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D e l r ie u ,
P. H enry, P. Jo r i o n , G . L a n t k r i- L a u r a , S. L e c u ir f .,
J.-A. M i m .h r , p. N aveau, M. P o iz a t , E . R a im b a u it ,
D. S il v e s t r e , M. Z a f ir o p o u k o s S. Z iz h k .
MANANTIAL
S E R I E M AY O R
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P.-L. Assoun, R. Ccvasco. N. Charraud,
A. Delrieu, P. Mcnry. P. Jorion, G. Lantcri-Laura.
S. Leclairc, J.-A. Miller, P. Naveau, M. Poizat.
E. Raimbault. D. Silvestre, M. Zaflropoulos. S. Zizek
ASPECTOS DEL
MALESTAR EN LA CULTURA
EDICIONES M ANANTIAL
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Título original
Aapects du mala lie dans la OvHisntk.rt
Navarm Édlteur. París. 1987
Impreso en Argentina
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Derechos reservados
Prohibida su reproducción total o parcial
EDICIONES MANANTIAL
I ’í<ESE NTA C 1ON
Basta recorrer los avalares históricos de la histeria para tener una buena
Idea de la forma en que el lugar del sujeto en la civilización vana ron el
transcurso del tiempo. I*nmero fue prertso. en efecto, vaciar el ríelo de sus
parloteos uia el discurso de la ciencia, para pasar de las Interpretaciones
religiosas de la histeria a su caracterización positivista.
Caracterización malograda, por cuanto el recorte objetivo y rlenliflro «leí
cuerpo en nada puede superponerse al que se traza en el síntoma histérico.
Asi pues, el síntoma funcionará como enigma hasta que Freud, franqueando
el umbral que marra los limites del territorio simbólico de la psiquiatría, funda
la teoría del sujeto del inconsciente y da cuenta en particular de la lógica de
estructuración significante del síntoma histérico.
Esta densa y singular genealogía muestra a las claras que el sujeto del
Inconsciente frrudlano encuentra su lógica misma en el hecho de que el
discurso científico lo o c lu y ó de entrada. He aquí una sencilla manera de
comprender este enunciado de Lacan: "El sujeto del psicoanálisis es el de la
ciencia"; sujeto de la ciencia por estar propiamente fordtildo del discurso
científico sólidamente aferrado a sus ideales de objetivación.
Entre discurso científico y discurso analítico hay por lo tanto, mas que una
relación de dependencia histórica, solidaridad de estructura
Sobre esta solidaridad lógica, demasiado a menudo degradada a artefacto
narclsistico de lucha d<- fronteras, se asienta nuestro ftnjpo. que encuentra su
albergue en el seno mismo de la comunidad científica. Evoquese aquí la
multiplicación de los comités de ética para valorar con arreglo a otro cnteno la
manera en que el discurso rlenllfico exige, a veces hasta con patetismo, un
recurso en cuanto a la gestión de lo que no se reabsorbe en su movimiento: el
sujeto del deseo
Desde este punto de vista, puede decirse que el Investigador que tritura lo
real, por ejemplo, de la procreación, tiene horror de su acto, como lo atestigua
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6 P R E S E N T A C IO N
su apelación a los e sp ecia lista s en regu lación sim b ólica (sacerdotes. ju ristas,
etc.) a los que q u e m a pacificad ores
Cuestión de eú ra . pues: el in vestiga d or pu ede en co n tra r la fe en la
penum bra de las Iglesias o prosegu ir con e l psicoan álisis el d escifra m ien to del
deseo que lo anim a y qu e su sten ta la efectu ación de su arto. El Ideal
m aterialista reclam aría m as bien tom ar el segu ndo cam ino.
En lo qu e respecta a las cien cias hum anas, las dificu ltades del Ideal de
objetivación ascienden a la segu nda potencia, por lo m ism o qu e el silen cio del
su jeto no puede ser verdaderam en te obtenido ni del lado del In vestigador ni del
lado del objeto (de otros, sujetos).
Lo que se experim enta en esta lógica com o resto y hasta com o punto tope
en cuanto al m ovim iento m ism o de explicación dada al fu n cion am ien to del
hom bre en sociedad o re d u n d o individualm ente a las roldanas de los dlsposl
Üvos experim entales, no es o irá cosa que la indestru ctibilidad del deseo.
Desde este punto de vista, hoy se m uestra absolutam ente necesario
desprenderse de una concepción sim plem ente u tilitarista de la ética, para d ar
cuenta del funcionam iento social, de sus posibilidades incluso de reproducción
y. para decirlo rápidam ente. del estado coyuntural del m alestar en la cultura
que despues de Freud vario considerablem ente.
Ese malestar no se queda en la puerta del consultorio del analista, sino que
entra con el paciente. Lo que está en el O tro varia lo mismo, por lo tanto, que
su consecuencia lógica: la envoltura formal del síntom a que el analista descifra.
Del lado del psicoanálisis, no es inútil recordar la necesidad de que sus
propios cim ientos sean incesantemente resltuados a la altura de todo aquello
que su época pone en juego. Asimismo, estos cim ientos han de ser constante
mente resltuados como contem poráneos de los discursos que les son con exo»
Esta es la senda que tom a Lacan cuando, sim ultáneamente. Importa al campo
freudiano la rigurosa lógica de análisis de los mitólogos, y renueva en forma
asombrosa la interpretación de las figuras heráldicas de la fobla y hasta de lo
que él reagrupa bajo la noción de m ito individual dei neurótico.
Este primer coloquio del grupo 'Psicoanálisis y prácticas sociales* (RCP del
CN'RS) se propuso inventariar algunos punios de nuestro proyecto y ofrecer una
primera medición del campo de investigación que se abre.
Vaya nuestro reconocim iento a todos aquellos que hacen posible nuestro
trabajo.
Markos Zajiropoulos
I
D iscurso de la ciencia
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I
LAS R E S P U E S T A S D E LO R EAL
Jacques-Alain Miller
SI he dado a esta comunicación el mismo titulo del curso que Imparto este
año semanalmente. fue para Introducir en dicho curso aJ público aleatorio que
se encuentra reunido aquí y a) que no conozco como cono/co aJ de mi curso, que
estoy formando.
Es preciso entonces que los suponga Ignorantes de aquello de que se trata
-lo cual podría Incomodarme pero no me Incomoda porque, al Igual que ustedes,
he venido para escuchar a Serge Leclalre-, y que em puje las puertas de una
habitación que se encuentra absolutamente a oscuras.
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10 JA C Q U E S-A LA lN M ILLE R
propios medios. El hecho de que nos acostum brem os a llam ar su jeto al sign i
ficante 6 hace en todo caso que ya no esté tan enteram ente disponible.
No cabe duda de que Lacan especuló con estos efeclos. Lo cual hace que
globalmente sus discípulos no lo hayan com prendido -creo que lo han descom
prendido a m pliam en te- pero en conjunto han sido llevados al parecer, en su
práctica analítica, más lejos que los dem ás: lo digo por haber conocido hace
quince dias a unos psicoanalistas norteam ericanos, lo que me dio una idea del
estiaje.
Al respecto podría dar un testim onio que data del viernes pasado, cuando
asistí a la defensa de su tesis de Estado por parte de un psicoanalista llamado
P íe n r Bruno, que es también universitario, y que presentaba una tesis sobre
trabajos que se escalonan desde com ienzos de los años setenta hasta ahora.
Como ju rado d e tesis le dije que parecíam os estar ante las confesiones teóricas
de un hijo del siglo. Su tesis, en efecto, muestra la trayectoria de alguien que
partió de las coordenadas althusserianas: es decir que. al com ienzo de los años
setenta, en tendía Juzgar al psicoanálisis partiendo de un marxism o renovado
por Althusser. (En su tesis dice además con todas las letras que el articulo que
había escrito en esa época respondía a un encargo político: un Jerarca del partido
comunista le había pedido que escribiera un texto que diera cuenta del
psicoanálisis d esde un punto de vista marxlsta. Evidentem ente -tam bién se lo
dije- la posición es de debilidad, y en el sentido de Lacan. es decir de fluctuación
entre dos discursos.) Es muy instructivo observar de qué modo esta referencia
marxlsta se desvanece progresivam ente al paso de los años, a m edida que Pierre
Bruno, quien conserva intactas todas sus convicciones políticas, se va haciendo
analista. Ahora bten. ¿qué nos enseña esta tesis? Que. contrariamente a lo que
Imaginamos, no cuesta mucho trabajo concillar el marxism o con el psicoaná
lisis Y yo m ism o lo sabía puesto que unos años antes, en aquella Escuela
Normal Superior donde nos conocimos, yo también corrí con los gastos de loqu e
se llamó ’ lacano-althusserism o' y que duró dos años, de 1965 a 1967.
N o da ningún t rabajo conciliar el marxismo con el psicoanálisis en este punto
preciso: el desconocim iento. Uno y otro sostienen que el punto de vista de la
conciencia Individual eslá necesariamente mutilado, necesariamente al costado
de lo que constituye la verdad de la estructura. Digamos que la reunión del
marxism o y el psicoanálisis es concebible aun fuera de cualquier freudo-
marxlsmo. es posible en un punto absolutam ente preciso: la leon a del narcisis
mo. para llam arla por su nombre. Y esto es lo que vim os realizado en efeclo por
quien lo prom ovió, Louis Althusser. quien valorizó para el marxismo la critica
del yo com o poder de mixtificación, de Ilusión, poder propiamente Imaginario.
Tan mal pensado no estuvo, puesto que este punto, que permaneció en la
clínica bajo el nombre de esladlo del espejo, fue la palanca tomada por Lacan.
fuera de Freud. para levantar la literatura analítica: el estadio del espejo fue su
punto de Arquimedes. Y esto eslablcre ya un lazo entre él y Henrl Wallon quien,
no por azar, era psicólogo pero marxlsta: aunque no fue Wallon el inventor de
la observación sino que ésta provenia de una tradición anterior. Evidentem en
te, tal corno Lacan retomó este estadio del espe|o en el psicoanálisis, el yo es un
Ideal, un Ideal Imaginario y. siguiendo a Freud. un ideal desdoblado, según los
don valores del yo Ideal y del Ideal del yo: cómo se ve ejyo, y el punto desde donde
el yo se ve, qu e e » una (unción d M in la , L a ia n supo extraer del texto de Freud
L A S R E S P U E S T A S D E l£ > R E A L II
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12 j a c q u e s -a i j u n M ILI.E li
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sse ser e r p s c o c a . Perc h s rq u s ‘ ‘i r qu é supone esto. Si k- lomar, en sen o quiere
Decir c _c t í inconscieiue no se ^ v e s tig a ¿ p a m r de sus cc-n ier.:cos, corno
sosuezen. por e;*-~ pío. í s in ír ^ o c á ^ o e cuaadc se preguntan si ai otro lado del
ys?——7rar.ee t í c-s.:er.ic¿i oe-i ir .c c r £ d e n l( sería ei s i s s o que su ccntem do
aquí. =- azrrqpcarígc pe« ir - ; a d cr;a r ral vez la nocicn de qu e t í inconsciente. en
t ¿ez'^ác bel a ráu s:s -el de ' ^ a r en cualquier caso-, c o es un com e nido de
esá i ndeie, j zr¿z t í ~— c 3 e = a es t j ; cien saber si :ai c cual cu liu ra permite o
ac el m o a : de pa_ar:r= que e i aná_si¿ auteríza. cuestión m u r distinta, Di$o es 10
ca ía :"_r rrr.izar " je s c ü . o p r e s ió n de que y o estaría haciendo una mera
te tE o sp ecü v a h istó ric a d e L a ia n ; e T id e n is n e s ie . en cen d er d e q u é s e tr a ta c e n e
z n r u z a r ír n e s baer. a c ru a le s.
P r s ^ s e e s a d ^ r ^ r q u e. e n e i t e n a c e L acan . lo s a ju s te s e fe c tu a d o s a p a rtir
de e s j í r i x u d e partada se c a r s c i e r r a n por u n a e x q u is ita p recisió n : en íe n e r a l.
x e r ^ c n x a r a n ic m a m e e n s u s d isc íp u lo s, q u ie n e s ev id en tem en te d eb en
a r r a s tr a r p o sicscn es p e rfectam en te c o n tra d icto ria s pana ello s, coid o ia de
^~i?. THr r c r un lad e la f u n o ¿ n d e ¡a p a la b ra y por ei o tro a d m itir q u e e i su je to
e s u n tíe c to . E s ve rd a d q u e en c ie rta é p o ca i j r a n ex a ltó a l su je to co m o h a b la n Le.
a i s u je to q u e se en g e n d ra e n la p a lab ra. S ab em o s a d ón d e a m b o : e x a cta m e n te
3~ p u n to o p u e s ta ccn síd eran d Q q u e el su je to ta l com o el a n á lis is lo resa lta es
c a h ia c c . 2 0 b a ila n te . C u a n d o en s u S em in a rio re c a lc a b a in s is te n te m e n te el
h ech c de q u e t í su je to e s h a b la d o , su in terlo cu to r e r a e n to n c e s éi m ism o, diez
c q u in ce a ñ o s a n tes- N u n c a m artilló ta n to s u s fó rm u las - s u s o y e n te s c re ía n q u e
ic h a c ia p a r a t íio s - rosno p a r a él m ism o.
Pr-.'^h—n y +*~íjsvnjp
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16 J A C Q U E S - A L A I N M II.L E U
momento Llamaban el material : que indica esa función de tom ar las cosas
como vienen, de no demandar. No se demanda haber ayunado antes, por
ejemplo, para ponerse en condiciones, como si sucede en disciplinas que son sa
bidurías. No se dem anda haberse puesto en condic iones físicas, no se demanda
al sujeto haber m editado o haber hecho una hora de zen. incluso sentimos que
estas prácticas llenen algo de desemejante con respecto al análisis. Se toma el
material com o viene.
Aqui ya es posible entender de qué modo la ciencia condiciona al análisis:
al menos por esa apariencia de fe determinista que hay en la experiencia
analítica: venga lo que venga, no será por azar. Lo extraordinario es que de eslo
tan descatx Jado como pensar que no es por azar, los analistas consiguieron
convencer a mucha gente. incluso fuera de la experiencia analitlca. Hay que
decir que ello constituye un acto de fe. un acto de fe que se halla Igualmente
presente en la ciencia. Es verdad que las probabilidades introducen aqui
precisamente una incertidumbre que se parece a un efecto de sujeto en lo real.
Y por eso su introducción en el campo científico no fue tan simple. La probabi
lidad científica, al comienzo, es Justamente una suerte de discontinuidad en lo
real, que parece llamar al sujeto a deslizarse hacia ella. Pero con respecto a esta
fe podríamos decir que ella es. como tal. la suposición científica. Por supuesto,
está la investigación científica, pero a partir de H eideggeryd e otros autores que
lo antecedieron, sabemos que hay una suposición científica de base. Y esta
suposición científica está como explicitada en el análisis. El psicoanálisis no es
una ciencia. Después de todo, si no se quiere alojar al psicoanálisis en el Centro
Nacional de Investigación Científica (C.N.R.S.), personalmente considero que la
que pierde es la investigación científica. Quiero decir que ei psicoanálisis no es
una ciencia, pero que está situado exactamente en el nivel de la suposición de
la ciencia, ron la ventaja de que la suposición de marras se ve explicitada en la
presencia misma del analista; y. además, por ese motivo es discutida, discutida
como lo que Lacan hizo surgir, como sujeto supuesto al saber. Esta expresión
sigue flotando. Sólo que en el psicoanálisis, ese real imposible de decir que sólo
es posible cercar cuando se lo quiere tomar por la fenomenología de la
experiencia, es un real que habla. Y esto es algo muy curioso, porque se podría
pensar que lo real no tiene nada que decir, en particular si se confunde lo real
con el en-sí: por ejemplo el que encontramos en Sartre, que es evidentemente
un real que se calla, que se define incluso por esto. Pero que lo real no tenga nada
que decir, no impide que no se haya cesado de interrogarlo a través de los
tiempos.
De ahi arranqué en mi curso de este año, de prácticas sociales como la
adivinación, por ejemplo. No crean que ha desaparecido de nuestras socieda
des. incluso ha desaparecido tan poco que. fiscaJmente. los psicoanalistas están
equiparados a ios cartománticos. En este aspecto, el oráculo aJ que se iba
Hodavia se v a - a consultar -quizás hasta los investigadores científicos van a
consultar a los oráculos, no está excluido en absoluto, por los testimonios de
que dispongo-, el oráculo es una respuesta primitiva de lo real: se lo espera de
los dioses, los verdaderos. Por eso Lacan deeia que los dioses son de lo real,
porque esto pertenece ai mismo orden de lo que después hallamos bajo otros
modos de interrogación. La adivinación es un montaje significante que aísla un
pedazo de real. Y yo he podido hacer el compendio, evidentemente de segunda
LAS R E S P U E S T A S D E LO R E A L 17
mano, de todo lo que se Inventó como objetos, como pedazos de objetos prontos
a despachar verdad sobre ustedes, sobre vuestro deseo o sobre vuestro íulurr».
mezcolanza extraordinaria la que se lomó del mundo y de la naturaleza para
conocer su verdad, para descifrarla.
En este aspecto el psicoanalista resulta ser ciertamente el fiador analítico del
asunto, puesto que él certifica que lo que se diga no se dirá por azar. De ahi que
diga más de lo que sabe: lo dice por principio. Esto es lo que entendía Lacan
cuando decía que el psicoanálisis era una Impostura; lo es en la medida en que.
por función, el psicoanalista certifica que loque viene no es casual, y lo certifica
con su mera presencia. Y esta certificación es creíble para el sujeto, porque éste
piensa que loque ha dicho (lene efectos de goce para el analista. Esta es la única
razón que puede explicar que el dispositivo se sostenga.
El psicoanalista como quien responde-avala no significa que sea él quien da
la respuesta. El recoge efectos de significación sobre cuya Identidad puede ser
además completamente escéptico porque, en cuanto uno entra en la experiencia
analítica, ve surgir la cuestión: "El dice tai o cual cosa, pero ¿qué quiere decir?"
¿Qué quiere decir: "Estoy deprimido"? No hay ninguna razón para que quiera
decir lo mismo para todos. Comencemos, pues, por decir que el analista recoge
los efectos de significación, pero que a continuación les da valor de respuestas
de lo real. Esto sólo cabe acreditarlo al psicoanálisis. Si no se esperó al
psicoanálisis para tomar al sujeto a partir de la significación, se esperó ai
psicoanálisis -esto es lo que Lacan implica- para dar a estos efectos de sig
nificación el valor de respuestas de lo real. Por eso precisamente aqui Leñemos
que optar entre situar al psicoanálisis del lado de la magia o del Jado de la
ciencia.
En efecto, del psicoanálisis cabria esperar qu eel sujeto se ponga a responder
dócilmente a la Interpretación del analista: los psicoanalistas han soñado con
eso y a veces lo vemos en los casos que presentan, y que define la magia: o sea
que el significante de uno responda directamenle ai significante del otro; en el
sentido en que Lacan define esa magia, la que podría interesara! etnólogo, como
la movilización del significante en la naturaleza por el significante del hechizo.
Hay que leneresta convicción para hacer magia. En ciertos casos el pensamien
to del analista no llega más lejos: gustosamente imputa el pensamiento mágico
a su paciente. Pero el que tiene ese pensamiento mágico es él, cuando no sabe
cómo opera y sin embargo verifica que del otro lado eso responde.
Sólo que. en la magia, cuando se obtienen efectos, ¿son respuestas de lo real?
Se puede discutir que en la magia haya real. Porque si hay real, allí es dócil,
consentidor es un real que hace lo que se le dice que haga. Y si no lo hace es
porque se le ha dicho mal, o porque la comunicación fue interferida por otra
magia. Aqui se advierte que nosotros, en la era de la Investigación cienLifica.
exigimos más. Para que haya respuesta de lo real en el sentido al que nos
referimos es preciso que no lodo sea posible, porque si todo es posible nos
hallarnos en un universo mágico. Y esto les demuestra cuan simple es el axioma
de Lacan: "Lo imposible es lo real".
La culpa de que podamos desconocer esta confluencia del psicoanálisis y la
ciencia es también de los pacientes, de la histérica, porque la histérica no cree
en lo reai. Por el contrario, el sujelo histérico, al menos en un punto que puede
proliferar, se dedica a demostrar que Lodo es posible y se honra precisamente
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IB J A C g U E S A Í A I N M IL L E R
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II
LA TEORIA D E LOS JU EG O S
Y LA PREGUNTA DEL SUJETO
Nathalíe Charraud
El Otro
* Corresponde al francés moL Cuando la mención sea del Je, la traducción dirá “yo
IJel'. IN.T.f
L A T E O R IA D E L O S J U E C O S Y \ A P R E G U N T A D E L S U J E T O 21
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2 2 NATI! A L IE C H A R R A U D
Mientras que Freud parece afirmar que no hay azar, ¿qué consecuencia tiene
para nosotros ei hecho de que el Otro, lugar del significante ai mismo tiempo que
Interlocutor del sujeto, sea carente? La primera consecuencia es que eljuego del
su|eloy del Otro no está enteramente determinado. Vayamos pues a la teoría de
los Juegos y Iralemos de considerar un Juego de esla clase. El Juego más
elemental que podamos Imaginares uno de dosjugadores donde cadajugador
puede elegir entre dos estrategias. Veamos, por ejemplo, un Juego que posee un
punió de equilibrio: ésu es la matriz de las victorias desde el punto de vista del
primer Jugador.
2 " Jugador
s-, s,
1*
S, ♦5 + 10
Jugador
-5 +20
2° jugador
p 1
P -1 +1
Jugador
I +1 -1
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J4 KATHAUÍ-: CMARKAUD
p crV ctam rn ieco «fiable. pues si re su lta q u e sale t i u » frecuentem ente cni/ q<w
cara, ta m aquina s a b r i detectar esta disim etría y explotarla en iril contra.
G im o asegurarnos entonces de que la monería no esta lalsratla ’ La unirá
forma de saberlo es p ro ban a y rem irar que iras un gran num ero de lanzaniien •
tes oóedecr rabaimer.re a U s k y t s del azar. luego, pur puro determ ín en lo .
tonsKÍerarríiws que sin d u d a seguirá saíislarlen do estas leves E n el enrayan
de k> siinbflboo. determinóme» y azar están, pues, intimamente ligados.
t Pero cu ales e! tazo entre probabilidad y azar'1Yo unhre. romo drria, una
rar-neda paradeodir la sucesión de mis Jugadas, y ello a lin de jugar pare impar
ccnia rr_sma probabilidad 1, 2 Las ronrlusiones de la leona de los juegos dlren
q je iem?> pertec'a razbo para obrar asi. En electo, en k> que atañe a un juego
de este tipo <kx¡de no se un pone ningún punte de equilibrio, la teoría de los
, J-A--S prcetífrtza lo que denomina una estrnurpa mixta, es decir, un cor (el de
vanas estrategas alertadas por cieno coeficiente de probabilidad En el caso del
■jego de par t im par Labra que hacer. a] hilo de las Jugadas u n a com binación
i U estratega "par" y de la estrategia "impar*, ajeriad a i cada un a d e ellas por
la probafctlíiad 1/2. Esto es precisamente lo que me vi inducida a hacer al
■n ,: ,-ar u ^ a raoneda que decidía en mi lu gar st frente a la m aq uin a iba a jugar
p aro trepar
Las probabilidades se utilizan aqui a fin de crear la Incertidumbre en e]
adversar» quien nunca sabra de antemano si lo que saldrá de mi lado será par
c impar Comparado con ei fantasma original de dominio del azar que arompah*
Va peuwros pasos de la leona de las probab jjdades. hay en consecuencia una
wrdadrra mveradiE la leona de Ins juegos utiliza, por el contrario, la probabl
Mari para crear azar e indeterminación en el otro jugador En cambio, para ei
sujetad azar sr snua en ¿a elección dei Otro, el azar se tden iiíira con la presencia
y ton ía a ra o s dri O ro . Pero como es impelióle imitar ai azar, la elección de la
propia estrategia del sujeto debe-ra ser para éi tan imprevisible como la elección
del Otro Por consúmeme, en el sistema significante de la teoría de los juego»
d azar ers una instancia a la vez interna y externa ai sujeto, tom o lo es el gran
O r o para ei pMcoanahsta. El azar designa la hiancía de lo desconocido
necesaria para cpje haya estrategia. U> desconocido del deseo del Otro pasa a
y a ai cusirte. Uempo ei deseo del sujeto. Pero el cartfter fortuito de la conjunción
oe ¡as elecciones de & n es’ ra’ egias de Ir » dos Jugadores, con)unción que
determina para cada uno de eüos su victoria. también esia limitado en efecto,
esa ¡netnrta se repane alrededor de un valor roedlo llamado 'valor de juego',
cajeubfefe r o o » una esprranza maternáuca. Según las Iryes de! azar al cabo
de tic gran número de p a r nías la victoria esiara muy terca de ese valor rr»dlo.
Zm este modr, en ruante m n ¿inducimos d cák-uio de probabilidades. podenna
Sertr cue d azar ya no «acate. As*mi»roo. Lacan fue iievwlo a cfeeir que el Otro
« ! cuanto otro sujeto absoluto. no existe Es una to e **] suojetr/a que ruando
se la reduce a un puro cáicuio de estraie^ta. r»o se tiene en pie
y. * n embargo. esta fenoménicamente bien present* en *1 hecho mtsmo de
que v puede /Ugar con el azar EJjugador. *n el lenguaje corrv-nle. no es aqud
q j r juega al w vlge o ai ajedrez, uno aquel que juega a los juego* de azar U
p»z>r¡ del tvíadrx. djre Latan, es esa pregunta formularia ai sigr.ifwante de lo
<**■ n>jcda de él ajando ya no nene ninguna significación Lo que queda como
veverriCíS e* a prenda.
LA t e o r í a d k l o s j i k c o s y l a p r b g l v j a n n . 25
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26 NATHAUE CHARRAUD
por la utilidad 4.3/10 + 6.7/10 = 5,4 y la tercera lotería por la utilidad 6.8/10
+ 8.2/10 = 6,4.
Al jugador le seria indiferente, pues, recibir un billete de la primera lotería
o recibir una naranja, ya que tanto un objeto como el otro tienen utilidad 6.
También podemos decir que nuestro jugador prefiere una pera a cualquier
billete de lotería o fruta y que prefiere cualquier fruta o billete de lotería a una
manzana. Entre las loterías, la que le procurará más satisfacción será la tercera.
De la misma manera, podemos imaginar loterías cuyos premios sean billetes
de loterías de otras loterias y volver a empezar, construir loterías cuyos premios
sean billetes de lotería cuyos premios sean billetes de lotería, etc. Podremos
afectar una utilidad a cada nueva lotería construida, con tal que, añade el
teórico de los juegos, los premios finales sean frutas.
En la teoria de los juegos, el sujeto se identifica con su función de utilidad
y se supone que su meta es maximizarla. Por lo tanto, lo que está en juego para
el sujeto viene determinado por la estructura del juego, aqui las diferentes
loterias, pero igualmente por su propia función de utilidad.
¿Qué es lo que está en juego para el sujeto del inconsciente? ¿Podemos
hablar a su respecto de una eventual función de utilidad?
Sujeto de la palabra y del lenguaje, tiene que arreglárselas con billetes de
loterias cuyos premios son billetes de otras loterias. y el objeto real de goce sólo
podrá ser atisbado en un límite desde ahora inaccesible. Pienso que aquí reside
la diferencia fundamental entre el sujeto de la teoria de los juegos y el sujeto del
inconsciente. Para la teoría de los juegos, lo que está en juego ha de ser
alcanzado al cabo de un número finito de etapas, mientras que para el
psicoanálisis, el objeto en juego está irremediablemente perdido.
Al entrar en el mundo del lenguaje el niño pequeño hace su apuesta,
intercambia sus objetos primordiales por significantes. Esta operación no se
efecLuará sin dejar cicatriz, marca donde se reconoce la huella de la causa del
deseo, la del objeto perdido. La causa del deseo no debe ser confundida con los
objetos del deseo, que. ellos si, serán intercambiables. Estos nuevos objetos no
tienen más que un valor de cambio determinado por las reglas del juego social
y familiar que se juega. La fórmula de Lacan "el deseo del hombre es el deseo
del Otro*, quiere decir a la vez que el objeto de deseo va a ser un objeto de
rivalidad con otro sujeto, y que su valor más o menos grande viene de su
cotización en lo simbólico. Pero lo que el sujeto ignora, al entrar en análisis, es
la causa de su deseo. Unicamente podría acercarse a ella reencontrando su
función de utilidad. Asi pues, y retomando el apólogo de tas loterias. el problema
consiste en sabersi, estando los objetos fundamentalmente perdidos, se puede
empero reencontrar el pasaje X = 4, Y = 6, Z = 8 que permitió al sujeto
constituirse en el mundo del lenguaje y entrar en el juego de los intercambios
simbólicos. Aunque ya no se sepa qué son X Y. Z, ¿es posible reencontrar estos
primeros equivalentes 4, 6. 8? El fin de un análisis es acercarse a estos
significantes primordiales. Así pues, la teoria de los juegos aporta una formu
lación posible al “¿qué soy?'. Quizá, sencillamente, aquella función de utilidad
primordial que permitió, como un primer axioma, el desenvolvimiento de todos
mis otros valores de utilidad, es decir, la jerarquía de mis deseos.
III
EL PUNTO DE VISTA'
Pauí Henry
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28 paulm enry
El momento de la duda
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3 0 PAUL HENRY
también aquel en que para "salvar' este saber reconocido, había que reconocer
como tal otro saber, no obstante ya formulado, pero hasta entonces no
reconocido como saber: los elementos de una geometría no euclidiana desarro
llados anteriormente pero no reconocidos como constitutivos de una geometría
distinta de la de Euclides. Hay aquí sin duda una suerte de "pase". Lo único
sobre lo que podía apoyarse Gauss era sobre ese rigor. Ahora bien, en sí mismo,
c o n s i d e r a d o independientemente de todo contenido, este rigorn oes nada. Y. sin
El beneficio de la duda
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32 PAUL HENRY
tado, no nos parece cumplir la meta que se había propuesto [...). Si se examina
atentamente esta demostración, fácil será advertir que los dos primeros casos
son demostrados en forma tal que imposibilitan toda objeción: pero los otros se
apoyan en la existencia de números auxiliares y, no estando probada dicha exis
tencia. el método pierde todo su vigor. Aunque estas suposiciones sean tan
especiosas que a primera vista parecen no exigir demostración, y aunque eleven
indiscutiblemente el teorema a demostrar al más alto grado de probabilidad, sin
erribargo. cuando se busca el rigor geométrico, es imposible admitirlas gratui
tamente
Se impone por si misma una comparación con el proceder de Gauss frente
al problema de las paralelas. Habría que considerar toda la metodología de
Gauss y el estilo de sus demostraciones para hacer resaltar que llevan la marca
de lo que se jugó con el problema de las paralelas, la huella de ese momento
decisivo en la reducción por la que quedó constituido el objete de la matemática
moderna. Pues todas las matemáticas posteriores a Gauss. alli donde se han
hecho 'modernas*, llevan esta misma marca. En efecto, para comprender qué
pudo estar en juego en lo que se llamó la ‘ crisis de los fundamentos' de las ma
temáticas. es preciso que nos remitamos nuevamente a la disyunción de la
posición del saber y de la verdad tal como se nos aparece en ese momento.
Si bien el rigor antiquus fue la única referencia en la que Gauss pudo
apoyarse para sostener la disyunción entre la posición del saber y de la verdad,
la eficacia de este apoyo, en aquellas circunstancias, no lo exoneraba de su
fragilidad Esta fragilidad explica las vacilaciones de Gauss. asi como las
polémicas extremadamente encendidas que se desataron tras la publicación de
los trabajos de Jamos Bolyai y Lobatchevsky. Los más eminentes malemáücos
y lógicos, en par*icular Gottlob Frege. adversario feroz e irreductible de las
geometrías no eucbdianas. se engañaron con ella. Y una fragilidad semejante
reapareció cuando se revelaron las 'paradojas de la teoría de conjuntos".
Kuevamen'e. lo que quedaba en entredicho era el rigor de la construcción de los
objetos matemáticos y de las demostraciones. Y. debajo de esta cuestión del
'rigor*. k> que los matemáücos y lógicos debieron enfrentar era una vez más la
cuestión de las relaciones entre saber y verdad en matemáticas. Una vez más.
todo el saber matemático reconocido era puesto en lela de juicio. Si los
resultados obtenidos desde comienzos de la década del treinta por Gódel.
Herbrand. PosL Turing. Church. Kleene y. muy recientemente también, por Ma-
tijasevic sobre el décimo problema de H ilbert pusieron al descubierto que la po
sibilidad de las matemáticas supone que puedan existir proposiciones matemá
ticas verdaderas, aunque no demostrables en ningún sentido preciso y especi-
ficable de lo que podamos llamar 'demostración', ¿no es ello suficiente para
afirmar que tal disyunción del saber y la verdad, en cuya eficacia Gauss osó
confiar, pasó a ser la condición común de la matemática que le sucedió y cuyo
desarrollo él había estructurado? ¿Acaso no es esta eficacia el m otor de su
expansión galopante desde comienzos del siglo XIX? Más aun. ¿no debemos
vincular con dicha eficacia el alcance de las matemáucas en los otros campos
del saber? ¿No incumbió acaso a las matemáticas la carga de llevar a las otras
ciencias la eficacia de aquella disyunción incluso antes de que. especialmente
con Copém icoyG alileo. forzara a las matemáticas a dar el paso que debían dar.
paso que iba a precipitar su historia?
E L P U N T O D E V IS T A 33
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¿A P A U L IÍE N K Í
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36 P A U L II E N N Y
NOTAS
D ISC U R SO DE LA CIENCIA
Y D ISC U R SO DE LA HISTERICA
Fierre Naveau
La posición del sujeto de la ciencia está determinada por una intención, una
orientación, un vector.
Chercher [buscar"! viene de ciscare. que quiere decir "girar en redondo"
Contrariamente al circulo que la etimología sugiere, yo ilustro la posición del
sujeto de la ciencia por la flecha de un vector. Este vector es el deseo. Ahora bien,
el deseo del sujeto de la ciencia sOlo puede ser definido como tal en relación con
el discurso que le sirve de soporte, el de la ciencia. De ahi la pregunta; ¿Qué es
un discurso en el sentido de Lacan?
lugar de lugar de la
la verdad producción
Esquema 1
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3H PIE R R E N A V E A U
lugar de la verdad está ligado al lugar del otro. Pero, entre el lugar de la verdad
y el lugar de la producción, no hay relación.
Asi pues, la estructura del discurso en el sentido de Lacan no es una
estructura cerrada sobre si misma, puesto que implica una Jisura.
Los cuatro términos susceptibles de venir a ocupar los cuatro lugares asi de
finidos son: — El significante del poder que Lacan escribe S,; — el significante
del saber que Lacan escribe S,: — el sujeto que es representado por el significan
te y que Lacan escribe $; indicando con ello mismo que el sujeto es representado
por el significante en tanto que lo representado falta, se borra al mismo tiempo:
- el objeto, por último, que Lacan escribe por medio de la letra a y que aqui es
abordado en tanto que el objeto es la causa del deseo.
Cuatro ro n e ra s de disponer los ruatro términos respecto de los cuatro
lugares definen cuatro discursos principales: - e l discurso del amo: - e l
discurso de la histérica; - e l discurso de la universidad: - e l discurso del
analista.
La cuestión planteada es la siguiente: ¿A cuál de estos cuatro discursos se
acerca el discurso de la ciencia?
Un discurso es. según Lacan. lo que define a un tipo especial de lazo social.
¿Qué caracteriza al lazo social definido por lo que llamé "el marco del discurso
de la ciencia? ¿Qué relación hay, en el sujeto de ia ciencia, entre el deseo de saber
y la pasión de la verdad?
Hay una antinomia entre verdad y saber. Esta antinomia es objeto de la
discusión del Menón de Platón por la vía de la oposición Introducida entre el
eplsleme (el saber) y la orlhós daca (la opinión verdadera). También Hegel evoca
esta antinomia en la Fenomenología del espíritu (pág. 310 del tomo II de la
traducción de Jean Hyppolite). precisamente refiriéndose a la ciencia.
Esa pregunta: '¿Qué relación hay, en el sujeto de la ciencia, entre deseo de
saber y pasión de la verdad?" me conduce a retomar el paralelo esbozado por
Lacan entre el discurso de la ciencia y el discurso de la histérica.
Punto de conuergencia
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40 P IE R R E N A V E A U
Punto de divergencia
lugar de la producción
Esquema 2
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II
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V
Serge Leclaire
Ante el tema de este coloquio no soy el único, por supuesto, que se planteó
la cuestión de saber en qué consiste una práctica social o. para ser más exactos,
qué cosa no seria práctica social. Yo pienso que un coloquio científico es
evidentemente una práctica social. Pero también podríam os preguntar: ¿qué es
el psicoanálisis? ¿Es una práctica? ¿Es una doctrina? ¿Es una ciencia?
Con razón o sin ella, pienso que el término "práctica social" se refiere a lo que
se ha convenido en llamar ciencias sociales. Pero en este punto adolezco de una
extrema Ignorancia, pues me resultaría muy trabajoso definir el objeto de dicha
ciencia: sociedad, cuerpo social, relaciones, form aciones sociales o. como vino
a decirse en el discurso psicoanalítico. lazo social. Estoy un poquitito más al
tanto, sin duda, y además muy aproximadamente, de sus métodos: las
encuestas, las estadísticas, las entrevistas que me interesan, evidentemente,
muy en particular. Pero, de lo que soy perfectamente ignorante es de lo que estas
ciencias sociales producen como conceptualidad propia.
Me parece que el psicoanálisis unido a este térm ino de práctica social se
encuentra, en esta práctica, para el caso este coloquio, cuestionado p o r diversas
razones. No tengo la sensación de que sea únicamente a causa de su práctica,
pues no estamos en una reunión de psicoanalistas que hablan de su práctica,
sino que se lo cuestiona, por lo menos, en nombre de la ciencia. En el fondo, el
término "práctica" me deja perplejo, pues la práctica seria lo que se opone a la
abstracción, a la conceptuallzaclón o, como se dice, a la especulación. Pero
entonces, en una reunión como ésta, práctica del coloquio científico, ¿no se nos
Invita acaso, aunque la tengamos, a una especie de "práctica especulativa?" En
cualquier caso se nos invita a una práctica de discurso, y ahi, como psicoana
lista. me encuentro en un espacio familiar.
LA PREGUNTA ETICA
Es indudable que en otras épocas que no han quedado tan atrás, para hacer
frente a la pregunta "¿cómo vivir con el otro?" bastaba con invocar el orden del
mundo, unasuerte de orden simbólico e inmutable, universal porsupuesto, una
especie de palabra de arriba que lo abarcaba todo, el conjunto de las reglas que
rigen las relaciones entre los sujetos: un orden universal ordenado por un ser
o principio supremo, el mismo paradigma de la existencia y del sujeto.
Era una buena solución y un buen modo de respuesta a dicha pregunta. Se
disponía asi de los principios de una respuesta ya preparada, y bastaba con
desarrollarlos en los casos particulares. Pienso que algunos de ustedes han
Intentado responder de esta manera a la pregunta del otro, hay que reconocer
que la cosa ya no funciona. O sea que siempre es posible invocar un orden del
mundo, una Ideología, un sistema, un orden simbólico que desarrollaremos en
una teoría, y de la que es posible tratar de convencer al otro: si por un tiempo
eso parece funcionar, no resiste apenas al uso de la vida.
Surge entonces la tentación, y no de escasa monta, de apelar no ya al orden
del mundo sino al orden de las cosas, tal como las ciencias nos han enseñado
a conocerlo. Este orden de las cosas nos induce a acudir a toda clase de ciencias,
principalmente neurológicas o neurobíológicas (conocen ustedes el éxito de El
hombre neuronal): a la biología, a la genética, a la bíogenétlca. a la química, a
la lis lea. a las ciencias de la comunicación a las ciencias económicas...
Hay en este movimiento una suerte de afán de responder a la pregunta ética
basándose en las ciencias exactas, llamadas "duras", por oposición a las cien-
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4 6 S E U G E LECLA1RE
Fiel a una suerte de tradición que penetra las paredes de la casa, y pensando
sobre todo en el Proyecto de una psicología para neurólogos de Freud, me digo
que este "duro" impone considerar las palabras con un enfoque científico. Pro
pondré. pues, el modelo de una especie de fisiología de las palabras, la palabra
y el lenguaje; fisiología puesta en evidencia por el dispositivo experimental de la
cura psicoanalitica, cuyos elementos primeros les recuerdo en dos palabras:
alguien que habla y alguien que escucha, eso es todo. Es decir, un intercambio
de palabras y una presencia de escucha.
¿Por qué llamar a esto 'fisiología'? Porque pienso que no tenemos otro
recurso que considerar a las palabras como elementos naturales: es decir,
elementos que forman parte de la naturaleza humana, elementos materiales,
fónicos, escritos, inscribibles, reproduclbles, transmisibles y por lo tanto
‘ objetivos'. Y la disposición de estos elementos naturales que son las palabras
en habla, en lenguaje, sobre ¡os que el análisis recae, son constitutivos de la
naturaleza humana tanto como las núcleo pro teínas de una cadena de DNA.
Lo cual nos impulsa a indicar claramente en qué consisten los elementos de
una nueva ciencia dura, la "fisiología de las palabras". Las palabras no son ni
elementos sobrenaturales', algo que viene de arriba o de otra parte -a lo sumo
vienen de otro, en una serle degeneraciones, en una genealogía, en un sistema
de lengua, en una historia, en una civilización-. ni simples instrumentos, como
se tendería a pensar desde las ciencias de la comunicación, de la lingüística (o
e la luigüisíeria. como decía Lacan). Estas palabras, el habla y el lenguaje, no
son só o un instrumento o una herramienta; como decía ingeniosamente
Daniele Lévy en un reciente seminarlo del Colegio de Filosofía: "Habitualmente
se considera al lenguaje como una criada para todo servicio. Se le exige tener
clase, llevar un uniforme impecable, hacerse invisible y limitarse a ejecutar
íe en or enes, es eclr, las demandas. Es bien sabido que llegado el caso
la entonaremos como se entona un soneto. Incluso se le exigió perfección."
Entonces, ni elemento "sobrenatural' ni sólo Instrumento o herramienta.
L A F U N C I O N E T IC A D E L P S IC O A N A L IS IS 47
Tales son los conocidos efectos del hecho de estar dotados de palabras. Lo
que a comienzos de siglo se conocía menos es que el hecho de estar constituidos
por palabras produce, a partir de este conjunto orgánico de lenguaje, una
especie de aparato, un sistema, un órgano podríamos decir, enteramente
específico que. desde el origen del psicoanálisis, se llama 'Inconsciente'.
A esta altura de mi exposición sitúo, pues, al inconsciente como un efecto
del hecho de que estamos constituidos por palabras. No caeré en la lngen uldad
de explicarles lo que es el Inconsciente. Les propondré simplemente una
metáfora científica, dado que el lugar se presta para ello, una metáfora
lnmunológica que, a fin de mantener la coherencia de una fisiología de las
palabras, pone en Juego la ficción -perfectamente realista, por lo dem ás- de una
fisiología translndivldual donde el sistema del lenguaje seria considerado como
lo que es, o sea un medio natural, por los mismos títulos que los elementos
líquidos, gaseosos, etc., un medio natural para el ser humano In statu nascendu
e Incluso inutero. Un medio que además califico de natural porque la dimensión
de naturaleza me parece prevalecer aquí lógicamente sobre la dimensión de
cultura (salvo entendiendo cultura como el conjunto de los efectos de la natu
raleza de las palabras, del espacio de la palabra, del sistema del lenguaje).
Planteada esta "ficción" de una fisiología translndivldual. se trataría enton-
cesde considerar los efectos constitutivos de las palabras para cada cual, dando
por sobreentendido que. como todo el resto, las palabras son dadas por el otro.
En lugar de partir de la idea de una adquisición del lenguaje, como se
hablaría de la adquisición de una técnica, yo diría que hay una operación
metabóllca compleja de nacimiento a la palabra, que es algo completamente
distinto de la adquisición del lenguaje. Operación que yo consideraría como una
domesticación de las palabras que, desde el nacimiento, son aportadas por los
otros, más que como una apropiación o simple adquisición. Ella trae aparejada
toda una serie de fenómenos metabólicos, de asimilación positiva y negativa, es
decir de Integración pero también, y sobre todo, de rechazo, de olvido, de
transformación, de creación.
Podemos decir, en cierto modo, que la palabra llega al infanscomo un cuerpo
extraño aunque Infinitamente familiar, y que este cuerpo extraño, al igual que
un virus cualquiera, da lugar a la producción de anticuerpos que tienden tanto
a asimilarlo como a expulsarlo. Me detendré particularmente en esta produc
ción de anticuerpos pues, en esta ficción fisiológica, ellos no van a eliminarse
ni a desaparecer: los anticuerpos producidos por las palabras del otro no se
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48 S E R C E L E C L A IR E
UN SISTEMA DE INADECUACION
ESCRITURA DE LA INADECUACION
I. El significante
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50 S E R G E LECLA1R E
íf. El objeto
Pues bien, no: sea cual fuera la potencia indefinida del significante y su valor
de emblema del 'o ro puro" de lo simbólico, la experiencia psicoanalilica no cesa
de colocar al interpretante frente a los limites de su jactancia: A + B nunca
igualará simplemente a C; siempre habrá una x que resurgirá de la puesta en
relación y de la articulación de A + B, por pertinente que sea. que debería
simplemente poder resumirse en C: una suerte de pérdida intrínseca a la
escritura de A 4 B = C que podría imaginarse como la pérdida de energía, por
Ínfima que sea. ligada a la operación de formulación y escritura. Pérdida que
puede empero formularse, tan pronto como se postula, con suficiente conse-
cuer ia en relación con la experiencia psicoanalítica, que ni A ni B son jam ás
reducibles a su estricta conformidad con ellos mismos. A tal extrem o que al
plantear A. im pongo a A una rigurosa identidad consigo misma, sabiendo al
mismo tiempo, pero sin tomarme el trabajo de sacar las consecuencias, que por
el solo hecho d e repetir su formulación. la primera A será diferente de la segu nda
A, que en suma, al mismo tiempo que postulo A = A. traslado a pérdidas y
ganancias el hecho de la Inadecuación (asi fuese infinitesimal) A * A. La lógica
de la experiencia analítica impone la escritura, la consideración de esa pequeña
xcorrelativa a toda formulación o escritura: no bien planteo A + B = C. tengo que
escribir simultáneamente, sobre otro renglón, en otra colum na o Incluso en otro
registro, lo que a causa de esta escritura dejo caer. Este resto es lo que Lacan
formuló como objeto a y que escribió simplemente como a. resto inapresable de
toda operación de formulación o escritura.
Queda asi promovido un segundo término de la escritura de la inadecuación
con el cual entramos por fin en una heterogeneidad verdadera: a n o se especifica
por una singularidad, como la serie S, - S, - Sr Producto o causa de la
articulación significante, no es más que una función, marcada como a, pero que
resulta, estrictamente hablando, anónima aunque constantemente determ i
nante. como vienen experimentándolo los analistas desde hace mucho tiempo,
enfrentados como están desde siempre con el inasequible -pero no por ello
misterioso- objeto de la pulsión.
Ul. E l sujeto
y trazan cuatro lugares que permiten una permutación circular de los cuatro
términos, mediante otros tantos cuartos de vuelta; disposición que permitió a
Lacan elaborar, según los lugares ocupados por cada uno de los términos, a
escritura de por lo menos cuatro discursos como otras tantas posiciones
postbles para dominar, actuar, s o s t e n e r o denegar el principio de ina ecuac on
y el efecto de verdad que le es coextenslvo. (Véase Scilícel, N . pag-
du Seull. París. 1970).
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S K U G K L E C L A IH E
?2
LA FUNCION SUJETO
a
determinante de su posición en el sistema de la palabra y del lenguaje. Relación
que por tanto puede escribirse: fe 0 a. relación del sujeto con eí objeto que
formula ai fantasm a en la escritura lacaniana. Relación, por otra parte, con un
significante S, que lo representa, como habíamos dicho, en una sene significan
te singular y especifica.
En suma, para concebir un modelo de lo que sería el sujeto fundador de otra
fctlca. podemos escribirlo al menos como un conjunto complejo:
S O a
No por ello se puede decir que para abrir las sendas de otra fctica sea
suficiente, sim plem ente, con sustituir por la escritura del fantasma inconscien
te. S 0 a, la noción tradicional de sujeto. Pero admítase que n o es éste el sitio
adecuado para desplegar p a sca paso las consecuencias de estos prolegómenos
eso tendrán que hacerlo todos aquellos que se sientan verdadera y vitalmente
Involucrados por este trabi-jo en curso.
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54 S E R C E L E C L A IR E
PRACTICAS D E LA EN FER M E D AD
Y DE LA MUERTE
Enróle Raimbault
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56 E M 1LE R-V1M DAULT
Tras una breve remisión, sufre una recaída v esta vez la remisión es
imposible de obtener. Vera es parcialmente informada de su estado pero
dejándosele abierta la esperanza de reanudar el tratamiento en cuanto sea
pos.ble. Despues de una acalorada discusión entrem édicosy enfermeras, éstas
consiguen que se deje salir a la muchacha sin tratamiento v q u e permanezca
el mayor tiempo posible en su casa con su mando y su hijo (que cumplirá años
dentro de un mes).
Por vez primera, el marido telefonea y visita al médico. Pide explicaciones y
confirmación del fracaso terapéutico. Es también La primera vez que acepta
hablar con la psicóloga y que menciona abiertamente la muerte de su mujer, la
preparación del final de su vida y los proyectos que hace para él y su hijo una
vez desaparecida aquélla. Decide informar él mismo a la familia y presta su
acuerdo para una abstención terapéutica y para ei retomo de Vera a la rasa.
Durante vanos meses se mantiene a la enferma en su hogar con ur.a
quimioterapia muy ligera y frecuentes retornos al hospital. En ocasión de una
consulta presenta una ictericia importante, hematomas en la cara y hemorra
gias oculares. La acompañan su m aridoysu hermano, y mientras Vera está con
el médico la psicóloga puede conversar con ellos. Los dos saben ahora que las
cosas Irán m uy rápido, y el hermano expresa el deseo de una hospitalización
para los últimos momentos. Habla también de su temor de que se deje sufrir
inútilmente a su hermana y pide seguridades de que se la calmará aun a nesgo
de acortarle la vida. Durante todo este tiempo el marido permanece en silencio,
limitándose a mostrar su conformidad con las manifestaciones de su cuñado.
Esta vez también vuelve Vera a su casa, pero los médicos descuentan una
rápida re internación. Regresa, en efecto, unos dias después y la hospitalizan de
inmediato. Sigue presentando los mismos síntomas, a los que se suma una
disnea importante que, por lo demás, tolera aceptablemente. Adhiere al
diagnóstico de bronconeumonía que se le da y espera los resultados de la
antibioterapia iniciada. La irrita tener que volver a estar en el hospital y al mis mo
tiempo se siente segura en un servicio que conoce bien y entre enfermeras con
quienes ha establecido relaciones muy cercanas.
Habida cuenta de la lucidez que siempre ha demostrado, algunos se
asombran de que no perciba su inminente fin y de que crea a pies juntillas el
diagnóstico que se ha optado por darle, asi como la esperanza de "curación que
se le permite acariciar.
El hermano, enterado de la nueva hospitalización de Vera, llega al dia
siguiente del interior, y ante el estado de su hermana pide quedarse esa noche
con ella. Médicos y enfermeras aceptan su requerimiento. Aunque sea la
primera vez que un miembro de la familia se queda con ella por la noche. Vera
no se alarma.
Esa misma tarde su estado se agrava. El Interno de guardia telefonea al
médico responsable pidiéndole directivas sobre la conducta a adoptar \ propone
una desconexión por temor a que se desencadene una crisis de disnea mu>
angustiante para la enferma. El médico responsable presla su acue o.
interno discute la decisión con las enfermeras de noche, quienes se oponen a
esta solución y se niegan a efectuar la perfusión. El interno e e
efectuar él mtsmo la desconexión. Anuncia a Vera que a e 3» q -
contiene un nuevo antibiótico que espera sea más eficaz que e
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E M IL E R A 1 M B A U L T
Le robaron su m uene
medio social U s resultaba intolerable que hubiese muerto sin poder prever el
riesgo y eventualmente sin haber organizado su vida en consecuencia Era tan
vehem ente su deseo de saber, que adoptar esta actitud a sus espaldas sie-
nificaba "estafarla'. *
3 - ¿ Por qué se decidió la desconexión? Probablemen te el interno retrocedió
ante el riesgo de tener que soportar la agonía de Vera en un cuadro de crisis
respiratoria aguda. Tampoco quería que Vera, quien hasta entonces vivía
aceptablemente su enfermedad, tomara conciencia, con la Intensa angustia
previsible, de que tocaba a sus últimos momentos. Es probable que él mismo,
el entorno fam iliar y las enfermeras no lo habrían soportado.
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60 EM 1LE KA1M D AU LT
La cuestión de la transmisión
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PSICOANALISIS Y PSIQUIATRIA
Georges Lantéri-Laura
I - INVESTIGACIONES DIACRONICAS
No nos corresponde fijar aqui una suerte de Año 1 del psicoanálisis, más aun
cuando, si bien S. Freud estableció categóricamente el año en que debían
an-ancar las Gesammelte Werke, trabajos como ios de M. Kohn (1982) o Incluso
el notable articulo de J. -L. Martin (1984) sobre la teoría del lenguaje en S. Freud,
muestran a las claras que lo que saldrá a la luz en el psicoanálisis ya venia
preparándose en las reflexiones sobre la afasia de 1891 e i" 'lu s o en las
Investigaciones histológicas. ' ®
Sin embargo, la innovación radical se instala, y se instala consciente de sí
misma, en las investigaciones de Freud sobre la histeria, que compartió primero
con J. B r e u e r y que después desarrolló por su cuenta. Lo esencial parece residir
en el hecho de que S. Freud despreciaba científicamente la hipnosis, técnica que
practicaba con escasa habilidad y poco éxito. Pero consideró que podía hacer
uso del inoportuno apego de los enfermos, denominándolo transferencia, y
sacar feliz partido de lo que una paciente llamó taUcing cure.
Estos puntos resultan demasiado conocidos como para que tengamos que
Insistir en ellos: más interesante me parece apuntar que, a un tiempo, la
reorganización misma de los campos enjuego constituye el terreno originario del
psicoanálisis y echa las bases de la semiología neurológica moderna; en efecto,
una misma perspectiva permite a S. Freud determinar los conceptos operativos
de inconsciente, represión y transferencia, y a J. Babinski. Junto con algunos
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O K O R C FS l-ANTERI-LAUHA
otros. precisar las reglas de exam en de la motrlcldad segm entarla, del tono
muscular de las rellejos osleotendm osos y de los relle|os cutáneos. l-i histeria
representa su ám bito originario. j tal extrem o que los herederos directos de J
M. Charcot >71 no pueden considerarla como el
La se ni lo lo tria neurologlca se lorniula en un principio haciéndose capa/ de
distinguir con toda certeza entre una»paraple|ia de origen central V una
parapk*|ia histérica. gracias a vina clínica Independíenle del paciente y que éste
no puede reproducir no solo la pérdida de la motricidad segm entarla sino sobre
todo la hipertonía musrular. los reflejos tendinosos vivos y exagerados v el
reflejo cutáneo plantaren extensión La preocupación de J. Bablnskl era a la vrc/
teórica -dar fundamento a la clínica, precisar sus relaciones con los dalos ana
tomicos y con la experim en tación -y practica, pues entendía que la paraplejin
histérica podía ser curada y e n cambio no había recurso alguno contra la mielitis
de Erb o contra la siringomielitis. Sabemos cuanto compartía S Freud esla
inquietud, que reaparece en la autoobservaclón de la Pslcoptiloloffici d e la vicia
cotnhana a propósito de los actos fallidos, ruando debiendo Ir a exam inar un
ca so d ees le tipo en un distante suburbiode Vlena. y no hallándose precisam en
te entusiasmado, en el trayecto advierte que ha traído el diapasón en lugar del
martillo para reflejos.
IY>r otra parte, la constitución del registro de las neurosis en psiquiatría se
efectúa, gra d a s al psicoanálisis debutante, por una suerte de intercambio
equitativo con la neurología La psiquiatría se lleva la neurastenia de G tíéard,
la hipocondría, la histeria de conversión, la neurosis obsesiva y muy pronto la
neurosis fóblca. pero concediendo a la neurología la epilepsia, la corea de
Sydenham y la enfermedad de ParkJnson. Este reparto es fundamental en la
constitución de los terrenos de la neurología y psiqulalna modernas, y el
psicoanálisis desempeñó en él un papel decisivo.
Ahora bien. por entonces el inconsciente representaba, en cuanto efecto de
la represión, una noción clave que iba a forzara la psiquiatría a reformular una
de sus cuestiones esenciales. En el conjunlo de las enferm edades mentales
seguía obrando una división, heredada de la oposición -que un autor como
Georget habia tematl/ado claram ente- entre la alienación y el delirio agudo,
división entre trastornos cuya natur ¿a patológica el paciente no reconocía y
otros de los que tenia la seguridad de que eran palologlcos: el ejem plo del
delirante y del obsesionado lo ilustra muy bien Sin embargo, (al reparto de
pertinencias -que a mi Juicio sigue pesando en estos finales del siglo X X - su po
ne una concepción tajante de la conciencia de sí o de la Selbslbewusslseln. cuyo
cultivo común se debía a la herencia cartesiana: la conciencia de si da
direclaniente el sujeto a si mismo y ya no funciona en los alienados A partir del
momento en que la más límpida conciencia de si queda apresada entre las redes
del inconsciente, que descalabra al cogito como en otro Iteinpo lo habia hecho
el genio maligno leí. C. Lantén-Laura. 1967), la autocrítica y el reconocimiento
del carácter patológico del propio estado, pierden mucho de su valor dlscriini-
nativo.
PSICOANALISIS Y PSIQUIATRIA 65
La producción de signos
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66 G E O R G E S LANTER1 L A U R A
una terminología que en mayor o menor grado sigue vigente aun ruando los
principios de discriminación parezcan menos pertinentes que al comienzo.
Como se sabe. S, Freud opone las neurosis actuales a las neurosis de defensa
(llamadas también neurosis de transferencia). Las primeras, que engloban a la
neurosis de angustia, la neurastenia y la hipocondría, corresponden a una
etiología actual, o sea la privación efectiva de satisfacción de la libido por obra
de circunstancias exteriores. Las segundas, donde hallamos a la histeria de
conversión, la neurosis fóbicayla neurosis obsesiva, dependen, por el contrario,
de un conflicto mal resuelto y reprimido que se remonta al periodo edipicoy que
toma aspectos diferentes para cada una de estas variedades. A Freud le
debemos la identificación de lo que bien es preciso llamar una nueua enferme
dad, la neurosis fóbica. distinguida a la vez de la histeria de conversión y de la
neurosis obsesiva, mientras que en la obra de P. Janet sigue estando confun
dida con esta última.
Parecería incorrecto ironizar sobre el S. Freud nosógrafo toda vez que si r.
algunos, mucho después, pretendiendo respaldarse en él y proseguir su lab<ir,
se creyeron habilitados para recusar la procedencia de toda clasificación. .
autor de la TVaumdeuíung siempre entendió que había más de una manera de
sufrir de trastornos mentales y que era legítimo separar unos de otros y
organizar su taxonomía, no sólo por respeto a la verdad científica, sino sobre
todo porque no se podía actuar de otra manera no bien se planteaba el proble ma
de determinar las indicaciones y contraindicaciones de la cura tipo.
Pero nos encontramos con una preocupación cercana a ésta cuando, en el
apéndice a las observaciones sobre las Memorias del presidente Schreber. S.
Freud Justifica la distinción entre la paranoia, el delirio de celos, la erotomanía
y el delirio de grandezas por las diversas maneras, irreductibles entre si, en que
permanece inconsciente la defensa contra un acceso de libido homosexual. En
esta eventualidad, al igual que en el caso de las neurosis, surge una doble
preocupación. Por una parte la necesidad, al fin de cuentas médica, de separar
bien las diversas especies mórbidas, exactamente como la rubéola de la
escarlatina, ya que las modalidades ItrapéuUcas pueden diferir según que se
trate de la una o de la otra: por otra, la esperanza de basar estas distinciones,
puramente clínicas en apariencia, en criterios etlopatogénlcos propios. De
buena gana añadiré que este deseo se organiza en un momento en que el
conocimiento efectivo de la es*ructura y el funcionam ''nto del cerebro, que
comenzó con los estudios sobre la afasia (P. Broca, C. Wernicke) y prosiguió
durante lo que en otro trabajo llamábamos la edad di* oro (cí. H. Hecaen y G.
Lantért-Laura. 1977). Impide recurrir a él en forma global: mientras se
conorlera mal la anatomía del encéfalo y se ignorara prácticamente todo de su
histología y su fisiología, el encéfalo podía servir para todoy para cualquier cosa,
pues constituía una referencia Indeterminada y siempre utilizable. Una vez que
se supo algo preciso acerca de él. se dejó de atribuirle todos los roles eliopnto-
génlcos Imaginables.
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GEORGES LANTERI-iJUJRA
Sus bases
Los párrafos que preceden nos han recordado simplemente el hecho de que
el psicoanálisis se organizó al principio como una empresa terapéutica nueva,
cuya indicación principal era el campo de las neurosis de defensa; pero no siguió
siendo mucho tiempo uno de los tratamientos posibles de una parte de la
psiquiatría, y esta misma terapia, al desarrollarse, amplió singularmente su
campo de pertinencias. Comenzando con el tratamiento de ciertos trastornos
mentales, poco a poco, partiendo de lo que este tratamiento mental iba
revelando, la obra de S, Freud, a través de las formulaciones de la metapsico-
logía, ya no se limitó a la terapia de las neurosis, sino que aportó enseñanzas
que rebasaban en mucho el registro de la patología, más aun cuando libros
como la Traumdeutung o Psicopatologia de la vida cotidiana revelaban hasta
qué punto los mecanismos psicológicos puestos al descubierto por la íalfring
cure funcionaban en lodos los sujetos y más allá del estrecho campo de las en
fermedades psiquiátricas.
De ello resulta un aporte de conocimientos nuevos sobre el desarrollo del
hombre, la importancia capital de la primera infancia, el papel indispensable
que cumplen los conflictos y la represión, las condiciones del paso de la
sexualidad Infantil a la sexualidad adulta y. en síntesis, algo que nos parece muy
difícil, a posteriori, no reconocer como una antropología. Aqui nos interesan tres
aspectos de esta antropología.
En primer lugar, la importancia de los conflictos necesarios a la evolución
normal, de la cual los Tres ensayos de 1905 nos proporcionan una excelente
ilustración. Se trata de comprender que el desarrollo de la vida sexual no se
opera a lo largo de un progreso simple y continuo, como el crecimiento estáturo-
ponderal. sino que corresponde a una mutación de la sexualidad infantil,
narclslsta y autoerótlca pero satisfactoria, hacia otra cosa y por la via de la
amenaza de castración: asi pues, la sexualidad adulta no aparece como la
culminación de un progreso uniforme, sino como el desenlace exitoso de un
conflicto Inevitable.
En segundo lugar, la noción de proceso primario y proceso secundario tal
como aparece en el extenso articulo sobre lo Inconsciente. La razón -el proceso
secundario- no se presenta como un dato natural que eventualmente puede
perderse en ia patología mental, sino muy por el contrario como una conquista
ulterior, siempre frágil, que cede un poco en ocasión del sueño, pero cuya
perennidad no hay nada que garantice en términos absolutos. Desde este
momento, la eventualidad de la locura cesa de parecer accidental para revelarse
esencial a la existencia humana.
Por Ciltlmo, en un célebre pasaje de la introducción de 1917. la comparación
que S. Freud utiliza para aclarar el lugar exacto del psicoanálisis. Freud
recuerda que el futuro médico comienza su formación estudiando anatomía,
disciplina morfológica macroscópica cuyo conocimiento determina lodo el
resto, pero que debe ser completada por la histología, otra disciplina morfológica
pero microscópica ésta, que revela la constitución celular intima de los tejidos
PSICOANALISIS Y PSIQUIATRÍA 69
Sus aplicaciones
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ClKOHCes tAHTKRI IJM NA
ina«t de un modelo pan» dar n w n l» dr un mismo orden <lr fenómenos, ron laJ
que no desertemos de la epistemología potan isla que hen ,. .. .............
var .1 lo largo d r e*la.s p.i^ma<t
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III
El arte, el objeto y la escena del deseo
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V III
EL FANTASM A
Daniéle Silvestre
Para introducir una reflexión sobre el arte como práctica social es necesario
abordar la cuestión del fantasma, pero ello presenta ciertas dificultades. En
primer lugar porque se trata de un término que ha pasado al lenguaje común,
que a menudo conserva sus adherencias Imaginarias pero que resulta central
para el psicoanálisis. Para comenzar, recordaré simplemente que el sujeto
lacaniano tiene dos escrituras. Estas dos escrituras corresponden al hecho de
que el sujeto resulta del efecto del significante sobre el ser viviente, dividiéndolo:
una parte se escribe £. el efecto sujeto estrictamente hablando, es decir el sujeto
como efecto de lenguaje: la otra parte es el reslo de esa operación de división,
resto que Lacan denomina objeto a.
El interés de comenzar por esta recordación radica en que la escritura
lacaniana para el fantasma, su materna, pone en relación estos dos elementos,
el sujeto como efecto del significante: $ y el objeto a: t> 0 a.
Para Lacan. el fantasma constituye la clave misma de la cura analítica y en
particular es el fantasma el que determina su fin.
Fundamentos simbólicos
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76 D A M E L E SILVE STR E
de el no se deduce por lo lanío lal o cual tipo de neurosis. Por el contrario, Freud
deduce a partir de la Irase lanlasmállca modalidades que él saca a la lux l'or
ejemplo, el segundo tiempo del fantasma, Jamás rememorado sino reconsl ruido;
Soy pegado por el padre. Se (rala de un fanlasma masoqulsla donde el goce
está, pues, interesado, pero bajo las espccIes del displacer. Con ello Freud
Intenta captar la lunclón fundamental que puede lener el fantasma para un
sujeto, y especialmente en su relación con el goce.
Freud hace de esla frase sumamente breve el ejemplo mismo del Ianlasma,
elevándola asi a la condición de paradigma, y ello nos Incita a Introducir una
diferencia con lo que el término Ianlasma traduce comúnmente: historias que
el sujeto se cuenta a si mismo y de las que en general se hace protagonista. Aquí
el fantasma está reducido a su gramática mínima, en la cual la posición del
sujeto dista de ser evidente.
Es menester toda la Insistencia de Freud y su deseo de desentrañar lo que
se presenta como un enigma, para descifrar un mensaje portador de significa
ción. Freud determina el surgimiento de esle fantasma en la historia del sujeto
y su anclaje en el Edlpo. lo que le permite reconstruir el segundo tiempo del
fantasma que es el que Introduce al padre. Sin embargo, Freud hace del
fantasma algo muy distinto de una Imaglnarl/aelón del líbrelo cdiplco. Loque
él pone en evidencia es más bien un anclaje simbólico del sujeto. I,as significa
clones múltiples que pueden venir a aclararla frase enigmática, a primera vlsia
desprovista en sí misma de significación, son otras tantas maneras de hacer
Jugar la significación fállca que la presencia del padre viene a sostener. Freud
señala que erotismo, amor y culpabilidad están ahí presentes, legislados en
cierto modo por el padre. El fantasma viene a fijar para el sujeto una
significación, y su función es mucho más fundamental que lo que se advierte
cuando se lo considera como una formación imaginarla, de ser prerlso defen
siva.
Es un cimiento del sujeto en la medida en que regula deseo y goce, puesto
que proporciona al sujeto una significación de la falta del Otro.
Para Freud. el que soporta esta significación dada al deseo del Otro, o sea a
su falta, es el padre.
Allí donde el deseo es enigma para el sujeto, el fantasma le suministra una
respuesta y ante lodo una respuesta fállca. Y allí donde el deseo del Olro es
también angustia, sobre todo en el neurótico, el fantasma, por la significación
que aporta a esle deseo, viene a encubrir la falta del Otro y a precaver de la
angustia que esa falla suscita.
Con el fantasma, por medio del fantasma, se trata siempre de asegurarse del
Otro, de saber lo que él quiere, de hacer significar su falta. Con ello el fantasma
permite al sujeto asegurarse de su deseo, hacerlo significar. Además, ¿qué
puede ser más eficaz que un fantasma, si cumple correctamente su papel, para
evitar al sujeto el recurso al análisis? Hay que suponer que existen fantasmas
muy sólidos, que anclan suficientemente a ciertos sujetos como para que se las
arreglen con su deseo, Para el neurótico esto es más dificil; el fantasma le
permite poner, en el lugarde ese enigma que es el deseo, la demanda del Olro.
y de este modo lo reemplaza por una respuesta articulada. El neurótico pue e
dedicarse también a negar el deseo o a evitarlo, y esto es lo que hace el obsesivo
pero pagándolo, como regla general, con sus síntomas.
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ü^ihXtsu.vv.sriíK
Para Lacan. el bnlasma. por sostener una pnsíctnn suhKilv J respecto «IrI
deseo es una cuestión central en el pslcoanalislsen el sentklode que el .in.iljNis
permanece inconcluso mieniras e>ta p»'^telón no sea cteiplo/-»!-' aunque ir.!
mínimamente. y puesta en tela de juicio
Si como indica Freud. el fantasma e*ia ligado a lo reprimido. se entiende que
los retinas del fantasma k*> sin lomas no serán nwvtluados mientra* el
fantasma no sufra una serla mutaclón.
Enteniiemos también por posición subjetiva rrspcclodcl deseo, el lugar drl
sujeto en el des^o del Otro. para insistir sobre la función absolutamente
fundamental del fantasma en la constitución delsuteloci'ii relación al otro Este
lugar en el deseo del Otro que lo ha precedido y que I» alienta determina cómo
en este deseo el mismo es objeto.
Eslo permite entender la escritura lacan lana del fantasma SO n. p que es
este objeto n el que. para Lacan. viene a "indexar* deseoy goce. ese objeto n que
hace mella en el cuerpo. Lacan lo llama tanto causa del deseo como plus de-
girar
SI el fantasma es lo que permite a) sujeto hacer significar el deseo del OIro.
darle un sentido, el materna que Lacan elabora indica que o debe ser tomarlo en
el sentido de causa del deseo y de índice del goce; lo que. en el Otro, causa el
deseo es la falla especialmente la falta de goce.
Esta maóana se hahlará. en relación con el arte, de la voz y la mirada. Lacan
agrego estos dos objetos a la lista de los objetos frr odian os El refiere el objeto
oral v el objeto anal a la demanda del Otro, o a la demanda al Otro, y refiere más
bien la voz y la mirada al deseo del Otro, con toda la ambigüedad del "de*
Estos objetos tndexan deseo V goce, por consiguiente aquello que soporta la
relar mn con el Otro. Evidentemente, sólo después de introducir alobjeloapu do
decir Lacan que ‘ el Otro no existe*, pues, en efecto, lo que se puede conocer de
él no es sino un peda/o una 'punta de real" No se puede tener relación con el
Otro como tal ni siquiera relación sexual, sino únicamente relación con esos
objetos separados de IOtro Asimismo por ello pudo decir Laran. y repetirlo, que
no hay relación sexual Hay relación con el falo, o con el objeto, pero no relación
sexual El fantasma es sin duda lo que mejor permite enmasrarar el hecho de
que la relación sexual no existe. Permite al sujeto soportar lo real y pruduclr su
realidad.
Ln fin de análisis, para Lacan. debería permitir al sujeto darse ruenta de que
su fantasma es ese enmascaramiento.
Se puede entender asi que en la medida en que el fantasma pone en Juego
lo mas in tuno del sujeto, o sea su relación con el des«oy con el goce, el fantasma
es susceptible de integrar rl principio de la creación artística. Pero al mismo
tiem f». para que una creación del sujeto sea artística y no síntoma, por ejemplo,
también hace falta que pueda dar lugar a un Intercambio de placer con los ol ros.
y que no sea una producción estrictamente narclslsllca.
Ahora bien, el fantasma, en su función misma de sostén del deseo, de
posicion subjetiva en cuanto al goce, es básicamente narcisista. Está al servicio
del yo, en cierto modo. Sin emhargo. si el fantasma es susceptible de sostener
una producción artística ello se debe probablemente a que él va más allá de esa
KL FANTASMA 79
NOTAS
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IX
LA MIRADA Y EL MASOQUISTA
Maricos Zafiropoulos
cuanto aI tema. Desnuda bajo unas pieles oscuras, una bella mujer apoyada
sobre su brazo izquierdo descansaba en unaotomana. En sus labios flotaba una
sonrisa Jovial... Su mano derechajugaba con un látigo, mienlrassu pie descalzo
se apoyaba como al descuido sobre el hombre tendido ante ella como un esclavo,
como un perro; y este hombre, de rasgos acusados |...| en los que se leía una
melancolía tranquila y toda la abnegación de la pasión, esle hombre que alzaba
hacia ella los ojos ardientes y fanáticos de un mártir, este hombre que formaba
un taburete para sus pies, era Séverln... "¡La Venus de las pieles!" exclamé,
mostrando el cuadro. Asi es cómo la vien sueños... -Tu cuadro suscitó mi sueño,
al parecer, proseguí'- "Entonces mira el cuadro de enfrente", replicó mi amigo
sin contestar a mi pregunta. Era una notable rip ia de la célebre Venus del
espejo del Tlclano. de la galería de D resde".1
Tienen situadas aqui las dos representaciones que. en mi opinión, forman
la tela del acordeón del fantasma masoquista.
La Venus del espejo y esa escena de sumisión que, en las últimas páginas
de la novela, resultará ser una copia de un fresco que representaba a Sansón
y Dallla.
Al final de la novela se lee lo siguiente: "Los ojos semlcerrados se posan sobre
los de Sansón cuya mirada pende de la suya, henchido de un amor loco, hasta
el último instante pues uno de sus enemigos ya ha apoyado una rodilla sobre
su pecho y se prepara para hundir el acero al rojo blanco.’ |... |Mi mirada recorre
la habitación y se detiene en el techo donde Sansón a los pies de Dalila va a ser
cegado por los filisteos. En ese instante, esta pintura se me apareció como un
símbolo, como la Imagen eterna de la pasión, la voluptuosidad y el amor del
hombre por la mujer."’
El personaje femenino contrasta ambos cuadros entre si. El sistema del
fantasma ciñe aqui a la mirada como objeto real. En cuanto a la Venus del 'spe-
Jo. la intervención del espejo en el cuadro produce el aislamiento de la mirada.
En cuanto a Sansón y Dallla (o a Séverln y Wanda), lo que se evoca es el
recogimiento de la mirada propiamente dicha, por tomársela del cuerpo propio
del hombre mutilado por sus verdugos.
La efracclón de lo real, que Involucra a la Venus de las pieles y que aqui es
situada en el sueño, me parece que puede ser considerada como el ejemplo tipo
de la apertura del libreto masoquista. Así, otro cuento. La madre de Dios,
comienza por una escena de aire pastoral.*
Pero de la onda contemplada por Sabadll (que no apartará los ojos, veremos
la Impórtamela de esto), salen unos brazos helados que lo enlazan. Estos brazos
resultarán ser los de una virgen que no es otra que la Madre de Dios que da su
titulo al relato.
Del espejo, de los ojos muertos, de la onda se desprende, sobre el fondo de
lo que los freudlanos llaman lo siniestro, algo del cuerpo que apresa al hombre
y le reclama lo que él le debe: la mirada. En el transcurso de este libreto, y a
semejanza de Sansón, el hombre se convertirá en mártir.
Aun se precisa añadir que el martirio de Sansón (palrono de los masoqulstas)
se caracteriza por condenar al hombre a esa quintaesencia del tesiigo que es el
ciego. Por esta operación pasa a ser el portador de la mirada de la que la mujer
podrá gozar a su antojo. Los ojos del ciego son espejos donde ella podra con
templarse con su ojo helado. Ella podrá gozar llnalmente de su propia mirada.
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M ARKOS ZAF1R OPOULOS
82
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84 M AR K O S ZAFJROPOULOS
la Madre. También por eso la novela masoquista, después de esta apertura por
una lonja de lo siniestro anudada en tom o de la mirada, se prolonga a la manera
de un duelo. En la Madre de Dios, Masoch eleva la figura de la Madona. y par
ticularmente su mirada, a la dimensión de un operador social de despotism o"
(en esto coincide con A. Grosrlehard 10).
Esto es lo que revela un paseante a Sabadll perdidamente enamorado de la
aparición del lago. Partiendo a la búsqueda de la mujer, de la Madre de Dios,
la encuentra y no retrocede. Sostiene su mirada, no discute y llega incluso a
desafiarla. Con ello se distingue de los otros hombres. Pero desafiando a la
déspota desata su violencia. Es su manera de abrir el camino que conduce a ella.
Entablado el duelo, al promediar el relato el hombre se derrumba Ahí lo
tenemos, de rodillas, dispuesto a sufrir el martirio, que aqui se concreta en las
modalidades de la crucifixión.
Se aproxima entonces una reformulaclón masoquista de la escena de la
crucifixión. También aqui lo que está enjuego es la mirada. Del lado de Sabadil.
esto da: 'Cuando la noche cayó y el templo se llenó de grandes sombras, Sabadil
tuvo miedo, Dios mío', exclamó, '¿no hay nadie aqui. me han abandonado?" (La
Mére de Dieu. pág. 306).
He aqui una resonancia de la célebre invocación de Cristo: “padre...".
"M is sufrimientos son atroces', dijo suspirando. Oh Sabadil, responde
Mardona, no puedo decirle cuán feliz me hace', exclamó ella Ella parecía
examinar su rostro pálido con más curiosidad que compasión. Después se
Incorporó lentamente y salió al patio. Sólo entonces, como nadie la veia, respiró
muy fuerte varias veces. Juntó las manos y ahí se quedó, presa de un éxtasis
doloroso y con la mirada perdida en el horizonte.- (pág. 305).
Mardona terminará con Sabadil con sus propias manos. La mirada dejó sitio
a los clavos de la crucifixión; "¡El había muerto! Mardona pasó toda la noche
sentada en el banco, con los ojos detenidos sobre el cadáver, las manos Juntas
sobre sus rodillas, pálida, muda, sin derramar una lágrima." (pág. 308).
Asi pues, al final del cuento el cadáver del hijo encuentra su función: detener
los ojos de la Madre.
Pero no me parece que esle final de cuento en forma de supresión del hijo
sitúe satisfactoriamente la cuestión del martirio o de la muerte en el libreto
masoquista.
A mi Juicio, es preciso forzar el final de la novela y por lo tanto retom ar a su
principio, pero esta vez con una nueva luz, para resaltar que la Idea de la muerte
o del martirio ha de ser colocada primeramente, en la novela masoquista, del
lado de esa mujer masoquizante cuya frialdad retuvo la atención de los
comentadores de Masoch.
Alegaré que si la mujer masoquizante que abre la novela m asoquista es fria
y hasta glacial, es porque emerge de lo real de la muerte. Ya sea que aparezca
bajo las modalidades de una mujer de mármol o de una virgen surgiendo de la
onda, ella procede del más allá del espejo. La mujer aquí ya está muerta, aún
muerta, pero no del todo puesto que hace signo, y esto es lo que genera el horror.
Si por lo tanto el masoquista es aplastado por ei peso de la culpabilidad,
viéndose especialmente pillado bajo la mirada de la Madre que le dem anda lo
que le debe, es porque él es el Matricida. El asesino de la Madre es él (el hijo).
Por último, se ha dicho con frecuencia que el masoquista esperaba una noticia.
L A M IR A D A Y E L M A S O Q U IS T A
85
Hoy planteo al menos como hipótesis que lo que espera es ciertamente la noticia
de la muerte de su madre. Agrego que si espera esta noticia es, por supuesto,
porque ya la conoce.
¿Se puede esperar otra cosa que una noticia que ya se conoce? Acuérdense
de la posición imposible de Sébastien: "dormir y ser el testigo del asesinato de
su madre".
Esto se parece muchísimo ai imposible reposo del asesino. Siguiendo !a
m ism a línea se podría sostener que, para el masoquista. la crucifixión del hijo
bajo la mirada de la madre no es sino una manera de pagar, ojo por ojo, me
atrevería a decir, el asesinato de la madre. El infanticidio de la Madre de Dios
responde al matricidio que hay que suponer como pre\-io a la novela.
Cruzando el limite de las aguas del lago, la Madona retoma del país de los
muertos para reclam ar el pago de su deuda: una vida. O la madre o el hijo: así
puede enunciarse también lo Imposible de la posición masoquista. En todos los
casos, los dos no parecen poder vivir aquí de manera contemporánea, posible
mente porque Justamente en ese lugar no hav padre que vaJga. La aniquilación
del padre pone a la Madre y al hijo ante un cara a cara mortal.
Así pues, acabamos mucho más allá del fantasma sadlano. En "Kant con
Sade* Lacan escribe: "(En el fantasma sadiano) la madre sigue estando pro
hibida, nuestro veredicto se confirma en la sumisión de Sade a la ley '.“
Tal vez podríam os decir que en Masoch la sumisión a la ley no está
asegurada. Por esto mismo, lo que introduce el libreto masoquista es la
efracción de un puro pedazo de real bajo las especies de una mirada que a
primera vista se presenta com o inmotivada.
El signo de Caín se condensa entonces con el de Cristo para domina la obra
de Masoch. En Caín, la presencia insistente del ojo guarda relación con el
asesinato del hermano, y en Masoch. con el asesinato de la Madre. Propongo
colocar pues en el principio de la lectura de la novela masoquista la cuestión del
asesinato (del martirio) de la Madre, siempre cumplido ya. pero nunca perpe
trado definitivam ente. Este punto de Imposible y de horror me parece dar cuenta
a la vez del desencadenam iento del libreto masoquista (surgimiento de una
mirada en un halo siniestro), pero también de lo que cierra la novela, es decir,
el martirio dei hombre, que aquí demuestra ocupar el lugar del pago de la deuda
(de vida).
Pero este asesinato o esta agresión se deducen igualmente de lo que no
aparece en las novelas y sin embargo rubrica clínicamente la posición maso-
qulsta, esto es, el vuelco de la agresión sobre el Otro. La clínica esclarece una
vez m ás la lectura de las novelas. En efecto, no se puede dejar de lado o
minim izar ese m om ento de viraje donde aquel que se ha consUtuido como
víctim a (el masoquista) se vuelve, mientras que su verdugo de paso se aprestaba
a gozar de su presa hasta la empuñadura. El masoquista parece ofrecerse al
goce del Otro pero lo que pretende es. en realidad, su angustia, asegura Lacan.
A si pues, existe una distancia entre el masoquismo de la novela y ei de la
clínica: es m enester medirla.
Retomem os, del lado de la literatura, a La M adre de Dios: A la violencia de
la déspota desencadenada por el desafio le sucede, en el curso de la novela, la
crucifixión del hijo y el éxtasis de la Madre: "Ella respiró m uy fuerte varias veces.
Juntó las m anos y ahí se quedó, presa de un éxtasis doloroso. Aqui Masoch se
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MAUROS ZAKIUOI'OUI.OS
NOTAS
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X
LA VOZ EN LA OPERA
M ichcl ro iz a t
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90 M IC H E L T O 1 Z A T
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M 1C IIE L PO IZ A T
U n das súencias
entonces otro silencio, el que resulla de esta destrucción, silencio mortífero que
suscita unas veces la angustia y otras el sosiego tu le olrri silencio es un poco
como un limite can el cual la música Juega permanentemente, evocándolo sin
cesar, pero también evitándolo sin cesar. Paradójica mente la abolición de lodo
ritmo, el sonido más quieto y continuo, el más pleno, el sonido sin silencio, es
lo que más perfectamente evoca aquel otro silencio: asi, por ejemplo, la música
planeante, ampliamente utilizada para Ilustrar panoramas de espacios desér
ticos y silenciosos; asi el comienzo de El oro del fíln donde un solo acorde,
mantenido por los contrabajos durante clenU treinta y seis compases, evoca el
silencio originarlo de los tiempos míticos primordiales. Es este otro silencio lo
que el grito atraviesa y hace oír a la ve/, transformándolo, como se ha llegado
a decir, en "silencio que aúlla', presentlllcaclón de un punto de real que escapa
a toda simbolización, a toda nominación, y por lo tanto expulsado para siempre
al silencio.
Y tal vez sea ésta la función de la música, por lo menos en la ópera: insertar
ese silencio que aúlla, que no es posible soportar, en un sistema que lo toma
aceptable, que lo evoca sin cesar pero evitándolo al mismo tiempo sin cesar, que
lo deniega como tal en el mismo momento en que se lo reconoce. Parecería que
la música y el canto tuvieran la función de apartarla angustia, el horror de este
silencio, de reconocerlo, ciertamente, de reconocer en él una pérdida fundamen
tal -de ahí las lágrimas-, pero escapando a la angustia Insoportable del
verdadero gr¡tu y silencio de muerte.
El objeto perdido
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94 M lC I IE l.r o iZ A T
principalmente por dos figuras, las tlel ángel y la mujer, detrás de las cuales
veremos perfilarse, en filigrana, la cuestión de lo divino.
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96 M1CHELPOIZAT
esle sentido quizá no sea absurdo considerar ei destripam iento de Lulu com o
el ultimo avatar de La pasión de Diomso. lundam enlo de la tragedia griega.
Pero también es posible abordar la cuestión desde otro punto de vista que
nos llevara a alcanzar el objeto mismo de la ópera: el canto. Sí efectivam ente se
trata de la busqueda del obieto-voz. es necesario que ella se interrum pa en d e
terminado momento para poder continuar Que más eficaz que la muerte para
traducir, para ilustrar ese corte necesario a la reinvestidura en otra obra de
aquello que mouva la bu squ eda Ahora bien, puesto que a través de su voz la
mujer constituye de hecbo el lugar principal en que esa búsqueda se desarrolla,
por esto mismo su muerte parece producirse 'n atu ralm en te'. Pero la paradoja
está en que esta situación de muerte ofrece también ocasión para franquear el
limite que el gn to constituye, el grito de muerte que a su vez da m uerte ai canto,
hundiendo en el horror el goce de la búsqueda. En este aspecto es sin duda
asombroso comprobar que no bien surge el grito, el com positor le superpone un
Jorussuno orquestal: auténtico estereotipo de composición sea quien fuere el
compositor. El ejem plo del final de es ma<; que dem ostrativo: no es sólo que
el grito de Lulú se ve inmediatamen le cubierto por un triple/orteorquestal, sino
que lo que le sucede es una palabra de hombre, otra m anera de reinlroducir la
le y y e l limite. Y cuando, para concluir, se eleva el canto de m uerte de la condesa,
tiene el sosiego del retom o al puro canto. De todas maneras, después de la obra
de Berg y de R. Strauss se observa una neta dism inución de la creación
operística. Tal vez no carezca de relación con lo que hemos apuntado.
El encuentro, en el Interior del dispositivo de la ópera, de la búsqueda del
objeto-vea y de la presencia del ángel o la m ujer en cuanto condenada a la
muerte, sigue siendo enigmático en muchos aspectos. ¿Se trata de una sim ple
confluencia histórica, dentro de una misma construcción cultural, de determ i
naciones Independientes? O quizás una profunda articulación anuda en una
problemática común esta cuestión del goce de la voz. de lo fem enino y de lo
'fu era del sexo" representado por el ángel. Ciertos mitos parecen indicarlo. El
m ito del ángel músico, del 'can to silencioso de los ángeles*, asi com o la
asociación primitiva de la voz del ángel a la voz aguda, ubican un punto de
articulación entre estos dos ejes. En L'ajnourcLe la langue. J.-C. Milner dice que
el ángel 'ilu stra lo que adviene del sujeto cuando queda reducido a su mera
dim ensión de enunciación'. Asi se explica de qué modo la figura del ángel puede
vincularse con ese objeto-voz fuera del sentido, pura enunciación. W agner
teoriza largamente, en Opera el Drame. la metáfora según la cual la m úsica es
m u jerv la palabra el principio masculino que viene a fecundarla para engendrar
el arte ideal que para él constituye el drama musical según él lo concibe. La
comparación con lo q u e sucede en otras culturas, por com pleja que sea. podría
aportam os indudablemente algunas claves.
IV
ser social
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XI
Rithée Cevasco
1" s,cnsu“ ” -
CÍC U beatitud prometida, ¿no es la llamada a la locura loque puede generar este
discurso? Pues el goce del Otro no se plantea como prohibido, solo es 'puesto
a distancia', ya que lo Imposible no está sancionado por la prohibición.
Teresa no delira. Sin embargo ella, como otros místicos, son en cierto punto
transgresores. Quieren este goce "todo y ya mismo". Intentan hacer sallar el
limito nue lo mantiene *a distancia*, más allá de la muerte. La tentación
tiene ste carácter pretender 'por anticipado' loque se promete para
a * - fq Io *5 místicos por lo tanto, quieren actualizar una promesa. Teresa
después ^ ^ f ^ e ^ t o r e a r inmediatamente el Jubillo de arribar a esle
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R1THEE C E V A S C O
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es en si. el Señor las hará tan varoniles, que espanten a los hom bres'.7
Asi pues, si bien los Letrados de la iglesia, hombres iodos ellos, no son
expertos en este tipo de experiencias, pueden sin embargo, gracias a su saber,
sum inistrar la ley, los criterios que permitan la distinción necesaria. La doctrina
de la Iglesia no niega la posibilidad dequ e Dios conceda sus favores a unos pocos
elegidos o elegidas: en cambio, se considera con derecho a reclamar las pruebas
del origen divino de tales experiencias; más aun cuando se trata de una m ujer
y. por añadidura, de origen judaico, como Teresa de Avila.
Si el fantasm a de Teresa es ser la elegida de Dios, su deseo es convertirse en
una "“verdadera hija de la Iglesia", deseo que la anima poderosamente y cuya
realización sólo obtendrá mediante el encauzam iento de su "experiencia".
Esla regulación de la experiencia se operará fundamentalmente con la
escritura. Teresa com ienza a escribir en 1561. a los cuarenta y siete años, por
encargo sin duda, pero un encargo que está lejos de ser un puro mandato
exterior. Mediante este trabajo de escritura se asistirá a una verdadera
regulación del goce a través de la formaiización de un saber.
La escritura permite una doble maniobra. Por una parte permite nombrar,
clasificar, regular el goce m ediante la instalación de un saber.8 Por la otra,
también permite una reactivación pues, jam ás completada, abre la posibilidad
de forzar los limites de la significación, en la Imposible tentativa de circunscri
bir ese punto que no cesa de no poder decirse, escribirse.
Se asiste asi a un auténtico punto de vuelco -cuarto de vu elta- de un goce
no ordenado al saber, in transm isibley postulado como fuera de todo tazo social,
asi com o ella se deseaba "fuera del cuerpo": a un saber sin goce, al menos sin
los éxtasis, estertores y arrebatos que constituían antes el indicio fenomenoló-
gico de su existencia supuesta.
Esto es al m enos lo q u e postulamos. Ese cuarto de vuelta entraña a nuestro
entender un desplazam iento de la posición subjetiva de Teresa. Nosotros la ubi
camos precisamente, y quizá paradójicamente, en el punto donde, según sus di
chos. casi se alcanza la unión con Dios. En el trayecto novelesco del encuentro
am oroso entre Teresa y Dios este punto es el de las bodas místicas, consumadas
en la séptima m orada en 1572. a los cincuenta y siete años, momento y lugar
en que el punto de Identificación del alma con Dios está más próximo. Momento
de exaltación narcisista donde se cumple la identificación del yo ideal bajo la for
ma de ese cuerpo "fuera del sexo" que es el alma, y del ideal del yo. ese Dios de
amor para el cual, durante años y años. Teresa "cultivó" su jardín a Tin de recibir
sus favores, no diciéndole más que "Decidme solamente dónde, cómo y
cuándo'.*
Este punto del más estable y perfecto encuentro corresponde al punto
máximo de Idealización y también, evidentemente, al punto máximo de dene
gación de la falta: corresponde al momento en que Teresa de Avila se instala en
la certeza -¿d elira n te?-d e que Dios no la abandonarájam ás. Certeza de que ya
no habrá privación de su amor, esa privación de amor que, como nos enseña
Freud. es una figura de la castración en la mujer.
Anteriorm ente, su alma vivía la angustia y la aflicción de no poder morir para
gozar de Nuestro Señor; ahora, ella llene *tal deseo de servirlo y de hacerlo
glorificar, de ser úlll. si puede, que ya no desea morir sino que quisiera vivir
largos años todavía’ .10
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103
rcmii'F c k \ a s c o
Este morir de no morir lo hereda Teresa del siglo anterior, el XV. el de los
trovadores.
En la vida de Teresa de Avila hubo más de un cuarto de vuelta, más de una
conversión. Ante todo la conversión histérica, que se produjo en los comienzos
de su historia. Entre los dieciséis y los veintisiete años atraviesa prolongados
periodos de enfermedad, y a los veintitrés se produce una crisis grave.
Permanece cuatro dias en estado de coma, recibe la Extremaunción, en su
monasterio cavan la tumba en que han de enterrarla. Pero el Señor la "resucita*.
En esta resurrección a la vida, el amor de su padre eslá muy presente. El fue
el único, nos dtce. que no la creyó desahuciada De todas formas permanece
paraliUca durante tres años, sin poder mover "ni brazo, ni pie. ni mano, ni
cabeza |...j. Sólo un dedo me parece podia menear de la mano derecha".IJ
Pero recobra la salud y comienza a recibir los "favores* de Dios. l>or otra
parte, a los cuarenta años Uene lugar su conversión en el senlido religioso del
término. Esa conversión guarda una clara relación con la construcción de una
certeza. EJ momento en que decidió ‘ entregarse a Dios* deflnlllvam ente tiene
lugar frente a una estatua que "representaba a Cristo lodo cubierto de llagas".14
Esta representación da prueba entonces del amor de Dios. ¿Qué mejor prueba,
en efecto, que el sacrificio de su propio hijo?
Con posterioridad, sus dudas, sus aflicciones, su temor de ser "dejada de la
C O C K M IST IC O Y I A / J > S O C IA L ira
mano de Dios , abandonada por Oí<<s. locan ,% su ftn Oye la voz de Dios
rorillrmumlolr su anhelo no leiner, pues se trata cabalmente de él y no (VI
diablo, y él nunca Li abandonará.
De este mixto se cierra en nrt sistema de rerieza lo que se había abierto de)
lado del Roce y de la angustia. Esto pone (¡n también a la suspensión fiel saber,
pues ahora, dice Teresa, “yo comprendía |. |yo descubrta el senil do oculto |de
las ro.sasf F,l me enseófj Li forma en q u e debía expresarme | |k> apr*-ndt lodo
en un Instante'.1*
El trabajo de regulación del goce marca un punto tope er> la andadura lógica
hacia la mucrle que ese goce supone Teresa vive ahora el tiempo de la sabiduría,
la quietud y la certeza. 'Ahora, dice, las pasiones* están vencidas,*’’*
Se consagra entonces aJ servicio del Señor, a través de la propagación y de
las fundaciones. Torla su persona se ve empujada a la acción y al exterior.
Recorrerá España lundando una multitud de monasterios y prodigando a "sus
hijas' las enseñanzas de la oración y del camino hacia Dios Lo que era en ella
experiencia Inquietante se ha transformado en transmisión controlada
Muere a los cincuenta y siete anos pronunciando, según parece, eslas
últimas palabras muero como "verdadera hija de la Iglesia*
El trabajo de regulación del goce se ha volcado a la obtencton del reconoci
miento y el poder en el seno de 1a Iglesia.
[Teresa será reconocida, y cómo! Se le conferirán las mas aJtas nominacio
nes: en 1614. Pablo V ia declara Beata: en 1617, Felipe MI la designa Pal roña
de España: en 1622. Gregorio XV la canoniza conviniéndola en Santa, en 1970,
Pablo VI la nombra Doctora de la Iglesia
Volvamos ahora al destino de Teresa en lo que atañe a otro problema de
conversión: el trayecto que la conduce de su origen judaico a ese punto máximo
de Inscripción en el seno de la Iglesia que señala el paso de una dilación social
a una filiación divina. ¿Podríamos afirmar que su goce suplemeniarto vino en
cierto modo a suplir lo que faJló del lado de la filiación paterna?
Teresa de Avila, de nombre Teresa de Ahumada y Cepedas, era nieta de
convertido. La situación de convertido remite en esa época a una marglnacton
o al menos a una dificultad para Integrarse soclalmenle.
Mientras que los reyes de León y Castilla se enorgullecían de ser "reyes de
tres religiones*, la árabe, la Judia y la cristiana, en el siglo XIV la situación da
un viraje y comienzan en España las persecuciones religiosas. Tan severa es }a
persecución que. en el siglo XV, la necesidad de escapar a la muerte produce
conversiones en masa. Este es el momento en que surge la figura del convertido.
El tipo ideal del español de finales del siglo XV es el español puro y catolico
que vive de sus rentas (osea que disfruta de ellas pero slri trabajar ): frente a
la Ideología del trabajo, enramada por los Judíos y después por los protestantes,
se yergue la del honor.
En 1478. a pedido de los Reyes Católicos, el papa Stxto IV designa
Inquisidores con la misión de estudiar el problema de las falsas conversiones.
Su competencia se extiende al problema de la ortodoxia y la herejía. En 1492
se proclama un edicto de expulsión: «p u ls ió n de los judíos de España en un
plazo de tres meses. O la expulsión, o la conversión
Asi pues, a comienzos del siglo XVI, y como resultado de las conversiones
forzosas en Esjjaña no hay más que cristianos. La distancia social que anlcs
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104 K r n itE cevasco
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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Agradezco al historiador P. Roque su colaboración personal en nuestra investiga
ción sobre Teresa de Avila.
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R1THF.E C E V A S C O
MOTAS
1. J. Lacan, EX Seminario, libro XX, Aun, Seuil, París, 1975, pá£. 70.
2. Santa Teresa. Relaciones espirituales. Ocuvres completes, pág. 507.
3. Santa Teresa, Vida de Santa Teresa I-..I por ella misma cap. I.. O.C.
4. Id.. Ibid., cap. XXXVII.
5. Santa Teresa, Camino de perfección, cap. IV, Obras Completas, pág. 205.
6. Sta Teresa, Lettre ó Ana de San Alberto, 2 de julio de 1577. O.C.. pág. 872.
7. Santa Teresa. Camino de perfección.Ibid..cap, VII.
8. M .-C. H am on, E l d iscu rso d e S ta -T e re s a . C on feren cia del 16de ju lio de 1980,
Caracas, Venezuela.
9. Santa Teresa, Poesías, O.C., pág. 1557.
10- Santa Teresa, Le libre des demeures. O.C., pág. 1044.
11. En castellano, ella dice un tontito de más gozar, un poco de más gozar. Libro de
la Vida, pág. 437.
12. Santa Teresa. Les Poésles, O.C., pág. 1551,
13. Id., Vida de Sania Teresa!... I, cap. V/, O.C.
14. Id.. Ibid., cap. IX. O.C.
15. Id.. Ibid., cap. XVI. O.C.
16. Id. Las moradas.
X II
Paul-Laurent Assoun
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108 PAU L L A U R E N T A S S O U N
De la horda a la multitud
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P AU L lA U H K A T AS5ÍH \
Ln hernia y la modernidad
Dicho de otra manera. Tótem y tabú era la prohibición que dividía al sujeto
e in stitu ia en él lo social Psicología de las masas y análisisdel yoesesta mLsma
división puesta en práctica: los hijos, de "creyentes* (en el Padre) pasan a ser
■practicantes* del Padre idealizado. Esta "religión'i‘ -cuya falsa etimología,
evocadora del lazo, debería ser reactivada- instituye literalmente la moderni
dad Pues si en Tótem y tabú Freud dio a conocer su mito a) mismo tiempo que
el de la modernidad, el ensayo de 1921 explica de qué modo éste se practica, es
decir, de qué modo el mito da forma a la historia
En este contexto no es casual que el ejemplo nodal de Psicología de las
m asas y análisis del yo sea la Iglesia católica, como si en el orden metapsicoló
gico hubiese sido necesario pasar del Antiguo al Nuevo Testamento. De hecho,
el Padre muerto, al 'dialectízarse*. y siendo ahora referente de una práctica,
tiene que convertirse en Hijo, hijo preferido del padre que pueda en ra m a r La
Ilusión universal de ser amado.
Pero si tampoco esto resulta tan sencillo, es porque algo de la paranoia
primitiva -vestigio de la persecución de la que resultó el Asesinato del Padre-
subsistió en el propio la/o social como una amenaza crónica. l*or lo demás, la
paranoia es el trastorno más radical de la idealización, aquel del que la
idealización se alimenta. Tal seria, en efecto, el trabajo de la historia: capturado
en las redes de la idealización, el sujeto no puede arbitrar su relación con la
historia más que conjurando sin cesar la paranoia originaria.
La modernidad demuestra con toda claridad lo que sucede cuando, em er
giendo de su "transposición Idealista", la horda retom a para enloquecer
literalmente a las multitudes de hijos
Pues este recentramiento en la idealización de los hijos tiene como efecto
k í- s y jr r o it u id k a l
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112 P A U L -L A U R E N T A S S O U N
Queda por establecer qué clase de sujeto hay que postular a este trabajo de
la idealización.
Esta cuestión está destinada a desactivar. porsu misma incongruencia, toda
problemática 'psicologista' o 'soclologista* de la cuestión: la idealización
trabaja justamente en el hueco que los separa. Pero también abre la cuesUón
de la instancia de lo 'social" para el sujeto dividido: pues éste no nos ofrece más
que la estructura Para pensar lo social hay que agregarle la idealización. En
efecto, es la idealización -tal como la hemos definido- la que permite ejercer la
división, lo cual le impide agotarse en su simple reiteración, al Uempo que la
lleva de nuevo a la temporalidad histórica. Pero, simultáneamente, el trabajo de
la Idealización no cobra sentido, sino ejerciendo la división del sujeto: no es que
ella ‘ socialice’ al sujeto inconsciente, sino que lo refiere más bien al Otro. Con
ello, lo histérico se convierte en lo histórica
Ahora bien, de esto es de lo que habla la modernidad sociopolitlca hasta en
su texto filosófico.11 La problemática de la Soberanía -postulación del Uno en
el cual han de coincidir la potencia y el poder- exime a la problemática política
de toda postulación 'ontológica': el 'Bien colectivo' cesa de ser Summum
Bonum en si. para ser mediado por la subjetividad. Lo que se demuestra a partir
de Maqulavelo y Hobbes. y cuyo síntoma estigmatizó La Boélie, no es otra cosa
que la condición a la que se encuentra desde ahora afiliado el Bien político, la
de alcanzarse por el sujeto.19 El 'contrato social' no hace más que racionalizar
la necesidad que se ha notificado, asi, en el hueco que separa al sujeto de los
sujetos.
lo que sostiene el trabajo del ideal. Pero a no engañarse: por ahi se produce
materialmente el Eros social.
La 'ciencia política', ai acreditar que el sujeto no está dividido o -lo que en
definitiva viene a decir lo mismo- que el objelo social es causa del lazo social
mantiene también una ideología de la supresión del sujeto en la propia médula
de la producción del saber social. El mensaje del psicoanálisis seria precisamen
te que el lazo social se alimenta de la falta del objeto: lo cual condena a ese lazo
a esta forma radical de intersubjetivldad. Pero es en esle punto de idealización
donde se efectúa esa socialización tan particular, en efecto, que certifica que el
sujeto está tanto más sometido ai destino social cuanto que no consiste entero
en su ser social.
¿No seria la función eminentemente social de ¡a Spcilíimg lo que el trabajo
del ideal traduciría? En efecto, por la invocación de este Otro es como la falta
Intentaría permanentemente taponarse, lo que requiere una práctica desenfre
nada que llena el curso de la historia.
Pero, por otra parte, al no ceder a la necesidad del recurso a un punto de uista
del sujeto, el psicoanálisis recusa al mismo Uempo los discursos ilusionantes
de la ilusión politíca, al invocar sin cesar la muerte de la razón o gozando con
el hundimiento de la verdad. Pues es cabalmente por su verdad por lo que el
sujeto de la historia no cesa de ser afectado, en el meollo de su división. De suerte
que el sentido difunto de la historia no le impide buscar, como en un retrovisor,
lo que le vuelve en el camino de los efectos de su propia división. A esto se debe
quizá que el sujeto 'se eduque' por su propia división asi percibida: pedagogía
del ideal también. Esto puede hacer suponer que el psicoanálisis mismo puede
prevalerse de cierto efecto sobre la paranoia crónica de la historia, aunque sólo
sea revelando su estructura y siendo el único en poder hacerlo, para conocer la
función misma del ideal en la estructura del sujeto.16
Así revela el psicoanálisis a la ilusión políUca como dotada de un buea
futuro, precisamente tan prometedor como el de una instancia, que. por no
poder cerrarse, se convierte en práctica, o sea el sujeto de la historia. De esta
forma de la ananké, la más patética. Freud suministra también, bien mirado,
el legos.
NOTAS
1. Hemos dejado a esta comunicación su carácter propio tal como fue pronunciada:
ella da testimonio de cierto momento de nuestra investigación sobre el lazo social y el
inconsciente, consignado en una serie de escritos a los cuales remitimos para apoyar
determinado aserto, que ha de entenderse, pues, a la vez como resultado de esa
investigación y como punto de partida para la elaboración de una problemática en
construcción.
2. Comprendamos que esta tesis, lejos de agotar la problemática globaldcl inconsclen-
te y del lazo social, es reivindicada aqui como aquello que. planleadoy desarrollado (como
sigue), permite ajustar el discurso sobre lo social a lo que de él requieren la experiencia
y la teoria freudianas.
3. En este pu nto remitimos a nuestra comunicación ‘ Le symptóirte social el les dcstlns
de l'ldéaltsatlon', Actes du colloque "Champ social et ¡nconsdenl’ . 16 y 17 de junio de
1983 CNRS, Centro de estudios sociológicos, páf?s. 18-22.
4. La palabra, puesta entre comillas, designa lo que ha de pensarse específicamente
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IH PAUL LAURENT ASSO UN
bajo este termino en la teoría freudiana, asi sea en contradicción radical con lo que fuera
de esta teoría se pone habltualmcnlc en él. Esto es lo que hemos procurado establecer en
L'enterviement Jreudicn. Lagos et Anartké. GaJllmard, 1984, libro III. cap. V. La fonctlon
d'idéal", págs. 183-230.
5. Op. ctL. págs. 190 y slgs. Es sabido que el concepto de Idealich / leh Ideal -dos
formas radicalmente distinguidas en Lacan y confundidas en Freud-, es introducido en
la sección 111 de introducción ol narrCslsmo.
6. Sabemos, en efeclo, que el ideal del yo acaba por resultar casi identificado con el
superyó. Cf, op. c lt, págs. 200 y sigs.
7. C.W., «|. 144.
8. C.W., X. 161: "proceso con un objeto, por el cual éste es agrandado y exaltado
psíquicamente ¡veryrássert und psychtsch arhóhU sin alteración (Anderung) de su natu
raleza*.
9 C.W.. X, 169.
10. G.W., XIII, 139.
11. G.W..X11I. 128.
12. Freud designa bajo el término de /curvsdiche Mas sos a esas multitudes que
permanecen unidas por la presión de una coacción externa.
13. El argumento encuentra asi un eco que supera de lejos a la ‘ psicología colectiva’ ,
Indicando una cláusula representativa y libidinal fundamental del lazo social.
14. Freud presenta explícitamente el Ideal del yo como "el germen a partir del cual se
formaron las religiones" (G.W.. XIII. 265).
15. Es sabido que el discurso psicosociológico se regodea con esta palabra que. bajo
el pretexto de encontrarle un objeto a una ciencia que vuelve el ‘ adentro’ hacia el "afuera",
se Instala en lo Imaginarlo. Hemos mostrado los efectos de esto en ‘ La femme, simptóme
de l'organlsaüon" (colectivo Femmes. hommes el pouvoir dans les oryanísaiions, edicio
nes de l Epl, 1985).
16. Es en efecto el narcisismo el que requirió finalmente, al dcscstabilUar el primer
dualismo pulstonal de las pulsiones de autoconservación y de las pulsiones sexuales. La
introducción de la pulsión de muerte. Narciso, representante del "Erosyoico’ , trabaja en
la frontera de la pulsión de muerte.
17. Véase nuestra elaboración sobre ‘ Freud et la polltique*, Lentendement/reudten.
págs 231-262
18. Establecimos su programa en nuestra lección Inaugural en la Universidad de
Nlmcgue, ‘ Les taches de la phllosophle polltique et l'lnconsclent de l'hlstolre', 18 de
noviembre de 1983.
19. Propusimos un desciframiento semejante de la tradición política en nuestra co
municación, "Altérité et téglümatlon: pour une gcncalogic du sujet polltique et de l'Etat-
sujet* (coloquio del Instituto Internacional de filosofía política de Maastrlcht, 6 de Julio de
1984).
X III
LOS ATOLLADEROS DE LA
“DESUBLIMACION REPRESIVA”*
Slavoj Zizek
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I 16 S L A V O J Z IZ E K
reprime [ref.|. por medio de su "ley interior", sus impulsos inconscientes, que
Intenta dominar, por m edio de su autocontrol, su propia espontaneidad
pulsional. sufre una Inversión en la medida en que la instancia del control social
ya no adopta la forma de una ley o de una prohibición Interior que exige el
renunciamiento, el autocontrol, etc., sino más bien la forma de una Instancia
hipnótica que inflige una actitud de 'dejar correr", cuya orden terminante se
reduce a un "¡Goza!" -lo dijo ya el propio Adorno-, a la Imposición de un goce
tonto dictado por el m edio social, incluso en el analista anglosajón cuya
preocupación principal es volver al individuo capaz de un "goce normal, libre,
espontáneo...-. La exigencia social es dormirse, también y sobre todo allí donde
se presenta en su forma opuesta: *El grito de guerra nazi. (¡Alemania, despiér
tate!) encubre precisamente a su contrario.* (Cf. Adorno, "Die Freudsche
Theorie und die Structure der faschistichen propaganda", Kritik- Kle\neSchn/-
ten zur Geseltscfia/t. Frankfurt am Main. 1971. págs. 63-65.)
Según la TCS. la noción de psicología, ladlm ensión propiamente psicológica,
obrante en el psicoanálisis, es una noción fundamentalmenle negativa: la
dimensión de lo psicológico comprende todos los factores que dominan la vida
interior de los individuos "a sus espaldas", a la manera de una fuerza
heterónoma. incontrolada, "irracional": en términos hegelianos, se trata de la
substancia psíquica alienada, opaca para el sujeto. La finalidad del proceso
psjcoanalitlco resulta ser entonces, evidentemente, que la substancia se con
vierta en sujeto, que ‘ lo que ello era se convierta en yo", que el sujeto se libere
de la ‘ dominación heterónoma de su propio inconsciente". Asi pues, este sujeto
libre, autónomo, no alienado, sin inconsciente, seria en sentido estricto un
sujeto no psicológico: el proceso pslcoanalítico va encaminado a la despsicolo-
gtzaclón del sujeto. Para Freud. el punto de partida era el sujeto psicológico, el
Individuo alienado de la sociedad liberal burguesa: la dimensión psicológica
designa todo lo que él debía sacrificar, apartar de su yo para lograr su
socialización: todos los impulsos ilícitos, ‘ asocíales", por considerarse que el
campo de lo social seria el de la legitimidad y la racionalidad social dominante.
Ahora bien, el advenimiento de la ‘ desublimación represiva" Invierte completa
mente ese estado en el que los impulsos ilícitos no podían salir a la luz sino en
forma sublimada: en las sociedades llamadas "totalitarias' la psicología queda
superada, los sujetos pierden la dimensión de lo psicológico, en el sentido de una
moUvactón pulsional. con la marca distintiva de una espontaneidad autónoma
propia de la asi llamada "naturaleza interior': toda la riqueza de las necesidades
naturales, motivos, impulsos, etc.. atribuida al sujeto burgués. Sin embargo, lo
psicológico no se supera por una reflexión liberadora que permitiría al sujeto
apropiarse de su reprimido [reí.], s in o ‘ en el sentido contrario', por la vía de una
socialización Inmediata del inconsciente, es decir de un cortocircuito entre el
ello y el superyó que dispensa de la función mediadora del yo: la instancia de
control, de "represión' social, se adueña inmediatamente de las pulsiones
Inconscientes. Con ello, la dimensión de lo psicológico es superada en el sentido
estricto, hegeliano: queda privada de su espontaneidad inmediata. Los mecanis
mos de la 'represión ' social la mediatizan, la manipulan de parte a parte.
Tomem os la formación de la masa de la que habla Freud: a primera vista, nos
hallamos ante la 'regresión' ejemplar del yo autónomo, reflexivo, que se sume
en la masa indiferencíada. desindividuatizada, y se deja llevar por una fuerza
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] IB S L A V O J ZIZF.K
En tom o de la revista berlinesa Das Argum ent se constituyó <¡' grupo Projekt
Ideologle-Theorie (PIT) 7, cuyo trabajo opera una ruptura con la concepción
hegellano-marxista de la ideología. No es casual que el primer trabajo colectivo
del PIT -revisión de las diversas teorías marxistas de la ideología- fuera seguido
por dos volúmenes en los que se examina el impacto ideológico del fascismo. PIT
llega a una conclusión totalmente opuesta a la de la TCS: el fascismo aporta la
afirmación de lo Ideológico com o tal en su dimensión fundamental, de la
dogmática que aparece en la base de las racionalizaciones ulteriores. La 'in co
herencia', la "debilidad", etc., del contenido positivo de su argumentación ra
cional. no hacen más que poner en evidencia la propia Jorma ideológica de la
"servidumbre voluntaria": la creencia en la Cosa que impone al sujeto el deber
de "cumplir su misión", el renunciamiento al goce en nombre de la sujeción a]
Jefe en el que se encam a la Cosa, etc.8 Y esto hace dar un vuelco a la perspectiva
entera: el poder del discurso fascista ha de ser buscado precisamente en lo que
la critica racionalista le reprocha como impotencia, en la ausencia de argumen
tación racional, en el carácter puramente formal de la demanda apodictlca de
la fe y del sacrificio “insensato" / "Incondicional". Esta ausencia es ya erx si mis
ma la pienilud de los actos performatiuos: formas ideológicas ritualizadas a
través de las cuales el fascismo practica el Am or "irraeionalVincondlciona]"
que une al Jefe con el Pueblo. Nada más fácil que desmentir las grandes pala
bras sobre la "comunidad del pueblo" (VolksgemelnschaJl). demostrando cómo
no hacen más que disim ular la lucha de clases y la explotación. Sin embargo,
no debemos olvidar que el discurso fascista "organiza el silencio sobre su base
de clase como una serle de actos performatlvos*:8es precisam ente con su ritual
ideológico, y con la reinscripción Ideológica de las prácticas deportivas, de las
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i20 SLAVOJ ZIZEK
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122 SLAVCVJ Z.1ZEK
repite con H iller tom o tragedia. El esquem a m arxlanoya no alcanza (uslam enle
para entender es/a repetición: con el fascismo, sobre todo con el nazismo, la
lógica misma de la representación política queda radicalmente transformada;
para decirlo de un modo grosero: en este Juego de la -representación”. Napoleón
III desempeña todavía el papel de un cuas i-obsesivo neurótico intentando "ser
el representante de todos” ; cuando intenta restituir la deuda a aquellos a
quienes supuestamente representaba, es decir 'contentar a todo el m undo”, no
puede hacerlo sino recorriendo todas las clases a la manera de una "sortija”, s a
tisfaciendo a unos en detrimento de otros: estamos ante un “efecto Münehhau-
sen* (para retomar la expresión de Pecheux): mientras que Hitler habla ya como
un psicótico. desde un lugar Inconmovible y sin agujero que no se deja com pro
meter. que no se deja apresar en el ju ego de la "representación"; la "ideologia"
y la "efectividad” coexisten en una Spallung. sin la mediación "representativa"
(es decir que estamos -en el nivel simbólico, por supuesto- frente a un bloqueo
total de los efectos del hecho de que la ideología "representa” de manera pree-
laborada una "efectividad", un "interés efectivo”). Marx deja m uy atrás la
fórmula de la representación término a término. Entre el "contenido social” y la
escena político-ideológica hay toda una serie de mecanism os de desplazam ien
to. de condensación, etc., hasta la paradoja de un 'pu n to cero de la represen
tación" necesario, desarrollado justam ente a propósito de Napoleón 111 ("En sí
mismo es Insignificante, por eso puede representarlos a todos."): el caso limite
que se puede analizar con esta lógica sigue siendo no obstante el discurso
político del neurótico obsesivo endeudado con todos. Pero esta lógica falla ante
el punto sobre el cual la escena político-ideológica borra la deuda sim bólica y
desconecta la relación dialectizada de la "representación" con su afuera (la
"efectividad social").
Et superyó totalitario
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124 SLAVOJ ZIZEK
plena discordancia con los afectos del sujeto, que ningún mecanismo afectivo
basta para explicarloy. en el nuestro, que es estructural. [...) es preciso vincular
el núcleo de la psicosis con una relación del sujeto con el significante en su
aspecto más formal, en su aspecto de puro significante, y |que| todo lo que se
construye a su alrededor no son más que reacciones de afecto al fenómeno
primero, la relación con el significante".'*
La "despsicologlzación" quiere decir que el sujeto se ve confrontado con una
cadena significante Inerte, nodialectlzada, en la cual falta el almohadillado, que
no "capta" al sujeto de manera performativa: el sujeto conserva de ella una cierta
"relación de exterioridad”.15 Asi pues, esta "despsicologlzación’ pone de mani
fiesto la exterioridad originaria e Irreductible del orden significante al sujeto.
Esto explica también la manera en que el discurso fascista "capta", subyuga a
sus sujetos: Justamente en la medida en que está ‘ despsicologlzado", su ley
adquiere la forma de una conminación no dialectizada. Incomprendida, Insen
sata. aparece como un texto que de ningún modo permite al sujeto reconocer
en ella la riqueza "afectiva" de sus anhelos, odios, temores. En una palabra,
funciona como superyó.
Jacques Alaln-Miller recordaba que aqui se trata del superyó Imperativo de
goce, fundamentalmenteincomprendido, traumatizante, aquelquepresentlfica
bajo su forma pura la instancia del significante como aquella a la cual el sujeto
está constitutivamente sujetado. Este es, pues, el secreto de la famosa "desu-
bllmación represiva", de esa "reconciliación perversa del ello y el superyó a
expensas del yo": una ley loca que, lejos de prohibir el goce, lo exige direc
tamente. La 'desublimacibn represiva’ no es sino una manera, la única manera
abierta a la TCS. de decir que en el totalitarismo la Ley social comienza a
funcionar como superyó. toma los rasgos de un imperativo superyolco. Y es
precisamente la falta del concepto estricto de superyó - que falta porque la TCS
deja escapar la 'Instancia de la letra", el significante como núcleo a-pslcológico
o. si se quiere, metapsicológlco determinante del sujeto— lo que desencadena
la recaída Incesante en la tesis de la ‘ manipulación consciente*, forzando en
consecuencia a la TCS a reducir sin cesar la despsicologlzación de la masa
fascista a su 'manipulación dirigida".
La Insuficiencia de la conceptuallzación de Adorno proviene de su punto de
partida Inicial, que consiste en entender el psicoanálisis como una teoria
psicológica, como una teoría cuyo objeto es el Individuo psicológico. Adoptada
esta posición, ya no se puede evitar su consecuencia: que lo único que le queda
por hacer al psicoanálisis, frente al paso del individuo psicológico de la sociedad
burguesa liberal al individuo poslpslcotógicode la sociedad totalitaria, es trazar
los contornos de esle proceso que suprime su propio objeto. Ahora bien, el
‘ retom o a Freud" lacantano, que descansa en el papel clave de la "Instancia de
la letra en el Inconsciente*, dicho de otra manera en el carácter estrictamente
no psicológico del Inconsciente. Invierte toda la perspectiva: allí donde, según
Adorno, el psicoanálisis alcanza su borde y ve disolverse su propio objeto (el
Individuo psicológico), en ese punto precisamente, lajorm a pura de la Instancia
de la letra' su/ye en la "realidad hlsíórica’ m lsm a.eneldlscurso totalitario, cu
yo Imperativo no dtalectlzado. Incomprendido, subyuga al sujeto.
Nos es preciso entonces, en cierto sentido, retom ar de P ÍTa Adorno: para PIT
es fácil decidir, a causa de la "no creencia" de los sujetos en el discurso fascista,
I-OS A I O L I.A D E U O S D E LA "D E S U N I,IM A C IO N H K P IÍE S IV A ' 125
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128 SLAVOJ ZIZEK
NOTAS
Paul Jo rio n
Estructura y sentimiento
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128 P A U L J O R IO N
Parentesco e identidad
sus actos son sem ejantes a los de esas personas desaparecidas. La manera de
enfadarse [...). todo; hasta la muerte. El djoto es un patrim onio genético y
cultural que tendría la particularidad de transmitirse únicamente, según que
la sociedad sea palrilineal o matrilineal. por los hombres o por las mujeres.
Com entando hechos sem ejantes observados entre los luba. Tem pels apuntaba:
'N o es que renazca un hombre determinado del clan, sino [,..| que su individua
lidad vuelve a participar en ia vida ciánica por el Influjo vital con el que este
difunto inform a al recién nacido o al fruto por nacer en el clan." (1949. 76).
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130 P A U L J O R IO N
Identidad e individuación
fracciones cada vez más diferenciadas y que obedecen a reglas ahora modifica
das." (1973. 11)
Esla observación toca aJ nodulo mismo de lo que esleimos analizando, pero
es preciso desarrollarla. Ortigues nos recuerda que *[...| la enfermedad es por
si misma individualizante' (1973. 566). De ahi partiremos.
Tendremos que Imaginar una aldea africana, compuesta por unos treinta
cercados parentales de "paja", ai que conducen tan sólo unos estrechos
senderos casi siempre inundados. Una de esas aldeas donde la presencia del
hombre o la mujer blancos todavía suscita el entusiasmo de los niños. Estas
aldeas existen aún. En los últimos años, la pesca en lagunas disminuyó
considerablemente: unos lo atribuyen a la escasez de peces: otros lo relacionan
con el hecho de que el número de pescadores regulares ha pasado de doce a
ciento veinte. Algunos abandonaron la pesca porque el precio de las barras fijas
utilizadas como pesquerías aumentó considerablemente, y se orientaron a la
pequeña agricultura. Pero las zonas fértiles de la planicie de inundación han
sido invadidas por pobladores de aldeas vecinas, y ei espacio comienza a
escasear. En nuestra aldea imaginaria hay una sola familia, cuyos miembros
descienden todos del fundador de la aldea, instalado en ella a comienzos del
siglo XLX. Por lo tanto, todos los hombres de la aldea son hermanos, entiéndase
hermanos, medio hermanos o primos paralelos. En este momento, uno de ellos
se encuentra precisamente un tanto marginado, pues es victima de una de esas
combinaciones de disenteria y malaria que le valieron aJ Africa Occidental el
poco envidiado titulo de The Whiíe Man's grave, la tumba del hombre blanco.
Nuestro hombre vuelve a descubrir una verdad universal: que unos cuantos
espasmos violentos en las tripas bastan para hacemos odiar a la n>za humana
entera.
Este hombre, pues, rumia oscuros pensamientos. ‘ Mis hermanos, se dice,
están en la aldea, dormitando a la sombra de un mango, y en cambio yo padezco
aqui mi calvario." Prosigue entonces su reflexión a la manera especulativa: "Si
somos hermanos, si participamos de la misma esencia, si somos "los mismos'
como gustamos decir, entonces ellos deberían sufrir tanto como yo o. por lo
menos, lamentarse colectivamente de la suerte que me aflige. Sin embargo,
permanecen abiertamente indiferentes. Todos son indiferentes. Y su unanimi
dad es muy sospechosa." Nuestro hombre continúa empeñosamente su refle
xión: "¿No será que se han puesto de acuerdo? Ha habido casos. ¿Acaso no
exageraron la importancia de algunos incidentes, como mi breve aventura con
la cuarta mujer de mi hermano mayor? ¿No habrán decidido envenenarme?
(Esto explicarla muy bien el triste estado en que hoy me encuentro!'
El razonamiento es el siguiente: si quieren mi muerte colectivamente esto
Indica que son los mismos, pero si saben que mi muerte no los afectará, esto
Indica que saben bien que yo. por mi parte, soy diferente. Masamba Ma Mpolo
escribe: "Ndoki (el envenenamiento en el sentido africano) no come fuera del
clan.* (1976, 36). De este modo, la acusación de hechicería se insinúa como
representación de una Asura en la identidad colectiva Nuestro hombre está
listo para reconocerse a si mismo una individualidad autónoma. El fenómeno
que se está preparando es el de una reducción del sujeto de la clase de
equivalencia propuesta por el parentesco clasLfícatorio, al individuo.
Pero aún se trata sólo de una sospecha, habrá que acudir al adivino, al
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132 P A U L J O R IO N
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FREUD Y t-f\ C U E STIO N DEL LAZO SOCIAL
A luin Dclricu
* Las página» de las obras di- Freud mr nrlnnado» en este articulo corresponden a las
respectiva» ediciones francesas. |N T.|
KTtKUl) Y !> Cl ( s n o N OKI. I-A/f) SOCIAL
No encuentro más que una razón para esa persistencia. Kn Freud no hay una
c.iraclert/.u Ion clara (Ir l.i frontera qur v p a r.i lo humano de lr> no humano LJr
ahí qu r no pueda suprrar r l dilem a sigulrnlr elagrnte de la culltira. rl homhrr.
¿ rs causa o cierto d r esla culi un», que tiende a yugular las pulsiones? Esto pudo
hatx'rlo Inrliado a operar una bipartición en cl v r humano, heredada drl
|wnsamlento rrllgloso y filosófico l'ero Freud no .idoptó rsta concrpclón
dualista. sino qur |>or r| contrario, unifico al hombre, no bajo el signo de la
condencln m/onante sino bajo rl de la s>ub|etivarlón Inconsciente. Sin embargo,
al no haltrr Imputado esla subjetlvaclón al lengua|e nunca planteo qur los uní
versos simbólicos creado» por los honibres lursrn tan aólo efecto» del dominio
(|ur In slmlV)ll(C). rn srnlldo general, ejerce sobre el ser humano. I’or lo lanío,
no nos sorprrndr qu r recurriera a una concrpcIOn causall&ta derivada de las
teorías utilllartslas y de las teorías del contrato
Afiora bien. prlin<-ro. Freud nunca se conforma con esle Upo de argumenta
ción y. segundo. Introduce una lógica radicalmente nueva, la del Inconsciente,
caracterizada, entre otras cosas, por la Ignorancia drl llem p oyd e la causalidad.
Por rsn flnalmrnte no plrnsa como un historiador La prueba esta en que entre
los hechos que le ofrecen los trabajos etnológicos dirige electivamente su
alendOn a dos prácticas que. desde un punto dr vista realista y utilitarista, son
las más Incomprensibles: las del tótem y el tabú
i Freud hará un uso ferundo de la Irracionalidad de estos dos hechos para
explicar la existencia de la sociedad. Veamos cOmo.
Del tótem dice (pág. 10) lo siguiente- 'E s un animal. |...| m.to raramente una
planta o una fuer/a natural |...| que mantiene con rl conjunto del grupo una
relación partlrular. El tótem es | ..] el antepasado del grupo I |. Aquellos que
llenen el mismo tótem están sometidos a la obligación sagrada |... I de no matar
* a su tótem [...I'.
Freud hace notar entonces que no hay relación lógica entre la exogamia y el
hecho totémlco. aun cuando siempre se presentan Juntos. Después, examinan
do rl fenómeno del tabú, expresa; *Las prohibiciones tabú no se apoyan en
ninguna razón: su origen es desconocido. Incomprensibles para nosotros, les
parecen naturales a quienes viven hajo su Imperio" (pág. 30).
He aquí, por consiguiente, dos hechos que se muestran Irracionales y que
, se articulan en un punto preciso: no matar y luego consumir el tótem que es
tabú. Eslos hechos reaparecen en nuestra cultura bajo las form a» de la
prohibición del Incesto y de la arbitrariedad del Imperativo categórico.
Ahora bien, los fenómenos totemlcos y del tabú aparecen en sociedades
repartidas por todo el mundo. EnreiTarian. pues, algo universal, pero debido
precisamente a la varletlad de las culturas que los conocen resultan estrlrta-
t mente Inanalizables en términos de lógica soclohlstórlca o socioeconómica.
Freud, sorprendido por la analogía existente entre las conducías de algunos
pacientes y los fenómenos en cuestión, alrtbuye a estos fenómenos un origen
puramente psíquico.
Aquí se anuncia cl paso al costado que da Freud en relación con sus
predec esores filósofos, sociólogos, etnólogos, psicólogos... El enigma del aban
dono del estado de naturaleza hallará su solución, al precio de revelar el sentido
de prácticas sociales aparentemente desvinculadas de los fines realistas del
contrato societario.
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1M AI jMN DKIJURU
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ALAIN DKI.RIKU
Puesto que la huella del drama edipico. mítico o no, presenta dos vertientes,
la fácHcay la afectiva, aún es preciso que los hombres puedan reconocer aquello
que quedó borrado o transformado en los hechos que rememoran velad amen te
el acontecimiento original. En Tótem y tabú Freud avizora esla posibilidad (pág
182), E Inmediatamente después del pasaje en que se afirma la noción de un
Inconsciente a la vez decodificador y dado de entrada con un código hereditario,
hallamos, si ñola respuesta a la pregunta que Freud se formula, al menos la vía
que finalmente la despejaría, pues hace observar que las realidades psíquicas
bastan para comprender los procesos afectivos ya que tienen más realidad que
los actos materiales, en todos los casos, dice Freud, en los neuróticos y en los
primitivos, dada la organización narcisistlca de estos.
Y llega a la conclusión de que si la preeminencia de lo psíquico sobre lo
material demostrara ser exacta, seria posible prescindir de la repetición del acto
inaugural, "pues la realidad psíquica bastaría para explicar todas las conse
cuencias" (pág. 133).
No obstante, esta verificación sigue siendo problemática, ante lodo porque
Freud constata que varias características del pslqutsmo humano contradicen
la instauración, y por ende el mantenimiento, de los lazos sociales. En segundo
lugar, ¿cómo Imaginar que lo que constituyó un acontecimiento psíquico a nivel
de las personas pueda perdurar a través de los tiempos en forma de herencia
cultural Indestructible? Consideremos, en un primer paso, cuáles son esas
fuerzas opuestas al lazo social.
Como ya hemos visto, la primera es la sexualidad, que tiende a hacer que los
Individuos se replieguen en su vida privada Incestuosa, y que induce relaciones
conflictivas entre los hijos y los padres, y consiguientemente entre los herma
nos. Las segundas son las tendencias destructivas.2 que se orientan no sólo a
los objetos exteriores, sino también a la existencia propia de cada cual, si se
considera la pulsión de muerte.3
Por lo tanto, Freud Juzga globalmente la vida pulsional de asocial. Siendo así,
¿cómo no provoca ésta la quiebra de lo político? Conocemos su respuesta, cen
trada en la plasUcldad de la vida pulsional y en los peligros corridos por el yo.
Para él. a quien tanto le Importara la acción, era sin embargo inconcebible
que la aventura mítica transformadora del yo tuviera que repetirse sin tregua,
lo que por otra parle constituiría una concepción históricamente insostenible.
Al no haber atribuido al orden significante la permanencia que comprobaba, se
sirvió de un modelo biológico. Desemboca asi. en Tótem y tabú, en la mLxiura
Insostenible del 'alm a colectiva" (pág 180). Esla noción lo autoriza a concebir
una psicología colectiva calcada sobre la psicología individual. Finalmente, el
alma colectiva, dice, no es otra cosa que el Inconsciente. Pero no con ello se
elimina la dificultad, por lo mismo que la posibilidad del Inconsciente no es
deducida del lenguaje. Por lo tanto, la Idea del alma c o l e c t i v a v a a ser mantenida,
y con ella el asiento de la pslcologia colectiva en la psicología individual. Asi. en
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¡4 0 ALA 1N D t U v i E U
NOTAS
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M. Za/lropoulo»: í'rcken (ación............. ..... .... ....... .... ■>
primera parte
¡A SC U Í& O Í)F, CIENCIA
S erjunda parte
ETICA DEL PSICOANÁLISIS Y MEDICINA
Tercera parte
EL ARTE. EL OBJETO Y LA ESCENA DEL DESEO
Cuarta parle
EL SER SOCIAL
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C sle tibio se lerminó da Imprimir el 25 de m an o h i:
de 1989, en Color E le , Paso 192. Avellaneda. S». A s .»- éi.
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L científico que manipula lo
real, cl de la procreación, por ejemplo, tiene horror de su acto. Hso
explica mis apelaciones a los juristas, a los sacerdotes, a lodos los
especialistas de la regulación simbólica, a los que querría pacificadores
v que reagrupa en comités de ética
Pero él tiene la elección: encontrar la fe en la oscuridad de las
iulcsias... o proseguir con el psicoanálisis en el desciframiento del
deseo que sustenta su práctica.
“ Desencadenamiento de la ciencia",decía Jacques Lacan. Kscl aspee
te» dominante de “ 1:1 malestar en la cultura” , largamente utilizado
desde Freud, y que en junio de 1984 evocaba el Coloquio Psicoani
lisis v prácticas sociales", el primero de su género organizado por e!
C.NRS
MANANTIAL
S K R I 1-: M A V O R
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