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Donald Davidson ·


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Colección Teorema

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Traducción de Olga Fernández Prat
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LO CÁTEDRA
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TEOREMA
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) 2003
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Título original de la obra:
Subjective, lntersu!J;ºective, Objective

1.ª edición, 2003 Índice

1 '
0RJGEN DE LOS ENSAYOS Y AGRADECIMIENTOS .................... 11

INTRODUCCIÓN ......................................................................... 15
·.::.:_r:
LO SUBJETIVO
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido
por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las
rÍe
Pf
l. La autoridad de pri ra persona (1984) ......................... . 25
correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para
2. Conocer nuestra Pia mente (1987) ............................ 41
qui e nes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren
.

públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística 3. El mito de lo subjetivo (1988) .......................................... . 72
o científica, o su transformación, interpretación o ejecución 4. ¿�é está presente en la mente? (1989) .......................... . 91
artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada 5. El indeterminismo y el antirrealismo (1997) .................. . 110
a través de cualquier medio, sin la p receptiva autorización. 6. La irreducibilidad del concepto de yo (1998) ................. . 130

LO INTERSUBJETNO

7. Animales racionales (1982) ............................................... . 141


8.' La segunda persona (1992) ··-····· ·········· ···-············ · ············· 156
9. La aparición del pensamiento (1997) .............................. . 176
© in this collection Donald Davidson 2001.
Suf?jective, lntersubjective, Objective was originally published
LO OBJETNO
in English in 200 l. This translation is published
by arrangement with Oxford University Press
10. Una teoría coherentista de la verdad y el conocimiento
©Ediciones C áted ra (Grupo Anaya S. A.), 2003
,

Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 Madrid (1983) ..... . . ........................ . . . . . . ........ . . . . . ................................ . 193
Depósito legal: M. 34.762-2003 Reflexiones posteriores (1987) ...................................... . 216
'
I.S.B.N.: 84-376-2085-6 11. El contenido empírico (1982) .......................................... . 222
Printed in Spain 12. Epistemología y verdad (1988) ......................................... . 245
Impreso en Lavel, S. A. 13. La extemización de la epistemología (1990) ................... . 265
Humanes de Madrid (Madrid) 14. Tres variedades de conocimiento (1991) ......................... . 280

7
LISTA DE CONTENIDOS DE LOS VOLÚMENES DE ENSAYOS DE
DONALD DAV1DSON ....... . . . . . . . . . . . ....................... .......... . . . ... . . .. 301

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS .. . . . . . .... .. .... . . . .. . .. . ........................ 305

ÍNDICE ANALÍTIC O ..... ....... ......... ............................... ................. 311

A Marcia Cavell

.)

8
)
)

)
ron indicaci ones especialmente i ncisivas, así que cualquier lis­
ta que haga estará vergonzosamente incompleta. Lo que es se­
guro es que deb o i ncluir en ella a Rosario Egidi, Pascal Engel, )
Dagfinn F0llesdal, Olbeth Hansb erg, Dieter Henrich, Pierre )
Jacob, Carol Rovane y aquellos que asistieron a las di ez con­
)
ferencias y seminarios que ofrecí en Gi rona, de manera par­
ticular a W. V. Qgine, Burton D reb en, Akeel Bilgrami, Emest )
Lepore, Barry Stroud y Bruce Vermazen. M arcia Cavell no so­ )

Lo subjetivo
lamente asistió a muchas de mi s charlas en las que ponía a )
prueba nuevas versiones de mis ideas, si no que durante estos
años ha sido una compañera intelectual que de manera muy )
cui dadosa ha tratado de atemperar mis especulaciones de si­ )
llón con una perspectiva más empíricamente orientada y más )
psicoanalíticamente educada.
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1
)
La autoridad de primera persona
)
) Cuando un hablante afirma que tiene una creencia, una es­
) peranza, un deseo o una intención, se presume que no está
equivocado, presunción que no se da respecto de las adscrip­
) ciones de estados mentales similares cuando se atribuyen a
) otros. ¿Por qué existe esta asimetría entre atribuciones: de acti­
tudes a nosotros mismos en el presente y las atribuciones de
las mismas actitudes a los demás? ¿O.!:ié es lo que da cuenta
1 )
de la autoridad que va unida a l as afirmaciones en la primera
) persona del presente y que se les niega a las afirmaciones de
segunda y tercera personas?
La misma afirmación y la misma pregunta se pueden for­
)
mular para el lenguaje o para la epistemología, pues si alguien
' ) puede hablar con una autoridad especial, el rango del propio
' ) conocimiento debe estar de alguna m anera en consonancia y
si el propio conocimiento muestra alguna diferencia sistemá­
)
tica, las afirmaciones de conocimiento deben reflejar esta di­
) ferencia. Así pues, doy por supuesto que si se puede explicar
) la autoridad de primera persona en el habla habremos hecho
mucho, si no es que todo, de lo que necesitamos para carac­
) 1
terizar una teoría de los hechos epistemológicos .
La conexión entre el problema de la autoridad de primera
1 ) persona y el problema tradicional de las otras mentes es evi­
) dente, pero tal y como planteo el primer problema existen
dos diferencias importantes. La autoridad de primera perso­
) na es el problema más restringido puesto que lo trataré sólo
) en tanto que se aplique a actitudes proposicionales como la
' )
) 25
1 )
1 )
)
)

)
creencia, el deseo y la intención; estar complacido, admirado, esto es una consecuencia del hecho de que las actitudes son
disposiciones que se manifiestan de diversas maneras y en un
)
asustado u orgulloso de que algo sea el caso; o saber, recordar,
notar o percibir que algo es el caso. Pero no analizaré lo que intervalo de tiempo. El error es posible como también lo es la )
a m enudo se considera que es central en el problema de las duda. Así pues, no siempre tenemos un conocimiento indu­ )
otras mentes: los dolores y otras sensaciones y el conocimien­ bitable o cierto de nuestras propias actitudes. Ni tampoco son
)
to, l a memoria, la atención y la percepción tanto dirigidas a incorregibles nuestras afirmaciones sobre ellas. Es posible que
objetos como a personas, calles, ciudades, cometas y otras en­ otros accedan a evidencias que les permitan refutar los juicios )
tidades no-proposicionales. Me parece que lo que se manten­ sobre uno mismo. )
ga para la� actitudes proposicionales ha de ser relevante para Nos acercamos a una caracterización de la autoridad de pri­
)
las se�saoones y lo restante, pero no voy a explorar aquí esta mera persona al hacer notar que la persona que se autoatribu­
, ye algo no basa normalmente sus afirmaciones en evidencias )
conexion.
To�ias las actitudes proposicionales exhiben el rasgo de la o en la observación, ni tampoco normalmente tiene sentido )
_ preguntar a la persona que se autoatribuye algo por qué cree
autondad de �nmera persona, pero en diversos grados y cla­ )
ses. La creencia y el deseo son ejemplos relativamente claros que tiene las creencias, los deseos o las intenciones que afirma
)
y simples mientras que la intención, la percepción, la memo­ que tiene. Wittgenstein señaló este rasgo de las autoatribucio­
ria y el conocimiento son de una manera u otra más comple­ nes: «¿Cuál es el criterio para atribuir rojez a una imagen? )
jos . Así pues, al evaluar la afirmación de alguien que ha nota­ Para mí, cuando es la imagen de otro la que se considera: lo
do que la casa está ardiendo hay al menos tres cosas a consi­ que dice o hace. Para mí mismo, cuando es mi propia imagen
derar: si la casa está ardiéndo, si el hablante cree que la casa la que considero: nada» i . La mayoría de los filosófos han )

está ardiei:ido y cómo el fuego causó esa creencia. Con respec­ seguido a Wittgenstein en esto y, tal y como veremos, han ex­ )
to a lo pnmero, el hablante no tiene una autoridad especial; tendido este criterio a las actitudes proposicionales. )
con respecto a lo segundo sí que la tiene; y con respecto a lo Este rasgo de la autoridad de primera persona, aunque pue­
da ser sugerente, no ayuda a explicar esa autoridad. Esto se
)
terc�ro, la responsabilidad es mixta y compleja. La cuestión
.
de si algmen trata de cerrar la puerta girando una llave de­ debe parcialmente a las siguientes matizaciones: «normalmen­
pend e en parte de si esa persona quiere cerrarla y cree que al gi­ te» no hacemos autoatribuciones sobre la base de evidencias,
rar la llave la cerrará; y si esta creencia y este deseo han causado, pero algunas veces lo hacemos; «usualmente» no tiene sen­
)
de la manera apropiada, un deseo de girar la llave. La autoridad tido preguntarle a alguien por qué cree que tiene una cierta
creencia, deseo o intención, pero a veces lo tiene. Sin embar­ )
especial se encuentra directamente en afirmaciones acerca del
deseo y la creencia y menos directamente en afirmaciones acer­ go, incluso en casos excepcionales la autoridad de primera )
ca de la conexión causal necesaria. Estas diferencias entre las persona persiste; incluso cuando una autoatribución es dudo­

_

maneras en que la autori ad de primera persona puede aplicar­
_
sa, o es apropiado el cuestionarla, la persona que tiene la acti­
)
se a las actitudes proposIC10nales son importantes y merecen tud habla acerca de ella con especial fuerza.
ser exploradas. En cada caso, la autoridad de primera persona Sin embargo, la existencia de excepciones no es la razón )
?
es relev�nte y lo que consi eraré aquí es el caso general. Dado principal por la que la autoridad de primera persona no resul­ )
que casi en cada ejemplo, si no en todos, la autoridad de prime­ te ser explicada mediante el hecho de que las autoatribucio­
)
ra pers�:ma recae al menos parcialmente en un componente de nes no se basan en evidencias; la razón principal es simple-
creenc ia, me concentraré en el caso de la creencia. )
Au�que haya autoridad de primera persona respecto a )
creencias y otras actitudes proposicionales, el error es posible; 1 Ludwig Wittgenstein, Philosophical lnvestigations, § 377.
)
)
26 27
)
)
)
)
mente que las afirmaciones que no se b asan en evidenc ias Estoy de acuerdo c on Ryle en que cualquier intento de ex­
) no tienen, en general, más autoridad q ue las afirmac iones plic ar la asimetría entre las afirmac iones en primera persona
que están b asadas en evid encias, ni son más prob ab lemente del presente acerca de actitudes y las afirmac iones de otras
correc tas. personas y otros tiempos haciendo refe�encia a una m� nera
.
Los filósofos c ontemporáneos que han tratado la c uestión especial de c onócer o a una c lase especial de conoc 1m1ento
de la autoridad de la prim era p ersona han hecho escasos in­ c onducen por fuerza al escepticismo. Cualquier explicación
) tentos para c ontestar la pregunta de por qué las autoatrib ucio­ de ese tipo deb e aceptar la asimetría, pero no puede a su vez
) nes resultan privilegiadas. Hace tiempo que ha pasado de explicarla. Sin emb argo, Ryle ni acepta ni explica la asimetrí � ;
moda explic ar el autoc onocimiento sob re la b ase de la intros· simplemente niega que exista. Puesto que creo que es ob vio
) pección y es fácil ver el p orqué, ya que esta explicación con· que existe la asimetría, pienso q ue es un error sostener a par­
.
duce sólo a la pregunta d e por qué hab ríamos de ver mejor tir de la ausenc ia de una manera especi al de conocer o un
cuando inspecc ionamos nuestras propias mentes que cuando modo o clase de c onocimiento espec ial, la ausenc ia de u na
inspecc ionamos las m entes de los demás. autoridad espec ial; en vez de ello, lo que deb emos hac er es
Pocos filósofos han neg ado la existencia de la asimetría; b uscar otro origen de la asimetrí a.
Ryle es un tenaz ejemplo d e la negación. En El concepto de lo En c ierto momento Ayer tomó una ruta similar a la de
mental Ryle afirma que lo que tomamos por «acceso privile­ Ryle. En The Concept ofa Person (El concepto de persona) enfatiza
giado» no se debe más que al hec ho de que generalmente es· que las adscripciones de primera persona pueden ser erróneas
tamos en mejor posic ión d e ob servarnos a nosotros mismos y admite que estas adscripciones son privilegiadas3• No o s­ �
) de lo que lo están los demás. Escrib e Ryle: «en principio, a di­ tante, c uando quiere describ ir la autoridad de las autoadsc np­
) ferencia de la práctica, las maneras que tiene John Doe de sa· ciones, las c ompara con la autoridad que le otorgamos a u n
b er cosas sob re John Doe son las mismas que las maneras que testigo presencial cuando se le compara c on los informes de
tiene John Doe de sab er algo acerca de Richard Roe». Prosi­ segunda mano. Esta analogía me parece insatisfac toria por
gue así: dos razones. La primera es que no nos dice por qué una per­
sona es como un testigo presencial respecto a sus propios es­
las diferencias son diferencias de grado, no de tipo. La supe­ tados y acaec imientos mentales, mientras que los otros no lo
rioridad del conocimiento que posee el hablante de lo que él son. L a segunda es qu e no ofrec e u na descripción detallada
hace respecto al del oyente no indica que el primero tenga un de qué es la autoridad de primera persona � a qu� las at rib u­
Acceso Privilegiado a hechos que sean de un tipo que los .
c iones de primera persona no se b asan en ev1denc 1as mejores,
haga inevitablemente inaccesibles al oyente, sino solamente
sino que frecuentemente no se basan en ningún tipo de eviden­
que está en muy buena posición para saber aquello que el
oyente frecuentemente está en muy mala posición para saber. c ias. La autoridad de los testigos presenciales, en el mejor de
Los giros que toma una conversación de un ho�bre no sor­ los casos, se basa en probab ilidades inductivas que fác ilmen­
'> prenden o dejan perpleja a su mujer tanto como sorprendie­ te se ve s�perada en determinad os c asos: se desacredita a u n
) ron y desorientaron a su prometida, ni tampoco los profeso­ testigo presenc ial y las evidenc ias q ue ofrece no se toman en
res que son colegas cercanos tienen que hacerse entender c uenta si es un observador q ue destaca por ser poc o fiab le,
) unos a otros tanto como tienen que hacerse entender a sus c on prejuic ios o miope. Sin emb argo, una persona nunc a
) nuevos alumnos2• pierde su derec ho a estar en lo cierto respec to a sus propias ac-
)

)
2 Gilbert Ryle, The Concept ofMind, 156, 179. 3 A.]. Ayer, «Privacy».
)
) 28 29
)

' 1
)
)
)
titudes incluso cuando su afirmación se pone en cuestión o conscientes amenace la importancia de la autoridad de prime­
resulta refutada. ra persona. )

Jos�p Agassi ha mantenido que conocemos los estados y A continuación voy a tratar de filósofos que han supuesto
acaec1m1entos i:nent
. .ales de otras mentes mejor que los de las que existe la autoridad de primera persona y han aceptado la
)
nuestras. Agass1 d1stmgue entre el acceso privilegiado y la ver­ descripción wittgensteiniana de la diferencia entre las atribu­
dad de sentido común según la cual «cada persona accede a ciones de primera y tercera persona. )
algu�a información di�ponible solamente a esa persona y Strawson analiza la autoridad de primera persona en el )
esto mvolucra a uno mismo, al menos como un testigo pre­ contexto de intentar responder al escepticismo sobre otras
)
sencial». Continua: mentes. De acuerdo con Strawson, si el escéptico comprende
su propia pregunta («¿cómo alguien conoce lo que pasa en la )
La doctrina del acceso privilegiado es que yo soy la autori­ mente de otra persona? »), sabe la respuesta puesto que si el es­ )
dad para todas mis propias experiencias ... La tesis fue refutada céptico conoce lo que es una mente, sabe que debe estar en )
por Freud (conozco tus sueños mejor que tú), Duhem (conoz­ un cuerpo que tiene pensamientos. También sabe que atribui­
co �s mét_odos de descubrimiento científico mejor que tú),
mos pensamientos a los demás sobre la base del comporta­
)
Malinowski (conozco tus costumbres y hábitos mejor que tú) y
miento observado, pero lo hacemos a nosotros mismos sin
los teóncos de la percepción (puedo hacer que veas cosas que
no están ahí y describir tus percepciones mejor de lo que pue­
una base tal. Dice Strawson: )
des hacerlo tú)4. )
Para tener este tipo de concepto [el de una propiedad men­

Con la excepción del caso de Freud, hay poco en este tex­


tal], debemos ser tanto un autoadscriptor como un adscrip­ ;
tor-a-otros de tales predicados [los que adscriben propiedades
to que amenace la autoridad de primera persona. Freud, al ex­ mentales], y hemos de ver a los demás como autoadscripto­
)
tender los conceptos de intención, creencia, deseo y lo demás res. Para comprender este tipo de concepto, debernos damos )
para i n cluir
. el incon�ciente, implica que con respecto a algu­ cuenta de que hay una clase de predicado que es adscribible
. )
nas actitudes propos1c10nales una persona pierde la autoridad de manera adecuada y no ambigua tanto sobre la base de ob­
directa. De hec�o, la pérdida de autoridad es el rasgo princi­ servaciones de los sujetos de tales predicados como sin esa
pal que caractenza a los estados mentales inconscientes. Por base, es decir, independientemente de las observaciones del )
supuesto que las actitudes prefreudianas siguen estando suje­
t sujeto5.
)

lr
tas a la autoridad de primera persona. Lo que es más intere­
sante es el hecho de que en la práctica psicoanalítica, la recupe­ No se puede considerar que ésta es una respuesta satisfacto­ )
ración de la autoridad sobre una actitud se considera frecuen­ ria para el escéptico, puesto que el escéptico podría replicar )
temente como la única evidencia sólida de que la actitud que aunque Strawson puede haber descrito correctamente la
asimetría entre las adscripciones de predicados mentales en )
estaba allí antes de ser apreciada no-inferencialmente por su
poseedor. Por ello, los casos de estados mentales in conscien­ primera persona y en las otras personas, no ha hecho nada )
tes que de un modo no sistemático se reconocía que existían para explicarla. En ausencia de explicación, el escéptico segu­ )
an�e .s de Freud son, incluidos indirectamente por el p�ico­ ramenté está justificado en preguntar cómo sabemos que la
. . )
anahs1s dentro del ambito de la autoridad de primera perso­
na. Así pues, no creo que la existencia de las actitudes in-
)
5 Peter S trawson, Individuals, 108. (Anita Avramides ha señalado que Straw­ )

4
son ha contribuido más a esta problemática de lo que yo le concedo. Veáse su )
Joseph Agassi, Science in Flux, 120. f «Davidson and t he New Sceptical Problem».)

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)

30 31 )

1 )
)
)
descripción es corrrecta . En p articular, ¿por qué habríamos de como el descubrimiento de que las autoadscripciones que no
)
pensar que no es ambiguo un predicado que a veces se aplica se basan en evidencias explican mejor el comportamiento, el
sobre la base de la observación y a veces no ? Esta cuestión, escéptico lo describe como el hecho de que lo que se adscri­
que Strawson no ha tratado, constituye una fuente importan­ be es, en cada caso, según todas las apariencias, distinto.
te del escep ticismo respecto a las otras mentes. (Sobre la apa­ Puede que sea sorprendente el darse cuenta de que los filó­
rente ambigüedad de los pre dicados mentales, véase el En­ sofos que he considerado, en realidad no han tratado el viejo
) sayo 2.) problema del escepticismo respecto el conocimiento de las
) Richard Rorty ha intentado ofrecer una tal explicación. Se otras mentes, pero creo que tiene una fácil explicación. Histó­
)
nos pide que imaginemos que originalmente las autoadscrip­ ricamente, el problema se ha enfocado desde los puntos de
ciones se hicieran sobre la base de la misma clase de observa­ vista cartesiano o empirista y ambos admiten que cada perso­
) ciones o evidencias de comportamiento que las adscripciones na conoce lo que está en su propia mente . El problema ha pa­
a otros. Se cayó entonces en la cuenta de que las personas po­ recido ser entonces el de ofrecer una base para el conocimien­
dían adscribirse propiedades mentales sin hacer observacio­ to de las otras mentes (y, por supuesto, del mundo externo).
nes y sin usar evidencias de c omportamiento y que a la larga Ahora, los filósofos se han dado cuenta de que parte de nues­
resultaba que las autoadscripciones ofrecían mejores explica­ tra comprensión de los conceptos (o predicados) ment� les
'\ ciones del comportamiento que las adscripciones de tercera consiste en saber qué tipo de comportamiento observable Jus­
) persona. De ese modo, tratar las autoadscripciones como pri­ tifica la adscripción de estos conceptos a los demás. Pero este
vilegiadas se convirtió en una convención lingüística: «se con­ tipo de respuesta al escéptico no explica la autoridad de pri­
)
virtió en una condición limitativa de las explicaciones de la mera persona o la asimetría entre las autoadscripciones y las
) conducta el que deberían encajar todos los pensamientos o adscripciones a otros. Podemos aún preguntar por qué cree­
sensaciones sobre los que se informaba en la explicación glo­ mos gue estos dos tipos de adscripciones conciernen a lo mis­
bal ofrecida»6 . mo. Esta es una buena pregunta reconozcamos o no su tradi­
Esta teoría no pretende que se la tome seriamente como un cional estirpe escéptica.
fragmento de antropología de sentido común, sino que lo Q,iizás debiera señalarse que ningún concepto aparte de
que pretende es que parezca razonable tratar las autoadscrip­ aquellos que se aplican a sensaciones, actitudes proposiciona­
ciones como algo que tiene una autoridad especial. Pero la les y posiciones de nuestras extremidades muestran la clase de
cuestión sigue ahí : ¿cuál es la razón que ofrece Rorty para asimetría que estamos analizando. Muchos conceptos pue­
) '
mostrar que las autoadscripciones que no se basan en eviden­ den aplicarse sobre la base de múltiples criterios, pero no hay
) cias tienen que ver con los mismos estados y acaecimientos otros en los que quienes realizan la adscripción deb a n, en de­
) que las adscripciones de los mismos predicados mentales que terminadas ocasiones, utilizar criterios distintos. Si queremos
están basadas en observaciones o evidencias? Hay una dife­ explicar esta anomalía y a la vez evitar el escepticismo, la ex­
)
rencia claramente discernible en los modos en que se hacen plicación debe señalar una asimetría natural entre los otros
) los dos tipos de adscripciones y la manera en que explican el observadores y nosotros mismos, una asimetría que no haya
) comportamiento es también diferente. Lo que Rorty describe sido simplemente inventada para resolver el problema.
El primer paso hacia una solución depende de poner en
6 Richard Rorty, «Incorrigibility as the Mark of the Mental», 4 1 6. La teoría
claro cuáles son l as entidades a las que se aplica la autori­
de Rorty se deriva de la de Wilfred Sellars, «Empiricism and the Philosophy of dad de primera persona. William Alston propone el siguiente
) ' Mind». Con respecto al terna que trato ahora, la teoría de Sellars no difiere de principio para caracterizar el estatuto especial de las autoatri­
la de Rorty. buciones: «Cada persona está relacionada con las proposicio-
) 1

32 33
)

) i

1 J 1
)

)
nes que le adscribe n a uno mis mo e stado s me ntale s pre sente s dad de primera persona si l a clase de e sas proferenc ias pudie ­
)
de un modo tal que e s lógicame nte impo sible que e sa perso ­ ra e specificarse e n términos sintáct icos. Desafortunadamente
e sto no pue de hacerse . Si Shoe maker e st á e n lo cierto, debe )
na cre a que tal proposic ión e s verdadera y no e sté j ustificado
en tener esta creenc ia, mie ntras que nadie más e st á re laciona­ suponerse que un hablante que u sa since rame nte un cie rto )
do de e sta mane ra con tale s proposicione s»7. tipo de oración e stá e n lo cierto re specto a lo que dice . Pero
)
Para que esta ide a sea plaus ible, hemos de suponer que la po r su puesto e sto so lamente se mantiene si e s que el hablan­
pro po sic ión que Jone s e xpre sa con la oración «creo que Wag­ te sabe que e st á u sando e ste tipo de oración privilegiada; si no )
ner murió fe liz» es la misma proposición que la propo sición lo e st á, entonces e stá malernple ando e l le nguaj e . ¿Qyé es lo )
que Smit h expresa con la oración <�one s cree q ue Wagner que constituiría un mal uso en e sto s caso s? Ante todo se diría
)
murió feliz». Es evide nte q u e ésta es una supo sición muy que lo es ase verar sincerame nte u na o ración sobre la cual no
se tie ne una e special autoridad para hacerlo. Qyizás se a así; )
cue stionab le . U na ve z más que da sin e xplicar e l co ntraste
episté mico, y, en ause ncia de una explicación, se plantea la pero e sto solamente reitera la afirmación no-informativa y no )
.
cue stión de qué razón t ie ne alguien en un c aso particular para e xplic ada de que e s una convenc ión de l lenguaj e tratar las )
cree r que la pro po sición q ue Jorre s y Smith co nsideran es la autoadscri pcio ne s con un respeto e special. Visto desde e l pun­
)
m is ma. Cuando sólo se ofrece solamente una de scripción de to de vista del inté rprete, e llo implica q ue habríamo s de inter­
la diferencia epistérnica, la conclusión natural e s que e sas pro ­ pretar las auto adscripcio ne s de tal manera que las hiciése mo s )
po s iciones son distint as. ve rdaderas, o asignar una prioridad e spec ial a su verdad. El )
Paso, pue s, a una formulación de Sidney Shoemaker que punto de vista de l intérprete es el único que pode mo s adop­
)
hace una menc ión e xplícita de l lenguaj e : «Entre lo s enuncia­ tar, según e l principio de Shoe maker, y e sto implica que e l
dos incorregible s encontramo s enunciados ace rca de . . . ac aeci­ principio tenga una aplicación independie nte : la ú nica razón )
m iento s me ntale s, por ejemplo . . . informes sobre pensamie n­ que tenemos para decir que e l hab lante t ie ne una autoridad )
tos . . . Tales e nunciado s so n inco rregib les e n e l sentido de que especial en u na ocasión es que e starnos pre parado s para tratar
)
si una persona asevera sinceramente tal e nunc iado no tiene su oración como una auto adscripc ión. En otras palabras, las
auto adscripcio ne s gozan de una autoridad e special, lo cual e s )
sen tido suponer que e stá equivocada, e sto e s, que lo que é l
dice e s falso, y no po dría aceptarse nada q ue mostrara tal verdad, pero e s ahí donde e mpezamo s. )
cos a»8• No se ha ofrecido to davía u na e xplicación satisfactoria de
)
Dej are mo s a un lado la condición de incorregibilidad y la la asimetría e ntre las atrib uciones e n primera persona y las
atribuc ione s a lo s otro s de act itu de s aunque ce ntrarse e n )
sus tituire mo s por algo me nos e xigente -algo q ue equ ivalga
a la autoridad de primera persona-. (Es po sib le que hacer las oraciones y profere ncias más que e n las proposicio nes o lo s )
est o sea razo nab le ya que a Shoemaker le interesan principal­ significados e s un paso hacia una nue va dirección que pro me ­
mente se nsacione s como e l dolor mientras que yo trato e xclu ­ te . L a razón de e llo e s re lativame nte simple. En tanto que
plantee mos e l proble ma e n términos de la clase de just ifica­ )
sivame nte las actitude s propo s icionale s. ) Lo que e s importan­
te e s que Shoe maker asigna la pre su nción de co rrección no a ción o autoridad que alguien tiene con respecto a fas afirmacio ­ )
u n a clase de conocimiento sino a u na clase de profe re ncias. ne s acerca de la act it ud de u n age nte h ac ia u na pro posición )
Esta idea po dría conducirnos a una e xplicación de la autori- (o una oración con una determinada interpretación), estamo s
constreñidos a dar cue nta de las difere ncias simplemente po s­ )
tulando difere ntes t ipos de fue ntes de información. De mane ­ )
ra alternativa, po de mos postular distintos criterios de aplica­ )
7 William Alston, «Varieties of Privileged Access», 235.
8 Sidney Shoemaker, Se!fKnowledge and Se!fldentlty, 2 1 5· 1 6. ción para los conceptos o palabras c lave («cree que », «preten-
)
)
34 35
)
)
)
-1
de» , «desea que» , etc. ). Pero estos pasos , tal y corno hemos vis ­ usted o yo o quien s ea sabe que pienso que esta oraci ón es ver­
)
to, no hacen más qu e volver a plantear el problema y con ello dadera en la presente ocasión de proferencia y sabe lo que he
) invitan al es cepticismo acerca del conoci mi ento de las mentes pretendido decir con esta oraci ón en esta ocasión de proferen­
de los demás (o de nuest ra propia mente) . Sin embargo, si ci a entonces s abe lo que creo -qué creencia he expres ado.
planteamos el problema en términos de las relaciones entre U na vez más s ería ci rcular el trat ar de explicar la asi metría
)
agentes y proferencias podemos evitar el punto muerto. básica asumi endo una asi metría en l a s eguridad que usted y
) E n este punto se hace n eces ario distinguir dos asimetrías yo tenemos de que piens o que la oraci ón que acabo de profe­
) diferentes pero que s e encuentran relacionadas . Por una par­ ri r es una oraci ón verdadera. Por des contado que debe de ha­
t e, encontramos la diferencia que nos resulta fami liar entre ber tal asimetría, pero no puede suponers e que contribuya a la
)
autoatri buci ones y at ri buciones - a-otros de la misma actitu d explicaci ón deseada. Sin emb argo, podemos aceptar sin pre­
) a la mis ma pers ona: el s os tener por mi parte qu e yo creo juici o que ambos s abemos , sea cual s ea el ori gen o naturaleza
) que Wagner muri ó feliz y el sostener por s u parte que yo de nu estro conocimiento, que en esa ocasión pi enso que la
) creo que Wagner muri ó feliz . Si esto que s ostenemos lo pone­ oraci ón que he proferido es verdadera. De igual manera, s ería
mos en palabras, se nos pres enta la dificultad de decidir qué par una petición de principi o el explicar la asi met ría básica ape­
) lando a alguna asi metría en n uestro conocimi ento del hecho
de proferencias están relacionadas de manera adecu ada para
garantizar que esto que s ostenemos tiene el «mismo conteni­ de que s é lo que significaba mi oraci ón tal y como se ha pro­
do». Por otro lado, podemos considerar mi proferenci a de la feri do en es a ocasi ón. As í pues , vamos si mplemente a aceptar
oración «creo que Wagner muri ó feliz», y des pu és contrastar que ambos s abemos esto, sea cual s ea la fuente o el carácter
la justificación que tengo para pens ar que he dicho algo ver­ de nuestro conocimi ento.
) dadero con la justificaci ón que usted tiene para pens ar que yo H asta ahora, por tanto, no hemos postulado o aceptado
he dicho algo verdadero. Por supuesto que estas dos asime­ ninguna asi metría. Los s upuestos s o n exactamente éstos: us­
t rías están conectadas des de el momento en que estamos i n­ ted y yo s abernos que sostenía que la oraci ón «Wagner murió
clinados a deci r que la justifi caci ón que usted pos ee para pen­ feliz» era u na oraci ón verdadera cuando la he proferido; y
) s ar que di go algo verdadero al decir «creo que Wagner muri ó que s abía lo que la oraci ón si gnificaba cu ando esta proferen­
) feliz» debe estar estrechamente relacionada con la justifica­ ci a tuvo lugar. Así pues , es esta diferenci a entre nos ot ros lo
ci ón que usted pos ee para p ens ar qu e usted di ría algo verda­ qu e tiene que expli cars e: según estos s upuestos , sé lo que creo
)
dero si dijera «Davids on cree que Wagner muri ó feliz» . Pero mientras que usted puede que no.
) La diferencia s e sigu e del h echo de que el supuesto de que
por razones que s e harán pronto evidentes debemos tratar la
1

) s egunda versión de la asi metría. sé lo que qui ero decir neces ariamente me da a mí, pero no a
La cuestión se conviert e entonces en la si guiente: ¿ qué es lo usted, conocimiento de la cree ncia que he expres ado median­
)
que explica la diferenci a en la clas e de seguridad que usted tie­ te mi proferenci a. Todavía qu eda por mostrars e por qué debe
) ne en que estoy en lo ciert o cuando digo «creo qu e Wagner existir la presunci ón de que los hablantes , pero no s us i ntér­
) murió feliz» y la clas e de s eguridad que yo mis mo tengo? Por pretes , no están equivocados acerca de lo que si gnifi can sus
ahora s abemos que no nos s irve de ayuda deci r que yo tengo palabras . Es a presu nci ón le es es enci al a la naturaleza de la in­
acceso a una manera de conocer mis propi as creencias que us­ t erpretación -el proceso por el cual comprendernos las pro­
ted no tiene; ni tampoco que us amos disti ntos criterios al ferencias de un hablante-. Este proces o no puede ser el mis­
aplicar el concepto de creenci a (o la palabra «cree») . Conside­ mo para el hablante que para sus oyentes .
remos pues simplemente una proferenci a mía más corta: pro­ Planteando la cuestión en s u versión más simple: no puede
)
fi ero entonces la oraci ón «Wagner murió feliz». Claramente si haber ningu na garantía de carácter general de que el oyente
)
)
36 37
)

) '
)) \
)
esté interpretando correctamente a un hablante; sin embargo,
no importa lo fácil, automática, irreflexiva y exitosamente d �ra s i y sól � s i Wagner murió feliz.» U n intérprete no tiene )
que un oyente entienda a un hablante; ese oyente bien puede nmguna �azon para � up oner que ésta será su mej o r manera
)
cometer un serio error. En este sentido especial, siempre se de enunciar las condiciones de verdad de la proferencia del
hablante. )
puede considerar que interpreta al hablante. El hablante no pue­
de, en el mismo sentido, interpretar sus propias palabras . La mejor manera de apreciar esta diferencia es imaginando )
U n oyente interpreta (normalmente sin pensarlo o hacer una una situación en la que a dos personas que hablan lenguas no
)
pausa) sobre la base de muchas p istas : las acciones y otras pa­ emparentadas y no conoce.i:i otras lenguas se las dej a solas
para que aprendan a comumcarse entre sí. Descifrar una nue­ )
labras del hablante, lo que supone acerca de la educación, lu­
gar de nacimiento, inteligencia y profesión del hablante, la re­ va lengua no es coi:n o aprender una primera lengua puesto )
. .
lación del hablante con los objetos que se encuentran cerca y q�e un �enumo pnnc1piante no tiene el poder de razona­ )
.
lejos, y así sucesivamente. El hablante, aunque debe tener �uent_� rn _ el s'-1:rtido de conceptos que los participantes de la
situacion imagmada poseen a su disposición. Sin embargo, )
muchas de estas cosas en mente cuando habla, en tanto que
depende de él intentar ser comprendido no puede estar con­ esto 1:º afecta al pun_to q� e deseo enfatizar, puesto que lo que )
_
siderando si de manera general lo que dice se corresponde el mterp �ete q�e he 1magmado puede tratar conscientemente )
con lo que quiere decir. como evidencias son exactamente lo que condiciona a quien
aprende una l �ngua por primera vez para llegar a ser un usua­ )
El contraste entre el fundamento que un autoadscriptor tie­
ne para su autoadscripción y el fundamento que tiene un in­ no del lenguaje. Imaginemos ahora que una de las personas )
térprete para aceptar esa misma adscripción serían sólidos si ?el par h �bla mientras que la otra trata de comprenderlo. No '
)

asumiésemos que no hay nada que preguntarse acerca de la imp?;tª si �l hablante h�bla su lengua «nativa», ya que su si­
,. )
interpretación que un hablante h ace de sus propias palabras. tuacion social p asa�a es �rrelevante. (Estoy suponiendo que el '

hablante no t�ene mteres en enseñar al oyente a h abérselas ,,


)
Pero, por supuesto, hay cosas que cuestionar, ya que lo que
sus palabras significan depende en parte de las pistas para la con la comumdad de habla original del hablante.) Lo mejor )
que pue�e hace � el hablante es ser interpretable, esto es, usar
interpretación que aquél le ha ofrecido al intérprete, o de )
otras evidencias que crea justificadamente que el intérprete una cantidad fin� ta de s �nido� distinguibles aplicados consis­ :·
tentemente a objetos y situaciones que crea que resultan evi­ )
posee. El hablante puede estar ,equivocado acerca de lo que

i
sus propias palabras significan. Esta es una de las razones por dentes para su oyente. Obviamente el hablante puede fracasar !
)
las que la autoridad de primera persona no es infalible. Sin e� e � te proyecto de vez en cuando; en ese caso podemos de­
embargo, la posibilidad de error no elimina la asimetría. La asi­ � Ir, si queremos� que no s�be lo que significan sus palabras. Es
igualm_ente obv10 que el mtérprete no tiene nada en qué apo­ )
metría descansa en el hecho de que al interpretar al hablante, :J
yarse smo �a c � r;figuración de sonidos que el hablante mues­ I' )
el intérprete debe apoyarse en lo que, si se hiciera explícito,
sería una inferencia dificil, mientras que el hablante no. tra en con¡un �ion con ot�os acaecimientos (incluyendo, por �� )
Ni el hablante ni el oyente conocen de una manera espe­ suspue � to, acciones pos.tenores _p or parte de ambos, el hablan­
, )
cial o misteriosa lo que significan las palabras del hablante y te y el mterprete). No tiene sentido que en esta situación nos
preguntemos si el hablante está haciendo las cosas mal. Su )
ambos pueden estar equivocados. Pero hay una diferencia. El
hablante, después de aplicar cualquier conocimiento y habili­ comportamien �o puede muy bien no ser simplemente inter­ )
dad que tenga a la tarea de decir lo que sus palabras signi­ pretable, pero si lo es, entonces, lo que significan sus p alabras
)
fican, no puede mejorar el siguiente tipo de formulación : (generalmente) es lo que pretende que ellas signifiquen. Dado
9ue la «lengua» que está hablando no tiene otros oyentes, la )
«Mi proferencia de la oración "Wagner murió feliz" es verda-
idea de que el hablante está malempleando su lengua no se )
)
38
39 )
)
aplica. S e pre sume -presu nción que inevitablemente forma
parte de la natu raleza de la interpretación- que e l hablan­
te s abe u su almente lo que quie re de cir. Así pue s , se pre s u me
que si s abe que pie n s a que u na oración e s ve rdade ra, s abe
l o que cree.

2
Conocer nuestra propia mente

No hay ningún se creto sobre la natu raleza de las evidencias


que utilizamos para decidir lo que otras pe rs onas pie ns an: ob­
servamos sus actos , lee mos sus cartas, estudiamos su expre­
s ión, e s cuchamos sus palabras, nos enteramos de su s vidas y
obse rvamos su s relacione s con la socie dad. Otra cos a es la
manera en que somos capace s de e nsamblar todo e ste mate­
rial para formar una imagen convince nte de u na mente ; s abe ­
mos cómo hacerlo s in s aber ne ces ariamente cómo lo hace­
mos. A veces me e nte ro de lo que cre o de la mis ma mane ra
e n que lo hacen los de más, e s de cir, observando lo que digo
y hago. Puede habe r ve ce s en que és ta sea la ú nica mane ra de
acce de r a mis propios pensamie ntos . Segú n G raham Wallas,
«Aquella niña tenía made ra de poeta, pue s al de cirle que se
ase gu rara de lo que que rí a decir ante s de hablar dijo: "¿Cómo
pue do s abe r lo que pie ns o hasta que no ve o lo que digo?''>>1•
Robe rt Motheiwe ll expre só u n pens amie nto s imilar: «Diría
que los me jore s pintore s no sabe n lo que pie ns an has ta que
lo pintan. »
Gilbe rt Ryle e staba completamente de acue rdo con e l poe­
ta y e l pintor e n e s te asunto; mantuvo tenazmente que cono­
cemos nue s tras propias mente s exactamente de la misma ma­
nera en que conocemos las mente s de los de más , e s de cir, ob­
se rvando lo que de cimos, hace mos o pintamos . Ryle e s taba

1 Graham Wallas, The Art ofThought.

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1 J

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