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Introducción:
Desarrollo:
Si hacemos un poco de historia y analizamos la escuela Moderna, podremos ver que uno de
los operadores centrales de la modernidad pedagógica y escolar ha sido la simultaneidad
sistémica, el cual era un dispositivo que buscaba homogeneizar a sus alumnos. De esta forma
se establecen principios generales de la enseñanza con el objeto de que sea un instrumento
capaz de llegar a todos y cada uno de los sujetos de un modo cierto y verdadero. En estos
planteos Comenianos el eje articulador de la enseñanza y de los programas serán guiados por
el lugar central que ocupa el docente. Comenio proponía enseñar todo a todos. Aunque
Behares (2013) nos reconoce que hace décadas ya se permite dudar de ese “todo” y ese “a
todos”.
Siguiendo el desarrollo histórico podemos ver que más cercanos en el tiempo, la enseñanza y
lo curricular se piensan desde la lógica de los alumnos y sus formas de apropiación de los
aprendizajes. Pensar en sus intereses, motivaciones y demás estructuras propias del sujeto
particular, se convertirán en el centro de preocupación de la enseñanza y elaboración del
currículo.
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donde quiere ir (plantearse objetivos), administrar los medios para llegar allí (metodologías,
estrategias), y finalmente se debe preocupar por verificar si ha llegado el alumno (evaluación).
Considerando este planteamiento, el docente ya no sería un simple transmisor de
conocimientos, sino un mediador entre estos y los sujetos-alumnos para que ellos puedan
apropiarse del mismo. Behares (2013) parte de la premisa de que la enseñanza solo puede ser
definida en su implicación con el saber, ya que si no hay saber no hay enseñanza, y para que
haya un saber enseñante no podemos dejar de considerar que esta relación solo puede ser
representada sobre la base de la presencia del lenguaje1.
Si partimos del alumno cabe entender que en su singularidad el contexto particular de cada uno
juega un papel importante que no debemos dejar de lado a la hora de pensar la educación. Ya
superamos aquellas viejas épocas donde se les pedía a los sujetos sociales que dejaran en la
puerta de la escuela su cultura, es decir que se quería que el sujeto pedagógico suprimiera o
dominara al sujeto social. Siguiendo este lineamiento de la importancia del contexto, Cols y
Besabe (2007) ponen a la enseñanza como una acción que atraviesa diversos ámbitos, el
contexto social, institucional, etc. La comprensión de esta (entiéndase educación) requiere
considerar a todos los ámbitos simultáneamente, porque lo social, lo político, lo institucional, lo
instrumental son dimensiones constitutivas de la enseñanza en cada nivel en que se analice.
Perder de vista alguna conlleva al riesgo de concebir a una didáctica solo instrumental y
circunscribir sus preocupaciones al ámbito de clase.
El contexto ha ido tomando un valor cada vez más determinante en los discursos relacionados
a la enseñanza, sobre todo a la hora de delinear y planificar una determinada intervención
educativa. Bordoli (2013) plantea el problema de que lo contextual ha sido vinculado al
contexto de pobreza y exclusión, naturalizando la enseñanza diferenciada hacia estos sectores,
lo que provocó un discurso caracterizado por el asistencialismo en el plano educativo, ya que
los contenidos curriculares serán pensados en función de los mínimos exigibles y se
transformaran en instrumentos básicos útiles e indispensables para la vida en sociedad. “…el
gesto de nombrarlo se inscribe en una cierta estigmatización sobre las escuelas y esos niños
(de contexto) y se pauta una enseñanza diferente: particular. Esta no es universal ni singular. O
sea, no está destinada a todos los sujetos en tanto ciudadanos de derecho ni adecuada a las
1
Evitaremos a efectos de la extensión de este trabajo, meternos en la problematización que expresa
Behares (2013) planteando que restringir lo didáctico al contexto del aula es una restricción innecesaria.
Y que lo que define la enseñanza no es ninguna de esas ficciones rituales que llama “aula”, “profesor”,
“evaluación”, etc, que hacen difícil incluir el saber como tal.
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Ver en Pardo, R. (2000) “Verdad e historicidad. El conocimiento científico y sus fracturas”. Editorial Biblos. Buenos Aires. Pág
39.
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individualidades de cada uno de ellos; la misma está destinada a un grupo particular que por
ser diferente – de contexto- se lo debe tratar diferente. El efecto de esta discriminación es la
estigmatización (poblacional) de estos niños y jóvenes así como de las escuelas a las que
asisten”… de esta forma el ideal moderno de enseñar todo a todos y a cada uno se desvanece
y transforma en enseñar algo a algunos en función de sus marcas socioeconómicas3.
Lamentablemente esta idea que plasma Bordoli es común de percibirla en el discurso de una
gran parte de la sociedad y responde el interrogante que nos planteamos al principio del
apartado. Este discurso deja a las claras la estigmatización que sufren ciertos sectores de la
población escolar. Por ende el contexto afecta a la idea de igualdad. Ya que la desigualdad es
ratificada al plantear la necesidad de diseños curriculares diferentes.
Ahora bien, podemos quedarnos con esta idea o intentar superarla. Creo firmemente que se
hace indispensable superarla para intentar suprimir la desigualdad que claramente se pone de
manifiesto en el desarrollo de la enseñanza y los currículos que operan sobre esta lógica.
Para intentar romper las barreras de este conflicto del contexto me permito tomar a Guarro
Pallas (2005) que orienta su discurso al planteo de construcciones como el curriculum
democrático que supone un conjunto de conocimientos que deben proporcionar una
experiencia educativa común para todos los miembros de la comunidad. Esta idea exige que
todo el alumnado desarrolle su aprendizaje dentro del mismo marco curricular, y que cualquier
alternativa ha de ser equivalente culturalmente y no debe suponer en ningún caso diferencia de
calidad. Siendo este el núcleo cultural de una sociedad en un periodo histórico determinado.
Aseverando que será la única cultura a la que muchos ciudadanos tendrán oportunidad de
acceder.
Entiendo que el mandato de la igualdad choca contra la realidad de una sociedad que es,
inherentemente, desigual.
Ahora bien, en el centro del triángulo para que tengamos igualdad, es preciso ubicar al saber y
no al alumno. Si ubicamos al alumno, seguimos en la misma lógica porque siempre, de un
modo u otro, las explicaciones las va a terminar dando la naturaleza, es decir, el que llegó más
y mejor que otro lo pudo hacer porque tiene una mejor naturaleza.
A modo de cierre:
No hace falta indagar mucho para darse cuenta que hoy en día la escuela está en el centro de
numerosos debates sociales: la relación entre la educación y el empleo (desempleo en muchos
casos), el fracaso escolar en el ámbito de la deserción del alumnado, la marginalización, etc.
La escuela está siendo acusada de cerrar sus puertas a los problemas que agobian a la
sociedad actual y al mismo tiempo los educadores se quejan (a veces con razones legítimas)
de la invasión de las problemáticas sociales que atraviesan los muros de la escuela dificultando
la tarea de formar niños y jóvenes. En palabras de Duschatzky (2005) podemos asegurar que
estar en la escuela hoy es estar expuestos a lo imprevisto y a lo insólito. Debemos
3
BORDOLI, Eloisa, 2013, “Revisitando la enseñanza la igualdad. Apuntes para pensar la igualdad”, en SOUTHWELL, Myriam
y ROMANO, Antonio (comps.), 2013 La escuela y lo justo. Ensayos acerca de la medida de lo posible, UNIPE Editorial
Universitaria, Buenos Aires. Pag. 196.
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LESCANO, Agustin. De la gestión del individuo a la autogestión: una misma forma de gestionar la Educación Física.
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familiarizarnos con la contingencia. La experiencia de los tiempos actuales nos revela que
cualquier cosa puede ocurrir o dejar de hacerlo. La posibilidad y la contingencia son
operadores de la subjetivación.
Ahora bien reconocer a los educandos como sujetos de derecho nos pone en la obligación de
superar estas problemáticas que estigmatizan al alumnado. La solución para llegar al
curriculum democrático puede ser atender a los sujetos reconociéndolos como iguales en su
diferencia. “…aunque resulte paradójico, podríamos pensar que la igualdad entre los sujetos se
teje en el seno de la singularidad, o sea en la irrepetibilidad que nos distingue y nos diferencia
del otro. En otros términos, somos iguales en tanto -todos- somos radicalmente diferentes. Es
la diferencia y la singularidad la que nos constituye en iguales. Esta posibilidad de pensar la
igualdad radical con la singularidad absoluta en un mismo gesto discursivo nos permite
desarticular aquellas diferencias que se configuran sobre atributos exógenos a los sujetos y
que los clasifican en función de pertenecer a un contexto u otro en función del lugar socio-
cultural en el cual se encuentran de acuerdo a los mismos discursos discriminatorios que los
han denotado y connotado en ese lugar”5.
La escuela en este contexto debe ser una escuela justa (pensándola en el sentido de justicia
social), es decir una escuela comprometida con la reconstrucción democrática de su cultura
para poder integrar adecuadamente a todo su alumnado, sin ningún tipo de discriminación y
ofrecerle una buena educación que le permita participar en la sociedad.6
5
BORDOLI, Eloisa, 2013, “Revisitando la enseñanza la igualdad. Apuntes para pensar la igualdad”, en SOUTHWELL, Myriam
y ROMANO, Antonio (comps.), 2013 La escuela y lo justo. Ensayos acerca de la medida de lo posible, UNIPE Editorial
Universitaria, Buenos Aires. Pag.205.
6
Ver en Guarro Pallas, A. (2005). El curriculum democrático y los retos de la escuela del siglo XXI, Cap. 2. En Escudero
Muñoz, J y otros. Sistema educativo y democracia. Editorial Octaedro, Barcelona.
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BIBLIOGRAFIA CONSULTADA:
__ Guarro Pallas, A. (2005). El curriculum democrático y los retos de la escuela del siglo XXI,
Cap. 2. En Escudero Muñoz, J y otros. Sistema educativo y democracia. Editorial Octaedro,
Barcelona.