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Índice
Tabla de contenido
Capítulo I: Una vida poco común.
Capítulo II: Un lugar completamente distinto.
Capítulo III: Nuevo amanecer.
Capítulo IV: El sonido del trueno.
Capítulo V: Perdido en una supuesta ilusión.
Capítulo VI: El principio del fin.
Capítulo VII: Blanca oscuridad.
Capítulo VIII: La leyenda de los relatos.
Capítulo IX: Hermanos.
Hay muchas maneras de escribir una historia, al igual que de terminarla, nunca
sabemos, a veces el curso del tiempo es cruel con las personas y las cambia la
vida para bien o para mal, no es lo que sucede, es la manera en cómo nos
afecta y cómo lo interpretamos.
Todo empieza una nublada tarde de verano, cerca del parque Shinjuku Gyoen
en la ciudad de Tokio. Una familia comienza a empacar sus cosas, cuando
imaginamos esto se nos figura a un padre una madre y sus hijos. Cabe
mencionar que este no es el caso, pues en esta familia, sólo es una madre y sus
dos hijos, un chico de 12 años llamado Oliver y su hermana Sarah de 10 años.
Ambos están empacando su ropa y sus pertenencias puesto a que pronto se
mudarán de ciudad, por segunda vez... Algo que pudiera ofrecer una mejor
vida que la que ya tenían.
Antes de terminar en Tokio esta pequeña familia residía en Alaska. Su vida
rebosaba de felicidad, pues todos sus miembros se encontraban bien, fue poco
después que el padre de los niños, Adam falleció en un accidente en la planta
donde trabajaba; esto causó una enorme depresión en Carol, madre de los
niños.
Es muy complicado explicar la muerte de un ser querido a unos niños
pequeños, que siempre están cuestionando todo lo que pasa a su alrededor.
Unos meses después Carol consiguió un mejor puesto de trabajo, en una
empresa en Tokio, finalmente la pequeña familia decidió dejar Alaska y
continuar con su vida en un mejor lugar, lejos de los recuerdos que tenían de
su padre.
Con el paso de los años Oliver y Sarah se adaptaron a su nueva vida, asistían a
clases en una escuela cerca de su casa, salían a pasear con su madre todas las
tardes, jugar videojuegos en casa de sus amigos, en fin. Esos días pronto
terminaron.
Las horas pasaban, ya estaba anocheciendo y Oliver miraba por su ventana, las
nubes pasar, la tormenta comenzar. Cada que veía la ventana le recordaba
todas las cosas que habían hecho desde que llegaron a Japón.
Las veces que jugaba con los vecinos del departamento de a lado, su primera
fiesta de cumpleaños en la escuela. Así como algunas defunciones de personas
cercanas, el recuerdo de su padre cada vez era más lejano, pero nunca olvidó
la razón por la que estaban allí.
—¡Mamá! ¿Puedes venir a mi cuarto? —gritó Oliver.
—Sí, hijo en un momento —contestó.
Mientras su madre se desocupaba, él estaba pensando como preguntarle sobre
la muerte de su padre, ya que pocas veces tocaban ese tema como familia, era
incómodo para su madre recordar tantas cosas que tuvieron un gran valor.
Oliver (algunos lo conocían como "Taro" gran chico en japonés) era un chico
muy común, al menos para vivir en Tokio... No era ni mal ni buen estudiante,
simplemente era muy regular, en la escuela se dedicaba a poner atención y en
las tardes a divertirse con sus amigos, asistía a clases de sgrima, que se
convirtió en su deporte favorito. No sólo por la simple adrenalina que genera y
el riesgo que representa, sino por las técnicas que se pueden hacer, algunas de
ellas bastante increíbles.
También algunas tardes o mañanas él y sus amigos se dedicaban a realizar
saltos acrobáticos, algunos implicaban un riesgo mucho mayor que el sgrima,
incluso uno de ellos se fracturó una pierna y la clavícula por realizar dichos
saltos.
Mientras tanto la hermana de Oliver, Sarah era un tanto varonil, puesto a que
pasaba la mayor parte del tiempo con su hermano y sus amigos, era muy
extraño ver que Sarah se reuniera con las demás chicas para jugar o platicar.
Al empacar, cada minuto del día se hacía más corto, las horas pasaban como
las pequeñas gotas de lluvia...
Habían dado ya las cinco de la tarde, comenzaba a oscurecerse —Carol le
preguntó a Oliver:
—¿A qué hora quieres ir a la escuela a despedirte de tus amigos?
Viendo a su madre directamente a los ojos y con ganas de llorar Oliver le
contestó:
—Pues yo creo que iremos temprano, ¿no? El vuelo sale a las 11 en punto.
— ¡Muy bien! Iremos mañana a las 8 —dijo Carol.
—Mamá, ¿por qué tenemos que irnos a otro país? —preguntó Oliver.
—Aquí ya no tenemos nada que hacer, ya no tengo trabajo, difícilmente podré
pagarles la escuela, la renta del departamento y tengo otra oportunidad de
trabajar; además es un mejor puesto en un país más barato. Siento mucho que
tengamos que irnos, es lo mejor para todos —replicó su madre.
Con el nudo en la garganta, se tragó lo que le había dicho su madre, y sin nada
más y nada menos continuó empacando sus cosas, y pensó que avisar por
teléfono a algunos de sus compañeros y amigos no era buena idea hasta
decirles en persona.
Su hermana era la más entusiasta, ella siempre le veía lo divertido y el lado
bueno a las cosas, al fin siendo aún una niña, es raro cuando un niño no
muestra su interés hacia algo nuevo.
Todos pensaban en todas las cosas nuevas que vendrían, así como las que le
pasaron en Tokio. No eran los mismos que llegaron de Alaska, es tiempo de
cambiar de nuevo.
Ya era de noche, las cosas empacadas cerca de la puerta, los viejos recuerdos
comenzaban a solidificarse en las paredes de la casa.
—No quiero irme de aquí, se dijo Oliver a sí mismo, mirando por la ventana
de su cuarto mientras la ciudad comenzaba su vida nocturna.
— ¿Que me puede esperar allá? —se preguntó.
—Solo una nueva vida, mañana lo mejor es despedirme sólo de Haru y de
Kenta. No creo que los demás les importe demasiado, como dice mi madre los
amigos son para siempre, no importa dónde te encuentres — se dijo a si
mismo antes de recostarse y apagar la luz para dormirse.
Algo lo observaba desde afuera de su ventana, era un gorrión, que observó
como se dormía tranquilamente, el pajarillo rápidamente se alejó en la
oscuridad de la noche. La ciudad de Tokio comenzaba su vida nocturna, luces
de autos, edificios y aviones decoraban la nublada y lluviosa noche.
Nuestra familia duerme tranquilamente, esperando el día de mañana, el cual
cambiara su vida por segunda vez. Al cabo de unas horas la noche desaparecía
agonizante, el sol comenzaba a asomarse poco a poco, la vida nocturna
comenzaba a desvanecerse, una brisa de tranquilidad cubría las calles de la
nublada mañana.
—Ya es hora —se dijo Oliver inmediatamente al despertar.
— ¡Levántate hermanote! —gritó Sarah con mucha emoción.
—Es hora de irnos, ¡mira aquí esta tu ropa!, ¡vamos levántate!
—Espérame Sarah, aún tengo sueño —le contestó molesto.
—¡Vamos rápido!, ¡iremos al Colegio a despedirnos!
Con un suspiro de tristeza Oliver se levantó, se mudó de ropa rápidamente y
sin más nada fue a desayunar lo que había preparado su madre.
—Hijo, desayuna bien. Será un largo viaje, además la comida del avión es
muy simple y ligera.
—Más vale empezar con el pie derecho —dijo su madre.
—¡Está bien mamá! —replicó Oliver.
— ¡Hermanito!, ¿Y si me acompañas al colegio a despedirme de mis amigos?
—dijo Sarah a Oliver
Él suspiró sin decir nada.
—Ambos pueden ir juntos después de desayunar... Yo iré por ustedes en un
taxi, luego nos iremos rumbo al aeropuerto.
— ¡Muy bien Mami! Dijeron ambos, Sarah con mucha alegría y Oliver
tratando de mostrar un poco de interés.
Ambos desayunaron un poco de arroz, y sushi que su madre había comprado
poco antes de salir del trabajo.
— ¡Nos vemos mamá! —dijeron ambos al salir de casa.
—Tengan cuidado niños, yo los alcanzo —respondió su madre.
Con un clima nublado con un poco de brisa, ambos se dirigieron al colegio
donde estudiaban.
Estando cerca Oliver se detuvo, estaba dudando si despedirse de sus amigos,
cosa que le resultaría muy difícil.
—Sarah, tu despídete de tus amigas, yo regresare a casa rápido —dijo
sollozando
—Ven conmigo Oliver, ¿por qué actúas como si no te conociera? —replicó
Sarah
—No me gusta que me veas llorar, prefiero estar solo.
— ¡Por favor! Oliver, será la última vez que veas a tus amigos, ¿no piensas
despedirte?
—Muy bien, puedo hacerlo —contestó.
Casi antes de llegar ambos iban recordando todos los buenos momentos que
habían pasado en Japón, incluso los más trágicos igual, como aquel terremoto
que azotó la isla hace unos años.
Oliver recordaba con nostalgia y tristeza los recuerdos de sus amigos Haru y
Kenta, en especial Haru.
Haru era el mejor amigo de Oliver, lo conoció el primer día que llegaron a
Tokio, en los juegos de un restaurante de comida rápida, por suerte ambos
hablaban la misma lengua. Haru dominaba mejor el japonés que Oliver,
llevaban tantos años como amigos que se decían ser como hermanos; sin
embargo, ya no más, y era más que seguro que no se verían en demasiados
años o al menos así parecía, los recuerdos de las travesuras que hacían en la
escuela, los días que caminaron juntos por el parque Shinjuku, las peleas
callejeras en las que participaron... En fin.
Por otra parte, Kenta era el mayor de los tres.
Su historia es algo especial: Nunca conoció a sus padres, desde muy pequeño
vivió en un orfanato sin embargo él y varios niños escaparon de allí desde los
nueve años, desde entonces, trabajó en un negocio pequeño, como intendente
y vivía en un cuarto de servicio en el subterráneo. Cosa que nunca notaron, a
pesar de su vida siempre fue un muchacho de buena fe... Estaba dispuesto a
defender a sus amigos a pesar de lo que fuera.
Con catorce años de vida Kenta ya caminaba como todo un joven, en una
ocasión la policía trató de arrestarlo por participar en una pelea callejera.
Ambos hermanos llegaron a la entrada del colegio, justo cuando dio el toque
para entrar corrieron rápidamente a buscar a sus amigos.
— ¡Taro!, ¡Ya es tarde! ¿No asistirás a clases el día de hoy? —preguntó Haru,
muy extrañado de que no asistiera a clases.
—Oliver ¿por qué has llegado tarde? Se supone que hoy habrá competencias
de sgrima —dijo Kenta observando detenidamente a Oliver.
—No sé cómo decirles esto, vengo a decirles adiós y a darles las gracias,
ustedes son y serán siempre como mis hermanos —dijo comenzando a llorar.
— ¿Darnos las gracias?, ¿escuchaste eso Haru?... No te ves bien Oliver,
¿ocurre algo?
—Me iré a vivir a otro país, mamá ha conseguido un mejor trabajo. Saldremos
al aeropuerto en unos minutos, la verdad no quiero irme de aquí.
— ¡No puede ser eso posible!, llevas una vida entera aquí, si haces eso Kenta
y yo nos quedaremos solos —dijo Haru tratando de consolar a Oliver
—¡Es meramente injusto!, ¿que más quieren saber? No puedo irme, ya no sé
qué hacer, si llorar o retener las ganas.
— ¡Taro! No te desanimes, nosotros siempre estaremos contigo, en tus
recuerdos, no olvides eso nunca, seguro encontrarás una vida mejor—.
—Haru tiene toda la razón del mundo, nosotros somos como hermanos, desde
muy chicos todas nuestras travesuras las llevamos con nosotros.
—Haru, Kenta quiero darles las gracias por haber estado siempre conmigo, en
las buenas y en las malas, ojalá que podamos vernos algún día en el futuro.
— Tomándolo por un hombro Haru buscaba calmar las ansias de su amigo —
No tengo idea de cómo consolarte, quiero llorar también, no solo porque te
irás, si no por verte así... Eres mi mejor amigo desde que tengo memoria, y no
soporto verte así y no ayudarte.
— ¡Haru, Kenta! ya casi nos vamos, ¡no puedo irme sin darles un abrazo! —
añadió Sarah muy emocionada.
— ¡Sarah! ¿Acaso creíste que te irías sin despedirte?, eres nuestra hermana
pequeña y siempre lo serás estés donde estés, ¡Dame un abrazo! —dijo Haru
tratando de levantarle el ánimo.
— ¿A dónde vas Kenta, no te quieres despedir de tu hermanita? —preguntó
Sarah mientras él corría hacia una butaca donde estaban sus cosas.
— ¡Un momento! —respondió.
—Oliver, quiero que lleves esto contigo.
—¿Tu guitarra?, No puedo... Te esforzaste mucho en conseguirla, tardaste
meses —dijo Oliver secándose las lágrimas de la cara.
—Es una vieja guitarra eléctrica, el esfuerzo que me costó quiero entregártelo
a ti, mi mejor amigo, consérvala como recuerdo de la vida que nosotros
compartimos.
— ¡Hermanote! ¡Mamá viene en el taxi! Debemos irnos ya
—No tengo palabras para decir cuánto los aprecio, Es mejor que me vaya
chicos, mi corazón no soporta las despedidas largas —dijo Oliver casi
llorando.
—Ya te hemos dicho Taro, siempre serás nuestro hermano ¿verdad Kenta?
—Hasta la muerte —añadió abrazando a Oliver junto con Haru.
El taxi estaba frente a ellos, la madre de Oliver los esperaba, observando a
través de la ventanilla del auto, sentía mucho dolor por su hijo, sin embargo,
pensó en no abordar el tema, para que no se sintiera peor de lo que estaba.
— ¡Ya vamos! —gritó Sarah corriendo hacia el auto.
—Nunca los olvidaré, a ninguno... Tengo que irme —mencionó a sus amigos
una última vez.
Oliver corrió hacia el auto también, sin embargo trato de no voltear hacia
atrás, Kenta entró rápidamente por la puerta del instituto, en cuanto Oliver se
marchó, mientras que Haru se detuvo a ver como su mejor amigo se alejaba
con su familia hacia el aeropuerto.
— ¿Está todo bien niños? —preguntó su madre.
— ¡Si mami! —respondió Sarah.
Oliver iba mirando por la ventanilla, diciéndole adiós con la mirada a la gran
ciudad de Tokio, las calles donde había crecido, los centros comerciales, los
muelles donde iba a practicar acrobacias con sus amigos...
Mientras tanto las nubes tapaban el naciente sol de la mañana, el aire traía una
brisa que ensordecía con su aliento, la lluvia comenzaba a precipitarse, al
parecer de todo el amanecer había cambiado de humor, de estar alegre y
soleado, a oscurecerse y ahogar todo en un llanto repentino.
El taxi había llegado a su destino, el aeropuerto internacional de Tokio,
rebosaba de gente a tempranas horas. Justo antes de llegar a la sala de
despegue, Oliver, Sarah y su madre decidieron comer algo en un McDonald's
que estaba en el aeropuerto.
— ¿Listos para el largo viaje? —preguntó su madre.
— ¡Seguro que sí! Mami... Creo que Oliver aún no está listo —susurró Sarah.
— ¡Si lo estoy!... No será de mi agrado, pero ya estamos por salir, qué más da,
mi vida y mis ilusiones se han quedado desechas ¿Ahora pueden dejarme
comer tranquilo?
— ¡Muy bien Jovencito! — Termina tu comida y date prisa, el avión no
tardará en despegar—. Miraba a su hijo con tristeza.
— ¡Gracias! — dijo Oliver molesto.
Una vez terminando de comer, se prepararon para ir a la sala de despegue, la
cual estaba con una que otra persona, El vuelo era el número 152, por lo que
no tardaría mucho. Por fuera los rayos y centellas estaban a todo su poder, la
lluvia se precipitaba con demasiada furia y las nubes negras no iban a ceder
ante nada.
Al subir al avión, Oliver se sentó de un lado de la ventana, Sarah después de
el, y su madre en el extremo del asiento. Recargando su cabeza en la ventana,
el muchacho estaba aún triste, pues es muy difícil separarte de algo, una vez
que te aferras.
La aeromoza dijo unas instrucciones y poco después de eso el avión despegó...
En medio de rayos, nubes negras y lluvia el paisaje se veía espectacular, cruzar
el Océano Pacífico de un extremo a otro le llevaría a nuestra familia más de 17
largas horas.
Una mañana de otoño mucho antes que saliera el sol se encontraba un alma
penando entre las calles. Se movía silenciosamente entre la neblina, caminaba
con la cabizbaja. Las estrellas y la luna podían observar su presencia; aquella
alma caminaba fúnebremente entre autos estacionados y edificios, se
escuchaban sus pasos. El sonido de un búho produce un eco en todo el lugar.
Aquella alma penaba por su propio destino, divagaba sin rumbo fijo solo
caminaba hasta donde su energía le permitía llegar. Sentía la soledad, sin
embargo, nunca hizo nada por ahuyentarla. Pese a su dolor siempre seguía en
pie.
Pasaron horas y no había señales de un amanecer, de vez en cuando se oía a lo
lejos algún auto transitando entre la neblina. Esa alma caminó entre el espeso
color azul que invadía el aire, llegó hasta un rincón y se sentó a descansar.
Con su fúnebre aspecto inevitablemente espantaba a cualquiera que transitase
por aquel rincón. Salvo de una persona que la conocía.
Esa persona no le temía, pues creía conocer el dolor que esta sentía. Esas dos
almas que ahora se encontraban allí se entienden en sus propios pensamientos
y en su propia tragedia. La segunda alma solo se incorporó con la primera, al
cabo de un rato decidió desahogar su inquietud.
—Es la primera vez que te veo caminando sola en la mañana —saludó Alan
acercándose.
—Eres muy indiscreto Alan, llevo horas caminando sola y minutos que vengo
observándote. El que debería pensar mejor las cosas eres tú. Pareces un
asesino serial o un psicópata al tratar de seguir a la gente. La pregunta
realmente es: ¿Qué haces tú aquí siguiéndome como un maniaco? —comentó
Saory viéndolo directamente a los ojos.
—Me impresiona tu mirada, pese a que eres una niña pequeña no tienes
miedo. Eso me gusta, pocos son los que se atreven a verme a los ojos. Te
buscaba, sabes bien cuánto me gusta tener tu compañía. Tengo cosas que
informarte, da igual si las quieres saber, hoy hay mucho que hacer y no tengo
tiempo para ti —la abrazó—. Ella intentaba no mostrar apatía.
—¿Qué cosas? No puede ser nada importante, las noticias importantes me son
llegadas de inmediato. Desde que no he ido a clases no ha ocurrido una
mierda. Pero veo que me dices esto para que te de algo a cambio. Conozco tus
intenciones—
—¡Ja! La pequeña niña de la pandilla sabe defenderse. Bueno pues tú crees
que soy como un destello viajero de otro planeta, con noticas que finalmente
no importan, pero de ellas depende tu vida. Te he observado los últimos días,
actúas raro. Supongo que no te ha de ir bien con tus supuestos padres, ¿no es
así? —comenzó a carcajear—
—No le veo lo gracioso. Necesito saber qué quieres, hoy quiero ir a un sitio
nuevo y no tengo tiempo de lidiar con tus bufonadas —comentó mientras él
seguía carcajeando como un tonto.
—¡Ya basta Alan pareces un idiota riendo de esa manera! —lo empujó al ver
que no cedía—.
—Lo siento. Perdona, es que recordé una cara de alguien que me hizo reír
hace poco ¡Claro! Pues eso he venido a decirte —comentó.
—Hace días, hace nueve días exactamente. Detuve a un tipo que te seguía, se
veía muy inocente el pobre niño. Me entretuve jugando con él, la verdad me
divertía ver sus lágrimas. Tenía cara de ser extranjero, por cierto, ese niño fue
a buscarte hasta casa del viejo. Desconozco gran parte de lo que hablaron.
Ese niño tenía intenciones de decirte algo. No lo negaré; se veía bastante
decidido a encontrarte. También debo decirte que he fallado como amigo tuyo,
si quieres no vuelvas a considerarme como tal. —Cometí el error de decirle tu
nombre verdadero, solo espero que no te molestes con él. Tampoco le pregunte
su nombre, solo sé que es tu compañero de clase—
—Antes de que me saques las entrañas debo preguntarte algo. Ese chico dice
que te conoce, supuse que tú a él también. Necesito tu respuesta ¿Ese es el
chico que me dijiste que te atraía? —preguntó levantándose del piso y
tomando a Saory por la mano para ayudarle a levantarse.
—¡Eres un tonto!
—Sí, Oliver me buscaría hasta ese lugar. Espero que no lo hayas lastimado
mucho, por favor no le digas mi nombre a nadie más. Yo no rompí mi
promesa, nadie sabe tu nombre de mi parte. Pero ahora... Adelante. Haré lo
que me pidas, después de todo... Eres un farsante.
— ¡Como tú quieras! —contestó molesto.
—Ahora, no te pediré algo muy difícil solo quiero que vayas a clases, busques
a ese chico y escuches lo que quiera decirte. Después de todo la mirada es el
leguaje del corazón, las palabras que dices en este caso son inútiles. La mirada
que he visto en ti y en él me ha dicho de más. Habla con el viejo, seguro te
dirá algo más interesante —sin decir más encendió un cigarrillo—. Unos
segundos después dio media vuelta y se marchó. Ella se quedó en el mismo
lugar. El cielo mostraba un color naranja, ella al verlo se imaginó que su vida
estaría a punto de cambiar para bien. Un momento llego a imaginarse que
quizás podía ser parte de una nueva historia. Nada más que falsas esperanzas.
Alan anhelaba a toda costa el bienestar completo de su amiga pues podía
percibir que Azucena era débil en muchos sentidos. Huir de los problemas no
le serviría por mucho tiempo, llegó un tiempo en el que al carecer de la
presencia de sus padres, ella debía decidir por sí sola que sería de su vida:
Donde ir. Alan pasaba horas pensando de qué manera ayudar a su pequeña
amiga. Había veces en las que estaba por rendirse; sin embargo, vio en el
profesor Manuel y en Oliver una oportunidad para que Azucena saliera del
profundo mar en el que se encontraba.
Ese amanecer Azucena pensaba, caminando de un lado a otro. Dudaba en
asistir a clases. El césped comenzaba a llenarse con el rocío de la mañana, los
árboles eran iluminados por tenues rayos de luz, las sombras de la calle
comenzaban a desvanecerse, más autos circulaban. La vida empezó a tomar
curso aquella mañana.
Emprendió el camino, poco después decidió sentarse en la acera y escuchar
música. No quería moverse de ese sitio. Pese a que el sol se asomaba, el frío
cogía todo a su alrededor. Las demás personas que caminaban por ahí se
extrañaban de ver a una niña sentada, sin moverse... Una persona en especial
se detuvo, un anciano. Alto y de barba blanca, con un buen vestir. Tenía un
sombrero negro y un bastón bastante excéntrico. Se detuvo y al mirarla se
acercó temiendo que la se espantara o que lo ignorase. Pese a eso el viejo tomo
el riesgo y extendió su mano para ayudarla a levantarse.
—Buen día pequeña. Trata de levantarte, supongo que debes tener frío ¿Acaso
te gusta estar así sola solo con la compañía del vaho que tu aliento desprende?
—dijo amablemente.
—Gracias —contestó— No tengo ningún lugar a donde ir, espero a que algo
más ocurra
—Ningún lugar a donde ir. Eso es malo, ¿lo sabías? Entiendo que no sepas a
donde ir, pero si eso fuera tendrías la intención de llegar algún lado. Si
supieras a donde ir no estarías aquí. Pero si no hay a donde ir entonces es un
problema grave —comentó apoyándose en su bastón.
—No entiendo qué quiere decirme señor. Necesito estar sola así que por favor
vaya a divertirse con alguien más —respondió encogiéndose por el frío.
—Bastante tiempo llevas sola mas la incógnita es: ¿Cuánto más vas a esperar?
—comentó el viejo. Azucena quedo aún más pensativa por esas palabras.
—Así como los colores se desvanecen en una vieja película, han desaparecido
tus sueños. Eres muy joven, aprovecha tu tiempo. Cuando voltees hacia atrás
veras que eres la última de tu familia. Así como yo, soy tan viejo que he visto
caer a toda mi familia. Si lo deseas puedes morir cual planta sin agua o puedes
crecer —dijo alejándose.
—¡Argh! Que anciano tan entrometido —pensó
—Es igual de entrometido que Manuel. Siempre metiéndose en mi vida jamás
entenderán que no soy ellos. No pienso como ellos y no quiero ser como ellos
—se dijo a sí misma frotando sus manos para escapar del frío. Un recuerdo
llego a su memoria rápidamente.
"Escucha. No te pido que seas feliz siempre, tampoco que estés triste. Te
quiero como a una hija, me duele verte así. Ojalá algún día comprendas."
Esas palabras oxidadas en sus recuerdos hicieron que levantara la vista, una
madre y su pequeño cruzaban la calle. Se veían bastante felices, unas lágrimas
tenían intenciones de salir de sus ojos y congelarse con el frío. Pronto las secó.
Al pararse vio que el anciano regresaba.
—Toma esto pequeña. Bébelo mientras esté caliente —añadió ofreciéndole un
vaso con chocolate. Una vez que ella lo tuvo entre sus manos el viejo
desapareció. Quería darle las gracias, pero no había rastros de este.
Finalmente quedaba hacer caso a las palabras de Alan, después de una alegría
llena de leche con un sabor dulce y caliente animó a Azucena a buscar a
Oliver y continuar su amistad antes de que esta comenzará a perderse.
Rápidamente cruzó la calle y se dirigió al colegio a toda prisa. Las dudas que
en la noche eran tinieblas resultaron ser simples tonterías a la luz del día.
La tarde llegó ese día, las calles eran alumbradas por una suave luz naranja
que anunciaba el anochecer. Era demasiado tarde pues ya no había nadie en el
colegio, inclusive los intendentes se habían retirado.
Azucena no había asistido a clases un día más esto pronto le causaría
problemas ya que el profesor Manuel no podía seguir manteniendo las excusas
de por qué ella no iba a clases regularmente. La puerta principal estaba
cerrada; se detuvo ante los barrotes solamente observando la tranquilidad que
había en el patio, algunos pájaros que picoteaban la fruta de los árboles y el
mismo cantar del viento que llenaba el eco de las voces que yacen en la
mañana.
La vida de la pequeña era muy gris, nada interesante ocurría. Sus días eran
escapar de su propia realidad. Con la misma edad de Oliver ni los estudios ni
sus amigos lograban que encontrara alguna dirección a la cual dirigirse.
Posteriormente pensó en entrar a la escuela por la entrada secreta. Suponía que
pasar la noche ahí sería algo interesante, los vigilantes llegaban antes del
amanecer, tenía una oportunidad de salir o de quedarse en clases el día
siguiente.
Mientras tanto el viento cantaba unas extrañas canciones con esa voz que ya
anuncia el final del otoño. Hubo algo extraño detrás, en ese frío callejón. Algo
sucedió. Estaba alguien tumbado en el piso, cerca del arbusto que cubre el
hueco de la pared. Era alguien que le resultaba ser familiar, ese alguien se
encontraba mal. No decía nada, se escuchaba su respirar de una forma muy
perturbadora. Se acercó un poco, solo para ver qué había sucedido en el
callejón. Azucena se paró delante, solo observaba sin decir nada.
—¡Vete ya! —refunfuñó—. Si no ayudas no molestes ¡No te necesito! —decía
quejándose del dolor.
—¿Brian? No pude reconocerte. Me da igual si quieres que me vaya. No
pensaba ayudarte solo que...
—Te diré qué sucedió aquí. Una pandilla fue lo que sucedió. Decidimos
esconder nuestras cosas en los vestidores del equipo de basquetbol y
escaparnos. Al regresar hace unos minutos una pandilla de una escuela cercana
nos sorprendió —dijo poniéndose de pie.
—¡Wow! ¿Por qué no me sorprendo de lo idiotas que son tú y los que te
acompañaron? Jajaja está bien ya entiendo. Ellos te dejaron así —comentó
agachándose.
—Ya que tu presencia me molesta ¡Me largo a otro lado! —dijo Azucena
dando media vuelta y caminando fuera del callejón. Brian molesto se acercó
rápidamente hacia ella.
—Odio decir esto: Debes ayudarme Saory. Esos tipos llevaron a los demás
hacia otro lado... Escuché de un tal Márquez que irían a la fábrica de tornillos
a darles una golpiza puedo ir yo solo, pero...
—Tengo miedo —dijo sobándose un brazo—. Ella se quedó sorprendida de
sus palabras. No obstante, no accedería tan fácilmente. Brian casi se caía del
dolor, ella con una mirada repulsiva trato de levantarlo.
—De verdad no entiendo nada ¿Exactamente qué hiciste para terminar así?...
¡Listo! Trataste de detenerlos y ellos te dejaron así, no me sorprende. Dicen
por ahí que perro que ladra no muerde, pero tú sí muerdes. Imagine que no
eras capaz —dijo sosteniéndolo—. Él a duras penas podía hablar. Tenía varios
golpes en la cara y en el cuerpo.
—Eran ocho ellos y seis nosotros. Se los llevaron a todos... Jonathan, Neithan,
Oliver, Sarah y la hermana mayor de Jonathan —decía mientras se sostenía de
Azucena.
—¿Qué demonios?, ¿Por qué harían eso?, ¡Que descarados! Nadie de ellos
pertenece a una pandilla.... Son unos maniacos estúpidos ¡Llevan a una niña
inocente! —gritó furiosa.
—Yo era miembro de la pandilla de Márquez. Decidí abandonarlos desde que
comenzó el ciclo escolar... Jamás pensé que me la devolverían. —comentó—.
Debemos darnos prisa antes de que algo peor pase, la vieja fábrica está a unos
minutos de aquí... Me las arreglaré con Márquez, pero necesito que me
ayudes... Debo sacar a los demás de ahí, o esto terminara mal... Muy mal—
dijo mientras caminaba.
—No te ayudaré. No es mi problema, aunque vaya que has sido un canalla al
meter a inocentes en tus problemas —comentó Azucena seriamente.
—Prometo que, si me ayudas, jamás volveré a dirigirte la palabra ¿Eso quieres
no? En vez de hacernos maldades en el salón... Jamas nos hablaremos de
nuevo, piénsalo te librarás de mi para siempre.
—Si eres un hombrecito, acepto el trato. Si salgo herida en tus locuras créeme
que seré tu peor pesadilla para siempre ¿Entiendes o te lo explico mejor? —
exclamaba mientras sonreía cual psicópata.
—No me sorprende que te sigan ya que siempre pensaré que eres un idiota.
Solo que estas loco si quieres que entre a la fábrica —respondió siguiendo a
Brian.
—Será simple yo entro a armar el pleito, tu escapas con los demás... Escapar
no será nada sencillo debes conocer ese lugar de mala muerte. Además de la
pandilla de Márquez, hay varias que comparten ese vertedero de porqueria.
—¡Pamplinas! Supongo que confío en ti —añadió tallándose los ojos por el
aire que cada vez venía con más fuerza.
—Eres una sabandija. Una maldita sabandija... Pero cuidaré de ti. Aunque seas
mala conmigo no dejaría que te hicieran daño alguno de esos simios.
—Espero que sepas lo que haces, sólo temo por Sarah. Los demás no me
interesan —comentaba acomodándose el cabello.
Ambos se encaminaron hacia la vieja fábrica. Brian conocía muy bien el
camino, no estaba muy lejos del callejón de la escuela. Curiosamente que era
uno de los barrios más bajos que existen en ese lado de la ciudad. Un lugar de
mala muerte como la gente solía llamarlo, un lugar en el que varias pandillas
se juntan para consumir todo tipo de cosas.
Brian en su momento formó parte de una, pero decidió abandonar esas cosas
ya que Márquez el líder de la pandilla lo había retado a asaltar a un
comerciante que tenía pobres ventas. Un negocio pequeño era la mejor víctima
para que Brian demostrará su valor... Sin embargo, él se negó y abandonó la
pandilla lo antes posible. No obstante Márquez, un tipo joven de piel morena
llena de tatuajes juró ante sus seguidores vengarse de Brian pues el niño
asustado dejó la pandilla y denunció ante las autoridades el lugar donde estos
se encontraban. El grupo de Márquez desapareció un mal día se enteraron de
donde estudiaba Brian, esperaron el momento adecuado para sorprenderlo.
En el camino este caminaba como desesperado para encontrar la fábrica
rápidamente antes de que algo le sucediera a sus amigos. Azucena solo le
seguía el paso, esperaba la oportunidad para retirarse; pero él no le quitaba la
vista de encima. No muy lejos comenzaron a ver a muchas personas que
caminaban en conjunto, unas venían mal vestidas y daban una mala impresión.
La fábrica no podía estar muy lejos... Era cuestión de llegar hasta allí sin ser
vistos por algún buitre que delatara.
Brian constantemente le decía a Azucena que se acercara y observase hacia
donde se dirigían esos maleantes. El aire olía a cigarro y a mil cosas extrañas.
Eso era lo que a ella le molestaba. Ambos chicos no venían solos. Dos
depredadores estaban tras ellos, desde que las revueltas comenzaron fuera de
la escuela; faltaban algunas horas para el anochecer, eran la las cinco y media
de la tarde esa vez y aún se encontraban lejos de llegar a cobrar facturas.
Azucena finalmente se desesperó de no llegar pese a las presiones de Brian...
Lo molestó una vez más preguntándole varias cosas.
—Bien dices Brian que estuviste en esa pandilla ¿Qué pasó exactamente?
Seguro algo hiciste para que te buscaran.
—¿Yo? Yo solo salí de esa pandilla, jamás imaginé que vendrían por mí y peor
aún cerca de la escuela a plena luz del día —Saory, tienes razón soy un tonto...
No debí haberles llevado cerca de la escuela —dijo sentándose detrás de unos
contenedores de basura.
—¿No pudiste detener al tal Márquez verdad?
—Trate de hacerlo... Pero dos de sus criados de mierda me tomaron por la
espalda, no pude hacer nada más. Ojalá ahora mismo pudiera patearle la cara.
—Mejor cállate no sabes qué harás en cuanto estemos en la fábrica imaginaria
—comentó ayudándole a pararse.
Unos pasos después se encontraban en la entrada de la fábrica. La malla rota y
oxidada llena de hierbas rastreras, las nubes formaban su nido de odio encima
de aquel lugar desolado. El canto del viento cubría los alrededores.
Ambos chicos se encontraban en búsqueda de sus amigos sin ninguna
esperanza. Había pandilleros de todas las edades, esa vieja fábrica era un
completo nido de alimañas de todo tipo. El clima tan frío alojaba asimismo
muchos peligros para dos niños que vagaban solos por ahí.
Ambos al caminar recibían la mirada de odio de cada alma que se torturaba en
ese basurero. Brian seguía buscando incansable el lugar donde Márquez
pudiese tener a sus amigos. Mientras tanto Azucena moría del miedo,
constantemente abrazaba el brazo de Brian. El olor a cigarro y a mil cosas
envolvían aquel ambiente...
—Considero que lo más prudente es salir de aquí, no sabemos con qué tipo de
personas nos podemos encontrar —dijo Azucena tomando la mano de Brian
para abandonar el lugar.
—¡No me da pena decir que tengo miedo! ¡Me has traído al peor lugar de esta
inmunda ciudad! No debí ayudarte allá en el colegio —reclamó en un intento
fallido de convencer a Brian.
—Anda puedes hacer lo que quieras, vete ya sabes salir de aquí. Tardará poco
en anochecer... Solo ten cuidado yo debo buscar a mis amigos. No tengo
opción los he metido en esto...
—Aquí no hay nadie más que drogadictos y pandilleros maleantes ¿Qué no
tienes miedo de salir lastimado? —¡Ya veo! prefieres terminar peor que como
te dejaron —dijo mientras entraban en el edificio principal de la fábrica.
—¡Cierra la boca Saory! Te he dicho que eres libre de irte... Debemos subir
aquellas escaleras, estoy seguro de que están en el piso D. Allí siempre fue su
guarida secreta. Ahora...
—¿Qué piensas hacer Brian? Si sales de ahí será en pedazos o mucho peor
¿Qué te sucede?
—Silencio, estoy pensando... Necesito planear cómo enfrentar a Márquez y al
resto, necesito de tu ayuda; por favor no me dejes solo —dijo tomándole el
brazo.
—¡Si! Es decir... ¡No! ¿Qué planeas hacer? Son más que nosotros seguro nos
hacen papilla a ambos y enviarán nuestros órganos a una súper venta, luego se
harán millonarios y formarán un ejército para...
—¡Basta! —interrumpió— Necesito que subas conmigo, cuando te avise...
Vendrás por los demás. Ya verás la señal... Espero que puedas distinguirla y
escapar con los demás.
—De acuerdo — dijo temblando— ¿Cuál es esa señal? —preguntó.
—Para que te sea fácil. Cuando me veas en el piso y sin poder levantarme.
Antes de subir debemos asegurarnos de que en esta planta no están... Pueden
estar en cualquier parte. Hmm...
—¿Qué sucede? — preguntó Azucena tartamudeando —¿Que haremos
primero?... No te separes de mí ¡Por favor!
—¡Ja! La niña que me odia ahora quiere que la cuide que gracioso ¿No? —se
burló— Primero espera aquí en la puerta iré al sótano, la maquinaria no puede
ocultar nada... Es muy pequeña. Volveré, pero te necesito... No me dejes solo a
mí y yo no te abandonaré al menos por hoy...
—Esta... Bien aquí te esperaré, pero no tardes —mencionó mientras se sentaba
a un lado de la puerta, justo debajo de las escaleras.
Brian caminaba entre la vieja maquinaria, llena de óxido y telarañas viejas.
Algunas máquinas estaban cubiertas con sábanas blancas. El piso rebosaba de
polvo y basura de todo tipo desde cigarros usados, botellas y jeringas.
En esas largas ventanas entraba un destello de luz que levantaba el polvo
mismo. Pronto se sintió acobardado ya que un extraño aroma lleno el aire
repentinamente. Un perfume muy penetrante que lastimaba la nariz al
inhalarlo.
Al fondo estaba la puerta del sótano. Volteó hacia atrás y al notar que nadie lo
seguía siguió caminando entre la maquinaria, cerca había unas cadenas que
escondían a una pareja que se disfrutaba mutuamente. Al percatarse de esto
salió corriendo hacia la puerta del sótano.
La vieja puerta de madera abría unas escaleras que descendían hasta un oscuro
abismo. No había luz, no se podía ver absolutamente nada de lo que había
abajo. El suelo desprendía el olor de la muerte. Sin duda alguna Brian tropezó
con algún cadáver, pues ocultos en el sótano los muertos se podrían en
silencio. La ausencia de luz no permitía apreciarlos; no obstante, allí estaban.
Se sentía un poco mareado por el humor del sótano, caminó hasta topar con
pared... Solo creyó encontrar máquinas viejas en él.
Rápidamente caminó entre el mar de cuerpos y subió las escaleras. En ese
sótano yacían las víctimas de diferentes asesinos. Sólo que ahí estarían
siempre ocultas. El olor de sangre putrefacta era inminente, Brian no sabía lo
que este era simplemente creyó que este venía de la vieja maquinaria guardada
en el sótano.
Azucena vigilaba constantemente la puerta y las escaleras, ambos chicos
temblaban de lo solitario e inmundo que era ese lugar.
Al llegar donde Azucena, Brian se veía indeciso de subir. Más no tenía opción
sin siquiera subir un escalón él ya tenía el miedo hasta la garganta...
—¿Encontraste algo en el sótano? —preguntó— Allí arriba no hay ruido
alguno ¿Crees que debamos subir?
—Sí —suspiró mirando las escaleras No debemos hacer ruido o se darán
cuenta que hay alguien y saldrán por nosotros.
—Esta es la planta baja... Llegaremos al piso D hay más niveles, pero el
acceso estaba lleno con escombros así que es imposible subir —comentó—
Sólo no te quedes atrás.
—Supongo que confió en ti, idiota —añadió siguiendo a Brian. Cada paso que
daban al subir las escaleras estas crujían por lo viejas y oxidadas que estaban.
Las viejas paredes tan dañadas tenían dibujos hechos con pintura de aerosol, y
algunas telarañas con enormes bestias viviendo en ellas. En el ángulo de las
escaleras con la pared una telaraña era tan grande que tenía un ave muerta
enredada entre los hilos.
Ambos subían temerosos de lo que podían encontrar en el próximo nivel. El
silencio predominaba, un silencio que te da la certeza de que hay algo
esperando por ti.
Brian se detuvo al llegar al nivel A antes de seguir Azucena observó la pared
una placa que mencionaba dicho nombre. Todo se encontraba en total y
absoluto silencio, no había más que oficinas cubiertas con sábanas blancas, era
un lugar donde se computaban datos. Tanto polvo hacia estornudar a ambos.
Paseaban entre las oficinas buscando, nada parecía tener vida.
—Me parece que hay que seguir al nivel B —dijo Brian limpiándose la nariz
con su antebrazo.
—Me pregunto si hay alguien en este edificio, yo creo que huyeron a otro lado
—comentó Azucena buscando debajo de un escritorio.
—No. —Eso es difícil; ellos siempre se escondían en este edificio los demás
están ocupados por otras pandillas o por vendedores.
—¿Qué tipo de vendedores? —preguntó abriendo una puerta que daba en
dirección a unos sanitarios.
—De todo tipo de cosas; he visto que venden armas, droga y pólvora. Yo una
vez compre una pequeña navaja suiza... El reto que Márquez había puesto era
asaltar a alguien que fuera fácil y no pudiera pedir auxilio —respondió
mientras entraban a los sanitarios.
—Imagino que esto es un sanitario de mujeres ¿tú qué piensas?
—No tengo ni idea, este lugar lleva mucho tiempo abandonado... Será mejor
irnos de este nivel o alguien más puede subir y echarnos a patadas de aquí —
decía al recorrer el fondo del corredor, dio media vuelta.
—Necesito algo de agua, muero de sed. Para variar las llaves no funcionan así
que este edificio está completamente sin nada... No hay luz ¡Ni agua!
Vámonos ya Saory.
—¿Qué es eso? ¿Qué diantres es eso? —preguntó Azucena señalando un
sanitario con la puerta entreabierta, allí estaba el cuerpo muerto de una mujer,
portaba un uniforme por lo que asistía a clases en algún lado, no podía verse
su rostro... El cuerpo estaba con la cabeza inclinada. La poca sangre que aún
conservaba su cuerpo goteaba en el piso expandiéndose hasta donde ella se
encontraba de pie... Respiraba tan rápido que pudo desmayarse de la
impresión; Brian la tomó de la mano y rápidamente salieron corriendo a las
escaleras que llevaban al siguiente nivel.
— ¡Sácame de aquí! —exclamó.
— ¡Sh! ¡Cálmate, yo también estoy asustado! —añadió tratando de calmarla.
—¡Estaba muerta! Sangraba muchísimo... ¡Qué rayos sucede! —gritó
agachándose en un rincón de las escaleras.
—¡Silencio! Van a escucharnos y nosotros acabaremos igual que esa chica,
bueno si suena cruel, pero cálmate, te dije que si querías irte podías hacerlo
¡Jamás haces caso! — susurró.
—Sube tú, yo no quiero ver nada más... Esperaré aquí.
—Bueno, lo haré —No es muy lejos... Solo iré y regresó por ti —¿Estarás
bien?, ¿no? Si ocurre algo sal corriendo o grita y yo... Veré si puedo ayudarte
—dicho eso Brian subió unos escalones más para llegar al otro piso.
Subió tan pronto como pudo, no obstante, al llegar solo encontró un ventanal
roto por el cual unas palomas volaron asustadas. Una habitación
completamente vacía, pero por la cual el ocaso se observaba, el ventanal que
era tan grande permitía apreciar una amplia vista de la ciudad.
Brian forzaba una puerta oculta por unas viejas tablas. No lograba abrirla ya
que estaba cerrada con candado, era más que obvio que no pudieron ocultarse
dentro de esa puerta.
Azucena subió cautelosamente hasta donde él se encontraba, la iluminación de
la ventana lastimaba su vista.
El camino no terminaba en ese nivel vacío pues las escaleras abarcaban siete
niveles. Brian sabía que era imposible llegar a la cima del edificio por qué las
escaleras estaban bloqueadas con escombros que cayeron del techo una tarde
lluviosa.
—¡Vaya! De pronto sentí que habías huido como de costumbre lo haces —dijo
volteándola a ver. — Esta puerta está cerrada con llave y candado, me temo
que no están por aquí. A menos que estén en aquella puerta.
—¡Está zona está vacía! No pueden estar aquí... Pero si dices tratare de entrar
Hmm la puerta usa una tarjeta magnética para abrirse. Te dije que no te
abandonaría, aunque seas un testarudo.
—Mira por allá... Hay una tarjeta sobre aquellos documentos en el escritorio...
—¡Vamos Saory intenta abrirla! Supongo que no encontrarás nada —
sentándose en las escaleras pensaba —Tengo el presentimiento que
deberíamos seguir, pero... Creo que aquí no encontraremos a nadie, al menos
con vida—
—Muy bien... Sólo debo deslizarla y ¡Listo! —comentó al abrir la puerta,
dentro de esta había una bolsa de dormir y un par de botellas. Más al fondo
había una caja de cigarrillos.
—Nada aún... Saory subamos, faltan dos niveles más y te puedes ir... Claro
que te ayudaré a escapar de aquí —mencionó tomando mano y subiendo las
escaleras. El nivel C era el siguiente. Algo no muy distinto al anterior nivel.
Simplemente era una habitación vacía sin vida... La única diferencia eran unas
viejas cortinas rasgadas por la humedad que cubrían el ventanal.
Aquí en este nivel ambos chicos encontraron un problema mayor: Un tramo de
las escaleras había desaparecido. Era imposible continuar por ahí, pues el
tramo en buenas condiciones estaba muy por encima... Azucena al observar la
situación sintió la necesidad de buscar algo más para subir a la última planta
disponible.
—¡Rayos! Esto no... No estaba así, alguien debió romper el acceso. Me temo
que debemos bajar lo más pronto posible. No sabemos quién está aquí...
—Esta vez te has dado por vencido muy rápido, Brian —comentó. —
¡Podemos entrar por la ventilación! Seguro es mejor que tratar de subir las
escaleras... Creo que estaremos a salvo por ahí. Nadie podrá vernos o hacernos
daño —removió la protección del ducto de ventilación.
—¡Buena idea!
—Yo entraré primero, las chicas miedosas van después Jajajaja —reía
mientras entraba por el ducto—. Enseguida iba Azucena siguiendo los pasos
de Brian. El ducto era algo estrecho y bastante oscuro, la luz pegaba muy poco
ahí dentro por lo que se movían a gatas a través de.
El ruido que emitía el metal al abultarse con sus pasos asesinaba cruelmente a
la serenidad y el silencio que había en ese desolado lugar.
Al toparse con dos protuberancias que daban en dos direcciones distintas...
Una estaba inclinada y continuaba en la misma dirección; sin embargo, la otra
daba a la izquierda. Brian se acercó poco a poco a la izquierda. Lo único que
notó es que si entraba allí sería un largo y doloroso camino hasta la planta
baja. Al quedar detrás ella continuó por la que seguía con la misma dirección,
al entrar ahí se sentía el frío aire y la luz resplandecía en uno de tantos
túneles...
—Puedo ver el final del túnel ¿Ahora qué hacemos? —preguntó nerviosa.
—¡Silencio! Amm solo observa si hay alguien ¿De acuerdo? No pueden ir más
lejos y no hay como escapen. Me pregunto cómo es que llegaron hasta acá si
los accesos están bloqueados o rotos.
—Puedo ver algo...
—¿Qué ves? —preguntó Brian susurrando. Azucena se acercaba a la
protección de la ventilación y a través de esta observaba lo que había, solo
podían verse basura en el piso, nada más.
—Vamos a salir, no hay nada más que basura, pero puedo ver un corredor al
fondo —susurró removiendo la protección del ducto.
—No puedo creerlo. Aquí no hay nada, yo esperaba encontrarlos a todos
¡Mierda! ¡Tiempo malgastado! —gritaba Brian al salir —Saory, debemos
irnos de aquí ya podremos enfrentarnos otro día, pero necesito encontrar a los
demás.
—¿Crees que Márquez huyó a otra parte de la fábrica? —preguntó.
—No lo creo... Este inmundo lugar no tiene más espacio para una rata de su
tamaño.
Brian sólo observaba el fondo del corredor. El sonido del rechinar de una
puerta resonó, mientras que una leve silueta se asomaba fuera de la puerta.
—¡Larguémonos de aquí! ¡Ya, ahora! —gritó Brian alejándose del corredor —
¡Vuelve a los ductos, te veré afuera!
—¡Brian, ¡qué sucede! —espantada volvió a través del ducto.
—¡Es una trampa! —salió corriendo en dirección a las escaleras. Pronto dos
tipos salieron tras Brian, Azucena era una presa más complicada de atrapar ya
que los ductos de ventilación eran pequeños y un completo laberinto.
Justo en ese mal momento Márquez se salió de su guarida, las puertas del
corredor era el verdadero nido de esa pandilla del mal. Eran cuatro contra dos,
no había muchas posibilidades de escapar completos del edificio.
Brian corría desesperadamente, respiraba muy rápido mientras trataba de
esconderse. Los tres sujetos le seguían el paso y no se engañaban tan
fácilmente. Ni siquiera la altura que separaba el nivel D del anterior fue un
obstáculo para que Brian saliera de ahí. Rápidamente corrió y se dejó caer al
vacío, fue un golpe duro, pero no había escapatoria. Los demás usaron las
puertas de servicio para alcanzarlo, al llegar al nivel A tenía a los tipos
pisándole los talones... Entrar a los sanitarios era su única salida.
Corrió hasta la puerta, los pasos de sus perseguidores se escuchaban muy
cerca. No hacer ruido era una solución para no acabar entre sus fauces.
—¡No pueden encontrarme, no van a encontrarme! —¿Dónde estará Saory?
—Ella ya está lejos de aquí... eso espero —suspiró—. Unos pasos más
cautelosos caminaban fuera de la puerta. Podía percibirse su silueta por debajo
del marco, unos pasos que daban vueltas de un lado a otro. De repente todo se
calmó.
—¡Qué esperan, lárguense de aquí! —Balbuceaba constantemente forzando un
ducto de ventilación—. Tanto ruido hizo que entraran bruscamente pateando la
puerta y abriéndola de un solo golpe. Antes de que entraran Brian se escondió
debajo del lavabo, solo respirando agitadamente. Cuando ellos entraron, se
distrajeron con toda la sangre que había en el piso.
—¡Si debo salir es ahora o nunca! —pensó saliendo de su escondite. Uno de
ellos quiso detenerlo, pero fue demasiado tarde. Brian lo empujó con todas sus
fuerzas evitando ser capturado. Justo al salir atrancó la entrada con una tabla
de madera que cayó del techo. Bajó rápidamente las escaleras hasta la planta
baja, los pasos cesaron por lo que creyó que ya no los seguían. No había señal
alguna de Azucena, transcurrían algunos minutos y ya estaba oscuro. La
desesperación ahogaba las cuatro paredes de la vieja fábrica, rápidamente
Brian volvió a las escaleras hasta el primer nivel, los golpes en la puerta del
sanitario sonaban como si la fuesen a derribar.
De pronto alguien llegó por las escaleras del nivel B, llegó tan asustada que su
color de piel era un tanto más amarillo que su color normal. Azucena logró
escapar de los ductos, respiraba muy agitada. No obstante, ambos seguían en
peligro.
—¡Brian, corre ya vienen por nosotros! — añadió —Están ahí todavía,
podemos salir por los ductos hasta la calle. ¡Andando, el tiempo es oro! —dijo
entrando de nuevo.
—¡Genial estás viva! Me tenías preocupado, parece que si sobreviviremos
después de todo jajaja — reía de los nervios—.
—¡Camina ya, pero rápido! —dijo ella.
Salir de ahí no resultaba ser cosa fácil, eran unas cuantas vueltas por la
ventilación del edificio, pronto estaban fuera de, y en el extremo que daba con
la calle. Azucena salió primero, ayudando a Brian a salir.
Él simplemente se ve nervioso, pues ninguno de sus amigos estaba en el
edifico. Finalmente, el miedo al salir fue mayor que el de entrar.
—Saory, debemos correr y alejarnos de aquí. Esos imbéciles son capaces de
seguirnos hasta donde lleguemos.
—Ok. Entiendo, ni idea de que donde estén los demás, yo estoy segura que
algo malo les ha pasado, no sé quién podrá salvarlos, le diré a mis padres —
comentó.
—¡No les digas a donde te he traído, seguro que me asesinaran!
Ambos salieron corriendo tan rápido como pudieron, ya estaban lejos de la
fábrica. Unas calles antes del colegio. Aparentemente un lugar seguro, había
muy poca luz casi nada. El viento comenzó a cantar esta vez de una manera
cruel y silenciosa. Saory se detuvo unos segundos, Brian siguió corriendo tan
rápido como sus piernas le permitían.
Al doblar una esquina, un golpe muy fuerte lo derribó. Era demasiado tarde
aquellos maleantes los alcanzaron. El miedo hizo a Brian levantarse como
rayo pese a que Márquez lo golpeó con un bate de béisbol.
—¡Creíste que la librarías, sigues siendo un cobarde! —mencionaba Márquez
burlándose cuando Brian estaba tumbado —¡Esto es de risa, has caído en la
trampa! Me decían que no eras tan tonto, pero veo que... ¡Si lo eres! —
carcajeó—.
—¡Pedazo de basura! ¡Más te vale decir en donde están mis amigos! —dijo al
levantarse — ¡Esto es lo que querías! ¿Qué esperas? —¡No te tengo miedo!
—. Era una pelea muy justa uno contra uno. Los demás quedaron atrapados en
el sanitario del edificio. Márquez se veía cada vez más decidido en hacerle
daño a Brian.
—No entiendes nada cobarde. Usé a tus amigos para poder vengarme por
aquello que nos hiciste; veo que no lo entiendes. Tú y tu amiguita están en
peligro ahora mismo por si no lo sabían —mencionó al sostener el bate.
—¡Déjanos solos! —gritó Brian abalanzándose contra Márquez. Ese lugar se
llenó de gritos y empujones por unos minutos.
Márquez trataba de acabar con él de un golpe, para su buena o mala suerte
pudo quitarle el bate de las manos. Intercambiaron golpes uno al otro, pese a
que siempre se mostraba tranquilo y evitaba a toda costa los problemas; esta
vez Brian desató soda su fuerza, se veía el coraje en sus ojos.
Azucena veía desde un ángulo, los nervios estaban por matarla. No sabía si
entrometerse y frenar la pelea o simplemente mostrar indiferencia ante la
situación.
Márquez era más ágil que Brian, mientras él podía acertar un golpe, Márquez
le había acomodado tres. Después de un par de minutos y de recibir tandas de
golpes finalmente el vándalo logró vencerlo con un golpe en la espalda que lo
puso en el suelo sin poder levantarse. Si recuperaba el bate que estaba en el
suelo, algo mucho peor podía suceder. Cuando menos se lo espero una piedra
lo golpeó en la cabeza. Inmediatamente Brian se puso de pie y trató de salir
huyendo, pero el sonido de una sirena alcanzó a los tres. Pues al ver el
alboroto en la vía pública unos vecinos denunciaron lo que ocurría.
Rápidamente dos agentes bajaron de la patrulla, uno tomó a Brian por la
espalda y lo sometió torciéndole un brazo, Márquez trato de desaparecerse,
pero tuvo la misma suerte. Azucena permaneció quieta detrás de unos
arbustos. Si ella se movía acabaría igual que esos dos idiotas, pensaba.
Las autoridades no dijeron absolutamente nada, los subieron detrás de una
patrulla... La horda de vecinos salió de sus casas a ver qué ocurría. No se dijo
o se hizo más, la patrulla llevó a ambos chicos a la delegación, allí sus padres
debían responder por ellos... Cosa en la cual Brian estaba en problemas.
Tan pronto se fue la patrulla Azucena dio vuelta atrás y se dirigió a su casa. El
segundo depredador iba tras ella, esta vez la tomó por detrás y le tapó la boca,
claro que fue un buen susto para ella... Su reconocida voz solo dijo estas
palabras.
—Veo que tuviste un poco de diversión el día de hoy. Gracias a mí estas con
vida Jajajaja eso no lo olvides —La policía y yo los seguimos durante horas,
los otros tres delincuentes juveniles están ya detenidos—. Después de todo lo
que has vivido respóndeme una pregunta, quiero una buena respuesta no
cualquier cosa... ¿Qué es el miedo?
—No tienes algo mejor que hacer, ¿no es cierto?
—Vamos respóndeme, después de todo mañana debes asistir a clases y yo en
persona te llevaré a la escuela para que no hagas ninguna estupidez o algo
ilegal como ahora —comentó y al mismo tiempo los dos se alejaban del lugar
de los hechos.
Era tarde y el profesor Manuel estaría preocupado si no veía llegar a Azucena
a buena hora.
Alan la condujo hasta su casa, no hizo ningún comentario sobre lo que
sucedía, él llamó a las autoridades para que detuvieran a ambos chicos y que
ella no resultará lastimada. Antes de irse le aconsejó que no saliera más por las
tardes pues el notó que el ocaso y el amanecer llegaron de una forma muy
extraña inclusive más que los otros días. Mencionó algo en torno a que las
nubes empezaban a verse entre azules y negras además de formar remolinos en
lo alto del cielo.
Todo cambió absolutamente al entrar a clases. Alan la acompañó hasta la
entrada del colegio y no dijo más sencillamente se despidió de su amiga. Ella
sintió cierta frustración al no haberse podido fugar.
Todos la veían extrañamente pues pensaban que jamás volvería nadie tuvo la
molestia de preguntar qué había sido de su vida asimismo ella tampoco se
interesó. Recordaba firmemente lo que pasó hace poco antes de entrar a su
aula vio que Oliver se encontraba sentado cerca de la ventana exactamente en
el lugar de Brian, solo que este no había llegado aún.
Al verla llegar se notaba la alegría en los ojos del chico, tantos días sin saber
nada de ella y cuando pudo estar cerca no tuvo la oportunidad de hablarle.
Esta vez fue ella quien al estar preocupada se acercó a Oliver, la emoción en
sus ojos decía más que mil palabras un se lleva el viento.
— ¡Oliver, estás bien! —¿Dónde están los demás, como pudieron escapar? —
¿Dónde rayos está Brian? — exclamó sorprendida.
—¡Hola me alegra mucho verte! Y no pasó nada... Nada en absoluto. —
¿Brian? Él no ha llegado realmente no sé dónde esté. Tal vez viene en camino
—respondió alegre, pero al mismo tiempo nervioso.
—Pero cuéntame ¿Por qué no vienes a clases? Quiero decirte algo desde hace
tiempo y jamás puedo encontrarte...
—Es que tú jamás entiendes... ¿Crees que no sé lo que sucedió? Yo estuve ahí,
lo encontré casi agonizando cerca de la salida secreta estaba completamente
hecho pedazos... Luego él quería saber que habían hecho con ustedes y ¡Me
llevó hasta la maldita fábrica! Entramos y los buscamos por todas partes...
Había cosas horribles —comentaba de forma histérica hasta que Oliver la
interrumpió.
—¡Ya para! Dime qué sucede, ¿por qué quieres llorar? —preguntó,
simplemente una pregunta hecha en un mal momento. Los ojos de Azucena
revelaban que sentía mucha preocupación por sus compañeros como Brian la
sentía de la misma manera, antes de seguir se secó las lágrimas y fue a
sentarse antes que las clases comenzaran.
—¡Déjame sola! — gritó —. Quiero saber cómo rayos escaparon de la fábrica
no quiero saber nada más.
—Ok. En un instante pudimos salir corriendo, estábamos en la entrada de la
fábrica. Nos persiguieron unos cuantos metros, pero no nos pudieron alcanzar.
No volvió a decir nada más, pronto se vio llegar al profesor Manuel
tranquilamente a dar su clase que cada vez eran menos interesantes, un tanto
monótonas y aburridas.
Después de tantos días este fue un día normal, aunque Brian no asistiera a
clases y se desconociera su paradero.
Durante el receso el profesor Manuel iba saliendo de la escuela cuando al
voltear de reojo pudo ver a Azucena platicando con Oliver en el mismo lugar
donde él conoció al chico. Se veían entretenidos eso fue lo que pensaba.
Realmente Oliver le comentaba lo de su cumpleaños que el festejo de su
cumpleaños sería en tres días aproximadamente, ella se mostraba sería y
comentaba algo después de cierto tiempo. Los vio una vez más y se fue
sonriendo al cerrar la puerta de la escuela.
Oliver regreso muy contento a su aula, por lo visto la respuesta de Azucena no
pudo ser otra más que un sí. La inquietud y las ansias de convivir con los
pocos amigos que había hecho eran enormes. Ese día terminó sin ningún
imprevisto.
Al regresar de la escuela la familia se encontraba en su casa, Carol trabajaba
en su ordenador mientras que ambos chicos veían la televisión. De pronto su
madre salió por una emergencia en su trabajo, la necesitaban y lo más rápido
posible.
—Niños, me necesitan en el trabajo. Volveré en una hora, Oliver cuida bien de
Sarah. Una hora es lo que me dicen, pero considero que tardaré un poco más,
no salgan a ningún lado. Adiós —dijo tomando su bolso y saliendo del
apartamento.
El chico movió la cabeza afirmando a lo que decía su madre, ambos
continuaron viendo la programación por un rato. Después Sarah fue a la mesa
con su cuaderno de dibujo y sus colores mientras que su hermano jugaba
videojuegos. Nada mejor que disfrutar una tarde en casa, pronto la
incertidumbre llegó pues unos alumnos rumoraban que Brian estaría jugando
basquetbol en las canchas del bosque cerca de los apartamentos.
Al aburrirse de jugar, Oliver intentaba persuadir a Sarah de dar una vuelta por
el parque, unos minutos no serían nada malo si s madre no se daba cuenta.
—Mamá nos dijo que esperáramos, si nos vamos se molestará. Ayer llegamos
tarde y estábamos en peligro no le dijimos nada y además me debes una...
—Solo un rato Sarah ¡Por favor! — interrumpió—. Te cuidaré bien esta vez y
nada malo nos puede pasar si es aquí cerca.
—¡No! Estamos nosotros solos y si algo nos pasa no podremos decirle a nadie
y mamá estará muy preocupada —¿Entiendes? Vé tú solo, yo te espero. Trata
de llegar antes que mamá y no hagas algo tonto allá afuera.
—Muy bien amargada... Me voy solo y no prometo nada. No sé por qué me
pide mamá que te cuide si veo que ya puedes cuidarte sola —contestó molesto
levantándose de la sala y caminando a la puerta. — A veces pienso que no
deberíamos ser hermanos, siempre me llevas la contraria y eres muy aburrida
Sarah —dijo antes de cerrar la puerta.
Un paseo por el parque después de discutir puede ser algo calmante, el chico
al entrar al bosque camino entre las pistas para trote buscaba cómo llegar a las
canchas de basquetbol. No pensaba en otra cosa más que en encontrar a Brian.
Al caminar cerca del lago el cual resplandecía aún más que aquella vez que
estuvo con Sarah en ese lugar, se dio cuenta que alguien más estaba ahí; esa
persona no se movía, estaba de pie observando las calmadas aguas...
—Buenas tardes profesor ¿Qué hace por este lugar? —preguntó parándose a
un lado.
—Hola. He venido a despedirme de este bello lugar. No resta mucho tiempo
así que decidí venir aquí una última vez —contestó seriamente.
—Hmm no entiendo qué quiere decirme... Usted ¿Ya se va?
—Digamos que no lo entenderías, pero si eso es lo que crees está bien.
Necesito que me hagas un favor, detesto pedir algo sin dar nada a cambio más
esta vez tendré que hacerlo...
—¡Vamos dígame! ¿Qué es? —preguntó con ansias.
—¿Cuidarías de ella por mí? Ya no estaré a su lado, le doy las gracias por
todo, pero pronto desapareceré de su vida... Esta vez no le avisaré. Sólo hazlo
no te daré más información, estaré bien.
—Creo que entiendo un poco de lo que me quiere decir... Me tengo que ir,
busco a Brian que rumores aseguran que anda por aquí. Nos vemos y claro que
lo haré dijo desapareciendo entre el camino.
—Cuídate —Gracias por todo, amigo —susurró sin moverse del lugar en
donde estaba—.
Continuó, al llegar a las canchas se percató que los rumores solamente eran
rumores. No había nadie allí, el chico busco en los alrededores, pero nada.
Pensó que, si volver sería una buena idea, pero aún restaba algo de tiempo así
que una pequeña caminata no vendría mal. Era una tarde bella, los árboles
cantaban alegría con sus hojas multicolores, pues al ser otoño había hojas
verdes, naranjas, amarillas y marrones, salió del sendero para adentrarse en el
bosque, alguna que otra ardilla subía los árboles en busca de nueces. Los
pájaros aún cantaban sus himnos mientras el día seguía en pie. Caminar lejos
del sendero hasta perderlo de vista para muchos sería inseguro, pero al haber
tantos senderos en el parque perder uno y encontrar otro era muy común.
Tantos pasos lejos que jamás se habría dado cuenta de hasta dónde había
llegado, hubo un punto en que los árboles mismos jugaban con la mente para
que perdieras el camino de regreso, sin embargo, esto no le preocupaba en lo
más mínimo.
Pasó un buen tiempo, ya estaba bastante lejos. No recordaba el camino de
vuelta había, poca luz pese a que el sol seguía en lo más alto del cielo... Pronto
el viento levantaba las hojas muertas del suelo con ligeras corrientes de aire
frío. Una voz tan ligera como el viento mismo decía con alevosamente «Aquí
estoy» con un tono que le pone la piel de gallina hasta al más valiente
asimismo el viento trajo un grito el cual resonaba entre los troncos de los
árboles y ahora repetía en su oscuro llanto: «¿Por qué huyes? Te puedo ver.»
asimismo Oliver asustado lo único que vino a su mente fue Sarah.
—¡No entiendo qué es esto, debo volver a casa! —pensaba mientras corría
entre los árboles. La esencia del viento lo seguía a todas partes. Ningún
sendero estaba cerca. Era más que obvio que se había perdido en alguna parte
del bosque. Mientras escapaba de esos susurros que se repetían hasta hacer
caer la locura sobre los hombros.
La naturaleza misma se tornó en su contra. Los ramales cerraban todo el paso
a la luz, el aire estaba muy encerrado, apenas se podía respirar bien; aquellos
cantos de las aves desaparecieron entre un mar de desesperación. «No hay
lugar a donde huir, la nada vive en el vacío» repetía esa voz siguiéndolo ya
estaba muy cansado de no encontrar el camino de vuelta.
—¡Alguien ayúdeme, quiero volver a casa! —gritaba, pero era inútil ya que
nadie lo escuchó. Caminaba de un lado a otro desesperadamente. No había
donde ir entre tantos árboles, hubo un momento de espeluznante silencio, el
sonido de los pasos de Oliver pisando las hojas muertas del piso era todo lo
que resonaba.
Los troncos formaban un sendero entre sí, cuyo andar conduce más allá de la
imaginación. Parece ser infinito como los mismos números o como los años
del universo, y transitando entre ellos iba un muchacho con una mirada de
angustia tan grande como el mismo en sí.
Esos árboles se mostraban egoístas al ver al muchacho caminar entre ellos,
estos cerraban sus hojas impidiendo el paso de la luz del sol, el fondo se
oscurecía; cada vez se podía ver menos... Las hojas aún se levantaban con un
tenue soplo del viento, cada segundo lo hacían con menos frecuencia, las hojas
cambiaron de naranja a marrón conforme Oliver avanzaba por el sendero. Se
oscurecía el camino sin embargo, faltaba para el anochecer, él percibía que
pasaron minutos, pero transcurrieron varias horas.
El bosque no permitía ver más allá de unos cuantos pasos en su eterno enojo.
Estaba cansado de andar sin rumbo, no había señales de una oportuna salida.
La preocupación en su mente tenía como imagen a Sarah; pues temía que algo
le pasara estando completamente sola.
A lo lejos entre encinos, arbustos y abetos yacía una cabaña, la oscuridad
permitía contemplarla. ¿Sería la salida de esa pesadilla? Correr hasta la cabaña
es una buena opción, pensó. Al tratar de acercarse a esta lograba que se viera
más y más lejos de lo que aparentemente estaba. No había salida, al menos eso
murmuraban las caídas hojas de los árboles quienes debido a la soledad y a la
ansiedad ya tenían voz y voto. No podía más, sus ojos revelaban que estaba
exhausto de caminar sin rumbo. Cada paso se convertía en un rato más
parecido a levantar cien kilogramos de acero sobre una pendiente muy
inclinada, el bosque mismo le había hecho un espejismo bastante real este
mismo se burlaba de un alma perdida que buscaba salir de ahí sin causarle
daño a nadie.
Una dulce melodía resonaba en su cabeza... Una melodía que jamás había
escuchado, el dulce cantar de un niño pequeño. Aquellas notas tocaban en
finas notas y cantaron en otra lengua, el viento no levantó las hojas ni un
instante más. Nada más la oscuridad de los árboles prevalecía, daba unos
pasos de cansancio dejándose guiar por aquella música.
Al detenerse, el viento tocaba la misma canción, en vez de gritos tocaba una
flauta al ritmo que voz cantaba con su suave tonalidad. Su mente estaba en
blanco, aquella música relajaba bastante. Se balanceaba mientras estaba de
pie, no cabe duda que quería caminar, pero no su mente, más fuerte que el
evitaba todo rastro de movimiento.
Finalmente dejó de balancearse y se desplomó sobre las hojas, cayó en un
profundo sueño. La música no dejo de tocar, él creía estar en un lugar seguro,
pero olvidó que se encontraba a la mitad de la nada, muy lejos de casa.
—Me pregunto: ¿Acaso estaré loco? No lo creo pues si estuviera loco no
pudiera recordar tantas cosas que he vivido con tanta tranquilidad, pero ¿Por
qué las estoy recordando ahora? Hay algo que no sé y no quisiera saber eso
que intento adivinar —Hace unos instantes recordé a papá. Me preocupa
mucho. Casi he perdido todos los recuerdos que tengo de él creo que es por
qué mi memoria ya no quiere que sea así. Hay un enorme sentimiento que
brota de mis ojos, creo que también olvide como se llama eso.
Quiero volver a esos días en el que papá y yo salíamos a jugar a nuestro viejo
jardín, especialmente en invierno cuando nos lanzábamos bolas de nieve o
cuando viajamos y nos detuvimos a jugar en donde crecen esas flores
amarillas que huelen tan bien. Mamá decía que siempre estaríamos juntos y
que siempre seriamos una familia feliz. Un día papá nos dejó, pero no logro
acordarme por qué... Era muy pequeño, ese recuerdo lo he perdido. Mi casa
está sola; mamá dice que volveremos algún día a visitar a mis amigos, lo dice
para que no me sienta mal yo bien sé que jamás regresaremos. Creo que cada
que vuelven más recuerdos a mi mente, estos terminarán por volverme loco o
dejo de llamarme Oliver si no es así. Quiero volver a donde estaba por suerte
no he olvidado eso... Sarah está sola y mamá se preocupará si no me ve en
casa... Quiero saber, si existe un recuerdo... Odio soñar mientras estoy
despierto más esta vez el recuerdo es bastante real... Papá y yo jugando en
algún lugar, él me cargaba y yo reía... Tenía uno o dos años... Esto viene como
si hubiese sucedido justo hace un instante, él me miraba y me dio un abrazo sí,
eso recuerdo. Algo me decía que me causaba gracia; de pronto dio media
vuelta y me abandonó, yo traté de seguirle el paso, pero él desapareció entre la
niebla.
Las lágrimas me hunden recuerdo que llore mientras iba tras él, hacía mucho
frío. Sí mucho...
—«Es momento de despertar, abre los ojos» —murmuraba una dulce voz que
se desvaneció.
Era la voz de la soledad, una voz que juega dentro de nuestras mentes todo el
tiempo, muchas veces no le hacemos caso por temor a lastimarnos; sin
embargo, jamás muere, esa voz permanece dentro de nosotros como un
guardián muy fiel a su trabajo.
No despertaba, no quería hacerlo... Esos recuerdos eran demasiado reales
como para abandonarlos súbitamente Oliver rechazaba la orden de aquella
voz. El chico se movía entre la maleza como si estuviese en su cama
escapando de pesadillas interminables...
— ¡No quiero, vete déjame solo! ¿Por qué has de molestar siempre que estoy
durmiendo? ¡Si es necesario vete tú sola a clases, no iré contigo! Algún día
tendrás que crecer y vagar sola por las calles... Quiero saber por qué Sarah
siempre es una molestia ¡No es inútil!
—Tengo frío y mucho... Ese frío es molesto, quiero ya volver a casa... Mi
verdadera casa con mis amigos. — Repetía el muchacho retorciéndose del
mismo enojo. Al mover su mano por las hojas secas sintió algo frío y húmedo,
al sentir eso comenzó a abrir los ojos.
—¿Qué es esto? ¿En dónde rayos estoy? —se preguntó al abrir los ojos y
observar lo que inconscientemente había tomado con sus dedos. Unos árboles
y el final del sendero estaban frente a él.
Densas nubes grises cubren el cielo, unas tienen un tono azul que deprime la
vista de las alturas, esas nubes se reúnen en el firmamento; una fina y muy
pequeña alma de luz entraba por ellas; rápidamente se levantó al observar el
paisaje ¿En dónde estoy? Se preguntaba alarmado, el sendero hacia atrás sólo
daba lugar a unos cuantos árboles que ligeramente desaparecían en una colina.
—¡Ayuda, necesito volver a casa! —gritó al observar la nieve el paisaje—
¡Auxilio! ¡Alguien sáqueme de aquí!
—¡Estoy perdido, por favor alguien ayúdeme a volver! —repetía
constantemente en la arboleda, las lágrimas rodaban sobre su rostro mientras
desesperado corría buscando señales entre los montes de nieve. Nadie
respondía.
Más allá de las negras nubes que lloraban en frío unas imponentes montañas
cubiertas por la nieve observaban la llegada de un intruso.
El frío era intenso, para la ropa tan ligera que trae puesta. Correr pidiendo
auxilio era todo lo que él hacía, nada vivía en medio del espesor de la nieve.
Fuera de la arboleda un inmenso e interminable campo se imponía con rudeza.
Horas y horas transcurrían y no existía señal de vida alguna, el chico camino
hasta el lecho de un pequeño río que sucumbía ante el invierno. En sus
cristalinas aguas solo descansaban rocas negras cubiertas por nieve y hielo; el
cauce no era muy hondo. Trató de cruzarlo, pero el agua era demasiado fría,
fluía con tranquilidad y sin recelo.
Sus lágrimas solamente hacían que su cara se mojara y por lo tanto sentir más
frío era la consecuencia. Solo vagaba sin un rumbo y hacia su muerte ¿Cuál es
la oscuridad de una llanura ahogada por el invierno que segundo a segundo
mataba todo rastro de vida que pudiese morir en sus garras?
Oliver continuo río abajo en busca de un refugio, en lo alto brillaba lo que
sería un sol cubierto por una enorme capa de espesas nubes y niebla en lo alto
del cielo. Es un lugar bastante inhóspito y despiadado. Su llanto intentaba
resonar entre la nieve que llenó el paisaje, cada paso es un enorme riesgo
sobre todo en un Valle completamente desconocido. Eran pocos los árboles
que había... Solo algunos cerca de la arboleda, todo era un mar de matorrales
cubiertos de hielo y copos blancos.
Algo acechaba entre las colinas: una criatura con forma humanoide, tan
pequeña como un niño de seis años, poseía una piel llena de marcas, rasguños
y llagas. Una hilera de pelambre llenaba su espalda mientras que el resto de su
piel simulaba la de un leproso en sus últimos días de respirar. Dicha bestia
comía atiborrándose las mandíbulas, su presa, un ciervo asesinado por el
invierno. Desgarraba la carne de sus huesos congelados, cuando estos crujían
en sus fauces producía un espeluznante sonido.
Oliver caminaba cerca de ahí, ahora cada paso era un reto pues sus piernas se
entumen con el frío, temblaba al caminar ya que su ropa al mojarse con la
nieve le dejaba una terrible sensación, ningún lugar para refugiarse. Al llegar
donde la criatura, se paralizó del miedo, aún limpiaba sus ojos. La pequeña
bestia levantó la mirada con el hocico lleno de las entrañas del ciervo. No
atacó, se encontraba devorando un manjar que raramente se encontraba. Lanzó
dos gruñidos y siguió comiendo.
Mientras tanto la naturaleza destaca su furia contra la llanura y sus pocos
habitantes, unas fuertes ráfagas de viento levantaron la nieve del suelo. Las
nubes precipitaron su enojo en forma de nieve el muchacho veía un poblado
oculto por la tormenta invernal. Casas pequeñas y grandes, todas formando
una rotonda entre ellas mismas. Llegar ahí era la única solución.
Su condición apenas le permitía moverse, de vez en cuando gritaba pidiendo
auxilio... Cada vez menos fuerza tenía su voz.
Al acercarse más a la entrada del poblado notó que había campos de cultivo
ahora completamente destruidos y acabados por la mala temporada, viejos
instrumentos de campo abandonados, carretas de madera completamente solas
y los cultivos sepultados sin misericordia. Se preguntaba si había alguna señal
de vida alguien que socorriera y le enseñase el camino de vuelta.
La entrada del lugar, una compuerta de metal muy vieja y oxidada... Las casas
tenían un aspecto medievo muy viejo; unas construidas con piedra y madera
otras tenían un techo cubierto con paja incluso algunas con un pequeño establo
fuera de ellas. Esas viejas calles empedradas daban a una plazuela donde había
una fuente, un estilo barroco muy fúnebre y una estatua de un ángel con un ala
rota. Al frente del chico, justo en el fondo sobresalía un molino resquebrajado
de lo viejo que estaba, detrás la cúpula de un templo.
Se quedaba sin voz al gritar, algo muy peligroso en un pueblo fantasma. No
sabes quién más puede oírte además del silencio... Camino hacia varias casas,
golpeaba la puerta, pero nadie abría, gritaba como un loco que lo ayudasen,
nadie aparecía. Exhausto se sentó fuera de un viejo pórtico poniendo la cabeza
entre sus rodillas temblando de frío. Vio una silueta, era algo del tamaño de
una gallina, se escondía entre las barricas, la fuente y unas macetas con plantas
marchitas.
Se sentía observado, se escondió detrás de la fuente y se asomaba mirando
fijamente a Oliver. Al tratar de averiguar qué era lo siguió sin más remedio...
El pequeño animal corría de una forma que daba gracia, similar a una gallina
huyendo de ser capturada.
Inmediatamente salió tras el pequeño animal, un paseo completo por las calles
de esa vieja aldea. Todas las casas estaban completamente solas y
abandonadas. Por su estado habían sido abandonas hace días o hace horas tal
vez.
El miedo se percibía en su mirada ¿Qué puedes hacer perdido en un lugar
completamente desconocido y sin señales de alguna posible ayuda? La misma
ansiedad terminaba con su cordura, pero el frío terminaba con su propia
existencia.
El lugar era bastante pequeño puesto que siguiendo a la criatura le dio vueltas
en círculos, solo que él no lo notaba. Tres salidas tenían esa aldea, rodeada por
un muro de piedra seguido de atalayas de vigilancia completamente
abandonadas. Fuera de la aldea, allí en lo lejos estaba un cementerio, las
lápidas se veían desde el interior, estas eran cuidadas por un pequeño bosque
de árboles negros cubiertos de nieve.
Cerca de lo que era un mercado la pequeña criatura cruzó un puente de piedra
y madera, debajo fluía el río. El muchacho respiraba cada vez más cansado, el
frío terminaba con su vida lentamente debilitándole. La explanada del viejo
mercado cubierta de algunas flores que se resistían al invierno daba a un
callejón en donde varios lugares de mala muerte servían a los más vagos de
toda la aldea.
Los salones eran grandes por lo que entre ese callejón no había corrientes de
aire. La criatura entró por un agujero en la pared de una cantina. Oliver sin
pensarlo dos veces escapó del frío, entró...
—¡Alguien diga en donde estoy! —decía constantemente. Paseando por la
vieja cantina, solo las viejas paredes de piedra podían escucharle. El eco de
aquel lugar enfriaba más que el invierno.
—Sarah, ¿Por qué te vas? No me dejes solo...
—Profesor Manuel ¿Dónde está su búho? Se supone que debería estar en su
casa bebiendo café con usted...
—¡Mamá, he llegado de clases jamás había estado tan feliz de verte!
—¿Por qué pones esa cara? ¿Te asustaste Saory?
Hablar sin sentido con alguien que no está, primer síntoma de locura... La
pequeña criatura observaba los delirios del muchacho mientras este se
encontraba recostado en un monte de paja en un rincón de la cantina. Tal fue la
desesperación que lloraba mientras hablaba el mismo, de tener un cuchillo
cerca se hubiese cortado el cuello y reído mientras la sangre brotaba a chorros.
Pasó un rato y se quedó dormido. De vez en cuando entreabría sus ojos
observando al pequeño animal que revelaba su forma: De pelaje negro
supurando úlceras de sarna, una gran boca lampiña y unas orejas parabólicas,
sus pequeños ojos fijaban la atención en el muchacho... La pequeña bestia
esperaba el momento oportuno para atacar. Se acercaba y retrocedía a medida
que él abría los ojos. En una mala ocasión le mordió la mano sangrándole los
dedos por lo que despertó y tomó su mano cubriéndola con su camiseta. La
pequeña bestia huyó del lugar rápidamente.
Creyó haber recuperado la cordura, los nervios seguían matándolo... Explorar
la cantina en busca de algo para comer o algo de beber era una buena opción
para no morir de frío. Esta cantina alguna vez fue rica en gente de poca fe...
Según las paredes y toda la vieja maquinaria de madera que había ahí. Al
fondo estaban unas barricas de algún licor... Todas completamente vacías. Al
igual que las viejas alacenas.
Dejando atrás la cantina llegó a una serie de corredores dentro de la misma
casona, solo el eco de sus pasos y su respiración llenaban aquellas
habitaciones de ruido. Pronto al llegar al fondo el corredor principal la madera
del piso empezó a decaer... Estaba ya muy gastada y por lo mismo los tablones
se partieron haciendo caer al muchacho varios metros bajo el piso. Un fuerte
gritó de miedo retumbó en la calle unos instantes.
La caída fue bastante dura de por sí, había muy poca luz en la mazmorra...
Agua por doquier, una rueda de madera con aspas movía el agua. Una
antorcha iluminaba un poco el pasadizo, esta misma moría por la humedad...
Difícilmente se podía respirar. Caminó hasta la esquina con la antorcha justo
antes de que se apagara, el agua estaba helada... La corriente generada por la
máquina de madera le impedía caminar bien, tropezó varias veces. Era un
confuso camino sin final algo así como un laberinto debajo de las casas.
La falta de aire y el encerrado lugar, así como las celdas abandonadas daban
pauta a que era un calabozo donde alguna vez hubo prisioneros. Tal vez
hubiera terminado justo ahí, con el agua llegándole al cuello, respirando un
bocado de aire y entre el croar de las ranas que le hacían compañía... Pronto
cedió ante las inclemencias de aquel lugar, trataba de salir a respirar, pero sus
fuerzas estaban agotadas, al topar con una zona elevada de piedra veía una
silueta que portaba una antorcha, cada vez más cerca de él...
Horas después despertó de un forzado sueño, estaba en un cuarto lleno de
armas de hierro y provisiones. Esa sensación de ahogarse ya no se encontraba
con él.
Alguien lo sacó de los calabozos, ese alguien se encontraba justo delante,
sentado de espaldas... En una mesa de madera de roble iluminada por una vela.
Aún no volteaba. Era un hombre o al menos tenía la forma de uno... De
complexión robusta, pero alto.
Vestía unas ropas extrañas similares a la túnica de un monje, no podía observar
su rostro por más que quería hacerlo, también sujetaba una botella de la cual
bebía tras observar algo que tenía entre sus manos...
Oliver abría los ojos y los volvía a cerrar, recuperaba su conciencia después de
estar tras una ilusión que era verdad. Estaba acostado en una vieja cama que
solo tenía una manta, el lugar era confortable. No era de sorprenderse que
comenzara a lagrimear después de caer en materia y observar lo que había a su
alrededor... Pronto el hombre se puso de pie y lentamente volteó hacia el
chico, al verlo despierto se acercó e intentó hablarle.
—¿Estás perdido o intentas escapar de un futuro incierto? —preguntó con su
gruesa voz que hacia justicia su rostro, un hombre de avanzada edad con el
pelo como las nubes de verano, su mirada inspiraba temor con esos grandes
ojos azules como el océano; tenía una barba corta pero gruesa.
—¿Por qué no respondes, acaso te asusta lo que te he preguntado o
sencillamente no sabes responder? —preguntó dando un trago a la botella.
Pero Oliver no respondió.
—Bien, si no quieres hacerlo. No lo hagas. Mencionaré que tu vestimenta es
bastante extraña... A leguas se ve que eres de otro lugar. Si es así pues
¡Bienvenido seas a Darumina! La gran ciudadela del sur. El último de los
grandes poblados de los humanos.
—Sólo muéstrame el camino para regresar a la ciudad... Estoy perdido desde
no sé cuánto tiempo respondió tallándose los ojos.
—Eso lo sé. No puedo decir de dónde vienes, ni de qué ciudad... Sentí tu
presencia un poco extraña, casi te ahogas en los calabozos. Eres algo extraño,
jamás había visto a un humano vestir así...
—¡Debo volver, mi hermana está sola! —exclamó levantándose de dónde
estaba, corriendo hacia la entrada.
—Si quieres salir, me temo que por ahí no es la salida —comentó sentándose
de nuevo.
—¿Qué edad tienes? pareces un crío bastante simpático.
—El día después de mañana cumpliré los quince años —¡Ayúdame! Necesito
salir de aquí, a la ciudad debe estar cerca... Recuerdo, sí. Recuerdo que llegué
aquí, me perdí en el bosque buscando a un amigo... Después esa canción, esa
maldita melodía... ¡Enloqueceré, debo irme!
—Entiende chaval... No hay ningún lugar al que puedas ir, estás aquí y aquí es
todo lo que hay...
— ¡No! —exclamó.
—Vivo en una ciudad con mi madre y mi hermana, ahora no sé dónde estoy.
—Estás perdido —añadió dando un trago—. Tu única salida sería buscar a los
aldeanos que migran rumbo a las montañas de Neradehn. Salieron hace dos
días... Buscan la primavera, pues el invierno ha terminado con sus cosechas y
congelado los pantanos. No tenían alternativa. Además, muchos monstruos se
han avistado cerca de aquí. Si decides irte, evítalos.
—Los monstruos no son reales, son nuestra imaginación —contestó el
muchacho acercándose a la mesa.
—Existen cazadores a lo largo de toda la llanura, existe un monstruo que te
puede desprender la piel de un zarpazo, existe aquel que devora a los muertos,
el que le aúlla a la luna de eclipse sangriento y aquel que te hará enloquecer
hasta matarte. Dime chaval: ¿Aún no crees en los monstruos?
—¿Todas estas cosas las dejaron los aldeanos? —preguntó mientras observaba
las viejas armas y el equipaje.
—Lo que no pudieron llevarse aquí está. Los humanos son algo tontos, hace
semanas un grupo de cazadores atacó la ciudadela por la noche... Los
centinelas y los viejos campesinos acabaron con todos ellos, pero al cabo de
días regresaron más. Uno en especial sembraba temor en el corazón de esos
hombres. Un lancero logró encajar su arma en el cuero de la fiera, pero no
vivió suficiente para describirla. Pese a los ataques decidieron abandonar la
ciudadela para encontrar la primavera en otro lugar. Son tontos, no hay
primavera en ningún lado... Es mitad de verano y ni una hebra de maleza ha
crecido por aquí. Solo espero que logren asentarse en un mejor lugar para vivir
—respiró profundamente antes de ver a los ojos del muchacho—. Creo que
este invierno es el principio de la venganza de los dioses; solo algunos pocos
han llegado a burlarse de estos. Nos han enviado al leviatán del inframundo...
"Ha llegado y no sé a de detener, aunque el mundo entero y todas sus razas
atadas a las tinieblas supliquen por misericordia". Jamás olvidaré esa frase —
comentó.
—Una respuesta desata mil preguntas sin sentido y con sentido. Todo a su vez,
ahora entiendo... Este mundo caerá en la perdición total. Cada una de las
calamidades viene seguida de otra: El dragón, el invierno seguida de las
hordas de criaturas hambrientas de sangre caliente. Necesito respuestas...
—No entiendo nada de lo que dices —interrumpió—. Quiero regresar a la
ciudad, eso es todo. Mi familia está muy preocupada por mí, seguro que mis
amigos también. Por favor ayúdame a volver.
—Desconozco a qué lugar te refieres. Te he dicho que estás en Darumina, en
el sur de Tharmandor. No hay ninguna ciudad cerca de aquí básicamente estás
en medio de la nada o por encima del todo. Si quieres irte, vete. La salida es
por donde tú mismo has llegado, solo sigue la luz de la primera luna y llegaras
hasta las montañas. No podrás viajar de día, la luna muestra su rostro por la
noche... Cuídate de los cazadores, en especial de los Ghoul, cada vez
vagabundean más cerca de estos lares —acariciaba su barba.
—¿Te refieres a una criatura que tiene una piel desnuda llena de heridas? Creo
que vi una de esas antes de llegar hasta aquí. Estaba devorando algo sepultado
por la nieve...
—Me refiero justamente a ese tipo de criatura, viven en madrigueras cerca de
los cementerios... Desentierran a los muertos para devorarlos, más que nada
cazan niños humanos. En los últimos días los Ghoul asesinaron a más de una
docena. Para un hombre dos Ghoul son suficientes para derribarle. En esta
mazmorra hay algunos, los escucho gruñir mientras duermo —respondió.
—¿Pudieras mostrarme el camino que siguieron los aldeanos? —preguntó
nervioso al notar cómo lo observaba aquel extraño hombre.
—Antes que eso, sugeriría que te quedaras aquí un tiempo... Te diré, pensaba
en formar una compañía para hacer un viaje hasta la fortaleza de Neradehn
puesto que ahí hay alguien que nos ofrecerá su ayuda incondicional. Necesito
repuestas, ese alguien puede darme una pista. Más que el mismo dragón me
intrigan esas nubes, yo sé que algo están ocultando. Te agradecería que lo
pensases...
—¡De ninguna manera! ¡Es que no te has dado cuenta que no tienes
suficientes provisiones y quieres alimentar la boca de este sucio humano! —
interrumpió una voz cerca de la entrada. Una voz bastante firme, de alguien
joven. Unos ojos brillaban en el fondo oscuro, unos ojos de un rojo intenso
como el de la sangre al brotar de una herida. Permanecía allí sin moverse, era
casi imposible ver completo su cuerpo.
—Sé que te molesta su presencia. Es un crío perdido de algún lugar de esta
tierra, pensaba llevarlo con nosotros. Puede que sea de gran utilidad ¿No lo
crees? —dijo el anciano levantándose de la silla.
—¡Un maldito humano, no seas ridículo! Dime si no sientes nauseas al verlo...
Es imposible. Devuélvelo de donde lo hayas encontrado —exclamó —Debiste
asesinarlo en el momento adecuado, ahora podrá defenderse —caminó hasta
que la luz pudo revelar su verdadera forma.
—¡Qué es eso, por qué tiene alas! —exclamó alarmado —¡Qué rayos es!
—Es mejor no preguntarle. Es capaz de degollarte si la situación es muy
extrema —comentó.
—No lo haré. No quiero ensuciar este lugar, no hay con que limpiarlo. Si te
refieres a eso, puedo ser la peor pesadilla de cualquier ser viviente. Un ángel
de la muerte no tiene lugar en este mundo ni en ningún otro —habló
acariciando el cabello de Oliver con su mano tan pálida y fría como la de un
cadáver. Vestía unos ropajes extraños, en los cuales ocultaba dos dagas con
empuñadura de marfil. Su cabello oscuro resaltado por esos ojos de mirada
penetrante y despiadada combinaba con si fúnebre aspecto. El verdadero
temor de ese ser se encuentra en sus alas, la envergadura era impresionante,
aún más con las plumas como las de un cuervo. Tenía una herida en el dorso
de su mano, dicha herida era más bien un símbolo firmado con sangre.
—Debes irte. No hay alimento suficiente igualmente dudo que sobrevivas por
aquí, tu especie está siendo cazada hasta casi su extinción. Los humanos son
criaturas débiles ya que ceden ante sus peores miedos... Eso no debes olvidarlo
—comentó observando al muchacho.
—Rovan, no podemos cuidar de él, es mejor que se vaya por donde vino.
—Es una pobre cría, casi se ahoga antes de llegar aquí. Piensa si se queda
podría sernos de gran ayuda para llegar a las montañas; es pequeño y quizá
ágil para ocultarse —contestó.
—Es un humano, morirá con el frío o devorado por un lobo en el camino... Sin
olvidar que es la tercera vez en este día que el dragón merodea cerca de este
lugar. Ese hueco oscuro arriba de las nubes es como una luz para el lagarto.
Créeme volé hasta allá, mucho más arriba de esas nubes por corrientes de aire
gélido, un espacio se abre en el cielo. No pude acercarme hay una gran barrera
entre el cielo y ese hueco.
—¿Cómo es eso posible? Te he dicho que no vueles tan alto, serías una presa
fácil para el dragón o peor aún, tal vez el cazador que busca tu sangre.
— ¿Narakun? Esa cosa está muy lejos de aquí... Puedo asegurarte que ya ha
muerto tras sus heridas de la batalla en la llanura. Nadie puede matarme y tú lo
sabes —exclamó molesto.
—Disculpen si los interrumpo... ¿Quién es Narakun? —preguntó Oliver
acercándose.
—El líder de los cazadores de los vientos del norte. Una terrible criatura con el
cuerpo de un león, las alas de un vampiro y la fuerza de cincuenta hombres —
respondió trazando en el mapa.
—Si tú dices Hei ese hueco en el cielo ¿Es de donde vino el dragón? —
preguntó.
—Eso no lo sé. El hueco no estaba esa noche en la que la aurora brillaba en las
alturas y el dragón bajo de las estrellas. Algo lo atrae pues merodea por estos
lugares, algún poder más allá de nuestra vista desata la avaricia de ese reptil.
Se dirige hacia las montañas cuando vuelve más allá tiene su refugio... Seguro
los hombres que allá se dirigen debieron haberle visto.
En cuanto esta escoria se largue de aquí podremos investigar en qué lugar se
refugia el dragón. Tenemos lo necesario para que se marche, usa el espejo
astral y que se vaya de una vez por todas. Si no lo haces no tendré alternativa
más que asesinarlo.
—¡El espejo jamás será usado, no mientras yo esté a cargo! —argumentó —
No hemos encontrado los otros dos fragmentos, no sabemos quién más este
usándolos y pueda vernos —exclamó colocándose delante del chico —Es que
no lo entiendes: Ellos vendrán atraídos por el poder del espejo.
—Eres un ingenuo Rovan, los espectros que forjaron el espejo se
desvanecieron mucho antes que tu luz se forjara en el firmamento o que yo
fuera enviado a este mundo. Debe irse, de ser necesario destruiré el espejo —
comentó.
—¿Estás seguro? los seres inmortales pueden destruirlo y tú...
—¡Basta! Saca a este humano de aquí, eso lo discutiremos más tarde —
exclamó con fuerza extendiendo sus alas negras.
—Bien, por lo mientras prepara armas y provisiones... Será un largo viaje.
Cuida la entrada y no dudes en llamarme si un Deuron aparece. Sígueme
chaval te llevaré a donde el espejo, allí decidirás si quieres salir de este
inmundo lugar.
—Por cierto, me gustaría saber tu nombre antes de irte dime niño ¿Cuál es tu
nombre? —preguntó.
—Me llamo Oliver... Oliver Williams tu nombre es Rovan —¿Cierto?
—Así es Rovan, como la estrella que aparece a finales del verano en algún
lugar de los campos de flores.
—Excelente Oliver. Ahora sígueme y no te alejes de mí. Ignora todo lo que
oigas, no me pierdas el paso es un lugar peligroso —tomó una antorcha y la
encendió con el aceite que tenía en una botella quebrada.
Bastante serio y misterioso al mismo tiempo fiel y firme con sus palabras,
Rovan llevó al chico a través de los pasadizos mientras caminaban los Ghoul
gruñían ocultos en la oscuridad de la mazmorra, la antorcha permitía ver sus
sombras, los seguían más nunca se acercaban. Oliver casi caminaba tomando
la mano del anciano; este no temía a las criaturas. Salir de ahí era la prioridad
de ambos.
—Oliver debo pedirte que perdones a mi amigo... Hablo del ángel, esa pobre
alma ha sufrido mucho desde que llegó a este mundo. Tiene un odio por los
humanos aun cuando estos jamás le han dañado, no... Ni un ejército de
humanos puede intimidarle —Creo que la salida está por estos rumbos—
—No puede ser que un ángel sea real... Ellos sólo salen en libros de fantasía,
estoy soñando lo sé. — comentó el chico.
—Hei tan real como yo, tú y las criaturas que habitan este laberinto. Pronto
nos marcharemos de aquí, no será un lugar muy seguro después de que uses el
espejo. Créeme no querrás estar aquí cuando suceda.
—¿Sucederá algo malo? —preguntó poniéndose por delante al escuchar el
grito de un Ghoul que le perseguía.
—Un misterioso espejo fue robado de los altares sagrados del oráculo. Un
espejo que tenía un poder que solo el reflejo percibe: Refleja una ilusión en la
que tú ya viviste sin importar tiempo o espacio. El espejo fue dividido en tres
partes, una viaja al pasado, otra al futuro y la tercera parte realmente no
comprendo que es lo que hace. No sabemos quién posee las otras dos partes,
eso es un peligro; lo que refleja una, lo reflejarán las otras... Lo que más temo
son a los espíritus que atrae el poder del espejo: Los Deuron.
Solo un inmortal puede destruir el espejo, Hei debe hacerlo de lo contrario
ellos vendrán y lo consumirán todo.
—Suena como un cuento de terror, pero ¿El espejo puede ayudar a que vuelva
a mi hogar? —preguntó.
—Eso lo averiguarás tú mismo, la salida es por aquí. Sígueme —dijo al abrir
un portón de madera, este portón entra a una sala secreta ubicada en el templo
de la ciudadela. Un lugar bastante frío, pero a la vez majestuoso... Las cámaras
del templo respiraban un ambiente de paz. Las estatuas grabadas en la cantera
de las paredes narraban historias, las plantas que crecían en ellas daban un
aroma fresco y agradable.
Algunos muros tenían runas, antiguas runas que recitaban versos y oraciones,
incluso las místicas paredes guardaban el resonar de los coros que alguna vez
cantaron allí. Básicamente era caminar mientras el templo cantaba sus
extensas letanías apaciguando a cualquiera que entrase. Oliver se sorprendió al
llegar al salón más grande del templo, paredes blancas de mármol pulido se
extendían hasta una bóveda de la cual colgaba un candelabro de oro blanco y
que por fuera es la cúpula del templo, cada arco que sostenía la cúpula tenía un
ventanal decorado por hermosos vitrales multicolores. En especial ese salón
era el más vistoso y decorado de todos, por las joyas que descansaban en las
paredes y por la hermosa decoración de oro blanco dentro de este. El secreto
de esta sala era que fue construida en memoria... La estatua de un hombre
permanecía en el interior de esta. Una estatua que asemejaba una realidad
increíble, una mirada firme con un rostro temerario blandiendo una espada. No
cualquier hombre gana el vivir eternamente.
— ¿Quién es el Rovan? —preguntó Oliver acercándose y mirando fijamente a
la estatua.
—Una leyenda ya quizás un mito... Es el mayor héroe para la raza de los
hombres que vivían aquí. Daruhan fue su nombre, al menos así lo conocen.
Para mí ese hombre jamás existió —respondió. Un sonido estruendoso hizo
retumbar los vitrales, seguido de un fuerte rugido que aterrorizó toda la llanura
—¡No puede ser, está aquí de nuevo! Es la cuarta vez que vuelve, camina
rápido o este templo no será un lugar muy seguro para ambos —mencionó
alarmado.
—¡El dragón! —gritó Oliver siguiendo a Rovan dentro de los cuartos oscuros.
Tras unos instantes el dragón de alejó de nuevo, ese día fue la última vez que
merodeó por ahí. Una docena de cuartos detrás de la estatua. Rovan entró en el
último y con la antorcha consiguió iluminar un poco. Cubierto por una manta
negra y encima de un mueble viejo lleno de telarañas estaba el espejo. El
anciano dejó la antorcha en el cuarto.
—El dragón cada vez se convierte en una amenaza para este mundo. Debe ser
erradicado lo antes posible. Oliver, he aquí el espejo de Kranos. Con esto me
despido de ti, quita el manto que lo cubre y refleja la verdad que quieres
descubrir. Mientras tanto yo... Necesito respuestas, podré encontrar algunas en
la biblioteca.
—¿Sólo eso usar el espejo y podré regresar a mi hogar? No creo muchas cosas
de las que me mencionas. Un espejo no puede hacer que vuelva a casa.
—Esto es impredecible, pero ten fe que lo hará, necesitas ese espejo por qué
Sarah está sola y tu madre no está ¿Ya lo has olvidado? — dijo al marcharse y
dejar a Oliver solo, su risa se escuchaba por todo el templo. Él estaba asustado
¿Cómo es que Rovan conoce el nombre de su hermana? El silencio
interrumpió sus pensamientos... ¡Después de ver a un ángel real y escuchar
rugir a un dragón! Oliver aún no creía lo que había vivido, llegaba a pensar en
momentos que era víctima de un mal sueño después de un pesado día de
clases.
Una hora pasó Oliver sentado frente a ese espejo, aún no retiraba el manto de
este. Pensaba si usarlo después de todo lo que sabe que pasara sería una buena
opción. No aceptaba del todo estar perdido en otra realidad. Se puso de pie y
dejó la antorcha en un lugar para el espejo lo reflejase. Tomó aire y
delicadamente movió el manto. Tenía miedo y una ansiedad enorme. Usar un
espejo que nadie ha usado y tiene extraños poderes es algo que difícilmente un
hombre, aun siendo el más valiente haría.
Una vez más tomó el manto y esta vez lo retiro completamente, el espejo
quedó al descubierto. Dio unos pasos atrás antes de finalmente acercarse;
temerosamente fue y cogió el trozo del espejo con ambas manos, era bastante
ligero. Lo llevó hasta la luz de la antorcha y observo su rostro en él. Nada
extraordinario ocurrió, solo su rostro con unos ojos cansados de llorar estaba
reflejado... Pensaba que la leyenda del espejo mágico finalmente era algo
inútil. Estaba molesto. Se observó repetidas veces y descubrió algo acerca de
la reliquia: Solo reflejaba a él... La luz de la antorcha y los muebles viejos que
esta iluminaba no aparecían en el reflejo. Intentó poner la antorcha para ver el
reflejo, pero no, nada era reflejado salvo él. Fijamente observó su rostro en el
espejo una vez más, no quitaba la vista de encima ¿Qué había de especial en el
rostro de Oliver? La verdad es que nada... Cerró los ojos, se limpió las
lágrimas que recién escurrían y noto algo en el espejo... Además de su rostro
vio nubes y un cielo anaranjado, los vio claramente. Ahí estaban. Poco
después vio la calle donde se encontraba el apartamento ¿Cómo era eso
posible? Si no había nada más en el cuarto... Miraba fijamente cerrando los
ojos para suspirar. De repente sintió una brisa en su rostro al abrir los ojos la
sorpresa fue colosal.
—¡Quiero pensar que estoy demente, he vuelto a casa!, ¿amaneció o
anocheció? Nada era real después de todo... Al menos eso creo, aún recuerdo
ese espejo ente mis manos... El sonido del dragón, el ángel y el anciano...
Ahora veo que no estoy loco después de todo, pues si lo estuviera no
recordaría todo eso con tranquilidad, pero no estoy tranquilo... Realmente me
perdí en algún lugar...
—Estuve un día fuera de casa, espero mamá y Sarah estén bien pronto
amanecerá y debo volver a casa o estaré más muerto de lo que ya estoy —dijo
caminando hacia su hogar. Pensar que un solo día había pasado era algo tonto,
el sol se escondía por el oeste y la luna salía por el este. Ambos estaban
detenidos... El tiempo no transcurrió. Un supuesto amanecer cubrió toda la
ciudad con su belleza, pero ¿Por qué nadie salía a observarlo?
Una extraña bruma de dolor cubría toda la atmósfera. Ni un alma hacía notar
su presencia, algo había ocurrido en aquella alegre ciudad, corría como loco
hasta llegar al apartamento... Necesitaba saber que Sarah y su madre estaban
con bien después de haber desaparecido sin dejar rastro alguno.
Entró por la puerta principal del edificio, impactado de lo que vio a la
entrada... Al caminar piso algo que crujió, casi resbala al hacerlo. El cuerpo
muerto de un hombre con la cabeza reventada en mil pedazos tirado a la
entrada del edificio, su cerebro regado por la puerta... Estaba fresco pues la
sangre brotaba libremente de su desfigurado cráneo. Casi vomitaba al verlo,
sentía muchas náuseas. Al llegar al mostrador la recepcionista regaba sangre
aún caliente, murió con los ojos abiertos, sus nervios aún movían sus dedos, su
cuerpo entero temblaba mientras Oliver pasó por un lado para llegar a las
escaleras.
—¡No quiero morir! —repetía constantemente mientras sus ojos derramaban
lágrimas al subir las escaleras.
—¡No, no, no me dejen por favor! ¡Están bien, ellas están bien! —susurraba
temblando aún con nauseas.
—«... La vida es un suspiro, la muerte una eternidad; no huyas ellos están
aquí...» —hablaba una voz. Enseguida unos tambores tocaron por todo el
edificio, Oliver se agachó llorando y cubriéndose los oídos. Pensaba en una
sola persona: Sarah.
Tengo miedo de saber que está sucediendo, estuve perdido durante horas.
Volví a un lugar que alguna vez fue mi hogar y algo extraño pasó, si no
hubiera utilizado ese espejo habría muerto en manos de alguna fiera.
Esos tambores, esos malditos tambores me persiguen... Quiero arrancarme la
cabeza. La puerta de mi casa está abierta, puedo ver que alguien entró. Aún
tengo nauseas de lo que encontré allá abajo, fue algo asqueroso. No quiero
entrar pues no sé qué me espera del otro lado, mis malditos pensamientos se
fijan en ella. Hay algo aquí conmigo, algo que está oculto en alguna parte...
Creo que moriré pronto.
Sangre derramada en pensamientos gota a gota se ha visto cómo cae. Un lugar
que fue un cálido hogar lleno de nuevas aventuras ahora es un palacio de las
sombras. Uno más de muchos que existen en este mundo tan cruel. La
felicidad es tan corta jamás nos damos cuenta que ahí estuvo.
El aire olía a sangre fresca proveniente de todos lados, el crepúsculo
permanecía sin moverse de ese lugar al igual que él.
Esos tambores tocaban suavemente a escondidas en penumbra, una música
que perseguía a los vivos; ni siquiera las condiciones de los apartamentos
representaban un obstáculo para esa melodía. Subir las escaleras y caminar
hacia la derecha es un riesgo enorme, dos cuerpos recién muertos y el olor a
sangre solamente avisaban de un peligro. No obstante, la puerta permanecía
entreabierta meciéndose por una ligera corriente de aire.
Oliver estuvo acorralado en el mismo rincón por unos instantes. Pronto salió
corriendo hacia la puerta de la casa. Rápidamente entró y cerró la puerta
haciendo mucho ruido.
—Maldita sea que es lo que he hecho —suspiró—
—¡Mamá he vuelto, estoy bien! ¿En dónde demonios están todos? —. Decía
constantemente dando unos pasos al interior de la casa. Preguntaba hablando
con el mismo, una desagradable sorpresa se encontraba frente a él; tras ese
sofá de gamuza color café había una mano tendida en la alfombra. Fue como
si le apretasen las costillas hasta estrujar su corazón ¿Qué le pasó a aquella
persona a la que buscaba?, ¿Qué sería capaz de hacer semejante atrocidad? Lo
supuesto estaba acertado. Se trataba de la mano de Sarah.
—¡No puede ser, esto no es verdad!, ¡Sarah! —dijo al correr junto al cuerpo
de su hermana. Se agachó para poder atenderle. Podría llamarse un intento en
vano, pero sería cruel mencionarlo de esa manera. La sangre brotaba de su
pecho formando ríos en la alfombra. Todavía respiraba de eso no hay duda; el
corazón a medida que palpitaba mostraba la sangre casi de color negro en esa
herida tan profunda que tenía en el pecho.
—¡Qué hago, mamá ayúdame Sarah está muy mal por favor ven! —gritó
temblando de la impresión, inmediatamente salto y corrió en busca de su
madre. Casi se desvanece por la terrible ansiedad de ver morir a su hermana.
—¡Por favor mamá contesta, te necesito! —repetía como un loco tomando el
teléfono y marcando varios números. Ninguno contestó.
—Mamá ya no está. Tú nos abandonaste —Sarah despertó.
—¡Sarah! —gritó Oliver suspirando varias veces. —¡Dónde está mamá,
necesitas un doctor! ¡Qué hago! ¡No sé cómo hacer que ya no sangres! Por
favor no me dejes tu a mi... Soy una basura como hermano.
—Nos dejaste solas —añadió cerrando los ojos de nuevo, la tomó entre sus
brazos y con bastantes esfuerzos la cargó. Pensó varias veces adónde llevarla,
tras ver que el sangrado no tenía intenciones de detenerse la llevó hasta su
cuarto y la recostó sobre la cama. Su corazón podía verse a través de sus
costillas, una pequeña bombilla cesando a su trabajo.
—Jamás te dejaré sola de nuevo, eres la mejor hermana del mundo ¿Lo
sabías? —. Esas bellas palabras eran el único consuelo de ambos. Lo peor era
inminente, pero como humanos nos resistimos a digerir el significado de la
muerte de un ser querido, en especial de un hermano. Como último recurso,
Oliver corrió hasta el baño por un paño para así limpiar la herida. En el baño
había huellas teñidas de rojo. Algo había pasado esa falsa tarde crepuscular.
—Resiste, pronto alguien nos ayudará y te pondrás mejor... Lo sé —dijo
descubriendo el cuerpo de Sarah de su ropa, la herida era enorme... Más de lo
que aparentaba. Tenía las costillas rotas y claramente podían verse sus
pulmones inhalar aire y exhalar sangre. Cubrió su herida con el paño. Sus
manos y su ropa del muchacho teñidas completamente de color rojo magenta;
rodillas y recostado a un lado de su hermana tomó su mano estrechándola con
fuerza, lloraba amargamente. Tantas lágrimas no ayudaron de mucho, su
respirar se escuchaba cada vez menos y su palpitar era casi nulo.
—Sarah, por favor... No te vayas de esta manera —dijo Oliver llorando y
estrechando la mano de su hermana fuertemente contra su rostro. Parar de
llorar le resultaba completamente imposible. Aquella niña sonriente y feliz no
debía terminar de esa manera, lo hecho estaba ya forjado; él hizo lo que pudo
para ayudarla, al cabo de un momento trataba de conversar con ella sobre
todos los buenos momentos que vivieron como hermanos. Incluso unos en los
que él reía mientras cascadas brotaban por sus ojos. Sarah simplemente no
respondía a ningún estímulo.
Abrió los ojos una última vez y una lagrima salió de ellos. Apretó la mano de
su hermano y de esa manera se despidió de él. El pálpito se detuvo, el
sangrado solo escurría ya no brotaba. Sarah murió. Una ola de gritos seguidos
de un llanto amargo y desesperado siguió después de su partida. Perdóname,
eso fue lo que Oliver lloraba a gritos. Su llanto duró mucho tiempo hasta que
sus fuerzas se agotaron y se quedó dormido junto al su cuerpo.
¿Transcurrieron horas, tal vez días? Nadie lo sabe... El muchacho seguía
dormido estrechando la mano de su hermana, cuando despertó el cuerpo se
encontraba plenamente frío. La sangre que pintó su ropa del color de las rosas
estaba húmeda casi seca, sus ojos dolían de tantas lágrimas que escaparon
mientras dormía; la muerte de Sarah fue el principio de toda una calamidad,
después de todo restaba encontrar a su madre para contarle lo sucedido.
Finalmente soltó a Sarah y se dirigió a la ventana de su cuarto a observar la
calle. Nada tenía vida allí, tampoco residía la muerte. Una calle triste y vacía.
Tan sólo encontrar a su madre era un misterio, pero era más difícil explicar la
muerte de su hermana. Decirle a su madre que la dejó sola, que había muerto
por una herida muy profunda y que se perdió en un lugar desconocido sería
una completa locura. Al menos si su madre lo hubiese sabido antes de
marcharse.
La puerta de la morada era custodiada, Oliver escuchó algo haciendo ruido
afuera de la casa justo en la puerta. Un perro gruñía estruendosamente como si
buscase una presa. Rascaba la base de la puerta, gruñía ferozmente como fiera
hambrienta. Se acercó a la puerta y el perro olfateaba tan fuerte que levantaba
un poco de polvo un había en la alfombra; de vez en cuando la rascaba y
cuando percibió unos pasos acercarse soltaba fuertes ladridos. El sonido
atemorizaba, alguien había dejado a su perro suelto y reflejaba ser bastante
agresivo, pero ¿Un perro no tiene la fuerza como para rajar las costillas de una
niña a tal grado de desparramar sus entrañas? La herida era una rajada no una
mordida.
Pese a la presencia del perro, Oliver tomó valor casi orinándose del miedo, se
asomó por la ventana de la estancia para ver al animal. Como por arte de
magia este se esfumó. No había nada: Extraño, ¿no? El animal se escuchaba
muy decidido a quitar una vida, pero al momento de querer mirarle se
desvanece. No quitó la vista de encima de la puerta pensó que alucinaba, una
alucinación bastante real para ser verdad. Había algo más en ese corredor,
huellas de sangre que se dirigían a las escaleras. Seguirlas hasta el cuarto de
servicio fue un error. Sin rastro de que alguien estuviese ahí, la sangre era de
una persona que fue arrastrada brutalmente hasta esa zona.
La víctima luchó por escapar de las garras de su asesino, pero solo fue una
pérdida de tiempo, el rastro de sangre hablaba por sí solo, no había ningún
inconveniente con eso. Al llegar al cuarto de servicio el panorama es
completamente diferente. La sortija de Carol era la única evidencia de que la
víctima fue ella. No lo creyó, aquel anciano y la criatura espectral lo habían
engañado y ahora había perdido a su familia por alguna extraña razón, o eso
decían las ilusiones de la verdad.
Con la sortija entre sus manos subió hasta el jardín. Se asomó agitadamente
por el borde de la construcción y pensó repetidas veces en terminar con su
vida saltando al vacío.
Observó el horizonte y notó que el fuego abrasador con su aliento de frialdad
acababa con otras construcciones, las campanas de una iglesia cercana
sonaban arduamente pidiendo auxilio y socorro. El aire llevaba el sonido de
alarmas como si fuese a caer una bomba. No había duda de que la ciudad
estaba desapareciendo; antes de pensarlo dos veces se mantuvo en el borde del
edificio con un nudo en la garganta, sosteniendo fuertemente la sortija de su
madre y la sangre de su hermana impregnada en su piel. Vio con nervios el
suelo desde muy alto, tragaba saliva y soltaba un quejido o una lagrima.
Las nubes lo miraban indiferentes en las alturas y el suelo esperaba con recelo
su caída. La voz en su mente repetía sin cesar que saltase del edificio, no había
nada en vida que justificara su existencia, pues esta fue un mártir de su propio
Apocalipsis.
Un destello de opaca fluidez hizo que Oliver viera de reojo, algo aproximarse
hacia las calles, en dirección hacia el radiante sol del ocaso crepuscular.
El mar de sombras se aproximaba con un viento tan fuerte que sacudió con
violencia las ramas de los árboles y aterrorizó a las nubes. Mientras la gran
masa se expandía, las sombras cobraron vida. Una a una salían y caminaban
en dirección a las calles.
Algunas tenían forma de hombres, unas de bestias y las más grandes formaban
abominaciones. Caminaban con firmeza algunas blandiendo un arma, se
preparaban para acabar con toda la vida que restaba. La misma voz siniestra
del bosque recitaba frases en un idioma extraño: Una gran silueta apagó la luz
del sol, similar a la de un hombre sin rostro, soltó un grito tan agudo y
siniestro que Oliver reaccionó de una buena vez y se ocultó ente los maceteros
del jardín. El concluir de la vida empezaba con su extinción.
Ese maldito espectro daba órdenes a las sombras que lentamente hacían su
recorrido por las calles, un ejército completo se aproximaba a liquidar a todo
ser viviente pues los gritos de la masacre que comenzaron mancharon de rojo
el deprimente cielo de aquel día. No había escapatoria, estas sombras
reaccionaban ante cualquier señal de vida.
—¿Qué es eso? Tengo un salir de aquí, van a matarme... Aún no quiero morir,
no de esa forma. Hay un mejor lugar ¿Cuál es ese lugar? —Se decía a si
mismo temblando de la tensión —Mi cuarto es el lugar más seguro ahí jamás
han de encontrarme, jamás lo harán. Mamá y Sarah han muerto ese anciano
me mintió. Ahora todos vamos a morir en manos de esos espectros.
—«No existe lugar en el abismo, te voy a encontrar» —mencionó la voz con
su tono terrorífico, parecido a un susurro como si estuviese hablando cerca de
sus oídos.
—¡Maldición, debo ocultarme! —repetía mientras caminaba a gatas por el
jardín llegando hasta las escaleras. Cerró la puerta azotándola; sin embargo, no
despertó la atención de nadie.
—Suspiró— Estuvo muy cerca—. Los gritos de una familia que vivía en la
primera planta pedían socorro. Las sombras entraron al edificio.
Una mujer que vivía junto al apartamento de Oliver salió a ver qué ocurría. Al
verla corrió de inmediato, pero esta cerró la puerta dejándolo totalmente
indefenso.
—¡Por favor ábrame, estoy solo aquí afuera! ¡Algo extraño ocurre auxilio! —
suplicó golpeando la puerta, pero la mujer no salió más. Una vez entrando a su
apartamento Oliver empujó un sofá hasta la puerta para atrancarla. Cerró las
cortinas de la ventana principal.
—¡Esas cosas no pueden entrar! Si espero lo suficiente ya se habrán ido y
puedo buscar ayuda en algún otro lado.
Taparse los oídos y tirarse al piso era lo único que podía hacer. Las demás
personas morían asesinadas de alguna forma por las sombras. En momentos
los gritos se calmaban, el silencio después de una muerte era el consuelo de
los que quedaban vivos. Sangre, gritos, alarmas, tiroteos, una voz y el caos en
general desolaban cada rincón del mundo y terminaron con aquella ciudad de
esperanzas.
Pronto una sombra estaba en la planta donde Oliver vivía, sus pasos eran como
los de un hombre cargando una armadura de hierro, eso si la sombra fuera un
hombre, claramente no lo era. Caminaba a cuatro patas y sus pasos sonaban
como si cargase cadenas de plomo, su mandíbula era larga como la de un
cocodrilo y su lengua bífida como la de las serpientes, lo observó por una
rendija de las cortinas.
Decidió que era una mala idea estar ahí. Caminó de puntitas hasta el estudio y
cerró la puerta silenciosamente, estaba muy agitado.
Los pasos se escuchaban dentro del departamento, la sombra había entrado.
Buscaba su presa con anhelo. Percibía su existencia en medio de las demás
almas que se encontraban cerca. Podían verse sus extremidades por debajo de
la puerta, su bífida lengua olfateaba por las cuatro paredes.
El miedo es una emoción que el cuerpo siempre guarda, no obstante, a veces el
miedo es la solución a diversas situaciones. La sombra gruñía con enojo, había
buscado a su víctima, pero aún no la encontraba. Su corazón estaba a punto de
salirse por su garganta, retrocedió unos pasos lejos de la puerta; se tambaleaba
con cada paso que daba, no había salida, la única esperanza de escapar con
vida y en una pieza era ocultarse detrás del escritorio y no hacer nada de ruido.
La sombra entró en el estudio, olfateaba haciendo un leve sonido con su
lengua. Había detectado el miedo del chico, aunque se quedase quieto dicha
sombra podía encontrarlo por medio del temor que él tenía a morir.
Ahí abajo mientras permanecía oculto bajo el escritorio miraba su reflejo en la
vieja vitrina de cristal que estaba justo frente a él.
Quería observar a la sombra, pero no se reflejaba, sólo se veía a sí mismo
atrapado como un ratón antes de ser devorado por una serpiente.
Respiraba de vez en cuando esperanzado a que la sombra se rindiese y se
marchará a otra parte, los gritos en el edifico no dejaban de volver cada cierto
tiempo. Ahí frente a él en ese reflejo algo cambia, no puede quitar la vista de
encima, la muerte lo ha descubierto, está detrás de él, lo ha encontrado. Fue
caso omiso, ese reflejo era algo especial se trataba de él en sus últimos
momentos, en sus últimos pensamientos, latidos y respiros ¿Por qué ese
momento era tan especial?, ¿Qué había en las sabias palabras del espejo? Tal
vez solo era la muerte misma cazando una presa más, sin reaccionar ante la
sombra quien ya estaba olfateando el escritorio Oliver miró el espejo
profundamente.
Un viejo póster se reflejó en el cristal, una ventana también lo hizo al igual
que unas cortinas blancas y un ambiente similar, una verdad mentirosa. El
espejo maldito una vez más mostró su poder, el escritorio desapareció la igual
que la sombra y el estudio completo. Al pararse del piso muy desconcertado el
muchacho notó que se encontraba en su cuarto, de nuevo en Tokio.
El espejo aún no había sido roto de lo contrario Oliver estaría muerto en
fauces de aquella extraña criatura.
—¡Ese espejo! Su magia aún está presente, si he llegado hasta acá ha sido por
eso. En un momento llegue a pensar que mi casa estaría ocupada por otra
persona, no está mi cama y ni un solo mueble, pero aún siguen estos posters en
la pared.
—¡La estancia está completa! —gritó de asombro si aún está esto por aquí y la
cocina... Extraño vivir aquí muchísimo, veo que a un no amanece —dijo
observando la ventana.
—Creo que no estoy vivo. Mamá y Sarah están muertas, yo también morí...
Esto es el caminar entre la vida y la muerte... Creo que todo esto es un engaño.
Si no hubiese salido de casa Sarah no habría muerto y mamá estaría bien —
¡Haru! Él debe estar bien, en alguna parte con sus padres. Seguro estará muy
feliz de verme de nuevo, sus padres podrán ayudarme.
—Mañana mismo puedo ir al parque con él, y le contaré todo esto que ha
pasado en los últimos días —sonrió—
—Estoy loco. Perdí la razón, ellos son los que viven y realmente el que está
muerto soy yo —dijo sentándose en la manta blanca que cubre el viejo sofá
lleno de polvo.
—Auxilio —mencionó mientras sus ojos se cristalizaban.
El flujo del tiempo siguió con su eterno y misterioso camino, los relojes
estaban detenidos las ocho en punto marcaban, estaba oscuro así que el tiempo
del hombre comenzaba a exhalar sus últimas aras de aliento.
Sin comida ni agua esa casa no servía de mucho, tras bastante tiempo sin
comer Oliver comenzaba a sentir náuseas, la única forma de seguir con vida
era abandonar esa casa por segunda vez "Quizás volveré" pensaba con cada
paso que se alejaba de la casa... La vida nocturna de Tokio seguía su curso,
aquello sucedido antes de que él llegase, fue un delirio, las criaturas, el
hombre y ese paisaje nevado perdido en medio de un parque jamás existieron.
Caminar errante hasta morir se asemejaba a una cruda realidad, pues eso
debería serlo después de perder todo...
—Por favor deme algo de comer.
—No estorbes niño, muévete del camino—. Contestó un señor empujándolo
para quitárselo de encima.
—Lo siento, solo tengo hambre —añadió sentándose frente a una señal de
tránsito, estaba en una avenida cerca del centro. Una cara de hambre y
sufrimiento veían las personas que caminaban por ahí, ninguna hizo nada.
—Niño, es muy tarde para que estés solo aquí afuera, que padres tan
irresponsables tienes. Llamaré a la policía para que te devuelvan a tu hogar —
dijo una joven mujer parándose frente a Oliver sosteniendo su celular.
—Dime tu nombre niño te ayudaré a volver con tu familia...
—Oliver Williams, mis amigos me llaman Taro y no tengo familia. Estoy solo
desde hace un tiempo y creo que estoy mejor así —¿De qué rayos hablas?
Debería demandar a tus padres por esto. Te ayudaré esto no puede quedarse así
—comentó marcando un número en su celular.
—¡No espera! —exclamó alterado.
—Buena noche. ¿Departamento de policía de Shinjuku? Hablo para reportar
que hay un niño abandonado cerca de Tomihisa Sakura Park.
—¡Detente ya por favor! —exclamó arrebatándole el dispositivo.
—¡Calma niño, estoy tratando de ayudarte! Deberías respetar más a los
adultos. No puedo llevarte conmigo estarás mejor con la policía ellos
localizaran a tus padres... Eso que tienes en tu ropa ¿Es sangre?
—Sí —respondió.
—¡Por dios es mucha! ¿Estás herido? —preguntó horrorizada.
—No lo estoy, solo quisiera algo de comer. Creo que ha pasado mucho tiempo
desde que comí.
—Esto es un caso mayor. Demandaré a tus padres mañana a primera hora, es
un hecho. Compartir mi almuerzo y un poco de tiempo contigo creo que no me
hará ningún mal, tengo un trozo de pastel de manzana y café supongo que los
niños no deberían tomarlo qué más da no tengo otra cosa, si gustas compraré
algo para ti...
—No, gracias con eso será suficiente —dijo tomando el trozo de pastel con los
dedos y comiéndolo desesperadamente. De vez en cuando daba un trago al
vaso de café —Te ves muy tierno comiendo así. Te diré mi nombre yo soy
Aiko Fujiwara trabajo en una biblioteca. Eres lindo —mencionó revolviendo
su cabello —Creo que es hora de irme a casa, espero que estés mejor
encuentres a tus padres, gusto en conocerte...
—¡Señorita Fujiwara! No se vaya, por favor quiero ir con usted. No tengo
donde pasar la noche, se lo ruego... Una sola noche solo una por favor —
imploró sujetándola del brazo —¡Qué! Debe ser una broma... Es decir, no lo
sé, tal vez bueno, creo que no hay inconvenientes con eso. (Debo estar loca,
pero pobre crío) muy bien creo que... Sí puedes, pero con una condición.
—Sí, sí la que sea, haré lo que me pida —añadió.
—Mañana mismo a primera hora te llevaré al departamento de policía, eres
muy pequeño para divagar por ahí sin la supervisión de un adulto, esta multa
les saldrá cara a tus padres… Es lo justo... No digas más, te tengo que
entregar.
—Creo que acepto. Sí, pero no lo mencione de nuevo, por favor —sollozó.
—Vamos pequeño no te pongas así, mañana los verás de nuevo —comentó
caminando junto a él.
Un extraño ambiente esperaba, la mano amiga se mostró de parte de un
desconocido en este caso la falsa alegría hace su presencia, por algún medio
extraño Oliver llegó de nuevo a Tokio, pero la muerte de Sarah y su madre le
remordían la conciencia. Las tinieblas invadiendo el mundo, aún no tenían
explicación... Durante el camino Oliver quiso comentar lo que había vivido
antes de conocer a Fujiwara, pero temía a que lo llamara loco o peor aún que
lo entregará al departamento de policía; perdido en Tokio sin ayuda alguna y
con una carga inmensa sobre el alma, empezar de nuevo no sería sencillo
¿Huir más lejos? Tampoco lo sería, lo único seguro es que la sombras
seguirían su rastro y se toparían con Tokio, para así destruirlo.
Una pequeña puerta apenas para una persona delgada estaba frente a ambos,
habían llegado a su destino. Fujiwara sacó las llaves de su bolso de mano y
lentamente abrió la puerta, posterior a eso encendió las luces.
—¡Bienvenido pequeño, puedes pasar! —dijo entusiasmada.
—Gracias, en verdad muchas gracias...
—No es mucho, tengo luz, gas y agua. Sé que te parece estrecho, es bastante
confortable y agradable en invierno. Prepararé té verde, nos vendrá bien a
ambos ya verás.
—Gracias, creo que puedo dormir en este espacio una manta me basta —
comentó el chico, —¿No prefieres usar la cama? —preguntó Fujiwara
haciendo ruido en la cocina —Creo que no —respondió—. Pronto el té verde
y su esencia llenaron la casa con calor de hogar, un ambiente tranquilo y bello,
su aroma apetecía a una taza.
—Ofreciéndole una taza Fujiwara se acercó para animarle —Mañana haré el
desayuno temprano, luego buscaremos a tus padres; ahora sí tú lo prefieres
podemos hablar de por qué estás solo.
—No puedo hacerlo. No recuerdo cómo llegué a ese sitio —respondió y
enseguida bebió.
—Lo veo en tus ojos, si sabes que ocurrió. Ahora yo te pregunto ¿Puedes
contarme por qué ocurrió?
—Sollozando en enojo no podía hacer fluir las palabras, eran nada en
comparación con lo que vivió los últimos momentos —Estaba perdido, me
dijo que lo usara ¡Nada es real! Yo no creía que fuera posible sin embargo lo
es, he estado sólo mucho tiempo, pero ¡Porqué tenía que terminar así! Las
sombras no tienen vida, las sombras no tienen vida —repitió constantemente
mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Ahh Calma. Por favor tranquilo —acarició su frente, poco después se quedó
dormido sin más nada, exhausto de pelear contra sí mismo.
—Pobre pequeño, seguro que lo ayudaran a encontrar a sus padres. Jamás
entiendo cómo piensan, si fuera madre de este niño no lo abandonaría todo lo
contrario, es bastante curioso; mañana mismo lo haré, ayudaré a este pequeño
a encontrar a sus padres, cueste lo que cueste. Quisiera adoptarlo, pero no
tengo perfil de ser madre además creo que está muy lastimado, ojalá logre
escapar de sus problemas.
Fujiwara era una mujer solitaria pero amable, si Oliver no encontraba a sus
padres esta podría adoptarlo, era muy impredecible. Tras beber un poco más
de té la mujer entro a su cuarto, cerró la puerta, con ansias y muy inquieta se
fue a dormir. Durante el sueño repetidas veces pensó en él, su situación, la
sangre en su ropa, su repentino abandono y las cosas que vendrían a su vida.
Despertaba constantemente, suspirando para luego volver a conciliar el sueño.
Hubo un momento que sin darse cuenta hablando con ella misma se quedó
dormida.
"Malagradecido", "traidor", "cobarde", "miserable" sí, esas palabras rebotaban
en la cabeza de Oliver mientras se cobijaba por el frío de la noche. Traicionar
su palabra sería su única salida para escapar de que lo vendría el día siguiente.
¿Realmente habría un mañana? Era cuestión de esperar, el reloj de la estancia
aún funcionaba. Se preguntó si él era el único que notaba que estos se
detuvieron desde que llegó de aquellas tierras imperecederas.
—¿Qué estás esperando Oliver? —se preguntó así mismo —Pronto amanecerá
y entonces, no me quiero imaginar ni qué pasará. La señorita Fujiwara está
dormida. No habrá problema si salgo. Creo que mis amigos estarán a punto de
entrar a clases, creo que no estoy muerto. Creo que podrán hacer algo por mí
—Rápida y silenciosamente se levantó del sofá, camino un par de pasos hasta
la cocina, abrió la nevera y cogió una lata de soda, la guardó en su bolsillo —
Un momento, no puedo irme así. Ya sé, soy un cobarde, si me voy estará
preocupada por mí, vaya suerte —. Al poco tiempo de decir esto, encontró en
la cocina una toalla de papel; rápidamente buscó algo con que escribir, cerca
de una pequeña mesa que había allí se encontraba una lata con lápices. En esa
toalla escribió:
«Gracias por cuidar de mí, eres la mejor amiga del mundo.»
Oliver Williams.
El reloj marcaba las 5:39 de la mañana, Fujiwara podía despertar en cualquier
momento. Dejó la hoja en el sofá junto a la manta que ella le presto. Hizo un
poco de ruido hasta caminar de puntas a la puerta, con cuidado este la abrió,
antes de poner un pie fuera se dijo "soy una asco de persona" rápidamente
cerró la puerta y se retiró.
—Una mañana fría y un tanto nublada nos aguarda hoy en Shinjuku. ¿Qué día
más tranquilo para salir de casa y tomar una bebida caliente, no? Yo soy
Kurama Ikeda desde la estación número uno de Tokio...
—¿Qué día es hoy? Supongo que es día de... ¡Desayunar! —exclamó Fujiwara
despertándose y apagando el radio que estaba en una mesa junto a su cama —
¡Niño! Es hora de desayunar, en un momento haré el desayuno. No había
rastro alguno. —¡Niño, es decir Oliver! ¿Dónde estás? —. Colocándose un
abrigo decidió salir y buscarlo, lo último que vio antes de salir fue ese papel en
la mesa, al leerlo sintió una enorme preocupación, un nudo ajustado a su
garganta. No le importaba el frío, en verdad quería que Oliver se reencontrara
con sus padres, cuesta abajo en la calle preguntó a quienes pudieron responder
en particular a una anciana que recién abría una florería. Esta aseguraba haber
visto a un muchacho que caminaba solitario entre la nubosa calle;
constantemente deliraba decía que el muchacho era en realidad un hombre con
aspecto de un crío nada coherente al parecer. Dicha anciana aseguró que el
chico caminó cuesta abajo, sin decir más prosiguió con la búsqueda.
—Sí. Vi a un niño caminar por aquí en la mañana, era muy temprano dudo que
se diríjase a algún colegio pues no portaba uniforme. Tenía una mirada un
poco triste eso es todo lo que vi —contestó un electricista que trabajaba al
inicio de la calle.
—Gracias señor. Ese crío está solo y le prometí encontrar a sus padres, no
quiero ni imaginar que le podría pasar si sigue divagando en la nada —
contestó preocupada.
—Supongo que es todo lo que puedo hacer. Suerte en encontrarlo —reiteró.
Para Fujiwara era una búsqueda que valía la pena, valía la pena dejar de
trabajar un día por encontrar a un chico el cual acababa de conocer y que había
pasado por situaciones extrañas. Continuó hasta el inicio de la calle, avenidas,
callejones en algún lugar debía estar escondido.
Los colegios comenzaban a iniciar con sus interminables clases del diario,
niños y niñas salían de sus casas, lo cual haría más complicada la búsqueda.
Sin darse por vencida siguió su camino rumbo al Instituto Kodaira, justo
enfrente de este observó fijamente si había señales de él, pero el viento no
sopló en su favor. Con fe continuó con su camino de incredulidad. Buscando
sin buscar a nadie.
Algo acecha en los arbustos del estacionamiento del instituto algo que tiene un
objetivo y dicho objetivo se acerca lentamente. Haru y su madre se aproximan,
la mujer antes de que Haru se bajase del auto rumbo a la puerta del colegio se
despide y deja a su hijo avanzar hacia su labor. Haru camina como un día
común y corriente, no sospechaba que alguien le espía oculto en los arbustos.
—¡Psst! Por aquí, ni te imaginas lo mucho que me alegra verte ¡No has
cambiado desde la última vez que te vi! —susurró escondido en un moral —
¿Quién anda ahí? —preguntó Haru con inseguridad al acercarse al arbusto; —
¡Haru soy yo Oliver! —exclamó asomándose. En ese preciso instante Haru se
quedó más pálido que un cadáver su reacción fue un sombrío tremendo.
—¡No, no es cierto, Oliver! —saltó de alegría abrazando a su amigo—
¡Volviste! No puedo creerlo ¡Esto es un sueño, jamás pensé que volverías!...
¿Tan pronto? No tiene mucho que dejaste Kodaira, algunas cosas tuyas
seguían ahí... ¡Volvió mi mejor amigo! —gritó con alegría abrazándole.
—Con una mirada de alegría y unos ojos de tristeza Oliver abrazó a su amigo
—¡Casi logro olvidarme de ustedes! ¿Por cierto, donde está Kenta? Quiero ver
de nuevo a ese charlatán, los he echado de menos —Hablaba alevosamente.
—¡Qué rayos hacemos aquí, entremos muchos estarán felices de volver a
verte! —exclamó Haru tomando el brazo de Oliver y caminando hacia la
entrada —¡Hoy es un día para celebrar, volviste! ¿Qué es más importante que
eso? Por cierto, tienes sangre en tu ropa... ¿Estás bien? —preguntó tocando la
sangre que ya se había secado.
—No es sangre. No quiero entrar ¡Sin uniforme todos me verán como un
foráneo! Esperare por aquí cerca o en la central de videojuegos —comentó.
—Con mayor decisión Haru lo hizo entrar a la fuerza, Oliver forcejeaba para
huir sin ser visto por nadie. —Vamos Oliver, todos te extrañamos... El que
vuelvas es algo muy especial, sobre todo para mí—No puedo. Si alguien me
ve...
—Seguro te saludarán —interrumpió—. Un día nuevo comenzaba, el mejor
amigo de Oliver lo recibió de una forma espectacular, pero todavía no
encontraba el momento oportuno de narrar lo que le había ocurrido, aún no.
Aquella voz con el temor de un niño desorientado en lo oscuro de un bosque
advertía del porvenir de la vida. «¡No te vayas! Quiero jugar contigo. Quiero
jugar contigo hasta que anochezca por completo, anda vuelve muestra quién
eres en realidad, por favor vuelve y juguemos hasta que caigan las estrellas del
cielo.» La voz de un niño susurrando en el oído de Oliver, dicha voz no le
permitía oír nada más que su propio aliento. «Mueve esa máscara de tu rostro,
quiero verte.» —mencionó—
—Pánico. Esa palabra describió el rostro del muchacho al escuchar esa voz
entrar en sus oídos y soplar un viento frío en su nuca —Están aquí. Vienen por
todos nosotros —dijo tan asustado que su corazón estaba a punto de salir por
su garganta.
—¿Quiénes? ¿De quienes hablas? ¿Te venía siguiendo alguien? —preguntó
Haru asustado por ver la repentina reacción de Oliver.
—Supongo que..., —No supongas nada Haru, estamos en peligro ¿Existe
algún salón en el que podamos ocultarnos? —preguntó desesperado
sacudiendo de los hombros a Haru.
—Asustado no por suposiciones, si no de la actitud de Oliver aseguró que el
único lugar que permanecía solo en la mañana era la sala de lecturas —Rápido
Haru, ya es demasiado tarde, solo podemos escondernos. Ellos ya vienen, ya
están aquí.
Al fondo de la entrada del instituto permanecía la silueta de un niño
observando en medio de la niebla sin hacer movimiento alguno, las sombras
alcanzaron Tokio.
Haru llevó a Oliver hasta la sala de lecturas, rápidamente Oliver empujó uno
de los muebles para atrancar la puerta. Constantemente Haru preguntaba qué
hacía o por qué lo hacía.
—No tengo tiempo de explicarte. Estamos en peligro ¿Puedes ya cerrar la
boca? —respondió mientras observaba moviendo ligeramente la cortina.
—Asustas Oliver. No te conozco el día de hoy ¿Quiénes vendrán? Ya
salgamos de aquí, podemos venir más tarde —¡Todos estamos en grave
peligro! Eso he querido que entiendas. Vienen por todos —respiró
profundamente—
Un fuerte grito en el corredor agitó las aulas, muchos estudiantes salieron a ver
qué ocurría. Sin esperar más Haru salió de la sala de lecturas, observó la
horrible escena: un estudiante desgarrado completamente a la mitad, sus
entrañas derramadas en el piso y esos impulsos de sus piernas pasmaron a l
multitud. Pero ¿Adonde había huido el asesino? No había señales de nadie, los
profesores salieron a ver qué ocurría tras esto llamaron rápidamente a números
de emergencia los cuales tardarían en llegar a la escena; mientras tanto algo
ocurrió en la clase de voleibol, un estudiante cayó repentinamente al concreto
haciéndose pedazos el cráneo. No hubo sangre, sin embargo, el entrenador al
revisar su cuerpo este temblaba fuertemente hasta poner los ojos en blanco y
respirar su último aliento.
—La muerte camina por aquí el día de hoy —dijo Haru a Oliver tomando de
su botella de agua nerviosamente, —Así es—contestó.
—Quiero que me respondas por qué seguimos aquí sin hacer nada, si bien
dices que alguien viene, actúas raro Oliver... Eso es preocupante al menos para
mí, —Preocupante, sí. Tú no entenderías lo que está por suceder, los que están
muriendo allá afuera es por qué algo los está matando ese algo es lo que
vendrá por nosotros dos si no nos vamos de aquí y rápido —Han muerto dos
personas, tres por lo que dicen allá afuera —dijo Haru asomándose por la
puerta.
—¡Bien! ¿Qué estamos esperando? Conozco un lugar para pasar la tarde sí,
esa persona nos recibirá con los brazos abiertos al menos eso espero... Se
alegrará al vernos ya verás, no olvides nada, ya no regresaremos por hoy —
comentó Oliver.
—Kenta...—respondió—Si cosas tan raras pasan, no podemos dejarle aquí.
Aunque me haya olvidado sigue siendo un amigo para mí, espera aquí no
salgas... Creo que está en taller de arte en el otro edificio... Iré por el —.
Viéndolo a los ojos Oliver tomó el brazo de Haru con fuerza, no quería dejarle
ir.
—¿Te has vuelto loco Oliver?
—¡No quiero que vayas! Kenta es mi amigo, no quiero que mueras allá afuera,
no podría soportar verte morir —gritó mientras sus ojos se cristalizaban, —Te
has vuelto muy extraño estos momentos no sé cómo llamarte, no quieres
hablar de lo que te ha pasado ¿Es acaso que no me tienes confianza? preguntó.
—Es difícil, alguien como tú no entendería lo que siento —contestó.
—¿Pasó algo malo con Sarah? —preguntó Haru con una mirada pensativa.
Oliver cayó de rodillas al piso.
—Te diré... No espero que me creas, si no que me escuches; alguien tenía que
saber esto... Ayer en la tarde salí a caminar en un parque que está cerca de
donde vivo, esa tarde encontré a un profesor que es mi amigo, charlamos un
rato y luego seguí con mi camino... Esa misma tarde me perdí en el bosque,
por más que intenté salir no pude hacerlo alguien, estoy seguro de que alguien
me seguía... Desperté en un lugar, un lugar donde hacía mucho frío, había
nieve.
Caminé un largo rato al punto de no sentir mis brazos por el frío. Pronto llegué
a una posada donde un anciano me recibió y me mostró que para llegar aquí
necesitaba usar un espejo, un trozo de un espejo lleno de polvo; con ese espejo
llegué a casa y... Sarah, mamá, por favor sé que puedes entender ¿Verdad?
—Al ver a su amigo caer en la locura, ver sus ojos rojos y su mirada de
desesperación Haru lo escuchó sin decir palabra alguna —Bueno entonces,
¿Cómo es que llegaste hasta aquí de nuevo?
—En el cristal del estudio, de esa vieja vitrina... Pude ver mi reflejo, pronto
apareció algo más, mi cuarto, ese viejo póster es lo que mejor recuerdo —
añadió, Haru solo dio dos pasos hacia atrás y abrió la puerta —No te muevas
de aquí, volveré lo más rápido que pueda.
Haru salió por la puerta de la sala de lecturas y discretamente camina a hasta
el edificio donde se encontraba Kenta. No dejaba de pensar en la mirada de su
amigo, aunque sus palabras fueran un tanto bizarras y sin sentido alguno. Haru
caminó hasta la salida del edificio, al ver que ya estaba lloviendo por alguna
extraña razón siguió hasta su casillero a por su sombrilla, al abrirlo busco un
dibujo de una máscara kabuki que Oliver había olvidado cogió su sombrilla
pero antes de partir en medio de la lluvia se encontró con un compañero de
otra clase de apellido Kumamoto, este le aseguró que ya eran cinco muertos
ese día; sin embargo y pese a que estaba la policia de Shinjuku ahí las
autoridades escolares no suspendían clases aún, Haru agradeció y salió con
más prisa a buscar a su amigo.
El despiadado clima comenzó a soltar tal aguacero que la sombrilla
rápidamente se mojó y el patio estaba ahogado en charcos, la visibilidad no era
mucha solo un poco más allá de un brazo de distancia. Al llegar justo a la
entrada, tenía los zapatos empapados y el dobladillo del pantalón estaba igual.
Rápidamente guardó la sombrilla antes de subir por las escaleras.
«¿A dónde es que vas con tanta prisa? El próximo serás tú y todos los que
están aquí», «¿Qué estás esperando para ceder a las sombras»? La misma voz
se manifestó ante Haru, volteó; no había nadie.
—¿Quién anda ahí? Hacer bromas en días como estos no es gracioso —Nadie
respondía. Subió hasta él aula del taller de arte, no encontró a muchos alumnos
más que a Kenta y a otros cuatro, el profesor estaba sentado leyendo un libro.
Cautelosamente entró y cerró la puerta.
Kenta dibujaba sobre un trozo de manta blanca, dibujaba un cuervo posando
sobre un techo. Haru pronto llegó y lo tomó por un hombro. Kenta lo miró de
reojo, continuó con su arduo trabajo fingiendo ignorarlo.
—¡Kenta que bien que te encuentro! —Hay algo que quiero mostrarte, mejor
dicho, hay alguien que quiero mostrarte....
—Oh, eres tú. Espero que tengas una buena excusa para interrumpirme por
ahora estoy muy ocupado para perder mi tiempo en ti.
—Pero con un demonio Kenta, es algo realmente importante... ¿No piensas ir
a tu casa luego de lo que está sucediendo? —No —rotundamente respondió.
—Tarde o temprano ese asesino irá a prisión, ya verás.
—Kenta te lo suplico, ven conmigo es algo muy pero muy importante te
sorprenderás cuando veas de lo que te hablo.
—Haru, no sé si te diste cuenta está lloviendo allá afuera. No me place
mojarme por ahora...
—¡Soy un tonto! Debió venir conmigo para que Kenta saliera de aquí—.
Pensó, caminó unos pasos hasta llegar a la ventana del aula, todo permanecía
en silencio a excepción del lápiz de Kenta rozar con la tela al momento de
hacer sus trazos.
—¿A qué clase de tonto se le ocurre pararse en medio de la lluvia en un día tan
peligroso como hoy?
—Ahora de que rayos hablas Haru...
—Observa ahí, justo ahí en medio del patio —comentó señaló una extraña
silueta en medio de la lluvia, parecida a la que Oliver había visto justo antes de
entrar al instituto.
—Es cierto... Pobre tonto, se va a resfriar si sigue ahí —comentó Kenta con un
tono burlón levantándose se su asiento.
—«Bebe la sangre de tu hermano porque esta alimenta a tu odio.» —sopló una
voz en el oído de Haru.
—¿Escuchaste eso? —preguntó Haru.
—¿Escuchar qué? —contestó —Una voz dijo algo de beber sangre, sentí una
respiración justo a mi lado derecho… no hay nadie... Antes de venir hasta aquí
también escuché una voz que me habló con un tono siniestro diría yo —
respondió Haru.
—Como sea, ven conmigo te prometo que no tomará mucho tiempo además
no te vas a arrepentir —insistió.
—Qué más da, si dejas de molestarme lo haré. Después me largaré de aquí
donde no maten estudiantes.
Dicho esto, ambos partieron hasta el edificio principal, compartieron la
sombrilla en el camino; no obstante, al pasar por el patio aquella silueta
desapareció por completo.
Había reporte de un nuevo asesinato, el más terrorífico del momento: Un
estudiante de segundo grado había perdido la mitad de su cráneo frente a dos
de sus compañeros. Uno de ellos prevalece en shock y no ha sido capaz de
hablar ni una sola palabra, el segundo fue hallado suicidándose frente a las
escaleras. No existía ningún presunto responsable.
—Esta situación me preocupa yo no quiero ser el siguiente. Ya son muchos los
que han muerto hoy —dijo Kenta.
—Después de esto nos iremos, al menos yo no vendré a clases hasta que las
cosas estén claras —mencionó Haru justo antes de llegar a la sala de lecturas.
—Bueno aquí es, entra y tú mismo comprueba si es una pérdida de tiempo...
Entró y al ver lo que Haru quería mostrarle, Kenta se quedó sin palabras su
piel se volvió pálida de tal impresión y simplemente observó lo que no podía
creer. Poco después tartamudeando intentó hablar.
—Eres tú ¿Verdad?
—Sí, te eché de menos Kenta. Parece que tiene siglos que no los veo a ambos
—comentó Oliver.
—No te pareces al Oliver que vi la última vez en la entrada del instituto. Te
vez diferente..., —Soy yo, soy el mismo de siempre —tartamudeó un tanto
nervioso.
—Bueno pues, es un gusto tenerte aquí de vuelta si no te molesta debo volver
a mi clase de arte.
—¡No vuelvas! Por eso Haru te sacó de allí... Es una emergencia, tenemos que
irnos de aquí lo más pronto posible. Hay am... Algo que está matando a los
estudiantes ¿No te inquieta eso?
—Creo que es mejor que nos expliques como es que llegaste aquí Oliver. Di la
verdad — comentó Haru sentándose en el mostrador de la sala de lecturas —
Es obvio que llego aquí con su familia—debatió Kenta.
—No es así, les he dicho que use un espejo para llegar hasta aquí... Cuando
estaba en el estudio escondiéndome de esa cosa fue que en mi reflejo encontré
algo más que solo mi rostro.
—Eso es lo más ridículo y absurdo que me han dicho... No puede ser verdad
¿Un espejo? ¡Ja! Es imposible que un espejo te haya traído hasta aquí, ¿y sin
muchos detalles qué te pudo perseguir? —dijo Kenta.
—A decir verdad, Kenta tiene toda la razón. Esto es muy extraño, no pudiste
venir hasta aquí usando un espejo si es cierto entonces muéstranos como lo
hiciste...
—No lo sé... Necesito un espejo o un cristal —contestó sin tener pruebas.
—La mesa de centro tiene uno... Se ven muy claros los reflejos, ahora
muéstranos lo que has hecho —exigió Kenta.
—Está perfecto, creo que esto servirá...—se dijo mientras veía el cristal—. El
reflejo de su rostro y el de sus amigos eran mostrados, aparte de los estantes y
las lámparas del techo que el cristal podía reflejar.
Esperaron un buen rato, Oliver miraba fijamente el cristal y trataba de
encontrar algo más que solo su reflejo... Llegar aún lugar cercano como la
central de videojuegos, el parque de Shinjuku o su antigua casa pese a sus
esfuerzos nada extraordinario apareció. Haru atento miraba, escuchando el
sonido de la lluvia que cada vez llegaba con más fuerza... Finalmente Kenta
solo refunfuñaba y suspiraba de vez en cuando al observar que todo era una
presunta mentira.
—Mentiroso. Nada de lo que dijiste es real, me largo de aquí y gracias a
ustedes dos fanfarrones acabaré empapado —dijo Kenta molesto caminando
hacia la puerta.
—¡Kenta por favor, te juro que todo es cierto! —suplicó Oliver —Lo único
que será cierto es que habrá problemas entre tú y yo si vuelves a buscarme te
incluyo a ti también Haru, si vuelves a buscarme lo lamentarás.
—No, yo lamento haberte considerado amigo mío...
—¿Ocurre algo Haru? —preguntó Oliver.
—Esa voz otra vez... Esa puta voz que me habla en el oído, la he vuelto a
escuchar... Pero no hay absolutamente nadie cerca de mí.
—¡Es la sombra, larguémonos de aquí ahora mismo! —dijo tomando a Haru y
a Kenta de la mano y saliendo como un rayo hacia la entrada del instituto
Kodaira. El fin del tiempo comenzó a concluir.
Tres chicos buscando refugio tres almas pidiendo auxilio. Saliendo del colegio
un guardia intento detenerle más uno a tres es una gran desventaja por lo tanto
Oliver hizo un buen trabajo al sacarlos del colegio, eran las 11:00 de la
mañana y el cielo se había detenido por completo llevando consigo al tiempo
del hombre, Haru y Kenta se preguntaban a dónde rayos los llevaba Oliver, la
verdad es que estaba un poco desconcertado... Trataba de recordar algunas de
las calles por las que había pasado.
—Lo mejor del caso es que estoy perdido con dos idiotas —dijo Kenta
tratándose de soltar de la mano de Oliver.
—No sé qué decir, mamá y papá me asesinarán si no saben en dónde estoy...
El móvil no está conmigo, lo olvide en el estante y vaya que ahora recuerdo —
dijo Haru —¿A dónde nos estás llevando exactamente Taro?
—¿Captas? La situación es que Oliver es un demente —exclamó Kenta.
—Los llevo a un refugio, no nos queda mucho antes de que lleguen aquí —
contestó alarmado buscando una calle entre un millar
Gota tras gota el tiempo y esas tres almas caminaban entre un mundo al borde
del vacío. Una situación semejante pero completamente diferente estaría a
punto de empezar: un grito, ese hórrido sonido resonó por todos lados
llenando la ciudad de miedo. La gente salía a ver qué ocurría. El grito no podía
callarse más allá en el horizonte la sombra de un hombre en pose fúnebre
observaba al mundo caerse.
—¿Ese grito que es? —preguntó Haru.
—También lo oí... Es un tanto macabro ¿No lo crees? —contestó Kenta
mirando hacia el cielo.
—¡Están aquí! —gritó Oliver asustado —No queda mucho por hacer, el
refugio es por estas calles estoy seguro de que es cerca.
Sus amigos se quedaron inquietos ante lo que dijo mientras él corrió
desesperadamente buscando esa calle tan especial. Las sombras atacaron sin
piedad de nuevo. Sus extrañas manifestaciones provocaban terror y muerte
con lo que se encontraban fueran personas o animales. Las más extrañas
formaban unas aves de gran tamaño y de un graznido espeluznante dichas aves
bajaban y se alimentaban de las personas que huían despavoridamente
buscando salvar su vida.
Huir y voltear hacia atrás, algo muy común cuando se huye de algo cuya
presencia termina con la vida, nada quedaba cuando las sombras se aferran a
un mundo con tanta crueldad ¿Todo eso causado por un espejo? ¿Podría un
simple trozo de vidrio provocar semejante calamidad? Ni las almas más
fuertes resistieron al poder de la sombra; sin embargo, aún yacían trozos de luz
viviendo en las oscuras tinieblas.
¿Una florería? ¿Un semáforo y una calle cuesta arriba? Se parece a un lugar en
el que Oliver ya había estado antes. Siguió la colina llena de negocios ya
cerrados por alguna extraña razón quizás la lluvia y la pendiente de la calle
hacían un camino difícil para comerciar.
Las tres almas en la calle eran observadas por muchos espectros que deseaban
su sangre, entre ellos una sombra que tenía forma de una inmensa serpiente tan
grande que abarcaba casi los dos extremos de la calle, seseaba y se movía con
velocidad. Haru quedó impresionado de lo que se acercaba algo así como un
estado de shock, Kenta volvió y lo golpeó en el estómago para que reaccionase
mientras que Oliver seguía corriendo hacia la casa de Fujiwara.
El agua de la lluvia que bajaba cual río salvaje se pintó de color magenta con
cada rayo que azotaba la ciudad. La serpiente levanto a una persona con tal
fuerza que se desprendieron sus brazos y sus piernas mientras sus huesos
crujían fuertemente al desangrarse y derramar sus intestinos como si fuese un
muñeco de trapo. Kenta quedó pasmado por lo que veía, su única esperanza
era seguir a Oliver hasta el supuesto refugio del cual hablaba, este rápidamente
entró a la casa sin decir nada cerrando discretamente la puerta y dejando a sus
amigos a la deriva de no ser por qué Kenta vio donde entró hubieran sido
presa para aquella bestia que devoraba todo ser viviente a su paso.
—Esperando a sus amigos detrás de la puerta el muchacho espero con nervios
—¡Fujiwara he vuelto! No quise escapar sin avisarte supuse que tenía que
hacerlo ¿puedes oírme? —Con ansias el muchacho rebuscó por la pequeña
casa. Fujiwara no se encontraba ahí, jamás imaginó que dicha mujer salió en
búsqueda suya por un camino equivocado y aún no conseguía volver.
Oliver se sentó en el viejo sofá donde había dormido la noche anterior, Haru le
hizo compañía al verlo pensativo.
—No está en casa ¿cierto? —preguntó Haru, —No, no lo está. Dejé una nota
que saldría por la mañana además le di las gracias por cuidar de mí a noche.
Traicioné su confianza porque le dije que no me iba a escapar.
—¿Por qué prometiste eso?, —Al escuchar esto Oliver agachó la cabeza y le
contestó —Ella quería llevarme al departamento de policía de Shinjuku para
encontrar a mi madre.
—Basta de estupideces, —Quiero que me digas exactamente qué pasó —
irrumpió Kenta parándose frente a Oliver —Esa cosa... Esa cosa que está allá
afuera ¿qué mierda es? Asesinó gente, Haru y yo lo vimos con nuestros
propios ojos ¡más te vale contestar con la verdad!
—Yo también lo vi, ya lo había visto antes lo mejor es quedarnos quietos y no
hacer ruido. Si hacemos ruido nos encontrarán más fácilmente —contestó.
—¿Esperas que me crea esa puta mentira? ¡Nos van a matar a los tres! ¡Quiero
saber qué le ocurrió a Sarah y a tu madre! Quiero saber por qué rayos no están
contigo, —Ya no lo están, se han alejado de mí—respondió—. Poco después
Kenta no contuvo su desesperación y se fue a los golpes contra él, rápidamente
le puso tres golpes en la cara antes de que Haru se abalanzara y lo detuviese.
—¡Haznos el favor de calmarte o largarte allá afuera! ¿Eres idiota Kenta? Esas
cosas nos encontrarán si hacemos ruido —dijo ayudando a Oliver a levantarse.
—Resulta que es malo saber la verdad ¿no es así? —insistió Kenta.
—Lo que más quisiera es poder hablarte de, pero no jamás escucharías tal cosa
— dicho esto tocó su herida en la cara, tenía un poco inflamado;
desafortunadamente para él esos golpes no consiguieron remplazar el dolor
que sentía por su familia.
Silencio total repentinamente nació en aquella casa. Haru sentado desde el
viejo sofá observaba la lluvia a través de la ventana, la culpa y el coraje
mataban lentamente a Kenta quien se sentó en un rincón de la casa observando
a Oliver que caminaba de un lado a otro. Entró a fisgonear en el cuarto de
Fujiwara, que no era más que una pequeña habitación con una mesa de
madera, una lámpara y un armario. Entre los viejos álbumes que reposaban
sobre la mesa Oliver encontró un espejo, en un último intento por querer
mostrarles a sus amigos lo que este podía hacer lo miró fijamente mientras
caminaba; no obstante, nada apareció, Kenta lo veía con desprecio, pero para
ser más discreto dejo el espejo en el comedor justo en el lugar donde escribió
el recado a Fujiwara.
Pasaron más de seis horas en las que estuvieron resguardados en un lugar que
pronto no sería muy seguro. Los gritos de las personas que morían en manos
de las sombras eran más que evidentes, la única solución para escapar de la
locura era fingiendo que no ocurría nada en lo particular Haru no era muy
bueno para eso y de vez en cuando cubría sus oídos.
—No sé ustedes, yo me largo de aquí —dijo Kenta poniéndose de pie y
caminando hacia la puerta. Haru enseguida se levantó sin saber hacia qué lado
voltear. Decidió seguir a Kenta con el argumento que tenía que asegurarse si
sus padres se encontraban con bien.
—No quiero perderlos a ustedes también, por favor no me abandonen —
añadió.
—¿Qué asumes? Que Sarah y tu madre murieron a causa de una de estas
cosas... Supongo debí imaginarlo, pero es imposible que regresases. Haru si
tienes aún cordura en tu mente sígueme, estaremos bien.
—¡Alto, Kenta regresen! —suplicó al observar en la ventana un monstruo con
cara alargada como la de un cocodrilo y con una fiera mirada en ellos.
—¡Maldita sea nos han encontrado! —gritó Kenta. Sus almas fueron
descubiertas dentro de la casa por las sombras desde hace rato, solo acechaban
a que el momento fuera el adecuado.
Una voz de un idioma extraño hablaba con Oliver, al punto que hizo
enloquecerlo y se desvaneció en el piso golpeándose fuertemente la cabeza.
Haru lo cargó como pudo arrastrándolo hasta el cuarto, Kenta vio como el
monstruo entró por la ventana, una de las sombras en forma de serpiente
consiguió morder una pierna a Kenta, pero este se la pudo quitar de encima
antes de ayudar a Haru tomó el espejo que estaba en el comedor.
—¡Me mordió esa hija de perra! —gritó Kenta descubriéndose la herida, que
sangraba con un extraño veneno que hacía su carne podrirse en instantes.
—De esta no salimos vivos, esa cosa está frente a nosotros —exclamó Haru
temblando de los nervios.
—¡Puede ser que no lo hagamos! Pero aún hay una forma... Haru ¿Qué puedes
ver en el espejo?
—¡Te he dicho que nada, Busquemos como salir de aquí! ¡Taro se ve muy
mal! —gritó arrastrando a su amigo al fondo del cuarto mientras el espectro
destrozaba abruptamente la puerta.
En medio del caos los tres amigos luchaban por escapar de una sombra que
intenta consumir sus almas ¿Una ilusión o una cruel realidad? Si lo vemos
desde cierto punto es una cruel realidad basada en una simple ilusión; un
vistazo bastó, en lo profundo de una calle oscura y desolada... Un lugar
conocido, un lugar de experiencias, un lugar de amistad.
Un pórtico antiguo y una puerta tétricamente tallada en madera de caoba,
emociones salían de se lugar embellecido por la infinidad del crepúsculo
eterno. Kenta observaba cada detalle al mismo tiempo sentía una fuerte
molestia en el tobillo derecho, los dientes de una serpiente pequeña estaban
marcados, la piel escurría el veneno amarillento y maloliente de ese "animal".
Cautelosamente Haru giró la perilla oxidada de la puerta empujando la misma
y observando el interior ambos dudaron entrar con Oliver medio adormilado
por el golpe. El agobio y la ansiedad causados por un extraño sonido
condujeron a aquellos muchachos dentro del sombrío techo de ese extraño
sitio. Una vez allí dentro Haru miraba fijamente el interior dentro observa un
cuarto con luz agonizante producida por el respiro de unas velas que
reposaban encima de varias mesas, cada una con una vela y a la entrada un
mostrador detrás un tipo joven que dormitaba tranquilamente como si lo que
pasó en el exterior no le afectase.
—Este lugar es cercano a mi casa —mencionó.
—¡Estás bien! Pensé que ese golpe te había dejado muy mal ¿te preguntas
cómo llegamos aquí? La verdad no lo sé, creo que morimos o algo así,
estábamos a punto de hacerlo tú nos dijiste la verdad, es algo extraño... Aún no
puedo creer que esas cosas pasen, extrañamente en ese espejo apareció la
imagen de una calle y al otro extremo estaba la entrada de este lugar... Creo
que te debo una disculpa Taro... Creí que todo lo que dijiste era un invento
tuyo, pero no es así.
—Haru tiene razón, te debo una disculpa yo también. Sin ti ya estaríamos
muertos en esa habitación —dijo Kenta sujetando su tobillo y haciendo un
gesto de dolor jamás mostrándole a sus amigos.
—Buenas noches a todos ¿desean tomar algo? ¿Un té o prefieren un café?
¿Saben? Este es un día muy feliz por qué han llegado más personas. Hace
mucho que no veía tanta gente por aquí desde hace años, son el segundo grupo
de amigos que viene a pasar un agradable momento por aquí —dijo el
encargado, para su mala suerte solo Oliver escuchó sus palabras, los otros dos
chicos se sentaron en una mesa cercana a la pared y conversaron un tiempo...
Miraban a Oliver quien permanecía de pie frente al mostrador los otros
volvían a su tema.
—Hola. Yo quisiera un... No sé, quiero algo que borre mi memoria —dijo
Oliver.
—uh, veo que no te sientes muy bien colega, ¿olvidar? Yo jamás olvido, tú
eres un niño que estuvo aquí hace tiempo, otros dos venían contigo de hecho
uno de ellos está allá arriba... Dicen que cosas extrañas pasan afuera, eso es
dudoso pues si algo pasa mi perro se despierta y ladra ya que no lo hace, no
creo que en verdad suceda algo terrible como dicen esos jovencitos.
—Sí, créelo. Cosas terribles pasan allá afuera, es mejor no hablar de ello —
comentó agachando la cabeza.
—Pues basta de estar triste hombrecito ahora ofrece este té a los que están
arriba—. Dijo antes de darle una tibia taza con un aroma agradable. Solo
asintió con la cabeza, echo un vistazo a sus amigos que estaban sentados en
absoluto silencio y subió las escaleras de nuevo con el mismo temor que lo
había hecho unos meses atrás, la caja de música tocaba las mismas notas que
el piano con un tono más amable y sosegado.
—Una sonrisa desapareció satíricamente —Vaya hasta que volviste —¡Brian,
mira es Oliver! Jamás me había alegrado tanto de verte, es un milagro ¡Un
completo milagro que hayas llegado hasta aquí! —corrió rápidamente a
abrazarle.
—¿Ustedes estuvieron aquí todo este tiempo? —preguntó Oliver recibiendo
indiferente el abrazo de Azucena —Taro, me sorprende que estés aquí...
Bueno eres mi mejor amigo y colega ¡tenías que saber en dónde estaba! Me
sorprende pensé de repente que eras ese pelmazo que venía con ella.
—¿Pelmazo? ¡Eres un idiota, Alan me salvó la vida! —exclamó Azucena
eufórica.
—Sí y después se largó como un cobarde engañándote que buscaría ayuda ¿A
eso lo llama un amigo? Para tu suerte estábamos el tipo de abajo y yo aquí, y
aquí seguiremos. No te dejaremos sola como ese tonto —contestó Brian,
apenas hablo Azucena lo abofeteó... Oliver los detuvo pese a lo débil que se
sentía.
—¡Dejen ya de pelear o esas cosas vendrán por nosotros! —exclamó
poniéndose ente ambos— Estamos juntos y vivos, muchos quisieran tener esta
"suerte”—reiteró.
—Creo que es lo mejor para todos ¿no piensas lo mismo, Brian?
—Yo quiero estar con mi familia, ni siquiera me pude despedir ¿ustedes? ¿Al
menos pudieron decir adiós una última vez?
—Yo no —contestó Azucena.
—Estaba sola, bueno con Alan cerca de una plaza. Todo empezó de una
manera muy extraña vi gente corriendo en todas las direcciones, había pánico
por doquier sorprendentemente lo que recuerdo con más claridad fue como
una de esas cosas atrapó a un niño y trituró su cabeza con sus mandíbulas, ver
toda esa sangre explotar como una naranja y los trozos de hueso
ensangrentados en el piso... Alan cubrió mis ojos y salimos de ahí, salimos de
esa pesadilla tan rápido como pudimos. Justo antes de llegar aquí una de esas
cosas en forma de lobo saltó sobre él y le lastimó el hombro, vi como lo
mordía, lo vi encajar sus dientes, estoy segura que estaba ahí. Nunca pude ver
cómo desapareció, —Dijo que buscaría ayuda, prometió que volvería yo
esperaré aquí es mi único amigo... Sé que está bien, sé que viene en camino —
añadió con seguridad.
—No estés tan segura, es tiempo de que veas la realidad, ¡reacciona! Ha
pasado mucho tiempo desde que tu amigo salió a buscar ayuda, ¿a quién podrá
contactar? No hay nadie que nos pueda ayudar cerca de estas calles —
argumentó Brian con un tono muy indiferente, este veía el temor en los ojos de
Saory, lejos de ayudar a mejorar el ánimo sus comentarios sólo empeoraban
las cosas.
Oliver continuaba arriba con sus amigos, mientras que los otros permanecían
en el piso de abajo temerosos de ese lugar desconocido y de las cosas que
podrían encontrar si deciden subir; mayor era el miedo de ese infame impulso
de relatarle a los demás lo que sucedió aquella tarde en el departamento y
aquel día en Tokio.
Sin más nada la tranquilidad respiraba junto a todos los que estaban allí, el
encargado dormitaba con la dulce melodía de su caja musical que calmaba las
mareas de desesperación y miedo de los chicos.
Haru estaba pensativo con respecto a lo que ocurría en el piso de arriba, esas
voces que discutían constantemente entre sí, logró cautivar su atención y subió
el estruendoso trayecto para encontrarse con algo sorprendente: No estaban
solos, dos almas más están en su compañía. Entender su idioma era bastante
complicado por no decir que casi imposible, al verlo Azucena y Brian se
extrañaron de dónde llegó ese sujeto, la explicación nuevamente resultó un
completo reto pese a eso decidió no contarles sobre lo que pasó con Sarah y
Carol, pensó que todavía no era una buena opción hablar sobre ese tema.
Haru hacía gestos extraños al oír a su amigo conversar con los otros dos, a su
vez Azucena preguntaba cosas a Oliver sobre Haru mientras que la
indiferencia de Brian se tornaba más evidente, trataba de explicar a Haru lo
que hablaba con sus amigos lo que resultaba un poco fastidioso hablar en dos
idiomas frente a personas de culturas distintas. Esa última pregunta de
Azucena sobre la sangre en la ropa quedó sin contestarse. Ignorando
completamente Oliver bajó las escaleras enseguida Haru continuó con él.
—Esos de arriba son tus amigos ¿verdad? Me agradan, aunque no entienda lo
que hablan, nos tienes preocupados; es decir me tienes preocupado… Quiero
suponer que estamos en algún lugar cerca de tu casa en la otra ciudad ¿cierto?
—sonrió—
—Sí, mi casa está… Estaba por aquí. Mañana se suponía que celebraríamos
mi cumpleaños en algún lugar, aún no decidimos qué lugar sería, invité a
Brian y a Azucena. Ellos bueno, son mis únicos amigos… Tal vez, un amigo
se despidió de mí en el parque, mencionaba que se marchará a un lugar mejor
para enmendar errores que cometió años atrás, ojalá este bien y a salvo…
—Hmm, es interesante desearía poder conocer más lugares de por aquí antes
de volver claro. Mamá debe estar preocupadísima o furiosa si se entera que
escapé del colegio, papá seguro me castigará una década por hacer esto ¡Por
cierto! Olvidaba que en estos días es tu cumpleaños, soy un mal amigo, Kenta
seguro también olvidó… Tú sabes cómo es él, mejor no hablarle en estos
momentos, está un poco mal, yo lo conozco y sé que tiene miedo, no lo puede
ocultar de nosotros que lo conocemos desde hace tanto tiempo y bien, ¿qué
sigue después de esto? No podemos quedarnos aquí por siempre si hay cosas
de esas merodeando aquí afuera —comentó Haru con ansias esperando una
respuesta que le diera ánimos.
—No lo sé, ni si quiera sé si existe algún lugar seguro en algún lugar… No
quiero saber nada por ahora, quiero despejar mi mente, ¿puedes dejarme solo
un instante? Cuando piense mejor te diré qué podemos hacer. No te miento,
también estoy asustado.
—Vale, entiendo. No más molestias —dijo Haru volviendo con Kenta a la
primer mesa ceca de la pared.
Una completa alma en desgracia, sola, buscando la paz en medio del caos…
Alguien más anhelaba la paz, el encargado al ver a Oliver solo sentado en una
mesa apoyando la cabeza entre ambos brazos, este cuidadosamente se acercó
con una taza de café, dicho aroma traía recuerdos buenos al muchacho, por lo
que sonrió cuando el encargado se acercó.
—Me gusta traer este café a mis clientes, da la impresión que siempre que se
los acerco sonríen y me dicen que les trae buenos recuerdos y sensaciones —
comentó amablemente y antes de volver a dónde siempre pensó que hablar un
poco con Oliver le ayudaría a sentirse mejor. —Eres un buen amigo, trajiste a
tus amigos a un lugar más seguro que esas horrendas calles de afuera.
—Eso no es cierto, por ahora este sitio es seguro, no lo será dentro de mucho
—contestó sujetando la taza.
—Mejor no discutamos sobre eso, yo bien sé qué es lo que pasa afuera. Alan,
ese tipo de falso nombre y palabra habló con toda claridad; mencionó algo
sobre monstruos imaginarios que enloquecían a las multitudes. En tu mirada
veo que ya has tenido un encuentro con alguno de esos, pero eso no es a lo que
realmente vine, a agobiarte más de lo que ya estás, a perturbarte más de la
cuenta; vine a hacerte esta pregunta: Si ya no tienes nada que perder, ¿a qué le
temes? —preguntó viéndolo directamente a los ojos.
—Debo irme y llevar a mis amigos a un lugar seguro, tengo miedo, creo que
ya ningún lugar existe —respondió —Con seriedad y amabilidad a su vez el
encargado remitió —Yo te mostraré un lugar seguro, espera ten paciencia y
cree en ti, no desdeñes estas palabras, cree.
Pensamientos agobiantes llenaron su cabeza durante varios minutos, cerró los
ojos para concentrarse, escuchaba los latidos de su corazón que se convirtieron
en un suave y cálido arrullo.
Haru, nervioso observaba su entorno, mientras que Kenta dormitaba con la
melodía que envolvía al ambiente con su suave y dulce manto. En la planta
alta Azucena escuchaba las historias que Brian le contaba sobre su infancia, de
vez en cuando salía a la terraza para confirmar que su amigo venía en camino,
sencillamente simula prestar atención a lo que le platicaban.
—Me odiarás por esto, pero es inútil. Será mejor que no salgas o algo se dará
cuenta que estamos aquí. —Dijo Brian asegurándose que la puerta estuviese
cerrada —Odio darte la razón, pero siempre la tienes en situaciones de peligro.
—reclamó Azucena.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Brian—impresionada por su pregunta, no
quiso responder, dicho argumento se refería a que esa información no era de su
incumbencia.
—Moriremos dentro de poco, ¿me dirás tu nombre, aunque sea para saber
cómo se llamaba la chica que estuvo conmigo el día que morí? —insistió.
—Esa frase me cautivó, eres algo estúpido diría Alan. Me llamo Azucena, sólo
Azucena —respondió seriamente como si se tratase de un tema fuera de este
mundo, Brian agradeció con la mirada. Enseguida ella lo miró a los ojos y le
sonrió.
—Ten por seguro que estás en mis oraciones —sonrió.
—Brian, no creo en esas cosas… te agradezco el detalle, pero mejor ahórrate
tus oraciones, no servirán de nada para cuando llegue la hora de dejar este
mundo.
—Puedes creer o no creer, si morimos yo quiero que dónde vayas o tengas que
ir, estés bien y tengas un buen recuerdo de tus últimos momentos en este
mundo, nuestro espíritu encontrará n mejor lugar para volver a la vida, ya
verás que es cierto.
—Ya no hables, te dije que no creo en eso, pero si lo que buscas es un halago:
Será un honor morir junto a ti, que de cierta manera prefiero morir de otra
forma, pero al igual que Alan y las demás personas que murieron, es nuestro
único destino. Quisiera haber vivido más cosas contigo, con Oliver e incluso
con los dos asiáticos que están abajo, pero está casi hecho ¡moriremos! Ya no
me duele aceptarlo.
—Jajajaja —carcajeó —Nunca imaginé que tú la más ruda del salón, la chica
innombrable compartiera estas palabras conmigo, ¡debí saber antes que eres
una excelente persona! Comparto el sentimiento, apuesto a que tendríamos
otras aventuras peligrosas como la de la fábrica abandonada o algunas
mejores. En este caso puedo decir, estoy listo para partir no importa cuánto
duela o cómo se sienta, ¿tú ya lo estás?
—No, lo acepto, pero no quiero abandonar este mundo en manos de un
monstruo —dijo limpiándose las pocas lágrimas que cayeron de sus ojos.
—Dentro de poco extrañaré tus insultos, te quiero al menos como amiga —
dijo Brian sonriendo, en la víspera de un futuro incierto.
Ambos se despedían uno del otro como buenos amigos, a pesar de que cuando
estuvieron juntos en clases todos esos años manifestaban odio y malos
sentimientos, todo estaba por terminar era cuestión de que fuesen descubiertos
por alguna sombra que transitase por ahí. El encargado simulaba dormir de vez
en cuando, a leguas se observa que algo tiene entre manos, algo pasa que se
niega a revelarlo, sin desprecio hacia sus primeros clientes servía una taza de
té y las llevaba hasta ellos.
En la lejanía de esa triste cafetería abandonada, las sombras vagaban sin
rumbo por todas partes, invadiendo patios y techos, escuelas e iglesias,
inclusive el bosque, que fue dónde comenzó todo estaba invadido de aquellos
seres de formas extrañas, cuyo único propósito era devorar sangre caliente de
cualquier vivo que pudieran detectar. Cerca de la cafetería una manada
buscaba a las últimas almas que anduviesen escondidas entre las casas, los
edificios y cualquier otro lugar que albergara vida, una vez terminadas todas,
el mundo estaría completamente consumido por una siniestra y extraña
oscuridad.
Consiente de la situación, el encargado percibió y presintió que algo se
aproximaba, algo estaba cerca. Dudoso de molestar a Oliver prefirió subir las
escaleras y mejor advertir a los de arriba. Azucena y Brian se asustaron
bastante, pues este les dijo que vio algo que se acercaba, aunque no salió a la
calle a ver directamente, presentía lo que se aproximaba.
—¡Y qué vamos a hacer! —No podemos huir a ningún lado, ¡tiene que haber
otra salida! Algún lugar en el que podamos estar más tiempo a salvo —dijo
Azucena.
—No es mentira, están afuera y son bastantes. No hay otra salida amiga, la
única que existe es por donde entraste. Lo siento, sé que están todos
preocupados, los chicos de abajo también lo están. Se alteran por su amigo,
según lo que platican —Se recargó en la pared antes de seguir hablando. Brian
escucha atento, de alguna manera tiene algo que decir.
—Por favor, enséñanos un lugar seguro, es mucho pedir. Nos daremos prisa y
podremos escapar todos juntos, tú vendrás con nosotros —mencionó Oliver
quién subió las escaleras para unirse a la conversación.
—¿Qué hay sobre Alan?, ¡tenemos que esperarlo! —exclamó Azucena.
—Oye, sé que estimas al tipo, ya es tarde, dices que se fue mucho antes de que
llegamos y no hay señales de él, es mejor irnos créeme, te lo digo como
alguien que también quiere sobrevivir esta tarde. —comentó Oliver.
—Apoyo a tu amigo, el lugar más seguro que hay aquí es el fondo del
corredor, donde están las enredaderas y mis pinturas. Ahí no llega la luz de las
velas, manténganse allí y estarán seguros al menos por unos instantes. ¿Qué
opinan?
—Nos van a encontrar de todas formas, pero si implica que viviremos un poco
más, vale la pena entonces —añadió Azucena, mientras que Oliver afirmaba
con la cabeza. —¿Tú qué opinas Brian, estás de acuerdo? —preguntó.
—No. Ustedes escóndanse, yo esperaré aquí a lo que tenga que pasar, si esas
cosas son reales o no, yo lo sabré —contestó seriamente —Furiosa Azucena
intervino —No puedo creerlo, ¡Eres un puto desconsiderado! ¡Tenemos la
oportunidad de pasar juntos un momento más y te niegas! ¿No piensas en
nosotros? ¿Acaso no es cierto lo que me dijiste? ¡Veo que no te importará lo
que sentiremos si sabemos que moriste!
—Cerrando los ojos y respirando profundamente el encargado dijo —Han
llegado. Mejor dense prisa y vayan donde les he dicho, está un poco frío allí,
manténganse juntos.
Sin comentarios, Azucena tomó el brazo de Brian y bajaron juntos las
escaleras tratando de no hacer que estas sonasen como si fuesen a ser
derribadas, Oliver les seguía el paso; sin embargo, el encargado lo tomó por
ambos hombros y lo miro a los ojos poniendo su fe en él.
—Tú eres un niño muy fuerte, lo sé, se nota en tu mirada… Podrás haber
perdido todo, pero la conciencia y la cordura no las has perdido. Anda protege
a tus amigos, ellos creen en ti ¿Por qué tu no? No lo olvides, sigues con vida y
todos esperan que lo hagas, porque ahora dependen de tu fuerza. —Fue lo
último mencionado por aquél amable encargado de pinta extraña, aparentaba
saber lo que estaba a punto de suceder ¿un tipo extraño?, ¿no? Caminó
devuelta al mostrador y a su cómoda silla, la caja musical se detuvo por
completo. El joven volvió a dormitar. Oliver después de convencer a Kenta y a
Haru de ir con ellos, trató de hacerle entrar al pasillo, pero Azucena lo detuvo.
Lo último que vieron fue algo aterrador: Frente al mostrador las velas
mostraban la escena de un suicidio. Un cuerpo colgado de una soga, se
presentaba constantemente con el flamante palpitar de las velas que decoraban
un lugar con una historia de dolor y tristeza; no era una de las sombras que
esperaban hambrientas en el exterior… Era la trágica historia de una vida
precaria, llena de miseria y amargura, mientras él dormitaba detrás del
mostrador.
Pasos en medio de paredes cubiertas por enredaderas transformándose en
zarzas que pinchaban y herían la piel si se les acercaba mucho, pinturas sin
reflejo entre las hierbas forzaban a esas pobres almas a avanzar más y más
profundo dentro del viejo rincón. No se puede caminar sin evitar encimarse
sobre otra persona ¿Desde cuándo ese pasillo no tiene un final con una pintura
relatando una triste historia? Muchas preguntas para una sola respuesta difícil
de hallar.
Igual que unas ovejas asustadas los cinco chicos se ocultaron en ese sombrío
lugar, pudieron ver como las sombras, ahora en forma de hombres fantasmales
entraron a la pequeña cafetería, pasando frente al encargado y haciendo de
cuenta que este no estaba ahí, ignorándolo completamente. Haru se ocultó
detrás de Brian, Brian detrás de Kenta y Azucena frente a Oliver, este último
caminaba asustado, pasos en falso hacia atrás, ocultándose del peligro
inminente.
Unos truenos pusieron la situación aún más tensa de lo que ya estaba, los
espectros emitían un ruido que ensordece… tal cual, al rasgar una pizarra con
las uñas, cargaban con pesadas armas de hierro que arrastran como si fuesen
muertos vivientes buscando venganza.
Apoyando la mano en esas hierbas, con ese aliento frío soplando desde el
fondo, sin esperanzas, sin vida, sin compañía. Vuelve con un sabor de sangre
entre los labios, con el alma y el cuerpo de tu propio ser… Siente el frío
abrazar tu piel, recuerda esa sed de venganza ahogarse en tu garganta,
recuerda esa gran mentira… Esa imagen de soledad y miedo transitando en el
sueño más profundo del mar, ahí es dónde te encuentras. Pasaba su mano entre
la hierba para no tropezar, el miedo era percibido por aquellos seres
espectrales, sin perderse de vista uno se decían sus últimas palabras con tan
solo verse.
El fondo, dónde había una pintura macabra ya no estaba; al pasar sus manos
por las paredes, la flora se marchitó, se siente la áspera pared de piedra
cubierta de granizo, los dedos se entumen a medida que se toca la pared, la
oscura vista del mostrador y las sombras caminando frente a este desaparecen
sin dejar rastro; unos abetos se pueden ver al fondo, tan juntos que repelen la
imaginación entre sí. Hace demasiado frío ¿A dónde escapó la realidad? La
escena de la muerte frente a cinco almas jóvenes pudo esfumarse a otro lado.
Un sol a lo más alto del azul entre azul y morado de un atardecer espectacular,
en el desolado rincón del cielo algunas estrellas muestran su brillo pese a que
es mediodía. Mirando a sus pies, la maleza pronto es inundada por la blanca
nieve que brilla ante los rayos de sol, muy lejos una cadena de montañas nace
de las colinas y montes escarchados por el hielo. La pared lejos de terminar en
un rincón, ahora solo es el viejo muro de un granero destruido por el cual
crecieron algunas plantas que el inverno marchitó.
El suave viento trae consigo una horda de frío que cala los huesos y eriza la
piel. Los cinco estaba ahí, abandonados, sin poder llegar a casa de nuevo.
—¿La cafetería? ¿Dónde estamos? —peguntó Haru —Estaba allí, justo
delante de nosotros ¡No pudo haber desaparecido! ¡Nada de esto es real! —
gritó. Los demás estaban nerviosos, después de estar arrinconados, la realidad
desaparece y están en un lugar desconocido. —Fingiendo no tener miedo
Kenta tiró a Oliver de un golpe preguntándole que había pasado, pero este no
dijo nada, sus palabras estaban a punto de explotar, los demás sólo lo observan
esperando que diga algo. Brian y Azucena permanecen callados y observan sin
poder entender lo que aquellos dicen.
Brian detuvo a Kenta antes de que golpeara a Oliver una vez más, discutían
sin poder entenderse, llamando la atención de las criaturas que se ocultaban
por ahí.
Azucena le ayudó a ponerse de pie, mientras que los otros tres no dijeron
palabra alguna. La chica trató de preguntarle, por qué sus amigos discutieron
con él.
—¿Es este otro truco como ese del espejo? —Si lo es, devuélvenos a casa. No
queremos saber de ti otra vez en nuestras vidas, nos has quitado todo, lo
hemos perdido todo. El frío acabará con todos nosotros, ni tus amiguitos
podrán salvarte de eso —reclamó furioso.
—Kenta, yo lo perdí todo mucho antes que tú o Haru o incluso Brian y
Azucena. Mi hermana murió frente a mí, mi madre desapareció junto con todo
mi nuevo mundo, quiero ayudarlos a todos. Simplemente mira a tu alrededor:
Estamos vivos, gracias a ese tipo que me dio el consejo de traerlos hasta aquí.
—Ahora no entiendo de que tipo hablas, estábamos solos allá en ese oscuro
lugar, no había nadie más, a excepción de tus amigos y nosotros —contestó.
—Alguien nos ayudó a volver, yo lo vi, lo había hecho antes… Le prometí que
los mantendría a salvo a todos ¿Por qué soy el único que puede entenderlo?
—Oliver, no había nadie, Kenta está en lo correcto… eso que dices es
producto de tu imaginación, basta ya… Sólo resta esperar a ver que acontece
que nos salve de esto… Tus amigos no me entenderán, hay que tener fe, no
sabemos que hay aquí si anochece —Haru mencionó observando el horizonte
buscando algún lugar.
—¿Fe? Desde cuando la fe nos ha ayudado, un truco usando un espejo… tal
vez estamos dormidos y no podemos despertar de esta pesadilla. Quisiera
acompañarlos a morir, en serio, valdría la pena verlos agonizar a todos
ustedes… Mi vida vale más, muchísimo más. Ya perdí mucho tiempo, mi
dibujo se quedó sin terminar, seguro estoy reprobado por salir de clase y no
regresar, todo porque un tonto quiso viajar al mundo de las fantasías, ¡bah!
Tendrás mucha suerte, pues sin Haru y tus amigos ya habría roto un par de
dientes…
—Y sin Oliver estarías muerto, mientras terminabas tu dibujo —dijo Haru.
—No me gusta interrumpir sus conversaciones extrañas, allá veo algo… Es un
pueblo —señalaba Brian en la cima de una colina. Pronto los demás se
acercaron, Kenta enseguida caminó colina abajo, le siguió Haru tratando de
detenerlo.
—Tus amigos, te tratan mal.
—No es así, están preocupados ¿ustedes no lo están? —mirándole a los ojos el
chico preguntó a su amiga.
—Sí, me siento culpable. Si Alan volvió, no nos encontrará. Bueno, exagero
mucho con ese tema… Mejor aceptar que sucedió lo inevitable. Pensé que
ellos dos son tus mejores amigos, me platicaste que los extrañabas con toda tu
alma, ¿son siempre así?
—No lo son, llegué a mi vieja casa usando un espejo. Kenta no cree todo lo
que vivimos los últimos instantes. Es algo necio, Haru pienso que sólo quiere
conservar nuestra amistad…
—¿Cómo que un espejo? —interrumpió Azucena.
—Un espejo, usé ese espejo… Entiendo que todo lo que pasó fue gracias a mí,
yo fui quién mató a mi madre y a mi hermana… Si no hubiese escapado de
casa…
—¿A dónde escapaste? —dijo Brian entrometiéndose en la conversación.
Tomando a ambos chicos por los hombros.
—Me perdí. En este lugar, quiero explicarme qué diantres sucedió. Fui a
caminar al parque, me desmayé y caí sobre las hojas secas. Desperté y estaba
cerca de esa villa que pueden ver allá abajo. Un hombre me ayudó a volver
usando ese espejo extraño… No quiero contarles lo que sucedió después —
sollozó.
—Calmado, tenemos que encontrar a ese hombre y pedirle que vuelva todo a
la normalidad. Es todo, tus amigos raros regresarán a Japón y nosotros juntos
de nuevo, ¡es una idea genial! —mencionó Azucena alegremente tratando de
levantarle el ánimo a su amigo. Oliver se extrañaba de la tranquilidad con la
que ella y Brian tomaban las cosas… Imaginó que no se sorprendían después
de tantas cosas.
—Ese maldito, él tiene la culpa de la muerte de Sarah… Mencionó su nombre
justo antes de que yo abandonara este lugar, ¡lo asesinaré! —justo antes de
bajar la colina rumbo a la ciudadela, una mirada de inocencia se tornó en una
de venganza. Haru hacía señas para que se dieran prisa, en el camino Oliver
también les comentó lo que pasó justo antes de que el mundo cayera en manos
del eterno crepúsculo. Pretendía encontrar el apoyo de sus amigos, para bien o
mal consiguió aislarse de ellos más de lo que ya estaba.
Con sed de venganza los llevó por el campo nevado, siguiendo el río y los
senderos de los campos de cultivo hasta llegar a la ciudadela. Sin mostrar
señales de vida en ella, los cinco chicos fueron observados por algo más
peligroso que los Ghoul que residían en el cementerio ocultos por los árboles y
las lápidas de las tumbas.
Haru camina con miedo, cuidadoso y observando en qué lugar pisa, Kenta
camina detrás de Oliver, mirándolo con indiferencia, esperando su caída. Los
otros dos caminan refugiados uno en el otro, antes de entrar a la ciudadela por
el mismo camino que usó la primera vez, se detuvieron frente a algo
descomunal que lleno sus ojos de asombro y de temor a la vez: Una bestia
colosal y extraña, sacada de un cuento de hadas, tan grande como un árbol, su
fuerza dejaba atrás a la de 50 caballos, el resoplar de sus cuerpos estremece el
aire y la tierra por donde caminan, con discretos pasos caminaban, ¿Cómo un
animal tan grande podía ser tan discreto? Con la ligera brisa gélida y el cantar
de los aires aparecieron más de uno.
Los cinco chicos retrocedieron, intentando no cruzar en el camino de los
gigantes, uno de ellos se acercó, cada pisada atemorizaba a los chicos. Haru
seducido por el andar de ese enorme animal, se acercó considerablemente
cerca, observaba esa piel tan lanuda, esas patas cual troncos de encino junto
con unos enormes colmillos curvos y una trompa que arrancaba la escasa
vegetación escondida por el hielo. El animal pacíficamente se acercaba a los
chicos, sus ojos de sabiduría conocían lo que estos eran, una sabiduría cuya
fuente son largos años de vida y de lucha; Haru por poco logra posar una
mano sobre dicha criatura, segundos antes el animal perdió su atención y
volvió para proteger a su manada, había más de ellos, hembras otros machos y
crías que caminaban cerca de la ciudadela en busca de lo poco que quedó de
los ya destruidos cultivos.
Haru, sorprendido por lo que vio fue con los demás completamente sin
palabras, pasado unos instantes hablaba con Kenta.
—Eso es imposible, no existe animal así, ¿Es algún tipo de elefante con los
colmillos hacia adentro? ¡Casi logro ponerle una mano encima!
—Es bastante extraño, tu vida ahora depende de un hilo, por favor no hagas
tonterías como esa de nuevo, hmm ¿qué no te das cuenta que si mueres o algo
te pasa me dejarás solo con estos? Necesitamos una explicación lógica de lo
que pasó, nada de esas sombras o esta nieve es real, es un sueño en el que
estamos perdidos, lo sé.
—No es ningún sueño, ya les dije ¿Vieron esa manada? Se movían juntos
como los elefantes de Africa. Son como animales de la edad de hielo, son
mucho más grandes que un elefante…
—Frotando sus manos, Kenta exclamó —¡Mejor enséñanos dónde está el
lugar del que nos hablaste! Alguien morirá con este maldito clima, y será
culpa tuya…
—Oliver, es decir Taro… ¿Qué es lo que dicen tus amigos? — preguntó Brian.
— Hay un templo en estas calles, ¿puedes ver esa construcción del otro lado?
Ese es el templo de la ciudadela, allí estaremos a salvo. Recuerdo que todas las
puertas estaban atrancadas, tendremos que hacernos con algo para poder
entrar.
—¿Qué hay dentro? ¿comida?, ¿algo para cubrirnos del frío? —Hay alguien
que quiero asesinar por haberme hecho usar esa cosa… verás que todo volverá
a ser como antes —respondió.
Con seguridad y valentía, el chico que una vez tuvo miedo del porvenir del
destino, ahora tenía sed de venganza, de cortar la yugular del hombre que le
mintió y por el cuál su hermana y su madre murieron.
El fantasmal ambiente de la ciudadela se mostraba con un sol que derrite los
nevados techos de las viejas casas, caminaron a través de un sendero oscuro
que no mostraba una salida. Pasaron por la penumbrosa explanada del
mercado.
Las ligeras corrientes de aire frío terminaban con las fuerzas de todos, el
interior del templo era el único lugar dónde Oliver conocía y que no
aparentaba ningún peligro inminente, caminaron cerca de la antigua posada
abandonada por dónde entró a los calabozos, siguieron el camino hasta la vieja
fuente entre las enlodadas calles por la nieve derretida que creaba charcos con
la tierra. En la entrada del templo, los viejos jardines marchitos lanzaban
maldiciones sobre los recién llegados, lo más atemorizante era el eterno
silencio que estos gritaba con cada paso que dan.
Efectivamente, la entrada estaba sellada con madera, y cada una de las
ventanas del templo lo están también. Brian y Oliver pensaban juntos como
una sola mente, algún material de por ahí les tendría que servir para poder
entrar por alguna de las ventanas del templo. Regresaron a las calles en busca
de algo útil, los demás esperaron sentados bajo un árbol. En los arbustos los
Ghoul espían con ansías que alguno de ellos se quede solo. Quizá ellos no lo
noten, son espiados por una docena que oculta en los arbustos derrama saliva
con ansias de carne.
Brian encontró un trinche en un montón de paja dentro de un pequeño establo,
Oliver una vieja barreta en la entrada del molino. Volvieron lo antes posible…
En la pared de piedra había una pequeña ventana sellada con un gran tablón,
ambos lo resquebrajaron para entrar, la barreta se atascó y Kenta acudió a
ayudar, al cabo de unos minutos quitaron el tablón y rompieron el vitral de
color amarillo.
El anciano todavía no dejaba el templo, todos los cirios que lo iluminaban
continuaban encendidos, al centro la estatua con el heroico personaje
blandiendo su espada; una vez dentro Haru, Brian y Azucena caminaban
observando los vitrales y los grabados en el templo, Oliver buscaba venganza
y comenzó registrando todos los cuartos del templo, Kenta seguía detrás con la
excusa de que actuaba extraño.
—Y, la persona de la que nos contaste, ¿vive aquí? Porque en este lugar se ve
que no habita nadie desde hace mucho tiempo, no es común en mí, quiero que
olvidemos lo mal que te he tratado, eso que pasó en Kodaira, tú sabes cosas
que nos incomodan a ambos, ¿lo podemos dejar atrás?
—Créeme que sí, cuando esto se solucione ya no me verás de nuevo y
volverás con Haru a dónde los encontré, ¿de acuerdo? Ese aciano está
escondido por algún lado en este templo, ¿ves esa puerta? — señaló —Esa
puerta da con las catacumbas y los calabozos del templo, no quiero ir allí, la
última vez que vine había monstruos dentro, es muy peligroso. Hay que
mantener la puerta cerrada.
—¿Monstruos? —preguntó.
— Sé que tú no crees en nada de lo que te dicen los demás, Kenta… allí
debajo hay unas criaturas, yo vi una devorando el cuerpo de un ciervo allá
cerca del río. Esa puerta abierta es un riesgo para todos…
—Oliver, me acabas de dar una idea. Bien, ya registramos todos los cuartos de
aquí, no hay nada… Tal vez, sólo tal vez si golpeamos la puerta el anciano
venga a ver qué ocurre y cuando salga podemos forzarle a que regrese nuestras
vidas a la normalidad. Si no quiere hacerlo, aquí tenemos un trinche y otra
arma, seguro no la pensará dos veces.
—Sin duda es una buena idea, el viejo nos tiene que devolver nuestras vidas…
— caminó hacia la puerta.
Con temor, Oliver la abrió… las luces de las antorchas del calabozo mostraban
las ligeras siluetas de los Ghoul moviéndose entre los pasadizos, Kenta usó la
barreta oxidada para golpear la puerta con toda su fuerza, dicho ruido
enloquece a los Ghoul pues sus gritos y chillidos se escucharon desde la puerta
por todo el templo. Kenta empujó a su amigo y cerraron la pesada puetta de
madera. Había que esperar, las criaturas continuaban alborotadas gritando por
comida dentro de los calabozos. Tras no haber señal alguna volvieron con el
resto del grupo, comentaron el plan, todos estaban de acuerdo en que el
anciano les hiciera volver, en lo particular Azucena no creía que pudiesen
volver.
Un rechinar sorprendió a todos, pensando si se tratase de un Ghoul que abrió
la puerta, Keta tomó el trinche y Brian la barreta, con cautela la puerta se
abrió. Era Rovan, atraído ciegamente por el sonido que los Ghoul hacían, al
verlo todos se pusieron de pie. En un arranque de ira Oliver arrebató la barreta
de las manos de Brian, se acercó como todo un asesino; el hombre lo miró y
antes de que se acercara le dijo:
—Me sorprende que hayas vuelto, huir no es una buena opción en estos
tiempos. Si esa opción fuera buena entonces Sarah estaría completamente
bien, ¿no es así?
— Sarah, dime ¿Cómo es que sabes el nombre de mi hermana? —cogió el
hierro con fuerza.
—Tu propia mente reveló muchas cosas, mientras estabas inconsciente tu
mente sólo pensaba en ese nombre, sé que es alguien que te preocupa. Sabía
que volverías, confiaba en ello, nunca dude de ti.
—Eso no me interesa, he venido para que devuelvas mi vida junto con la de
mis amigos. Me engañaste, ¡por tu culpa mi hermana murió asesinada por un
monstruo! —exclamó
—Con una mirada mustia Rovan enfrentó la ira del chico —Tu hermana eh,
¿No te has dado cuenta que salvaste a tus amigos de las fauces de la muerte?
No quieres ver lo que tu fuerza ha logrado, tu miedo te convierte en un ciego,
tienes miedo a aceptar la cruel realidad. Te dije que al usar ese espejo
llamarías a los espectros de la muerte que rondaban en este mundo. Haz
perdido a tu hermana, tus amigos igual perdieron a sus seres queridos. Yo no
soy el culpable, tampoco los Deuron, tú fuiste quien usó ese espejo para
buscar a tu hermana.
—Tú eres el culpable de la desgracia de la vida en el tiempo y espacio de tu
propio mundo.
Respirando como un toro y sin poder controlar su ira, el chico perdió el
control de sí mismo, sus amigos permanecen detrás observando con asombro y
miedo lo que este estaba a punto de hacer.
—¡Jamás pedí entrar en este mundo! ¡Mi hogar, mi familia!
—No lo pediste, lo hiciste. Piensa hijo, por un muchacho imbécil toda una
vida cayó y ahora ha desaparecido. No puedo hacer nada por ti ni por tu
mundo, eres imbécil no sabes distinguir entre una verdad y una ilusión. Si no
fuera de esa manera, Sara no hubiera muerto en tus propios brazos.
Las crueles palabras de aquel hombre desataron la ira del chico, quién dio un
fuerte grito, con la barreta en sus manos a punto de acabar con el anciano,
bastaba con varios golpes para terminar con su vida, este anciano no hizo nada
más que permanecer de pie como si ninguna amenaza se acercase.
Sin siquiera poder tocarlo, Oliver cayó al piso derribado por Hei, quien estuvo
observando a los muchachos desde la bóveda todo el tiempo esperando el
momento preciso para matarlos.
—¡Escoria del averno! ¿No fui bastante claro en un principio? Tú no debías
volver, ahora vienes buscando un culpable de los actos que sólo un imbécil
puede creer —Tomándolo por el cuello, una de las dagas del ángel sobre su
cuello mostraba la despiadada palabra de este —¿Has venido por respuestas
para sanar tus heridas? ¿Vienes a mostrar que en verdad una escoria como tú
podría salvar a la plaga que te acompaña? —rápidamente el ángel deslizó su
daga por el cuello del chico arrojándolo contra el piso, los demás estaban
aterrorizados al ver caer el cuerpo de su amigo.
El ángel extendió sus alas mostrando todo su poder. En tanto Rovan sin hacer
nada observó lo que este estaba a punto de hacer.
—¿Ahora tengo toda su atención? —gritó, después de reír estrepitosamente —
Que la escoria que los trajo hasta aquí les sea un ejemplo. ¿Buscan la verdad?
Pues entonces déjenme sanarles. — dijo el ángel mostrándoles el fragmento
del espejo de Kranos.
La verdad les fue reflejada en el reflejo que sostenían las pálidas manos de
Hei… Cosas que nunca antes fueron vistas se revelaron, ahí en algún lugar del
mundo dos hermanos estaban juntos esperando a su madre mientras el sol
decrece, una sombra entra en escena y asesina a la pequeña cortando su
costado, él pequeño incapaz de salvarla es asesinado también, la sombra lo
toma por el cuello y estruja sus vértebras haciéndolas crujir una por una; por
otra parte en un colegio un chico que recién terminaba sus clases es
sorprendido después de tantas tragedias, las fauces de una serpiente destrozan
su abdomen haciéndole vomitar sangre, todo el colegio entra en pánico y otro
chico fallece aplastado en una estampida de gente.
Por último, dos amigos platican sus inquietudes antes de morir, ¿fue eso una
verdad? Los ojos de ese extraño ser cambiaban de color de rojo a un tono
naranja oscuro.
—Ahora contesten esto ¿Cuál es la realidad?, ¿en la que mueren o en la que
llegan a este mundo? De su respuesta depende la vida de su amigo, ¿y bien?
¡Qué esperan para responder!
—¡Heirahm!, ¡detén esta locura! ¿No te das cuenta que sólo son unos críos?
Mientras yo esté vivo no podrás hacerles daño —interfirió Rovan.
—Cuándo haya un deuron en este templo, te arrepentirás por haberme
detenido —mencionó antes de tomar el fragmento del espejo con ambas
manos y romperlo como si se tratase de un trozo de papel, el vidrio en el piso
se desmoronó cual vestigios de arena blanca.
Haru ayudó a su amigo a levantarse de esa herida cuya marca solo le causaba
ardor en el cuello, el ángel deslizó con tal rapidez la daga que no le causó
mayor daño, sin la presencia de Rovan, Hei habría sido capaz de lastimarlos o
incluso peor.
—Abrazando a Oliver con fuerza Azucena lloró —Ese espejo mostró algo
espantoso. Creímos que te degolló —El chico al levantarse se acercó a Rovan
quien le ayudo a ponerse de pie.
— Esa cosa era lo único que podíamos usar para volver a casa.
—¿No comprendiste? Tu mundo ya no existe ni en tiempo ni en espacio, no
hay lugar al que puedas escapar, ¿tu realidad es en la que mueres o en la que
llegas con tus amigos a salvo hasta este templo? — Nuestro viaje hacia las
montañas comienza ahora. Todo este lugar estará plagado de “sombras” para
el atardecer, haz lo mejor para tus amigos, protégelos.
— Ahora tenemos a dónde ir —dijo Haru con un tono sarcástico
interponiéndose entre ambos, —¡No sabemos a dónde quiere guiarnos este
hombre!
—Jamás me perdonaría si alguien de nosotros muere, Haru. Mejor muestra tu
solución si tienes una mejor —respondió.
— Esta plaga se morirá tarde o temprano, no llegarán vivos a los pies de la
montaña, Rovan, mejor hagamos un acto de misericordia y perdonemos su
vida dejándoles que se marchen por otro rumbo. Traer humanos al viaje sólo
empeorará las condiciones, no tenemos armas suficientes, incluso si las
tuviéramos, son muy jóvenes para usar una. — mencionó Hei afilando sus
dagas una con otra.
— Nos serán útiles de alguna u otra manera. Tenemos poca comida, bueno
tengo poca comida, tú no podrías morir de hambre o de frío, veo que después
de tanto la inmortalidad sigue siendo parte de ti.
— Me niego completamente a que viajen con nosotros, viajamos en busca de
respuestas, no como unos granjeros —afirmó.
—¿Qué podemos encontrar en el camino? —preguntó Haru.
—Algo más que hielo, rocas y árboles. Será mejor estar bien preparados —
respondió Rovan entrando al calabozo de nuevo, — Estén listos para cualquier
situación.
—Estás atado a estos pensamientos, eso es lo que puedo ver en ti. Escucha, es
complicado para un crío como tú, pero tienes la suerte de estar lejos de la
deriva. Tienes en quien confiar, tienes quien te escuche, rehúsate de pedir más
—En un momento inoportuno, Hei descendió de la roca más alta del risco —
Bajen toda la voz. —¿Pasa algo? preguntó Haru calentando sus manos en la
fogata. —Los vi. Están comiendo la carroña, tienen un tamaño formidable.
Son dos cadirus que recién deambulan por esta zona, denme tiempo y
terminaré con ellos—. Las palabras del oscuro ángel hacen referencia a dos
criaturas más terroríficas que una pesadilla, sus ojos brillaban con la luz de la
luna; se acercaron a comer pues el hedor de la carne sangrando atrajo a los
cuervos y a su vez a dos inesperados intrusos. Uno podría fácilmente llamar de
forma errónea lobo a un cadirus, se encuentran diferencias muy grandes entre
ambas bestias: un cadirus triplica en tamaño a un lobo y lo cuadruplica en
fuerza, sus zarpas tienen afiladas garras, una crin de color rojizo o castaño
cubre desde la cabeza hasta la cola, que la mayoría de las veces es corta o se
pierde entre el pelambre; con una postura erguida intimida incluso al lobo más
feroz, lo que en verdad preocupa muy aparte de sus afiladas garras es lo que
hay por delante, unas finas orejas puntiagudas seguidas de unos ojos pequeños
y un morro largo se unían a una mandíbula llena de afilados dientes capaces de
atravesar hasta la armadura más gruesa.
Hei no temía a enfrentarse a dichas criaturas, estaba a punto de lanzarse a
terminar con estos, pero Rovan lo detuvo justo a tiempo. Consideró que los
cadirus podrían estar en un grupo de cazadores, y sin armas y a la deriva con
los chicos sería imposible escapar con vida. Haru intentó en vano ver a las
bestias, pese a eso su vista es muy pobre comparada con la de los otros, no
pudo ver y para variar Hei le dijo que no comentara nada a los demás cuando
llegase el momento de despertar.
Horas antes del crepúsculo del amanecer, el grupo bajó del risco y guardaron
los lomos del animal, que por suerte permanecieron intactos, siguieron su
camino dejando muy atrás el claro valle y la seguridad de los riscos nevados.
En especial el viaje fue duro para Kenta, la mordida supuraba sangre podrida y
no faltaría mucho para que dejase de caminar por el dolor, aun así se rehusaba
mostrar su herida a Rovan para que la curase.
—¡Es momento de detenernos! —gritó Oliver a Rovan, quien lleva la
delantera. —Tiene razón, son ajetreados estos rumbos, nos vendría bien un
descanso. — se dijo el viejo a sí mismo.
—Oye Brian, has notado que mientras más caminamos más nubes veo...
—Estirándose por el cansancio y poniendo las provisiones en el piso Brian
miró el cielo —Saory, todo el camino has venido diciendo cosas sin sentido,
esta vez tienes razón, en dirección al am, ¡este!, sí, en esa dirección hay menos
nubes que en dirección a las montañas.
—Te diré algo que en verdad temo y es a ese tal Hei, no me imagino lo que
haría si Rovan no estuviese con nosotros, tan sólo, imaginé que mató a Oliver
cuando hizo un rasguño en su cuello. De no estar Rovan, Oliver hubiese
muerto y seguramente nosotros después que él, Brian ¿tú qué piensas? —
¿Sobre Hei? —suspiró. —Tengo miedo de que se vuelva contra nosotros,
nadie podría detenerlo. Por eso lo mejor es estar cerca de Rovan y hacer lo que
nos diga, ignora a Hei, imagina que no existe y ya.
—Haru, mi herida no ha mejorado. Todo lo contrario, casi siento que con cada
paso que me duele desde el tobillo hasta la cadera —mostró la herida a su
amigo, este inmediatamente acudió a Oliver cuya respuesta fue comentarle a
Rovan para sanar la herida lo más pronto posible.
—¡Es mejor dejarlo en secreto! Sé que mejorará con el tiempo, ten en cuenta
que hablar puede dejar otras consecuencias. Oliver, te pido que no hables más.
—¿Y esperar a que dejes de caminar? Ten fe, el viejo te sanará. Nosotros no
sabemos cómo, pronto te volverás lento y una presa fácil para cualquier cosa.
Le diré, considéralo hecho —afirmó caminado hacia el viejo. —¡Taro! Debes
saber algo... Ayer en la noche escuché que Hei avistó a varios cazadores cerca
de donde dormimos y unas criaturas comieron del búfalo que los lobos
asesinaron a noche. Se esconden por aquí, estas arboledas albergan cualquier
criatura, ¡Por lo que más quieras, no les digas que yo te he dicho!
—¡Estamos en grave peligro! Confía en mí, no hablare nada. Las montañas no
están muy lejos de nosotros, pero con Kenta herido jamás lo lograremos —
comentó Oliver. Una vez cerca del viejo titubeó antes de informarle acerca de
la herida de Kenta, pues no sabía de qué manera decirle. Justo antes de
comentar Rovan le pidió que juntos mirasen el mapa: muy cerca de las faldas
de Neradehn, sin mencionar que las montañas traicionan a quienes desconocen
su camino.
—¡Suertudos nosotros! —exclamó— Cerca de estas arboledas brota un
manantial, ¡ahora lo recuerdo! Podrán tomar un baño allí, vaya suerte. Vieja
como la sexta luna, pero esta memoria aún funciona. — Hay algo importante
que debo decirte, creo que es demasiado importante.
—Rápido, no se retrasen, el manantial está cercan —corrió el viejo con
emoción por donde sus recuerdos lo guiaron. Un laberinto completo la
arboleda, pero como lo dijo, suertudos ellos, pudieron encontrar el manantial,
vasto como un estanque, con cálidas aguas brotando desde las entrañas de la
tierra y arena suave y de color dorado a sus pies, así lo recordaba Rovan en sus
lejanos días de juventud; sin embargo el invierno cubrió la arena cuando
llegaron, todavía se admiraba las cálidas aguas brotar de la tierra creando un
charco pequeño, cuya escasez no permitía que más de uno se bañase, tuvieron
que esperar su turno, uno a uno mostrando indiferencia a la naturaleza, a las
leyes que los hombres y su divinidad imponen, conviértanse en hermanos.
Al desnudarse, Kenta cubrió la herida con algo de barro empeorándola aún
más, confiaba que sus amigos no dejarían escapar palabra alguna mientras el
ángel y el viejo exploraban el alrededor del manantial en busca de pistas. Era
una oportunidad única, pues difícilmente volverían a tomar un baño en días,
no pasó mucho tiempo debido a que el agua termal y el frío del exterior
producen jaquecas y dolor de cabeza. Cuando llegó el momento de arroparse,
lavó el barro y sobrepuso un trozo de tela cortado de su misma ropa cuyas
fibras desgarraron el fino tejido de la piel.
Haciendo señales desde lo alto de una colina, Rovan forzó a los chicos a darse
prisa. Al vestirse todos, tomaron lo necesario y se marcharon, Brian cogió
agua del manantial en una botella para ayudar a Kenta a limpiar su herida más
adelante. Colina arriba los cinco tomaron un respiro, la noche estaba próxima,
en la arboleda el sol alumbraba ya muy poco.
Cuando de nuevo comenzaban a encender una pequeña fogata utilizando
matorrales secos, Kenta se debilitó mucho, no decía palabra alguna y Oliver
no encontraba la manera de decirle a Rovan, pues cada que este se acercaba
Hei se interponía entre ambos.
—Quisiera saber que es esa misteriosa esencia, ¿qué es? —¿Es un Deuron?
Pues se siente como uno, está cerca, va tras nuestra pista; ¿Por qué algo me
dice que se encuentra entre ustedes cinco? —dijo caminando entre ellos, pese
a lo bien cubierta que la herida estaba, su hedor poco a poco se hacía más
notable. — Cada vistazo que doy me imagino a un Deuron detrás mío. Seré
muy claro en este asunto, alguien trae algo que pertenece a los Deuron, algo
que trae su esencia hasta lo más profundo de mis venas, sean honestos y
cooperen. ¿Quién la tiene?
—Kenta sólo frunció el ceño de dolor por la pose incomoda en la que se
encontraba sentado. — inmediatamente Hei supo que él portaba la marca de
los espectros. —Muestra tú herida, sé que tú la tienes. Querrás ocultarlo, pero
tú respiras esa misma ponzoña.
—Descubriéndose Kenta se atrevió a mirar al ángel directamente a los ojos —
Me mordió una serpiente en un intento de escape, ¿qué hay de malo en esto?
—... ¿Qué hay de malo? ¡Esas cosas están detrás nuestro gracias a ti! Ahora
saben en dónde estamos, ¡y no dudo que sepan a adónde vamos! — exclamó
furioso.
—¡Ahora habla!, ¡Propón una solución! Cortarte la pierna o abandonarte aquí
mismo ahora mismo. ¡Ya veo! No es tu culpa, es culpa de tu amiguito perdido
y de Rovan, te declaro culpable por esto, no eres más que un ingenuo —señaló
al viejo.
—Ese veneno es curable, unas azaleas de plata pueden contrarrestar el veneno
de cualquier cosa, encontraremos las flores y este muchacho se repondrá —
mencionó examinándole la pierna— Esa herida es de mucho tiempo, tiempo
valioso. ¡Reflexiona anciano! La culpa es tuya, decidiste traer a estos humanos
a un viaje sin sentido, bien sabes que tú y yo podríamos hacer este viaje sin
traer pestes. ¡Tú lo sabes!
—Intenté asesinarlos, nos hubiese el ahorrado el trabajo de cargar con ellos, de
mantenerles con vida y de protegerles. ¡Eres un iluso!, no aceptaré que me
digas cruel, esa crueldad nos mantiene a salvo. Creo que te haces uno de ellos.
—Sé muy bien que tú y yo lograríamos esto más rápido, que quizá ya
estuviésemos en lo alto de las montañas, jamás entenderás estas cosas, ¡son
solo unas crías perdidas!, perdieron su mundo al igual que yo el mío. Además,
yo hice que utilizase el espejo para volver, es remordimiento o lámalo culpa.
No puedo quedarme aquí sin... Hacer nada, cuando puedo ayudarles —
respondió el viejo parándose frente a Hei.
—Este reía estrepitosamente —¿Qué es esto? Ahora hablas como si fueses un
humano. ¿Dónde y cuándo fue que moriste tan repentinamente?,
¿remordimiento?, ¿culpa? Sin duda los años te afectan. Te expresas igual que
uno de ellos, pero déjame decirte que jamás igual.
—No se trata de eso, existe la misericordia en mi, puedo sentir culpa y me
remuerde la consciencia pensar en que perdieron todo. Existe algo llamado...
Compasión, algo que ningún ángel como tú podrá saber qué es. — La realidad
siempre es cruel. Nunca lo olvides anciano. — remitió.
—¡Basta ya de discutir! Todo esto no ayudará a que Kenta se salve. ¿Qué tan
mortal es el veneno de un Deuron? — interfirió Oliver. — Tu amigo Kenta se
desvanecerá como polvo al viento, eso le pasa a quienes son envenenados por
un espectro. — respondió tomándole un hombro.
—¡Se desvanecerá cuando mi daga atraviese su garganta! — exclamó Hei. —
desenvainando la espada Oliver gritó. — ¡Sobre mi cadáver! — Todos
permanecieron en silencio; su grito sacudió arboles y arbustos. Un humano
amenazaba a un ángel a luchar a muerte. Justo cuando la lumbre crecía, Rovan
estuvo a tiempo para detenerla.
—¡A callar los dos! — Oliver, tú y Haru vayan a la llanura a buscar las
azaleas, nosotros estaremos aquí y no nos vamos a mover hasta que vuelvan.
Hei, tú los acompañas y los tres volverán. Sean inteligentes, no vuelvan si no
es con las azaleas y un poco de maleza verde, la necesito para elaborar un
tónico.
—Más estúpido esto no puede ser, juro que estos humanos sufrirán el haberme
retado. — pensó el ángel cuando el color de sus ojos se tornó de ira cambiando
de rojo a violeta intenso. La búsqueda sería complicada en medio de
matorrales congelados y de un riesgo enorme para la vida.
—Descubriendo la expansión de dicha herida el viejo suplicó que buscasen las
flores y los brotes de maleza verde —¡Vayan y no vuelvan hasta haberla
hallado! Su amigo no resistirá más horas con esto, tarde o temprano se
desvanecerá y no podremos recuperarlo.
—¡El ocaso estará por vencernos, síganme! —gritó Hei elevándose por las
copas de los árboles y volando entre ellas. Com desconfianza, temor y presión
los muchachos fueron tras él. Por lo tamto el viejo le dijo a Brian que atase un
torniquete en la pierna de Kenta, así el veneno no podría llegar tan rápido al
corazón, pues de ser esto Kenta se desvanecería sin dejar rastro alguno.
Azucena tomó dos piedras secas y las chocó entre sí para hacer fuego y
calentar el agua para la medicina.
Allá en lo profundo de la arboleda los álamos y los cipreses sacudían sus hojas
cuando Hei volaba encima de ellos. Las ráfagas de viento comenzaron
trayendo consigo los finos copos de nieve y volviendo el camino más difícil
para aquellos que seguían al ángel —¡Haru!, ¡Detente qué tal si quiere
hacernos daño! —¡Ya te oí! No dejaré que desaparezca, debemos ayudarlo...
Él te ayudó a salir de Tokio.
El ángel no paraba de volar, alejándolos varios kilómetros del resto del grupo.
Existen dos puntos que pueden usar como referencia: un viejo árbol con las
marcas de las garras de un oso en su corteza y no muy lejos de ese árbol había
el cadáver de un alce ya consumido por las nevadas; encontrando esos puntos,
es fácil dar con el grupo.
Bajo la custodia una reciente aurora boreal ve cómo las alas del ángel rompen
las nubes por donde vuela, desde lo alto observa a los humanos exhaustos
seguir su paso. Fue bastante astuto, los alejó lo suficiente, dónde los gritos no
pueden escucharse, una oportunidad perfecta para deshacerse de los dos.
Deliraba con ansias, Kenta enfermo a punto de desvanecerse tal y cómo la
magia ponzoñosa de los Deuron lo dicta. Enmendar ese tremendo error que
Rovan, con su iluminada y piadosa pero ciega compasión cometió. Matar a
dos, dejar morir a uno y abandonar a merced de las fieras a los que sobren.
Un plan muy inteligente, pero el ángel al ser elevado por una corriente de aire
gélido pensó en una estrategia mejor para deshacerse de los humanos, una que
en verdad implique su sufrimiento. En el suelo Haru y Oliver perdieron de
vista a Hei, perdieron su rumbo, pero llegaron a la pradera... Una mirada al
vasto horizonte y un poco de hierba verde crece, acudieron al lugar, hallaron
líquenes, no maleza y los dientes de león florecieron gracias a que no nevó por
allí esos últimos días.
Cuando menos se lo esperaron, Hei estaba justo detrás de ellos, mirándolos
con asco. La atmósfera extraña de ese campo cautivó la vista de este, su
mirada perdida veía algo muy peculiar; incluso Haru y Oliver temblaban de
miedo por si este hacía alguna estupidez. Pronto exhaló fuertemente —El
color de la muerte.
—¿Ahora a que diantres te refieres? —preguntó Oliver buscando brotes verdes
en los matorrales.
—Es un color en veda, ese color no se ve todos los días. Kenta tiene la silueta
de ese color, ustedes también lo tienen, ¿no pueden verlo?, cierra tus ojos,
aléjate de todo el mundo y date cuenta. Suspira lo más profundo que tus
pulmones te permitan, imagina y haz real un color diferente a todos los demás,
ese es el color de la muerte.
—Bien, ¿ahora qué? Seguiremos meditando poemas en medio de la nada.
Creo que es mejor seguir buscando en un lugar más claro, aquí hay muy poca
luz y para ser honesto le temo a la noche comentaba Haru. —Rápido,
síganme... Busquemos de dónde viene la esencia —volando sobre la pradera
una vez más hizo que Oliver y Haru gastasen sus fuerzas.
Un ángel negro siempre es atraído por esencias y magia que espanta a las
demás razas, por eso son diferentes. Al menos cambió un poco en Hei, quién
fue criado y educado por Rovan hace más de cincuenta años ya, en ese
entonces eran mejores tiempos, los climas fluyen con normalidad, los
dragones estaban extintos y Darumina era un lugar de abundancia y
prosperidad para los hombres.
En las mañanas productos de todas partes de Tharmandor eran llevados al
mercado, allí un viejo salía a pasear para matar tiempo, la gente lo saluda con
respeto y admiración pues su voz tiene gran fuerza en el consejo y el
parlamento. Llega un rumor, que en las noches muy cerca del cementerio, un
cíclope comerciante trae objetos robados de todas partes: pociones, hechizos y
animales extraños destacaban entre la demás mercancía. Corroborar las ventas
extrañas de ese cíclope era fundamental, un día sin más nada, acudió a dónde
las ventas clandestinas, oro blanco, y botellas con cientos de cosas diferentes
en ellas, bajo el mostrador el cíclope escondía algo en una jaula: Un pequeño
ángel atado de las manos, completamente desnudo y con un garrote lo
golpeaba cuando este intentaba morder o rasguñar los barrotes de su prisión.
Alguien lo torturó por mucho tiempo, pues el pequeño ángel no tenía alas,
fueron arrancadas por los verdugos de su eterna agonía. El viejo pagó dos
zafiros al cíclope por el pequeño ángel enjaulado, después el viejo lo educó
como a su propio hijo en lo profundo de la tierra, lejos de la vista y contacto
humano. Nunca se supo de dónde fue traído Hei, su origen debe ser el dominio
de los ángeles allá en el lejano mar de nubes del noroeste o como los hombres
lo llaman, el reino de los cielos.
Media hora de caminata detrás de un ángel que seguía una pista anormal en los
gélidos vientos, justo en medio de la nevada tundra apareció un campo lleno
de azaleas de plata, tan suaves como un poema en una cálida noche de verano
y de fragancia divina, tal cual la miel escurre por el tronco de un árbol, un
aroma fresco y dulce; las flores crecieron entre el verde de los pastizales,
inmediatamente Haru cortó todas las hierbas que sus manos pudieron sostener,
los ingredientes del tónico estaban completos.
—¡Enhorabuena! Ahora salvarán a su amigo escoria. Antes que volvamos
quiero que le den un buen vistazo a lo que hay colina arriba —añadió volando
en la dirección que habló.
La sorpresa yace frente a los dos chicos, pues finalmente por blanca que sea la
nieve alberga más pensamientos siniestros y oscuros como su aparente color
blanco, como la nieve se derrite con el calor, la oscuridad se va con la luz y en
este punto mucho deja que pensar.
Un panorama de terror de falsa realidad mostraba a más de doscientos cuerpos
apilados formando un monte que desprendía humo y cenizas; todos de ellos
hombres, mujeres, ancianos y niños. Cuerpos desangrados manchando la
pureza de la nieve con el rojo magenta de la sangre. Los cuervos dándose un
festín con los cuerpos, los buitres en lo alto del cielo y los zorros ladinos
comiendo de los restos.
Una masacre se desató unos días antes. Sólo las montañas lejanas, la nieve y el
cielo atestiguaron lo que pasó. La pregunta rondaba quién fue capaz de
hacerlo, los cuerpos no se amontonan por sí solos y tampoco se les puede
encender fuego tan fácilmente, el dragón dejó de ser una opción hasta que por
fin pudieron tener una idea de tan tétrico panorama: un cadirus muerto con dos
lanzas incrustadas en su lomo, varios ghoul decapitados, un minotauro con
flechas en la cabeza y lo más impactante un ogro con una lanza bien acertada
en la garganta, Hei notó a dos lobos asesinados con flechas y que los escudos
que utilizaron tenían el emblema del zorzal, oriundo de Darumina y las tribus
aledañas.
—Así que aquí terminaron con su vida —Creí escuchar los gritos la noche que
Oliver llegó, algo en mi interior me dijo que los aldeanos no lograrían llegar
con tantos grupos de cazadores.
—Los aldeanos eran más en número. No pudieron haberles vencido tan
fácilmente —dejando las flores en el piso comentó Haru horrorizado —Bien,
tienes un buen punto, pero veo dos cuerpos de lobos, creo que estos se aliaron
con los cazadores.
—Tenemos los ingredientes. ¡Volvamos con el resto ya! —comentó Oliver
retrocediendo. —Para ya, piensas nada más en irte y no podrás hacerlo. No sé
si alguien de ustedes dos ya lo notó, nos están acechando a lo lejos de los
arbustos —sacando una lanza del cuerpo del cadirus, Hei se preparó para
enfrentar a los cazadores. —Hay un cadirus con seis lobos ocultos tras los
arbustos de la arboleda, los enfrentaré, pero Oliver, dale tu arma a Haru. Tú
entrégale el encargo a Rovan tan rápido como puedas, no pares de correr hasta
que llegues con ellos. Nosotros dos los frenaremos todo el tiempo que
podamos darte— ¡Haru no sabe usarla! —No me importa, morirá
defendiéndote —añadió.
Cerca de los arbustos unos dos kilómetros del montón de cuerpos un aullido
puso la piel de gallina a Oliver, casi enseguida un cadirus saltó de su escondite
corriendo a toda velocidad hacia Hei. Haru casi muere del susto, poco después
los aullidos los rodearon —¡Ahora, largo de aquí! —gritó Hei. El chico se fue
a toda máquina hundiéndose en la nieve, temeroso del riesgo que Haru debía
afrontar, no sabía usar una espada.
La batalla entre el ángel y la bestia sacudió la tierra por un par de minutos de
eternidad. El último atacó con toda su fuerza empujando al ángel y haciéndole
caer al piso, como un haz de luz golpeó la garganta del animal y logró
quitárselo de encima; Hei supo que tenía que esperar al momento oportuno, el
cadirus mordió sus alas mientras este desenvainó una de sus dagas y le cortó
una oreja. Retrocedieron para enfrentarse directamente, él se levantó del suelo
con la lanza en mano, pero el cadirus lo tomó por los pies con sus zarpas, giró
rápidamente y arponeó a la bestia, la lanza le atravesó el lomo saliendo por su
vientre, desparramándola en el piso, una vez abatido Hei volvió para
degollarlo y arrancar su lengua tan sólo usando la fuerza de su mano. Esto le
serviría como advertencia a los lobos que aguardaban su turno para atacar.
Con una antorcha que levantó de entre los muertos y con poca hidalguía Haru
asustaba a los lobos, quienes astutamente se dividieron para vencer a sus
objetivos, únicamente dos de ellos rodearon a Haru y los otros seis esperaban
derrotar a Hei, esfuerzos en vano llenaban la ira de los animales hacia el ángel,
pues este terminó con ellos como si fuesen muñecos de trapo, uno sujetó con
fuerza su antebrazo y dos más se abalanzaron con valentía él estranguló a un
lobo, al otro le destrozó el cuello usando una mano y al último lo sujetó de una
pata y voló lo más alto que un saltó le permitió y soltó en caída libre al animal,
rompiéndose el cráneo con el impacto.
Un roce del fuego en la cara de un lobo hizo que Haru se levantase del suelo y
pudiese correr en la dirección en la que huyó Oliver, los Faon tienen un miedo
innato al fuego, no obstante, un humano vivo significaría un castigo por parte
de su jauría que llegaba a ser hasta pagar el daño con su propia vida, de los
tres lobos que detuvieron a Hei unos instantes, uno de ellos fue atravesado por
una de las dagas, los otros dos optaron por una retirada rápida. Antes de ir por
ellos estaba Haru, atemorizado y huyendo de los dos lobos. El plan de Hei
comenzaba a girar a su favor, despegando de la nieve siguió a Haru y a sus
perseguidores, el chico acorralado entre los árboles amenazaba a los
incansables cánidos con la espada, ya que la antorcha murió mientras
tropezaba en las rocas, por accidente o reacción, cuándo un lobo se aproximó a
morder, con la espada lo golpeó en un costado tan fuerte que le hizo escupir
sangre un par de veces, retrayéndose. Uno a uno, el lobo y Haru dieron una
exhaustiva lucha entre sí, una lucha en la que no hay contacto físico, basta con
los ladridos y los intentos en falso de Haru por atravesarlo.
Oliver tenía algo de ventaja, se detuvo a respirar varias veces en el trayecto.
Buscaba señales de su amigo, pero nada todavía. En medio de la oscura noche
una fogata destacó entre los árboles, llegó dónde los demás, la visibilidad está
algo limitada, no se ve más allá de unos cuántos metros de los árboles y del
blanco que los rodea en sus raíces. De pronto apareció Haru, exhausto de
correr tras un rastro exterminado por la nieve. Tartamudeaba, llegó sin un sólo
rasguño y con un alma profundamente apuñalada por la cobardía. Le narró lo
sucedido en el campo, habló de lo valiente y cruel que fue Hei al enfrentar a
los lobos cuyos últimos miembros corrieron con pésima suerte; recuerda que
el malherido huyó, abandonando a su compañero a luchar contra él sin ayuda;
su vida probablemente terminó cuando Hei lo sorprendió aplastándolo desde
las copas de los encinos, posteriormente lo tomó por el pellejo diciéndole que
lo devolvería hasta la secta de donde salió. El ángel desapareció con el lobo en
lo alto del cielo nocturno, desde entonces no había sido visto por Haru. Esto
podría preocupar a Rovan, más importante estaba preparar el tónico,
entregaron las hierbas y las azaleas de plata sin hacer ningún comentario. Una
vez reunidos, arrebatándole las hierbas Rovan las arrojó al agua hirviendo, se
mezclaron hasta tener un aroma agradable, y un color verde oscuro,
sorprendente fue cuando cogió la cacerola que contenía el líquido con las
manos y al rojo vivo, sin quemarse ni quejarse cerró los ojos y recitó muchas
frases en un idioma extraño y de difícil pronunciación. El tiempo de Kenta
estaba más que justo, se volvía transparente, la magia extraña del veneno lo
consumía más rápido de lo que esperaban.
Las palabras se quedaban cortas para describir la herida, cuando Oliver la
descubrió liberaba una peste que provocaba desmayos. Terminando de
preparar el tónico, lo colocó una vez más en el fuego, comenzó a hervir, e
hirviendo levantó la cacerola y derramó el agua hirviendo sobre la carne viva.
Brian y Oliver lo sostuvieron tan fuerte como sus brazos pudieron, los gritos
de dolor probablemente llamaron la atención de las criaturas; como último
paso, venía lo peor... Antiguas leyendas y viejos conocimientos de botánica
dicen que la maleza verde puede desintoxicar hasta el veneno más poderoso de
la criatura más tóxica de la tierra, con una vara seca y la maleza ardiendo
Rovan la colocó en la herida y la sujetó hasta que la sangre consumió la flama.
Azucena tapó la boca de Kenta para evitar hacer ruido innecesario, Haru
cuidaba que ninguna otra criatura se acercase, una hora después Kenta dejó de
gritar y se desmayó del dolor, el que se hubiese salvado fue pura suerte, las
esperanzas no eran muchas —Seguir aquí con un herido es sentenciarnos a
muerte —dijo Rovan limpiándose la frente con un paño.
—¿Eso significa que viajaremos de noche? —preguntó Azucena quien
cuidaba a Kenta dándole de beber un poco de tónico —El tónico ha terminado
con el veneno en su sangre, pero no con la herida, esta debe cerrar y cicatrizar
por su cuenta —¿Adónde fue Hei? Creo que no volvió con ustedes dos, ¿o sí?
—preguntó el anciano.
—No sé exactamente adonde fue, fuimos atacados por unos lobos y una bestia,
cadirus me parece que ustedes lo llaman a sí, una especie de hombre lobo. Hei
acabó con los que pudo y luego desapareció en el cielo, yo mismo vi que lo
hizo mientras Oliver huía —¡Con más razón debemos largarnos de aquí! —
irrumpió este último.
—Tranquilo, no sé qué hayan encontrado allá afuera, lo mejor es ir a las
planicies altas, Neradehn está a unos días de aquí —Oliver procedió a
interrumpir. —¡Fueron masacrados! Los aldeanos están muertos, intentaron
llegar a las montañas, pero no lo lograron —La mirada del viejo cambió
súbitamente. No dijo ninguna palabra, días antes les advirtió a los líderes del
supremo tribunal que ir a las montañas no prometía nada —Muchos fueron
alumnos míos, lamento que el camino fuese su tumba—¡No entiendo esa
locura de ir hasta ese lugar infernal! Ni siquiera lo lograremos y menos con
Kenta herido —Ya no me importa el cuándo, no me importa el qué, sino me
importa el dónde. Ustedes están aquí gracias a que los espíritus de este mundo
llegaron al suyo, fue culpa mía los espectros pueden viajar a través del espejo,
por tiempo y espacio, es por donde se mueven. La idea es que ustedes estén en
un lugar mejor donde puedan vivir, no sobrevivir. Es por eso que los traje, yo
tengo asuntos pendientes, quiero saber de dónde viene el dragón y cómo
puedo terminar con el invierno —suspiró tranquilamente— Hay algo que
deben saber. Hei está siendo buscado por una extraña tribu de criaturas que
viven muy al norte de Tharmandor. Desconozco toda razón desde tiempos
inmemorables, me es preocupante que Hei se aleje de nosotros —¡Ahora,
levanten lo necesario y vámonos de aquí! —exclamó levantándose y haciendo
señas.
Haru hizo una antorcha con hierbas, un trozo del abrigo de piel y la agonía de
la lumbre. El grupo o compañía continuó toda lo noche viajando a través de
arboledas y planicies. Kenta estaba todavía muy dolido por la mordida de la
serpiente, mas continuó así los siguientes días, no más de una semana pasó
hasta que finalmente arribasen a las planicies de montaña, cruzándolas están
las faldas de Neradehn, los senderos hasta donde Rovan planeaba llegar están
en lo más profundo de las montañas, sin señales de Hei los chicos se sentían
aliviados, aunque el viejo Rovan, una inmensa angustia sobre sus hombros —
Me pregunto yo cuándo llegará el día en que haga las paces con Hei y con esta
vida, con este mundo y con estos chicos —pensaba después de suspirar.
La pradera se extendía más allá de lo que puede abarcar la vista, un sinfín
bello y cubierto siempre de bruma, les tomaría al menos un día cruzar las
planicies altas. Era momento de comer, los últimos días Rovan le enseñaba a
Haru a usar el arco, todo lo que pudieron cazar los chicos eran conejos y
avecillas, lo más grande fue un descuidado tejón que cayó en la trampa de
cebo. Los ciervos entraban y salían de la bruma sin problema, pues conocen el
camino, dice una frase de un viejo clan que se extinguió de Tharmandor hace
milenios, todo el que entre en las planicies altas será capaz de encontrar lo que
su ojo oculta, ni el mismo Rovan entendía ese extraño acertijo, él ya alguna
vez cruzó la planicie y aunque las faldas de las montañas estuviesen en línea
recta, la pradera hechiza a quien entra y su alma se convierte en una luz que
errante deambulará buscando la salida del laberinto, si es que ni logra salir de
ahí; lobos, soldados, manadas enteras se han perdido buscando la salida.
—Hmm, recuerdo que hay una estatua, una gárgola petrificada, una gárgola en
medio de dos cerezos. Más allá, siguiendo el primer rayo de sol que abraza la
estatua se llega a un acueducto en ruinas, siguiendo ese acueducto llegamos a
nuestro destino, son unos días más —Ahh, ese aroma a hierba fresca bañada
por el rocío —suspiró el viejo.
—Me alegra oír eso, pero qué hay acerca de la bruma en las planicies,
¿caminaremos por ahí? — preguntó Oliver sentándose junto al viejo desde lo
alto de una loma. —Ustedes no deben acercarse, eviten entrar a toda costa.
Mira hijo, no recuerdo exactamente en qué tramo del acueducto está nuestro
destino, por lo tanto, tenemos que separarnos. Lleguen hasta la gárgola
rodeando la planicie, esperen al amanecer y guíense con el primer rayo de sol,
sigan por el acueducto, no se desvíen. Yo los veré allí. — comentó. —Me iré
en lo más oscuro de la noche —dijo dándole una palmada en la espalda.
Los castaños ciervos pastan alegremente entre la bruma, sin perderse buscan
los finos brotes de hierba fresca naciente con el mismo sol, sentados en la
puesta de sol los cinco chicos conversaban entre sí, el siguiente día el viaje
continuaría rodeando la bruma hasta las faldas de las nevadas montañas.
Historias, y anécdotas llenaron de color las ajetreadas mentes que las
escuchaban, el hambre estuvo presente esa noche, pues la última comida de
todos fue la noche anterior, los panes ácimos se agotaban con rapidez, no
obstante, su sabor comenzaba a fastidiar.
Es entonces cuando la mente en paz nos abraza con sus suaves brazos, ni un
ruido más que la naturaleza y su dulce silencio; sentado sobre los suaves
líquenes verdes admirando el sol esconderse por las montañas pintándolas de
color azul.
El calor del fuego no los acompañó esa noche, pus el suelo húmedo y las
corrientes de aire le negaban la vida, sin embargo, los cálidos abrigos evitaron
que se congelasen. Con sospecho Rovan se levantó, despertó a Oliver
cautelosamente y le dijo que era momento de partir en busca del extraviado
trayecto. Era muy de madrugada, apenas y se veía un poco, aun así, el hambre
ardía sobre todos. Algunas manadas de gamos pastaban en la noche,
adentrándose en la bruma con cualquier sonido que los alertase, Rovan
conversó una última vez con el chico antes de abandonarlos —Por ningún
motivo entren en la bruma, de hacerlo su alma se convertirá en un fantasma y
quedará atrapada en el inmenso laberinto, —Rodearemos la bruma hasta
donde la gárgola, tomará bastante tiempo, pero hemos de encontrar algo de
comer lo antes posible, —Los ciervos son buena opción, Haru aprenderá a
utilizar bien el arco, si entran estos en el laberinto, no los sigan, aléjense, los
ciervos no se pierden entre la miseria. —Oliver, me he sentido extraño los
últimos días, tengo la esperanza de que crucen todos con bien, mis plegarias
ayudarán a que nada suceda. —¿Desde cuándo las plegarias han sido
importantes? —preguntó molesto, —¿Te intriga la existencia de La Divinidad?
Lo supe desde el día en que nos conocimos, yo dudo de la existencia de los
dioses que crearon este mundo, todavía cuando sé que mi alma fue hecha por
ellos, puedes darle el nombre que tu quieras. Viste muchas cosas extrañas que
sólo creíste posibles en los sueños, son reales... ¿Eso no te dice nada? —Mi
hermana murió por culpa mía, desobedecí a mi madre, las dos ya no estarán
conmigo, estoy lejos de casa, ¿debería arrodillarme ante un dios que goza del
sufrimiento? —No, nada de esto fue culpa tuya... Jamás he visto pruebas de
que los dioses existan, existe la energía oscura, existen sus mensajeros los
ángeles, no obstante, creo que en el hombre nunca debe olvidar que pertenece
a algo divino, no importa que sea... Eso le da sentido de pertenencia y a su vez
le ayuda a saber quién es —Mi madre nunca nos enseñó eso, decía que eran
fantasías y eso es lo que son, el único que decide cómo eres es uno mismo, no
el fanatismo—. El chico pese a ser joven tenía un resentimiento con la vida
que más tarde le traería caos y se alejaría de sí mismo. —Para encontrar el
paraíso en ti necesitas estar en paz, agradecer a la vida misma por sus
crueldades, sus regalos y su gran misterio. Mientras más tomes menos tendrás,
—Ha llegado el momento. Sé que eres un buen líder y los llevarás a salvo,
recuerda que nos tendremos que separar y dejar al viento nuestro destino.
Oliver se sentó en la cuesta de la colina y veía la aurora boreal abrazar las
puntas de las montañas, reflexionaba arduamente las palabras del viejo ¿creer
o no creer? Las esperanzas eran pocas, la realidad es cruel siempre que se le ve
cara a cara, pero por qué no creer en algo que levanta la moral. Entre sus
manos aún guardaba la sortija de su madre, ¿Habría alguna forma de volver
todo a la normalidad? Las palabras de Rovan y Hei eran tan claras como el
aire mismo, a su vez el resto le preocupaba, el llegar a las montañas
significaría la separación del grupo. El adiós sin duda sería más que un
sentimiento, una enorme angustia, solos a la deriva en medio de las montañas.
El insomnio se convirtió en fatiga, no poder dormir por pensar en tantas cosas,
pero unas escandalosas pisadas llamaron su atención. Un conejo de blanco
pelaje y una esponjosa cola de algodón negro se acercó justo cuando este
dormitaba recostado en los líquenes, el animalito movió su nariz mientras se
posó sobre el brazo del chico, él pensó que se huiría despavorido si lo
intentaba tocar, no obstante, permitió acariciar su suave pelaje, poco después
jugueteaba en la nieve. Al verlo Oliver se ahogó en un silencioso llanto, pues
pensó que Sarah gozaría de estar con él viendo la aurora y al conejo jugar
entre los montes de nieve, poco después se quedó profundamente dormido.
Una cría de ciervo gamo, un pequeño cervato se separó de su madre, buscaba
desesperadamente hasta toparse con los chicos, que todavía descansaban. El
pequeño se alejó tan rápido como pudo, no sin antes despertar a Haru, quien
no durmió tan bien a causa del hambre. Vio al cervato alejarse y
silenciosamente tomó su arco y fue tras este, caminó muy lejos de donde
estaba, pero las huellas quedaron impregnadas en la nieve.
El distraído animal en vez de ocultarse en la bruma continuó rodeándola hasta
un puñado de árboles coníferos, en cuyo suelo brotaban helechos frescos, todo
un manjar para un cervato hambriento y perdido; Haru con cada paso que daba
las ansias lo mataban. Caminaba entre los helechos, al pisar una vieja rama el
cervato se alertó, y corrió a un lugar más seguro sin salir de las coníferas,
posteriormente Haru vio cómo se agachaba a pastar, su pelaje moteado le daba
ternura, mas comer y sobrevivir ese día era la prioridad. Todavía estaba oscuro
y el animal no sería capaz de ver a su cazador si este se escondía bien, así que
desde unos cinco o seis metros detrás de un árbol sacó una flecha, respiró lo
más profundo que pudo y sin tambalear apuntó al cervato; estiró con toda su
fuerza y la flecha escapó a toda velocidad para luego estrellarse en una
corteza. Inmediatamente el cervato corrió a campo abierto, Haru fue tras él
preparando el arco una vez más, escapó tan rápidamente que dejó atrás a su
cazador en un santiamén, descendió por entre los árboles hasta la bruma, justo
en ese momento Haru le disparó, no pensó acertar, un tiro en vano, un tiro al
aire que sorpresivamente acertó en el blanco, la flecha encajó al cervato de
piel moteada justo en el cuello, se balanceó un poco antes de desplomarse y
escupir sangre. El tiro acertó cuando el blanco se adentró tan sólo unos pocos
metros en la bruma, pese a las advertencias de Rovan, el ciervo yacía a unos
pasos, no había necesidad de perderse. Así que con cautela y esperando llevar
el premio a sus colegas, Haru entró en la bruma. La visibilidad estaba muy
limitada, apenas se ve el cuerpo del cervato, lo cargó encima de sus hombros,
pese a su pequeño tamaño pesaba bastante. Caminaba de regreso a las
coníferas, sin embargo, encontró en su camino algo que no estaba allí, un
tronco partido a la mitad, sentado sobre él estaba un inquilino poco común,
proyectando una depresión inmensa: con manitas de trapo, ojitos de botón, un
cuerpo tejido en lana y llenado con heno, su morada cabizbaja lo intrigó, mas
era importante volver a las coníferas, dicho sujeto de trapo portaba una
lámpara en una mano, al pasar por enfrente el muñeco alzó la cabeza. Una
macabra sonrisa de rostro completo se dibujó al ver a Haru —Tu verdadero
rostro, quiero verlo—. Haru fingió no haber escuchado al pequeño ente, se
alejó, la bruma lo convirtió en parte suya. Ninguna salida, ninguna entrada.
Intentó salir por donde entró, nada más que niebla cubriendo los helados
pastizales bajo esta. Caminó en círculos y volvió al pequeño ente convertido
en muñeco —Sé que quieres escapar, ¿por qué no jugamos a las escondidas
antes de irte? Créeme será divertido —Cállate muñeca enclenque —respondió
dejando al cervato en el piso y arrojándole una piedra; pero el ente sólo sonrió
y soltó una carcajada espeluznante —Veo que quieres jugar, ¿estás listo?
Jugaremos a los malos y a los buenos, de tu mente has de correr, porque el
aliento fino del viento la hará desaparecer—. Dicho esto, el muñeco sacó una
rosa, desprendió un pétalo y llevándolo a sus labios comenzó a tocar una
canción, magia la cuál sonaba de forma agradable, mas ante los oídos de Haru
representaba una tortura, corría tapándose los oídos y sufriendo el tremendo
martirio, al mismo tiempo el ente disfrutaba verlo sufrir.
Los rayos de sol abrazaron la suave tierra, los cuatro recién despertaban. Brian
despertó a Oliver y le avisó que Haru ya no estaba, en seguida los dos fueron
en su búsqueda siguiendo el rastro que este dejó, no obstante, fue demasiado
tarde... La nieve se estaba derritiendo y consigo las pistas, trataban de
llamarlo, no mucho tiempo después dejaron de hacerlo, el ruido llamaría la
atención de alguien más.
—Nadie escuchó cuando se fue, las pistas se han borrado ¿y si algo malo le
pasó?, —Creo que no hay duda de que entró en la bruma —mencionó Kenta
interrumpiendo a Oliver—. Discutían sin cesar el entrar en las planicies. El
tiempo de Haru y de los chicos estaba ajustado sin duda; hambruna, un viaje
por continuar y Haru convirtiéndose en fantasma con cada segundo que
permanecía allí dentro.
—¿Escuchas eso Brian? —preguntó Azucena —Una melodía muy tenue, la
escucho, viene de la bruma, ¿qué será? —contestó.
—Entraremos allí, si nos vamos sería lo mismo que matarlo o incluso peor, no
se separen y les apuesto lo que quieran que no nos perderemos —añadió
Oliver hablando con Brian y Azucena, no sin antes ayudar a Kenta a ponerse
de pie, y sirviéndole de apoyo los cuatro entraron en la densa perdición
negándose a avanzar sin su amigo.
—Oliver, ¿qué hay si nos perdemos? No salvaremos a Haru y para variar no
nos salvaremos a nosotros mismos, —No suelo decir esto en ningún momento
de mi vida bajo ninguna circunstancia, tengo fe que lo hallaremos con bien,
Kenta, No nos iremos sin él no importa si morimos, porque si pasa al menos
moriremos todos juntos.
—Está bien sí, pero prefiero no morir —añadió Kenta apoyándose de su
amigo. Azucena y Brian tomaron la delantera, no se separaban mucho de los
otros dos, la melodía intrigaba demasiado... Se escucha mejor caminando en
algunas direcciones, para Oliver es más difícil avanzar con un herido
atrasando a ambos.
El ente lo tiene planeado todo de una forma peculiar, divide y vencerás; esa es
la verdadera causa del pequeño muñeco de trapo, más adelante en la densidad
inmensa de las cortinas de niebla el muñeco bailaba alegremente, saltando y
brincoteando en círculos, danzaba con el son de la música, Brian se adelantó
dejando atrás a los otros a ver qué rayos era ese ser danzante, pasó lo
inevitable, al alejarse Brian perdió de vista a los demás y a punto de
enfrentarse al muñeco, cuyas intenciones era robar las almas de los chicos
como la leyenda bien lo aseguraba. —Estoy solo desde hace mucho, busco a
alguien con quien divertirme, ¿y tú?, ¿qué hace un capitán en lo más profundo
de los verdes campos de Tharmandor? —¿Tengo cara de capitán? No lo soy,
quiero saber si has avistado a un chico por aquí, uno que tiene un abrigo color
castaño y unos zapatos con blanco y negro —preguntó Brian, pese a eso el
muñeco dejó de danzar y sonrió frente a él. —¿Quieres divertirte? Tus
soldados extraviados están mi honorable y querido capitán, del alto vaivén que
te rodea has de escapar también, sin risas ni sonrisas tu rostro a de servir al
bien—. Volteó para buscar a los demás, pero ya no hubo nadie. Las sombrías
palabras del ente hechizaron al nervioso capitán, una máscara apareció de la
nada en su rostro, su genial multicolor atrapaba ilusiones que al verlas a través
de la máscara producen una tremenda locura incurable, Brian podía ver seis
muñecos danzando y robándole las provisiones, y lo hostigaban mientras lo
hacían, realmente no había nada, lo primero que trató fue quitarse la máscara,
el hechizo evitaba esto, así que tarde o temprano su alma enloquecerá siendo
los muñecos bailando lo último que esta verá.
Luego de ver enloquecer a Brian, el muñequito travieso se ocultó tras unos
arbustos y carcajeó como un loco, sus fechorías esperaban a los otros tres que
todavía no conocían al espíritu traidor de las planicies brumosas.
Los otros tres caminaban en medio de la música avistando al muñeco correr
entre ellos, no obstante lo ignoraron, Haru y Brian estaban desaparecidos, la
próxima vez el muñeco los ha de separar de una forma muy astuta, usando sus
místicos poderes con su lámpara atrapa almas ordenó a la bruma formar un
león frente a los chicos, ellos vieron a la bruma dar vueltas y vueltas,
finalmente la bruma formó el cuerpo del león y soltó un estruendoso rugido,
Azucena se separó de Kenta y de Oliver, no por mucho consiguió huir de las
garras del ente, mas sus otras presas el ente encontró, un herido y un
acompañante. —¡Socorro, auxilio!, —¡Mis ojos no paran de ver y necesito un
curandero! —mencionaba el muñeco. —¡Es una trampa Kenta! Destrozaré
ese muñeco con la espada y entonces saldremos con vida de este averno, —Me
parece gracioso, no lo dañes, mejor escucha qué es lo que quiere. —Vaya
vaya, que mañana tan agitada, deseo lo mejor para ustedes, Oh gran poeta, que
con tus sabias palabras iluminas el rincón de las sombras macabras. No teman
mis queridos lobeznos, pues de las altas ramas de los fresnos su temor se
destroza como el ritmo de esta rosa—. Una vez más tomó un pétalo y
comenzó a resoplar una canción, del suelo y de la sombra unos grandes títeres
con mirada antigua y siniestra tomaron a los chicos abrazándolos con fuerza,
era obvio que el muñeco planea convertirlos en combustible para su lámpara,
sin dejar de tocar la bella música saca su lámpara intentando absorber el alma
de Kenta, antes de que eso sucediese Oliver se soltó del títere y desenvainando
la vieja espada lo despedazó de un sólo tajo.
Así Oliver liberó a su amigo y lucho valientemente contra los torpes títeres
que amenazan convertirlos en espíritus, sin importar lo que pasaba frente a sus
ojos el muñeco continúa tocando la canción y bailando entre el campo de
batalla, por cada títere muerto de la nada aparecen dos, ese será el destino de
Oliver, pelear hasta la eternidad defendiendo a su amigo. La última de las
presas restantes es Azucena, quien caminó lo más lejos que pudo, casi al final
de las planicies, por un momento observó a Haru huyendo de algo después
desapareció en medio de la nada.
El muñeco tenía un espíritu que atormentaba a cada una de sus víctimas, era
algo parecido a la omnipresencia. Por un lado, atormentaba a Haru con su
música, se burlaba de Brian intentándose quitar la máscara, y orquesta una
canción al mismo tiempo que Oliver defiende a Kenta de sus agresores, el
pequeño espadachín tuvo una oportunidad de destruir al muñeco, quedó
sorprendido cuando atacó y este saltó evitando el golpe y desapareció, no sin
enviar más títeres y sin dejar de tocar su melodía. Azucena se encontró con el
muñeco al llegar al final de las planicies encantadas; el ente astuto estaba
dispuesto a hacerla sufrir con todo el peso del mundo, encima de un joven
sauce este le dijo —Venerada seas, la última flor siendo acechada esperó
eternidades completas sin ser cosechada, las almas de cuatro que
profundamente idolatro responderán a mi canto, si tu las quieres tanto
responde el bello enigma sin pensar en ningún paradigma—. La pequeña
mujer razonó las palabras del ente, supuso que de tratar de escapar volvería a
perderse y los demás junto con ella fallecerían en manos del muñeco.
—Bien, entonces comencemos, —al hablar los ojos del muñeco miraban
dentro del alma buscando un acertijo que ella misma conociera, pero que fuera
incapaz de responder—.
—Su misión la cumplió, no era su obligación, en paz descansa el caballero
audaz. Su nombre no recuerdas, pues él hace que con tu conciencia remuerdas,
¿Quién es? —preguntó el muñeco sonriendo.
—Es muy difícil, he conocido a muchas personas que me han salvado la vida,
Alan, Manuel, ¿quién diantres será? Mi corazón dice que es Alan, ¡Sí! Sin
duda es Alan, él me salvó cuando no tenía que hacerlo, pensar en él me pone
triste, —¡Una pregunta muñeco!, —¿Tú sabes si él está con vida? —. El
muñeco sólo carcajeó, respuestas no dio, sonrió tétricamente una vez más y la
siguiente pregunta lanzó.
—¡Flor de verano, Flor de verano!, ¿Por qué tus pétalos se han marchitado?
—. En un principio no entendió lo que este quiso decir, pronto se dio cuenta
que se refiere a una persona y saber quién es es la respuesta. —¿Flor de
verano?, ¿qué con eso? En toda mi vida jamás recuerdo algo, o alguien que se
llame así, debe referirse a un libro o un poema que leí, oye dame una pista, esa
pregunta es muy difícil... —sin decir nada el muñeco mostró en sus ojitos un
reflejo, que era el de ella, después el muy infame habló —y dime tu rostro...
¿Qué tipo de rostro es?... ¿La persona que todos ven, eres realmente tú? —Flor
de verano, por qué tus pétalos se han marchitado, ¡Así es! Las azucenas son
flores de verano, ese acertijo se refiere a mí y los pétalos son... No sé qué sean
pero se refiere a mí, ¡lo resolví! —el muñeco aún no estaba dispuesto a
abandonarla, se divertía viendo cómo los nervios la vencían, una tortura peor
que la muerte es saber que en tus manos está la vida de alguien que estimas.
—Sus ojos vigilan el cielo, esa es su labor. Ahora le temes y con el paso de los
años le guardarás rencor, ¿Qué es?, ¿quién puede ser? —Es es fácil, sí yo...
Bueno, lo le temo, pero sé que jamás dejaría de odiar a Dios, pero pensándolo
bien; le temo a algo parecido, a alguien con alas negras y ojos que ven en lo
oscuro, a ese le temo, pero jamás sabré si le guardaré rencor...
—Un espíritu en medio de un mágico lugar, a todos otorga y todos lo pueden
otorgar... Las almas esperan ser salvadas, si contestas podrás irte y mi
bendición con ustedes también lo hará, ¿qué es?, —te encerraste tu mismo
muñequito de trapo, ¡La respuesta es la vida! Nos la otorga ella misma y
nosotros la podemos otorgar, lo sé... Alguien muy importante en mi vida ya
me había hecho esa pregunta, ¡jaque mate!
—El muñeco soltó un quejido extraño —¡Argh! — Dichosa ella, que sin odio
ni dolo quitó el broche de oro de mi amado tesoro; en este mágico erial tu voz
se convirtió en altar, las almas perdidas en este andar su martirio en las
montañas han de hallar —. El muñeco desapareció por completo, junto con
toda la bruma de la planicie, los hechizos que este puso sobre los demás
desaparecieron por igual, pronto una vez recuperados se reunieron con
azucena bajo el sauce donde el muñeco desapareció, una última voz habló en
la cabeza de azucena —«Lo correcto, ¿tú conoces qué es? Quiero saber, si tu
haces lo correcto... ¿Los demás estarán felices?» —. No hubo señal alguna del
pequeño ente, al menos se percataron que se divirtió jugando con ellos, detrás
del sauce están los sacos, llenos de provisiones, pan, hortalizas frescas y un
poco de pescado ahumado, esa fue la bendición que el muñeco les dio para
continuar su largo viaje.
—Hacer lo correcto, no siempre es bueno... Sentir que tuviste la culpa por
todo, te convierte en alguien arrogante —respirando tranquilamente Azucena
se dijo, los demás se agruparon bajo el sauce, continuaron su camino un par de
minutos después. Subir por las rocosas faldas nevadas era un reto, más para
Kenta, quien retrasaba a todos.
—Al fin llegamos, tendremos que esperar al amanecer, así el primer rayo de
sol que toque la gárgola nos enseñará el camino al acueducto, —Brian, siento
no poder haber hecho nada cuando nos atacó esa cosa. En verdad soy un
pésimo líder.
—¿Líder? Me temo que no; eres un buen amigo, y si estamos a salvo es
gracias a Saory, bueno Azucena más bien, —Esa máscara me volvió loco, vi al
muñeco de trapo danzar y tocar esa fastidiosa melodía, me llamaba por mi
nombre mientras lo hacía, en serio fue algo espantoso —Algo parecido me
contó Haru, yo intenté matar al muñeco y a su ejército de monigotes, el tonto
desapareció mientras estuve a punto de rebanarlo de un tajo, Kenta y yo
resultamos ilesos, tuvimos mucha suerte.
—Al menos nos dio comida, hoy y mañana no pasaremos hambre —dijo
Azucena— Me hizo muchas preguntas y contesté todas, algunas fueron
difíciles, ¿por qué mis pétalos se han marchitado? —Imagino que se refiere a
tus ilusiones, no a otra cosa —añadió Brian. —Me preocupa el tipo herido, nos
retrasa mucho... No quiero que siga así, pero no tenemos remedio alguno para
mejorarle, ¿qué podemos hacer con él?, —Nada, seguiremos con él hasta
donde podamos llegar, no lo dejaremos... Al menos yo no tengo corazón para
dejarlo a la deriva —interrumpió Oliver— La herida tarda en recuperarse, pero
sana lentamente.
Brian no solía interferir con ese tema sin embargo pensaba que una vida no
puede estar a merced de una decisión, los tres charlan, Haru y Kenta se
preguntan de qué hablan al mismo tiempo prueban el pescado ahumado, un
aroma a madera de arce y un sabor exquisito en la fina carne blanca, en medio
de la noche el debate ardía entre los tres, no incluyeron a Haru. Seguir sin
Kenta, hacer su propia ruta a través de Tharmandor, buscar un buen lugar para
vivir, o seguir hasta encontrar a Rovan, Brian y Oliver defendían la postura de
cortar el viaje y hacer su propio camino, Azucena prefería seguir en compañía
del anciano, horas de discutir para que terminaran en la misma situación,
ninguna alternativa para ser sembrada.
—¿De qué discuten? No les entendemos, tienes que decirnos...
—Brian y yo queremos abandonar esta loca compañía y buscar un lugar por
nuestra propia cuenta, pero Azucena no quiere, ella prefiere seguir a esos
locos, y creo que tiene razón, no resistiremos mucho tiempo, un espíritu
maligno casi nos mata, unos lobos estuvieron por devorarnos... Seguiremos
con esta locura de subir a las montañas, en cuanto amanezca, ¿y tú Haru, ¿qué
piensas?
—Mañana no me ayudes, quiero caminar por mi cuenta —dijo Kenta.
—No quiero pensar, estoy cansado y preocupado... Perdí dos flechas, y con las
demás no será suficiente por si necesitamos cazar de nuevo....
—¿Estás demente? Claro que te ayudaré, tú no puedes, no podrás hasta que
sane —¿y crees que no me doy cuenta? Tú y tus amigos piensan que no puedo
hacerlo, piensan que soy un estorbo, ¿no es así? Te recuerdo que ayudé para
que saliéramos vivos, estaba mejor antes de que aparecieras con tu espejito
mágico —añadió.
—Callado totalmente Oliver comió un trozo de pescado— Está mal
abandonar, no lo haremos, somos hermanos desde que perdimos a nuestra
familia —pensó.
Las nubes grises llenaron el amanecer, comenzaba a nevar. Ni un rayo de sol
tocó la gárgola, Azucena sentada enfrente de la vieja estatua miraba con
atención, casi blanca por la oscura nieve yacía mostrando horror con sus finos
tallados, pronto un ligero rayo la alcanzó, justo antes del mediodía. Dicho rayo
venía de un empedrado sendero, pero como ya les habían dicho, el único
camino para no perderse era el que el sol indicaba al tocar la gárgola.
—¡Miren es por allá! —gritó Azucena señalando el camino, unos segundos
después el pequeño rayo de sol se perdió entre las nubes.
—Kenta, ven déjame ayudarte—. No obstante, negó la ayuda de Haru. Los
demás caminaban entre las piedras, Kenta a duras penas se movía entre las
mismas, tropezando, resbalando, pero siempre sosteniéndose, las empinadas
veredas dificultaban el paso hasta para la cabra de montaña más ágil de todas.
La tormenta helada los obligó a parar, los fuertes vientos derriban las rocas de
los desfiladeros haciéndolas caer por el acantilado, y bien, hasta donde
llegaron, un paso en falso lleva a una muy larga caída al piso.
—¡Vamos no se detengan!, ¡¡adelante hay un claro!! ¡¡Puedo verlo!!—.
Exclamó Oliver sosteniéndose de las afiladas rocas, el claro no era más que un
montón de piedras las cuales no estaban tan inclinadas ni tan grandes.
—Subiendo lo más rápido posible Haru fue con Oliver —¡Vi a Hei! Un
destello negro que volaba entre la tormenta, ¡está aquí con nosotros! —¿No
tenemos que llegar con Rovan? Aquí no veo ningún acueducto como nos
mencionó. —Yo tampoco veo nada, la tormenta debe parar, es un lugar alto y
seguro veremos el acueducto, ¡rápido ayudemos a Kenta a subir!
—¡Niña! Creo que algo no va bien, debemos bajar... Ese claro no me da
confianza...
—¿Qué sucede Brian? —preguntó Azucena mientras descansó. —Es el ángel,
Hei. Lo he visto volar en círculos, vuela demasiado rápido... Fiarnos de este
lugar es lo peor que haremos, con esa cosa volando por aquí todo podría
suceder —contestó.
Kenta se atrasó demasiado, el frío le entumeció las manos y difícilmente se
aferraba a las afiladas rocas, Haru bajó la empinada cuesta y lo ayudó a subir
como diera lugar; Oliver se ocultó detrás de una roca y observó el tormentoso
y nevado horizonte.
—Veo una torre, se ve muy grande a pesar de que está lejos, ¿puedes verla? —
preguntó Haru, —No la veo ¿dónde está? —Allí, entre las montañas grandes,
es muy grande esa torre... ¿Qué habrá allí? —¡La veo!
—¡Ya vi el acueducto! ¡No es muy lejos!, pero tendremos que bajar
muchísimo si queremos llegar —dijo Oliver.
Hasta que la tormenta cedió un poco descendieron de lo alto de un risco para
llegar a un estrecho camino que daba hacia un acantilado, el hielo los hizo
resbalar varias veces, la nieve les llegaba a cubrir hasta el pecho, mojaba sus
ropas y para Brian, caminar con el equipaje era casi imposible. Detrás de unos
árboles derribados por la nieve comenzaba el acueducto de Neradehn, cada
vez más cerca de Rovan.
—Prados verdes, flores nacientes, rebaños criando y un radiante sol ¿No es esa
la primavera? —dijo Hei apareciendo entre los copos de nieve.
—¿No nos habías abandonado? Ahora quieres decirnos qué haces aquí... —se
interpuso Oliver entre Hei y los chicos —¿Abandonarlos? Jamás, estuve entre
ustedes todo este tiempo, quién nos debe una explicación a todos eres tú —lo
señaló— dime pequeña escoria ¿creíste que eres su líder?
—No lo soy, yo los traje aquí ¡Es culpa mía! —respondió—. No obstante, el
ángel era más astuto, se rehusaría a dejar a los chicos a menos de obtener lo
que tenía en mente.
—Todo líder sabe que las fallas de sus seguidores son sus propias fallas, y la
tuya ¡Es haber entrado a este mundo! —exclamó— pero no... Lo más tonto
que has hecho es permitir que un herido siga siendo una carga para todos. Eso
que oí fue muy conmovedor ¿una vida no puede depender de una decisión?,
¿pensaste que eso te convierte en humano? ¡Bah! ¡¡Qué cosa más estúpida!!
—¡Mientras yo respire no les harás daño! —tomando valentía se atrevió a
retar al ángel —Escupiendo al piso y desenvainando sus dos dagas Hei sabía
que el chico no tendría oportunidad alguna —¡Cómo tú quieras!
Para Oliver sus amigos eran todo después de que nada quedó. Con valentía y
honor defendió a sus amigos, no pudo hacer mucho antes de que Hei lo
derribase usando solamente sus piernas, él quiso atacar con la espada, sin
embargo, el ángel negro lo desarmó con una veloz patada, tras eso lo tumbó y
encajó una de sus dagas justo a lado del cuello de su oponente. Sembró terror
ante los demás.
—Aquí está su líder, obsérvenlo ¿todavía lo consideran cómo tal? —Esta es en
realidad su primavera, encontrarse con las dagas de la muerte, buscar el
paraíso utópico de los hombres en medio del averno.
—¿Una vida no puede estar sujeta de simples palabras antes de al vacío? Aww
en verdad son un asco, ¡Será más rápido de lo que creerán!, —¿La vida del
rezagado vale más que la de todos ustedes? — preguntó al resto, si
contestaban algo estaba por demás que los mataría a todos; no obstante
horrorizados ninguno dijo nada.
—Eso creí, prefieren salvarse todos a salvarlo a él, jajajaja—. El muy astuto
sabía lo que los atormentados chicos preferían. Oliver se levantó, cogió su
arma y atravesó al ángel atacándolo por detrás.
—¡Las criaturas como tú no tienen lugar en esta vida! —exclamó, imaginó
que moriría, sólo empeoró las cosas. Hei no pereció, derramó sangre que al
tocar el piso se volvió negra. Sacándose el arma del cuerpo, usó las dos manos
para romperla.
—El herido tiene mucha suerte, pues la estupidez de su líder apeló a mi lado
bueno, así que le daré el juicio para dictar la muerte de su colega, —¿Cómo
quieres que muera tu amigo? Abandonado a la merced de las bestias o en mis
manos, está en juego tu vida y la del resto. No tardes en contestar que mi
paciencia está por terminarse.
—A punto de llorar, con un nudo en la garganta Oliver balbuceaba, los demás
lo miraban, la vida se le hizo pedazos —Aban... ¡Abandonado! —sollozó, un
llanto de amargura lo puso de rodillas mientras sus amigos, impotentes lo
vieron demacrarse en sus sentimientos.
—¡Qué estúpido eres! Jajajaja, bueno yo acato las indicaciones del líder, por
más insensatas que sean, matarlo hubiese sido mejor. Ahora diles a todos que
sigan, el acueducto es largo y una gran tormenta está sobre nosotros —dijo
mientras ponía una daga en su cuello —¡Felicidades Oliver, acabas de agregar
una vida en tu factura, espera ¿no ya habías reclamado unas más cercanas? —
añadió susurrando en su oído.
—¡Andando vayámonos de aquí —exclamó con el llanto en sus palabras!
Ninguna palabra describe el dolor que sintió al condenar a su amigo.
—¿Quieren compasión? ¡Esta espada rota es lo único que este sucio humano
tendrá como recuerdo suyo! —añadió Hei golpeando fuertemente a Kenta en
el lugar de la herida, así no podría moverse y seguirlos, el chico le dijo adiós a
cada uno con su mirada cuando se quejaba por el dolor. No mucho después el
viento nevado los ocultó de su vista.
En todo Tharmandor no existe camino más peligroso que ese que se adentra en
el corazón de las montañas, la tormenta ciega los ojos, la nieve allá es muy
densa y no se puede caminar sin hundirse hasta el cuello, los fuertes vientos
impiden caminar, si alguien quisiera lanzarse al vacío desde un pico no podría
porque el viento sopla muy fuerte y lo detiene, claro siempre y cuando el pico
esté en contracorriente. El acueducto en ruinas soportó vientos, nevadas e
incluso avalanchas, hay tramos donde está destruido y la nieve es más espesa,
sus arcos alcanzan una altura tremenda, al subir se puede ver la furia de la
naturaleza desencadenando inmensas avalanchas en las montañas de la lejanía.
La cuestión se centra en el porqué de viajar a ese inhóspito lugar, en medio de
dos grandes montañas el grupo se encuentra siguiendo a Hei, sólo por miedo.
La criatura extraña los dirigía a su destino, satisfecho consigo mismo, cabe
mencionar que ya había planeado matar a Kenta, o incluso a alguno de los
otros para sembrar miedo en el resto y obligarlos a hacer su voluntad, aunque
sólo fuese el liquidar por simple gusto.
Allí en la montaña, los chicos se atascaban en el espesor, y por lo mismo
terminaban mojados, la nueve es un enemigo muy traicionero, cuando ellos
caminaban casi ahogados a Hei apenas se le hundían un poco los pies.
—No lo salvaste, cobarde, imbécil, ¿quién te has creído? No serás nadie más
que un miedica...
—¡Vamos!, nuestro destino está a unas horas de aquí, ¡Caminen! —¿Por qué
esas caras? Ustedes deben estar felices, la salve de una carga. Esa carga jamás
llegaría hasta donde estamos ahora, era peso muerto desde un principio. —
Asesino —susurró Azucena—.
—¡Argh! Déjenlo atrás... Yo fui muy claro, era muy simple y ustedes
resistieron con algo que no podían sostener, les hice un favor... Son unos
hipócritas.
—¿Piensas acabar con alguien más? —preguntó Brian—, —No por ahora, eso
está por verse mocosos...
—Alguien igual a ti, es incapaz, inca... Incapaz de sentir el dolor de otros, eso
te, te convierte en un psicópata —mencionó Azucena con temor a que
reaccionara.
—¿Dolor? No vengas a hablarme de dolor, ¿qué puede saber una niña
insolente?, —Sepan que cuando alguien te hiere aprendes a odiar, ¿cierto? Y si
hieres a los demás harás que te odien, cuando ustedes entiendan el dolor...
Entonces podrán crecer, nadie de ustedes pasó atado a una jaula con las dos
piernas rotas —dicho esto el ángel voló guiándoles hasta el supuesto destino.
De la densa nieve la montaña volvía a cubrirse en afiladas rocas, todos siguen
Hei, menos Oliver quien se rezagó atormentado por su propia consciencia. Su
propio grupo estaba ya muy adelantado, y cada que alguien tuvo intención de
volver y levantarlo Hei se oponía, a pesar de que su palabra estaba en no
asesinar a nadie más, cabe decir que la próxima víctima era el líder del grupo.
Arrastrándose entre las rocas Oliver presenciaba la soledad, su mente no
pensaba en otra cosa más que desaparecer. Cada pensamiento, cada respiro y
cada latido de su corazón lo debilitaron al punto que se tendió sobre la nieve y
no hizo movimiento alguno, sentía mucho frío, cerró sus ojos y oyó el viento
soplar, los truenos gritar en lo alto del oscuro cielo. La luz abrasaría las
montañas con su esplendor primaveral, mas todas las nubes oscuras la
disfrazaron de noche.
Ls manos se le congelaron, sus pies están inmóviles. Fue solamente casualidad
que la montaña abrazo a un rayo en lo más alto, en un instante una avalancha
se desató, hablamos de una avalancha pequeña, de ser una grande arrasaría con
todo lo que este en el flanco de la montaña, piedras, árboles, animales... La ola
de nieve tomó fuerza y lo sepultó llevándolo muy lejos de donde quedó
abatido. La suerte le sonrió aunque la vida lo estrujó, Haru vio la avalancha y
notó que su mejor amigo desapareció en ella. Asustado acudió en su auxilio, le
siguieron Azucena y Brian... Hei ascendió al pico de una montaña y los
observó sin brindarles su ayuda.
—¡¡Taro!! ¡¡Responde!! —gritaba Haru, buscando entre la nieve que quedó
amontonada en una columna del acueducto. Cavó con sus manos, sabía que si
endurecía jamás lo podrían sacar.
—¡Haru! ¡Te ayudo! ¡Tenemos que sacarlo!, —¡Brian ayúdanos!, ¡¡Está muy
abajo!!
—Arrojando las cosas al piso, Brian se apresuró a ayudar a los demás,
claramente le temía a lo peor —¡¡Saquémoslo de ahí!!, ¡¡Está con vida!!,
¡¡Quiten toda esa nueve!!
En la tumba de hielo, Oliver quedó inmóvil, cerró los ojos y respiró, sintió
ganas de dormir cediendo a la hostilidad del mundo.
—«Sé muy bien cómo te sientes, hiciste tu mayor esfuerzo y no lo
conseguiste. No es fracaso, no podría llamarse así, tampoco es mediocridad,
así suele ser la vida todo el tiempo, pero ya deja de creer que ha sido tu culpa,
mi madre me lo dijo a mi y yo te lo repetiré: Cuando crees que todo ha sido tu
culpa, poco a poco te conviertes en un arrogante... Tú no eres así, ¿Acaso no
eres el hermano mayor? Dale buenos ejemplos a Sarah»—. Esa voz, esa dulce
voz sin duda alguna fue la de su madre animándolo un día que perdió un
torneo de sgrima, ¿por qué ese recuerdo?, ¿por qué ahora?, se preguntaba. Los
gritos de sus amigos lo aturdían, él no hizo sonido alguno, al cerrar sus ojos de
nuevo un chorro de sangre caliente escurrió por su cara. Todavía estaba vivo.
Minutos después Haru vio su mano usar sus últimas fuerzas por escapar de la
tumba, saliendo de su martirio, abrazó a su amigo y lloró desconsoladamente.
Hacía días que no veía a su madre, ni siquiera en sueños, verla una vez más
justo antes de morir, fue un alivio en su alma. Anhelaba un abrazo y unas
alentadoras palabras y consejos, dotados con esa tierna voz tan amorosa.
—Estás bien. Ya, ten calma. No te íbamos a abandonar, no pienses eso... Hei
no nos dejó ayudarte, apuesto que esperaba lo peor, calma ya, deja de llorar —
dijo Haru secando sus lágrimas—
—Vi a mi madre, ella me dijo que no me diera por vencido, lo que pasó con
Kenta no fue mi culpa ¿tengo razón? Hice lo que pude, Hei me venció... De no
actuar como él lo deseaba, todos moriríamos... —sollozó—, —No te culpo por
lo de Kenta, creo que todos intentaríamos salvarlo, pero no lo hicimos. Nadie
se hubiese atrevido a retar al ángel, probablemente pensarás que no eres un
líder, para mí eres un líder muy bueno. Seguimos vivos porque nos trajiste
aquí, no importa si no estamos con los que queremos.
—Abrazándolo fuertemente Oliver dijo —Gracias—.
—Creo que jamás entenderé lo que Haru te dijo, yo creo que eres un buen
amigo... Kenta diría lo mismo, él sabe que no lo dejaste morir en vano,
luchaste por rescatarlo. Estaría muy contento si sabe que sobrevivimos a esta
desdicha —dijo Brian, —Odio decirlo, Brian tiene razón. Ahora sigamos, nos
queda un trayecto por recorrer, siempre que estemos juntos ¿qué podría ser
peor? Nos tenemos uno al otro y no tenemos más.
—No se diga más, Rovan nos espera..., ¿Qué es eso? —. Dijo al ver una mano
extraña saliendo de la nieve unos metros más allá de donde lo sacaron, una
mano congelada y sepultada por la nieve hace mucho tiempo. —¿Es eso una
mano? Alguien más murió cruzando este lugar, vámonos ya... No quiero ver el
cuerpo —comentó Azucena —Podría ser Kenta —dijo Brian, —Oliver
interrumpió— Eso es imposible, lo dejamos hace horas, ese cuerpo se ve de
meses, incluso puede ser de más tiempo.
—Saquémoslo —dijo Brian —Así sabremos quién era... Curiosidad, simple
curiosidad.
—Bien. Ayuden a sacarlo ¡Haru! Tú observa si Hei está cerca, —Yo no quiero
ver —mencionó Azucena—
—Este muerto tiene años, los ojos los tiene casi consumidos por el hielo... —
Oliver... ¿Ya viste? Trae una espada consigo, recógela... —Tienes razón Brian,
está muy bien para haber permanecido mucho tiempo bajo el hielo, wow...
¡Está en perfecto estado! Ve... Jamás vi una hoja tan fina como esta, la
empuñadura debe ser de alguna piedra fina, la vaina es de metal... ¿Sería este
un importante guerrero?
—Lo dudo, mira aquí hay un diario... No puedo leerlo, está escrito en un
idioma distinto, llevémoslo con Rovan, le preguntaré que significan estas
letras extrañas.
—¡Hey Taro! Es mejor irnos de aquí, ya lo vi... Está volando en círculos de
nuevo, mejor sigamos... Y lleva esa espada contigo —dijo Haru obligando al
resto a continuar.
Reminiscencia
Muchos creen o no en estas viejas historias, algunas muy cambiadas por el
paso del río que el tiempo mismo trajo, sí, hablo de cuando los dioses crearon
el mundo, pero ¿qué es un dios? Me han afirmado que es alguien superior a
todo lo que hemos visto, que existió hace tiempo y ya nadie lo recuerda... Eso
me lo han contado, yo no lo sé. Lo que sí sé es que estas historias fueron el
único legado que ellos nos dejaron. Nosotros como semejanza suya, o ellos
como semejanza nuestra.
Infinitas eras atrás, mucho tiempo antes que el mismo tiempo tuviese
nombre... Allá en algún lugar que pocos pueden imaginar y que muchos dicen
conocer, existió o existe la divinidad, esos seres perfectos que todos imaginan,
será uno o varios, quizá muchos formando un sólo cuerpo. Dicen las antiguas
palabras que allí existieron cinco hermanos. Cinco hermanos cuyo destino fue
crear un mundo donde todo existiese en perfecta armonía y formar así un
paraíso, no llevar el paraíso más allá, hacerlo inalcanzable un paraíso en el
cual cada criatura fuera capaz de gozar de lo maravilloso que es el don de la
vida.
La divinidad es tan misteriosa y tan sabia que los mortales jamás
descifraremos su misterio por más que nos esforcemos, el don de la vida es un
misterio que puede darse, pero también puede arrebatarse. Ninguna raza
llámese pura, animal, mortal o inmortal pudieron conocer a su creador, cinco
hermanos cuyos nombres se perdieron, cuyo rostro nadie vio y cuyo legado es
cuestionado por siempre.
Sahörn, fue el nombre que las leyendas asignaron al mayor de ellos, una figura
divina representada con un orbe tallada en zafiro oscuro. Sahörn representó
alguna vez la armonía entre los mundos de la luz, creado por sus hermanos y
el mundo oscuro, creado por él.
Siendo el mayor de todos, su deber fue vigilar eternamente a sus hermanos
menores, cuando crearon el mundo, él les recordó que el equilibrio verdadero
está en las fuerzas de la luz y las fuerzas oscuras, pues, aunque no lo parezca
parte de la oscuridad es luz, y parte de la luz es oscuridad.
Lúa, la diosa que es representada con una esmeralda, con su alegre cantar se
formaron estrellas, rocas y los mismos astros que dan origen a un eterno y
magnífico universo. Lúa hizo encender con luz blanca a una estrella, una muy
grande y enseguida el resto de los astros se juntaron en torno a ella, todos más
pequeños tomaron curso y giraron a su alrededor... Después el infinito
universo llénase con estrellas y planetas coexistiendo entre sí, lo que hizo al
más grande e interminable. El poder de Sahörn combinado con el de Lúa
dieron origen al tiempo, y las grandes estrellas tomaron diferente color.
Ykaō, llamado así por los pueblos del sur, el hermano menor de todos ellos
eligió uno de los astros, derramó una lágrima sobre este y los grandes océanos
se formaron, Ghan y Moragh los gemelos hicieron emerger tierra del oscuro
abismo del mar, el tiempo mismo formó enormes masas que rodeó el mar.
Juntos el poder de Lúa, Ykaō, Ghan y Moragh concedieron el don de la vida a
todas y cada una de las razas que han habitado el mundo en todo su horizonte,
desde una insignificante libélula hasta los dragones que surcaron los cielos
alguna vez.
Lúa y Moragh, las diosas de la prosperidad juntas concedieron fertilidad a la
tierra, plagándola de árboles, arbustos, plantas, musgos y helechos, Moragh
quien se representa con un anillo de oro blanco sopló con toda su fuerza,
creando las inmensas nubes que se ven desde cualquier parte, un mar pero en
lo alto del cielo. Las nubes se precipitaron, llovió bastante durante mucho
tiempo, loas arbustos se convirtieron en enormes árboles, los arboles juntos
vieron nacer al bosque de occidente, gran hogar para todos los animales que
Ghan pensó y se hicieron realidad, Lúa dio vida a la raza que habita las
entrañas del bosque, esa misteriosa raza que no es vista por cualquiera y que
apenas se conoce de ella...
Las montañas de fuego y su gente fueron creadas por Ghan, cuando este
derritió una roca y le dio vida concorde a su imagen y semejanza, por eso en
aquellos lugares le son tan fieles, por eso la gran estatua que mantiene con
vida el fuego de las montañas yace mostrando la imagen que esa gente tiene de
él, ¿Qué representa a Ghan? Seré sincero, no recuerdo... Ningún libro
menciona algo así, la verdad es que las leyendas pierden su verdad con el paso
de los siglos, Lúa, Ykaō, Ghan y Moragh dieron vida a todo ser viviente, las
praderas fueron destinadas para los lobos, los rebaños y manadas, así como a
otras criaturas que se les puede encontrar, todo empezó con armonía perfecta.
Los cuatro dioses construyeron una torre en el corazón de la montaña, de ahí
llamada la torre de los dioses, es tan alta que se puede apreciar cada rincón del
mundo desde la cima; en la cual cada uno forjó una espada que alojaba su
nombre, el de sus razas y su mismo honor, todas ellas en un pedestal. En cada
punto estratégico los dioses otorgaron vida a una figura que estaría allí para
orar y mantener la paz entre raza y raza, no fueron deidades... Únicamente son
espíritus guardianes, dicen que tuvieron templos en su era, no hay vestigios de
que estos espíritus fueran reales, yo lo sé.
Al morir todos los seres vivos regresaban a la divinidad, con los dioses y ellos
les pedían volver al mundo, pero con otro cuerpo, dicen que la fuerza del amor
fue tan grande que incluso las almas enamoradas se reencontraban en la tierra
de los mortales... Un mundo muy cercano al paraíso, de hecho, los cinco
hermanos le asignaron el nombre de Tharmandor, cuyo significado no puedo
acordarme o no quiero hacerlo, recordé hace poco que Tharmandor significa
tierra de grande poder... Tiene un significado muy olvidado, alguien una vez
me dijo que este es el paradero de muchas almas perdidas... Es complicado de
creer y mucho más de explicar.
Si bien algo es cierto, ninguna raza era libre... Llámese minotauro, cadirus,
centaruro, esfinge, vampiro o incluso los bellísimos y puros ángeles
mensajeros de los mismos dioses. Todos adoraban a su dios correspondiente y
veneraban a su espíritu protector, sí... Fue hasta que Ykaō imaginó al hombre,
una criatura que bien no tiene la destreza y la habilidad de la gente del bosque,
las escamas de un dragón, la fuerza de la gente del fuego, las alas de un ángel,
los colmillos de un lobo y no es rápido para siquiera atrapar un conejo el
hombre tiene algo que los demás nunca podrán: Libertad.
No vivirán siglos, no son inmortales, aunque esto sea su mayor anhelo, el
hombre puede acabar con los dioses.
Ykaō creó a los üra, mi raza. Similares a los hombres, pero muy diferentes,
hoy en día no quedamos muchos de nosotros, los pueblos vienen y van, pero
los hombres han prevalecido, el cuarzo que representa a Ykaō comenzó a ser
odiado entre sus hermanos, si bien los dioses no pueden pelear entre ellos,
pueden hacer que sus fieles lo hagan. El tercer hermano dijo "Mientras el
hombre crea este ha de tener límites en su conciencia, lo importante es que no
olviden que forman parte de algo divino".
Creo que sus palabras son ciertas, mientras el hombre crea jamás se siente
abandonado, mas cuando deja de hacerlo su vida no es la misma, fue esa
libertad del hombre la que declinó la armonía construida por siglos. Las
diferentes razas de Lúa, Ghan y Moragh comenzaron a exterminar a la raza
humana y aquellas que consideraban débiles, fue así como el paraíso dejó de
ser lo que nunca sería, Sähorn el mayor de los hermanos aprovechó lo que
estos omitieron, él dijo que los poderes de luz y oscuridad son uno sólo, sus
hermanos lo sabían, lo omitieron al crear Tharmandor y por eso el edén dejó a
las criaturas a un lado.
Ykaō le dijo a su hermano: "La paz no se restaura con grandes poderes, esta
vuelve con pequeñas acciones que cambian algo para bien en el interior del
prójimo", Sähorn rechazó las palabras de su hermano, pero ahhh considero yo
que Sähorn fue demasiado lejos...
El enojo que hubo en él sacudió cada rincón de la tierra usó todo su poder para
crear un nuevo mundo, uno en el que los espíritus, los espectros y los
fantasmas creados por él mismo llenaron de vida oscura ese triste mundo en
desolación, muchos poderes se esparcieron por todo Tharmandor, unos que los
mortales no resisten y los inmortales temen, no existen palabras para describir
las atrocidades que todos padecieron, fue el miedo el que aplacó la sed de
guerra de todas las naciones. Los Deuron fueron creados por Sähorn, así como
muchos otros espectros, de ahí es donde se le considera el dios de todo lo
invisible, al menos lo es para los mortales.
Sähorn fue adorado por miedo a causar una calamidad, sin embargo, antes de
partir con el resto de sus hermanos para siempre su poder se dividió en cuatro,
cada fragmento con una magia tan oscura y maligna capaz de desterrar a los
espíritus guardianes, aniquilar a los ángeles y a toda criatura inferior; los
cuatro fragmentos son ángeles negros. De despertar el poder de uno sólo, o de
unirse todos, no quedará vestigio alguno de la vida como la conocemos.
Sähorn dejó un espejo en la ciudad de Kranos, en el oráculo del mar de nubes,
nación de los ángeles. El espejo debe estar oculto de todo alcance, pues es la
única puerta entre nuestro mundo y el de los espectros.
En este tiempo percibo un poder extraño, muy lejos de aquí, mis rezos son a
los dioses para evitar que sea un ángel negro, si bien los mortales no podemos
matarlos, hay un arma que los antiguos fundadores de Auros, la gran ciudad de
las montañas de piedra, fabricaron para estar precavidos, un tipo de flechas
que, por sus anécdotas, pueden destruir a cualquier espectro.
Finalmente, ¿tienes dudas acerca de todo esto? Yo sé que sí, utilizar la palabra
crear, es sin menor duda un concepto que los mortales usan para explicar
motivos que su razón no podrá hacerlo; mucho de lo que pasó no pudimos
presenciarlo, pero no veo el porqué de blasfemar y decir que nada de esto
existió, hay una historia, ocurrió antes de nuestros días, mucho antes, no
obstante, los partícipes de esa gran travesía son recordados por los hombres,
aquellas criaturas que se corrompen fácilmente y dejan de creer. Fue la historia
que te prohibí leer cuando eras joven porque quise guardarla hasta el momento
en que tuvieses este escrito en tus manos. Esta es la historia del hombre
llamado Daruhan.
Todo comenzó un día en el bosque de occidente, cuando la raza humana y la
del bosque convivían como hermanas, los árboles y todos los animales que
andaban por el suelo respetaban el mandato de ambas razas, fue entonces
cuando el caos comenzó...
La raza del bosque explotó a los humanos tanto como pudo por casi setenta
años, un periodo de tristeza y dolor en el corazón de estos. El antiguo
parlamento formado por todas las criaturas que habitan el bosque y sus
respectivos líderes, aprobaron la esclavitud de la raza humana por parte del
reino más poderoso.
Entre las pequeñas aldeas construidas entre el follaje inmenso nació Daruhan,
en una familia humilde de artesanos que complacieron los caprichos del
monarca forestal. La raza de las tierras verdes uso a los humanos en su
beneficio, con ellos construyó palacios, templos, santuarios y salones.
Un día el monarca elegido por la gracia de la diosa Lúa, deliraba
constantemente, mandaba expediciones dirigidas al oeste, la tierra inhabitable,
los adivinos y sacerdotes predijeron que una extraña fuerza provenía de allí,
sin embargo, él y su arrogancia comenzaron a ver que cada día había más y
más humanos profanando las tierras sagradas del bosque, agradeciendo a la
tierra por la vida y no a la diosa color esmeralda. Lo inimaginable ocurrió, la
raza del bosque junto con los Kurou y otros animales atacaron las aldeas
humanas, causando la mayor masacre de estos en toda nuestra historia.
La familia de Daruhan fue asesinada justo delante de él, sus viejos padres y su
prometida… Más tarde a él lo engrilletaron en un árbol donde los buitres
hacían sus nidos, no pasaría mucho tiempo antes de que las aves lo
descuartizaran para alimentar a sus insaciables crías, y por si fuera poco las
imparables lluvias hacían que una gota cayera del nido hasta su cabeza
repetidas veces.
“Madre tierra, padre tiempo ¿Es este el castigo que Ykaō les ha ordenado
poner sobre mi espalda?, ¿Mi familia estará en la eterna gloria si le entrego mi
alma a nuestro benévolo señor?” Eso fue lo que Daruhan repetía, hasta
volverse loco por el agua que cayó, cuatro días pasaron, estaba al borde de la
muerte hasta que unos sobrevivientes lo rescataron.
Sus nombres se perdieron, ya que cuando hallaron el cuerpo de Daruhan en la
pradera, sólo una persona conoció su nombre, el resto falleció en la travesía,
pero ahora no quiero tocar ese punto. Es momento de contarte la verdadera
razón por la que la raza del bosque odia a los hombres.
Refugiados en las entrañas de la tierra todos los sobrevivientes preparaban una
venganza por lo ocurrido, era de saberse que el monarca mandaría a sus
soldados de vuelta por los sobrevivientes para así continuar con su imperio y
no quedarse sin esclavo alguno, de eso no tengo duda. Los hombres formaron
un ejército de apenas doscientos, ¿cómo podría un ejército de tan poca fuerza
vencer a la armada más poderosa e importante de Tharmandor? Muchos
escribas creen que planeaban debilitar al imperio al dejarlo sin esclavos, otros
creen que fue una locura.
Sin importar cuán poca fuerza tuviese su ejército, los hombres atacaron dos
noches después de la masacre, nadie recuerda cómo fue que ellos entraron a
tan tremenda fortaleza, sin mencionar que la raza del bosque tiene mucho más
fuerza y mayor tamaño que un simple hombre; estos pelearon bajo la idea de
una independencia total de la raza maldita, pero al final creo que fue porque
Daruhan era un joven ambicioso, buscaba la sabiduría y el poder
constantemente, fue este último que hizo que hasta el hombre más honorable
de todos se corrompiese.
A las afueras del bosque, los jóvenes soldados entrenaban hasta que sus huesos
se rompieran, espadas y escudos de madera, acompañados por hachas y lanzas
fueron las principales armas, el maestro de Daruhan era apenas unos años
mayor que él mismo. Los mejores estudiantes fueron designados a infiltrarse
en lo profundo del castillo y acabar con el prepotente monarca, Daruhan
practicaba con una lanza, aquella misma que su padre usó para defender a su
familia de las garras de los ciegos soldados.
En verdad hubiese querido observar los movimientos del joven guerrero, dicen
que eran únicos, nadie de sus compatriotas se atrevía a desafiarle, no obstante,
la sed de venganza era el combustible que le impulsaba a vivir todos y cada
uno de sus días, la prueba máxima para esos guerreros era enfrentarse a una de
las bestias más temidas de aquel tiempo: El oso pardo.
Una tarde casi al anochecer, seis, sólo seis hombres salieron en busca del gran
trofeo, entre ellos una mujer que se dice, sus habilidades de seguir rastros eran
impresionantes. La leyenda cuenta que ella estaba enamorada de Daruhan,
nadie lo recuerda ahora, él buscaba terminar con el monarca, al menos eso
cuentan, la realidad es que el soldado élite tenía oscuras intenciones de tomar
la esmeralda que representa a la diosa Lúa, gema única, fuente de toda vida del
bosque; después de conseguir el rastro encontraron una cueva, he allí una osa
con tres pequeños oseznos, según las tradiciones de los hombres que habitaban
el bosque, quien fuera capaz de terminar con el animal usando un solo cuchillo
y la fuerza de sus manos, sería considerado un líder ante todos los demás.
La osa hizo entrara a sus pequeños en la cueva, sin temor enfrentó a todos los
soldados, todo por proteger a sus hijos. Uno esta tremendamente equivocado si
cree que seis humanos son suficientes para un oso, la verdad es que un zarpazo
de un oso lleno de furia resquebraja la armadura más resistente del caballero
más valiente, ninguno pudo herir a la osa, al contrario, esta lastimó
gravemente a la rastreadora arrastrándola por las rocas y aplastando su cuerpo
con esas garras inmensas, el resto trató de acercarse, pese a la presencia de los
humanos, la osa no se acobardó, cada pedrada o rasguño del frío metal la
llenaba de rabia.
El astuto Daruhan aprovechó cuando sus compañeros distrajeron a la bestia y
este se acercó cuidadosamente a la cueva, tomó a un osezno por una pata y sin
recelo, remordimiento o piedad por la vida del pequeño, deslizó el cuchillo por
su cuello. La madre rugió con todas sus fuerzas, sintiendo el dolor de su
cachorro, tumbó al asesino y mordió su brazo, casi despedazándolo, con su
otra mano libre, Daruhan apuñaló a la osa en el cuello, esta lo sacudió con
fuerza y posteriormente intentó despedazar la cabeza del guerrero con sus
fauces, este rápidamente encajó el arma en la garganta del animal,
derribándolo de inmediato.
Agonizando, escupiendo sangre, intentando levantarse para luchar la osa miró
a Daruhan a los ojos y le dijo “¿Qué ha hecho de mal una madre que cuida a
sus hijos? Nunca devoramos hombres, ni les hacemos el menor de los daños,
¿Por qué han venido a asesinar a mi familia?” Daruhan, preparado para darle
el golpe de gracia le contestó “No es personal, tú vida servirá de mucho para la
mía”, sin dejarde agonizar la osa añadió “Mi único pecado fue cruzarme en
vuestro camino, le has quitado todo a mis hijos como seguramente te
arrebataron todo, ¿A esto te dedicas?, ¿Esto te satisface? Las personas fuertes
otorgan perdón, los que no lo son acuden a la venganza, los sabios olvidan,
¿Tú que eres?”, Sin siquiera escuchar, la apuñaló en el corazón. La tarea más
importante de un guerrero se completó con la muerte de inocentes. Los otros
cinco llevaron el cadáver del animal hasta los campamentos, donde se celebró
un festín aquella noche, el pelaje del animal fue utilizado para elaborar una
vestimenta de guerra para Daruhan, los cachorros que escaparon de la muerte
fueron enjaulados como trofeo para los otros cinco que se enfrentaron con el
peligro.
No faltaba mucho para el día del ataque al castillo, atacarían en un anochecer,
pues era la entrada del verano y la raza del bosque haría un festival,
celebrando la caída de la raza humana y el bello porvenir que ofrece la
estación de las eternas lluvias.
La gente del bosque se reunió esa noche frente al palacio, en la plaza principal
y en los salones sagrados, ahora que lo recuerdo, todavía no lo creo, el pueblo
más fuerte de todo Tharmandor en una festividad, completamente indefenso y
sin tomar precaución. Después de todo eran tiempos en los que la paz reinaba
sobre todos los reinos, o al menos eso pensamos.
Luces de colores, música y danza, acompañados de muchos artistas
maravillosos de las tierras verdes, una noche tranquila y calurosa por la
entrada del verano, justo en ese momento los hombres avanzaron, tuvieron al
enemigo en su propia casa y jamás lo notó nadie, incluso los soldados del
bosque descansaron ese día.
Luego de la media noche, la venganza planeada por meses se desató. Un grito
de batalla reclamó por las vidas humanas asesinadas injustamente, en medio
de la noche los hombres atacaron el palacio y quienes se encontraban allí
dentro, la primera legión acabó con los que disfrutaban el festival, la segunda
con los pocos guardias que estaban en la entrada del palacio, la tercera se
enfrentó a la guardia personal del monarca, dando oportunidad a Daruhan y
los otros cinco de infiltrarse en el castillo y terminar con su majestad, muchos
guardias del bosque cayeron en manos de los hombres, pero tendré que decir
que el monarca movilizó a las tropas que superando en número terminaron
pronto con la rebelión de los mortales.
El objetivo era terminar con el monarca de una vez por todas, mas no contaron
que este se atrincheró en alguna parte del palacio y que ahora los guardias iban
tras ellos, Daruhan abandonó a los suyos por ir en búsqueda de la esmeralda,
unos guardias fueron tras ellos, los jóvenes guerreros los enfrentaron con
valentía y rigor, pero para vencer a la guardia del palacio del bosque se
necesita eso y mucho más.
La legión de hombres avanzó por la puerta del castillo, obligando a su
majestad a buscar refugio en otra parte de su amado palacio, su guardia
personal recibió la orden de atacar; pero este utilizó los pasajes secretos de los
salones sagrados para llegar donde la esmeralda y encontrar refugio. Pero
jamás de los jamases notó que alguien lo perseguía, Daruhan anhelaba tener la
misteriosa esmeralda entre sus manos, pues quién sabe qué iba a pasar una vez
que un humano pudiese gozar de su inmenso poder.
El monarca llegó a una sala gigantesca, llena de flores de incontables colores y
aromas, justo al fondo de la sala se encontraba un pilar de oro y sobre él una
fuente, en medio de esa fuente descansaba la bella esmeralda, el rey subió el
altar, se postró y rezó a la diosa Lúa pidiéndole sofocar la venganza de los
hombres, demasiado tarde. Daruhan sorprendió al monarca con la espada al
cuello, este sólo asintió con la cabeza a lo que el ambicioso guerrero decía,
peo es de tontos que el monarca más poderoso de toda la tierra, elegido de Lúa
y fuerte esclavizador de la raza humana iba a ceder todo el poder del reino en
manos de un sucio hombre, así que con una lanza oculta entre sus ropajes
enfrentó a Daruhan, dispuesto a matarlo antes que colocase siquiera un dedo
en la esmeralda; el joven ardió en venganza, chocaba armas con su oponente,
recordando todas y cada una de las técnicas que aprendió en la pradera,
recordando el dolor de pelear con la osa, su oponente, el más digno de todos
los que pudieron enfrentarlo, se vio meramente ridiculizado ante los
movimientos de su verdugo, no obstante un pequeño error del monarca lo
llevó a su juicio final.
En el suelo completamente vencido el monarca tratando de salvar su vida,
cínicamente le dijo al muchacho “La venganza no es un acto de un hombre
sabio”, Daruhan se detuvo al recordar las mismas palabras de la osa justo antes
de morir, una vez muy en el pasado escuchó a su madre decir lo mismo a su
padre, y al recordar eso, sus ojos se llenaron de más odio y le contestó al
monarca “Los dioses no me lo enseñaron, gracias a ti aprendí a odiar.”
La raza del bosque no tardó en sofocar la rebelión, aplacando a los hombres,
dentro de la sala más sagrada de todas. La guardia intervino en el juicio de su
majestad y le salvó el pellejo, tomando a Daruhan como rehén y llevándolo
frente a todos los rebeldes el general les cuestionó “Por uno pagan todos o por
todos pagará uno” Los heridos contestaron “¡Mátenos a todos!” defendiendo a
su mejor guerrero, pese al alboroto el monarca apareció y aconsejó a sus
súbditos no derramar sangre impura sobre las tierras de Lúa y el espíritu del
bosque.
Todo aparentó tener una solución, pero fue un completo cuento de hadas, la
raza de bosque aceptó el golpe que los hombres les dieron; pero su majestad
ejecutó a Daruhan frente a todo su pueblo. En los textos hallados en la
ciudadela del sur dice que el monarca lo mandó a colgar, la leyenda que lo
decapitó y la cabeza de este todavía se encuentra en un salón de objetos de
guerra, la raza del bosque dice haber ordenado a los hombres apedrear a su
mejor guerrero. Lo leí en todas fue que posteriormente a esto, el cuerpo de
Daruhan fue arrojado al río, de esta manera el agua se llevaría lejos la maldad
de este.
Siempre pensé que esto no es lo que realmente hizo grande el nombre del
joven soldado, fue el superar la barrera de la muerte y la vida, volviendo para
salvar a su pueblo de la extinción, tal cual como lo estás leyendo, Daruhan
volvió días después de ser “asesinado” por lo que pienso que nunca murió o de
alguna manera el poder del bosque le devolvió la vida. Los temerosos hombres
vieron morir a sus cinco mejores soldados. Poco después de la trágica muerte
del guerrero élite, la vida y los espíritus del bosque lo rescataron de las manos
del oscuro abismo; mientras la muerte esperaba por todos ya que el monarca
inició una cacería para acabar con toda la escoria que invadió su reino,
Daruhan salió del río en el cual su cuerpo descansaba, algunos hombres
cuentan que este último se corrompió y se convirtió en un hombre tan amalo
que ni el infierno mismo lo quiso dentro de sí.
Al retornar con su pueblo esparcido como un rebaño de ovejas ante un lobo,
Daruhan hizo que todas las madres, sus hijos y los guerreros sobrevivientes
salieran una noche para encontrar un lugar muy lejano y poder subsistir sin
intervención de ninguna otra raza. Los menos afortunados fueron los jóvenes,
heridos y huérfanos quienes esperaron a la muerte lentamente, sufriendo de
hambre y desolación, los más fuertes lograron alcanzar el paso de los
afortunados seguidores de Daruhan.
Impensable e increíble, el joven abandonado, guerrero élite que hizo temblar
de miedo al monarca más poderoso de toda la tierra, resucitado de las aguas
ahora se convirtió en soberano de los desterrados hombres, quienes caminaron
milla tras milla hacia el oeste, tierra de nadie.
Adentrado en las tierras que nadie ha logrado llegar, encontraron una
cordillera de rocosas montañas en medio de una jungla densa, la vegetación lo
habría cubierto casi todo, en el suelo la suave arena presenció la llegada de
intrusos. La comida y el agua se comenzaron a agotar, Daruhan y su gente
comenzaban a padecer el haber abandonado la comodidad del bosque, pues
dicen ellos que luego del bosque existe un desierto y praderas donde no hay
mucha agua, mucho más allá la jungla los abrazó… se perdieron varios días…
Los ancianos y otros hombres me han contado que la gente exhausta arribó a
un extraño paraje, un templo completamente abandonado, lo que narraron
todos los ancianos fue que encima de dicho templo se encontraba un viejo
navío, un gran barco que de alguna manera llegó hasta allí, la selva se disipó
cuando la niebla dejó ver el templo a lo lejos; las dunas de arena se
interpusieron entre la jungla y el templo, adentrarse en lo desconocido era la
última opción que los hombres tuvieron.
Una vez dentro del gran templo, recorrieron esos antiguos pasajes decorados
con pinturas, que representaban el origen del mundo, en la sala principal había
una gran roca, una roca de unos once metros de alto y un diámetro de ocho, en
ella estaban labradas dos serpientes, dando vueltas a la roca y finalmente
entrecruzándose para sostener una figura humana, las paredes del templo
estaban llenas de sarcófagos de gran tamaño, bañados en oro, adornados con
diamantes y otras joyas preciosas.
En el fondo se encontraba un trono, una vieja piedra partida por el agua que
escurre desde lo alto de la bóveda en tiempos de lluvias, a un costado está un
altar con velas encendidas, algo que intrigó a todos. Tan sólo una sombra y
una corriente de aire fueron suficientes para que los hombres pensaran en huir
despavoridos de ese maldito lugar, que por cierto el calor, cuentan que allí
dentro es insoportable, es parecido a un gran horno de piedra muy muy
antiguo.
En medio de todos apareció, el primer ángel negro conocido desde entonces.
Los ángeles que reinan en los mares de nubes, son muy especiales, pues como
ya te he dicho estos no tienen género, no son ni machos ni hembras,
simplemente ellos lo son… El origen de su descendencia es todo un misterio
que nadie podrá descifrar. Es muy diferente cuando hablamos de un oscuro,
estos dicen los relatos de los dioses, tienen género. Nada puede matarlos o al
menos nadie está seguro, pues de estos apenas se conoce de su existencia,
sabemos que no hay más de cuatro, en cambio un ángel puede morir, pero no
en manos de cualquiera, los dioses, los espíritus guardianes y seres de poder
superior pueden terminar con su vida, pues no sucumben a la vejez ni a las
pestes.
Volviendo a la historia, el templo no estaba solo, allí se encontraban un
puñado de apenas docenas de todo tipo de criaturas malignas para la raza
humana. Todos se escondieron entre las cuatro paredes, ocultos de todo el
mundo, aislados en las tierras de nadie.
Su líder, el oscuro recibió a los hombres como las criaturas desdichadas que
son, cuentan que Daruhan se enamoró del ángel, pues este tenía el encanto, la
forma excitante y la dulzura de una joven mujer, su voz. Un completo enigma.
El resto de las criaturas se unieron en defensa de su hogar, no obstante, ella las
detuvo justo a tiempo y les dijo a los desdichados hombres “Tomen lo que
necesiten y lárguense de aquí antes del amanecer.
Hambre de poder y odio llenaron el corazón de Daruhan, deseando capturar al
ángel y usar su poder para sí mismo, pero el pobre hombre jamás supo de lo
fuerte que es el poder de un ángel, ella no los vio como una amenaza,
simplemente los dejó irse en paz, después voló hasta el abandonado navío, su
guarida.
Al amanecer Daruhan llevó a los suyos hasta la jungla, a refugiarse les dijo
que todo hombre merece un lugar donde su vida sea estable, les recordó la
tiranía de la raza del bosque, su historia enorgulleció a los hombres, haciendo
verdad las palabras de su líder. Entonces empezó. El joven guerrero preparó un
ataque al anochecer, un asalto en el cual apoderarse del templo para
convertirlo en su hogar sería la única manera de garantizar un futuro sano y
próspero para las nuevas generaciones.
En realidad, Daruhan planeaba capturar al ángel para obtener su poder,
disfrazó sus intenciones con las de asegurar un futuro mejor, algo común en
los hombres cegados no por enfermedad o nacimiento, cegados por su propia
ignorancia, de esos te debes cuidar siempre.
Un número no mayor de ciento veinte hombres, incluidos niños, jóvenes,
ancianos y heridos se prepararon para aniquilar docenas de criaturas.
Minotauros, cadirus y pequeños dragones eran la mayoría. Llenos de orgullo
él y sus hombres destruyeron gran parte de la sala principal, las criaturas
defendieron como pudieron, usando sus dientes, garras y cuernos, sin
embargo, no fue suficiente, por parte de los hombres la mayor pérdida fue de
niños pequeños, quienes no tenían idea de cómo defenderse o de cómo usar un
arma, fueron separados de sus madres.
Las principales cámaras del templo cedieron ante la fuerza de los hombres.
Faltaba un pequeño detalle, las criaturas fueron derrotadas, pero su líder estaba
escondida en algún lugar del viejo navío en la cima del templo. Diez hombres
incluidos el joven Daruhan corrieron en búsqueda del mayor trofeo, y cuando
lo encontraron estaba retraído en el camarote, sin decir nada, de rodillas en un
rincón.
La bella amazona los miró de reojo mientras los hombres la ataron con
cadenas, la golpearon y le causaron heridas profundas, pues a puntadas con
una lanza de madera la hicieron avanzar hasta la popa del barco, Daruhan
atentaría contra su vida, obligándole a darle su poder. Al llevarla a la popa la
torturaron con todo tipo de armas, lloraba sangre al ver a su gente derrotada y
al ver a los infantes morir por una causa injusta e ignorante. Tan sólo un poco
de su fuerza la liberó de dichas cadenas, desapareció en el mismo barco, los
hombres quisieron recapturarla, pero uno a uno los eliminó sin siquiera
ponerles una mano encima.
Al único que mataría usando una espada oculta en el templo sería a su
prepotente líder, mejor aún pensó. No lo asesinó, lo hizo sufrir el resto de su
vida, el hombre intentó deshacerse de la bella amazona, el ángel voló en
círculos y desaparecía constantemente, así que lo sorprendió, chocaron
espadas y ella lo hizo caer desde un mástil del barco, no le puso una mano
encima, se dice que ese bello ángel tenía el poder de ocasionar cualquier
desgracia.
La caída fue letal, pues las viejas tablas al romperse con el hombre
golpeándolas con su caída, se hicieron tan filosas como estacas, justo dónde
este cayó una estaca le atravesó una pierna completa, el hombre intentó
salvarse a sí mismo, no pudo hacer mucho. El ángel llegó y de un solo córtele
arranco su extremidad, cortándole hasta por encima de la rodilla. La sangre
hizo que casi muriera, por segunda vez dirían muchos… Al estar tendido en el
piso exhalando lentamente, ella se acercó y le dijo al oído con su dulce voz
“Ganaste la batalla, pero perdiste la guerra”.
Luego bañó la espada con la sangre de su oponente y la levantó, ocasionando
una maldición que cubriría esas tierras de plagas y oscuridad por mucho
tiempo, sin pena por su víctima ella se alejó volando hasta desaparecer entre
los primeros parpadeos de un amanecer que nunca llegó.
Con el templo en sus manos los hombres desterrados tuvieron la oportunidad
de reconstruir una vida libre, esclavos de ellos mismos y de nadie más.
Restauraron el templo y construyeron viviendas, plazuelas y mercados dentro
de él.
El joven guerrero tuvo la desdicha de no morir por sus heridas de batalla,
sobrevivió. Lo más pertinente era dar gracias por tremenda tortura, por vivir
todos y cada uno de los días después de no ser el mismo. Pero ese hombre
ahora maldito, nunca supo cuándo detener sus ambiciones.
Décadas transcurrieron, mucho tiempo pasó antes de que la luz del sol
finalmente tocara con su suave mano aquellas tierras abandonadas, las
primeras flores brotaron de las moribundas arenas del templo el navío se llenó
de musgo y plantas que lo consumían… La maldición abandonó las tierras
brunas para siempre.
En todo ese tiempo, mucha gente se fue, muchos niños nacieron y la gente aún
era leal a la palabra de Daruhan, quien envejeció lleno de odio y resentimiento
hacia su vida misma, su locura empeoraba constantemente, al punto de perder
la cordura. El veterano salvador de la raza humana no pudo caminar sino
muchas décadas después de su trágica batalla, una muleta lo sostenía, no
mucho tiempo los médicos le fabricaron una pata de palo, con madera de
árboles de la jungla, muy resistente.
Un primogénito de una familia de artesanos tuvo un sueño, un sueño que lo
inquietó bastante. Hablaba de una extraña batalla entre dos seres, un lobo
blanco contra un águila, luchando en una tormenta, en un sinfín de tormentas y
lamentos ¿Qué fue ese sueño? Al platicarlo con sus padres y pedirles una
explicación, estos no supieron que decir, en una ceremonia de aniversario a la
batalla por el templo el joven se acercó y preguntó a uno de los sumos
magistrados lo que su sueño significaba, este le dijo que sin duda será el
comienzo de una nueva era, ¡Qué irónico!, ¿verdad?
Cuando el magistrado habló con Daruhan, este sumergido en su locura decidió
que era tiempo de buscar la venganza, una última vez, aunque a su avanzada
edad cayera en el intento. Así que el veterano líder mandó a llamar al joven y
a siete más, para embarcarse en una aventura sin sentido. Ahora el delirio lo
condujo a una fantástica desventura, llena de rencor y todo lo malo que puede
corromper a un hombre y no es material.
Con galardones fueron despedidos, sin rumbo Daruhan y su joven compañía
estaban decididos a ir al último rincón de toda la tierra para acabar con un
ángel que su misión cumplió. Salieron del templo ahora reclamado en nombre
de Ykaō.
En un par de días dejaron la jungla, el desierto de las almas; el gran bosque
ahora lleno de paz y tranquilidad entre las razas que viven allí, siguieron al
norte rumbo al Erial Encantado, fueron recibidos por una comunidad pequeña
de hombres, quienes les desearon suerte en su búsqueda, a su vez los jóvenes
predicaban la leyenda de los dioses y la crónica del ángel negro, fue así como
todos los pueblos supieron de su existencia.
El veterano cada vez perdía más fuerza, pero no ha de abandonar el mundo
hasta acabar con aquella que lo atormentó en cuerpo y mente durante tantos
años.
Llegaron a las montañas más altas de todo Tharmandor, preguntando por la
peste que amputó la pierna del hombre, sin embargo, nadie daba respuesta
alguna, la joven matriarca de las montañas ofreció su ayuda: Les dio el
transporte más inusual de todos, unas cabras salvajes de casi la talla de un
asno, con ellas subieron las empinadas cuestas y los altos acantilados
¿Adónde? La matriarca les sugirió ir con una adivina, ella poseía místicos
poderes ya que al no ser humana sería capaz de darle una visión a la compañía
de Daruhan.
En medio de las montañas arenosas, se encontraba un jardín lleno de flores y
árboles frutales, en medio de todo este edén estaba una choza, ahí Daruhan
entró completamente solo. Quién sabe qué fue lo que acordó con la divina, ella
le dijo saber quién era y cómo su vida estaba a punto de terminar, no faltaba
mucho para el fin de nuestro guerrero.
Ella le dijo que su visión sería apreciada desde un sueño, y no cualquiera, un
sueño de muerte… Le otorgó tres flechas, cada una envenenada con la
ponzoña de un dragón que habita en las tierras brunas, oculto entre las arenas
de los desiertos más inhóspitos. Esas armas desterraron a los mismos dioses,
según la adivina, sin dar las gracias Daruhan se marchó.
“Maldita esta noche entre todas las demás” se dijo el veterano antes de dormir,
con alevosía y alegoría sus sueños le permitieron ver lo que la adivina vio: La
bella amazona esperaba enfrentarse al destino, en un campo desolado bajo
unas montañas nevadas. El hombre despertó de golpe, tomó sus armas y
silenciosamente abandonó a los suyos, sin dejar rastro alguno.
Con temor de ser ejecutados por haber abandonado a su líder, los jóvenes lo
buscaron por todas partes, dispuesto a volver con él o con su espada,
mostrando que fue víctima de su propio destino.
Una mañana lluviosa y sumamente oscura, el cielo desparramó maldiciones
con cada paso que el hombre daba, llegó a un claro justo donde ahora se ven
las montañas de Neradehn, justo en medio de la nada el hombre se encontró
con su destino.
El ángel lo vio llegar y volteó a verlo a los ojos, los años no pasaron por su
majestuoso cuerpo, este cautivaba al igual que una bella amazona. Daruhan la
miró con odio, no podía creerlo, pensó en volver victorioso a casa con sus alas
negras como señal de su triunfo.
Con truenos y relámpagos la batalla comenzó, el viejo chocaba espadas
usando su muleta, el ángel peleó arduamente haciéndole caer repetidas veces.
Fue una pelea limpia, hasta que el ángel usó su mítica espada, según cuentan
tenía abominables poderes, otras versiones de la leyenda cuentan que Daruhan
asesinaba a sus seguidores producto de su misma locura y estos se vengaron
quitándole la vida. Aseguran que el hombre murió a causa de su misma
condición, o incluso que se suicidó.
Te diré la versión que más creo. Ese viejo hombre nunca fue un rival para el
ángel, pese a eso al estar casi completamente derrotado el hombre usó el arma
que le dio la adivina y logró matar al ángel en su forma física, pero su espíritu
jamás ha de morir, el poder de esa espada es tan malo como los que crearon
este mundo, así que después de luchar el hombre murió causa de sus profundas
heridas. No hubo rastro alguno del ángel, ni uno solo. Al menos no que exista,
sus seguidores encontraron el cuerpo de Daruhan y sangre de la amazona, por
lo que dedujeron que ambos murieron en la batalla.
Siglos después el linaje de esos jóvenes aprendices construyó una ciudad
llamada Darumina, en honor a Daruhan, en su idioma Darumina significa
Hogar del hombre más fuerte. Tomando en cuenta que Daruhan tiene un
significado relacionado con la fortaleza…
Bueno, como siempre digo estas son sólo cosas que siempre quise contarte,
desde que fuiste muy chico, pero ahora has crecido era momento de que lo
supieras. Muchas eras quedan por venir y tú serás partícipe de ellas, las
leyendas son lecciones eso jamás lo olvides.
Para mi mejor aprendiz: Arqaneimus
Rovandok
El pontificio colegio de magia y hechicería de la ciudad sagrada,
Segunda edad de las Luces.
Corrupción.
Es una temporada difícil incluso para los más fuertes de todos. Este año que
fue el mejor en cosechas, el mejor en presas y el mejor en tiempo en sí; esa
idea es muy cuestionable ahora que las ventiscas abrazan la tierra y destruyen
todo a su alrededor. El gélido clima se adelantó sin remedio alguno. No
perdonó que las crías no estuviesen preparadas para resistir el temporal, las
cosechas del invierno morían lentamente. Las manadas se congregaron en
sitios remotos donde no pudiesen cazarlas.
En el corazón de Tharmandor las cosas se complicaban muchísimo. Luego de
que un extraño rugido tambaleó cada rincón de cada reino, todo fue cuestión
de que el mundo se desmoronase frente a quienes buscan una solución. En
dichos lugares donde la esperanza murió, los animales también hicieron frente
a tremendas circunstancias cuyas reuniones se llevaron a cabo en la pradera
donde las luces suben al cielo.
Los matorrales lucían un color marrón amarillento mientras que las pequeñas
luces que siempre suben al cielo no dejaban de fluir. La nieve ganaba terreno
y, donde una vez fue un paraíso terrenal, búfalos, ciervos, rinocerontes se
reunieron en el verano para pastar. Hoy se encuentran el búho de las nieves, el
veloz halcón, la cerceta temerosa, el pato viajero, el furioso petrel, avecillas
pequeñas llenan la audiencia por doquier.
Lagartijas y ranas se arrastran entre el frío suelo, las serpientes desaparecían
por lo que andar entre la hierba para estos animales resultó ser muy seguro.
También llegaron chacales, la astuta comadreja, el zorro audaz... Por último,
llegaron los animales más emblemáticos de los Fiordos de Vengar: El lobo y el
león.
La comida escaseó tanto, las manadas se fueron a lugares remotos y
desconocidos. La lucha entre animales por sobrevivir llevaba a menudo
conflictos entre ellos, siendo los resultados muy negativos entre todos los que
compartían ese mismo hogar. La disputa sería quién podría controlar los
territorios, la escasa alimentación y por supuesto a las otras especies.
Alardeando por todos lados la cerceta justificaba que al ser mayoría deberían
controlar los pantanos y lagos que todavía no morían a causa del hielo —Las
aguas son de quién mayoría representa —Exonerado deberías quedar, todos
necesitamos el agua para vivir. En tiempos de sequía podemos pelear por ella,
esto es muy diferente. Esta disputa no tendrá fin si no es hasta que los grandes
se pongan de acuerdo —calló el pato a la cerceta.
—Los que no tenemos voz no tenemos alternativa, sólo irnos de aquí —
argumentó la comadreja. —Si no soy inoportuno hay muchas aves en los
lagos. Al menos mis crías y yo no pasaremos hambre por un tiempo, quizá
hasta que esto termine.
—Sí, hasta que yo devore una cría de comadreja o un polluelo de halcón.
Nadie de ustedes resistirá el invierno simplemente por pelear, para qué pelear
si puedes hurtar —. Mencionó el búho hasta que el halcón furioso intervino —
¡Las crías de búho son torpes en el día! Yo tampoco pasaré hambre al menos
hasta que el invierno se vaya.
—Yo puedo cazar una cría de búho, un pequeño zorro o cualquier comadreja
desprevenida —dijo el petrel entrando en escena.
—Insolentes aves, torpe comadreja, ¿No se dan cuenta? Cuando los lobos o
los leones sientan hambre ninguno de ustedes estará a salvo. Manadas hmm ya
no he visto, se han largado por pastos más verdes. Ustedes y yo tendremos que
deshacernos de nosotros o de nuestra vida, ¿buscaban alternativas? Me
ahorraré saliva y palabras si les digo que no las hay. —¡Bien dicho colega! —
interrumpió Kau el lobo, líder de la manada de los Faon. —Será mejor morir
antes de ser el último en quedar de pie, ¡Qué me dicen de eso!
—Hablan cómo si su vida estuviese ya forjada, de esto no podremos salir, y a
lo que mi mente concierne. Todos comeremos de todos, yo comeré aves y
comadrejas, tal cual la comadreja comerá un polluelo, asimismo el zorro
comerá lobeznos, el petrel crías de zorro, el león se comerá al petrel y el lobo
al león.
—¡Pongan atención! Lo que el lobo dice es verdad, eso nos pasará. A menos
que cacemos hombres, o cualquier otra criatura débil que caiga en estas tierras
ahora malditas. Hay mucho que cazar, no es de importarnos si las manadas se
fueron. —dijo el león llegando tarde a dicha reunión.
—El norte es de nosotros. El sur es de ustedes, todo lo que pase los límites del
norte será de ustedes y todo lo que pase los límites del sur es de nosotros —
comentó Kau.
—Nuestra rivalidad comienza cuando el invierno termine, ningún lobo morirá
en mis garras o en las de otro león mientras mientras este acuerdo no sea
dimitido o rechazado.
Los demás animales callaron por completo. Quién podría enfrentar a los
leones o a los Faon, entre ellos pueden discutir y hablar pestes uno del otro,
pero quién puede hacerle contraria a Kau o al león. Con quince leones y casi
treinta y cinco lobos la competencia siempre fue muy dura. Repetidas veces
los hijos de los leones asesinaban lobos, pero al mismo tiempo los lobos
mataban al más despistado león que anduviese solo.
—¿Qué ocurrió al final? —preguntaron los lobos a su líder. —Nada —
contestó abruptamente. —Si cruzan la frontera con el sur están muertos, no lo
hagan. Pero si un león lo hace, llamen a todos, necesitamos ocho para
derribarlo.
—Esto es un juego. Si somos astutos podremos atraer a algún león, matarlo y
devorarlo. Eso si la escasez empeora con el paso de los días.
—¡Podemos cazar a los pescadores! —argumentó la muchedumbre. —Sí, son
fáciles de cazar. Pero sin ser inconveniente si lo hacemos regresarán con un
ejército y no pienso perder a más miembros. El hambre y la enfermedad nos
arrebataron a muchos este año.
Más no podía ser debatido y llevado al juicio de cada uno de los lobos. Esta
temporada se resumiría en una crisis profunda, de la cual no se saldría tan
fácilmente, norte y sur lucharon por sobrevivir. Los leones a pesar de ser
menos son más fuertes, lo que es difícil cuando se tiene que alimentar a
grandes bocas con hambre cada amanecer.
Los hombres no se adentran en el sur, llegan en los principales lagos y allí
pescan lo que pueden. Cuando estos se congelaron los hombres iban de vez en
cuando, menos eran vistos cada día; no obstante, los lobos tenían cachorros
muy pequeños que ocultaban en una madriguera bajo un tronco partido por un
rayo. La preocupación de todos era mantenerlos con vida, pues la comida no
era cotidiana y en ocasiones todos, o solo algunos tuvieron acceso a la comida.
Los lobos centinelas, que vigilan las afueras de los fiordos helados notaban
que los grandes alces caminaban cerca, al cazarlos no pudieron llevar a casa
más que una pequeña cría, no suficiente para todos, pero sí para los ancianos y
los cachorros. El momento más vulnerable, al estar comiendo, una criatura
más grande que ellos llegó.
Oculta por la tormenta de nieve, un cadirus, bastante grande a decir verdad
estaba en pos de hacer frente a todos los lobos.
—He visto más inteligencia en una jauría de perros que en esta manada —
mencionó la bestia haciendo temblar a todos los presentes. —No teman —dijo
Kau —De ser necesario esa inteligencia nos ha llevado al rango que tenemos
entre los animales que se arrastran por estas tierras malditas; haré referencia,
sé que criatura erres, sé tú intención. Escupe quién eres y por qué estás aquí.
—No les diré mi nombre, perros. Les diré que he venido a darle un mensaje a
todos ustedes: Mi amo tiene interés en estas tierras; venceremos a todos los
hombres que aquí existan, hombres y criaturas débiles no tienen lugar en el
nuevo mundo que, gracias al invierno se ha forjado. Opciones no tienen, no
habrá comida en unos meses, no tendrán agua en un temporal más. —¡Basta!
Somos un pueblo soberano, ¡Ningún otro animal nos hará ceder nuestra
soberanía! —interrumpió el lobo—
—Mi amo sólo desea el control de estas tierras, y de tener más fuerza nuestro
grupo hará pedazos al suyo. Tienen pocas opciones, la última migración de
renos y ciervos se acerca. Saben ustedes que después de eso la comida será
más escasa que en los arduos meses de sequía.
—¡Fuera! ¡Nuestro hogar no caerá en manos de impostores o malvivientes!
—. Gruñó Kau, alentando a los demás a hacer frente a la criatura; cuya
intención era de someter a los lobos, no es de asombrarse. Los lobos
enfrentaron al cadirus quince a uno, sin oportunidad alguna la horrida bestia
no pudo enfrentarlos a todos. Gruñidos y ladridos hicieron a miles de aves
salir volando en lo alto del cielo, las liebres y los animales pequeños salieron
de sus escondites para ver cómo los lobos se deshacían de la bestia.
Pasaron varios minutos, entre todos lo acorralaron en el bosque de coníferas y
lucharon casi a muerte, no sin antes, al presentarse una mínima oportunidad el
cadirus huyó rápidamente hacia campo abierto. Los lobos no lo siguieron por
mucho. Se detuvieron en cuanto la oscuridad mostró las lámparas de los
hombres que volvían a sus aldeas al caer la noche.
¿Quién era el amo de esa cosa? Nada más y nada menos que Dractus,
conocido en el sur como Goroth, la bestia con cuernos. Después de los
primeros pueblos humanos que sufrieron en manos de las crecientes hordas de
cazadores, se vio al minotauro viajar hacia el sur. Acompañado de horda que
saqueaban pueblos, cazaban viajeros y asaltaban caminos, ¿Por el invierno
mismo? No se sabe, eran tiempos difíciles. A pesar de ello, el extraño clima
que invadió el centro de Tharmandor venía con el auge de las criaturas que
supuestamente vivían muy lejos, eran leyenda o ya se consideraban como
extintas.
Los fiordos de la región de Vengar eran una posición estratégica, hombres y
manadas se reunían de vez en cuando por ser una fuente de alimento y agua,
tenía acceso al mar, por supuesto, ahora congelado y a su ve tenía acceso al
bosque que divide Tharmandor en este y oeste. Además de ser un lugar casi
inexplorado por la cantidad de fieras que lo habitan. Una vez apareció el
cadirus, muchas otras bestias agobiaron a los lobos, pues temían por sus crías.
Si quizá, sólo quizá se aliaran con los leones, ningún foráneo pudiera hacerles
frente, el orgullo era grande entre ambas especies que no pensaban en el
bienestar más que de sí mismos.
En las noches Kau no dormía nada prefería observar el horizonte. Las criaturas
se ocultaban entre los pastizales, veían al lobo temeroso, esperaban esa
oportunidad. En los días Kau durmió junto a los cachorros, protegiéndoles
incluso si una mosca se paraba frente a ellos.
Una nublada mañana el lobo vigilaba los límites de su territorio, las hierbas se
movían sacudidas por el viento, nada más durante mucho tiempo. Un pequeño
mirlo, conocido del lobo se acercó con curiosidad y le dirigió la palabra — Sí
yo también estuviese en tu condición si de mi familia se tratara…
—Mis cachorros, no tienen más que unas semanas de haber conocido la luz,
yo soy un lobo viejo, seguro que es la última camada que tendré antes de
morir… Quiero enseñarles tantas cosas como a los demás les he enseñado.
—Comprendo tu sentir. Con todas esas cosas rondando por aquí, todo mundo
debe sentirse preocupado. Recuerdas cuando nos conocimos… ¿No? —
preguntó la avecilla—
—Jamás pudiese olvidar dicho momento; un cachorro entrometido husmeando
en lo alto de un nido de mirlos, fue una dura caída, también cómo olvidar eso
—Escucha, no hay tiempo para buenos recuerdos, la tristeza que de ti emana
también perjudica a los demás ¿No lo notas? Tu manada está nerviosa porque
sin ti no sabrían que hacer.
—Si de eso hablamos, es mejor que te marches y vueles por dónde has venido,
mi conciencia está agitada como las aguas marinas —Sigues siendo un viejo
orgulloso, Kau. Tu padre diría que no haces un papel muy espléndido como
líder de todos los lobos.
—Eso lo sé, si él viviera estuviera ya riñéndome como cuando joven. En mi
conciencia remuerde que entregar mi hogar ancestral no es más que un acto
cobarde de mi parte. —¿Escuché bien? ¿Acaso tienes en mente enfrentarlos a
todos? Esto no es nuevo, pero como amigo pienso que es imposible.
—Abandonar el hogar o la esperanza —suspiró el mirlo—
—Mis cachorros están frente a cualquier cosa. Mejor es que ceda el territorio a
los enemigos y busquemos un lugar mejor para vivir —comentó el lobo para
calmar al mirlo.
—Bien pensado, aunque, es tu decisión —dijo el mirlo antes de alejarse
volando.
El lobo caminaba de un lado a otro, bajo las praderas cubiertas de nueve y bajo
un mar de nubes negras llorando fríamente. Ningún otro lobo lo vio durante
ese mismo día.
Constantemente el animal se repetía a sí mismo, ¿Qué voy a hacer?, cansado
de caminar sin rumbo llegó hasta un lago que agonizaba congelándose. Veía a
las aves con intención de abalanzarse sobre ellas, miró el agua fría y lo pensó
dos veces. "Si me caigo a las heladas aguas no podré salir, soy viejo y carezco
de condición”.
Sólo bebió agua se se echó al piso. Cerraba los ojos comenzando a dormitar;
los lobos tienen un instinto y un sentido de la percepción bastante finos,
entonces casi dormía cuando de repente el mismo cadirus que ahuyentaron se
acercó a la orilla del lago fijándose en el lobo. Poco a poco dicha bestia se
acercó a la fiera, se tiró al piso junto a este, mientras que el lobo veía las
heridas que le habían abierto en su peludo cuerpo.
—el cadirus gruñó, con todo y con eso Kau lo ignoró —Parece que la locura
no te deja en paz desde ese día, tú y tus lobos se ven preocupados.
—Kau no dijo nada, sólo suspiró de esa manera como lo hace un perro cuando
está triste—
—Ahora que estamos en paz, tu y yo llegaremos a un acuerdo sea por la buena
palabra o por el mal acto. Mi amo en verdad desea estas tierras, y de una
manera u otra yo seré quién se las otorgue.
—Estas tierras son nuestro hogar; por qué dárselas a quiénes no lo merecen.
Aquí crecen lobos, no cualquier lobo, aquí nacen los Faon —contestó el lobo
—
—Ustedes perros ya no lo harán. Esta es una nueva era, nuevas desiciones son
tomadas por aquellos que los poderes tienen, ustedes ya no tienen poder sobre
esta tierra, busquen otro espacio o mueran defendiendo la escasez, la
hambruna y la desolación que radican aquí.
—Por la buena o por la mala has dicho, ¿Qué propones? Me rehuso a que mis
hijos peleen, muchos son muy jóvenes e inexpertos. —Grrr— gruñó la bestia.
—Una reunión cuando la tercera luna esté llena, en lo lejano de los fiordos, en
las rocas. Allí discutiremos el destino de ustedes y de nuestra ocupación.
—Bien, pronto no querrán nada que yo tenga. Estaremos en paz ustedes y
nosotros, eso es lo más importante de todo —afirmó Kau.
—En efecto. Si traicionarás tus ideales hazlo solo, cualquier intento de
rebeldía será castigado con la muerte tuya y de quiénes te hagan compañía —.
Añadió. Pronto se levantó y se fue exactamente por el camino que guiaba a las
rocas.
La reunión se llevaría a cabo esa misma noche. Noche en la cual los lobos
aúllan a la serenidad de los campos.
Kau esperó en el lago todo el día, su manada preocupada lo buscó por todos
lados. Excepto ahí ya que colindaba con las afueras, y usualmente los hombres
van a pescar por ahí; y efectivamente, muchos hombres fueron a pescar, muy
precavidos de lo que el lobo pudiera hacer a los niños que jugaban. Un crío
caminó muy adentro en el hielo del lago y cayó al fondo de este al romperse el
hielo. De inmediato Kau corrió para ayudarle, el padre del pequeño intentó
llegar antes, preocupado que el lobo devorase al niño antes de ahogarse, pues,
la mirada de Kau era muy engañosa, el hombre vio la intención de cazar en los
ojos del lobo, pero el mirlo que pasaba por ahí vio a un lobo preocupado y
haciendo un acto de bondad.
El hombre no pudo hacer mucho, ya que Kau saltó al agua fría y cogió al
pequeño con sus fauces, sujetándolo de los ropajes de piel empapados. El
hombre intentó correr para evitar un supuesto desastre, sin embargo, Kau sacó
al niño del agua. Lo arrastró hasta un lugar seguro y escapó antes de que su
padre lo hiriese con un arpón que traía en la mano.
El mirlo que vio todo el acto buscó a Kau que se escondió en unos matorrales
atento a si el hombre buscaba vengarse de lo que había hecho.
—Eso amigo mío, fue algo ejemplar. He visto todo, te conozco y debo decir
que eres un gran lobo al salvar a la cría de tu enemigo.
—Gracias. Es de cuestionar lo que el hombre piensa. Ese padre pensó que yo
devoraría a su hijo, y al ver que este se aproximaba con el arpón decidí huir,
mi realidad es que al ver a ese niño ahogarse lo menos que pude hacer fue
arrastrarlo hasta la orilla.
—Todo depende de la perspectiva sin duda alguna —añadió el mirlo.
Conversaron un rato mucho tiempo, a decir verdad, justo antes que la noche
cayera los demás lobos cazaron un viejo caribú que se rezagó del resto.
Esperaban a su líder para comer. Kau se encaminó a las rocas, con la
esperanza de ser perdonado por los demás lobos de la traición a sus ideales, así
como a la manada misma.
Las criaturas lo miraban indiferente, con odio y casi burlándose de él.
Discutieron durante horas, Kau tenía el riesgo de ser atacado por los otros. Se
reunieron cadirus, leones solitarios, godinoctias también (que son criaturas con
piel seca llena de ámpulas y enfermedades y con alas largas capaces de
hacerlas volar por periodos de tiempo muy cortos). El lobo esperaba conocer
al minotauro porque al ser tan hablado su nombre se semejaba a una leyenda o
a algo no existente.
El lobo cedió el territorio a las demás criaturas con la condición de darles
hasta el mediodía para a abandonarlo. Las bestias aceptaron todos los acuerdos
y justo una hora antes del amanecer dejaron libre a Kau, quien derrotado se
alejó de las rocas.
Al llegar a casa los ánimos se estremecieron. Ni un sólo aullido o ladrido
recibió al líder que daría una triste noticia, el mirlo llegó a ver la tragedia que
ocurrió.
—¡Mis hijos!, ¡Mi linaje! —exclamaba Kau con la voz quebrantada de dolor
mientras olfateaba y lamia la sangre de los cuerpos de sus cachorros más
pequeños.
—Te fallamos como manada, a noche mientras estabas ausente el minotauro
junto con otros nos atacaron y asesinaron a los pequeños y a los más ancianos.
No pudimos defendernos mucho tiempo, entraron y mataron a las crías —dijo
el lobo centinela.
—El que ha fallado soy yo. Ahora no tenemos hogar y la alegría de nuestra
manada se ha muerto para siempre.
—¿Hogar? ¡Qué has hecho! Oigan todos, ¡Kau nos ha traicionado cediendo
nuestro territorio! —Dicho eso todos los lobos rodearon al líder para
cuestionarle—
—Cedí nuestro territorio para evitar un desastre, y miren lo que ha pasado no
es culpa de ustedes, sino mía. No les pido perdón, sino entendimiento.
—Eso no nos devolverá lo que hemos perdido— dijo la madre de los
cachorros muertos.
—Sí lo hará —intervino el minotauro— De una u otra manera logramos lo que
yo quería. Han cedido su territorio, lo cedieron por proteger a sus crías. Las
cuales están muertas por causa mía. Ahora no tienen ni hogar ni qué proteger.
Su única opción será obedecer de buenas a primeras, ahora están subordinados
a mí a menos que un par de vidas más ose a retar esta circunstancia —añadió
atemorizando a los lobos.
Ese momento fue crucial en la vida de la manada. Ahora estaban al servicio de
los cazadores de la pradera, por decir que si se hubiesen aliado con los leones
los foráneos jamás hubiesen arrebatado su hogar y las vidas de sus seres
queridos. Desde ese momento los lobos no aullaron ni una luna llena más. Se
retrajeron obedeciendo órdenes de los superiores, que consistía en atacar a
otras criaturas y capturar presas para alimentar a los otros cazadores. Kau por
lo mientras decidió desterrarse un tiempo, tal vez hasta la muerte pensarían
muchos. De una u otra forma el minotauro lo volvió a poner al frente de la
manada y para liderar a los otros Faon dispersos por todo el mundo.
De mientras Kau se tiraba al helado suelo en ese mismo lugar donde salvó al
pequeño humano de ser tragado por las aguas heladas.
—No sé si falto a mis nuevos ideales al dejar que esos humanos sigan
pescando por aquí, o si realmente lo hago por proteger a mi familia —suspiró
— Quizá así se sienten todas las madres a las que los Faon de Vengar les han
arrebatados a sus hijos, impotentes, desoladas, y los padres seguro sienten eso
o peor.
—Me duele decir esto amigo mío, pero toda tu vida diste mucho por amor, sin
embargo, el orgullo hizo que perdieras todo lo que tenías —comentó el mirlo
viendo a su amigo con ojos de lástima.
—Viviré para luchar otro día —dijo Kau.
"Mirar a la ventana, ¿por qué es bueno mirar a la ventana?
Cada vez que miro imagino mundos distantes, más allá de lo que una simple
ventana puede significar. Mirar en la vida de los demás es viajar en mundos,
pero mirar dentro de la tuya no es tan fácil.
Las estaciones cambian y uno con ellas, de un viento frío a una sol abrasador,
lo peor es sentirse solo cuando personas te rodean. Habrá un mejor lugar,
habrá mejores personas, habrá mejores estaciones, habrá mejores días, no, no
es lo que sucede es como lo interpretamos".