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Comentarios de los traductores…………………………………………….

Introducción……………………………………………………………………. 6

Capitulo Uno - ¿Qué es ministrar al Señor?.............................................. 7

Capitulo Dos – Nuestro Primer Ministerio……………………………… 21

Capitulo Tres – Las maneras de Ministrar al Señor…………………... 34

Capitulo Cuatro–Algunos resultados que se obtienen

Ministrando al Señor…………………………………………………………. 43

Testimonio – Por Claudia Juárez…………………………………………. 50

Testimonio – Por Gracinha Bento…………………………………. 55

Alabanza – Por Charo Quesada……………………………………. 59

Alabanza y Adoración- Por Juan Luis Molina…………………….. 60


COMENTARIOS DE LOS TRADUCTORES

A mada familia de Dios:

Es un verdadero tesoro, privilegio, honor, regocijo y deleite el que nos ha otorgado


nuestro maravilloso Abba Padre en esta Era de Gracia. El consolador que prometió Jesucristo
que vendría después de él, nos está guiando a TODA la verdad.
¡Que tiempos tan maravillosos estamos viviendo con nuestro Abba revelándose
poderosamente delante de nuestros ojos! El poder contemplar Su Gracia, Su poder y Su gloria
en medio de milagros, señales y maravillas es algo que nos embelesa y apasiona a aquellos que
amamos a nuestro Dios con todas nuestras fuerzas.
Ha sido un verdadero gozo y privilegio trabajar en este maravilloso libro “Ministrando
al Señor, El Poder de Su Presencia” poniendo la mirada fija en nuestro Abba. Podemos dar
testimonio ante Su Presencia, de que las verdades espirituales contenidas en este libro han
cambiado nuestras vidas y nos han hecho crecer considerablemente en nuestra relación intima
y personal con Él.
Agradecemos a nuestro amado Dios que inspirara a Roxanne Brant, esta
hermosa hija Suya miembro del Cuerpo de Cristo, a escribir este libro que es una herramienta
muy útil para obtener más luz sobre el tema de la adoración, la alabanza y la comunión con
nuestro Padre.
Nosotros, muy escasamente sabíamos lo que es la alabanza poco tiempo atrás.
Pensábamos que sería cosa de “religiosos” alabar a Dios cantando y levantando las manos al
cielo, por ejemplo. Pero la Biblia expone muy claramente cómo el pueblo de Israel alababa así
a su Dios.
David, "un varón conforme al corazón de Dios”, fue menospreciado por su esposa
Mical, cuando lo vio saltando y danzando por el gran gozo de haber recuperado el arca del
pacto de los filisteos y traerla a su ciudad. (2ª Samuel 6: 14-16). Pero a David no le importó en
lo más mínimo este menosprecio, antes respondió a Mical “…danzaré delante de Jehová. Y
aun me haré más vil que esta vez, y seré bajo a tus ojos; pero seré honrado delante de las
criadas de quienes has hablado” (vers. 21b, 22). El rey David alababa a su Dios con gran
alegría, con todas sus fuerzas, lo hacía públicamente y no se avergonzaba porque sus alabanzas
eran delante de su Dios. ¡Y a Dios le agradó en gran manera el corazón de David! Como hijos
amados de Dios, debemos considerar estas alabanzas del siervo David. Su actitud nació como
una respuesta natural y lógica al contemplar la hermosura del corazón de nuestro amoroso Dios
y, es así como nace también de nosotros alabar a nuestro Padre. El libro de los Salmos está
repleto de alabanzas no sólo de David, sino de otros hombres y mujeres que amaban a Dios.
Reyes como David, Salomón, Josafat y Ezequías, alababan a Dios delante de todo el
pueblo, lo bendecían y lo glorificaban. ¡Aun el rey Nabucodonosor de Babilonia –un gentil y
pagano- se humilló ante el Dios Todopoderoso cuando reconoció Su grandeza y poder y lo
alabó! (Daniel 4:34- 37). Era una práctica común entre los hijos de Israel y en la cual nuestro
Dios se agrada profundamente. Tristemente la alabanza, y aun más la adoración, es escasa
entre muchos cristianos hoy día.
hoy día.
Por supuesto que nuestro Señor Jesucristo también adoró y alabó a su Padre:
…Porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás. Mateo 4:10b
En aquella misma hora Jesús se regocijó en el espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre,
Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos y las has
revelado a los niños. Si, Padre, porque así te agradó. Lucas 10:21.
El apóstol Pablo usó con frecuencia este vocabulario:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios
de toda consolación. 2ª Corintios 1:3.
También puedes leer Romanos 1:25, 1ª Timoteo 1:17, Efesios 1:3; 3:20,21. Estos son
unos pocos ejemplos que constan en la Biblia de cómo creyentes alababan y glorificaban a
Dios. También se ven estas expresiones en los libros de Pedro, Santiago, Apocalipsis y en
realidad, ¡Toda la Biblia alaba a Dios!
Cuando comprendemos lo infinitamente amados que hemos sido por Dios, cuando el
espíritu santo nos muestra cómo hemos sido reconciliados, comprados, dignificados, hechos
justos y santificados por la obra perfecta y finalizada de Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador,
cuando nuestro Padre nos permite ver –según lo buscamos- Su muy profundo anhelo de
establecer una relación íntima, personal, dulce y muy amorosa con cada uno de nosotros,
nuestra vida es absolutamente transformada.
El amor de Dios es la fuerza más poderosa en el universo, y cuando somos tocados por
ese amor somos conmovidos profundamente y el natural anhelo de nuestros corazones llega a
ser amar como hemos sido amados, primero al Altísimo Señor, a nuestro Todopoderoso Padre
que nos ha amado como jamás imaginamos ser amados ni en nuestros mejores sueños. Y
después, por consecuencia lógica, a nuestro prójimo.
Podemos dar testimonio con gran júbilo en nuestros corazones, de que hay un poder
absoluto envuelto en este amor.
Establecer una íntima relación de comunión con nuestro Padre Celestial que, si
nosotros queremos, puede llegar a ser la más hermosa e incondicional amistad con Él, es un
pleno, maravilloso e incomparable deleite. El sabernos tan amados sana por entero nuestra vida
y nos inunda de agradecimiento. Entonces, adorar al Dios Vivo y Verdadero con el corazón
desbordado de amor llega a ser un altísimo y natural gozo, honor y privilegio que crece cada
día más. Mientras lo buscamos a Él, nuestro Padre nos atrae a Si Mismo y nos da a conocer Su
gloria, entonces amarlo, adorarlo, alabarlo y tener comunión con Él se convierte en la vida
misma. Nuestro Dios llega a ser la fuerza y el regocijo de nuestro corazón en medio de este
mundo de tinieblas.
“Ministrando al Señor - El poder de Su Presencia”, muestra Escrituras y verdades que
exponen cómo la alabanza y la adoración, es, no sólo algo que le agrada en gran manera a
nuestro Dios, sino que también es algo que nuestro Padre anhela profundamente.
La ofrenda y sacrificio vivo que nuestro Padre anhela de nosotros en esta Era de
Gracia, es nuestro amor a Él derramado en alabanzas (reconocimiento por Sus obras y Su
grandeza) y en nuestra adoración (acercarnos a Él no sólo para pedir, sino para expresarle
nuestro amor y gratitud desde lo más profundo de nuestro corazón).
Nuestro Dios anhela profundamente y necesita que cada uno de nosotros tome un
tiempo íntimo y personal para ministrarlo a Él, sin distracciones, sin prisas, sin obligación, sino
por un puro y espontáneo amor a Su Persona.
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adoraran en espíritu y
en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca (“zeteo”-“buscar con ahínco y celo
anhelante”) que le adoren. Juan 4:33
Muchas veces, corremos de un lado a otro haciendo cosas en el mundo y aun
actividades para nuestras iglesias: Enseñamos, estudiamos, ministramos la Palabra y sanidad,
pero este tiempo no equivale, o no es lo mismo que tener un tiempo personal con nuestro Padre
para ministrarle.
Ministrar a Dios, es deleitarnos íntima y personalmente con Él, dándole, ofrendándole
a nuestro Abba el amor y agradecimiento más profundo del corazón. Es un tiempo entre Él y
tú, aunque también está disponible hacer reuniones de adoración y alabanza, las cuales son
muy poderosas como describe este libro.
SEÑOR, DIGNO ERES DE RECIBIR LA GLORIA Y LA HONRA Y EL PODER;
PORQUE TÚ CREASTE TODAS LAS COSAS, Y POR TU VOLUNTAD EXISTEN Y
FUERON CREADAS. Apocalipsis 4:11
Para quienes hemos descubierto la preciosa joya que es este tiempo individual con
nuestro Abba, podemos testificar que es el deleite más maravilloso sobre esta Tierra. Estas
reuniones de adoración son realmente muy poderosas y sanadoras.
Te invitamos a leer este libro con los ojos de Cristo, es decir, con el espíritu que llevas
dentro. No te distraigas si encuentras algo en lo que no estás de acuerdo o no entiendes; si tú
buscas crecer en tu relación con Dios de una manera íntima y profunda “Ministrando al Señor-
El Poder de Su Presencia” puede serte de gran utilidad.
Hemos incluido al final del libro testimonios personales de la forma tan maravillosa en
que nuestro Abba Padre ha transformado nuestras vidas y entendimientos con este libro.
Es nuestra oración al Altísimo Señor que creó los cielos y la tierra, que el espíritu que
llevas dentro te siga guiando a toda la verdad y que ilumine tu entendimiento sobre la
importancia y el deleite que se encuentra en “Ministrar al Señor” y que este libro sea para ti
una puerta abierta para venir a tu Padre, amarlo, adorarlo y alabarlo libremente y que disfrutes
con Él la más maravillosa aventura de tu vida en Sus brazos, ¡una aventura que durará toda la
eternidad!
Con amor en Cristo,
Claudia Juárez y Juan Luis Molina.
NTRODUCCIÓN

L as verdades que contiene este pequeño libro han revolucionado mi vida y mi

ministerio. Son verdades Divinas. Después de varios años de enseñar y predicar este mensaje,
siento más intensamente que nunca que, si sólo miramos a Dios y antes que nada le
ministramos,
veremos a la iglesia de Jesucristo erguirse con una nueva gloria y brillo, encendida con
Su fuego e inundada de una santa pasión por hacer Su voluntad.
Hemos estado demasiado tiempo adorando los ídolos de nuestros días. Se han exaltado
las tradiciones por encima de Su Evangelio y la institución se ha sobrepuesto a Su Señor.
Precisamos mudar el rumbo. Hemos permitido que todas las demás cosas prevalezcan en la
iglesia, y ahora es el tiempo de que se "levante Dios, y sean esparcidos Sus enemigos."
(Salmos 68:1) a medida que nos volvemos a Él completamente para ministrarle y para hacer Su
voluntad.
Este pequeño libro no cubre de ninguna manera todos los detalles acerca de este tema
de ministrar al Señor. Se escribe simplemente para dar a conocer lo que Cristo ha hecho tan
palpablemente en mi vida. También se ha escrito porque esa ha sido la voluntad de Dios, Él me
dijo que lo escribiera. Espero que cambie tu vida de la misma manera que mudó la mía.
Dios te bendiga
Roxanne Brant
Capitulo Uno
QUÉ ES MINISTRAR AL SEÑOR

“Nosotros le amamos a Él, porque El nos amó primero” 1ª Juan 4:19

Una de las más importantes razones, por las que hay "falta de poder" hoy en día en la
iglesia Cristiana, se debe a que los cristianos han dejado de ministrar al Señor. Bíblicamente
hablando, es evidente que nuestra ministración al Señor debe ser primordial y anterior con
respecto a la ministración a los hombres si queremos ser eficaces. Aun después de ser
llenos con espíritu santo, si nuestras prioridades con respecto a estas dos ministraciones están
al contrario, vamos a ser de poca ayuda e impotentes delante del mundo pagano en el cual
vivimos.
Necesitamos de una vez por todas volver a sumergirnos de nuevo en el manantial de la
vida Divina y embebernos en Él, La Fuente Única de aguas vivas. Precisamos envolvernos del
maravilloso Cristo resucitado, conocerle íntima y profundamente. Sólo entonces veremos que
nuestra ministración a Dios es la que nos capacita con renovada frescura y poder para ejercer
nuestra ministración posterior a los hombres. Será entonces que, no sólo hablaremos del poder
de Dios, sino que también lo veremos demostrado y en manifestación en nuestras vidas.
Nunca antes me había Dios iluminado tanto y grabado mi alma con otra verdad: la
verdad de que nuestra primera ministración es para Él y no para los hombres.
La revolución en mi vida se dio un día en el que el espíritu santo comenzó gentilmente
a insistirme diciendo: "Ministra al Señor. Ministra al Señor." Durante varios días seguidos, esta
frase continuó repitiéndose en mi mente. Por eso comencé a investigar en las Escrituras. En
ellas encontré que, servir al Señor, o ministrar al Señor, podían haber sido traducidas de las
mismas palabras hebreas y griegas (“sharath” en hebreo; “diakoneo” en griego).
Hay muchas maneras en las que los creyentes ministran, o sirven, al Señor. Podemos
ministrarle a través de ministrar a los que Él ama (Mateo 25:40). Podemos hacerlo también
presentándole nuestros diezmos y ofrendas. Y podemos ministrarle ofreciéndole nuestras
alabanzas y adoraciones.
A pesar de las numerosas maneras en las que podemos ministrar a Dios, yo sabía que el
espíritu santo se refería a esta última vía en su insistencia – la vía que dice respecto a ministrar
a Dios con nuestras alabanzas y adoraciones.
Es impresionante ver cuán a menudo se menciona en la Biblia este asunto de "ministrar
al Señor." Cuando Israel llegó a Sinaí, durante su travesía en el desierto, “…apartó Jehová la
tribu de Leví para que llevase el arca del pacto de Jehová, para que estuviese delante de Jehová
para servirle, y para bendecir en su nombre..." (Deuteronomio 10:8).
Durante los tiempos de esterilidad espiritual anteriores al gobierno de los reyes de
Israel, cuando la Palabra de Jehová era escasa y había pocas visiones, el pequeño Samuel
"ministraba a Jehová en presencia de Eli". (1ª Samuel 3:1).
Cuando el templo fue acabado de edificar, durante el reinado de Salomón, el arca fue
traída desde Sión y puesta en el Lugar Santísimo:
Y cuando los sacerdotes salieron del santuario...sonaban pues las trompetas,
y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con
trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él
es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la
casa de Jehová. (2ª Crónicas 5:11a, 13-14).
María, la madre de Jesús, ministraba al Señor mientras desbordaba las adoraciones y
alabanzas al Poderoso. (Lee Lucas 1:46-55 y compara con 1ª Samuel 2:1-10).
Ana, la profetiza, que "hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en
Jerusalén" (Lucas 2:38) nunca se apartaba del templo "sirviendo de noche y de día con ayunos
y oraciones" (vers.37).
Los que eran considerados como columnas de la primera iglesia no sólo ministraban al
Señor en privado sino que también se presentaban públicamente para ministrar al Señor.
(Hechos 13:1-3).
No somos sólo nosotros los que ministramos al Señor aquí en esta tierra, sino que hay
millones de seres ministrándole en los lugares celestiales.
El apóstol Juan escribió lo siguiente:
Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de
los ancianos; y su número era de millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que
fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la
gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la
tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el
trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus
rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 5:11-14).
¡Cuán numerosas son las referencias en la Biblia que nos exhortan a ministrar al Señor!
¡Cuán importante es que entendamos el amoroso designio que Dios tiene para nosotros a
medida que aprendemos a ministrarle ahora y que nos preparemos para ministrarle por toda la
eternidad!

ENTENDER EL PROPOSITO DE DIOS

Antes de que podamos entender el privilegio de ministrar al Señor y de verlo en su


perspectiva correcta, debemos entender primero el propósito de Dios desde el principio del
mundo e incluso antes de la creación.
Es importante observar que, Dios ha declarado soberanamente que Él hizo todas las
cosas, incluyendo al hombre, para Sí Mismo, es decir, para Su deleite y para Su gloria:
Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en
la tierra...todo fue creado por medio de Él y para Él: Y Él es antes de todas las cosas, y todas
las cosas en Él subsisten. (Colosenses 1:16-17).
En Apocalipsis 4:8-11 el apóstol Juan describe las cuatro criaturas vivientes que
adoraban a Dios día y noche diciendo, "Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el
que era, el que es, y el que ha de venir " (vers.8b). Juan se refirió a los veinticuatro ancianos
que se postraban ante Dios en sus adoraciones diciendo, "Tú eres digno, oh Señor, de recibir la
gloria y el honor y el poder porque tú creaste todas las cosas, y para tu gloria fueron todas
creadas."
Dios dice, pudiendo aplicarse sobre nosotros, en Isaías 43:7, "Todos los llamados de mi
nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice." Él declara soberanamente, "Este
pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará." (vers.21).
Tú has sido hecho por Dios para ser Su delicia y para que le alabes y adores para
siempre. Dios te salvó ante todo para que fueses Suyo. Pero Su deseo es que le ofrezcas tu vida
libremente, no porque puedas hacer algo para Él. Sino que Él te salvó porque te amó y te
anhela muchísimo.
El hombre es creado por Dios. Dios ama tanto a Cristo que Él quiere llenar el universo
con un Cuerpo de miembros creados a su misma imagen (Romanos 8:29). Él quiere personas
que le ministren por toda la eternidad y a quienes pueda ofrecerse también a Sí Mismo.
Igual que ocurre con Israel, así sucede con nosotros. Dios nos escogió porque nos amó
y no porque nosotros tuviésemos algún tipo de virtud o habilidad. Moisés le dijo al pueblo de
Israel:
No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido,
pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os
amó… (Deuteronomio 7:7-8a).
¿Por qué amas a Dios?
¿Será porque te ha concedido dones, te ha dado prosperidad, te ha sanado y ha
derramado bendiciones en tu vida? Está bien, esto puede que sea parcialmente verdad, pero no
debería serlo totalmente. Sin embargo, para muchas personas, su religión es la moneda que
compra los beneficios de Dios.
¿No habrá una manera más sublime de amar a Dios?
Cuando comenzamos a ver quién es Dios y apreciamos Su Persona, ¿no es maravilloso
amarle por Quién es en Sí Mismo?
Nosotros no amamos a nuestros hijos debido a sus habilidades. Los amamos por lo que
son en sí mismos. Igual ocurre con nuestras esposas, nuestros maridos, nuestros padres y
madres: estamos agradecidos por lo que han hecho por nosotros, pero los amamos por quienes
son en sí mismos.
Amamos a Dios por aquello que es en Sí, y "porque Él nos amó primero" (1ª Juan
4:19). Dios anhela nuestro amor y que le ministremos; sin embargo, muy a menudo, sólo nos
dirigimos a Él para recibir cosas Suyas y para obtener Sus favores.
Esto me recuerda una historia que escuché una vez acerca del Presidente Lincoln con
una mujer anciana que hizo un pedido para encontrarse con él una tarde. Cuando se presentó en
la oficina del Presidente, éste se levantó, le pidió que se sentase y le preguntó, "¿En qué puedo
servirla, señora mía?" La pequeña anciana respondió, "Sr. Presidente, yo sé que usted es un
hombre muy ocupado. Yo no he venido para pedirle nada. He venido simplemente para traerle
esta cajita de galletas, porque he oído que a usted le gustan mucho."
Hubo un silencio en el cual las lágrimas afloraron de los ojos del Presidente.
Finalmente, levantó su cabeza y le dijo a la mujercita: "Señora, le agradezco mucho por su
gentil regalo. Estoy profundamente emocionado por eso. Desde que soy Presidente de este
país, miles de personas han pasado por esta oficina pidiéndome favores y demandándome
pedidos. Usted es la primera persona que ha pedido presentarse aquí sin pedir favores y
además, trayéndome este regalo. Se lo agradezco desde lo más profundo de mi corazón."
De la misma manera, Dios anhela y espera que nos acerquemos a Él porque le amamos,
en vez de simplemente por lo que pueda ofrecernos. Él fue Quien nos hizo para Él, y somos
nosotros los que podemos presentarnos a nosotros mismos a Él y ofrecerle nuestra adoración.
La Biblia dice que nosotros, así como Israel, somos heredad Suya. "Porque la porción
de Jehová es su pueblo, Jacob la heredad que le tocó." (Deuteronomio 32:9). ¡Dios tiene una
herencia en los santos!!
Pablo oró sin cesar por la iglesia que estableció. A la iglesia en Éfeso escribió:
No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,
para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os de espíritu de sabiduría y de
revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que
sepáis cual es la esperanza a que él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su
herencia en sus santos. (Efesios 1:16-18).
¡Date cuenta! La Biblia dice que Dios quiere que sepamos cuán ricos somos en Cristo.
Y quiere que nos acerquemos a Él por nuestro libre albedrío. Dios está interesado en
relacionarse con nosotros en amor.
Cuán erradamente ha enseñado la iglesia a los nuevos cristianos que fuimos salvos para
servir a Dios. ¡No! Nosotros fuimos salvos, antes que nada, porque Él quiso tener una familia.
Eso es por lo que a Él le "…agradó librar mi vida del hoyo de la corrupción; y por lo que echó
tras sus espaldas todos mis pecados." (Isaías 38:17).
Dios no negocia, ni se interesa en salvar a las personas porque precise de un gran
número de siervos que ganen el mundo para Cristo, o porque sin nosotros Él pueda perder la
batalla que sostiene contra el Diablo. Sin embargo, muchos son los cristianos que están
convencidos de que están
trabajando para un Dios parcialmente impotente que necesita de ayuda, y que espera de
ellos correspondencia debido a Su bondad.
La Biblia no habla ni una sola vez, ni nos dice nunca que hagamos algo por Dios. Nos
dice que, en Su amor y gracia, Dios desea envolvernos en la obra que Él está llevando a cabo.
Podemos, eso sí, trabajar con Él para llevar a buen puerto esa finalidad.
Desafortunadamente, debido a que la iglesia ha enseñado tan a menudo que estamos
aquí para servir a Dios, hoy en día tenemos un abundante número de Martas repletas de culpa,
que están cargadas con un sentimiento de ansiedad y de servicio. Y hay una gran escasez de
sentidas adoradoras Marías, que se hayan involucrado en una relación amorosa con Dios, la
cual suple naturalmente todas las necesidades humanas.
Cuan sencillamente las palabras de nuestro Señor nos muestran la prioridad de Dios:
Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le
recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual sentándose a los pies
de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose
dijo: Señor, ¿No te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero
sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
(Lucas 10:38-42).
Jesús no reprendió el servicio de Marta, sino su excesiva y ansiosa preocupación con
"muchas cosas" antes que poner primero a Dios. El servicio que nace de una relación de amor
no es ansioso, sino lleno de sentido y pleno de gozo.
Nuestra prioridad en nuestra relación con Dios es el amor. Sin embargo, hemos fijado
nuestra atención en ministerios, dones, órdenes y diferentes tipos de programas y servicios.
Hemos puesto nuestra atención en todo, menos en nuestro Padre. Podemos observar el
resultado que ha producido esa falta de atención en la vida de nuestra iglesia hoy en día.
Dios nos dice a nosotros lo mismo que le refirió a Israel, diciendo,
Porque dos males ha hecho mi pueblo; me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron
para sí cisternas, cisternas rotas que no contienen agua. (Jeremías 2:13).
Dios me asombró hace unos años atrás cuando me enseñó que muchas de las personas
en el movimiento carismático se habían vuelto "cisternas rotas" en vez de mirarle a Él. Debido
al flujo de buenas enseñanzas, las personas estaban adquiriendo cintas grabadas, libros y
atendiendo seminarios para aprender más acerca del poder de Dios y de Sus caminos y de lo
que Él estaba realizando en ese tiempo. Las cintas, libros y conferencias son buenas, pero Dios
me mostró que Su gente fue sustituyéndolas y ya no le daban importancia al tiempo que
invertían mirándole solamente a Él.
Muchas veces, es tan fácil oír por boca de otros hombres las cosas de Dios y lo que está
haciendo, que no nos damos al trabajo de ir a Su Presencia para procurar saber lo que quiere
decirnos personalmente. No nos molestamos en comunicar y en recibir directamente de parte
de Dios Su Palabra de Vida. Cuando así ocurre, entonces, esas cintas, libros y
conferencias llegan a ser cisternas rotas. Y las aguas provenientes de las cisternas nunca
serán tan frescas y puras como las aguas que corren y fluyen vivas de la fuente de Dios.
El peligro que existe hoy en día es que nos centremos básicamente en el "árbol de la
ciencia" (Génesis 2:9) y nos olvidemos del "árbol de la vida" (vers.9); que nos demos por
satisfechos con el conocimiento y nos olvidemos de la vida de Dios; que nos sintamos llenos
recibiendo sólo palabras de hombres y nos olvidemos de la necesidad que tenemos de recibir
las palabra de vida que provienen directamente de Dios.
Muchos de nosotros tenemos el deseo y la necesidad de volvernos a Dios y de
permitirle a Él, la "fuente de agua viva", (Jeremías 2:13), que fluya a través de nuestras vidas,
limpiándonos y llenándonos diariamente con Su Misma Vida. Precisamos llenarnos de Dios a
través de Su espíritu, revelándonos todas las cosas de una manera fresca y viva. Necesitamos
acercarnos a Dios por lo que Él es en Sí Mismo y para recibir de Él Su "Palabra vivificante."
Los Fariseos sabían lo que Dios había declarado. Pero se dedicaron a edificar cisternas
rotas. Se hicieron ciegos y sordos a lo que Dios estaba declarando en aquel tiempo en el cual
vivían, simplemente porque prefirieron olvidarle y construir cisternas alrededor de Su Palabra.
Necesitamos saber lo que Dios ha dicho y lo que nos dice en nuestro tiempo. Cuando nosotros,
igual que los Fariseos de entonces, no estamos inmersos en el flujo vivificante de Dios,
entonces nuestros sentidos espirituales tienden a quedarse vacios y dormidos. Entonces
tenemos muy poca o ninguna percepción o discernimiento espiritual.
Dios nos dice a voces, "Venid a mí." (Lee, por ejemplo Isaías 55:3; Mateo 11:28; Juan
7:37). Él nos ha sacado del Egipto de tinieblas y esclavitud y nos ha dado herencia en Su
Reino. Pero nosotros, igual que Israel, nos hemos salido de Su Presencia y nos hemos vuelto a
los ídolos, aunque sean ídolos religiosos. Verdaderamente, la adoración a las tradiciones,
programas, órdenes, y otras cosas que sobreponemos a Dios en importancia, es idolatría. Si
nosotros, igual que Israel, ponemos el énfasis en lo externo y olvidamos la vida, entonces
pasamos a ser meros legalistas, sectarios y eventualmente nos quedaremos dormidos
espiritualmente. Estaremos aferrándonos a la basura de las cosas externas, mientras que la vida
de Dios se moverá en el corazón de los que lo ponen a Él por encima de todas las cosas. Igual
que Israel, nos estaremos volviendo a la esclavitud de Egipto si no ponemos a Dios primero ni
le amamos sobre todas las cosas.
Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más yo
los llamaba, tanto más se alejaban de mí; a los baales sacrificaban, y a los ídolos ofrecían
sahumerios. Yo, con todo eso enseñaba a andar al mismo Efraín, tomándole de los brazos; y no
conoció que yo le cuidaba. (Oseas 11:1-3).
En nuestras relaciones humanas, al igual que en nuestra relación con Dios, nuestra
prioridad es amar. El éxito fuera del hogar no justifica la falta de amor dentro del hogar. El
orden de Dios en un hogar, no significa nada si no hay el amor y la vida de Cristo.
Sin embargo, muchas personas prefieren invertir su tiempo en el servicio antes que al
amor. Desafortunadamente, somos por naturaleza hacedores igual que Marta, en vez de
amantes y adoradores como María. Pero Dios está buscando a quienes le amen y se acerquen a
Él para adorarle. No está buscando hacedores, sino que busca con gran anhelo adoradores. Él
procura aquellos que le "adoren en espíritu y en verdad". (Juan 4:24).
Solamente después de que esa relación amorosa se arraigue y permanezca
estable y de que centremos todas las atenciones en Él, podrá Dios enviarnos a trabajar y a
cooperar con Él.
El hombre es hecho por Dios. Pero Dios es también de alguna manera hecho para el
hombre. Dios hizo al hombre para establecer una dependencia con Él. En otras palabras, Dios
quiere darse a Sí Mismo al hombre. El nos ha creado no solamente para que nos entreguemos a
Él, sino también para que Él pueda ofrecerse a nosotros.
Fue Dios quién descendió y se acercó primeramente para andar con Adán y Eva en el
paraíso. (Génesis 3:8). Él nos creó con la capacidad de recibirle. Cuán a menudo sucede,
cuando adoramos a Dios en el espíritu y en verdad, que Su Espíritu desciende sobre nosotros.
Eso es lo que vemos reflejado en las Escrituras y también en nuestra experiencia: la adoración
nos lleva a la Presencia de Dios y nos trae la Presencia de Dios en nosotros. A medida que
adoramos a Dios, Él se nos ofrece a Si Mismo.
En 2ª Crónicas 5, es interesante notar que cuando el templo de Salomón fue concluido
y los ancianos de Israel fueron reunidos, el arca fue traída al templo por los Levitas, pero la
gloria de Dios no descendió en ese momento. Hubo innumerables sacrificios, sin embargo, la
gloria de Dios no descendió mientras se ofrecían.
Fue solamente cuando sonaron “las trompetas y cantaban todos a una, para alabar y dar
gracias a Jehová" (vers.13) que la gloria de Dios descendió. "…Entonces la casa se llenó de
una nube, la casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de
la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios." (2ª Crónicas 5:13-14).
No fue cuando construyeron el templo. No fue cuando ofrecieron los sacrificios. Fue
solamente cuando alabaron y adoraron a Dios que la gloria de Jehová llenó toda la casa.
Yo creo que cuando Dios oye a Su gente adorándole y encomendándose en Sus manos,
Él se derrite y se dice a Sí Mismo: "Tengo un deseo enorme de descender y escuchar a mi
gente, para ver cómo Me adoran. Se están poniendo en Mis manos, por eso, ahora seré Yo
quien Me ofrezca a ellos." Es, por tanto, cuando Le adoramos que Él desciende sobre
nosotros. Porque la adoración nos lleva a estar en Su Presencia y nos trae Su Presencia en
nosotros.
Siempre que asisto a servicios en los que se realizan dones de sanidad, le enseño a la
gente cómo ministrar al Señor. Yo estoy persuadida de que es cuando le ministramos a Él, que
Él desciende y nos ministra y un flujo de vida aparece donde estamos reunidos. A medida que
adoramos a Dios, las personas sanan y Dios desciende sobre ellas. Pero lo más maravilloso es
la nítida sensación de Su Presencia.
Algunas veces, hay un momento en las reuniones que la sensación de Su Presencia
llega a ser tan intensa, que se suspenden todas las actividades y esperamos en un conmovedor
silencio para ver qué es lo que Él va a hacer. Algunas veces esperamos cinco minutos, otras
veces más, simplemente respirando profundamente y siendo conscientes de los latidos de
nuestro corazón y de la proximidad de nuestra comunión con el Padre Todopoderoso, a medida
que Él se impregna y nos imprime de Sí Mismo.
Hubo una vez, cuando estábamos adorándole y cantando "Él Me Tocó," en que la
mitad de las personas presentes en la reunión escucharon ángeles cantando junto con nosotros.
Yo misma no los escuché, por eso pregunté cómo era el sonido que producían. Las personas
dijeron que el coro de las voces angelicales tenía un tono por lo menos con una octava por
encima de un alto soprano y sonaban como una centena de resonantes y magníficas campanas.
En otra reunión, mientras adorábamos al Señor, mis ojos fueron abiertos durante un
cierto tiempo, y vi un ángel formidable de pie delante del púlpito donde yo me encontraba.
Estaba mirando de frente a las personas, así que yo sólo podía verle sus espaldas. Me di cuenta
de lo imponente y poderosa que era su imagen, de cerca de diez pies de alto, y estaba vestido
de blanco con una llave Griega estampada y bordada a oro en su vestimenta. Por breves
momentos me quedé estupefacta. La Presencia de Dios inundaba el santuario.
Entonces me di cuenta de por qué estaba allí aquel ángel tan poderoso. Comencé a oler
la suave fragancia a incienso y sentí la Presencia de Dios de una manera muy especial. Los
minutos pasaron a medida que todo se envolvía en el reposo de Su Presencia. El incienso
permaneció en el santuario, y era inhalado por cada uno de los presentes. Algunos se
arrodillaron, a otros les corrían lágrimas por su cara y otros, sencillamente permanecieron
quietos y en silencio adorándole, teniendo comunión con Él en el dulce sosiego de Su
Presencia.
Es cuando le adoramos que Él desciende sobre nosotros y se nos ofrece a Sí Mismo
para que podamos recibirle de una manera fresca y plena. Él nos creó para que le ministremos.
Fuimos creados para Su gloria, para ofrecerle nuestras alabanzas y adoraciones y para
comulgar con Él, para que así, cuando lo hacemos, Él pueda ofrecerse a Sí mismo a nosotros.
Cuando Dios sacó los cuatro millones de hebreos fuera de Egipto, es interesante notar
que Él plan original de Dios en Su corazón era el hacer de todos ellos sacerdotes. Él no quería
una única tribu sacerdotal, la tribu de Leví. Sino que, en un principio, quiso hacer de la
totalidad de la nación “un reino de sacerdotes, y gente santa" (Éxodo 19:6) para Él. Ese era Su
propósito.
Dios ordenó a Moisés:
…Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que
hice a los egipcios, y cómo os tomé bajo las alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si
diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los
pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente
santa. (Éxodo 19:3b-6a).
Dios atrajo hacia Sí Mismo a los hijos de Israel. Él les prometió que, si ellos
cumpliesen dos condiciones - obedecer a Su voz y guardar Su pacto, entonces serían Su
especial tesoro sobre la tierra, "un reino de sacerdotes, y gente santa." Dios les estaba diciendo
"Yo quiero hacer de cada uno de ustedes un sacerdote para Mí. Todo lo que tienen que hacer es
obedecer Mi voz y guardar Mi pacto.”
El pueblo respondió: "Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho" (Éxodo 24:3b).
Pero no pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a adorar un becerro de oro (uno de los
viejos dioses que adoraban en Egipto) y de que se sentasen a comer y a beber y se levantasen
para jugar. (Lee Éxodo 32).
Antes de que Moisés descendiese del Monte Sinaí con las tablas de la Ley en sus
manos, ya el pueblo había quebrado el pacto y desobedecido Su voz. Cuando "ardió la ira de
Moisés" (vers.19) y arrojó las tablas de la Ley y las quebró, solamente estaba exteriorizando, al
quebrar las tablas, lo que todo el pueblo estaba haciendo interiormente, quebrando la Ley de
Dios en sus corazones y a través de sus acciones.
El pueblo violó las dos condiciones que Dios había estipulado. No pudo hacer de ellos
un reino de sacerdotes. No solamente desobedecieron Su voz, sino que ellos "rogaron que no se
les hablase más, porque no podían soportar lo que se les ordenaba." (Hebreos 12:19b-20a).
La única alternativa, pues, que le quedó a Dios, fue establecer como sacerdotes para Él
una sola de las tribus: la tribu de Leví.
En aquel tiempo apartó Jehová la tribu de Leví para que llevase el arca del pacto de
Jehová, “…para que estuviese delante de Jehová para servirle, y para bendecir en su Nombre
hasta hoy, por lo cual Leví no tuvo parte ni heredad con sus hermanos: Jehová es su heredad,
como Jehová tu Dios le dijo.” (Deuteronomio 10:8b-9).
Dios quiso hacer con todo Israel aquello que acabó finalmente haciendo con una sola
tribu. Dios quiso haber hecho de todo Israel sacerdotes para Él: con el propósito de que
llevasen el arca del pacto de Jehová, es decir, para que llevasen la Presencia de Dios con ellos
y para que estuviesen delante de Dios ministrándole y bendiciendo Su nombre. De esa forma,
el mismo Jehová sería la herencia de todos, y todos y cada uno se gloriarían en Él.
¿Te das cuenta de lo que Él quería en aquel tiempo y de lo que quiere hoy? Su
propósito para los Levitas fue el propósito original que tenía para todo Israel. Y es el mismo
propósito que tiene hoy en día para nosotros. Dios desea un Cuerpo de miembros que le
ministren y un Cuerpo de miembros Suyos a los que Él pueda ofrecerse.
A través de Cristo (la Cabeza del Cuerpo), Dios ha cumplido Su propósito. ¡Ahora,
reuniéndonos en el Cuerpo cuya Cabeza es Cristo, cada uno de nosotros es un hijo Suyo muy
amado!
El propósito de Dios ha sido llevado a cabo en Cristo. A través de Cristo, cada creyente
ha pasado a ser un hijo Suyo delante de Él, para llevar consigo Su Presencia y para que
permanezca delante de Él ministrándole y bendiciendo Su nombre. A su vez, el Mismo Dios y
Padre se nos ofrece a nosotros. ¡Él ha llegado a ser nuestra herencia! ¡Qué cosa tan
maravillosa!
ALABANZA, ADORACIÓN Y COMUNIÓN

Cuando hablamos de ministrar al Señor, hablamos primeramente de tres cosas:


alabanza, adoración y comunión.
Como hijos de Dios que somos, ya no tenemos que ofrecer los sacrificios de sangre del
Antiguo Testamento. Nosotros ofrecemos los sacrificios vivos espirituales del Nuevo
Testamento.
Hebreos 13:15 nos dice que "…ofrezcamos siempre a Dios por medio de él, (Cristo)
sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen Su nombre."
Alabanza, adoración y comunión están envueltas en la ministración al Señor. Estas tres
cosas son diferentes entre sí.
Yo creo que la razón por la cual hacemos tanto énfasis sobre la alabanza y se habla tan
escasamente sobre adoración hoy en día, se debe a que la gente no ha entendido bien la
diferencia que existe entre estos dos tipos de ministración. Existen muchos libros que hablan
sobre alabanza, pero muy pocos escritos sobre adoración.
Me gustaría centrarme en nuestra ministración al Señor en la adoración, pero será
necesario que disertemos primero brevemente sobre la alabanza. Generalmente, la diferencia
básica entre alabanza y adoración es que la alabanza es una respuesta a Dios por lo que Él ha
hecho (Sus grandes obras, etc.), mientras que la adoración se centra en Quién es Dios, en Su
Persona (por ejemplo, decirle "Cuán Grande y Maravilloso Eres").
La palabra "alabanza" proviene de una variedad muy grande de raíces hebreas y
griegas. Algunas de ellas son traducidas de la siguiente manera: "alabanza", "dar gracias"
(hillulim en hebreo), "salmo" (tehillah en hebreo), "confesión" (todah en hebreo), "coraje,"
"excelencia" (arete en griego), "gloria" (doxa en griego), "encomienda" (epainos en griego),
"bendecir," "declarar bendiciones" (barak en hebreo), "extender la mano hacia", confesión"
(yadah, en hebreo), "hablar bien de" (eulogeo, en griego), "alardear," alabar" (halal en hebreo),
"cantar himnos" (humneo en griego).
Por tanto, cuando alabas a Dios, lo que estás haciendo es bendecir, encomendar y
engrandecerle a Él. Algunas veces dándole gracias, con salmos e himnos y extendiendo las
manos santas hacia Él, glorificándole al hablar acerca de Su excelencia y grandeza.
En todas partes, la Biblia nos manda que alabemos al Señor. De hecho, está escrito que,
"Todo lo que respira alabe a Jehová" (Salmos 150:6).
A medida que ministramos a nuestro Padre, nosotros "entramos por sus puertas con
acción de gracias, y por sus atrios con alabanzas" (Salmos 100:4) porque estamos llenos de
gratitud hacia Él y bendecimos Su Nombre.
Así, pues, yo creo que podemos "entrar por sus puertas con acción de gracias, y dentro
de sus atrios con alabanzas," pero si deseamos postrarnos a Sus pies, tenemos que saber cómo
adorarle.
Suelo repetir que, la diferencia básica entre alabar y adorar reside en que la alabanza se
centra en lo que Dios ha hecho y adoración se centra en Quién es Él. Todos sabemos que
podemos agradecer y alabar y enaltecer seres humanos, del mismo modo que al Dios
Todopoderoso. Pero no podemos adorar a ningún ser humano. Sólo podemos adorar a Dios.
¿Por qué? Pues porque sólo Dios es digno de recibir adoración.
La palabra "adoración" (worship en inglés) proviene de la palabra anglosajona,
Weorth-scipe. Con el paso de los años llegó a ser Worth-ship. En Inglaterra, para denominar a
los señores ingleses, todavía se emplea, your worth-ship. Esta palabra ha pasado a ser ahora en
lengua inglesa “worship” y se traduce al castellano como “adoración”.
Adorar significa "atribuir dignidad y honor". Es por eso que, en Apocalipsis 4:11
leemos que el Señor "es digno de recibir la gloria y la honra y el poder." Él creó todas las
cosas. Y Las creó para deleitarse con ellas.
Es interesante notar que Dios es digno "de recibir”.
Muy a menudo, estamos solamente interesados en lo que nosotros podemos recibir de
parte Suya. David no pidió solamente por las bendiciones de Dios, (lee, por ejemplo, Salmos
67:1). Él también dijo, "Bendice alma mía a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre".
(Salmos 103:1).
En la adoración nosotros nos dirigimos a Dios por Quién Él es, en vez de simplemente
por lo que ha hecho.
Otro aspecto acerca del significado de adoración lo encontramos en Génesis 22, donde
aparece su primer uso en la Biblia. Cuando Dios probó a Abraham diciéndole que saliera y
ofreciese a Isaac en sacrificio en la tierra de Moriah, Abraham oyó el mandato de Dios y se
levantó para obedecerle. En el tercer día de su viaje, Abraham vislumbró el lugar en el cual
debía realizar el sacrificio y le dijo a los hombres que le acompañaban, "…Esperad aquí con el
asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos…" (Génesis 22:5). Vemos, por tanto,
que adoración implica la ofrenda de algo a Dios.
La Biblia nos dice, "Dad a Jehová la honra debida a su nombre; traed ofrenda, y venid
delante de él; Postraos (adorad) delante de Jehová en la hermosura de Su santidad”. (1ª
Crónicas 16:29).
Cuando aquellos hombres sabios provenientes de Oriente vinieron a Jerusalén a adorar
a Dios por Su salvación, ellos entraron en la casa donde se encontraba Su Hijo amado
y:…Vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le
ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. (Mateo 2:11).
La adoración lleva siempre consigo el ofrecimiento de algo a Dios, porque recuerda, Él
es digno de recibir.
Algunos años atrás me sucedió algo tan sobrenatural e inolvidable, que me dejó
profundamente impresionada. La visión que tuve en aquel día me hizo ver que mi primer
ministerio o servicio tenía que ser dirigido al Señor y, además, me hizo comprender que
alabarle sin adorarle no era suficiente. El Señor Mismo se me acercó y me mostró esta verdad.
Me enseñó la diferencia que existe entre alabanza y adoración en una impresionante visión.
Esto sucedió en un día al final de la tarde, mientras me encontraba ministrando en una
iglesia Presbiteriana carismática. La persona que dirigía el auditorio con las canciones, estuvo
haciéndolo durante veinte minutos. Estuvieron cantando las músicas habituales de alabanza y
de acción de gracias a Dios por sanidad, prosperidad y la salvación de las personas, canciones
tales como, "Sublime Gracia," "Él Me Tocó" "Bendita Confianza," y otras.
Cuando llegó mi turno, el ministro comenzó a presentarme a la congregación, y de
repente, al lado derecho del ministro, vi la imagen misma de Cristo. Estaba de pie, y con la
más insólita expresión de soledad en su cara que yo haya podido contemplar jamás. Sus
dulces ojos castaños se encontraban llenos de lágrimas que comenzaron a desbordarse
silenciosamente a través de sus vestidos hasta llegar a sus pies. No emitía sonido alguno,
ningún gemido, ni hacía cualquier movimiento excepto aquellas lágrimas que descendían por
su faz silenciosamente hasta el suelo. La sensación que me produjo su soledad inundó todo mi
ser. Quise consolarle. ¡Cuán amargamente solitario se encontraba!, ¡aún en medio de sus
hermanos!
Esta visión desapareció, así, tan repentinamente como había surgido. En un instante,
Dios me mostró el porqué de aquella visión de Cristo con sus lágrimas. Se mostraba tan
solitario porque, a pesar de todas nuestras atenciones cantándole al Padre por su vida, sus
hermanos ignoraban esa maravillosa vida que de él fluía como manantial de aguas vivas. No
debe extrañarnos sus lágrimas en la visión. ¡Claro que estaba llorando!
Mi alma estaba tan atónita con lo que se me dio a ver que, cuando me di cuenta de que
acababa de ser presentada a la congregación, sentí que era incapaz de hablar o de decir
cualquier cosa. Por fin reaccioné y miré a todos y absorta todavía con el impacto de la visión
que inundaba mi ser, intenté decir algunas palabras, pero todo lo que salía de mis labios era:
"Bien, vamos a adorar a Dios, vamos a adorar a Dios."
Inmediatamente me pareció como si el Espíritu Santo Mismo inundase el santuario y
comenzase a moverse como un viento dulce y apacible a través de una gigante y divina arpa
musical.
Durante los quince a veinte minutos siguientes, cada una de las personas que había en
la congregación comenzó a cantar de una manera tan exquisita y preciosa, que ninguna mente
humana pueda imaginarse jamás.
El espíritu santo llenó nuestros cuerpos y fuimos instrumentos de honra para
Dios. Todos aprendimos lo que es la verdadera adoración. Antes, sólo se veía nuestros
ignorantes intentos para alabar a Dios. Ahora, nuestro Padre había llenado, a través del Cristo
que poseíamos, todo nuestro ser para ofrecerle una perfecta adoración.
¡Cuán indispensable es la interconexión del Cristo que tenemos cada uno, el espíritu
santo que reside y nos une a todos y cada uno de nosotros! Me acuerdo, especialmente, de
cómo un hombre que se encontraba en uno de los lados del auditorio y una mujer en el otro,
cantaban en unísono y manifestaban ríos de agua viva de palabras proféticas de adoración en
un tono de escala musical con perfecta armonía entre los dos. Ambos estaban ligados por
coyunturas y tuétanos espirituales adorando al Señor. El sonido que producían, era como si los
pasajes del Libro de Apocalipsis hubiesen sido traídos en concretización en aquel momento.
A medida que cada uno (entrelazados) íbamos adorando al Padre, me fui dando cuenta
de que algo estaba sucediendo dentro de mí. La extrema soledad que había experimentado
previamente, fue progresivamente abandonándome. Fue siendo reemplazada por un
sentimiento de satisfacción y gozo maravilloso. Aunque la figura de Cristo nunca más me
apareció, el espíritu santo me permitió ver que él estaba viviendo y sintiendo con nosotros lo
mismo que vivíamos y disfrutábamos. Supe que su soledad había sido modificada, a medida
que sus hermanos continuaban ministrando a Dios. Supe, pues, que el gozo y regocijo de este
Cristo que tenemos dentro, reside en la verdadera adoración que le ofrecemos al Padre tan
maravilloso que tenemos.
Había en el ambiente una tan maravillosa gloria y una nítida y festiva Presencia del
Espíritu Santo, que nos sentimos como si estuviésemos celebrando un banquete celestial en el
cual, de un momento para otro, podríamos todos extender nuestros brazos sobre el hombro del
Rey de reyes y marcharnos ya juntos con él hacia la gloria del Padre.
Después de un espacio de tiempo, el Espíritu Santo fue gradualmente separando Su
brazo del templo y yo sabía que era el momento de entregar Su mensaje. Una vez más, el
espíritu santo me habló claramente y dijo: "Tú has ministrado al Padre y el Padre va a
ministrarte a ti." Entonces me levanté y proferí el mensaje que me dio: "Ministrad al Señor."
Comparto este testimonio contigo porque estoy convencida de que, Cristo, el espíritu
que puso Dios en cada uno de nosotros, nada tiene que ver con lo que frecuentemente
pensamos que estamos haciendo para servir a Dios en su nombre. Hay demasiados servicios
centrados únicamente en la alabanza y en los cuales, simplemente, se ignoran totalmente Su
Presencia - la Presencia del Padre con nosotros. ¡La alabanza no basta! - ¡No es suficiente! -
También precisamos recogernos en Él y adorarle. Es decir, estar sumergidos en una adoración
tal, en la que cada uno de Sus hijos sea impregnado de Su dulce Presencia, siendo consciente
de Quién es Él de una forma viva y presente.
Hemos hablado de alabanza y adoración. Ahora precisamos decir algo acerca de la
comunión con Dios, donde nos acercamos al Lugar Santísimo y a Su Presencia, y nos
elevamos por encima del incienso que inunda el templo.
Cuando una persona renace es vivificada. Pasa a tener vida espiritual. Comienza a tener
comunión con Dios en este santísimo espíritu que nos puso dentro de nuestro ser. En ese
espíritu es donde reside la verdadera "Comunión con el Padre, y con su Hijo Jesucristo". (1ª
Juan 1:3).Es en el espíritu - y no la mente - el lugar donde Dios se comunica con nosotros, a
medida que simplemente esperamos reposados mirándole solamente a Él. Es exactamente ahí,
donde nuestro Padre nos descubre Sus revelaciones, a medida que permitimos recibirlas a
través de Su espíritu (Cristo en nosotros) y de Su Palabra.
Déjame recordarte ahora que esto no es ninguna nueva revelación, como algunos
predican; sino que estas son, sencillamente, las buenas y sólidas verdades bíblicas hechas
nuevas y frescas por el Espíritu Santo. No olvides jamás que todo debe estar en armonía y
alineado con los propósitos y la verdad establecida por Dios, Su Palabra escrita.
A medida que tenemos esa dulce comunión con Dios, se establece en nosotros Su flujo
de vida en abundancia.
Isaías escribió:
Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alascomo las águilas;
correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. (Isaías 40:31).
Cuando esperamos y miramos sólo al Señor, se produce un cambio o mudanza en
nuestra fuerza. Si esperamos reposados en el Señor, intercambiamos nuestra debilidad por el
esfuerzo de Él. ("Mudanza" sería una mejor traducción de la palabra hebrea "chalaph," que
significa "cambiar”, “mudar por" en vez de "tendrán" como aparece en el pasaje).
A medida que esperamos sólo en el Señor y tenemos comunión con Él, vamos
absorbiendo parte de Su fuerza. Él graba o imprime Su imagen y Sus pensamientos y pasan a
ser los nuestros. Esto es por lo que el salmista dijo, "Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su
palabra he esperado. Mi alma espera a Jehová más que los centinelas a la mañana, más que los
vigilantes a la mañana." (Salmos130: 5-6).
Necesitamos aprender a ministrar al Señor en alabanza, adoración, y comunión. Es
cuando le alabamos y le damos gracias por Su inmensa bondad para con nosotros que podemos
tan fácilmente entrar en el reposo de la adoración. Adorándole sencillamente por Quién Él es.
Es entonces, cuando le adoramos, que el fluido de esa adoración nos eleva a Su Presencia,
justo delante del Trono de Dios Todopoderoso. Su Presencia entonces se mueve dentro de
nosotros de una manera que nos hace sentirle y se establece la comunión.
Es entonces cuando el corazón de nuestro Padre se conmueve. Comienza a moverse
dentro nuestro derramando Sus bendiciones, es decir, derramándonos Su Presencia, Sus
revelaciones y Sus delicias espirituales en nuestro espíritu, en cuanto nosotros simplemente
reposamos y esperamos sólo en Él, permitiéndole que nos ministre.
¡Cuán sencillamente cada una de las facetas que conlleva la ministración al Señor fluye
y se compagina con las demás! ¡Cuán excitante es permitirle al Espíritu Santo que se mueva a
través de nuestro espíritu para ministrarle, para ministrar al Señor de todo el universo!
Una vez que ya hemos hablado sobre lo que es ministrar al Señor y sobre los
conceptos y contenidos envueltos en esa ministración, pasaremos a ver ahora la prioridad que
le otorga la Biblia a la ministración.
Capítulo Dos
NUESTRO PRIMER MINISTERIO

L a Biblia dice muy claramente que la prioridad del cristiano es ministrar al Señor.

Dios es
Quien establece esta prioridad.
Aun en sentido corporativo, cuán claro vemos leyendo las Escrituras que, la razón por
la cual existe la iglesia, es primeramente para ministrar al Señor; en segundo lugar, ministrar a
los santos, y después, ministrar a todos los hombres naturales.
La primerísima razón por la que fuimos bautizados en el espíritu no fue para que
testificásemos a los hombres sino para que adorásemos al Señor, para tener comunión con Él.
Cuando ponemos esto en primer plano, todas las demás cosas esenciales de la vida del
cristiano caen en su debido lugar. Es por este motivo que el espíritu capacita al creyente para
que hable en lenguas desconocidas y sobrenaturales, con las cuales se adora a Dios
convenientemente. Nosotros no podemos cumplir correctamente nuestro primer ministerio para
Él sin la manifestación del espíritu de hablar en lenguas.
Siempre que Dios hace algo por primera vez, es bueno que veamos de cerca todos los
detalles que están envueltos en su realización. Por ejemplo, en el primer capítulo del Libro de
Génesis, vemos que, cuando Dios creó los cielos y la tierra, Él primeramente Se movió a través
de Su Espíritu (Génesis 1:1), después habló la Palabra y todas las cosas se concretaron. (Lee
Génesis 1).
Primero, el Espíritu se movió; segundo, la Palabra de Dios apareció. Dios se mueve de
acuerdo a este mismo modelo hoy en día.
Es bueno que leamos cuidadosamente el primer capítulo de Génesis. Necesitamos
aprender esta valiosa lección: El Espíritu Santo y la Palabra trabajan siempre juntos.
En Hechos 2, vemos otra vez el mismo modelo de Dios. Pentecostés es el registro de la
primera vez que fue derramado el espíritu santo "sobre toda carne" (vers.17), no
simplemente sobre los profetas, sacerdotes y reyes. "Toda carne" incluye hombres, mujeres y
niños, sin tener en cuenta la posición social que disfrute en su vida.
A medida que estudiamos de cerca cómo Dios operó en el momento en que derramó
espíritu santo por primera vez sobre toda carne, vemos que Él inspiró primeramente a los
hombres y mujeres para que hablasen las maravillas de Dios. Después inspiró a Pedro a
predicar el Evangelio a varios miles de personas y como resultado muchos de ellos fueron
convertidos. La adoración a Dios viene primero. Testificar a los obreros que Él nos envíe viene
después.
A través del Nuevo Testamento, las Escrituras son siempre testigos de este mismo
orden. También en los días de hoy, ésta, es la manera como el Espíritu Santo se mueve, si
queremos ser guiados por Él en nuestras vidas.
En Pentecostés, los nuevos cristianos hablaron en otras lenguas, "según el espíritu les
daba que hablasen" (Hechos 2:4). Todos los judíos dispersos que estaban reunidos pudieron
oírlos y muchos, entendieron las hermosas lenguas que estaban hablando. Ellos oyeron a los
nuevos cristianos hablar "las maravillas de Dios" (vers.11) en las lenguas que provenían de
manifestar el don de espíritu santo:
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino
del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó la casa donde estaban
sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno
de ellos. Y fueron todos llenos del espíritu santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas,
según el espíritu les daba que hablasen. (Hechos 2:1-4).
La primera cosa que los nuevos cristianos hicieron cuando recibieron espíritu santo fue
hablar “las maravillas de Dios”. Sólo después habló Pedro inspirado con ese espíritu y predicó
aquel sermón que resultó en la conversión de cerca de tres mil personas. (Vers. 14-41).
Las Escrituras nos dicen, por tanto, que la primera razón por la que fuimos bautizados
en espíritu santo, fue capacitarnos para ministrar a Dios -alabarlo, adorarlo y tener comunión
con Él, y la evangelización de los obreros que Dios nos envía llega después y es una
consecuencia directa de esa ministración a Él.
Para poder ser eficaces a la hora de adorar a Dios en espíritu y en verdad, precisamos
de la conexión sobrenatural denominada bautismo en espíritu santo, es decir, nacer desde lo
alto.
La primera evidencia que manifestamos en el mundo de los sentidos cuando somos
llenos del don de espíritu santo es hablar en un idioma desconocido para nosotros, una lengua
sobrenatural que proviene del espíritu. Nuestros corazones se vuelven completamente a Dios,
con Quien hemos sido reconciliados por Jesucristo en el justo momento en que
renacimos. (Lee Romanos 5:10; 2ª Corintios 5:18-19; Colosenses 1:21-22) Ahora hemos
sido hechos cercanos a Él. Vemos una expansión de Dios. Tenemos una nítida revelación
Suya. Hemos sido trasladados a una nueva dimensión.
Viendo a Dios con este prisma, deseamos adorarle en las lenguas que ha puesto en
nuestro espíritu. No hay otra respuesta posible de un creyente para su Dios, después de haber
sido bautizado en espíritu santo, que no sea la de adorarle. Las palabras humanas son
demasiado limitadas. Ellas no pueden contener el flujo de adoración que desborda el espíritu.
Por tanto, Dios ha puesto dentro de nuestro espíritu una lengua sin limitaciones, un lenguaje
que es sobrenatural, una de sus manifestaciones.
Hay muchas personas que me preguntan, "¿Para qué necesito hablar en lenguas?"
Yo sencillamente les digo que si ellos no llevan a cabo esta manifestación del espíritu,
entonces no podrán cumplir su primer ministerio, que es el de ministrar a Dios.
Hay una cantidad enorme de gente diciéndole a Dios, que les gustaría evidenciar todas
las manifestaciones del espíritu menos la de hablar en lenguas.
¡No confían que sean buenos los dones que les da Dios!
Son como un hombre que entra en una zapatería y compra un par de zapatos pero le
dice al dependiente: "Yo no me llevo este par de zapatos hasta que no le corte la
lengüeta." ¡Cuán estúpido!!
Confía en Dios y toma partido de todas las manifestaciones del espíritu que te ha
ofrecido, para Su gloria y en beneficio de muchos.
Cuán maravilloso es estar capacitado para adorar a Dios sin limitaciones, estar
embebidos en la gloria y la maravilla de la persona de Cristo y llegar a conocer a Dios más
íntima y profundamente de lo que sería posible por cualquier otra vía.
Y cuando vienen las tribulaciones que se sobreponen hasta al más fuerte de los santos,
uno continúa adorando, porque es infundido de poder por el don de espíritu santo.
La Biblia nos muestra muy claramente que nuestro primer ministerio es para el Señor y
nuestro segundo, como consecuencia, ministrar a los hombres.
En el segundo capítulo de su primera epístola, Pedro comparó a los cristianos a
“piedras vivas”. Esas no son piedras ordinarias. Ellas están vivas. A primera vista, eso parece
una manera muy extraña para describir a un creyente en Cristo. Pero cuando nos acordamos de
que Cristo es comparado a una roca y nosotros que creemos recibimos su naturaleza de roca,
entonces podemos comenzar a entender por qué Pedro utilizó la metáfora de las “piedras
vivas”:
Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y
sacerdocio santo para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios
para que anunciéis las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.
(1ª Pedro 2:5, 9).
Pedro declaró que cada creyente es edificado como casa espiritual. Nosotros crecemos
juntos como vivas y sonantes piedras. De esta manera, todo el edificio espiritual crece para
ofrecer sacrificios espirituales, los sacrificios de alabanza y adoración. Nosotros estamos
continuamente ministrando al Señor como hijos amados, para ofrecerle los sacrificios de
alabanza y adoración a Dios sin cesar.
Cuán a menudo nos aproximamos a Dios solamente para obtener lo que de Él
esperamos: "Dios dame un mensaje para Tu gente. Sana a mis amigos. Provee mis necesidades.
Ayuda a este programa," y cosas por el estilo.
Pero Dios está intentando hacernos entender algo. Nos está diciendo: "Si tú solamente
me adoras a Mí, si tú sencillamente vienes y Me ministras, entonces cada oración que yo te
ponga en tu corazón será respondida. Todo lo demás vendrá por añadidura si solamente te
acercas y antes que nada Me adoras; si te acercas y Me procuras a Mi, el Único que se
encuentra por encima de todas las cosas.”
Dios nos ha creado, formado y hecho y nos ha llenado para que seamos vasos que
transbordan, que derraman alabanzas a Dios, derramando un ministerio de adoración para Él
que irá en aumento hasta la eternidad.
Nosotros somos el templo de Dios. La Biblia dice que nuestros cuerpos son el templo
del Espíritu Santo. Tú sabes lo que ocurre en el templo: Alabanzas y adoraciones, horas
de alabanza y adoración.
Cuando estamos llenos del espíritu santo, horas de alabanza y de adoración se
derraman a Dios sobre el altar de nuestros corazones. Y no olvides que, el fuego en el altar del
tabernáculo en el Antiguo Testamento nunca desaparecía, ni de noche ni de día - tampoco
desaparece nunca el fuego del espíritu santo de tu corazón. Arde continuamente, inspirándote a
alabar y adorar a Dios sin cesar para ministrarle.
Esto significa que, como hijos de Dios, nosotros le ministramos siempre. Por ejemplo,
a las siete de la mañana, cuando ustedes los hombres se están afeitando, ofrezcan algún
sacrificio espiritual a Dios, alguna alabanza y adoración para Él.
En ese momento, cuando ustedes mujeres están dándole vueltas a los huevos en la
freidera, ofrezcan algún sacrificio espiritual a Dios.
El espíritu permanece vivo y ardiendo dentro de ti veinticuatro horas al día, tanto da
que estés despierto como dormido. El espíritu nunca duerme. El te lleva a que ministres al
Señor veinticuatro horas por día, si tú se lo permites.
Estos son los días de la restauración, es decir, de la restauración de la verdad.
¿Te acuerdas de lo que le dijo el maestresala al esposo en la boda de Caná, donde Jesús
transformó el agua en vino? - Le dijo así, "Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando
ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora"
(Juan 2:10).

Nosotros sabemos que el vino del final del banquete era el mejor, porque Jesús lo hizo
así milagrosamente. Y el mejor vino, hablando en buenos términos de enseñanza Bíblica,
todavía está por llegar en nuestros días. Una de las verdades que Dios está mostrando en el
presente tiempo es que la primera responsabilidad del creyente es ministrar a Dios.
Yo creo que es fatuo pensar que podemos ministrar efectivamente a los
hombres sin haber aprendido primero cómo ministrar a Dios. Es nuestro ministrar a Dios lo
que nos lleva al cuidado de los hombres con una efectividad y poder que necesitamos
desesperadamente hoy en día. El bautismo en espíritu santo es el potencial único que provee
ese poder. Cuando ministramos al Señor y nos embebemos en Él, a través de Su espíritu,
llegamos a un punto en el cual Él es nuestra Recompensa. ¡No un ministerio, no cosas, no
sanidad, no prosperidad financiera, sino que el Señor Mismo es nuestra Recompensa! Él es
nuestra respiración, nuestro "TODASLASCOSAS."
Hay tantas personas que usan su religión como moneda de cambio para poder ganarse
los beneficios de Dios. ¡Qué cosa tan atroz! ¡Dios no lo quiera! Esos miembros religiosos
ministran para glorificarse a sí mismos y gastan todas sus energías para la obra del Señor. ¡Qué
cosa tan horrible!
Si lo único que hacemos es lo que Dios nos guía, todo lo demás caerá en su debido
lugar. Y será siempre Él Quien reciba toda la gloria.
Él dijo, "Mas buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas" (Mateo 6:33).
Hemos visto que Dios habla, responde oraciones, y nos bendice con Su Presencia
mucho más abundantemente, cuando le ministramos, que cuando simplemente le pedimos
cosas.
Déjame darte un ejemplo varón amado de Dios, imagínate que tienes una hija pequeña
de seis años, y que ella sale corriendo para abrazarte cuando llegas del trabajo, salta encima de
ti y con sus pequeños brazos alrededor del cuello, te da un abrazo y entonces dice: "Papi, he
visto una linda muñeca en la tienda. A mí me encanta porque es de color limón y tiene una
deliciosa sonrisa y sólo vale tres dólares. Anda papi, ¿puedes darme tres dólares para
comprarla?"
Ahora bien, si solamente te pidiera la muñeca, es posible que le des los tres dólares y es
posible también que no se los des. Sin embargo, suponte que la hija pequeña se te acercara de
otra manera.
Qué si ella entrara en la sala, saltase para tu pecho, pusiese sus lindos bracitos sobre tu
cuello, te diese un gran abrazo y te dijese, "Papi, estoy tan feliz de que Dios me haya dado un
padre como tú. Tú eres el mejor padre del mundo entero. ¡Te amo tanto!”
Ella no precisó pedirte nada. Pero te garantizo que sé muy bien cómo te complacería
cuando te dijera eso: Te sentirías tan bien que echarías mano de tu cartera y la vaciarías en sus
manitas. ¿Por qué? Simplemente porque te conmovió el corazón con la expresión de su amor.
Así es con nosotros. Cuando vamos a Dios simplemente por lo que Él es en Sí Mismo y
le expresamos nuestro amor, Su corazón se conmueve. Derrama Sus bendiciones sobre
nosotros y nos corona nuestros pedidos de una manera tierna y generosa.
¡Cuán a menudo no es satisfecho o saciado el Señor de la obra, mientras nosotros
estamos ocupándonos con la obra del Señor!
Hemos puesto nuestra ministración primera en segundo lugar (en Portugal se dice
"poner la carroza delante de los bueyes" Nota del traductor). Realmente tenemos que mudar de
sentido, porque haciendo así cometemos idolatría. Habremos sobrepuesto la institución por
encima del Señor. Estaremos exaltando la tradición de los hombres por encima del Evangelio.
Habremos exaltado la obra del Señor por encima del Señor Mismo. Estaremos demasiado
ocupados haciendo esto o aquello o lo de más allá.
Lo que Dios está intentando decirnos es: "Haya paz. Ve a cualquier sitio y minístrame a
Mí. Entonces no habrá esfuerzos inútiles, ni palabras inútiles, y todo será hecho en el poder de
Mi Espíritu".
Algunas personas encuentran muy difícil creer esto, pero, cada vez que me aparto así
para buscar a Dios, es Él quien me encuentra. Y quiero decir que en todas partes. No me
importa nada dónde sea. Me lleva sólo unos minutos hasta que me elevo en adoración a Él.
Esto también puede darse en tu vida, si cultivas tu relación con Él. Requiere decisión,
pero ciertamente nada es tan digno de tu atención como el Dios vivo y verdadero.
Ana, la profetisa, pasaba mucho tiempo ministrando al Señor y en comunión con Él:
Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada,
pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacia ochenta y
cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.
(Lucas 2:36-37).
El pasaje nos dice que Ana estaba "sirviendo de noche y de día con ayunos y
oraciones" (vers.37). Podría también haberse traducido que Ana "ministraba al Señor de día y
de noche con ayunos y oraciones."
Voy a ser sincera. Cuando llegué a ser cristiana, leía aquel pasaje y pensaba que Ana
tenía que ministrar al Señor "de día y de noche con ayunos y oraciones" porque tenía aquella
edad tan avanzada. Yo suponía que no tendría más cosas que hacer. O que no podía
hacer nada prácticamente, como por ejemplo ganar almas para Dios, una vez que era
demasiado anciana y débil.
Después de saber que la primera ministración del cristiano debe ser dirigida para el
Señor, me di cuenta entonces de que Ana estaba ejerciendo la cosa más importante, realizando
el más importante de los ministerios.
Si intentamos ir a cualquier lugar sin haber orado por ese sitio, o lo que es igual, si
intentamos hacer la obra antes de haber ministrado a Dios, entonces estaremos cayendo en
nuestros propios esfuerzos. Y todo ese trabajo será con limitado provecho:
Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno,
hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego
será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de
alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá
pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego. (1ª Corintios 3:12-15).
Cuando María y José siendo Jesús niño lo trajeron al templo, Ana sabía exactamente lo
que estaba sucediendo. Ella estaba en el sitio cierto de Dios, en el momento cierto de Dios,
repleta de la revelación que había recibido acerca de quién era Jesús. Ella le dio gracias a Dios
y "hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén." (Lucas 2:38).
Muchas personas dirían que Ana era consciente de los propósitos de Dios en Cristo y
de quién era Jesús porque ella era una profetisa. Por tanto, Dios le revelaría Sus secretos, ya
que Amos 3:7 dice que "Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus
siervos los profetas."
Pero yo estoy convencida de que Dios le mostró Su secreto, no precisamente porque
fuese profetisa, sino porque estaba siempre delante de Él ministrándole. Fue cuando se
encontraba ministrando al Señor que Dios le reveló Sus planes con el niño.
Si ministramos a Dios, Él también nos declarará Sus secretos, Sus revelaciones y Sus
misterios a nosotros.
Ana no estaba haciendo las cosas con su propio esfuerzo. Ella se encontraba esperando
en Dios y reposada en Él, ministrando a Dios a través de su espíritu. Ana era una mujer
espiritual.
Hay demasiada obra Cristiana sin sentido. Sin las bendiciones de Dios, porque no
estamos en conexión con Dios.
Muy a menudo, estamos fuera de comunión con Dios y hacemos sólo suposiciones
acerca de Dios. Nos adelantamos a Sus propósitos.
Cuán a menudo nos adelantamos al Señor y corremos haciendo un montón de cosas
que sólo nos parecen buenas a nuestros propios ojos. Y, sin embargo, el Señor nunca nos pidió
que hiciésemos nada. Así, seremos como los falsos profetas que iban de un lado para otro, en
tanto, Dios decía acerca de ello: "no envié Yo aquellos profetas." (Jeremías 23:21a).
Debemos aprender a ministrar al Señor y a saber esperar en Su Presencia hasta que nos
dé luz verde para movernos. Tenemos que aprender que, hacer lo que Dios no nos haya
mandado, es pecado, aunque sean "buenas obras" las que hagamos.
Hay demasiadas personas que están muy ocupadas haciendo cosas buenas y que se
encuentran lejos de lo mejor que Dios tiene para ellos. Sus vidas están muy lejos de Su
propósito supremo.
Adelantarse al Señor y presuponer que podemos cumplir cualquier cosa para Su Reino
es totalmente absurdo. Que Dios nos perdone por este pecado de altivez.
Hasta que no ministremos primeramente al Señor no vamos a poder ser eficaces a la
hora de ministrar a nuestros hermanos. No podemos obstinarnos y poner delante de Dios
nuestras convicciones -hacer algo que no nos pide que hagamos. Ni tampoco deberíamos ser
rebeldes contra el Señor y andar en nuestros propios caminos y por separado. Tenemos que
seguirle a Él y andar con Él. Obstinarnos ante Dios y adelantarnos a Él es un mal pecado
comparable en la Biblia al de rebeldía, el cual nos hace seguir nuestros propios caminos por
separado y fuera de la Presencia de Dios.
Alguien dijo alguna vez que, si el Espíritu Santo (Dios) saliese de la tierra, el ochenta
por ciento de la obra cristiana seguiría realizándose como de costumbre. Si eso es verdad,
significaría que ochenta por ciento de las cosas que la iglesia de Dios está realizando estarían
impregnadas en el pecado de rebeldía ante Dios.
Cuán convictamente citamos la Escritura, "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi
Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos." (Zacarías 4:6b), y, sin embargo, muchas veces
ponemos la obra antes de haber ministrado al Señor.
Nuestro ministerio a los hombres debe ser una consecuencia de nuestro ministrar al
Señor si queremos que sea eficaz. De otra manera será llevado a cabo con el poder del alma
humana y con una motivación equivocada. De alguna manera, podemos decir que la adoración
debe venir antes que la obra y que, la adoración intensiva, es la que nos lleva a la ministración
eficaz extensiva, o ministración a los hombres.
Cuando ponemos la obra delante de la adoración, todo lo que hagamos se quedará muy
corto.
La carne tiende siempre a las obras. La naturaleza carnal nos repite incesantemente:
"¡Haz esto...haz lo otro...haz lo de más allá!”
Dios nunca nos dice nada de eso. Todo lo contrario, Él nos dice, "Reposa en Mí,
Permanece en Mí. Cuando sea el momento, seré Yo quien te envíe a mis obreros para que los
ministres."
Hay una bella imagen en el Cantar de los Cantares en la cual Dios se refiere a la esposa
de Israel diciendo, "Tus ojos (son) como los estanques de Hesbon" (Cantar de los Cantares
7:4).
Dios tiene una multitud de ríos. Tiene muchos lagos y océanos y cataratas, pero no
tiene muchos estanques. Él tiene una multitud de personas que van deambulando de un lado
para otro, que se apresuran haciendo todo tipo de cosas. Pero no hay muchas personas a las
cuales Dios pueda decirles, "estate quieto y reposa" y que le obedezcan y se regocijen
esperando ante Él.
¿Qué es lo que hace un estanque? Reflejar. El creyente refleja a Cristo exactamente de
la misma manera que este almacén de agua refleja al sol en el estado natural. ¿Quieres obtener
una fotografía verdadera del sol, de las montañas o de los árboles? Entonces echa una ojeada a
un estanque de aguas quietas y profundas.
Eso es lo que Dios quiere hacer de ti y de mí: Un reposado y profundo estanque que
refleje a Su propio Hijo.
Después de retirarle el barro, Dios delimita estos depósitos o estanques con las piedras
de Su verdad. Y, después, los llena de aguas puras y cristalinas, el espíritu santo, que es la vida
de Cristo en ellos. Entonces es cuando surge una profundidad, una frescura y una claridad que
no teníamos anteriormente en nuestras vidas.
Este es uno de los resultados de nuestra adoración a Dios, de nuestra comunión con Él.
Aprendemos a esperar en el Señor y pasamos a ser sosegados y profundos estanques reflejando
a Cristo. De la misma manera que el estanque mantiene el reflejo quieto en él, así tenemos que
aprender a estar quietos y a esperar ante el Señor para que vaya progresivamente
grabando Su impresión en nosotros.
Llevamos a cabo todo tipo de programas y técnicas de difusión para que el movimiento
Cristiano se mantenga activo, trabajando y haciendo obras voluntarias, pero realmente no
pasará casi nada hasta que el estanque refleje a Cristo. Este tipo de poder no proviene nunca de
hacer obras, sino por estar quietos y reposados ante Dios.
Yo ando en seminarios y conozco todos los programas. Me paso cuatro horas allí. Se
cuantos programas tenemos para conseguir que las personas se envuelvan trabajando y
sirviendo, para mantener a las personas dando. Pero ninguno de esos programas tendrá éxito a
menos que el vino de Dios corra en cada estanque.
Cuando quieras entrar en contacto con el Dios Todopoderoso, métete en una habitación
durante varios días, cierra la puerta, y pasa tiempo a solas con la Biblia y con Dios. Cuando le
digas a Dios que no saldrás de esa sala hasta que obtengas todo lo que Él tiene para ti en
Cristo, Dios tendrá que moverse. Él verá tu persistencia y Su vino fluirá por tu vida. Las
personas se te acercarán para oírte, porque tú estuviste ministrando al Señor.
Comenzarás a ver a personas realmente tocadas por la mano del Salvador, no sólo por
el mensaje sino por el Espíritu Mismo de Dios.
Permanece quieto. Comienza a leer la Palabra. Comienza a ministrar a Dios. Él nos
dará el método a seguir. Él nos dará la forma en que llevemos a cabo nuestra aproximación. No
importa nada si el creyente vive en una gran mansión o en una casa de ladrillos, la
aproximación a Dios es la misma en todas partes: ¡En adoración y proveniente de la
ministración!
Cuando estamos repletos de alabanza y adoración al Señor, se llega a andar en la
plenitud del don de espíritu santo. Pablo, en el quinto capítulo de la epístola a los Efesios, nos
dice que si nosotros nos mantenemos andando en la plenitud del espíritu santo, entonces
aparecerán tres resultados:
... Sed llenos del espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y
cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando
siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos
los unos a los otros en el temor de Dios. (Efesios 5:18b-21).
En primer lugar, alabaremos y adoraremos a Dios (vers.19); segundo, le daremos
gracias a Dios por todas las cosas (vers.20); y tercero, nos someteremos los unos a los otros en
el temor de Dios (vers.21). Estos son los tres resultados básicos que debemos procurar en
nuestras vidas a medida que andamos en la plenitud del espíritu santo.
Cuán interesante es observar que Pablo diga que, la primera evidencia de nuestro andar
en la plenitud del espíritu santo, es desbordar adoraciones y alabanzas que emergen
espontáneamente del espíritu de Cristo que habita en nuestros corazones. Estamos empapados
de Cristo y de toda su plenitud.
Lo más maravilloso de mi vida no son los milagros o los dones de sanidades, sino el
gozoso privilegio que tengo de ministrar a mi Padre en los lugares celestiales. Es la
maravillosa conciencia que tengo, en cada minuto del día, de que soy un hija de Dios, guiada y
llevada por el espíritu santo y andando con el Rey de reyes.
La iglesia del primer siglo sabía que su primer ministerio era para el Señor.
En Hechos 13, encontramos que los líderes de la iglesia de Antioquía conocían un
poderoso secreto. Sabían que, a medida que ministraban a Dios, también Él les ministraría a
ellos en sus vidas. Se reunían para celebrar y orar y ministrar ante el Señor. Ellos tenían una
iglesia para cuidar, y todo un mundo a ganar para Dios. Pero estaban conscientes de que sólo
podrían llevar a cabo ese cometido con el poder de Dios:
Ministrando éstos al Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y
a Saulo para la obra que los he llamado. (Hechos 13:2).
Cuando estaban ministrando al Señor, Dios habló y les entregó Sus métodos, Su
sabiduría y Su poder para que conquistasen el mundo.
Muy a menudo decimos, "Señor haz esto por nosotros. Señor, bendice nuestros
esfuerzos." Estas oraciones nunca serán las mejores; en vez de eso, deberíamos primeramente
ministrar al Señor, ser llenos de Su poder y llegar a ser aquellos estanques donde el espíritu
santo pueda imprimir la soberana voluntad de Dios.
Cuando los líderes cristianos del primer siglo se reunían, ellos ministraban al Señor, Y
el Espíritu de Dios dirigía sus operaciones y les llenaba de poder para zonquistar al mundo.
La prioridad de ministrar al Señor también se encontraba en el corazón de los
sacerdotes del Antiguo Testamento, así como en el de los creyentes de Nuevo Testamento.
Los sacerdotes del Antiguo Testamento ministraban al Señor y a la gente. Pero antes
que nada, ministraban al Señor.
En Ezequiel 44 hay un hermoso pasaje concerniente a los dos tipos de ministerios que
debemos llevar a cabo: La ministración al Señor y la ministración a las personas (porque los
demás podemos incluirlos en uno de estos dos ministerios). Los dos tipos de ministerio son
esenciales. El trágico error reside en poner primero nuestra ministración a las personas antes
que la ministración al Señor.
Ciertos levitas permitieron que Israel cayese en la adoración de los ídolos porque
antepusieron otros asuntos delante de Dios. Llegaron a estar tan preocupados con la
ministración a la gente que pura y simplemente se alejaron de Dios. Y Dios manifestó Su
indignación de la siguiente manera:
Y los levitas que se apartaron de mí cuando Israel se alejó de mí, yéndose tras sus
ídolos, llevarán su iniquidad. Y servirán en mi santuario como porteros a las puertas de la casa
y sirvientes en la casa; ellos matarán el holocausto y la víctima para el pueblo, y estarán ante él
para servirle. Por cuanto les sirvieron delante de sus ídolos, y fueron a la casa de Israel por
tropezadero de maldad; por tanto, he alzado mi mano y jurado, dice Jehová el Señor, que ellos
llevarán su iniquidad. No se acercarán a mí para servirme como sacerdotes, ni se acercarán a
ninguna de mis cosas santas, a mis cosas santísimas, sino que llevarán su vergüenza y las
abominaciones que hicieron. Les pondré, pues, por guardas encargados de la custodia de la
casa, para todo el servicio de ella, y para todo lo que en ella haya de hacerse. Mas los
sacerdotes levitas hijos de Sadoc, que guardaron el ordenamiento del santuario cuando
los hijos de Israel se apartaron de mí, ellos se acercaran para ministrar ante mí, y delante de
mí estarán para ofrecerme la grosura y la sangre, dice Jehová el Señor. (Ezequiel 44:10-15).
No importa que el ídolo sea de madera o de piedra o motivaciones personales en
servicios a Dios, todos son idolatría.
Dios dijo: "De acuerdo, ellos son todavía mis levitas, pero tienen que cargar con su
pecado. Y la consecuencia de su pecado es que mientras sean ministros en mi santuario y estén
a cargo de las puertas de la casa, ellos ministrarán solamente a la casa."
Servirán las ofrendas y todos los sacrificios para el pueblo. De cierta manera,
podríamos decir que, estos levitas, ilustran también a todos los que acercan a la gente a Cristo
a través de su sangre sin ministrar primero a Dios. A los que anteponen la obra, al Señor de la
obra. Estos creyentes, aunque establezcan la paz entre Dios y el pueblo y evangelicen a la
multitud, se estarán perdiendo de lo mejor.
Por eso Dios añade acerca de aquellos levitas, "No se acercarán a mí" (vers.13).
Medita un momento lo que esto quiere decir: Estos levitas todavía podrán ministrar la casa,
pero no disfrutarán de un verdadero sentimiento de proximidad con Su Dios aún siendo Sus
ministros. Podrán hacer la obra del Señor, pero no podrán ministrar al Señor de la obra.
Para alguien que entienda lo que significa ministrar al Señor, esta debe ser la más
terrible consecuencia con la que haya que cargar. Esto no tiene por qué sucederle a nadie
necesariamente.
Los otros sacerdotes mencionados en esta escritura son los denominados hijos de Sadoc
(vers.15). Y ya que Sadoc significa "justo" y que Jesucristo es el único justo, cuán
significativamente estos hijos de Sadoc representan aquellos cristianos que vendrían y que
pondrían la ministración a Dios en primer lugar en sus vidas.
Estos hijos de Sadoc, dice esta parte de la Escritura, se mantuvieron fieles en el
cuidado del santuario del Señor mientras que los otros sacerdotes de los israelitas guiaban a
perdición a Israel anteponiendo otros asuntos primero.
Dios dice de estos hijos de Sadoc: "Ellos entrarán en mi santuario, y se acercarán a mi
mesa para servirme, y guardarán mis ordenanzas". (vers.16).
Dios dice que se acercarán a Él así por haberle ministrado antes que a nada ni a nadie.
Solamente los que le ministran así poseen el más precioso de los ministerios: La ministración
para el Señor.
Nada nos debe privar de nuestro ministerio al Señor.
Deja que lleguen catástrofes, permite que venga la depresión, que se instale la recesión,
deja que venga lo que quiera, ¡nosotros jamás debemos parar de ministrarle ante todo y sin
cesar! Antes de comer, antes de cenar, antes de desayunar, antes de cualquier cosa, nosotros
debemos ministrarle ante todo. Nada puede obstaculizarnos ni se debe entremeter en ese
sagrado y permanente tiempo con Él. Si permites que algo interfiera ahí, serás robado de tu
privilegiado tiempo de adoración. Si dejas que algún compromiso se entrometa, saldrás
perdiendo, pues serás robado de la plenitud de gozo que hay en Su Presencia.
Había un hombre que había escrito muy buenos libros acerca de la Biblia. Empleaba
seis horas diarias de su vida es su estudio de la Biblia. Un día fui a verle y le pregunté, “¿Cómo
puede usted hacer eso?” Y él respondió, "tomándome el tiempo, sencillamente."
Esta es una declaración bastante simple y real. Él empleó 100.000 horas de su vida
estudiando la Biblia y pronunció muchísimos comentarios sobre ella. Todo porque no permitió
que nada, ni nadie interfiriese o le distrajera de su estudio de la Biblia.
Eso es exactamente lo que debemos hacer nosotros. Si somos suficientemente
cuidadosos, tomaremos este tiempo y nos aferraremos a él. Dios se mantiene recordándonos
cuán celoso es Él, y sólo a los hijos de Sadoc, el remanente fiel que se presentó para
ministrarle, les fue permitido mantenerse en Su Presencia.
Ezequiel declaró la Palabra del Señor posteriormente con un aviso muy interesante:
Y cuando entren por las puertas del atrio interior, se vestirán vestiduras de lino; no
llevarán sobre ellos cosa de lana, cuando ministren en las puertas del atrio interior y dentro de
la casa. Turbantes de lino tendrán sobre sus cabezas, y calzoncillos de lino sobre sus lomos; no
se ceñirán cosas que los haga sudar. (Ezequiel 44:17-18).
Aquí, por tanto, se declara que cuando los sacerdotes se introdujesen en el patio
interior, ellos debían vestirse sólo con piezas de lino y no debían traer nada en su cuerpo que
fuese de lana cuando ministraban delante de la Presencia de Dios.
Nuestro Dios es un Dios celoso y nosotros somos Sus adoradores. Por tanto, Él no
permite que contaminemos Su gloria con nuestro sudor.
Pero, ¿Qué representa el sudor?
La clave para entenderlo se encuentra en el Nuevo Testamento:
Pues mirad hermanos vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni
muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para
avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil
del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de
que nadie se jacte en Su Presencia. (1ª Corintios 1:26-29).
¡Observa el paralelismo tan bello que se da con Ezequiel 44!
Los sacerdotes debían llevar turbantes de lino, calzoncillos de lino, así que nada
podrían vestir que les hiciese sudar. Está claro que la carne es la que suda y no el espíritu.
Dios nos está diciendo que Él no quiere ver ningún tipo de obra de la carne. Ninguna
carne podrá jamás jactarse en Su Presencia.
Dios no puede utilizar, como instrumento Suyo, a hombres y mujeres que se estriben en
sus habilidades carnales y que confíen en sí mismos. El procura a aquellos que se apoyan sólo
en Él, en todas las cosas que emprendan. De esta manera, Dios es Quien recibe toda la gloria y
no el hombre. Toda nuestra educación y entrenamiento tienen que llevarse y ser depositadas en
la cruz, juntamente con todos nuestros pecados, para que ninguna carne se vea tentada a
jactarse en sí misma, sino que el Espíritu Santo y sólo Él, pase a ser la única sabiduría para
nuestras vidas.
Pablo declaró, hablando acerca de sí mismo:
Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de
Cristo. Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por
basura, para ganar a Cristo. (Filipenses 3:7-8).
Nada que produzca sudor puede penetrar en la Presencia de Dios. Dios está harto de
servicios y adoraciones carnales y se encuentra procurando incesantemente personas que le
ministren a Él en el poder del espíritu.
Eso es por lo que Jesús le dijo a la mujer Samaritana:
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es
Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (Juan 4:23-24).
Dios está procurando gente que le ministre, que le adoren en espíritu y en verdad.
Nuestra función más importante es ministrar a Dios. Y esa ministración debe
anteponerse a todo lo demás. Jesús nos enseña esto utilizando una parábola.
¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del
campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la cena,
cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú? ¿Acaso
da gracias al siervo porque hizo lo que le había mandado? Pienso que no. Así también cuando
hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que
debíamos hacer hicimos. (Lucas 17:7-10).
Aquí vemos mencionados dos tipos de trabajos para nuestro Señor: Arar el campo o
apacentar al ganado y el trabajo de servir al Maestro.
Cuando regresamos del trabajo diario en el mundo, se nos manda primeramente que
ministremos a Dios, que procuremos Su deseo antes de satisfacer el nuestro.
Lo que nos pide que hagamos es: "Prepárate para servirme a Mí, hasta que haya
acabado de cenar Yo, después cuidarás de ti."
Este no es un retrato fiel de la vida de muchos cristianos. Después de un fastidiante día
de trabajo, llegamos a casa, leemos el periódico o vemos las noticias y nos sentamos a comer
con la familia. Después de cenar, jugamos con los hijos y les leemos una historia de la Biblia
antes de que se vayan a la cama. Entonces los metemos en la cama y les decimos buenas
noches. Esto nos deja unas dos o tres horas de tiempo libre para trabajar, descansar, y
conversar antes de que felizmente cerremos nuestros ojos para pasar la noche.
Nos sentimos satisfechos, calientitos y repletos. Sin embargo, mientras descansamos
tan confortablemente, El Señor se encuentra todavía sin cenar en la mesa y lleno de hambre.
No ha sido ni calentado ni alimentado. Ni tampoco ha sido ministrado. Sus anhelos no
le han sido satisfechos. ¡Dios no lo quiera!! Necesitamos arrepentirnos.
Él procura gente que le ministre. Está hambriento de nuestra adoración y alabanza.
Precisamos arrepentirnos y ponerle a Él primero y prepararnos para ministrarle a Él.
Debemos aprender a acercarnos a Él y decirle: "Señor, no vengo con otro propósito
sino el de adorarte a Ti, Yo estoy muy cansado esta tarde, pero antes de irme a la cama esta
noche, Señor, he venido a ministrarte a Tí.” Y después que lo hayamos puesto primero a Él y
de que lo hayamos ministrado hasta que se dé por satisfecho, todavía tenemos que darnos
cuenta de que "somos siervos inútiles, porque simplemente hemos hecho lo que debíamos
hacer."
Necesitamos ir a Dios y decirle: "Padre, perdóname por haberte dejado a un lado y
pensado sólo en mí mismo. Verdaderamente lo siento. Quiero volver a mi primer y más
importante ministerio, mi ministración a Tí. Pero preciso de Tu ayuda. Ayúdame a levantarme
y a esperar en Tí. Ayúdame, cuando vengan tantas cosas que parezcan reclamar mi tiempo y
atención, para ponerte a Ti primero, no importa lo que eso cueste, todo dejaré a un lado."
La adoración está antes que el trabajo. El Señor de la Obra está antes de la obra del
Señor. Para tener un campo externo ministerial que florece lleno de frutos, tenemos que poner
nuestro campo interno a ministrarle primeramente. Porque es a medida que le ministremos a
Él, que Él nos ministra a nosotros y a través de nosotros. Si procuramos primero el Reino de
Dios y Su justicia, todas las cosas que necesitemos vendrán por añadidura (Mateo 6:33).
Cultiva la Presencia del Señor, Acércate a Su Presencia, y deja que Su Presencia te
inunde y repose en ti.
Capitulo Tres
LAS MANERAS DE MINISTRAR AL SEÑOR

N osotros aprendemos a ministrar al Señor estudiando en las Escrituras cómo le

ministraba Su gente y, además, ministrándole cada uno por nosotros mismos.


Hay varios aspectos respecto a ministrar al Señor que están expuestos en Génesis 22
donde la palabra "adoración" se menciona por primera vez en la Biblia.
Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho
iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros. (Génesis 22:5).
En primer lugar, vemos que Abraham creyó a Dios. Igual que Abraham, necesitamos la
fe para adorar a Dios. La Biblia dice:
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca
Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. (Hebreos 11:6).
Solamente después de ser renacido y de haber entrado en Su Reino, te puedes presentar
delante de Dios, por fe y llegar a ser consciente verdaderamente de lo cercano que de
ti se encuentra. Solamente entonces puedes unirte en adoración a través de la guía del espíritu
santo.
En segundo lugar, Abraham obedeció al mandato de Dios y salió para ofrecerle el
sacrificio o adoración. Obediencia y adoración son interdependientes entre sí.
A medida que le obedecemos a Él, más y más cada área de nuestras vidas llega a estar
completamente en Sus manos porque comenzamos a ver más y más Quién es Él y vamos
aprendiendo que Él es absolutamente confiable en Su fidelidad. Cuando vemos y conocemos
a Dios, no tenemos ningún otro impulso que no sea adorarle.
La Biblia dice que nuestros pecados nos separan de Dios. Hacen que se esconda Su
rostro para poder escucharnos (Isaías 59:2).
El pecado nos aleja de Dios, de sentir Su Presencia y de poder adorarle. Pero si nos
acordamos del valor de la sangre y recordamos cómo nos limpia continuamente de
nuestros pecados podemos presentarnos a cara descubierta para que nos vaya transformando y
podamos obedecerle en todos los detalles y minutos de nuestra vida y así disfrutar de una
dulcísima comunión con Él, que, a Su vez, nos va enriqueciendo en nuestra ministración para
Él.
Observa que Abraham se preparó para adorar o sacrificar y se acercó a Dios
separándose de los que le acompañaban, para adorar al Señor.
Debemos prepararnos para adorar al Señor. No podemos encender la televisión en un
minuto y adorar a Dios en el minuto siguiente. Para poder disfrutar este tiempo personal con
Dios, debemos salirnos de todas las confusiones, dejando a un lado personas y situaciones, y
permanecer mentalmente preparados para adorar. Necesitamos llegar a un punto donde,
individual o colectivamente, nuestras mentes y espíritus se puedan centrar en Dios sin
distracción alguna.
Abraham se apartó para ofrecer a Isaac a Dios y lo denominó adoración. Adoración
significa ofrecerle algo a Dios, porque Él es digno de recibir "el poder, las riquezas, la
sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza." (Apocalipsis 5:12).
Dios bendijo previamente a la estéril Ana dándole el hijo por el que ella le había orado.
Le puso por nombre Samuel y lo trajo para ofrecérselo al Señor en Silo como se lo había
prometido.
Ella dijo:
Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedicotambién a
Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. (1ª Samuel 1:27).
Ana dijo "El Señor me lo dio; yo se lo doy al Señor." Y adoraron al Señor en aquel
lugar. La clave para la verdadera adoración se encuentra en ofrecer algo a Dios.
Adoración va siempre junto con sacrificio.
[Sacrificio significa: “Ofrenda a Dios en señal de homenaje o expiación”. En esta
administración de la Gracia, hemos sido expiados por la sangre preciosa de Cristo, entonces,
¿Qué podemos ofrendar a Dios?: ¡Nuestro amor! ¡Nuestro agradecimiento,
reconocimiento y veneración! Nota de traductores].
Después de que Pablo y Silas fuesen azotados y puestos en la cárcel por predicar el
Evangelio, ellos oraron y cantaron alabanzas a Dios. (Hechos 16:25). Sus adoraciones fueron
un sacrificio muy agradable para Él.
Cuando Job fue informado que todos sus hijos habían sido asesinados, él "se levantó, y
rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró" (Job 1:20). ¡Este tipo de
adoración requiere sacrificio!
Aunque la palabra adoración no se utiliza para describir el hecho de María en Juan 12,
la historia de su ofrenda nos da un ejemplo maravilloso de adoración. Jesús vino a cenar con
Marta, Lázaro, y María:
Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los
pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume. (Juan
12:3).
Del mismo modo que María, cuando nos sentamos a Sus pies y ponemos en marcha
nuestra ministración para Él (observa que el perfume era "de mucho precio") entonces Él se
nos presenta y la fragancia de Su Presencia inunda el santuario de nuestras vidas.
La adoración envuelve fe, obediencia, preparación, separación y derramar sacrificio
para Él.
La Biblia nos dice más cosas acerca de cómo podemos adorar a Dios en Juan 4. En este
pasaje, Jesús se encontró con la mujer samaritana en el pozo de Jacob.
Ella le dijo:
…Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y
vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme,
que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis
lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos.
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y
en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y
los que le adoran, en espíritu y en verdad, es necesario que adoren. (Juan 4:19-24).
En este pasaje se nos ofrecen varios aspectos al respecto de dónde, a Quién y cómo
adorar.
Jesús resaltó que la verdadera adoración es interior, del corazón, y no está en conexión
con ningún lugar particular, como Jerusalén o el Monte Gerizim o cualquier ritual externo en
especial.
También señaló que hay mucha gente que adora ídolos y conceptos de hombres sobre
Dios, pero no saben lo que adoran. Sin embargo, Jesús dijo que la nueva generación de
adoradores sería diferente, porque conocerían de cerca al verdadero Dios y le adorarían en
"espíritu y en verdad".
Jesús era la voluntad de Dios puesta en marcha. Él dijo, "El que me ha visto a mí, ha
visto al Padre". (Juan 14:9). Sólo podemos saber a Quién adoramos si conocemos al Jesús que
revelan las Escrituras de una manera íntima y personal.
Expresamos nuestra adoración al Padre en espíritu, porque el espíritu santo nos ha sido
dado. Y porque ese espíritu es el mismísimo Cristo en nosotros y es quien nos muestra todas
las cosas de nuestro amoroso Padre Celestial, nosotros, como Cristo, también estamos
capacitados para adorar a Dios en espíritu y en verdad.
Ya hemos dicho que la adoración es primeramente interior y que es la buena
disposición del corazón y no el lugar o la postura del cuerpo lo que es importante.
Pero, no obstante, Dios quiere que el cuerpo también se encuentre envuelto en la
adoración.
A medida que le adoramos a Él, nos damos cuenta automáticamente que nuestra
adoración se expresa también con actitudes apropiadas del cuerpo.
La palabra hebrea más común usada para "adoración" es shachah, que significa
"postrarse" o
"recogerse en sumisión, inclinarse."
Eliezer, el siervo de Abraham, "se inclinó, y zdoró a Jehová."
Moisés "bajó la cabeza hacia el suelo y adoró" (Éxodo 34:8) cuando Dios descendió y
estuvo con él en el Monte Sinaí.
Cuando Esdras bendijo al Señor:
Todo el pueblo respondió! Amén! ¡Amén! alzando sus manos; y se humillaron y
adoraron a Jehová inclinados a tierra.
El salmista clamó, "Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de
Jehová nuestro Hacedor”.
Aunque muchas veces nos levantamos y adoramos al Señor, como el pueblo de Israel
que "se levantaba cada uno a la puerta de su tienda y adoraba" (Éxodo 33:10), también muchas
veces nos postramos y nos inclinamos, recogiéndonos sumisos delante de Él.
La palabra griega más empleada para adoración es proskuneo, que significa, "dar un
abrazo”, o “besar la mano a”. Generalmente, se refiere a una inclinación delante de Dios como
la que hicieron las mujeres gozosas que, cuando vieron a Jesús resucitado: "abrazaron sus pies,
y le adoraron." (Mateo 28:9).
Pablo, estando en adoración y orando, dobló sus "rodillas ante el Padre de
nuestro Señor Jesucristo" (Efesios 3:14). Él también nos exhorta a levantar "manos santas, sin
ira ni contienda" (1ª Timoteo 2:8) a medida que adoramos a Dios.
Cuando adoramos y estamos en comunión con Dios, hay momentos en los que
entramos en un profundo recogimiento donde no caben palabras o sonidos. Hay momentos
cuando Él nos dice, "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios." (Salmos 46:10). Momentos
cuando nos manda, "Temblad, y no pequéis, meditad en vuestro corazón estando en vuestra
cama y callad." (Salmos4:4).
A medida que Él "cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas" (Salmos
107:29), así Él se acerca a nosotros y nosotros reposamos en Su Presencia a medida que le
adoramos y tenemos comunión con Él.
No tenemos que adorar a Dios con una manera estudiada o específica. Pero hay una
variedad muy rica de maneras de alabarle y adorarle, tanto individual como colectivamente,
según somos guiados por el espíritu santo.
En primer lugar, podemos alabar y adorar a Dios con znstrumentos.
Salmos 150 nos manda que alabemos al Señor "por Sus proezas: Alabadle conforme a
la muchedumbre de Su grandeza" (vers.2). El salmo hace una lista completa de todos los
instrumentos musicales conocidos en el tiempo de David y nos exhorta a alabar a Dios con
ellos.
El versículo 3 declara: “Alabad al son de bocinas; alabadle con salterio y arpa."
El versículo 3 declara: "Alabadle al son de bocina (shophar en hebreo: Especie de
trompa curva), Alabadle con salterio (nebel en hebreo: Un instrumento portátil de diez cuerdas)
y arpa (Kinnor en hebreo: Un arpa o lira de tres a cinco cuerdas).
El versículo 4 dice: “Alabadle con pandero, (toph en hebreo: Tambor, tamboril) y
danza; Alabadle con cuerdas (minnim en hebreo: Como una cítara) y flautas.
El versículo 5 continúa: “Alabadle con címbalos resonantes; alabadle con címbalos de
júbilo”(tseltelin en hebreo: Platillos o platos de bronce).
Todo lo que respira alabe a Jehová. Aleluya. (vers.6).
Cuando David y los 30.000 hombres de Israel se dispusieron a traer el arca de Dios de
Baala a Jerusalén, colocaron el arca de Dios en un carro nuevo. (Lee 2ª Samuel 6:1-5; 1ª
Crónicas 13:1-8).
Y David y toda la casa de Israel danzaban delante de Jehová con toda clase de
instrumentos de madera de haya; con arpas, salterios, panderos, flautas y címbalos. (2ª Samuel
6:5).
Y David y todo Israel se regocijaban delante de Dios con todas sus fuerzas, con
cánticos, arpas, salterios, tamboriles, címbalos y trompetas. (1ª Crónicas 13:8).
El rey David utilizó todo tipo de instrumento conocido en su tiempo para ministrar al
Señor. Está muy claro, por tanto, que debemos ser muy libres de emplear cualquier
instrumento disponible hoy en día también, en nuestra adoración a Dios. Además, por
supuesto, de utilizar nuestros órganos vocales para alabar y adorar a Dios y hablarle, aclamarle
y cantarle Sus alabanzas.
El Salmista dijo:
La alabanza de Jehová proclamará mi boca: y todos bendigan Su santo nombre
eternamente. (Salmos 145:21).
Yo alabaré a Jehová en gran manera con mi boca, y en medio de muchos le alabaré.
(Salmos 109:30),
Como de meollo y de grosura será saciada mi alma. (Salmos 63:5).
Sea llena mi boca de tu alabanza, de tu gloria todo el día. (Salmos 71:8). Señor, abre
mis labios, y publicará mi boca tu alabanza. (Salmos51:15).
Cuando se echaron los cimientos de la fundación del templo durante el liderazgo de
Esdras, los sacerdotes se vistieron y pusieron en sus cintos sus trompetas.
…Y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová, según la
ordenanza de David rey de Israel. Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo:
Porque Él es bueno, porque para siempre es Su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo
aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová, porque se echaban los cimientos de la casa de
Jehová. (Esdras 3:10b-11).
El Salmista escribió, "Pueblos todos, batid las manos; aclamad a Dios con voz de
júbilo." (Salmos47:1).
En una oración a Dios, David le pidió que, "Tus sacerdotes se vistan de justicia, Y se
regocijen tus santos”. (Salmo 132:9). Y Dios respondió que Él había escogido a Sión (vers.13)
y que, por Su voluntad, "Vestiré de salvación a Sus sacerdotes, y Sus santos darán voces de
júbilo." (vers.16).
Siendo como somos, hijos de Dios y no sacerdotes, no solamente tenemos el gozo de
hablar y proclamar Sus alabanzas, sino también de cantar Sus loores.
El apóstol Pablo nos enseñó que debemos cantar "con gracia en nuestros corazones."
(Colosenses 3:16).
Si dejamos fluir el espíritu santo, nos saludaremos "con salmos, con himnos y cánticos
espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones." (Efesios 5:19).
Después de que Pablo y Silas fuesen castigados con azotes (flagelados) y metidos en
prisión por echar fuera un espíritu de adivinación de una muchacha, ellos oraron y cantaron
himnos (humneo en griego) delante de Dios. (Hechos 16:25).
Los Salmos están repletos de exhortaciones para cantarle canciones al Señor, por
ejemplo,
Cantad a Jehová cántico nuevo; cantad a Jehová toda la tierra. Cantad a Jehová,
bendecid Su nombre; anunciad de día en día Su salvación. (Salmos 96:1,2).
Moisés y los hijos de Israel cantaron delante del Señor después de haber sido librados
por Él de Egipto e introducidos por el Mar Rojo. (Lee Éxodo 15:1-21.)
Débora y Barac cantaron alabanzas a Dios cuando les dio la victoria sobre los
cananitas. (Lee Jueces 5:1).
Nosotros, también, podemos ministrar a Dios, alabarle por la grandeza de Sus
obras y la misericordia que derrama sobre nosotros.
Yo creo que debemos enfatizar mucho más el ministrar coros, que el perfeccionar los
coros, en nuestras iglesias hoy en día. Precisamos unir en coro esas canciones y ministerio al
Señor durante el tiempo necesario hasta que, por su influencia, se levante toda la congregación
y ministren al Señor también.
Cuando David trajo el arca del pacto desde la casa de Obed-Edom y se la llevó de
vuelta a Jerusalén, escogió cantores y músicos para que alabasen a Dios delante del arca: Y
David iba vestido de lino fino, y también todos los levitas que llevaban el arca, y asimismo los
cantores; y Quenanías era maestro de canto entre los cantores. Llevaba también David sobre sí
un efod de lino. De esta manera llevaba todo Israel el arca del pacto de Jehová, con júbilo y
sonidos de bocinas y trompetas y címbalos, y al son de salterios y arpas. (1ª Crónicas 15:27-
28).
Qué fácil es darse cuenta de que, en nuestros días, así como en los días de David, es
sólo a medida que primeramente ministramos a Dios en alabanzas y adoraciones, que Su
Presencia -como el arca representaba- se hace manifiesta y viva.
Cuando el arca fue recogida y puesta en reposo en Jerusalén, David encargó a los jefes
de los padres de Israel el servicio de las canciones en la casa del Señor:
Los cuales servían delante de la tienda del tabernáculo de reunión en el canto, hasta que
Salomón edificó la casa de Jehová en Jerusalén; después estuvieron en su ministerio según su
costumbre. (1ª Crónicas 6:32).
David estableció a estos sacerdotes para que cantasen delante del Señor -no para que
sirviesen de diversión para los israelitas. Ellos cantaban 24 horas por día delante de Él. Eso es
lo que algunos hacían, de hecho, los principales entre el pueblo, eran los escogidos para el
cargo. Algunas veces usaban instrumentos y los armonizaban con sus alabanzas y adoraciones.
Estos sacerdotes ministraban delante del Señor "de acuerdo a su orden" día y noche hasta que
Salomón construyó el templo en Jerusalén.
Cuando Salomón dedicó el templo, añadió 120 sacerdotes tocando trompetas a los 288
Levitas que ya eran los cantores o músicos instituidos por David. (2ª Crónicas 5:12).
Como ya hemos referido, fue “cuando sonaban, pues, las trompetas y cantaban todos a
una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y
címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque Él es
bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa
de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la
gloria de Jehová había llenado la casa de Dios”. (Vers. 13-14).
La gloria descendió, no cuando construían el templo o cuando ofrecían sacrificio, sino
cuando ministraron al Señor.
Tanto David como Salomón, sabían muy bien que la prioridad máxima era la de
ministrar al Señor. Salomón continuó preservando los designios de su padre. Durante su
reinado, los sacerdotes continuaron ministrando delante del Señor día y noche con alabanzas y
acciones de gracia y adoración.
¿No deberíamos nosotros ahora como hijos de Dios que somos, ministrarle también,
como le ministraban los sacerdotes debajo del antiguo pacto?
Algunas veces, cuando estamos ministrando al Señor, somos exhortados a levantar con
júbilo los brazos. El Salmista escribe, "Pueblos todos, batid las manos; Aclamad a Dios con
voz de júbilo”. (Salmos47:1).
Hasta los ríos son convidados a tener gozo, sabiendo que viene Dios a emitir Sus
juicios en la tierra, y a "batir sus manos." (Salmos 98:8).
Isaías escribió que cuando Israel fuese traído de vuelta e introducido en la tierra para
estar al frente de las naciones, “los montes y los collados levantarán canción… y los todos
árboles del campo darán palmadas de aplauso.” (Isaías 55:12).
Además, se nos exhorta a mover y levantar las manos a medida que Le ministramos.
La Biblia dice:
Mirad, bendecid a Jehová, vosotros todos los siervos de Jehová, los que
en la casa de Jehová estáis por las noches. Alzad vuestras manos al santuario, y
bendecid a Jehová. (Salmos 134:1,2).
Las manos no se han diseñado para que nos sentemos encima de ellas. Debemos
también ponerlas para la gloria de Dios. Lázaro salió vendado de pies y manos, pero nosotros
somos libres, libres para usar las manos para la gloria de Dios.
Pablo le dijo en su carta a Timoteo, "quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar,
levantando manos santas, sin ira ni contienda”. (1ª Timoteo 2:8).
Las expresiones “manos santas”, “manos limpias”, se refieren a un limpio corazón y
vida. Así, pues, debemos lavarnos en la sangre de Jesús y con la Palabra de Dios antes de
acercarnos a Su Presencia.
El Salmista oró y dijo, "Suba mi corazón delante de ti como el incienso, el don de mis
manos como la ofrenda de la tarde." (Salmos 141:2).
Después de haber dedicado Salomón el templo al Señor, él "se puso luego delante del
altar de Jehová, en presencia de toda la congragación de Israel, y extendió sus manos" (2ª
Crónicas 6:12) en oraciones y loores.
Esdras, en una oración de intercesión, se arrodilló y extendió sus manos al Señor su
Dios. (Esdras 9:5).
Utiliza tus manos para bendecir al Señor; elévalas en Su Nombre (Salmos 63:4).
Elévaselas a Él. Ponlas a Su servicio. Déjalas mecerse con gozo. Elévaselas a Dios, y Sus ríos
de poder y vida se desbordarán.
Podemos alabar a Dios de muchas formas. Podemos alabarle acostados. La Biblia dice
"Regocíjense sus santos por su gloria y canten aún sobre sus camas." (Salmos 149:5).
Se nos exhorta para que lo alabemos "danzando" (Salmos 149:3); y "con pandero y
danza." (Salmos 150:4).
Alabamos a Dios cuando nos acostamos y cuando nos levantamos:
Alabad el nombre de Jehová, alabadle, siervos de Jehová. Los que estáis en la casa de
Jehová, en los atrios de la casa de nuestro Dios. (Salmos 135:1-2).
Dios dijo, refiriéndose "A los sacerdotes hijos de Sadoc...se acercarán para ministrar
ante mí, y delante de mí estarán para ofrecerme la grosura y la sangre." (Ezequiel 44.15).
Cuando Salomón pronunció su oración dedicatoria del templo, "se arrodilló delante de
toda la congregación de Israel, y extendió sus manos al cielo." (2ª Crónicas 6:13).
David escribió, “Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de
Jehová nuestro Hacedor." (Salmos 95:6).
Daniel se arrodillaba mirando a Jerusalén tres veces al día, y oraba y daba gracias
delante de su Dios. (Daniel 6:10).
Hasta Jesús se arrodilló algunas veces mientras oraba al Padre (Lucas 22:41).
Teniendo en cuenta todo lo visto, tanto en las alabanzas como en las adoraciones,
movemos la cabeza o nos recogemos sumisos delante de Dios. Ciertamente, hay momentos en
los que no importa cuál es la actitud de nuestros cuerpos, las rodillas espirituales están
postradas. Pero Dios quiere que usemos el cuerpo para expresarle nuestra adoración cuando
eso sea posible.
No tenemos que ministrar al Señor de ninguna manera especial. Pero hay una cierta y
rica variedad de caminos para expresar nuestra alabanza y adoración al Padre, a medida que
somos guiados por el espíritu santo.
Capitulo Cuatro
ALGUNOS DE LOS RESULTADOS QUE SE OBTIENEN MINISTRANDO
AL SEÑOR
Suceden muchas cosas a favor nuestro cuando ministramos al Señor, pero solamente
vamos a tratar con algunos de esos beneficios.
Algunas veces la adoración culmina en revelación, aunque, normalmente es la
revelación la que nos guía a la adoración.
Cuando Moisés subió al Monte Sinaí, "El Señor descendió en la nube y estuvo allí con
él, proclamando el nombre de Jehová" (Éxodo 34:5). Y entonces "Moisés, apresurándose, bajó
la cabeza hacia el suelo y adoró." (Vers.8). Cuando Jehová se manifestó a Moisés, su reacción
fue adorar.
Cuando Jesús sanó al hombre que había sido ciego de nacimiento, el hombre fue
inquirido por los fariseos, expulsado de la sinagoga y posteriormente hallado por Jesús.
Cuando Jesús le dijo a este hombre que él era el Hijo de Dios, el que había sido ciego
respondió con su adoración diciendo: "Creo, Señor, y le adoró”. (Juan 9:38).
Hay innumerables ejemplos de personas a quienes Dios se les manifestó y cuya
respuesta fue adorarle. Abraham, Jeremías, Isaías, Daniel, todos ellos tuvieron revelaciones del
Señor de una manera u otra y le adoraron.
Cuando Dios se revela a nosotros, tanto si es en Su Palabra, a través de alguna
manifestación de Su poder o a través de alguna experiencia en la que Él nos visita, nuestra
respuesta inmediata es la adoración.
La revelación que nos hace Dios no sólo provoca en nosotros una respuesta de
adoración, sino que, además, generalmente es con la adoración y comunión a Dios, que Él
decide revelarse a Sí Mismo y darnos a conocer Sus verdades. Es decir, la adoración
normalmente nos guía a la revelación.
Tomemos, por ejemplo, el caso de Ana, en Lucas 2. A medida que Ana adoraba al
Señor y estaba en Su Presencia, Dios le mostró muchos de Sus secretos, le enseñó muchas
cosas acerca de Jesús y en cuanto vio aquel bebé en el templo, se dio cuenta que era Jesús, y:
"Hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén." (Lucas 2:38).
Cuando los líderes de Antioquía se encontraban reunidos y ministrando al Señor, el
Espíritu Santo habló y les reveló Su voluntad en cuanto a Bernabé y Pablo. Les dijo,
"Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que os he llamado." (Hechos 13:2). Sus
adoraciones causaron la revelación de parte de Dios.
Isaías probablemente se encontraba orando en el templo cuando tuvo aquella tremenda
experiencia contemplando a Dios:
En el año que murió el Rey Uzías, vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime,
y sus faldas llenaban el templo. Por encima de Él había serafines; cada uno tenía seis alas; con
dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. El uno al otro daba voces,
diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los
quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de
humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y
habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de
los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido,
tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca dijo: He aquí que esto tocó
tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. Después oí la Voz del Señor, que decía:
¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.
(Isaías 6:1-8).
Isaías tuvo una revelación de la santidad de Dios. Dios Se mostró Santo y Altísimo.
Isaías lo vio formidable en Su grandeza, esplendor y majestad. Hasta los serafines se cubrieron
sus rostros y pies y se daban voces el uno al otro diciendo: "Santo, Santo, Santo." (Vers. 3).
Es interesante resaltar que los serafines tuviesen cuatro alas para cubrirse y dos alas
para volar. En otras palabras, podríamos decir que pusieron dos veces más énfasis en la
adoración que en la obra. Ya hemos visto que nuestras obras proceden y fluyen de nuestra
adoración.
También cuatro seres vivientes dijeron lo mismo en una visión que le fue revelada a
Juan:
Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban
llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios
Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. (Apocalipsis 4:8).
Cuando la palabra del Señor vino a Jeremías y Dios le encomendó ser profeta para las
naciones, Jeremías se consideraba a sí mismo profundamente inadecuado para el cargo. Dijo:
“¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! He aquí, no se hablar, porque soy niño." (Jeremías 1:6).
Moisés también sintió la misma dura realidad de su propia incapacidad cuando Dios se
le apareció en la zarza encendida y lo llamó para librar a los hebreos de la esclavitud de Egipto.
Él dijo:
Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de
Egipto a los hijos de Israel? (Éxodo 3:11).
Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra, ni
antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua.
(Éxodo 4:10).
Job, también, cuando se le manifestó el Señor se humilló ante el Señor le dijo:
¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que
no entendía...De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me
arrepiento en polvo y ceniza. (Job 42:3, 5-6). Job adoró y vio al Señor.
Igual que sucedió con Isaías, Jeremías, Moisés, Job y muchos otros, nosotros también
precisamos de una revelación del Dios Viviente. Necesitamos llegar a Su maravillosa
Presencia a medida que le adoramos. Tenemos que ser iluminados con Su poder y vislumbrar
Su santidad y esplendor si vamos a ser instrumentos Suyos. Y eso casi siempre comienza con
adoración.
La adoración, no sólo nos introduce en la revelación de Dios, Sus propósitos y planes,
y nos dice de Quién somos, sino que, además, la adoración también nos hace tener un mismo
sentir, es decir, nos entrelaza milagrosa y extraordinariamente de una forma natural en la
unidad del Espíritu.
Cuando adoramos al Señor con otros hermanos, llegamos a disfrutar con ellos de una
unidad de propósito juntos, un cuerpo único. En vez de concentrarnos en nuestras diferencias,
nos miramos en Cristo y enfocamos al Padre. A medida que somos introducidos en Su
maravillosa Presencia, todas nuestras diferencias desaparecen y no tienen cabida a Su lado. Es
cuando nos vestimos de Cristo para adorar al Padre que llegamos a estar cerca de Dios porque
Él nos atrae a Sí Mismo y también nos acerca con otros hermanos que están en un mismo
sentir adorando a Dios.
Alguien hizo una vez una ilustración hablando de esto, dijo que era como si los
cristianos fuesen predispuestos en un círculo alrededor de Dios, como en una rueda. A medida
que cada uno de nosotros se aproxima de Dios, cerrando el aro de la rueda, también vamos
siendo más cercanos los unos de los otros.
Adorar a Dios hace que seamos de un mismo sentir, y que tengamos un mismo
propósito.
Pablo exhortó a los Colosenses a que se asiesen "de la Cabeza" (Colosenses 2:19), a
mirar a Cristo para recibir el crecimiento que da Dios y no hacer caso de las ordenanzas
mundanas, tales como, no hagas esto o no hagas lo otro. Pablo dijo que si nos vestimos de
Cristo y nos mantenemos enfocándonos a Dios, seremos juntamente nutridos y unidos con
todo "el crecimiento que da Dios." (vers.19).
A través de todo el Libro de Hechos, vemos que los cristianos del primer siglo estaban
unidos en un mismo corazón, y mientras estaban juntos adoraban a Dios y tenían un mismo
propósito.
Adorar a Dios no solamente nos lleva a que tengamos un mismo propósito los
cristianos, sino que también hace florecer la vida y el poder de Dios.
Hay un poder en la alabanza y la adoración que expulsa las influencias satánicas y
liberta las divinas y eso nos hace llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. Dios
habita en medio de las alabanzas de Su gente (Salmos 22:3). A medida que alabamos a Dios, el
poder del espíritu se eleva dentro de nosotros y nos saca de las influencias del enemigo.
Yo precisaba antiguamente invertir una gran cantidad de tiempo para reprender al
Diablo. Pero ahora, sólo le reprendo una sola vez y comienzo a adorar y alabar a Dios. De esa
manera, el Diablo es echado fuera automáticamente a medida que el espíritu santo me va
libertando y yo le manifiesto.
Podemos ver un buen ejemplo de esto en 2ª Crónicas 20 cuando Moab, Amón y Edom
se aliaron para luchar contra Judá y Josafat su rey. Josafat se presentó en medio de la
congregación de Judá y le preguntó a Dios lo que deberían hacer teniendo en vista la inminente
batalla.
Dios Le respondió y dijo:
"… Oíd Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice
así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la
guerra, sino de Dios..... No habrá para que peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos,
y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén..." (2ª Crónicas 20:15, 17).
En el día de la batalla, Josafat:
"…Puso algunos que cantasen y alabasen a Jehová, con vestidos de ornamentos
sagrados, mientras salía la gente armada, y que dijesen: Glorificad a Jehová, porque Su
misericordia es para siempre. Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso
contra los hijos de Amón, de Moab, y del monte de Seir las emboscadas que ellos mismos que
venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros." (2ª Crónicas 20:21-22).
Yo creo que, cuando el pueblo de Dios avanzó contra sus enemigos, sus espíritus se
elevaron en alabanzas y adoraciones. Pasaron del medio natural al sobrenatural, cantando las
canciones del Señor y siendo inspirados por sus espíritus. A medida que iban ministrando al
Señor, el Señor actuaba por medio de ellos derribando a sus enemigos.
Las adoraciones y alabanzas ponen en evidencia la vida y el poder de Dios.
Cuando Pablo y Silas fueron azotados y puestos en prisión por predicar el Evangelio y
por haber libertado a una muchacha de la posesión de espíritus diabólicos, ellos cantaron
alabanzas a Dios. El resultado fue la manifestación inmediata del poder de Dios:
"Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de
la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se
soltaron.” (Hechos 16:26).
Sus alabanzas produjeron un poder que abrió las zuertas de la cárcel.
Cuando alabamos a Dios hoy en día, el poder es tan grande que produce sanidad,
liberación y derriba las puertas de prisiones que el enemigo nos intenta levantar.
Cuando los primeros discípulos alababan y oraban al Señor:
"…El lugar donde se encontraban congregados tembló; y todos fueron llenos del
espíritu santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios." (Hechos 4:31).

El poder y la vida de Dios se manifiestan a medida que le alabamos y le adoramos.


Somos recipientes (vasos de barro) a través de los cuales la vida y el poder de Dios
pueden manifestarse en este obscuro mundo. Cristo es la vida y a medida que vivimos por él y
bebemos de su fuente, su vida fluye por nosotros y se conecta con Dios. Cuando obedecemos a
Dios y andamos por fe, esa propia vida mana de nosotros y se propaga por el desierto del
mundo.
Jesús se puso en pie y clamó en el último día de la Fiesta de los Tabernáculos:
"…Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la escritura, de
su interior correrán ríos de agua viva." (Juan 7:37-38).
Jesús se estaba refiriendo a la plenitud del espíritu santo que sería ofrecido a los
cristianos después que él hubiese sido glorificado. (vers.39).
Cuando vivimos en Cristo y bebemos su vida, se establece una fluido de aguas
espirituales. Dios desea que ese manantial se manifieste para vida. Dios no se contenta
con que recibamos simplemente vida, sino con que lleguemos al punto de manifestarla
en abundancia y corra inundando también la vida de otras personas.
Adán recibió la vida y fue hecho alma viviente. Cristo, "el postrer Adán fue hecho
espíritu vivificante". (1ª Corintios 15:45).
Dios no se contenta con que recibas vida o con producir en ti vida, Él te ha dado el
mismo espíritu que habita en el Cristo resucitado, para que puedan fluir a través de ti, a través
de ese espíritu santo, verdaderos ríos de agua viva. Dios está interesado en ambas cosas: en
inundarte interiormente de Cristo y en que tú lo manifiestes exteriormente.
Jesús se tomó el tiempo, en la Fiesta de los Tabernáculos, para decir que si alguien
viniese a él y bebiese, de la parte más íntima de su ser correrían verdaderos “ríos de agua
viva”. (Juan 7:37-38).
Fue durante el tiempo en el cual los sacerdotes purificaban las aguas del estanque de
Siloé, para mezclarlas con el vino en el sacrificio de la mañana que depositaban en el altar,
cuando Jesús pronunció esas palabras.
Si los sacerdotes derramaban suficiente agua purificada sobre el altar, esas aguas se
desbordaban a través del altar y salían al patio exterior, atravesando las puertas del templo, las
calles de la ciudad, hasta llegar al Valle de Kidron y desembocaban en el Mar Muerto.
Fue mientras los sacerdotes estaban purificando el agua mezclada con vino en el altar y
la gente se encontraba cantando con gran gozo que Jesús se puso en pie y clamó en alta voz:
"Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que crea, como dice la escritura, de su interior
correrán ríos de agua viva." (Juan 7:37-38).
Cristo derrama sus ríos de agua viva por nosotros cuando vivimos por él y bebemos de
él. Cuando adoramos a Dios y le obedecemos, estos ríos corren del seno de Dios y el de los
hombres respectivamente.
Ezequiel vio en una visión desbordarse y descender el Río de Dios procedente del
templo de Jerusalén. Y "aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente."
(Ezequiel 47:1) y salían del lado derecho del altar, a través del lado sur de la puerta oriental y,
eventualmente, también por la parte del campo al este hasta el desierto. En un determinado
punto al sur de Jerusalén, se dividía en dos ríos, un río desembocaba en el Mar Mediterráneo y
el otro en el Mar Muerto.
No hay salida para las aguas del Mar Muerto. Está muerto porque no tiene desagüe.
Esto también sucede en la vida de muchas personas, y ese es el motivo por el cual se
encuentran espiritualmente dormidos.
Pero el Río de Dios está fluyendo hacia el Mar Muerto y sus aguas están siendo
saneadas. Habrá un fluido y un desagüe del Mar Mediterráneo para el interior del Mar Muerto
y vendrán una multitud de peces a ocupar las aguas del Mar Rojo.
Una vez que, en la Biblia, el significado de un océano o mar se da sobre una masa de
gente humana, el Mar Muerto significa una masa humana de gente espiritualmente muerta.
Pero Dios está haciendo que fluya y se desborde Su Río de Vida hacia la enorme masa de
gente humana no regenerada. Ellos beberán de ese Río de Vida y serán sanados.
Dios está produciendo "ríos en el desierto" (Isaías 43:19). Está dando "aguas en la
soledad" (ver.20). A medida que los hambrientos y sedientos vengan a Él y beban, Su vida
también correrá y se desbordará por ellos y también adorarán a Dios con un río de alabanzas.
Entonces, serán movidos a obedecerle y entenderán por qué han sido creados en el espíritu
santo para adorarle.
Ezequiel vio desbordarse el Río de Dios comenzando como si fuese una pequeña
naciente y fue creciendo hasta llegar a ser un gran río con cerca de cinco kilómetros de
anchura. Esto es lo que de alguna manera también sucede en nuestro tiempo.
Adorar al Señor no es solamente dejar fluir Su vida y poder a través de nosotros, sino
que también nos mantiene equilibrados espiritualmente. También nos ayuda a mantener todas
las cosas en su perspectiva apropiada en nuestras vidas.
Necesitamos mantenernos enfocados siempre a Dios, más en Sí Mismo que en Sus
bendiciones y más en Su vida que en la manera a través de la cual Su vida fluye.
Es tiempo de que "Se levante Dios" (Salmos 68:1). Es tiempo de ponerle a Él en primer
lugar y no a nosotros o a nuestras ideas y proyectos.
Cuantas veces ridiculizamos al mundo pagano que adora y sirve a las criaturas más que
al Creador. (Romanos 1:25).
Muy a menudo, también acusamos a los fariseos que adoraban los rituales externos que
les entregó Dios -los cuales señalaban las Cosas venideras- y cuando Cristo de hecho vino, lo
desecharon debido a esos mimos rituales.
¿No hacemos nosotros lo mismo?
Así pues, muchas personas hoy en día tienen una gran variedad de ídolos, ídolos que
exaltan por encima de Dios Mismo. Esos ídolos pueden ser métodos espirituales, dones,
órdenes, revelaciones, etc. Pero sea lo que sea, si lo ensalzamos por delante de Dios, será
siempre un ídolo.
Muchas veces en la historia, Dios ha utilizado a personas, programas y cosas como
vehículos para manifestar Su poder. Pero, muy a menudo, los hombres han terminado
adorando y poniendo la preeminencia en los rituales y las cosas externas y han dejado de lado a
Dios. Los hombres generalmente dejan la vida y se vuelven para la parte externa que contiene
la vida. Sucedió en el Antiguo Testamento y continúa sucediendo también hoy en día.
Todos hemos alguna vez oído que, en Números 21, cuando el pueblo de Israel era
mordido por las serpientes ardientes en el desierto, Moisés fue instruido para hacer una
serpiente de bronce. Él "la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía alguno,
miraba a la serpiente de bronce, y vivía." (Números 21:9).
La vida de Dios se movía a través de la serpiente de bronce. Cuando las personas la
miraban, eran sanadas. Sin embargo Israel se olvidó de la vida y fijó sus ojos en lo ritual y
externo.
Durante 900 años, Israel adoró aquella serpiente de bronce y le quemaron incienso
hasta que
Ezequías la partió en pedazos. Porque Ezequías:
…Quitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los símbolos de Asera, e hizo
en pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta entonces le quemaban
incienso los hijos de Israel; y la llamó Nehustán. (Cosa de bronce). (2ª Reyes 18:4).
Los hijos de Israel estuvieron 900 años adorando el vehículo o instrumento que Dios
utilizó en vez de la verdadera Fuente, Dios Mismo.
¿No se hace lo mismo hoy en día?
Cuando ponemos programas, revelaciones o métodos por encima de Dios Mismo nos
desequilibramos, nos inclinamos a los rituales y símbolos estériles y la vida de Dios la dejamos
a un lado.
Pero si ministramos a Dios primeramente y le damos la preeminencia que merece,
entonces nuestras vidas serán continuamente enriquecidas por Él y seremos instrumentos
Suyos para bendecir a otros hombres y mujeres.
Nunca podrás amarle en demasía. Nunca podrás invertir demasiado tiempo con Él
ministrándole primeramente. Porque Tú “Señor, eres digno de recibir la gloria y la honra y el
poder; porque Tú creaste todas las cosas, y por Tu voluntad existen y fueron creadas.
(Apocalipsis 4:11).
TESTIMONIO Por: Claudia Juárez
Muy amada familia de Dios:
Por voluntad de nuestro Padre deseo compartirles un testimonio personal respecto al
tema de “ministrar al Señor”.
Por la gracia y la misericordia de Dios en los meses de octubre a diciembre del año
2009, nuestro amado Padre comenzó a darme luz, junto con otros muy amados hermanos,
respecto al tema de la adoración. Tuve varias visiones y revelaciones que me mostraron lo que
es la adoración en espíritu y en verdad de la cual hablan las Sagradas Escrituras y que expone
este libro. Milagrosamente, porque yo así lo considero, meses después, Dios nos hizo llegar
como un precioso regalo este maravilloso libro “Ministrando al Señor- El Poder de Su
Presencia”.
Entre las visiones que el espíritu me mostró, deseo compartir una en particular. Esta
visión la recibí meses antes de siquiera saber que existencia este libro: Me encontraba yo
dormida, y en alguna hora de la madrugada Dios me despertó y pude ver a muchas personas
gimiendo y reclamándole a Él, “escupiéndole, arrojándole en la cara” su profundo dolor y
tristeza pensando que Él es el autor de todo el mal que les sucede a ellos y al mundo. Pude ver
y sentir el tremendo clamor que llega hasta Sus oídos desde la tierra. Después Dios me dijo: “!
Te necesito! ¡Minístrame el corazón!” Y sentí la profunda necesidad de recibir amor en el
corazón de nuestro Padre. Yo me quedé simplemente atónita. Le pregunté: “¿Cómo es que el
Creador de los cielos y la tierra me necesita „a mí‟ que soy menos que un granito de arena en
el universo!!!?” ¡Simplemente me parecía increíble lo que Él me decía!!! Pero mi Señor
insistió: “! Te necesito! ¡Minístrame el corazón!”.
Yo había leído la expresión de “ministrar” en el libro de 1ª Samuel, en donde dice que
“Samuel ministraba a Jehová”, pero en realidad este concepto era nuevo para mí, sin embargo,
el espíritu me mostró lo que me estaba pidiendo nuestro Dios. Lo que Él deseaba y me pidió
con gran anhelo y necesidad, fue que lo amara en adoración. Comencé a hablar en
lenguas para ministrarlo, adorándolo y alabándolo con amor diciéndole lo que nacía de mi
corazón de Cristo: lo hermoso y maravilloso que Él Es y le agradecí por Su bondad, Su amor,
Su gracia y Su misericordia. No puedo recordar las palabras exactas que usé aquella noche,
pero habrán sido algo muy similar a lo siguiente:
¡Oh Padre mío te adoro y te alabo mi Señor! Eres tan bueno, hermoso, tan
sublime y misericordioso! ¡El Rey majestuoso de Tu creación, el Todopoderoso, el Altísimo!
¡No hay ningún otro como Tu! ¡No hay bien fuera de Ti! ¡Eres el Primer Amor de mi vida!
¡Tuyo es el Reino, el poder y la gloria! ¡Eres muy digno de ser alabado, bendecido, glorificado,
exaltado y adorado! ¡Te amo con todo mí ser Señor, Dios y Rey mío! ¡Eres maravilloso!
¡Glorioso! ¡El Dios eterno, misericordioso, rico en gracia y asombroso! ¡Eres mi precioso
Tesoro!,! Eres la alegría y la fuerza de mi corazón, por Quien vivo y existo! ¡Abba Padre…te
amo entrañablemente mi Señor! ¡Así clama mi espíritu! ¡Te adoro y te alabo con todo mí
ser!!...
El recurso de hablar en lenguas y adorarle perfectamente con palabras dadas por el
espíritu es maravilloso. Sin embargo, la verdadera adoración envuelve más que sólo hablar en
lenguas, ¡y de ninguna manera menosprecio esta o cualquier otra manifestación del espíritu!
¡Es simplemente que el amor de Dios siempre es el camino más excelente!
1ª Corintios 3:1-3:
Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal
que resuena, o címbalo que retiñe.
Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda
la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi
cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.
No tengo idea del tiempo que transcurrió mientras lo ministraba, pero aquella
“necesidad urgente” que sentía mi espíritu por ofrendarle mi amor y mi adoración, cesó
y después de un rato simplemente volví a dormirme.
Recientemente, se ha levantado una controversia entre algunos hermanos, respecto a
este libro y a la palabra “ministrar”, argumentando que es impropio, inadecuado o inexacto
usarla como sinónimo de adoración, ya que, dicen ellos, “ministrar” era el servicio que los
sacerdotes hacían en el Antiguo Testamento.
Bueno, pues “ministrar” es simplemente “dar, suministrar algo a alguien que lo
necesita”, así lo define el diccionario.
Ministrar o servir a Dios, no es sinónimo de adorar. Adorar es parte de ministrar, pero
“ministrar a Dios” es simplemente DAR A QUIEN ES DIGNO DE RECIBIR TODA
LA GLORIA, LA HONRA, LA ALABANZA, EL HONOR Y EL PODER, como hemos
leído de las Sagradas Escrituras en este pequeño libro. Pero, ¿¡Qué podemos darle al Altísimo
Señor que creó los cielos y la tierra!!?: NUESTRO PROFUNDO AMOR,
RECONOCIMIENTO, VENERACION Y AGRADECIMIENTO.
En la iglesia en la que he crecido y convivido por años, se usan expresiones tales como:
“ministrar sanidad” o “ministrar el Pan de Vida” o “ministrar en ciertas situaciones de asuntos
espirituales”. La Biblia habla de “ministrar a los santos” en el Nuevo Testamento” (Romanos
15:25), En 2ª Corintios 9:1, habla de “la ministración para los santos” hablando de las ofrendas
que se usan para suplir las necesidades de las iglesias con carencias materiales. Sí, el Antiguo
Testamento habla también de ministrar como el servicio que hacían los levitas en el templo,
pero también se ve en la Biblia este uso de “dar algo a alguien que lo necesita”.
A Dios DAMOS o MINISTRAMOS alabanza y adoración en comunión con Él. A los
que requieren sanidad DAMOS o MINITRAMOS sanidad con el poder y la autoridad que se
nos ha otorgado en Cristo. A los que no conocen la Palabra o que necesitan
escucharla, les DAMOS o MINISTRAMOS el Pan de Vida. Esta explicación es muy
simple.
El espíritu de Dios es Quien nos guía y muestra a cada hijo Suyo toda la verdad. No
tengo necesidad de defender este libro, porque es Dios mismo Quien lo ha prosperado y Quien
lo seguirá haciendo prosperar, conforme a Su Voluntad. Es Dios mismo Quien lo hará llegar a
aquellos que Él desee y esté llamando a una intima comunión con Él. Pero nuestro Padre me ha
expresado Su Voluntad de que yo comparta mi testimonio. Él me habló de esta palabra
“ministrar” antes de yo siquiera saber que existía este libro, este concepto me lo mostró el
espíritu, y será Su Voz quien les muestre a cada uno de ustedes la verdadera adoración en
espíritu y en verdad.
También deseo dar testimonio de cómo las reuniones en las que he participado
“ministrando al Señor” son asombrosas. La nitidez de Su Presencia en estas reuniones es
sublime y maravillosa cuando le adoramos y alabamos con todo el amor de Dios en nuestro
corazón. En particular quiero hablar de una reunión en la que participé en Valencia, España en
el verano de 2010 durante una visita que hice a los santos en la Península Ibérica.
La iglesia de Valencia es una reunión en casa floreciente y muy amorosa a la que
fuimos invitados varios amadísimos hermanos en Cristo de Portugal y yo, que venía de
México, entre ellos Juan Luis Molina, mi amado hermano con quien he traducido este libro.
Las reuniones fueron llenas del calor y gran ternura del amor de Dios. Nuestra tan hermosa
familia en Cristo ahí nos recibió con gran expectación, agradecimiento y muchísimo amor de
Dios. Una de las reuniones la dedicamos muy específicamente a ministrar a nuestro Padre,
aunque libremente puedo decir que los días de nuestra estancia en Valencia, ministramos a
nuestro Dios juntos todo el tiempo. Tuvimos una deliciosa y muy rica comunión cantando y
alabando a nuestro Dios, compartiendo el pan juntos y compartiendo sobre la bendita gracia de
Dios en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, esta reunión de la cual doy este breve
testimonio, fue especial. Quisimos derramarle juntos el corazón a nuestro Padre alabándolo,
cantándole, orando, dando acciones de gracias y manifestando el espíritu santo por medio de
palabra de profecía y hablar en lenguas con interpretación. ! Fue maravilloso! Cada hijo Suyo
ahí, caímos de rodillas en nuestros corazones conmovidos por la Presencia de Dios entre
nosotros, El descendió y nos ministró el corazón a cada uno. Muchos derramaron lágrimas de
amor y agradecimiento hacia nuestro Padre por Su liberación que en ese momento recibimos.
Todos reconocimos que la Presencia de nuestro Abba nos estaba acariciando el corazón y
manifestándonos Su amor eterno e inconmensurable. Muchas sanidades se dieron lugar ese día,
del cuerpo, del alma y liberaciones de espíritus inmundos sin necesidad de ministrar a nadie.
Yo personalmente fui sanada de un malestar físico que me había sobrevenido unos días atrás.
Nuestro majestuoso y tierno Abba se desbordó sobre nosotros, mientras nosotros nos
desbordamos a Él. Su Presencia nos sanó tierna y maravillosamente.
Vivo muy agradecida a nuestro Abba Padre por el gozo y la luz de este entendimiento
que se ha abierto frente a nuestros ojos sobre “ministrar al Señor” y el tremendo poder que hay
en Su Presencia. Buscar el Rostro de nuestro Dios “a puerta cerrada” en profunda intimidad
con Él, es un verdadero y maravilloso deleite, honor y privilegio que nos ha sido dado sólo por
Su bendita gracia y el sacrificio perfecto de nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo. Con su
muerte y resurrección tenemos el derecho de presentarnos en el Lugar Santísimo, en la
mismísima Presencia del Dios Todopoderoso lavados por su sangre, justificados por su
sacrificio. Esto sólo es posible por la infinita gracia y misericordia de Dios y jamás por
obra u esfuerzo humano alguno. Sólo Jesucristo, nuestro amado Salvador, es El Camino, La
Verdad y La Vida.
Mi Dios me ha enseñado por medio del espíritu que no hay mayor regocijo y deleite en
este mundo que tener una muy intima y personal relación con nuestro Dios y Padre. La
adoración nos lleva Cara a cara con Él y Dios se revela a Si Mismo a nosotros: nos muestra Su
apacible quietud, Su asombrosa ternura, Su dulzura, Su inconmensurable, infinito e
incondicional amor eterno y nos revela Sus altísimos caminos y pensamientos. Nuestro muy
generoso Abba nos envuelve y abraza en la relación más cálida, tierna, amorosa y llena de
libertad que jamás soñamos tener y nos manifiesta el regocijo con el que Él recibe nuestras
ofrendas de amor en adoración. ! Qué hermosísimo e indescriptible privilegio!
Los que hemos descubierto el tesoro que hay en ministrarlo, constantemente
derramamos lágrimas de gozo y agradecimiento ante Su sanadora y majestuosa Presencia.
Llegamos a conocer cada día un poquito más del amoroso corazón del Todopoderoso, a Aquel
que los cielos de los cielos no pueden contener, a Aquel que nos ha amado, esperado y
anhelado desde antes de la fundación del mundo y que entregó a Su más preciado Tesoro por
nosotros: Su hermoso Unigénito.
Cuando Dios comenzó a revelarse a mí muy vivamente después de muchos años de
conocer las Sagradas Escrituras, yo le pregunté porque podía verlo con tanta nitidez y claridad
justo ahora. Él me llevó a Mateo 7:7-11:
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que
pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?¿O si le
pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas
dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a
los que le pidan?
¡El que busca, encuentra! ¡Busca a tu Dios! ¡Busca Su Rostro cada nuevo amanecer!
Búscalo de todo corazón y pídele que se manifieste a ti! ¡El está deseoso de mostrarte Su amor,
ternura y dulzura! Ciertamente Dios te responderá porque es muy amoroso y fiel, ¡Eres Su hijo
muy amado!
¡Él es tu Padre que te ha esperado desde antes de la fundación del mundo! ¡Ninguna
cosa creada puede separarte de Su amor!
Dios te bendiga.
Con gran amor en Cristo, Claudia Juárez.
¡Te alabo Dios, Señor y Rey mío por tu grandeza, gloria y poder!
Dios mío…Abba mío, ¡enséñame a hacer tu voluntad!, porque tú eres mi Dios, tu buen
espíritu me guie a tierra de rectitud. ! Enséñame a glorificar y alabar tu Santo Nombre!
¡Bendito seas por tu misericordia que más alta que los cielos y mejor que la vida ¡Exaltado
seas sobre los cielos, sobre toda la tierra sea Tu gloria! Santo, Santo, Santo.
¡Te amo Abba mío! ¡Te exaltare mi Dios, mi Rey y bendeciré tu Nombre, eternamente
y para siempre, cada día te bendeciré!
Salmos 63:1-5
Dios, Dios mío eres tú; De madrugada te buscaré;
Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, En tierra seca y árida donde no hay aguas,
Para ver tu poder y tu gloria, Así como te he mirado en el santuario. Porque mejor es tu
misericordia que la vida; Mis labios te alabarán.
Así te bendeciré en mi vida; En tu nombre alzaré mis manos.
Como de meollo y de grosura será saciada mi alma, Y con labios de júbilo te alabará
mi boca.
Salmos 108:3-5
Te alabaré, oh Jehová, entre los pueblos; A ti cantaré salmos entre las naciones.
Porque más grande que los cielos es tu misericordia, Y hasta los cielos tu verdad.
Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios,
Y sobre toda la tierra sea enaltecida tu gloria.
TESTIMONIO Por: Gracinha Bento Alabanza:
¡TODA LA GLORIA LA HONRA Y EL PODER PARA NUESTRO
AMADÍSIMO ABBA PADRE!!! TÚ ERES DIGNO DE NUESTRA PLENA ADORACIÓN.
TU ERES NUESTRO PRIMER AMOR Y SABER QUE NOS MIRAS CON TAN
INCONMENSURABLE AMOR. NOS DERRITE EL CORAZÓN. ¡DERRAMAMOS
LÁGRIMAS DE GOZO AL VER TU TIERNA MANO QUE NOS ACARICIA EL ROSTRO
Y POR TU COBIJO Y ABRAZO ETERNOS! ¡NOS POSTRAMOS EN EL CORAZÓN
ROSTRO EN TIERRA Y A TUS PIES! ¡ABBA!, ¡AMADÍSIMO PADRE!
¡TU ERES NUESTRO MÁS HERMOSO SUEÑO QUE SE VOLVIÓ NUESTRA
BENDITA REALIDAD!!!!
Mis amadísimos hermanos:
¡Dios nos siga bendiciendo como siempre!
La adoración es un tema muy presente en nuestra relación con Dios. Cuando repaso las
Escrituras, veo en ellas el inmenso poder que se desborda de Dios cuando las personas lo
adoran de todo corazón y se encomiendan en Sus Manos. Roxanne Brant dice que "a medida
que adoramos a Dios, las personas sanan y Dios desciende sobre ellas. Pero lo más maravilloso
es la nítida sensación de Su Presencia." Pensaba en Ana, la madre de Samuel y en cómo
devolvió a Dios lo más precioso en su vida. Sólo lo mejor fue suficiente en el corazón de esta
mujer para ofrecerle a Dios y expresarle su profundo agradecimiento. Su “ungüento de mucho
precio” fue lo que ofreció en alabanza y para glorificar la Santa Majestad de Dios, que era el
hijo que no tenía y por el cual era menospreciada por la otra mujer de Elcana su marido.
Qué impacto tiene sobre el corazón de Dios cuando le damos no sólo nuestra vida, sino
la disposición del corazón para decirle que no hay nada en este mundo que se compare con Su
Presencia.
Que hermoso y significativo es el pasaje en Marcos 14:3-8, donde dice que María vino
a Jesús con un vaso de alabastro con perfume de nardo puro de mucho precio, y quebró ese
vaso de alabastro y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús y algunos dijeron: “¿Para qué
se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía haberse vendido por más de trescientos
denarios, y haberse dado a los pobres.” Ella dio al Señor Jesucristo lo más precioso que tenia,
aunque para los demás haya sido un desperdicio, incluyendo a los mismos apóstoles. Podemos
aprender de este pasaje la forma en cómo podemos darle a nuestro Dios también lo más
precioso que tenemos.
Cuando somos inundados por el amor y la gracia de Dios, nuestro “vaso de alabastro”
(nuestro ser entero) desea derramarle un amor único y escogido a Él, por ejemplo, cantando en
lenguas para adorarlo, ¡como Pablo y Silas en la cárcel cantaban himnos y se sacudían los
cimientos de la misma! ¿Cómo no va nuestro Padre a manifestarse cuando le ofrecemos
nuestra plena adoración con todo el amor en el corazón? Esta ofrenda, es de olor grato a Dios
cuando “desperdiciamos” nuestras vidas para Él, porque nos damos por muertos en la vieja
naturaleza y es Cristo ahora quien vive en nosotros para glorificar al Padre.
En el libro de Bullinger-La Cueva, “Diccionario de Figuras de Dicción” se ve la actitud
del corazón de Jesús alabando a Dios, en medio de la tribulación:
“En aquel tiempo, respondió Jesús y dijo, es decir, tomó Jesús la palabra y dijo. De esta
forma solemne, se centra nuestra atención en lo que dijo: “Te alabo Padre, etc.”Asimismo, se
nos hace observar que Jesús “respondía” a las circunstancias de “aquel tiempo”. ¿Qué
circunstancias eran éstas? Juan el Bautista había enviado a sus discípulos para esclarecer sus
dudas sobre si Cristo era el Mesías prometido o no (Mateo 11:2-6); la gente se había burlado
de Juan y de Jesús mismo (v.16-19); las obras maravillosas de Jesús parecían no producir fruto
alguno (v.20-24). Pero, precisamente, “en aquel tiempo”, cuando todo parecía terminar en
fracaso, el Señor Jesús descansa en sumisión completa a la voluntad del Padre, y ofrece
descanso a todos los que se hallen fatigados y cargados, etc.”(v. 28,29).
No siempre son felices las circunstancias para nosotros, como no lo fueron para Jesús,
pero siempre hay una oportunidad para adorar a Dios porque Él es digno de recibir toda la
gloria, la honra y el poder.
Nunca pude imaginar la cercanía que nuestro Padre desea tener con cada uno de
nosotros. Lo que estoy viendo y disfrutando más claramente en estos últimos tiempos es la
intimidad que Dios desea ardientemente tener con cada uno de Sus hijos y cómo, con en Él,
tenemos absolutamente todo. Es indescriptible cómo El Padre tiene siempre la última palabra,
Él reina y gobierna en nuestras vidas si así se lo permitimos.
En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los
niños. Mateo 11:25
¡Hermoso! ¿verdad? Deseo aprovechar esta oportunidad para dar un testimonio de algo
que Dios me mostró hace ya muchos años y que jamás podré olvidar. Vi como la naturaleza
rindió alabanza a Dios en un momento especial. Era el final de una clase de la Palabra de Dios
en que muchos estábamos reunidos con el propósito de renacer del espíritu de Dios, y en
consecuencia todos hablaríamos en lenguas. Mientras desbordábamos esos ríos de aguas vivas,
yo muy llena de gozo, abrí mis ojos y esto es lo que vi: ¡Las hojitas de una planta empezaron a
dar palmadas!, ¡como las manos de un hombre que con regocijo rinde alabanza y
adoración a Dios! La naturaleza misma dio un grito dando gloria al Creador y proclamó su
alabanza dando palmadas de aplauso al ver derramarse el espíritu santo sobre nosotros.
Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados
levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de
aplauso. Isaías 55:12
Que tremenda señal fue para mí y hoy pienso que es un ejemplo a seguir, deseamos en
el corazón rendirle nuestra plena adoración alabando a Su Santa Majestad dando palmadas de
aclamación y alabanza a Dios con palabras de nuestro entendimiento o en lenguas por sus
increíbles hechos ¡Esto fue para mí realmente inolvidable!
No me canso de leer el relato de Josafat y de ver la gracia de Dios para su pueblo. En
ese entonces, todavía no había venido Cristo quien venció por nosotros, todas las batallas. Es
asombroso darnos cuenta de lo que Dios dice: Que en esa ocasión no iban a pelear ellos,
“porque no es vuestra la guerra, sino de Dios”. Su pueblo solamente le alabó y vio delante de
sus ojos la salvación de Jehová. En la traducción en portugués que es mi idioma natural, dice
que ¡ordenó cantores que alabasen a la Santa Majestad de Dios y que ellos salieron delante de
la gente armada! ¡Qué confianza de ir a “pecho abierto” al encuentro de una gran multitud
enemiga, sabiendo que Dios los iba a librar! “Y cuando comenzaron a entonar cantos de
alabanza”, el enemigo se encargó de aniquilarse a sí mismo. Este no sería nunca el orden de
prioridades de un estratega militar, sin embargo, Josafat escogió hacer la voluntad del Padre
que era empezar a entonar cantos de alabanza.
Entonces Josafat se inclinó rostro a tierra, y asimismo todo Judá y los moradores de
Jerusalén se postraron delante de Jehová, y adoraron a Jehová. Y se levantaron los levitas de
los hijos de Coat y de los hijos de Coré, para alabar a Jehová el Dios de Israel con fuerte y alta
voz.
Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de
Amón, de Moab, y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá,
y se mataron los unos a los otros
Y todo Judá y los de Jerusalén, y Josafat a la cabeza de ellos, volvieron para regresar a
Jerusalén gozosos, porque Jehová les había dado gozo librándolos de sus enemigos. Y vinieron
a Jerusalén con salterios, arpas, y trompetas, a la casa de Jehová. 2 Crónicas 20:18, 19, 22,
27,28.
Deseamos “quebrar nuestro vaso de alabastro” y “derramar sobre la cabeza de nuestro
Dios” el mejor ungüento que es adorarle, si es posible, las 24 horas del día. ¡Nadie, ni nada es
más precioso que nuestro Padre! Todo nuestro tiempo, recursos y disposición del
corazón no serán nunca demasiados para Quien es digno de toda la alabanza y adoración.
Cuando se alumbran los ojos de nuestro entendimiento espiritual sobre la naturaleza
amorosa de nuestro Padre, sabemos que todo el trabajo en beneficio del alma humana (la obra
del Señor) es precioso y valioso solamente cuando ocupa el lugar apropiado. No hay nada
superior al Padre a Quien servimos con nuestra adoración. Adorar a nuestro Abba Padre es
como la “buena obra” que María hizo con el Señor Jesús ungiéndolo antes de su muerte y
sepultura. “Siempre tendréis a los pobres con vosotros y cuando queráis les podréis hacer bien;
pero a mí no siempre me tendréis”. Estas palabras del Señor Jesús establecen claramente la
prioridad que es servir al Señor de la Obra, a nuestro Todopoderoso Dios. Su Majestuosa
Presencia y Sus sublimes pensamientos ciertamente se manifiestan cuando le entregamos
nuestras vidas por completo en adoración y amor.
Adorando al Señor,
Gracinha Bento
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ALABANZA
La Consecuente Adoración a mi Padre Celestial
Por Charo Quesada
Deseo expresarte oh Padre mío, el profundo sentir que TU AMOR produjo en la más
íntima partícula de mi ser. Pero dime Padre mío: ¿Cómo lo haré? ¿En lenguas?
¿Lenguas angélicas, que según aprendimos es la oración perfecta? Oh Padre
amado, mi espíritu clama con ardientes deseos de decirte: “cuánto te amo, consecuencia de Tu
sublime amor por mí” también con palabras humanas que entiendo, porque Tú Padre mío
despertaste en mí este sentir.
¡Oh mi bendito Creador! Si Padre, Te entiendo como mío, exclusivo, íntimo y
personal, este eres Tú, esta es Tu ilimitada e incondicional naturaleza: ¡Tu AMOR el cual
sobrepasa todo entendimiento!
Recuerdo “a fuego”, cómo me esperaste, callando de amor Padre, ¡cómo amándome me
cautivaste! Así Padre nuestro conquistas y cautivas los corazones de cada uno de Tus
hijos.
SOFONÍAS 3:17 Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti
con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos. Padre, Tú eres el único que
mereces toda la Gloria, todo loor, toda alabanza, toda reverencia… Si Padre, ante Tu
majestuosidad y magnificencia toda rodilla que te conoce Cara a cara se dobla para “adorarte
en espíritu y en verdad”.
¡Ohhh Padre cuánto callaste amándome, cuanto me esperaste Padre mío! Y, es tanto el
efervescente júbilo que produce Tu Espíritu en mi ser Dios, que mi espíritu se presenta ante Ti
Dios mío para servirte, para adorarte y reverenciarte. Te canto himnos de alabanza, Te bailo
danzas con mis mejores atuendos Padre mío. ¡Cuánto honor y privilegio Padre amado, cuánto
descanso y paz concedes por Tu bendita gracia a mi ser Padre, pudiendo presentarme
ante Ti, sin nada más que ofrecerte, que la consagración de todo mi ser, tuya soy Padre para
adorarte y exaltar Tu Santo Nombre eternamente!
Tu hijita, Charo Quesada
ALABANZA Y ADORACIÓN
Por Juan Luis Molina

AmadoTeófilo:
Hoy, mientras venía a casa cabizbajo pensando en un montón de cosas, quejándome de
todo con el Padre y diciéndole que mandase ya de una vez por todas al amado en las nubes, se
puso un mirlo a cantar a pocos metros de donde yo estaba, y me dijo el espíritu: ¡Eh, tú! ¡Pues
mira! Éste aquí, mientras tú te pasas la vida quejándote, él se la pasa alabando con sus trinos al
Padre. - De repente, fue como si recordase las palabras de las clases en las que fui instruido
cuando comencé en la Palabra y me cuestioné lo siguiente: Si al mirlo éste, le están saliendo
con sus trinos, alabanzas al Altísimo, entonces, ¿qué clase de trinos pueden ser estos?
¿Angélicos o de aves? y me volvió a hablar el espíritu diciendo: No midas tanto la menta, el
eneldo ni el comino y atiende a lo que verdaderamente te estoy diciendo - “Pero, Padre”,
repuse yo - El mirlo tiene muchos tipos de trinos, o a mí por lo menos eso me parece cuando
los escucho. Si los oigo en mi jardín por la mañana temprano, me suenan como un clarín de
trompetas de júbilo y, si los escucho al atardecer, entonces me parecen gemidos de felicidad y
satisfacción. Así que, lo mismo que le sucede al mirlo, nos sucede a nosotros que tenemos
lenguas angélicas y humanas: Sí, en todos los trinos del mirlo y en todas nuestras lenguas
humanas o angélicas que provienen del espíritu, puso el Altísimo este íntimo deseo de alabar al
Creador.

Amada familia, todos los “trinos y clarinetes” que trae nuestro Cristo alaban al Padre.
Lo mismo para lo que hizo al mirlo, hizo a todas Sus criaturas el Creador: A todas las ha hecho
Dios y a todas ellas las destina Él para Su gloria y alabanza. Cristo no es ninguna excepción a
ésta regla. Él fue creado para adorar y alabar al Padre. Y el bendito milagro es que nosotros
podemos hacer lo mismo que él, presentarnos al Padre con la misma justicia que tiene Cristo
Jesús y poder ver con él sentaditos a los pies del Padre Sus magníficos escenarios. Porque, sin
ver estos majestuosos escenarios, de ninguna manera podrá salir por nuestros labios la
verdadera exclamación: esa voz, ese clamor, ese grito de victoria de emoción y júbilo.
Adoración tiene que ver más con este grito de júbilo que con cualquier otra cosa. Es decir, la
verdadera adoración sería como la exclamación de un niño de pecho habiendo quedado
satisfecho de la leche que ha bebido y por todo el amor con que lo ha inundado su madre.
Tiene que ver con la risa de plena satisfacción que se le dibuja al niño en su rostro, a esto lo
denomina mi espíritu la verdadera alabanza y adoración.
La verdadera adoración, la que sale de nuestro Cristo hacia el Padre, es algo en lo que
los ángeles ponen su atención y añoran mirar. Ellos desean estar presentes cuando eso sucede.
Y además, también es algo que no pueden soportar los oídos de los espíritus inmundos. Hay un
poder impresionante en medio de la verdadera adoración. Se consiguen victorias asombrosas y
contundentes sobre el adversario y todas sus moscas cuando se destapa la adoración y alabanza
al Altísimo. A nosotros se nos encendieron las antorchas -como a Gedeón en la batalla contra
los Madianitas- mientras entonábamos alabanzas y adoraciones en íntima comunión con
nuestro Abba.

Dice nuestro Dios:


Esperando al amado en las nubes, hasta que Yo lo mande, quiero rodearte de mis
mensajeros los ángeles; porque a ellos les deleita el trino que tiene tu nuevo hombre para Mi,
Tu Padre y no permitirán que dardo de fuego alguno te toque. En medio de tu adoración y
alabanza, todo se vuelve un suave vientecillo dulce, agradable y apacible.
Por eso y muchas otras cosas más, ha sido un gran privilegio para nuestras vidas que
Dios nos acercase el trino de Su mirlo Roxanne Brant en éste libro "Ministrando al Señor":
porque con él nos abrió nuestro Abba el entendimiento en Su verdadero propósito: ¿Cuál es la
verdadera finalidad para TODO lo que ha sido creado por nuestro Abba Padre? O antes o
después, toda la creación acabará a Sus pies recostadita, entonándole las más suaves y dulces
melodías al Altísimo, en medio de una orquesta perfecta y divina de Cuerpos celestiales.

En Su amor primero,
Juan Luis Molina.

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