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28 de abril de 2018: Vuelvo a publicar aquí este texto que escribí en 2011 sobre el 15-
M para la revista Mamajuana. Dirigida por Unai Velasco y Marc
García, Mamajuana pretendía convertirse la revista de los escritores nacidos a finales
de la década de 1980 y comienzos de la década de los 1990. Pero, después de una
fiesta de presentación en Madrid cuyo abracadabrante relato me reservo si eso para
mis memorias, no pasó de los pocos meses de existencia. Como muestra de juventud,
el primer número se abrió con una entrevista a Álvaro Pombo, que entonces tenía 72
años. Puesto que la revista se fundó al poco tiempo del 15 de mayo de 2011, se
improvisó una sección, dirigida por un servidor, que no recuerdo si era de política o de
ensayo –entonces, en mi mente, las dos cosas eran la misma. Esta experiencia
confirmó mi ineptitud como editor y la futilidad de cualquier proyecto generacional. Los
pocos ensayos que se publicaron en esa sección están citados en las notas a pie de
página de este texto. Escrito fervorosamente durante las primeras semanas de la
Acampada Sol, este texto es básicamente una perorata sobre filosofía y economía que
toma como chivos expiatorios a Stéphane Hessel y a Friedrich Hayek. Su lectura
probablemente no tenga hoy más interés que el de constatar lo optimista que fui al
comparar al 15-M con Mayo del 68. Ahora que se cumplen 7 años del primer
acontecimiento y 50 del segundo, quizás sea el momento de analizar más
sosegadamente su influencia respectiva. Por mi parte, las reflexiones que aquí esbozo
sobre la psico-política de la indignación las volvería a firmar, aunque no con ese estilo
jaculatorio –ni tampoco con esos párrafos, más largos que un día sin pan.
[2] Cfr. el texto de Timothy Appleton en que interpreta el 15-M a partir del marco
conceptual de Badiou, en MAMAJUANA:
[3] Como ya he dicho en otro lugar, la apuesta por la violencia cae en contradicciones
insolubles. Por violencia se puede entender varias cosas: (i) violencia en sentido
empírico como sinónimo de agresión física; (ii) violencia en sentido comunicativo como
sinónimo de disenso; (iii) violencia en sentido especulativo como sinónimo abstracto
de destrucción creativa. La apuesta por la agresión me parece inútil y
contraproducente; esta medida traiciona los fines democráticos que legitiman e
insuflan influencia al movimiento 15-M. La apuesta por el disenso me parece
innecesaria y redundante; este tipo de confrontación comunicativa es el pan de cada
día en las asambleas. Por último, la apuesta por la destrucción creativa la concibo en
última instancia como el fin último de toda revuelta que quiera abrir nuevos horizontes
políticos y económicos. (Cfr. el “Breve elogio de la violencia” de Luciana Cadahia, en
MAMAJUANA: )
[6] Para los liberales la pregunta esencial es: ¿la experiencia de los totalitarismos
refuta la hipótesis comunista de una vez por todas? Su respuesta es afirmativa.
Muchos autores de izquierda consideran que el planteamiento de la pregunta ya está
sesgado ideológicamente y, recientemente, están surgiendo incógnitas alternativas:
¿cual es el status histórico de los ideales emancipatorios?, ¿estamos ante un ideal
regulativo ahistórico, en sentido kantiano, al que nos aproximamos sin llegar nunca
alcanzarlo?, ¿es quizás un axioma presupuesto por toda emergencia revolucionaria?
(Cfr. A. Badiou: Circonstances 5: l’hypothese communiste, Lignes, París, 2009.; C.
Duzinas & S. Zizek: The idea of communism, Verso, London, 2010.)
[7] F. A. Hayek: “Epilogue: the Three Sources of Human Values”, en The Political Order
of a Free People, vol. III de Hayek (1973-1979), p. 165.