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Los cartujos y el rosario.

Etiquetas: Cartujos

Los cartujos y el rosario.

I. La oración del rosario.


II. El rosario cartujo.
III. El rosario: algunos indicios históricos y espirituales.

I. La oración del rosario.


Todos saben de la aparición de la Virgen a santo Domingo de Guzmán, cuando
ella le enseñó a rezar el rosario y lo convirtió en su apóstol. Se trata de una historia
maravillosa, sin duda, pero lamentablemente sin fundamento. Ninguno de los
primitivos documentos de la orden dominica hablan sobre el hecho, ni tampoco
los siete primeros biógrafos del santo y ni siquiera los muchos testigos que se
acercaron a dar su testimonio durante el proceso de canonización, realizado en
1233. La leyenda no tiene lugar sino muchos siglos después. Entonces, ¿cuál es el
verdadero origen del rosario?

La oración del Ave Maria.

Comencemos por ver la historia del Ave Maria. Si bien el uso de la salutación de
Isabel unida al saludo del ángel es muy antigua [1], la segunda parte de la oración
es mucho más reciente. Y es en la Orden de los Cartujos que vino a aparecer antes
de ser difundida por toda la Iglesia. De hecho, la súplica: Sancta Maria, ora pro
nobis | “Santa María, ruega por nosotros”, aparece por vez primera en un
breviario cartujo del s. XIII. Y en el siglo siguiente, también dentro de breviarios
cartujos, la fórmula evoluciona y se convierte en: Ora pro nobis peccatoribus.
Amen | “Ruega por nosotros, pecadores. Amén”; apareciendo a veces con la
mención Mater Dei después de Maria. Finalmente, hacia el 1350, figura también
dentro de un breviario cartujo: Nunc et in ora mortis. Amen | “Ahora y en la hora
de la muerte. Amén” [2].

La estructura del rosario.

Al principio, la costumbre de rezar 150 veces las dos salutaciones [de Gabriel e
Isabel] permitía que las personas analfabetas pudiesen significar con ellas el rezo
de los 150 Salmos. Luego, un movimiento de devoción que quería expresar las
dos salutaciones con mayor recogimiento, redujo el “Salterio de María” (cuya
práctica es sobre todo evidente en los países renano-flamencos) a un “rosario”
que sólo mantuvo 50 repeticiones.

Y, ¿cuándo tiene lugar el hecho de unir a las salutaciones dirigidas a la Virgen, la


oración del Padre Nuestro? Hacia la mitad del s. XIV, un monje de la cartuja de
Colonia [Alemania], Dom Henri de Kalkar, introduce en el “Salterio de María” el
rezo de un Padre Nuestro antes de cada serie de diez Ave Maria [3]. Después de
que se dio a conocer este novedoso uso al prior de la cartuja de Londres, su
práctica pasaría a difundirse rápidamente por toda Inglaterra y después por el
amplio continente europeo [4].

Los misterios del rosario.

La búsqueda de una oración más interior hizo que a principios del s. XIV
apareciesen cláusulas después del nombre de Jesús, las cuales expresaban lo que
él hizo, lo que dijo, lo que sufrió, etc. (como: “Jesús, adorado por los magos”,
“Jesús, tentado por el demonio”, “Jesús, quien le lavó los pies a sus discípulos”,
etc.). Esta contribución específica pertenece a los cistercienses de la región de
Trèves [Francia], quienes nos ofrecen no menos de 98 cláusulas de este tipo.

A comienzos del siglo siguiente, ingresó a la cartuja de Trèves un joven novicio:


Domingo Helión (llamado: “Domingo de Prusia”), quien luego de su entrada al
monasterio, en 1409, cayó en un estado depresivo. Su prior, Adolfo de Essen, lo
ayudó iniciándolo en una forma contemplativa de rezo del rosario: más allá de las
palabras de salutación, hay que fijar la atención en Jesús, el Salvador. Domingo,
entonces, para hacerlo fácil, concibió agregar al nombre de Jesús una serie de
cincuenta cláusulas diferentes -de una o dos líneas- que representaran toda la
vida de Cristo. Por ejemplo: “Jesús, a quien Juan bautizó en el Jordán y le dio el
nombre de ‘Cordero de Dios’”, “Jesús, quien luego de reunir a sus discípulos
predicó el reino de Dios”, “Jesús, quien durante la última cena instituyó el
sacramento de su cuerpo y de su sangre”, etc.

El procedimiento, que ya había surgido entre los cistercienses, es entonces


sistematizado [5]. Luego, entre 1435 y 1445, y para bien de sus hermanos cartujos
que vivían en los países flamencos y rezaban el “Salterio de María”, Domingo
compuso una serie de 150 cláusulas divididas en tres secciones, los cuales se
correspondían con sucesos de los evangelios sobre la infancia de Cristo, sobre su
vida pública y sobre su pasión-resurrección.

El propio Domingo de Trèves revelaría el espíritu de su método:

No es necesario detenerse demasiado en las palabras empleadas aquí o allá


para expresar los puntos de meditación. Cada uno puede a voluntad -según su
devoción- ampliar, reducir o incluso modificar el tema, ya sea de una o de otra
manera; dependerá de los tiempos que cada uno tenga y de la disposición en la
que se encuentre. Difícilmente pueda hacerse algo mejor durante la breve hora
consagrada al rosario.

La “breve hora” que menciona muestra bien que su rosario tendía lo más posible
a alejarse de la oración vocal para convertirse en una verdadera introducción a la
oración silenciosa.

Los cartujos fueron desde entonces los apóstoles de este método y lo difundieron
ampliamente a través de sus escritos. Y para apoyarlo, lo relacionaron con dos
relatos que tratan sobre visiones. El primero registra una historia conocida ya en
el s. XII: un monje (cartujo) que estaba de viaje, se detuvo en un bosque para
rezar las cincuenta Ave Maria que solía ofrecerle todos los días a la Virgen. De
pronto, apareció un salteador que tomó su caballo, sus pertenecías y se disponía
a matarlo, cuando “vio a una hermosa dama que en sus manos tenía lo que se usa
para hacer coronas. Con cada Ave que el monje rezaba, ella tomaba con sus labios
una rosa que luego ataba a una cinta. Cuando la corona de cincuenta rosas estuvo
terminada, ella se la puso en su cabeza y desapareció. El ladrón se acercó al monje
y le preguntó sobre aquella dama. El monje le dijo que había estado ocupado y le
aseguró que no había visto nada. Y el otro, al entender que podría haber sido
Nuestra Señora, le devolvió todo”.

El segundo relato trata de una visión que habría tenido Adolfo de Essen hacia
1429 [6]. En tal visión, la Virgen aparecía rodeada por toda su cohorte celestial.
Todos le cantaban el rosario con las cláusulas de Domingo. Y al nombre de María
todos inclinaban la cabeza; y al nombre de Jesús, se arrodillaban. Al final,
terminaban el canto de las cláusulas con un Aleluya. Todos tributaban a Dios
grandes acciones de gracias por los frutos espirituales producidos por el rezo del
rosario; y le pedían, a la vez, que les concediese la gracia de un abundante
beneficio en el avance interior de quienes lo rezasen.

Más tarde, un dominico: Alano de la Roca [†1475], quien estaba en contacto con
los cartujos, descubrió por ellos el método del rosario de Domingo de Prusia; pero
confundió a éste con Domingo, el fundador de su orden (!). Y así, los relatos de
las visiones, que eran parte de los cartujos, se transformaron en aquellas que
habría tenido el primero de los hermanos predicadores. Y los 50 misterios fueron
elegantemente reducidos a 15 -entre gozosos, dolorosos y gloriosos- a la vez que
se suprimió todo lo relativo a la vida pública de Cristo. No fue sino hasta la llegada
del Papa Juan Pablo II y de su carta apostólica: Rosarium Virginis Mariæ, que
aquella práctica sería reintroducida mediante los cinco nuevos “misterios de luz”.
La práctica de las cláusulas se vio así recuperada [a].

Según los registros, Domingo de Prusia había nacido en Borussia y era un antiguo
estudiante de la universidad de Cracovia, de la que Wojtyla sería obispo;
¿casualidad o providencia?

Bibliografía sobre la relación entre los cartujos y el rosario.

- Dom Yves Gourdel, “Le culte de la très sainte Vierge dans l’Ordre des chartreux”,
en Maria, études sur la Sainte Vierge, t. 2, Beauchesne, París, 1952.
- “El santo rosario en la Cartuja”, en Analecta Cartusiana 103 (1983), Institut für
Anglistik and Amerikanistik universität Salzburg, A-500, Salzburgo, Austria.

Notas de la parte I.

1. Ya atestiguado en la liturgia hacia el año 600, junto al ofertorio del 4° domingo


de Adviento.
2. La introducción del nombre de Jesús al final de la primera parte se le atribuye
tradicionalmente a Urbano IV, pero tal atribución es tardía.
3. Según los documentos de la época, fue luego de una aparición de la Virgen
María, en la que ella le enseñó esta práctica.
4. La introducción del Gloria es mucho más tardía y surgió dentro de la orden
dominica.
5. Ignoramos las relaciones que pudieron haber existido entre los cistercienses
y los cartujos de aquel entonces. Los documentos de la época sostienen que
Domingo de Prusia ignoraba todo sobre este método y que concibió su idea bajo
plena inspiración divina.
6. Revelado solamente por los escritos hallados en su celda luego de su muerte
(1493).
a. Nota del T.: la carta no menciona expresamente las cláusulas, pero recuerda
su práctica y la alienta [+].

II. El rosario cartujo.


El capítulo anterior nos ha mostrado las estrechas relaciones que unen al rosario
con los cartujos, demostrándonos también la existencia de un verdadero “rosario
cartujo”, de uno que es diferente del rosario dominico a la vez que fuente del
mismo.

¿Qué es el rosario cartujo y cómo se lo reza?

Cómo rezar el rosario cartujo.

El rosario cartujo no está dividido en cinco misterios (el rezo de los cuales difiere
según los días), sino que cada Ave Maria está consagrado a un misterio particular
de la vida de Cristo; y el Padre Nuestro (al que se le puede anteponer el Gloria
[1]), simplemente se inserta en la serie de 50 salutaciones a fin de otorgarle a la
oración su culminación trinitaria y doxológica.

Sin embargo, la persona que lo reza es siempre libre de detenerse en un misterio


en particular según lo quiera y de repetirlo tantas veces como lo desee; incluso
puede añadir otros misterios de la vida de Cristo o cambiar el texto de las
cláusulas según su devoción personal. La fórmula es, por lo tanto, mucho más
flexible que la del ya conocido rosario dominico.

Puesto que el objetivo es alcanzar la contemplación, la oración vocal puede


suprimirse cuando la misma logra su manifestación, por lo que la persona
simplemente ha de permanecer en silencio junto al Señor. Luego, cuando esa
gracia profundamente contemplativa pasa, la persona lentamente puede volver a
retomar su oración vocal. Finalmente, según el tiempo del que se disponga, no es
necesario rezar los cincuenta Ave Maria sino que es posible elegir el número de
veces que se puede/quiere hacerlo, teniendo siempre cuidado en dar mayor
importancia a la calidad antes que a la cantidad. Diez salutaciones dichas
lentamente mientras se medita con atención en uno de los misterios de la vida de
Cristo, valen más que una treintena dicha con celeridad. Una vez más: el objetivo
primordial es alcanzar la oración propiamente contemplativa.

He aquí las 50 cláusulas de Domingo de Trèves [2]:

.
Dios te salve María, llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre
todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús… [a]

1. a quien, tras el anuncio del ángel, concebiste por el Espíritu Santo.


2. a quien, mientras gestabas, lo llevaste a la montaña para visitar a Isabel.
3. a quien, manteniéndote siempre virgen en cuerpo y alma, engendraste con
alegría.
4. en quien adoraste a tu Creador, amamantándolo con tus senos.
5. a quien envolviste en pañales y recostaste en un pesebre.
6. a quien los ángeles celebraron cantando el Gloria in excelsis y los pastores
visitaron en Belén.
7. quien fue circuncidado el octavo día y recibió el nombre de Jesús.
8. a quien los magos le ofrecieron tres [tipos de] presentes y lo adoraron.
9. a quien en tus brazos maternales llevaste al templo y lo presentaste ante Dios,
su padre.
10. a quien el viejo Simeón bendijo en brazos y la santa viuda Ana reconoció.
11. con quien huiste a Egipto a causa de Herodes.
12. con quien regresaste siete años después a tu tierra, tras ser advertida por el
ángel.
13. a quien perdiste en Jerusalén cuando tenía doce años y con angustia hallaste
en el templo tres días después.
14. quien cada día crecía en edad, en gracia y sabiduría delante de Dios y de los
hombres.
15. a quien Juan bautizó en el Jordán y luego señaló con su dedo como el “Cordero
de Dios”.
16. quien ayunó durante cuarenta días en el desierto y venció ahí tres veces a las
tentaciones de Satán.
17. quien después de reunir a sus discípulos predicó el reino de Dios a todo
el mundo.
18. quien abrió los ojos a los ciegos, curó a los leprosos, levantó a los paralíticos y
liberó a todos los que eran oprimidos por el Diablo.
19. cuyos pies María Magdalena lavó con sus lágrimas, secó con sus cabellos, los
besó y luego los ungió.
20. quien resucitó a Lázaro al cuarto día, y también a otros difuntos.
21. quien el Domingo de Ramos, y sentado sobre un asno, fue recibido con gloria
por el pueblo.
22. quien en la última cena instituyó el venerable sacramento de su cuerpo y de
su sangre.
23. quien fue al huerto con sus discípulos y tras orar profundamente sudó sangre.
24. quien yendo al encuentro de sus enemigos, se entregó voluntariamente en sus
manos.
25. a quien los enviados de los judíos sujetaron fuertemente y llevaron prisionero
ante los sumos sacerdotes.
26. a quien acusaron falsamente, vendaron, escupieron y golpearon
abundantemente.
27. quien delante de Pilatos y Caifás fue condenado a morir en la cruz como un
criminal.
28. quien por orden de Pilatos fue despojado de sus vestidos y cruelmente
flagelado.
29. a quien los soldados coronaron de espinas, revistieron con un manto púrpura
y adoraron burlonamente.
30. a quien condenaron con una muerte vergonzosamente injusta y elevaron
junto a dos ladrones.
31. cuyas manos y pies fueron clavados en la cruz y luego le ofrecieron vinagre
mezclado con hiel.
32. quien oró por quienes lo crucificaron diciendo: “Padre, perdónalos, porque
no saben lo que hacen”.
33. quien le dijo al ladrón de su derecha: “En verdad te digo, hoy estarás conmigo
en el paraíso”.
34. quien le dijo a su santísima Madre: “Madre, he ahí tu hijo”; y a Juan: “He ahí
tu Madre”.
35. quien exclamó: ¡Eli, Eli, ¿lama sabactani?!
36. quien dijo: “Todo está consumado”.
37. quien finalmente dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
38. quien sufrió una tormentosa y sagrada muerte por nosotros, miserables
pecadores.
39. cuyo costado fue traspasado por una lanza, y manó agua y sangre para el
perdón de nuestros pecados.
40. cuyo sagrado cuerpo fue bajado de la cruz y depositado sin vida sobre tu seno,
según el piadoso testimonio.
41. quien fue perfumado con aceites por hombres justos y santos, y envuelto en
lienzos para ser enterrado.
42. cuyo sepulcro fue bien sellado por los judíos y sobre el cual pusieron guardia.
43. cuya sacratísima alma descendió a los infiernos para consolar a los santos
patriarcas y llevarlos al paraíso.
44. quien resucitó al tercer día y te colmó a ti de un gozo inefable.
45. quien después de su resurrección se apareció a sus discípulos y fieles para
fortalecerlos en la santa fe.
46. quien en tu presencia y la de los fieles, subió al cielo y se sentó a la derecha
del Padre.
47. quien el día de Pentecostés envió sobre sus discípulos el Espíritu Santo, según
había prometido.
48. quien finalmente te llamó hacia sí a ti, su muy dulce Madre, situándote a su
derecha y coronándote de gloria.
49. quien invita a los suyos y a los tuyos, a que después de esta miserable vida –y
por tu intercesión- nos situemos en el reino de su Padre.
50. quien con el Padre y el Espíritu Santo -y contigo, su muy santísima Madre-,
reina siempre invencible y glorioso por los siglos de los siglos.

.
Después de la visión de Adolfo de Essen [3], se estableció la costumbre de realizar
un Aleluya tras cada cláusula. Todos los misterios de la vida de Cristo, incluyendo
los de su pasión, se convirtieron así en acción de gracias y alabanza a Dios por
todo el amor que nos revela y ofrece a través de ellos. Y este aire de gozo que
recorre todo el rosario es una bella reminiscencia del himno Akáthistos; es el
equivalente de este himno del oriente cristiano.

Domingo de Prusia recomendó, finalmente, una oración mariana para terminar


su rosario [4].

¡Oh, Inmaculada! [5], siempre bendita y excelsa Virgen María, Madre de Dios;
¡Oh!, Templo de Dios, el más hermoso de todos los templos; ¡Oh!, Puerta del
Reino Celestial, por medio de quien el mundo entero ha sido salvado, tiende
hacia mí tu misericordiosa escucha y sé mi dulce protectora, pues soy un pobre
y miserable pecador; sé mi ayuda en todas mis necesidades. Amén.

La persistencia del rosario cartujo a través del tiempo.


Incluso después de la aparición del rosario dominico (del que fue inspiración y en
el que, por lo tanto, siempre “sobrevivió”), la práctica del rosario cartujo como tal
jamás desapareció por completo del pueblo cristiano. Continuó siendo honrado y
alabado hasta el s. XVII por personas bienaventuradas; y ha sido utilizado en los
alrededores de la región de Trèves hasta nuestros días. Su práctica no menguó
sino a causa de las indulgencias concedidas por los Papas al rosario dominico,
pues estuvieron convencidos de la inexistente visión de santo Domingo [6].

Pero este último rosario evolucionó en algunas regiones de Alemania y Suiza, en


donde después del nombre de Jesús se le añadieron cláusulas que recordaban a
las de Domingo de Trèves. Y se sabe que ese rosario gozaba de las mismas
indulgencias que los demás por un decreto de la Santa Sede del 21 de enero de
1921. Esta es la práctica que recordó el Papa Pablo VI en su Marialis Cultus; y,
basándose en tal documento, es esta misma práctica la que el Papa Juan Pablo II
se propuso difundir.

Algunas proposiciones.

El rosario cartujo original.

Al principio, el rezo del Ave Maria terminaba con la expresión de la cláusula (tras
la cual venía el Amen y finalmente el Aleluya); su segunda parte aún no era de
uso universal, ni siquiera entre los cartujos que la habían creado. En ese entonces,
todo terminaba siempre con el misterio de Cristo, resaltando así la dimensión
cristológica de la oración como el lugar al que María nos conducía a través de su
Hijo. Nada de esto se ha prohibido en la actualidad. Por lo tanto, tras el Aleluya
dicho después del Amen puede hacerse un breve silencio. Esta es una manera de
rezar que conduce más fácilmente a la contemplación.

Interés ecuménico en el rosario cartujo original.

No se puede dejar de subrayar el interés ecuménico en el rosario cartujo de los


orígenes. El texto de las dos salutaciones ha sido extraído de la Palabra de Dios y
puede ser dicho, por consiguiente, junto a los hermanos y hermanas protestantes
(cf. el documento del Grupo de Dombes sobre “la Virgen María en la historia de
la salvación”) [b]; y las cláusulas que representan la vida de Cristo, le conceden a
esta oración un aspecto cristocéntrico que es también adecuado para ellos. El
texto de las cláusulas simplemente debería revisarse un poco a fin de que esté
expresamente conforme con las escrituras. El nombre de Jesús también puede,
por ejemplo, verse seguido siempre de las palabras: “nuestro único Salvador”,
para así facilitar aún más la oración en común. La repetición de las salutaciones
puede reafirmar, sobre todo, la importancia central del misterio de la encarnación
dentro de la economía de la salvación. Y ya hemos mencionado la armonía que
existe entre el rosario cartujo y el himno Akáthisto -tan querido a los orientales-
con la introducción del Aleluya después de cada cláusula.

La segunda parte del Ave Maria.

Para quien elige volver a la forma original del rosario a la vez que busca conservar
la segunda parte del Ave Maria, un método sencillo es rezar esta parte antes de
cada Gloria.
A propósito de esta segunda parte, sabemos que apareció de manera progresiva
en el curso del tiempo. Entonces, ¿por qué tal evolución debería detenerse
obligatoriamente ahí en nuestros días? Antes de pedirle a la Virgen que ruegue
por nosotros, sería bueno que comenzásemos por agradecerle. El texto de la
segunda parte debería ser, entonces: “Santa María, Madre de Dios, gracias por
todo. Ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén”.

Y quien no quiera separar lo que Dios ha unido, bien puede añadir el nombre de
José al de María, estableciendo así la afirmación en plural: “Santa María, Madre
de Dios, y san José, gracias por todo. Rueguen por nosotros los pecadores, ahora
y en la hora de nuestra muerte. Amén”. El descubrimiento del [inigualable] lugar
de este gran santo en la historia de la salvación, ¿no es acaso un descubrimiento
de tiempos modernos? Escuchemos, entonces, lo que el Espíritu le dice a las
Iglesias mediante la lectura de los signos de los tiempos.

...

Notas de la parte II.

1. O alguna otra doxología trinitaria, como la antigua: “Gloria al Padre por el Hijo
en el Espíritu Santo…”, etc.; a la que también se puede recurrir según su
moderna forma de inspiración bíblica: “Al Dios que era, que es y que viene, por
los siglos de los siglos. Amén”.
2. Para terminar las salutaciones con el nombre de Jesús, es necesario rezar:
“… y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”; cita que también puede verse
seguida de la expresión: “nuestro único Salvador” antes de cualquier cláusula.
3. Véase la mención que hiciéramos en el capítulo anterior.
4. Se han suprimido solo unas pocas palabras a la traducción a fin de evitar su
inútil repetición.
5. La creencia en la Inmaculada Concepción de María siempre fue defendida por
la Orden de los Cartujos, incluso desde mucho antes de la definición del dogma.
Dionisio el Cartujano [† 1471], en particular, fue uno de los que contribuyó con
su luz a demostrar la verdad de lo que entonces no era sino una opinión
teológica.
6. Los primeros trabajos críticos sobre el origen del rosario datan recién de
principios del s. XX.
a. Nota del T.: he modificado ligeramente las cláusulas en francés para así
ajustarlas mucho más a su original en latín.
b. Nota del T.: El Grupo de Dombes es una agrupación de diálogo ecuménico
fundado en 1937 y que reúne a miembros protestantes y católicos de habla
francesa. Esta reunión interconfesional es un referente internacional en lo que
concierne al diálogo ecuménico; sus trabajos sirvieron de inspiración al Concilio
Vaticano II y al Consejo Ecuménico de las Iglesias.


III. El rosario: algunos indicios históricos y espirituales.

Nos encontramos a finales de la Edad Media en Renania, región que se caracteriza


por un fuerte movimiento de resurgimiento evangélico llevado a cabo –entre
otras personas- por la prédica de Juan Taulero, así como por los escritos místicos
del maestro Eckhart y de Enrique Suso. La Iglesia atraviesa por la crisis del Gran
Cisma (1370-1417) mientras que Francia e Inglaterra contienden una guerra que
durará cien años (1339-1453). En este panorama de intenso contraste, de fervor
y de grandes aflicciones, las almas sienten la necesidad de interiorizar y de
personalizar al máximo el evangelio. El apego y la devoción a Cristo y a su santa
Madre se vuelven entonces muy importantes. Los cristianos, hombres y mujeres,
religiosos y laicos, buscan una religión del corazón en la que la humanidad de
Cristo se halle en el centro. Es en este contexto que aparecerán los primeros
indicios de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que se desarrollará más
plenamente algunos siglos después.

Volviendo al tiempo de la Cartuja de san Albano de Trèves (1398), un joven


llamado Adolfo de Essen será el autor del primer escrito que recomiende el rezo
de cincuenta Ave Maria sostenidos por la meditación en el nacimiento y vida de
Jesús. Esta forma de oración repetitiva, que ayudó y sostuvo a la devoción del
corazón, es conocida en todo lugar en donde se busca una oración a Dios que sea
continua. Los Salmos se expresan de esta manera; y la “Oración de Jesús”, de los
monjes del desierto, nació de esta misma necesidad de ayudar al corazón
mediante una breve oración vocal que fuera repetida continuamente. Es en la
época de Adolfo que se comenzó a practicar el primer rosario, en donde se decía
el Ave Maria bajo su forma breve, deteniéndose en “y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús”. Y nuestro autor deja bien en claro que esta oración no adquiere
toda su belleza sino gracias a la meditación en la vida de Jesús; insistiendo, a la
vez, en que durante tal meditación se evite toda fantasía o embellecimiento
innecesario y que tienda a alejarnos del evangelio. Finalmente, recomienda
encarecidamente que quien rece [este rosario] se esfuerce por conformar su vida
según los misterios en los que ha meditado. Como vemos, se trata de una oración
eminentemente personal a la vez que cálida y, sobre todo, en línea con el camino
espiritual de los cartujos.

Hacia el final de si vida, Adolfo pudo testimoniar lo siguiente:

¡De ninguna manera podría ayudarme si Dios no se hubiese hecho hombre! No


sabría dónde ni cómo buscar a Dios. Es por eso que aprecio tanto la naturaleza
humana y la vida terrestre de Cristo.

Y Adolfo no guardó para sí lo que había descubierto. Pues compartiría la gracia


recibida mediante el rezo de su rosario con la duquesa Margarita de Baviera [-
Straubing], joven mujer que estuvo a punto de perder su cordura debido a la
difícil situación eclesial y política que le tocó vivir, así como por la infidelidad de
su esposo [Juan I de Borgoña]. Apoyándose en el rezo del rosario, Margarita poco
a poco recobró su fe; a tal punto que el duque Carlos II constató que “su esposa
[de Juan] comenzó a adquirir una práctica tan espontánea, viva y perseverante
del rosario, que apareció de pronto transformada y poseyendo de forma cada vez
más perfecta las virtudes de la vida de Cristo”. Margarita misma, situada de esa
manera en el camino de la sanación interior, comenzó a difundir la práctica del
rosario entre los nobles de su corte y entre la sencilla gente que estaba a su
servicio y en el de su marido. Su acción en favor del rosario fue, ciertamente,
determinante y duradera.

Durante aquellos años entró a la cartuja de Trèves un joven estudiante: Domingo


de Prusia. Estando física y psíquicamente exhausto debido a haber llevado una
disipada vida, Domingo pensó que estaba cerca de su muerte. Su admisión se dio
con dificultad; el monje encargado de acompañarlo tuvo duros momentos junto
a él. El ya citado Adolfo, convertido entonces en prior, le hizo saber de su nueva
manera de rezar y le dijo: “¡No existe un hombre tan corrompido que no logre una
seria rectificación de su conducta tras rezar este rosario durante un año!”. Y
efectivamente, Domingo llegó hasta a personalizar un poco más su rezo: a cada
Ave Maria le añadió una frase de su cosecha que le recordaba un determinado
momento de la vida de Jesús. Por ejemplo, al 9° Ave Maria le agregó: “a quien
presentaste en el templo de Dios, su Padre”. Estas adiciones evangélicas, puestas
por escrito, se difundieron luego a través de un millar de copias mientras
Domingo todavía estaba vivo.

Cuando la práctica de este rosario, que era muy personal, comenzó a ser más
conocido en Baviera, Bélgica y el norte de Francia, se fueron formando grupos
para rezarlo en común. De ahí provienen las cofradías del rosario, las cuales
influenciarán profundamente la vida espiritual de los cristianos de fines de la
Edad Media. Siempre en evolución constante, es en el seno de tales cofradías que
el rosario gradualmente adquirió la forma que aun en la actualidad conocemos:
al igual que los 150 Salmos, se rezan 150 Ave Maria (agrupados en decenas), en
medio de los cuales se recuerdan los 15 misterios en total, que son los gozosos,
dolorosos y gloriosos.

La leyenda que atribuye el nacimiento del rosario al fundador de la Orden de los


Predicadores, se basa en una confusión entre Domingo de Prusia y santo
Domingo de Guzmán; y la misma no aparece sino hasta 1460.

Si el Santo Padre [Juan Pablo II] recomienda con firmeza que los cristianos de
nuestros tiempos recen el rosario, es porque esta forma de oración nos prepara
gradualmente para leer y meditar el evangelio con los ojos y el corazón de María,
quien obtiene su más grandioso placer cuando conduce a sus hijos a un
conocimiento cada vez más profundo de Jesús.

Julio del 2001.

Un cartujo.

...

Fuente: Un cartujo (2001). Les Chartreux et le Rosaire, edición digital de la


Cartuja de Serra San Bruno.

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