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Etiquetas: Cartujos
Comencemos por ver la historia del Ave Maria. Si bien el uso de la salutación de
Isabel unida al saludo del ángel es muy antigua [1], la segunda parte de la oración
es mucho más reciente. Y es en la Orden de los Cartujos que vino a aparecer antes
de ser difundida por toda la Iglesia. De hecho, la súplica: Sancta Maria, ora pro
nobis | “Santa María, ruega por nosotros”, aparece por vez primera en un
breviario cartujo del s. XIII. Y en el siglo siguiente, también dentro de breviarios
cartujos, la fórmula evoluciona y se convierte en: Ora pro nobis peccatoribus.
Amen | “Ruega por nosotros, pecadores. Amén”; apareciendo a veces con la
mención Mater Dei después de Maria. Finalmente, hacia el 1350, figura también
dentro de un breviario cartujo: Nunc et in ora mortis. Amen | “Ahora y en la hora
de la muerte. Amén” [2].
Al principio, la costumbre de rezar 150 veces las dos salutaciones [de Gabriel e
Isabel] permitía que las personas analfabetas pudiesen significar con ellas el rezo
de los 150 Salmos. Luego, un movimiento de devoción que quería expresar las
dos salutaciones con mayor recogimiento, redujo el “Salterio de María” (cuya
práctica es sobre todo evidente en los países renano-flamencos) a un “rosario”
que sólo mantuvo 50 repeticiones.
La búsqueda de una oración más interior hizo que a principios del s. XIV
apareciesen cláusulas después del nombre de Jesús, las cuales expresaban lo que
él hizo, lo que dijo, lo que sufrió, etc. (como: “Jesús, adorado por los magos”,
“Jesús, tentado por el demonio”, “Jesús, quien le lavó los pies a sus discípulos”,
etc.). Esta contribución específica pertenece a los cistercienses de la región de
Trèves [Francia], quienes nos ofrecen no menos de 98 cláusulas de este tipo.
La “breve hora” que menciona muestra bien que su rosario tendía lo más posible
a alejarse de la oración vocal para convertirse en una verdadera introducción a la
oración silenciosa.
Los cartujos fueron desde entonces los apóstoles de este método y lo difundieron
ampliamente a través de sus escritos. Y para apoyarlo, lo relacionaron con dos
relatos que tratan sobre visiones. El primero registra una historia conocida ya en
el s. XII: un monje (cartujo) que estaba de viaje, se detuvo en un bosque para
rezar las cincuenta Ave Maria que solía ofrecerle todos los días a la Virgen. De
pronto, apareció un salteador que tomó su caballo, sus pertenecías y se disponía
a matarlo, cuando “vio a una hermosa dama que en sus manos tenía lo que se usa
para hacer coronas. Con cada Ave que el monje rezaba, ella tomaba con sus labios
una rosa que luego ataba a una cinta. Cuando la corona de cincuenta rosas estuvo
terminada, ella se la puso en su cabeza y desapareció. El ladrón se acercó al monje
y le preguntó sobre aquella dama. El monje le dijo que había estado ocupado y le
aseguró que no había visto nada. Y el otro, al entender que podría haber sido
Nuestra Señora, le devolvió todo”.
El segundo relato trata de una visión que habría tenido Adolfo de Essen hacia
1429 [6]. En tal visión, la Virgen aparecía rodeada por toda su cohorte celestial.
Todos le cantaban el rosario con las cláusulas de Domingo. Y al nombre de María
todos inclinaban la cabeza; y al nombre de Jesús, se arrodillaban. Al final,
terminaban el canto de las cláusulas con un Aleluya. Todos tributaban a Dios
grandes acciones de gracias por los frutos espirituales producidos por el rezo del
rosario; y le pedían, a la vez, que les concediese la gracia de un abundante
beneficio en el avance interior de quienes lo rezasen.
Más tarde, un dominico: Alano de la Roca [†1475], quien estaba en contacto con
los cartujos, descubrió por ellos el método del rosario de Domingo de Prusia; pero
confundió a éste con Domingo, el fundador de su orden (!). Y así, los relatos de
las visiones, que eran parte de los cartujos, se transformaron en aquellas que
habría tenido el primero de los hermanos predicadores. Y los 50 misterios fueron
elegantemente reducidos a 15 -entre gozosos, dolorosos y gloriosos- a la vez que
se suprimió todo lo relativo a la vida pública de Cristo. No fue sino hasta la llegada
del Papa Juan Pablo II y de su carta apostólica: Rosarium Virginis Mariæ, que
aquella práctica sería reintroducida mediante los cinco nuevos “misterios de luz”.
La práctica de las cláusulas se vio así recuperada [a].
Según los registros, Domingo de Prusia había nacido en Borussia y era un antiguo
estudiante de la universidad de Cracovia, de la que Wojtyla sería obispo;
¿casualidad o providencia?
- Dom Yves Gourdel, “Le culte de la très sainte Vierge dans l’Ordre des chartreux”,
en Maria, études sur la Sainte Vierge, t. 2, Beauchesne, París, 1952.
- “El santo rosario en la Cartuja”, en Analecta Cartusiana 103 (1983), Institut für
Anglistik and Amerikanistik universität Salzburg, A-500, Salzburgo, Austria.
Notas de la parte I.
El rosario cartujo no está dividido en cinco misterios (el rezo de los cuales difiere
según los días), sino que cada Ave Maria está consagrado a un misterio particular
de la vida de Cristo; y el Padre Nuestro (al que se le puede anteponer el Gloria
[1]), simplemente se inserta en la serie de 50 salutaciones a fin de otorgarle a la
oración su culminación trinitaria y doxológica.
.
Dios te salve María, llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre
todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús… [a]
.
Después de la visión de Adolfo de Essen [3], se estableció la costumbre de realizar
un Aleluya tras cada cláusula. Todos los misterios de la vida de Cristo, incluyendo
los de su pasión, se convirtieron así en acción de gracias y alabanza a Dios por
todo el amor que nos revela y ofrece a través de ellos. Y este aire de gozo que
recorre todo el rosario es una bella reminiscencia del himno Akáthistos; es el
equivalente de este himno del oriente cristiano.
¡Oh, Inmaculada! [5], siempre bendita y excelsa Virgen María, Madre de Dios;
¡Oh!, Templo de Dios, el más hermoso de todos los templos; ¡Oh!, Puerta del
Reino Celestial, por medio de quien el mundo entero ha sido salvado, tiende
hacia mí tu misericordiosa escucha y sé mi dulce protectora, pues soy un pobre
y miserable pecador; sé mi ayuda en todas mis necesidades. Amén.
Algunas proposiciones.
Al principio, el rezo del Ave Maria terminaba con la expresión de la cláusula (tras
la cual venía el Amen y finalmente el Aleluya); su segunda parte aún no era de
uso universal, ni siquiera entre los cartujos que la habían creado. En ese entonces,
todo terminaba siempre con el misterio de Cristo, resaltando así la dimensión
cristológica de la oración como el lugar al que María nos conducía a través de su
Hijo. Nada de esto se ha prohibido en la actualidad. Por lo tanto, tras el Aleluya
dicho después del Amen puede hacerse un breve silencio. Esta es una manera de
rezar que conduce más fácilmente a la contemplación.
Para quien elige volver a la forma original del rosario a la vez que busca conservar
la segunda parte del Ave Maria, un método sencillo es rezar esta parte antes de
cada Gloria.
A propósito de esta segunda parte, sabemos que apareció de manera progresiva
en el curso del tiempo. Entonces, ¿por qué tal evolución debería detenerse
obligatoriamente ahí en nuestros días? Antes de pedirle a la Virgen que ruegue
por nosotros, sería bueno que comenzásemos por agradecerle. El texto de la
segunda parte debería ser, entonces: “Santa María, Madre de Dios, gracias por
todo. Ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén”.
Y quien no quiera separar lo que Dios ha unido, bien puede añadir el nombre de
José al de María, estableciendo así la afirmación en plural: “Santa María, Madre
de Dios, y san José, gracias por todo. Rueguen por nosotros los pecadores, ahora
y en la hora de nuestra muerte. Amén”. El descubrimiento del [inigualable] lugar
de este gran santo en la historia de la salvación, ¿no es acaso un descubrimiento
de tiempos modernos? Escuchemos, entonces, lo que el Espíritu le dice a las
Iglesias mediante la lectura de los signos de los tiempos.
...
1. O alguna otra doxología trinitaria, como la antigua: “Gloria al Padre por el Hijo
en el Espíritu Santo…”, etc.; a la que también se puede recurrir según su
moderna forma de inspiración bíblica: “Al Dios que era, que es y que viene, por
los siglos de los siglos. Amén”.
2. Para terminar las salutaciones con el nombre de Jesús, es necesario rezar:
“… y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”; cita que también puede verse
seguida de la expresión: “nuestro único Salvador” antes de cualquier cláusula.
3. Véase la mención que hiciéramos en el capítulo anterior.
4. Se han suprimido solo unas pocas palabras a la traducción a fin de evitar su
inútil repetición.
5. La creencia en la Inmaculada Concepción de María siempre fue defendida por
la Orden de los Cartujos, incluso desde mucho antes de la definición del dogma.
Dionisio el Cartujano [† 1471], en particular, fue uno de los que contribuyó con
su luz a demostrar la verdad de lo que entonces no era sino una opinión
teológica.
6. Los primeros trabajos críticos sobre el origen del rosario datan recién de
principios del s. XX.
a. Nota del T.: he modificado ligeramente las cláusulas en francés para así
ajustarlas mucho más a su original en latín.
b. Nota del T.: El Grupo de Dombes es una agrupación de diálogo ecuménico
fundado en 1937 y que reúne a miembros protestantes y católicos de habla
francesa. Esta reunión interconfesional es un referente internacional en lo que
concierne al diálogo ecuménico; sus trabajos sirvieron de inspiración al Concilio
Vaticano II y al Consejo Ecuménico de las Iglesias.
…
III. El rosario: algunos indicios históricos y espirituales.
Cuando la práctica de este rosario, que era muy personal, comenzó a ser más
conocido en Baviera, Bélgica y el norte de Francia, se fueron formando grupos
para rezarlo en común. De ahí provienen las cofradías del rosario, las cuales
influenciarán profundamente la vida espiritual de los cristianos de fines de la
Edad Media. Siempre en evolución constante, es en el seno de tales cofradías que
el rosario gradualmente adquirió la forma que aun en la actualidad conocemos:
al igual que los 150 Salmos, se rezan 150 Ave Maria (agrupados en decenas), en
medio de los cuales se recuerdan los 15 misterios en total, que son los gozosos,
dolorosos y gloriosos.
Si el Santo Padre [Juan Pablo II] recomienda con firmeza que los cristianos de
nuestros tiempos recen el rosario, es porque esta forma de oración nos prepara
gradualmente para leer y meditar el evangelio con los ojos y el corazón de María,
quien obtiene su más grandioso placer cuando conduce a sus hijos a un
conocimiento cada vez más profundo de Jesús.
Un cartujo.
...