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Introducción……………………………………………………………………. 6
Ministrando al Señor…………………………………………………………. 43
ministerio. Son verdades Divinas. Después de varios años de enseñar y predicar este mensaje,
siento más intensamente que nunca que, si sólo miramos a Dios y antes que nada le
ministramos,
veremos a la iglesia de Jesucristo erguirse con una nueva gloria y brillo, encendida con
Su fuego e inundada de una santa pasión por hacer Su voluntad.
Hemos estado demasiado tiempo adorando los ídolos de nuestros días. Se han exaltado
las tradiciones por encima de Su Evangelio y la institución se ha sobrepuesto a Su Señor.
Precisamos mudar el rumbo. Hemos permitido que todas las demás cosas prevalezcan en la
iglesia, y ahora es el tiempo de que se "levante Dios, y sean esparcidos Sus enemigos."
(Salmos 68:1) a medida que nos volvemos a Él completamente para ministrarle y para hacer Su
voluntad.
Este pequeño libro no cubre de ninguna manera todos los detalles acerca de este tema
de ministrar al Señor. Se escribe simplemente para dar a conocer lo que Cristo ha hecho tan
palpablemente en mi vida. También se ha escrito porque esa ha sido la voluntad de Dios, Él me
dijo que lo escribiera. Espero que cambie tu vida de la misma manera que mudó la mía.
Dios te bendiga
Roxanne Brant
Capitulo Uno
QUÉ ES MINISTRAR AL SEÑOR
Una de las más importantes razones, por las que hay "falta de poder" hoy en día en la
iglesia Cristiana, se debe a que los cristianos han dejado de ministrar al Señor. Bíblicamente
hablando, es evidente que nuestra ministración al Señor debe ser primordial y anterior con
respecto a la ministración a los hombres si queremos ser eficaces. Aun después de ser
llenos con espíritu santo, si nuestras prioridades con respecto a estas dos ministraciones están
al contrario, vamos a ser de poca ayuda e impotentes delante del mundo pagano en el cual
vivimos.
Necesitamos de una vez por todas volver a sumergirnos de nuevo en el manantial de la
vida Divina y embebernos en Él, La Fuente Única de aguas vivas. Precisamos envolvernos del
maravilloso Cristo resucitado, conocerle íntima y profundamente. Sólo entonces veremos que
nuestra ministración a Dios es la que nos capacita con renovada frescura y poder para ejercer
nuestra ministración posterior a los hombres. Será entonces que, no sólo hablaremos del poder
de Dios, sino que también lo veremos demostrado y en manifestación en nuestras vidas.
Nunca antes me había Dios iluminado tanto y grabado mi alma con otra verdad: la
verdad de que nuestra primera ministración es para Él y no para los hombres.
La revolución en mi vida se dio un día en el que el espíritu santo comenzó gentilmente
a insistirme diciendo: "Ministra al Señor. Ministra al Señor." Durante varios días seguidos, esta
frase continuó repitiéndose en mi mente. Por eso comencé a investigar en las Escrituras. En
ellas encontré que, servir al Señor, o ministrar al Señor, podían haber sido traducidas de las
mismas palabras hebreas y griegas (“sharath” en hebreo; “diakoneo” en griego).
Hay muchas maneras en las que los creyentes ministran, o sirven, al Señor. Podemos
ministrarle a través de ministrar a los que Él ama (Mateo 25:40). Podemos hacerlo también
presentándole nuestros diezmos y ofrendas. Y podemos ministrarle ofreciéndole nuestras
alabanzas y adoraciones.
A pesar de las numerosas maneras en las que podemos ministrar a Dios, yo sabía que el
espíritu santo se refería a esta última vía en su insistencia – la vía que dice respecto a ministrar
a Dios con nuestras alabanzas y adoraciones.
Es impresionante ver cuán a menudo se menciona en la Biblia este asunto de "ministrar
al Señor." Cuando Israel llegó a Sinaí, durante su travesía en el desierto, “…apartó Jehová la
tribu de Leví para que llevase el arca del pacto de Jehová, para que estuviese delante de Jehová
para servirle, y para bendecir en su nombre..." (Deuteronomio 10:8).
Durante los tiempos de esterilidad espiritual anteriores al gobierno de los reyes de
Israel, cuando la Palabra de Jehová era escasa y había pocas visiones, el pequeño Samuel
"ministraba a Jehová en presencia de Eli". (1ª Samuel 3:1).
Cuando el templo fue acabado de edificar, durante el reinado de Salomón, el arca fue
traída desde Sión y puesta en el Lugar Santísimo:
Y cuando los sacerdotes salieron del santuario...sonaban pues las trompetas,
y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con
trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él
es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la
casa de Jehová. (2ª Crónicas 5:11a, 13-14).
María, la madre de Jesús, ministraba al Señor mientras desbordaba las adoraciones y
alabanzas al Poderoso. (Lee Lucas 1:46-55 y compara con 1ª Samuel 2:1-10).
Ana, la profetiza, que "hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en
Jerusalén" (Lucas 2:38) nunca se apartaba del templo "sirviendo de noche y de día con ayunos
y oraciones" (vers.37).
Los que eran considerados como columnas de la primera iglesia no sólo ministraban al
Señor en privado sino que también se presentaban públicamente para ministrar al Señor.
(Hechos 13:1-3).
No somos sólo nosotros los que ministramos al Señor aquí en esta tierra, sino que hay
millones de seres ministrándole en los lugares celestiales.
El apóstol Juan escribió lo siguiente:
Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de
los ancianos; y su número era de millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que
fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la
gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la
tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el
trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.
Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus
rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 5:11-14).
¡Cuán numerosas son las referencias en la Biblia que nos exhortan a ministrar al Señor!
¡Cuán importante es que entendamos el amoroso designio que Dios tiene para nosotros a
medida que aprendemos a ministrarle ahora y que nos preparemos para ministrarle por toda la
eternidad!
L a Biblia dice muy claramente que la prioridad del cristiano es ministrar al Señor.
Dios es
Quien establece esta prioridad.
Aun en sentido corporativo, cuán claro vemos leyendo las Escrituras que, la razón por
la cual existe la iglesia, es primeramente para ministrar al Señor; en segundo lugar, ministrar a
los santos, y después, ministrar a todos los hombres naturales.
La primerísima razón por la que fuimos bautizados en el espíritu no fue para que
testificásemos a los hombres sino para que adorásemos al Señor, para tener comunión con Él.
Cuando ponemos esto en primer plano, todas las demás cosas esenciales de la vida del
cristiano caen en su debido lugar. Es por este motivo que el espíritu capacita al creyente para
que hable en lenguas desconocidas y sobrenaturales, con las cuales se adora a Dios
convenientemente. Nosotros no podemos cumplir correctamente nuestro primer ministerio para
Él sin la manifestación del espíritu de hablar en lenguas.
Siempre que Dios hace algo por primera vez, es bueno que veamos de cerca todos los
detalles que están envueltos en su realización. Por ejemplo, en el primer capítulo del Libro de
Génesis, vemos que, cuando Dios creó los cielos y la tierra, Él primeramente Se movió a través
de Su Espíritu (Génesis 1:1), después habló la Palabra y todas las cosas se concretaron. (Lee
Génesis 1).
Primero, el Espíritu se movió; segundo, la Palabra de Dios apareció. Dios se mueve de
acuerdo a este mismo modelo hoy en día.
Es bueno que leamos cuidadosamente el primer capítulo de Génesis. Necesitamos
aprender esta valiosa lección: El Espíritu Santo y la Palabra trabajan siempre juntos.
En Hechos 2, vemos otra vez el mismo modelo de Dios. Pentecostés es el registro de la
primera vez que fue derramado el espíritu santo "sobre toda carne" (vers.17), no
simplemente sobre los profetas, sacerdotes y reyes. "Toda carne" incluye hombres, mujeres y
niños, sin tener en cuenta la posición social que disfrute en su vida.
A medida que estudiamos de cerca cómo Dios operó en el momento en que derramó
espíritu santo por primera vez sobre toda carne, vemos que Él inspiró primeramente a los
hombres y mujeres para que hablasen las maravillas de Dios. Después inspiró a Pedro a
predicar el Evangelio a varios miles de personas y como resultado muchos de ellos fueron
convertidos. La adoración a Dios viene primero. Testificar a los obreros que Él nos envíe viene
después.
A través del Nuevo Testamento, las Escrituras son siempre testigos de este mismo
orden. También en los días de hoy, ésta, es la manera como el Espíritu Santo se mueve, si
queremos ser guiados por Él en nuestras vidas.
En Pentecostés, los nuevos cristianos hablaron en otras lenguas, "según el espíritu les
daba que hablasen" (Hechos 2:4). Todos los judíos dispersos que estaban reunidos pudieron
oírlos y muchos, entendieron las hermosas lenguas que estaban hablando. Ellos oyeron a los
nuevos cristianos hablar "las maravillas de Dios" (vers.11) en las lenguas que provenían de
manifestar el don de espíritu santo:
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino
del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó la casa donde estaban
sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno
de ellos. Y fueron todos llenos del espíritu santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas,
según el espíritu les daba que hablasen. (Hechos 2:1-4).
La primera cosa que los nuevos cristianos hicieron cuando recibieron espíritu santo fue
hablar “las maravillas de Dios”. Sólo después habló Pedro inspirado con ese espíritu y predicó
aquel sermón que resultó en la conversión de cerca de tres mil personas. (Vers. 14-41).
Las Escrituras nos dicen, por tanto, que la primera razón por la que fuimos bautizados
en espíritu santo, fue capacitarnos para ministrar a Dios -alabarlo, adorarlo y tener comunión
con Él, y la evangelización de los obreros que Dios nos envía llega después y es una
consecuencia directa de esa ministración a Él.
Para poder ser eficaces a la hora de adorar a Dios en espíritu y en verdad, precisamos
de la conexión sobrenatural denominada bautismo en espíritu santo, es decir, nacer desde lo
alto.
La primera evidencia que manifestamos en el mundo de los sentidos cuando somos
llenos del don de espíritu santo es hablar en un idioma desconocido para nosotros, una lengua
sobrenatural que proviene del espíritu. Nuestros corazones se vuelven completamente a Dios,
con Quien hemos sido reconciliados por Jesucristo en el justo momento en que
renacimos. (Lee Romanos 5:10; 2ª Corintios 5:18-19; Colosenses 1:21-22) Ahora hemos
sido hechos cercanos a Él. Vemos una expansión de Dios. Tenemos una nítida revelación
Suya. Hemos sido trasladados a una nueva dimensión.
Viendo a Dios con este prisma, deseamos adorarle en las lenguas que ha puesto en
nuestro espíritu. No hay otra respuesta posible de un creyente para su Dios, después de haber
sido bautizado en espíritu santo, que no sea la de adorarle. Las palabras humanas son
demasiado limitadas. Ellas no pueden contener el flujo de adoración que desborda el espíritu.
Por tanto, Dios ha puesto dentro de nuestro espíritu una lengua sin limitaciones, un lenguaje
que es sobrenatural, una de sus manifestaciones.
Hay muchas personas que me preguntan, "¿Para qué necesito hablar en lenguas?"
Yo sencillamente les digo que si ellos no llevan a cabo esta manifestación del espíritu,
entonces no podrán cumplir su primer ministerio, que es el de ministrar a Dios.
Hay una cantidad enorme de gente diciéndole a Dios, que les gustaría evidenciar todas
las manifestaciones del espíritu menos la de hablar en lenguas.
¡No confían que sean buenos los dones que les da Dios!
Son como un hombre que entra en una zapatería y compra un par de zapatos pero le
dice al dependiente: "Yo no me llevo este par de zapatos hasta que no le corte la
lengüeta." ¡Cuán estúpido!!
Confía en Dios y toma partido de todas las manifestaciones del espíritu que te ha
ofrecido, para Su gloria y en beneficio de muchos.
Cuán maravilloso es estar capacitado para adorar a Dios sin limitaciones, estar
embebidos en la gloria y la maravilla de la persona de Cristo y llegar a conocer a Dios más
íntima y profundamente de lo que sería posible por cualquier otra vía.
Y cuando vienen las tribulaciones que se sobreponen hasta al más fuerte de los santos,
uno continúa adorando, porque es infundido de poder por el don de espíritu santo.
La Biblia nos muestra muy claramente que nuestro primer ministerio es para el Señor y
nuestro segundo, como consecuencia, ministrar a los hombres.
En el segundo capítulo de su primera epístola, Pedro comparó a los cristianos a
“piedras vivas”. Esas no son piedras ordinarias. Ellas están vivas. A primera vista, eso parece
una manera muy extraña para describir a un creyente en Cristo. Pero cuando nos acordamos de
que Cristo es comparado a una roca y nosotros que creemos recibimos su naturaleza de roca,
entonces podemos comenzar a entender por qué Pedro utilizó la metáfora de las “piedras
vivas”:
Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y
sacerdocio santo para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios
para que anunciéis las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.
(1ª Pedro 2:5, 9).
Pedro declaró que cada creyente es edificado como casa espiritual. Nosotros crecemos
juntos como vivas y sonantes piedras. De esta manera, todo el edificio espiritual crece para
ofrecer sacrificios espirituales, los sacrificios de alabanza y adoración. Nosotros estamos
continuamente ministrando al Señor como hijos amados, para ofrecerle los sacrificios de
alabanza y adoración a Dios sin cesar.
Cuán a menudo nos aproximamos a Dios solamente para obtener lo que de Él
esperamos: "Dios dame un mensaje para Tu gente. Sana a mis amigos. Provee mis necesidades.
Ayuda a este programa," y cosas por el estilo.
Pero Dios está intentando hacernos entender algo. Nos está diciendo: "Si tú solamente
me adoras a Mí, si tú sencillamente vienes y Me ministras, entonces cada oración que yo te
ponga en tu corazón será respondida. Todo lo demás vendrá por añadidura si solamente te
acercas y antes que nada Me adoras; si te acercas y Me procuras a Mi, el Único que se
encuentra por encima de todas las cosas.”
Dios nos ha creado, formado y hecho y nos ha llenado para que seamos vasos que
transbordan, que derraman alabanzas a Dios, derramando un ministerio de adoración para Él
que irá en aumento hasta la eternidad.
Nosotros somos el templo de Dios. La Biblia dice que nuestros cuerpos son el templo
del Espíritu Santo. Tú sabes lo que ocurre en el templo: Alabanzas y adoraciones, horas
de alabanza y adoración.
Cuando estamos llenos del espíritu santo, horas de alabanza y de adoración se
derraman a Dios sobre el altar de nuestros corazones. Y no olvides que, el fuego en el altar del
tabernáculo en el Antiguo Testamento nunca desaparecía, ni de noche ni de día - tampoco
desaparece nunca el fuego del espíritu santo de tu corazón. Arde continuamente, inspirándote a
alabar y adorar a Dios sin cesar para ministrarle.
Esto significa que, como hijos de Dios, nosotros le ministramos siempre. Por ejemplo,
a las siete de la mañana, cuando ustedes los hombres se están afeitando, ofrezcan algún
sacrificio espiritual a Dios, alguna alabanza y adoración para Él.
En ese momento, cuando ustedes mujeres están dándole vueltas a los huevos en la
freidera, ofrezcan algún sacrificio espiritual a Dios.
El espíritu permanece vivo y ardiendo dentro de ti veinticuatro horas al día, tanto da
que estés despierto como dormido. El espíritu nunca duerme. El te lleva a que ministres al
Señor veinticuatro horas por día, si tú se lo permites.
Estos son los días de la restauración, es decir, de la restauración de la verdad.
¿Te acuerdas de lo que le dijo el maestresala al esposo en la boda de Caná, donde Jesús
transformó el agua en vino? - Le dijo así, "Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando
ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora"
(Juan 2:10).
Nosotros sabemos que el vino del final del banquete era el mejor, porque Jesús lo hizo
así milagrosamente. Y el mejor vino, hablando en buenos términos de enseñanza Bíblica,
todavía está por llegar en nuestros días. Una de las verdades que Dios está mostrando en el
presente tiempo es que la primera responsabilidad del creyente es ministrar a Dios.
Yo creo que es fatuo pensar que podemos ministrar efectivamente a los
hombres sin haber aprendido primero cómo ministrar a Dios. Es nuestro ministrar a Dios lo
que nos lleva al cuidado de los hombres con una efectividad y poder que necesitamos
desesperadamente hoy en día. El bautismo en espíritu santo es el potencial único que provee
ese poder. Cuando ministramos al Señor y nos embebemos en Él, a través de Su espíritu,
llegamos a un punto en el cual Él es nuestra Recompensa. ¡No un ministerio, no cosas, no
sanidad, no prosperidad financiera, sino que el Señor Mismo es nuestra Recompensa! Él es
nuestra respiración, nuestro "TODASLASCOSAS."
Hay tantas personas que usan su religión como moneda de cambio para poder ganarse
los beneficios de Dios. ¡Qué cosa tan atroz! ¡Dios no lo quiera! Esos miembros religiosos
ministran para glorificarse a sí mismos y gastan todas sus energías para la obra del Señor. ¡Qué
cosa tan horrible!
Si lo único que hacemos es lo que Dios nos guía, todo lo demás caerá en su debido
lugar. Y será siempre Él Quien reciba toda la gloria.
Él dijo, "Mas buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas" (Mateo 6:33).
Hemos visto que Dios habla, responde oraciones, y nos bendice con Su Presencia
mucho más abundantemente, cuando le ministramos, que cuando simplemente le pedimos
cosas.
Déjame darte un ejemplo varón amado de Dios, imagínate que tienes una hija pequeña
de seis años, y que ella sale corriendo para abrazarte cuando llegas del trabajo, salta encima de
ti y con sus pequeños brazos alrededor del cuello, te da un abrazo y entonces dice: "Papi, he
visto una linda muñeca en la tienda. A mí me encanta porque es de color limón y tiene una
deliciosa sonrisa y sólo vale tres dólares. Anda papi, ¿puedes darme tres dólares para
comprarla?"
Ahora bien, si solamente te pidiera la muñeca, es posible que le des los tres dólares y es
posible también que no se los des. Sin embargo, suponte que la hija pequeña se te acercara de
otra manera.
Qué si ella entrara en la sala, saltase para tu pecho, pusiese sus lindos bracitos sobre tu
cuello, te diese un gran abrazo y te dijese, "Papi, estoy tan feliz de que Dios me haya dado un
padre como tú. Tú eres el mejor padre del mundo entero. ¡Te amo tanto!”
Ella no precisó pedirte nada. Pero te garantizo que sé muy bien cómo te complacería
cuando te dijera eso: Te sentirías tan bien que echarías mano de tu cartera y la vaciarías en sus
manitas. ¿Por qué? Simplemente porque te conmovió el corazón con la expresión de su amor.
Así es con nosotros. Cuando vamos a Dios simplemente por lo que Él es en Sí Mismo y
le expresamos nuestro amor, Su corazón se conmueve. Derrama Sus bendiciones sobre
nosotros y nos corona nuestros pedidos de una manera tierna y generosa.
¡Cuán a menudo no es satisfecho o saciado el Señor de la obra, mientras nosotros
estamos ocupándonos con la obra del Señor!
Hemos puesto nuestra ministración primera en segundo lugar (en Portugal se dice
"poner la carroza delante de los bueyes" Nota del traductor). Realmente tenemos que mudar de
sentido, porque haciendo así cometemos idolatría. Habremos sobrepuesto la institución por
encima del Señor. Estaremos exaltando la tradición de los hombres por encima del Evangelio.
Habremos exaltado la obra del Señor por encima del Señor Mismo. Estaremos demasiado
ocupados haciendo esto o aquello o lo de más allá.
Lo que Dios está intentando decirnos es: "Haya paz. Ve a cualquier sitio y minístrame a
Mí. Entonces no habrá esfuerzos inútiles, ni palabras inútiles, y todo será hecho en el poder de
Mi Espíritu".
Algunas personas encuentran muy difícil creer esto, pero, cada vez que me aparto así
para buscar a Dios, es Él quien me encuentra. Y quiero decir que en todas partes. No me
importa nada dónde sea. Me lleva sólo unos minutos hasta que me elevo en adoración a Él.
Esto también puede darse en tu vida, si cultivas tu relación con Él. Requiere decisión,
pero ciertamente nada es tan digno de tu atención como el Dios vivo y verdadero.
Ana, la profetisa, pasaba mucho tiempo ministrando al Señor y en comunión con Él:
Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada,
pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, y era viuda hacia ochenta y
cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.
(Lucas 2:36-37).
El pasaje nos dice que Ana estaba "sirviendo de noche y de día con ayunos y
oraciones" (vers.37). Podría también haberse traducido que Ana "ministraba al Señor de día y
de noche con ayunos y oraciones."
Voy a ser sincera. Cuando llegué a ser cristiana, leía aquel pasaje y pensaba que Ana
tenía que ministrar al Señor "de día y de noche con ayunos y oraciones" porque tenía aquella
edad tan avanzada. Yo suponía que no tendría más cosas que hacer. O que no podía
hacer nada prácticamente, como por ejemplo ganar almas para Dios, una vez que era
demasiado anciana y débil.
Después de saber que la primera ministración del cristiano debe ser dirigida para el
Señor, me di cuenta entonces de que Ana estaba ejerciendo la cosa más importante, realizando
el más importante de los ministerios.
Si intentamos ir a cualquier lugar sin haber orado por ese sitio, o lo que es igual, si
intentamos hacer la obra antes de haber ministrado a Dios, entonces estaremos cayendo en
nuestros propios esfuerzos. Y todo ese trabajo será con limitado provecho:
Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno,
hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego
será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de
alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá
pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego. (1ª Corintios 3:12-15).
Cuando María y José siendo Jesús niño lo trajeron al templo, Ana sabía exactamente lo
que estaba sucediendo. Ella estaba en el sitio cierto de Dios, en el momento cierto de Dios,
repleta de la revelación que había recibido acerca de quién era Jesús. Ella le dio gracias a Dios
y "hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén." (Lucas 2:38).
Muchas personas dirían que Ana era consciente de los propósitos de Dios en Cristo y
de quién era Jesús porque ella era una profetisa. Por tanto, Dios le revelaría Sus secretos, ya
que Amos 3:7 dice que "Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus
siervos los profetas."
Pero yo estoy convencida de que Dios le mostró Su secreto, no precisamente porque
fuese profetisa, sino porque estaba siempre delante de Él ministrándole. Fue cuando se
encontraba ministrando al Señor que Dios le reveló Sus planes con el niño.
Si ministramos a Dios, Él también nos declarará Sus secretos, Sus revelaciones y Sus
misterios a nosotros.
Ana no estaba haciendo las cosas con su propio esfuerzo. Ella se encontraba esperando
en Dios y reposada en Él, ministrando a Dios a través de su espíritu. Ana era una mujer
espiritual.
Hay demasiada obra Cristiana sin sentido. Sin las bendiciones de Dios, porque no
estamos en conexión con Dios.
Muy a menudo, estamos fuera de comunión con Dios y hacemos sólo suposiciones
acerca de Dios. Nos adelantamos a Sus propósitos.
Cuán a menudo nos adelantamos al Señor y corremos haciendo un montón de cosas
que sólo nos parecen buenas a nuestros propios ojos. Y, sin embargo, el Señor nunca nos pidió
que hiciésemos nada. Así, seremos como los falsos profetas que iban de un lado para otro, en
tanto, Dios decía acerca de ello: "no envié Yo aquellos profetas." (Jeremías 23:21a).
Debemos aprender a ministrar al Señor y a saber esperar en Su Presencia hasta que nos
dé luz verde para movernos. Tenemos que aprender que, hacer lo que Dios no nos haya
mandado, es pecado, aunque sean "buenas obras" las que hagamos.
Hay demasiadas personas que están muy ocupadas haciendo cosas buenas y que se
encuentran lejos de lo mejor que Dios tiene para ellos. Sus vidas están muy lejos de Su
propósito supremo.
Adelantarse al Señor y presuponer que podemos cumplir cualquier cosa para Su Reino
es totalmente absurdo. Que Dios nos perdone por este pecado de altivez.
Hasta que no ministremos primeramente al Señor no vamos a poder ser eficaces a la
hora de ministrar a nuestros hermanos. No podemos obstinarnos y poner delante de Dios
nuestras convicciones -hacer algo que no nos pide que hagamos. Ni tampoco deberíamos ser
rebeldes contra el Señor y andar en nuestros propios caminos y por separado. Tenemos que
seguirle a Él y andar con Él. Obstinarnos ante Dios y adelantarnos a Él es un mal pecado
comparable en la Biblia al de rebeldía, el cual nos hace seguir nuestros propios caminos por
separado y fuera de la Presencia de Dios.
Alguien dijo alguna vez que, si el Espíritu Santo (Dios) saliese de la tierra, el ochenta
por ciento de la obra cristiana seguiría realizándose como de costumbre. Si eso es verdad,
significaría que ochenta por ciento de las cosas que la iglesia de Dios está realizando estarían
impregnadas en el pecado de rebeldía ante Dios.
Cuán convictamente citamos la Escritura, "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi
Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos." (Zacarías 4:6b), y, sin embargo, muchas veces
ponemos la obra antes de haber ministrado al Señor.
Nuestro ministerio a los hombres debe ser una consecuencia de nuestro ministrar al
Señor si queremos que sea eficaz. De otra manera será llevado a cabo con el poder del alma
humana y con una motivación equivocada. De alguna manera, podemos decir que la adoración
debe venir antes que la obra y que, la adoración intensiva, es la que nos lleva a la ministración
eficaz extensiva, o ministración a los hombres.
Cuando ponemos la obra delante de la adoración, todo lo que hagamos se quedará muy
corto.
La carne tiende siempre a las obras. La naturaleza carnal nos repite incesantemente:
"¡Haz esto...haz lo otro...haz lo de más allá!”
Dios nunca nos dice nada de eso. Todo lo contrario, Él nos dice, "Reposa en Mí,
Permanece en Mí. Cuando sea el momento, seré Yo quien te envíe a mis obreros para que los
ministres."
Hay una bella imagen en el Cantar de los Cantares en la cual Dios se refiere a la esposa
de Israel diciendo, "Tus ojos (son) como los estanques de Hesbon" (Cantar de los Cantares
7:4).
Dios tiene una multitud de ríos. Tiene muchos lagos y océanos y cataratas, pero no
tiene muchos estanques. Él tiene una multitud de personas que van deambulando de un lado
para otro, que se apresuran haciendo todo tipo de cosas. Pero no hay muchas personas a las
cuales Dios pueda decirles, "estate quieto y reposa" y que le obedezcan y se regocijen
esperando ante Él.
¿Qué es lo que hace un estanque? Reflejar. El creyente refleja a Cristo exactamente de
la misma manera que este almacén de agua refleja al sol en el estado natural. ¿Quieres obtener
una fotografía verdadera del sol, de las montañas o de los árboles? Entonces echa una ojeada a
un estanque de aguas quietas y profundas.
Eso es lo que Dios quiere hacer de ti y de mí: Un reposado y profundo estanque que
refleje a Su propio Hijo.
Después de retirarle el barro, Dios delimita estos depósitos o estanques con las piedras
de Su verdad. Y, después, los llena de aguas puras y cristalinas, el espíritu santo, que es la vida
de Cristo en ellos. Entonces es cuando surge una profundidad, una frescura y una claridad que
no teníamos anteriormente en nuestras vidas.
Este es uno de los resultados de nuestra adoración a Dios, de nuestra comunión con Él.
Aprendemos a esperar en el Señor y pasamos a ser sosegados y profundos estanques reflejando
a Cristo. De la misma manera que el estanque mantiene el reflejo quieto en él, así tenemos que
aprender a estar quietos y a esperar ante el Señor para que vaya progresivamente
grabando Su impresión en nosotros.
Llevamos a cabo todo tipo de programas y técnicas de difusión para que el movimiento
Cristiano se mantenga activo, trabajando y haciendo obras voluntarias, pero realmente no
pasará casi nada hasta que el estanque refleje a Cristo. Este tipo de poder no proviene nunca de
hacer obras, sino por estar quietos y reposados ante Dios.
Yo ando en seminarios y conozco todos los programas. Me paso cuatro horas allí. Se
cuantos programas tenemos para conseguir que las personas se envuelvan trabajando y
sirviendo, para mantener a las personas dando. Pero ninguno de esos programas tendrá éxito a
menos que el vino de Dios corra en cada estanque.
Cuando quieras entrar en contacto con el Dios Todopoderoso, métete en una habitación
durante varios días, cierra la puerta, y pasa tiempo a solas con la Biblia y con Dios. Cuando le
digas a Dios que no saldrás de esa sala hasta que obtengas todo lo que Él tiene para ti en
Cristo, Dios tendrá que moverse. Él verá tu persistencia y Su vino fluirá por tu vida. Las
personas se te acercarán para oírte, porque tú estuviste ministrando al Señor.
Comenzarás a ver a personas realmente tocadas por la mano del Salvador, no sólo por
el mensaje sino por el Espíritu Mismo de Dios.
Permanece quieto. Comienza a leer la Palabra. Comienza a ministrar a Dios. Él nos
dará el método a seguir. Él nos dará la forma en que llevemos a cabo nuestra aproximación. No
importa nada si el creyente vive en una gran mansión o en una casa de ladrillos, la
aproximación a Dios es la misma en todas partes: ¡En adoración y proveniente de la
ministración!
Cuando estamos repletos de alabanza y adoración al Señor, se llega a andar en la
plenitud del don de espíritu santo. Pablo, en el quinto capítulo de la epístola a los Efesios, nos
dice que si nosotros nos mantenemos andando en la plenitud del espíritu santo, entonces
aparecerán tres resultados:
... Sed llenos del espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y
cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando
siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos
los unos a los otros en el temor de Dios. (Efesios 5:18b-21).
En primer lugar, alabaremos y adoraremos a Dios (vers.19); segundo, le daremos
gracias a Dios por todas las cosas (vers.20); y tercero, nos someteremos los unos a los otros en
el temor de Dios (vers.21). Estos son los tres resultados básicos que debemos procurar en
nuestras vidas a medida que andamos en la plenitud del espíritu santo.
Cuán interesante es observar que Pablo diga que, la primera evidencia de nuestro andar
en la plenitud del espíritu santo, es desbordar adoraciones y alabanzas que emergen
espontáneamente del espíritu de Cristo que habita en nuestros corazones. Estamos empapados
de Cristo y de toda su plenitud.
Lo más maravilloso de mi vida no son los milagros o los dones de sanidades, sino el
gozoso privilegio que tengo de ministrar a mi Padre en los lugares celestiales. Es la
maravillosa conciencia que tengo, en cada minuto del día, de que soy un hija de Dios, guiada y
llevada por el espíritu santo y andando con el Rey de reyes.
La iglesia del primer siglo sabía que su primer ministerio era para el Señor.
En Hechos 13, encontramos que los líderes de la iglesia de Antioquía conocían un
poderoso secreto. Sabían que, a medida que ministraban a Dios, también Él les ministraría a
ellos en sus vidas. Se reunían para celebrar y orar y ministrar ante el Señor. Ellos tenían una
iglesia para cuidar, y todo un mundo a ganar para Dios. Pero estaban conscientes de que sólo
podrían llevar a cabo ese cometido con el poder de Dios:
Ministrando éstos al Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y
a Saulo para la obra que los he llamado. (Hechos 13:2).
Cuando estaban ministrando al Señor, Dios habló y les entregó Sus métodos, Su
sabiduría y Su poder para que conquistasen el mundo.
Muy a menudo decimos, "Señor haz esto por nosotros. Señor, bendice nuestros
esfuerzos." Estas oraciones nunca serán las mejores; en vez de eso, deberíamos primeramente
ministrar al Señor, ser llenos de Su poder y llegar a ser aquellos estanques donde el espíritu
santo pueda imprimir la soberana voluntad de Dios.
Cuando los líderes cristianos del primer siglo se reunían, ellos ministraban al Señor, Y
el Espíritu de Dios dirigía sus operaciones y les llenaba de poder para zonquistar al mundo.
La prioridad de ministrar al Señor también se encontraba en el corazón de los
sacerdotes del Antiguo Testamento, así como en el de los creyentes de Nuevo Testamento.
Los sacerdotes del Antiguo Testamento ministraban al Señor y a la gente. Pero antes
que nada, ministraban al Señor.
En Ezequiel 44 hay un hermoso pasaje concerniente a los dos tipos de ministerios que
debemos llevar a cabo: La ministración al Señor y la ministración a las personas (porque los
demás podemos incluirlos en uno de estos dos ministerios). Los dos tipos de ministerio son
esenciales. El trágico error reside en poner primero nuestra ministración a las personas antes
que la ministración al Señor.
Ciertos levitas permitieron que Israel cayese en la adoración de los ídolos porque
antepusieron otros asuntos delante de Dios. Llegaron a estar tan preocupados con la
ministración a la gente que pura y simplemente se alejaron de Dios. Y Dios manifestó Su
indignación de la siguiente manera:
Y los levitas que se apartaron de mí cuando Israel se alejó de mí, yéndose tras sus
ídolos, llevarán su iniquidad. Y servirán en mi santuario como porteros a las puertas de la casa
y sirvientes en la casa; ellos matarán el holocausto y la víctima para el pueblo, y estarán ante él
para servirle. Por cuanto les sirvieron delante de sus ídolos, y fueron a la casa de Israel por
tropezadero de maldad; por tanto, he alzado mi mano y jurado, dice Jehová el Señor, que ellos
llevarán su iniquidad. No se acercarán a mí para servirme como sacerdotes, ni se acercarán a
ninguna de mis cosas santas, a mis cosas santísimas, sino que llevarán su vergüenza y las
abominaciones que hicieron. Les pondré, pues, por guardas encargados de la custodia de la
casa, para todo el servicio de ella, y para todo lo que en ella haya de hacerse. Mas los
sacerdotes levitas hijos de Sadoc, que guardaron el ordenamiento del santuario cuando
los hijos de Israel se apartaron de mí, ellos se acercaran para ministrar ante mí, y delante de
mí estarán para ofrecerme la grosura y la sangre, dice Jehová el Señor. (Ezequiel 44:10-15).
No importa que el ídolo sea de madera o de piedra o motivaciones personales en
servicios a Dios, todos son idolatría.
Dios dijo: "De acuerdo, ellos son todavía mis levitas, pero tienen que cargar con su
pecado. Y la consecuencia de su pecado es que mientras sean ministros en mi santuario y estén
a cargo de las puertas de la casa, ellos ministrarán solamente a la casa."
Servirán las ofrendas y todos los sacrificios para el pueblo. De cierta manera,
podríamos decir que, estos levitas, ilustran también a todos los que acercan a la gente a Cristo
a través de su sangre sin ministrar primero a Dios. A los que anteponen la obra, al Señor de la
obra. Estos creyentes, aunque establezcan la paz entre Dios y el pueblo y evangelicen a la
multitud, se estarán perdiendo de lo mejor.
Por eso Dios añade acerca de aquellos levitas, "No se acercarán a mí" (vers.13).
Medita un momento lo que esto quiere decir: Estos levitas todavía podrán ministrar la casa,
pero no disfrutarán de un verdadero sentimiento de proximidad con Su Dios aún siendo Sus
ministros. Podrán hacer la obra del Señor, pero no podrán ministrar al Señor de la obra.
Para alguien que entienda lo que significa ministrar al Señor, esta debe ser la más
terrible consecuencia con la que haya que cargar. Esto no tiene por qué sucederle a nadie
necesariamente.
Los otros sacerdotes mencionados en esta escritura son los denominados hijos de Sadoc
(vers.15). Y ya que Sadoc significa "justo" y que Jesucristo es el único justo, cuán
significativamente estos hijos de Sadoc representan aquellos cristianos que vendrían y que
pondrían la ministración a Dios en primer lugar en sus vidas.
Estos hijos de Sadoc, dice esta parte de la Escritura, se mantuvieron fieles en el
cuidado del santuario del Señor mientras que los otros sacerdotes de los israelitas guiaban a
perdición a Israel anteponiendo otros asuntos primero.
Dios dice de estos hijos de Sadoc: "Ellos entrarán en mi santuario, y se acercarán a mi
mesa para servirme, y guardarán mis ordenanzas". (vers.16).
Dios dice que se acercarán a Él así por haberle ministrado antes que a nada ni a nadie.
Solamente los que le ministran así poseen el más precioso de los ministerios: La ministración
para el Señor.
Nada nos debe privar de nuestro ministerio al Señor.
Deja que lleguen catástrofes, permite que venga la depresión, que se instale la recesión,
deja que venga lo que quiera, ¡nosotros jamás debemos parar de ministrarle ante todo y sin
cesar! Antes de comer, antes de cenar, antes de desayunar, antes de cualquier cosa, nosotros
debemos ministrarle ante todo. Nada puede obstaculizarnos ni se debe entremeter en ese
sagrado y permanente tiempo con Él. Si permites que algo interfiera ahí, serás robado de tu
privilegiado tiempo de adoración. Si dejas que algún compromiso se entrometa, saldrás
perdiendo, pues serás robado de la plenitud de gozo que hay en Su Presencia.
Había un hombre que había escrito muy buenos libros acerca de la Biblia. Empleaba
seis horas diarias de su vida es su estudio de la Biblia. Un día fui a verle y le pregunté, “¿Cómo
puede usted hacer eso?” Y él respondió, "tomándome el tiempo, sencillamente."
Esta es una declaración bastante simple y real. Él empleó 100.000 horas de su vida
estudiando la Biblia y pronunció muchísimos comentarios sobre ella. Todo porque no permitió
que nada, ni nadie interfiriese o le distrajera de su estudio de la Biblia.
Eso es exactamente lo que debemos hacer nosotros. Si somos suficientemente
cuidadosos, tomaremos este tiempo y nos aferraremos a él. Dios se mantiene recordándonos
cuán celoso es Él, y sólo a los hijos de Sadoc, el remanente fiel que se presentó para
ministrarle, les fue permitido mantenerse en Su Presencia.
Ezequiel declaró la Palabra del Señor posteriormente con un aviso muy interesante:
Y cuando entren por las puertas del atrio interior, se vestirán vestiduras de lino; no
llevarán sobre ellos cosa de lana, cuando ministren en las puertas del atrio interior y dentro de
la casa. Turbantes de lino tendrán sobre sus cabezas, y calzoncillos de lino sobre sus lomos; no
se ceñirán cosas que los haga sudar. (Ezequiel 44:17-18).
Aquí, por tanto, se declara que cuando los sacerdotes se introdujesen en el patio
interior, ellos debían vestirse sólo con piezas de lino y no debían traer nada en su cuerpo que
fuese de lana cuando ministraban delante de la Presencia de Dios.
Nuestro Dios es un Dios celoso y nosotros somos Sus adoradores. Por tanto, Él no
permite que contaminemos Su gloria con nuestro sudor.
Pero, ¿Qué representa el sudor?
La clave para entenderlo se encuentra en el Nuevo Testamento:
Pues mirad hermanos vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni
muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para
avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil
del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de
que nadie se jacte en Su Presencia. (1ª Corintios 1:26-29).
¡Observa el paralelismo tan bello que se da con Ezequiel 44!
Los sacerdotes debían llevar turbantes de lino, calzoncillos de lino, así que nada
podrían vestir que les hiciese sudar. Está claro que la carne es la que suda y no el espíritu.
Dios nos está diciendo que Él no quiere ver ningún tipo de obra de la carne. Ninguna
carne podrá jamás jactarse en Su Presencia.
Dios no puede utilizar, como instrumento Suyo, a hombres y mujeres que se estriben en
sus habilidades carnales y que confíen en sí mismos. El procura a aquellos que se apoyan sólo
en Él, en todas las cosas que emprendan. De esta manera, Dios es Quien recibe toda la gloria y
no el hombre. Toda nuestra educación y entrenamiento tienen que llevarse y ser depositadas en
la cruz, juntamente con todos nuestros pecados, para que ninguna carne se vea tentada a
jactarse en sí misma, sino que el Espíritu Santo y sólo Él, pase a ser la única sabiduría para
nuestras vidas.
Pablo declaró, hablando acerca de sí mismo:
Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de
Cristo. Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por
basura, para ganar a Cristo. (Filipenses 3:7-8).
Nada que produzca sudor puede penetrar en la Presencia de Dios. Dios está harto de
servicios y adoraciones carnales y se encuentra procurando incesantemente personas que le
ministren a Él en el poder del espíritu.
Eso es por lo que Jesús le dijo a la mujer Samaritana:
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es
Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (Juan 4:23-24).
Dios está procurando gente que le ministre, que le adoren en espíritu y en verdad.
Nuestra función más importante es ministrar a Dios. Y esa ministración debe
anteponerse a todo lo demás. Jesús nos enseña esto utilizando una parábola.
¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del
campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la cena,
cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú? ¿Acaso
da gracias al siervo porque hizo lo que le había mandado? Pienso que no. Así también cuando
hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que
debíamos hacer hicimos. (Lucas 17:7-10).
Aquí vemos mencionados dos tipos de trabajos para nuestro Señor: Arar el campo o
apacentar al ganado y el trabajo de servir al Maestro.
Cuando regresamos del trabajo diario en el mundo, se nos manda primeramente que
ministremos a Dios, que procuremos Su deseo antes de satisfacer el nuestro.
Lo que nos pide que hagamos es: "Prepárate para servirme a Mí, hasta que haya
acabado de cenar Yo, después cuidarás de ti."
Este no es un retrato fiel de la vida de muchos cristianos. Después de un fastidiante día
de trabajo, llegamos a casa, leemos el periódico o vemos las noticias y nos sentamos a comer
con la familia. Después de cenar, jugamos con los hijos y les leemos una historia de la Biblia
antes de que se vayan a la cama. Entonces los metemos en la cama y les decimos buenas
noches. Esto nos deja unas dos o tres horas de tiempo libre para trabajar, descansar, y
conversar antes de que felizmente cerremos nuestros ojos para pasar la noche.
Nos sentimos satisfechos, calientitos y repletos. Sin embargo, mientras descansamos
tan confortablemente, El Señor se encuentra todavía sin cenar en la mesa y lleno de hambre.
No ha sido ni calentado ni alimentado. Ni tampoco ha sido ministrado. Sus anhelos no
le han sido satisfechos. ¡Dios no lo quiera!! Necesitamos arrepentirnos.
Él procura gente que le ministre. Está hambriento de nuestra adoración y alabanza.
Precisamos arrepentirnos y ponerle a Él primero y prepararnos para ministrarle a Él.
Debemos aprender a acercarnos a Él y decirle: "Señor, no vengo con otro propósito
sino el de adorarte a Ti, Yo estoy muy cansado esta tarde, pero antes de irme a la cama esta
noche, Señor, he venido a ministrarte a Tí.” Y después que lo hayamos puesto primero a Él y
de que lo hayamos ministrado hasta que se dé por satisfecho, todavía tenemos que darnos
cuenta de que "somos siervos inútiles, porque simplemente hemos hecho lo que debíamos
hacer."
Necesitamos ir a Dios y decirle: "Padre, perdóname por haberte dejado a un lado y
pensado sólo en mí mismo. Verdaderamente lo siento. Quiero volver a mi primer y más
importante ministerio, mi ministración a Tí. Pero preciso de Tu ayuda. Ayúdame a levantarme
y a esperar en Tí. Ayúdame, cuando vengan tantas cosas que parezcan reclamar mi tiempo y
atención, para ponerte a Ti primero, no importa lo que eso cueste, todo dejaré a un lado."
La adoración está antes que el trabajo. El Señor de la Obra está antes de la obra del
Señor. Para tener un campo externo ministerial que florece lleno de frutos, tenemos que poner
nuestro campo interno a ministrarle primeramente. Porque es a medida que le ministremos a
Él, que Él nos ministra a nosotros y a través de nosotros. Si procuramos primero el Reino de
Dios y Su justicia, todas las cosas que necesitemos vendrán por añadidura (Mateo 6:33).
Cultiva la Presencia del Señor, Acércate a Su Presencia, y deja que Su Presencia te
inunde y repose en ti.
Capitulo Tres
LAS MANERAS DE MINISTRAR AL SEÑOR
AmadoTeófilo:
Hoy, mientras venía a casa cabizbajo pensando en un montón de cosas, quejándome de
todo con el Padre y diciéndole que mandase ya de una vez por todas al amado en las nubes, se
puso un mirlo a cantar a pocos metros de donde yo estaba, y me dijo el espíritu: ¡Eh, tú! ¡Pues
mira! Éste aquí, mientras tú te pasas la vida quejándote, él se la pasa alabando con sus trinos al
Padre. - De repente, fue como si recordase las palabras de las clases en las que fui instruido
cuando comencé en la Palabra y me cuestioné lo siguiente: Si al mirlo éste, le están saliendo
con sus trinos, alabanzas al Altísimo, entonces, ¿qué clase de trinos pueden ser estos?
¿Angélicos o de aves? y me volvió a hablar el espíritu diciendo: No midas tanto la menta, el
eneldo ni el comino y atiende a lo que verdaderamente te estoy diciendo - “Pero, Padre”,
repuse yo - El mirlo tiene muchos tipos de trinos, o a mí por lo menos eso me parece cuando
los escucho. Si los oigo en mi jardín por la mañana temprano, me suenan como un clarín de
trompetas de júbilo y, si los escucho al atardecer, entonces me parecen gemidos de felicidad y
satisfacción. Así que, lo mismo que le sucede al mirlo, nos sucede a nosotros que tenemos
lenguas angélicas y humanas: Sí, en todos los trinos del mirlo y en todas nuestras lenguas
humanas o angélicas que provienen del espíritu, puso el Altísimo este íntimo deseo de alabar al
Creador.
Amada familia, todos los “trinos y clarinetes” que trae nuestro Cristo alaban al Padre.
Lo mismo para lo que hizo al mirlo, hizo a todas Sus criaturas el Creador: A todas las ha hecho
Dios y a todas ellas las destina Él para Su gloria y alabanza. Cristo no es ninguna excepción a
ésta regla. Él fue creado para adorar y alabar al Padre. Y el bendito milagro es que nosotros
podemos hacer lo mismo que él, presentarnos al Padre con la misma justicia que tiene Cristo
Jesús y poder ver con él sentaditos a los pies del Padre Sus magníficos escenarios. Porque, sin
ver estos majestuosos escenarios, de ninguna manera podrá salir por nuestros labios la
verdadera exclamación: esa voz, ese clamor, ese grito de victoria de emoción y júbilo.
Adoración tiene que ver más con este grito de júbilo que con cualquier otra cosa. Es decir, la
verdadera adoración sería como la exclamación de un niño de pecho habiendo quedado
satisfecho de la leche que ha bebido y por todo el amor con que lo ha inundado su madre.
Tiene que ver con la risa de plena satisfacción que se le dibuja al niño en su rostro, a esto lo
denomina mi espíritu la verdadera alabanza y adoración.
La verdadera adoración, la que sale de nuestro Cristo hacia el Padre, es algo en lo que
los ángeles ponen su atención y añoran mirar. Ellos desean estar presentes cuando eso sucede.
Y además, también es algo que no pueden soportar los oídos de los espíritus inmundos. Hay un
poder impresionante en medio de la verdadera adoración. Se consiguen victorias asombrosas y
contundentes sobre el adversario y todas sus moscas cuando se destapa la adoración y alabanza
al Altísimo. A nosotros se nos encendieron las antorchas -como a Gedeón en la batalla contra
los Madianitas- mientras entonábamos alabanzas y adoraciones en íntima comunión con
nuestro Abba.
En Su amor primero,
Juan Luis Molina.