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Pablo Rocca
Universidad de la República
(Montevideo, Uruguay)
Tuvieron que pasar tres lustros desde la publicación del primer manifiesto
futurista para que pudiera aparecer una escuela de vanguardia hispánica, ya que no
exclusivamente española, puesto que entre sus fundadores –y, como se sabe, en un lugar
preeminente– se encontraba el joven Jorge Luis Borges. De 1918 son los primeros
textos programáticos –divulgados en la revista sevillana Grecia– que siguen saliendo sin
pausas hasta, por lo menos, 1923. La historia se divide por un cruce oceánico. En 1921,
justo en el centro, en el apogeo de lo que hoy podemos ver como la parábola del
ultraísmo español y rioplatense (si es que esto último es así), Borges regresa a Buenos
Aires. De inmediato se convirtió en un verdadero jefe de grupo, nucleó a su alrededor a
algunos jovencitos entusiastas, a los que convenció de las bondades de la nueva fe. En
rigor, esta escuela compartía con los precedentes “ismos” el rechazo de la tradición, la
erosión del realismo positivista, el culto a la novedad, pero sobre todo se jugó entera
como una escuela poética, según sus manifiestos sucesivos no se cansan de vociferar. El
arribo a la orilla occidental del Plata enseñó al ultraísta Borges que era necesario hacer
un pequeño desvío: no sólo entregarse a la reflexión puramente estética sino adecuarla a
las peculiaridades de una dura batalla que debía dar en el plano local, donde era
menester disputar el poder al consagrado modernismo (el de una figura absorbente,
Leopoldo Lugones) y a la emergencia de otros jóvenes que empujaban sus propuestas
(el sencillismo de Baldomero Fernández Moreno, la literatura social de Leónidas
Barletta y Elías Castelnuovo, entre otros).
El capítulo argentino del ultraísmo es suficientemente conocido. Contó con una
recepción inmediata y hasta con un combate inmediato, desde la formación de un grupo
de adictos hasta la aparición de otros grupos de resistentes; tuvo un temprano y atento
2
historiador local en Néstor Ibarra1 y un difundido historiador general entre uno de sus
fundadores ibéricos, el nunca bien digerido Guillermo de Torre, cuyas perspectivas
sobre las vanguardias, con la publicación en 1925 de Literaturas europeas de
vanguardia, abrieron una temprana brecha entre los argentinos y los seguidores ultras de
España (el propio de Torre, Gerardo Diego, Isaac del Vando Villar). Tuvo, al fin, una
serie de trabajos críticos académicos, como la monografía pionera de Gloria Videla, que
sólo estudió la zona española, olvidando el desarrollo argentino del proceso y,
eventualmente, el uruguayo2. Durante años, en suma, fue una de las pocas escuelas de
vanguardia a las que se atendió con bastante prolijidad, seguramente porque sus
postulados programáticos fueron firmes y claros, porque su producción literaria fue
escasa y, en consecuencia, fácilmente controlable por el discurso crítico. Y porque su
vida fue breve, muy breve, ya que para 1924, cuando se funda la revista Martín Fierro
poco queda del entusiasmo inicial; también porque sus integrantes más notorios, sobre
todo el más notorio (Borges) abjuraron y hasta hicieron todo lo posible en las décadas
subsiguientes por eliminar la memoria de este episodio crucial para la literatura
rioplatense del siglo XX. Pasó todo esto, y todo parece más claro desde que el estudio
de las vanguardias latinoamericanas tomó el firme impulso de las últimas décadas.
Sin embargo, el supuesto episodio uruguayo del ultraísmo sigue en penumbra.
Hasta un crítico que domina las vanguardias, como Jorge Schwartz, cuando dedica en su
libro fundamental un apartado al ultraísmo, sólo incluye la zona argentina, mientras que
en la introducción general ni siquiera refiere que hubo (o que pudo haber) una
ramificación del otro lado del río3. Aparte de estas razones, la confusión o el descarte
pueden justificarse con facilidad. Primero, se carece de investigadores o analistas
uruguayos; muy pocos y en muy poco espacio han dedicado su tiempo al estudio del
fenómeno ultraísta en Montevideo y sus adyacencias. Segundo, desde el principio el
grupito uruguayo no fue tomado muy en cuenta por nadie de la otra Banda y hasta
podría pensarse que fue menospreciado o ignorado. Ejemplo de esto es la presentación
oficial en “sociedad” que Borges redacta a invitación de la tradicional y conservadora
Nosotros, en la que expone prolijamente las ideas ultraístas, sintetiza los puntos
1
La nueva poesía argentina. Ensayo crítico sobre el ultraísmo, 1921-1929. Buenos Aires, Molinari e
Hijos, 1939.
2
Con la revista Los Nuevos –fundada por Federico Morador e Ildefonso Pereda
Valdés– se introdujeron entre nosotros el creacionismo, el ultraísmo y otros ismos. De
esta novedad ha quedado poca cosa, porque los ismos se han ido con la crisis de la
cultura capitalista, que ya no cree en escuelas, ni en capillas literarias5.
Para empezar, reténgase una información que se analizará después: Los Nuevos
apareció a principios de 1920, Borges volvió a Buenos Aires a mediados del 21, ergo los
uruguayos se adelantaron a los argentinos, por lo menos en la difusión americana de
este breviario. Pero hay que mirar más de cerca.
En un libro redactado a comienzos de los setenta y aún inédito, Pereda Valdés
opinó que el ultraísmo
“Ultraísmo”, en Nosotros, Buenos Aires, diciembre de 1921. Recogido en Schwartz, op. cit., págs. 137-
138.
5
Síntesis de la formación y evolución intelectual del Uruguay, Ildefonso Pereda Valdés. Montevideo,
Imprenta LIGU, 1946, pág. 13.
6
Literatura uruguaya: Índice crítico, temático y bibliográfico, Ildefonso Pereda Valdés. Inédito.
Depositado en el Programa de Documentación en Literaturas Uruguaya y Latinoamericana (PRODLUL),
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República.
4
Por esa fecha hubo un grupito de jóvenes uruguayos que se sintieron atraídos por
la novedad, por la multitud de propuestas que venían del Viejo continente y que, a los
tumbos, trataban de procesar. El ultraísmo, con la confianza de pertenecer al mundo
ibérico, por la seguridad que siempre da el universo de la lengua común, pudo
parecerles el sendero más adecuado para ingresar a la esperada modernidad. Con el
moderatismo posible en aquella sociedad de bajas tensiones y de proyectos políticos y
sociales avanzados, esos jóvenes manifestaron en dosis pequeñas el humor, la
irreverencia y la ironía. En Montevideo, en todo caso, el énfasis escandaloso y el gesto
más destructivo –a fin de construir una estética y un lenguaje auténticamente modernos–
encontró en Alfredo Mario Ferreiro a su ejemplo cabal. Otros, quizá sólo en el
5
permisivo marco del café (por ejemplo, en la peña de la revista Oral, de Julio Verdié)
gastaron algunas bromas y excentricidades, aunque solían limitarse al ademán
simpático, carente de la violencia de algunas vanguardias europeas o aun
latinoamericanas, como los combativos estridentistas mexicanos o los euforistas
puertorriqueños.
Cuando en 1921 Borges decide ocupar el espacio ofrecido por la revista
Nosotros, escribe una declaración de guerra al modernismo hispanoamericano.
Sentencia de muerte a la poesía de Rubén Darío “pese a la numerosidad de monederos
falsos del arte que nos imponen aún las oxidadas figuras mitológicas y los
desdibujados y lejanos epítetos que prodigara Darío en muchos de sus poemas. La
belleza rubeniana es ya una cosa madura y colmada [...] pero, por eso mismo, es una
cosa acabada, concluida, anonadada”. Ataca, luego, a sus coetáneos sencillistas:
“Desplazar el lenguaje cotidiano hacia la literatura, es un error”, dice. Y concluye
sintetizando los principios operativos básicos de la poesía ultraísta, la nueva verdad
revelada para cambiar el rumbo de la lírica contemporánea 7. Por el mismo mes de
diciembre, los jóvenes porteños (Borges, Eduardo González Lanuza, Guillermo Juan),
pegaban un cartel en las paredes del centro de Buenos Aires, donde, luego de apelar a la
brevedad y la concentración del lenguaje literario, luego de condenar la política literaria
oficial de realistas y modernistas, luego de desechar la novela extensa y farragosa, dicen
en un apartado titulado “Ultra”:
“Cada verso de nuestros poemas posee su vida individual i representa una visión
inédita. El Ultraísmo [...] excluye la palabrería i las victorias baratas conseguidas
mediante el despilfarro de palabras exóticas [...]”8
Los objetivos eran cristalinos y, por lo tanto, apartarse de tal ortodoxia no podía
ser fácil y, en cualquier caso, recibiría un castigo severo. Desde Madrid, Borges venía
marcando a fuego la estética ultra, la defensa de la metáfora y el ritmo, la desconfianza
“1. Reducción de la lírica a su elemento primordial: la metáfora. 2. Tachadura de las frases medianeras,
los nexos y los adjetivos inútiles. 3. Abolición de los trebejos ornamentales, el confesionalismo, la
circunstanciación, las prédicas y la nebulosidad rebuscada. 4. Síntesis de dos o más imágenes en una,
que ensancha de ese modo su facultad de sugerencia”, “Ultraísmo”, en Nosotros, Buenos Aires,
diciembre de 1921. Recogido en Schwartz, op. cit., págs. 133-138
8
“Mural Prisma Nº 1 (Proclama)”, Buenos Aires, diciembre de 1921. Recogido en Schwartz, op. cit., pág.
140.
6
de toda representación más o menos realista (paisajista) del mundo, el odio a toda forma
de autobiografía y sus despreciados detritus9.
En la orilla oriental del “río de sueñera y de barro” no pasaba nada semejante.
Hasta la aparición de Los Nuevos las revistas que funcionaron en Montevideo en la
segunda década –Bohemia, Pegaso, Teseo– seguían recorriendo los rumbos estéticos del
modernismo. Pero antes de considerar las agudas diferencias entre Buenos Aires y
Montevideo, conviene plantear una coincidencia. A saber, aunque enemiga del
modernismo, la vanguardia de uno y otro lado del Río de la Plata que tiene un rostro
visible alrededor de 1925, nunca atacó la obra de Julio Herrera y Reissig, como en
América Central y en el Caribe se atacó a Darío. Es cierto que descartaron de su
repertorio lírico los paisajes eglógicos o las apelaciones mitológicas del ilustre ancestro,
pero estimaron siempre –y en alta voz– su inagotable capacidad de cambio y su virtuosa
ejercitación en la metáfora. La metáfora, ese nuevo fetiche ultraísta. En 1930 La Cruz
del Sur publicó un número especial en homenaje a Herrera y Reissig, en el que se
reprodujo el artículo de Borges ya publicado en su libro Inquisiciones (1925). El
argentino, pese a algunos reparos, concluye, con el poeta novecentista, que “la
sustancia del arte no es sino recordación”10. En la misma línea, cuando el director de la
revista porteña Martín Fierro hizo el balance de lo actuado –poco antes de
desaparecer–, dijo “interesarse por lo nuevo, o por los clásicos americanos”, entre los
que menciona a Montalvo, Sarmiento, José Hernández –a quien, desde luego, deben el
título de su publicación–, Martí, Darío (sic) y Rodó11. La demolición de lo pasado
parece, al menos, una premisa no del todo verdadera o no del todo universal para los
jóvenes de entonces. El tiempo transcurrido permite encontrar muchas semejanzas y no
sólo en un área geográfica restricta; al mismo tiempo es ostensible que hay que
manejarse con cautela dada la rapidez con que todo se desenvuelve en muy pocos años.
El manejo de la fórmula (“ultraísmo”, “creacionismo”, el ismo que fuere), sirve para
“Sólo hay, pues, dos estéticas: la estética pasiva de los espejos y la estética activa de los prismas. Ambas
pueden existir juntas [...] Yo [...] anhelo un arte que traduzca la emoción desnuda, depurada de los
adicionales datos que la preceden [...] Para eso –como para toda poesía– hay dos imprescindibles medios:
el ritmo y la metáfora. El elemento acústico y el elemento luminoso” (“Anatomía de mi Ultra”, Jorge Luis
Borges, en Ultra, Madrid, 20 de mayo de 1921. Recogido en Schwartz, op. cit., págs. 132-133).
10
“Asunto fundamental”, El director [Evar Méndez], en Martín Fierro, 2ª época, Buenos Aires, Nos. 44-45,
31 de agosto de 1927, pág. 1 [Edición facsimilar: Revista Martín Fierro, 1924-1927. Edición facsimilar.
Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, 1995, pág. 475. Estudio preliminar de Horacio Salas].
7
visualizar el trazo grueso, pero no alcanza para apreciar los matices, que son los que
establecen los puntos de articulación. Podría, con todas las salvedades expuestas,
ensayarse una cronología tentativa, con márgenes de equivocidad en relación, para el
caso, con el ultraísmo rioplatense (o supuestamente rioplatense). Eso sí, habría que
tomar nota de un dato clave: la mayoría de los implicados en esta escuela nacieron en el
filo de los dos siglos, por lo que no pudieron notificarse del arranque del futurismo o del
cubismo, puesto que cuando esto ocurrió apenas estaban entrando en la adolescencia.
Establecida la salvedad, estímese las siguientes etapas:
[...]
La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas
eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente.
9
Tres años después, en La Cruz del Sur, Pereda Valdés publica un contrapunto al
texto y un homenaje lírico a su amigo argentino:
“Montevideo”, Jorge Luis Borges, en Martín Fierro, 2ª época, Buenos Aires, Nos. 8-9, agosto-setiembre
6 de 1924, pág. 60 de edición facsimilar.
10
El texto de Pereda deja entrever otro rasgo diferencial importante: las ideas y la
literatura vanguardista no habían arrancado del todo a los poetas uruguayos de sus
buenos modales ni de sus banquetes, porque –como dice Pereda– el temperamento de
los de esta Banda seguía siendo “grave” y algo ceremonioso14. Y dígase de paso, Pereda
Valdés ya no respetaba la normativa ultraísta, al que en sus escritos críticos dijo
pertenecer, si es que alguna vez lo cumplió: ya usaba comparaciones, ya hacía
concesiones graciosas al sentimentalismo, ya apostaba más a la “recordación” que al
aquendismo o al atemporalismo recomendado por los manifiestos. En otro poema, que
incluye en La guitarra de los negros, y que mucho entusiasma a Gilberto Freyre, Pereda
exclama:
Montevideo es pequeño
para nuestra ansiedad.
Sólo en el puerto se puede respirar!
No oyen las sirenas de los barcos
que nos llaman?15.
13
“Canto a Montevideo”, Ildefonso Pereda Valdés, en La Cruz del Sur, Nº 17, mayo y junio de 1927, pág.
19.
14
“Canto de Federico y Nicolás”, en La guitarra de los negros. Montevideo/Buenos Aires, La Cruz del
Sur/Martín Fierro, 1926. En una reseña del libro, breve y casi parafrástica, Esmeraldino Olimpio (seud. de
Gilberto Freyre), transcribe íntegro el poema y comenta: “É esta ansiedade, aliás, que faz a musica destes
poemas, em cuja melancolia há uma nota de aceitação sorridente, de lirica despreocupação, de heroica
ironia, que de pronto enleiam. Imagen ingenuas e frescas”. El artículo se publicó en Revista do Brasil,
Rio de Janeiro, el 30 de noviembre de 1926. Debo el conocimiento del texto y del seudónimo al profesor
Guillermo Giucci.
11
Esas sirenas lo llamaron muy pronto. Porque si era capaz de hacer el elogio de la
provincia, el escritor quería conocer el mundo o, mejor, la región cercana a la aldea
montevideana: las ciudades de Argentina y del ignoto Brasil. Entre 1926 y 1928 residió
en la capital argentina, donde hizo amistad con Evar Méndez, Ricardo Güiraldes,
Macedonio Fernández, Eduardo Mallea, Carlos Mastronardi, Xul Solar y Borges 16, con
algunos de los cuales ya había entablado contacto epistolar. En la mejor tradición de las
letras americanas, sobre todo de los rincones más aislados y deseosos por alcanzar una
repercusión planetaria, siempre fue un corresponsal incansable. Su activa tarea como
divulgador de la vanguardia, del nativismo, de lo que fuera que estuviera a su alcance o
en el círculo de sus intereses, figura en una nutrida correspondencia con escritores
nuevos de España y de casi todos los países latinoamericanos. Fruto de ese intercambio,
consecuencia del canje amistoso de sobres, papeles, libros y revistas, su obra concitó el
interés crítico de Rafael Cansinos Asséns –el padre del ultraísmo–, Jules Supervielle,
Manuel Bandeira, Carlos Drummond de Andrade, Cecilia Meireles y hasta del propio
César Vallejo. El de Pereda Valdés fue, tempranamente, el triunfo de la voluntad, la de
ser conocido, la de ser reconocido. Habrá tiempo para que los amigos de juventud,
como Borges, cambiaran de parecer17.
Se dijo: antes de la llegada de Borges a Buenos Aires, Pereda Valdés había
largado su propia carrera en Montevideo. Se dijo: en 1920 publicó, junto a Federico
Morador, la revista Los Nuevos, que alcanzó la sexta y última entrega en diciembre de
1921, cuando los preceptos ultraístas terminaban de hacer su desembarco en la capital
argentina. Como sea, el caso Los Nuevos, antes que el problema de los orígenes o de la
precedencia en la introducción del ultraísmo, propone la dificultad de una vanguardia
local que se asume en diálogo con Europa sin una perspectiva clara de sus propios fines.
En las entrevistas ofrecidas en la ancianidad, Pereda Valdés no dudaba en reivindicar su
condición de pionero. En una de ellas remarca:
[...] con la revista Los Nuevos, que codirigimos con Federico Morador, introdujimos el
ultraísmo y todas las últimas tendencias y escuelas, poetas como Apollinaire y todos
esos poetas nuevos franceses. Nosotros, indudablemente, introdujimos el ultraísmo en
16
“Cómo conocí a...”, Ildefonso Pereda Valdés, en El País, Montevideo, 15 de enero de 1967.
17
Véase la dura nota que escribe Borges sobre Música y acero, 1933, en la Revista Multicolor de los
Sábados, del diario Crítica. Recogida en Jorge Luis Borges en Revista Multicolor. Buenos Aires,
Atlántida, 1996. Investigación y recopilación: Irma Zangara, págs. 216-217.
12
Uruguay. Y en esa misma época nosotros estábamos muy vinculados con el movimiento
modernista de Brasil, especialmente con Manuel Bandeira, Ribeiro Couto, Murilho
Araujo, todos muy amigos míos...18.
Hacia 1970 Pereda escribió un libro, casi un borrador, sobre Tertulias y Cafés
literarios en Montevideo, que entregó a la editorial Arca. El volumen nunca se publicó.
La copia quedó en poder de Alberto Oreggioni (1939-2001), quien generosamente nos
permitió consultarla. Hay en ese texto, a esta altura un verdadero documento, algunas
informaciones y alegatos nunca divulgados sobre aquella experiencia:
En 1918 aparecía en Sevilla la revista Grecia, órgano oficial del ultraísmo. Nos
pusimos en contacto con su director Isaac del Vando Villar, que en 1921 estuvo en
Montevideo, conferenciando en el Ateneo acerca del ultraísmo, explicando con toda
claridad la finalidad de esta nueva tendencia de las letras españolas, a la que se habían
adherido recientemente, Ramón del Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez y Eugenio
D’Ors. Me correspondió presentar al orador y este hecho por sí solo demuestra la
vinculación de Los Nuevos con el ultraísmo. Cuando más adelante los ultraístas
difundieron sus poesías en Ultra y Tableros, se insertaron en estas revistas
colaboraciones nuestras y juicios acerca de La casa iluminada y Poesía.
Los Nuevos ocuparon un lugar en la calle Misiones Nº 1489 en un viejo edificio
ya desaparecido. A la redacción, sede de nuestra peña, concurrían asiduamente Arturo
Carbonell Deballi, encargado de la sección bibliográfica (las críticas más mordaces
las escribía Federico Morador); Víctor Bonifacio, que habló en El Ateneo sobre las
nuevas tendencias literarias, refiriéndose a las obras de Apollinaire, Romains y James,
leyendo poemas de Fernán Silva Valdés, Juana de Ibarbourou, Federico Morador e
Ildefonso Pereda Valdés. A este respecto, un cronista dice: «Ante un escaso público, lo
cual prueba el poco interés que despiertan las nuevas literaturas». Eran frecuentadores
de la peña de Los Nuevos, el escultor Enrique Lussich, Carlos César Lenzi, Germán
18
“Ildefonso Pereda Valdés, premio nacional de Literatura: Negro es blanco”, Ramón Mérica, en El Día.
Suplemento en Huecograbado, Montevideo, 13 de diciembre de 1981. [Entrevista]. Otras entrevistas en
las que dice, palabra más o menos, los mismos conceptos: “Ildefonso Pereda Valdés, premio Nacional de
Literatura: Negros y blancos en color”, Ruben Loza Aguerrebere, en El País de los Domingos,
Montevideo, 1981. [Recorte sin data precisa en mi poder]; “Diálogo con Ildefonso Pereda Valdés: Los
ahorros de la memoria”, Ruben Loza Aguerrebere, en El País de los Domingos, Montevideo, 7 de
setiembre de 1986, pág. 5.
13
Roosen Regalía, Julio Raúl Mendilaharsu, Luis Eduardo Pombo, José María Arocena
Blanco, que exaltó al poeta Andrés Lerena Acevedo [...]19.
Original mecanografiado, con correcciones manuscritas, sin título preciso, aunque el tema atañe a las
tertulias, los cafés y los cenáculos intelectuales en Montevideo. Folio 48.
14
Hoy escribo a los hermanos ultraístas para que le envíen sus obras, aunque
creo que en la conferencia que Ud. prepara sólo debe atenerse a las producciones
últimas publicadas en Grecia a fin de evitar dolorosas confusiones que perjudican
nuestro movimiento. [...]
Su primer poema titulado “Anatomía de la amada” aunque moderno tiene
mucha influencia rubeniana.
Me parecen mejores (sic) orientadas y por consiguiente pueden considerarse
dentro de nuestra estética ultraica sus tres últimos poemas los cuales después de
agradecerles su dedicatoria y de felicitarles todos efusivamente, se publicarán en una
plana en el número del día 15 de agosto. [...]
Me tomo la libertad de nombrarle redactor de Grecia en Montevideo y a tal
efecto le remitiré 125 números de los últimos publicados en Madrid para que los ponga
en venta en las librerías más importantes de esa ciudad y en los kioscos y lugares
donde lo estime oportuno[...]20.
20
Carta de Isaac del Vando Villar a Ildefonso Pereda Valdés, datada en Madrid, 29 de julio de 1920, 7 A.
XXV (1920-1929). Colección Ildefonso Pereda Valdés, 7 A. XXV (1920-1929). Archivo Literario,
Departamento de Investigaciones de la Biblioteca Nacional, Montevideo.
21
Después que Rubén Darío rompió con los viejos moldes de la métrica
académica, un grupo de jóvenes poetas americanos y españoles rompieron con la
hinchazón retórica y con el estilo declamatorio de los que no se pudo libertar el gran
poeta nicaragüense23.
Pero junto a esta declaración de guerra la revista publicaba los mismos versos
convencionales y hasta torpes y ultraconservadores que desechaba en la teoría, como los
del argentino Carlos López Rocha, que de nuevos no tenían nada porque están datados
en 1897:
22
“Elogio de Fernández Moreno”, Federico Morador, en Los Nuevos, Montevideo, Nº III, 1920, págs. 9-12.
En el Nº I se había publicado un poema de Fernández Moreno: “¡Cuándo podré estar solo!”
23
“Intenciones de la poesía”, ¿Federico Morador?, en Los Nuevos, Montevideo, Nº III, 1920, pág. 1.
24
“Madre España”, Carlos López Rocha, en Los Nuevos, Montevideo, Nº V, 1920, págs. 41-42.
16
anonimia de los redactores que atacan así como la no identificación de ninguno de los
atacados, ya es una prueba suficiente de la debilidad del nuevo embate. Por eso no
puede extrañar que vuelvan las contradicciones. La revista sigue impulsando la difusión
de la vanguardia, poco comprendida por “la mala voluntad del público”, dice Pereda en
un artículo sobre el cubismo25. Pero en la página vecina a esa labor de difusión de lo
nuevo, el ignorado poeta Juan Carlos Rossi concluye un largo poema que ya era
anticuado en 1900, como lo prueba su última estrofa:
No desprecio el mundo
como el sombrío ermitaño;
quiero luz en mi vida,
ternura en mis amores,
nobleza en mis acciones,
y amor en el corazón,
como Dios...26
Dos libros había publicado Pereda Valdés en medio de ese gran intento de
publicidad vanguardista: La casa iluminada (1920) y El libro de la colegiala (1921).
25
“El cubismo y la cuarta dimensión”, Ildefonso Pereda Valdés, en Los Nuevos, Montevideo, Nº 6,
diciembre de 1921, págs. 9-10.
26
“Credo”, Juan Carlos Rossi, en Los Nuevos, Montevideo, Nº 6, diciembre de 1921, págs. 7-8. El texto
datado en “Montevideo, noviembre 6 de 1921”.
27
Antología de la moderna poesía uruguaya, Ildefonso Pereda Valdés. Buenos Aires, El Ateneo, 1927,
pág. 126. De todas formas, y para afirmar el juicio de Pereda, ni siquiera en las composiciones de Los
Nuevos o en las de Poesía se notaba la aceptación tout court del ultraísmo.
17
Leídos los textos, una primera evidencia del distanciamiento radica en la frecuente
explosión sentimental –tan prohibida por la ortodoxia programática de españoles y
porteños–, así como la abundancia de comparaciones, de adjetivos, la apelación a una
rima fácil, y aun en la supervivencia de imágenes muy afines a las de Herrera y Reissig:
Cuando el supremo sacerdote ultraísta del Vando Villar leyó estos poemas, de
nuevo intentó corregir las desviaciones:
Todo cuanto se diga del origen de las muchas formas líricas es erróneo. [...]
Es casi seguro que para el próximo mes de marzo embarque para Buenos Aires,
con el objeto de dar unas conferencias sobre moderna estética ultraísta. Ni que decir
tiene que me detendría en esa para tener el gusto de estrechar las manos de esos
camaradas [...]28.
28
Carta de Isaac del Vando Villar a Ildefonso Pereda Valdés, datada en Sevilla, 24 de febrero de 1921.
Colección Ildefonso Pereda Valdés, 7 A. XXV (1920-1929). Archivo Literario, Departamento de
Investigaciones de la Biblioteca Nacional, Montevideo.
29
El eclecticismo es la nota dominante que encuentra Hugo Achugar en la vanguardia uruguaya, ahogada
por el omnipresente poder del Estado. Véase, al respecto, “Letras. La década del veinte: vanguardia y
batllismo. El intelectual y el Estado”, Hugo Achugar, en Vida y Cultura en el Río de la Plata, Tomo I,
Autores Varios. Montevideo, Universidad de la República, Departamento de Publicaciones, 1987. Véase
el punto 3 del “manifiesto” “De la dirección” de Los Nuevos, en Apéndice.
19
Habrá notado el lector que en ninguno de sus textos Borges habla de ultraísmo
al referirse a la poesía actual de los uruguayos. Ese silencio tiene una explicación. Ya
en la época en que se publicaron estos artículos y este prólogo, Borges estaba de vuelta
del ultraísmo. [...] No es de extrañar, entonces, que al elogiar a los poetas ultraístas de
la otra orilla omita un rótulo que se le ha vuelto incómodo. El adjetivo no importa. Lo
que sí importa es la actitud de complicidad con que Borges comenta y promueve la
obra de sus compañeros de vanguardia en la orilla izquierda del río”30.
¿Si “el adjetivo no importa”, por qué llamar ultraísmo, que tiene perfiles tan
precisos, a algo más genérico como la vanguardia en su inflexión rioplatense? En
verdad hacia 1927 el ultraísmo era un recuerdo, si acaso el destello de alguna imagen,
de alguna peregrina metáfora perdida en uno u otro poema. Poco más que eso. Las
alternativas eran otras. Esta perspectiva de Rodríguez Monegal consiguió introducir otro
elemento de distorsión: ya no sólo hay dependencia respecto de España sino, también,
de Buenos Aires. Sobre la primera dependencia está claro que el orgullo personal de
Pereda Valdés y la desorientación teórica de Morador –y, de a poco, el sentimiento de
americanidad del primero– los apartó pronto del sometimiento a esa disciplina. Eso sí,
sin distanciarlos mucho del movimiento internacional, que aseguraba difusión española
–tómese en cuenta que, con devotas dedicatorias, salieron tres poemas de Pereda en
Ultra– y tal vez, quién sabe, en el resto de Europa. Ese afán de sortear las vallas de la
frontera nacional y pegar el salto hasta Europa tiene una muestra cuando Marinetti
visitó Montevideo en 1926: Pereda fue uno de los pocos que se le acercó, hizo imprimir
un poema elogioso en hoja volante, que no se ha conservado, y le dedicó efusivamente
dos de sus libros (El arquero y La guitarra de los negros)31.
Un artículo de Raúl Antelo cambia la perspectiva sobre los cruces de las
vanguardias en el Río de la Plata y en Brasil y aporta algunas respuestas importantes.
Dos de sus observaciones merecen retenerse:
30
“El olvidado ultraísmo uruguayo”, Emir Rodríguez Monegal, en La obra crítica de Emir Rodríguez
Monegal. Homero Alsina Thevenet y Pablo Rocca (comp.) Montevideo, Ediciones de la Plaza, 1994,
págs. 97-98. Originalmente en Revista Iberoamericana, Pittsburgh, Nos. 118-119, enero-junio 1982, págs.
257-274.
31
Véase “Yo estuve con Marinetti”, Wilfredo Penco, en El País Cultural, Montevideo, Año IX, Nº 439, 3
de abril de 1998, pág. 6. [Fragmento de una entrevista a Ildefonso Pereda Valdés, efectuada en febrero de
1980]. Los libros de Pereda obsequiados a Marinetti fueron registrados en “A bibliografia latinoa-
americana na Coleção Marinetti”, Jorge Schwartz, en Boletim Biblioteca Mário de Andrade, São Paulo,
vol. 44, Nos. 1-4, janeiro a dezembro de 1983, págs. 133-145.
21
en el que propone una distinción entre los que se someten al canon europeo y los que
aprenden del allá para hacer acá su obra singular. Porque, dice, “el ultraísmo antes que
Alexis Delgado publicara sus composiciones, estaba ya descubierto e importado,
cuidando sus introductores de no seguirlo al pie de la letra como lo hiciera aquel”. La
indignación de Pereda, en ese momento, roza también a Luisa Luisi, quien en un breve
artículo de la revista Pegaso sobre el poeta ecuatoriano Hugo Mayo y las nuevas
tendencias literarias se mostraba sorprendida por la escasa atención que en el Río de la
Plata se le había dispensado al ultraísmo. Desde su escasa información, Luisi anotaba
que la difusión ultraísta había encontrado un espacio “en la efímera revista Los Nuevos”
y que rastros de su poética sólo eran visibles en Morador y en Carlos Rodríguez
Pintos33. Sólo en ellos.
La relación con Borges, el presunto maestro comarqueño –si se sigue la lectura
de Rodríguez Monegal–, atravesó por otros caminos. En la carta de Guillermo de Torre
que se incluye en el Apéndice a este trabajo, este da por descontado que Pereda Valdés y
sus amigos conocen “las restantes floraciones ultraístas de América: la revista Prisma
de Buenos Aires de mis camaradas los hermanos [Jorge Luis y Norah] Borges [...]”.
Como no ha sobrevivido la respuesta –al menos en los archivos consultados– no se
puede afirmar si hacia 1920-21 Los Nuevos sabían de sus parientes porteños. Puede
arriesgarse una hipótesis. Todo indica que no sabían qué estaba pasando en Buenos
Aires o que no tenían vínculos fluidos, porque en ninguno de los seis números de la
revista montevideana se da noticia del grupo porteño, porque los escritores argentinos
que fueron publicados estaban visiblemente desprendidos del núcleo ultraísta. Todo
indica que el conocimiento entre ellos se produce hacia 1925, poco antes de que Pereda
Valdés pasa a residir en Buenos Aires y cuando ya Martín Fierro había comenzado su
actividad. Desconocemos la existencia de memorias o reportajes a Federico Morador,
quien siguió publicando poesía aunque ubicado en un plano muy secundario en los años
siguientes a la experiencia de Los Nuevos. Pereda Valdés, quien nunca se detuvo, no
dejó un testimonio preciso, más bien ha sido esquivo en todas las ocasiones en que tuvo
posibilidad de contar esa relación, que fue en un principio estrecha, puesto que le dedicó
su poema “Campo”, de La guitarra de los negros (1926). En las notas autobiográficas
33
“Las nuevas literaturas. Hugo Mayo”, Luisa Luisi. Reproducido en Proteo, Guayaquil, Nº 2, febrero
1922 y en La noción de vanguardia en el Ecuador. Recepción- trayectoria- documentos, 1918-1934,
Humberto E. Robles. Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1989, págs. 87-90. El trabajo de Robles
muestra el enorme interés que existió en Ecuador por el ultraísmo, mucho mayor que en el resto de
América Latina, a excepción, claro está, del Río de la Plata. El artículo de Luisi apareció originalmente en
Pegaso, Montevideo.
23
Todos hemos hablado alguna vez de la música que se desangra, pero esta es la
perfección de esa tanteada imagen de todos, su plenitud”34.
Con elegancia, con fina ironía también, Borges da a entender a quien sepa leer
que la imagen fue creada antes por él que por su nuevo amigo uruguayo. Porque, en
efecto, en el poema “Último rojo sol”, que el argentino dio a conocer en la madrileña
Ultra, en 1921, una revista que Pereda Valdés consumía ávidamente, hay dos versos que
dicen:
34
“Nota bibliográfica al libro de Ildefonso Pereda Valdés”, Jorge Luis Borges en Textos recobrados, 1919-
1929. Buenos Aires, Emecé, 1997, pág. 243-245. (Edición de Sara Luisa del Carril).
24
(dolida y desnuda
una guitarra brusca se desangra)35.
El otro artículo de Borges, acerca del libro Música y acero (1933), aparecerá
muchos años después, ya despejado el panorama de las vanguardias. Borges ataca el
libro desde el propio título, que “suena” mejor si se invierten los términos y, en el mejor
(o peor) de sus alardes demoledores se pregunta “Musica y acero, ¿hay tal libro?”
(véase nota 17).
Por todo esto, y sin desmedro de una apuesta individual, refractaria al control
colonialista o al menos rígido que intentaban imponer los españoles, está claro que a
Pereda hacia 1925 no le queda otro camino que el de escapar del ultraísmo. De esta
época son sus colaboraciones con poemas y artículos en revistas americanas, justamente
cuando haga a un costado la veta más “cosmopolita” y potencie los asuntos más
“nativos”. En rigor, sus colaboraciones son las más numerosas de todos los uruguayos
de los años veinte, en casi todas las revistas uruguayas y en muchas de América Latina,
no sólo porque vivió en Argentina y Brasil, sino porque supo explotar hábilmente su
autopromoción36, por el deseo de ver su obra en revistas de todas partes; tal vez, no hay
porqué negarlo, animado por la intención de crear un amplio espacio de diálogo
continental bajo el doble signo de lo “nuevo” y lo “nativo”. Hemos podido identificar
35
“Último rojo sol”, Jorge Luis Borges, en Textos recobrados, 1919-1929. Buenos Aires, Emecé, 1997,
pág. 143. (Edición de Sara Luisa del Carril). (Originalmente en Ultra, Madrid, Nº 20, 15 de diciembre de
1921).
36
Una carta a José Carlos Mariátegui muestra con elocuencia esta voluntad de estar en todas partes. Sin
rodeos, el escritor uruguayo escribe al peruano sólo con el objetivo de ofrecer “colaboración inédita para
Amauta”. De paso, elogia a su director y ataca a escritores peruanos de la generación anterior. La oferta
tuvo éxito, ya que en Amauta salieron cuatro poemas de Pereda Valdés: “Destrucción”, “Alegría y
verdad”, “El caminante” (Nº 4, diciembre 1926, pág. 31) y “Creo” (Nº 5, enero 1927, pág. 21). La carta
mencionada incluida en Correspondencia (1915-1930), José Carlos Mariátegui. Lima, Amauta, 1984.
Introducción, compilación y notas de Antonio Melis. Tomo I, pág. 214.
25
textos suyos en las porteñas Martín Fierro37, Proa38 y Síntesis, entre otras; en las
brasileñas Revista de Antropofagia y Verde39, en la peruana Amauta (ver nota 23).
La salida que tenía más a mano, ya integrado a otro grupo activo de la
vanguardia uruguaya, el de La Cruz del Sur, consistió en arrimarse a lo nativo. Pero
arribó a esta solución a su manera, con el eclecticismo que sólo abandonará cuando, en
su libro de poemas Lucha (circa 1933) y en la etapa en que merodea el Partido
Comunista y en los posteriores años aciagos de la Guerra civil española, se incorpore a
la poesía social, de imágenes directas, sin ningún resquicio de alambicamiento o de
refinamiento “moderno”. Lo que se podría llamar el tema “nativo clásico” rioplatense,
el gaucho y su mundo, no sólo tenía una tradición poco más que centenaria, sino que en
ese terreno tenía competidores fuertes que ya se habían hecho su lugar y hasta se habían
hecho acreedores de reconocimiento entusiasta de la crítica de las dos orillas (Zum
Felde aquí, Borges allá). En cambio, el negro, que en la pintura Pedro Figari estaba
frecuentando con igual veneración por parte de la crítica joven, no tenía sus cultores
literarios. Conviene no apresurarse mucho. Ya en aquel momento Gervasio Guillot
Muñoz advirtió a los posibles lectores de La Cruz del Sur que el título del primer libro
“negrista” de Pereda Valdés no encerraba tantos poemas “negristas”:
asible y concreto, apegado a ese realismo que sale de las cosas externas. [...] La
guitarra de los negros es un libro encuadernado y compaginado líricamente,
desprendido y suelto, al margen de las recetas inútiles, alejado de la tradición
inhibitoria40.
En verdad sólo “La guitarra de los negros” y “Los tambores de los negros” se
inscriben en la anunciada línea temática del título. Otras cinco composiciones acuden al
campo y sus mitos: “La guitarra”, “Campo”, “La inútil cosecha”, “Las vendimiadoras”
y “Pastoral”. Otras tantas son de asunto marino y cósmico: “Canto a la luna nutritiva”,
“Ascensión”, “Canción de las rocas”, “El caminante” y “Simbad el marino”. Otras, por
último, privilegian la voz y el tono subjetivo, entre lo autobiográfico y lo confesional:
“Canto de Federico y Nicolás”, “Temperatura”, “Canción bruja”, “Destrucción” y
“Alegría y verdad”41. El libro es una muestra cabal del mencionado eclecticismo estético
del autor. Un pequeño y hermoso volumen, un hecho editorial binacional, que compila
versos neorrománticos (“¡Por mirar al mundo pagaré el tributo de mis ojos!”,
“Destrucción”), con imágenes ultraístas (“La cuchilla de sus dientes/ corta el canto en
dos pedazos”, “La guitarra de los negros”); páginas en las que andan calmas visiones de
la pastoral (“Veníamos de la ciudad, aturdidos de ruido/ en busca del campo verde y
ancho como el mar”, “El campo”) con timbres futuristas que modifican la marina
decimonónica (“¡Tiene fuertes latidos/ el corazón de hélices del Transaltántico!/ Pájaro
nocturno que recorre los mares/ trayéndonos recuerdos y paisajes!”, “El
transatlántico”). Tanto comparece el humorismo tenue como la honda gravedad; tanto se
encuentra el vocablo o la frase refinados y hasta rebuscados, que vienen con un largo
amparo del “prestigio” literario (“altos almenares”, “barca estelada de silencio”), como
la expresión coloquial o la onomatopeya.
En efecto, el libro tiene dos poemas negros y habrá tres más en un folleto
editado al año siguiente42, y vendrán otros muchos en el curso de los siguientes años, los
40
“La guitarra de los negros [...]”, G[ervasio] G[uillot] M[uñoz], en La Cruz del Sur, Montevideo, Nº 13,
agosto de 1926, pág. 22.
41
La guitarra de los negros, Ildefonso Pereda Valdés. Montevideo/Buenos Aires, Editoriales La Cruz del
Sur/Martín Fierro, 1926. Viñetas de María Clemencia.
42
Cinq poèmes negres, Idelfonso (sic) Pereda Valdés. Montevideo, Aux Editions de “La Cruz del Sur”,
1927. Prólogo de Álvaro Guillot Muñoz. Una nota advierte:
“Les poèmes VILLAGE NÉGRE, LE CANDOMBE, LE BATEAU NÉGRIER, ont été traduits par
Edouard G. Dubreuil à Montévidéo en décembre 1926.
27
cuales será reunidos en un solo volumen en 1979. Pronto, también, comenzará con
investigaciones y ensayos antropológicos sobre la “raza” en Uruguay 43. Para el
prologuista de este librito al poeta le interesa “la négrerie dans son aspect de
primitivisme reposant et de mansuétude intime”. Si Pereda trata de sortear su etapa
“exótica” internándose en lo nativo, en realidad encuentra una nueva forma de
exotismo, casi podría decirse de tropicalismo a la medida y al paladar de los parámetros
culturales europeos o, mejor, franceses, a quienes se destina estos poemas con la remota
esperanza de incorporarse a ese medio cultural hegemónico. De lo contrario no se le
ocurriría inventar la trasposición del paisaje urbano de Montevideo a los trópicos, tal
como lo hace en “Le «candombe»”
Candombe, candombe
excitant, sexuel dans les nuits du Tropique (pág. 14)
Sus fuentes para ese viraje temático y formal, mucho más leve de lo que podría
pensarse si se confiara en los testimonios y en los prejuicios, están en las corrientes
europeas de vanguardia, tanto en las artes plásticas (Cézanne), como en la poesía de
Apollinaire. Con crudeza ya sentenció esto Ángel Rama: “Ildefonso Pereda Valdés ha
de descubrir, leyendo a Apollinaire, que también había negros en América Latina”44. La
inspiración europea es ostensible, pero no sería justo reconocer que Pereda Valdés quiso
incorporarse a la corriente negrista latinoamericana, que empuja con energía desde
A Buenos Ayres, María Clemencia a traduit LA GUITARE DES NÈGRES et LES TAMBOURS
DES NÈGRES vers le mois de septembre 1926”.
En conclusión, sólo los tres primeros estaban inéditos, mientras que los dos últimos habían sido
incluido en La guitarra de los negros.
43
Para una bibliografía detallada de estas contribuciones, así como en todos los géneros en que escribió
Pereda Valdés, véase el artículo de Arturo Sergio Visca en Nuevo Diccionario de Literatura Uruguaya
2001. Montevideo, Banda Oriental/Alberto Oreggioni, 2001, Tomo II.
44
“Las dos vanguardias latinoamericanas”, Ángel Rama, en La riesgosa navegación del escritor exiliado.
Montevideo, Arca, 1993, pág. 138. Lo mismo repite en la última ponencia que redactó en su vida: “De la
concertación de los relojes atlánticos”, op. cit., pág. 253.
28
Brasil (Raul Bopp), desde Puerto Rico (Luis Palés Matos) y, sobre todo, desde Cuba,
donde Emilio Ballagas hace una primera antología de la poesía negra americana,
publicada en 1925. Del canto jocundo e ideológicamente conservador a los negros, en
cuanto se centra exclusivamente en los aspectos exteriores, en su plasticidad física y en
su música, Pereda Valdés se deslizará pronto hacia una poesía militante. Pero a
diferencia de César Vallejo, por ejemplo, quien supo combinar vanguardia estética con
vanguardia política, el poeta uruguayo abjuró de todo posible experimentalismo, por
más moderado que haya sido, para sumar su voz a los cantores estándar de la revolución
socialista. Nunca pudo entrar del todo en la vanguardia estética, por más que giró a su
alrededor, y cuando se incorporó a la vanguardia política 45 bien pudo considerar –como
dijo su colega Oswald de Andrade en su célebre mea culpa de 1933– que “volver atrás
es imposible” y que mejor convenía transformarse en un “soldado raso de la
Revolución” que en un divertido payaso de la burguesía46.
45
“«Introducción» a Serafim Ponte Grande”, Oswald de Andrade, en Schwartz, op. cit., págs. 483-485.
29
APÉNDICE
I47
De la dirección
Con el mismo título que adoptaron sus fundadores cuando se trató de los
primeros pasos de renovación literaria, cada vez más sentida en toda América, reaparece
esta revista. Pero esta vez su dirección está a cargo de un Comité anónimo.
Nuestro objeto, el objeto de cada uno de los que aquí colaboren haciéndose
responsables directos de lo que firmen será:
1º La depuración de un ambiente lleno de nombres mínimos y de insignificantes figuras.
2º La revisión, nueva revisión de valores literarios y artísticos, desde puntos de vista
nuevos que los hacen dudosos o falsos.
3º Quebrar la indiferencia de los Poderes Públicos y de los políticos para los artistas.
4º Desconocer a literatuelos filisteos y a deshonestos amateurs, el derecho de discutir y
juzgar en materia de arte.
5º Jerarquizar y ennoblecer la profesión.
6º Canalizar el gusto del público.
El gusto del público está hoy, inundado por la creciente de novelas
pornográficas, de poetas plagiarios y de pintores y escultores eunucos.
7º Restaurar un arte civil, potente, orientándonos hacia lo americano. Queremos decir,
hacia lo hecho con toda la civilización europea y asiática de todos los tiempos, así como
América está hecha con hombres de todos los continentes.
47
Apareció en Los Nuevos. Revista de Arte y Letras, Montevideo, Año II, Nº 6, diciembre de 1921. Sin
firma.
30
Formulada la palabra de desprecio para los unos nos resta la palabra de cortesía
para los otros, para los colegas.
Sea ella expresada en forma de graciosa reverencia, desde el centro de la carátula
de LOS NUEVOS, por la cabeza serenísima de Palas Atenea.
II48
Sr. D.
Ildefonso Pereda Valdés.
Mi distinguido compañero:
48
Carta de Guillermo de Torre a Ildefonso Pereda Valdés, sin data, pero seguramente de 1921, dada la
alusión al último número de Los Nuevos que salió a fines de 1920. Está escrita en papel con el membrete:
“Cosmópolis. Revista de Literatura.- Fundador: E. Gómez Carrillo. Director: A. Hernández Cata.-
Secretario de redacción: Guillermo de Torre.- 100 páginas mensuales.- Tirada 10.000 ejemplares.-
Gerente: J.M. Yagües.- Oficinas: Plaza del Cordón, 1, Bajo.- Apartado 502.- Teléfono 30-52 M.”.
Colección Ildefonso Pereda Valdés, 7 A. XXV (1920-1929), Doc. 878. Archivo Literario, Departamento
de Investigaciones de la Biblioteca Nacional, Montevideo. Por mal estado de conservación, el documento
fue pegado sobre un cuaderno, la parte final de la carta es ilegible.
31
firmadas por jóvenes que, a la lectura de mis estudios críticos, divulgadores de las
nuevas tendencias vanguardistas, que vienen apareciendo desde 1920 en Cosmópolis, se
sienten entusiasmados y conversos a la nueva estética. Aisladamente, van surgiendo
prosélitos e intentos múltiples, mas con objeto de unificar estos esfuerzos y darles una
dirección neta y fructuosa, es preciso organizarse en un frente común y determinar los
órganos de expresión más caracterizados. A este efecto su revista Los Nuevos creo que
podrá cumplir noblemente tal misión como el órgano más auténtico de la juventud
uruguaya, en conexión directa con nuestro (sic). Por ello me interesaría ante todo que
tuviesen ustedes la amabilidad de remitirme directamente los cinco primeros números
de Los Nuevos que desconozco, del mismo modo que los volúmenes publicados por esa
casa y por Editorial Renacimiento –con excepción del de Federico Morador que ya
conozco y del que oportunamente di un “compte-rendu” en Cosmópolis. Pues una vez
captadas sus directrices y plenamente documentado podría dedicarles un estudio en
cualquier revista madrileña. Todo ello diríjamelo siempre a mi domicilio indicado.
Tengo el gusto de adjuntarles un poema inédito para su revista, y además le
envío mi autorización para reproducir los originales míos que deseen, tomados de Ultra,
Tableros o Cosmópolis, siempre que, naturalmente, indiquen la procedencia. Por mi
parte, pongo dichas revistas a la disposición de ustedes para toda la publicidad literaria
que deseen.
Supongo que conocerán las restantes floraciones ultraístas de América: la revista
Prisma de Buenos Aires de mis camaradas los hermanos Borges, la hoja Actual de
México, la anunciada Ultra de Santiago de Chile, etc, y ahí, en Valparaíso, la aparición
de Pablo Christi que me ha enviado primicias interesantes.
En cuanto a su anunciada encuesta sobre las nuevas tendencias me excuso de
enviarles una respuesta especial pues reiterada y explícitamente en numerosas teorías,
glosas y críticas tengo expuesto mi parecer. Así pues, extractar algunos pasajes míos de
Cosmópolis.
Además creo muy esperanzadoramente en el fructuoso porvenir del [ilegible]
Guillermo de Torre
32
III49
Amigo Ultraísta:
Jacobo Nazaré
IV
EL ULTRAÍSMO EN AMÉRICA50
49
Carta de Jacobo Nazaré a Ildefonso Pereda Valdés, sin data, probablemente de fines de 1921 o comienzos
de 1922. Colección Ildefonso Pereda Valdés, 7 A. XXV (1920-1929). Archivo Literario, Departamento de
Investigaciones de la Biblioteca Nacional, Montevideo.
50
De Ultra, número 23, febrero de 1922. Pegaso, Nº 41. Directores: Pablo de Grecia y José María
Delgado. Montevideo. Es lastimoso el concepto que tienen las juventudes de la América Española, de
nuestros actuales valores literarios. Al hablar de ultraísmo, por ejemplo, incurren en errores lamentables,
confundiéndolo con otras tendencias y atribuyéndole pontífices caprichosamente. A nosotros nos
agradaría ver a nuestros hermanos de América mejor enterados de nuestras cosas, sobre todo cuando
tratan de orientar a sus respectivos países hacia el conocimiento de las novísimas modalidades estéticas.
En los dos números de Pegaso, últimamente recibidos, encontramos falsas interpretaciones y perspectivas
que no pueden estar más lejos de la realidad.
La primera Proa salió en agosto de 1922.
34