las paredes, despojándonos de nuestro
en La frontera más distante (2008), al inter- acento y diferencia. No exagero al decir
narnos en “La ciudad de los hombres” esto. Precisamente en reacción a la actual
(57), al conversar con “La mujer de los situación política de los Estados Unidos,
Cárpatos” que prefiere vestirse de hom- Rivera Garza captura en “La mañana
bre (93), o al tratar de descifrar la lengua después”, publicada al día siguiente de

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que Donald Trump fuera elegido Presi- ejemplo, a los 2501 migrantes de barro
dente de los Estados Unidos, en noviem- del artista oaxaqueño Alejandro Santia-
bre del 2016, “la soterrada vulnerabili- go, “los mismos que habrían muerto in-
dad del que se sabe expuesto. La mirada tentando cruzar la línea fronteriza entre
del que no acaba de entender”. Indigna- México y los Estados Unidos” (49), dos
da ante un panorama de violencia, por- mil quinientos “más el que sigue” (49),
que el país ha elegido por presidente a un representantes todos de los habitantes
magnate que abiertamente promueve la de su pueblo natal y muchos otros que
exclusión racial, la discriminación de gé- han quedado tan desiertos como Luvina
nero, las separaciones entre los “verda- o Comala, a merced de los recuerdos y
deros” americanos y los que a su parecer fantasmas. En sus texturas rugosas, he-
no lo son —por verse extranjeros, hablar ridas por el clima, Rivera Garza distin-
con cierto acento, ser indocumentados, gue rostros, imagina cuerpos en tránsito,
estar discapacitados, porque su aspecto palpa presencias fugaces, las carcajadas
físico niega los ideales de la belleza o distorsionadas de hombres y mujeres
porque ponen en peligro el poder de la que ya no están o que siguen ahí, penan-
blanquitud civilizatoria—, Rivera Garza do en un presente que insiste en invisi-
afirma, combatiente, que “la diversidad bilizarlos, tal vez porque son una mezcla
étnica y racial de los Estados Unidos es “de cyborg y de mutante” o porque jun-
irreversible”.1 Y cuando su hijo, según el tos representan a “ese alien from planet
relato, le propone dejar el país, buscar Mexico que continúa su paso” (52).
un ambiente menos hostil para los lati- Dialogando con el crítico estadouni-
nos y otras minorías, la autora señala su dense Mike Davis, Rivera Garza concluye
determinación de seguir luchando con que el muro fronterizo que separa a Méxi-
acciones y palabras por construir puen- co de los Estados Unidos es una pantomi-
tes comunicativos y así “resguardar ma política que justifica la violencia del
nuestros fuertes y ponernos en contacto cruce, el poder del imperio que intenta
con nuestros otros para seguir formando “suspender el flujo, detener el paso, con-
comunidades vivas y tercas”. tener la materia” (52). La escritora mexi-
No es la primera vez que Rivera cana que ocupa una cátedra como Dis-
Garza escribe con esta actitud compro- tinguished Professor in Hispanic Studies
metida frente al actual panorama políti- en la Universidad de Houston, escribe en
co. En Dolerse. Textos desde un país herido, su libro del 2011 algo que parece haber
libro del 2011 que parece haberse escrito compuesto ahora que Donald Trump ha
ayer o hace unos días, en medio de los autorizado, pocos días después de su in-
debates presidenciales del 2016, Rivera auguración como mandatario estadouni-
Garza analiza con detenimiento diversas dense, la construcción de un muro invio-
cuestiones en torno al inmigrante y la lable en la zona fronteriza que separa al
migración, en un espectáculo actual de Norte del Sur. Combatiente y decidida, la
violencia y terror, narcotráfico, corrup- escritora señala en Dolerse que “el muro
ción. En medio de otras crónicas y ensa- fronterizo no ha podido ni podrá evitar
yos que dan cuenta del sufrimiento hu- el cruce incesante de los hombres y mu-
mano, de la tragedia y el “horrorismo”, jeres que requieren la economía y el esti-
la escritora mexicana escudriña, por lo de vida de los Estados Unidos” (52).

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Esto lo sabemos todos los que vivimos ciudades fronterizas, la corrupción gu-
con un pie aquí y otro allá, entre dos cul- bernamental de México y los Estados
turas que han aprendido a encontrarse Unidos, y un largo etcétera de violencias
en una zona intermedia, fluctuante. Pero irresueltas que a lo mejor podemos com-
leerlo en la crónica de Rivera Garza pa- batir con el poder de la letra (13-15).
rece protegernos ante el peligro de la En las figuras de barro de Santiago,
construcción de dicho muro —impe- Rivera Garza observa no sólo la nostal-
netrable, alto, imponente y poderoso— gia del que parte sino “la larga melan-
o de los debates —ahora demasiado colía del que se queda” (54). Doliente,
próximos, imparables— con respecto a su escritura nos instala en un mundo
los daños y perjuicios no sólo para los de afectos y sentimientos donde vibran
seres humanos —indocumentados o emociones, miedos. “Cuando uno cami-
no— sino para el medio ambiente y el na por entre los cuerpos de barro de los
reino animal que migra con libertad de migrantes”, escribe la autora, “no puede
un lado de la frontera a otro para sobre- evitar pensar que se encuentra ante el
vivir en un mismo ecosistema (“Donald trabajo de un niño solitario pero inventi-
Trump’s Mexico Wall”). vo que, a fuerza de puro deseo, tuvo que
El viaje al Norte que expone Rivera construir a sus propios compañeros de
Garza en la crónica sobre los migrantes juego” (54). La reflexión literaria es efec-
de Alejandro Santiago no es una cues- tiva en tanto que nos invita a imaginar
tión temporal o una condición pasajera todo aquello que no aparece en la página
sino “una forma de vida para comuni- impresa pero que está ahí, entre líneas
dades enteras” (52). Como si fuera poca y puntos suspensivos: el vacío profundo
la creciente ansiedad que la presencia de que dejan los que se van, la tristeza de
los inmigrantes despierta en los sectores no poder acompañarlos, el trauma del
más racistas y conservadores de los Es- viaje migratorio, el extrañamiento de
tados Unidos, la autora pone el dedo en los que se van… y los que se quedan. A
la llaga. Señala, por ejemplo, que entre través de pasajes como éstos, la escritura
un cruce y otro, los migrantes introdu- de Rivera Garza regresa a los migrantes
cen no sólo su lenguaje “sino también a su Oaxaca natal, al menos en lo que
formas de socialidad y protesta en los dura la lectura, pero antes, o a la vez,
campos y ciudades del vecino del norte” nos hace sentir la desnudez de aquel que
(53), o que paulatinamente están consi- se enfrenta a un oficial de migración, el
guiendo “la mexicanización de Estados desamparo de los que se pierden a me-
Unidos” (53). No es un fenómeno nuevo, dio camino o el desconcierto de los que
claro está. Pero las palabras de Rivera se quedan siempre ahí, encarnando un
Garza nos invitan a guarecernos de la eterno gerundio: cruzando, intentando,
política actual no huyendo de ella sino tratando, buscando. Este procedimiento
más bien, y en definitiva, enfrentándola, social de mirar la violencia y reaccionar
“doliéndonos”—diría ella—, palpando físicamente ante ella, escribiéndola, bre-
las llagas de nuestro mundo, aceptando gando con ella, es, bien lo ha dicho Ma-
que “nos duele” la tragedia y el horror rina Azahua al leer estos textos, “luchar
que estamos viviendo por las leyes anti- contra la parálisis y participar del dolor
migratorias, las muertes impunes en las ajeno” (62). Dolerse.

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Beligerante, en otras “radiografías Matamoros y otro en Brownsville, o en


violentas” del mismo texto Rivera Gar- el paso fronterizo entre San Diego y Ti-
za observa la tensión que entre los es- juana, se enfrenta al poder, exige justicia
tadounidenses generan los mexicanos, para Arellano y para otras mujeres asesi-
sobre cuyos hombros, señala, “descansa nadas en Juárez, por ejemplo, o en otras
su sistema de vida” (81). Para ahondar líneas fronterizas. La palabra, al fin y al
en la “cruenta historia de la migración cabo, siempre se pone donde hay una
mexicana en los Estados Unidos” (83) ausencia, ahí donde falta un nombre, en
toma como ejemplo el caso de la de- el rincón marginal de la carencia (Raya
portación de Elvira Arellano en el 2007 71). El verdadero intelectual, al decir de
y registra, al mismo tiempo, la presen- Edward Said, hace precisamente esto:
cia de las mujeres en el terrible drama utilizar las raras oportunidades que tie-
de la migración. Aunque escribe sobre ne de hablar para hablar por los que no
Arellano, la mujer mexicana que desde pueden hacerlo (xvii-xiii). Que Rivera
hace más de una década se ha converti- Garza se centre, además, en una mujer
do en símbolo y portavoz de los indocu- migrante silenciada por la autoridad es-
mentados en los Estados Unidos —por tadounidense revela una doble consig-
refugiarse en una iglesia metodista de na de género. Porque la autora no sólo
Chicago durante un año, por su arresto se enfrenta desde la represión de una
público en Los Ángeles y por crear en mujer como Arellano ante el poder mas-
Michoacán la organización “La Familia culino o la autoridad del imperio sino
Unida Latina – Sin Fronteras” —Rivera que sitúa diversas experiencias de géne-
Garza nos hace pensar en otros casos ro —y de las mujeres en particular—en
paralelos, menos públicos, en su ma- la frontera y más allá: en un ambiente
yoría invisibles, pero no por eso menos tenso, donde conviven subjetividades
reales y desgarradores. En ello radica la plurales, inestables y disímiles (Richard
fuerza de su crónica. Porque entre una 493). “Elvira Arellano no se ha queda-
y otra oración sobre Arellano, visualiza- do callada” con respecto a su situación
mos también “los rostros de las muchas migratoria, leemos en la crónica (86), y
mujeres de la clase trabajadora que cru- tampoco Rivera Garza. Por eso termina
zan la frontera ya para reconfigurar sus el relato haciendo eco de la voz de su
propios núcleos familiares en el nuevo protagonista, “del otro lado del silen-
territorio o ya para iniciar, puesto que cio”, ahí donde es posible afirmar, a voz
se encuentran en edad reproductiva, sus en cuello, “que el Estado no puede sepa-
propias familias” (85). rar lo que une la sangre, la tradición, la
Mientras la escritora registra la voz comunidad” (87).
de una mujer indocumentada que lucha Al pasar de un texto a otro, a ve-
desde una trinchera personal para con- ces “bajo el cielo del narco” (149) y
seguir una reforma migratoria, nosotros otras veces haciendo colas intermina-
distinguimos en la crónica la preocupa- bles “en el puente que une Matamoros
ción de una intelectual que en calidad con Brownsville” (143), o recorriendo
de outsider o exiliada, desde el margen los caminos de la gente fronteriza que
de su propia experiencia, con un pie duerme con tiros por la noche y des-
en Reynosa y otro en McAllen, uno en pierta dispuesta a trabajar, palpamos

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de cerca aquello que ganan y pierden Nos ubica en las “tierras movedizas” del
todos aquellos que viven en la confluen- intercambio lingüístico donde no pocos
cia peligrosa —aunque inevitable— de hemos aprendido a estar siempre “fuera
dos mundos, dos sistemas y dos lenguas. de lugar” (144), ahí donde nos inventa-
No en vano Jacobo Sefamí se refiere a las mos desde cero, con el peligro perenne
fronteras, en una aguda reflexión, “como del fracaso, gracias a una lengua que casi
factores de una operación aritmética, en parece nuestra y que revela, sin embar-
donde todo gira en términos de resta go, una “vida acentuada” (145). El caso
(pérdida) y suma (ganancia)” (9). To- es conocido para los que hemos vivido
dos los que compartimos su condición o vivimos en una condición similar: “El
fronteriza sabemos que es cierto, y que alfabeto sin memoria o para ser más
la frontera es una especie de “línea que exactos, el alfabeto con la memoria más
cruza el signo de igual, sea cual sea la reciente, vuelve real la posibilidad de ser
ecuación” (Sefamí 9). Y es que ahí, en esa esa otra persona que acaba de doblar la
zona híbrida de intercambios culturales, esquina y desaparecer, con un poco de
“para bien o para mal, todo cambia, todo suerte, para siempre” (145). A través de
adquiere un nuevo matiz. Lo más senci- reflexiones como éstas, entendemos me-
llo se convierte en lo más complicado” jor la necesidad de reinvención que car-
(Sefamí 9). Este sentimiento se percibe ga todo inmigrante al cruzar una fronte-
a lo largo de Dolerse, en cada instancia ra o al internarse en otro país, así como
en que la autora se describe cruzando la la consigna implícita de empezar desde
frontera, anotando cómo se vive y qué abajo la construcción de una nueva iden-
se siente al estar en arenas inestables, en tidad, esa que se erige con la cadencia de
estado de sitio, ahí: en la trinchera. otra voz.
También en Los muertos indóciles. Para Rivera Garza, esa segunda
Necroescrituras y desapropiación (2013), lengua, la recién adquirida en un espa-
percibimos algo similar cuando Rivera cio distinto al materno, tiene un aire de
Garza, en una profunda discusión en transgresión y libertad: se cuela en las
torno a la escritura y los cadáveres tex- conversaciones de la primera lengua,
tuales, la novela histórica y la escritura por ejemplo, demostrándonos que gra-
documental, los mensajes del futuro y cias a ella ya no somos los mismos. El
los lenguajes colindantes, discute la con- code-switch tan típico de los que pensa-
dición migrante de la lengua, las dife- mos en inglés y en español, tan inevita-
rencias conceptuales entre una primera ble y delicioso, precisamente, porque se
lengua materna y una segunda de adop- ha ganado la reputación entre no pocos
ción, o ese “acento” rebelde y pesado puristas de “mal hábito”, se explica en el
que cargamos en la lengua todos los que ensayo de Rivera Garza con una natura-
venimos de otro lugar. Analítica, como lidad que no esconde la eterna dualidad
suele serlo, y pensando seguramente de todo ser transculturado:
en los varios millones de latinos o lati- Suele pasar así: todo mundo habla una
noamericanos que viven entre el inglés lengua alrededor de una mesa y, sin
y el español, la autora repara en “las planearlo, sin pensarlo siquiera, apare-
limitaciones que impone el uso de una ce la Segunda. A veces es sólo el guiño
lengua con la que no se creció” (144). diminuto de la palabra súbitamente

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intraducible y, en otras, el silencio va más allá de la página impresa, como


en el que ocurre el puntual proceso si su autora hubiera dejado a propósito
de traducción. En algunas ocasiones otros significados suplementarios fuera
es sólo un ligero tartamudeo y, toda- de él (216). Porque aunque en aparien-
vía en más, el acento que sella lo que
cia sólo habla de la lengua y no de po-
viene de lejos. Está ahí, me digo en-
tonces, para recordarme que en toda lítica, el texto de Rivera Garza nos hace
circunstancia, aun en las felices, es im- pensar, innegablemente, en los avatares
portante hablar de otra manera. Está de la lengua del inmigrante, en el pro-
ahí para confirmarme que siempre blema de hablar español aquí, de este
soy, al menos, dos. (147) lado de la frontera, o de combinarlo con
Se sabe o se intuye, escribe la au- el inglés, en contra de las propuestas ac-
tora, que la segunda lengua es o puede tuales del movimiento English only, tan
ser la primera cuando se sueña en ella. defendidas en diversos sectores de los
O cuando sentimos que sólo en ella Estados Unidos.
dominamos registros que saboreamos Este afán de autorizar la otredad
como conocimientos prohibidos: “Con del inmigrante y su lengua atrevida, tan
ella puedo maldecir a mis anchas, cortar irreverente que burla nociones en torno
oraciones donde se me da la gana, ha- a la legalidad, los límites y las fronteras,
cer declaraciones escandalosas, cambiar se aprecia también cuando Rivera Garza
los puntos de lugar, prevaricar que es explora las particularidades del acento,
lo mismo que mentir, equivocarme con aquél que nos hace distintos más allá
lujo de detalles, bajar la voz hasta que la del contexto de la primera y la segun-
voz llega al grado cero de sí misma, de- da lengua, en todas partes, incluso en el
cirme y desdecirme” (148). Todo aquél lugar de origen. Con la voz reflexiva y
que transita por la cuerda floja que une a comprometida de una intelectual que se
una primera y otra segunda lengua sabe autoriza con las armas de su propia dife-
que es cierto: que la primera es siempre rencia, o con los estigmas de su otredad,
nuestro punto de apoyo o el lugar segu- en una “confesión tristísima,” Rivera
ro al que volvemos con una frase, una Garza declara:
leve inflexión de la voz, mientras que la Tengo acento, eso es cierto. Es más:
segunda nos da una libertad impensable tengo dos acentos, al menos. Nada
en la primera, tal vez por ser la elegida, de lo que cuento aquí tendría mucho
o porque se aprende a conciencia, como sentido si el proceso de migración que
un acto de transgresión. me llevó de México a Estados Unidos
hace ya algunos años no hubiera mar-
Con razón varios críticos se han re-
cado mis hábitos de enunciación en
ferido a este libro como un texto exigen-
las dos lenguas que utilizo de manera
te, comprometido, concebido entre la
preponderante para platicar, traba-
academia y la creación, o entre la inquie- jar, crear. Nunca intenté no tener un
tud del intelectual que analiza su mundo acento, pero tampoco imaginé que
y demanda nuestra reflexión (Flores; Pi- con el paso del tiempo adquiriría dos.
ché). Los muertos indóciles es eso: un texto No sé, ahora, qué sería tener una vida
reflexivo, a pensive text diría Roland Bar- no acentuada. No sé cómo me sentiría
thes, tan repleto de significado que éste si mi manera de hablar no pusiera a

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todos en alerta: ella no es de aquí. Ten- nuevas lenguas mestizas, identidades en


go ya pocos recuerdos de cuando mi fuga, siguiendo el rumbo comprometido
acento se confundía con la así llamada que le marca la brújula. Por eso, al en-
normalidad. (151) terarse de que Trump había ganado las
Las palabras de Rivera Garza elecciones presidenciales, confiesa en su
—¿hace falta reiterarlo?— no sólo la au- columna de Literal sentirse “de la chinga-
torizan a ella sino a todos los que apare- da” por el terror del que ya somos testi-
cen de manera sigilosa en su escritura. gos (“La mañana después”). Pero inme-
Hablo de todos los que nos sentimos diatamente piensa en poner en marcha
aludidos al leerla, por ejemplo, porque nuevas estrategias para no perder el te-
hemos perdido el compás de nuestra rreno ganado por incontables generacio-
lengua madre al estar en contacto con nes de mexicanos, mexico-americanos,
otra lengua que es y no es nuestra, esa latinos y chicanos a lo largo y ancho de
que nos abriga y traiciona a su antojo, los Estados Unidos. Comprometida has-
la misma que se inmiscuye en nuestro ta la médula, una Rivera Garza ensayista
inconsciente con un acento indeleble escribe sin remilgos:
que exuda nostalgia y extranjería. Las
Lo que perdemos en este momento de
palabras, al fin y al cabo, y más las li- quitarse las máscaras no es la demo-
terarias, tienen conciencia, transportan cracia ni la igualdad, sino el barniz con
dudas, escrúpulos, exigencias. Y es ta- el que se nos ha ofrecido la mejor parte
rea del escritor, como bien afirma Susan de un mal trato como si fuera un buen
Sontag en uno de sus lúcidos ensayos, trato. Cuando el enemigo se descu-
representar realidades abyectas, matices bre el rostro de manera tan evidente,
indóciles que luchan contra la simplifi- cuando las cosas se dicen por su nom-
cación, contradicciones, para ser tal vez bre sin miramiento alguno y sin el velo
diferentes o incluso mejores de lo que de las buenas costumbres, es el mo-
somos (156-62). mento de mostrar el rostro verdadero
Armada con estas y otras palabras a su vez. Se llama vivir en resistencia.
fronterizas, dislocadas, Cristina Rivera Se llama buscar entre la desolación
Garza ha encontrado un cuarto propio de la mañana después, a los otros de
dentro de lo que ella misma llama: “the nuestros otros para imaginar lo inima-
new new Latino writing”, junto a otros ginable: el mundo en el que queremos
vivir. (“La mañana después”)
escritores en los Estados Unidos que,
“a diferencia de los latinos de antaño, Con esta voz “acentuada,” propia
no necesariamente escriben en inglés, y del que vive entre dos mundos y se sabe
sí, a menudo en español, provenientes distinto, siempre en peligro de ser mar-
además de regiones que están más allá ginado, tachado o juzgado, aun cuando
de las rutas tradicionales que parten de sea imposible borrarlo de un plumazo,
México o del Caribe” (“The New” 72). Y Rivera Garza anota con valentía polí-
desde ese margen o frontera que es es- tica: “Se vienen tiempos difíciles para
cribir en español en los Estados Unidos nosotros, en efecto. También para ellos”
sigue transgrediendo límites, ganando (“La mañana después”). Y lo confirma a
terrenos, revalidando ciudadanías al- través de sus letras. Ahora que la Casa
ternativas, dolientes cuerpos migrantes, Blanca, a partir de enero del 2017, ha

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eliminado el español de su página web, 217). Leerla, ahora más que nunca, en
pasando por alto a los 57 millones de estos tiempos de opresión y guerra, es
habitantes estadounidenses de origen cruzar una y muchas fronteras. Porque
latino, muchos de los cuales sólo hablan “El tiempo se nos acaba y nos estamos
español, la autora de Dolerse, de Los jugando la vida”, escribe ella. “O tal vez
muertos indóciles y de tantos otros textos lo contrario: tal vez el tiempo empieza
incómodos, vuelve a la carga dispuesta y nos estamos tomando la vida muy en
a desbaratar fronteras con el poder de serio” (“La mañana después”). Los que
su lengua materna, oral y escrita. “Ha- vivimos de este lado del silencio, en el
blemos español en las calles y en las límite mismo de dos lenguas y culturas,
escuelas, en los centros comerciales, en sabemos que no exagera.
el transporte público, en las plazas”, in-
siste Rivera Garza con total convicción Nota
en una entrevista reciente para El País.
“Continuemos escribiendo en español 1 Hablo de blanquitud civilizatoria, pensando
desde Estados Unidos. Esa también será en las teorizaciones de Bolívar Echeverría al
respecto: “Podemos llamar blanquitud a la
nuestra resistencia ante Trump” (De Lla- visibilidad de la identidad étnica capitalista
no y Ximénez de Sandoval). en tanto que está sobredeterminada por la
Sus palabras nos hacen pensar en blancura racial, pero por una blancura racial
aquello que se preguntaba Edward Said que se relativiza a sí misma al ejercer esa
hace más de veinte años, al reflexionar sobredeterminación” (62).
sobre la condición solitaria y sin embar-
go comprometida del pensador público: Obras citadas
¿Qué tan lejos debe ir un intelectual para
defender sus ideas? ¿Debería, acaso, Azahua, Marina. “Desarme”. Con/Dolerse. Mé-
xico: Surplus, 2015. 57-62. Impreso.
unirse a un partido, demostrar que es un Barthes, Roland. S/Z. Trad. Richard Miller.
verdadero creyente, o, al contrario, ser New York: Hill and Wang, 1974. Impreso.
más discreto —pero no por eso menos Castellanos, Rosario. “Esplendor y miseria del
serio ni entregado— tal vez para no su- intelectual”. Mujer de palabras. Artículos
rescatados de Rosario Castellanos. Vol 1. Ed.
frir la pena de la desilusión o la traición? Andrea Reyes. México: Consejo Nacional
(105). El verdadero intelectual, concluye para la Cultura y las Artes, 2004. 368-71.
Said después de calibrar ambos extre- Impreso.
mos, sabe mantenerse al filo del agua, De Llano, Pablo y Pablo Ximénez de Sandoval.
“La Casa Blanca ya no habla español”. El
mojando los pies y las manos cuando País. 24 enero 2017. Web. 30 enero 2017.
hay que hacerlo o manteniéndose a sal- “Donald Trump’s Mexico Wall: Who Is Going
vo de sumergirse por completo; porque to Pay for It?” BBC News. 26 enero 2017.
hay que saber cuando arriesgar y expo- Web. 27 enero 2017.
Echeverría, Bolívar. Modernidad y blanquitud.
ner, defender una causa, seguir ciertos México: Era, 2010. Impreso.
principios (109). Esto parece saberlo Flores, Alejandro. “Rivera Garza, por una escri-
bien Rivera Garza y así lo demuestra en tura relevante”. Telecapita. Arte, pensamien-
su escritura, donde confirmamos que to y nuevos relatos. 17 enero 2014. Web. 28
octubre 2016.
aunque el mundo está mal hecho, vale Piché, Bruno. “Cristina Rivera Garza presenta-
la pena hacer todo lo posible porque no rá su libro Los muertos indóciles”. Variopin-
sea aun peor de lo que es (Vargas Llosa to. 4 julio 2013. Web. 28 octubre 2016.

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Raya, Javier. “Canto sucio: celebrar y doler”. ---. “La mañana después”. Literal. Latin Ameri-
Con/Dolerse. México: Surplus, 2015. 63-77. can Voices / Voces Latinoamericanas. 9 no-
Impreso. viembre 2016. Web. 21 enero 2017.
Richard, Nelly. “Experiencia y representación: ---. Los muertos indóciles. Necroescrituras y desa-
lo femenino, lo latinoamericano”. Colonia- propiación. México: Tusquets, 2013. Impre-
lidad y crítica en América Latina. Ed. Carlos so.
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