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Semana 4 – Lectura 1 - El Trasfondo histórico de Isaías por LaSor, Hubbard y Bush

EL TRASFONDO HISTORICO DE ISAIAS


Isaías es uno de los libros más extensos del canon—junto con los Salmos y Jeremías—y es además un libro muy
importante. Como medida de su importancia, se puede considerar que se han identificado no menos de quince
manuscritos de Isaías entre los rollos del Mar Muerto, número excedido únicamente por Deuteronomio. Además,
Isaías ejerció una gran influencia sobre Juan el bautista, Jesús y los autores del Nuevo Testamento, cuyas obras citan
cuatrocientas once veces a Isaías.1 Un análisis del número de libros escritos sobre Isaías o el tamaño de los artículos
dedicados al libro en diccionarios y enciclopedias bíblicos nos dará una idea de su importancia. Luego de admitir que
sólo los capítulos 1–39 son atribuibles a Isaías (en su opinión) y que esto «podría hacer que se le asigne
un status menor que el merecido», C.R. North comenta que «debió ser decididamente el hombre más ilustre de su
tiempo».2 Sin duda la medida del hombre ha sido determinada en gran parte por la medida de su obra, que ha
merecido, entre otros superlativos, el de ser el libro más ilustre del Antiguo Testamento.
El profeta. Antes de considerar al profeta y su obra es necesario definir la base de las afirmaciones que haremos. Una
de las debilidades serias de algunos sectores de la erudición moderna consiste en afirmar la grandeza de Isaías
(reconocida casi universalmente), noción derivada de la totalidad del libro, mientras niegan que una buena parte del
libro, incluyendo los magníficos capítulos de la segunda parte, provenga del mismo profeta. La postura que tomamos
en estas páginas y defendemos más abajo ve a un sólo Isaías como responsable de toda la obra, aunque no
necesariamente haya sido el autor o editor final de la misma. Sólo un personaje formidable podría haber producido
una obra con influencias tan inmensas, y la única figura de tal estatura en la historia de los profetas es Isaías.
Isaías ben Amoz (quien debe ser diferenciado del profeta Amós) era oriundo de Judea, probablemente de Jerusalén, y
su ministerio se extendió desde el año de la muerte de Uzías (740 a.C.; cf. 6:1) a lo largo de los reinados de Jotam,
Acaz y Ezequías (seguramente hasta el 701) y, de acuerdo con la tradición (sustentada en parte por la profecía
misma), hasta el reinado de Manasés (696–642). La tradición también registra que Isaías era primo de Uzías o
sobrino de Amasías (Talmud Meg. 10b), nacido en Jerusalén o cerca de allí. Los eruditos modernos estiman que esto
es «sólo una conjetura»,3pero el acceso libre a la presencia del rey (7:3) y del sacerdote (8:2) apoyan esta tradición.
Estaba casado con una profetisa y tenía dos hijos (7:3; 8:3); de acuerdo con la tradición judía, el segundo nació de un
segundo matrimonio con una «virgen» (ver 7:14; en la NBE, «la joven»). Otra tradición informa que Isaías se tornó
en mártir al ser aserrado en dos durante el tiempo de Manasés (la Asunción de Isaías, posiblemente la base de He.
11:37). En consecuencia, el ministerio de Isaías cubrió un período de por lo menos cuarenta años (740–701), y
posiblemente fue más extenso ya que Ezequías no murió antes del 687 y es improbable que el corregente Manasés se
haya atrevido a asesinar a Isaías mientras vivía Ezequías.
El profeta claramente poseía un sentido de la misión como resultado de su vocación divina (6:8–10). A pesar de
sentirse indigno, en principio, debido a su visión, y de describirse como «hombre inmundo de labios» (v. 5), creía que
Yahvéh lo había limpiado preparándolo para su trabajo (v. 7). Su misión era difícil y quedó pasmado ante su
naturaleza y extensión (vv. 11–13). Los nombres que puso a sus hijos, Sear-Jasub («un remanente volverá») y, en
particular, el que le diera al menor, Maher-salal-hasbaz («el despojo se apresura, la presa se precipita»),4 son
indicativos de su misión. Existe una relación muy cercana, como veremos, entre estos nombres y el mensaje dado a
Isaías en su llamado (vv. 11–13).
Según 2 Crónicas 26:22, Isaías ben Amoz redactó los «hechos» de Uzías, dando a entender que era el escriba o el que
guardaba la crónica oficial de ese rey. La profecía deja entrever que Isaías se desplazaba sin inconvenientes en
círculos oficiales y estaba cerca de los reyes (ver 7:3; 8:2; 36:1–38:8; 38:21s. par. 2 R. 18:3–20:19). Una posición de
este tipo explicaría satisfactoriamente el conocimiento que Isaías tenía de los asuntos internacionales.5
Los tiempos. Los capítulos sobre Amós, Oseas y Miqueas ya mostraron algo de la situación nacional e internacional.
Por lo menos durante una parte de su ministerio, Isaías fue contemporáneo de estos profetas. Aunque su llamado
tuvo lugar durante el año en que Uzías murió, puede suponerse, sobre la base de 2 Crónicas 26:22, que el había
estado activo en la corte por lo menos algunos años antes de esa fecha. Si se toma el registro de la muerte de
Senaquerib (Is. 37:38) como dato proveniente de la pluma de Isaías, significaría que su vida en la corte y su
ministerio profético se extendieron desdeca. 745 a ca. 680. Pero aún si reducimos esto a «las últimas cuatro décadas
y media del siglo octavo» como hiciera Eissfeldt, deberemos admitir que «estuvieron atestados de eventos
importantes; más que cualquier otro período de la historia israelita».6
Tiglat-Pileser ascendió al trono en el año 745 y para 740 había conquistado toda la región norteña de Siria. En 738
subyugó a la ciudad-estado aramea de Hamat y obligó a otros reinos pequeños a pagar tributo para evitar correr la
misma suerte. Entre estos estaban Israel bajo Manahem (2 R. 15:19s.) y untal Azriyahu deYa’udi, que algunos
consideran que era Azarías (Uzías) de Judá.7 En 734, Tiglat-Pileser lideró una expedición al territorio filisteo y
estableció una base de operaciones en el Río de Egipto (Wâdī el-‘Arîsh). Se aliaron en su contra varios estados
pequeños en la guerra siro-efraimita (733). Israel participó en esta guerra, pero Acaz de Judá rehusó hacerlo; por lo
tanto la coalición se volvió en su contra y planeó derrocar a la dinastía davídica y poner alguien en el trono que se
uniera a esta alianza (2 R. 15:37; 16:5; Is. 7:1). Acaz rechazó el consejo de Isaías y buscó auxilio en Asiría (2 R. 16:7–
9). Tiglat-Pileser invadió la región superior del Jordán, tomó a Galaad y Galilea y se llevó a muchos de los israelitas a
Asiria según su política de desplazamiento poblacional (15:29). Asiria ahora se encontraba casi en la frontera de Judá.
Durante este período, aproximadamente, Peka fue destituido y su sucesor Oseas pagó tributo a Tiglat-Pileser luego de
que este rey asirio devastara Damasco de una manera terrible (732). Tiglat-Pileser murió en 727 y poco después
Oseas rehusó seguir pagando tributo al sucesor, Salmanasar. Parece que Egipto estaba involucrado en esta acción (2
R. 17:4). Asiría se movilizó contra Israel y tomó al rey y su tierra, pero no pudo tomar Samaria, la capital. Luego de un
sitio de tres años cayó Samaria (721), ya sea a manos de Salmanasar o a su sucesor Sargon II (quien se atribuyó la
victoria), y el resto de los israelitas fue llevado a la cautividad. Cautivos de otras tierras, incluyendo babilónicos (v.
24), colonizaron nuevamente la región. Esto podría explicar el conocimiento íntimo de Babilonia que tenían Isaías y
otros profetas. Al caer el reino del norte, Asiria se extendió hasta el límite norteño de Judá, hecho que se refleja en el
sentido de crisis y juicio inminente que encontramos en Isaías.
En el año 720 algunas de las ciudades-estado en Siria y Palestina se rebelaron pero fueron aplastadas. Gaza intentó
rebelarse con la ayuda de Sib’u de Egipto. En la batalla subsiguiente, las tuerzas asirias hicieron retroceder a los
egipcios hasta su propio país, de manera que Judá se convirtió en una especie de isla. En 716 Acaz murió y Ezequías
(corregente por doce años) lo sucedió. En 714 subió al poder la vigésimo quinta dinastía (etíope) en Egipto
(posiblemente sea lo que refleje Is. 18:1–6). Entre 713–711 hubo un levantamiento contra Asiria en Asdod, en el que
participaron Edom, Moab y Judá. Sargón envió a su Tartán («segundo»: una especie de mariscal) a Asdod (cap. 20);
ésta y Gat se convirtieron en una provincia asiría. Judá perdía terreno.
Sargón murió en 705, lo que desencadenó varias revueltas contra asiría, a las que se sumó el intento de Ezequías (2 R.
18:4), sin duda alentado por Egipto (cf. Is. 30:1–5; 31:1–3). Merodac-baladán lideró un levantamiento en Babilonia y
probablemente envió mensajeros a Ezequías para que echara las bases de un ataque a dos flancos (2 R. 20:12–19; Is.
39:1–4). Senaquerib de Asiria estaba ocupado reprimiendo diversos levantamientos y no pudo tomar medidas contra
Judá hasta el 701. En esa campaña aplastó a Sidón e impuso un tributo a Asdod, Amón, Moab y Edom. Además
subyugó a Ascalón y a Ecrón y venció a las fuerzas egipcias bajo Tiraca en Eltequé.8 Laquis fue sitiada. Ezequías fue
«encerrado como un pájaro en su jaula»9 y forzado a pagar tributo a Senaquerib (2 R. 18:13–16). Otro tanto de su
territorio le fue quitado y dado a reyes filisteos. Según algunos eruditos, del reino del sur sólo quedó Jerusalén; de ser
así, pareciera que gran parte del territorio se recuperó después.
La historia de esos tiempos está tan ligada a la profecía de Isaías que no puede comprendérsela sin conocer los
hechos. Por ello Eissfeldt dice que el mensaje de Isaías «es incomprensible sin un conocimiento exacto de la historia
contemporánea».10
La profecía. Hasta el surgimiento de la crítica moderna, no hubo indicios de que el libro de Isaías existiera en dos o
más partes. La Septuaginta (tercer siglo) no da evidencia de un «primer» o «segundo» Isaías, aunque sí divide a otros
libros (p.ej., Samuel, Reyes, Crónicas). El manuscrito completo de Isaías encontrado entre los rollos del Mar Muerto
(1QIsaa) no hace el más mínimo corte al final del capítulo 39; 40.1 es más bien la última línea de la columna 32, sin
sangría y sin espacios extraños al final del renglón anterior.11 En el conteo de libros canónicos judíos, Isaías siempre
fue contado como unidad. Por lo tanto, el libro será estudiado aquí como una sola obra.
De acuerdo con el contenido, el libro se divide en dos grandes partes que a su vez pueden subdividirse. Algunos
encuentran un «intervalo histórico» entre las dos partes.
Primera parte: Juicio (caps. 1–35)
Los pecados de Judá (caps. 1–12)
La acusación (cap. 1)
Jerusalén: contraste entre la Jerusalén de Yahvéh y la de Israel (caps. 2–4)
El cántico del viñedo (cap. 5)
La visión y comisión de Isaías (cap. 6)
Emanuel: señal para Acaz (caps. 7–8)
El príncipe de Paz (9:1–7 [TM 8:23–9:6])
La ira de Yahvé; Asiria, su vara (9:8 [TM 9:7]–10:34)
La esperanza futura: el retoño (cap. 11)
Canción de acción de gracias (cap. 12)
«Cargas» de juicio (caps. 13–23)
Cargas que conciernen a Babilonia (13:1–14:27)
Cargas que conciernen a Filistea, Moab, Damasco, Etiopía, Egipto, el desierto del oeste y Tiro
(14:28–23:18)
El propósito del juicio de Yahvéh (caps. 24–27)
El juicio sobre las naciones (cap. 24)
La salvación del pueblo de Yahvéh (cap. 25)
El cántico de confianza (cap. 26)
La liberación de Israel (cap. 27)
Advertencia contra esfuerzos humanos de salvación (caps. 28–35)
Efraín, una advertencia para Jerusalén (cap. 28)
Hipocresía de Sion (cap. 29)
No servirá confiar en Egipto (caps. 30–32)
Yahvéh traerá salvación (cap. 33)
El día de venganza de Yahvéh (cap. 34)
La bendición futura de Sion (cap. 35)
El futuro bendito de Sion (cap. 36–39)
Intervalo histórico (caps. 36–39)
La invasión y el fracaso de Senaquerib (36:1–37:20)
El mensaje de Isaías (37:21–38)
La enfermedad de Ezequías (cap. 38)
Los enviados del rey de Babilonia (cap. 39)
Segunda parte: Consuelo (caps. 40–66)
Liberación (caps. 40–48)
El consuelo de Yahvéh (caps. 40–41)
El Siervo de Yahvéh (cap. 42)
Yahvéh, el redentor divino (cap. 43)
Los ídolos no son dioses (cap. 44)
Ciro es el ungido de Yahvéh, pero Yahvéh es supremo (cap. 45)
Juicio sobre Babilonia (caps. 46–47)
Dios reprende a Israel por su falta de fe (cap. 48)
La expiación (caps. 49–59)
El Siervo de Yahvéh será una luz para las naciones (cap. 49)
Oposición al Siervo de Yahvéh (cap. 50).
El consuelo de Yahvéh para Sion (51:1–52:12)
El Siervo de Yahvéh como redentor de su pueblo (52:13–53:12)
La herencia de los siervos de Yahvéh (cap. 54)
Misericordia gratuita para todos (cap. 55)
Un contraste entre la justicia y la maldad (caps. 56–58)
Confesión de las transgresiones de la nación (cap. 59)
Gloria (caps. 60–66)
La gloria futura de Sion (cap. 60)
Buenas nuevas para los afligidos (cap. 61)
Absolución de Sion (cap. 62)
La ira de Yahvéh para las naciones (cap. 63)
Oración pidiendo misericordia (cap. 64)
Los rebeldes serán castigados (cap. 65)
Cielos nuevos y tierra nueva (65:17–66:24)
Es notable cómo los últimos versículos (66:15–24) nos recuerdan los versículos iniciales (1:1–26).
Partiendo de un análisis bipartito, que puede haber sido indicado por un corte de tres renglones en el manuscrito del
Mar Muerto 1QIsaa, R.K. Harrison encuentra una división distinta, en la que se sobreponen las dos partes. La
primera mitad concluye con la esperanza de la restauración del régimen davídico (caps. 32–33) y la segunda mitad
(caps. 34–66) se abre con una nota de juicio renovada (34–35).12
EL PROEBLAMA DE LA AUTORIA
Muy pocos eruditos sostienen el punto de vista tradicional, que afirma que Isaías escribió todo el libro. Los críticos
más conservadores aceptan dos libros (1–39 y 40–66); las posiciones moderadas encuentran tres (1–39, que incluye
varios agregados posteriores; 40–55; 56–66); y las posiciones extremas encuentran cinco o más autores.13La
influencia del proceso crítico sobre los eruditos catolicorromanos, históricamente más conservadores en la aplicación
de la crítica que sus pares protestantes, ilustra nuestro tema. La Comisión Bíblica Pontificia preguntaba en 1908:
El argumento filológico, tomado del lenguaje y el estilo para impugnar la autoría única a través del libro de Isaías,
¿debería considerarse tan fuerte, que un hombre de juicio cabal con conocimiento competente del idioma hebreo y
del arte de la crítica se viera obligado a reconocer varios autores en el mismo libro? Respuesta: negativo.14
The Catholic Commentary on Holy Scripture (1953) dice: «Sin embargo, no se cuestiona que el libro como unidad
debe su forma presente no a Isaías, sino a un redactor postexílico, a quien pertenecen las indicaciones introductorias
(cuando no son autobiográficas o narradas en primera persona)».15 Finalmente, el erudito jesuita J.L. McKenzie,
en Dictionary of the Bible (1965), que contiene el imprimátur oficial, afirma: «La mayor parte del libro de Isaías no
proviene del profeta Isaías … El libro es un compendio de muchos tipos de profecía de diversos períodos».16
Argumentos que apoyan la autoría múltiple. Se han utilizado cuatro argumentos para justificar la adjudicación de la
profecía de Isaías a cuatro o más autores: la perspectiva histórica, la mención de Ciro (en realidad, una extensión o
especificación del primer argumento), el estilo y la perspectiva teológica.
S.R. Driver presenta, con considerable detalle, tres líneas independientes de argumentación:17 (1) La evidencia
interna de la profecía misma señala al período de cautividad babilónica. Jerusalén está arruinada y abandonada
(44:26; 58:12; 61:4; 63:18; 64:10). El profeta se dirige a los exiliados en Babilonia (40:21, 26, 28; 43:10; 48:8;
50:10s.; 51:6, 12s; 58:3s.). (2) El estilo literario de los capítulos 40–66 es muy distinto de aquel de los capítulos 1–39
y aquí Driver provee considerable evidencia.18También trata puntos que no pueden ilustrarse específicamente, tales
como el contraste que surge de comparar el estilo conciso y compacto de Isaías y el desarrollo extenso de una idea en
Deuteroisaías o la retórica seria y reservada de Isaías y la retórica apasionada de Deuteroisaías. (3) Las ideas
teológicas de los capítulos 40–66 difieren mucho de aquellas que en los capítulos 1–39 parecen distintivas de Isaías.
El autor de la segunda parte «se desplaza en una región del pensamiento distinta de la de Isaías; capta y subraya
distintos aspectos de la verdad divina».19
Sin una elaboración extensa, Eissfeldt también nombra tres argumentos:20 la mención de Ciro, designado como «mi
pastor» (44:28) y «su ungido» (45:1); se amenaza a Babilonia (y no a Asiria) con destrucción (47:1; 48:14); y las
peculiaridades del uso lingüístico y del pensamiento.
A. Weiser resume los argumentos para un Tercer Isaías (Tritoisaías):21 (1) «La nación está viviendo en Palestina;
Jerusalén es reconstruida.» (2) «La temática … ya no es el gran deseo de liberación y el retorno al hogar, sino
condiciones miserables, detalles y disputas en la vida de la comunidad» (56:9ss.; 57:3ss.; 65:1ss.; 66:3ss.). (3) «Las
expectativas de salvación tienen un tinte secular y materialista.» (4) «La concepción de Dios no es tan elevada como
la de Deuteroisaías y, en vano, buscaremos su fuerte y confiado optimismo.» Weiser acota que en los capítulos 60–62
«los dichos de Deuteroisaías se emplean y citan frecuentemente, distorsionando su sentido original». Considera que
esto constituye una «brecha profunda» entre Deuteroisaías y Tritoisaías.22
Muchas obras recientes no dan razones que sostengan la postura de dos o tres Isaías. Los autores dan por sentado
que «Isaías de Jerusalén» escribió los capítulos 1–39 y un profeta desconocido del exilio, los capítulos 40–66 (o 40–
55).
Debate de los argumentos que apoyan la autoría múltiple. Aun con la concepción de la inspiración afirmada en el
capítulo 2, no resulta más difícil aceptar el concepto de «un profeta desconocido del exilio», que el concepto de un
autor desconocido de la Epístola a los Hebreos. Uno podría conceder que los valores religiosos de Deuteroisaías o
Tritoisaías son igualmente importantes, suponiendo su inspiración divina, más allá del punto de vista que se
mantenga en cuanto a autoría. La posición que una persona mantenga en tal sentido no debería convertirse en una
prueba de ortodoxia. Sin embargo, afirmar sin explicaciones que «un profeta desconocido del exilio escribió Is. 40–
66» es tanto una violación de principios críticos como decir «Isaías escribió el libro entero». Por lo tanto, debe
examinarse la evidencia.
(1) El argumento de Eissfeldt, basado en la referencia a Ciro, ¿constituye un a priori antisupernaturalista? (¡No lo es
necesariamente!). De ser así, debemos rechazarlo inmediatamente. El antisupernaturalismo es básicamente un
antiteísmo, que no tiene cabida en la religión bíblica, ya que la Biblia es teísta de principio a fin. El argumento que se
fundamenta en Ciro, sin embargo, a menudo es propuesto por teístas íntegros, quienes señalan que es contrario a la
naturaleza de la profecía bíblica anunciar los nombres de individuos con anticipación (como lo ilustra el resto de la
literatura profética bíblica). (Una excepción es la mención específica de Josías en 1 R. 13:1ss., más de tres siglos antes
de que entrara en escena.) Algunos eruditos que adhieren a la autoría simple de Isaías creen que el nombre «Ciro» en
44:28 y 45:1 es un agregado al texto.23 Pero es llamativa la afirmación que von Rad hace en otro contexto: «En
realidad, Isaías II plantea con toda crudeza la cuestión de quién es el que decide en la historia del mundo, y sorprende
el modo que tiene de contestar: señor de la historia del mundo es aquel que puede predecir el futuro».2 4 Por otro
lado, O.T. Allis sostiene que Ciro es el tema de todo el contexto (desde el cap. 41 en adelante) y que el nombre no
puede omitirse sin destruir la estructura literaria del pasaje.25Josefo (Ant., xi. 1:1–2 1–7) comenta que Ciro quedó tan
impactado al encontrar su nombre en un libro «140 años antes de la destrucción del templo» que dio a los judíos
permiso para volver a su tierra y reconstruir el templo. Sin embargo, gran parte de los eruditos de hoy no encuentra
en Josefo fundamento válido, ya sea para la postura que sostiene que Isaías escribió la profecía o para sostener que
ésta fue el motivo del accionar de Ciro.
Por lo tanto, podemos descartar este argumento; primero, porque no es necesario refutarlo para mantener una
postura de autoría única y, segundo, porque la postura de doble autoría de von Rad y otros no depende de él.
(2) Todo erudito admite que cualquier argumento fundamentado en el estilo es precario. El estilo de un autor puede
variar según su propósito, su público, su estado anímico, su edad y otros factores. De hecho, los eruditos admiten que
el «autor desconocido» de los capítulos 40–66 deliberadamente buscó imitar el estilo de Isaías de Jerusalén. Vienen
al caso los comentarios de J.L. McKenzie: «Las semejanzas de vocabulario y de pensamiento nos llevan a la
conclusión de que Deuteroisaías no sólo conoció los oráculos de Isaías de Jerusalén, sino que se creía un continuador
de Isaías de Jerusalén».26 No debemos tomar el reconocimiento de McKenzie con relación al estilo y al vocabulario
como el ruego de un defensor de la autoría única, ya que este comentarista suscribe a un punto de vista que sostiene
la existencia de por lo menos dos autores.
De igual modo, el estilo no es un factor decisivo en Tritoisaías. Henshaw observa que «el estilo en su mayor parte es
inferior»,27 pero luego comenta: «El estilo de esos capítulos es muy semejante al de Deuteroisaías, pero no es
uniforme a lo largo de la obra y, en algunos pasajes, es muy inferior al de otros».28 De hecho, los eruditos no llegan a
un consenso fundamentandose únicamente en el estilo, ya sea para Isaías o para cualquier otra parte del Antiguo
Testamento.
(3) El argumento basado en la situación geográfica e histórica no puede descartarse tan fácilmente. No puede
discutirse que la perspectiva de los capítulos 40–66, en general, no anticipa el exilio, sino que parte del exilio. Un
principio aceptado del la hermenéutica gramatical e histórica sostiene que la profecía siempre surge de una situación
histórica y habla a personas en esa situación (cap. 22). Que la profecía sea dada exclusivamente como anticipo de una
situación es una violación de este principio, porque de otro modo no sería pertinente para la gente de su propio
tiempo.
Aunque este principio es aceptable en general, no debe interpretárselo de tal manera que excluya la profecía que
predice. La profecía predictiva generalmente muestra su propio contexto histórico. Por ejemplo, en el discurso del
Monte de los Olivos (Mr. 13; Mt. 24–25), Jesús obviamente está sentado en el Monte de los Olivos con sus discípulos,
poco antes de la crucifixión, hablando del futuro. Pero en Isaías 40–66 no hay indicios de que Isaías de Jerusalén esté
en la Jerusalén de su propio tiempo hablando a sus contemporáneos sobre un exilio futuro. Por el contrario, existen
numerosos indicios que muestran que el autor está viviendo en el exilio y hablando a personas que viven exiliadas.29
Sin embargo, el argumento no es tan simple. De ser así, todos los eruditos podrían estar entre los discípulos de B.
Duhm30 y su enfoque deuteroisaíano. Sucede que aun los capítulos 1–39 contienen segmentos (caps. 13, 24–27, 32–
35 y según algunos eruditos, aun otros capítulos) que no tienen la perspectiva de Isaías del siglo vii. Por lo tanto, la
mayor parte de los eruditos niega que Isaías sea su autor. Los capitulos 56–66 contienen tantas referencias que sin
un Sitz im Leben (contexto vital) babilónico, que muchos autores insisten en que estas profecías se entregaron en
Jerusalén después del exilio, por supuesto.31 Pero los detalles de los pasajes de Jerusalén o Palestina en los capítulos
56–66 a menudo no armonizan con el período postexílico. La idolatría, los lugares altos y pecados similares (ver
57:3–13) son característicos del período antes del exilio, y no del período posterior. Los estudiosos de la historia y la
religión veterotestamentaria hace tiempo que señalan que el exilio curó a Israel de la idolatría. Los tipos de pecado
que se mencionan en el capítulo 59:1–8 se asemejan mucho más a los que se encuentran en Amós, Miqueas y el Isaías
original, que a los de Hageo, Zacarías, Malaquías o Esdras-Nehemías. El que quiera estudiar seriamente este
problema deberá leer los profetas postexílicos y luego Isaías 56–66, haciendo una comparación cuidadosa. Los
capítulos 40–55 tienen puntos en común tanto con los primeros como con los últimos capítulos de Isaías. De hecho,
los eruditos están tan confundidos con la información, que han tendido a fragmentar a Isaías en numerosas fuentes,
posiblemente hasta diez, que cubren el período entre 740 y el siglo II a.C. En cuanto a geografía, se dan numerosos
detalles menores sobre Jerusalén, pero ninguno sobre Babilonia. (Comparar esto con Ezequiel o Daniel, que incluyen
detalles sobre Babilonia.) Si Deuteroisaías («Isaías de Babilonia») escribió desde Babilonia, se las ingenió para
esconder muy bien el hecho.
Si consideramos el problema desde otra perspectiva, podríamos preguntar: el punto de vista que asume Isaías ¿habrá
sido tan ajeno a la experiencia de los judíos del siglo vii? En 722, el pueblo del reino del norte fue enviado a la
cautividad y los deportados de Babilonia fueron llevados a Israel. Muchos de los norteños huyeron al sur, sin duda
con mucho para contar, por lo que el tema del exilio habría sido pertinente. ¿Las referencias a Babilonia habrán
tenido sentido? La visita de los enviados de Merodac-baladán, el revolucionario babilónico, en los días de Ezequías
(ca. 701; ver 2 R. 20:12; Is. 39:1) seguramente planteó la posibilidad de una alianza con Babilonia para derrocar a
Asiria. Isaías se oponía a esa opción. Con la revelación divina (o aun sin ella) es posible que haya previsto que el
futuro acarrearía la retribución divina para Judá en manos de Babilonia. Este mensaje no dejaría de ser pertinente en
su momento.
Además, Isaías indica claramente que su mensaje no es sólo para su día sino también para un tiempo futuro. Paso
seguido al relato de la negativa de Acaz de seguir el consejo de Isaías (cap. 7) y justo antes de la promesa de un
gobernante davídico futuro (9:2–7 [TM 1–6], que muchos críticos aceptan como de autoría isaiana), Isaías habla de
atar el testimonio y sellar la ley entre sus discípulos (8:16). Este pasaje tiene sus dificultades lingüísticas,32 pero la
intención es clara: Isaías prevé un futuro distante, ya sea por mandato divino o por decisión personal, cuando su
mensaje será más pertinente y completo.33
Una posibilidad razonable es que los mensajes de Isaías fueran coleccionados y preservados por sus propios
discípulos,34 y luego editados y presentados por escrito. En este caso, el mensaje de Isaías inmediatamente
pertinente, como también el referido al futuro, se expresaría en un lenguaje más significativo para el momento en que
se escribió. Los discípulos inmediatos de Isaías (nacidos, quizás, no más tarde que en el 700) de ninguna manera
pueden haber vivido hasta la captura de Jerusalén (597) y mucho menos hasta el retorno del exilio (537 o aún más
tarde). En consecuencia, lo más sabio es mantener una mente abierta al respecto.
(4) Las ideas teológicas en Isaías y el argumento que sostiene que estas son más avanzadas en Deuteroisaías que en
Protoisaías serán tratados en el capítulo siguiente. Aquí sólo comentaremos que en algunos sentidos éste es un
argumento circular. Algunos eruditos intentan determinar el nivel de pensamiento teológico existente en el siglo vii.
Después proceden a recortar de los textos de Amós, Miqueas, Oseas, Isaías o la historia deuteronómica lo que no
encaja con ese pensamiento apriorístico. Luego, sobre la base de los textos enmendados, ofrecen pruebas para su tesis
original. Este tipo de lógica carece de convicción.
Sin lugar a dudas, hay un desarrollo de ideas en el libro de Isaías. Se observa una diferencia notable entre los
capítulos 1–39 y 40–66, como lo demostrará aun una lectura superficial del bosquejo (pp. 361s.). Además, es
extremadamente difícil, hasta imposible, reconstruir el proceso que vincula los dichos originales de los profetas y la
forma escrita final. Si tomamos el libro tal como lo tenemos, debemos suponer que diversas profecías fueron
recordadas, quizás anotadas y preservadas, a partir de ca.740 y durante el exilio y el retorno, hasta llegar a la forma
canónica del libro. Ningún erudito debería intentar esta reconstrucción sin un sobrecogedor sentido de humildad.
En consecuencia, aunque debe existir cierto grado de flexibilidad al considerar diversas sugerencias, no existe razón
suficiente para rechazar la postura de que Isaías fue la persona responsable de la totalidad de la profecía que lleva su
nombre. La presencia de interpolaciones y glosas posteriores no es sólo un hecho posible, sino demostrable. La teoría
de la actividad de los discípulos de Isaías no es irracional; por el contrario, el texto la sugiere y hasta podría
requerirla. Los evangelios son esencialmente las enseñanzas de Jesucristo, aunque él no escribió ni una línea de sus
textos. El Evangelio de Marcos probablemente fue la prédica de Pedro o la instrucción catequista que acompañaba la
prédica de Pedro, aunque la forma y la estructura literaria pertenecen a Marcos, sin lugar a dudas. La Torá es
esencialmente mosaica, aunque no es claro cuánto de ella escribió Moisés. Entonces, aquí tenemos tres tipos
diferentes de transmisión de las enseñanzas de líderes religiosos y, sin duda, podremos encontrar otros en las
Escrituras. Cualquier proceso similar es viable cuando se dice que «Isaías fue responsable de toda la profecía».
Lo que rechazamos enfáticamente es una postura que sólo deja un Isaías de Jerusalén microscópico y un gigantesco
personaje exílico anónimo. Tal postura plantea más problemas de los que resuelve.
La autoridad. Más significativa que la discusión sobre la autoría es la pregunta de la autoridad. ¿Qué dice la profecía
de Isaías a la comunidad creyente? Sin duda, la división crítica de Isaías trajo la pérdida de gran parte del mensaje:
En primer lugar, la erudición crítica dividió el libro de Isaías en una miríada de fragmentos, fuentes y redacciones,
escritos por distintos autores en diversos momentos históricos. Se ha cuestionado seriamente el hablar del mensaje
del libro como unidad y aun eruditos relativamente conservadores, como W. Eichrodt, se han visto obligados a aislar
un número reducido de pasajes «genuinos» o «centrales» que sirvan de punto de partida para interpretar el resto del
libro. Nuevamente, la exégesis crítica ahora descansa sobre la base muy hipotética y tentativa de las reconstrucciones
históricas. Ya que no es posible determinar el trasfondo histórico exacto de extensas secciones de Isaías, las hipótesis
aumentan a la par de los desacuerdos entre expertos. Finalmente, mientras más claridad histórica recibe el libro de
Isaías y mientras más se lo arraiga en su contexto original, más dificultoso se ha tornado moverse desde el mundo
antiguo a una apropiación religiosa contemporánea del mensaje.35
La pregunta que debe contestarse en primer lugar no es «¿qué valor tiene esta obra para la iglesia hoy?», sino «¿qué
valor tuvo esta obra para la comunidad creyente, que hizo que se preservara, se reverenciara y se considerara
Escritura sagrada?». Porque si no hubiera sido considerada sagrada, la profecía—o según la perspectiva crítica, los
recortes y parches que se convirtieron en la profecía—habría desaparecido hace mucho tiempo. La solución propuesta
por Childs, «el proceso canónico», aunque posee gran mérito, no es completamente satisfactoria. Desde su
perspectiva, Protoisaías fue sometido a una «redacción teológica … para asegurar que su mensaje se interpretase a la
luz de Deuteroisaías»,36 Pero, ¿por qué Protoisaías fue preservado por ciento cincuenta años o más? Childs comenta:
«A la luz del formato actual del libro de Isaías, debemos preguntarnos seriamente si el material de Deuteroisaías de
hecho circuló alguna vez en Israel de manera independiente a alguna forma más temprana de Protoisaías».3 7 Su
respuesta, que posterga la producción del Isaías canónico por dos o más siglos, no se dirige al interrogante anterior
acerca de Protoisaías. El elemento de esperanza de redención futura debe haber prendido en los discípulos de Isaías,
y debe haber sido de tal magnitud la combustión que la destrucción del templo, el exilio de la nación y las
desilusiones del retomo, combinados entre sí, no pudieron apagar el fuego. Deuteroisaías—y Tritoisaías, y cuantos
más «Isaías» identifiquen los eruditos críticos—nunca circularon sin Protoisaías. El libro hipotético no contiene
encabezamiento, ni fórmula de fecha, ni la introducción característica de toda obra profética, que en este caso sería
«La visión de (Segundo Isaías) que tuvo en los días de Zorobabel». Partiendo de lo que se ha podido averiguar, sólo
existió una profecía de Isaías, más allá de cómo los eruditos finalmente logren ir de Isaías de Jerusalén al libro
canónico que lleva su nombre.
La autoridad del libro, entonces, es el mensaje del libro entero. Combina juicio y liberación, desesperanza y
esperanza. La obra histórica de Childs confirma esta verdad indiscutible. Por lo tanto, estudiar la profecía de Isaías, a
la luz del análisis anterior, no significa afirmar que Isaías diagramó su obra en un bosquejo y luego la escribió. Es
muy probable que haya escrito poco (si algo) de la obra, con excepción de las porciones de los capítulos 36–39 que
también se encuentran en 2 Reyes 18–20. Más bien, el proceso se atribuye a la acción del Espíritu de Dios, como
autor último, sobre el profeta Isaías y sus «discípulos», quienesquiera hayan sido y cuando quiera y como quiera
hayan puesto la obra en su forma canónica. Ya que el pueblo de Dios necesitaba más este mensaje temprano que
tarde, nos inclinamos por una fecha temprana para la obra.
Esto lleva al principio hermenéutico que es una guía al derivar el mensaje de Isaías que será autoritativo hoy. Como
siempre debe buscarse la situación a la que «el profeta» se dirigió. Pero, en este caso, el Sitz im Leben(contexto vital)
se extiende desde el Israel preexílico, que enfrenta el terrible juicio del Señor a quien habían rechazado, hasta el
tiempo de los exiliados, quienes necesitaban saber que su lucha había term inado y que recibirían consuelo. Esta es
una de las razones de la grandeza de la profecía de Isaías: se sitúa entre dos mundos; habla a pecadores que enfrentan
a un Dios enojado (1:21–26) y también al remanente que habrá de recibir la salvación de ese mismo Dios (40:1s.)
ahora revelado como Padre y Redentor (63:16). Por esta razón, la profecía de Isaías habla con autoridad a toda mujer
y a todo hombre de cualquier era. Al igual que Israel, todos necesitan salvación. El libro de Isaías proclama que la
salvación es provista por Dios, quien mantiene control completo de este mundo y puede revelar a sus profetas lo que
habrá de ocurrir en el futuro.

1 Como marco de referencia considere que estas citas ocupan 9 3/4 columnas en Greek New Testament, de las
Sociedades Bíblicas Unidas, comparado con 9 1/2 columnas para los Salmos y 5 3/4 columnas cada uno para Genesis
y Exodo.
2 «Isaiah», IDB 2, p. 733.
3 O. Eissfeldt, Old Testament, p. 305.
4 Los verbos son imperativos y no imperfectos.
5 Ver W.S. LaSor, Great personalities of the Old Testament, Westwood, Nueva Jersey, 1959, pp. 136–143;
North, IDB 2, p. 733.
6 Eissfeldt, Old Testament, p. 305.
7 Otros entienden que se trata de la ciudad-estado de Ya’ud (Sam’al) en el valle Karsu en la región norteña de Siria. Es
difícil aceptar que pudo ser Judá, como admite M. Noth Historia, p. 241, nota 3.
8 Se ha debatido mucho acerca de si esto sucedió en 701 o en 687; ver L.L. Honor, Sennacherib’s Invasion of
Palestine, Nueva York, 1926; J. Bright, Historia, pp. 355–369.
9 ARAB 2, p. 240; ANET, p. 288.
10 Old Testament, p. 305; Noth, Historia, pp. 240–250.
11 No obstante, un espacio de tres líneas al pie de la columna 27 separa el cap. 33 del cap. 34.
TM Texto Masorético
TM Texto Masorético
12 Introduction, p. 764.
13 Acerca de la historia del estudio crítico de Isaías, ver G.L. Archer, Reseña crítica, pp. 365–379; CCHS 421s.; B.S.
Childs, Old Testament as Scripture, pp. 316–338; Eissfeldt, Old Testament, pp. 303–346; North, IDB 2, pp. 737–
743; E.J. Young, Introducción, pp. 226–237.
14 Acta Apostolicae Sedis 41, 1908, pp. 613s.
15 421a.
16 P. 397.
17 Introduction, pp. 236–243.
18 Ibíd., pp. 238–240.
19 Ibíd., p. 243.
20 Old Testament, p. 304.
21 Old Testament, p. 206.
22 Ver además T. Henshaw, The Latter Prophets, Londres, 1958, p. 255.
23 Ver Harrison, Introduction, p. 794.
24 Teología del Antiguo Testamento 2, p. 305, con nota de pie que indica 41:25ss.; 48:14.
25 The Unity of Isaiah, Filadelfia, 1950, pp. 51–61.
26 Second Isaiah, Anchor Bible 20, Garden City, 1968, p. xxi. McKenzie también informa sobre un estudio estilístico
en profundidad, hecho por J. Reinken, con el uso de modernos métodos estadísticos: «Este estudio simplemente no
apoya la tesis de la autoría múltiple ni la tesis de la autoría simple. Apunta que el vocabulario solo no es decisivo. Ni
tampoco es más decisivo el estilo solo»; p. xvi.
27 The Latter Prophets, p. 256.
28 Ibíd., p. 265.
29 Ver Driver, Introduction, p. 237.
30 Das Buch Jesaja, 4a. ed., HKAT, Gotinga, 1922.
31 C.C. Torrey, quien sostiene el extraño punto de vista de que nunca hubo un exilio babilónico, señala que si pueden
ser eliminadas las pocas referencias a Babilonia y Ciro como glosas tardías, casi todo el material de los caps. 40–66
podría asignarse a la situación palestina; The Second Isaiah: A New Interpretation, Nueva York, 1928, pp. vii–viii. La
palabra «Babilonia» aparece trece veces en Isaías: una vez en los caps. 21, 43 y 47; dos, en los caps. 13, 14 y 48; y
cuatro, en cap. 39.
TM Texto Masorético
32 Los verbos ṣôr y ḥaṯōm son formas imperativas como están señaladas, pero ¿quién está hablando? Si el sujeto
es Yahvéh, entonces «mis discípulos» parecería fuera de lugar, y «tus discípulos» (los de Isaías) tendría más sentido.
Si es Isaías, entonces ¿a quién está dando el mandamiento? Si es a sus discípulos, «mis discípulos» es otra vez difícil y
«a ustedes mismos» parecería preferible. Pero los eruditos se inclinan a enmendar la puntuación y leer las palabras
como infinitivos: «he atado», «ataré», indicando una conclusión a la cual ha llegado Isaías.
33 El verbo ṣārar significa «encerrar», «confinar», «mantener juntos». El verbo ḥtm, «sellar», quiere decir
«autenticar con un sello», «proteger», «cerrar herméticamente»; ver Dn. 12:4. La intención no es evitar que alguien
mire o conozca el contenido, ya que, de hecho, el contenido de la profecía de Isaías (y también la de Daniel) era
conocida por cada generación. La idea de salvaguardar y autenticar el mensaje para un tiempo futuro, tanto en Isaías
como en Daniel, es clara mirando el contexto.
34 Las expresiones «Discípulos» y «escuela» no deben verse como un tipo de sistematización formal. Es muy
probable que un gran e influyente líder religioso pudiese reunir un conjunto de seguidores, algunos de los cuales
continuarían su labor y sus ideas después de su muerte. Los «discípulos» y las «escuelas» de grandes eruditos en el
campo de la crítica y de la teología en la Alemania de los últimos siglos, podrían establecer una posible comparación
con lo expresado anteriormente. Puede encontrarse un indicio de estas escuelas en el Talmud B. Bat. 15a: «Ezequías y
su compañía escribieron Isaías, Proverbios, Cantar de los cantares y Eclesiastés». Esto, a la luz de otras tradiciones
talmúdicas, parece implicar la colección, edición y publicación de dichos; cf. Pr. 25:1.
35 Childs, Old Testament as Scripture, p. 324.
36 Ibíd., p. 333.
37 Ibíd., p. 329.

William Sanford LaSor, David Allan Hubbard, and Frederic William Bush, Panorama Del Antiguo Testamento:
Mensaje, Forma Y Trasfondo Del Antiguo Testamento (Grand Rapids MI: Libros Desafío, 2004), 357-369.

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