Sunteți pe pagina 1din 268

A

través del sendero oscuro.




















Escrito por Luis Canales.









Para:
Emiliano Carrillo
Cinthya Santana
Sara
Javier Gonzáles
Carolina Vergara

Por el simple hecho de haber llegado cuando no se les esperaba.

.

Índice

Tabla de contenido
Capítulo I: Una vida poco común.
Capítulo II: Un lugar completamente distinto.
Capítulo III: Nuevo amanecer.
Capítulo IV: El sonido del trueno.
Capítulo V: Perdido en una supuesta ilusión.
Capítulo VI: El principio del fin.
Capítulo VII: Blanca oscuridad.
Capítulo VIII: La leyenda de los relatos.
Capítulo IX: Hermanos.

“Estaba devastado y perdido en mundos que no existían, en una


imaginación interminable, todo eso antes de partir. Antes de partir yo fui
un muchacho alegre, atrevido y juguetón. Mi familia era lo único que
realmente tuve, nunca niego que fue tarde cuando en ese camino me
perdí. Desaparecí con cada paso que la fantasía me hizo dar, confío y
espero, espero y confío”.

Capítulo I: Una vida poco común.


Hay muchas maneras de escribir una historia, al igual que de terminarla, nunca
sabemos, a veces el curso del tiempo es cruel con las personas y las cambia la
vida para bien o para mal, no es lo que sucede, es la manera en cómo nos
afecta y cómo lo interpretamos.

Todo empieza una nublada tarde de verano, cerca del parque Shinjuku Gyoen
en la ciudad de Tokio. Una familia comienza a empacar sus cosas, cuando
imaginamos esto se nos figura a un padre una madre y sus hijos. Cabe
mencionar que este no es el caso, pues en esta familia, sólo es una madre y sus
dos hijos, un chico de 12 años llamado Oliver y su hermana Sarah de 10 años.
Ambos están empacando su ropa y sus pertenencias puesto a que pronto se
mudarán de ciudad, por segunda vez... Algo que pudiera ofrecer una mejor
vida que la que ya tenían.
Antes de terminar en Tokio esta pequeña familia residía en Alaska. Su vida
rebosaba de felicidad, pues todos sus miembros se encontraban bien, fue poco
después que el padre de los niños, Adam falleció en un accidente en la planta
donde trabajaba; esto causó una enorme depresión en Carol, madre de los
niños.

Es muy complicado explicar la muerte de un ser querido a unos niños
pequeños, que siempre están cuestionando todo lo que pasa a su alrededor.
Unos meses después Carol consiguió un mejor puesto de trabajo, en una
empresa en Tokio, finalmente la pequeña familia decidió dejar Alaska y
continuar con su vida en un mejor lugar, lejos de los recuerdos que tenían de
su padre.
Con el paso de los años Oliver y Sarah se adaptaron a su nueva vida, asistían a
clases en una escuela cerca de su casa, salían a pasear con su madre todas las
tardes, jugar videojuegos en casa de sus amigos, en fin. Esos días pronto
terminaron.

Las horas pasaban, ya estaba anocheciendo y Oliver miraba por su ventana, las
nubes pasar, la tormenta comenzar. Cada que veía la ventana le recordaba
todas las cosas que habían hecho desde que llegaron a Japón.
Las veces que jugaba con los vecinos del departamento de a lado, su primera
fiesta de cumpleaños en la escuela. Así como algunas defunciones de personas
cercanas, el recuerdo de su padre cada vez era más lejano, pero nunca olvidó
la razón por la que estaban allí.
—¡Mamá! ¿Puedes venir a mi cuarto? —gritó Oliver.
—Sí, hijo en un momento —contestó.
Mientras su madre se desocupaba, él estaba pensando como preguntarle sobre
la muerte de su padre, ya que pocas veces tocaban ese tema como familia, era
incómodo para su madre recordar tantas cosas que tuvieron un gran valor.
Oliver (algunos lo conocían como "Taro" gran chico en japonés) era un chico
muy común, al menos para vivir en Tokio... No era ni mal ni buen estudiante,
simplemente era muy regular, en la escuela se dedicaba a poner atención y en
las tardes a divertirse con sus amigos, asistía a clases de sgrima, que se
convirtió en su deporte favorito. No sólo por la simple adrenalina que genera y
el riesgo que representa, sino por las técnicas que se pueden hacer, algunas de
ellas bastante increíbles.
También algunas tardes o mañanas él y sus amigos se dedicaban a realizar
saltos acrobáticos, algunos implicaban un riesgo mucho mayor que el sgrima,
incluso uno de ellos se fracturó una pierna y la clavícula por realizar dichos
saltos.
Mientras tanto la hermana de Oliver, Sarah era un tanto varonil, puesto a que
pasaba la mayor parte del tiempo con su hermano y sus amigos, era muy
extraño ver que Sarah se reuniera con las demás chicas para jugar o platicar.
Al empacar, cada minuto del día se hacía más corto, las horas pasaban como
las pequeñas gotas de lluvia...
Habían dado ya las cinco de la tarde, comenzaba a oscurecerse —Carol le
preguntó a Oliver:
—¿A qué hora quieres ir a la escuela a despedirte de tus amigos?
Viendo a su madre directamente a los ojos y con ganas de llorar Oliver le
contestó:
—Pues yo creo que iremos temprano, ¿no? El vuelo sale a las 11 en punto.
— ¡Muy bien! Iremos mañana a las 8 —dijo Carol.
—Mamá, ¿por qué tenemos que irnos a otro país? —preguntó Oliver.
—Aquí ya no tenemos nada que hacer, ya no tengo trabajo, difícilmente podré
pagarles la escuela, la renta del departamento y tengo otra oportunidad de
trabajar; además es un mejor puesto en un país más barato. Siento mucho que
tengamos que irnos, es lo mejor para todos —replicó su madre.

Con el nudo en la garganta, se tragó lo que le había dicho su madre, y sin nada
más y nada menos continuó empacando sus cosas, y pensó que avisar por
teléfono a algunos de sus compañeros y amigos no era buena idea hasta
decirles en persona.
Su hermana era la más entusiasta, ella siempre le veía lo divertido y el lado
bueno a las cosas, al fin siendo aún una niña, es raro cuando un niño no
muestra su interés hacia algo nuevo.
Todos pensaban en todas las cosas nuevas que vendrían, así como las que le
pasaron en Tokio. No eran los mismos que llegaron de Alaska, es tiempo de
cambiar de nuevo.

Ya era de noche, las cosas empacadas cerca de la puerta, los viejos recuerdos
comenzaban a solidificarse en las paredes de la casa.
—No quiero irme de aquí, se dijo Oliver a sí mismo, mirando por la ventana
de su cuarto mientras la ciudad comenzaba su vida nocturna.
— ¿Que me puede esperar allá? —se preguntó.
—Solo una nueva vida, mañana lo mejor es despedirme sólo de Haru y de
Kenta. No creo que los demás les importe demasiado, como dice mi madre los
amigos son para siempre, no importa dónde te encuentres — se dijo a si
mismo antes de recostarse y apagar la luz para dormirse.

Algo lo observaba desde afuera de su ventana, era un gorrión, que observó
como se dormía tranquilamente, el pajarillo rápidamente se alejó en la
oscuridad de la noche. La ciudad de Tokio comenzaba su vida nocturna, luces
de autos, edificios y aviones decoraban la nublada y lluviosa noche.
Nuestra familia duerme tranquilamente, esperando el día de mañana, el cual
cambiara su vida por segunda vez. Al cabo de unas horas la noche desaparecía
agonizante, el sol comenzaba a asomarse poco a poco, la vida nocturna
comenzaba a desvanecerse, una brisa de tranquilidad cubría las calles de la
nublada mañana.
—Ya es hora —se dijo Oliver inmediatamente al despertar.
— ¡Levántate hermanote! —gritó Sarah con mucha emoción.
—Es hora de irnos, ¡mira aquí esta tu ropa!, ¡vamos levántate!
—Espérame Sarah, aún tengo sueño —le contestó molesto.
—¡Vamos rápido!, ¡iremos al Colegio a despedirnos!
Con un suspiro de tristeza Oliver se levantó, se mudó de ropa rápidamente y
sin más nada fue a desayunar lo que había preparado su madre.
—Hijo, desayuna bien. Será un largo viaje, además la comida del avión es
muy simple y ligera.
—Más vale empezar con el pie derecho —dijo su madre.
—¡Está bien mamá! —replicó Oliver.
— ¡Hermanito!, ¿Y si me acompañas al colegio a despedirme de mis amigos?
—dijo Sarah a Oliver
Él suspiró sin decir nada.
—Ambos pueden ir juntos después de desayunar... Yo iré por ustedes en un
taxi, luego nos iremos rumbo al aeropuerto.
— ¡Muy bien Mami! Dijeron ambos, Sarah con mucha alegría y Oliver
tratando de mostrar un poco de interés.
Ambos desayunaron un poco de arroz, y sushi que su madre había comprado
poco antes de salir del trabajo.
— ¡Nos vemos mamá! —dijeron ambos al salir de casa.
—Tengan cuidado niños, yo los alcanzo —respondió su madre.
Con un clima nublado con un poco de brisa, ambos se dirigieron al colegio
donde estudiaban.
Estando cerca Oliver se detuvo, estaba dudando si despedirse de sus amigos,
cosa que le resultaría muy difícil.
—Sarah, tu despídete de tus amigas, yo regresare a casa rápido —dijo
sollozando
—Ven conmigo Oliver, ¿por qué actúas como si no te conociera? —replicó
Sarah
—No me gusta que me veas llorar, prefiero estar solo.
— ¡Por favor! Oliver, será la última vez que veas a tus amigos, ¿no piensas
despedirte?
—Muy bien, puedo hacerlo —contestó.

Casi antes de llegar ambos iban recordando todos los buenos momentos que
habían pasado en Japón, incluso los más trágicos igual, como aquel terremoto
que azotó la isla hace unos años.
Oliver recordaba con nostalgia y tristeza los recuerdos de sus amigos Haru y
Kenta, en especial Haru.

Haru era el mejor amigo de Oliver, lo conoció el primer día que llegaron a
Tokio, en los juegos de un restaurante de comida rápida, por suerte ambos
hablaban la misma lengua. Haru dominaba mejor el japonés que Oliver,
llevaban tantos años como amigos que se decían ser como hermanos; sin
embargo, ya no más, y era más que seguro que no se verían en demasiados
años o al menos así parecía, los recuerdos de las travesuras que hacían en la
escuela, los días que caminaron juntos por el parque Shinjuku, las peleas
callejeras en las que participaron... En fin.
Por otra parte, Kenta era el mayor de los tres.
Su historia es algo especial: Nunca conoció a sus padres, desde muy pequeño
vivió en un orfanato sin embargo él y varios niños escaparon de allí desde los
nueve años, desde entonces, trabajó en un negocio pequeño, como intendente
y vivía en un cuarto de servicio en el subterráneo. Cosa que nunca notaron, a
pesar de su vida siempre fue un muchacho de buena fe... Estaba dispuesto a
defender a sus amigos a pesar de lo que fuera.
Con catorce años de vida Kenta ya caminaba como todo un joven, en una
ocasión la policía trató de arrestarlo por participar en una pelea callejera.

Ambos hermanos llegaron a la entrada del colegio, justo cuando dio el toque
para entrar corrieron rápidamente a buscar a sus amigos.
— ¡Taro!, ¡Ya es tarde! ¿No asistirás a clases el día de hoy? —preguntó Haru,
muy extrañado de que no asistiera a clases.
—Oliver ¿por qué has llegado tarde? Se supone que hoy habrá competencias
de sgrima —dijo Kenta observando detenidamente a Oliver.
—No sé cómo decirles esto, vengo a decirles adiós y a darles las gracias,
ustedes son y serán siempre como mis hermanos —dijo comenzando a llorar.
— ¿Darnos las gracias?, ¿escuchaste eso Haru?... No te ves bien Oliver,
¿ocurre algo?
—Me iré a vivir a otro país, mamá ha conseguido un mejor trabajo. Saldremos
al aeropuerto en unos minutos, la verdad no quiero irme de aquí.
— ¡No puede ser eso posible!, llevas una vida entera aquí, si haces eso Kenta
y yo nos quedaremos solos —dijo Haru tratando de consolar a Oliver
—¡Es meramente injusto!, ¿que más quieren saber? No puedo irme, ya no sé
qué hacer, si llorar o retener las ganas.
— ¡Taro! No te desanimes, nosotros siempre estaremos contigo, en tus
recuerdos, no olvides eso nunca, seguro encontrarás una vida mejor—.
—Haru tiene toda la razón del mundo, nosotros somos como hermanos, desde
muy chicos todas nuestras travesuras las llevamos con nosotros.
—Haru, Kenta quiero darles las gracias por haber estado siempre conmigo, en
las buenas y en las malas, ojalá que podamos vernos algún día en el futuro.
— Tomándolo por un hombro Haru buscaba calmar las ansias de su amigo —
No tengo idea de cómo consolarte, quiero llorar también, no solo porque te
irás, si no por verte así... Eres mi mejor amigo desde que tengo memoria, y no
soporto verte así y no ayudarte.
— ¡Haru, Kenta! ya casi nos vamos, ¡no puedo irme sin darles un abrazo! —
añadió Sarah muy emocionada.
— ¡Sarah! ¿Acaso creíste que te irías sin despedirte?, eres nuestra hermana
pequeña y siempre lo serás estés donde estés, ¡Dame un abrazo! —dijo Haru
tratando de levantarle el ánimo.
— ¿A dónde vas Kenta, no te quieres despedir de tu hermanita? —preguntó
Sarah mientras él corría hacia una butaca donde estaban sus cosas.
— ¡Un momento! —respondió.
—Oliver, quiero que lleves esto contigo.
—¿Tu guitarra?, No puedo... Te esforzaste mucho en conseguirla, tardaste
meses —dijo Oliver secándose las lágrimas de la cara.
—Es una vieja guitarra eléctrica, el esfuerzo que me costó quiero entregártelo
a ti, mi mejor amigo, consérvala como recuerdo de la vida que nosotros
compartimos.
— ¡Hermanote! ¡Mamá viene en el taxi! Debemos irnos ya
—No tengo palabras para decir cuánto los aprecio, Es mejor que me vaya
chicos, mi corazón no soporta las despedidas largas —dijo Oliver casi
llorando.
—Ya te hemos dicho Taro, siempre serás nuestro hermano ¿verdad Kenta?
—Hasta la muerte —añadió abrazando a Oliver junto con Haru.

El taxi estaba frente a ellos, la madre de Oliver los esperaba, observando a
través de la ventanilla del auto, sentía mucho dolor por su hijo, sin embargo,
pensó en no abordar el tema, para que no se sintiera peor de lo que estaba.
— ¡Ya vamos! —gritó Sarah corriendo hacia el auto.
—Nunca los olvidaré, a ninguno... Tengo que irme —mencionó a sus amigos
una última vez.

Oliver corrió hacia el auto también, sin embargo trato de no voltear hacia
atrás, Kenta entró rápidamente por la puerta del instituto, en cuanto Oliver se
marchó, mientras que Haru se detuvo a ver como su mejor amigo se alejaba
con su familia hacia el aeropuerto.
— ¿Está todo bien niños? —preguntó su madre.
— ¡Si mami! —respondió Sarah.
Oliver iba mirando por la ventanilla, diciéndole adiós con la mirada a la gran
ciudad de Tokio, las calles donde había crecido, los centros comerciales, los
muelles donde iba a practicar acrobacias con sus amigos...
Mientras tanto las nubes tapaban el naciente sol de la mañana, el aire traía una
brisa que ensordecía con su aliento, la lluvia comenzaba a precipitarse, al
parecer de todo el amanecer había cambiado de humor, de estar alegre y
soleado, a oscurecerse y ahogar todo en un llanto repentino.

El taxi había llegado a su destino, el aeropuerto internacional de Tokio,
rebosaba de gente a tempranas horas. Justo antes de llegar a la sala de
despegue, Oliver, Sarah y su madre decidieron comer algo en un McDonald's
que estaba en el aeropuerto.
— ¿Listos para el largo viaje? —preguntó su madre.
— ¡Seguro que sí! Mami... Creo que Oliver aún no está listo —susurró Sarah.
— ¡Si lo estoy!... No será de mi agrado, pero ya estamos por salir, qué más da,
mi vida y mis ilusiones se han quedado desechas ¿Ahora pueden dejarme
comer tranquilo?
— ¡Muy bien Jovencito! — Termina tu comida y date prisa, el avión no
tardará en despegar—. Miraba a su hijo con tristeza.
— ¡Gracias! — dijo Oliver molesto.
Una vez terminando de comer, se prepararon para ir a la sala de despegue, la
cual estaba con una que otra persona, El vuelo era el número 152, por lo que
no tardaría mucho. Por fuera los rayos y centellas estaban a todo su poder, la
lluvia se precipitaba con demasiada furia y las nubes negras no iban a ceder
ante nada.
Al subir al avión, Oliver se sentó de un lado de la ventana, Sarah después de
el, y su madre en el extremo del asiento. Recargando su cabeza en la ventana,
el muchacho estaba aún triste, pues es muy difícil separarte de algo, una vez
que te aferras.
La aeromoza dijo unas instrucciones y poco después de eso el avión despegó...
En medio de rayos, nubes negras y lluvia el paisaje se veía espectacular, cruzar
el Océano Pacífico de un extremo a otro le llevaría a nuestra familia más de 17
largas horas.

Capítulo II: Un lugar completamente


distinto.

Bastantes horas de vuelo y con el corazón hecho pedazos lo único que puedes
hacer es dormirte, dejar el mundo real a un lado y darle la espalda, al menos
así pensó Oliver.
Asomándose por la ventana del avión, notó que ya había anochecido, el mar se
veía como una masa de oscuridad que parecía no terminar... Después de todo
el Océano Pacífico es muy grande, los mapas no son suficientes para describir
que tan inmenso es; sin embargo no es lo suficientemente grande como para
almacenar los recuerdos que tenemos de nuestros mejores días.

—¡Haru! Qué bueno que estés aquí, ¡hay problemas! Kenta está a punto de
pelear con unos chicos en el parque parece que han rayado el mural que
hicimos.
—¡Esos inútiles de nuevo! Taro, es mejor que no vayamos, podemos meternos
en un problema, tú sabes que Kenta es más hábil que nosotros en pelear, es
mejor no ir.
—¿Y dejar a Kenta solo? Jajajaja No señor yo iré, ¿recuerdas ese mural que
tanto nos costó pintar? — exclamó.
—Iré y regresare tan rápido como pueda, si quieres puedes observar
solamente, ¿O vienes conmigo Haru?
—Haru suspiró —Antes de actuar primero debes pensar y analizar lo que pasa,
pero esta es una situación demasiado delicada, ¡Vamos!
—¡Eso es todo!, Sarah saldremos un momento, si llega mamá dile que
salimos, pero no a dónde iremos
—Estáa bieen hermano, ¿Puedo jugar con la consola? —. Dijo Sarah un poco
cansada de hacer tarea, y ver que su hermano se saliera como si no tuviera
responsabilidades.
— Añadió Haru algo ansioso, después ambos salieron corriendo hacia el
parque —¡No tardamos! —.
— ¡Date prisa Taro! Puedo ver a Kenta golpeándose con aquellos malandrines.
— ¡No puede ser! ¡Aún hay tiempo de ayudarle! ¡Corre!
— ¡Pero que tenemos aquí! ¡El grupo de estúpidos del colegio!, justamente
han venido para que reciban su regalo de viernes 13 —dijo el líder de la
pandilla.
—jejejeje, son tres nosotros cinco — ¿qué pueden hacer para defender a esta
basura? —.
—¡¡Se llama Kenta!! —gritó Oliver eufórico—. No obstante, sabe que no será
fácil ganarles.
—Heeey... Yo te conozco, eres el chico que apodan Taro, ¡Enséñenle a este
alfeñique quien manda!
—Si tratas de hacerle daño, abriré tu linda cabeza en dos —respondió Haru.
—¡Kenta! ¡Estas sangrando de los labios!, vámonos de aquí —dijo Oliver
preocupado por su amigo.
—Lo que importa es quitar a estos infelices de nuestra zona —respondió
Kenta tratando de parar el sangrado.
— ¡Basta! —exclamaba el líder antes de golpear a Kenta de nuevo...
— ¡Nooooooo! —.

Una alarma del avión había tocado, despertó del susto, fue como vivir ese
momento de nuevo, una pelea callejera en la que los tres resultaron lastimados,
Kenta en especial era el más grave de los tres; eso no era lo peor... El mural,
ese mural tan bello y real como el mundo mismo había sido destruido y
rayado... Pensar en el tiempo que tomo pintarlo y conseguir la pintura
simplemente era frustrante.

Después de despertar, observó a su lado, Sarah y su madre aún estaban
dormidas, al voltear notó que aún estaba oscuro, el mar se veía agitado y la
lluvia de nuevo comenzaba a decorar el nocturno paisaje.
Era simplemente algo genial, las nubes negras arrojando maldiciones en forma
de rayos y lluvia, el viento soplando mostrando su enorme fuerza a las nubes y
el mar observando desde abajo, agitado y ansioso.
Oliver observaba atento, el sueño que tuvo no lo permitía conciliar el sueño
por segunda vez, además lo que sucedía afuera del avión era algo que no vería
otra vez en su vida, pensó. La gente en el avión aún seguía dormida,
perdiéndose del espectáculo. Sin embargo, los recuerdos aun seguían
molestando.
—Ojalá mis amigos pudieran ver esto, es algo indescriptible — suspiró—.
—Debo de dejar de pensar en ellos, estarán bien, sin duda alguna; si no dejo
de pensar en ellos, no podré continuar con mi vida... Muchos dicen que el
pasado está hecho y que mires siempre hacia adelante, pero yo creo que las
cicatrices que llevamos son señales de que el pasado existió —se dijo a si
mismo, luego tomó una de las galletas que estaban en la mesita delante de su
asiento, y se quedó despierto por unas horas más.

Justo antes de dormirse, lo mejor del viaje en avión estaba por mostrarse, el
sol comenzaba a salir, por un lado, y del otro la oscuridad se mantenía fija, y el
avión pasando en medio de ambos, era una señal que significaba que no
tomaría demasiado tiempo llegar a su destino.
La oscuridad se quedaba atrás sin moverse, como las cosas que vivimos,
mientras que el sol naciente agonizaba, sus ligeros rayos traían nueva vida, y
nuevas oportunidades también.
—Sarah, vamos despierta ¡mira por la ventana!
—¿Qué sucede? —¿Ya hemos llegado? —decía todavía adormilada.
—No, pero mira, ¡está amaneciendo!
—Muy emocionada intentó llamar la atención de su madre —¿Ya viste? ¡Está
amaneciendo! — comentó.
—Cierto hija, supongo que no demoraremos mucho en llegar.
Dicho eso, los pasajeros del avión se encontraban despiertos, en su mayoría.
Una alarma se escuchó repetidas veces.

La aeromoza pronto informó, que faltaban 45 minutos para que llegaran a su
destino. Lo cual era un alivio para muchos, pues llevaban demasiadas horas en
el avión, pero Oliver sintió que el viaje había sido demasiado rápido.
El sol salió completamente, el mar se veía calmado y de un color azul
luminoso, las nubes vestidas de blanco y ligeras, por lo que indicaba que el día
estaría con un buen clima.
—Hermano, puedo preguntarte algo —dijo Sarah algo nerviosa.
—Claro, puedes preguntarme lo que tú quieras.
— ¿Ya no estás triste, ¿verdad?
—Sí un poco, pero qué más puedo hacer, yo creo que lo que más quisieran
Kenta y Haru sería que yo estuviese feliz.
— ¿Crees eso? —preguntó Sarah de un modo muy inocente.
—Sí, y también creo que tú también.
—Muy bien, hay que estar felices siempre —comentó.

Ambos sabían que estar bien era lo que sus amigos hubieran querido, una
nueva vida estaba por comenzar, de la cual toda la familia debía aprender algo
nuevo, claro, no olvidando lo que habían vivido en otros lugares, como Japón
o Alaska.
El avión había llegado ya, las selvas de las costas se veían verdes desde arriba,
los valles también, el paisaje era muy diferente a Japón, ahí solo se veían
grandes ciudades rodeadas por el mar desde lo alto.
La naturaleza aun cubría los pueblos y ciudades. El paisaje verde cambió al
llegar al centro, dónde está la capital, cuyos límites yacían bajo la guardia de
una cordillera montañas cubiertas de nieve en la cima una de ellas arrojaba
humo, por lo que podría decirse que era un volcán activo, algo especial que no
había en Tokio. El avión dio una vuelta y se posicionó para aterrizar; lo cual
había indicado que era hora de comenzar de nuevo.

Al aterrizar, el aeropuerto parecía ser más grande que el de Tokio, la verdad
era inmenso... La familia procedió a bajar después del aterrizaje, había que
recoger el equipaje que llegaría en la estación 112.
La terminal del aeropuerto era enorme, de hecho, había dos, ya que una no era
lo suficientemente grande, en la terminal donde ellos llegaron había demasiada
gente, era todo un océano de personas de todos los países del mundo; al igual
que en Tokio, había una zona de comida rápida todas ellas decoradas con
muchos colores, algo tenía que ver con que todos los restaurantes hubiesen
decorado sus instalaciones.

—Mamá, podemos comer sushi, tengo demasiada hambre, ¿podemos? Di que
sí—. Preguntó a su madre, después de horas y horas en el avión era lógico que
todos tendrían mucha hambre, después de todo en el avión nunca hay buena
comida.
—Ok, de acuerdo, pero tendré que dejarles un rato solos, debo ir por nuestras
cosas que están en la estación 112.
—Muy bien mamá, yo cuidare a Sarah, estaremos en el restaurante sushi, te
esperaremos ahí.
Dicho esto, su madre fue por el equipaje, mientas que ambos caminaron hacia
el restaurante. Al llegar se sentaron en una mesa cerca de la puerta para que su
madre pudiera encontrarlos más fácilmente.
— ¿Sabes Sarah?, me he equivocado con respecto a este lugar, es maravilloso
la gente se ve que es tan cálida como el mismo clima, todo es muy diferente.
— ¡Te lo dije! Este lugar es magnífico, yo siempre quise unas vacaciones aquí,
no puedo creer que ahora viviremos un tiempo en este lugar.
Después de un rato de conversar se acercó un camarero muy alegre y amable
les pregunto a ambos que era lo que deseaban ordenar.
—Yo quiero una orden de sushi de salmón, dijo Sarah y un té rojo, por favor
— ordenó Sarah observando al camarero, que le parecía conocido, solo que
más alegre.
—Yo solo una orden de arroz, si es tan amable —dijo Oliver observando si
llegaba su madre.
Al ver que aún no llegaba le pregunto al camarero el porqué de tantos adornos
y esa música tan alegre que se escuchaba en el restaurante.
—En este mes se celebra algo especial, es una fiesta que se celebra en todo el
país; muy bien en seguida traeré sus órdenes, muchas gracias y bienvenidos.
— ¡Gracias! —dijeron ambos.
Justo después de eso llegó su madre con el equipaje, rápidamente ordenó algo
para comer y explicó a sus hijos.
—Esta es la dirección a la que debemos ir, este es nuestro nuevo
departamento, y esta otra dirección es el colegio donde ambos asistirán a
estudiar.
— ¿Debemos ir mañana? —preguntó Oliver con un tono de pereza.
—Así es hijo, si quieres empezar bien, debes conocer nuevos amigos, puede
ser que las clases aquí sean más fáciles que en Tokio—. Contestó su madre de
manera asertiva.
—De acuerdo mamá, es temprano aún son las 10 de la mañana, ¿podemos ir a
conocer un lugar después de comer podemos ir a recorrer la ciudad? —
preguntó Sarah ansiosa.
—Muy bien pequeña, debemos darnos prisa, si quieres salir a algún lado.

Y es así como nuestra historia comienza a tomar forma, ahora nuestra familia
ha conseguido una nueva vida en otro lugar...
Al salir del aeropuerto, el mundo era totalmente diferente a como lo habían
percibido, hacia más calor, el exterior se encontraba adornado completamente
un exorbitante colorido, el mar de gente era aún más grande; todo parecía ser
más divertido y alegre. Oliver suponía que sería un buen día el sol iluminaba
todo el colorido de la ciudad y solo se divisaban unas pequeñas nubes blancas.

Al ya saber la dirección de su nueva casa, decidieron tomar un taxi que
brindaba el aeropuerto. Al subirse el taxista les dio una bienvenida muy
agradable, y también les comentó que no era muy seguro tomar "taxis errantes
de la calle" se extrañaron de qué se refería, el camino a el departamento era
muy interesante.
Las calles estaban llenas de espectaculares, anuncios, pantallas electrónicas,
gente, autos y edificios al por mayor. También había muchas calles decoradas
con árboles, cosa que en Japón es algo que no se veía todos los días y en
cualquier parte de la ciudad de Tokio; usualmente las calles cerca de la costa
tenían árboles en pequeños jardines.
También la ciudad estaba llena de edificios maltratados, que usualmente eran
de familias con bajos recursos económicos.

El GPS del taxi indicó que pronto llegarían a su destino, el lugar en el que
vivirían se llama Abrigo del peñasco, un nombre poco común para un barrio.
Como referencia antes de llegar, había dos edificios que de hecho eran los más
grandes de toda la ciudad; también un semáforo antes de llegar a una zona
repleta de árboles en las aceras, era un lugar bastante tranquilo.
Al entrar en esa calle, podía admirarse lo pacífico que era el lugar, era una
calle repleta de árboles, en los cuales pasaban pequeños rayos de sol, los
departamentos tenían colores vivos, muy tradicionales, y lo mejor: un bosque
yacía a unos metros de su casa.
Unos metros antes de su destino, decidieron bajarse del taxi y continuar su
camino a pie.
—Muy bien, hijos el edificio blanco de allá es el lugar donde vamos a vivir, es
el edificio número 203.
—¡Mamá! ¿Ya viste el bosque de adelante?, ¿Sabes que hay ahí? —preguntó
Oliver emocionado por conocer el lugar.
—Es un parque nacional, tengo entendido que es un parque muy grande, me
parece haber leído que hay una biblioteca, y un lago dentro de él —contestó su
madre.
—Wow, sería interesante visitarlo, parece... El parque Gyoen — suspiró
ligeramente—.
— ¡Mami! ¡Ya llegamos, muero por entrar! — sorprendida gritó Sarah fuera
de la puerta de recepción.

Entrando en la sala de recepción, un lugar lujoso... Bastante silencio y una
música tranquilizante se podían escuchar, además del ruido de los autos de
fuera, que siempre se escucha en las grandes ciudades.
—Buenos días, ¿Quiero suponer que usted es la señora Williams, estoy en lo
correcto? —preguntó la recepcionista.
— ¡Si! Y buenos días también, ¿Mi número de departamento coincide con el
suyo?
—Muy bien Señorita Williams el número que me han proporcionado es 108.
—Ok, es el mismo.
—Puede ingresar a su departamento, tenga un buen día señora Williams.
—Gracias—. Contestó Carol observando el lugar.
—Mamá, creo que el departamento está en el segundo piso, hay que tomar el
ascensor —comentó Oliver.

Caminaron hasta llegar al ascensor, el silencio era un efecto tranquilizante del
departamento, tanto era que se oían los ecos de los pasos y de sus voces. Al
llegar al número indicado Sarah muy entusiasmada abrió la puerta, el lugar
estaba bastante bien, Oliver y Sarah fueron los primeros en curiosear el
departamento, dos cuartos, una cocina, un baño y un estudio, era con todo lo
que contaba, además de unos pocos muebles. Hay un ventanal que veía hacia
la tranquila calle, muchas personas caminaban apaciblemente por las aceras.
El verdadero problema sería al siguiente día, cuando llegara el momento de ir
a clases.

La madre de Oliver tenía cita en uno de los edificios grandes antes de llegar a
su nuevo hogar, por lo tanto, debía reportarse lo antes posible.
—Niños, ¿les ha gustado nuestra nueva casa?
— ¡Sí! Es estupenda —dijeron ambos.
—Me temo que debo dejarles solos un momento, debo ir a un encuentro en las
oficinas de mi nuevo trabajo, ya sé dónde es así que trataré de no demorar
mucho.
—Oliver, ¿Puedes hacerte cargo de tu hermana mientras regreso? —preguntó
Carol a su hijo, se notaba que llevaba prisa por reportarse en las oficinas.
—Supongo que sí; solo no tardes mucho —contestó.
—En una hora regreso, por muy tarde, si no saben qué hacer, traten de estudiar
un poco, quizás les sirva de algo mañana —dijo su madre antes de salir por la
puerta con bastante prisa.

Ambos niños habían llevado la asignatura de idiomas en el colegio de Tokio,
ninguno pensó que realmente iban a ocupar los conocimientos adquiridos en
esas clases que eran muy aburridas, al menos para ambos. Suponían que el
idioma es una fuerte barrera, pero sucumbe ante toda necesidad.

Mientras su madre se ausentó ambos niños comenzaron a explorar el edificio,
que seguía en completo silencio; algunos pasos se escuchaban repentinamente,
eran las personas que salían de sus habitaciones. Ambos niños recorrieron
cada piso del edificio, hasta llegar al último. La vista era increíble, el edificio
tenía un pequeño jardín en la cima, dónde se admiraban los techos de las
demás construcciones, los árboles del bosque, las avenidas principales de la
ciudad y por supuesto los rascacielos; y el sol que resplandecía en lo más alto.
De repente Oliver tuvo el recuerdo de nuevo en su mente, sus amigos ahora
estaban realmente lejos de él y quizás no volvería a verlos, pero Sarah siempre
le decía que conocería nuevas personas en la escuela.
Ambos se sentaron en una de las bancas del jardín mirando el nuevo paisaje.
—Sarah, ¿Te gusta este lugar?, me parece que no será tan malo vivir aquí,
siento que algo nuevo nos espera.
— ¡Sí hermano! Algo totalmente nuevo, ya quiero que sea mañana para ir a
nuestra nueva escuela — contestó mirándolo.
—Yo no, no quiero que sea mañana, ojalá el tiempo pudiera detenerse el día
de hoy, mañana toda nuestra vida anterior se irá.
—Nuestra vida ya se empezó a escribir de nuevo, Tu no quieres aceptarlo
hermano.
— ¡Mejor cállate! ¡Que puede saber una niña como tú! — contestó un tanto
molesto, después de esto Sarah se quedó impresionada, nunca había visto a su
hermano molestarse de esa manera.

Después de esa reacción los hermanos no se dijeron ni una palabra, Sarah
observaba hacia el lado donde estaba el edificio en el que trabajaría su madre,
mientras que él hacia el lado contrario, dirigía su mirada de incertidumbre
hacia el bosque. Mientras que el ruido de la ciudad lo cubría todo.
En la ciudad de Tokio no se podía apreciar un paisaje como este, todo estaba
lleno de autos, gente, edificios a más no poder. Este lugar era el polo opuesto,
sobre todo en el trato de las personas que eran mucho más cálidas y amables,
al menos las pocas que habían conocido. Cabe mencionar que como en todo lo
que hay en este mundo, tiene un lado oscuro también.
Ambos niños estuvieron sentados cerca de una hora, mirando todo a su
alrededor... Esperando la llegada de su madre; quien no demoraría mucho.
—Perdóname, Oliver no quise hacerte enfadar. Lo siento mucho —dijo Sarah
tratando de abrazar a Oliver.
Este solo la miró, seguía algo enfadado por lo que le había dicho. Después de
todo él era el más afectado, tenía ese gran defecto de encariñarse con algo.
Cosa rara en un chico, después de todo su hermana era la única persona que
había vivido algo similar a él. Por lo que le entró el sentimiento de culpa, se
tragó su orgullo y la abrazó, dejando caer unas lágrimas.

—Eh, Sarah debemos regresar a nuestro departamento, supongo que mamá no
tardará mucho en llegar. Y después iremos a un lugar a pasar el resto de la
tarde.
—Muy bien, ¿Te molesta si te digo Taro? Sé que nunca lo he hecho, no me
gusta tu apodo... Pero es inolvidable ese nombrecito, pero así no lo olvidarás
tú tampoco.
—Dime como tú quieras, en fin, ese apodo siempre me gustó —dijo Oliver un
tanto nostálgico.
— ¡Bajemos rápido! Mamá no debe tardar.

Y así fue ambos llegaron justo antes de que su madre llegara al departamento,
Oliver tomó la guitarra que Kenta le obsequió, y al sacarla de la polvorienta
funda en la que estaba, notó que no solo le había regalado su mayor tesoro,
sino también su dedicación que tenía con ese instrumento, en la vieja funda
había un cuaderno maltratado, como si se hubiese mojado; en este cuaderno
venían muchas melodías y canciones que Kenta solía tocar; además de una
caja de plumillas viejas.
Oliver sonrío simplemente, se dio cuenta de lo mucho que valía esa guitarra,
solo tenía que comprarle un amplificador, ya que Kenta siempre usaba el de la
escuela, pues con el sueldo que recibía nunca pudo comprarse uno.

Unos minutos después de eso llegó su madre, muy contenta porque todo había
salido bien en sus asuntos de trabajo, así que decidió invitar a los niños a
comer algo, pues ya era un poco tarde y cuando uno se distrae el tiempo vuela
y anochece más rápido aparentemente.
La familia salió de su departamento, tomaron un taxi fuera del edificio, hacia
un centro comercial muy grande que estaba cerca, llegando al centro comercial
se percataron de que había mucha gente, casi como en Tokio... Parecía
impresionante, pero estaba decorado de una forma similar al aeropuerto, un
enorme colorido y música tradicional.
Oliver se extraño de que significaba esa misteriosa celebración, así que
después de comer en un restaurante con su familia decidió preguntar a una de
las empleadas que era dicho asunto.
—Es una fiesta celebrada en todo el país, será en unos días.
—Muchas gracias—. Estaba muy extrañado por que se celebraba exactamente.

Después de comer su madre se dirigió hacia una tienda de ropa, mientras que
Sarah y Oliver, se dirigieron a una tienda de videojuegos... De los actuales
ambos eran unos aficionados totales.
Saliendo de la tienda, ambos buscaban a su madre entre el mar de gente.
Oliver buscaba entre todas las personas que caminaban.
Fue ahí cuando vio a una chica caminar de una manera muy especial,
destacaba por su uniforme de la escuela (cosa que en Japón no se
acostumbraba a portar al terminar las clases) la chica era de pelo largo, de una
tez clara, de unos ojos que simplemente rompían en corazón de cualquier
chico y una sonrisa simpática. Ambos se miraron durante unos segundos, eran
como dos almas que reconocían luego de siglos de haberse separado. Todo
fluía más lento durante esos instantes, hasta que siguieron su camino...
— ¡Hermano! ¿Pasa algo? —dijo Sarah muy alarmada por ver a su hermano
perderse durante algunos segundos.
—No, Creo que he visto pasar a alguien que me resulta familiar —contestó
aún desconcertado por la mirada de esa chica.
—¡Reacciona! —. Exclamó Sarah, al ver a su hermano como un estúpido. Ella
sospechaba lo que estaba pasando.
—¡Wow! ¡Sí! ¡Busquemos a mamá, Sarah! —reaccionó Oliver, buscando a la
chica que había desaparecido entre tantas personas.

En su recorrido por el centro comercial, Sarah y su madre caminaban muy
juntas, como si estuvieran contándose un secreto.
—Mamá, he visto a Oliver... Miraba fijamente a una chica jijijiji —susurró
Sarah con un tono un poco burlón—
— ¿De verdad hija? — se extrañó Carol al preguntar.
—Si jiji, parecía un loco, si lo hubieses visto.
—Tu hermano es bastante guapo, al menos para mí.
—No es guapo, tiene su gracia solamente.
—Verás que con el tiempo cambiará bastante, espero —mencionó Carol de
forma empática.
—Dentro de unos meses ya no lo veras triste como lo has visto los últimos
días, es nuestro primer día aquí; quizás haga más amigos que en el Instituto
Kodaira —dijo Carol viendo a Oliver con esperanza.
—Bueno mami si tú lo dices. Yo espero que sea el mismo de siempre, no
importa lo demás.

Luego de pasear por el centro comercial, el anochecer se acercaba lentamente,
la luz se desaparecía poco a poco. La muchachita no se apareció una segunda
vez, por más que Oliver trataba de buscarla, de alguna manera ambos
buscarían la manera de encontrarse, eran dos almas que se habían
reencontrado después de mucho tiempo.
En el viaje de regreso al departamento, la ciudad comenzaba su vida
nocturna... Una vida en la que muchos autos saturaban las calles con sus luces
y el claro anochecer cubría la ciudad.
—Estoy muy cansado, quiero dormir, hoy fue un día demasiado largo—.
Añadió Oliver Tallándose los ojos y bostezando.
— ¿Mamá que habrá de cenar? —preguntó Sarah con un tono cansado.
—Hoy no habrá cena, será hasta mañana... Pueden ir a bañarse y a dormir. Yo
debo llenar unos reportes, mañana es su primer día de clases.
—De acuerdo mamá —dijeron ambos. Antes de organizar sus cosas para el
día siguiente.

Oliver fue a su cuarto, que tenía vista a la calle que yacía totalmente oscura
llena un aspecto deprimente, ninguna luz la alumbraba. Los árboles movían
sus hojas haciendo un estruendoso ruido. Por el día era una calle agradable,
por la noche se reflejaba como un lugar peligroso.
Algo se repitió, un zorzal esta vez estaba parado cerca de la ventana del cuarto
de Oliver; lo mismo había visto el día anterior a su partida de Japón, sin
embargo, pensó que era pura coincidencia nada más.
Antes de conciliar el sueño Oliver comenzó a hablar consigo mismo...
—No quiero ir a clases, No quiero conocer a nueva gente, mis amigos, se
quedarán solos... Este lugar me gusta, pero extraño mi casa en Japón.
—Quizás aquí estemos mejor todos, mañana lo sabré...
—No temo que mis amigos me olviden... Temo olvidar a mis amigos, mamá
me dijo que la vida da muchas vueltas, pero... Tengo el presentimiento que
jamás los volveré a ver, me siento mal por Sarah, ella está muy feliz por venir
aquí... Y yo lo que hago es arruinar su felicidad con mi actitud.
—Mejor debo pensar como haré para dar una buena impresión mañana en el
colegio —se dijo a sí mismo.
Dicho esto, Oliver se quedó dormido, estaba muy cansado; Sarah también se
quedó dormida, mientras que su madre paso unas horas en la computadora
trabajando antes de irse a dormir.

Al siguiente día esperaban cambios importantes en la vida de la familia,
mientras tanto en Japón; Haru y Kenta comenzaban a afrontar una vida sin su
mejor amigo que inesperadamente cambiaría con el paso de los días.

Capítulo III: Nuevo amanecer.




La noche estaba bastante tranquila, Oliver y Sarah dormían ansiosos de saber
lo que ocurriría al día siguiente que asistieran a clases. El primero se
encontraba en un profundo sueño, que más bien era una pesadilla; una de esas
que traen amargos recuerdos, y que por razones de nuestro subconsciente
aparecen cuando menos las queremos...

—Hmm... Es tan extraño que no haya venido la mitad del salón, ¿Verdad
Haru?
—¡Sí! Es bastante extraño. Hoy no hay ningún día festivo, pero eso que, si no
vienen se perderán de las clases y quizás algunos profesores nos den puntaje
extra por haber venido.
—Jejeje, tienes razón no hay de qué preocuparnos; si no vienen es problema
de ellos —mencionó Oliver con un tono algo oportunista.
—Te digo Oliver yo siempre tengo razón jajaja — rió. — Oye lo más extraño
es que la más inteligente de la clase no se ha presentado.
—Ah, ¿Quién? Hablas de Nozomi Katsura supongo. Ella no ha llegado,
supongo que también le ha dado por faltar a clase... ¡Haru! Tengo una mejor
idea, ¿por qué no salimos a la siguiente hora? Son las 8:30 podremos irnos a
las 9, si nos llaman la atención en casa, la excusa será que no asistió la mitad
del grupo.
—¡Estupendo! ¿Y a donde iremos Oliver?
—¡Pff! Cualquier lugar es más divertido que esta escuela, no quieres ir
conmigo no importa, tus padres podrían enfadarse, además deberíamos buscar
a Nozomi... Podemos invitarle a jugar videojuegos.
—Dudo que quiera, ella siempre está metida en bibliotecas o algo así, pero
quizás sea una buena idea.

Esa mañana resultó un poco agotadora, ya que ambos decidieron buscar a una
chica que desconocían donde gastaba su tiempo libre. El clima estaba muy
agradable, después de salir de la escuela y de una larga búsqueda ambos
chicos tomaron su almuerzo sentados cerca de una avenida, lo curioso fue ver
a un compañero del grupo de a lado caminar junto a sus padres, los cuales iban
vestidos de negro, muy formales los tres...
—Haru, iré a dejar esto en el contenedor de basura, no tardo.
—Ese chico, estoy casi seguro que va en el grupo 348, bueno... ¿A dónde ira?
Iré a investigar —se dijo a sí mismo.
— ¡Haru! ¡Espérame! ¿A dónde vas? —gritó Oliver corriendo detrás de él.
— ¡Rápido Oliver! ¡Acompáñame! —. Respondió sin detenerse.

Unas cuadras más adelante, la familia se detuvo delante de una casa común y
corriente, una anciana muy amable los dejó acceder. Fuera de la casa estaban
un agente de la policía y un señor que barría la calle... Ambos chicos se
detuvieron ahí. Al ver que no sería tan fácil saber lo que sucedía, se
marcharon, pero Haru escuchó lo que conversaban aquellos adultos.
—...
—Con que eso pasó, la verdad nunca me imaginé que un hombre de familia
que parecía un tanto bueno, sería capaz de esa atrocidad —. Rascándose la
cabeza y sonriendo el humilde hombre habló.
—En este mundo hay gente que no conoce el dolor, incluso de los que
conviven con él o ella, pero estoy de acuerdo... Eso fue algo peor a aúna
atrocidad —seriamente dijo el agente.
—No quiero ni imaginarme el infierno que se vivía en esa casa, pero las cosas
no debían acabar así. — dijo el barrendero en voz baja.
—Le haré una última pregunta: ¿Exactamente qué sucedió después de que
usted realizó la llamada a las autoridades? —preguntó, bastante serio.
—Escuché el sonido de una pistola, eso sucedió. Antes del sonido los gritos se
habían calmado, eso fue todo —¡Juro que digo la verdad! —.
—Perfecto, debe ir con nosotros, debe interrogarlo un agente especial, ¿cuál es
su nombre señor?
—Hiro Takaki —contestó, y después ambos se marcharon.

Eso fue bastante extraño para Oliver, ya que no tenía ni idea de lo que había
pasado en esa casa, y por qué estaba la policía en ese asunto; después de una
larga mañana de jugar videojuegos, cada quien se marchó a su casa; sin
embargo, se habían olvidado de buscar a su compañera, pero todo cambiaría al
día siguiente...
— ¡Oliver! Olvidamos buscar a Nozomi ayer, ya es bastante tarde y aun no se
ha presentado a clase, y muchos de nuestros compañeros tampoco ¿Qué rayos
sucede? Puede ser que haya ocurrido algo y no nos lo han querido decir.
—Tienes razón, He pensado que quizás ellos han armado una fiesta y no nos
lo han querido decir porque no les agradamos. ¡Hey! tengo una idea hay que
planear algo nosotros, para no aburrirnos y también invitamos a Kenta.
—Muy bien, ¡mira! el lugar de Nozomi tiene muchos papeles, no tiene nada
interesante —dijo Haru husmeando en el lugar de su compañera.

Eran tantos los papeles que había unos en el piso, Oliver recogió algunos de
ellos; lo que leyó en uno convirtió ese extraño suceso en una pesadilla.
—Haru, acércate... Esto dice... Algo... Importante —. Sonreía por el
descubrimiento, al final esa sonrisa se borró de su rostro. La hoja de papel
decía algo sobre Nozomi, dos días antes de que faltara a clases. Después de
todo que la persona más inteligente, que nunca falla en la escuela; Este ausente
dos días sin motivo alguno, es bastante extraño y no solo esa chica si no
también la mitad del salón.
La hoja decía:

"... 2 de octubre. Amanecí muy cansada, no he podido dormir en los últimos días; mamá y papá pelean
demasiado, y yo aun no entiendo por qué; Ayer tuve mucho miedo porque papá llegó enojado de su
trabajo... Creo que es porque lo quieren despedir, cuando comenzó a golpear a mamá yo trate de
detenerlo, pero me cortó con una navaja en el brazo, no me ha dejado de sangrar... Me duele mucho.
Siempre se golpean uno al otro, desde muy pequeña he pensado que la culpa es mía, Por eso le pido a
Dios que me perdone por haber nacido.
Hoy es un nuevo día, y le mostraré mis calificaciones a los dos, ¡Estoy segura de que esta vez me harán
caso y no volverán a pelear!"

—No entiendo Haru, Nozomi nunca se ve mal de nada. Ella no tiene amigos,
pero jamás la he visto llorar por algo —comentó después de leer aquella nota.
—He encontrado otra esta es un poco corta... Quizás la quieras leer, Eh...
Oliver ¿Quieres que vayamos a buscarla después de la salida? Seguro nos
haremos amigos de ella.
—Préstame aquella hoja y yo te presto la que acabo de leer, es buena idea,
tratemos eso.

La segunda hoja era de días antes que la primera, y estaba incompleta, justo
detrás de aquella hoja estaban los temas que verían en aritmética.

"28 de septiembre... Hoy me siento decepcionada por lo que pasó en la mañana... Pelearon otra vez
hasta sangrar, y yo no hice nada, me dio muchísimo miedo... Juro que un día tratare de detenerlo y se
dará cuenta que ha hecho mal y nos iremos a comer un helado los tres juntos."

Después de leer aquellas hojas, ambos chicos no pudieron esperar para ir a
buscar a Nozomi,
el primer lugar en el que buscaron fue la biblioteca de la escuela, el segundo
lugar fue la casa donde había entrado aquella familia el día anterior, allí
encontraron al señor Takaki; Oliver presentía lo que le ocurrió a su
compañera, sin embargo, quería saber si lo que sentía era verdad.
—Buenas tardes señor... Escuche nosotros estamos buscando a una chica, de la
familia... Katsura. ¿Conoce usted a esa familia? —preguntó Haru.
—Oh, buen día niños... La familia Katsura, bueno... Ellos ya no viven por
aquí. Ellos, am... Se han ido al otro lado de la ciudad. La verdad es que no sé
donde vivan ahora —respondió muy nervioso.
—Señor, por favor ¡Díganos que le ha pasado a esa chica! ¡Y a su familia! —
exclamó Oliver.
—Les he dicho que ahora viven al otro lado de la ciudad, no sé qué ha pasado
con ellos y si lo supiera a ustedes no debería importarles; estoy seguro de que
viven mejor que aquí, por allá hay barrios más decentes que este.
—Oliver, lo has escuchado... Nozomi se ha mudado de casa y seguro se ha
cambiado de escuela, ¡Ya vámonos!
— ¡No! ¡No seas tonto Haru! ¡Nozomi está muerta! Esas notas que
encontramos me lo han dicho todo, ella no vive en otro lugar —añadió
alterándose mientras sus ojos se cristalizaban.
—Oliver ¡Ya para! Eso es falso —. Haru trató de apaciguarlo, espantado por
ver la reacción de su amigo.
—Jejeje, Todo lo que dijo el mocoso de tu amigo es verdad. Su amiga y su
familia murieron hace un par de días durante la noche, jejeje me han
descubierto. No quería revelarles lo que había sucedido... Pero ¡bah! ahora que
el mocoso ya sabe que pasó se los diré... Esa noche el señor Katsura llegó de
trabajar, yo lo vi con mis propios ojos mientras barría la calle. El entró furioso,
luego de eso comencé a escuchar que él y su esposa discutían fuertemente; el
discutir cesó y solo escuche gritos, al cabo de dos horas escuche el sonido de
una pistola... Y decidí llamar a las autoridades. Jejeje ¿Con qué quieren saber
cómo murió su amiguita esa? Bueno pues... Su padre la golpeó hasta hacerle
pedazos el cuerpo, cada hueso, cada órgano ¿Se lo imaginan? El agente me
dijo que la causa de su muerte fueron hemorragias internas ¡Dudo que sepan lo
que eso es! Ahora... ¡Váyanse y déjenme continuar con mi trabajo en paz! Y
por cierto mocosos ¡Dulces pesadillas! Jejeje.

Las palabras del señor Takaki fueron muy crueles, los dos terminaron pálidos
después de escuchar las palabras de aquel hombre. Los chicos se marcharon a
su casa cada quien, los misterios se habían resuelto, Nozomi estaba muerta, los
compañeros que se enteraron habían ido a visitar su tumba o asistieron a la
ceremonia, es por eso que faltaron a clase.
El tener 10 años y enterarse de una muerte de alguien cercano es bastante
difícil, y el humor del señor Takaki hizo que las cosas de tornaran un poco
interesantes.

Todos esos recuerdos se borraron cuando sonó la alarma de un celular en la
habitación... Los rayos de luz entraban por la ventana, el día tenía un buen
clima, se oía el cantar de las avecillas y ya era hora de empezar de nuevo.

— ¡Ahh!... ¿Han pasado ochos horas tan rápido? Nozomi... Ah qué diablos,
debo estar listo, no quiero llegar tarde a mi primer día de clases. Seguro Sarah
ya se levantó de la cama y comenzará a molestarme... Huele tan rico, ¡seguro
mamá ya tiene listo el desayuno! Bueno, aquí empezaremos de nuevo.
— ¡Oliver! ¡Vamos arréglate! Es momento de irnos — exclamó Sarah.
—Rápido niños, que yo debo llegar temprano al trabajo, desayunen... Y no
vayan a olvidar su almuerzo —dijo su madre con prisa.

Dicho eso ambos desayunaron lo más rápido posible, tomaron su almuerzo y
partieron de su departamento; por fuera los esperaba un taxi... Que por
casualidad era el mismo que los había llevado del aeropuerto a su nuevo
hogar, muy amable el conductor accedió a llevarlos a la escuela.
El camino atravesaba muchas calles de la ciudad, cientos de autos
embotellaban las calles, era aún de mañana y el sol aun no salía del todo bien.
Algunos lugares eran demasiado bellos, llenos de árboles, césped y flores de
colores, las avenidas estaban llenas de grandes edificios que aun brillaban en
la decadente oscuridad.
—Mami, ¿Ya estamos cerca de la escuela? —preguntó Sarah.
—La dirección dice que está por estas calles, espero que no lleguemos tarde a
su primer día.
— ¿Cómo se sienten niños? —.
— ¡Ah, sí!, La verdad, muy nervioso —contestó Oliver volteando hacia la
ventana y sin decir nada más.

La familia llegó finalmente a su destino después de unos cuantos minutos de
viaje, Oliver y Sarah se despidieron se su madre quién les dijo que vendría por
ellos a mediodía, en la puerta de la escuela estaba la rectora, una mujer de
mucha edad, vestida muy elegante y con un perfume bastante fastidioso. Ella
los recibió con mucha alegría y los dirigió al aula correspondiente a cada
uno...
—Muy buen día, supongo que ustedes son los hermanos Williams ¿No?
—Buen día, Eh ¡sí! Nosotros somos los hermanos Williams, si no es
indiscreción ¿usted quién es? — preguntó Oliver mirando a la rectora con
desconfianza
—Yo soy la rectora de la escuela, y también su amiga si así lo desean,
permítanme llevarles al aula que les corresponde —contestó.
—Y díganme niños ¿Ustedes de dónde vienen? Yo solo sé que no son de por
aquí.
—Venimos de la ciudad de Tokio, del Instituto Kodaira —respondió Sarah con
desconfianza.
—Oh, me alegro ¿de tan lejos vienen? Bueno, hemos llegado a tu salón,
pequeña, es el salón 152. Las clases aun no empiezan, así que puedes aguardar
unos minutos mientras llegan tus compañeros.
—Usted jovencito, sígame por favor. Su salón está del otro lado del patio
principal.

Oliver observaba la escuela, era mucho más pequeña que la de Tokio y sólo
tenían medio día de clases mientras que en Tokio solía ser más de medio día,
incluso algunas veces debían retirarse de la escuela al anochecer. Este lugar le
parecía muy raro.
—Puedes ingresar jovencito, tu salón de clases será el 125. Tienes solo unos
minutos antes de que empiecen las clases, ¿Deseas hacer algo más?
—Eh, No gracias... Todo esta bien —dijo Oliver observando su aula por
dentro.
—¡Excelente!, espero que se lleve bien con sus compañeros. Tenga buen día y
nos vemos después.
Lo último que Oliver vio fue como se retiró la rectora por un pasillo hasta su
oficina, algunos chicos comenzaban a llegar, el entró a su aula y buscó un
lugar en el fondo. Se quedó quieto y muy pensativo.
—Me pregunto que estarán haciendo Haru y Kenta, seguro están en algún
lugar divirtiéndose antes de que anochezca, quisiera estar con ellos... Aquí
nadie me conoce, seré un extraño para todos. Quisiera saber qué habrá pasado
con la chica que vi ayer en la tarde, supongo que jamás la volveré a ver de
nuevo, no importa he visto a muchas chicas en toda mi vida, mas estoy
segurísimo de que no había visto a nadie igual, jajaja ahora hablo conmigo
mismo, solo quiero salir de este lugar y regresar a mi otra casa, pero eso no se
puede ni en mil años... Haru, Kenta, los extraño mucho.

Algunas veces ni nosotros mismos podemos explicar lo que se siente entrar a
un lugar nuevo sin conocer a nadie en ocasiones la nostalgia, el miedo y los
nervios entran a nuestro ser sin permiso de nosotros y es cuando no sabemos
qué hacer.
Pasando unos minutos entraron dos chicos al salón de Oliver, simplemente se
quedaron observándolo mientras charlaban entre ellos; primero habían entrado
dos, luego siete... No dejaban de llegar hasta que se convirtieron en veintisiete
alumnos, eran demasiados.
—Me siento muy solo, quiero irme a casa ¡ya!... Espero que Sarah se la esté
pasando muy bien, porque yo no —pensó con ganas de llorar.

Tras unos cuantos minutos de espera y en medio de desconocidos, las clases
comenzaron. Un profesor había entrado al salón de una forma muy seria. El
tipo traía un suéter gris y un portafolios con él, la verdad se veía de una forma
de ser muy dura y seca. Al llegar al escritorio dijo:
—Buenos días jóvenes.
—El día de hoy me han informado en la administración que tenemos un
compañero nuevo. No se cómo se llama por lo tanto debe de presentarse. No
pienso perder tiempo, así que más vale que lo haga rápido.
Dicho esto, los demás alumnos se quedaron callados, prestando atención a lo
que decía el profesor, la mitad del salón volteo a ver a Oliver, quien muy
nervioso casi temblando se puso de pie para presentarse ante sus compañeros.
Todos lo observaban fijamente.

—Eh... Mi nombre es... Oliver... Oliver Williams.
—En el instituto me llamaban Taro, tengo doce años, cumpliré los trece en
agosto del año que viene y vengo de... Tokio — sollozó—.
—Perfecto jovencito, yo seré su profesor de la asignatura de Desarrollo
Humano, mi nombre es Manuel Sandoval. No tolero proyectos fuera de
tiempo, ni faltas de respeto y... Mucho menos impuntualidad. Pero no se
preocupe, lo que no está prohibido, segura y sencillamente estará permitido.
—Si, eh.. Gracias —contestó Oliver.
—¡MUY BIEN!, ahora comenzaré la clase. Ustedes deciden que escribir y que
no escribir de las estupideces que diré jajaja.
—El día de hoy hay dos temas para clase, se los daría a escoger, pero como
quiero que el día de hoy la pasen bien, escogí el más sencillo que es: El
autoconocimiento. Eso no es más que conocernos a nosotros mismos, y las
implicaciones que esto conlleva como lo son aceptar nuestros defectos y
nuestras cualidades como persona y seguro muchos de ustedes aún no se
imaginan que significa esto, o como pueden reconocer sus defectos y
cualidades; Esta se las pondré fácil, no preguntaré nada esta ocasión por que
me imagino que no lo podrán contestar jajajaja, bueno les diré am... La
experiencia es un verdadero maestro, pues les enseña a su propio ser ¿por qué?
Bueno pues ustedes deberán aceptar muchas responsabilidades en el trayecto
de su vida, y a través de esto ustedes irán aprendiendo. Por lo tanto, ganaran
conocimiento sobre ustedes mismos... ¿Queda claro? Ahora pasemos a lo
siguiente...

El profesor Manuel continuó dando clase, hablaba de una manera muy segura,
y solo se detenía para hacer una pregunta al grupo. Parecía que le gustaba
hacer pensar a los alumnos y escuchar sus puntos de vista, aunque aún fueran
un tanto subjetivos o tal vez sólo representaba a un tipo fingiendo saber.
Caminaba de un lado a otro en el aula. Lo que decía resultó ser interesante
para Oliver.

Mientras tanto Sarah la estaba pasando mejor; puesto que ella hacia amigos
más fácilmente, y le gustaba convivir con gente nueva. Lo curioso estaba en
algo que se aproximaba, faltaban dos días para una gran celebración, y el
colegio estaría de fiesta.
—Oye Sarah ¿Piensas asistir al carnaval? Será en dos días y todo el colegio
estará ahí. ¡El ambiente es muy divertido! —dijo uno de sus compañeros.
—Oh, es cierto... Lo había olvidado, esa gran celebración. ¡Le diré a mi
hermano! ¡Seguro el querrá acompañarme! ¡Claro que iré!
—Oye amigo, ¿Ya es hora de comer? Tengo mucha hambre —preguntó Sarah
a su compañero—
— ¡Sí! Vamos al comedor, seguro no lo conoces. — dijo su compañero antes
de abandonar el aula.

Después de unas horas de clase llego el momento de la hora libre, en el cuál
todo el colegio descansaba. Algunos chicos se sentaban a comer en el
comedor, otros en el patio; algunos más jugaban fútbol o básquetbol.
Oliver esperaba a Sarah; sin embargo, ella nunca llegó con él para almorzar,
fue con sus compañeros, en ese crudo momento se encontraba solo, sentado
debajo de una jacaranda que rebosaba de vida.
—Me imagino que nadie vendrá conmigo. Bueno pues si Sarah no viene,
puedo almorzar solo no me importa —pensó.
—¡Bah! ¡Rayos! Olvide la bebida.
—¿Te gusta estar solo? O quizás no has encontrado con quien pasar el rato,
¿verdad? —dijo el profesor Manuel quien se dirigía hacia la entrada del
colegio, pues había acabado de dar clases.
—Eh... Es que esperaba a alguien, pero no ha venido nadie. Usted es el
profesor... ¿Manuel?
—Así es; he terminado de impartir clase, es hora de ir a casa. Supongo que no
te molestará que me siente a un lado tuyo, ¿cierto?
—No, adelante... Siéntese, de todas formas, estoy solo.
—Hmm... Veo que un poco de compañía te hará bien; cuando menos por
ahora... En clase te veías algo triste. Entiendo que es difícil, llegar a otro
lugar... Incluso que un adulto al que desconoces hable contigo. —Comentó el
profesor viéndole detenidamente.
—No, para nada... Su clase me pareció, buena.
—Gracias. De verdad muchas gracias... Eh... ¿Tu nombre es Taro? Perdón si
no acierto, con tantos grupos es difícil memorizar los nombres.
—Sí, bueno así me llamaban mis amigos —dijo Oliver agachando la cabeza.
—No te pongas mal hijo, piensa que puedes hacer nuevos amigos aquí. De
hecho, si tú lo deseas podemos ser amigos. El hecho de que sea tu profesor, no
quiere decir que no podamos ser amigos.
— ¿Es en serio? ¿Usted quiere ser amigo mío? —mencionó sorpendido.
— ¿Y por qué no serlo? Se ve que eres un chico simpático, además en clase
pude notar que pusiste algo de interés, a pesar de cómo te sentías. Eso es algo
raro de un chico de tu edad, normalmente estarías durmiéndote por escuchar
tanta basura de la que hablo allá.
—No te sientas mal por estar solo hijo... Siempre ve las cosas desde un ángulo
diferente. Quizás esa persona no vino contigo; pero si esa persona hubiera
llegado, seguro no tendría la oportunidad de conocerte.
—Pues, no sé qué decirle profesor, La verdad no me esperaba nada de esto, yo
solo quiero que terminen las clases e ir a casa.
—Entiendo hijo, quizás conozcas a una persona que te hará venir a la escuela,
aunque tú no lo quieras. ¿Sabes de qué hablo? Jajajajajaja sólo bromeo —se
rió el profesor con una risa un tanto grave y seca—
—No entiendo muy bien. Pero gracias por el consejo —dijo Oliver muy
pensativo.
—Muy bien muchacho. Debo irme, ya no tengo nada importante que deba
hacer en este lugar. Cuídate y haz tus deberes propiamente —se despidió el
profesor tomando su portafolios y caminando hacia la entrada del colegio.
—Gracias también a usted.
—Esto es muy extraño, no esperaba que él llegara a platicar conmigo; en clase
es muy estricto y serio, pero fuera de clase es muy... Amigable.

El timbre sonó y era tiempo de regresar a clases de nuevo, todos corrieron a
sus aulas. Oliver y Sarah aun debían permanecer un tiempo en clases, pero
algunos como el profesor Manuel debían retirarse y continuar por su camino.
El profesor Manuel vivía completamente solo, en una casa no muy lujosa...
Cuando entro a su casa recogió sus viejos libros de la mesa... Mientras
pensaba muchas cosas, una tras otra le causaban cierta incertidumbre.
—Hoy he actuado de una forma muy extraña, hablar con un estudiante y
hacerle creer que soy su amigo; eso sería algo falso de mi parte, de verdad han
sido muy pocos los estudiantes que han tocado parte de mi corazón, sin
embargo, hay algo en Taro que me ha hecho acercarme a él sin siquiera
conocerlo; seguro no es nada. Sólo soy su profesor, una asignatura en su
vida... Y él es como un ave de paso en la mía. Al igual que... Mi familia, ellos
solo fueron unas aves de paso en mi vida, ellos decidieron dejarme solo;
después de todo los que permanecemos sufrimos más que los que se van. Pero
¿por qué he tengo la corazonada de que ambos se encontrarán? Pensar en ella
me trae recuerdos de dolor y quizás alguna prueba de que dios es real, lo cual
es imposible. Pensarlos juntos quizás sea el porvenir de una nueva vida, una
vida en la que ambos encontraran la paz y la felicidad. Una historia de la cual
yo seré participe, Manuel ¿Que rayos estás pensando? El estar solo me hace
pensar muchas cosas que ni siquiera pueden volverse realidad. Solo una es
real, le ofrecí mi amistad a un niño y una nueva vida a alguien más. Solo eso
es real... Llegará el día en que sea más viejo y vea que ambos han crecido.
Bueno después de todo sólo soy un abandonado. Algo me dice que pronto las
cosas cambiarán y seguro que será para bien... Cada vez que miro algo nuevo
me hace voltear hacia el pasado y vivir de nuevo esos instantes. Será mejor
que me dé prisa o llegaré tarde.

Faltaba muy poco para que las clases terminaran ese día, la última clase de
Oliver había sido impartida en el patio trasero de la escuela, cerca de las
canchas de básquetbol. Al momento de regresar por el libro tuvo la mala
impresión de que este no estaba en su lugar. Alguien lo había tomado. Pero sea
como sea ese alguien había dejado una mochila por ahí, así que, de mala
forma, Oliver acudió a husmear ente las cosas de la mochila.
— ¡Vaya! ¿Qué es esto? ¿Mangas? ¿Cómics? ¿Revistas de videojuegos?
— ¡Mi libro! ¿De quién sería esta mochila? Hay un espejo rosa aquí así que
dudo que sea de un chico.
—Wow, dejaron dinero aquí. Supongo que nadie me vera si lo tomo.

Tan pronto Oliver comenzó a tomar el dinero, unas voces se escuchaban en el
pasillo, cada vez se escuchan más cerca... Oliver corrió lejos y tan rápido
como pudo se escondió en detrás de unos arbustos. Los chicos que venían en
el pasillo, eran tres... Un chico vestido de negro, con el cabello largo y una
perforación en la nariz, se veía mayor de edad, enseguida aparecieron dos más
una chica con el uniforme de la escuela y otro sujeto... Que portaba un
pantalón blanco y una chaqueta negra, cubriéndole la cara... Oliver los observó
y supuso que el sujeto raro era una chica, ya que levantó aquella vieja mochila
del piso; luego de eso los tres regresaron por el pasillo que llegaron, él estaba a
punto de seguirlos...
— ¡Si esa chica trae mangas consigo, debe ser muy interesante estar con ellos!
—Los seguiré, quizás seamos amigos.
—¡Hermanito! Mamá ha llegado por nosotros, es hora de irnos —Sarah
alardeaba antes de que Oliver pudiera seguir a los demás chicos.
—Espera unos segundos, debo alcanzar a esos chicos que van por allá. No
tardaré nada, ¡Esperen chicos!

El detalle fue que era demasiado tarde para seguir a los demás chicos, que
habían entrado por el pasillo. Los tres chicos se dirigían a un lugar llamado
Otaku's Life, una cafetería donde los chicos Otaku se reunían para ver series,
jugar cartas o incluso para hacer concurso de videojuegos. Era algo muy
parecido a los lugares que Oliver visitaba en Japón, algo así como una central
de videojuegos.

En el transcurso del día la familia volvió a su casa, aún faltaba tiempo para la
hora de comer. Así que ambos chicos decidieron dar una vuelta por el parque
comentado toda clase de eventos que habían vivido en su primer y nuevo día
de clases.

Sarah y Oliver paseaban tranquilamente por el parque, éste era un parque
enorme y lleno de vida, pues había gente caminando por todas partes, gente
que salía a hacer ejercicio, gente que salía a visitar los museos, y gente que
mataba tiempo. Los árboles y sus verdes hojas dejaban pasar la luz del sol en
aquellas últimas tardes de verano. Las sorpresas se empezaban a conocer
cuando los dos hermanos charlaban lo que les había ocurrido en la escuela.
—Este parque es casi tan grande como el que estaba cerca de casa, ¿Verdad
hermano? Quisiera poder pasear aquí todas las tardes.
—Pues, me gustaba más el otro parque, todas las personas en este lugar son
bastante raras. Sobre todo, en la escuela, ahí todos me miran como un
fenómeno —suspiró.
—Quizás sea por qué en verdad lo eres ¡jajajaja! Bueno, a mí me ha ido
bastante bien en este día, ¡ya tengo algunos amigos!
— ¡Bah! Lo dices porque tú siempre hablas con quien sea, después de todo
que se puede esperar de una niña inmadura como tú —remitió de forma
molesta.
—¡Oye no es mi culpa que seas un amargado! Además, tu solo has tenido dos
amigos toda tu vida... Pero bueno cuéntame ¿a quienes has conocido el día de
hoy? —dijo Sarah tratando de evadir una discusión.
—Digamos que no he conocido a muchas personas, sólo a un profesor que
habló conmigo, durante el receso... Mientras que tú andabas por ahí
jugueteando, ese profesor es muy extraño; durante clases era muy estricto y
enérgico, pero cuando hablé con él me pareció una persona muy agradable y
sincera. — contestó un poco nervioso.
—Te refieres a ese profesor... ¿Manuel? Escuché hablar de él; creo que
mañana voy a conocerlo en persona... Mis compañeros me dijeron que es un
ogro de profesor y eso me pone un poco nerviosa —comentó Sarah sentándose
en una banca cerca de la orilla de un estanque.
—Sólo espero que mis amigos se la estén pasando mejor que yo —dijo Oliver
agachando la mirada.
— ¡Mejor te cuento sobre algo divertido! En dos días será el carnaval y todo el
colegio estará ahí. Me han dicho que es una de las mejores noches de todo el
ciclo escolar —exclamó la pequeña con emoción—
—No encuentro lo divertido en eso. Además, nadie querrá acompáñame a
parte de ti —dijo Oliver de una forma muy seria.
—Pensé que te daría algo de ánimo saber eso. Quiero que vayas conmigo.
¿Vale?
—Muy bien si tú lo dices Sarah. Te acompañaré —. Abrazó a su hermana,
pues las palabras que había contestado, fueron algo duras.

Al cabo de un rato de platicar ambos chicos decidieron volver a casa con su
madre, porque la tarde pasaba demasiado rápido. El sol comenzaba a ponerse,
el cielo se volvía anaranjado y las nubes tomaban diferentes formas y se
desvanecían cada vez más y más. El final del día comenzaba, justo antes de
dejar el parque Oliver se detuvo completamente al notar que la supuesta chica
de la chaqueta negra se paseaba justo del lado opuesto de la calle.
—¡Hey! ¡Aguarda! —gritó Oliver corriendo detrás de la chica.
—¡Sarah deprisa! ¡Debemos alcanzarla! ¡Corre!
—¡Hermano! No vayas tan rápido. Me parece que esa chica es de la que me
habló un compañero de mi salón.
—¡Qué rayos! Es la misma que vi al final de las clases. ¡Apuesto a que es ella!
—exclamó emocionado tratando de seguirla.
—Me comentaron que a esa chica la conocen como Saory. Ni siquiera los
profesores la llaman por su verdadero nombre. Es mejor que no la sigas, todos
en la escuela tratan de evitarla —dijo evitando que Oliver avanzara.
A pesar de las advertencias de Sarah, Oliver aún tenía la incertidumbre de
seguir tras esa chica. Tras un intento fallido de acercarse y hablar con esa tal
Saory, los dos hermanos volvieron rápidamente al apartamento; su madre los
esperaba en un auto que la empresa le había proporcionado. Decidieron ir a
comer algo en aquel centro comercial.

Mientras tanto del otro lado del mundo las cosas giraban como lo hacían de
costumbre, Haru y Kenta continuaban su vida como normalmente lo hacían,
sin duda que la falta de uno de sus amigos tarde o temprano se convertiría en
una bomba de tiempo los convertiría en distantes.
Las clases habían comenzado, Haru se dirigía a su estante por las cosas que
necesitaba para la clase, al momento de llegar quedó sorprendido pues las
cosas que estaban en el estante de al lado se encontraban regadas por el piso,
esto hizo enfadar a Haru, pues eran las cosas de Oliver... El personal de
limpieza debió haberlas sacado y olvido retirarlas.
—¡Esto es inaudito! Tomaré lo que pueda. Cuando Oliver vuelva se molestará
de que dejamos perder sus pertenencias —pensó.
—Veamos que puedo rescatar ¡Todo está mojado! Hay muchos dibujos y
shuriken de papel, creo que nada es posible de salvar. ¡Oh este cuaderno tiene
cientos de dibujos! Lo llevaré conmigo.
—Oliver me dijo que nunca ojeara esto, pero veo que lo olvidó así que no hay
problema —se dijo así mismo—.
— ¡Wow! Esta mascara kabuki es igual a la que tiene la guitarra que Kenta le
ha regalado, supongo que aquí están sus dibujos favoritos.
— ¡Haru! ¿En dónde has estado el día de hoy? ¡Te he buscado por todas
partes! —dijo Kenta quien pasaba por ahí.
— ¡Oh! Kenta, me alegro de que estés por aquí. Limpiaron el estante de Oliver
y han dejado sus cosas en el piso.
—Tenía que pasar, tarde o temprano. Lo bueno es que has conseguido rescatar
algunas cuantas, como ese cuaderno que traes ahí.
—Lo guardaré conmigo, si un día Oliver regresa se lo entregaré —afirmó
Haru.
—Sí... Claro, si es que regresa.
—Sí va a regresar ¡Somos su segunda familia! Por cierto ¿Hoy iremos a la
central de videojuegos? Hay muchos eventos el día de hoy podemos retar a
alguien y entonces...
— ¡Sí! eh... Con respecto a eso, unos compañeros me han invitado a una fiesta
y me temo que esta vez no podré acompañarte. Tendrás que ir solo —
mencionó interrumpiendo a Haru.
—Bueno. Debo ir a clase, nos vemos después y disfruta la fiesta.
— ¡Nos vemos otro día! Cuídate Haru —respondió Kenta emocionado por la
fiesta—.

Después de ese día muchas cosas cambiaron entre ellos dos, Kenta se fue
alejando poco apoco y discretamente mientras que Haru siempre trataba de
convivir con él. Haru fue el más afectado de ambos pues sus únicos amigos
eran Kenta y Oliver. Lo más preocupante es que el tiempo indicaba que jamás
se volverían a ver.
Desde ese día Haru comenzó a hacerse una persona solitaria, normalmente
pasaba sus días de clases solo, muchos compañeros trataban de juntarlo, pero
él mismo se alejaba. Por otro lado, Kenta ya se juntaba con chicos de su edad,
algunas veces saludaba a Haru, aunque cada vez eran menos.
Y fue así como la bomba de tiempo pudo lograr su objetivo.

Un nuevo día comenzaba, Oliver se encontraba recostado en su cama viendo
como poco a poco los rayos del sol entraban en su cuarto. La calle estaba aún
oscura sin embargo los rayos del sol comenzaban a darle vida. Lo que le llamó
la atención a Oliver fue que un gorrión se posó sobre su ventana y extendía sus
alas poco a poco, recibiendo algunos rayos de sol. Había sido una noche muy
larga ya que Oliver no dejaba de pensar en esa tal Saory. Conocer a esa chica
era el único motivo por el cual quería ir a clases esa ocasión.
—¡Hijo levántate! Ya es tarde para llegar a clases. Tu hermana y yo estamos
listas para partir. — exclamó su madre con prisa.
—¡Rayos! ¿Ya tan rápido es hora? ¡Juro que no era aún! Bueno tengo que...
¿Desayunar?
¡No! Será mejor que me dé prisa —se decía a si mismo desesperadamente.
—¡Date prisa hijo o perderán la primera clase!

Tantas prisas no consiguieron ser suficientes; al llegar al colegio las puertas se
encontraban abiertas aun y eso fue por un milagro ya que usualmente las
cerraban cuando tocaba el timbre. Al bajarse del taxi ambos chicos se
despidieron rápidamente de su madre y entraron corriendo a sus aulas; Sarah
consiguió entrar un minuto tarde mientras que Oliver intentó llegar hasta su
aula. La puerta se encontraba cerrada totalmente y se escuchaba una gruesa
voz; Era el profesor Manuel quien estaba comenzando la clase.
—¡Diantres! ¡La clase ha comenzado! Supongo que no pasará nada si toco la
puerta y pido que me dejen entrar —se dijo así mismo y tocó la puerta.
La voz del profesor Manuel cesó por completo y se escucharon sus pasos
aproximándose a la puerta.
—Jovencito, ¿Qué parte de que NO tolero la impuntualidad no ha entendido?
Ahora como todo un hombre hágase responsable de sus consecuencias y vaya
a sala de detención por un reporte ó vaya donde usted quiera, pero NO
interrumpa las clases. Puede ingresar en una hora si es tan amable —añadió
seriamente.
— ¡No puedo recibir un reporte! Aún no tengo ni una semana aquí. Tratare de
ir a otro lugar, parece que no hay nadie que hayan dejado fuera. Soy el único
—pensó—.

Tras no ser recibido en la primera clase del día, y al no querer más problemas
de los que ya tenía. Oliver decidió buscar un lugar tranquilo en la escuela para
pasar el rato. La idea que tenía en mente era distraerse un poco. Cuando llegó
a las canchas de básquetbol notó que alguien más había llegado tarde y no
había ido a la sala de detención. Se trataba de un chico que tomaba su
almuerzo, estaba muy concentrado en ello. Oliver decidió sentarse unos
metros cerca de él.
El chico que comía felizmente su almuerzo reconoció inmediatamente a Oliver
y trató de pasar un rato entretenido.
—Buen día amigo. ¿Eres tu ese chico que se llama Taro, no es así? —
acercándose preguntó.
—Eh... Hola. Sí soy yo ¿Por qué me conoces?
—Ayer estuviste en clase conmigo, yo soy compañero tuyo. Hoy no pude
llegar a tiempo por todo el tránsito que hay en las calles. Así que Manoletas no
me dejó entrar —comentó.
—A mí me ha ocurrido lo mismo, pero yo me desperté muy tarde... Y ¿Cuál es
tu nombre?
—Jajajaja cuando menos has dormido bien... Por cierto, me llamo Brian.
—Puedo ver que tienes hambre ¿Gustas un poco de mi almuerzo?
—No gracias creo que yo tengo el mío, está aquí en mi mochila.... Y ¡genial!
No lo traigo ¿Qué rayos me pasa últimamente? —maldecía.
— ¡Oye! Calma hermano, aquí tengo suficiente comida para los dos. No tengo
problemas en compartir. Puedes comer cuanto quieras.
—Me siento extraño haciendo esto ¿Sabes? —tomó un poco, avergonzado.
—No te preocupes ¿Sabes? Normalmente estoy solo durante mi tiempo libre.
Ayer pude ver que también tú estabas solo... ¿Qué te parece si somos colegas?
—preguntó.
—Eh... Am... Pues ¡Estupendo! —con la boca llena Oliver contestó.
— ¡Muy bien! Si no te molesta ¿Por qué hablabas con el cuervo ese del
profesor Manuel ayer en la hora del receso?... La verdad pensé invitarte a
jugar fútbol con los demás, pero supuse que querías estar solo.
—¡Jajaja! ¡Ese cuervo! ¡Pero que buen chiste! —dijo riendo
—No es tan malo como lo imaginas Brian, digamos que es muy diferente.
Aunque como profesor sea un cuervo para ti y un ogro para mi hermana.
—Aun así, me da mala espina. Tanto él como esa chica Saory, creo que son
parecidos. Te sugiero que no trates mucho con ellos —le aconsejó.
—Lo mismo me dijo mi hermana, que no me acercase a Saory, pero ¿Qué
tiene esa chica para que todos la eviten? —preguntó recogiendo su mochila del
piso.
— ¡Simplemente es como un muerto viviente! Nunca hace nada interesante,
todo el tiempo se la pasa sola o llorando ¡Es muy cortante no te dice ni su
propio nombre! Así que es mejor dejarla sola.
—¡Entendido! —. Afirmó.
—Debemos darnos prisa o volveremos a entrar tarde a clase, pero antes puedo
mostrarte la salida secreta de los patios traseros de la escuela, si un día quieres
irte temprano podrás salir fácilmente por ahí. Únicamente debes tener cuidado
porque ni los intendentes ni los profesores saben dónde está. Si lo descubren
mandarán a sellar el hueco que tiene la pared... Además, es posible que la
comunidad escolar te asesine por delatarla —comentó Brian antes de tomar su
mochila y marcharse junto a su nuevo amigo.
—Entiendo, vayamos antes de que perdamos otra clase... ¡Andando! —
exclamó Oliver.

Todo comenzaba a mejorar, aunque de una manera muy lenta, Oliver había
encontrado alguien con quién pasar el rato en la escuela, aunque no supiera de
la existencia de Brian. Mientras tanto su nuevo y primer colega no tenía muy
buena mente para la escuela y tampoco buen cuerpo como para practicar un
deporte; sin embargo, eso que no tenía lo compensaba con una gran actitud y
lealtad hacia sus palabras.
Al llegar al patio trasero de la escuela, encontraron la salida secreta que no era
más que un simple hueco en la pared que conectaba con la calle, no había sido
descubierto debido a que el hueco estaba cubierto por arbustos tanto por fuera
como por dentro. Después de mostrarle cómo salir de la escuela Brian y Oliver
decidieron entrar a clase por el momento, pensaron que una fuga no sería lo
más adecuado. Caminaron hasta el aula al término de la clase del Profesor
Manuel quien concluyó y se retiraba.

Pese a lo sucedido en la mañana, ese fue un buen día de clases; las tareas no
eran muy difíciles, salían una hora más temprano, todo totalmente diferente a
un día de clases en Japón. Al cabo de tres horas llegó el receso, Brian traía
otro almuerzo de sobra y decidió compartirlo con Oliver una vez más. Ambos
comían tranquilamente en aquel lugar donde el profesor Manuel platicó con
Oliver hasta que Sarah llegó corriendo para decirle a su hermano que su madre
no podría recogerlos de la escuela ya que ellos saldrían más temprano. Brian
amablemente decidió ayudarlos a llegar a su casa ya que todavía no sabían
llegar por su propia cuenta.

—Por supuesto que puedo llevarles hasta su casa ¿Dices que vives en las
calles que están cerca del parque? No hay problema. Solo que tardaremos un
poco porque es un poco lejos para caminar —preguntó un poco pensativo.
—Gracias. Si quieres puedes cenar con nosotros, digo me has compartido el
almuerzo y además te gustaran los videojuegos que traigo, ¡son bastante
buenos! —dijo mientras disfrutaba un sándwich.
—Jajaja no hay problema, apuesto que mi padre no se dará cuenta de que
llegaré tarde —dijo Brian con entusiasmo.
—Puede ser que cenemos en un restaurante del centro comercial y... ¡Aguarda
un minuto!
¡Enseguida vuelvo! —exclamó corriendo hacia un rincón de sombra.
—¿A dónde vas? —gritó Brian.

Oliver había visto de lejos a la chica de la chaqueta negra, ella había ido hacia
ese rincón que la sombra abrazaba. Un rincón entre paredes que apenas tenía
unos rayos de sol que se asomaban entre la oscuridad. Brian inmediatamente
se dio cuenta y corrió tras Oliver... Unos metros antes de llegar dónde Saory se
encontraba Brian detuvo a Oliver intentando que regresara sosteniéndole de un
hombro.
—¡Vamos Taro! Olvida eso regresemos a comer... Es un desperdicio de tiempo
tratar con personas como ella ¡Anda ya vámonos!
—¡No! Espera un minuto; si tanto deseas ir a comer ¡Regresa! —arremetió.
—¡Muy bien! Si te dice algo desagradable es problema tuyo, después no me
vengas diciendo que soy mal amigo y no te advertí —comentó Brian mientras
volvía al lugar donde comían.
—¡Perfecto! ¡Ahora largo! — gritó Oliver molesto.

Al acercarse a aquél rincón cubierto por el frío y la oscuridad; esa chica se
encontraba sentada mirando fijamente en una dirección, ella no volteaba hacia
ningún lado simplemente miraba la pared... Oliver se acercaba poco a poco
hacia ella sin embargo nada cambiaba... Ni siquiera volteó al tener a Oliver tan
cerca. Él trató de no ser muy agresivo con ella, debido a todo lo que le habían
contado... Sin embargo, nada conseguía hacerla voltear.
—Hola —saludó con un tono amable. Ella no respondió.
—¿Puedo hacerte compañía? Estas muy sola y... Eso no está muy bien —
comentó, pero ella seguía sin hacer una señal de interés.
—¡Bueno! ¡Acompáñame a comer algo, seguro eso te caerá estupendo! ¡Anda
vamos apuesto a que sí! — repetía con mucho entusiasmo, pero ella
continuaba sin prestar una mínima señal de atención. Oliver agachó la cabeza
un poco triste, pues el imaginaba que esa chica tan rara era mucho más de lo
que sus compañeros decían... Se levantó de donde estaba y decidió continuar
su camino al notar que daba marcha atrás Saory decidió voltear finalmente...
Oliver la miro a los ojos y quedó sorprendido de que finalmente hiciera caso;
el gorro de la chaqueta negra la cubría junto con su cabello, la mitad de su
rostro, su color de piel estaba pálido y sus bellos ojos mostraban algo inusual
pues dejaban caer unas lágrimas negras de extraño dolor que rodaban por su
cara.
—El que estemos jóvenes no significa que debamos ser felices —fue todo lo
que ella le dijo, luego volvió a sentarse si decir nada más y sin voltear a ver.

Oliver se quedó helado por esas palabras, no podía entender bien que quiso
decirle realmente... Era algo complicado supuso que Saory quería estar sola así
que poco a poco se marchó de regreso con Brian; quién le dijo que no se
metiera con personas que realmente no merecían existir, pues él opinaba que
Saory tenía deseos de morirse por su actitud extraña y si ella lo quería así
debía ser.

El sol abrasador de mediodía se acercaba y con él terminaban las clases aquel
día. El timbre había tocado y todos en la escuela se preparaban para irse a sus
hogares. Brian esperaba impaciente a Sarah y a Oliver al final de los campos
de fútbol cerca de la salida secreta. Al no haber ningún alumno o personal de
intendencia se podía salir fácilmente sin ser observado por nadie.
Sentado en unos bloques de concreto Brian reflexionaba, si ayudar a su nuevo
compañero a llegar hasta su hogar los convertiría en buenos amigos. Después
de todo pasaba en soledad la mayoría de sus días. Tras unos minutos de espera
Brian observó que Oliver llegaba junto a Sarah.
—¡Hasta que se aparecen! Pensé que no iríamos juntos por esta vez —dijo
Brian sorprendido y ansioso.
—Te he buscado en todo el colegio, pero no se me ocurrió que estuvieras aquí.
Sarah dice que es mejor salir por la puerta principal que ese camino es más
seguro —argumentó Oliver.
— ¿Yo? Si el miedica que quería tomar un taxi es él. Yo quiero conocer la
ciudad supongo que tú eres Brian; creo que te vi junto a mi hermano durante el
receso. Ojalá seamos buenos amigos ¡Me llamo Sarah! —dijo sonriendo
—¡No importa! Brian dijo que nos llevaría a casa y no le puedo dejar plantado
—contestó Oliver avergonzado, pues al salir pensó que la mejor opción era
tomar un taxi.
—Eh... Muy bien... Hola Sarah. Gusto en... ¡Genial! Lo mejor es que nos
demos prisa, por cierto, Taro ¿Dónde es que vives? Eso no me lo dijiste.
—Vivimos en una calle que está cerca del bosque ¿Tu sabes llegar hasta allá?
—preguntó.
— ¡Demon...! Bueno sí sé llegar, pero el bosque está un poco lejos de aquí,
tendremos que caminar una hora incluso más, pero... ¿Qué rayos esperamos?
Mientras más rápido lleguemos mejor —exclamó con inseguridad antes de
mover el arbusto para que todos salieran
—Vamos Sarah por aquí, date prisa o alguien nos verá —dijo Brian, Sarah
tenía una mirada muy extraña, pues no había escuchado de esa salida.
—Sarah, te explicare después, por el momento no le digas a nadie que salimos
por aquí, ¿vale? —comentó su hermano.
—Vale... Mientras no seas malo conmigo jajajaja.
—Andando les mostraré el camino más corto que conozco para llegar al
bosque, sólo no se queden atrás por que donde iremos hay demasiada gente
¿Entendido?
— ¡Entendido! — dijeron ambos riendo—.

Sin más nada la aventura de regreso a casa empezó. Las calles daban un
ambiente de tranquilidad, el sol se ocultaba tras las nubes en ciertas ocasiones;
los tres compañeros caminaban entre las calles conversando muchas cosas
desde lo que le agradaba hacer hasta sus más grandes experiencias.
Brian en lo particular sentía que estuviese con su familia pues él había vivido
momentos difíciles con sus padres unos años atrás; el estar con nuevos amigos
que lo aceptaban, era como volver a nacer y ser el mismo sin tener que fingir a
nadie. El camino era largo pero entretenido algunas calles estaban llenas de
sombras de árboles que el viento movía ligeramente, otras estaban llenas de
gente y autos, a pesar de todo eso el ambiente estaba muy quieto, dónde ellos
caminaban abundaba la alegría y algunas risas ya que los tres se divertían
mucho al bromear entre sí.

Pronto llegaron a la recta final, una calle concurrida con un mar de gente que
aparentaba no tener un límite, por unos instantes la multitud hacía que los tres
se alejaran uno del otro.
Hubo momentos en los que Brian perdía de vista a los hermanos y viceversa.
En esos instantes ellos se preocupaban al separarse, pues si se perdían no
podrían volver a casa a tiempo.
—¡Oye Brian! ¿Dónde estás? ¡Brian! —gritó Sarah parándose de puntas para
ver en la multitud.
—Tranquila Sarah, está delante de nosotros aún puedo verlo, per camina un
poco más rápido o le perderemos la pista; odio las multitudes no hacen más
que empeorar las cosas y...
—¡Taro, camina! aún falta un poco para llegar al bosque y si no te das prisa...
¡Jamás llegarnos! Sarah ven, toma mi mano o te perderemos de vista ya que
eres un poco bajita —Hm ¿Pueden ver el semáforo de allá? Pues ahí debemos
dar vuelta a la derecha después continuar en esa calle y listo llegamos al
bosque —dijo Brian intentando tomar a Sarah por la mano.
—¡Suéltame! ¡No soy una bebé para que me cuides!
—Vamos ya paren los dos y sigamos caminando. Mamá llegara pronto y si no
nos ve en casa estaremos en problemas.
—Tienes razón Taro, ahora dense prisa caminen y no sueltes a Sarah. No la
vayas a soltar por favor y caminen a mi paso.
—¿Pasa algo Brian? —preguntó Oliver asustado.
—Detrás de mí, síganme ya casi llegamos —contestó con nervios.
Al cabo de caminar muy rápido entre la multitud, Brian los estaba
conduciendo por otra dirección de la que les había dicho. Trato de alejarlos de
la multitud y llevarlos hacia un pequeño parque cerca de una zona de juegos
para niños. Brian actuó extraño, parecía algo alterado por la rapidez con la que
los llevó. Oliver no preguntó nada más hasta que estuvieron en el parque, él
estaba nervioso tan solo con ver la mirada de Brian mientras que Sarah solo
respiraba muy agitadamente por caminar tan deprisa. Cuando llegaron al
parque Brian hizo que se sentaran detrás de una cerca de arbustos para
descansar unos instantes.
—¡Brian! ¡Dime qué sucede! ¿Por qué nos has traído aquí? El bosque es en
aquella dirección ¿Qué rayos está pasando? — preguntó enojado.
—¡Es que no te has dado cuenta, estúpido! ¡Hay dos tipos extraños; son dos
hombres jóvenes que vienen detrás de nosotros desde que nos alejamos de la
escuela! Los observé y vienen por nosotros. Eso no es nada bueno ¿Ahora
entiendes? —contestó susurrando y furioso.
—¿Qué... ¿Qué vamos a hacer? Quiero ir a casa... Tengo muchísimo miedo —
sollozó Sarah.
—Tranquila... Estás conmigo y no dejaré que te hagan daño... No llores por
favor. Brian, ¿Adónde podemos ir?
— ¡Argh! ¡Maldita sea! Esos infelices están aquí en el parque... ¿Puedes
verlos? Están cerca de ese árbol nos van a encontrar si no nos vamos... Ahora
que lo pienso, podemos ir por esas calles de allá y rodear hasta llegar a las
calles que están frente al bosque... No se me ocurre otra cosa.
—Bien... Escuchen ambos... Síganme, corran y pase lo que pase no se
detengan. No sabemos qué es lo que quieren estos tipos. Esperemos a que
volteen a otro lado...
— ¡YA! ¡Rápido y sin detenerse!

Los tres chicos corrieron tan rápido como pudieron, las calles no ofrecían
ningún tipo de protección o lugar para esconderse... Los hombres que lo
seguían corrieron inmediatamente en cuanto los vieron salir de los arbustos,
asimismo un auto negro se incorporaba abriéndose paso entre las calles.
Sarah en lo particular no podía correr tan rápido como los otros dos quienes la
halaban de un brazo para que ella no quedase atrás.
—¡Un momento! Dejen de correr... Creo que nos han dejado. Estoy
recordando estas calles... Hay una cafetería a la vuelta de la esquina podemos
refugiarnos ahí hasta que se calmen las aguas.
—¡Ya no puedo seguir! Estoy cansada. Descansemos un minuto por favor —
exclamó exhausta, muy rápido y más agitada que Oliver y Brian.
—¡Putos! Están allí de nuevo ¡Es por aquí, rápido! —exclamó Brian
alejándose.
—¡Sarah apresúrate Brian nos está dejando! ¡Corre! —gritó Oliver soltando a
Sarah.

Brian se alejó lo suficiente, poco antes de llegar a la cafetería un grito lleno el
silencio de las calles. Al escucharlo se quedó helado del susto. Siguió
caminando lentamente cada vez más lejos de sus amigos. Pronto escuchó la
voz de Oliver gritar "suéltala" pese a eso continuó sin voltear. Luego de unos
segundos el silencio volvió a las calles, tan sólo se escuchaba el sonido de los
autos que transitaban a lo lejos.
Sarah gritaba mientras ese hombre la tomaba por el cuerpo, no dejaba de poner
sus manos sobre ella... Los gritos le gustaban, podía verse en su mirada al
tomarla cada vez más cerca de sus partes íntimas, pero a la vez él quería
alejarla. Oliver no dejaría tan fácil que ese malandro se llevara a su hermana,
trató de hacerlo caer al piso, pero el joven soltó a Sarah e inmediatamente se
fue a los golpes con Oliver. Sarah gritaba pidiendo auxilio, pero nadie
respondía. Aquel joven no tardó más que unos segundos en llevar a su
hermano directamente al piso con un golpe en el estómago. Una vez derribado
Oliver le gritaba a Sarah que se fuera... Tras decir esto una ola de golpes le
seguía, lo único que Sarah escuchó antes de irse corriendo fueron los quejidos
de su hermano quien trataba de levantarse. Una vez sometido el joven intentó
seguir tras Sarah...
—¡Déjanos en paz hijo de perra! —lanzándole una piedra cerca de un ojo
Brian lo detuvo.
—¡Argh! ¡Me la pagará con tu vida mocoso infeliz! —se quejó el joven
cubriéndose el ojo. Inmediatamente Brian consiguió darle un golpe en la cara
y levantar a Oliver.
—¡Oh no! El auto blanco se acerca... Vamos Taro levántate Sarah ya está a
salvo, Debes levantarte — exclamó Brian nervioso levantando a Oliver del
piso.
—¡Corre, Brian el auto esta encima de nosotros! ¡Ahhh no puedo! ¡Duele
mucho! —repetía Oliver doblándose mientras le escurrían unas cuantas
lágrimas.
—¡Entra ya! —dijo Brian cerrando la puerta de la cafetería. El joven intentó
alcanzarlos, pero ya no entro en la cafetería, pronto se escuchó el sonido del
motor del auto y su silueta aguardaba detrás de la puerta... Era más que obvio
que no tenían deseos de abandonar a sus presas.

Los tres estaban muy asustados y no dejaban de respirar agitadamente... En
especial Sarah ella tenía un color tan pálido como el hielo. Subieron al
segundo piso de la cafetería al pasar unos minutos el auto se retiró
incorporándose a una calle... Al menos eso fue lo que Brian observaba en la
ventana.
—Definitivamente se han ido... Necesito algo dulce o algo para comer... No
tengo ni idea de lo que quiero. Creo que bajare al mostrador por algo, espero
que puedan llamar a alguien que nos saque de aquí; no iré allá afuera solo por
ningún motivo —comentó.
—Supongo que traigo mi teléfono... Sarah ¿Por qué estas llorando? Ya paso
todo, nadie nos hará nada. — preguntó observando a su hermana con soberbia.
—Tengo miedo... No sé qué me pasa, ¡Quiero ir a nuestra casa y estar sola!
Desearía que esto jamás hubiera pasado —lloraba—.
— ¿Oliver? ¿Te molesta si te doy un abrazo? Mamá no está aquí para que la
abrace y...
—Para ya. Sabes que odio los abrazos... Todo fue culpa tuya si hubieses
corrido más rápido nada de esto habría sucedido —argumentó seriamente...
Pronto se levantó de la mesa y comenzó a recorrer la cafetería. Sarah siguió
llorando...

Aquellas escaleras de madera crujían con cada paso que Oliver daba. Al llegar
abajo comenzó a recorrer toda la cafetería que estaba vacía; ellos tres eran los
únicos que la visitaron esa tarde. Una melodía de piano envolvía las cuatro
paredes, Brian subió las escaleras con un helado... Únicamete se miraron a los
ojos uno al otro sin decirse nada.
La cafetería no tenía ninguna señal más de vida, el encargado era un
muchacho que por sus características era un adolescente de dieciocho años
más o menos, se encontraba sentado detrás del mostrador, recargado en una
silla escuchando música mientras dormitaba. Oliver se quedaba viendo la
galería de imágenes que colgaban de las paredes... Mientras el observaba el
muchacho lentamente abría los ojos viéndolo.
— ¿Deseas tomar algo?, ¿un café? o ¿prefieres un té? —preguntó sin
levantarse de la silla
—No —contestó Oliver.
—¿Te gusta el arte? Allá atrás hay más pinturas. Todas las he hecho yo solo...
Ten cuidado allá atrás está oscuro... Sí. Muy oscuro... ¿Le temes a la
oscuridad? —preguntaba volviendo a dormitar en la silla—.
El piso de madera rechinaba, las mesas que estaban cerca del mostrador eran
alumbradas por una lámpara, pero aquellas del fondo eran iluminadas por
velas. A medida que avanzaba por el corredor una enredadera se extendía por
las paredes y el techo. El final era bastante frío y húmedo. La primera imagen
era una bebé en brazos de sus padres. La segunda un padre y su hija sentados
en una mesa de una pequeña cabaña. La tercera era sólo el padre parado en
medio de una llanura. La cuarta estaba llena de hierbas por lo que Oliver trato
de quitar algunas al removerlas, retrocedió pues había visto una cara parecida
a él. La cara hablaba por si sola con esas heridas que la sangre aún no
abandonaba, unas venas negras que nacían de unos ojos con una expresión de
muerte, esas venas aún se abultaban con la sangre y unos labios que habían
mordido carne, pero al quedar sin saciarse querían abrirse de nuevo.
—Hermoso ¿No lo crees? —comentó el muchacho tomando a Oliver de un
hombro dejándolo frío del susto.
—¡Ahh! ¡Ah! —gritó—, y después al ver que era el muchacho suspiró.
—Tus amiguitos están hablándote, dicen que pronto se marcharán.
¿Sabes? No viene mucha gente a este lugar. Ustedes han sido las primeras
personas que veo en semanas.
—Es... ¿Es en serio? —preguntó tartamudeando.
—Sí. Este lugar... ¿Es genial?, ¿no? Yo vivo abajo con mi perro. —Él duerme
por eso no hay ruido—.
—Aja... Adiós. Mi hermana y yo ya tendríamos que estar en casa. Un día
volveré. Lo prometo—. Oliver se despidió, marchándose hacia las escaleras.

Luego de un rato de tranquilidad por fin llegaron al apartamento, que por
suerte estaba solo. Oliver seguía adolorido, pues tenía un golpe en la cara que
apenas se veía, pero los golpes grandes los tenía alrededor de las costillas y las
piernas; pensó que no sería un problema mientras soportara el dolor.
Cuando su madre llego los cuatro fueron a cenar y a dar un paseo por una
plaza. El intento de secuestro nunca más fue mencionado, aunque a pesar de
las risas que hubo entre abrían y Oliver... La mirada de Sarah decía con mil
palabras que nada estaba bien.
Un día agotador concluyó en una noche llena de remordimiento que
transcurría en silencio.

El tercer día había comenzado, por la mañana no hubo mención de lo que
había ocurrido en la tarde, simplemente fue una mañana en la que Oliver y
Sarah no se hablaron durante el desayuno, ni bromearon en el camino a su
escuela... Sarah aún tenía los ojos cristalizados. Cuando su madre le pregunto
qué era lo que sucedía ella no respondía; simplemente estaba aún asustada.
Oliver se mostró indiferente a Sarah esa mañana y lo estaría durante todo el
día.
De los dos días anteriores este fue el más normal en cuanto al colegio; no
ocurrió nada interesante, Brian y Oliver asistirían al festival que estaría listo
para el atardecer, la cuidad comenzaba a mostrar más alegría de la que
comúnmente lo hacía la música, que sonaba en todos lados era una prueba de
ello. Al transcurrir las horas en el colegio Oliver y Brian notaron que Saory no
se encontraba entre ellos, ambos imaginaban que como cualquier día siempre
hay alguien ausente. Como un necio trató de buscarla en la escuela, pero Brian
inmediatamente le detuvo argumentando que no perdiera el tiempo y mejor
comiera su almuerzo.
Ese día el tiempo se fue cual gotas de agua al sol, las clases fueron más
rápidas y poco interesantes como lo solían ser para Oliver excepto la de aquel
hombre solterón, esa clase era la mejor de todas, o al menos así parecía en su
criterio.
La hora de salir finalmente llegó, Oliver y Sarah partieron hacia su
apartamento para regresar en la tarde, su madre los separaba en la puerta del
colegio traía un auto que le proporcionaron en el trabajo, un Volkswagen de
buena apariencia, de color plata y con neumáticos deportivos. Mientras tanto
Brian se dirigió a la dirección contraria, pensó en no ser el de sobra; se sentía
solo... Pensando que a noche era tarde y su padre no estaba preocupado por
qué el aún no llegaba a casa.
Brian tenía una vida mucho más desahogada y difícil que la de Oliver. Muy
pocos compañeros se volvían amigos de Brian por qué consideraban que su
forma de ser era muy difícil... Pocos sabían lo que sucedió con sus padres.

—¡Mamá date prisa o llegaremos tarde al festival! —exclamó Oliver bajando
las escaleras rápidamente.
—¡Vamos solo quedan algunos minutos antes de que comience! ¡Sarah rápido
subamos al auto!
—¡Ay! Bueno pues si tienes prisa, deberías llegar corriendo a la escuela desde
ahora —dijo Sarah molesta por la insistencia de su hermano.
—¡Basta! Dejen de discutir y subamos al auto, o no llegaremos a tiempo
pequeñas sabandija —dijo su madre con un tono amable descendiendo las
escaleras.
—Tengan buena tarde todos ustedes. Les deseo que la pasen y de lo más
excelente —mencionó la recepcionista recogiendo sus cosas y caminando con
prisa hasta la puerta en la cual pasaban los rayos del sol.
—¿Buena tarde? —se extrañó Sarah observando el reloj y lo extraño que se
veía la amable recepcionista.
—¡Vamos!, ¡Caminen más rápido o el taxi no querrá aguardarnos! Miren la
hora, ¡Estamos por perdernos el inicio del festival! —mencionó Carol saliendo
por la puerta del edificio.
—¡Con un demonio! Sarah no se da prisa, Sarah ven ya ¡Subamos al taxi!

Sarah solo veía con ojos de tristeza a Oliver, por lo ocurrido en la cafetería
algo extraño ya que normalmente este era quien veía a Sarah como una
insolente y desesperante hermana ya que siempre gustaba de hacer bromas o
llevar alegría a cualquier persona o lugar. Sin embargo, ese día no había
mucha alegría por parte de Sarah.
Por su parte las avenidas de la ciudad estaban un tanto rápidas, todos los autos
partían hacia diferentes sitios, era un día de celebrar y de estar con la familia,
al mismo tiempo los edificios de la ciudad comenzaban a mostrar el elegante
brillo de sus luces mostrando su capacidad de estar despierta siempre.

Las calles antes del colegio estaban saturadas de autos y la música proveniente
de la escuela adornaba los alrededores adornados de papel multicolor. El
ambiente alegre del festival podía escucharse a varios metros de la escuela. Al
llegar la sorpresa de la familia fue enorme...
—Esto es... Meramente ¡Genial! ¡Mami! ¡Mira ese de allá es mi salón de
clases! —decía Sarah con asombro.
— ¡Vaya hay muchos juegos! ¡Quiero jugar a ese de pinchar globos con el
dardo! ¡No! ¡Mejor el inflable! ¡Si! ¡Es muy extremo! —se dijo Oliver a sí
mismo corriendo hacia el juego mecánico junto con más críos que querían
subirse.
—¡Oliver! ¡Espera!, ¡Bueno!, ¡Sarah! ¡Muéstrame el colegio!... ¡Qué buena es
la música que tocan por aquí!
—¡Claro! ¿Crees que Oliver pueda entrar al grupo musical de la escuela? Sus
compañeros están ahí y además...
—¡Ven!, ¡Observa! Ese juego consiste en quitar bloques sin que la torre se
caiga. Sarah, debes participar en ese juego... ¡El premio es aquel oso de
peluche que está en la mesa!
—¡De acuerdo! Pero ven conmigo por favor... Me apena andar sola y más si
hay chicos por aquí —. Dijo Sarah tomando a su madre por la mano y
caminando hacia los juegos de mesa.

El colegio estaba totalmente cambiado ese día familias jugando, observando
los bailes que unos alumnos habían preparado, encendiendo fuegos artificiales,
conviviendo mientras comían y hacían bromas, algunos niños participaban en
los juegos mientras que otros jugaban a corretearse entre ellos... Inclusive los
profesores hacían bromas entre ellos todo eso acompañado de un ambiente de
alegría y música tradicional que simplemente ponía de humor a cualquiera.
Brian paseaba por ahí, estaba solo... Sus padres no lo acompañaron este año;
sin embargo, al ver a Sarah y a Carol su expresión cambio totalmente decidió
irse con ellas y buscar a Oliver para pasarla bien esa tarde. Brian les enseñó la
comida que había en el festival, toda era comida tradicional un poco picante
para aquellos que no la conocen.
—¡Taro! ¡Es fenomenal verte aquí! ¿Ya probaste todos los juegos? —preguntó
Brian.
—¿Brian? Dijiste que no vendrías este año.
—Bueno, sí eso dije, pero ya estoy aquí, mis padres no pudieron venir, vamos
con tu familia... Ya están cenando sin ti. Anda están cerca de la entrada
¡Vamos!
—Hmm si supuestamente, mejor vamos a otro lado... Sarah está molesta
conmigo no entiendo por qué si ella es la fastidiosa siempre.
—¡Solo prueba la comida! ¡Sé que te gustara muchísimo! Después podemos
encender fuegos artificiales mira aquí tengo... ¡Rayos! No me quedan más,
necesitamos más, son divertidos... Digo si tú quieres.
— ¡Está bien! si tú lo dices, vamos por ellos —dijo caminando con lentitud
mientras observaba como los demás niños y algunos compañeros suyos
encendían unas pequeñas bombas que lanzaban luces de todos los colores.
— ¡Taro! Mira prueba esto... Seguro te gustará —Brian le ofreció comida a su
amigo mientras Sarah se reía maliciosamente junto con su madre.
—Se ve rico y huele muy también ¿Qué es Brian? —preguntó mientras se
sentaba a comer—

Pocos segundos pasaron antes de que Oliver después de comer gritara y saliera
corriendo pidiendo agua... Mientras Sarah, Brian y su madre morían de la risa
al verle todos los gestos que hacía por el picante.
— ¡Hijo! Busca agua, mira allá delante hay agua de sabor...
—¡¡Ahhh!! ¡¡Que malos son!! —gritó Oliver mientras zapateaba y miraba de
un lado a otro buscando agua. Poco después corrió por un vaso de agua.
—Bueno... Me temo que Brian se comerá una cucharada de su propia
medicina, necesito un globo con harina ¡Si de esos de allá! —se dijo así
mismo mientras se acercaba a unos niños y tomaba un poco de agua.
—¡Hey tu niño! ¿Podrías darme uno de tus globos? Lo nece... ¿Qué rayos? Por
favor camine con cuidado señor un tanto más y me manda al piso —dijo al ser
empujado por alguien que caminaba por allí.
—El que anda distraído eres tú. ¿Acaso es la primera vez que te veo sonreír y
jugar como los niños normales tu edad? —preguntó el profesor Manuel
quitándose las gafas negras que lo hacían un desconocido.
— ¡Una gran disculpa! ¡La verdad no era mi intención! — tartamudeaba.
— ¡Bah! ¡Despreocúpate! Me alegra verte... Válgame la frase. Alegre. Es
mejor que andes jugueteando a estar solo como te he visto desde que llegaste.
—Gracias —contestó Oliver observando al profesor de una manera extraña.
—He venido a buscar a una persona que... Bueno no te incumbe mucho. Sé
feliz por hoy. ¡Ah, se me olvidaba! Haz tus deberes; entre ellos tu tarea. Que
es todo menos poca.
—Adiós —.
Unas palabras frías y extremadamente directas. Antes de regresar Oliver
observó el fondo del patio donde estaba el corredor hacia las canchas. Allá no
se veía alma alguna jugando. Ese rincón permanecía en silencio. Unos rayos
de sol agonizante iluminaban a una persona sentada bajo dos pinos. Algo más
allá del pensamiento le dijo a Oliver que esa persona era la que el profesor
buscaba. Mientras su madre y Sarah comían y bromeaban con Brian;
aprovechó para salir corriendo a ver esa figura que le resultaba familiar.
Al llegar con la chica sentada bajo los árboles estaba muy nervioso, no sabía si
pasar fingiendo que algo buscaba, o si decirle que la buscaban. El simplemente
quería ver el rostro de esa chica. Al no saber qué hacer decidió volver, pero la
chica se levantó y camino unos metros detrás de él.
—¡Aguarda! ¡Caminas muy rápido! ¿Eres Taro Verdad? —preguntó mientras
estaba detrás de él. Oliver simplemente se detuvo y se quedó helado al saber
que esa chica lo conocía.
—Sí...
—¡Ya decía! Tú eres el que habló conmigo ayer. Siento haberte ignorado. Ayer
no me sentía bien. Soy Saory —confesó sonriendo. Oliver no lo podía creer.
—Tú... A ti te vi en el centro comercial. ¡Si! Reconozco tus ojos —dijo
tartamudeando y más rígido que una estatua.
—Hasta ahora que lo mencionas creo que tienes razón. Pero debía ir a casa así
que corrí lo más rápido que pude. Mis padres me esperaban —comentó
mientras Oliver hacia viscos al verla hablar.
—¡En serio! Lamento mucho haberte dejado hablando solo. Bueno tendré que
hacerlo una vez más jeje ya es tarde, anochecerá y además me esperan mis
padres.
—Gusto en conocerte. Eres buen chico al tratar de ayudarme pocos hacen eso
¿Sabes?
—Gracias. ¡Un momento! ¡Puedes viajar con nosotros! Te llevaríamos hasta tu
casa —dijo Oliver apenado tomándose el cabello.
— ¡No! Es decir... No tienes que molestarte, además, te conozco desde ayer;
quise decir desde hace poco. Mejor otro día —respondió con prisa.
—Bueno, creo que nos veremos otro día ¿Verdad? —preguntó el chico.
—Aja... Eso seguro, por ahora piérdete o ve a jugar. Me tengo que ir.

Sin palabras, sin pensamientos y casi sin cerebro Oliver vio una vez más como
esa chica tan rara desaparecía entre la multitud sin siquiera decir un adiós.
Definitivamente esa persona no era la que buscaba el profesor Manuel.
El feliz día de festival ahora hizo que Oliver se desbordara de alegría, la chica
que lo volvió loco por unos segundos aquel día finalmente se acercó a hablarle
de una manera inesperada, y por si fuera poco esa chica también se
representaba como la leyenda del colegio, ósea casi una persona
completamente inalcanzable. Sonreír como un tonto con esperanza y orgullo
en el alma fue todo lo que hizo en lo que restaba de ese día.

Capítulo IV: El sonido del trueno.


Transcurridos casi treinta y seis meses todo se convirtió rutinario y normal,


ahora comenzaba agosto. Los vientos otoñales llenaban cada rincón de la
ciudad, los árboles del bosque danzaban sus ramas con júbilo dejando caer
muchas de sus hojas que cubrían el suelo esparciéndose más y más.

Algo había cambiado en Oliver fue de manera muy súbita, de pronto todos los
viejos recuerdos que él y Sarah tenían se desvanecieron como hielos al calor
del sol.
Pronto ya tenían amigos de nuevo; salían a divertirse con Brian en ocasiones
acompañados de los compañeros de Sarah, raras veces disfrutaba de estar un
tiempo con Saory (aunque ella no quería decirle su verdadero nombre). Carol
sintió un profundo alivio ya que jamás lo volvió a ver triste, todo
aparentemente había mejorado. En tanto el profesor Manuel formaba una parte
importante en la vida de él, poco a poco ambos fueron frecuentándose y
aprovechaban alguna ocasión para charlar.
—Una mañana más. Un día de vida que me he permitido yo y nadie más. ¿Me
pregunto yo que estaría haciendo en este momento si mi vida no hubiese
cambiado hoy hace tantos años? Seguro sería una persona feliz, común y
corriente como los demás. ¡Ja! Pero qué cosas digo, un año más de los cuales
serán muchos. Cada año es tan largo como la edad del universo mismo...
Después de todo es un día de clases, no la debo pasar mal. Al menos sé que
hoy no estaré solo — se dijo el profesor observando la hora en su viejo reloj
de madera, mientras desayunaba un trozo de pan caliente —.
—Esta casa está patas arriba o algo peor. Tantos libros no me sirven ya de
mucho, aquellos que están en el sofá eran de mi padre... Esos los conservaré,
pero aquellos que están en el piso y en el comedor los donaré a la biblioteca.
El resto irán al estudio junto con los demás.
—Todo lo que veo son libros viejos llenos de polvo dentro de esta miserable
casa, el jardín está muy descuidado lleno de césped marchito ¿Qué pensaran
los vecinos? Que soy aquel viejo hombre que no pudo encontrar pareja y ahora
vive en la miseria... Sí eso han de pensar —se decía a sí mismo caminando de
un lado a otro por la casa, de vez en cuando bebiendo un trago de café.
— ¡Vaya qué hora! Ya es tarde. Me imagino que los alumnos están por llegar a
clase —añadió bebiendo un último trago de su café, mientras tomaba las llaves
para salir de su casa, claro sin olvidar su portafolio.

El profesor caminaba un largo camino antes de llegar al colegio. Él vivía en un
lugar bastante transitado por multitudes, siempre antes de alejarse poco a poco
de su calle, se detenía frente a la casa de sus vecinos. Una casa que aparentaba
estar totalmente abandonada, pues esta tenía unas ventanas cubiertas por telas
grises, el viento y el sol despiadados arrasaron con la pintura; incluso el
mismo césped crecía tan alto que al entrar ahí cubría hasta las rodillas. En los
ventanales se observaban maceteros con flores y plantas marchitas desde hace
varios meses. Sin embargo, en las noches en esa casa vivía una persona que
encendía la luz del segundo piso de la casa pese a las cortinas grises se
observaba que alguien encendía las luces y la casa permanencia iluminada
hasta que llegaba el agonizante amanecer.
La persona que habitaba esa casa la abandonaba antes de que amaneciera y
volvía en la noche cuando todos en el vecindario ya estaban dormidos.
Con firmes pasos el profesor enmascarado con sus gafas oscuras se dirigía
hacia el colegio, no importaba la distancia él siempre llegaba a tiempo. Se
detenía de vez en cuando en algún lugar en donde vendieran revistas, artículos
o periódicos.



Mientras tanto en la escuela Brian esperaba en el fondo del aula la llegada de
Oliver o de alguien con quien poder matar unos minutos de tiempo antes que
iniciara la clase. Usualmente él era el primer alumno en toda la escuela. No
importaba la persona que entrara, matar unos minutos de aburrimiento siempre
es bueno y cae genial a toda hora.
—Maldita sea... Si tan sólo pudiera correr bien sin esa molestia de la rodilla,
saldría a correr a las canchas de futbol en vez de contar moscas acá.
—Bien, supongo que si trato de ir a las bodegas y buscar que objetos se han
perdido podré encontrar algo interesante —pensó.
—Ten un buen día. — dijo Saory entrando.
—Me preocupas ¿Lo sabías? Siempre eres el primero que llega y el último que
se va. Eres algo así como el fantasma del colegio jejeje —comentó de forma
soberbia con un tono burlón.
— ¿Yo? Al menos tengo nombre... Y amigos. No te hablo nunca ¿por qué
deberías preocuparte por mí?
—Simple y sencillo sarcasmo. Jamás me molestaría en ayudarte y lo sabes,
además si no es Oliver el que te busca para pasar el tiempo, no es nadie.
—Al menos alguien me busca —susurró Brian molesto.
—Sí claro —contestó la mujer fríamente.
—Bueno, me largo de aquí. Allá afuera hay amigos que me esperan. Tú
quédate aquí y disfruta de las clases, que seguro te entretienen mucho.
— ¡Espera! ¿Qué dirán tus padres si algo te sucede? —preguntó tomándola
por un hombro—
—Am supongo que no me dirán nada. Están siempre ocupados y no tienen
tiempo de estar conmigo... Eso es bueno porque soy libre más libre que tú y
que nuestros compañeros —contestó cruzando la puerta del aula.
— ¡Eres extraña! ¡Y rara! ¡Y de nuevo extraña! —gritó Brian mientras Saory
se alejaba hacia la salida secreta, algo había olvidado: una pequeña mochila
con cuadernos. Brian seguro pensó que era una trampa para engañar a los
profesores.
—¡Cómo tú quieras! —fue todo lo que respondió.

Ese día de clases Saory no volvió a la escuela, Brian y Oliver decidieron
guardar su mochila. Pasaron trece días y no aparecía. "Ella es así" o "Ha
desaparecido más tiempo". Eran los argumentos que Brian le decía a Oliver ya
que este no dejaba de preguntar.
—He oído de un lugar donde Saory pasa las tardes, pero es un lugar de puros
extraños... No te gustara pasarte por ahí, además para que buscarla si siempre
que queremos hablarle huye o no hace a un lado.
—A mí me parece una persona interesante; tú siempre te pones de mal humor
cuando se menciona algo de Saory.
—¡Mal humor es cuando no haces caso! Eres mi amigo y no quiero que
estés... Con esas malas influencias —dijo Brian refunfuñando.
—Sea como sea... ¿Qué quisieras hacer? Faltan ocho días para tu cumpleaños
¡Estoy orgulloso de ti! ¿Quince años ya? Es un corto tiempo, pero un largo
trayecto, progresaste mucho. Supongo que te la pasarás con tu hermana y con
tu madre —Sí... Con quién más verdad. Después de todo pasar tu cumpleaños
con tu familia es lo más importante.
—¡Si! ¿No es genial? También quiero que tú y Saory estén conmigo, son mis
dos amigos; no puedo hacerlos a un lado y dejarlos solos. Además, le pediré a
mi madre que nos lleve de vacaciones ¡No puedo esperar ni un día más! Oye...
¿Crees que tus padres te dejen viajar con nosotros?
—Taro... Am bueno, mis padres... Si mis padres... Am no lo sé tal vez —dijo
Brian tartamudeando.
—¿Todo bien Brian? —preguntó Oliver tomándole por el hombro.
—Sí, aunque, mi padre no está mucho tiempo conmigo... Mi madre tampoco,
ellos viven divorciados. Si no estoy con alguno de ellos estoy aquí en la
escuela o en algún otro lugar.
—Es difícil vivir así... Pero te acostumbras y aprendes muchas cosas como a
andar solo en la calle y llegar a casa en una sola pieza.
—Bueno si tú lo dices. Solo por favor no faltes, no haré una fiesta, pero sí
quiero que estar con mis amigos —mencionó mostrando mucho entusiasmo.

Algunas veces la vida era difícil para Brian ya que sus padres no cuidaban
debidamente de él y usualmente siempre la pasaba solo. El hecho de tener un
amigo le favorecía mucho; cambió drásticamente como lo hizo Oliver. El estar
en un nuevo ambiente le hizo olvidar a sus viejos amigos, llevando sus
recuerdos y su talento al vacío de una mente sólida y entusiasta.
El tiempo transcurría y no había una señal de Saory, hasta que un día, después
de clases Brian llevó a ambos hermanos a un lugar donde jugaban videojuegos
y cartas de diferentes personajes, Brian odiaba eso... Pero finalmente se sentía
bien al ver a sus amigos contentos. La sala de juegos era muy diferente a la de
Japón, pues los jóvenes que asistían eran mucho más alegres y llegaban a
reírse y hacer bromas mientras jugaban, en el fondo de aquella sala se jugaban
juegos de mesa como cartas, en esa zona algunos apostaban... Brian al entrar
se entretuvo un tiempo observando los movimientos que cada participante
hacía, Sarah y su hermano jugaban en máquinas arcade. Saory estuvo entre
ellos mucho tiempo, sin embargo, pasó desapercibida por los demás, su
extraño vestir y su conducta un tanto varonil la hacían camuflarse con otros
chicos. Pese a eso ella sí pudo notar la presencia de Brian, aunque no de los
hermanos.
— ¡Hermano! ¡Toma el control! —gritó Sarah desesperada y brincoteando de
un lado a otro.
— ¿Sarah? ¿Estás bien?
—Debo ir —susurró
— ¡Rápido guarda la partida! ¡Enseguida vuelvo! ¡No tardo! — dijo corriendo
hacia los sanitarios. Antes de llegar tropezó de repente.
—¡Hey ten más cuidado!
—¡Perdona, en serio lo siento mucho! Oh... ¿Saory? ¡Qué haces por aquí! Mi
hermanito siempre te está buscando, ve con él está sentado frente al televisor
cerca de...
—¡No le digas que estoy por aquí! —interrumpió a Sarah, esta se quedó
espantada por la forma de reaccionar de Saory.
—Nadie debe saber que estoy por aquí, mis padres se molestarían de ser que
esto llegase a sus oídos…Si saben que hago todas las tardes me castigarían por
andar de vaga.
—¡Entendido! Pero ve más a clases... Mi hermano y Brian en serio se
preocupan por ti.
— ¡Bah!, ¡Brian es un iluso! Debo irme antes de que se den cuenta que estoy
aquí, seguro que me preguntan infinidad de basura, bueno cuídate Sarah nos
vemos algún día —dijo Saory caminando para salir de la sala de juegos.

Pasaron algunas horas, Saory en realidad no se marchó de la sala de
videojuegos, permaneció fuera un tiempo mientras platicaba con un amigo,
pero pronto el tiempo de platica se les acabó pues el clima, el irónico clima de
otoño llevaba una última tormenta las nubes negras y deprimentes no
demoraron mucho en llenar el cielo de un tono gris casi negro, asimismo el
cantar del viento levantaba las muertas hojas de los árboles. La madre de
Oliver llego en un santiamén; sin embargo, Brian creyó ver a Saory y para
bien o mal se lo mencionó a su amigo. Carol estuvo de acuerdo en dejar ir a su
hijo a buscar a su amiga, siempre y cuando regresara antes de que lloviera.
Brian decidió acompañarle para ayudarlo a volver a su apartamento.

A penas unos cuantos pasos se alejaron cuando Saory emprendió el vuelo y al
notar que estos dos la seguían decidió alejarse rápidamente para después
desaparecer entre la gente y el sinfín de calles. Brian trató de seguirla, Oliver
iba detrás de él a toda prisa, caminaron durante algunos minutos cuando ya
estaban rodeados de edificios y gente, se habían alejado mucho de la sala de
juegos y por lo tanto de lo apartamentos.
—Taro, hay que regresar... No conozco estos lugares. Se avecina una tormenta
y no me place llegar empapado a casa.
—Hay que caminar un poco más y ya. Después de todo no tienes nada que
hacer en tu casa ¿cierto? Entonces andando.
—Lo sé, pero eres más necio que una mula trabajando en la mañana, si eso...
Nunca me escuchas y además nos perderemos como aquel día.
—Aquel día nos perdimos por qué querías llegar a la cafetería por un atajo que
ni siquiera recuerdas. Puede ser que jamás vuelva a ver a Saory y no vendrá a
festejar mi cumpleaños —añadió Oliver deteniéndose y buscando entre la
multitud.
—Taro, solo dime una cosa... ¿Por qué te interesas por Saory? ella no se
interesa jamás por ti, puedo apostarte que no lo hará... ¡Ni contigo ni con
nadie!
—No entenderías, esa cosa es que ella... Me intriga, creo que es buena persona
y que solo necesita un amigo.
—Lo único que tendrás son más problemas aparte de los tuyos... Hazle caso a
tu amigo el cuervo viejo como él siempre dice "Donde no te necesitan,
estorbas" Mejor déjale en paz y dedícate a buscar un nuevo deporte. Que por
cierto nunca me dijiste que deporte practicabas allá en Tokio.
—Practicaba sgrima... Y creo que ya te lo había comentado Brian. Deberías
poner más atención. —comentó Oliver con un tono cortante.
—Wow ¿en serio? Pues creo que no lo recuerdo... Oye un momento ¿también
tocas la guitarra? — Preguntó Brian asombrado.
—Yo siempre quise aprender, claro no he tenido pinta para eso, pero ¿podrías
enseñarme?

Tras esas palabras Oliver quedó helado, dos meses habían pasado ya desde
aquel día y olvido a sus mejores amigos como si fueran cualquier recuerdo,
aquellos días dorados de verano que habían sido lo más importante en su vida,
esas peleas callejeras, aquellos regaños por llegar tarde a casa ahora no eran
más que un recuerdo desvaneciéndose en el olvido.
Por unos instantes observaron que Saory caminó hacia una calle bastante
tranquila, pero ya era tarde; la luz agonizante desaparecía cada vez más
mientras que las nubes se volvían más negras y oscuras con el intenso color
del crepúsculo. Brian dijo que él no seguiría más tiempo y a esas horas de la
tarde ya debía estar en casa; lo único que le dijo a Oliver fue que tomará un
taxi para volver.
Con la necedad de siempre continuó rápidamente tratando de alcanzar a Saory.
Pero un joven de pelo largo lo detuvo y lo observaba fijamente mientras
fumaba.
—¿Sigues a Saory verdad amiguito? — lo dijo expulsando humo por la nariz

—Sí, pero solo quiero darle Hmm un aviso —dijo nervioso soltándose del
joven.
—Tranquilo pequeño, no te mataré... En dado caso supongo que serás el chico
de quién Saory me habla. Ella vive en esa calle, date prisa o entrara a su casa y
no sabrás cuál es.
—Ehh tú puedes decirme en qué casa vive, ¿verdad?
—Eso no lo puedo hacer, pero te diré esto: "Las estrellas destacan por el brillo
que emiten"
Si no lo entiendes no es mi problema. Si vuelves te invitaré un cigarrillo.
—Saory se comporta muy raro hace días, ojalá puedas descubrir que tiene.
Ella es mi amiga y me preocupa verla así, aunque ella no me diga nada...
siempre pasa desapercibida.
—Los vampiros me esperan. Después de todo la noche no se hizo para dormir.
Regresa vivo de no ser así no vuelvas. Ya hay muchos fantasmas como ese
tipo raro de la cafetería, él me aterroriza.
Fueron esas las últimas palabras del joven antes de seguir fumando
tranquilamente. A pesar de la prisa Saory entró a su casa; para desgracia de
Oliver no pudo ver en qué casa entró, pero después de todo las estrellas
destacan por la luz que emiten. Dedujo que la casa de esa chica tan extraña era
ese viejo rincón descuidado. Oliver se detuvo frente a la vieja cerca de madera
de la casa; decidió cruzarla y pasear en el viejo jardín, tocó la puerta, el timbre
y el vidrio de la ventana, pero ningún esfuerzo fue suficiente. Nadie salía de la
casa.
Caminando en dirección al patio de atrás, Oliver únicamente encontró más
desolación de la que había en el patio delantero. La impresión que daba ese
patio era que alguna vez hábito una familia en esa casa, algo lo cautivó y fue
que un ventanal permitía la vista hacia el interior de la casa, pisando el pasto
seco y muerto decidió observar por el ventanal. Por dentro era una casa bien
amueblada y limpia, pero sin señal de vida... De repente una voz reconocible
llamó la atención de Oliver.
—¡Un momento! ¡Si tú jovencito! ¡Es que no sabes respetar la propiedad y la
privacidad de los demás!
—¡Te hablo a ti! ¿Quién rayos eres? ¡Mejor vete por dónde has llegado o
estarás en serios problemas!
—¡Lo siento señor disculpe! Me voy de inmediato, pensé que aquí vivía una
amiga, en serio lo siento discúlpeme —se disculpó pálido del susto y saliendo
del patio.
— ¿Taro eres tú? —preguntó asombrado el profesor Manuel, ya que confundió
a Oliver con un intruso.
— ¿Cómo diste con este lugar? Espera... ¿Estabas buscando a la chica que
vive aquí? Olvídalo es un poco tarde. Debes volver a tu casa, está
oscureciendo —decía el profesor acercándose a Oliver.
—¿Profe Manuel? ¡Disculpe! No pensé que usted viviera por aquí, ya me voy
directo por donde vine. Lo siento nos vemos mañana en clases —dijo Oliver
corriendo hacia la salida de la calle.
— ¡No, detente! Supongo que has venido hasta acá siguiéndole pista a alguien,
¿verdad? Si es así pues debo decirte que esa persona a la cual buscas debe
estar dentro de esa casa, pero no... No la verás el día de hoy.
—¡Mira que clima tan poca madre nos ha tocado hoy! Corre devuelta a tu casa
o resguárdate de la lluvia en un lugar. Es raro que nos llueva en otoño...— dijo
el profesor regresando a su casa, pues una tormenta se precipitaba en la
ciudad.
—¡Un momento! ¿Conoce a quien vive en esta casa? —interrumpió Oliver—.
—Por supuesto que conozco a esta persona. Pero hagas lo que hagas no la
verás el día de hoy. Es mejor que no vuelvas, nunca es seguro que la
encuentres por aquí. No te garantizo nada niño —comentó esperando que
Oliver diera marcha atrás y se alejara.
—Ahora aléjate. Tu hermana debe estar preocupado por ti, ¡Vete ya! O
terminaras empapado —dijo entrando en su casa. En ese instante la luz de una
habitación de la casa se encendió, esta podía percibirse a través de las mantas
negras que la cubrían.
—¡Un momento creo que si vive alguien ahí! —dijo Oliver entrando de nuevo
al jardín. Apenas puso un pie en el césped la lluvia se desató con furia. No
obstante, él seguía insistente tocando el timbre de la casa sin recibir respuesta
alguna.
—Es inútil. Deja de intentar cosas en vano, hijo. Resguárdate un momento en
mi casa mientras la lluvia se calma, si tú lo prefieres claro —mencionó el
profesor tomándolo por un hombro—.
—Usted sabe quién vive en esta casa ¿verdad? Tengo que decirle algo
importante a esa persona. Por favor ayúdeme, de verdad es muy importante.
—No entiendo tu urgencia. Pero esa persona no se mostrará más el día de hoy.
Debes volver otro día y esperarla aquí, es posible que la veas en la calle —
comentó el profesor mientras caminaban hacia su casa.
Una incertidumbre gigante recorría por la cabeza de Oliver, al entrar observó
montones de libros en la casa del profesor unos de historia, unos de álgebra,
unos de astronomía; unas montañas de libros había por doquier. Más allá de
las montañas de libros estaba un comedor que tenía una sola silla y al fondo
unas escaleras que daban a la parte alta de la casa. Las gotas de lluvia
observaban el interior de la casa por las ventanas, el exterior solo se observaba
en penumbra. Cubierto por una manta blanca estaba un espejo, el espejo estaba
roto pues la manta no alcanzaba a ocultar lo que este reflejaba. Entrando el
profesor se dirigió a la cocina al mismo tiempo Oliver movió unos libros del
sofá para poder sentarse.
Algo guardaban las cuatro paredes, algo que solo se percibía como una tristeza
eterna. De repente el sonido de un búho se escuchó en el cuarto principal,
dicho sonido venia de una madriguera en la pared, el sonido era tan penetrante
que ponía la piel de gallina a cualquiera que lo escuchaba, tras unos momentos
el búho asomaba su cabeza y la giraba casi por completo miraba a Oliver y
emitía un sonido antes de regresar a su guarida. Esas plumas marrones y esa
mirada tenían una apariencia cómica, la cual desaparecía tras escuchar el ruido
que el animal constantemente hacía.
—¿Te da miedo mi amigo? —preguntó el profesor, destapando una lata de
soda.
—No es eso, jamás en mi vida había visto uno de cerca.
—No te lo digo a ti. El búho es mi amigo y mi compañero. Él ha estado en
esta casa mucho antes de que yo llegase. Cuando entra una visita se pone
ansioso y hace ese sonido, supongo que tu presencia no lo deja dormir.
—Ojalá pudieras verlo cuando anochece, sale por el jardín y se aleja en medio
del crepúsculo. Lo escucho regresar en la mañana antes de ir a clases —
mencionó el profesor dando un trago a la lata.
—Me habías mencionado algo acerca de la persona que vive a lado ¿No es
así?
—Te he visto muy ansioso, quisiera saber que tiene esa persona para que
vengas tú solo, en un día lluvioso y hasta acá para buscarla. Solo contesta eso
y te juro que te contesto lo que me preguntes de esa persona.
—Es que, es una persona importante para mí y quiero que este conmigo...
Pronto será una fecha especial para mí y quisiera que esa persona... Me
acompañase.
—No es válido tu argumento. Si esa persona fuera importante para ti le
hubieras anticipado esa fecha o tal vez esa persona no fuera tan misteriosa
contigo si le importaras ¿No lo crees? —dijo el profesor con un tono soberbio.
Mientras caminaba hasta la cocina por otra soda —Profesor... dígame si la
persona que busco es Saory. Mi compañera de clases —dijo Oliver nervioso
tomándose las manos y esperando una respuesta del profesor que se detuvo a
beber en vez de contestar.
—¿Sabes? He visto tan pocas veces a esa chica que mencionas ... Que imagino
que no. La persona que vive a lado es diferente a Saory —contestó.
—Esa persona que vive en esa casa tan descuidada es muy diferente. Esa
persona me ha ayudado mucho desde que vivo aquí, no tengo palabras ni
detalles con que agradecerle todas esas cosas buenas y malas que hemos
compartido. Finalmente, el paso de la tragedia a través de nuestras vidas ha
sido lo único en común que tenemos. —La chica que tú mencionas: Saory,
digamos que ella es muy diferente, no puedo asimilar el por qué esa niña está
ausente en clases, o por qué trata tan mal a algunos de sus compañeros.
Quisiera ayudarle, pero Saory es diferente dependiendo del lugar donde este y
con quién se encuentre...
—Entonces. No es Saory la persona que busco. Gracias profesor, supongo que
debo irme a casa y buscar en otro lugar —dijo Oliver levantándose del sofá.
—No te desilusiones, Saory... Hmm bueno yo como profesor creo que Saory
está interesada en ti. La he visto en clase y no te quita la mirada de encima. Es
tan discreta como el búho que vive conmigo. Pero ambos tienen sus momentos
en los que puedo notarles algo bueno o malo.
—Yo sugiero que esperes un momento más. La lluvia aún no se detiene, si
quieres toma un libro y abúrrete leyendo —dijo mientras bebía y se sentaba en
su silla, tomando un libro que tenía como título "Las cinco muertes de un
hombre"—.

Oliver preocupado por lo que le esperaba al llegar a casa y por la misma
lluvia, además de la desilusión. Tomó un libro que estaba en el piso, pronto se
aburrió de ojear las páginas y tomó otro libro y continuó así sucesivamente.
Ningún libro le parecía interesante.
El profesor sentado en su silla solo movía los ojos de un lado a otro, de vez en
cuando pasaba una página y observaba divertidamente como Oliver se
fastidiaba de un libro y lo cambiaba por otro. La calma del profesor se detuvo
cuando vio al chico tomaba una fotografía guardada entre un libro de
astronomía. Este solo la observaba y miraba de reojo al profesor. Él se acercó
hasta Oliver y recogió la fotografía...
—Esa es su familia ¿cierto?
—Si. Es extraño. Pensé que esa foto ya era basura o que la había perdido en
algún lado. La pondré en un lugar más seguro. Esos libros que tienes estaban
por tener un destino lejano a esta casa. —dijo mientras quitaba el polvo de la
fotografía.
—¿Qué le sucedió a su familia? —preguntó nerviosamente. El profesor se
quedó callado por un momento. Oliver era la segunda persona que preguntaba
acerca de su familia. Pensó en no contestarle, pero de cierto modo el chico se
había ganado la confianza del profesor desde el primer día que lo conoció.
—Mi viaje lo he continuado solo ya desde hace bastante tiempo —respondió
tomando aire—
—¿A qué se refiere profesor? A que su esposa y su hijo ¿viven lejos de usted?
—preguntó con la fotografía entre sus manos.
—Si... Tardé unos cuantos años en comenzar mi viaje. No, más bien en
entender que mi viaje ya había empezado. A veces miro hacia atrás en el
tiempo y veo hasta donde he llegado, además de eso me pregunto a dónde es
que voy a llegar si estoy estancado en este lugar yo solo. Mi viaje ha estado
detenido por muchos años en este lugar. No tiene deseos de avanzar, si lo hace
será después de una eternidad de años —dijo el profesor con un tono bastante
tranquilo.
—Esa nostalgia que vivo me invade. Esa nostalgia es lo que me estanca en mi
viaje; aún recuerdo esos bellos días de verano, cuando la conocí. Ella
caminaba todos los días bajo esa colina llena de árboles, sus sombras y la
tenue luz del sol le daban un resplandor que fue lo que hizo que me
enamorara.
Todos los días después de clases un muchacho se sentaba cerca de una colina a
desahogar su tristeza, su alegría o a ver pasar la vida. Cuando la vi por primera
vez no fue más que un viento de verano, la recuerdo muy bien. Ella siempre
con su uniforme del colegio y dos libros entre sus brazos. Ese muchacho, ese
muchacho siempre renegaba de sí mismo. Tenía deseos de abandonar el
mundo para siempre. Ese muchacho se sentaba en la colina para desahogar sus
sentimientos, pero eso cambió. Todas las tardes no podía esperar para
sentarme a ver el atardecer y su resplandeciente figura. Una lluvia como el día
de hoy provocó que esos atardeceres de soledad se convirtieran en amistad.
Una bella amistad de la cual jamás me arrepentiré... Esa amistad vivió
momentos difíciles que solo la hicieron más y más fuerte.
Cuando esta amistad creo un vínculo muy fuerte, ella y yo solíamos caminar
juntos por las calles. Mis propios sentimientos me agobiaban, incluso llegaron
a matar la poca fe que tenía en mí. Tenía miedo, no lo niego, no sé qué era,
pero ella tenía algo que me daba valor para continuar. Siempre al secar mis
lágrimas de desesperación, sentía que ella abrazaba con sus brazos cálidos a
mi alma fría y sedienta de cariño —dijo mientras sus ojos se cristalizaban—
—Aquel muchacho tenía quince años cuando decidió abandonar a su padre,
tomé los libros que más me gustaban de su despacho. Finalmente me acerqué a
él y le di las gracias por lo poco o mucho que había hecho por mí. Él las
acepto, no dijo ni una sola palabra, a leguas pude ver que no le importaba. Nos
despedimos y cerré la puerta de la aquella entonces mi casa. Jamás volví. Los
días fueron muy duros, cada vez más. De vez en cuando su familia me invitaba
a comer algo. No te miento si te digo que comía solo cuatro días de la semana.
Poco a poco ella y yo comenzamos a vivir juntos, teníamos entonces veintidós
años cuando finalmente acabamos nuestros estudios. En mi mente transitan
aquellos recuerdos cuando ella iba embarazada los últimos días de la
universidad. Siempre estuve a su lado, no podía separarme de ella ni un
minuto. Soñaba despierto. Muchas veces que yo cargaba y jugaba con aquella
criatura, esa criatura sonreía muy tierna e inocentemente —Mis esperanzas se
hicieron realidad. El día que mi pequeño nació, ese día mis pensamientos y
alegrías me llamaban a cuidar al niño y a su madre. Ese muchacho ahora era
feliz con eso de lo que siempre se burlaba. Nunca entendí lo que era ser padre,
hasta que lo fui. Yo solo pensaba que, si un día tenía un hijo, jamás lo trataría
como lo hizo mi padre conmigo. No conocí a mi madre. Mi padre me contaba
que ella falleció cuando yo nací; y que yo era el culpable de su muerte, sí,
siempre me decía eso—
—Mi mente daba vueltas, siempre hicimos lo mejor por nuestro pequeño. No
vivíamos con grandes lujos, pero nunca nos hizo falta nada. Mi felicidad duró
pocos meses. Yo sigo pensado que fueron más de cien años—
Todo cambio ese día, maldigo ese día con todas mis fuerzas. Una noche, una
noche mi vida cambió para siempre. Desde ese entonces soy un miserable, un
cobarde y el peor padre que haya existido.
—¿Qué sucedió con su esposa y su hijo? —preguntó nervioso.
—Pocas personas saben lo que pasó. Tú eres la segunda persona. Te diré hijo,
creo que tengo un poco de confianza en ti. Pese a ser un desconocido no
negaste tu palabra hacia mí—
—Ella fue asesinada una noche en la que llegué tarde a casa, ese día tuve que
trabajar horas extras. Recuerdo que al llegar vi la puerta abierta, dos sujetos
habían entrado... Hice lo posible por detenerlos, mi cuerpo recibió una bala
que sigue dentro de mi pulmón derecho. No pude con ellos. Me desangré unos
minutos hasta que pude subir las escaleras. Fue ahí cuando... Cuando vi a mi
hijo llorar, el aún estaba en su cuna, a lado estaba su cuerpo ya sin vida, lo
último que hice fue arrullar a mi hijo una última vez. Todo había pasado
cuando desperté en el hospital. Atado con mangueras y cables, que me
mantenían con vida. Siempre quise tener fuerza para desconectarlos y perecer
lentamente.
—¿Su hijo... ¿También falleció?
—Eso nunca. No tuve el valor para continuar lo que empecé. La depresión y
su ausencia me llevaron a hacer la peor estupidez de mi vida. Saliendo del
hospital... Saliendo le di un adiós a mi hijo, tal y como lo hice con mi padre.
Lo abandoné en un estacionamiento. Él tenía cercanos 10 meses de nacido.
Por eso soy una basura como persona, pero en mi conciencia creo que estuvo
bien, yo no hubiese tenido el... Bueno, que vida le puede dar un viejo
amargado a un niño. Algo me dice en mi podrida alma que sigue vivo. No sé
cómo sustentar eso.
—No sé qué decirle. De verdad siento mucho que haya perdido a su familia —
dijo Oliver levantándose del sofá.
—No te preocupes, entiendo que no sepas que decir, después de todo aún eres
muy joven. Disfruta tu vida —abrió la puerta—.
—Después de todo cierta persona me ha salvado en todos los sentidos.
Siempre estaré agradecido. Ella ha sido el porqué del estancamiento de mi
viaje, pero pronto emprenderé un nuevo viaje y espero reencontrarme con ella
algún día.
—Pero siempre quise envenenar su vida y hasta que lo logré ambos
entendimos que nos necesitamos. La envidia es lo que mueve a este mundo
realmente —pensó el profesor mientras abría la puerta de su casa.
—Profesor, ¿ha parado de llover? —preguntó Oliver ya que el sol volvía a
aparecer en el penumbroso paisaje.
—Así es. La lluvia se ha detenido, pero no tardará en anochecer. Si tú lo
deseas puedes irte, no vuelvas mañana. Ya que no andaré por aquí. Te espero
las veces que quieras venir a acompañar a este miserable anciano —dijo
rascándose la cabeza.
—Gracias profesor. Nos vemos mañana en clase. Tenga buena noche... Yo
debo irme, seguro mi madre está preocupada por mi ¡Nos vemos! —dijo
Oliver corriendo lejos de la casa del profesor en dirección a una avenida.
—Gracias a ti por escucharme siendo tan joven —añadió cerrando la puerta.

Faltaba poco para el anochecer, no obstante, el sol no cedía ante la presencia
de la oscuridad. Oliver recordó el camino que Brian le había mostrado, al
menos llegar a la central de videojuegos de nuevo. Cuando llegó hasta allí
había más gente de la que estaba cuando partieron. Su casa quedaba un tanto
lejos de ese lugar, pero no lo sabía. Entre tantas calles, gente y autos
sumándole la oscuridad de la noche y el estar solo causan unos nervios
incontrolables.
Una silueta seguía a Oliver desde que dejó la casa del profesor, esa silueta
consiguió adelantarle el paso. Permaneció en un rincón preciso, acechando y
listo para atacar. Esa silueta observaba cada paso, cada movimiento... Sus ojos
resplandecían desde las sombras. Un movimiento demasiado cerca y el pez
quedaba entre las redes.
Dar vueltas en círculos y corriendo como desesperado era lo único que Oliver
hacia... Sin duda alguna estaba perdido, volvió de tres a cinco veces a la
central de videojuegos, entro y trató de ver si Brian estaba de vuelta ahí o si
algún compañero de su clase podía ayudarle a llegar a su casa.
Unas manos más frías que las de un cadáver lo tomaron por detrás, al mismo
tiempo le cubrieron la boca para evitar que gritara.
—¡Hasta que pude contigo sabandija! —exclamó el sujeto arrastrándolo hasta
un lugar con poca gente.
—No te mataré, no aún no. Primero debo saber unas cosas, luego quizás te
deje ir con vida Jajajaja. — reía como un loco hasta que finalmente lo soltó—.
—¡Déjame en paz! No te conozco y no te diré nada —forcejeó Oliver tratando
de soltarse.
—Vaya niño sí que tienes agallas. Veamos si puedes sostenerlas —comentó
aquel vampiro que Oliver encontró antes de llegar a la calle del profesor.
—Sólo contesta con la verdad y te dejo ir vivo. Hmm no hay ningún lugar
donde pueda ocultar toda tu sangre y tus órganos, así que que lo más probable
es que te deje ir vivo, pero tú decidirás si regresas en una pieza —dijo con
aquel tono bromista que siempre tenía al hablar.
—¡No y ya suéltame! Eres un extraño y quiero volver a mi casa. Así que
déjame en paz —exclamó.
—Está bien mocoso insolente yo sé llegar al bosque. Pero si no quieres
cooperar, está bien no lo hagas.
— ¿Puedes ayudarme a volver? ¡Si ayúdame! Casi es de noche y mi madre...
—Adiós —dijo marchándose entre los arbustos de un parque.
—¡No te vayas! Hey amigo si me ayudas te contesto lo que necesites saber
¡por favor ayúdame! —gritó siguiéndolo, pero pese a los ruegos de Oliver el
muchacho jamás volteó. Solo seguía su camino.
Hubo un momento en que la desesperación cayó sobre los hombros de Oliver
con un peso insoportable. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero eso sí, jamás
se derramó ninguna. El sol estaba ya casi oculto y no había esperanzas de
llegar a casa. La única salida era contestar aquello que el muchacho quería, ese
canalla solo esperaba que Oliver derramase lágrimas para burlarse y llevarlo
hasta su casa ya tarde.
—¡Ayúdame! Por favor... ayúdame —sollozó.
—Los pequeños como tú no saben ser fuertes. Solo lloran y balbucean,
aprende a madurar y trata de volver tú solo. Si no regresas vivo profanare tu
tumba para satisfacer necesidades con tu cuerpo sin vida. — susurró el
muchacho dando la vuelta y observando con menosprecio el miedo del niño.
—Ya que insistes pequeña rata... Te ayudaré a volver, pero dos cosas necesito
de ti. Una es que digas y admitas que eres una rata. La segunda cosa es que me
contestes lo que te pida.
—¡Anda admítelo! ¡Grita a los cuatro vientos o a los siete mares si es
necesario! Di que eres una rata.
—¡Soy una rata! —gritó Oliver entre la multitud limpiándose los ojos.
Mientras el muchacho no paraba de burlarse y de reírse, se reía tanto que se
doblaba por el dolor. Después de unos minutos volvió a su seriedad.
—Demasiada diversión por hoy. Ahora contesta ratita: ¿A qué has ido a ver al
viejo? —preguntó encendiendo un cigarro.
—¡No quise llegar ahí! Es solo que... Buscaba a Saory y él apareció de
repente...
—¡Basta! No quiero oír más. Ahora responde: ¿Te ha dicho algo sobre el por
qué Azucena se comporta tan raro los últimos días?
— ¿Azucena? ¡Ese es el verdadero nombre de Saory! ¡Vamos tengo derecho a
preguntarte algo! ¿Dónde puedo encontrarla?
—Mierda. Dije información de más. Yo digo las preguntas genio. No
preguntes más por qué lo que ganarás será una patada en tus bolitas —
respondió molesto.
—Tercera y última pregunta por hoy ¿El viejo te ha confesado algo relevante
acerca de los padres de Azucena? —preguntó exhalando un aro de humo.
—No sé de qué me hablas... ¡Oh! Es eso... El profesor se refería a que Saory
es la persona con la que él ha vivido desde que abandonó a su hijo. ¡Pero
Saory siempre habla de sus padres! Explícame eso.
—El trueno... Sí, el trueno ilumina algunas partes, pero a su vez afecta otras.
Al final el sonido nos afecta a todos —observaba el ocaso.
—¡No te entiendo, explícate! —dijo jalándole un brazo.
—Veras bondad en el ojo de la serpiente. Pero sigue siendo una serpiente.
Azucena... Es decir, Saory no tiene padres. Eso es todo lo que te diré. No
puedo decir más. Me diste más respuestas de las que necesitaba. Ahora toca
mi parte del trato. Te llevaré cerca de tu casa, pero date prisa.
Pese a lo difícil que el muchacho hacia sus comentarios hacia Oliver, cumplió
con su palabra. Lo llevó a través de la multitud y de las interminables calles.
Se detuvieron unos metros antes del apartamento. Ahí estaba Sarah
esperándoles, tenía una expresión de enojo, pero a la vez de preocupación, su
madre era la más preocupada.
—Bueno ratita. Hasta aquí llego yo, la noche es muy joven para mí y mi novia
me espera. Te deseo suerte con el regaño que recibirás jajaja—
—No le digas a nadie de lo que hablamos o te juro que me beberé el jugo de tu
hígado en una copa con hielos y limón. Hablo en serio. Por cierto, puedes
decirme Alan. No es mi verdadero nombre, pero solo llámame así.
—Cuídate niño, no sé por qué, pero siento en el aire que respiro... Que pronto
ocurrirá algo. Ojalá puedas ayudar a Azucena, tú tienes manera de poder
hacerlo —dijo caminando en sentido opuesto. Oliver ya sabía lo que le
esperaba en casa, pero era muy común pues siempre llegaba tarde a casa
cuando salía.
El manto de la noche los cubrió a todos. Nada extraordinario ocurrió, esta fue
una noche tranquila.

Capítulo V: Perdido en una supuesta


ilusión.

Una mañana de otoño mucho antes que saliera el sol se encontraba un alma
penando entre las calles. Se movía silenciosamente entre la neblina, caminaba
con la cabizbaja. Las estrellas y la luna podían observar su presencia; aquella
alma caminaba fúnebremente entre autos estacionados y edificios, se
escuchaban sus pasos. El sonido de un búho produce un eco en todo el lugar.
Aquella alma penaba por su propio destino, divagaba sin rumbo fijo solo
caminaba hasta donde su energía le permitía llegar. Sentía la soledad, sin
embargo, nunca hizo nada por ahuyentarla. Pese a su dolor siempre seguía en
pie.
Pasaron horas y no había señales de un amanecer, de vez en cuando se oía a lo
lejos algún auto transitando entre la neblina. Esa alma caminó entre el espeso
color azul que invadía el aire, llegó hasta un rincón y se sentó a descansar.
Con su fúnebre aspecto inevitablemente espantaba a cualquiera que transitase
por aquel rincón. Salvo de una persona que la conocía.

Esa persona no le temía, pues creía conocer el dolor que esta sentía. Esas dos
almas que ahora se encontraban allí se entienden en sus propios pensamientos
y en su propia tragedia. La segunda alma solo se incorporó con la primera, al
cabo de un rato decidió desahogar su inquietud.
—Es la primera vez que te veo caminando sola en la mañana —saludó Alan
acercándose.
—Eres muy indiscreto Alan, llevo horas caminando sola y minutos que vengo
observándote. El que debería pensar mejor las cosas eres tú. Pareces un
asesino serial o un psicópata al tratar de seguir a la gente. La pregunta
realmente es: ¿Qué haces tú aquí siguiéndome como un maniaco? —comentó
Saory viéndolo directamente a los ojos.
—Me impresiona tu mirada, pese a que eres una niña pequeña no tienes
miedo. Eso me gusta, pocos son los que se atreven a verme a los ojos. Te
buscaba, sabes bien cuánto me gusta tener tu compañía. Tengo cosas que
informarte, da igual si las quieres saber, hoy hay mucho que hacer y no tengo
tiempo para ti —la abrazó—. Ella intentaba no mostrar apatía.
—¿Qué cosas? No puede ser nada importante, las noticias importantes me son
llegadas de inmediato. Desde que no he ido a clases no ha ocurrido una
mierda. Pero veo que me dices esto para que te de algo a cambio. Conozco tus
intenciones—
—¡Ja! La pequeña niña de la pandilla sabe defenderse. Bueno pues tú crees
que soy como un destello viajero de otro planeta, con noticas que finalmente
no importan, pero de ellas depende tu vida. Te he observado los últimos días,
actúas raro. Supongo que no te ha de ir bien con tus supuestos padres, ¿no es
así? —comenzó a carcajear—
—No le veo lo gracioso. Necesito saber qué quieres, hoy quiero ir a un sitio
nuevo y no tengo tiempo de lidiar con tus bufonadas —comentó mientras él
seguía carcajeando como un tonto.
—¡Ya basta Alan pareces un idiota riendo de esa manera! —lo empujó al ver
que no cedía—.
—Lo siento. Perdona, es que recordé una cara de alguien que me hizo reír
hace poco ¡Claro! Pues eso he venido a decirte —comentó.
—Hace días, hace nueve días exactamente. Detuve a un tipo que te seguía, se
veía muy inocente el pobre niño. Me entretuve jugando con él, la verdad me
divertía ver sus lágrimas. Tenía cara de ser extranjero, por cierto, ese niño fue
a buscarte hasta casa del viejo. Desconozco gran parte de lo que hablaron.

Ese niño tenía intenciones de decirte algo. No lo negaré; se veía bastante
decidido a encontrarte. También debo decirte que he fallado como amigo tuyo,
si quieres no vuelvas a considerarme como tal. —Cometí el error de decirle tu
nombre verdadero, solo espero que no te molestes con él. Tampoco le pregunte
su nombre, solo sé que es tu compañero de clase—
—Antes de que me saques las entrañas debo preguntarte algo. Ese chico dice
que te conoce, supuse que tú a él también. Necesito tu respuesta ¿Ese es el
chico que me dijiste que te atraía? —preguntó levantándose del piso y
tomando a Saory por la mano para ayudarle a levantarse.
—¡Eres un tonto!
—Sí, Oliver me buscaría hasta ese lugar. Espero que no lo hayas lastimado
mucho, por favor no le digas mi nombre a nadie más. Yo no rompí mi
promesa, nadie sabe tu nombre de mi parte. Pero ahora... Adelante. Haré lo
que me pidas, después de todo... Eres un farsante.
— ¡Como tú quieras! —contestó molesto.
—Ahora, no te pediré algo muy difícil solo quiero que vayas a clases, busques
a ese chico y escuches lo que quiera decirte. Después de todo la mirada es el
leguaje del corazón, las palabras que dices en este caso son inútiles. La mirada
que he visto en ti y en él me ha dicho de más. Habla con el viejo, seguro te
dirá algo más interesante —sin decir más encendió un cigarrillo—. Unos
segundos después dio media vuelta y se marchó. Ella se quedó en el mismo
lugar. El cielo mostraba un color naranja, ella al verlo se imaginó que su vida
estaría a punto de cambiar para bien. Un momento llego a imaginarse que
quizás podía ser parte de una nueva historia. Nada más que falsas esperanzas.
Alan anhelaba a toda costa el bienestar completo de su amiga pues podía
percibir que Azucena era débil en muchos sentidos. Huir de los problemas no
le serviría por mucho tiempo, llegó un tiempo en el que al carecer de la
presencia de sus padres, ella debía decidir por sí sola que sería de su vida:
Donde ir. Alan pasaba horas pensando de qué manera ayudar a su pequeña
amiga. Había veces en las que estaba por rendirse; sin embargo, vio en el
profesor Manuel y en Oliver una oportunidad para que Azucena saliera del
profundo mar en el que se encontraba.

Ese amanecer Azucena pensaba, caminando de un lado a otro. Dudaba en
asistir a clases. El césped comenzaba a llenarse con el rocío de la mañana, los
árboles eran iluminados por tenues rayos de luz, las sombras de la calle
comenzaban a desvanecerse, más autos circulaban. La vida empezó a tomar
curso aquella mañana.
Emprendió el camino, poco después decidió sentarse en la acera y escuchar
música. No quería moverse de ese sitio. Pese a que el sol se asomaba, el frío
cogía todo a su alrededor. Las demás personas que caminaban por ahí se
extrañaban de ver a una niña sentada, sin moverse... Una persona en especial
se detuvo, un anciano. Alto y de barba blanca, con un buen vestir. Tenía un
sombrero negro y un bastón bastante excéntrico. Se detuvo y al mirarla se
acercó temiendo que la se espantara o que lo ignorase. Pese a eso el viejo tomo
el riesgo y extendió su mano para ayudarla a levantarse.
—Buen día pequeña. Trata de levantarte, supongo que debes tener frío ¿Acaso
te gusta estar así sola solo con la compañía del vaho que tu aliento desprende?
—dijo amablemente.
—Gracias —contestó— No tengo ningún lugar a donde ir, espero a que algo
más ocurra
—Ningún lugar a donde ir. Eso es malo, ¿lo sabías? Entiendo que no sepas a
donde ir, pero si eso fuera tendrías la intención de llegar algún lado. Si
supieras a donde ir no estarías aquí. Pero si no hay a donde ir entonces es un
problema grave —comentó apoyándose en su bastón.
—No entiendo qué quiere decirme señor. Necesito estar sola así que por favor
vaya a divertirse con alguien más —respondió encogiéndose por el frío.
—Bastante tiempo llevas sola mas la incógnita es: ¿Cuánto más vas a esperar?
—comentó el viejo. Azucena quedo aún más pensativa por esas palabras.
—Así como los colores se desvanecen en una vieja película, han desaparecido
tus sueños. Eres muy joven, aprovecha tu tiempo. Cuando voltees hacia atrás
veras que eres la última de tu familia. Así como yo, soy tan viejo que he visto
caer a toda mi familia. Si lo deseas puedes morir cual planta sin agua o puedes
crecer —dijo alejándose.
—¡Argh! Que anciano tan entrometido —pensó
—Es igual de entrometido que Manuel. Siempre metiéndose en mi vida jamás
entenderán que no soy ellos. No pienso como ellos y no quiero ser como ellos
—se dijo a sí misma frotando sus manos para escapar del frío. Un recuerdo
llego a su memoria rápidamente.
"Escucha. No te pido que seas feliz siempre, tampoco que estés triste. Te
quiero como a una hija, me duele verte así. Ojalá algún día comprendas."
Esas palabras oxidadas en sus recuerdos hicieron que levantara la vista, una
madre y su pequeño cruzaban la calle. Se veían bastante felices, unas lágrimas
tenían intenciones de salir de sus ojos y congelarse con el frío. Pronto las secó.
Al pararse vio que el anciano regresaba.
—Toma esto pequeña. Bébelo mientras esté caliente —añadió ofreciéndole un
vaso con chocolate. Una vez que ella lo tuvo entre sus manos el viejo
desapareció. Quería darle las gracias, pero no había rastros de este.
Finalmente quedaba hacer caso a las palabras de Alan, después de una alegría
llena de leche con un sabor dulce y caliente animó a Azucena a buscar a
Oliver y continuar su amistad antes de que esta comenzará a perderse.
Rápidamente cruzó la calle y se dirigió al colegio a toda prisa. Las dudas que
en la noche eran tinieblas resultaron ser simples tonterías a la luz del día.
La tarde llegó ese día, las calles eran alumbradas por una suave luz naranja
que anunciaba el anochecer. Era demasiado tarde pues ya no había nadie en el
colegio, inclusive los intendentes se habían retirado.
Azucena no había asistido a clases un día más esto pronto le causaría
problemas ya que el profesor Manuel no podía seguir manteniendo las excusas
de por qué ella no iba a clases regularmente. La puerta principal estaba
cerrada; se detuvo ante los barrotes solamente observando la tranquilidad que
había en el patio, algunos pájaros que picoteaban la fruta de los árboles y el
mismo cantar del viento que llenaba el eco de las voces que yacen en la
mañana.
La vida de la pequeña era muy gris, nada interesante ocurría. Sus días eran
escapar de su propia realidad. Con la misma edad de Oliver ni los estudios ni
sus amigos lograban que encontrara alguna dirección a la cual dirigirse.
Posteriormente pensó en entrar a la escuela por la entrada secreta. Suponía que
pasar la noche ahí sería algo interesante, los vigilantes llegaban antes del
amanecer, tenía una oportunidad de salir o de quedarse en clases el día
siguiente.

Mientras tanto el viento cantaba unas extrañas canciones con esa voz que ya
anuncia el final del otoño. Hubo algo extraño detrás, en ese frío callejón. Algo
sucedió. Estaba alguien tumbado en el piso, cerca del arbusto que cubre el
hueco de la pared. Era alguien que le resultaba ser familiar, ese alguien se
encontraba mal. No decía nada, se escuchaba su respirar de una forma muy
perturbadora. Se acercó un poco, solo para ver qué había sucedido en el
callejón. Azucena se paró delante, solo observaba sin decir nada.
—¡Vete ya! —refunfuñó—. Si no ayudas no molestes ¡No te necesito! —decía
quejándose del dolor.
—¿Brian? No pude reconocerte. Me da igual si quieres que me vaya. No
pensaba ayudarte solo que...
—Te diré qué sucedió aquí. Una pandilla fue lo que sucedió. Decidimos
esconder nuestras cosas en los vestidores del equipo de basquetbol y
escaparnos. Al regresar hace unos minutos una pandilla de una escuela cercana
nos sorprendió —dijo poniéndose de pie.
—¡Wow! ¿Por qué no me sorprendo de lo idiotas que son tú y los que te
acompañaron? Jajaja está bien ya entiendo. Ellos te dejaron así —comentó
agachándose.
—Ya que tu presencia me molesta ¡Me largo a otro lado! —dijo Azucena
dando media vuelta y caminando fuera del callejón. Brian molesto se acercó
rápidamente hacia ella.
—Odio decir esto: Debes ayudarme Saory. Esos tipos llevaron a los demás
hacia otro lado... Escuché de un tal Márquez que irían a la fábrica de tornillos
a darles una golpiza puedo ir yo solo, pero...
—Tengo miedo —dijo sobándose un brazo—. Ella se quedó sorprendida de
sus palabras. No obstante, no accedería tan fácilmente. Brian casi se caía del
dolor, ella con una mirada repulsiva trato de levantarlo.
—De verdad no entiendo nada ¿Exactamente qué hiciste para terminar así?...
¡Listo! Trataste de detenerlos y ellos te dejaron así, no me sorprende. Dicen
por ahí que perro que ladra no muerde, pero tú sí muerdes. Imagine que no
eras capaz —dijo sosteniéndolo—. Él a duras penas podía hablar. Tenía varios
golpes en la cara y en el cuerpo.
—Eran ocho ellos y seis nosotros. Se los llevaron a todos... Jonathan, Neithan,
Oliver, Sarah y la hermana mayor de Jonathan —decía mientras se sostenía de
Azucena.
—¿Qué demonios?, ¿Por qué harían eso?, ¡Que descarados! Nadie de ellos
pertenece a una pandilla.... Son unos maniacos estúpidos ¡Llevan a una niña
inocente! —gritó furiosa.
—Yo era miembro de la pandilla de Márquez. Decidí abandonarlos desde que
comenzó el ciclo escolar... Jamás pensé que me la devolverían. —comentó—.
Debemos darnos prisa antes de que algo peor pase, la vieja fábrica está a unos
minutos de aquí... Me las arreglaré con Márquez, pero necesito que me
ayudes... Debo sacar a los demás de ahí, o esto terminara mal... Muy mal—
dijo mientras caminaba.
—No te ayudaré. No es mi problema, aunque vaya que has sido un canalla al
meter a inocentes en tus problemas —comentó Azucena seriamente.
—Prometo que, si me ayudas, jamás volveré a dirigirte la palabra ¿Eso quieres
no? En vez de hacernos maldades en el salón... Jamas nos hablaremos de
nuevo, piénsalo te librarás de mi para siempre.
—Si eres un hombrecito, acepto el trato. Si salgo herida en tus locuras créeme
que seré tu peor pesadilla para siempre ¿Entiendes o te lo explico mejor? —
exclamaba mientras sonreía cual psicópata.
—No me sorprende que te sigan ya que siempre pensaré que eres un idiota.
Solo que estas loco si quieres que entre a la fábrica —respondió siguiendo a
Brian.
—Será simple yo entro a armar el pleito, tu escapas con los demás... Escapar
no será nada sencillo debes conocer ese lugar de mala muerte. Además de la
pandilla de Márquez, hay varias que comparten ese vertedero de porqueria.
—¡Pamplinas! Supongo que confío en ti —añadió tallándose los ojos por el
aire que cada vez venía con más fuerza.
—Eres una sabandija. Una maldita sabandija... Pero cuidaré de ti. Aunque seas
mala conmigo no dejaría que te hicieran daño alguno de esos simios.
—Espero que sepas lo que haces, sólo temo por Sarah. Los demás no me
interesan —comentaba acomodándose el cabello.

Ambos se encaminaron hacia la vieja fábrica. Brian conocía muy bien el
camino, no estaba muy lejos del callejón de la escuela. Curiosamente que era
uno de los barrios más bajos que existen en ese lado de la ciudad. Un lugar de
mala muerte como la gente solía llamarlo, un lugar en el que varias pandillas
se juntan para consumir todo tipo de cosas.

Brian en su momento formó parte de una, pero decidió abandonar esas cosas
ya que Márquez el líder de la pandilla lo había retado a asaltar a un
comerciante que tenía pobres ventas. Un negocio pequeño era la mejor víctima
para que Brian demostrará su valor... Sin embargo, él se negó y abandonó la
pandilla lo antes posible. No obstante Márquez, un tipo joven de piel morena
llena de tatuajes juró ante sus seguidores vengarse de Brian pues el niño
asustado dejó la pandilla y denunció ante las autoridades el lugar donde estos
se encontraban. El grupo de Márquez desapareció un mal día se enteraron de
donde estudiaba Brian, esperaron el momento adecuado para sorprenderlo.

En el camino este caminaba como desesperado para encontrar la fábrica
rápidamente antes de que algo le sucediera a sus amigos. Azucena solo le
seguía el paso, esperaba la oportunidad para retirarse; pero él no le quitaba la
vista de encima. No muy lejos comenzaron a ver a muchas personas que
caminaban en conjunto, unas venían mal vestidas y daban una mala impresión.
La fábrica no podía estar muy lejos... Era cuestión de llegar hasta allí sin ser
vistos por algún buitre que delatara.
Brian constantemente le decía a Azucena que se acercara y observase hacia
donde se dirigían esos maleantes. El aire olía a cigarro y a mil cosas extrañas.
Eso era lo que a ella le molestaba. Ambos chicos no venían solos. Dos
depredadores estaban tras ellos, desde que las revueltas comenzaron fuera de
la escuela; faltaban algunas horas para el anochecer, eran la las cinco y media
de la tarde esa vez y aún se encontraban lejos de llegar a cobrar facturas.
Azucena finalmente se desesperó de no llegar pese a las presiones de Brian...
Lo molestó una vez más preguntándole varias cosas.
—Bien dices Brian que estuviste en esa pandilla ¿Qué pasó exactamente?
Seguro algo hiciste para que te buscaran.
—¿Yo? Yo solo salí de esa pandilla, jamás imaginé que vendrían por mí y peor
aún cerca de la escuela a plena luz del día —Saory, tienes razón soy un tonto...
No debí haberles llevado cerca de la escuela —dijo sentándose detrás de unos
contenedores de basura.
—¿No pudiste detener al tal Márquez verdad?
—Trate de hacerlo... Pero dos de sus criados de mierda me tomaron por la
espalda, no pude hacer nada más. Ojalá ahora mismo pudiera patearle la cara.
—Mejor cállate no sabes qué harás en cuanto estemos en la fábrica imaginaria
—comentó ayudándole a pararse.

Unos pasos después se encontraban en la entrada de la fábrica. La malla rota y
oxidada llena de hierbas rastreras, las nubes formaban su nido de odio encima
de aquel lugar desolado. El canto del viento cubría los alrededores.
Ambos chicos se encontraban en búsqueda de sus amigos sin ninguna
esperanza. Había pandilleros de todas las edades, esa vieja fábrica era un
completo nido de alimañas de todo tipo. El clima tan frío alojaba asimismo
muchos peligros para dos niños que vagaban solos por ahí.
Ambos al caminar recibían la mirada de odio de cada alma que se torturaba en
ese basurero. Brian seguía buscando incansable el lugar donde Márquez
pudiese tener a sus amigos. Mientras tanto Azucena moría del miedo,
constantemente abrazaba el brazo de Brian. El olor a cigarro y a mil cosas
envolvían aquel ambiente...
—Considero que lo más prudente es salir de aquí, no sabemos con qué tipo de
personas nos podemos encontrar —dijo Azucena tomando la mano de Brian
para abandonar el lugar.
—¡No me da pena decir que tengo miedo! ¡Me has traído al peor lugar de esta
inmunda ciudad! No debí ayudarte allá en el colegio —reclamó en un intento
fallido de convencer a Brian.
—Anda puedes hacer lo que quieras, vete ya sabes salir de aquí. Tardará poco
en anochecer... Solo ten cuidado yo debo buscar a mis amigos. No tengo
opción los he metido en esto...
—Aquí no hay nadie más que drogadictos y pandilleros maleantes ¿Qué no
tienes miedo de salir lastimado? —¡Ya veo! prefieres terminar peor que como
te dejaron —dijo mientras entraban en el edificio principal de la fábrica.
—¡Cierra la boca Saory! Te he dicho que eres libre de irte... Debemos subir
aquellas escaleras, estoy seguro de que están en el piso D. Allí siempre fue su
guarida secreta. Ahora...
—¿Qué piensas hacer Brian? Si sales de ahí será en pedazos o mucho peor
¿Qué te sucede?
—Silencio, estoy pensando... Necesito planear cómo enfrentar a Márquez y al
resto, necesito de tu ayuda; por favor no me dejes solo —dijo tomándole el
brazo.
—¡Si! Es decir... ¡No! ¿Qué planeas hacer? Son más que nosotros seguro nos
hacen papilla a ambos y enviarán nuestros órganos a una súper venta, luego se
harán millonarios y formarán un ejército para...
—¡Basta! —interrumpió— Necesito que subas conmigo, cuando te avise...
Vendrás por los demás. Ya verás la señal... Espero que puedas distinguirla y
escapar con los demás.
—De acuerdo — dijo temblando— ¿Cuál es esa señal? —preguntó.
—Para que te sea fácil. Cuando me veas en el piso y sin poder levantarme.
Antes de subir debemos asegurarnos de que en esta planta no están... Pueden
estar en cualquier parte. Hmm...
—¿Qué sucede? — preguntó Azucena tartamudeando —¿Que haremos
primero?... No te separes de mí ¡Por favor!
—¡Ja! La niña que me odia ahora quiere que la cuide que gracioso ¿No? —se
burló— Primero espera aquí en la puerta iré al sótano, la maquinaria no puede
ocultar nada... Es muy pequeña. Volveré, pero te necesito... No me dejes solo a
mí y yo no te abandonaré al menos por hoy...
—Esta... Bien aquí te esperaré, pero no tardes —mencionó mientras se sentaba
a un lado de la puerta, justo debajo de las escaleras.

Brian caminaba entre la vieja maquinaria, llena de óxido y telarañas viejas.
Algunas máquinas estaban cubiertas con sábanas blancas. El piso rebosaba de
polvo y basura de todo tipo desde cigarros usados, botellas y jeringas.
En esas largas ventanas entraba un destello de luz que levantaba el polvo
mismo. Pronto se sintió acobardado ya que un extraño aroma lleno el aire
repentinamente. Un perfume muy penetrante que lastimaba la nariz al
inhalarlo.
Al fondo estaba la puerta del sótano. Volteó hacia atrás y al notar que nadie lo
seguía siguió caminando entre la maquinaria, cerca había unas cadenas que
escondían a una pareja que se disfrutaba mutuamente. Al percatarse de esto
salió corriendo hacia la puerta del sótano.
La vieja puerta de madera abría unas escaleras que descendían hasta un oscuro
abismo. No había luz, no se podía ver absolutamente nada de lo que había
abajo. El suelo desprendía el olor de la muerte. Sin duda alguna Brian tropezó
con algún cadáver, pues ocultos en el sótano los muertos se podrían en
silencio. La ausencia de luz no permitía apreciarlos; no obstante, allí estaban.
Se sentía un poco mareado por el humor del sótano, caminó hasta topar con
pared... Solo creyó encontrar máquinas viejas en él.
Rápidamente caminó entre el mar de cuerpos y subió las escaleras. En ese
sótano yacían las víctimas de diferentes asesinos. Sólo que ahí estarían
siempre ocultas. El olor de sangre putrefacta era inminente, Brian no sabía lo
que este era simplemente creyó que este venía de la vieja maquinaria guardada
en el sótano.
Azucena vigilaba constantemente la puerta y las escaleras, ambos chicos
temblaban de lo solitario e inmundo que era ese lugar.
Al llegar donde Azucena, Brian se veía indeciso de subir. Más no tenía opción
sin siquiera subir un escalón él ya tenía el miedo hasta la garganta...
—¿Encontraste algo en el sótano? —preguntó— Allí arriba no hay ruido
alguno ¿Crees que debamos subir?
—Sí —suspiró mirando las escaleras No debemos hacer ruido o se darán
cuenta que hay alguien y saldrán por nosotros.
—Esta es la planta baja... Llegaremos al piso D hay más niveles, pero el
acceso estaba lleno con escombros así que es imposible subir —comentó—
Sólo no te quedes atrás.
—Supongo que confió en ti, idiota —añadió siguiendo a Brian. Cada paso que
daban al subir las escaleras estas crujían por lo viejas y oxidadas que estaban.
Las viejas paredes tan dañadas tenían dibujos hechos con pintura de aerosol, y
algunas telarañas con enormes bestias viviendo en ellas. En el ángulo de las
escaleras con la pared una telaraña era tan grande que tenía un ave muerta
enredada entre los hilos.

Ambos subían temerosos de lo que podían encontrar en el próximo nivel. El
silencio predominaba, un silencio que te da la certeza de que hay algo
esperando por ti.
Brian se detuvo al llegar al nivel A antes de seguir Azucena observó la pared
una placa que mencionaba dicho nombre. Todo se encontraba en total y
absoluto silencio, no había más que oficinas cubiertas con sábanas blancas, era
un lugar donde se computaban datos. Tanto polvo hacia estornudar a ambos.
Paseaban entre las oficinas buscando, nada parecía tener vida.
—Me parece que hay que seguir al nivel B —dijo Brian limpiándose la nariz
con su antebrazo.
—Me pregunto si hay alguien en este edificio, yo creo que huyeron a otro lado
—comentó Azucena buscando debajo de un escritorio.
—No. —Eso es difícil; ellos siempre se escondían en este edificio los demás
están ocupados por otras pandillas o por vendedores.
—¿Qué tipo de vendedores? —preguntó abriendo una puerta que daba en
dirección a unos sanitarios.
—De todo tipo de cosas; he visto que venden armas, droga y pólvora. Yo una
vez compre una pequeña navaja suiza... El reto que Márquez había puesto era
asaltar a alguien que fuera fácil y no pudiera pedir auxilio —respondió
mientras entraban a los sanitarios.
—Imagino que esto es un sanitario de mujeres ¿tú qué piensas?
—No tengo ni idea, este lugar lleva mucho tiempo abandonado... Será mejor
irnos de este nivel o alguien más puede subir y echarnos a patadas de aquí —
decía al recorrer el fondo del corredor, dio media vuelta.
—Necesito algo de agua, muero de sed. Para variar las llaves no funcionan así
que este edificio está completamente sin nada... No hay luz ¡Ni agua!
Vámonos ya Saory.
—¿Qué es eso? ¿Qué diantres es eso? —preguntó Azucena señalando un
sanitario con la puerta entreabierta, allí estaba el cuerpo muerto de una mujer,
portaba un uniforme por lo que asistía a clases en algún lado, no podía verse
su rostro... El cuerpo estaba con la cabeza inclinada. La poca sangre que aún
conservaba su cuerpo goteaba en el piso expandiéndose hasta donde ella se
encontraba de pie... Respiraba tan rápido que pudo desmayarse de la
impresión; Brian la tomó de la mano y rápidamente salieron corriendo a las
escaleras que llevaban al siguiente nivel.
— ¡Sácame de aquí! —exclamó.
— ¡Sh! ¡Cálmate, yo también estoy asustado! —añadió tratando de calmarla.
—¡Estaba muerta! Sangraba muchísimo... ¡Qué rayos sucede! —gritó
agachándose en un rincón de las escaleras.
—¡Silencio! Van a escucharnos y nosotros acabaremos igual que esa chica,
bueno si suena cruel, pero cálmate, te dije que si querías irte podías hacerlo
¡Jamás haces caso! — susurró.
—Sube tú, yo no quiero ver nada más... Esperaré aquí.
—Bueno, lo haré —No es muy lejos... Solo iré y regresó por ti —¿Estarás
bien?, ¿no? Si ocurre algo sal corriendo o grita y yo... Veré si puedo ayudarte
—dicho eso Brian subió unos escalones más para llegar al otro piso.
Subió tan pronto como pudo, no obstante, al llegar solo encontró un ventanal
roto por el cual unas palomas volaron asustadas. Una habitación
completamente vacía, pero por la cual el ocaso se observaba, el ventanal que
era tan grande permitía apreciar una amplia vista de la ciudad.

Brian forzaba una puerta oculta por unas viejas tablas. No lograba abrirla ya
que estaba cerrada con candado, era más que obvio que no pudieron ocultarse
dentro de esa puerta.
Azucena subió cautelosamente hasta donde él se encontraba, la iluminación de
la ventana lastimaba su vista.

El camino no terminaba en ese nivel vacío pues las escaleras abarcaban siete
niveles. Brian sabía que era imposible llegar a la cima del edificio por qué las
escaleras estaban bloqueadas con escombros que cayeron del techo una tarde
lluviosa.
—¡Vaya! De pronto sentí que habías huido como de costumbre lo haces —dijo
volteándola a ver. — Esta puerta está cerrada con llave y candado, me temo
que no están por aquí. A menos que estén en aquella puerta.
—¡Está zona está vacía! No pueden estar aquí... Pero si dices tratare de entrar
Hmm la puerta usa una tarjeta magnética para abrirse. Te dije que no te
abandonaría, aunque seas un testarudo.
—Mira por allá... Hay una tarjeta sobre aquellos documentos en el escritorio...
—¡Vamos Saory intenta abrirla! Supongo que no encontrarás nada —
sentándose en las escaleras pensaba —Tengo el presentimiento que
deberíamos seguir, pero... Creo que aquí no encontraremos a nadie, al menos
con vida—
—Muy bien... Sólo debo deslizarla y ¡Listo! —comentó al abrir la puerta,
dentro de esta había una bolsa de dormir y un par de botellas. Más al fondo
había una caja de cigarrillos.
—Nada aún... Saory subamos, faltan dos niveles más y te puedes ir... Claro
que te ayudaré a escapar de aquí —mencionó tomando mano y subiendo las
escaleras. El nivel C era el siguiente. Algo no muy distinto al anterior nivel.
Simplemente era una habitación vacía sin vida... La única diferencia eran unas
viejas cortinas rasgadas por la humedad que cubrían el ventanal.

Aquí en este nivel ambos chicos encontraron un problema mayor: Un tramo de
las escaleras había desaparecido. Era imposible continuar por ahí, pues el
tramo en buenas condiciones estaba muy por encima... Azucena al observar la
situación sintió la necesidad de buscar algo más para subir a la última planta
disponible.
—¡Rayos! Esto no... No estaba así, alguien debió romper el acceso. Me temo
que debemos bajar lo más pronto posible. No sabemos quién está aquí...
—Esta vez te has dado por vencido muy rápido, Brian —comentó. —
¡Podemos entrar por la ventilación! Seguro es mejor que tratar de subir las
escaleras... Creo que estaremos a salvo por ahí. Nadie podrá vernos o hacernos
daño —removió la protección del ducto de ventilación.
—¡Buena idea!
—Yo entraré primero, las chicas miedosas van después Jajajaja —reía
mientras entraba por el ducto—. Enseguida iba Azucena siguiendo los pasos
de Brian. El ducto era algo estrecho y bastante oscuro, la luz pegaba muy poco
ahí dentro por lo que se movían a gatas a través de.
El ruido que emitía el metal al abultarse con sus pasos asesinaba cruelmente a
la serenidad y el silencio que había en ese desolado lugar.
Al toparse con dos protuberancias que daban en dos direcciones distintas...
Una estaba inclinada y continuaba en la misma dirección; sin embargo, la otra
daba a la izquierda. Brian se acercó poco a poco a la izquierda. Lo único que
notó es que si entraba allí sería un largo y doloroso camino hasta la planta
baja. Al quedar detrás ella continuó por la que seguía con la misma dirección,
al entrar ahí se sentía el frío aire y la luz resplandecía en uno de tantos
túneles...
—Puedo ver el final del túnel ¿Ahora qué hacemos? —preguntó nerviosa.
—¡Silencio! Amm solo observa si hay alguien ¿De acuerdo? No pueden ir más
lejos y no hay como escapen. Me pregunto cómo es que llegaron hasta acá si
los accesos están bloqueados o rotos.
—Puedo ver algo...
—¿Qué ves? —preguntó Brian susurrando. Azucena se acercaba a la
protección de la ventilación y a través de esta observaba lo que había, solo
podían verse basura en el piso, nada más.
—Vamos a salir, no hay nada más que basura, pero puedo ver un corredor al
fondo —susurró removiendo la protección del ducto.
—No puedo creerlo. Aquí no hay nada, yo esperaba encontrarlos a todos
¡Mierda! ¡Tiempo malgastado! —gritaba Brian al salir —Saory, debemos
irnos de aquí ya podremos enfrentarnos otro día, pero necesito encontrar a los
demás.
—¿Crees que Márquez huyó a otra parte de la fábrica? —preguntó.
—No lo creo... Este inmundo lugar no tiene más espacio para una rata de su
tamaño.

Brian sólo observaba el fondo del corredor. El sonido del rechinar de una
puerta resonó, mientras que una leve silueta se asomaba fuera de la puerta.
—¡Larguémonos de aquí! ¡Ya, ahora! —gritó Brian alejándose del corredor —
¡Vuelve a los ductos, te veré afuera!
—¡Brian, ¡qué sucede! —espantada volvió a través del ducto.
—¡Es una trampa! —salió corriendo en dirección a las escaleras. Pronto dos
tipos salieron tras Brian, Azucena era una presa más complicada de atrapar ya
que los ductos de ventilación eran pequeños y un completo laberinto.
Justo en ese mal momento Márquez se salió de su guarida, las puertas del
corredor era el verdadero nido de esa pandilla del mal. Eran cuatro contra dos,
no había muchas posibilidades de escapar completos del edificio.
Brian corría desesperadamente, respiraba muy rápido mientras trataba de
esconderse. Los tres sujetos le seguían el paso y no se engañaban tan
fácilmente. Ni siquiera la altura que separaba el nivel D del anterior fue un
obstáculo para que Brian saliera de ahí. Rápidamente corrió y se dejó caer al
vacío, fue un golpe duro, pero no había escapatoria. Los demás usaron las
puertas de servicio para alcanzarlo, al llegar al nivel A tenía a los tipos
pisándole los talones... Entrar a los sanitarios era su única salida.
Corrió hasta la puerta, los pasos de sus perseguidores se escuchaban muy
cerca. No hacer ruido era una solución para no acabar entre sus fauces.
—¡No pueden encontrarme, no van a encontrarme! —¿Dónde estará Saory?
—Ella ya está lejos de aquí... eso espero —suspiró—. Unos pasos más
cautelosos caminaban fuera de la puerta. Podía percibirse su silueta por debajo
del marco, unos pasos que daban vueltas de un lado a otro. De repente todo se
calmó.
—¡Qué esperan, lárguense de aquí! —Balbuceaba constantemente forzando un
ducto de ventilación—. Tanto ruido hizo que entraran bruscamente pateando la
puerta y abriéndola de un solo golpe. Antes de que entraran Brian se escondió
debajo del lavabo, solo respirando agitadamente. Cuando ellos entraron, se
distrajeron con toda la sangre que había en el piso.
—¡Si debo salir es ahora o nunca! —pensó saliendo de su escondite. Uno de
ellos quiso detenerlo, pero fue demasiado tarde. Brian lo empujó con todas sus
fuerzas evitando ser capturado. Justo al salir atrancó la entrada con una tabla
de madera que cayó del techo. Bajó rápidamente las escaleras hasta la planta
baja, los pasos cesaron por lo que creyó que ya no los seguían. No había señal
alguna de Azucena, transcurrían algunos minutos y ya estaba oscuro. La
desesperación ahogaba las cuatro paredes de la vieja fábrica, rápidamente
Brian volvió a las escaleras hasta el primer nivel, los golpes en la puerta del
sanitario sonaban como si la fuesen a derribar.
De pronto alguien llegó por las escaleras del nivel B, llegó tan asustada que su
color de piel era un tanto más amarillo que su color normal. Azucena logró
escapar de los ductos, respiraba muy agitada. No obstante, ambos seguían en
peligro.
—¡Brian, corre ya vienen por nosotros! — añadió —Están ahí todavía,
podemos salir por los ductos hasta la calle. ¡Andando, el tiempo es oro! —dijo
entrando de nuevo.
—¡Genial estás viva! Me tenías preocupado, parece que si sobreviviremos
después de todo jajaja — reía de los nervios—.
—¡Camina ya, pero rápido! —dijo ella.

Salir de ahí no resultaba ser cosa fácil, eran unas cuantas vueltas por la
ventilación del edificio, pronto estaban fuera de, y en el extremo que daba con
la calle. Azucena salió primero, ayudando a Brian a salir.
Él simplemente se ve nervioso, pues ninguno de sus amigos estaba en el
edifico. Finalmente, el miedo al salir fue mayor que el de entrar.
—Saory, debemos correr y alejarnos de aquí. Esos imbéciles son capaces de
seguirnos hasta donde lleguemos.
—Ok. Entiendo, ni idea de que donde estén los demás, yo estoy segura que
algo malo les ha pasado, no sé quién podrá salvarlos, le diré a mis padres —
comentó.
—¡No les digas a donde te he traído, seguro que me asesinaran!

Ambos salieron corriendo tan rápido como pudieron, ya estaban lejos de la
fábrica. Unas calles antes del colegio. Aparentemente un lugar seguro, había
muy poca luz casi nada. El viento comenzó a cantar esta vez de una manera
cruel y silenciosa. Saory se detuvo unos segundos, Brian siguió corriendo tan
rápido como sus piernas le permitían.
Al doblar una esquina, un golpe muy fuerte lo derribó. Era demasiado tarde
aquellos maleantes los alcanzaron. El miedo hizo a Brian levantarse como
rayo pese a que Márquez lo golpeó con un bate de béisbol.
—¡Creíste que la librarías, sigues siendo un cobarde! —mencionaba Márquez
burlándose cuando Brian estaba tumbado —¡Esto es de risa, has caído en la
trampa! Me decían que no eras tan tonto, pero veo que... ¡Si lo eres! —
carcajeó—.
—¡Pedazo de basura! ¡Más te vale decir en donde están mis amigos! —dijo al
levantarse — ¡Esto es lo que querías! ¿Qué esperas? —¡No te tengo miedo!
—. Era una pelea muy justa uno contra uno. Los demás quedaron atrapados en
el sanitario del edificio. Márquez se veía cada vez más decidido en hacerle
daño a Brian.
—No entiendes nada cobarde. Usé a tus amigos para poder vengarme por
aquello que nos hiciste; veo que no lo entiendes. Tú y tu amiguita están en
peligro ahora mismo por si no lo sabían —mencionó al sostener el bate.
—¡Déjanos solos! —gritó Brian abalanzándose contra Márquez. Ese lugar se
llenó de gritos y empujones por unos minutos.
Márquez trataba de acabar con él de un golpe, para su buena o mala suerte
pudo quitarle el bate de las manos. Intercambiaron golpes uno al otro, pese a
que siempre se mostraba tranquilo y evitaba a toda costa los problemas; esta
vez Brian desató soda su fuerza, se veía el coraje en sus ojos.
Azucena veía desde un ángulo, los nervios estaban por matarla. No sabía si
entrometerse y frenar la pelea o simplemente mostrar indiferencia ante la
situación.
Márquez era más ágil que Brian, mientras él podía acertar un golpe, Márquez
le había acomodado tres. Después de un par de minutos y de recibir tandas de
golpes finalmente el vándalo logró vencerlo con un golpe en la espalda que lo
puso en el suelo sin poder levantarse. Si recuperaba el bate que estaba en el
suelo, algo mucho peor podía suceder. Cuando menos se lo espero una piedra
lo golpeó en la cabeza. Inmediatamente Brian se puso de pie y trató de salir
huyendo, pero el sonido de una sirena alcanzó a los tres. Pues al ver el
alboroto en la vía pública unos vecinos denunciaron lo que ocurría.

Rápidamente dos agentes bajaron de la patrulla, uno tomó a Brian por la
espalda y lo sometió torciéndole un brazo, Márquez trato de desaparecerse,
pero tuvo la misma suerte. Azucena permaneció quieta detrás de unos
arbustos. Si ella se movía acabaría igual que esos dos idiotas, pensaba.

Las autoridades no dijeron absolutamente nada, los subieron detrás de una
patrulla... La horda de vecinos salió de sus casas a ver qué ocurría. No se dijo
o se hizo más, la patrulla llevó a ambos chicos a la delegación, allí sus padres
debían responder por ellos... Cosa en la cual Brian estaba en problemas.
Tan pronto se fue la patrulla Azucena dio vuelta atrás y se dirigió a su casa. El
segundo depredador iba tras ella, esta vez la tomó por detrás y le tapó la boca,
claro que fue un buen susto para ella... Su reconocida voz solo dijo estas
palabras.
—Veo que tuviste un poco de diversión el día de hoy. Gracias a mí estas con
vida Jajajaja eso no lo olvides —La policía y yo los seguimos durante horas,
los otros tres delincuentes juveniles están ya detenidos—. Después de todo lo
que has vivido respóndeme una pregunta, quiero una buena respuesta no
cualquier cosa... ¿Qué es el miedo?
—No tienes algo mejor que hacer, ¿no es cierto?
—Vamos respóndeme, después de todo mañana debes asistir a clases y yo en
persona te llevaré a la escuela para que no hagas ninguna estupidez o algo
ilegal como ahora —comentó y al mismo tiempo los dos se alejaban del lugar
de los hechos.

Era tarde y el profesor Manuel estaría preocupado si no veía llegar a Azucena
a buena hora.
Alan la condujo hasta su casa, no hizo ningún comentario sobre lo que
sucedía, él llamó a las autoridades para que detuvieran a ambos chicos y que
ella no resultará lastimada. Antes de irse le aconsejó que no saliera más por las
tardes pues el notó que el ocaso y el amanecer llegaron de una forma muy
extraña inclusive más que los otros días. Mencionó algo en torno a que las
nubes empezaban a verse entre azules y negras además de formar remolinos en
lo alto del cielo.

Todo cambió absolutamente al entrar a clases. Alan la acompañó hasta la
entrada del colegio y no dijo más sencillamente se despidió de su amiga. Ella
sintió cierta frustración al no haberse podido fugar.
Todos la veían extrañamente pues pensaban que jamás volvería nadie tuvo la
molestia de preguntar qué había sido de su vida asimismo ella tampoco se
interesó. Recordaba firmemente lo que pasó hace poco antes de entrar a su
aula vio que Oliver se encontraba sentado cerca de la ventana exactamente en
el lugar de Brian, solo que este no había llegado aún.

Al verla llegar se notaba la alegría en los ojos del chico, tantos días sin saber
nada de ella y cuando pudo estar cerca no tuvo la oportunidad de hablarle.
Esta vez fue ella quien al estar preocupada se acercó a Oliver, la emoción en
sus ojos decía más que mil palabras un se lleva el viento.
— ¡Oliver, estás bien! —¿Dónde están los demás, como pudieron escapar? —
¿Dónde rayos está Brian? — exclamó sorprendida.
—¡Hola me alegra mucho verte! Y no pasó nada... Nada en absoluto. —
¿Brian? Él no ha llegado realmente no sé dónde esté. Tal vez viene en camino
—respondió alegre, pero al mismo tiempo nervioso.
—Pero cuéntame ¿Por qué no vienes a clases? Quiero decirte algo desde hace
tiempo y jamás puedo encontrarte...
—Es que tú jamás entiendes... ¿Crees que no sé lo que sucedió? Yo estuve ahí,
lo encontré casi agonizando cerca de la salida secreta estaba completamente
hecho pedazos... Luego él quería saber que habían hecho con ustedes y ¡Me
llevó hasta la maldita fábrica! Entramos y los buscamos por todas partes...
Había cosas horribles —comentaba de forma histérica hasta que Oliver la
interrumpió.
—¡Ya para! Dime qué sucede, ¿por qué quieres llorar? —preguntó,
simplemente una pregunta hecha en un mal momento. Los ojos de Azucena
revelaban que sentía mucha preocupación por sus compañeros como Brian la
sentía de la misma manera, antes de seguir se secó las lágrimas y fue a
sentarse antes que las clases comenzaran.
—¡Déjame sola! — gritó —. Quiero saber cómo rayos escaparon de la fábrica
no quiero saber nada más.
—Ok. En un instante pudimos salir corriendo, estábamos en la entrada de la
fábrica. Nos persiguieron unos cuantos metros, pero no nos pudieron alcanzar.

No volvió a decir nada más, pronto se vio llegar al profesor Manuel
tranquilamente a dar su clase que cada vez eran menos interesantes, un tanto
monótonas y aburridas.
Después de tantos días este fue un día normal, aunque Brian no asistiera a
clases y se desconociera su paradero.

Durante el receso el profesor Manuel iba saliendo de la escuela cuando al
voltear de reojo pudo ver a Azucena platicando con Oliver en el mismo lugar
donde él conoció al chico. Se veían entretenidos eso fue lo que pensaba.
Realmente Oliver le comentaba lo de su cumpleaños que el festejo de su
cumpleaños sería en tres días aproximadamente, ella se mostraba sería y
comentaba algo después de cierto tiempo. Los vio una vez más y se fue
sonriendo al cerrar la puerta de la escuela.

Oliver regreso muy contento a su aula, por lo visto la respuesta de Azucena no
pudo ser otra más que un sí. La inquietud y las ansias de convivir con los
pocos amigos que había hecho eran enormes. Ese día terminó sin ningún
imprevisto.

Al regresar de la escuela la familia se encontraba en su casa, Carol trabajaba
en su ordenador mientras que ambos chicos veían la televisión. De pronto su
madre salió por una emergencia en su trabajo, la necesitaban y lo más rápido
posible.
—Niños, me necesitan en el trabajo. Volveré en una hora, Oliver cuida bien de
Sarah. Una hora es lo que me dicen, pero considero que tardaré un poco más,
no salgan a ningún lado. Adiós —dijo tomando su bolso y saliendo del
apartamento.
El chico movió la cabeza afirmando a lo que decía su madre, ambos
continuaron viendo la programación por un rato. Después Sarah fue a la mesa
con su cuaderno de dibujo y sus colores mientras que su hermano jugaba
videojuegos. Nada mejor que disfrutar una tarde en casa, pronto la
incertidumbre llegó pues unos alumnos rumoraban que Brian estaría jugando
basquetbol en las canchas del bosque cerca de los apartamentos.

Al aburrirse de jugar, Oliver intentaba persuadir a Sarah de dar una vuelta por
el parque, unos minutos no serían nada malo si s madre no se daba cuenta.
—Mamá nos dijo que esperáramos, si nos vamos se molestará. Ayer llegamos
tarde y estábamos en peligro no le dijimos nada y además me debes una...
—Solo un rato Sarah ¡Por favor! — interrumpió—. Te cuidaré bien esta vez y
nada malo nos puede pasar si es aquí cerca.
—¡No! Estamos nosotros solos y si algo nos pasa no podremos decirle a nadie
y mamá estará muy preocupada —¿Entiendes? Vé tú solo, yo te espero. Trata
de llegar antes que mamá y no hagas algo tonto allá afuera.
—Muy bien amargada... Me voy solo y no prometo nada. No sé por qué me
pide mamá que te cuide si veo que ya puedes cuidarte sola —contestó molesto
levantándose de la sala y caminando a la puerta. — A veces pienso que no
deberíamos ser hermanos, siempre me llevas la contraria y eres muy aburrida
Sarah —dijo antes de cerrar la puerta.

Un paseo por el parque después de discutir puede ser algo calmante, el chico
al entrar al bosque camino entre las pistas para trote buscaba cómo llegar a las
canchas de basquetbol. No pensaba en otra cosa más que en encontrar a Brian.
Al caminar cerca del lago el cual resplandecía aún más que aquella vez que
estuvo con Sarah en ese lugar, se dio cuenta que alguien más estaba ahí; esa
persona no se movía, estaba de pie observando las calmadas aguas...
—Buenas tardes profesor ¿Qué hace por este lugar? —preguntó parándose a
un lado.
—Hola. He venido a despedirme de este bello lugar. No resta mucho tiempo
así que decidí venir aquí una última vez —contestó seriamente.
—Hmm no entiendo qué quiere decirme... Usted ¿Ya se va?
—Digamos que no lo entenderías, pero si eso es lo que crees está bien.
Necesito que me hagas un favor, detesto pedir algo sin dar nada a cambio más
esta vez tendré que hacerlo...
—¡Vamos dígame! ¿Qué es? —preguntó con ansias.
—¿Cuidarías de ella por mí? Ya no estaré a su lado, le doy las gracias por
todo, pero pronto desapareceré de su vida... Esta vez no le avisaré. Sólo hazlo
no te daré más información, estaré bien.
—Creo que entiendo un poco de lo que me quiere decir... Me tengo que ir,
busco a Brian que rumores aseguran que anda por aquí. Nos vemos y claro que
lo haré dijo desapareciendo entre el camino.
—Cuídate —Gracias por todo, amigo —susurró sin moverse del lugar en
donde estaba—.

Continuó, al llegar a las canchas se percató que los rumores solamente eran
rumores. No había nadie allí, el chico busco en los alrededores, pero nada.
Pensó que, si volver sería una buena idea, pero aún restaba algo de tiempo así
que una pequeña caminata no vendría mal. Era una tarde bella, los árboles
cantaban alegría con sus hojas multicolores, pues al ser otoño había hojas
verdes, naranjas, amarillas y marrones, salió del sendero para adentrarse en el
bosque, alguna que otra ardilla subía los árboles en busca de nueces. Los
pájaros aún cantaban sus himnos mientras el día seguía en pie. Caminar lejos
del sendero hasta perderlo de vista para muchos sería inseguro, pero al haber
tantos senderos en el parque perder uno y encontrar otro era muy común.
Tantos pasos lejos que jamás se habría dado cuenta de hasta dónde había
llegado, hubo un punto en que los árboles mismos jugaban con la mente para
que perdieras el camino de regreso, sin embargo, esto no le preocupaba en lo
más mínimo.

Pasó un buen tiempo, ya estaba bastante lejos. No recordaba el camino de
vuelta había, poca luz pese a que el sol seguía en lo más alto del cielo... Pronto
el viento levantaba las hojas muertas del suelo con ligeras corrientes de aire
frío. Una voz tan ligera como el viento mismo decía con alevosamente «Aquí
estoy» con un tono que le pone la piel de gallina hasta al más valiente
asimismo el viento trajo un grito el cual resonaba entre los troncos de los
árboles y ahora repetía en su oscuro llanto: «¿Por qué huyes? Te puedo ver.»
asimismo Oliver asustado lo único que vino a su mente fue Sarah.
—¡No entiendo qué es esto, debo volver a casa! —pensaba mientras corría
entre los árboles. La esencia del viento lo seguía a todas partes. Ningún
sendero estaba cerca. Era más que obvio que se había perdido en alguna parte
del bosque. Mientras escapaba de esos susurros que se repetían hasta hacer
caer la locura sobre los hombros.

La naturaleza misma se tornó en su contra. Los ramales cerraban todo el paso
a la luz, el aire estaba muy encerrado, apenas se podía respirar bien; aquellos
cantos de las aves desaparecieron entre un mar de desesperación. «No hay
lugar a donde huir, la nada vive en el vacío» repetía esa voz siguiéndolo ya
estaba muy cansado de no encontrar el camino de vuelta.
—¡Alguien ayúdeme, quiero volver a casa! —gritaba, pero era inútil ya que
nadie lo escuchó. Caminaba de un lado a otro desesperadamente. No había
donde ir entre tantos árboles, hubo un momento de espeluznante silencio, el
sonido de los pasos de Oliver pisando las hojas muertas del piso era todo lo
que resonaba.

Los troncos formaban un sendero entre sí, cuyo andar conduce más allá de la
imaginación. Parece ser infinito como los mismos números o como los años
del universo, y transitando entre ellos iba un muchacho con una mirada de
angustia tan grande como el mismo en sí.

Esos árboles se mostraban egoístas al ver al muchacho caminar entre ellos,
estos cerraban sus hojas impidiendo el paso de la luz del sol, el fondo se
oscurecía; cada vez se podía ver menos... Las hojas aún se levantaban con un
tenue soplo del viento, cada segundo lo hacían con menos frecuencia, las hojas
cambiaron de naranja a marrón conforme Oliver avanzaba por el sendero. Se
oscurecía el camino sin embargo, faltaba para el anochecer, él percibía que
pasaron minutos, pero transcurrieron varias horas.
El bosque no permitía ver más allá de unos cuantos pasos en su eterno enojo.
Estaba cansado de andar sin rumbo, no había señales de una oportuna salida.
La preocupación en su mente tenía como imagen a Sarah; pues temía que algo
le pasara estando completamente sola.

A lo lejos entre encinos, arbustos y abetos yacía una cabaña, la oscuridad
permitía contemplarla. ¿Sería la salida de esa pesadilla? Correr hasta la cabaña
es una buena opción, pensó. Al tratar de acercarse a esta lograba que se viera
más y más lejos de lo que aparentemente estaba. No había salida, al menos eso
murmuraban las caídas hojas de los árboles quienes debido a la soledad y a la
ansiedad ya tenían voz y voto. No podía más, sus ojos revelaban que estaba
exhausto de caminar sin rumbo. Cada paso se convertía en un rato más
parecido a levantar cien kilogramos de acero sobre una pendiente muy
inclinada, el bosque mismo le había hecho un espejismo bastante real este
mismo se burlaba de un alma perdida que buscaba salir de ahí sin causarle
daño a nadie.
Una dulce melodía resonaba en su cabeza... Una melodía que jamás había
escuchado, el dulce cantar de un niño pequeño. Aquellas notas tocaban en
finas notas y cantaron en otra lengua, el viento no levantó las hojas ni un
instante más. Nada más la oscuridad de los árboles prevalecía, daba unos
pasos de cansancio dejándose guiar por aquella música.

Al detenerse, el viento tocaba la misma canción, en vez de gritos tocaba una
flauta al ritmo que voz cantaba con su suave tonalidad. Su mente estaba en
blanco, aquella música relajaba bastante. Se balanceaba mientras estaba de
pie, no cabe duda que quería caminar, pero no su mente, más fuerte que el
evitaba todo rastro de movimiento.
Finalmente dejó de balancearse y se desplomó sobre las hojas, cayó en un
profundo sueño. La música no dejo de tocar, él creía estar en un lugar seguro,
pero olvidó que se encontraba a la mitad de la nada, muy lejos de casa.
—Me pregunto: ¿Acaso estaré loco? No lo creo pues si estuviera loco no
pudiera recordar tantas cosas que he vivido con tanta tranquilidad, pero ¿Por
qué las estoy recordando ahora? Hay algo que no sé y no quisiera saber eso
que intento adivinar —Hace unos instantes recordé a papá. Me preocupa
mucho. Casi he perdido todos los recuerdos que tengo de él creo que es por
qué mi memoria ya no quiere que sea así. Hay un enorme sentimiento que
brota de mis ojos, creo que también olvide como se llama eso.
Quiero volver a esos días en el que papá y yo salíamos a jugar a nuestro viejo
jardín, especialmente en invierno cuando nos lanzábamos bolas de nieve o
cuando viajamos y nos detuvimos a jugar en donde crecen esas flores
amarillas que huelen tan bien. Mamá decía que siempre estaríamos juntos y
que siempre seriamos una familia feliz. Un día papá nos dejó, pero no logro
acordarme por qué... Era muy pequeño, ese recuerdo lo he perdido. Mi casa
está sola; mamá dice que volveremos algún día a visitar a mis amigos, lo dice
para que no me sienta mal yo bien sé que jamás regresaremos. Creo que cada
que vuelven más recuerdos a mi mente, estos terminarán por volverme loco o
dejo de llamarme Oliver si no es así. Quiero volver a donde estaba por suerte
no he olvidado eso... Sarah está sola y mamá se preocupará si no me ve en
casa... Quiero saber, si existe un recuerdo... Odio soñar mientras estoy
despierto más esta vez el recuerdo es bastante real... Papá y yo jugando en
algún lugar, él me cargaba y yo reía... Tenía uno o dos años... Esto viene como
si hubiese sucedido justo hace un instante, él me miraba y me dio un abrazo sí,
eso recuerdo. Algo me decía que me causaba gracia; de pronto dio media
vuelta y me abandonó, yo traté de seguirle el paso, pero él desapareció entre la
niebla.
Las lágrimas me hunden recuerdo que llore mientras iba tras él, hacía mucho
frío. Sí mucho...
—«Es momento de despertar, abre los ojos» —murmuraba una dulce voz que
se desvaneció.

Era la voz de la soledad, una voz que juega dentro de nuestras mentes todo el
tiempo, muchas veces no le hacemos caso por temor a lastimarnos; sin
embargo, jamás muere, esa voz permanece dentro de nosotros como un
guardián muy fiel a su trabajo.

No despertaba, no quería hacerlo... Esos recuerdos eran demasiado reales
como para abandonarlos súbitamente Oliver rechazaba la orden de aquella
voz. El chico se movía entre la maleza como si estuviese en su cama
escapando de pesadillas interminables...
— ¡No quiero, vete déjame solo! ¿Por qué has de molestar siempre que estoy
durmiendo? ¡Si es necesario vete tú sola a clases, no iré contigo! Algún día
tendrás que crecer y vagar sola por las calles... Quiero saber por qué Sarah
siempre es una molestia ¡No es inútil!
—Tengo frío y mucho... Ese frío es molesto, quiero ya volver a casa... Mi
verdadera casa con mis amigos. — Repetía el muchacho retorciéndose del
mismo enojo. Al mover su mano por las hojas secas sintió algo frío y húmedo,
al sentir eso comenzó a abrir los ojos.

—¿Qué es esto? ¿En dónde rayos estoy? —se preguntó al abrir los ojos y
observar lo que inconscientemente había tomado con sus dedos. Unos árboles
y el final del sendero estaban frente a él.
Densas nubes grises cubren el cielo, unas tienen un tono azul que deprime la
vista de las alturas, esas nubes se reúnen en el firmamento; una fina y muy
pequeña alma de luz entraba por ellas; rápidamente se levantó al observar el
paisaje ¿En dónde estoy? Se preguntaba alarmado, el sendero hacia atrás sólo
daba lugar a unos cuantos árboles que ligeramente desaparecían en una colina.
—¡Ayuda, necesito volver a casa! —gritó al observar la nieve el paisaje—
¡Auxilio! ¡Alguien sáqueme de aquí!
—¡Estoy perdido, por favor alguien ayúdeme a volver! —repetía
constantemente en la arboleda, las lágrimas rodaban sobre su rostro mientras
desesperado corría buscando señales entre los montes de nieve. Nadie
respondía.
Más allá de las negras nubes que lloraban en frío unas imponentes montañas
cubiertas por la nieve observaban la llegada de un intruso.

El frío era intenso, para la ropa tan ligera que trae puesta. Correr pidiendo
auxilio era todo lo que él hacía, nada vivía en medio del espesor de la nieve.
Fuera de la arboleda un inmenso e interminable campo se imponía con rudeza.
Horas y horas transcurrían y no existía señal de vida alguna, el chico camino
hasta el lecho de un pequeño río que sucumbía ante el invierno. En sus
cristalinas aguas solo descansaban rocas negras cubiertas por nieve y hielo; el
cauce no era muy hondo. Trató de cruzarlo, pero el agua era demasiado fría,
fluía con tranquilidad y sin recelo.
Sus lágrimas solamente hacían que su cara se mojara y por lo tanto sentir más
frío era la consecuencia. Solo vagaba sin un rumbo y hacia su muerte ¿Cuál es
la oscuridad de una llanura ahogada por el invierno que segundo a segundo
mataba todo rastro de vida que pudiese morir en sus garras?
Oliver continuo río abajo en busca de un refugio, en lo alto brillaba lo que
sería un sol cubierto por una enorme capa de espesas nubes y niebla en lo alto
del cielo. Es un lugar bastante inhóspito y despiadado. Su llanto intentaba
resonar entre la nieve que llenó el paisaje, cada paso es un enorme riesgo
sobre todo en un Valle completamente desconocido. Eran pocos los árboles
que había... Solo algunos cerca de la arboleda, todo era un mar de matorrales
cubiertos de hielo y copos blancos.

Algo acechaba entre las colinas: una criatura con forma humanoide, tan
pequeña como un niño de seis años, poseía una piel llena de marcas, rasguños
y llagas. Una hilera de pelambre llenaba su espalda mientras que el resto de su
piel simulaba la de un leproso en sus últimos días de respirar. Dicha bestia
comía atiborrándose las mandíbulas, su presa, un ciervo asesinado por el
invierno. Desgarraba la carne de sus huesos congelados, cuando estos crujían
en sus fauces producía un espeluznante sonido.
Oliver caminaba cerca de ahí, ahora cada paso era un reto pues sus piernas se
entumen con el frío, temblaba al caminar ya que su ropa al mojarse con la
nieve le dejaba una terrible sensación, ningún lugar para refugiarse. Al llegar
donde la criatura, se paralizó del miedo, aún limpiaba sus ojos. La pequeña
bestia levantó la mirada con el hocico lleno de las entrañas del ciervo. No
atacó, se encontraba devorando un manjar que raramente se encontraba. Lanzó
dos gruñidos y siguió comiendo.

Mientras tanto la naturaleza destaca su furia contra la llanura y sus pocos
habitantes, unas fuertes ráfagas de viento levantaron la nieve del suelo. Las
nubes precipitaron su enojo en forma de nieve el muchacho veía un poblado
oculto por la tormenta invernal. Casas pequeñas y grandes, todas formando
una rotonda entre ellas mismas. Llegar ahí era la única solución.
Su condición apenas le permitía moverse, de vez en cuando gritaba pidiendo
auxilio... Cada vez menos fuerza tenía su voz.
Al acercarse más a la entrada del poblado notó que había campos de cultivo
ahora completamente destruidos y acabados por la mala temporada, viejos
instrumentos de campo abandonados, carretas de madera completamente solas
y los cultivos sepultados sin misericordia. Se preguntaba si había alguna señal
de vida alguien que socorriera y le enseñase el camino de vuelta.
La entrada del lugar, una compuerta de metal muy vieja y oxidada... Las casas
tenían un aspecto medievo muy viejo; unas construidas con piedra y madera
otras tenían un techo cubierto con paja incluso algunas con un pequeño establo
fuera de ellas. Esas viejas calles empedradas daban a una plazuela donde había
una fuente, un estilo barroco muy fúnebre y una estatua de un ángel con un ala
rota. Al frente del chico, justo en el fondo sobresalía un molino resquebrajado
de lo viejo que estaba, detrás la cúpula de un templo.

Se quedaba sin voz al gritar, algo muy peligroso en un pueblo fantasma. No
sabes quién más puede oírte además del silencio... Camino hacia varias casas,
golpeaba la puerta, pero nadie abría, gritaba como un loco que lo ayudasen,
nadie aparecía. Exhausto se sentó fuera de un viejo pórtico poniendo la cabeza
entre sus rodillas temblando de frío. Vio una silueta, era algo del tamaño de
una gallina, se escondía entre las barricas, la fuente y unas macetas con plantas
marchitas.
Se sentía observado, se escondió detrás de la fuente y se asomaba mirando
fijamente a Oliver. Al tratar de averiguar qué era lo siguió sin más remedio...
El pequeño animal corría de una forma que daba gracia, similar a una gallina
huyendo de ser capturada.

Inmediatamente salió tras el pequeño animal, un paseo completo por las calles
de esa vieja aldea. Todas las casas estaban completamente solas y
abandonadas. Por su estado habían sido abandonas hace días o hace horas tal
vez.
El miedo se percibía en su mirada ¿Qué puedes hacer perdido en un lugar
completamente desconocido y sin señales de alguna posible ayuda? La misma
ansiedad terminaba con su cordura, pero el frío terminaba con su propia
existencia.

El lugar era bastante pequeño puesto que siguiendo a la criatura le dio vueltas
en círculos, solo que él no lo notaba. Tres salidas tenían esa aldea, rodeada por
un muro de piedra seguido de atalayas de vigilancia completamente
abandonadas. Fuera de la aldea, allí en lo lejos estaba un cementerio, las
lápidas se veían desde el interior, estas eran cuidadas por un pequeño bosque
de árboles negros cubiertos de nieve.
Cerca de lo que era un mercado la pequeña criatura cruzó un puente de piedra
y madera, debajo fluía el río. El muchacho respiraba cada vez más cansado, el
frío terminaba con su vida lentamente debilitándole. La explanada del viejo
mercado cubierta de algunas flores que se resistían al invierno daba a un
callejón en donde varios lugares de mala muerte servían a los más vagos de
toda la aldea.
Los salones eran grandes por lo que entre ese callejón no había corrientes de
aire. La criatura entró por un agujero en la pared de una cantina. Oliver sin
pensarlo dos veces escapó del frío, entró...
—¡Alguien diga en donde estoy! —decía constantemente. Paseando por la
vieja cantina, solo las viejas paredes de piedra podían escucharle. El eco de
aquel lugar enfriaba más que el invierno.
—Sarah, ¿Por qué te vas? No me dejes solo...
—Profesor Manuel ¿Dónde está su búho? Se supone que debería estar en su
casa bebiendo café con usted...
—¡Mamá, he llegado de clases jamás había estado tan feliz de verte!
—¿Por qué pones esa cara? ¿Te asustaste Saory?

Hablar sin sentido con alguien que no está, primer síntoma de locura... La
pequeña criatura observaba los delirios del muchacho mientras este se
encontraba recostado en un monte de paja en un rincón de la cantina. Tal fue la
desesperación que lloraba mientras hablaba el mismo, de tener un cuchillo
cerca se hubiese cortado el cuello y reído mientras la sangre brotaba a chorros.
Pasó un rato y se quedó dormido. De vez en cuando entreabría sus ojos
observando al pequeño animal que revelaba su forma: De pelaje negro
supurando úlceras de sarna, una gran boca lampiña y unas orejas parabólicas,
sus pequeños ojos fijaban la atención en el muchacho... La pequeña bestia
esperaba el momento oportuno para atacar. Se acercaba y retrocedía a medida
que él abría los ojos. En una mala ocasión le mordió la mano sangrándole los
dedos por lo que despertó y tomó su mano cubriéndola con su camiseta. La
pequeña bestia huyó del lugar rápidamente.

Creyó haber recuperado la cordura, los nervios seguían matándolo... Explorar
la cantina en busca de algo para comer o algo de beber era una buena opción
para no morir de frío. Esta cantina alguna vez fue rica en gente de poca fe...
Según las paredes y toda la vieja maquinaria de madera que había ahí. Al
fondo estaban unas barricas de algún licor... Todas completamente vacías. Al
igual que las viejas alacenas.
Dejando atrás la cantina llegó a una serie de corredores dentro de la misma
casona, solo el eco de sus pasos y su respiración llenaban aquellas
habitaciones de ruido. Pronto al llegar al fondo el corredor principal la madera
del piso empezó a decaer... Estaba ya muy gastada y por lo mismo los tablones
se partieron haciendo caer al muchacho varios metros bajo el piso. Un fuerte
gritó de miedo retumbó en la calle unos instantes.

La caída fue bastante dura de por sí, había muy poca luz en la mazmorra...
Agua por doquier, una rueda de madera con aspas movía el agua. Una
antorcha iluminaba un poco el pasadizo, esta misma moría por la humedad...
Difícilmente se podía respirar. Caminó hasta la esquina con la antorcha justo
antes de que se apagara, el agua estaba helada... La corriente generada por la
máquina de madera le impedía caminar bien, tropezó varias veces. Era un
confuso camino sin final algo así como un laberinto debajo de las casas.
La falta de aire y el encerrado lugar, así como las celdas abandonadas daban
pauta a que era un calabozo donde alguna vez hubo prisioneros. Tal vez
hubiera terminado justo ahí, con el agua llegándole al cuello, respirando un
bocado de aire y entre el croar de las ranas que le hacían compañía... Pronto
cedió ante las inclemencias de aquel lugar, trataba de salir a respirar, pero sus
fuerzas estaban agotadas, al topar con una zona elevada de piedra veía una
silueta que portaba una antorcha, cada vez más cerca de él...
Horas después despertó de un forzado sueño, estaba en un cuarto lleno de
armas de hierro y provisiones. Esa sensación de ahogarse ya no se encontraba
con él.
Alguien lo sacó de los calabozos, ese alguien se encontraba justo delante,
sentado de espaldas... En una mesa de madera de roble iluminada por una vela.
Aún no volteaba. Era un hombre o al menos tenía la forma de uno... De
complexión robusta, pero alto.
Vestía unas ropas extrañas similares a la túnica de un monje, no podía observar
su rostro por más que quería hacerlo, también sujetaba una botella de la cual
bebía tras observar algo que tenía entre sus manos...

Oliver abría los ojos y los volvía a cerrar, recuperaba su conciencia después de
estar tras una ilusión que era verdad. Estaba acostado en una vieja cama que
solo tenía una manta, el lugar era confortable. No era de sorprenderse que
comenzara a lagrimear después de caer en materia y observar lo que había a su
alrededor... Pronto el hombre se puso de pie y lentamente volteó hacia el
chico, al verlo despierto se acercó e intentó hablarle.
—¿Estás perdido o intentas escapar de un futuro incierto? —preguntó con su
gruesa voz que hacia justicia su rostro, un hombre de avanzada edad con el
pelo como las nubes de verano, su mirada inspiraba temor con esos grandes
ojos azules como el océano; tenía una barba corta pero gruesa.
—¿Por qué no respondes, acaso te asusta lo que te he preguntado o
sencillamente no sabes responder? —preguntó dando un trago a la botella.
Pero Oliver no respondió.
—Bien, si no quieres hacerlo. No lo hagas. Mencionaré que tu vestimenta es
bastante extraña... A leguas se ve que eres de otro lugar. Si es así pues
¡Bienvenido seas a Darumina! La gran ciudadela del sur. El último de los
grandes poblados de los humanos.
—Sólo muéstrame el camino para regresar a la ciudad... Estoy perdido desde
no sé cuánto tiempo respondió tallándose los ojos.
—Eso lo sé. No puedo decir de dónde vienes, ni de qué ciudad... Sentí tu
presencia un poco extraña, casi te ahogas en los calabozos. Eres algo extraño,
jamás había visto a un humano vestir así...
—¡Debo volver, mi hermana está sola! —exclamó levantándose de dónde
estaba, corriendo hacia la entrada.
—Si quieres salir, me temo que por ahí no es la salida —comentó sentándose
de nuevo.
—¿Qué edad tienes? pareces un crío bastante simpático.
—El día después de mañana cumpliré los quince años —¡Ayúdame! Necesito
salir de aquí, a la ciudad debe estar cerca... Recuerdo, sí. Recuerdo que llegué
aquí, me perdí en el bosque buscando a un amigo... Después esa canción, esa
maldita melodía... ¡Enloqueceré, debo irme!
—Entiende chaval... No hay ningún lugar al que puedas ir, estás aquí y aquí es
todo lo que hay...
— ¡No! —exclamó.
—Vivo en una ciudad con mi madre y mi hermana, ahora no sé dónde estoy.
—Estás perdido —añadió dando un trago—. Tu única salida sería buscar a los
aldeanos que migran rumbo a las montañas de Neradehn. Salieron hace dos
días... Buscan la primavera, pues el invierno ha terminado con sus cosechas y
congelado los pantanos. No tenían alternativa. Además, muchos monstruos se
han avistado cerca de aquí. Si decides irte, evítalos.
—Los monstruos no son reales, son nuestra imaginación —contestó el
muchacho acercándose a la mesa.
—Existen cazadores a lo largo de toda la llanura, existe un monstruo que te
puede desprender la piel de un zarpazo, existe aquel que devora a los muertos,
el que le aúlla a la luna de eclipse sangriento y aquel que te hará enloquecer
hasta matarte. Dime chaval: ¿Aún no crees en los monstruos?
—¿Todas estas cosas las dejaron los aldeanos? —preguntó mientras observaba
las viejas armas y el equipaje.
—Lo que no pudieron llevarse aquí está. Los humanos son algo tontos, hace
semanas un grupo de cazadores atacó la ciudadela por la noche... Los
centinelas y los viejos campesinos acabaron con todos ellos, pero al cabo de
días regresaron más. Uno en especial sembraba temor en el corazón de esos
hombres. Un lancero logró encajar su arma en el cuero de la fiera, pero no
vivió suficiente para describirla. Pese a los ataques decidieron abandonar la
ciudadela para encontrar la primavera en otro lugar. Son tontos, no hay
primavera en ningún lado... Es mitad de verano y ni una hebra de maleza ha
crecido por aquí. Solo espero que logren asentarse en un mejor lugar para vivir
—respiró profundamente antes de ver a los ojos del muchacho—. Creo que
este invierno es el principio de la venganza de los dioses; solo algunos pocos
han llegado a burlarse de estos. Nos han enviado al leviatán del inframundo...
"Ha llegado y no sé a de detener, aunque el mundo entero y todas sus razas
atadas a las tinieblas supliquen por misericordia". Jamás olvidaré esa frase —
comentó.
—Una respuesta desata mil preguntas sin sentido y con sentido. Todo a su vez,
ahora entiendo... Este mundo caerá en la perdición total. Cada una de las
calamidades viene seguida de otra: El dragón, el invierno seguida de las
hordas de criaturas hambrientas de sangre caliente. Necesito respuestas...
—No entiendo nada de lo que dices —interrumpió—. Quiero regresar a la
ciudad, eso es todo. Mi familia está muy preocupada por mí, seguro que mis
amigos también. Por favor ayúdame a volver.
—Desconozco a qué lugar te refieres. Te he dicho que estás en Darumina, en
el sur de Tharmandor. No hay ninguna ciudad cerca de aquí básicamente estás
en medio de la nada o por encima del todo. Si quieres irte, vete. La salida es
por donde tú mismo has llegado, solo sigue la luz de la primera luna y llegaras
hasta las montañas. No podrás viajar de día, la luna muestra su rostro por la
noche... Cuídate de los cazadores, en especial de los Ghoul, cada vez
vagabundean más cerca de estos lares —acariciaba su barba.
—¿Te refieres a una criatura que tiene una piel desnuda llena de heridas? Creo
que vi una de esas antes de llegar hasta aquí. Estaba devorando algo sepultado
por la nieve...
—Me refiero justamente a ese tipo de criatura, viven en madrigueras cerca de
los cementerios... Desentierran a los muertos para devorarlos, más que nada
cazan niños humanos. En los últimos días los Ghoul asesinaron a más de una
docena. Para un hombre dos Ghoul son suficientes para derribarle. En esta
mazmorra hay algunos, los escucho gruñir mientras duermo —respondió.
—¿Pudieras mostrarme el camino que siguieron los aldeanos? —preguntó
nervioso al notar cómo lo observaba aquel extraño hombre.
—Antes que eso, sugeriría que te quedaras aquí un tiempo... Te diré, pensaba
en formar una compañía para hacer un viaje hasta la fortaleza de Neradehn
puesto que ahí hay alguien que nos ofrecerá su ayuda incondicional. Necesito
repuestas, ese alguien puede darme una pista. Más que el mismo dragón me
intrigan esas nubes, yo sé que algo están ocultando. Te agradecería que lo
pensases...
—¡De ninguna manera! ¡Es que no te has dado cuenta que no tienes
suficientes provisiones y quieres alimentar la boca de este sucio humano! —
interrumpió una voz cerca de la entrada. Una voz bastante firme, de alguien
joven. Unos ojos brillaban en el fondo oscuro, unos ojos de un rojo intenso
como el de la sangre al brotar de una herida. Permanecía allí sin moverse, era
casi imposible ver completo su cuerpo.
—Sé que te molesta su presencia. Es un crío perdido de algún lugar de esta
tierra, pensaba llevarlo con nosotros. Puede que sea de gran utilidad ¿No lo
crees? —dijo el anciano levantándose de la silla.
—¡Un maldito humano, no seas ridículo! Dime si no sientes nauseas al verlo...
Es imposible. Devuélvelo de donde lo hayas encontrado —exclamó —Debiste
asesinarlo en el momento adecuado, ahora podrá defenderse —caminó hasta
que la luz pudo revelar su verdadera forma.
—¡Qué es eso, por qué tiene alas! —exclamó alarmado —¡Qué rayos es!
—Es mejor no preguntarle. Es capaz de degollarte si la situación es muy
extrema —comentó.
—No lo haré. No quiero ensuciar este lugar, no hay con que limpiarlo. Si te
refieres a eso, puedo ser la peor pesadilla de cualquier ser viviente. Un ángel
de la muerte no tiene lugar en este mundo ni en ningún otro —habló
acariciando el cabello de Oliver con su mano tan pálida y fría como la de un
cadáver. Vestía unos ropajes extraños, en los cuales ocultaba dos dagas con
empuñadura de marfil. Su cabello oscuro resaltado por esos ojos de mirada
penetrante y despiadada combinaba con si fúnebre aspecto. El verdadero
temor de ese ser se encuentra en sus alas, la envergadura era impresionante,
aún más con las plumas como las de un cuervo. Tenía una herida en el dorso
de su mano, dicha herida era más bien un símbolo firmado con sangre.
—Debes irte. No hay alimento suficiente igualmente dudo que sobrevivas por
aquí, tu especie está siendo cazada hasta casi su extinción. Los humanos son
criaturas débiles ya que ceden ante sus peores miedos... Eso no debes olvidarlo
—comentó observando al muchacho.
—Rovan, no podemos cuidar de él, es mejor que se vaya por donde vino.
—Es una pobre cría, casi se ahoga antes de llegar aquí. Piensa si se queda
podría sernos de gran ayuda para llegar a las montañas; es pequeño y quizá
ágil para ocultarse —contestó.
—Es un humano, morirá con el frío o devorado por un lobo en el camino... Sin
olvidar que es la tercera vez en este día que el dragón merodea cerca de este
lugar. Ese hueco oscuro arriba de las nubes es como una luz para el lagarto.
Créeme volé hasta allá, mucho más arriba de esas nubes por corrientes de aire
gélido, un espacio se abre en el cielo. No pude acercarme hay una gran barrera
entre el cielo y ese hueco.
—¿Cómo es eso posible? Te he dicho que no vueles tan alto, serías una presa
fácil para el dragón o peor aún, tal vez el cazador que busca tu sangre.
— ¿Narakun? Esa cosa está muy lejos de aquí... Puedo asegurarte que ya ha
muerto tras sus heridas de la batalla en la llanura. Nadie puede matarme y tú lo
sabes —exclamó molesto.
—Disculpen si los interrumpo... ¿Quién es Narakun? —preguntó Oliver
acercándose.
—El líder de los cazadores de los vientos del norte. Una terrible criatura con el
cuerpo de un león, las alas de un vampiro y la fuerza de cincuenta hombres —
respondió trazando en el mapa.
—Si tú dices Hei ese hueco en el cielo ¿Es de donde vino el dragón? —
preguntó.
—Eso no lo sé. El hueco no estaba esa noche en la que la aurora brillaba en las
alturas y el dragón bajo de las estrellas. Algo lo atrae pues merodea por estos
lugares, algún poder más allá de nuestra vista desata la avaricia de ese reptil.
Se dirige hacia las montañas cuando vuelve más allá tiene su refugio... Seguro
los hombres que allá se dirigen debieron haberle visto.
En cuanto esta escoria se largue de aquí podremos investigar en qué lugar se
refugia el dragón. Tenemos lo necesario para que se marche, usa el espejo
astral y que se vaya de una vez por todas. Si no lo haces no tendré alternativa
más que asesinarlo.
—¡El espejo jamás será usado, no mientras yo esté a cargo! —argumentó —
No hemos encontrado los otros dos fragmentos, no sabemos quién más este
usándolos y pueda vernos —exclamó colocándose delante del chico —Es que
no lo entiendes: Ellos vendrán atraídos por el poder del espejo.
—Eres un ingenuo Rovan, los espectros que forjaron el espejo se
desvanecieron mucho antes que tu luz se forjara en el firmamento o que yo
fuera enviado a este mundo. Debe irse, de ser necesario destruiré el espejo —
comentó.
—¿Estás seguro? los seres inmortales pueden destruirlo y tú...
—¡Basta! Saca a este humano de aquí, eso lo discutiremos más tarde —
exclamó con fuerza extendiendo sus alas negras.
—Bien, por lo mientras prepara armas y provisiones... Será un largo viaje.
Cuida la entrada y no dudes en llamarme si un Deuron aparece. Sígueme
chaval te llevaré a donde el espejo, allí decidirás si quieres salir de este
inmundo lugar.
—Por cierto, me gustaría saber tu nombre antes de irte dime niño ¿Cuál es tu
nombre? —preguntó.
—Me llamo Oliver... Oliver Williams tu nombre es Rovan —¿Cierto?
—Así es Rovan, como la estrella que aparece a finales del verano en algún
lugar de los campos de flores.
—Excelente Oliver. Ahora sígueme y no te alejes de mí. Ignora todo lo que
oigas, no me pierdas el paso es un lugar peligroso —tomó una antorcha y la
encendió con el aceite que tenía en una botella quebrada.
Bastante serio y misterioso al mismo tiempo fiel y firme con sus palabras,
Rovan llevó al chico a través de los pasadizos mientras caminaban los Ghoul
gruñían ocultos en la oscuridad de la mazmorra, la antorcha permitía ver sus
sombras, los seguían más nunca se acercaban. Oliver casi caminaba tomando
la mano del anciano; este no temía a las criaturas. Salir de ahí era la prioridad
de ambos.
—Oliver debo pedirte que perdones a mi amigo... Hablo del ángel, esa pobre
alma ha sufrido mucho desde que llegó a este mundo. Tiene un odio por los
humanos aun cuando estos jamás le han dañado, no... Ni un ejército de
humanos puede intimidarle —Creo que la salida está por estos rumbos—
—No puede ser que un ángel sea real... Ellos sólo salen en libros de fantasía,
estoy soñando lo sé. — comentó el chico.
—Hei tan real como yo, tú y las criaturas que habitan este laberinto. Pronto
nos marcharemos de aquí, no será un lugar muy seguro después de que uses el
espejo. Créeme no querrás estar aquí cuando suceda.
—¿Sucederá algo malo? —preguntó poniéndose por delante al escuchar el
grito de un Ghoul que le perseguía.
—Un misterioso espejo fue robado de los altares sagrados del oráculo. Un
espejo que tenía un poder que solo el reflejo percibe: Refleja una ilusión en la
que tú ya viviste sin importar tiempo o espacio. El espejo fue dividido en tres
partes, una viaja al pasado, otra al futuro y la tercera parte realmente no
comprendo que es lo que hace. No sabemos quién posee las otras dos partes,
eso es un peligro; lo que refleja una, lo reflejarán las otras... Lo que más temo
son a los espíritus que atrae el poder del espejo: Los Deuron.
Solo un inmortal puede destruir el espejo, Hei debe hacerlo de lo contrario
ellos vendrán y lo consumirán todo.
—Suena como un cuento de terror, pero ¿El espejo puede ayudar a que vuelva
a mi hogar? —preguntó.
—Eso lo averiguarás tú mismo, la salida es por aquí. Sígueme —dijo al abrir
un portón de madera, este portón entra a una sala secreta ubicada en el templo
de la ciudadela. Un lugar bastante frío, pero a la vez majestuoso... Las cámaras
del templo respiraban un ambiente de paz. Las estatuas grabadas en la cantera
de las paredes narraban historias, las plantas que crecían en ellas daban un
aroma fresco y agradable.

Algunos muros tenían runas, antiguas runas que recitaban versos y oraciones,
incluso las místicas paredes guardaban el resonar de los coros que alguna vez
cantaron allí. Básicamente era caminar mientras el templo cantaba sus
extensas letanías apaciguando a cualquiera que entrase. Oliver se sorprendió al
llegar al salón más grande del templo, paredes blancas de mármol pulido se
extendían hasta una bóveda de la cual colgaba un candelabro de oro blanco y
que por fuera es la cúpula del templo, cada arco que sostenía la cúpula tenía un
ventanal decorado por hermosos vitrales multicolores. En especial ese salón
era el más vistoso y decorado de todos, por las joyas que descansaban en las
paredes y por la hermosa decoración de oro blanco dentro de este. El secreto
de esta sala era que fue construida en memoria... La estatua de un hombre
permanecía en el interior de esta. Una estatua que asemejaba una realidad
increíble, una mirada firme con un rostro temerario blandiendo una espada. No
cualquier hombre gana el vivir eternamente.
— ¿Quién es el Rovan? —preguntó Oliver acercándose y mirando fijamente a
la estatua.
—Una leyenda ya quizás un mito... Es el mayor héroe para la raza de los
hombres que vivían aquí. Daruhan fue su nombre, al menos así lo conocen.
Para mí ese hombre jamás existió —respondió. Un sonido estruendoso hizo
retumbar los vitrales, seguido de un fuerte rugido que aterrorizó toda la llanura
—¡No puede ser, está aquí de nuevo! Es la cuarta vez que vuelve, camina
rápido o este templo no será un lugar muy seguro para ambos —mencionó
alarmado.
—¡El dragón! —gritó Oliver siguiendo a Rovan dentro de los cuartos oscuros.
Tras unos instantes el dragón de alejó de nuevo, ese día fue la última vez que
merodeó por ahí. Una docena de cuartos detrás de la estatua. Rovan entró en el
último y con la antorcha consiguió iluminar un poco. Cubierto por una manta
negra y encima de un mueble viejo lleno de telarañas estaba el espejo. El
anciano dejó la antorcha en el cuarto.
—El dragón cada vez se convierte en una amenaza para este mundo. Debe ser
erradicado lo antes posible. Oliver, he aquí el espejo de Kranos. Con esto me
despido de ti, quita el manto que lo cubre y refleja la verdad que quieres
descubrir. Mientras tanto yo... Necesito respuestas, podré encontrar algunas en
la biblioteca.
—¿Sólo eso usar el espejo y podré regresar a mi hogar? No creo muchas cosas
de las que me mencionas. Un espejo no puede hacer que vuelva a casa.
—Esto es impredecible, pero ten fe que lo hará, necesitas ese espejo por qué
Sarah está sola y tu madre no está ¿Ya lo has olvidado? — dijo al marcharse y
dejar a Oliver solo, su risa se escuchaba por todo el templo. Él estaba asustado
¿Cómo es que Rovan conoce el nombre de su hermana? El silencio
interrumpió sus pensamientos... ¡Después de ver a un ángel real y escuchar
rugir a un dragón! Oliver aún no creía lo que había vivido, llegaba a pensar en
momentos que era víctima de un mal sueño después de un pesado día de
clases.

Una hora pasó Oliver sentado frente a ese espejo, aún no retiraba el manto de
este. Pensaba si usarlo después de todo lo que sabe que pasara sería una buena
opción. No aceptaba del todo estar perdido en otra realidad. Se puso de pie y
dejó la antorcha en un lugar para el espejo lo reflejase. Tomó aire y
delicadamente movió el manto. Tenía miedo y una ansiedad enorme. Usar un
espejo que nadie ha usado y tiene extraños poderes es algo que difícilmente un
hombre, aun siendo el más valiente haría.

Una vez más tomó el manto y esta vez lo retiro completamente, el espejo
quedó al descubierto. Dio unos pasos atrás antes de finalmente acercarse;
temerosamente fue y cogió el trozo del espejo con ambas manos, era bastante
ligero. Lo llevó hasta la luz de la antorcha y observo su rostro en él. Nada
extraordinario ocurrió, solo su rostro con unos ojos cansados de llorar estaba
reflejado... Pensaba que la leyenda del espejo mágico finalmente era algo
inútil. Estaba molesto. Se observó repetidas veces y descubrió algo acerca de
la reliquia: Solo reflejaba a él... La luz de la antorcha y los muebles viejos que
esta iluminaba no aparecían en el reflejo. Intentó poner la antorcha para ver el
reflejo, pero no, nada era reflejado salvo él. Fijamente observó su rostro en el
espejo una vez más, no quitaba la vista de encima ¿Qué había de especial en el
rostro de Oliver? La verdad es que nada... Cerró los ojos, se limpió las
lágrimas que recién escurrían y noto algo en el espejo... Además de su rostro
vio nubes y un cielo anaranjado, los vio claramente. Ahí estaban. Poco
después vio la calle donde se encontraba el apartamento ¿Cómo era eso
posible? Si no había nada más en el cuarto... Miraba fijamente cerrando los
ojos para suspirar. De repente sintió una brisa en su rostro al abrir los ojos la
sorpresa fue colosal.
—¡Quiero pensar que estoy demente, he vuelto a casa!, ¿amaneció o
anocheció? Nada era real después de todo... Al menos eso creo, aún recuerdo
ese espejo ente mis manos... El sonido del dragón, el ángel y el anciano...
Ahora veo que no estoy loco después de todo, pues si lo estuviera no
recordaría todo eso con tranquilidad, pero no estoy tranquilo... Realmente me
perdí en algún lugar...
—Estuve un día fuera de casa, espero mamá y Sarah estén bien pronto
amanecerá y debo volver a casa o estaré más muerto de lo que ya estoy —dijo
caminando hacia su hogar. Pensar que un solo día había pasado era algo tonto,
el sol se escondía por el oeste y la luna salía por el este. Ambos estaban
detenidos... El tiempo no transcurrió. Un supuesto amanecer cubrió toda la
ciudad con su belleza, pero ¿Por qué nadie salía a observarlo?

Una extraña bruma de dolor cubría toda la atmósfera. Ni un alma hacía notar
su presencia, algo había ocurrido en aquella alegre ciudad, corría como loco
hasta llegar al apartamento... Necesitaba saber que Sarah y su madre estaban
con bien después de haber desaparecido sin dejar rastro alguno.
Entró por la puerta principal del edificio, impactado de lo que vio a la
entrada... Al caminar piso algo que crujió, casi resbala al hacerlo. El cuerpo
muerto de un hombre con la cabeza reventada en mil pedazos tirado a la
entrada del edificio, su cerebro regado por la puerta... Estaba fresco pues la
sangre brotaba libremente de su desfigurado cráneo. Casi vomitaba al verlo,
sentía muchas náuseas. Al llegar al mostrador la recepcionista regaba sangre
aún caliente, murió con los ojos abiertos, sus nervios aún movían sus dedos, su
cuerpo entero temblaba mientras Oliver pasó por un lado para llegar a las
escaleras.
—¡No quiero morir! —repetía constantemente mientras sus ojos derramaban
lágrimas al subir las escaleras.
—¡No, no, no me dejen por favor! ¡Están bien, ellas están bien! —susurraba
temblando aún con nauseas.
—«... La vida es un suspiro, la muerte una eternidad; no huyas ellos están
aquí...» —hablaba una voz. Enseguida unos tambores tocaron por todo el
edificio, Oliver se agachó llorando y cubriéndose los oídos. Pensaba en una
sola persona: Sarah.

Capítulo VI: El principio del fin.


Tengo miedo de saber que está sucediendo, estuve perdido durante horas.
Volví a un lugar que alguna vez fue mi hogar y algo extraño pasó, si no
hubiera utilizado ese espejo habría muerto en manos de alguna fiera.
Esos tambores, esos malditos tambores me persiguen... Quiero arrancarme la
cabeza. La puerta de mi casa está abierta, puedo ver que alguien entró. Aún
tengo nauseas de lo que encontré allá abajo, fue algo asqueroso. No quiero
entrar pues no sé qué me espera del otro lado, mis malditos pensamientos se
fijan en ella. Hay algo aquí conmigo, algo que está oculto en alguna parte...
Creo que moriré pronto.

Sangre derramada en pensamientos gota a gota se ha visto cómo cae. Un lugar
que fue un cálido hogar lleno de nuevas aventuras ahora es un palacio de las
sombras. Uno más de muchos que existen en este mundo tan cruel. La
felicidad es tan corta jamás nos damos cuenta que ahí estuvo.

El aire olía a sangre fresca proveniente de todos lados, el crepúsculo
permanecía sin moverse de ese lugar al igual que él.
Esos tambores tocaban suavemente a escondidas en penumbra, una música
que perseguía a los vivos; ni siquiera las condiciones de los apartamentos
representaban un obstáculo para esa melodía. Subir las escaleras y caminar
hacia la derecha es un riesgo enorme, dos cuerpos recién muertos y el olor a
sangre solamente avisaban de un peligro. No obstante, la puerta permanecía
entreabierta meciéndose por una ligera corriente de aire.

Oliver estuvo acorralado en el mismo rincón por unos instantes. Pronto salió
corriendo hacia la puerta de la casa. Rápidamente entró y cerró la puerta
haciendo mucho ruido.
—Maldita sea que es lo que he hecho —suspiró—
—¡Mamá he vuelto, estoy bien! ¿En dónde demonios están todos? —. Decía
constantemente dando unos pasos al interior de la casa. Preguntaba hablando
con el mismo, una desagradable sorpresa se encontraba frente a él; tras ese
sofá de gamuza color café había una mano tendida en la alfombra. Fue como
si le apretasen las costillas hasta estrujar su corazón ¿Qué le pasó a aquella
persona a la que buscaba?, ¿Qué sería capaz de hacer semejante atrocidad? Lo
supuesto estaba acertado. Se trataba de la mano de Sarah.
—¡No puede ser, esto no es verdad!, ¡Sarah! —dijo al correr junto al cuerpo
de su hermana. Se agachó para poder atenderle. Podría llamarse un intento en
vano, pero sería cruel mencionarlo de esa manera. La sangre brotaba de su
pecho formando ríos en la alfombra. Todavía respiraba de eso no hay duda; el
corazón a medida que palpitaba mostraba la sangre casi de color negro en esa
herida tan profunda que tenía en el pecho.
—¡Qué hago, mamá ayúdame Sarah está muy mal por favor ven! —gritó
temblando de la impresión, inmediatamente salto y corrió en busca de su
madre. Casi se desvanece por la terrible ansiedad de ver morir a su hermana.
—¡Por favor mamá contesta, te necesito! —repetía como un loco tomando el
teléfono y marcando varios números. Ninguno contestó.
—Mamá ya no está. Tú nos abandonaste —Sarah despertó.
—¡Sarah! —gritó Oliver suspirando varias veces. —¡Dónde está mamá,
necesitas un doctor! ¡Qué hago! ¡No sé cómo hacer que ya no sangres! Por
favor no me dejes tu a mi... Soy una basura como hermano.
—Nos dejaste solas —añadió cerrando los ojos de nuevo, la tomó entre sus
brazos y con bastantes esfuerzos la cargó. Pensó varias veces adónde llevarla,
tras ver que el sangrado no tenía intenciones de detenerse la llevó hasta su
cuarto y la recostó sobre la cama. Su corazón podía verse a través de sus
costillas, una pequeña bombilla cesando a su trabajo.
—Jamás te dejaré sola de nuevo, eres la mejor hermana del mundo ¿Lo
sabías? —. Esas bellas palabras eran el único consuelo de ambos. Lo peor era
inminente, pero como humanos nos resistimos a digerir el significado de la
muerte de un ser querido, en especial de un hermano. Como último recurso,
Oliver corrió hasta el baño por un paño para así limpiar la herida. En el baño
había huellas teñidas de rojo. Algo había pasado esa falsa tarde crepuscular.
—Resiste, pronto alguien nos ayudará y te pondrás mejor... Lo sé —dijo
descubriendo el cuerpo de Sarah de su ropa, la herida era enorme... Más de lo
que aparentaba. Tenía las costillas rotas y claramente podían verse sus
pulmones inhalar aire y exhalar sangre. Cubrió su herida con el paño. Sus
manos y su ropa del muchacho teñidas completamente de color rojo magenta;
rodillas y recostado a un lado de su hermana tomó su mano estrechándola con
fuerza, lloraba amargamente. Tantas lágrimas no ayudaron de mucho, su
respirar se escuchaba cada vez menos y su palpitar era casi nulo.
—Sarah, por favor... No te vayas de esta manera —dijo Oliver llorando y
estrechando la mano de su hermana fuertemente contra su rostro. Parar de
llorar le resultaba completamente imposible. Aquella niña sonriente y feliz no
debía terminar de esa manera, lo hecho estaba ya forjado; él hizo lo que pudo
para ayudarla, al cabo de un momento trataba de conversar con ella sobre
todos los buenos momentos que vivieron como hermanos. Incluso unos en los
que él reía mientras cascadas brotaban por sus ojos. Sarah simplemente no
respondía a ningún estímulo.

Abrió los ojos una última vez y una lagrima salió de ellos. Apretó la mano de
su hermano y de esa manera se despidió de él. El pálpito se detuvo, el
sangrado solo escurría ya no brotaba. Sarah murió. Una ola de gritos seguidos
de un llanto amargo y desesperado siguió después de su partida. Perdóname,
eso fue lo que Oliver lloraba a gritos. Su llanto duró mucho tiempo hasta que
sus fuerzas se agotaron y se quedó dormido junto al su cuerpo.

¿Transcurrieron horas, tal vez días? Nadie lo sabe... El muchacho seguía
dormido estrechando la mano de su hermana, cuando despertó el cuerpo se
encontraba plenamente frío. La sangre que pintó su ropa del color de las rosas
estaba húmeda casi seca, sus ojos dolían de tantas lágrimas que escaparon
mientras dormía; la muerte de Sarah fue el principio de toda una calamidad,
después de todo restaba encontrar a su madre para contarle lo sucedido.
Finalmente soltó a Sarah y se dirigió a la ventana de su cuarto a observar la
calle. Nada tenía vida allí, tampoco residía la muerte. Una calle triste y vacía.
Tan sólo encontrar a su madre era un misterio, pero era más difícil explicar la
muerte de su hermana. Decirle a su madre que la dejó sola, que había muerto
por una herida muy profunda y que se perdió en un lugar desconocido sería
una completa locura. Al menos si su madre lo hubiese sabido antes de
marcharse.

La puerta de la morada era custodiada, Oliver escuchó algo haciendo ruido
afuera de la casa justo en la puerta. Un perro gruñía estruendosamente como si
buscase una presa. Rascaba la base de la puerta, gruñía ferozmente como fiera
hambrienta. Se acercó a la puerta y el perro olfateaba tan fuerte que levantaba
un poco de polvo un había en la alfombra; de vez en cuando la rascaba y
cuando percibió unos pasos acercarse soltaba fuertes ladridos. El sonido
atemorizaba, alguien había dejado a su perro suelto y reflejaba ser bastante
agresivo, pero ¿Un perro no tiene la fuerza como para rajar las costillas de una
niña a tal grado de desparramar sus entrañas? La herida era una rajada no una
mordida.

Pese a la presencia del perro, Oliver tomó valor casi orinándose del miedo, se
asomó por la ventana de la estancia para ver al animal. Como por arte de
magia este se esfumó. No había nada: Extraño, ¿no? El animal se escuchaba
muy decidido a quitar una vida, pero al momento de querer mirarle se
desvanece. No quitó la vista de encima de la puerta pensó que alucinaba, una
alucinación bastante real para ser verdad. Había algo más en ese corredor,
huellas de sangre que se dirigían a las escaleras. Seguirlas hasta el cuarto de
servicio fue un error. Sin rastro de que alguien estuviese ahí, la sangre era de
una persona que fue arrastrada brutalmente hasta esa zona.
La víctima luchó por escapar de las garras de su asesino, pero solo fue una
pérdida de tiempo, el rastro de sangre hablaba por sí solo, no había ningún
inconveniente con eso. Al llegar al cuarto de servicio el panorama es
completamente diferente. La sortija de Carol era la única evidencia de que la
víctima fue ella. No lo creyó, aquel anciano y la criatura espectral lo habían
engañado y ahora había perdido a su familia por alguna extraña razón, o eso
decían las ilusiones de la verdad.
Con la sortija entre sus manos subió hasta el jardín. Se asomó agitadamente
por el borde de la construcción y pensó repetidas veces en terminar con su
vida saltando al vacío.
Observó el horizonte y notó que el fuego abrasador con su aliento de frialdad
acababa con otras construcciones, las campanas de una iglesia cercana
sonaban arduamente pidiendo auxilio y socorro. El aire llevaba el sonido de
alarmas como si fuese a caer una bomba. No había duda de que la ciudad
estaba desapareciendo; antes de pensarlo dos veces se mantuvo en el borde del
edificio con un nudo en la garganta, sosteniendo fuertemente la sortija de su
madre y la sangre de su hermana impregnada en su piel. Vio con nervios el
suelo desde muy alto, tragaba saliva y soltaba un quejido o una lagrima.

Las nubes lo miraban indiferentes en las alturas y el suelo esperaba con recelo
su caída. La voz en su mente repetía sin cesar que saltase del edificio, no había
nada en vida que justificara su existencia, pues esta fue un mártir de su propio
Apocalipsis.
Un destello de opaca fluidez hizo que Oliver viera de reojo, algo aproximarse
hacia las calles, en dirección hacia el radiante sol del ocaso crepuscular.
El mar de sombras se aproximaba con un viento tan fuerte que sacudió con
violencia las ramas de los árboles y aterrorizó a las nubes. Mientras la gran
masa se expandía, las sombras cobraron vida. Una a una salían y caminaban
en dirección a las calles.
Algunas tenían forma de hombres, unas de bestias y las más grandes formaban
abominaciones. Caminaban con firmeza algunas blandiendo un arma, se
preparaban para acabar con toda la vida que restaba. La misma voz siniestra
del bosque recitaba frases en un idioma extraño: Una gran silueta apagó la luz
del sol, similar a la de un hombre sin rostro, soltó un grito tan agudo y
siniestro que Oliver reaccionó de una buena vez y se ocultó ente los maceteros
del jardín. El concluir de la vida empezaba con su extinción.

Ese maldito espectro daba órdenes a las sombras que lentamente hacían su
recorrido por las calles, un ejército completo se aproximaba a liquidar a todo
ser viviente pues los gritos de la masacre que comenzaron mancharon de rojo
el deprimente cielo de aquel día. No había escapatoria, estas sombras
reaccionaban ante cualquier señal de vida.
—¿Qué es eso? Tengo un salir de aquí, van a matarme... Aún no quiero morir,
no de esa forma. Hay un mejor lugar ¿Cuál es ese lugar? —Se decía a si
mismo temblando de la tensión —Mi cuarto es el lugar más seguro ahí jamás
han de encontrarme, jamás lo harán. Mamá y Sarah han muerto ese anciano
me mintió. Ahora todos vamos a morir en manos de esos espectros.
—«No existe lugar en el abismo, te voy a encontrar» —mencionó la voz con
su tono terrorífico, parecido a un susurro como si estuviese hablando cerca de
sus oídos.
—¡Maldición, debo ocultarme! —repetía mientras caminaba a gatas por el
jardín llegando hasta las escaleras. Cerró la puerta azotándola; sin embargo, no
despertó la atención de nadie.
—Suspiró— Estuvo muy cerca—. Los gritos de una familia que vivía en la
primera planta pedían socorro. Las sombras entraron al edificio.
Una mujer que vivía junto al apartamento de Oliver salió a ver qué ocurría. Al
verla corrió de inmediato, pero esta cerró la puerta dejándolo totalmente
indefenso.
—¡Por favor ábrame, estoy solo aquí afuera! ¡Algo extraño ocurre auxilio! —
suplicó golpeando la puerta, pero la mujer no salió más. Una vez entrando a su
apartamento Oliver empujó un sofá hasta la puerta para atrancarla. Cerró las
cortinas de la ventana principal.
—¡Esas cosas no pueden entrar! Si espero lo suficiente ya se habrán ido y
puedo buscar ayuda en algún otro lado.

Taparse los oídos y tirarse al piso era lo único que podía hacer. Las demás
personas morían asesinadas de alguna forma por las sombras. En momentos
los gritos se calmaban, el silencio después de una muerte era el consuelo de
los que quedaban vivos. Sangre, gritos, alarmas, tiroteos, una voz y el caos en
general desolaban cada rincón del mundo y terminaron con aquella ciudad de
esperanzas.

Pronto una sombra estaba en la planta donde Oliver vivía, sus pasos eran como
los de un hombre cargando una armadura de hierro, eso si la sombra fuera un
hombre, claramente no lo era. Caminaba a cuatro patas y sus pasos sonaban
como si cargase cadenas de plomo, su mandíbula era larga como la de un
cocodrilo y su lengua bífida como la de las serpientes, lo observó por una
rendija de las cortinas.
Decidió que era una mala idea estar ahí. Caminó de puntitas hasta el estudio y
cerró la puerta silenciosamente, estaba muy agitado.
Los pasos se escuchaban dentro del departamento, la sombra había entrado.
Buscaba su presa con anhelo. Percibía su existencia en medio de las demás
almas que se encontraban cerca. Podían verse sus extremidades por debajo de
la puerta, su bífida lengua olfateaba por las cuatro paredes.
El miedo es una emoción que el cuerpo siempre guarda, no obstante, a veces el
miedo es la solución a diversas situaciones. La sombra gruñía con enojo, había
buscado a su víctima, pero aún no la encontraba. Su corazón estaba a punto de
salirse por su garganta, retrocedió unos pasos lejos de la puerta; se tambaleaba
con cada paso que daba, no había salida, la única esperanza de escapar con
vida y en una pieza era ocultarse detrás del escritorio y no hacer nada de ruido.
La sombra entró en el estudio, olfateaba haciendo un leve sonido con su
lengua. Había detectado el miedo del chico, aunque se quedase quieto dicha
sombra podía encontrarlo por medio del temor que él tenía a morir.

Ahí abajo mientras permanecía oculto bajo el escritorio miraba su reflejo en la
vieja vitrina de cristal que estaba justo frente a él.
Quería observar a la sombra, pero no se reflejaba, sólo se veía a sí mismo
atrapado como un ratón antes de ser devorado por una serpiente.
Respiraba de vez en cuando esperanzado a que la sombra se rindiese y se
marchará a otra parte, los gritos en el edifico no dejaban de volver cada cierto
tiempo. Ahí frente a él en ese reflejo algo cambia, no puede quitar la vista de
encima, la muerte lo ha descubierto, está detrás de él, lo ha encontrado. Fue
caso omiso, ese reflejo era algo especial se trataba de él en sus últimos
momentos, en sus últimos pensamientos, latidos y respiros ¿Por qué ese
momento era tan especial?, ¿Qué había en las sabias palabras del espejo? Tal
vez solo era la muerte misma cazando una presa más, sin reaccionar ante la
sombra quien ya estaba olfateando el escritorio Oliver miró el espejo
profundamente.

Un viejo póster se reflejó en el cristal, una ventana también lo hizo al igual
que unas cortinas blancas y un ambiente similar, una verdad mentirosa. El
espejo maldito una vez más mostró su poder, el escritorio desapareció la igual
que la sombra y el estudio completo. Al pararse del piso muy desconcertado el
muchacho notó que se encontraba en su cuarto, de nuevo en Tokio.

El espejo aún no había sido roto de lo contrario Oliver estaría muerto en
fauces de aquella extraña criatura.
—¡Ese espejo! Su magia aún está presente, si he llegado hasta acá ha sido por
eso. En un momento llegue a pensar que mi casa estaría ocupada por otra
persona, no está mi cama y ni un solo mueble, pero aún siguen estos posters en
la pared.
—¡La estancia está completa! —gritó de asombro si aún está esto por aquí y la
cocina... Extraño vivir aquí muchísimo, veo que a un no amanece —dijo
observando la ventana.
—Creo que no estoy vivo. Mamá y Sarah están muertas, yo también morí...
Esto es el caminar entre la vida y la muerte... Creo que todo esto es un engaño.
Si no hubiese salido de casa Sarah no habría muerto y mamá estaría bien —
¡Haru! Él debe estar bien, en alguna parte con sus padres. Seguro estará muy
feliz de verme de nuevo, sus padres podrán ayudarme.
—Mañana mismo puedo ir al parque con él, y le contaré todo esto que ha
pasado en los últimos días —sonrió—
—Estoy loco. Perdí la razón, ellos son los que viven y realmente el que está
muerto soy yo —dijo sentándose en la manta blanca que cubre el viejo sofá
lleno de polvo.
—Auxilio —mencionó mientras sus ojos se cristalizaban.

El flujo del tiempo siguió con su eterno y misterioso camino, los relojes
estaban detenidos las ocho en punto marcaban, estaba oscuro así que el tiempo
del hombre comenzaba a exhalar sus últimas aras de aliento.
Sin comida ni agua esa casa no servía de mucho, tras bastante tiempo sin
comer Oliver comenzaba a sentir náuseas, la única forma de seguir con vida
era abandonar esa casa por segunda vez "Quizás volveré" pensaba con cada
paso que se alejaba de la casa... La vida nocturna de Tokio seguía su curso,
aquello sucedido antes de que él llegase, fue un delirio, las criaturas, el
hombre y ese paisaje nevado perdido en medio de un parque jamás existieron.
Caminar errante hasta morir se asemejaba a una cruda realidad, pues eso
debería serlo después de perder todo...
—Por favor deme algo de comer.
—No estorbes niño, muévete del camino—. Contestó un señor empujándolo
para quitárselo de encima.
—Lo siento, solo tengo hambre —añadió sentándose frente a una señal de
tránsito, estaba en una avenida cerca del centro. Una cara de hambre y
sufrimiento veían las personas que caminaban por ahí, ninguna hizo nada.
—Niño, es muy tarde para que estés solo aquí afuera, que padres tan
irresponsables tienes. Llamaré a la policía para que te devuelvan a tu hogar —
dijo una joven mujer parándose frente a Oliver sosteniendo su celular.
—Dime tu nombre niño te ayudaré a volver con tu familia...
—Oliver Williams, mis amigos me llaman Taro y no tengo familia. Estoy solo
desde hace un tiempo y creo que estoy mejor así —¿De qué rayos hablas?
Debería demandar a tus padres por esto. Te ayudaré esto no puede quedarse así
—comentó marcando un número en su celular.
—¡No espera! —exclamó alterado.
—Buena noche. ¿Departamento de policía de Shinjuku? Hablo para reportar
que hay un niño abandonado cerca de Tomihisa Sakura Park.
—¡Detente ya por favor! —exclamó arrebatándole el dispositivo.
—¡Calma niño, estoy tratando de ayudarte! Deberías respetar más a los
adultos. No puedo llevarte conmigo estarás mejor con la policía ellos
localizaran a tus padres... Eso que tienes en tu ropa ¿Es sangre?
—Sí —respondió.
—¡Por dios es mucha! ¿Estás herido? —preguntó horrorizada.
—No lo estoy, solo quisiera algo de comer. Creo que ha pasado mucho tiempo
desde que comí.
—Esto es un caso mayor. Demandaré a tus padres mañana a primera hora, es
un hecho. Compartir mi almuerzo y un poco de tiempo contigo creo que no me
hará ningún mal, tengo un trozo de pastel de manzana y café supongo que los
niños no deberían tomarlo qué más da no tengo otra cosa, si gustas compraré
algo para ti...
—No, gracias con eso será suficiente —dijo tomando el trozo de pastel con los
dedos y comiéndolo desesperadamente. De vez en cuando daba un trago al
vaso de café —Te ves muy tierno comiendo así. Te diré mi nombre yo soy
Aiko Fujiwara trabajo en una biblioteca. Eres lindo —mencionó revolviendo
su cabello —Creo que es hora de irme a casa, espero que estés mejor
encuentres a tus padres, gusto en conocerte...
—¡Señorita Fujiwara! No se vaya, por favor quiero ir con usted. No tengo
donde pasar la noche, se lo ruego... Una sola noche solo una por favor —
imploró sujetándola del brazo —¡Qué! Debe ser una broma... Es decir, no lo
sé, tal vez bueno, creo que no hay inconvenientes con eso. (Debo estar loca,
pero pobre crío) muy bien creo que... Sí puedes, pero con una condición.
—Sí, sí la que sea, haré lo que me pida —añadió.
—Mañana mismo a primera hora te llevaré al departamento de policía, eres
muy pequeño para divagar por ahí sin la supervisión de un adulto, esta multa
les saldrá cara a tus padres… Es lo justo... No digas más, te tengo que
entregar.
—Creo que acepto. Sí, pero no lo mencione de nuevo, por favor —sollozó.
—Vamos pequeño no te pongas así, mañana los verás de nuevo —comentó
caminando junto a él.

Un extraño ambiente esperaba, la mano amiga se mostró de parte de un
desconocido en este caso la falsa alegría hace su presencia, por algún medio
extraño Oliver llegó de nuevo a Tokio, pero la muerte de Sarah y su madre le
remordían la conciencia. Las tinieblas invadiendo el mundo, aún no tenían
explicación... Durante el camino Oliver quiso comentar lo que había vivido
antes de conocer a Fujiwara, pero temía a que lo llamara loco o peor aún que
lo entregará al departamento de policía; perdido en Tokio sin ayuda alguna y
con una carga inmensa sobre el alma, empezar de nuevo no sería sencillo
¿Huir más lejos? Tampoco lo sería, lo único seguro es que la sombras
seguirían su rastro y se toparían con Tokio, para así destruirlo.

Una pequeña puerta apenas para una persona delgada estaba frente a ambos,
habían llegado a su destino. Fujiwara sacó las llaves de su bolso de mano y
lentamente abrió la puerta, posterior a eso encendió las luces.
—¡Bienvenido pequeño, puedes pasar! —dijo entusiasmada.
—Gracias, en verdad muchas gracias...
—No es mucho, tengo luz, gas y agua. Sé que te parece estrecho, es bastante
confortable y agradable en invierno. Prepararé té verde, nos vendrá bien a
ambos ya verás.
—Gracias, creo que puedo dormir en este espacio una manta me basta —
comentó el chico, —¿No prefieres usar la cama? —preguntó Fujiwara
haciendo ruido en la cocina —Creo que no —respondió—. Pronto el té verde
y su esencia llenaron la casa con calor de hogar, un ambiente tranquilo y bello,
su aroma apetecía a una taza.
—Ofreciéndole una taza Fujiwara se acercó para animarle —Mañana haré el
desayuno temprano, luego buscaremos a tus padres; ahora sí tú lo prefieres
podemos hablar de por qué estás solo.
—No puedo hacerlo. No recuerdo cómo llegué a ese sitio —respondió y
enseguida bebió.
—Lo veo en tus ojos, si sabes que ocurrió. Ahora yo te pregunto ¿Puedes
contarme por qué ocurrió?
—Sollozando en enojo no podía hacer fluir las palabras, eran nada en
comparación con lo que vivió los últimos momentos —Estaba perdido, me
dijo que lo usara ¡Nada es real! Yo no creía que fuera posible sin embargo lo
es, he estado sólo mucho tiempo, pero ¡Porqué tenía que terminar así! Las
sombras no tienen vida, las sombras no tienen vida —repitió constantemente
mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Ahh Calma. Por favor tranquilo —acarició su frente, poco después se quedó
dormido sin más nada, exhausto de pelear contra sí mismo.
—Pobre pequeño, seguro que lo ayudaran a encontrar a sus padres. Jamás
entiendo cómo piensan, si fuera madre de este niño no lo abandonaría todo lo
contrario, es bastante curioso; mañana mismo lo haré, ayudaré a este pequeño
a encontrar a sus padres, cueste lo que cueste. Quisiera adoptarlo, pero no
tengo perfil de ser madre además creo que está muy lastimado, ojalá logre
escapar de sus problemas.

Fujiwara era una mujer solitaria pero amable, si Oliver no encontraba a sus
padres esta podría adoptarlo, era muy impredecible. Tras beber un poco más
de té la mujer entro a su cuarto, cerró la puerta, con ansias y muy inquieta se
fue a dormir. Durante el sueño repetidas veces pensó en él, su situación, la
sangre en su ropa, su repentino abandono y las cosas que vendrían a su vida.
Despertaba constantemente, suspirando para luego volver a conciliar el sueño.
Hubo un momento que sin darse cuenta hablando con ella misma se quedó
dormida.

"Malagradecido", "traidor", "cobarde", "miserable" sí, esas palabras rebotaban
en la cabeza de Oliver mientras se cobijaba por el frío de la noche. Traicionar
su palabra sería su única salida para escapar de que lo vendría el día siguiente.
¿Realmente habría un mañana? Era cuestión de esperar, el reloj de la estancia
aún funcionaba. Se preguntó si él era el único que notaba que estos se
detuvieron desde que llegó de aquellas tierras imperecederas.
—¿Qué estás esperando Oliver? —se preguntó así mismo —Pronto amanecerá
y entonces, no me quiero imaginar ni qué pasará. La señorita Fujiwara está
dormida. No habrá problema si salgo. Creo que mis amigos estarán a punto de
entrar a clases, creo que no estoy muerto. Creo que podrán hacer algo por mí
—Rápida y silenciosamente se levantó del sofá, camino un par de pasos hasta
la cocina, abrió la nevera y cogió una lata de soda, la guardó en su bolsillo —
Un momento, no puedo irme así. Ya sé, soy un cobarde, si me voy estará
preocupada por mí, vaya suerte —. Al poco tiempo de decir esto, encontró en
la cocina una toalla de papel; rápidamente buscó algo con que escribir, cerca
de una pequeña mesa que había allí se encontraba una lata con lápices. En esa
toalla escribió:

«Gracias por cuidar de mí, eres la mejor amiga del mundo.»
Oliver Williams.

El reloj marcaba las 5:39 de la mañana, Fujiwara podía despertar en cualquier
momento. Dejó la hoja en el sofá junto a la manta que ella le presto. Hizo un
poco de ruido hasta caminar de puntas a la puerta, con cuidado este la abrió,
antes de poner un pie fuera se dijo "soy una asco de persona" rápidamente
cerró la puerta y se retiró.

—Una mañana fría y un tanto nublada nos aguarda hoy en Shinjuku. ¿Qué día
más tranquilo para salir de casa y tomar una bebida caliente, no? Yo soy
Kurama Ikeda desde la estación número uno de Tokio...
—¿Qué día es hoy? Supongo que es día de... ¡Desayunar! —exclamó Fujiwara
despertándose y apagando el radio que estaba en una mesa junto a su cama —
¡Niño! Es hora de desayunar, en un momento haré el desayuno. No había
rastro alguno. —¡Niño, es decir Oliver! ¿Dónde estás? —. Colocándose un
abrigo decidió salir y buscarlo, lo último que vio antes de salir fue ese papel en
la mesa, al leerlo sintió una enorme preocupación, un nudo ajustado a su
garganta. No le importaba el frío, en verdad quería que Oliver se reencontrara
con sus padres, cuesta abajo en la calle preguntó a quienes pudieron responder
en particular a una anciana que recién abría una florería. Esta aseguraba haber
visto a un muchacho que caminaba solitario entre la nubosa calle;
constantemente deliraba decía que el muchacho era en realidad un hombre con
aspecto de un crío nada coherente al parecer. Dicha anciana aseguró que el
chico caminó cuesta abajo, sin decir más prosiguió con la búsqueda.
—Sí. Vi a un niño caminar por aquí en la mañana, era muy temprano dudo que
se diríjase a algún colegio pues no portaba uniforme. Tenía una mirada un
poco triste eso es todo lo que vi —contestó un electricista que trabajaba al
inicio de la calle.
—Gracias señor. Ese crío está solo y le prometí encontrar a sus padres, no
quiero ni imaginar que le podría pasar si sigue divagando en la nada —
contestó preocupada.
—Supongo que es todo lo que puedo hacer. Suerte en encontrarlo —reiteró.

Para Fujiwara era una búsqueda que valía la pena, valía la pena dejar de
trabajar un día por encontrar a un chico el cual acababa de conocer y que había
pasado por situaciones extrañas. Continuó hasta el inicio de la calle, avenidas,
callejones en algún lugar debía estar escondido.
Los colegios comenzaban a iniciar con sus interminables clases del diario,
niños y niñas salían de sus casas, lo cual haría más complicada la búsqueda.
Sin darse por vencida siguió su camino rumbo al Instituto Kodaira, justo
enfrente de este observó fijamente si había señales de él, pero el viento no
sopló en su favor. Con fe continuó con su camino de incredulidad. Buscando
sin buscar a nadie.

Algo acecha en los arbustos del estacionamiento del instituto algo que tiene un
objetivo y dicho objetivo se acerca lentamente. Haru y su madre se aproximan,
la mujer antes de que Haru se bajase del auto rumbo a la puerta del colegio se
despide y deja a su hijo avanzar hacia su labor. Haru camina como un día
común y corriente, no sospechaba que alguien le espía oculto en los arbustos.
—¡Psst! Por aquí, ni te imaginas lo mucho que me alegra verte ¡No has
cambiado desde la última vez que te vi! —susurró escondido en un moral —
¿Quién anda ahí? —preguntó Haru con inseguridad al acercarse al arbusto; —
¡Haru soy yo Oliver! —exclamó asomándose. En ese preciso instante Haru se
quedó más pálido que un cadáver su reacción fue un sombrío tremendo.
—¡No, no es cierto, Oliver! —saltó de alegría abrazando a su amigo—
¡Volviste! No puedo creerlo ¡Esto es un sueño, jamás pensé que volverías!...
¿Tan pronto? No tiene mucho que dejaste Kodaira, algunas cosas tuyas
seguían ahí... ¡Volvió mi mejor amigo! —gritó con alegría abrazándole.
—Con una mirada de alegría y unos ojos de tristeza Oliver abrazó a su amigo
—¡Casi logro olvidarme de ustedes! ¿Por cierto, donde está Kenta? Quiero ver
de nuevo a ese charlatán, los he echado de menos —Hablaba alevosamente.
—¡Qué rayos hacemos aquí, entremos muchos estarán felices de volver a
verte! —exclamó Haru tomando el brazo de Oliver y caminando hacia la
entrada —¡Hoy es un día para celebrar, volviste! ¿Qué es más importante que
eso? Por cierto, tienes sangre en tu ropa... ¿Estás bien? —preguntó tocando la
sangre que ya se había secado.
—No es sangre. No quiero entrar ¡Sin uniforme todos me verán como un
foráneo! Esperare por aquí cerca o en la central de videojuegos —comentó.
—Con mayor decisión Haru lo hizo entrar a la fuerza, Oliver forcejeaba para
huir sin ser visto por nadie. —Vamos Oliver, todos te extrañamos... El que
vuelvas es algo muy especial, sobre todo para mí—No puedo. Si alguien me
ve...
—Seguro te saludarán —interrumpió—. Un día nuevo comenzaba, el mejor
amigo de Oliver lo recibió de una forma espectacular, pero todavía no
encontraba el momento oportuno de narrar lo que le había ocurrido, aún no.

Aquella voz con el temor de un niño desorientado en lo oscuro de un bosque
advertía del porvenir de la vida. «¡No te vayas! Quiero jugar contigo. Quiero
jugar contigo hasta que anochezca por completo, anda vuelve muestra quién
eres en realidad, por favor vuelve y juguemos hasta que caigan las estrellas del
cielo.» La voz de un niño susurrando en el oído de Oliver, dicha voz no le
permitía oír nada más que su propio aliento. «Mueve esa máscara de tu rostro,
quiero verte.» —mencionó—
—Pánico. Esa palabra describió el rostro del muchacho al escuchar esa voz
entrar en sus oídos y soplar un viento frío en su nuca —Están aquí. Vienen por
todos nosotros —dijo tan asustado que su corazón estaba a punto de salir por
su garganta.
—¿Quiénes? ¿De quienes hablas? ¿Te venía siguiendo alguien? —preguntó
Haru asustado por ver la repentina reacción de Oliver.
—Supongo que..., —No supongas nada Haru, estamos en peligro ¿Existe
algún salón en el que podamos ocultarnos? —preguntó desesperado
sacudiendo de los hombros a Haru.
—Asustado no por suposiciones, si no de la actitud de Oliver aseguró que el
único lugar que permanecía solo en la mañana era la sala de lecturas —Rápido
Haru, ya es demasiado tarde, solo podemos escondernos. Ellos ya vienen, ya
están aquí.

Al fondo de la entrada del instituto permanecía la silueta de un niño
observando en medio de la niebla sin hacer movimiento alguno, las sombras
alcanzaron Tokio.
Haru llevó a Oliver hasta la sala de lecturas, rápidamente Oliver empujó uno
de los muebles para atrancar la puerta. Constantemente Haru preguntaba qué
hacía o por qué lo hacía.
—No tengo tiempo de explicarte. Estamos en peligro ¿Puedes ya cerrar la
boca? —respondió mientras observaba moviendo ligeramente la cortina.
—Asustas Oliver. No te conozco el día de hoy ¿Quiénes vendrán? Ya
salgamos de aquí, podemos venir más tarde —¡Todos estamos en grave
peligro! Eso he querido que entiendas. Vienen por todos —respiró
profundamente—
Un fuerte grito en el corredor agitó las aulas, muchos estudiantes salieron a ver
qué ocurría. Sin esperar más Haru salió de la sala de lecturas, observó la
horrible escena: un estudiante desgarrado completamente a la mitad, sus
entrañas derramadas en el piso y esos impulsos de sus piernas pasmaron a l
multitud. Pero ¿Adonde había huido el asesino? No había señales de nadie, los
profesores salieron a ver qué ocurría tras esto llamaron rápidamente a números
de emergencia los cuales tardarían en llegar a la escena; mientras tanto algo
ocurrió en la clase de voleibol, un estudiante cayó repentinamente al concreto
haciéndose pedazos el cráneo. No hubo sangre, sin embargo, el entrenador al
revisar su cuerpo este temblaba fuertemente hasta poner los ojos en blanco y
respirar su último aliento.
—La muerte camina por aquí el día de hoy —dijo Haru a Oliver tomando de
su botella de agua nerviosamente, —Así es—contestó.
—Quiero que me respondas por qué seguimos aquí sin hacer nada, si bien
dices que alguien viene, actúas raro Oliver... Eso es preocupante al menos para
mí, —Preocupante, sí. Tú no entenderías lo que está por suceder, los que están
muriendo allá afuera es por qué algo los está matando ese algo es lo que
vendrá por nosotros dos si no nos vamos de aquí y rápido —Han muerto dos
personas, tres por lo que dicen allá afuera —dijo Haru asomándose por la
puerta.
—¡Bien! ¿Qué estamos esperando? Conozco un lugar para pasar la tarde sí,
esa persona nos recibirá con los brazos abiertos al menos eso espero... Se
alegrará al vernos ya verás, no olvides nada, ya no regresaremos por hoy —
comentó Oliver.
—Kenta...—respondió—Si cosas tan raras pasan, no podemos dejarle aquí.
Aunque me haya olvidado sigue siendo un amigo para mí, espera aquí no
salgas... Creo que está en taller de arte en el otro edificio... Iré por el —.
Viéndolo a los ojos Oliver tomó el brazo de Haru con fuerza, no quería dejarle
ir.
—¿Te has vuelto loco Oliver?
—¡No quiero que vayas! Kenta es mi amigo, no quiero que mueras allá afuera,
no podría soportar verte morir —gritó mientras sus ojos se cristalizaban, —Te
has vuelto muy extraño estos momentos no sé cómo llamarte, no quieres
hablar de lo que te ha pasado ¿Es acaso que no me tienes confianza? preguntó.
—Es difícil, alguien como tú no entendería lo que siento —contestó.
—¿Pasó algo malo con Sarah? —preguntó Haru con una mirada pensativa.
Oliver cayó de rodillas al piso.
—Te diré... No espero que me creas, si no que me escuches; alguien tenía que
saber esto... Ayer en la tarde salí a caminar en un parque que está cerca de
donde vivo, esa tarde encontré a un profesor que es mi amigo, charlamos un
rato y luego seguí con mi camino... Esa misma tarde me perdí en el bosque,
por más que intenté salir no pude hacerlo alguien, estoy seguro de que alguien
me seguía... Desperté en un lugar, un lugar donde hacía mucho frío, había
nieve.
Caminé un largo rato al punto de no sentir mis brazos por el frío. Pronto llegué
a una posada donde un anciano me recibió y me mostró que para llegar aquí
necesitaba usar un espejo, un trozo de un espejo lleno de polvo; con ese espejo
llegué a casa y... Sarah, mamá, por favor sé que puedes entender ¿Verdad?
—Al ver a su amigo caer en la locura, ver sus ojos rojos y su mirada de
desesperación Haru lo escuchó sin decir palabra alguna —Bueno entonces,
¿Cómo es que llegaste hasta aquí de nuevo?
—En el cristal del estudio, de esa vieja vitrina... Pude ver mi reflejo, pronto
apareció algo más, mi cuarto, ese viejo póster es lo que mejor recuerdo —
añadió, Haru solo dio dos pasos hacia atrás y abrió la puerta —No te muevas
de aquí, volveré lo más rápido que pueda.

Haru salió por la puerta de la sala de lecturas y discretamente camina a hasta
el edificio donde se encontraba Kenta. No dejaba de pensar en la mirada de su
amigo, aunque sus palabras fueran un tanto bizarras y sin sentido alguno. Haru
caminó hasta la salida del edificio, al ver que ya estaba lloviendo por alguna
extraña razón siguió hasta su casillero a por su sombrilla, al abrirlo busco un
dibujo de una máscara kabuki que Oliver había olvidado cogió su sombrilla
pero antes de partir en medio de la lluvia se encontró con un compañero de
otra clase de apellido Kumamoto, este le aseguró que ya eran cinco muertos
ese día; sin embargo y pese a que estaba la policia de Shinjuku ahí las
autoridades escolares no suspendían clases aún, Haru agradeció y salió con
más prisa a buscar a su amigo.

El despiadado clima comenzó a soltar tal aguacero que la sombrilla
rápidamente se mojó y el patio estaba ahogado en charcos, la visibilidad no era
mucha solo un poco más allá de un brazo de distancia. Al llegar justo a la
entrada, tenía los zapatos empapados y el dobladillo del pantalón estaba igual.
Rápidamente guardó la sombrilla antes de subir por las escaleras.
«¿A dónde es que vas con tanta prisa? El próximo serás tú y todos los que
están aquí», «¿Qué estás esperando para ceder a las sombras»? La misma voz
se manifestó ante Haru, volteó; no había nadie.
—¿Quién anda ahí? Hacer bromas en días como estos no es gracioso —Nadie
respondía. Subió hasta él aula del taller de arte, no encontró a muchos alumnos
más que a Kenta y a otros cuatro, el profesor estaba sentado leyendo un libro.
Cautelosamente entró y cerró la puerta.
Kenta dibujaba sobre un trozo de manta blanca, dibujaba un cuervo posando
sobre un techo. Haru pronto llegó y lo tomó por un hombro. Kenta lo miró de
reojo, continuó con su arduo trabajo fingiendo ignorarlo.
—¡Kenta que bien que te encuentro! —Hay algo que quiero mostrarte, mejor
dicho, hay alguien que quiero mostrarte....
—Oh, eres tú. Espero que tengas una buena excusa para interrumpirme por
ahora estoy muy ocupado para perder mi tiempo en ti.
—Pero con un demonio Kenta, es algo realmente importante... ¿No piensas ir
a tu casa luego de lo que está sucediendo? —No —rotundamente respondió.
—Tarde o temprano ese asesino irá a prisión, ya verás.
—Kenta te lo suplico, ven conmigo es algo muy pero muy importante te
sorprenderás cuando veas de lo que te hablo.
—Haru, no sé si te diste cuenta está lloviendo allá afuera. No me place
mojarme por ahora...
—¡Soy un tonto! Debió venir conmigo para que Kenta saliera de aquí—.
Pensó, caminó unos pasos hasta llegar a la ventana del aula, todo permanecía
en silencio a excepción del lápiz de Kenta rozar con la tela al momento de
hacer sus trazos.
—¿A qué clase de tonto se le ocurre pararse en medio de la lluvia en un día tan
peligroso como hoy?
—Ahora de que rayos hablas Haru...
—Observa ahí, justo ahí en medio del patio —comentó señaló una extraña
silueta en medio de la lluvia, parecida a la que Oliver había visto justo antes de
entrar al instituto.
—Es cierto... Pobre tonto, se va a resfriar si sigue ahí —comentó Kenta con un
tono burlón levantándose se su asiento.
—«Bebe la sangre de tu hermano porque esta alimenta a tu odio.» —sopló una
voz en el oído de Haru.
—¿Escuchaste eso? —preguntó Haru.
—¿Escuchar qué? —contestó —Una voz dijo algo de beber sangre, sentí una
respiración justo a mi lado derecho… no hay nadie... Antes de venir hasta aquí
también escuché una voz que me habló con un tono siniestro diría yo —
respondió Haru.
—Como sea, ven conmigo te prometo que no tomará mucho tiempo además
no te vas a arrepentir —insistió.
—Qué más da, si dejas de molestarme lo haré. Después me largaré de aquí
donde no maten estudiantes.

Dicho esto, ambos partieron hasta el edificio principal, compartieron la
sombrilla en el camino; no obstante, al pasar por el patio aquella silueta
desapareció por completo.
Había reporte de un nuevo asesinato, el más terrorífico del momento: Un
estudiante de segundo grado había perdido la mitad de su cráneo frente a dos
de sus compañeros. Uno de ellos prevalece en shock y no ha sido capaz de
hablar ni una sola palabra, el segundo fue hallado suicidándose frente a las
escaleras. No existía ningún presunto responsable.
—Esta situación me preocupa yo no quiero ser el siguiente. Ya son muchos los
que han muerto hoy —dijo Kenta.
—Después de esto nos iremos, al menos yo no vendré a clases hasta que las
cosas estén claras —mencionó Haru justo antes de llegar a la sala de lecturas.
—Bueno aquí es, entra y tú mismo comprueba si es una pérdida de tiempo...

Entró y al ver lo que Haru quería mostrarle, Kenta se quedó sin palabras su
piel se volvió pálida de tal impresión y simplemente observó lo que no podía
creer. Poco después tartamudeando intentó hablar.
—Eres tú ¿Verdad?
—Sí, te eché de menos Kenta. Parece que tiene siglos que no los veo a ambos
—comentó Oliver.
—No te pareces al Oliver que vi la última vez en la entrada del instituto. Te
vez diferente..., —Soy yo, soy el mismo de siempre —tartamudeó un tanto
nervioso.
—Bueno pues, es un gusto tenerte aquí de vuelta si no te molesta debo volver
a mi clase de arte.
—¡No vuelvas! Por eso Haru te sacó de allí... Es una emergencia, tenemos que
irnos de aquí lo más pronto posible. Hay am... Algo que está matando a los
estudiantes ¿No te inquieta eso?
—Creo que es mejor que nos expliques como es que llegaste aquí Oliver. Di la
verdad — comentó Haru sentándose en el mostrador de la sala de lecturas —
Es obvio que llego aquí con su familia—debatió Kenta.
—No es así, les he dicho que use un espejo para llegar hasta aquí... Cuando
estaba en el estudio escondiéndome de esa cosa fue que en mi reflejo encontré
algo más que solo mi rostro.
—Eso es lo más ridículo y absurdo que me han dicho... No puede ser verdad
¿Un espejo? ¡Ja! Es imposible que un espejo te haya traído hasta aquí, ¿y sin
muchos detalles qué te pudo perseguir? —dijo Kenta.
—A decir verdad, Kenta tiene toda la razón. Esto es muy extraño, no pudiste
venir hasta aquí usando un espejo si es cierto entonces muéstranos como lo
hiciste...
—No lo sé... Necesito un espejo o un cristal —contestó sin tener pruebas.
—La mesa de centro tiene uno... Se ven muy claros los reflejos, ahora
muéstranos lo que has hecho —exigió Kenta.
—Está perfecto, creo que esto servirá...—se dijo mientras veía el cristal—. El
reflejo de su rostro y el de sus amigos eran mostrados, aparte de los estantes y
las lámparas del techo que el cristal podía reflejar.

Esperaron un buen rato, Oliver miraba fijamente el cristal y trataba de
encontrar algo más que solo su reflejo... Llegar aún lugar cercano como la
central de videojuegos, el parque de Shinjuku o su antigua casa pese a sus
esfuerzos nada extraordinario apareció. Haru atento miraba, escuchando el
sonido de la lluvia que cada vez llegaba con más fuerza... Finalmente Kenta
solo refunfuñaba y suspiraba de vez en cuando al observar que todo era una
presunta mentira.
—Mentiroso. Nada de lo que dijiste es real, me largo de aquí y gracias a
ustedes dos fanfarrones acabaré empapado —dijo Kenta molesto caminando
hacia la puerta.
—¡Kenta por favor, te juro que todo es cierto! —suplicó Oliver —Lo único
que será cierto es que habrá problemas entre tú y yo si vuelves a buscarme te
incluyo a ti también Haru, si vuelves a buscarme lo lamentarás.
—No, yo lamento haberte considerado amigo mío...
—¿Ocurre algo Haru? —preguntó Oliver.
—Esa voz otra vez... Esa puta voz que me habla en el oído, la he vuelto a
escuchar... Pero no hay absolutamente nadie cerca de mí.
—¡Es la sombra, larguémonos de aquí ahora mismo! —dijo tomando a Haru y
a Kenta de la mano y saliendo como un rayo hacia la entrada del instituto
Kodaira. El fin del tiempo comenzó a concluir.

Tres chicos buscando refugio tres almas pidiendo auxilio. Saliendo del colegio
un guardia intento detenerle más uno a tres es una gran desventaja por lo tanto
Oliver hizo un buen trabajo al sacarlos del colegio, eran las 11:00 de la
mañana y el cielo se había detenido por completo llevando consigo al tiempo
del hombre, Haru y Kenta se preguntaban a dónde rayos los llevaba Oliver, la
verdad es que estaba un poco desconcertado... Trataba de recordar algunas de
las calles por las que había pasado.
—Lo mejor del caso es que estoy perdido con dos idiotas —dijo Kenta
tratándose de soltar de la mano de Oliver.
—No sé qué decir, mamá y papá me asesinarán si no saben en dónde estoy...
El móvil no está conmigo, lo olvide en el estante y vaya que ahora recuerdo —
dijo Haru —¿A dónde nos estás llevando exactamente Taro?
—¿Captas? La situación es que Oliver es un demente —exclamó Kenta.
—Los llevo a un refugio, no nos queda mucho antes de que lleguen aquí —
contestó alarmado buscando una calle entre un millar

Gota tras gota el tiempo y esas tres almas caminaban entre un mundo al borde
del vacío. Una situación semejante pero completamente diferente estaría a
punto de empezar: un grito, ese hórrido sonido resonó por todos lados
llenando la ciudad de miedo. La gente salía a ver qué ocurría. El grito no podía
callarse más allá en el horizonte la sombra de un hombre en pose fúnebre
observaba al mundo caerse.
—¿Ese grito que es? —preguntó Haru.
—También lo oí... Es un tanto macabro ¿No lo crees? —contestó Kenta
mirando hacia el cielo.
—¡Están aquí! —gritó Oliver asustado —No queda mucho por hacer, el
refugio es por estas calles estoy seguro de que es cerca.
Sus amigos se quedaron inquietos ante lo que dijo mientras él corrió
desesperadamente buscando esa calle tan especial. Las sombras atacaron sin
piedad de nuevo. Sus extrañas manifestaciones provocaban terror y muerte
con lo que se encontraban fueran personas o animales. Las más extrañas
formaban unas aves de gran tamaño y de un graznido espeluznante dichas aves
bajaban y se alimentaban de las personas que huían despavoridamente
buscando salvar su vida.
Huir y voltear hacia atrás, algo muy común cuando se huye de algo cuya
presencia termina con la vida, nada quedaba cuando las sombras se aferran a
un mundo con tanta crueldad ¿Todo eso causado por un espejo? ¿Podría un
simple trozo de vidrio provocar semejante calamidad? Ni las almas más
fuertes resistieron al poder de la sombra; sin embargo, aún yacían trozos de luz
viviendo en las oscuras tinieblas.

¿Una florería? ¿Un semáforo y una calle cuesta arriba? Se parece a un lugar en
el que Oliver ya había estado antes. Siguió la colina llena de negocios ya
cerrados por alguna extraña razón quizás la lluvia y la pendiente de la calle
hacían un camino difícil para comerciar.
Las tres almas en la calle eran observadas por muchos espectros que deseaban
su sangre, entre ellos una sombra que tenía forma de una inmensa serpiente tan
grande que abarcaba casi los dos extremos de la calle, seseaba y se movía con
velocidad. Haru quedó impresionado de lo que se acercaba algo así como un
estado de shock, Kenta volvió y lo golpeó en el estómago para que reaccionase
mientras que Oliver seguía corriendo hacia la casa de Fujiwara.

El agua de la lluvia que bajaba cual río salvaje se pintó de color magenta con
cada rayo que azotaba la ciudad. La serpiente levanto a una persona con tal
fuerza que se desprendieron sus brazos y sus piernas mientras sus huesos
crujían fuertemente al desangrarse y derramar sus intestinos como si fuese un
muñeco de trapo. Kenta quedó pasmado por lo que veía, su única esperanza
era seguir a Oliver hasta el supuesto refugio del cual hablaba, este rápidamente
entró a la casa sin decir nada cerrando discretamente la puerta y dejando a sus
amigos a la deriva de no ser por qué Kenta vio donde entró hubieran sido
presa para aquella bestia que devoraba todo ser viviente a su paso.
—Esperando a sus amigos detrás de la puerta el muchacho espero con nervios
—¡Fujiwara he vuelto! No quise escapar sin avisarte supuse que tenía que
hacerlo ¿puedes oírme? —Con ansias el muchacho rebuscó por la pequeña
casa. Fujiwara no se encontraba ahí, jamás imaginó que dicha mujer salió en
búsqueda suya por un camino equivocado y aún no conseguía volver.
Oliver se sentó en el viejo sofá donde había dormido la noche anterior, Haru le
hizo compañía al verlo pensativo.
—No está en casa ¿cierto? —preguntó Haru, —No, no lo está. Dejé una nota
que saldría por la mañana además le di las gracias por cuidar de mí a noche.
Traicioné su confianza porque le dije que no me iba a escapar.
—¿Por qué prometiste eso?, —Al escuchar esto Oliver agachó la cabeza y le
contestó —Ella quería llevarme al departamento de policía de Shinjuku para
encontrar a mi madre.
—Basta de estupideces, —Quiero que me digas exactamente qué pasó —
irrumpió Kenta parándose frente a Oliver —Esa cosa... Esa cosa que está allá
afuera ¿qué mierda es? Asesinó gente, Haru y yo lo vimos con nuestros
propios ojos ¡más te vale contestar con la verdad!
—Yo también lo vi, ya lo había visto antes lo mejor es quedarnos quietos y no
hacer ruido. Si hacemos ruido nos encontrarán más fácilmente —contestó.
—¿Esperas que me crea esa puta mentira? ¡Nos van a matar a los tres! ¡Quiero
saber qué le ocurrió a Sarah y a tu madre! Quiero saber por qué rayos no están
contigo, —Ya no lo están, se han alejado de mí—respondió—. Poco después
Kenta no contuvo su desesperación y se fue a los golpes contra él, rápidamente
le puso tres golpes en la cara antes de que Haru se abalanzara y lo detuviese.
—¡Haznos el favor de calmarte o largarte allá afuera! ¿Eres idiota Kenta? Esas
cosas nos encontrarán si hacemos ruido —dijo ayudando a Oliver a levantarse.
—Resulta que es malo saber la verdad ¿no es así? —insistió Kenta.
—Lo que más quisiera es poder hablarte de, pero no jamás escucharías tal cosa
— dicho esto tocó su herida en la cara, tenía un poco inflamado;
desafortunadamente para él esos golpes no consiguieron remplazar el dolor
que sentía por su familia.
Silencio total repentinamente nació en aquella casa. Haru sentado desde el
viejo sofá observaba la lluvia a través de la ventana, la culpa y el coraje
mataban lentamente a Kenta quien se sentó en un rincón de la casa observando
a Oliver que caminaba de un lado a otro. Entró a fisgonear en el cuarto de
Fujiwara, que no era más que una pequeña habitación con una mesa de
madera, una lámpara y un armario. Entre los viejos álbumes que reposaban
sobre la mesa Oliver encontró un espejo, en un último intento por querer
mostrarles a sus amigos lo que este podía hacer lo miró fijamente mientras
caminaba; no obstante, nada apareció, Kenta lo veía con desprecio, pero para
ser más discreto dejo el espejo en el comedor justo en el lugar donde escribió
el recado a Fujiwara.

Pasaron más de seis horas en las que estuvieron resguardados en un lugar que
pronto no sería muy seguro. Los gritos de las personas que morían en manos
de las sombras eran más que evidentes, la única solución para escapar de la
locura era fingiendo que no ocurría nada en lo particular Haru no era muy
bueno para eso y de vez en cuando cubría sus oídos.
—No sé ustedes, yo me largo de aquí —dijo Kenta poniéndose de pie y
caminando hacia la puerta. Haru enseguida se levantó sin saber hacia qué lado
voltear. Decidió seguir a Kenta con el argumento que tenía que asegurarse si
sus padres se encontraban con bien.
—No quiero perderlos a ustedes también, por favor no me abandonen —
añadió.
—¿Qué asumes? Que Sarah y tu madre murieron a causa de una de estas
cosas... Supongo debí imaginarlo, pero es imposible que regresases. Haru si
tienes aún cordura en tu mente sígueme, estaremos bien.
—¡Alto, Kenta regresen! —suplicó al observar en la ventana un monstruo con
cara alargada como la de un cocodrilo y con una fiera mirada en ellos.
—¡Maldita sea nos han encontrado! —gritó Kenta. Sus almas fueron
descubiertas dentro de la casa por las sombras desde hace rato, solo acechaban
a que el momento fuera el adecuado.

Una voz de un idioma extraño hablaba con Oliver, al punto que hizo
enloquecerlo y se desvaneció en el piso golpeándose fuertemente la cabeza.
Haru lo cargó como pudo arrastrándolo hasta el cuarto, Kenta vio como el
monstruo entró por la ventana, una de las sombras en forma de serpiente
consiguió morder una pierna a Kenta, pero este se la pudo quitar de encima
antes de ayudar a Haru tomó el espejo que estaba en el comedor.
—¡Me mordió esa hija de perra! —gritó Kenta descubriéndose la herida, que
sangraba con un extraño veneno que hacía su carne podrirse en instantes.
—De esta no salimos vivos, esa cosa está frente a nosotros —exclamó Haru
temblando de los nervios.
—¡Puede ser que no lo hagamos! Pero aún hay una forma... Haru ¿Qué puedes
ver en el espejo?
—¡Te he dicho que nada, Busquemos como salir de aquí! ¡Taro se ve muy
mal! —gritó arrastrando a su amigo al fondo del cuarto mientras el espectro
destrozaba abruptamente la puerta.

En medio del caos los tres amigos luchaban por escapar de una sombra que
intenta consumir sus almas ¿Una ilusión o una cruel realidad? Si lo vemos
desde cierto punto es una cruel realidad basada en una simple ilusión; un
vistazo bastó, en lo profundo de una calle oscura y desolada... Un lugar
conocido, un lugar de experiencias, un lugar de amistad.
Un pórtico antiguo y una puerta tétricamente tallada en madera de caoba,
emociones salían de se lugar embellecido por la infinidad del crepúsculo
eterno. Kenta observaba cada detalle al mismo tiempo sentía una fuerte
molestia en el tobillo derecho, los dientes de una serpiente pequeña estaban
marcados, la piel escurría el veneno amarillento y maloliente de ese "animal".
Cautelosamente Haru giró la perilla oxidada de la puerta empujando la misma
y observando el interior ambos dudaron entrar con Oliver medio adormilado
por el golpe. El agobio y la ansiedad causados por un extraño sonido
condujeron a aquellos muchachos dentro del sombrío techo de ese extraño
sitio. Una vez allí dentro Haru miraba fijamente el interior dentro observa un
cuarto con luz agonizante producida por el respiro de unas velas que
reposaban encima de varias mesas, cada una con una vela y a la entrada un
mostrador detrás un tipo joven que dormitaba tranquilamente como si lo que
pasó en el exterior no le afectase.
—Este lugar es cercano a mi casa —mencionó.
—¡Estás bien! Pensé que ese golpe te había dejado muy mal ¿te preguntas
cómo llegamos aquí? La verdad no lo sé, creo que morimos o algo así,
estábamos a punto de hacerlo tú nos dijiste la verdad, es algo extraño... Aún no
puedo creer que esas cosas pasen, extrañamente en ese espejo apareció la
imagen de una calle y al otro extremo estaba la entrada de este lugar... Creo
que te debo una disculpa Taro... Creí que todo lo que dijiste era un invento
tuyo, pero no es así.
—Haru tiene razón, te debo una disculpa yo también. Sin ti ya estaríamos
muertos en esa habitación —dijo Kenta sujetando su tobillo y haciendo un
gesto de dolor jamás mostrándole a sus amigos.
—Buenas noches a todos ¿desean tomar algo? ¿Un té o prefieren un café?
¿Saben? Este es un día muy feliz por qué han llegado más personas. Hace
mucho que no veía tanta gente por aquí desde hace años, son el segundo grupo
de amigos que viene a pasar un agradable momento por aquí —dijo el
encargado, para su mala suerte solo Oliver escuchó sus palabras, los otros dos
chicos se sentaron en una mesa cercana a la pared y conversaron un tiempo...
Miraban a Oliver quien permanecía de pie frente al mostrador los otros
volvían a su tema.
—Hola. Yo quisiera un... No sé, quiero algo que borre mi memoria —dijo
Oliver.
—uh, veo que no te sientes muy bien colega, ¿olvidar? Yo jamás olvido, tú
eres un niño que estuvo aquí hace tiempo, otros dos venían contigo de hecho
uno de ellos está allá arriba... Dicen que cosas extrañas pasan afuera, eso es
dudoso pues si algo pasa mi perro se despierta y ladra ya que no lo hace, no
creo que en verdad suceda algo terrible como dicen esos jovencitos.
—Sí, créelo. Cosas terribles pasan allá afuera, es mejor no hablar de ello —
comentó agachando la cabeza.
—Pues basta de estar triste hombrecito ahora ofrece este té a los que están
arriba—. Dijo antes de darle una tibia taza con un aroma agradable. Solo
asintió con la cabeza, echo un vistazo a sus amigos que estaban sentados en
absoluto silencio y subió las escaleras de nuevo con el mismo temor que lo
había hecho unos meses atrás, la caja de música tocaba las mismas notas que
el piano con un tono más amable y sosegado.
—Una sonrisa desapareció satíricamente —Vaya hasta que volviste —¡Brian,
mira es Oliver! Jamás me había alegrado tanto de verte, es un milagro ¡Un
completo milagro que hayas llegado hasta aquí! —corrió rápidamente a
abrazarle.
—¿Ustedes estuvieron aquí todo este tiempo? —preguntó Oliver recibiendo
indiferente el abrazo de Azucena —Taro, me sorprende que estés aquí...
Bueno eres mi mejor amigo y colega ¡tenías que saber en dónde estaba! Me
sorprende pensé de repente que eras ese pelmazo que venía con ella.
—¿Pelmazo? ¡Eres un idiota, Alan me salvó la vida! —exclamó Azucena
eufórica.
—Sí y después se largó como un cobarde engañándote que buscaría ayuda ¿A
eso lo llama un amigo? Para tu suerte estábamos el tipo de abajo y yo aquí, y
aquí seguiremos. No te dejaremos sola como ese tonto —contestó Brian,
apenas hablo Azucena lo abofeteó... Oliver los detuvo pese a lo débil que se
sentía.
—¡Dejen ya de pelear o esas cosas vendrán por nosotros! —exclamó
poniéndose ente ambos— Estamos juntos y vivos, muchos quisieran tener esta
"suerte”—reiteró.
—Creo que es lo mejor para todos ¿no piensas lo mismo, Brian?
—Yo quiero estar con mi familia, ni siquiera me pude despedir ¿ustedes? ¿Al
menos pudieron decir adiós una última vez?
—Yo no —contestó Azucena.
—Estaba sola, bueno con Alan cerca de una plaza. Todo empezó de una
manera muy extraña vi gente corriendo en todas las direcciones, había pánico
por doquier sorprendentemente lo que recuerdo con más claridad fue como
una de esas cosas atrapó a un niño y trituró su cabeza con sus mandíbulas, ver
toda esa sangre explotar como una naranja y los trozos de hueso
ensangrentados en el piso... Alan cubrió mis ojos y salimos de ahí, salimos de
esa pesadilla tan rápido como pudimos. Justo antes de llegar aquí una de esas
cosas en forma de lobo saltó sobre él y le lastimó el hombro, vi como lo
mordía, lo vi encajar sus dientes, estoy segura que estaba ahí. Nunca pude ver
cómo desapareció, —Dijo que buscaría ayuda, prometió que volvería yo
esperaré aquí es mi único amigo... Sé que está bien, sé que viene en camino —
añadió con seguridad.
—No estés tan segura, es tiempo de que veas la realidad, ¡reacciona! Ha
pasado mucho tiempo desde que tu amigo salió a buscar ayuda, ¿a quién podrá
contactar? No hay nadie que nos pueda ayudar cerca de estas calles —
argumentó Brian con un tono muy indiferente, este veía el temor en los ojos de
Saory, lejos de ayudar a mejorar el ánimo sus comentarios sólo empeoraban
las cosas.

Oliver continuaba arriba con sus amigos, mientras que los otros permanecían
en el piso de abajo temerosos de ese lugar desconocido y de las cosas que
podrían encontrar si deciden subir; mayor era el miedo de ese infame impulso
de relatarle a los demás lo que sucedió aquella tarde en el departamento y
aquel día en Tokio.
Sin más nada la tranquilidad respiraba junto a todos los que estaban allí, el
encargado dormitaba con la dulce melodía de su caja musical que calmaba las
mareas de desesperación y miedo de los chicos.
Haru estaba pensativo con respecto a lo que ocurría en el piso de arriba, esas
voces que discutían constantemente entre sí, logró cautivar su atención y subió
el estruendoso trayecto para encontrarse con algo sorprendente: No estaban
solos, dos almas más están en su compañía. Entender su idioma era bastante
complicado por no decir que casi imposible, al verlo Azucena y Brian se
extrañaron de dónde llegó ese sujeto, la explicación nuevamente resultó un
completo reto pese a eso decidió no contarles sobre lo que pasó con Sarah y
Carol, pensó que todavía no era una buena opción hablar sobre ese tema.
Haru hacía gestos extraños al oír a su amigo conversar con los otros dos, a su
vez Azucena preguntaba cosas a Oliver sobre Haru mientras que la
indiferencia de Brian se tornaba más evidente, trataba de explicar a Haru lo
que hablaba con sus amigos lo que resultaba un poco fastidioso hablar en dos
idiomas frente a personas de culturas distintas. Esa última pregunta de
Azucena sobre la sangre en la ropa quedó sin contestarse. Ignorando
completamente Oliver bajó las escaleras enseguida Haru continuó con él.
—Esos de arriba son tus amigos ¿verdad? Me agradan, aunque no entienda lo
que hablan, nos tienes preocupados; es decir me tienes preocupado… Quiero
suponer que estamos en algún lugar cerca de tu casa en la otra ciudad ¿cierto?
—sonrió—
—Sí, mi casa está… Estaba por aquí. Mañana se suponía que celebraríamos
mi cumpleaños en algún lugar, aún no decidimos qué lugar sería, invité a
Brian y a Azucena. Ellos bueno, son mis únicos amigos… Tal vez, un amigo
se despidió de mí en el parque, mencionaba que se marchará a un lugar mejor
para enmendar errores que cometió años atrás, ojalá este bien y a salvo…
—Hmm, es interesante desearía poder conocer más lugares de por aquí antes
de volver claro. Mamá debe estar preocupadísima o furiosa si se entera que
escapé del colegio, papá seguro me castigará una década por hacer esto ¡Por
cierto! Olvidaba que en estos días es tu cumpleaños, soy un mal amigo, Kenta
seguro también olvidó… Tú sabes cómo es él, mejor no hablarle en estos
momentos, está un poco mal, yo lo conozco y sé que tiene miedo, no lo puede
ocultar de nosotros que lo conocemos desde hace tanto tiempo y bien, ¿qué
sigue después de esto? No podemos quedarnos aquí por siempre si hay cosas
de esas merodeando aquí afuera —comentó Haru con ansias esperando una
respuesta que le diera ánimos.
—No lo sé, ni si quiera sé si existe algún lugar seguro en algún lugar… No
quiero saber nada por ahora, quiero despejar mi mente, ¿puedes dejarme solo
un instante? Cuando piense mejor te diré qué podemos hacer. No te miento,
también estoy asustado.
—Vale, entiendo. No más molestias —dijo Haru volviendo con Kenta a la
primer mesa ceca de la pared.

Una completa alma en desgracia, sola, buscando la paz en medio del caos…
Alguien más anhelaba la paz, el encargado al ver a Oliver solo sentado en una
mesa apoyando la cabeza entre ambos brazos, este cuidadosamente se acercó
con una taza de café, dicho aroma traía recuerdos buenos al muchacho, por lo
que sonrió cuando el encargado se acercó.
—Me gusta traer este café a mis clientes, da la impresión que siempre que se
los acerco sonríen y me dicen que les trae buenos recuerdos y sensaciones —
comentó amablemente y antes de volver a dónde siempre pensó que hablar un
poco con Oliver le ayudaría a sentirse mejor. —Eres un buen amigo, trajiste a
tus amigos a un lugar más seguro que esas horrendas calles de afuera.
—Eso no es cierto, por ahora este sitio es seguro, no lo será dentro de mucho
—contestó sujetando la taza.
—Mejor no discutamos sobre eso, yo bien sé qué es lo que pasa afuera. Alan,
ese tipo de falso nombre y palabra habló con toda claridad; mencionó algo
sobre monstruos imaginarios que enloquecían a las multitudes. En tu mirada
veo que ya has tenido un encuentro con alguno de esos, pero eso no es a lo que
realmente vine, a agobiarte más de lo que ya estás, a perturbarte más de la
cuenta; vine a hacerte esta pregunta: Si ya no tienes nada que perder, ¿a qué le
temes? —preguntó viéndolo directamente a los ojos.
—Debo irme y llevar a mis amigos a un lugar seguro, tengo miedo, creo que
ya ningún lugar existe —respondió —Con seriedad y amabilidad a su vez el
encargado remitió —Yo te mostraré un lugar seguro, espera ten paciencia y
cree en ti, no desdeñes estas palabras, cree.

Pensamientos agobiantes llenaron su cabeza durante varios minutos, cerró los
ojos para concentrarse, escuchaba los latidos de su corazón que se convirtieron
en un suave y cálido arrullo.
Haru, nervioso observaba su entorno, mientras que Kenta dormitaba con la
melodía que envolvía al ambiente con su suave y dulce manto. En la planta
alta Azucena escuchaba las historias que Brian le contaba sobre su infancia, de
vez en cuando salía a la terraza para confirmar que su amigo venía en camino,
sencillamente simula prestar atención a lo que le platicaban.
—Me odiarás por esto, pero es inútil. Será mejor que no salgas o algo se dará
cuenta que estamos aquí. —Dijo Brian asegurándose que la puerta estuviese
cerrada —Odio darte la razón, pero siempre la tienes en situaciones de peligro.
—reclamó Azucena.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Brian—impresionada por su pregunta, no
quiso responder, dicho argumento se refería a que esa información no era de su
incumbencia.
—Moriremos dentro de poco, ¿me dirás tu nombre, aunque sea para saber
cómo se llamaba la chica que estuvo conmigo el día que morí? —insistió.
—Esa frase me cautivó, eres algo estúpido diría Alan. Me llamo Azucena, sólo
Azucena —respondió seriamente como si se tratase de un tema fuera de este
mundo, Brian agradeció con la mirada. Enseguida ella lo miró a los ojos y le
sonrió.
—Ten por seguro que estás en mis oraciones —sonrió.
—Brian, no creo en esas cosas… te agradezco el detalle, pero mejor ahórrate
tus oraciones, no servirán de nada para cuando llegue la hora de dejar este
mundo.
—Puedes creer o no creer, si morimos yo quiero que dónde vayas o tengas que
ir, estés bien y tengas un buen recuerdo de tus últimos momentos en este
mundo, nuestro espíritu encontrará n mejor lugar para volver a la vida, ya
verás que es cierto.
—Ya no hables, te dije que no creo en eso, pero si lo que buscas es un halago:
Será un honor morir junto a ti, que de cierta manera prefiero morir de otra
forma, pero al igual que Alan y las demás personas que murieron, es nuestro
único destino. Quisiera haber vivido más cosas contigo, con Oliver e incluso
con los dos asiáticos que están abajo, pero está casi hecho ¡moriremos! Ya no
me duele aceptarlo.
—Jajajaja —carcajeó —Nunca imaginé que tú la más ruda del salón, la chica
innombrable compartiera estas palabras conmigo, ¡debí saber antes que eres
una excelente persona! Comparto el sentimiento, apuesto a que tendríamos
otras aventuras peligrosas como la de la fábrica abandonada o algunas
mejores. En este caso puedo decir, estoy listo para partir no importa cuánto
duela o cómo se sienta, ¿tú ya lo estás?
—No, lo acepto, pero no quiero abandonar este mundo en manos de un
monstruo —dijo limpiándose las pocas lágrimas que cayeron de sus ojos.
—Dentro de poco extrañaré tus insultos, te quiero al menos como amiga —
dijo Brian sonriendo, en la víspera de un futuro incierto.
Ambos se despedían uno del otro como buenos amigos, a pesar de que cuando
estuvieron juntos en clases todos esos años manifestaban odio y malos
sentimientos, todo estaba por terminar era cuestión de que fuesen descubiertos
por alguna sombra que transitase por ahí. El encargado simulaba dormir de vez
en cuando, a leguas se observa que algo tiene entre manos, algo pasa que se
niega a revelarlo, sin desprecio hacia sus primeros clientes servía una taza de
té y las llevaba hasta ellos.
En la lejanía de esa triste cafetería abandonada, las sombras vagaban sin
rumbo por todas partes, invadiendo patios y techos, escuelas e iglesias,
inclusive el bosque, que fue dónde comenzó todo estaba invadido de aquellos
seres de formas extrañas, cuyo único propósito era devorar sangre caliente de
cualquier vivo que pudieran detectar. Cerca de la cafetería una manada
buscaba a las últimas almas que anduviesen escondidas entre las casas, los
edificios y cualquier otro lugar que albergara vida, una vez terminadas todas,
el mundo estaría completamente consumido por una siniestra y extraña
oscuridad.

Consiente de la situación, el encargado percibió y presintió que algo se
aproximaba, algo estaba cerca. Dudoso de molestar a Oliver prefirió subir las
escaleras y mejor advertir a los de arriba. Azucena y Brian se asustaron
bastante, pues este les dijo que vio algo que se acercaba, aunque no salió a la
calle a ver directamente, presentía lo que se aproximaba.
—¡Y qué vamos a hacer! —No podemos huir a ningún lado, ¡tiene que haber
otra salida! Algún lugar en el que podamos estar más tiempo a salvo —dijo
Azucena.
—No es mentira, están afuera y son bastantes. No hay otra salida amiga, la
única que existe es por donde entraste. Lo siento, sé que están todos
preocupados, los chicos de abajo también lo están. Se alteran por su amigo,
según lo que platican —Se recargó en la pared antes de seguir hablando. Brian
escucha atento, de alguna manera tiene algo que decir.
—Por favor, enséñanos un lugar seguro, es mucho pedir. Nos daremos prisa y
podremos escapar todos juntos, tú vendrás con nosotros —mencionó Oliver
quién subió las escaleras para unirse a la conversación.
—¿Qué hay sobre Alan?, ¡tenemos que esperarlo! —exclamó Azucena.
—Oye, sé que estimas al tipo, ya es tarde, dices que se fue mucho antes de que
llegamos y no hay señales de él, es mejor irnos créeme, te lo digo como
alguien que también quiere sobrevivir esta tarde. —comentó Oliver.
—Apoyo a tu amigo, el lugar más seguro que hay aquí es el fondo del
corredor, donde están las enredaderas y mis pinturas. Ahí no llega la luz de las
velas, manténganse allí y estarán seguros al menos por unos instantes. ¿Qué
opinan?
—Nos van a encontrar de todas formas, pero si implica que viviremos un poco
más, vale la pena entonces —añadió Azucena, mientras que Oliver afirmaba
con la cabeza. —¿Tú qué opinas Brian, estás de acuerdo? —preguntó.
—No. Ustedes escóndanse, yo esperaré aquí a lo que tenga que pasar, si esas
cosas son reales o no, yo lo sabré —contestó seriamente —Furiosa Azucena
intervino —No puedo creerlo, ¡Eres un puto desconsiderado! ¡Tenemos la
oportunidad de pasar juntos un momento más y te niegas! ¿No piensas en
nosotros? ¿Acaso no es cierto lo que me dijiste? ¡Veo que no te importará lo
que sentiremos si sabemos que moriste!
—Cerrando los ojos y respirando profundamente el encargado dijo —Han
llegado. Mejor dense prisa y vayan donde les he dicho, está un poco frío allí,
manténganse juntos.
Sin comentarios, Azucena tomó el brazo de Brian y bajaron juntos las
escaleras tratando de no hacer que estas sonasen como si fuesen a ser
derribadas, Oliver les seguía el paso; sin embargo, el encargado lo tomó por
ambos hombros y lo miro a los ojos poniendo su fe en él.
—Tú eres un niño muy fuerte, lo sé, se nota en tu mirada… Podrás haber
perdido todo, pero la conciencia y la cordura no las has perdido. Anda protege
a tus amigos, ellos creen en ti ¿Por qué tu no? No lo olvides, sigues con vida y
todos esperan que lo hagas, porque ahora dependen de tu fuerza. —Fue lo
último mencionado por aquél amable encargado de pinta extraña, aparentaba
saber lo que estaba a punto de suceder ¿un tipo extraño?, ¿no? Caminó
devuelta al mostrador y a su cómoda silla, la caja musical se detuvo por
completo. El joven volvió a dormitar. Oliver después de convencer a Kenta y a
Haru de ir con ellos, trató de hacerle entrar al pasillo, pero Azucena lo detuvo.
Lo último que vieron fue algo aterrador: Frente al mostrador las velas
mostraban la escena de un suicidio. Un cuerpo colgado de una soga, se
presentaba constantemente con el flamante palpitar de las velas que decoraban
un lugar con una historia de dolor y tristeza; no era una de las sombras que
esperaban hambrientas en el exterior… Era la trágica historia de una vida
precaria, llena de miseria y amargura, mientras él dormitaba detrás del
mostrador.

Pasos en medio de paredes cubiertas por enredaderas transformándose en
zarzas que pinchaban y herían la piel si se les acercaba mucho, pinturas sin
reflejo entre las hierbas forzaban a esas pobres almas a avanzar más y más
profundo dentro del viejo rincón. No se puede caminar sin evitar encimarse
sobre otra persona ¿Desde cuándo ese pasillo no tiene un final con una pintura
relatando una triste historia? Muchas preguntas para una sola respuesta difícil
de hallar.
Igual que unas ovejas asustadas los cinco chicos se ocultaron en ese sombrío
lugar, pudieron ver como las sombras, ahora en forma de hombres fantasmales
entraron a la pequeña cafetería, pasando frente al encargado y haciendo de
cuenta que este no estaba ahí, ignorándolo completamente. Haru se ocultó
detrás de Brian, Brian detrás de Kenta y Azucena frente a Oliver, este último
caminaba asustado, pasos en falso hacia atrás, ocultándose del peligro
inminente.
Unos truenos pusieron la situación aún más tensa de lo que ya estaba, los
espectros emitían un ruido que ensordece… tal cual, al rasgar una pizarra con
las uñas, cargaban con pesadas armas de hierro que arrastran como si fuesen
muertos vivientes buscando venganza.

Apoyando la mano en esas hierbas, con ese aliento frío soplando desde el
fondo, sin esperanzas, sin vida, sin compañía. Vuelve con un sabor de sangre
entre los labios, con el alma y el cuerpo de tu propio ser… Siente el frío
abrazar tu piel, recuerda esa sed de venganza ahogarse en tu garganta,
recuerda esa gran mentira… Esa imagen de soledad y miedo transitando en el
sueño más profundo del mar, ahí es dónde te encuentras. Pasaba su mano entre
la hierba para no tropezar, el miedo era percibido por aquellos seres
espectrales, sin perderse de vista uno se decían sus últimas palabras con tan
solo verse.

El fondo, dónde había una pintura macabra ya no estaba; al pasar sus manos
por las paredes, la flora se marchitó, se siente la áspera pared de piedra
cubierta de granizo, los dedos se entumen a medida que se toca la pared, la
oscura vista del mostrador y las sombras caminando frente a este desaparecen
sin dejar rastro; unos abetos se pueden ver al fondo, tan juntos que repelen la
imaginación entre sí. Hace demasiado frío ¿A dónde escapó la realidad? La
escena de la muerte frente a cinco almas jóvenes pudo esfumarse a otro lado.
Un sol a lo más alto del azul entre azul y morado de un atardecer espectacular,
en el desolado rincón del cielo algunas estrellas muestran su brillo pese a que
es mediodía. Mirando a sus pies, la maleza pronto es inundada por la blanca
nieve que brilla ante los rayos de sol, muy lejos una cadena de montañas nace
de las colinas y montes escarchados por el hielo. La pared lejos de terminar en
un rincón, ahora solo es el viejo muro de un granero destruido por el cual
crecieron algunas plantas que el inverno marchitó.
El suave viento trae consigo una horda de frío que cala los huesos y eriza la
piel. Los cinco estaba ahí, abandonados, sin poder llegar a casa de nuevo.
—¿La cafetería? ¿Dónde estamos? —peguntó Haru —Estaba allí, justo
delante de nosotros ¡No pudo haber desaparecido! ¡Nada de esto es real! —
gritó. Los demás estaban nerviosos, después de estar arrinconados, la realidad
desaparece y están en un lugar desconocido. —Fingiendo no tener miedo
Kenta tiró a Oliver de un golpe preguntándole que había pasado, pero este no
dijo nada, sus palabras estaban a punto de explotar, los demás sólo lo observan
esperando que diga algo. Brian y Azucena permanecen callados y observan sin
poder entender lo que aquellos dicen.
Brian detuvo a Kenta antes de que golpeara a Oliver una vez más, discutían
sin poder entenderse, llamando la atención de las criaturas que se ocultaban
por ahí.
Azucena le ayudó a ponerse de pie, mientras que los otros tres no dijeron
palabra alguna. La chica trató de preguntarle, por qué sus amigos discutieron
con él.
—¿Es este otro truco como ese del espejo? —Si lo es, devuélvenos a casa. No
queremos saber de ti otra vez en nuestras vidas, nos has quitado todo, lo
hemos perdido todo. El frío acabará con todos nosotros, ni tus amiguitos
podrán salvarte de eso —reclamó furioso.
—Kenta, yo lo perdí todo mucho antes que tú o Haru o incluso Brian y
Azucena. Mi hermana murió frente a mí, mi madre desapareció junto con todo
mi nuevo mundo, quiero ayudarlos a todos. Simplemente mira a tu alrededor:
Estamos vivos, gracias a ese tipo que me dio el consejo de traerlos hasta aquí.
—Ahora no entiendo de que tipo hablas, estábamos solos allá en ese oscuro
lugar, no había nadie más, a excepción de tus amigos y nosotros —contestó.
—Alguien nos ayudó a volver, yo lo vi, lo había hecho antes… Le prometí que
los mantendría a salvo a todos ¿Por qué soy el único que puede entenderlo?
—Oliver, no había nadie, Kenta está en lo correcto… eso que dices es
producto de tu imaginación, basta ya… Sólo resta esperar a ver que acontece
que nos salve de esto… Tus amigos no me entenderán, hay que tener fe, no
sabemos que hay aquí si anochece —Haru mencionó observando el horizonte
buscando algún lugar.
—¿Fe? Desde cuando la fe nos ha ayudado, un truco usando un espejo… tal
vez estamos dormidos y no podemos despertar de esta pesadilla. Quisiera
acompañarlos a morir, en serio, valdría la pena verlos agonizar a todos
ustedes… Mi vida vale más, muchísimo más. Ya perdí mucho tiempo, mi
dibujo se quedó sin terminar, seguro estoy reprobado por salir de clase y no
regresar, todo porque un tonto quiso viajar al mundo de las fantasías, ¡bah!
Tendrás mucha suerte, pues sin Haru y tus amigos ya habría roto un par de
dientes…
—Y sin Oliver estarías muerto, mientras terminabas tu dibujo —dijo Haru.
—No me gusta interrumpir sus conversaciones extrañas, allá veo algo… Es un
pueblo —señalaba Brian en la cima de una colina. Pronto los demás se
acercaron, Kenta enseguida caminó colina abajo, le siguió Haru tratando de
detenerlo.
—Tus amigos, te tratan mal.
—No es así, están preocupados ¿ustedes no lo están? —mirándole a los ojos el
chico preguntó a su amiga.
—Sí, me siento culpable. Si Alan volvió, no nos encontrará. Bueno, exagero
mucho con ese tema… Mejor aceptar que sucedió lo inevitable. Pensé que
ellos dos son tus mejores amigos, me platicaste que los extrañabas con toda tu
alma, ¿son siempre así?
—No lo son, llegué a mi vieja casa usando un espejo. Kenta no cree todo lo
que vivimos los últimos instantes. Es algo necio, Haru pienso que sólo quiere
conservar nuestra amistad…
—¿Cómo que un espejo? —interrumpió Azucena.
—Un espejo, usé ese espejo… Entiendo que todo lo que pasó fue gracias a mí,
yo fui quién mató a mi madre y a mi hermana… Si no hubiese escapado de
casa…
—¿A dónde escapaste? —dijo Brian entrometiéndose en la conversación.
Tomando a ambos chicos por los hombros.
—Me perdí. En este lugar, quiero explicarme qué diantres sucedió. Fui a
caminar al parque, me desmayé y caí sobre las hojas secas. Desperté y estaba
cerca de esa villa que pueden ver allá abajo. Un hombre me ayudó a volver
usando ese espejo extraño… No quiero contarles lo que sucedió después —
sollozó.
—Calmado, tenemos que encontrar a ese hombre y pedirle que vuelva todo a
la normalidad. Es todo, tus amigos raros regresarán a Japón y nosotros juntos
de nuevo, ¡es una idea genial! —mencionó Azucena alegremente tratando de
levantarle el ánimo a su amigo. Oliver se extrañaba de la tranquilidad con la
que ella y Brian tomaban las cosas… Imaginó que no se sorprendían después
de tantas cosas.
—Ese maldito, él tiene la culpa de la muerte de Sarah… Mencionó su nombre
justo antes de que yo abandonara este lugar, ¡lo asesinaré! —justo antes de
bajar la colina rumbo a la ciudadela, una mirada de inocencia se tornó en una
de venganza. Haru hacía señas para que se dieran prisa, en el camino Oliver
también les comentó lo que pasó justo antes de que el mundo cayera en manos
del eterno crepúsculo. Pretendía encontrar el apoyo de sus amigos, para bien o
mal consiguió aislarse de ellos más de lo que ya estaba.
Con sed de venganza los llevó por el campo nevado, siguiendo el río y los
senderos de los campos de cultivo hasta llegar a la ciudadela. Sin mostrar
señales de vida en ella, los cinco chicos fueron observados por algo más
peligroso que los Ghoul que residían en el cementerio ocultos por los árboles y
las lápidas de las tumbas.
Haru camina con miedo, cuidadoso y observando en qué lugar pisa, Kenta
camina detrás de Oliver, mirándolo con indiferencia, esperando su caída. Los
otros dos caminan refugiados uno en el otro, antes de entrar a la ciudadela por
el mismo camino que usó la primera vez, se detuvieron frente a algo
descomunal que lleno sus ojos de asombro y de temor a la vez: Una bestia
colosal y extraña, sacada de un cuento de hadas, tan grande como un árbol, su
fuerza dejaba atrás a la de 50 caballos, el resoplar de sus cuerpos estremece el
aire y la tierra por donde caminan, con discretos pasos caminaban, ¿Cómo un
animal tan grande podía ser tan discreto? Con la ligera brisa gélida y el cantar
de los aires aparecieron más de uno.
Los cinco chicos retrocedieron, intentando no cruzar en el camino de los
gigantes, uno de ellos se acercó, cada pisada atemorizaba a los chicos. Haru
seducido por el andar de ese enorme animal, se acercó considerablemente
cerca, observaba esa piel tan lanuda, esas patas cual troncos de encino junto
con unos enormes colmillos curvos y una trompa que arrancaba la escasa
vegetación escondida por el hielo. El animal pacíficamente se acercaba a los
chicos, sus ojos de sabiduría conocían lo que estos eran, una sabiduría cuya
fuente son largos años de vida y de lucha; Haru por poco logra posar una
mano sobre dicha criatura, segundos antes el animal perdió su atención y
volvió para proteger a su manada, había más de ellos, hembras otros machos y
crías que caminaban cerca de la ciudadela en busca de lo poco que quedó de
los ya destruidos cultivos.
Haru, sorprendido por lo que vio fue con los demás completamente sin
palabras, pasado unos instantes hablaba con Kenta.
—Eso es imposible, no existe animal así, ¿Es algún tipo de elefante con los
colmillos hacia adentro? ¡Casi logro ponerle una mano encima!
—Es bastante extraño, tu vida ahora depende de un hilo, por favor no hagas
tonterías como esa de nuevo, hmm ¿qué no te das cuenta que si mueres o algo
te pasa me dejarás solo con estos? Necesitamos una explicación lógica de lo
que pasó, nada de esas sombras o esta nieve es real, es un sueño en el que
estamos perdidos, lo sé.
—No es ningún sueño, ya les dije ¿Vieron esa manada? Se movían juntos
como los elefantes de Africa. Son como animales de la edad de hielo, son
mucho más grandes que un elefante…
—Frotando sus manos, Kenta exclamó —¡Mejor enséñanos dónde está el
lugar del que nos hablaste! Alguien morirá con este maldito clima, y será
culpa tuya…
—Oliver, es decir Taro… ¿Qué es lo que dicen tus amigos? — preguntó Brian.
— Hay un templo en estas calles, ¿puedes ver esa construcción del otro lado?
Ese es el templo de la ciudadela, allí estaremos a salvo. Recuerdo que todas las
puertas estaban atrancadas, tendremos que hacernos con algo para poder
entrar.
—¿Qué hay dentro? ¿comida?, ¿algo para cubrirnos del frío? —Hay alguien
que quiero asesinar por haberme hecho usar esa cosa… verás que todo volverá
a ser como antes —respondió.
Con seguridad y valentía, el chico que una vez tuvo miedo del porvenir del
destino, ahora tenía sed de venganza, de cortar la yugular del hombre que le
mintió y por el cuál su hermana y su madre murieron.

El fantasmal ambiente de la ciudadela se mostraba con un sol que derrite los
nevados techos de las viejas casas, caminaron a través de un sendero oscuro
que no mostraba una salida. Pasaron por la penumbrosa explanada del
mercado.
Las ligeras corrientes de aire frío terminaban con las fuerzas de todos, el
interior del templo era el único lugar dónde Oliver conocía y que no
aparentaba ningún peligro inminente, caminaron cerca de la antigua posada
abandonada por dónde entró a los calabozos, siguieron el camino hasta la vieja
fuente entre las enlodadas calles por la nieve derretida que creaba charcos con
la tierra. En la entrada del templo, los viejos jardines marchitos lanzaban
maldiciones sobre los recién llegados, lo más atemorizante era el eterno
silencio que estos gritaba con cada paso que dan.

Efectivamente, la entrada estaba sellada con madera, y cada una de las
ventanas del templo lo están también. Brian y Oliver pensaban juntos como
una sola mente, algún material de por ahí les tendría que servir para poder
entrar por alguna de las ventanas del templo. Regresaron a las calles en busca
de algo útil, los demás esperaron sentados bajo un árbol. En los arbustos los
Ghoul espían con ansías que alguno de ellos se quede solo. Quizá ellos no lo
noten, son espiados por una docena que oculta en los arbustos derrama saliva
con ansias de carne.
Brian encontró un trinche en un montón de paja dentro de un pequeño establo,
Oliver una vieja barreta en la entrada del molino. Volvieron lo antes posible…
En la pared de piedra había una pequeña ventana sellada con un gran tablón,
ambos lo resquebrajaron para entrar, la barreta se atascó y Kenta acudió a
ayudar, al cabo de unos minutos quitaron el tablón y rompieron el vitral de
color amarillo.

El anciano todavía no dejaba el templo, todos los cirios que lo iluminaban
continuaban encendidos, al centro la estatua con el heroico personaje
blandiendo su espada; una vez dentro Haru, Brian y Azucena caminaban
observando los vitrales y los grabados en el templo, Oliver buscaba venganza
y comenzó registrando todos los cuartos del templo, Kenta seguía detrás con la
excusa de que actuaba extraño.
—Y, la persona de la que nos contaste, ¿vive aquí? Porque en este lugar se ve
que no habita nadie desde hace mucho tiempo, no es común en mí, quiero que
olvidemos lo mal que te he tratado, eso que pasó en Kodaira, tú sabes cosas
que nos incomodan a ambos, ¿lo podemos dejar atrás?
—Créeme que sí, cuando esto se solucione ya no me verás de nuevo y
volverás con Haru a dónde los encontré, ¿de acuerdo? Ese aciano está
escondido por algún lado en este templo, ¿ves esa puerta? — señaló —Esa
puerta da con las catacumbas y los calabozos del templo, no quiero ir allí, la
última vez que vine había monstruos dentro, es muy peligroso. Hay que
mantener la puerta cerrada.
—¿Monstruos? —preguntó.
— Sé que tú no crees en nada de lo que te dicen los demás, Kenta… allí
debajo hay unas criaturas, yo vi una devorando el cuerpo de un ciervo allá
cerca del río. Esa puerta abierta es un riesgo para todos…
—Oliver, me acabas de dar una idea. Bien, ya registramos todos los cuartos de
aquí, no hay nada… Tal vez, sólo tal vez si golpeamos la puerta el anciano
venga a ver qué ocurre y cuando salga podemos forzarle a que regrese nuestras
vidas a la normalidad. Si no quiere hacerlo, aquí tenemos un trinche y otra
arma, seguro no la pensará dos veces.
—Sin duda es una buena idea, el viejo nos tiene que devolver nuestras vidas…
— caminó hacia la puerta.
Con temor, Oliver la abrió… las luces de las antorchas del calabozo mostraban
las ligeras siluetas de los Ghoul moviéndose entre los pasadizos, Kenta usó la
barreta oxidada para golpear la puerta con toda su fuerza, dicho ruido
enloquece a los Ghoul pues sus gritos y chillidos se escucharon desde la puerta
por todo el templo. Kenta empujó a su amigo y cerraron la pesada puetta de
madera. Había que esperar, las criaturas continuaban alborotadas gritando por
comida dentro de los calabozos. Tras no haber señal alguna volvieron con el
resto del grupo, comentaron el plan, todos estaban de acuerdo en que el
anciano les hiciera volver, en lo particular Azucena no creía que pudiesen
volver.

Un rechinar sorprendió a todos, pensando si se tratase de un Ghoul que abrió
la puerta, Keta tomó el trinche y Brian la barreta, con cautela la puerta se
abrió. Era Rovan, atraído ciegamente por el sonido que los Ghoul hacían, al
verlo todos se pusieron de pie. En un arranque de ira Oliver arrebató la barreta
de las manos de Brian, se acercó como todo un asesino; el hombre lo miró y
antes de que se acercara le dijo:
—Me sorprende que hayas vuelto, huir no es una buena opción en estos
tiempos. Si esa opción fuera buena entonces Sarah estaría completamente
bien, ¿no es así?
— Sarah, dime ¿Cómo es que sabes el nombre de mi hermana? —cogió el
hierro con fuerza.
—Tu propia mente reveló muchas cosas, mientras estabas inconsciente tu
mente sólo pensaba en ese nombre, sé que es alguien que te preocupa. Sabía
que volverías, confiaba en ello, nunca dude de ti.
—Eso no me interesa, he venido para que devuelvas mi vida junto con la de
mis amigos. Me engañaste, ¡por tu culpa mi hermana murió asesinada por un
monstruo! —exclamó
—Con una mirada mustia Rovan enfrentó la ira del chico —Tu hermana eh,
¿No te has dado cuenta que salvaste a tus amigos de las fauces de la muerte?
No quieres ver lo que tu fuerza ha logrado, tu miedo te convierte en un ciego,
tienes miedo a aceptar la cruel realidad. Te dije que al usar ese espejo
llamarías a los espectros de la muerte que rondaban en este mundo. Haz
perdido a tu hermana, tus amigos igual perdieron a sus seres queridos. Yo no
soy el culpable, tampoco los Deuron, tú fuiste quien usó ese espejo para
buscar a tu hermana.
—Tú eres el culpable de la desgracia de la vida en el tiempo y espacio de tu
propio mundo.
Respirando como un toro y sin poder controlar su ira, el chico perdió el
control de sí mismo, sus amigos permanecen detrás observando con asombro y
miedo lo que este estaba a punto de hacer.
—¡Jamás pedí entrar en este mundo! ¡Mi hogar, mi familia!
—No lo pediste, lo hiciste. Piensa hijo, por un muchacho imbécil toda una
vida cayó y ahora ha desaparecido. No puedo hacer nada por ti ni por tu
mundo, eres imbécil no sabes distinguir entre una verdad y una ilusión. Si no
fuera de esa manera, Sara no hubiera muerto en tus propios brazos.

Las crueles palabras de aquel hombre desataron la ira del chico, quién dio un
fuerte grito, con la barreta en sus manos a punto de acabar con el anciano,
bastaba con varios golpes para terminar con su vida, este anciano no hizo nada
más que permanecer de pie como si ninguna amenaza se acercase.
Sin siquiera poder tocarlo, Oliver cayó al piso derribado por Hei, quien estuvo
observando a los muchachos desde la bóveda todo el tiempo esperando el
momento preciso para matarlos.
—¡Escoria del averno! ¿No fui bastante claro en un principio? Tú no debías
volver, ahora vienes buscando un culpable de los actos que sólo un imbécil
puede creer —Tomándolo por el cuello, una de las dagas del ángel sobre su
cuello mostraba la despiadada palabra de este —¿Has venido por respuestas
para sanar tus heridas? ¿Vienes a mostrar que en verdad una escoria como tú
podría salvar a la plaga que te acompaña? —rápidamente el ángel deslizó su
daga por el cuello del chico arrojándolo contra el piso, los demás estaban
aterrorizados al ver caer el cuerpo de su amigo.
El ángel extendió sus alas mostrando todo su poder. En tanto Rovan sin hacer
nada observó lo que este estaba a punto de hacer.
—¿Ahora tengo toda su atención? —gritó, después de reír estrepitosamente —
Que la escoria que los trajo hasta aquí les sea un ejemplo. ¿Buscan la verdad?
Pues entonces déjenme sanarles. — dijo el ángel mostrándoles el fragmento
del espejo de Kranos.

La verdad les fue reflejada en el reflejo que sostenían las pálidas manos de
Hei… Cosas que nunca antes fueron vistas se revelaron, ahí en algún lugar del
mundo dos hermanos estaban juntos esperando a su madre mientras el sol
decrece, una sombra entra en escena y asesina a la pequeña cortando su
costado, él pequeño incapaz de salvarla es asesinado también, la sombra lo
toma por el cuello y estruja sus vértebras haciéndolas crujir una por una; por
otra parte en un colegio un chico que recién terminaba sus clases es
sorprendido después de tantas tragedias, las fauces de una serpiente destrozan
su abdomen haciéndole vomitar sangre, todo el colegio entra en pánico y otro
chico fallece aplastado en una estampida de gente.
Por último, dos amigos platican sus inquietudes antes de morir, ¿fue eso una
verdad? Los ojos de ese extraño ser cambiaban de color de rojo a un tono
naranja oscuro.
—Ahora contesten esto ¿Cuál es la realidad?, ¿en la que mueren o en la que
llegan a este mundo? De su respuesta depende la vida de su amigo, ¿y bien?
¡Qué esperan para responder!
—¡Heirahm!, ¡detén esta locura! ¿No te das cuenta que sólo son unos críos?
Mientras yo esté vivo no podrás hacerles daño —interfirió Rovan.
—Cuándo haya un deuron en este templo, te arrepentirás por haberme
detenido —mencionó antes de tomar el fragmento del espejo con ambas
manos y romperlo como si se tratase de un trozo de papel, el vidrio en el piso
se desmoronó cual vestigios de arena blanca.

Haru ayudó a su amigo a levantarse de esa herida cuya marca solo le causaba
ardor en el cuello, el ángel deslizó con tal rapidez la daga que no le causó
mayor daño, sin la presencia de Rovan, Hei habría sido capaz de lastimarlos o
incluso peor.
—Abrazando a Oliver con fuerza Azucena lloró —Ese espejo mostró algo
espantoso. Creímos que te degolló —El chico al levantarse se acercó a Rovan
quien le ayudo a ponerse de pie.
— Esa cosa era lo único que podíamos usar para volver a casa.
—¿No comprendiste? Tu mundo ya no existe ni en tiempo ni en espacio, no
hay lugar al que puedas escapar, ¿tu realidad es en la que mueres o en la que
llegas con tus amigos a salvo hasta este templo? — Nuestro viaje hacia las
montañas comienza ahora. Todo este lugar estará plagado de “sombras” para
el atardecer, haz lo mejor para tus amigos, protégelos.
— Ahora tenemos a dónde ir —dijo Haru con un tono sarcástico
interponiéndose entre ambos, —¡No sabemos a dónde quiere guiarnos este
hombre!
—Jamás me perdonaría si alguien de nosotros muere, Haru. Mejor muestra tu
solución si tienes una mejor —respondió.
— Esta plaga se morirá tarde o temprano, no llegarán vivos a los pies de la
montaña, Rovan, mejor hagamos un acto de misericordia y perdonemos su
vida dejándoles que se marchen por otro rumbo. Traer humanos al viaje sólo
empeorará las condiciones, no tenemos armas suficientes, incluso si las
tuviéramos, son muy jóvenes para usar una. — mencionó Hei afilando sus
dagas una con otra.
— Nos serán útiles de alguna u otra manera. Tenemos poca comida, bueno
tengo poca comida, tú no podrías morir de hambre o de frío, veo que después
de tanto la inmortalidad sigue siendo parte de ti.
— Me niego completamente a que viajen con nosotros, viajamos en busca de
respuestas, no como unos granjeros —afirmó.
—¿Qué podemos encontrar en el camino? —preguntó Haru.
—Algo más que hielo, rocas y árboles. Será mejor estar bien preparados —
respondió Rovan entrando al calabozo de nuevo, — Estén listos para cualquier
situación.

Capítulo VII: Blanca oscuridad.


—Es realmente trágico lo que escucho, en mi mente se alza la tranquilidad,


pues yo hice lo mejor que pude para que su amigo no falleciera en la densa
desolación de este mundo, reconozco lo triste que es la pérdida de sus seres
queridos. Darumina no será un refugio para ninguno de nosotros, lo mejor es
huir a las montañas de Neradehn.
—Rovan, sabes que ir hasta allá no promete nada, la primavera no puede estar
en unas montañas abruptas y asfixiadas por el invierno, es algo ilógico y
meramente basura —argumentó el ángel—. No es la primavera lo que deseo
encontrar, busco explicaciones, por demás está que la pregunta que hemos
planteado tiene respuestas que son fáciles de encontrar, no obstante, son
complicadas de explicar. — argumentó.
—Escuchen bien. Desde ahora son hermanos, sean amigos o sean extraños, el
destino y el tiempo son sus padres, protéjanse uno al otro, en este mundo hay
peligros más astutos y siniestros que el demonio en persona. No confíen en
que estaremos juntos hasta el Armagedón, ustedes no son más que aves de
paso en nuestras vidas—. Con un tono firme y seguro el anciano aseguró sus
palabras cuál tronco de roble al suelo. Estaban cortos de tiempo, con actitud de
líder Rovan analizaba lo que sería mejor para el grupo, o como él lo llamaba:
una compañía. Era inevitable hacer algo entre Hei y los chicos, pues sus
intenciones no era cuidar de ellos, sino asesinarlos para que “evitaran el
sufrimiento” de estar en un mundo desconocido. El anciano trataba de leer sus
mentes, las cuales solo proyectaban miedo y las ansias de un futuro incierto.
—Los Deuron no tardarán en encontrarnos, el espejo estuvo aquí… ahora se
encuentran en otro mundo, seguramente no dudarán en volver si es que el
tercer fragmento sigue en manos de alguien. Escaparemos por el calabozo
hasta la llanura. ¿Es su primer viaje?, ¿no? Entérense que hay cosas allá afuera
que jamás verán ni en sus propios sueños… Un dragón vigila los cielos y
cazadores aguardan en los prados congelados…
—Interrumpiendo a Rovan e imponiéndose, Hei tomó la palabra —Rovan
tomó la decisión de llevarlos con nosotros hasta muy lejos, es mi deber poner
las condiciones. Los hombres son la raza más extraña de todas, ningún dios los
manda a nacer, crecen y a medida que lo hacen no tienen idea ni sentido de su
propia vida y por si fuera poco huyen de la muerte… Sólo uno de ustedes
podrá tomar una espada en su mano, los demás no portarán arma alguna,
llegando a las montañas este grupo se separa, ¿es más que entendible esa
situación? Si todos permanecen con vida, continuarán su camino y nosotros
dos el nuestro. Los cazadores probablemente nos persigan todo el trayecto, si
alguno de ustedes es capturado, en sus fauces descansa. Los demás no lo
defenderán —Lo dicho ya es realidad, pero necesitamos suficientes
provisiones para el camino, tomará semanas llegar. Oliver me acompaña por lo
necesario, Hei, tú eres el indicado para registrar cada sala, nivel y rincón de
este templo; en este momento podríamos ser observados por un Deuron, si ves
uno elimínalo sin pensarlo. El resto espera aquí hasta que volvamos —dijo
Rovan abriendo la puerta del calabozo y llevando a Oliver consigo.
Cada vez más misterio se revelaba en la mirada del anciano, sin duda algo
guardaba entre manos, de vez en cuando volteaba a ver que ningún Ghoul
acechara el camino. Devuelta en el refugio, Rovan comenzó a buscar entre los
viejos baúles de madera. Pieles, armas, flechas, un mapa y sacos de tela, todo
muy viejo y cubierto en polvo. Discretamente observaba lo que aquel
misterioso anciano buscaba, se acercó junto a él y esperaba que dijese algo
más sobre el viaje.
—Un mapa, tú serás el responsable de llevar el mapa, ¿Puedes ver el punto en
el centro? Allí es dónde nos encontramos ahora, nuestro viaje es en dirección
de las plateadas estrellas, ósea al sur y al este — Nuestras provisiones son
escasas, disponemos de pan y una garrafa de leche, sin duda la hambruna nos
acompañará desde este día.
—¿Llegaremos a salvo? —preguntó recogiendo del piso una vieja espada de
hierro con empuñadura de madera, sin duda la que pertenecía a la capitanía de
Darumina.
—Sé muy bien que temes por el resto, te aconsejaría que temas por ti y por
mantenerte con vida primero; cuándo hagas eso entonces podrás proteger a los
demás. Repartiremos estas pieles entre tus amigos o el frío acabará con
ustedes antes que el hambre… No tomes muy en serio lo que Hei diga o haga,
él es un alma especial que busca encajar en este mundo pese a que fue enviado
para ocasionar catástrofes; sus palabras son realidad, tenemos un carcaj con 13
flechas y a su vez un arco, hay decenas de espadas, pero únicamente
llevaremos una.
—¿Y si necesitamos dos o tres? Cada quien debe llevar un arma por si es
necesario —argumentó— Estas armas están bajo mi poder, ustedes son niños y
no servirá de mucho que porten una sin saber usarla, eso no. Hei tiene razón,
un guerrero que no sabe vencerse a sí mismo no podrá vencer a sus semejantes
—Extendiendo los brazos con unos viejos ropajes le dijo —Mejor usa esto, la
sangre en tus prendas delatará tu aroma.
—Es extraña — mencionó colocándose la prenda de tela gruesa, con una
cubierta de asbesto. Estaba bastante fría y llena de polvo, Rovan pronto le
obsequió un escudo de madera —Corteza de los árboles del jardín de los
bosques, muy resistente y ligera. Asimismo, tengo la esperanza en que jamás
tengas que usar esto —Colocó en su mano una cuchilla muy pequeña, apenas
del tamaño de una mano—. Esta fue la primera arma que Hei tuvo en sus
manos hace ya bastantes primaveras, la hizo él mismo tallando el colmillo de
un cadirus.
—Jamás quisiera saber qué es una de esas cosas —reiteró observando lo filosa
que era la cuchilla pese a su insignificante tamaño —Las pieles de los ciervos
castaños son muy abrigadoras, los protegerán del frío, gracia me causa
observarte. Tienes la pinta de un pequeño guerrero.
—Andando, debemos continuar. Siento la presencia de algo que nos está
observando, no me hagas mucho caso, sólo es un pensamiento abrupto —Los
sacos con la comida los llevaré yo, tú nos conducirás con el mapa, y uno de tus
amigos llevará la leña y las demás cosas que pueden sernos de gran utilidad
¿Entendido? Pues démonos prisa.
Una vez más dentro del templo, Rovan y Oliver se reunieron con los otros,
Brian llevó las otras provisiones, se extrañaron de ver a su amigo con una tela
con malla, igual que los fuertes combatientes. Rovan obsequió unas botas de
rancio cuero, pero en buen estado; esas las lleva puestas Azucena, ya que su
calzado no ofrecía protección alguna contra la nieve.
Hei, por lo pronto buscaba entre las cámaras del templo, sus sentidos
detectaban la presencia de más de cinco deuron, sin embargo, este no pudo
verlos, simplemente eran perceptibles. Dichas criaturas cuya sed no puede
saciarse observaban los movimientos del ángel, escondiéndose de su mística
fuerza.
—Hei no ha vuelto y no podemos esperarlo —dijo Oliver.
—Creí que los ángeles sólo existían en el paraíso, ese no es uno como a
nosotros nos los han mostrado, es diferente —comentó Azucena.
—Es completamente diferente, un ángel de la muerte. Mientras no lo desafíen
estarán completamente a salvo, es como un niño con el que nunca quisieron
jugar y compartir momentos —respondió Rovan al comentario de Azucena.
Era sorpendente la forma en la que Rovan hablaba, si bien Azucena y Brian no
pueden entenderse con Haru y Kenta; el hombre comprendía lo que estos
decían, una pista más sobre él, un hombre muy viejo comprendiendo idiomas
que no existían en la tierra de Tharmandor.
—Seis, exactamente seis son los deuron que están dentro de este templo con
nosotros. Están entre los salones sagrados, no puedo verlos, pero sé que están
aquí dentro —dijo Hei a Rovan sobrevolando la sala principal.
—Se han hecho más fuertes, un deuron no puede ocultarse de la vista de un
ángel así de fácil. Larguémonos de aquí antes de que otra cosa suceda —
comentó guiando a los chicos al laberinto bajo el templo de Darumina. El
camino del cuál los espías de la oscuridad observaban a sus presas,
intimidados por la presencia de Hei y de Rovan, eran decenas de Ghoul los
que habitan dentro llegaron atraídos a ese lugar por la eterna oscuridad y la
sofocante humedad de los pasadizos. Sólo esos dos conocen la salida de ese
lugar, los otros cinco andan como si cada paso que fuesen a dar representara el
último de su existencia; un almirante o un descuidado son presa fácil para una
docena de criaturas hambrientas.
—Señor Rovan, ¿es ese su nombre? ¿El sitio al que vamos es muy lejano?,
¿no es así? —preguntó Brian acercándose con nervios —El viejo sin dejar de
caminar respondió—. Varios días y suficientes noches si consideramos no
encontrar ningún obstáculo en el camino…
—¿Obstáculos? Usted menciona que hay criaturas horribles allá afuera, de
niña jamás creí que existieran tales cosas; hoy he visto a un ángel real y a un
elefante caminar cerca de nosotros —Obstáculo será el dragón invernal o
incluso los cazadores que acechan el camino, peor aún: El fantasma de Merag.
Una vieja leyenda de los exploradores y de los viajeros.
—No tiene lógica, entiendo lo que usted le dice a estos dos, y no entiendo la
lengua que ellos hablan. No tiene lógica ¿Usted es humano? —preguntó
Kenta.
—¿Humano? Jamás dije que lo fuera. Un humano no habla la misma lengua
que ustedes, ustedes hablan lenguas muy distintas, eso lo sé. Puedo hacer que
ustedes dos me entiendan, al igual que Hei — Entonces no es un humano. ¿Si
no es, entonces qué cosa es usted? —interrumpió.
—Complicado de explicar. Una idea de la divinidad y lo sagrado, un aliento de
algo real, lo que hay entre ambos, eso es lo que soy. No soy un humano, tal
vez parezca uno ante tus ojos, pero ante los ojos de Hei me manifiesto como
una luz andante.
—Una luz andante y muy molesta en ocasiones, nada comparado con el color
de la muerte, ese es más fácil de ver al menos para mí. Los humanos son lo
más contradictorio que he visto, pese a eso celebran cuando vencen el miedo,
cómo si este fuera lo más difícil de vencer, cosa que no lo es —Hei tomó la
delantera de la fila, sabía que pronto estarán al final del sendero.
—¿El color de la muerte? La muerte no tiene color, pero sí olor y sensación.
Espero que pronto lleguemos a la pradera, me urge un poco de aire… está muy
encerrado aquí —comentó Oliver tomando la mano de Azucena quien se
retrasaba un poco.
Al desaparecer Hei, se escucharon los gritos de varios Ghoul que esperaban
ansiosos delante del grupo. Cuando llegaron dónde Hei, estaban
impresionados, pues se hizo con la cabeza de tres Ghoul y los cuerpos de otros
seis teñían el agua de un tono entre rojo y negro, la ausencia de luz y el fluir
constante del agua impedían la vista. Una de las cabezas movía la quijada
involuntariamente escupiendo sangre entre esos pequeños dientes putrefactos
y esos labios llenos de llagas y heridas.
Al subir unos pequeños escalones, un portón de madera dejaba entrar los
resoplidos del gélido viento. No hay marcha atrás, pensó Haru. El ángel volvió
al laberinto como si algo se le hubiese perdido; ni siquiera Rovan pudo
detenerlo. Las puertas abiertas dejaron caer un montón de nieve resbaladiza a
los escalones. Un día hermoso allá afuera, un sol que brilla en lo más alto del
cielo, la silueta tenue de seis lunas dispersas en la bóveda azul, el blanco
colorido de la llanura y el marrón de la tierra con pastizales seguido de una
hermosa vista, árboles verdes en el inmenso horizonte y unas montañas
diminutas en la infinita lejanía.
Caminar entre la nieve tiene cierta dificultad, los cinco siguen los pasos del
anciano, quien extrañado por lo que esperaba encontrar buscaba alguna pista
más. Las huellas de las manadas que buscando comida en Darumina eran los
únicos vestigios de algo vivo que transitó por allí.
—Vimos una manada de esas cosas antes de llegar al templo —dijo Haru
acercándose a Rovan. —Se mueven en dirección a las arboledas, es mejor
mantenernos lejos de esos animales, no le hacen mal a nadie, no les hagamos
mal a ellos siguiéndoles. ¡Oliver trae el mapa! —Con el mapa entre sus manos
el anciano trazó una ruta con un trozo de carbón que recogió. —Rodearemos
las arboledas, valles y espacios abiertos por encima de las colinas, si hay
manadas de ciervos, alces o cabras habrá jaurías de lobos esperando entre
bosques y praderas, no hay rastros de los cazadores. Eso me tiene tranquilo.
—Sin duda nos cansaremos más, espero encontremos más comida… Con lo
que Brian tiene no alcanzará para más de dos días —¡Basta ya! Desde este
preciso momento todos estamos siendo acechados por algo más grande que
nosotros y con mandíbulas más fuertes que el acero mismo. Continuemos
hasta las colinas, Hei no tardará mucho en seguir nuestra pista —caminó
mientras los demás le seguían hasta las afueras de la ciudadela.
Blancos caminos, aire fresco que congela la nariz y entorpece la vista. La
llanura cubría grandes extensiones de tierra, por decir que todo el mapa cuyo
misterio son los puntos dibujados en este: Darumina, la ciudadela del sur está
marcada con una bandera, al sureste está Neradehn y su cadena de montañas,
en el lejano este y al norte están marcadas una serie de cordilleras en rocas
seguido de una gran puerta dibujada en medio de ellas, más al norte y al centro
está un símbolo de fuego y un dibujo simbolizando un volcán sobre un océano,
al oeste está un bosque que recorre extremos de norte a sur dividiendo
Tharmandor, al noroeste unas nubes cubren el mapa, más al sur sólo están
dibujados un par de cordilleras y el océano del oeste. No llegaron muy lejos de
Darumina cuando el cansancio terminaba con ellos, se avecinaba un atardecer,
ningún lugar era seguro para dormir, pues entre riscos y valles los sonidos de
las bestias se hacen presentes.
—¡Mi cabeza me está matando! —exclamó Kenta. —Caminamos demasiado,
con este frío casi no siento los pies —dijo Haru al exhalar y frotar ambas
manos.
—¿Tienes miedo de que llegue la noche? —Siento lo mismo que tú, si lo
puedes notar, estamos solos, si Oliver nos falla no quisiera que te alejes de mí,
porque no yo no lo haré de ti. Haru, desde ahora nos tenemos uno al otro,
incluso con los extraños debemos mantenernos a salvo —respondió Kenta.
—¿Cómo va tu herida? —Al descubrirse Kenta, la herida permanece
adormecida por el clima, comienza a excretar un líquido blanquecino y las
venas se tornan negras como las cenizas. Está húmeda debido al hielo,
comienza a sangrar levemente. Sus ojos hablaron por él, una mirada fuerte con
intenso dolor.
—Rovan debe saber esto, seguro él sabe curar este tipo de heridas… apuesto a
que mañana no podrás caminar por el dolor —. Recargándose en su hombro
Kenta le suplicó que no dijese nada.
—Considero que es importante buscar un lugar para pasar la noche, miren las
nubes, se hacen de color anaranjado rojizo —comentó Azucena señalando el
cielo.
—¿Ven esos riscos nevados de allá dónde se oculta el sol? Hasta llegar ahí
podremos descansar, no antes y no después. Andando. —¡Rovan, mira esto!
—gritó Oliver quien se desvió un poco del camino, en cuclillas hayó algo
interesante quedó entre la nieve y el lodo que se formó: Una huella enorme, la
pata de un animal grande, tan grande como el escudo que cargaba consigo, sin
duda se trata de un predador.
—Vaya, esto es preocupante… ¡Es enorme! —exclamó Brian. —¿Es de un
lobo? ¿Será de un oso? Es la huella más grande que he visto en toda mi vida.
—¡Es de un tigre! —exclamó el anciano —De hace ya varios días, la bestia
debe estar oculta por aquí. Me es familiar esa pisada. Continuemos por el
valle, estas arboledas no son seguras.
La huella enorme de un tigre estampada en la nieve, sólo una señal de que algo
acechó las colinas y atemorizó a los herbívoros y a los lobos que escuchasen
su rugido. Por el momento Hei volaba por encima de las nubes los lugares
aledaños a Darumina, las nubes desde lo alto eran más blancas que viéndolas
desde abajo, el cielo cambiaba de color entre morado, rojo y anaranjado, el sol
agonizante desaparecía disminuyendo su tamaño. Su vista más aguda que la
del águila con los ojos más finos divisó que en las praderas cercanas a los
abandonados cultivos marchaba un grupo de cazadores, gracias al descenso de
las nubes heladas Hei se acercó lo suficiente para verlos de cerca. Docena y
media atraviesan el campo, la mayoría de ellos cadirus y uno que otro corría
en dos patas, tratándose del primer grupo visto en días, era importante advertir
sobre lo que sucedía.
La compañía de Rovan anda cerca de un valle por el que fluyen arrollos,
crecen los pinos y se aprecia una excelente vista del anochecer. Las manadas
coexisten pacíficamente entre ellas, pastan en los verdes brotes de la fina
hierba que creció resguardada de la nieve, los ciervos y los búfalos pastan a
merced del arroyo, bajo los árboles de hoja siempre verde descansan las aves
peinando sus elegantes plumajes que las protegen del frío. Una familia de
rinocerontes observa pasar al grupo, el macho anda a la defensiva, sabe que
los extraños son un riesgo para su cría, el veterano animal mostraba señales de
enfrentar diez mil batallas, pues bajo su lana es fácil apreciar heridas y
zarpazos.
Las montañas de Neradehn siguen en la lejanía, caminaron durante muchas
horas, la ciudadela quedó atrás pero no lo suficiente. Andar entre las manadas
solo causaba que estas se alertaran por su presencia, un búfalo se acercó
curiosamente hasta dónde bebían el agua que corría entre lechos de nieve y
hielo. Este caminó cerca, su espeso pelaje cubierto de copos de nieve y sus
grandes cuernos no le otorgan una apariencia amigable, resoplaba mientras
fingía pastar, su intención era acercarse lo suficiente, por un momento se
detuvo a beber a un lado de Rovan.
—Hombre de fuerte espíritu y fieles votos, ¿qué buscan usted y su gente por
estos pastizales? — preguntó el búfalo —Andamos sin luz y con esperanza, no
hemos venido para dar caza a ti y tampoco a ninguno de los que comparten
este andar —respondió acariciándole el lomo.
—¿Sin luz, sin esperanza y no a cazar? Me extraña de los hombres pues
campesinos, herreros, armeros y capitanes transitaron por aquí hace un par de
días. Negociaron con Kau, el líder de los Faon entregándole ganado, a cambio
este dijo que los conduciría hasta la tierra donde se esconde el sol. Kau y todos
los lobos de su manada poseen mala fe y su corazón es mentiroso —añadió.
—Con agua en una ánfora Rovan volvió a acariciar al búfalo —Gracias por el
consejo, vuelve con los tuyos y que el invierno no les sea tan duro. Con esas
palabras el búfalo volvió a pastar mientras que el anochecer estaba a punto de
desplomarse, las lunas de aquel mundo se mostraban poco a poco en lo alto
del claro cielo.
Los demás seguían el paso de Rovan hasta el final del valle, allí los riscos se
alzaban, difícil de escalar para un lobo y suficientemente escarchados y altos
como para que un cazador pudiese observar desde abajo. Un gauro solitario
los observaba mientras raspaba la corteza de un árbol seco, después hizo un
estruendoso sonido con su trompa, los ciervos saltaron los matorrales tan
rápido como pudieron, las aves volaron hasta desaparecer, los búfalos
desataron una estampida por la pradera... Los Faon destruyeron el bello
paisaje, era su momento de cazar, no más de ocho lobos perseguían a la
manada de búfalos. Rovan les ordenó a todos permanecer quietos tras las
rocas, era posible que los lobos fijaran su atención en una presa más fácil,
mientras tanto los búfalos entraban en pánico y padecían separándose unos de
otros.
Los lobos aislaron a un búfalo joven y de respetable cornamenta, rápidamente
lo rodearon y ladraban intensamente para confundirle, el búfalo se defendió
como pudo, corneaba y pisoteaba a los lobos para salvar su vida, no obstante
no fue suficiente ya que mordisqueaban sus patas y pronto ha de caer por el
sangrado de sus heridas. Fue cuando Kau apareció y se aferró con fuerza al
búfalo mordiéndole el cuello, en seguida la jauría lo sometió mordiéndole los
costados y su vientre desparramando sus entrañas. La presa estuvo con vida
aún mientras era devorada.
—Suban hasta ese descanso de matorrales, nadie nos verá ahí. Si tenemos
suerte los lobos se habrán marchado para mañana y los restos del búfalo
podrán alimentarnos por un par de días. — dijo Rovan observando el
horizonte esperando ver una señal de Hei.
Brian encendió una pequeña fogata con las hojas secas de un arbusto,
moribunda pero ayuda a mantener el calor y a cocinar algunas de las
provisiones. Panes ácimos, hierbas para hacer té, una botella con leche de
cabra y un trozo de pierna ahumada de cerdo, además de una bolsa con sal y
una vieja cacerola, y dos tazas de metal, no más no menos. Provisiones para
apenas dos días, eso si racionaban bien el pan, cuyo sabor simple no es muy
apetecible, pero es abundante.
—Este pan, podemos acompañarlo con un poco de carne, haremos un té para
no pasar frío en la noche y según veo mañana cogeremos un poco más de
carne... Puede que no la pasemos tan mal con el hambre. En el camino
encontraremos algo más para comer —comentó Brian mientras colocaba las
hierbas dentro de la cacerola con el agua del arroyo.
—Quiero la primera taza de té, mis manos se congelan con este frío. Extraño
mi casa y a alguien más que seguro murió o está sufriendo en nuestro mundo
—mencionó Azucena arrinconándose bajo una piedra.
—Te refieres al profesor Manuel, no es necesario que lo ocultes más. El día en
que me perdí él fue la última persona con quien tuve el privilegio de hablar,
me pidió que cómo buen amigo me despidiera por él con cierta persona,
mencionó que su estancado viaje tiene un nuevo curso, que no es necesaria la
preocupación por su destino, que todo está en manos de la vida o de dios.
Ahora comprendo que esa persona eres tú. Siento que no lo pudieses despedir.
—¿Eso te dijo? Ahora entiendo... Seguro nos veremos en algún lugar mejor.
Espero que su viaje esté lejos de terminar, Oliver eres un buen amigo. Si ya no
está en nuestro mundo, estará en paz sabiendo que estoy bien y que agradezco
con mi negra alma lo que hizo por mí—. Una risa sonó entre ellos cuando
cenaban —¡Palabras absurdas las de ustedes! ¿Alma negra? No existe alma
más negra que la de un traidor, un forajido o un farsante, no la de una niña
insolente —mencionó Hei. —¡Volviste! — exclamó Kenta, no obstante, este
lo ignoró.
—No te exijo una explicación, sólo dime de una vez por todas qué es lo que
viste en el camino. — dijo Rovan parándose frente a él —Cazadores, no muy
lejos de estos lares eran muchos. Si no nos movemos nos alcanzarán. En la
mañana nos iremos rápido y sin hacer ruido, los Faon están por aquí y si ven
humanos en su territorio seguro los asesinarán y eso no lo quieres, ¿verdad? —
respondió sigilosamente.
—Tengo un mal presentimiento o un mal pensamiento, ¿no te resulta algo
inusual? Cazadores cerca de los Faon, no me suena común... Los Faon los
echarían de aquí inmediatamente, son una amenaza para sus crías. Kau es un
líder sabio y protector. Acaso debo pensar que los Faon y los cazadores tienen
un pacto, no lo creo, así debe ser.
—¿Los Faon, así se hacen llamar los lobos? — interfirió Kenta —Es un clan
fuerte de lobos que viven en la pradera, son más grandes y fuertes que los
Kurou, aquellos que viven en el bosque. Están en jaurías por todos lados, pero
responden a Kau, su único líder. Si van a viajar con nosotros es importante que
lo sepan —comentó el ángel —No hay rastro alguno del dragón. Ha dejado de
merodear estas llanuras, eso ya no será un problema.
—Vaya día, ¿No crees eso Oliver? —preguntó Haru —Seguro piensas que me
he olvidado de tu cumpleaños, pero eso ni en sueños —extendiendo sus manos
ofreció un poco de carne cocida a su amigo —Puedo no tener un regalo, pero
darte mi cena es lo mejor que se me ocurre, hemos pasado por momentos
difíciles. Debes estar bien para mañana—. Dicho esto Haru lo abrazó, después
Kenta hizo lo mismo y al final los otros dos, no obstante es obvio que este
suceso lastimaba a Oliver como una estaca al pecho, sin embargo no alardeó ni
recordó a sus amigos. Conversaron por un largo rato, cuando el sueño
finalmente los venció todos gozaban de descansar en paz bajo una fogata,
resguardados por las rocas, en compañía de dos seres misteriosos.
Hei observaba desde lo más alto del risco, su vista puede divisar hasta una
mosca en lo más oscuro de la noche, para él es igual ver con o sin luz. Las
manadas dejaron el tranquilo claro después del ataque de los Faon; sin
embargo, los cuervos comenzaban a devorar el cadáver del búfalo que
comenzaba a llenarse de copos de nieve a medida que estos descienden.
Mientras tanto Rovan hace guardia sentado junto a la fogata bebiendo una taza
de té caliente.
A medida que la noche avanzaba hacia el amanecer las corrientes de aire que
azotaban en el flanco de las rocas enfriaban muy rápido, Haru sintió el frío, y
al cabo de un rato no pudo dormir. Esperó acostado y envuelto en la piel del
ciervo, que conservaba mucho el calor, de pronto oyó a Rovan hablar solo, no
pudo contener la inquietud y acudió a saber qué era lo que el viejo meditaba.
—Haru inocentemente se sentó junto a él —¿Puedes entenderme? Anhelo el
aliento y los cálidos brazos muertos de la razón, ahora puedo comprender el
mundo de una manera distinta. Nada ha cambiado en ningún mundo, llámese
el tuyo o el mío, exactamente todo es igual y equitativo. La vida continúa
siendo ella misma, la muerte también. Velo de esa manera, difícilmente algo
va a cambiar — Tú traes un pensamiento contigo, buscas deshacerte de él,
entonces déjame ayudarte —sin decir nada Haru asintió con la cabeza.
—Colocando la mano sobre su frente y cerrando los ojos cual antiguo
hechicero fue capaz de hablar los sentimientos que el muchacho no podía
expresar.

Soñé con alguien, alguien que quiero,
Alguien que estimo. Un viaje largo, me perdí
A través del sendero oscuro que nace de mi vida.

No hay nadie, más que tú y mi respiro, allí donde no
vive nadie puedo ser yo mismo, jugar en el campo, dormir
bajo un árbol, puedo ser yo mismo; en donde desaparecí.

—Estás atado a estos pensamientos, eso es lo que puedo ver en ti. Escucha, es
complicado para un crío como tú, pero tienes la suerte de estar lejos de la
deriva. Tienes en quien confiar, tienes quien te escuche, rehúsate de pedir más
—En un momento inoportuno, Hei descendió de la roca más alta del risco —
Bajen toda la voz. —¿Pasa algo? preguntó Haru calentando sus manos en la
fogata. —Los vi. Están comiendo la carroña, tienen un tamaño formidable.
Son dos cadirus que recién deambulan por esta zona, denme tiempo y
terminaré con ellos—. Las palabras del oscuro ángel hacen referencia a dos
criaturas más terroríficas que una pesadilla, sus ojos brillaban con la luz de la
luna; se acercaron a comer pues el hedor de la carne sangrando atrajo a los
cuervos y a su vez a dos inesperados intrusos. Uno podría fácilmente llamar de
forma errónea lobo a un cadirus, se encuentran diferencias muy grandes entre
ambas bestias: un cadirus triplica en tamaño a un lobo y lo cuadruplica en
fuerza, sus zarpas tienen afiladas garras, una crin de color rojizo o castaño
cubre desde la cabeza hasta la cola, que la mayoría de las veces es corta o se
pierde entre el pelambre; con una postura erguida intimida incluso al lobo más
feroz, lo que en verdad preocupa muy aparte de sus afiladas garras es lo que
hay por delante, unas finas orejas puntiagudas seguidas de unos ojos pequeños
y un morro largo se unían a una mandíbula llena de afilados dientes capaces de
atravesar hasta la armadura más gruesa.
Hei no temía a enfrentarse a dichas criaturas, estaba a punto de lanzarse a
terminar con estos, pero Rovan lo detuvo justo a tiempo. Consideró que los
cadirus podrían estar en un grupo de cazadores, y sin armas y a la deriva con
los chicos sería imposible escapar con vida. Haru intentó en vano ver a las
bestias, pese a eso su vista es muy pobre comparada con la de los otros, no
pudo ver y para variar Hei le dijo que no comentara nada a los demás cuando
llegase el momento de despertar.
Horas antes del crepúsculo del amanecer, el grupo bajó del risco y guardaron
los lomos del animal, que por suerte permanecieron intactos, siguieron su
camino dejando muy atrás el claro valle y la seguridad de los riscos nevados.
En especial el viaje fue duro para Kenta, la mordida supuraba sangre podrida y
no faltaría mucho para que dejase de caminar por el dolor, aun así se rehusaba
mostrar su herida a Rovan para que la curase.
—¡Es momento de detenernos! —gritó Oliver a Rovan, quien lleva la
delantera. —Tiene razón, son ajetreados estos rumbos, nos vendría bien un
descanso. — se dijo el viejo a sí mismo.
—Oye Brian, has notado que mientras más caminamos más nubes veo...
—Estirándose por el cansancio y poniendo las provisiones en el piso Brian
miró el cielo —Saory, todo el camino has venido diciendo cosas sin sentido,
esta vez tienes razón, en dirección al am, ¡este!, sí, en esa dirección hay menos
nubes que en dirección a las montañas.
—Te diré algo que en verdad temo y es a ese tal Hei, no me imagino lo que
haría si Rovan no estuviese con nosotros, tan sólo, imaginé que mató a Oliver
cuando hizo un rasguño en su cuello. De no estar Rovan, Oliver hubiese
muerto y seguramente nosotros después que él, Brian ¿tú qué piensas? —
¿Sobre Hei? —suspiró. —Tengo miedo de que se vuelva contra nosotros,
nadie podría detenerlo. Por eso lo mejor es estar cerca de Rovan y hacer lo que
nos diga, ignora a Hei, imagina que no existe y ya.
—Haru, mi herida no ha mejorado. Todo lo contrario, casi siento que con cada
paso que me duele desde el tobillo hasta la cadera —mostró la herida a su
amigo, este inmediatamente acudió a Oliver cuya respuesta fue comentarle a
Rovan para sanar la herida lo más pronto posible.
—¡Es mejor dejarlo en secreto! Sé que mejorará con el tiempo, ten en cuenta
que hablar puede dejar otras consecuencias. Oliver, te pido que no hables más.
—¿Y esperar a que dejes de caminar? Ten fe, el viejo te sanará. Nosotros no
sabemos cómo, pronto te volverás lento y una presa fácil para cualquier cosa.
Le diré, considéralo hecho —afirmó caminado hacia el viejo. —¡Taro! Debes
saber algo... Ayer en la noche escuché que Hei avistó a varios cazadores cerca
de donde dormimos y unas criaturas comieron del búfalo que los lobos
asesinaron a noche. Se esconden por aquí, estas arboledas albergan cualquier
criatura, ¡Por lo que más quieras, no les digas que yo te he dicho!
—¡Estamos en grave peligro! Confía en mí, no hablare nada. Las montañas no
están muy lejos de nosotros, pero con Kenta herido jamás lo lograremos —
comentó Oliver. Una vez cerca del viejo titubeó antes de informarle acerca de
la herida de Kenta, pues no sabía de qué manera decirle. Justo antes de
comentar Rovan le pidió que juntos mirasen el mapa: muy cerca de las faldas
de Neradehn, sin mencionar que las montañas traicionan a quienes desconocen
su camino.
—¡Suertudos nosotros! —exclamó— Cerca de estas arboledas brota un
manantial, ¡ahora lo recuerdo! Podrán tomar un baño allí, vaya suerte. Vieja
como la sexta luna, pero esta memoria aún funciona. — Hay algo importante
que debo decirte, creo que es demasiado importante.
—Rápido, no se retrasen, el manantial está cercan —corrió el viejo con
emoción por donde sus recuerdos lo guiaron. Un laberinto completo la
arboleda, pero como lo dijo, suertudos ellos, pudieron encontrar el manantial,
vasto como un estanque, con cálidas aguas brotando desde las entrañas de la
tierra y arena suave y de color dorado a sus pies, así lo recordaba Rovan en sus
lejanos días de juventud; sin embargo el invierno cubrió la arena cuando
llegaron, todavía se admiraba las cálidas aguas brotar de la tierra creando un
charco pequeño, cuya escasez no permitía que más de uno se bañase, tuvieron
que esperar su turno, uno a uno mostrando indiferencia a la naturaleza, a las
leyes que los hombres y su divinidad imponen, conviértanse en hermanos.
Al desnudarse, Kenta cubrió la herida con algo de barro empeorándola aún
más, confiaba que sus amigos no dejarían escapar palabra alguna mientras el
ángel y el viejo exploraban el alrededor del manantial en busca de pistas. Era
una oportunidad única, pues difícilmente volverían a tomar un baño en días,
no pasó mucho tiempo debido a que el agua termal y el frío del exterior
producen jaquecas y dolor de cabeza. Cuando llegó el momento de arroparse,
lavó el barro y sobrepuso un trozo de tela cortado de su misma ropa cuyas
fibras desgarraron el fino tejido de la piel.
Haciendo señales desde lo alto de una colina, Rovan forzó a los chicos a darse
prisa. Al vestirse todos, tomaron lo necesario y se marcharon, Brian cogió
agua del manantial en una botella para ayudar a Kenta a limpiar su herida más
adelante. Colina arriba los cinco tomaron un respiro, la noche estaba próxima,
en la arboleda el sol alumbraba ya muy poco.
Cuando de nuevo comenzaban a encender una pequeña fogata utilizando
matorrales secos, Kenta se debilitó mucho, no decía palabra alguna y Oliver
no encontraba la manera de decirle a Rovan, pues cada que este se acercaba
Hei se interponía entre ambos.
—Quisiera saber que es esa misteriosa esencia, ¿qué es? —¿Es un Deuron?
Pues se siente como uno, está cerca, va tras nuestra pista; ¿Por qué algo me
dice que se encuentra entre ustedes cinco? —dijo caminando entre ellos, pese
a lo bien cubierta que la herida estaba, su hedor poco a poco se hacía más
notable. — Cada vistazo que doy me imagino a un Deuron detrás mío. Seré
muy claro en este asunto, alguien trae algo que pertenece a los Deuron, algo
que trae su esencia hasta lo más profundo de mis venas, sean honestos y
cooperen. ¿Quién la tiene?
—Kenta sólo frunció el ceño de dolor por la pose incomoda en la que se
encontraba sentado. — inmediatamente Hei supo que él portaba la marca de
los espectros. —Muestra tú herida, sé que tú la tienes. Querrás ocultarlo, pero
tú respiras esa misma ponzoña.
—Descubriéndose Kenta se atrevió a mirar al ángel directamente a los ojos —
Me mordió una serpiente en un intento de escape, ¿qué hay de malo en esto?
—... ¿Qué hay de malo? ¡Esas cosas están detrás nuestro gracias a ti! Ahora
saben en dónde estamos, ¡y no dudo que sepan a adónde vamos! — exclamó
furioso.
—¡Ahora habla!, ¡Propón una solución! Cortarte la pierna o abandonarte aquí
mismo ahora mismo. ¡Ya veo! No es tu culpa, es culpa de tu amiguito perdido
y de Rovan, te declaro culpable por esto, no eres más que un ingenuo —señaló
al viejo.
—Ese veneno es curable, unas azaleas de plata pueden contrarrestar el veneno
de cualquier cosa, encontraremos las flores y este muchacho se repondrá —
mencionó examinándole la pierna— Esa herida es de mucho tiempo, tiempo
valioso. ¡Reflexiona anciano! La culpa es tuya, decidiste traer a estos humanos
a un viaje sin sentido, bien sabes que tú y yo podríamos hacer este viaje sin
traer pestes. ¡Tú lo sabes!
—Intenté asesinarlos, nos hubiese el ahorrado el trabajo de cargar con ellos, de
mantenerles con vida y de protegerles. ¡Eres un iluso!, no aceptaré que me
digas cruel, esa crueldad nos mantiene a salvo. Creo que te haces uno de ellos.
—Sé muy bien que tú y yo lograríamos esto más rápido, que quizá ya
estuviésemos en lo alto de las montañas, jamás entenderás estas cosas, ¡son
solo unas crías perdidas!, perdieron su mundo al igual que yo el mío. Además,
yo hice que utilizase el espejo para volver, es remordimiento o lámalo culpa.
No puedo quedarme aquí sin... Hacer nada, cuando puedo ayudarles —
respondió el viejo parándose frente a Hei.
—Este reía estrepitosamente —¿Qué es esto? Ahora hablas como si fueses un
humano. ¿Dónde y cuándo fue que moriste tan repentinamente?,
¿remordimiento?, ¿culpa? Sin duda los años te afectan. Te expresas igual que
uno de ellos, pero déjame decirte que jamás igual.
—No se trata de eso, existe la misericordia en mi, puedo sentir culpa y me
remuerde la consciencia pensar en que perdieron todo. Existe algo llamado...
Compasión, algo que ningún ángel como tú podrá saber qué es. — La realidad
siempre es cruel. Nunca lo olvides anciano. — remitió.
—¡Basta ya de discutir! Todo esto no ayudará a que Kenta se salve. ¿Qué tan
mortal es el veneno de un Deuron? — interfirió Oliver. — Tu amigo Kenta se
desvanecerá como polvo al viento, eso le pasa a quienes son envenenados por
un espectro. — respondió tomándole un hombro.
—¡Se desvanecerá cuando mi daga atraviese su garganta! — exclamó Hei. —
desenvainando la espada Oliver gritó. — ¡Sobre mi cadáver! — Todos
permanecieron en silencio; su grito sacudió arboles y arbustos. Un humano
amenazaba a un ángel a luchar a muerte. Justo cuando la lumbre crecía, Rovan
estuvo a tiempo para detenerla.
—¡A callar los dos! — Oliver, tú y Haru vayan a la llanura a buscar las
azaleas, nosotros estaremos aquí y no nos vamos a mover hasta que vuelvan.
Hei, tú los acompañas y los tres volverán. Sean inteligentes, no vuelvan si no
es con las azaleas y un poco de maleza verde, la necesito para elaborar un
tónico.
—Más estúpido esto no puede ser, juro que estos humanos sufrirán el haberme
retado. — pensó el ángel cuando el color de sus ojos se tornó de ira cambiando
de rojo a violeta intenso. La búsqueda sería complicada en medio de
matorrales congelados y de un riesgo enorme para la vida.
—Descubriendo la expansión de dicha herida el viejo suplicó que buscasen las
flores y los brotes de maleza verde —¡Vayan y no vuelvan hasta haberla
hallado! Su amigo no resistirá más horas con esto, tarde o temprano se
desvanecerá y no podremos recuperarlo.
—¡El ocaso estará por vencernos, síganme! —gritó Hei elevándose por las
copas de los árboles y volando entre ellas. Com desconfianza, temor y presión
los muchachos fueron tras él. Por lo tamto el viejo le dijo a Brian que atase un
torniquete en la pierna de Kenta, así el veneno no podría llegar tan rápido al
corazón, pues de ser esto Kenta se desvanecería sin dejar rastro alguno.
Azucena tomó dos piedras secas y las chocó entre sí para hacer fuego y
calentar el agua para la medicina.
Allá en lo profundo de la arboleda los álamos y los cipreses sacudían sus hojas
cuando Hei volaba encima de ellos. Las ráfagas de viento comenzaron
trayendo consigo los finos copos de nieve y volviendo el camino más difícil
para aquellos que seguían al ángel —¡Haru!, ¡Detente qué tal si quiere
hacernos daño! —¡Ya te oí! No dejaré que desaparezca, debemos ayudarlo...
Él te ayudó a salir de Tokio.
El ángel no paraba de volar, alejándolos varios kilómetros del resto del grupo.
Existen dos puntos que pueden usar como referencia: un viejo árbol con las
marcas de las garras de un oso en su corteza y no muy lejos de ese árbol había
el cadáver de un alce ya consumido por las nevadas; encontrando esos puntos,
es fácil dar con el grupo.
Bajo la custodia una reciente aurora boreal ve cómo las alas del ángel rompen
las nubes por donde vuela, desde lo alto observa a los humanos exhaustos
seguir su paso. Fue bastante astuto, los alejó lo suficiente, dónde los gritos no
pueden escucharse, una oportunidad perfecta para deshacerse de los dos.
Deliraba con ansias, Kenta enfermo a punto de desvanecerse tal y cómo la
magia ponzoñosa de los Deuron lo dicta. Enmendar ese tremendo error que
Rovan, con su iluminada y piadosa pero ciega compasión cometió. Matar a
dos, dejar morir a uno y abandonar a merced de las fieras a los que sobren.
Un plan muy inteligente, pero el ángel al ser elevado por una corriente de aire
gélido pensó en una estrategia mejor para deshacerse de los humanos, una que
en verdad implique su sufrimiento. En el suelo Haru y Oliver perdieron de
vista a Hei, perdieron su rumbo, pero llegaron a la pradera... Una mirada al
vasto horizonte y un poco de hierba verde crece, acudieron al lugar, hallaron
líquenes, no maleza y los dientes de león florecieron gracias a que no nevó por
allí esos últimos días.
Cuando menos se lo esperaron, Hei estaba justo detrás de ellos, mirándolos
con asco. La atmósfera extraña de ese campo cautivó la vista de este, su
mirada perdida veía algo muy peculiar; incluso Haru y Oliver temblaban de
miedo por si este hacía alguna estupidez. Pronto exhaló fuertemente —El
color de la muerte.
—¿Ahora a que diantres te refieres? —preguntó Oliver buscando brotes verdes
en los matorrales.
—Es un color en veda, ese color no se ve todos los días. Kenta tiene la silueta
de ese color, ustedes también lo tienen, ¿no pueden verlo?, cierra tus ojos,
aléjate de todo el mundo y date cuenta. Suspira lo más profundo que tus
pulmones te permitan, imagina y haz real un color diferente a todos los demás,
ese es el color de la muerte.
—Bien, ¿ahora qué? Seguiremos meditando poemas en medio de la nada.
Creo que es mejor seguir buscando en un lugar más claro, aquí hay muy poca
luz y para ser honesto le temo a la noche comentaba Haru. —Rápido,
síganme... Busquemos de dónde viene la esencia —volando sobre la pradera
una vez más hizo que Oliver y Haru gastasen sus fuerzas.
Un ángel negro siempre es atraído por esencias y magia que espanta a las
demás razas, por eso son diferentes. Al menos cambió un poco en Hei, quién
fue criado y educado por Rovan hace más de cincuenta años ya, en ese
entonces eran mejores tiempos, los climas fluyen con normalidad, los
dragones estaban extintos y Darumina era un lugar de abundancia y
prosperidad para los hombres.
En las mañanas productos de todas partes de Tharmandor eran llevados al
mercado, allí un viejo salía a pasear para matar tiempo, la gente lo saluda con
respeto y admiración pues su voz tiene gran fuerza en el consejo y el
parlamento. Llega un rumor, que en las noches muy cerca del cementerio, un
cíclope comerciante trae objetos robados de todas partes: pociones, hechizos y
animales extraños destacaban entre la demás mercancía. Corroborar las ventas
extrañas de ese cíclope era fundamental, un día sin más nada, acudió a dónde
las ventas clandestinas, oro blanco, y botellas con cientos de cosas diferentes
en ellas, bajo el mostrador el cíclope escondía algo en una jaula: Un pequeño
ángel atado de las manos, completamente desnudo y con un garrote lo
golpeaba cuando este intentaba morder o rasguñar los barrotes de su prisión.
Alguien lo torturó por mucho tiempo, pues el pequeño ángel no tenía alas,
fueron arrancadas por los verdugos de su eterna agonía. El viejo pagó dos
zafiros al cíclope por el pequeño ángel enjaulado, después el viejo lo educó
como a su propio hijo en lo profundo de la tierra, lejos de la vista y contacto
humano. Nunca se supo de dónde fue traído Hei, su origen debe ser el dominio
de los ángeles allá en el lejano mar de nubes del noroeste o como los hombres
lo llaman, el reino de los cielos.
Media hora de caminata detrás de un ángel que seguía una pista anormal en los
gélidos vientos, justo en medio de la nevada tundra apareció un campo lleno
de azaleas de plata, tan suaves como un poema en una cálida noche de verano
y de fragancia divina, tal cual la miel escurre por el tronco de un árbol, un
aroma fresco y dulce; las flores crecieron entre el verde de los pastizales,
inmediatamente Haru cortó todas las hierbas que sus manos pudieron sostener,
los ingredientes del tónico estaban completos.
—¡Enhorabuena! Ahora salvarán a su amigo escoria. Antes que volvamos
quiero que le den un buen vistazo a lo que hay colina arriba —añadió volando
en la dirección que habló.
La sorpresa yace frente a los dos chicos, pues finalmente por blanca que sea la
nieve alberga más pensamientos siniestros y oscuros como su aparente color
blanco, como la nieve se derrite con el calor, la oscuridad se va con la luz y en
este punto mucho deja que pensar.
Un panorama de terror de falsa realidad mostraba a más de doscientos cuerpos
apilados formando un monte que desprendía humo y cenizas; todos de ellos
hombres, mujeres, ancianos y niños. Cuerpos desangrados manchando la
pureza de la nieve con el rojo magenta de la sangre. Los cuervos dándose un
festín con los cuerpos, los buitres en lo alto del cielo y los zorros ladinos
comiendo de los restos.
Una masacre se desató unos días antes. Sólo las montañas lejanas, la nieve y el
cielo atestiguaron lo que pasó. La pregunta rondaba quién fue capaz de
hacerlo, los cuerpos no se amontonan por sí solos y tampoco se les puede
encender fuego tan fácilmente, el dragón dejó de ser una opción hasta que por
fin pudieron tener una idea de tan tétrico panorama: un cadirus muerto con dos
lanzas incrustadas en su lomo, varios ghoul decapitados, un minotauro con
flechas en la cabeza y lo más impactante un ogro con una lanza bien acertada
en la garganta, Hei notó a dos lobos asesinados con flechas y que los escudos
que utilizaron tenían el emblema del zorzal, oriundo de Darumina y las tribus
aledañas.
—Así que aquí terminaron con su vida —Creí escuchar los gritos la noche que
Oliver llegó, algo en mi interior me dijo que los aldeanos no lograrían llegar
con tantos grupos de cazadores.
—Los aldeanos eran más en número. No pudieron haberles vencido tan
fácilmente —dejando las flores en el piso comentó Haru horrorizado —Bien,
tienes un buen punto, pero veo dos cuerpos de lobos, creo que estos se aliaron
con los cazadores.
—Tenemos los ingredientes. ¡Volvamos con el resto ya! —comentó Oliver
retrocediendo. —Para ya, piensas nada más en irte y no podrás hacerlo. No sé
si alguien de ustedes dos ya lo notó, nos están acechando a lo lejos de los
arbustos —sacando una lanza del cuerpo del cadirus, Hei se preparó para
enfrentar a los cazadores. —Hay un cadirus con seis lobos ocultos tras los
arbustos de la arboleda, los enfrentaré, pero Oliver, dale tu arma a Haru. Tú
entrégale el encargo a Rovan tan rápido como puedas, no pares de correr hasta
que llegues con ellos. Nosotros dos los frenaremos todo el tiempo que
podamos darte— ¡Haru no sabe usarla! —No me importa, morirá
defendiéndote —añadió.
Cerca de los arbustos unos dos kilómetros del montón de cuerpos un aullido
puso la piel de gallina a Oliver, casi enseguida un cadirus saltó de su escondite
corriendo a toda velocidad hacia Hei. Haru casi muere del susto, poco después
los aullidos los rodearon —¡Ahora, largo de aquí! —gritó Hei. El chico se fue
a toda máquina hundiéndose en la nieve, temeroso del riesgo que Haru debía
afrontar, no sabía usar una espada.
La batalla entre el ángel y la bestia sacudió la tierra por un par de minutos de
eternidad. El último atacó con toda su fuerza empujando al ángel y haciéndole
caer al piso, como un haz de luz golpeó la garganta del animal y logró
quitárselo de encima; Hei supo que tenía que esperar al momento oportuno, el
cadirus mordió sus alas mientras este desenvainó una de sus dagas y le cortó
una oreja. Retrocedieron para enfrentarse directamente, él se levantó del suelo
con la lanza en mano, pero el cadirus lo tomó por los pies con sus zarpas, giró
rápidamente y arponeó a la bestia, la lanza le atravesó el lomo saliendo por su
vientre, desparramándola en el piso, una vez abatido Hei volvió para
degollarlo y arrancar su lengua tan sólo usando la fuerza de su mano. Esto le
serviría como advertencia a los lobos que aguardaban su turno para atacar.
Con una antorcha que levantó de entre los muertos y con poca hidalguía Haru
asustaba a los lobos, quienes astutamente se dividieron para vencer a sus
objetivos, únicamente dos de ellos rodearon a Haru y los otros seis esperaban
derrotar a Hei, esfuerzos en vano llenaban la ira de los animales hacia el ángel,
pues este terminó con ellos como si fuesen muñecos de trapo, uno sujetó con
fuerza su antebrazo y dos más se abalanzaron con valentía él estranguló a un
lobo, al otro le destrozó el cuello usando una mano y al último lo sujetó de una
pata y voló lo más alto que un saltó le permitió y soltó en caída libre al animal,
rompiéndose el cráneo con el impacto.
Un roce del fuego en la cara de un lobo hizo que Haru se levantase del suelo y
pudiese correr en la dirección en la que huyó Oliver, los Faon tienen un miedo
innato al fuego, no obstante, un humano vivo significaría un castigo por parte
de su jauría que llegaba a ser hasta pagar el daño con su propia vida, de los
tres lobos que detuvieron a Hei unos instantes, uno de ellos fue atravesado por
una de las dagas, los otros dos optaron por una retirada rápida. Antes de ir por
ellos estaba Haru, atemorizado y huyendo de los dos lobos. El plan de Hei
comenzaba a girar a su favor, despegando de la nieve siguió a Haru y a sus
perseguidores, el chico acorralado entre los árboles amenazaba a los
incansables cánidos con la espada, ya que la antorcha murió mientras
tropezaba en las rocas, por accidente o reacción, cuándo un lobo se aproximó a
morder, con la espada lo golpeó en un costado tan fuerte que le hizo escupir
sangre un par de veces, retrayéndose. Uno a uno, el lobo y Haru dieron una
exhaustiva lucha entre sí, una lucha en la que no hay contacto físico, basta con
los ladridos y los intentos en falso de Haru por atravesarlo.
Oliver tenía algo de ventaja, se detuvo a respirar varias veces en el trayecto.
Buscaba señales de su amigo, pero nada todavía. En medio de la oscura noche
una fogata destacó entre los árboles, llegó dónde los demás, la visibilidad está
algo limitada, no se ve más allá de unos cuántos metros de los árboles y del
blanco que los rodea en sus raíces. De pronto apareció Haru, exhausto de
correr tras un rastro exterminado por la nieve. Tartamudeaba, llegó sin un sólo
rasguño y con un alma profundamente apuñalada por la cobardía. Le narró lo
sucedido en el campo, habló de lo valiente y cruel que fue Hei al enfrentar a
los lobos cuyos últimos miembros corrieron con pésima suerte; recuerda que
el malherido huyó, abandonando a su compañero a luchar contra él sin ayuda;
su vida probablemente terminó cuando Hei lo sorprendió aplastándolo desde
las copas de los encinos, posteriormente lo tomó por el pellejo diciéndole que
lo devolvería hasta la secta de donde salió. El ángel desapareció con el lobo en
lo alto del cielo nocturno, desde entonces no había sido visto por Haru. Esto
podría preocupar a Rovan, más importante estaba preparar el tónico,
entregaron las hierbas y las azaleas de plata sin hacer ningún comentario. Una
vez reunidos, arrebatándole las hierbas Rovan las arrojó al agua hirviendo, se
mezclaron hasta tener un aroma agradable, y un color verde oscuro,
sorprendente fue cuando cogió la cacerola que contenía el líquido con las
manos y al rojo vivo, sin quemarse ni quejarse cerró los ojos y recitó muchas
frases en un idioma extraño y de difícil pronunciación. El tiempo de Kenta
estaba más que justo, se volvía transparente, la magia extraña del veneno lo
consumía más rápido de lo que esperaban.
Las palabras se quedaban cortas para describir la herida, cuando Oliver la
descubrió liberaba una peste que provocaba desmayos. Terminando de
preparar el tónico, lo colocó una vez más en el fuego, comenzó a hervir, e
hirviendo levantó la cacerola y derramó el agua hirviendo sobre la carne viva.
Brian y Oliver lo sostuvieron tan fuerte como sus brazos pudieron, los gritos
de dolor probablemente llamaron la atención de las criaturas; como último
paso, venía lo peor... Antiguas leyendas y viejos conocimientos de botánica
dicen que la maleza verde puede desintoxicar hasta el veneno más poderoso de
la criatura más tóxica de la tierra, con una vara seca y la maleza ardiendo
Rovan la colocó en la herida y la sujetó hasta que la sangre consumió la flama.
Azucena tapó la boca de Kenta para evitar hacer ruido innecesario, Haru
cuidaba que ninguna otra criatura se acercase, una hora después Kenta dejó de
gritar y se desmayó del dolor, el que se hubiese salvado fue pura suerte, las
esperanzas no eran muchas —Seguir aquí con un herido es sentenciarnos a
muerte —dijo Rovan limpiándose la frente con un paño.
—¿Eso significa que viajaremos de noche? —preguntó Azucena quien
cuidaba a Kenta dándole de beber un poco de tónico —El tónico ha terminado
con el veneno en su sangre, pero no con la herida, esta debe cerrar y cicatrizar
por su cuenta —¿Adónde fue Hei? Creo que no volvió con ustedes dos, ¿o sí?
—preguntó el anciano.
—No sé exactamente adonde fue, fuimos atacados por unos lobos y una bestia,
cadirus me parece que ustedes lo llaman a sí, una especie de hombre lobo. Hei
acabó con los que pudo y luego desapareció en el cielo, yo mismo vi que lo
hizo mientras Oliver huía —¡Con más razón debemos largarnos de aquí! —
irrumpió este último.
—Tranquilo, no sé qué hayan encontrado allá afuera, lo mejor es ir a las
planicies altas, Neradehn está a unos días de aquí —Oliver procedió a
interrumpir. —¡Fueron masacrados! Los aldeanos están muertos, intentaron
llegar a las montañas, pero no lo lograron —La mirada del viejo cambió
súbitamente. No dijo ninguna palabra, días antes les advirtió a los líderes del
supremo tribunal que ir a las montañas no prometía nada —Muchos fueron
alumnos míos, lamento que el camino fuese su tumba—¡No entiendo esa
locura de ir hasta ese lugar infernal! Ni siquiera lo lograremos y menos con
Kenta herido —Ya no me importa el cuándo, no me importa el qué, sino me
importa el dónde. Ustedes están aquí gracias a que los espíritus de este mundo
llegaron al suyo, fue culpa mía los espectros pueden viajar a través del espejo,
por tiempo y espacio, es por donde se mueven. La idea es que ustedes estén en
un lugar mejor donde puedan vivir, no sobrevivir. Es por eso que los traje, yo
tengo asuntos pendientes, quiero saber de dónde viene el dragón y cómo
puedo terminar con el invierno —suspiró tranquilamente— Hay algo que
deben saber. Hei está siendo buscado por una extraña tribu de criaturas que
viven muy al norte de Tharmandor. Desconozco toda razón desde tiempos
inmemorables, me es preocupante que Hei se aleje de nosotros —¡Ahora,
levanten lo necesario y vámonos de aquí! —exclamó levantándose y haciendo
señas.
Haru hizo una antorcha con hierbas, un trozo del abrigo de piel y la agonía de
la lumbre. El grupo o compañía continuó toda lo noche viajando a través de
arboledas y planicies. Kenta estaba todavía muy dolido por la mordida de la
serpiente, mas continuó así los siguientes días, no más de una semana pasó
hasta que finalmente arribasen a las planicies de montaña, cruzándolas están
las faldas de Neradehn, los senderos hasta donde Rovan planeaba llegar están
en lo más profundo de las montañas, sin señales de Hei los chicos se sentían
aliviados, aunque el viejo Rovan, una inmensa angustia sobre sus hombros —
Me pregunto yo cuándo llegará el día en que haga las paces con Hei y con esta
vida, con este mundo y con estos chicos —pensaba después de suspirar.
La pradera se extendía más allá de lo que puede abarcar la vista, un sinfín
bello y cubierto siempre de bruma, les tomaría al menos un día cruzar las
planicies altas. Era momento de comer, los últimos días Rovan le enseñaba a
Haru a usar el arco, todo lo que pudieron cazar los chicos eran conejos y
avecillas, lo más grande fue un descuidado tejón que cayó en la trampa de
cebo. Los ciervos entraban y salían de la bruma sin problema, pues conocen el
camino, dice una frase de un viejo clan que se extinguió de Tharmandor hace
milenios, todo el que entre en las planicies altas será capaz de encontrar lo que
su ojo oculta, ni el mismo Rovan entendía ese extraño acertijo, él ya alguna
vez cruzó la planicie y aunque las faldas de las montañas estuviesen en línea
recta, la pradera hechiza a quien entra y su alma se convierte en una luz que
errante deambulará buscando la salida del laberinto, si es que ni logra salir de
ahí; lobos, soldados, manadas enteras se han perdido buscando la salida.
—Hmm, recuerdo que hay una estatua, una gárgola petrificada, una gárgola en
medio de dos cerezos. Más allá, siguiendo el primer rayo de sol que abraza la
estatua se llega a un acueducto en ruinas, siguiendo ese acueducto llegamos a
nuestro destino, son unos días más —Ahh, ese aroma a hierba fresca bañada
por el rocío —suspiró el viejo.
—Me alegra oír eso, pero qué hay acerca de la bruma en las planicies,
¿caminaremos por ahí? — preguntó Oliver sentándose junto al viejo desde lo
alto de una loma. —Ustedes no deben acercarse, eviten entrar a toda costa.
Mira hijo, no recuerdo exactamente en qué tramo del acueducto está nuestro
destino, por lo tanto, tenemos que separarnos. Lleguen hasta la gárgola
rodeando la planicie, esperen al amanecer y guíense con el primer rayo de sol,
sigan por el acueducto, no se desvíen. Yo los veré allí. — comentó. —Me iré
en lo más oscuro de la noche —dijo dándole una palmada en la espalda.
Los castaños ciervos pastan alegremente entre la bruma, sin perderse buscan
los finos brotes de hierba fresca naciente con el mismo sol, sentados en la
puesta de sol los cinco chicos conversaban entre sí, el siguiente día el viaje
continuaría rodeando la bruma hasta las faldas de las nevadas montañas.
Historias, y anécdotas llenaron de color las ajetreadas mentes que las
escuchaban, el hambre estuvo presente esa noche, pues la última comida de
todos fue la noche anterior, los panes ácimos se agotaban con rapidez, no
obstante, su sabor comenzaba a fastidiar.
Es entonces cuando la mente en paz nos abraza con sus suaves brazos, ni un
ruido más que la naturaleza y su dulce silencio; sentado sobre los suaves
líquenes verdes admirando el sol esconderse por las montañas pintándolas de
color azul.
El calor del fuego no los acompañó esa noche, pus el suelo húmedo y las
corrientes de aire le negaban la vida, sin embargo, los cálidos abrigos evitaron
que se congelasen. Con sospecho Rovan se levantó, despertó a Oliver
cautelosamente y le dijo que era momento de partir en busca del extraviado
trayecto. Era muy de madrugada, apenas y se veía un poco, aun así, el hambre
ardía sobre todos. Algunas manadas de gamos pastaban en la noche,
adentrándose en la bruma con cualquier sonido que los alertase, Rovan
conversó una última vez con el chico antes de abandonarlos —Por ningún
motivo entren en la bruma, de hacerlo su alma se convertirá en un fantasma y
quedará atrapada en el inmenso laberinto, —Rodearemos la bruma hasta
donde la gárgola, tomará bastante tiempo, pero hemos de encontrar algo de
comer lo antes posible, —Los ciervos son buena opción, Haru aprenderá a
utilizar bien el arco, si entran estos en el laberinto, no los sigan, aléjense, los
ciervos no se pierden entre la miseria. —Oliver, me he sentido extraño los
últimos días, tengo la esperanza de que crucen todos con bien, mis plegarias
ayudarán a que nada suceda. —¿Desde cuándo las plegarias han sido
importantes? —preguntó molesto, —¿Te intriga la existencia de La Divinidad?
Lo supe desde el día en que nos conocimos, yo dudo de la existencia de los
dioses que crearon este mundo, todavía cuando sé que mi alma fue hecha por
ellos, puedes darle el nombre que tu quieras. Viste muchas cosas extrañas que
sólo creíste posibles en los sueños, son reales... ¿Eso no te dice nada? —Mi
hermana murió por culpa mía, desobedecí a mi madre, las dos ya no estarán
conmigo, estoy lejos de casa, ¿debería arrodillarme ante un dios que goza del
sufrimiento? —No, nada de esto fue culpa tuya... Jamás he visto pruebas de
que los dioses existan, existe la energía oscura, existen sus mensajeros los
ángeles, no obstante, creo que en el hombre nunca debe olvidar que pertenece
a algo divino, no importa que sea... Eso le da sentido de pertenencia y a su vez
le ayuda a saber quién es —Mi madre nunca nos enseñó eso, decía que eran
fantasías y eso es lo que son, el único que decide cómo eres es uno mismo, no
el fanatismo—. El chico pese a ser joven tenía un resentimiento con la vida
que más tarde le traería caos y se alejaría de sí mismo. —Para encontrar el
paraíso en ti necesitas estar en paz, agradecer a la vida misma por sus
crueldades, sus regalos y su gran misterio. Mientras más tomes menos tendrás,
—Ha llegado el momento. Sé que eres un buen líder y los llevarás a salvo,
recuerda que nos tendremos que separar y dejar al viento nuestro destino.
Oliver se sentó en la cuesta de la colina y veía la aurora boreal abrazar las
puntas de las montañas, reflexionaba arduamente las palabras del viejo ¿creer
o no creer? Las esperanzas eran pocas, la realidad es cruel siempre que se le ve
cara a cara, pero por qué no creer en algo que levanta la moral. Entre sus
manos aún guardaba la sortija de su madre, ¿Habría alguna forma de volver
todo a la normalidad? Las palabras de Rovan y Hei eran tan claras como el
aire mismo, a su vez el resto le preocupaba, el llegar a las montañas
significaría la separación del grupo. El adiós sin duda sería más que un
sentimiento, una enorme angustia, solos a la deriva en medio de las montañas.
El insomnio se convirtió en fatiga, no poder dormir por pensar en tantas cosas,
pero unas escandalosas pisadas llamaron su atención. Un conejo de blanco
pelaje y una esponjosa cola de algodón negro se acercó justo cuando este
dormitaba recostado en los líquenes, el animalito movió su nariz mientras se
posó sobre el brazo del chico, él pensó que se huiría despavorido si lo
intentaba tocar, no obstante, permitió acariciar su suave pelaje, poco después
jugueteaba en la nieve. Al verlo Oliver se ahogó en un silencioso llanto, pues
pensó que Sarah gozaría de estar con él viendo la aurora y al conejo jugar
entre los montes de nieve, poco después se quedó profundamente dormido.
Una cría de ciervo gamo, un pequeño cervato se separó de su madre, buscaba
desesperadamente hasta toparse con los chicos, que todavía descansaban. El
pequeño se alejó tan rápido como pudo, no sin antes despertar a Haru, quien
no durmió tan bien a causa del hambre. Vio al cervato alejarse y
silenciosamente tomó su arco y fue tras este, caminó muy lejos de donde
estaba, pero las huellas quedaron impregnadas en la nieve.
El distraído animal en vez de ocultarse en la bruma continuó rodeándola hasta
un puñado de árboles coníferos, en cuyo suelo brotaban helechos frescos, todo
un manjar para un cervato hambriento y perdido; Haru con cada paso que daba
las ansias lo mataban. Caminaba entre los helechos, al pisar una vieja rama el
cervato se alertó, y corrió a un lugar más seguro sin salir de las coníferas,
posteriormente Haru vio cómo se agachaba a pastar, su pelaje moteado le daba
ternura, mas comer y sobrevivir ese día era la prioridad. Todavía estaba oscuro
y el animal no sería capaz de ver a su cazador si este se escondía bien, así que
desde unos cinco o seis metros detrás de un árbol sacó una flecha, respiró lo
más profundo que pudo y sin tambalear apuntó al cervato; estiró con toda su
fuerza y la flecha escapó a toda velocidad para luego estrellarse en una
corteza. Inmediatamente el cervato corrió a campo abierto, Haru fue tras él
preparando el arco una vez más, escapó tan rápidamente que dejó atrás a su
cazador en un santiamén, descendió por entre los árboles hasta la bruma, justo
en ese momento Haru le disparó, no pensó acertar, un tiro en vano, un tiro al
aire que sorpresivamente acertó en el blanco, la flecha encajó al cervato de
piel moteada justo en el cuello, se balanceó un poco antes de desplomarse y
escupir sangre. El tiro acertó cuando el blanco se adentró tan sólo unos pocos
metros en la bruma, pese a las advertencias de Rovan, el ciervo yacía a unos
pasos, no había necesidad de perderse. Así que con cautela y esperando llevar
el premio a sus colegas, Haru entró en la bruma. La visibilidad estaba muy
limitada, apenas se ve el cuerpo del cervato, lo cargó encima de sus hombros,
pese a su pequeño tamaño pesaba bastante. Caminaba de regreso a las
coníferas, sin embargo, encontró en su camino algo que no estaba allí, un
tronco partido a la mitad, sentado sobre él estaba un inquilino poco común,
proyectando una depresión inmensa: con manitas de trapo, ojitos de botón, un
cuerpo tejido en lana y llenado con heno, su morada cabizbaja lo intrigó, mas
era importante volver a las coníferas, dicho sujeto de trapo portaba una
lámpara en una mano, al pasar por enfrente el muñeco alzó la cabeza. Una
macabra sonrisa de rostro completo se dibujó al ver a Haru —Tu verdadero
rostro, quiero verlo—. Haru fingió no haber escuchado al pequeño ente, se
alejó, la bruma lo convirtió en parte suya. Ninguna salida, ninguna entrada.
Intentó salir por donde entró, nada más que niebla cubriendo los helados
pastizales bajo esta. Caminó en círculos y volvió al pequeño ente convertido
en muñeco —Sé que quieres escapar, ¿por qué no jugamos a las escondidas
antes de irte? Créeme será divertido —Cállate muñeca enclenque —respondió
dejando al cervato en el piso y arrojándole una piedra; pero el ente sólo sonrió
y soltó una carcajada espeluznante —Veo que quieres jugar, ¿estás listo?
Jugaremos a los malos y a los buenos, de tu mente has de correr, porque el
aliento fino del viento la hará desaparecer—. Dicho esto, el muñeco sacó una
rosa, desprendió un pétalo y llevándolo a sus labios comenzó a tocar una
canción, magia la cuál sonaba de forma agradable, mas ante los oídos de Haru
representaba una tortura, corría tapándose los oídos y sufriendo el tremendo
martirio, al mismo tiempo el ente disfrutaba verlo sufrir.
Los rayos de sol abrazaron la suave tierra, los cuatro recién despertaban. Brian
despertó a Oliver y le avisó que Haru ya no estaba, en seguida los dos fueron
en su búsqueda siguiendo el rastro que este dejó, no obstante, fue demasiado
tarde... La nieve se estaba derritiendo y consigo las pistas, trataban de
llamarlo, no mucho tiempo después dejaron de hacerlo, el ruido llamaría la
atención de alguien más.
—Nadie escuchó cuando se fue, las pistas se han borrado ¿y si algo malo le
pasó?, —Creo que no hay duda de que entró en la bruma —mencionó Kenta
interrumpiendo a Oliver—. Discutían sin cesar el entrar en las planicies. El
tiempo de Haru y de los chicos estaba ajustado sin duda; hambruna, un viaje
por continuar y Haru convirtiéndose en fantasma con cada segundo que
permanecía allí dentro.
—¿Escuchas eso Brian? —preguntó Azucena —Una melodía muy tenue, la
escucho, viene de la bruma, ¿qué será? —contestó.
—Entraremos allí, si nos vamos sería lo mismo que matarlo o incluso peor, no
se separen y les apuesto lo que quieran que no nos perderemos —añadió
Oliver hablando con Brian y Azucena, no sin antes ayudar a Kenta a ponerse
de pie, y sirviéndole de apoyo los cuatro entraron en la densa perdición
negándose a avanzar sin su amigo.
—Oliver, ¿qué hay si nos perdemos? No salvaremos a Haru y para variar no
nos salvaremos a nosotros mismos, —No suelo decir esto en ningún momento
de mi vida bajo ninguna circunstancia, tengo fe que lo hallaremos con bien,
Kenta, No nos iremos sin él no importa si morimos, porque si pasa al menos
moriremos todos juntos.
—Está bien sí, pero prefiero no morir —añadió Kenta apoyándose de su
amigo. Azucena y Brian tomaron la delantera, no se separaban mucho de los
otros dos, la melodía intrigaba demasiado... Se escucha mejor caminando en
algunas direcciones, para Oliver es más difícil avanzar con un herido
atrasando a ambos.
El ente lo tiene planeado todo de una forma peculiar, divide y vencerás; esa es
la verdadera causa del pequeño muñeco de trapo, más adelante en la densidad
inmensa de las cortinas de niebla el muñeco bailaba alegremente, saltando y
brincoteando en círculos, danzaba con el son de la música, Brian se adelantó
dejando atrás a los otros a ver qué rayos era ese ser danzante, pasó lo
inevitable, al alejarse Brian perdió de vista a los demás y a punto de
enfrentarse al muñeco, cuyas intenciones era robar las almas de los chicos
como la leyenda bien lo aseguraba. —Estoy solo desde hace mucho, busco a
alguien con quien divertirme, ¿y tú?, ¿qué hace un capitán en lo más profundo
de los verdes campos de Tharmandor? —¿Tengo cara de capitán? No lo soy,
quiero saber si has avistado a un chico por aquí, uno que tiene un abrigo color
castaño y unos zapatos con blanco y negro —preguntó Brian, pese a eso el
muñeco dejó de danzar y sonrió frente a él. —¿Quieres divertirte? Tus
soldados extraviados están mi honorable y querido capitán, del alto vaivén que
te rodea has de escapar también, sin risas ni sonrisas tu rostro a de servir al
bien—. Volteó para buscar a los demás, pero ya no hubo nadie. Las sombrías
palabras del ente hechizaron al nervioso capitán, una máscara apareció de la
nada en su rostro, su genial multicolor atrapaba ilusiones que al verlas a través
de la máscara producen una tremenda locura incurable, Brian podía ver seis
muñecos danzando y robándole las provisiones, y lo hostigaban mientras lo
hacían, realmente no había nada, lo primero que trató fue quitarse la máscara,
el hechizo evitaba esto, así que tarde o temprano su alma enloquecerá siendo
los muñecos bailando lo último que esta verá.
Luego de ver enloquecer a Brian, el muñequito travieso se ocultó tras unos
arbustos y carcajeó como un loco, sus fechorías esperaban a los otros tres que
todavía no conocían al espíritu traidor de las planicies brumosas.
Los otros tres caminaban en medio de la música avistando al muñeco correr
entre ellos, no obstante lo ignoraron, Haru y Brian estaban desaparecidos, la
próxima vez el muñeco los ha de separar de una forma muy astuta, usando sus
místicos poderes con su lámpara atrapa almas ordenó a la bruma formar un
león frente a los chicos, ellos vieron a la bruma dar vueltas y vueltas,
finalmente la bruma formó el cuerpo del león y soltó un estruendoso rugido,
Azucena se separó de Kenta y de Oliver, no por mucho consiguió huir de las
garras del ente, mas sus otras presas el ente encontró, un herido y un
acompañante. —¡Socorro, auxilio!, —¡Mis ojos no paran de ver y necesito un
curandero! —mencionaba el muñeco. —¡Es una trampa Kenta! Destrozaré
ese muñeco con la espada y entonces saldremos con vida de este averno, —Me
parece gracioso, no lo dañes, mejor escucha qué es lo que quiere. —Vaya
vaya, que mañana tan agitada, deseo lo mejor para ustedes, Oh gran poeta, que
con tus sabias palabras iluminas el rincón de las sombras macabras. No teman
mis queridos lobeznos, pues de las altas ramas de los fresnos su temor se
destroza como el ritmo de esta rosa—. Una vez más tomó un pétalo y
comenzó a resoplar una canción, del suelo y de la sombra unos grandes títeres
con mirada antigua y siniestra tomaron a los chicos abrazándolos con fuerza,
era obvio que el muñeco planea convertirlos en combustible para su lámpara,
sin dejar de tocar la bella música saca su lámpara intentando absorber el alma
de Kenta, antes de que eso sucediese Oliver se soltó del títere y desenvainando
la vieja espada lo despedazó de un sólo tajo.
Así Oliver liberó a su amigo y lucho valientemente contra los torpes títeres
que amenazan convertirlos en espíritus, sin importar lo que pasaba frente a sus
ojos el muñeco continúa tocando la canción y bailando entre el campo de
batalla, por cada títere muerto de la nada aparecen dos, ese será el destino de
Oliver, pelear hasta la eternidad defendiendo a su amigo. La última de las
presas restantes es Azucena, quien caminó lo más lejos que pudo, casi al final
de las planicies, por un momento observó a Haru huyendo de algo después
desapareció en medio de la nada.
El muñeco tenía un espíritu que atormentaba a cada una de sus víctimas, era
algo parecido a la omnipresencia. Por un lado, atormentaba a Haru con su
música, se burlaba de Brian intentándose quitar la máscara, y orquesta una
canción al mismo tiempo que Oliver defiende a Kenta de sus agresores, el
pequeño espadachín tuvo una oportunidad de destruir al muñeco, quedó
sorprendido cuando atacó y este saltó evitando el golpe y desapareció, no sin
enviar más títeres y sin dejar de tocar su melodía. Azucena se encontró con el
muñeco al llegar al final de las planicies encantadas; el ente astuto estaba
dispuesto a hacerla sufrir con todo el peso del mundo, encima de un joven
sauce este le dijo —Venerada seas, la última flor siendo acechada esperó
eternidades completas sin ser cosechada, las almas de cuatro que
profundamente idolatro responderán a mi canto, si tu las quieres tanto
responde el bello enigma sin pensar en ningún paradigma—. La pequeña
mujer razonó las palabras del ente, supuso que de tratar de escapar volvería a
perderse y los demás junto con ella fallecerían en manos del muñeco.
—Bien, entonces comencemos, —al hablar los ojos del muñeco miraban
dentro del alma buscando un acertijo que ella misma conociera, pero que fuera
incapaz de responder—.
—Su misión la cumplió, no era su obligación, en paz descansa el caballero
audaz. Su nombre no recuerdas, pues él hace que con tu conciencia remuerdas,
¿Quién es? —preguntó el muñeco sonriendo.
—Es muy difícil, he conocido a muchas personas que me han salvado la vida,
Alan, Manuel, ¿quién diantres será? Mi corazón dice que es Alan, ¡Sí! Sin
duda es Alan, él me salvó cuando no tenía que hacerlo, pensar en él me pone
triste, —¡Una pregunta muñeco!, —¿Tú sabes si él está con vida? —. El
muñeco sólo carcajeó, respuestas no dio, sonrió tétricamente una vez más y la
siguiente pregunta lanzó.
—¡Flor de verano, Flor de verano!, ¿Por qué tus pétalos se han marchitado?
—. En un principio no entendió lo que este quiso decir, pronto se dio cuenta
que se refiere a una persona y saber quién es es la respuesta. —¿Flor de
verano?, ¿qué con eso? En toda mi vida jamás recuerdo algo, o alguien que se
llame así, debe referirse a un libro o un poema que leí, oye dame una pista, esa
pregunta es muy difícil... —sin decir nada el muñeco mostró en sus ojitos un
reflejo, que era el de ella, después el muy infame habló —y dime tu rostro...
¿Qué tipo de rostro es?... ¿La persona que todos ven, eres realmente tú? —Flor
de verano, por qué tus pétalos se han marchitado, ¡Así es! Las azucenas son
flores de verano, ese acertijo se refiere a mí y los pétalos son... No sé qué sean
pero se refiere a mí, ¡lo resolví! —el muñeco aún no estaba dispuesto a
abandonarla, se divertía viendo cómo los nervios la vencían, una tortura peor
que la muerte es saber que en tus manos está la vida de alguien que estimas.
—Sus ojos vigilan el cielo, esa es su labor. Ahora le temes y con el paso de los
años le guardarás rencor, ¿Qué es?, ¿quién puede ser? —Es es fácil, sí yo...
Bueno, lo le temo, pero sé que jamás dejaría de odiar a Dios, pero pensándolo
bien; le temo a algo parecido, a alguien con alas negras y ojos que ven en lo
oscuro, a ese le temo, pero jamás sabré si le guardaré rencor...
—Un espíritu en medio de un mágico lugar, a todos otorga y todos lo pueden
otorgar... Las almas esperan ser salvadas, si contestas podrás irte y mi
bendición con ustedes también lo hará, ¿qué es?, —te encerraste tu mismo
muñequito de trapo, ¡La respuesta es la vida! Nos la otorga ella misma y
nosotros la podemos otorgar, lo sé... Alguien muy importante en mi vida ya
me había hecho esa pregunta, ¡jaque mate!
—El muñeco soltó un quejido extraño —¡Argh! — Dichosa ella, que sin odio
ni dolo quitó el broche de oro de mi amado tesoro; en este mágico erial tu voz
se convirtió en altar, las almas perdidas en este andar su martirio en las
montañas han de hallar —. El muñeco desapareció por completo, junto con
toda la bruma de la planicie, los hechizos que este puso sobre los demás
desaparecieron por igual, pronto una vez recuperados se reunieron con
azucena bajo el sauce donde el muñeco desapareció, una última voz habló en
la cabeza de azucena —«Lo correcto, ¿tú conoces qué es? Quiero saber, si tu
haces lo correcto... ¿Los demás estarán felices?» —. No hubo señal alguna del
pequeño ente, al menos se percataron que se divirtió jugando con ellos, detrás
del sauce están los sacos, llenos de provisiones, pan, hortalizas frescas y un
poco de pescado ahumado, esa fue la bendición que el muñeco les dio para
continuar su largo viaje.
—Hacer lo correcto, no siempre es bueno... Sentir que tuviste la culpa por
todo, te convierte en alguien arrogante —respirando tranquilamente Azucena
se dijo, los demás se agruparon bajo el sauce, continuaron su camino un par de
minutos después. Subir por las rocosas faldas nevadas era un reto, más para
Kenta, quien retrasaba a todos.
—Al fin llegamos, tendremos que esperar al amanecer, así el primer rayo de
sol que toque la gárgola nos enseñará el camino al acueducto, —Brian, siento
no poder haber hecho nada cuando nos atacó esa cosa. En verdad soy un
pésimo líder.
—¿Líder? Me temo que no; eres un buen amigo, y si estamos a salvo es
gracias a Saory, bueno Azucena más bien, —Esa máscara me volvió loco, vi al
muñeco de trapo danzar y tocar esa fastidiosa melodía, me llamaba por mi
nombre mientras lo hacía, en serio fue algo espantoso —Algo parecido me
contó Haru, yo intenté matar al muñeco y a su ejército de monigotes, el tonto
desapareció mientras estuve a punto de rebanarlo de un tajo, Kenta y yo
resultamos ilesos, tuvimos mucha suerte.
—Al menos nos dio comida, hoy y mañana no pasaremos hambre —dijo
Azucena— Me hizo muchas preguntas y contesté todas, algunas fueron
difíciles, ¿por qué mis pétalos se han marchitado? —Imagino que se refiere a
tus ilusiones, no a otra cosa —añadió Brian. —Me preocupa el tipo herido, nos
retrasa mucho... No quiero que siga así, pero no tenemos remedio alguno para
mejorarle, ¿qué podemos hacer con él?, —Nada, seguiremos con él hasta
donde podamos llegar, no lo dejaremos... Al menos yo no tengo corazón para
dejarlo a la deriva —interrumpió Oliver— La herida tarda en recuperarse, pero
sana lentamente.
Brian no solía interferir con ese tema sin embargo pensaba que una vida no
puede estar a merced de una decisión, los tres charlan, Haru y Kenta se
preguntan de qué hablan al mismo tiempo prueban el pescado ahumado, un
aroma a madera de arce y un sabor exquisito en la fina carne blanca, en medio
de la noche el debate ardía entre los tres, no incluyeron a Haru. Seguir sin
Kenta, hacer su propia ruta a través de Tharmandor, buscar un buen lugar para
vivir, o seguir hasta encontrar a Rovan, Brian y Oliver defendían la postura de
cortar el viaje y hacer su propio camino, Azucena prefería seguir en compañía
del anciano, horas de discutir para que terminaran en la misma situación,
ninguna alternativa para ser sembrada.
—¿De qué discuten? No les entendemos, tienes que decirnos...
—Brian y yo queremos abandonar esta loca compañía y buscar un lugar por
nuestra propia cuenta, pero Azucena no quiere, ella prefiere seguir a esos
locos, y creo que tiene razón, no resistiremos mucho tiempo, un espíritu
maligno casi nos mata, unos lobos estuvieron por devorarnos... Seguiremos
con esta locura de subir a las montañas, en cuanto amanezca, ¿y tú Haru, ¿qué
piensas?
—Mañana no me ayudes, quiero caminar por mi cuenta —dijo Kenta.
—No quiero pensar, estoy cansado y preocupado... Perdí dos flechas, y con las
demás no será suficiente por si necesitamos cazar de nuevo....
—¿Estás demente? Claro que te ayudaré, tú no puedes, no podrás hasta que
sane —¿y crees que no me doy cuenta? Tú y tus amigos piensan que no puedo
hacerlo, piensan que soy un estorbo, ¿no es así? Te recuerdo que ayudé para
que saliéramos vivos, estaba mejor antes de que aparecieras con tu espejito
mágico —añadió.
—Callado totalmente Oliver comió un trozo de pescado— Está mal
abandonar, no lo haremos, somos hermanos desde que perdimos a nuestra
familia —pensó.
Las nubes grises llenaron el amanecer, comenzaba a nevar. Ni un rayo de sol
tocó la gárgola, Azucena sentada enfrente de la vieja estatua miraba con
atención, casi blanca por la oscura nieve yacía mostrando horror con sus finos
tallados, pronto un ligero rayo la alcanzó, justo antes del mediodía. Dicho rayo
venía de un empedrado sendero, pero como ya les habían dicho, el único
camino para no perderse era el que el sol indicaba al tocar la gárgola.
—¡Miren es por allá! —gritó Azucena señalando el camino, unos segundos
después el pequeño rayo de sol se perdió entre las nubes.
—Kenta, ven déjame ayudarte—. No obstante, negó la ayuda de Haru. Los
demás caminaban entre las piedras, Kenta a duras penas se movía entre las
mismas, tropezando, resbalando, pero siempre sosteniéndose, las empinadas
veredas dificultaban el paso hasta para la cabra de montaña más ágil de todas.
La tormenta helada los obligó a parar, los fuertes vientos derriban las rocas de
los desfiladeros haciéndolas caer por el acantilado, y bien, hasta donde
llegaron, un paso en falso lleva a una muy larga caída al piso.
—¡Vamos no se detengan!, ¡¡adelante hay un claro!! ¡¡Puedo verlo!!—.
Exclamó Oliver sosteniéndose de las afiladas rocas, el claro no era más que un
montón de piedras las cuales no estaban tan inclinadas ni tan grandes.
—Subiendo lo más rápido posible Haru fue con Oliver —¡Vi a Hei! Un
destello negro que volaba entre la tormenta, ¡está aquí con nosotros! —¿No
tenemos que llegar con Rovan? Aquí no veo ningún acueducto como nos
mencionó. —Yo tampoco veo nada, la tormenta debe parar, es un lugar alto y
seguro veremos el acueducto, ¡rápido ayudemos a Kenta a subir!
—¡Niña! Creo que algo no va bien, debemos bajar... Ese claro no me da
confianza...
—¿Qué sucede Brian? —preguntó Azucena mientras descansó. —Es el ángel,
Hei. Lo he visto volar en círculos, vuela demasiado rápido... Fiarnos de este
lugar es lo peor que haremos, con esa cosa volando por aquí todo podría
suceder —contestó.
Kenta se atrasó demasiado, el frío le entumeció las manos y difícilmente se
aferraba a las afiladas rocas, Haru bajó la empinada cuesta y lo ayudó a subir
como diera lugar; Oliver se ocultó detrás de una roca y observó el tormentoso
y nevado horizonte.
—Veo una torre, se ve muy grande a pesar de que está lejos, ¿puedes verla? —
preguntó Haru, —No la veo ¿dónde está? —Allí, entre las montañas grandes,
es muy grande esa torre... ¿Qué habrá allí? —¡La veo!
—¡Ya vi el acueducto! ¡No es muy lejos!, pero tendremos que bajar
muchísimo si queremos llegar —dijo Oliver.
Hasta que la tormenta cedió un poco descendieron de lo alto de un risco para
llegar a un estrecho camino que daba hacia un acantilado, el hielo los hizo
resbalar varias veces, la nieve les llegaba a cubrir hasta el pecho, mojaba sus
ropas y para Brian, caminar con el equipaje era casi imposible. Detrás de unos
árboles derribados por la nieve comenzaba el acueducto de Neradehn, cada
vez más cerca de Rovan.
—Prados verdes, flores nacientes, rebaños criando y un radiante sol ¿No es esa
la primavera? —dijo Hei apareciendo entre los copos de nieve.
—¿No nos habías abandonado? Ahora quieres decirnos qué haces aquí... —se
interpuso Oliver entre Hei y los chicos —¿Abandonarlos? Jamás, estuve entre
ustedes todo este tiempo, quién nos debe una explicación a todos eres tú —lo
señaló— dime pequeña escoria ¿creíste que eres su líder?
—No lo soy, yo los traje aquí ¡Es culpa mía! —respondió—. No obstante, el
ángel era más astuto, se rehusaría a dejar a los chicos a menos de obtener lo
que tenía en mente.
—Todo líder sabe que las fallas de sus seguidores son sus propias fallas, y la
tuya ¡Es haber entrado a este mundo! —exclamó— pero no... Lo más tonto
que has hecho es permitir que un herido siga siendo una carga para todos. Eso
que oí fue muy conmovedor ¿una vida no puede depender de una decisión?,
¿pensaste que eso te convierte en humano? ¡Bah! ¡¡Qué cosa más estúpida!!
—¡Mientras yo respire no les harás daño! —tomando valentía se atrevió a
retar al ángel —Escupiendo al piso y desenvainando sus dos dagas Hei sabía
que el chico no tendría oportunidad alguna —¡Cómo tú quieras!
Para Oliver sus amigos eran todo después de que nada quedó. Con valentía y
honor defendió a sus amigos, no pudo hacer mucho antes de que Hei lo
derribase usando solamente sus piernas, él quiso atacar con la espada, sin
embargo, el ángel negro lo desarmó con una veloz patada, tras eso lo tumbó y
encajó una de sus dagas justo a lado del cuello de su oponente. Sembró terror
ante los demás.
—Aquí está su líder, obsérvenlo ¿todavía lo consideran cómo tal? —Esta es en
realidad su primavera, encontrarse con las dagas de la muerte, buscar el
paraíso utópico de los hombres en medio del averno.
—¿Una vida no puede estar sujeta de simples palabras antes de al vacío? Aww
en verdad son un asco, ¡Será más rápido de lo que creerán!, —¿La vida del
rezagado vale más que la de todos ustedes? — preguntó al resto, si
contestaban algo estaba por demás que los mataría a todos; no obstante
horrorizados ninguno dijo nada.
—Eso creí, prefieren salvarse todos a salvarlo a él, jajajaja—. El muy astuto
sabía lo que los atormentados chicos preferían. Oliver se levantó, cogió su
arma y atravesó al ángel atacándolo por detrás.
—¡Las criaturas como tú no tienen lugar en esta vida! —exclamó, imaginó
que moriría, sólo empeoró las cosas. Hei no pereció, derramó sangre que al
tocar el piso se volvió negra. Sacándose el arma del cuerpo, usó las dos manos
para romperla.
—El herido tiene mucha suerte, pues la estupidez de su líder apeló a mi lado
bueno, así que le daré el juicio para dictar la muerte de su colega, —¿Cómo
quieres que muera tu amigo? Abandonado a la merced de las bestias o en mis
manos, está en juego tu vida y la del resto. No tardes en contestar que mi
paciencia está por terminarse.
—A punto de llorar, con un nudo en la garganta Oliver balbuceaba, los demás
lo miraban, la vida se le hizo pedazos —Aban... ¡Abandonado! —sollozó, un
llanto de amargura lo puso de rodillas mientras sus amigos, impotentes lo
vieron demacrarse en sus sentimientos.
—¡Qué estúpido eres! Jajajaja, bueno yo acato las indicaciones del líder, por
más insensatas que sean, matarlo hubiese sido mejor. Ahora diles a todos que
sigan, el acueducto es largo y una gran tormenta está sobre nosotros —dijo
mientras ponía una daga en su cuello —¡Felicidades Oliver, acabas de agregar
una vida en tu factura, espera ¿no ya habías reclamado unas más cercanas? —
añadió susurrando en su oído.
—¡Andando vayámonos de aquí —exclamó con el llanto en sus palabras!
Ninguna palabra describe el dolor que sintió al condenar a su amigo.
—¿Quieren compasión? ¡Esta espada rota es lo único que este sucio humano
tendrá como recuerdo suyo! —añadió Hei golpeando fuertemente a Kenta en
el lugar de la herida, así no podría moverse y seguirlos, el chico le dijo adiós a
cada uno con su mirada cuando se quejaba por el dolor. No mucho después el
viento nevado los ocultó de su vista.
En todo Tharmandor no existe camino más peligroso que ese que se adentra en
el corazón de las montañas, la tormenta ciega los ojos, la nieve allá es muy
densa y no se puede caminar sin hundirse hasta el cuello, los fuertes vientos
impiden caminar, si alguien quisiera lanzarse al vacío desde un pico no podría
porque el viento sopla muy fuerte y lo detiene, claro siempre y cuando el pico
esté en contracorriente. El acueducto en ruinas soportó vientos, nevadas e
incluso avalanchas, hay tramos donde está destruido y la nieve es más espesa,
sus arcos alcanzan una altura tremenda, al subir se puede ver la furia de la
naturaleza desencadenando inmensas avalanchas en las montañas de la lejanía.
La cuestión se centra en el porqué de viajar a ese inhóspito lugar, en medio de
dos grandes montañas el grupo se encuentra siguiendo a Hei, sólo por miedo.
La criatura extraña los dirigía a su destino, satisfecho consigo mismo, cabe
mencionar que ya había planeado matar a Kenta, o incluso a alguno de los
otros para sembrar miedo en el resto y obligarlos a hacer su voluntad, aunque
sólo fuese el liquidar por simple gusto.
Allí en la montaña, los chicos se atascaban en el espesor, y por lo mismo
terminaban mojados, la nueve es un enemigo muy traicionero, cuando ellos
caminaban casi ahogados a Hei apenas se le hundían un poco los pies.
—No lo salvaste, cobarde, imbécil, ¿quién te has creído? No serás nadie más
que un miedica...
—¡Vamos!, nuestro destino está a unas horas de aquí, ¡Caminen! —¿Por qué
esas caras? Ustedes deben estar felices, la salve de una carga. Esa carga jamás
llegaría hasta donde estamos ahora, era peso muerto desde un principio. —
Asesino —susurró Azucena—.
—¡Argh! Déjenlo atrás... Yo fui muy claro, era muy simple y ustedes
resistieron con algo que no podían sostener, les hice un favor... Son unos
hipócritas.
—¿Piensas acabar con alguien más? —preguntó Brian—, —No por ahora, eso
está por verse mocosos...
—Alguien igual a ti, es incapaz, inca... Incapaz de sentir el dolor de otros, eso
te, te convierte en un psicópata —mencionó Azucena con temor a que
reaccionara.
—¿Dolor? No vengas a hablarme de dolor, ¿qué puede saber una niña
insolente?, —Sepan que cuando alguien te hiere aprendes a odiar, ¿cierto? Y si
hieres a los demás harás que te odien, cuando ustedes entiendan el dolor...
Entonces podrán crecer, nadie de ustedes pasó atado a una jaula con las dos
piernas rotas —dicho esto el ángel voló guiándoles hasta el supuesto destino.
De la densa nieve la montaña volvía a cubrirse en afiladas rocas, todos siguen
Hei, menos Oliver quien se rezagó atormentado por su propia consciencia. Su
propio grupo estaba ya muy adelantado, y cada que alguien tuvo intención de
volver y levantarlo Hei se oponía, a pesar de que su palabra estaba en no
asesinar a nadie más, cabe decir que la próxima víctima era el líder del grupo.
Arrastrándose entre las rocas Oliver presenciaba la soledad, su mente no
pensaba en otra cosa más que desaparecer. Cada pensamiento, cada respiro y
cada latido de su corazón lo debilitaron al punto que se tendió sobre la nieve y
no hizo movimiento alguno, sentía mucho frío, cerró sus ojos y oyó el viento
soplar, los truenos gritar en lo alto del oscuro cielo. La luz abrasaría las
montañas con su esplendor primaveral, mas todas las nubes oscuras la
disfrazaron de noche.
Ls manos se le congelaron, sus pies están inmóviles. Fue solamente casualidad
que la montaña abrazo a un rayo en lo más alto, en un instante una avalancha
se desató, hablamos de una avalancha pequeña, de ser una grande arrasaría con
todo lo que este en el flanco de la montaña, piedras, árboles, animales... La ola
de nieve tomó fuerza y lo sepultó llevándolo muy lejos de donde quedó
abatido. La suerte le sonrió aunque la vida lo estrujó, Haru vio la avalancha y
notó que su mejor amigo desapareció en ella. Asustado acudió en su auxilio, le
siguieron Azucena y Brian... Hei ascendió al pico de una montaña y los
observó sin brindarles su ayuda.
—¡¡Taro!! ¡¡Responde!! —gritaba Haru, buscando entre la nieve que quedó
amontonada en una columna del acueducto. Cavó con sus manos, sabía que si
endurecía jamás lo podrían sacar.
—¡Haru! ¡Te ayudo! ¡Tenemos que sacarlo!, —¡Brian ayúdanos!, ¡¡Está muy
abajo!!
—Arrojando las cosas al piso, Brian se apresuró a ayudar a los demás,
claramente le temía a lo peor —¡¡Saquémoslo de ahí!!, ¡¡Está con vida!!,
¡¡Quiten toda esa nueve!!
En la tumba de hielo, Oliver quedó inmóvil, cerró los ojos y respiró, sintió
ganas de dormir cediendo a la hostilidad del mundo.
—«Sé muy bien cómo te sientes, hiciste tu mayor esfuerzo y no lo
conseguiste. No es fracaso, no podría llamarse así, tampoco es mediocridad,
así suele ser la vida todo el tiempo, pero ya deja de creer que ha sido tu culpa,
mi madre me lo dijo a mi y yo te lo repetiré: Cuando crees que todo ha sido tu
culpa, poco a poco te conviertes en un arrogante... Tú no eres así, ¿Acaso no
eres el hermano mayor? Dale buenos ejemplos a Sarah»—. Esa voz, esa dulce
voz sin duda alguna fue la de su madre animándolo un día que perdió un
torneo de sgrima, ¿por qué ese recuerdo?, ¿por qué ahora?, se preguntaba. Los
gritos de sus amigos lo aturdían, él no hizo sonido alguno, al cerrar sus ojos de
nuevo un chorro de sangre caliente escurrió por su cara. Todavía estaba vivo.
Minutos después Haru vio su mano usar sus últimas fuerzas por escapar de la
tumba, saliendo de su martirio, abrazó a su amigo y lloró desconsoladamente.
Hacía días que no veía a su madre, ni siquiera en sueños, verla una vez más
justo antes de morir, fue un alivio en su alma. Anhelaba un abrazo y unas
alentadoras palabras y consejos, dotados con esa tierna voz tan amorosa.
—Estás bien. Ya, ten calma. No te íbamos a abandonar, no pienses eso... Hei
no nos dejó ayudarte, apuesto que esperaba lo peor, calma ya, deja de llorar —
dijo Haru secando sus lágrimas—
—Vi a mi madre, ella me dijo que no me diera por vencido, lo que pasó con
Kenta no fue mi culpa ¿tengo razón? Hice lo que pude, Hei me venció... De no
actuar como él lo deseaba, todos moriríamos... —sollozó—, —No te culpo por
lo de Kenta, creo que todos intentaríamos salvarlo, pero no lo hicimos. Nadie
se hubiese atrevido a retar al ángel, probablemente pensarás que no eres un
líder, para mí eres un líder muy bueno. Seguimos vivos porque nos trajiste
aquí, no importa si no estamos con los que queremos.
—Abrazándolo fuertemente Oliver dijo —Gracias—.
—Creo que jamás entenderé lo que Haru te dijo, yo creo que eres un buen
amigo... Kenta diría lo mismo, él sabe que no lo dejaste morir en vano,
luchaste por rescatarlo. Estaría muy contento si sabe que sobrevivimos a esta
desdicha —dijo Brian, —Odio decirlo, Brian tiene razón. Ahora sigamos, nos
queda un trayecto por recorrer, siempre que estemos juntos ¿qué podría ser
peor? Nos tenemos uno al otro y no tenemos más.
—No se diga más, Rovan nos espera..., ¿Qué es eso? —. Dijo al ver una mano
extraña saliendo de la nieve unos metros más allá de donde lo sacaron, una
mano congelada y sepultada por la nieve hace mucho tiempo. —¿Es eso una
mano? Alguien más murió cruzando este lugar, vámonos ya... No quiero ver el
cuerpo —comentó Azucena —Podría ser Kenta —dijo Brian, —Oliver
interrumpió— Eso es imposible, lo dejamos hace horas, ese cuerpo se ve de
meses, incluso puede ser de más tiempo.
—Saquémoslo —dijo Brian —Así sabremos quién era... Curiosidad, simple
curiosidad.
—Bien. Ayuden a sacarlo ¡Haru! Tú observa si Hei está cerca, —Yo no quiero
ver —mencionó Azucena—
—Este muerto tiene años, los ojos los tiene casi consumidos por el hielo... —
Oliver... ¿Ya viste? Trae una espada consigo, recógela... —Tienes razón Brian,
está muy bien para haber permanecido mucho tiempo bajo el hielo, wow...
¡Está en perfecto estado! Ve... Jamás vi una hoja tan fina como esta, la
empuñadura debe ser de alguna piedra fina, la vaina es de metal... ¿Sería este
un importante guerrero?
—Lo dudo, mira aquí hay un diario... No puedo leerlo, está escrito en un
idioma distinto, llevémoslo con Rovan, le preguntaré que significan estas
letras extrañas.
—¡Hey Taro! Es mejor irnos de aquí, ya lo vi... Está volando en círculos de
nuevo, mejor sigamos... Y lleva esa espada contigo —dijo Haru obligando al
resto a continuar.

Un cadáver oculto en la nieve con una espada de fina hoja, de un tono


metálico oscuro muy reluciente, una empuñadura hecha con el diente de una
serpiente marina, el cual se sentía duro como el mármol, y una vaina decorada
con distintos grabados y runas que dejaban un mensaje en sí, ¿quién fue el
dueño de esa arma? Además del diario, el viajero llevó botellas de cristal que
alguna vez tuvieron cosas como polvo de oro, agua y hasta esencias de
espíritus. El misterio del viajero apenas comenzó.
—La vida dio importantes cambios para muchos a lo largo del tiempo, eso es
de agradecerse, mas este invierno creo yo que es de una maldición que trajo el
dragón consigo. ¿Recuerdas? El dragón de las entrañas cálidas de la tierra, el
dragón que causó ráfagas de viento en los bosques, ese que habitó las
montañas de piedra... Todos ellos extintos con el paso de los años, al igual que
muchas razas que existieron aquí, entre ellas la mía —Eso muchos ya lo
sabemos, la verdadera pregunta es qué haremos para detener esto antes de que
cause mayores estragos, las calamidades de los dioses están haciéndose
presentes día con día, lo que yo temo no es que el dragón nos sepulte bajo el
hielo; eso no es de temer, hemos de temer cuando la tierra sea estéril y
empiecen guerras por temer su control, ¿No lo crees Rovan?
—Aakab, llevamos horas discutiendo lo mismo, necesitamos parar, no sin
antes llegar a un acuerdo que sea real, efectivo y nos ayude a cambiar la
maldición de Tharmandor, ¿Qué es lo que has visto? Yo he visto a los Faon
unirse con los cazadores de la pradera, he visto a un dragón volar los cielos, he
visto a tropas atacar Darumina... Esto está siendo causado por algo, dice Hei
que vio un agujero negro en el cielo, no pudo acercarse; no ha vuelto a
aparecer desde entonces, —No estoy convencida con lo que el ángel dice, me
llegan rumores de que hay lugares donde el invierno no ha terminado con la
vida... La mística jungla de Manya es uno de ellos, allí en el extremo del
mundo la tierra sigue siendo como siempre lo fue, pero yo sé que más allá, en
la torre de Neradehn el dragón tiene su guarida, tarde o temprano esta
capitanía debe largarse de aquí o moriremos, mi pueblo busca un lugar para
vivir, y está aquí en alguna parte...
—Hay otro asunto del cuál no te he hablado —dijo Rovan. —Y existe algo
que debes saber también —añadió Aakab —Comienza tú primero Rovan, te
diré lo que yo sé...
—Hace un tiempo, no mucho para ser preciso... Llegó un humano, un humano
que vino de otro mundo, un mundo distinto a todo lo que hemos visto, devolví
a ese humano a donde pertenecía, usando un fragmento del espejo de kranos.
No pasó mucho, antes de que volviera con más de su especie, él vio su mundo
ser consumido por los Deuron —¡Ah! ¿Los espectros? —interrumpió— Eso es
justo de lo que quiero hablarte, es algo de lo que tú recuerdas seguramente...
Incontables eras atrás, en el reino de Lekarstva hubo uno de tu raza, uno que
amaba la música y la usó para hacer el bien... Todos en el reino lo conocían
como Tkanao, el ambicioso joven se marchó del reino buscando aprender
melodías mágicas en todo Tharmandor, ahh pero quiso todo para sí mismo, y
cuando volvió sólo dibujó horror en el rostro de los pobladores... En algún
lugar encontró el tercer fragmento del espejo y se convirtió en un espectro
capaz de hacer daño con la música que tocaba, fue entonces cuando los
sacerdotes tomaron el caso y sellaron al espectro encarnado en el cuerpo de
Tkanao en las catacumbas de Lekarstva... Eso tú lo has de recordar; viviste
esos días ¿o me equivoco?
—No, sí recuerdo... Yo estuve ahí cuando predicaron un conjuro que lo selló.
Todavía recuerdo el reino devastado y esa música, no entiendo cuál es tu
punto... —Tkanao escapó de su sello. —Rovan se impresionó ante las palabras
de Aakab—¡No puede! Es imposible —Ya pasó, y por lo que cuentas escapó a
otro mundo ¿cómo? No me explico, el espectro pasó a otro mundo y cuando el
humano usó el espejo sus ejércitos sombríos lo hicieron... Ningún mortal sería
capaz de romper el sello, y el espectro no es suficientemente fuerte como para
salir de este mundo por su cuenta, ¿quién tiene ahora el tercer fragmento del
espejo si cuando Tkanao invadió Lekarstva no lo tenía consigo? Hasta dónde
yo sé, el segundo fragmento está en tu poder. —Ya no más. Hei lo destruyó
para evitar que los Deuron nos alzanzaran.
—¿Me has de hacer apear? —preguntó Rovan, con más confusiones.
—Cree lo que gustes, o no creas... Por otro lado ¿Dónde están los humanos
que llegaron a este mundo?
—Están en camino, no tardarán en llegar. ¿Los recibirás?, —Sin duda alguna,
estoy segura de que estarán bien si se quedan aquí unos días, nosotros estamos
por irnos, pero si quieren vivir ¡Vayan al otro lado del bosque! Al oeste, allá el
invierno está lejos de llegar, lo sé ya que las aves que migran me lo han dicho,
y cómo no creer en ellas.
—Te lo agradezco Aakab —mencionó el viejo.
—No me agradezcas, primero deben llegar los humanos a salvo.
De vuelta al acueducto Hei tenía a merced al grupo, amenazándolos
constantemente, diciéndoles que si hablaban lo ocurrido, acabaría con todos
ellos. Rovan no debe saber lo que le ocurrió a Kenta.
—Veo a alguien en un caballo al final del acueducto, ¿ya hemos llegado? —
preguntó Haru a Hei, sin embargo, el ángel lo ignoró.
—Rovan dijo que lo veríamos en el transcurso, no sabemos dónde estamos y
nunca apareció en ninguna parte —comentó Oliver.
—El viejo iluso está por allá, suban el monte... Yo voy tras mi presa, de hablar
ustedes serán la carnada perfecta para lo que quiero cazar, no lo repetiré una
vez más —dijo antes de extender sus alas y desaparecer en la tormenta.
—¿Eh? Entendí mal o ese tonto quiere cazar al dragón —pregunto Azucena —
¿Cazar al dragón? Hm no es mala idea, no lo he visto pero apuesto a que Hei
no podrá hacerlo, lo dice para volar y alejarse de nosotros, que viéndolo bien
es mejor —comentó Brian.
—Paren ya de hablar... El tipo del caballo sabe dónde está Rovan,
preguntémosle —añadió Oliver.
—Su llegada es esperada con ansias, mi nombre es Dënuvok, soy hijo de
Aakab, señora de los centauros y capitana de estas tierras —comentó
extendiendo su mano para ayudarles a subir.
Los cuatro se sorprendieron de contemplar al joven centauro, una criatura que
existe sólo en los cuentos, en la mitología y en las ilusiones de un mundo
extraño. Amablemente los ayudó a subir y los condujo hasta la entrada del
reino expandido en el interior de las inhóspitas montañas.

Capítulo VIII: La leyenda de los


relatos.

En este capítulo se narran sólo algunas de las tantas historias ocurridas en la


misteriosa y benévola tierra de Tharmandor, cuando los campos verdes
brotaban luces de esperanza, las aves migraban de norte a sur buscando un
lugar para anidar y los elegantes corceles trotaban sin parar las llanuras
infestadas de flores.

Reminiscencia



Muchos creen o no en estas viejas historias, algunas muy cambiadas por el
paso del río que el tiempo mismo trajo, sí, hablo de cuando los dioses crearon
el mundo, pero ¿qué es un dios? Me han afirmado que es alguien superior a
todo lo que hemos visto, que existió hace tiempo y ya nadie lo recuerda... Eso
me lo han contado, yo no lo sé. Lo que sí sé es que estas historias fueron el
único legado que ellos nos dejaron. Nosotros como semejanza suya, o ellos
como semejanza nuestra.

Infinitas eras atrás, mucho tiempo antes que el mismo tiempo tuviese
nombre... Allá en algún lugar que pocos pueden imaginar y que muchos dicen
conocer, existió o existe la divinidad, esos seres perfectos que todos imaginan,
será uno o varios, quizá muchos formando un sólo cuerpo. Dicen las antiguas
palabras que allí existieron cinco hermanos. Cinco hermanos cuyo destino fue
crear un mundo donde todo existiese en perfecta armonía y formar así un
paraíso, no llevar el paraíso más allá, hacerlo inalcanzable un paraíso en el
cual cada criatura fuera capaz de gozar de lo maravilloso que es el don de la
vida.

La divinidad es tan misteriosa y tan sabia que los mortales jamás
descifraremos su misterio por más que nos esforcemos, el don de la vida es un
misterio que puede darse, pero también puede arrebatarse. Ninguna raza
llámese pura, animal, mortal o inmortal pudieron conocer a su creador, cinco
hermanos cuyos nombres se perdieron, cuyo rostro nadie vio y cuyo legado es
cuestionado por siempre.
Sahörn, fue el nombre que las leyendas asignaron al mayor de ellos, una figura
divina representada con un orbe tallada en zafiro oscuro. Sahörn representó
alguna vez la armonía entre los mundos de la luz, creado por sus hermanos y
el mundo oscuro, creado por él.
Siendo el mayor de todos, su deber fue vigilar eternamente a sus hermanos
menores, cuando crearon el mundo, él les recordó que el equilibrio verdadero
está en las fuerzas de la luz y las fuerzas oscuras, pues, aunque no lo parezca
parte de la oscuridad es luz, y parte de la luz es oscuridad.

Lúa, la diosa que es representada con una esmeralda, con su alegre cantar se
formaron estrellas, rocas y los mismos astros que dan origen a un eterno y
magnífico universo. Lúa hizo encender con luz blanca a una estrella, una muy
grande y enseguida el resto de los astros se juntaron en torno a ella, todos más
pequeños tomaron curso y giraron a su alrededor... Después el infinito
universo llénase con estrellas y planetas coexistiendo entre sí, lo que hizo al
más grande e interminable. El poder de Sahörn combinado con el de Lúa
dieron origen al tiempo, y las grandes estrellas tomaron diferente color.
Ykaō, llamado así por los pueblos del sur, el hermano menor de todos ellos
eligió uno de los astros, derramó una lágrima sobre este y los grandes océanos
se formaron, Ghan y Moragh los gemelos hicieron emerger tierra del oscuro
abismo del mar, el tiempo mismo formó enormes masas que rodeó el mar.
Juntos el poder de Lúa, Ykaō, Ghan y Moragh concedieron el don de la vida a
todas y cada una de las razas que han habitado el mundo en todo su horizonte,
desde una insignificante libélula hasta los dragones que surcaron los cielos
alguna vez.
Lúa y Moragh, las diosas de la prosperidad juntas concedieron fertilidad a la
tierra, plagándola de árboles, arbustos, plantas, musgos y helechos, Moragh
quien se representa con un anillo de oro blanco sopló con toda su fuerza,
creando las inmensas nubes que se ven desde cualquier parte, un mar pero en
lo alto del cielo. Las nubes se precipitaron, llovió bastante durante mucho
tiempo, loas arbustos se convirtieron en enormes árboles, los arboles juntos
vieron nacer al bosque de occidente, gran hogar para todos los animales que
Ghan pensó y se hicieron realidad, Lúa dio vida a la raza que habita las
entrañas del bosque, esa misteriosa raza que no es vista por cualquiera y que
apenas se conoce de ella...

Las montañas de fuego y su gente fueron creadas por Ghan, cuando este
derritió una roca y le dio vida concorde a su imagen y semejanza, por eso en
aquellos lugares le son tan fieles, por eso la gran estatua que mantiene con
vida el fuego de las montañas yace mostrando la imagen que esa gente tiene de
él, ¿Qué representa a Ghan? Seré sincero, no recuerdo... Ningún libro
menciona algo así, la verdad es que las leyendas pierden su verdad con el paso
de los siglos, Lúa, Ykaō, Ghan y Moragh dieron vida a todo ser viviente, las
praderas fueron destinadas para los lobos, los rebaños y manadas, así como a
otras criaturas que se les puede encontrar, todo empezó con armonía perfecta.

Los cuatro dioses construyeron una torre en el corazón de la montaña, de ahí
llamada la torre de los dioses, es tan alta que se puede apreciar cada rincón del
mundo desde la cima; en la cual cada uno forjó una espada que alojaba su
nombre, el de sus razas y su mismo honor, todas ellas en un pedestal. En cada
punto estratégico los dioses otorgaron vida a una figura que estaría allí para
orar y mantener la paz entre raza y raza, no fueron deidades... Únicamente son
espíritus guardianes, dicen que tuvieron templos en su era, no hay vestigios de
que estos espíritus fueran reales, yo lo sé.
Al morir todos los seres vivos regresaban a la divinidad, con los dioses y ellos
les pedían volver al mundo, pero con otro cuerpo, dicen que la fuerza del amor
fue tan grande que incluso las almas enamoradas se reencontraban en la tierra
de los mortales... Un mundo muy cercano al paraíso, de hecho, los cinco
hermanos le asignaron el nombre de Tharmandor, cuyo significado no puedo
acordarme o no quiero hacerlo, recordé hace poco que Tharmandor significa
tierra de grande poder... Tiene un significado muy olvidado, alguien una vez
me dijo que este es el paradero de muchas almas perdidas... Es complicado de
creer y mucho más de explicar.

Si bien algo es cierto, ninguna raza era libre... Llámese minotauro, cadirus,
centaruro, esfinge, vampiro o incluso los bellísimos y puros ángeles
mensajeros de los mismos dioses. Todos adoraban a su dios correspondiente y
veneraban a su espíritu protector, sí... Fue hasta que Ykaō imaginó al hombre,
una criatura que bien no tiene la destreza y la habilidad de la gente del bosque,
las escamas de un dragón, la fuerza de la gente del fuego, las alas de un ángel,
los colmillos de un lobo y no es rápido para siquiera atrapar un conejo el
hombre tiene algo que los demás nunca podrán: Libertad.
No vivirán siglos, no son inmortales, aunque esto sea su mayor anhelo, el
hombre puede acabar con los dioses.

Ykaō creó a los üra, mi raza. Similares a los hombres, pero muy diferentes,
hoy en día no quedamos muchos de nosotros, los pueblos vienen y van, pero
los hombres han prevalecido, el cuarzo que representa a Ykaō comenzó a ser
odiado entre sus hermanos, si bien los dioses no pueden pelear entre ellos,
pueden hacer que sus fieles lo hagan. El tercer hermano dijo "Mientras el
hombre crea este ha de tener límites en su conciencia, lo importante es que no
olviden que forman parte de algo divino".
Creo que sus palabras son ciertas, mientras el hombre crea jamás se siente
abandonado, mas cuando deja de hacerlo su vida no es la misma, fue esa
libertad del hombre la que declinó la armonía construida por siglos. Las
diferentes razas de Lúa, Ghan y Moragh comenzaron a exterminar a la raza
humana y aquellas que consideraban débiles, fue así como el paraíso dejó de
ser lo que nunca sería, Sähorn el mayor de los hermanos aprovechó lo que
estos omitieron, él dijo que los poderes de luz y oscuridad son uno sólo, sus
hermanos lo sabían, lo omitieron al crear Tharmandor y por eso el edén dejó a
las criaturas a un lado.
Ykaō le dijo a su hermano: "La paz no se restaura con grandes poderes, esta
vuelve con pequeñas acciones que cambian algo para bien en el interior del
prójimo", Sähorn rechazó las palabras de su hermano, pero ahhh considero yo
que Sähorn fue demasiado lejos...

El enojo que hubo en él sacudió cada rincón de la tierra usó todo su poder para
crear un nuevo mundo, uno en el que los espíritus, los espectros y los
fantasmas creados por él mismo llenaron de vida oscura ese triste mundo en
desolación, muchos poderes se esparcieron por todo Tharmandor, unos que los
mortales no resisten y los inmortales temen, no existen palabras para describir
las atrocidades que todos padecieron, fue el miedo el que aplacó la sed de
guerra de todas las naciones. Los Deuron fueron creados por Sähorn, así como
muchos otros espectros, de ahí es donde se le considera el dios de todo lo
invisible, al menos lo es para los mortales.

Sähorn fue adorado por miedo a causar una calamidad, sin embargo, antes de
partir con el resto de sus hermanos para siempre su poder se dividió en cuatro,
cada fragmento con una magia tan oscura y maligna capaz de desterrar a los
espíritus guardianes, aniquilar a los ángeles y a toda criatura inferior; los
cuatro fragmentos son ángeles negros. De despertar el poder de uno sólo, o de
unirse todos, no quedará vestigio alguno de la vida como la conocemos.
Sähorn dejó un espejo en la ciudad de Kranos, en el oráculo del mar de nubes,
nación de los ángeles. El espejo debe estar oculto de todo alcance, pues es la
única puerta entre nuestro mundo y el de los espectros.
En este tiempo percibo un poder extraño, muy lejos de aquí, mis rezos son a
los dioses para evitar que sea un ángel negro, si bien los mortales no podemos
matarlos, hay un arma que los antiguos fundadores de Auros, la gran ciudad de
las montañas de piedra, fabricaron para estar precavidos, un tipo de flechas
que, por sus anécdotas, pueden destruir a cualquier espectro.

Finalmente, ¿tienes dudas acerca de todo esto? Yo sé que sí, utilizar la palabra
crear, es sin menor duda un concepto que los mortales usan para explicar
motivos que su razón no podrá hacerlo; mucho de lo que pasó no pudimos
presenciarlo, pero no veo el porqué de blasfemar y decir que nada de esto
existió, hay una historia, ocurrió antes de nuestros días, mucho antes, no
obstante, los partícipes de esa gran travesía son recordados por los hombres,
aquellas criaturas que se corrompen fácilmente y dejan de creer. Fue la historia
que te prohibí leer cuando eras joven porque quise guardarla hasta el momento
en que tuvieses este escrito en tus manos. Esta es la historia del hombre
llamado Daruhan.

Todo comenzó un día en el bosque de occidente, cuando la raza humana y la
del bosque convivían como hermanas, los árboles y todos los animales que
andaban por el suelo respetaban el mandato de ambas razas, fue entonces
cuando el caos comenzó...

La raza del bosque explotó a los humanos tanto como pudo por casi setenta
años, un periodo de tristeza y dolor en el corazón de estos. El antiguo
parlamento formado por todas las criaturas que habitan el bosque y sus
respectivos líderes, aprobaron la esclavitud de la raza humana por parte del
reino más poderoso.
Entre las pequeñas aldeas construidas entre el follaje inmenso nació Daruhan,
en una familia humilde de artesanos que complacieron los caprichos del
monarca forestal. La raza de las tierras verdes uso a los humanos en su
beneficio, con ellos construyó palacios, templos, santuarios y salones.

Un día el monarca elegido por la gracia de la diosa Lúa, deliraba
constantemente, mandaba expediciones dirigidas al oeste, la tierra inhabitable,
los adivinos y sacerdotes predijeron que una extraña fuerza provenía de allí,
sin embargo, él y su arrogancia comenzaron a ver que cada día había más y
más humanos profanando las tierras sagradas del bosque, agradeciendo a la
tierra por la vida y no a la diosa color esmeralda. Lo inimaginable ocurrió, la
raza del bosque junto con los Kurou y otros animales atacaron las aldeas
humanas, causando la mayor masacre de estos en toda nuestra historia.

La familia de Daruhan fue asesinada justo delante de él, sus viejos padres y su
prometida… Más tarde a él lo engrilletaron en un árbol donde los buitres
hacían sus nidos, no pasaría mucho tiempo antes de que las aves lo
descuartizaran para alimentar a sus insaciables crías, y por si fuera poco las
imparables lluvias hacían que una gota cayera del nido hasta su cabeza
repetidas veces.


“Madre tierra, padre tiempo ¿Es este el castigo que Ykaō les ha ordenado
poner sobre mi espalda?, ¿Mi familia estará en la eterna gloria si le entrego mi
alma a nuestro benévolo señor?” Eso fue lo que Daruhan repetía, hasta
volverse loco por el agua que cayó, cuatro días pasaron, estaba al borde de la
muerte hasta que unos sobrevivientes lo rescataron.

Sus nombres se perdieron, ya que cuando hallaron el cuerpo de Daruhan en la
pradera, sólo una persona conoció su nombre, el resto falleció en la travesía,
pero ahora no quiero tocar ese punto. Es momento de contarte la verdadera
razón por la que la raza del bosque odia a los hombres.

Refugiados en las entrañas de la tierra todos los sobrevivientes preparaban una
venganza por lo ocurrido, era de saberse que el monarca mandaría a sus
soldados de vuelta por los sobrevivientes para así continuar con su imperio y
no quedarse sin esclavo alguno, de eso no tengo duda. Los hombres formaron
un ejército de apenas doscientos, ¿cómo podría un ejército de tan poca fuerza
vencer a la armada más poderosa e importante de Tharmandor? Muchos
escribas creen que planeaban debilitar al imperio al dejarlo sin esclavos, otros
creen que fue una locura.

Sin importar cuán poca fuerza tuviese su ejército, los hombres atacaron dos
noches después de la masacre, nadie recuerda cómo fue que ellos entraron a
tan tremenda fortaleza, sin mencionar que la raza del bosque tiene mucho más
fuerza y mayor tamaño que un simple hombre; estos pelearon bajo la idea de
una independencia total de la raza maldita, pero al final creo que fue porque
Daruhan era un joven ambicioso, buscaba la sabiduría y el poder
constantemente, fue este último que hizo que hasta el hombre más honorable
de todos se corrompiese.

A las afueras del bosque, los jóvenes soldados entrenaban hasta que sus huesos
se rompieran, espadas y escudos de madera, acompañados por hachas y lanzas
fueron las principales armas, el maestro de Daruhan era apenas unos años
mayor que él mismo. Los mejores estudiantes fueron designados a infiltrarse
en lo profundo del castillo y acabar con el prepotente monarca, Daruhan
practicaba con una lanza, aquella misma que su padre usó para defender a su
familia de las garras de los ciegos soldados.
En verdad hubiese querido observar los movimientos del joven guerrero, dicen
que eran únicos, nadie de sus compatriotas se atrevía a desafiarle, no obstante,
la sed de venganza era el combustible que le impulsaba a vivir todos y cada
uno de sus días, la prueba máxima para esos guerreros era enfrentarse a una de
las bestias más temidas de aquel tiempo: El oso pardo.

Una tarde casi al anochecer, seis, sólo seis hombres salieron en busca del gran
trofeo, entre ellos una mujer que se dice, sus habilidades de seguir rastros eran
impresionantes. La leyenda cuenta que ella estaba enamorada de Daruhan,
nadie lo recuerda ahora, él buscaba terminar con el monarca, al menos eso
cuentan, la realidad es que el soldado élite tenía oscuras intenciones de tomar
la esmeralda que representa a la diosa Lúa, gema única, fuente de toda vida del
bosque; después de conseguir el rastro encontraron una cueva, he allí una osa
con tres pequeños oseznos, según las tradiciones de los hombres que habitaban
el bosque, quien fuera capaz de terminar con el animal usando un solo cuchillo
y la fuerza de sus manos, sería considerado un líder ante todos los demás.
La osa hizo entrara a sus pequeños en la cueva, sin temor enfrentó a todos los
soldados, todo por proteger a sus hijos. Uno esta tremendamente equivocado si
cree que seis humanos son suficientes para un oso, la verdad es que un zarpazo
de un oso lleno de furia resquebraja la armadura más resistente del caballero
más valiente, ninguno pudo herir a la osa, al contrario, esta lastimó
gravemente a la rastreadora arrastrándola por las rocas y aplastando su cuerpo
con esas garras inmensas, el resto trató de acercarse, pese a la presencia de los
humanos, la osa no se acobardó, cada pedrada o rasguño del frío metal la
llenaba de rabia.

El astuto Daruhan aprovechó cuando sus compañeros distrajeron a la bestia y
este se acercó cuidadosamente a la cueva, tomó a un osezno por una pata y sin
recelo, remordimiento o piedad por la vida del pequeño, deslizó el cuchillo por
su cuello. La madre rugió con todas sus fuerzas, sintiendo el dolor de su
cachorro, tumbó al asesino y mordió su brazo, casi despedazándolo, con su
otra mano libre, Daruhan apuñaló a la osa en el cuello, esta lo sacudió con
fuerza y posteriormente intentó despedazar la cabeza del guerrero con sus
fauces, este rápidamente encajó el arma en la garganta del animal,
derribándolo de inmediato.

Agonizando, escupiendo sangre, intentando levantarse para luchar la osa miró
a Daruhan a los ojos y le dijo “¿Qué ha hecho de mal una madre que cuida a
sus hijos? Nunca devoramos hombres, ni les hacemos el menor de los daños,
¿Por qué han venido a asesinar a mi familia?” Daruhan, preparado para darle
el golpe de gracia le contestó “No es personal, tú vida servirá de mucho para la
mía”, sin dejarde agonizar la osa añadió “Mi único pecado fue cruzarme en
vuestro camino, le has quitado todo a mis hijos como seguramente te
arrebataron todo, ¿A esto te dedicas?, ¿Esto te satisface? Las personas fuertes
otorgan perdón, los que no lo son acuden a la venganza, los sabios olvidan,
¿Tú que eres?”, Sin siquiera escuchar, la apuñaló en el corazón. La tarea más
importante de un guerrero se completó con la muerte de inocentes. Los otros
cinco llevaron el cadáver del animal hasta los campamentos, donde se celebró
un festín aquella noche, el pelaje del animal fue utilizado para elaborar una
vestimenta de guerra para Daruhan, los cachorros que escaparon de la muerte
fueron enjaulados como trofeo para los otros cinco que se enfrentaron con el
peligro.

No faltaba mucho para el día del ataque al castillo, atacarían en un anochecer,
pues era la entrada del verano y la raza del bosque haría un festival,
celebrando la caída de la raza humana y el bello porvenir que ofrece la
estación de las eternas lluvias.

La gente del bosque se reunió esa noche frente al palacio, en la plaza principal
y en los salones sagrados, ahora que lo recuerdo, todavía no lo creo, el pueblo
más fuerte de todo Tharmandor en una festividad, completamente indefenso y
sin tomar precaución. Después de todo eran tiempos en los que la paz reinaba
sobre todos los reinos, o al menos eso pensamos.
Luces de colores, música y danza, acompañados de muchos artistas
maravillosos de las tierras verdes, una noche tranquila y calurosa por la
entrada del verano, justo en ese momento los hombres avanzaron, tuvieron al
enemigo en su propia casa y jamás lo notó nadie, incluso los soldados del
bosque descansaron ese día.

Luego de la media noche, la venganza planeada por meses se desató. Un grito
de batalla reclamó por las vidas humanas asesinadas injustamente, en medio
de la noche los hombres atacaron el palacio y quienes se encontraban allí
dentro, la primera legión acabó con los que disfrutaban el festival, la segunda
con los pocos guardias que estaban en la entrada del palacio, la tercera se
enfrentó a la guardia personal del monarca, dando oportunidad a Daruhan y
los otros cinco de infiltrarse en el castillo y terminar con su majestad, muchos
guardias del bosque cayeron en manos de los hombres, pero tendré que decir
que el monarca movilizó a las tropas que superando en número terminaron
pronto con la rebelión de los mortales.
El objetivo era terminar con el monarca de una vez por todas, mas no contaron
que este se atrincheró en alguna parte del palacio y que ahora los guardias iban
tras ellos, Daruhan abandonó a los suyos por ir en búsqueda de la esmeralda,
unos guardias fueron tras ellos, los jóvenes guerreros los enfrentaron con
valentía y rigor, pero para vencer a la guardia del palacio del bosque se
necesita eso y mucho más.

La legión de hombres avanzó por la puerta del castillo, obligando a su
majestad a buscar refugio en otra parte de su amado palacio, su guardia
personal recibió la orden de atacar; pero este utilizó los pasajes secretos de los
salones sagrados para llegar donde la esmeralda y encontrar refugio. Pero
jamás de los jamases notó que alguien lo perseguía, Daruhan anhelaba tener la
misteriosa esmeralda entre sus manos, pues quién sabe qué iba a pasar una vez
que un humano pudiese gozar de su inmenso poder.
El monarca llegó a una sala gigantesca, llena de flores de incontables colores y
aromas, justo al fondo de la sala se encontraba un pilar de oro y sobre él una
fuente, en medio de esa fuente descansaba la bella esmeralda, el rey subió el
altar, se postró y rezó a la diosa Lúa pidiéndole sofocar la venganza de los
hombres, demasiado tarde. Daruhan sorprendió al monarca con la espada al
cuello, este sólo asintió con la cabeza a lo que el ambicioso guerrero decía,
peo es de tontos que el monarca más poderoso de toda la tierra, elegido de Lúa
y fuerte esclavizador de la raza humana iba a ceder todo el poder del reino en
manos de un sucio hombre, así que con una lanza oculta entre sus ropajes
enfrentó a Daruhan, dispuesto a matarlo antes que colocase siquiera un dedo
en la esmeralda; el joven ardió en venganza, chocaba armas con su oponente,
recordando todas y cada una de las técnicas que aprendió en la pradera,
recordando el dolor de pelear con la osa, su oponente, el más digno de todos
los que pudieron enfrentarlo, se vio meramente ridiculizado ante los
movimientos de su verdugo, no obstante un pequeño error del monarca lo
llevó a su juicio final.

En el suelo completamente vencido el monarca tratando de salvar su vida,
cínicamente le dijo al muchacho “La venganza no es un acto de un hombre
sabio”, Daruhan se detuvo al recordar las mismas palabras de la osa justo antes
de morir, una vez muy en el pasado escuchó a su madre decir lo mismo a su
padre, y al recordar eso, sus ojos se llenaron de más odio y le contestó al
monarca “Los dioses no me lo enseñaron, gracias a ti aprendí a odiar.”
La raza del bosque no tardó en sofocar la rebelión, aplacando a los hombres,
dentro de la sala más sagrada de todas. La guardia intervino en el juicio de su
majestad y le salvó el pellejo, tomando a Daruhan como rehén y llevándolo
frente a todos los rebeldes el general les cuestionó “Por uno pagan todos o por
todos pagará uno” Los heridos contestaron “¡Mátenos a todos!” defendiendo a
su mejor guerrero, pese al alboroto el monarca apareció y aconsejó a sus
súbditos no derramar sangre impura sobre las tierras de Lúa y el espíritu del
bosque.

Todo aparentó tener una solución, pero fue un completo cuento de hadas, la
raza de bosque aceptó el golpe que los hombres les dieron; pero su majestad
ejecutó a Daruhan frente a todo su pueblo. En los textos hallados en la
ciudadela del sur dice que el monarca lo mandó a colgar, la leyenda que lo
decapitó y la cabeza de este todavía se encuentra en un salón de objetos de
guerra, la raza del bosque dice haber ordenado a los hombres apedrear a su
mejor guerrero. Lo leí en todas fue que posteriormente a esto, el cuerpo de
Daruhan fue arrojado al río, de esta manera el agua se llevaría lejos la maldad
de este.
Siempre pensé que esto no es lo que realmente hizo grande el nombre del
joven soldado, fue el superar la barrera de la muerte y la vida, volviendo para
salvar a su pueblo de la extinción, tal cual como lo estás leyendo, Daruhan
volvió días después de ser “asesinado” por lo que pienso que nunca murió o de
alguna manera el poder del bosque le devolvió la vida. Los temerosos hombres
vieron morir a sus cinco mejores soldados. Poco después de la trágica muerte
del guerrero élite, la vida y los espíritus del bosque lo rescataron de las manos
del oscuro abismo; mientras la muerte esperaba por todos ya que el monarca
inició una cacería para acabar con toda la escoria que invadió su reino,
Daruhan salió del río en el cual su cuerpo descansaba, algunos hombres
cuentan que este último se corrompió y se convirtió en un hombre tan amalo
que ni el infierno mismo lo quiso dentro de sí.

Al retornar con su pueblo esparcido como un rebaño de ovejas ante un lobo,
Daruhan hizo que todas las madres, sus hijos y los guerreros sobrevivientes
salieran una noche para encontrar un lugar muy lejano y poder subsistir sin
intervención de ninguna otra raza. Los menos afortunados fueron los jóvenes,
heridos y huérfanos quienes esperaron a la muerte lentamente, sufriendo de
hambre y desolación, los más fuertes lograron alcanzar el paso de los
afortunados seguidores de Daruhan.

Impensable e increíble, el joven abandonado, guerrero élite que hizo temblar
de miedo al monarca más poderoso de toda la tierra, resucitado de las aguas
ahora se convirtió en soberano de los desterrados hombres, quienes caminaron
milla tras milla hacia el oeste, tierra de nadie.

Adentrado en las tierras que nadie ha logrado llegar, encontraron una
cordillera de rocosas montañas en medio de una jungla densa, la vegetación lo
habría cubierto casi todo, en el suelo la suave arena presenció la llegada de
intrusos. La comida y el agua se comenzaron a agotar, Daruhan y su gente
comenzaban a padecer el haber abandonado la comodidad del bosque, pues
dicen ellos que luego del bosque existe un desierto y praderas donde no hay
mucha agua, mucho más allá la jungla los abrazó… se perdieron varios días…
Los ancianos y otros hombres me han contado que la gente exhausta arribó a
un extraño paraje, un templo completamente abandonado, lo que narraron
todos los ancianos fue que encima de dicho templo se encontraba un viejo
navío, un gran barco que de alguna manera llegó hasta allí, la selva se disipó
cuando la niebla dejó ver el templo a lo lejos; las dunas de arena se
interpusieron entre la jungla y el templo, adentrarse en lo desconocido era la
última opción que los hombres tuvieron.

Una vez dentro del gran templo, recorrieron esos antiguos pasajes decorados
con pinturas, que representaban el origen del mundo, en la sala principal había
una gran roca, una roca de unos once metros de alto y un diámetro de ocho, en
ella estaban labradas dos serpientes, dando vueltas a la roca y finalmente
entrecruzándose para sostener una figura humana, las paredes del templo
estaban llenas de sarcófagos de gran tamaño, bañados en oro, adornados con
diamantes y otras joyas preciosas.

En el fondo se encontraba un trono, una vieja piedra partida por el agua que
escurre desde lo alto de la bóveda en tiempos de lluvias, a un costado está un
altar con velas encendidas, algo que intrigó a todos. Tan sólo una sombra y
una corriente de aire fueron suficientes para que los hombres pensaran en huir
despavoridos de ese maldito lugar, que por cierto el calor, cuentan que allí
dentro es insoportable, es parecido a un gran horno de piedra muy muy
antiguo.
En medio de todos apareció, el primer ángel negro conocido desde entonces.
Los ángeles que reinan en los mares de nubes, son muy especiales, pues como
ya te he dicho estos no tienen género, no son ni machos ni hembras,
simplemente ellos lo son… El origen de su descendencia es todo un misterio
que nadie podrá descifrar. Es muy diferente cuando hablamos de un oscuro,
estos dicen los relatos de los dioses, tienen género. Nada puede matarlos o al
menos nadie está seguro, pues de estos apenas se conoce de su existencia,
sabemos que no hay más de cuatro, en cambio un ángel puede morir, pero no
en manos de cualquiera, los dioses, los espíritus guardianes y seres de poder
superior pueden terminar con su vida, pues no sucumben a la vejez ni a las
pestes.

Volviendo a la historia, el templo no estaba solo, allí se encontraban un
puñado de apenas docenas de todo tipo de criaturas malignas para la raza
humana. Todos se escondieron entre las cuatro paredes, ocultos de todo el
mundo, aislados en las tierras de nadie.
Su líder, el oscuro recibió a los hombres como las criaturas desdichadas que
son, cuentan que Daruhan se enamoró del ángel, pues este tenía el encanto, la
forma excitante y la dulzura de una joven mujer, su voz. Un completo enigma.

El resto de las criaturas se unieron en defensa de su hogar, no obstante, ella las
detuvo justo a tiempo y les dijo a los desdichados hombres “Tomen lo que
necesiten y lárguense de aquí antes del amanecer.
Hambre de poder y odio llenaron el corazón de Daruhan, deseando capturar al
ángel y usar su poder para sí mismo, pero el pobre hombre jamás supo de lo
fuerte que es el poder de un ángel, ella no los vio como una amenaza,
simplemente los dejó irse en paz, después voló hasta el abandonado navío, su
guarida.



Al amanecer Daruhan llevó a los suyos hasta la jungla, a refugiarse les dijo
que todo hombre merece un lugar donde su vida sea estable, les recordó la
tiranía de la raza del bosque, su historia enorgulleció a los hombres, haciendo
verdad las palabras de su líder. Entonces empezó. El joven guerrero preparó un
ataque al anochecer, un asalto en el cual apoderarse del templo para
convertirlo en su hogar sería la única manera de garantizar un futuro sano y
próspero para las nuevas generaciones.

En realidad, Daruhan planeaba capturar al ángel para obtener su poder,
disfrazó sus intenciones con las de asegurar un futuro mejor, algo común en
los hombres cegados no por enfermedad o nacimiento, cegados por su propia
ignorancia, de esos te debes cuidar siempre.
Un número no mayor de ciento veinte hombres, incluidos niños, jóvenes,
ancianos y heridos se prepararon para aniquilar docenas de criaturas.
Minotauros, cadirus y pequeños dragones eran la mayoría. Llenos de orgullo
él y sus hombres destruyeron gran parte de la sala principal, las criaturas
defendieron como pudieron, usando sus dientes, garras y cuernos, sin
embargo, no fue suficiente, por parte de los hombres la mayor pérdida fue de
niños pequeños, quienes no tenían idea de cómo defenderse o de cómo usar un
arma, fueron separados de sus madres.

Las principales cámaras del templo cedieron ante la fuerza de los hombres.
Faltaba un pequeño detalle, las criaturas fueron derrotadas, pero su líder estaba
escondida en algún lugar del viejo navío en la cima del templo. Diez hombres
incluidos el joven Daruhan corrieron en búsqueda del mayor trofeo, y cuando
lo encontraron estaba retraído en el camarote, sin decir nada, de rodillas en un
rincón.

La bella amazona los miró de reojo mientras los hombres la ataron con
cadenas, la golpearon y le causaron heridas profundas, pues a puntadas con
una lanza de madera la hicieron avanzar hasta la popa del barco, Daruhan
atentaría contra su vida, obligándole a darle su poder. Al llevarla a la popa la
torturaron con todo tipo de armas, lloraba sangre al ver a su gente derrotada y
al ver a los infantes morir por una causa injusta e ignorante. Tan sólo un poco
de su fuerza la liberó de dichas cadenas, desapareció en el mismo barco, los
hombres quisieron recapturarla, pero uno a uno los eliminó sin siquiera
ponerles una mano encima.
Al único que mataría usando una espada oculta en el templo sería a su
prepotente líder, mejor aún pensó. No lo asesinó, lo hizo sufrir el resto de su
vida, el hombre intentó deshacerse de la bella amazona, el ángel voló en
círculos y desaparecía constantemente, así que lo sorprendió, chocaron
espadas y ella lo hizo caer desde un mástil del barco, no le puso una mano
encima, se dice que ese bello ángel tenía el poder de ocasionar cualquier
desgracia.

La caída fue letal, pues las viejas tablas al romperse con el hombre
golpeándolas con su caída, se hicieron tan filosas como estacas, justo dónde
este cayó una estaca le atravesó una pierna completa, el hombre intentó
salvarse a sí mismo, no pudo hacer mucho. El ángel llegó y de un solo córtele
arranco su extremidad, cortándole hasta por encima de la rodilla. La sangre
hizo que casi muriera, por segunda vez dirían muchos… Al estar tendido en el
piso exhalando lentamente, ella se acercó y le dijo al oído con su dulce voz
“Ganaste la batalla, pero perdiste la guerra”.
Luego bañó la espada con la sangre de su oponente y la levantó, ocasionando
una maldición que cubriría esas tierras de plagas y oscuridad por mucho
tiempo, sin pena por su víctima ella se alejó volando hasta desaparecer entre
los primeros parpadeos de un amanecer que nunca llegó.

Con el templo en sus manos los hombres desterrados tuvieron la oportunidad
de reconstruir una vida libre, esclavos de ellos mismos y de nadie más.
Restauraron el templo y construyeron viviendas, plazuelas y mercados dentro
de él.
El joven guerrero tuvo la desdicha de no morir por sus heridas de batalla,
sobrevivió. Lo más pertinente era dar gracias por tremenda tortura, por vivir
todos y cada uno de los días después de no ser el mismo. Pero ese hombre
ahora maldito, nunca supo cuándo detener sus ambiciones.


Décadas transcurrieron, mucho tiempo pasó antes de que la luz del sol
finalmente tocara con su suave mano aquellas tierras abandonadas, las
primeras flores brotaron de las moribundas arenas del templo el navío se llenó
de musgo y plantas que lo consumían… La maldición abandonó las tierras
brunas para siempre.
En todo ese tiempo, mucha gente se fue, muchos niños nacieron y la gente aún
era leal a la palabra de Daruhan, quien envejeció lleno de odio y resentimiento
hacia su vida misma, su locura empeoraba constantemente, al punto de perder
la cordura. El veterano salvador de la raza humana no pudo caminar sino
muchas décadas después de su trágica batalla, una muleta lo sostenía, no
mucho tiempo los médicos le fabricaron una pata de palo, con madera de
árboles de la jungla, muy resistente.

Un primogénito de una familia de artesanos tuvo un sueño, un sueño que lo
inquietó bastante. Hablaba de una extraña batalla entre dos seres, un lobo
blanco contra un águila, luchando en una tormenta, en un sinfín de tormentas y
lamentos ¿Qué fue ese sueño? Al platicarlo con sus padres y pedirles una
explicación, estos no supieron que decir, en una ceremonia de aniversario a la
batalla por el templo el joven se acercó y preguntó a uno de los sumos
magistrados lo que su sueño significaba, este le dijo que sin duda será el
comienzo de una nueva era, ¡Qué irónico!, ¿verdad?
Cuando el magistrado habló con Daruhan, este sumergido en su locura decidió
que era tiempo de buscar la venganza, una última vez, aunque a su avanzada
edad cayera en el intento. Así que el veterano líder mandó a llamar al joven y
a siete más, para embarcarse en una aventura sin sentido. Ahora el delirio lo
condujo a una fantástica desventura, llena de rencor y todo lo malo que puede
corromper a un hombre y no es material.

Con galardones fueron despedidos, sin rumbo Daruhan y su joven compañía
estaban decididos a ir al último rincón de toda la tierra para acabar con un
ángel que su misión cumplió. Salieron del templo ahora reclamado en nombre
de Ykaō.
En un par de días dejaron la jungla, el desierto de las almas; el gran bosque
ahora lleno de paz y tranquilidad entre las razas que viven allí, siguieron al
norte rumbo al Erial Encantado, fueron recibidos por una comunidad pequeña
de hombres, quienes les desearon suerte en su búsqueda, a su vez los jóvenes
predicaban la leyenda de los dioses y la crónica del ángel negro, fue así como
todos los pueblos supieron de su existencia.

El veterano cada vez perdía más fuerza, pero no ha de abandonar el mundo
hasta acabar con aquella que lo atormentó en cuerpo y mente durante tantos
años.
Llegaron a las montañas más altas de todo Tharmandor, preguntando por la
peste que amputó la pierna del hombre, sin embargo, nadie daba respuesta
alguna, la joven matriarca de las montañas ofreció su ayuda: Les dio el
transporte más inusual de todos, unas cabras salvajes de casi la talla de un
asno, con ellas subieron las empinadas cuestas y los altos acantilados
¿Adónde? La matriarca les sugirió ir con una adivina, ella poseía místicos
poderes ya que al no ser humana sería capaz de darle una visión a la compañía
de Daruhan.

En medio de las montañas arenosas, se encontraba un jardín lleno de flores y
árboles frutales, en medio de todo este edén estaba una choza, ahí Daruhan
entró completamente solo. Quién sabe qué fue lo que acordó con la divina, ella
le dijo saber quién era y cómo su vida estaba a punto de terminar, no faltaba
mucho para el fin de nuestro guerrero.
Ella le dijo que su visión sería apreciada desde un sueño, y no cualquiera, un
sueño de muerte… Le otorgó tres flechas, cada una envenenada con la
ponzoña de un dragón que habita en las tierras brunas, oculto entre las arenas
de los desiertos más inhóspitos. Esas armas desterraron a los mismos dioses,
según la adivina, sin dar las gracias Daruhan se marchó.

“Maldita esta noche entre todas las demás” se dijo el veterano antes de dormir,
con alevosía y alegoría sus sueños le permitieron ver lo que la adivina vio: La
bella amazona esperaba enfrentarse al destino, en un campo desolado bajo
unas montañas nevadas. El hombre despertó de golpe, tomó sus armas y
silenciosamente abandonó a los suyos, sin dejar rastro alguno.
Con temor de ser ejecutados por haber abandonado a su líder, los jóvenes lo
buscaron por todas partes, dispuesto a volver con él o con su espada,
mostrando que fue víctima de su propio destino.
Una mañana lluviosa y sumamente oscura, el cielo desparramó maldiciones
con cada paso que el hombre daba, llegó a un claro justo donde ahora se ven
las montañas de Neradehn, justo en medio de la nada el hombre se encontró
con su destino.
El ángel lo vio llegar y volteó a verlo a los ojos, los años no pasaron por su
majestuoso cuerpo, este cautivaba al igual que una bella amazona. Daruhan la
miró con odio, no podía creerlo, pensó en volver victorioso a casa con sus alas
negras como señal de su triunfo.
Con truenos y relámpagos la batalla comenzó, el viejo chocaba espadas
usando su muleta, el ángel peleó arduamente haciéndole caer repetidas veces.
Fue una pelea limpia, hasta que el ángel usó su mítica espada, según cuentan
tenía abominables poderes, otras versiones de la leyenda cuentan que Daruhan
asesinaba a sus seguidores producto de su misma locura y estos se vengaron
quitándole la vida. Aseguran que el hombre murió a causa de su misma
condición, o incluso que se suicidó.

Te diré la versión que más creo. Ese viejo hombre nunca fue un rival para el
ángel, pese a eso al estar casi completamente derrotado el hombre usó el arma
que le dio la adivina y logró matar al ángel en su forma física, pero su espíritu
jamás ha de morir, el poder de esa espada es tan malo como los que crearon
este mundo, así que después de luchar el hombre murió causa de sus profundas
heridas. No hubo rastro alguno del ángel, ni uno solo. Al menos no que exista,
sus seguidores encontraron el cuerpo de Daruhan y sangre de la amazona, por
lo que dedujeron que ambos murieron en la batalla.

Siglos después el linaje de esos jóvenes aprendices construyó una ciudad
llamada Darumina, en honor a Daruhan, en su idioma Darumina significa
Hogar del hombre más fuerte. Tomando en cuenta que Daruhan tiene un
significado relacionado con la fortaleza…

Bueno, como siempre digo estas son sólo cosas que siempre quise contarte,
desde que fuiste muy chico, pero ahora has crecido era momento de que lo
supieras. Muchas eras quedan por venir y tú serás partícipe de ellas, las
leyendas son lecciones eso jamás lo olvides.





Para mi mejor aprendiz: Arqaneimus
Rovandok



El pontificio colegio de magia y hechicería de la ciudad sagrada,
Segunda edad de las Luces.

El niño de las manos de plata.




Cuando crezca quiero ir muy lejos de aquí, un lugar donde no haya nadie, un
lugar donde sólo yo pueda conocer la luz, eso de lo que tanto hablan allá
afuera, eso que dicen que se ve genial... Aquí yo no puedo ver nada ¿Qué es
eso que siento siempre? Es muy extraño, no sé cómo llamarlo en ese lugar en
el que sueño no existe más que una brisa de aire como aquella que sentí una
vez, justo eso... Ya no recuerdo cuándo fue ese momento en que el aire sopló
como una caricia en mi rostro, pero esa sensación no la olvidaré aún si pasa
una eternidad...
En mi mente pasa algo, sé que alguna vez estuve lejos de aquí, ¿será la
realidad cómo yo la recuerdo? Es una ilusión seguro que sí lo es, nunca he
puesto un pie fuera de este oscuro cuarto... No puedo ver nada, tan sólo estoy
aquí con algo que sujeta fuertemente mis brazos, mis pies cuelgan y apenas
puedo girar mi cuello ¿Cuánto tiempo llevo así? Toda la vida me deseo
responder, pese que no veo mucho hay dos sujetos que me visitaron hace
tiempo, yo los vi... Había algo enorme en sus espaldas todo eso me resulta
muy familiar...

Esto es el pasado o era el presente ¿soy real?, preguntas así llenan mi mente
cada día, me agobian mucho yo creo que es porque desconozco la respuesta.
Soñé con algo y me da miedo recordarlo no fue una mala racha con una
pesadilla, no, es algo inusual... Una luz, un fino destello el cuál surge
acompañado de una sombra en el piso, caminan bajo el verde oscuro
iluminado por algo en el cielo, ¿Cómo puedo saber qué es si jamás he salido
de mi propia mente? Cuando me hago estas preguntas, sueños, alucinaciones y
demás... Una sensación invade mi ser y algo brota de mis ojos no para de salir,
incluso me duele; recuerdo algo de eso, es una brisa de una lejana noción
pronto descubriré la esencia de lo inexplicable.

Un sonido ajeno a todo esto invade mi mente, ¿será que es verdad? No sé
cuánto ha pasado desde que hablo conmigo mismo eso tiene nombre y al
momento de oír esos extraños sonidos una voz me dice: Es hora de irse
criatura inmunda tú no perteneces aquí deberías estar en el oscuro abismo,
¿quién es? No puedo verlo, pero sentí, mis brazos se soltaron y caí a un piso
húmedo tal como siento mi rostro ¡Conoceré al fin el enigma! Pienso, pero mi
alegría hizo que mi rostro se mojara de nuevo, me golpean con algo, pero por
más que lo hace: No siento nada.

Mensaje del Soberano Reino del mar de las nubes y de las tierras flotantes:
Vuestra condena apunta a un final no muy rápido, se le declara culpable por
crímenes contra el imperio, la divinidad y la vida sobre la faz de la infinita
tierra. Limitándose a una eternidad de castigos que amerita vuestra existencia,
será trasladado ante la Corte de la Plata, donde se ha de cumplir vuestro
destino.

Luego de escuchar esa voz con esas palabras me vino un recuerdo de algo que
viví, un día en el que algo brillaba en lo alto de algo que yace muy lejos de
aquí, es borroso el recuerdo como inútil su presencia, me sacaron de ese lugar,
no podía andar sin resbalar o caer en las duras palabras en eso: Vi lo que
brillaba afuera de una puerta. Recuerdo todo. Sí, mi memoria funciona a la
perfección, nubes a más no poder... Todas juntas siendo movidas por todo el
mundo en la cima el sol brilla con intensidad y el viento frío te da una
sensación de ¿libertad?

Una tormentosa mañana, flores amarillas llenando la belleza de un campo con
el rocío ¡Qué recuerdo más tonto! Setenta soldados, todos ángeles del mar de
nubes, todos detrás de mí. ¡Maldito ese día!, ¡Malditos sean ángeles!, ¡Sus
razas mueran y maldito el lugar que toquen!, ¡Malditos por siempre estúpidos
dioses!
Los ángeles encontraron mi pista, acabé con todos, uno por uno, jamás podrían
contra mí... De no ser por una flecha que debilitó mi poder y entonces me
capturaron ¡El sol jamás habría brillado con tanto júbilo! Matarme es lo que
tramaban, jamás pudieron. Entonces terminé preso en una torre en medio de
tierras del color de las nubes y frías al igual que mis manos, ¿De ahí?, ¿fue
todo? Creo que sí, cómo terminé en ese cuarto oscuro, sólo el que me puso allí
sabe lo que ocurrió, y seguro en la corte mi sentencia a merced de los ángeles
pondrá.

Un ángel de apariencia amable se acerca y me dice que doscientos inviernos
he permanecido tras esas infames rejas, no me sorprende que luchar conmigo
mismo haya sido una bola de años en los que ellos celebraban por haberme
encontrado. Me ha preguntado sobre mi nombre, sé a qué se refiere, pero
jamás he tenido uno.
El traslado a la corte fue difícil, apenas me sacaron de la reja un guardia
colocó dos cadenas de plata sobre mis manos y las cerró con una llave, más
tarde la arrojó entre las nubes y desapareció... Lo que pretenden es impedir
que me libere y acabe con ellos al igual que sus fallecidos colegas, no saben
que puedo romper lo que quiera con mis propias manos hasta que me di cuenta
que las cadenas son demasiado fuertes y por más que lo intenté y lo intenté no
las hice añicos. ¡Qué más da! Mi vida es un abismo sin fondo, sin sentido
¿para empezar qué es vida? Más preguntas, más tortura y ni una respuesta.

Al llegar a la Corte Celestial todos me miran extraño, estoy desnudo y siento
que sus miradas menosprecian mi cuerpo, ellos no son iguales a mí, pese a que
su piel y su rostro deben ser como el mío; antes de llegar al tribunal uno de los
guardias golpea mi espalda con un látigo, mi piel se despelleja con cada golpe,
los demás ángeles me ven y entre ellos hablan y se acercan a presenciar el
juicio, algunos me ven, hipócritamente ponen muecas y caras de lástima,
añadiendo eso y los golpes del desgraciado ese me enoja, pero aun así no
puedo deshacerme de mí mismo. El aire frío y la luz ardiente del sol me dan
tranquilidad, los pasillos de mármol, las columnas de marfil y los coloridos
vitrales narrando historias son lo más extraño que han visto mis ojos, en mi
camino tropecé varias veces. Mis piernas son muy débiles al mismo tiempo
que los ángeles exclamaban ¡Ëaro siná ilem¡, cada vez lo hacen más
intensamente. Ahora viene un viento a mis oídos y me dice el significado de
esa frase, yo entiendo su idioma de alguna manera y quiere decir: Castigo al
pecador, presiento lo que ocurrirá, presiento que la justicia que ellos aclaman a
su raza fortalecerá...

El guardia me abandonó y en manos de un verdugo las cadenas fueron a dar,
este último me golpeó con una porra en la cabeza y la sangre oscura rodó por
entre mis ojos, sujetó con fuerza las cadenas y le preguntó a la creciente
audiencia: ¿Neï malafen ci garuën de tsakou?, ¿Se irá este impuro con el
cuerpo limpio? Los ángeles enseguida lanzaron piedras y cualquier objeto que
tuviesen a la mano para hacer bulla, ¿Por qué lo hacen si jamás había pisado
estos palacios ni he causado daño a su dinastía? Ellos me hicieron daño a mí;
maldije y a su dios ofendí su doctrina estúpida, posterior a eso el verdugo me
cubrió la cara con un manto maloliente como mil cadáveres al sol.
Músico llenó el espacio vacío de la corte cuando los asientos fueron ocupados
por la creciente audiencia, ángeles jóvenes, viejos, pobres, ricos, de todo
entraron de forma indiscriminada justo antes de mover un poco las manos por
lo incómodo de las ajustadas esposas de plata el ángel verdugo me golpeó con
tal fuerza que caí cuesta abajo de las frías escaleras de mármol. Finalmente,
mis piernas no pudieron sostenerme ni un segundo más y tendido en el centro
de la corte esperé entre bullas y humillaciones hacia mi cuerpo.

La corte entró en escena. Dieciséis ángeles subieron a la tribuna, el juez frente
al pedestal calmó a la escandalosa audiencia. Recitó ante mí las leyes de su
república de ineptos e hipócritas, la ley perteneciente a su divinidad, cuando
me sentí recuperado le grité al juez: ¡Si todo ha sido creado por los dioses por
qué me juzgan de esta manera!, ¡Si los dioses son sabios a qué se debe su
infinito rencor!
No pasó mucho antes de que me silenciaran con tal brutalidad que mi labio se
partió en dos y en cataratas de rencor desahogó su pena. El juez me condenó a
pena de muerte de inmediato por el delito de asesinato, traición, sublevarme
ante la sagrada corte añadió que, por devoción a los dioses, y por satisfacción
personal, eso último llenó mi cuerpo de eso que siento todos los días de
repente toda la audiencia en silencio permaneció.
Caminó del pedestal descendiendo hasta el centro de la corte, entre manos
traía una daga muy fina y de buena hoja la desenvainó de su cubierta de
madera. Discretamente la ocultó en su vestimenta.

Fue entonces cuando una terrible ansiedad llenó mi mente, de nuevo. Volví a
prisión queriendo recordar mi pasado, sin embargo, no hubo nada nuevo. Al
alzar la mirada aún tumbado en el frío suelo el juez estaba de pie justo frente a
mí. Acercó su blanca mano y me acarició la cabeza, susurró a mi oído: "Ojalá
supieses de lo que eres capaz, te arrebatamos todo y ahora te tengo de rodillas,
como un perro antes de morir". ¿Capaz de qué?, ¿quién fui en el pasado? Mi
mente dice que algo me han arrebatado y que él estuvo ahí en ese preciso
momento.
"¡Lou yen nri shuo!" Exclamó antes de enterrarme la daga en el cuello,
atravesó mi garganta. Fluyendo la sangre hacia afuera, la daga saliendo por el
otro extremo de mi cuello, me desvanecí y la vista se me nubló un poco.
Entonces sus palabras resonaron en mi subconsciente: ¡Lou yen nri shuo!,
¡Vuelve al maldito averno!

La audiencia celebraba, pero yo desperté. Saqué la daga de mi garganta y
como pude la tomé con las manos, me puse de pie e intenté devolverle el
favor, pero el verdugo haló las cadenas frustrando mi actuar.
No hay mucho que contar de lo que pasó después, diez veranos en una prisión
lejos, en medio de la nada, en una isla en medio de negras nubes que hacen
vientos helados e inhóspitos incluso para las aves más rastreras, ni siquiera las
criaturas más inmundas que vuelan no se atreven a surcar estos vientos, al
menos eso pensaba. Mi inquietud es: Si el juez me "asesinó" soy algo que no
puede morir, al menos un ángel no pudo matarme, controversia cuando yo si
pude matarlos ¿Qué soy?

Los ataques de esbirros, murciélagos y demonios alados llenaron el reino
celestial, ante tal época y ante cualquier causa y consecuencia fui condenado a
cumplir mi sentencia de eterna prisión, lejos, muy lejos del reino, en un lugar
olvidado de todo ser viviente, allí donde no pudiera dañar a nada ni a nadie.
Mi carruaje esperó, dos caballos tenues y transparentes como la brisa me
abandonaron en medio de un brumoso paisaje, no sin antes atarme ambos pies
a dos rocas pesadísimas como el tamaño de la tercera luna que resplandece
frente a mí, nada más aparte de la bruma se observaba. El clima era cálido y
mucha humedad hacía que pequeñas criaturas con alas divagaran entre la
oscuridad encendiendo bellas luces, eran como almas viajando por el cosmos y
misterio de la vida en sí.
Lo más extraño lo siento en mis pies, ese suelo frío y tan suave hace que me
tranquilice, el sonido del fondo me produce sueño, no obstante, mis manos
quisieran sentir en toda su palma ese suelo tan suave, las cadenas de plata no
me fueron removidas. Lo que a simple vista es un paraíso nocturno, pienso,
pienso que al salir la luz y regresar el sol todo esto cambiará, no por piedad me
enviaron aquí, seguro pensaron que, si ellos no me podían matar seguro la
locura, el sol u otra criatura.

El sol se asoma, la bruma se desvanece, eso que está frente a mí le llaman mar,
escucho con atención sus sabias palabras. Es una canción lo que me dice este,
los gigantes siempre verdes hacen compañía sacudiendo sus brazos, el viento
repite un coro hermoso, al resoplar contra mí se siente un aire cálido. El agua
llega hasta donde están mis pies y su fría sensación me recuerda a la vida y los
misterios que existen en ella. Ojalá que esto jamás de los jamases termine.

Mucha tranquilidad en ese lugar, la brisa llega y acaricia mi rostro, el agua fría
y la vida que observo en ella me relaja, cierro los ojos y suspiro. En ocasiones
reflexiono y he llegado concluyo que los ángeles no me enviaron a este lugar
por buenos o por misericordiosos, en sus palabras no hay verdad alguna más
que la de su deidad. Si me trajeron aquí es porque por más tranquila y bella
que sea esta bahía la tranquilidad que emana de este paisaje trae consigo un río
de siniestros deseos.

"Un día la reina despertó
Su canto el día alegró.
Nubes, cielo y marea
La gente espera serena.

Bailan, bailan los malandrines.
Música suena al fin.
Ahorcados danzan al son del violín

¡Vamos todos juntos alabad!
Todos juntos, la voz alzad
¡Larga vida a su majestad!

Cantad, llorad, el cielo admirad
Sangre inocente han de tomar
El rico, el pobre y el mendigo
¡Todos arderán!

Demonio, oh señor en qué te fallé
A mi dios en carne al averno llevé
Música suena sinfín
¡Hueso cambio por un chelín!

¡Vamos todos juntos alabad!
Todos juntos, la voz alzad
¡Larga vida a su majestad!

Canción del mar hermosa canción que me hace cantarla, aunque mi voz suene
igual que un animal agonizante. Amo su ritmo, no puedo dejar de sentir la
tortura de los ángeles, sin duda alguna la mejor de las torturas es volverte loco,
hay cosas que siempre son para siempre, una de ellas es la locura.
Una noche, una calmada noche entre viento y marea distintas criaturas se
reunieron por la costa. Noche tras noche se reunían a montones, yo recuerdo
criaturas de todas las formas y tallas, demonios alados, serpientes, aves
rapaces y uno que otro ogro cada dos o tres noches. Mas recuerdo que una
noche de claro cielo, luna llena y agitada marea de un grupo de seres un águila
arpía y un sujeto cuyo rostro prefiero no recordar se acercaron mientras mis
partidos labios entonaban sin fuerza la canción de la voz del mar. Con su
fuerte mirada, piel grisácea y garras aterradoras el águila arpía acarició mi
rostro, "Curiosidades que se encuentra uno en estos días, qué esbirro más
precioso ha sido abandonado a la deriva de estas bellas playas, dime alfeñique:
¿Qué tipo de esbirro eres tú? " Con apenas un tono de aliento le contesté que
no era un esbirro, pero insistente preguntaba qué era ¿y qué soy? Ni yo mismo
lo sé. Mis respuestas no son suficientes para la flamante creación. El otro
sujeto, el que me causa temor tomó las cadenas y las olfateaba, de vez en
cuando soltaba un bufido al aire.
Pronto este se dio cuenta que las cadenas tan finas y las esposas de plata son
aquellas que fabrican los ángeles en su reino.

"Este individuo no fue bien recibido por los altos servidores, diría yo que nos
acompañase, mira pequeño esbirro, somos dos mercaderes. Viajamos de norte
a sur, de oriente a poniente y de vida a muerte. Ambos fundamos este exitoso
negocio: Productos Mágicos de aquí y allá." Mentiría si digo que la primera
impresión es la única y no la que no debe tomarse en cuenta. Soy desconfiado,
mucho para decir verdad, sin embargo, acepté la oferta de esas dos criaturas
monstruosas y un nuevo camino empezó.
El águila arpía usó su fuerza en manos y garras para romper las cadenas que
sujetaban mis piernas a las rocas, impresionantemente consiguió hacerlo. El
otro sujeto con un hacha maloliente rompió las cadenas que sujetaban mis
brazos. Todavía no puedo ponerme de pie, me arrastro por la arena, la marea
me revolcó por la costa mientras intentaba romper las esposas de plata.
Ambos intentaron ayudarme, pero él dijo que es imposible destruir las cadenas
de los ángeles me pusieron entre ambas manos, pese a eso con un poco de
magia se podía hacer; no obstante, las infernales esposas no podían romperse
con nada, sólo la llave que las cerró de nuevo puede abrirlas, ¿y cómo diantres
me las quitarían si las arrojaron a la nada en medio del eterno vacío? El águila
arpía sintió lástima por mí, intentaba ayudarme a caminar, pero en un instante
el sujeto ordenó que me llevara con la mística Nyx, para saber si mi alma les
sería útil, ¿me habrían engañado esos dos?

En el suelo y sin fuerza para defenderme o levantarme el miedo me abrazó por
dentro hasta dejarme el corazón en la garganta. El águila me acarició el rostro
seguido de eso me tomó con sus garras y me levantó, estaba tan oscura la
noche y el viento arriba era frío. No muy lejos de allí llegamos a una senda
que terminaba en una fogata. Nadie apareció ni señal de alma alguna, en un
instante un sonido suave y escalofriante rodeó la fogata, un cuerpo enorme
emergió de la nada. Frente a mí se irguió, ese cuerpo escamoso acabando en
una cola igual que el aguijón de un tóxico escorpión, su rostro muy extraño.
Unos colmillos brotaban de su boca, seseaba con la lengua produciendo ese
tenebroso sonido, su cuerpo me envolvió entre esos anillos mortales, con sus
brazos escamosos y ásperos me sostuvo con fuerza. La miré directamente a los
ojos, hablaba en un dialecto que nunca recuerdo haber escuchado abriendo su
boca intentó robar mi alma, intentó lo más que pudo, pero ningún efecto.
"Esta alma no es mortal" dijo devolviéndome al piso de hojarasca, el águila
arpía quedó maravillada por las palabras de la Nyx; esta sostuvo un cáliz e
inyectó veneno de su colmillo en él, me hicieron beberlo. Para ser honesto
sabía bien, era como un licor fuerte, no me ocurrió nada luego de.

El sujeto llegó con un saco enorme lleno de botellas, espíritus, joyas mágicas y
todo tipo de cosas inimaginables. Mis dos salvadores vieron y quedaron
maravillados, pues el veneno dela Nyx asesina a todo ser viviente, esta misma
me dijo que ni un ángel, dragón o bestia resiste el veneno de la desdichada
criatura.
Al final me di cuenta que el veneno de la Nyx me hizo ponerme de pie, otra
vez. Apenas daba mis primeros pasos luego de días, sentí un zarpazo en mi
pecho tan rápido como un rayo. La Nyx me hirió, llevó la sangre hasta su boca
y disfrutó probarla. Antes de esconderse les dijo a los dos pillos que mi sangre
tiene una ponzoña muy poderosa, pero dicha ponzoña podía ser útil en una
pócima elaborada con el conjuro más complicado y delicado que existe, cosa
que sospecho que el sujeto es experto en eso.
Descubrió su rostro, una cara llena de cicatrices con un ojo enorme en ella,
recuerdo y es mi mayor temor hasta ahora, pero es poco comparado al miedo
de no saber quién soy.

Y un largo viaje empezó a muchos lugares los tres fuimos. Yo por supuesto
encerrado en una pequeña jaula donde apenas puedo mover un poco el cuerpo
cuando estoy incómodo, de villa en villa, por lugares remotos venden sus
artículos de poca calidad, hechizos, espíritus, pólvora y otras cosas es lo que
más compran, en especial los pueblos donde hay hombres, ellos son los que
más se interesan por las cosas no naturales.
El sujeto carga con todas las cosas, incluyendo la jaula donde estoy, el águila
arpía es la que vende en los mercados, senderos y pasadizos. Le pagan con oro
u otras cosas intercambiables. No siempre venden honradamente, el águila
arpía vendió veneno de la Nyx en una pócima para una mujer que buscaba la
cura de la lepra en su familia.
¿Y qué hacen conmigo? Pues de vez en cuando preparan un brebaje no sé para
qué, quitan la manta negra de la jaula y el sujeto me pincha con una lanza
varias veces hasta que sangro, después toman una sola gota, aunque parezca
un río de color vino tinto; preparan su brebaje y lo venden, hay lugares donde
muchas criaturas lo consumen hasta quedar satisfechos o morir envenenados.

Los humanos pequeños me miran extraño, los grandes igual cuando veo su
mirada me recuerdan a mi sentencia con los ángeles ¿Dónde está lo injusto de
la justicia? Creo que me tocó la parte injusta, mi cuerpo está lleno de heridas.
Siento muy parecido a eso que sentía cuando estaba en la oscuridad, sigo sin
poder nombrarlo.
Un día de verano con un calor de los mil infiernos llegamos a una villa
humana más grande que las que he visto anteriormente. Ahora me pregunto si
seguirán aquí vendiendo, pues los frutos son buenos y la cosecha mejor.

Hay un lugar donde el águila arpía y el sujeto van a recolectar almas de
hombres muertos, las encierran en botellas y más tarde preparan pócimas para
la belleza eterna, la salud, la tristeza, la alegría y el enojo.
Todo mundo compra, hombres, cachorros, mujeres. Cuando preparan su
brebaje con mi sangre, los hombres se aterran al verme en la jaula, mucho me
enfada que lo primero que vean es que estoy desnudo ¿no es natural para ellos
verme así? La suerte se les terminó luego de un par de días, pues la nobleza
condenaba a los vendedores y mercaderes de productos mágicos de aquí y allá
por la muerte de quince hombres en manos del brebaje que les vendieron, pero
hubo un imprevisto: los dos rufianes no podían huir sin antes recibir una paga
de quince doblones de oro, por parte de un ingenuo comprador que acudió a
las afueras por la mañana.

Sin embargo, veo al sujeto en aprietos, el águila arpía camina en círculos muy
preocupada. Yo observo mientras introduzco un dedo en la herida donde
penetró la lanza. La persona que entró en escena durante la noche, se veía
muy... Muy diferente ¡Bah! Seguro otro comprador, eso pensé, pero... No.
Le ordenó al sujeto mostrar la jaula donde me tenía, discutieron mi venta...
Este le ofreció buena cantidad, pero el sujeto y el águila se negaron a
venderme. Esa persona vio directamente a mis ojos y yo, con miedo le grité
¡lárgate! Sin embargo, se acercó y dijo "No existen personas buenas ni malas,
sólo son personas" ¿se refería a mí? ¡Pamplinas! No es más que un sucio
comprador de tono extraño, pero igual de barato.
Tras una fuerte discusión el sujeto se enfrentó al extraño sujeto de un ojo,
intentó hacerlo añicos, no obstante, aquel comprador se defendió muy bien.
Pelearon hasta cansarse, el águila arpía intentó ayudar a su desafortunado
compañero, la otra persona con dos movimientos y un par de golpes acertados
logró desaparecer a su enemigo de la faz de la tierra. El de un ojo se esfumó
sin dejar rastro, el águila arpía peleó un poco más duro, pero fue convertida en
piedra en pleno vuelo, y al caer no se hizo más que un montón de pétalos de
rosa.
Intenté salir desesperadamente de la jaula, pero se adelantó y me liberó. Caí a
la hierba, que por cierto pensé que era caliente, pero esta es muy fría y
húmeda. Se acercó, demasiado cerca ¡largo! Grité, no sirvió de nada. Se
acercó y me extendió su mano, yo la tomé y sin sentir nada en lo absoluto me
preguntó "¿Cuál es tu nombre?" Yo le dije que no lo sabía y este me miró
firmemente, "¿Es el dolor lo que no te deja ver con claridad?" ¿Dolor? Es eso
que se siente cuando te pinchan con una lanza, ¿verdad? "Así es, no sólo en tu
cuerpo, sino por igual en tu mente." Contestó. Luego lo miré temblando por el
frío, este tomó mi mano y me dijo "Andando, vamos a casa" sentí un vacío en
mi mente y accedí a ir con él.

Entonces todo cambiaría para siempre, en la oscura noche entramos a la vieja
villa llena de casonas, establos y guardias vistiendo armaduras de hierro. Uno
de los guardias habló con la misteriosa persona y parecieron entenderse.
Caminando entre viejos callejones empedrados y guardias a caballo llegamos,
una casa vieja, con agujeros y goteras en el techo, pero muy hogareña.
La misteriosa persona encendió una vela y sobre una mesa la dejó, encendió
leña y calentó agua. De momento pensé que trataría de hacer un hechizo o
algo así, pero en sus alacenas llenas de comida fresca y deliciosa sacó un trozo
de pierna ahumada con leña de cedro, unas papas fueron a cocerse al rojo vivo.
La misteriosa persona sin decir su nombre ni nada por el estilo, preparó
comida, me aseó y después de tanto me arropó, ¿por qué hace eso? Ni nos
conocemos, ni quiero estar con él y mucho menos quiero quedarme para
siempre.

Todo puesto en la mesa comenzamos a cenar, creo que las deliciosas papas
horneadas me hacen sentir tan bien, que recuerdo a los primeros días en la
playa. La carne es algo dura, jamás había comido desde que tengo memoria.
La persona sirvió vino en una copa de metal, comía muy calmado. De vez en
cuando se escuchaba el vino descender por su garganta, el sonar de la carne en
su boca y al final colocó uvas recién traídas de la viña, él cogió un pequeño
racimo y una a una se las comió.
De repente miré la mesa, esa comida, esas uvas, mi plato con las deliciosas
papas, la copa vacía de mi lado, sentí la ropa sobre mi piel, sentí el calor del
fuego, escuché el agua hervir en la caldera, y una gotita de agua rodó por mi
rostro.

"Eso que sientes, ¿lo habías sentido antes? Es un sentimiento que no tiene
descripción alguna, bienvenido seas a tu hogar. Mi nombre es Arqaneimus
Dihansen Eufreni Rovandok, y de ahora en adelante seré tu maestro y tu
amigo, si así es tu voluntad." El señor habló, se levantó de la mesa y secó las
lágrimas de mi rostro.
Entonces no supe que hacer intenté parar ese aguacero que brotó de mis ojos,
pero ¡es imposible! Al cabo de un rato desapareció, Rovandok tomó un viejo
libro, lo abrió por la mitad y comenzó a estudiar.
Algo me llamó la atención, entonces quise saber que era lo que veía en el
papel, él me dijo que se llama leer, ¿eso hacen los hombres? Ahora que lo veo
no tiene rostro como los hombres, simplemente es una brillante luz, anda por
todos lados, ¿y yo que soy? Esa noche se convirtió en una velada de plática en
la que aprendí muchas cosas.
Con el paso del viento, Rovandok y yo nos convertimos en buenos amigos.
Salimos al campo a conocer lo que habita en la Ciudadela del sur. Historia,
Matemáticas y filosofía me enseña mi estimado maestro, jamás me canso de
aprender cada día, aunque cabe decir que siento algo dentro de mí, eso que no
sé cómo se llama, crece igual que una semilla dentro de la tierra fértil.

Las malditas esposas de plata aún siguen en mis manos, pese a que Rovandok
hace su mejor esfuerzo usando todo tipo de hechizos en conjunto con todo su
poder estas no están cerca de romperse.
Durante mucho tiempo me explica que la sensación que tengo es odio y dolor,
siempre tuve intención de describir esa vivencia. Ahora sé que si alguien te
lastima aprendes a odiar, si tu lastimas a alguien haces que te odien, pero el
dolor siempre es lo que nos hace más fuertes. Él siempre me dice que dé al
mundo lo que este no me dio a mí, ¡Es una tontada! El mundo me ha otorgado
muchas experiencias de dolor y tristeza, ¿por qué he de darle lo que puede o
no merecerse? En el supuesto hecho y sin conceder, el mundo es un lugar cruel
para quienes no son bienvenidos en la gracia de los dioses.

Un día de verano, después de una tormentosa tarde volví al lugar donde me
recogió. Estuve pensando y tratando de recordar mi pasado antes de despertar
en las tierras flotantes, antes de haber peleado contra los ángeles, antes de
conocer el mar, de ser hipnotizado por la criatura Nyx. Rovandok se acercó
discretamente y al verme sufrir me dijo: "Realmente tu pasado no importa,
importa lo que tú decides hacer con el resto de tu historia, deja atrás esa
noción, si tuviste un nombre, quizá no lo recuerdas porque eras todavía muy
pequeño..." Mi corazón se detuvo. Le contesté que el pasado ayuda a forjar un
futuro, yo necesito tener un futuro ¡Saber quién soy! Eso es lo que necesito
¡Olvidar no me ayudará! Rovandok no me entiende, es algo muy fuerte dentro
de mí.
Al ver mi insistencia Rovandok trató de convencerme de olvidar mi inquietud,
pero por un momento se puso en mi lugar y me dijo: "Tu verdadero nombre es
Heirahm, no eres un monstruo, no eres un demonio, no eres un huérfano, no
eres mucho de lo que crees, eres más de lo que siempre has sido..."
Con las ilusiones destrozadas no supe que decir, Heirahm es mi nombre, ahora
lo recuerdo... Alguien me dio ese nombre, hace mucho tiempo ¡debo saber
quién soy! Ese recuerdo fue borrado de mi conciencia, él al darse cuenta de mi
inquietud me tomó por un hombro, sostuvo mis encadenadas manos y me dijo:
"En el pasado fuiste alguien. Estas cadenas se han de romper para siempre si
descubres quién fuiste, quién eres y por ende sabrás quién serás. Imagina lo
siguiente, Una bahía muy grande, el sonido del mar, lo verde de la jungla, la
inmensidad de las rocas de los acantilados ¿Puedes imaginarlo? Ahora
imagina una hermandad de tierras viviendo en el corazón de las claras aguas
color turquesa. Los arrecifes te guiarán a lo que pretendes encontrar. Lo que
acabas de imaginar es real, siempre y cuando tú lo desees. Cuando sepas quién
eres mucho cambiará. Ten conciencia de eso, ¡Ahora ve!, ¡Embárcate en este
viaje donde el principal tesoro es el rumbo de tu vida!"
Sí, muy sabias las palabras, pero aún no tengo idea de quién soy, no pido más
que una señal que me diga más de mil palabras y me traiga muchas ideas, en
mi pecho hay un sentimiento de esos que no se pueden describir, pronto
comienza a apagarse y la tristeza vuelve repentinamente. "Eres mi hijo." Dijo
Rovandok como si supiese lo que estaba sintiendo. Entonces el flamante
sentimiento volvió, sin nada más que las cadenas en mis manos, un atardecer
seguido de una oscura noche se aproxima, y entonces decidí buscar ese lugar
que imaginé.

Abordé el carro de un mercader que transportaba seda, trigo y otras semillas,
mientras tanto el viaje es cómodo, en los caminos y sendas se escuchan los
cascos del caballo y las ruedas del carruaje rozar contra las piedras.
Por un sombrío bosque el carruaje me llevó, yo en la comodidad del heno que
este cargaba; el conductor ni siquiera notó mi presencia. Muy en el fondo sé
que no voy a ningún lugar, pues no porto un mapa o algo semejante, es un
sentimiento incluso más fuerte que el instinto mismo, espero que cada detalle
que en mi mente se proyectó represente la realidad tal y cómo es.

Entre árboles y luna llena salté del carruaje, mi mente me dice hacia donde ir...
Estoy parado por entre los árboles, sus oscuros troncos resplandecen bajo la
luz de la luna, todo esto me resulta familiar. Aquí se encuentran dos senderos,
uno que tiene fin y uno que asciende hasta una montaña de gélidos vientos, y a
la cual decidí subir hasta la cima... Observando el reino entero desde allí, un
ruiseñor bajó de los cielos para comer insectos que salían con los primeros
rayos del sol, el frío viento hizo que este volara entre los vientos, entre las
rocas este me hizo seguirlo... Podría jurar que intentó ayudarme a buscar lo
imposible.
Por lo mientras las afiladas rocas me lastiman los pies, pero eso no me detiene,
caí por un desfiladero de gran altitud, pese a que las rocas me golpearon nunca
dejé de seguir adelante. El frío clima de la montaña cada vez se hizo más
caluroso, el ruiseñor desapareció de la nada, ahora estoy en un desierto que no
tiene fin, la arena y sus criaturas son indiferentes a mi sufrimiento. Del norte
un aire infernalmente gélido cubre tierra y viento, pero me consta que suele
pasar cada una o dos noches, en el día el sol calienta la arena hasta a veces
derretirla junto con las criaturas que allí habitan, la piel se me vuelve a hacer
pedazos con tremendo calor, comenzaba a perder el rumbo que una vez seguí,
me desparramé sobre la arena, observé el cielo y un ave de rapiña volaba
haciendo una sombra en el suelo, miré hacia arriba y un búho batía sus alas en
el inmenso calor decidí seguirlo quemándome los pies con la arena y deseando
arrancarme las manos.

Supongo que la costa que imaginé debe ser muy distinta a la que una vez
estuve, mi pensar fue muy distinto a lo que viví, en esta playa no existe la
criatura Nyx, ni bandoleros, ni esbirros o cualquier otro demonio.
Simplemente es una playa y no hay más, de momento el ardiente sol me
consume, el sentimiento se agranda con todo ese dolor que siento.
El búho me guio por tres días y dos noches a través de todo el desierto que se
convirtió en un erial lleno de enormes rocas laberínticas, me perdí un rato en
el mismo momento que el búho voló más allá de las nubes tras un pichón que
llamó su atención. Ahora me encuentro en un lugar muy alto, el sentimiento
invade mi mente, ahora no pienso otra cosa, siento más libertad en las manos
de la que jamás había sentido, las palabras de Rovandok me dan fuerza cuando
me dijo que era un hijo y un padre asimilé que somos algo parecido, pero ¿y
mi madre? Quizá alguna vez tuve una, todo eso desaparecerá cuando llegue a
mi destino.
Desde los altos acantilados llenos de puentes más viejos que la escritura
misma me percato de que hay una mejor vista de la que había en la montaña,
desde aquí se ve que un paso en falso es una larga caída hasta el piso, los
vientos rasgan los acantilados se puede ver una pequeña sombra que son las
montañas por donde crucé, es fácil ver para atrás, por delante no se ven más
que rocas desmoronadas por la fuerza del viento. Es difícil escalar empinadas
rocas secas y terrosas con las dos manos encadenadas, hay puentes que
conectan risco con peña y peña con desfiladero, algunos muy viejos, las ágiles
cabras suben con tanta facilidad que me envidia verlas, su pelaje marrón las
confunde con la tierra seca. Una vez llegando a el risco más alto de todos creí
que el mar yacería cayendo a sus pies, sin embargo, no fue así, subí a la roca
más alta y grité ¡ĪAN MEI HUA! que en idioma celeste hace mención a estoy
vivo.

Ahora tocó descender entre las piedras sin nada más que el sonido de estas
cayendo y del viento que, por decir así, trajo consigo una ligera brisa ¡Llegué
al fin!, las rocas se convirtieron en un pastizal con hierbas mucho más altas
que yo. Eludí a todas las criaturas que en este habitaban, me adentré en lo
denso de la jungla, cruzando manglares llenos de insectos ponzoñosos,
serpientes y otras alimañas, el agua estancada alberga vida de todo tipo pese a
su fétido aroma.

Las olas cantaban de forma muy parecida a como lo hicieron antes, la
hojarasca de los manglares y sus árboles quedaron atrás, ¡Puedo ver el mar!,
corrí lo más rápido que mis piernas me permitieron, el suave césped, las
arenas blancas, el agradable clima, y, ¡Las aguas turquesas! Todo como lo
imaginé, ni un detalle faltó, no quiero cuestionar el mundo en el que ahora
vivo todo esto es magnífico o simplemente un sueño muy apegado a la
realidad.

Pero, dejé de contemplar el paisaje, cabe decir que en mi vida creo volver a
ver algo así. Empiezo a notar que hay algo que no contemplé, y fue ese
pequeño detalle que me puso a pensar. En la playa hay una balsa que no estaba
antes, al menos no en la ilusión. ¡Bah!, no es más que algo no contemplado.
Entonces recordé, seguir un arrecife... Subí en la balsa, como pude logré que
esta se moviera usando una caña que se encontraba a unos metros de esta bajo
las aguas los peces nadaban sin parar, ahora sé definitivamente que este
mundo no volverá a ser visto por mí. Mientras me abro paso siguiendo los
corales submarinos y la vida que hay en estos encontré tres piedras en la balsa,
pensé arrojarlas al mar, pero mi inquietud me dijo que no había tiempo, así
que me apresuré antes de que la noche cayera y oscureciera todo a su paso.

Llegué rápido a la primera isla, se puede ver que el arrecife continúa hasta
otra, donde no hay corales sólo hay arena blanca muy al fondo, uno que otro
cardumen de peces plateados se pasean por debajo de la balsa, pequeñas
criaturas transparentes como flores de igual manera lo hacen. Antes de seguir
admirando el mar y su enigma me detuve frente a la isla, ¿Será aquí mi
destino? Seguro lo que yo buscaba está en algún lugar de esa isla. Vi un gran
nido entre los árboles, con un pájaro grande y a su vez horroroso, decidí mejor
seguir por el arrecife.
Al llegar a la segunda isla decidí tomar una piedra y lanzarla, ¡Isla maldita!
Grité antes de hacerlo, y no ocurrió nada, la piedra cayó al agua en lugar de
quedar en la arena, ósea, en lugar de haber una pequeña isla simplemente era
agua, la isla era un espejismo, sólo estaba allí. Continuando al final de mi
camino había una tercera isla, pero ya muy alejada del arrecife, demasiado
lejos, también estaban islas más chicas a su alrededor, pero mis palabras dicen
no abandonar el arrecife y eso es lo que no voy a hacer.

Finalmente, ya no había más islas, el sol comenzaba a ocultarse y todo lo que
encontré fue un par de rocas marinas llenas de cangrejos, cada roca paralela a
la otra, pero los peces nadaban entre los corales que cruzaban dichas rocas,
¡Joder con esto!, la costa de la que partí estaba ya muy lejos como para volver,
no tengo opción alguna. Los corales se juntaban en un mismo punto, la marea
trajo unos pétalos que flotaban cerca de la balsa, ¿pétalos de flores blancas en
medio del mar? Eso sí que me pareció señal de algo, los pétalos flotan en el
agua turquesa cómo si una corriente de aire los hubiese llevado hasta allí...
Comencé a preocuparme de haber llegado hasta aquí y no saber volver a
casa... Observé que el lugar donde flotaba la balsa era una fosa muy profunda,
los peces nadaban y desaparecían cuando el agua turquesa se hacía más y más
oscura, yo tenía miedo de caer de la balsa y quedar atrapado allá a abajo.

Fui muy tonto, lo he de admitir, estuve apenas unos minutos en la balsa,
esperando que el sol fuese tragado por el océano lancé una de las piedras muy
lejos, esta se fue rebotando en el agua hasta finalmente hundirse.
No mucho después, en la lejanía una ola enorme se aproximaba, ¿sería este un
lugar sagrado que ofendí al lanzar esa piedra? Traté de huir, pero fui muy
tonto, la caña se me resbaló de las manos y cayó al agua, no pude rescatarla...
Esperé unos segundos, los segundos más largos de mi vida. No tengo miedo
de morir ahogado, si el veneno, un arma y la tristeza misma no me ha matado,
el agua no lo hará, temía a quedar atrapado en las profundidades por siempre.
Tragué saliva y comencé a temblar cuando de repente la ola... ¡Swoosh! Me
volcó y destruyó la balsa, las putas cadenas no me dejaron si quiera mover los
brazos, mis piernas no sirvieron de mucho, así que sin más remedio me
comencé a hundir.

La luz del sol se veía cada vez más lejana, fue algo espantoso. Cada vez me
hundía asustando a miles de cardúmenes que nadaban en completa paz. El
agua salada se metía por mi nariz, arde de lo más cruel. Mi corazón parece
salirse de mi pecho, descender es muy lento, el agua se vuelve más fría, hace
que mi cabeza agonice.

Al sentir llegar al fondo quedé atónito de descender por las frías y oscuras
aguas, mi nariz y mis ojos arden, tosí un poco, me levanto. Supuse quedar
hundido para siempre, abro los ojos y noto que estoy en arena seca, al mirar
hacia arriba puedo ver la fosa igual a una bóveda, un poquito de luz que brilla
en la superficie, hoy y ahora sé que este es el lugar, sé que es momento de
saber quién soy, este momento seré libre de mí mismo de estas cadenas y de
todo lo que me hace su prisionero, en cuanto me recuperé, caminé dentro de la
fría gruta sus paredes rebosaban de humedad, musgo y crustáceos marinos.
En la arena está tirada una antorcha encendida, con temor la tomé y avivé un
poco el fuego. Unos pasos delante de mi está una fuente de la que brota agua
fresca de las rocas y huesos que dejaron ahí.

Un espíritu notó mi andar y al oído me dijo: "Aprende a aprender, el pasado es
tu futuro, siempre que tú lo desees", esa frase me congeló el corazón tuve
intención de tirarme a llorar, pues no sé mi pasado, a eso he venido... Me
arrodillé frente a la fuente, la antorcha iluminó mi rostro y este se reflejó... De
inmediato la fuente supo qué era lo que en mi se ocultaba...

Nací, algún día hace mucho tiempo... Mi hermana me cargó en sus brazos, me
dio un nombre, Heirahm cuyo significado está en sus palabras, me abandonó...
¿Por qué lo hizo? Se fue, un pequeño crío abandonado, creciendo con sus
fuerzas, sufriendo de todo tipo de atrocidades, devasté aldeas y poblados, por
eso es que los ángeles me capturaron, me torturaron y me robaron el poder y el
enigma que hace a mi persona: Heirahm, el ángel negro, descendiente directo
de Sähorn, al igual que mis hermanos, en donde quiera que se encuentren. En
mi cabeza corrió el pensamiento sobre el destino de mi hermana, quiero volver
con ella, en mi interior hay paz, sólo quiero saber la respuesta a mis
preguntas...
Vi en el reflejo, mi hermana fue asesinada, con una flecha que no se hizo en el
mundo de los mortales, fue asesinada por un hombre de una pierna, al
preguntar sobre mis hermanos, la fuente me devuelve mi propio reflejo, ¿y
entre la tortura que los ángeles me hicieron, puedo recuperar algo de lo que he
perdido? Eso que no recuerdo son mis alas, mi poder fue extraído por ellos, en
tantas de sus torturas una fue arrancarme parte del corazón, esa parte me
vuelve mortal en cierto sentido, ¿qué puede matarme? Eso ni la fuente lo
puede reflejar, entonces creo que mi cita con la vida fue cancelada, la fuente
mostraba imágenes perturbadoras, el rostro de mi hermana al morir, mi sangre
y gritos al ser torturado, la Nyx, los mercaderes, la sensación de ahogarme, el
miedo, la celda, el juicio... Terminé por desesperarme y golpear mi reflejo,
salpiqué un poco de agua, en un instante...
El agua brotó a chorros violentamente, me envolvió mientras intenté escapar,
sanó mis heridas, perdí la vista unos instantes... No sentía nada más que el
agua desgarrándome, estrangulándome y en un oportuno momento, esas
infernales cadenas se rompieron, mis alas surgieron una vez más de mi
espalda, el poder emana de mi cuerpo, soy yo, ¡He vuelto!, ¡El mundo sabrá
por fin a lo que mi padre me envió!

Corrí lo más rápido que pude, la fuente desapareció del lugar donde estaba,
dejé la antorcha allí mismo de donde la tomé, otro espíritu me dijo que la
fuente te dice el pasado, remedia el presente y te muestra el futuro, eso es...
Debo buscar a mi hermana, la fuente me enseñó su muerte, yo sé que en algún
lugar se encuentra, puedo sentirlo....

¿Volver? Mi padre es Rovandok. Una parte de mí dice que vuelva con él, pues
él me enseñó la fuente y el buen camino que debo seguir. Volveré, estoy
seguro de que el buen camino está por allí, Darumina es mi hogar, no las
tierras de los ángeles ni el oscuro abismo. Ahora sé que mi lugar está con mi
familia, Rovandok es mi familia, ahora me siento igual que antes, ¡Jajaja! No
soy igual que antes, ya sé quién soy. Soy Hei, el ángel negro que se encontró a
sí mismo al encontrar su muerte en el fondo del mar. Nadie podrá mi destino,
sólo yo...

Antes de volver al fondo de la fosa, un espíritu me susurró al oído que, si
volver a mi origen deseo, debo derramar la sangre del Fúlmaro, una criatura
con plumas, patas palmeadas, metro y medio de altura, un carácter feroz,
parecida según a las pequeñas gaviotas que revolotean en la costa, el Fúlmaro
tiene un grito ensordecedor, hasta los peces más grandes, las cabras más
valientes, los marineros más rudos y atrevidos le temen, ¿y dónde está? Pues
reina en la bahía por la que llegué, seguro es ese horrible pájaro que vi en la
isla a la cual no quise acercarme.
No encontré mejor manera de matarlo, pero antes de llegar al fondo de la fosa;
la magia de este lugar que únicamente puede ser encontrado por quienes saben
sus misterios y dónde se oculta me engañó, pues donde yo llegué era una fosa
marina, ahora donde salí la fosa se convirtió un agujero al vacío encima de las
nubes, caí por el aire, sin embargo, al voltear para ver de dónde caí, no
encontré más que nubes, la fosa desapareció junto con la fuente y su misterio
por siempre.

Al caer sería un fuerte golpe contra las aguas color turquesa así que desplegué
mis alas, recordé cómo volar en un instante, a su vez me elevé de nuevo, las
corrientes de aire son frías comparando con las de abajo, ahora sigue, buscar al
ave. Esta seguro merodea entre las islas, causando terror a las aves más
pequeñas. Un cardumen de arenques rodea una zona empedrada de la playa,
ahí la marea sacude todo con fuerza, si bajo demasiado terminaré estampado
en las rocas, muchas aves se reúnen para comer, desde las alturas espero que el
Fúlmaro aparezca. Las pequeñas aves se saciaron de tanto pescado que
atrapaban, en eso una turbulencia me sacudió un poco. Todas las pequeñas
aves huyeron a la seguridad del acantilado, hicieron tal escándalo que puedo
decir que estuve con ellas, un ave más grande llegó a perturbar la armoniosa
convivencia, sin comer ni pescar nada, ahuyentó a todo mundo, incluso los
arenques se dispersaron entre las rocas. Me aproximé al lugar, un tanto lejos
esperé a que el ave llegara a un claro, su horrendo graznido me pone fría la
pie, pero sé que una tonta ave no puede hacerme daño.
Volé un poco más alto, después, con todo... Me abalancé sobre el ave, el golpe
fue tan duro que ambos nos estrellamos junto a las rocas. La marea nos
sofocaba llegando hasta mi cuello, el ave furiosa intentó atacarme, la aturdí de
una pedrada en la cabeza, salté sobre ella mientras aletea, sus garras me
hirieron el pecho, su pico arrancó trozos de mi cara, mientras sujeté con fuerza
su cuello, cerré los ojos. Ninguno iba a ceder tan fácil. El ave dio su último
grito cuando la pelea terminó, usé toda mi fuerza y le arranqué la cabeza
desprendiéndole el cuello con sus entrañas pegadas. Derramando su sangre
que fue lavada por las aguas, ahora manchadas con la sangre del Fúlmaro. La
marea me tumbó varias veces, una gran ola impactó contra las rocas, arrastró
el cuerpo del ave aun moviéndose. El mar lo desapareció ente sus
profundidades, después es mi turno, con las alas mojadas levantarse del suelo
es difícil, la marea tiene más fuerza que yo, me arrastró pese a que intenté
luchar, luego sin más remedio me devolvió a las rocas, jamás dejé de luchar.
Es todo lo que recuerdo.

Estuve durmiendo durante mucho tiempo. Ya desperté, pero tengo sueño, no
he abierto los ojos. Siento la luz del sol besarme la cara... En eso recordé...
¡Mis alas! Pero las sentí pude moverlas un poco en la hierba fresca, luego
suspiré, las cadenas desaparecieron, entonces todo está tranquilo. El aire frío
jamás se había sentido tan cálido, aunque, es raro que este no me moleste...
Hay muchas cosas que deseo en esta vida, hay muchas cosas por resolverse
¡Ahhh! Eso será un caos por siempre, mejor, volveré a dormir, ¿Qué más
puede pasar? Ya ha pasado lo impensable.
Entonces al querer dormir otra vez, un bastón de madera que picó mi
estómago me hizo despertar...
"¡Vamos chaval!, despierta, ¡Ya es mediodía!, hay muchas cosas que hacer...
Hay un banquete que nos espera. ¡Qué haces ahí tumbado!, ¡Andando!"

Esa gruesa voz es Rovandok, despertándome cerca del río que cruza por
Darumina. ¿Todo eso que viví fue un sueño?, ¿Nada fue real? Seré honesto, no
me importa. Ahora conozco quién soy, Heirahm, el ángel negro... que se
encontró a sí mismo al encontrar su muerte en el fondo del mar

"Hijo, es momento de volver a casa."

Siempre habrá algo por delante...




Esta es la historia de un joven, un joven nacido en las polvorosas y remotas
montañas de Cadrán, muy en el corazón del norte de Tharmandor, dicho
pueblo, cuyo nombre es poco conocido. Muchos piensan que no tiene nombre
por ser un poblado perdido en las montañas, en arboledas de pinos, encinos y
álamos. Por allá el sol es casi tan duro que dirían que es peor que en el
desierto, claro cuando hablamos de los meses cálidos, porque si hablamos de
otras temporadas el clima es frío que hasta las cabras montañesas tiemblan y
sucumben ante tal frío.

De una joven pareja, muy joven a decir verdad nacieron tres hijos, de los
cuales dos tristemente fallecieron durante los crudos inviernos, el
sobreviviente fue nombrado Zaxie, nombre puesto por una característica muy
particular del infante: nació con un ojo azul igual a los hielos glaciares y uno
gris, parecido al grafito. La niña tenía la piel blanca, el cabello rubio y lacio
que nada parecido a sus padres.
La vida de Zaxie, al menos los primeros años fue muy tranquila. Su madre
ayudaba a su padre a sembrar, cultivar y cosechar a la madre tierra, también
sus padres criaban ovejas de pelo corto y marrón, ocho ovejas y un carnero
que pastaban libremente en la ladera de la montaña, al oír el llamado del
pastor se reunían para pasar la noche.
La pequeña ayudaba con lo que sus fuerzas le permitían, un duro trabajo bajo
el sol lo dejaba dormido entre los cultivos de trigo y cebada. Su padre siempre
la llenó de sueños y le dijo que su destino era la grandeza, su madre le
enseñaba a leer, a escribir y a venerar a los dioses. Cuando la pequeña cumplió
ocho años era deber de sus padres llevarlo con el guardián de la montaña, en
ese templo oculto bajo una cueva. El guardián la recibió con los brazos
abiertos, llenando a su padre de orgullo, pues las madres tienen prohibido
entrar al templo y ella no estuvo allí para recibir las bendiciones.
—Señor, guardián de la tierra, príncipe de Cadrán, ¿Qué futuro le depara a mi
hija? —. Preguntó su padre al espíritu. Este en un principio no manifestó nada,
luego con la verdad al hombre habló —Vuelvan a su morada, pues el futuro es
incierto y yo no puedo cambiar el curso del tiempo, dile a la niña que sea
fuerte, porque la prosperidad lejos está de ustedes —Ni una palabra más, ni
una menos.
Tener una vida tranquila, próspera y sana, ¿no es ese el deseo de todo hombre?
Bien, Zaxie y su familia vivieron felices durante mucho tiempo en las
pacíficas montañas. Una vida poco acomodada, sin muchas riquezas ni
comodidades, pero al menos una vida llena de amor. A sus veinte años Zaxie
era una mujer hermosa en todos los aspectos, pero había un sueño en ella...
Cuya proyección estaba más lejos de las montañas y del misterio mismo. Sus
ancianos padres preocupados temían que su amada hija fuera más allá de su
alcance, y, más que nada los ancianos temían ser olvidados.
—Padre, madre, ¡Les ruego me dejen ir! Cadrán se ha convertido en un lugar
demasiado aislado para cualquier persona, ¿no siempre han querido que forme
una familia?, ¿no siempre han querido que conozca a un caballero honorable y
de luz a hijos, así como lo hace la tierra con sus frutos? —suplicaba la mujer
—. No obstante, su madre miraba a su padre con sospecha. Esta última daría
todo por la felicidad de su hija, su padre era el problema, rehusaba dejar ir a su
hija. El paradero más cercano sería las aldeas que están al bajar de las
montañas, aldeas llenas de charcos y arrozales, pequeñas casas entre los
campos verdes, una vida en comunidad y no aislada, un lugar perfecto para
una joven en búsqueda de un futuro.
Los días no podían pasar con mayor apuración, tal fue el caso. Ahora el
mundo es más peligroso de lo que siempre fue, y cómo no decirlo, parece que
fue hace mucho antes que el invierno acabara com casi toda forma de vida que
se conocía. La familia de Zaxie perteneció a los humanos creados por la diosa
Moragh, aquellos humanos de raza pura, negados a ser inmortales por el resto
de sus creadores. Esos humanos tienen una sangre tan pura y envidiable por
cualquier ser que camine o ande sobre las tierras. Esa sangre tan pura ha de
permanecer con las generaciones, la familia de Zaxie siendo los últimos
portadores de la sangre, siendo ella su hija, no tenía opción más que seguir la
línea. Buscar un buen marido y tener descendencia sería la única manera de
continuar con el linaje de la diosa. Dicha leyenda fue perdida, ninguno tenía
idea de lo valioso que eran.

Una soleada tarde, sin viento y sin nubes con el sol naranja más radiante que
en pos de desaparecer ilumina sólo algunos puntos de la montaña, la mujer,
sentada mirando al horizonte sacó una flauta que ella misma hizo con el
carrizo que se encontraba en los riachuelos. La melodía recorría las montañas,
los bosques de álamo y descendía al encontrarse con las cristalinas aguas del
río el cuál se las llevaba en su cauce. —Hija mía, casi oscurece —dijo su
padre— Esa melodía que sale de tu flauta me parece auténtica, ¡Cierto! No he
venido para hablarte de lo bien que sabes tocar ese instrumento tuyo —suspiró
— Vine por algo que tú quieres, yo bien sé, desde ese día que naciste, desde la
primera noche que dormí a lado tuyo y escuché ese dulce respirar. Un día mi
hija tendrá que marcharse... ¡Qué pensamiento tan más cruel!, ¿Cómo mi
única hija se separaría de mí? Siempre he sido honesto contigo y con tu madre,
esta es la realidad. Tu lugar no está aquí, eso tú lo has sentido en estos últimos
días, ¿No es cierto? —preguntó. Al mismo tiempo dejó en paz la flauta y a su
padre miraba a los ojos.
—Hmm, irme de aquí o quedarme... Irme sería un sentimiento malagradecido
hacia ustedes, son las únicas dos personas que conozco, si no estoy aquí
entonces dónde... —Debes buscarla —interrumpió— Nosotros dos no somos
más que dos viejos, hemos vivido mucho, hemos visto, hemos hecho y
deshecho. Pronto no estaremos más aquí, te quedarás sola. Hija, eres joven y
eres la mujer más hermosa que he conocido, ¡claro! Después de tu madre
jajaja
—¡No digas esas cosas! No quisiera quedarme sola nunca en mi vida, es
posible... La verdad es que quiero irme, quiero conocer qué hay más allá de la
tranquilidad de estos montes, pero... Ustedes, ustedes me preocupan, ¡No
quiero dejarlos!
—Nosotros no queremos dejarte ir, pero entiende... Esto es una de las muchas
pruebas que encontrarás en tu camino. Yo veo que Zaxie, mi hermosa hija
tendrá un hogar lejos de Cadrán. Un hogar humilde pero lleno de amor, un
marido valeroso y honrado ¡ah! Y un hermoso hijo, quizá dos, tres o cuatro...
—Eso es lo que me depara el futuro, todo eso que hablas ha sido mi inquietud
estos días —. Abrazó nerviosa a su padre, los dos sabían que el día de partir
llegaría más temprano que tarde.
—Añoro el día que hables de esto con tus hijos Zaxie. Bien, casi anochece y
ustedes dos parecen tolerar bastante bien el frío, vayamos adentro, las perdices
asadas siempre vienen bien con pan recién salido del horno —dijo su madre.

Tras esa noche la familia se preparaba para enviar a su única hija a encontrar
su camino, la cena fue una de las últimas que compartieron en familia. Los
próximos días la bella Zaxie pasaba el tiempo tocando la flauta sentada en el
mismo lugar donde platicó de aquellas cosas con su padre.
—Cuando te vayas, quiero que un día vengas a visitarnos. Sé que serás una
mejor madre que yo, siempre piensa en ser mejor. Para mí eres todo y eso
deben ser tus hijos para ti... Todo.
—Querida madre, cada día presiento que estoy en pos de irme. ¿Estarás lista
para ese día? —No —respondió rotundamente— No estoy lista, pero tendré
que estarlo. Es lo mejor para ti, y, si tú eres feliz tu padre y yo lo seremos —.
Cada día se hizo más eterno, controversial con la prisa que estos tenían, ella
quería irse en un principio, pero ahora los pensamientos entrañados en esa
pequeña casa le impedían continuar. Una mañana, apenas asomaban los rayos
del sol por entre las montañas la joven se levantó y se asomó por una de las
ventanas. La luz del sol se extendía iluminando las montañas, el espíritu de la
vida mostraba claramente la verdad: Era tiempo de partir. Corrió al viejo
ropero, tomó unas viejas botas de su padre, así como la ropa de su juventud,
no sin antes tomar una vieja vaina y una espada (armas las cuales pertenecían
a su familia como símbolo de honor) Consigo preparó en un saco, una botella,
manzanas y duraznos para el camino.
—Te ves hermosa —dijo su padre.
—Creo que el momento ha llegado. Es hora de irme... —Sí, lo es. No hay
mejor día, ve el horizonte. No hay mejor día para aprender a vivir... No hay
mejor día para saber que nuestra hija hace su propio camino —sollozó su
madre.
—Quiero, antes de irme quiero decirles... quisiera que supieran... —Shh,
Zaxie... Lo sabemos. Cada instante desde ayer y siempre, una despedida corta
será mejor para los tres ¿Cierto?, mi pequeña. Jamás olvides que, de no vernos
en vida, siempre habrá algo por delante...
—Zaxie sollozaba intensamente —Mamá, tu, es decir... Hasta siempre. —
Ahora estoy, estoy preparada para tu regreso... Mi bebé... Cuándo te sientas
sola, cuando las tinieblas te abrumen... Oye el silencio, siente el viento y, ten
fe.

Una despedida muy corta en tiempo, pero demasiado larga en sentimiento. Un
abrazo y muchas lágrimas, finalmente Zaxie descendió por la colina que
llegaba hasta su casa, volteó a ver la vieja morada, con techado de paja,
puertas de madera y un gran calor de hogar.
De las montañas emanan varios bosques y un río en el fondo de estas.
Siguiendo el río se encuentran más poblados de todo tipo de criaturas que
habitan las misteriosas tierras del norte, cuenta la leyenda que Cadrán es muy
peligroso, pues criaturas malignas habitaban más allá del sol. No obstante, eso
era mucho menor antes que el dragón bajara de las estrellas.

Entre laderas y montañas perderse es normal, perdió el camino en cuanto el río
desapareció sumergiéndose en la tierra. Las áridas tierras terminaron en un
pastizal, un pastizal de montaña. Entre rocas y laderas un arco apareció de la
nada, Zaxie pensó que sería el arco de algún templo cercano, pero no fue así.
Cuando un viajero se pierde y un arco encuentra en Tharmandor, sólo es señal
alguna: La Ciudad de los fantasmas o Ciudad espectral. No es una ciudad que
pueda verse todos los días, no es algo que cualquiera pueda encontrar, de
hecho, la ciudad encuentra a uno mismo.
¿Fantasmas? Sí, fantasmas y espectros reunidos en una ciudad oculta, Zaxie
caminaba entre las calles llenas de bares, cantinas, restaurantes y salones. Los
alrededores dejaron de ser tierras secas y áridas, pastizales y rocas todo se
convirtió en un lago, una ciudad flotando en un lago, llena de incontables
luces provenientes de lámparas, y esos fantasmas... Faunos, Hombres,
Centauros, ígneos, yaogh, almas, esbirros, demonios, espíritus sin cara, sin
nombre, sin ilusiones... Todos en rebosante felicidad, entrando y saliendo de
los restaurantes, bebiendo toda clase de licores en el bar, bailando en las
plazuelas... Un sinfín de cosas que, raramente son vistas.
—¡Un mortal señores! Tenemos un mortal que nos visita, ¡Qué dicha! O
debería decir, ¡Que desdicha! —exclamó un fantasma sin cara afuera de la
entrada de un místico bar llamado "El capitán"
—No vine a molestarlos, por favor no me hagan daño... —comentó asustada.
—Lastimarte no puedo, soy un fantasma... ¿No lo has notado?
—Entonces... Me he perdido, no tengo interés de perturbar la ciudad, ¿Por
dónde está la salida?
—Ay niña, salida no hay, puedes tomar un bote y remar por el lago, pero te
aseguro que te perderás
—Mirando al lago, las balsas coloridas con montones de fantasmas, música y
una perdición completa, Zaxie agradeció al fantasma y caminó entre la infinita
multitud —Mamá, papá... Les he fallado, no se dónde estoy...
Entonces caminó hasta un cerezo en un pequeño jardín frente a un palacio ya
abandonado. Se sentó frente al árbol y observó cómo cayeron las hermosas
hojas cuales pétalos de rosa. Justo cerca de ella había un esbirro, fantasma
como todos los demás. Se acercó lentamente.
—Un mortal ¿eh? No tenemos de estos muy a menudo... Todos felices y te es
raro ver un miserable entre los alegres... No te culpo, antes bailábamos igual,
pero nos cansamos.
—¿Sabes cómo salir de aquí? Entré por equivocación y ahora... Todo está en
medio de un lago... —Sh, sin interrumpir... El capitán podría oírnos. Esbirros,
fantasmas, almas y espectros no poder salir. Si tu navío tomar y tu zarpar, tu
perderte en lago, lago muy grande y profundo. ¿Tu tener reloj de sol? Si tu
tener uno, mirar si sol llegar a la izquierda, si sol tarde tu quedarte aquí con
nosotros por siempre...
—¡No! No puedo, ¡Tengo que irme!... —¡Hey! Pequeño espectro ¿Quién
puede sacarme de aquí? —Esbirro. Espectros grandes, fuertes y malos,
fantasmas ser espíritus perdidos, almas ser seres muertos sin ir con Moragh.
Esbirro ser pequeño. —¡Entiendo! Esbirro, ¿Quién me puede sacar de aquí?
—Capitán tener reloj de sol y poder sacarte de aquí. —interrumpió después de
desaparecer—.
—Supongo... que el capitán está dentro del bar.

El bien llamado Bar del Capitán, un lugar donde los espíritus se relajan de sus
penas y bailan, beben y disfrutan de no estar vivos y de huir de la muerte. Ahí
está el espíritu de un pirata, loco y bonachón el capitán Xiang murió ahogado
en las islas de cabo blanco, dicen que buscaba el agua que te regresa a tu
estado original, la verdad es que no se sabe cómo terminó en un bar cantando
canciones y bailando como todo un loco.
—¡Argh!, ¡Todo a estribor perros marinos! ¡Tiraré por la borda a quién no siga
mis órdenes!, ¡Suene la música, maestro! —. Ese singular grito con esa voz
ronca y divertida, llena de alegría, todos bailando y tomando de los barriles
desparramándose de vino y otros licores.
—Capitán Xiang, ¡Tierra a la vista!, ¡Preparen los cañones! La música no se
detiene, bailen todos o nos hundiremos...
—¡Un mortal capitán!, ¡Ha entrado un mortal al bar! —gritaban los demás
fantasmas. Xiang al ver a Zaxie entrar al bar se quedó maravillado. —
Bienvenida a bordo oficial... —Zaxie —contestó. —Bien, ya sé lo que usted
quiere, la doncella quiere irse al mundo de los que nos temen. ¿Será que es
posible? Faltan cuatro horas para que el sol salga, si pasan en vano... Formarás
parte de la tripulación fiestera.
—Tengo que irme, Capitán. —Me temo que no se puede, la única forma de
salir de aquí es bailar hasta el amanecer, hasta que no podamos más... —
Interrumpió Xiang. —Eso es ridículo, bailando no saldré de aquí... —Entonces
no saldrás nunca, los que se pierden nunca creen lo que les digo y por
subsecuente terminan formando parte de mi tripulación.
—¿Qué dice Madame podemos bailar? ¿Bailar hasta que los huesos se nos
caigan? ¡Oops! Yo no tengo huesos, los perdí hace seiscientos años ¡Jajajaja!
—Todo el bar rió junto al capitán. Esperaban la orden para lo mejor.
—Le juro Capitán Xiang, si no salgo de este basurero después de bailotear,
usted me las pagará —El capitán Zhou Mao Xiang jamás miente, ¡El kraken
nos ataca escarabajos de mierda!, ¡El Fúlmaro quiere sacarnos los ojos!,
¡Venga la música! Bailemos hasta el amanecer Madame —dijo tomando su
mano.

Y entonces... La música sonó; violines y flautines, clarines y acordeones
sacudieron el bar. Todos bailaban cómo si el mundo estuviera en pos de
desmoronarse. Zaxie disfrutaba bailar con el excéntrico capitán mientras que
la taberna terminó patas arriba, la música, los fantasmas borrachos, ¿Podía
haber ocasión tan más divertida? Ella y el capitán bebieron del licor de los
fantasmas, ebrios y fantaseando los dos bailaron, hasta el amanecer. Hasta que
Zaxie amaneció dormida bajo un cerezo, a unos cuantos pasos de su destino.
La ciudad espectral escapó de ella, todo salió bien. Cualquiera diría que fue el
sueño de un viajero, pero una insoportable resaca seguida de un dolor de
cabeza indica que no lo fue.
Al despertar Zaxie encontró una nota entre sus cosas, una nota escrita con una
tinta bastante fina y con pluma de oro, escrita por el mismo Capitán Xiang. A
la letra decía:

"Madame, al leer esto te has de acordar de todas las cosas que vivimos
a bordo
Fue una noche muy divertida, ¡Ah! Lo olvidaba, bailando y bebiendo
tropezaste y te cortaste la mano, tu sangre... No es cualquiera, es la
sangre pura de la diosa Moragh, tu descendencia será bendita por
siempre. Eres una gran mujer".

¡Argh! ¡Todo a estribor!, Capitán Zhou Mao
Xiang.

—No fue una cortada muy profunda. Ese olor... Es pan recién horneado, ¿Tan
rápido llegué? —¡Señorita! Bienvenida sea usted, por favor, disfrute de su
estancia en la villa.
—Es aquí, ¿Es aquí la villa del arrozal? —preguntó nerviosa. —Sí, en efecto.
Si has llegado desde muy lejos es mejor quedarse, hay monstruos en las
afueras. Nunca salgas sola después de media noche y antes del amanecer.
—La diosa Moragh... ¿Soy parte de su linaje? Bueno... Creo que nada malo ha
de pasar. Ahora... Estoy aquí. Continuar sería pertinente, finalmente estoy en
un vasto mundo —pensó—.

Los vientos trajeron consigo buenos momentos, buenos tiempos y una vida
ajetreada, con mucha prosperidad. Al iniciar temporada Zaxie trabajó en un
cultivo de arroz, sembrando, caminando entre los charcos y los peces
luchadores, terminó la cosecha y su trabajo ahora se encontró en una
panadería, la cual vendía un fresco pan cada hora. En dicha panadería todos
los días iba un joven caballero, pastor de las grandes cabras montañesas
llamadas Arao, cuya fuerza supera a la de un ternero, son casi tan grandes
como un asno, algunos hombres las montan por su agilidad y su fidelidad
hacia sus amos.
Dicho joven cuyo apodo era Luo-Khanshi "Mano de hierro" acudía a comprar
pan todos los días, una hora antes del amanecer y dos después del anochecer.
El joven apenas unos meses mayor que Zaxie se enamoró de ella, su nombre
real fue Liu, sin embargo, sus amigos, las vivencias y su pasado le otorgaron
su sarcástico apodo. Con el pasar de la estación Liu encontró una cría de Arao,
la cual fue abandonada por su madre justo debajo de un arbusto, la cría se
convirtió en compañero y Liu la nombró Ghensha, y ambos vivieron aventuras
a través de las escarpadas montañas, la cabra de pelaje marrón, largos cuernos
y espíritu guerrero sería el compañero del alocado joven hasta el final de sus
días.
—¡Vamos amigo! Casi llegamos al final de la montaña, ¿es que los años ya te
pesan? —preguntó Liu cuando escalaban una empinada montaña llena de
acantilados y rocas.
—¡Es que estás loco! Existen muchos objetos que las damas adoran... ¿Por
qué tienen que ser orquídeas blancas? —exclamó Ghensha reposando sobre
una roca. —No es cualquier amor el que me atrapó, es amor por Zaxie, ¡La
mujer más bella de los arrozales! —¡Bah! Amor... No será eterno, pero cuando
dura... Debilita la mente amigo mío.
—Apuesto a que tus hijos serán hermosos como Zaxie, y valientes igual a ti...
—Esta vez, esta vez tendré agallas para decirle, unir nuestro amor frente a la
diosa Moragh, una celebración en la aldea... y tú mi amigo, tú serás mi fiel
compañero por siempre.
Ghensha no muy convencido de las ilusiones de su amigo siempre bromeaba
de forma inoportuna. Después de todo Zaxie y Liu estaban profundamente
enamorados uno del otro. Liu llevó a Zaxie en su noble corcel montañés.
Declaró su amor a Zaxie y ella aceptó ser la pareja del más loco, descarriado,
honorable y honesto hombre de toda la aldea de los arrozales.

La ceremonia se llevaría a cabo en la panadería donde se conocieron. Toda la
aldea celebró, todos añoraban que su futuro estuviera pleno de prosperidad. En
la aldea no nacían muchos niños comúnmente, un par normalmente cada cinco
o seis años. Un equinoccio de primavera nació Nadir, primer hijo varón de Liu
y Zaxie. Ghensha adoraba jugar con el pequeño pasearlo en su lomo y jugar a
esconderse.
Seis otoños más tarde, el segundo hijo de la pequeña familia estaba en camino.
Por lo que Zaxie decidió volver a casa, a que sus padres conocieran al
primogénito. Pero, cuando volvieron los tres y su fiel amigo cabra, algo
terrible ocurrió. La morada de los dos ancianos fue destruida, se comparaba
con ruinas, ruinas en las cuáles nadie ha vivido por mucho tiempo. Una
ventisca helada azotó Cadrán y los alrededores. Se oyeron rumores, en los
festivales, en ese tiempo de alegría un dragón bajó de las estrellas; trayendo un
clima antinatural y malas temporadas. La cabra se mostró triste al ver a Zaxie
llorar, Liu trató de consolarla, pero fue insuficiente.
—Sí, yo conocí a los viejos que vivían aquí. ¿Ella es la pequeña que vivía con
ellos? —dijo una lagartija a Ghensha. —Ella es. No venimos a molestar,
venimos a un encuentro familiar —contestó.
—Los viejos que vivieron aquí, se los llevaron los Dullahuma, monstruos
liderados por el más horrible de todos, el demonio en persona...
—¿Quién? —preguntó la cabra cargando al pequeño dormido en su lomo. —
Dractus Kaprapham. Una bestia con el cuerpo de un hombre y la cabeza de un
bóvido. Él y sus seguidores se llevaron a los viejos que en esta casa habitaban.
—¿Estaban tras ellos? —No lo sé mi cuernudo amigo, las aves nos cuentan
que los monstruos han descendido de las montañas y salido de sus cuevas y
ciénagas. Hace mucho frío para ser verdad, sugiero se vayan de estas tierras
malditas, no hay nada más que lágrimas y desolación —comentó el reptil.
—¡Liu!, ¿No piensas que estaremos más seguros si volvemos a la aldea?, Me
han dicho que la desgracia ha caído sobre este lugar. Será mejor irnos por
donde llegamos, jamás debimos venir aquí.
—Zaxie no puede viajar tanto. Nuestro segundo hijo está por llegar, viajar a la
aldea no es sensato.
—Ghensha tiene toda la razón. No es sensato arriesgarnos, mucho menos
arriesgar a Nadir, si venimos aquí fue por agradecimiento a mis padres. Ellos
no están. Regresemos o correremos el mismo destino —argumentó la mujer
secándose las lágrimas.

La noche cayó en el trayecto, a unas horas de llegar devuelta a la aldea. Zaxie
dormía junto a sus dos pequeños, Nadir despertaba en ocasiones y preguntaba
a su madre sobre el bebé que venía en camino y que en pos de nacer estaba,
ella intentando dormir calmaba las ansias del pequeño acariciándole la frente
hasta que ambos terminaron profundamente dormidos.
—¡Todo a estribor!, ¡Icen las velas! Capitana Zaxie, está siendo tarde para
huir...
—¿Capitán Xiang? Tantos años de no verlo, ¿Usted sigue navegando en su
taberna? —No. Esos días terminaron, he venido a darte un mensaje —dijo el
capitán.
—¿Mensaje? Hm... Mis padres murieron. Qué otro mensaje importante puede
ser para mí...
—Sí, es sobre tus padres... Allá, más allá de la ciudad espectral existe el rumor
de que un espectro se liberó de su encarcelamiento. Un espectro que anhela
irse a otro mundo, pero necesita algo, algo que le devuelva el poder suficiente
para manifestarse...
—Mis padres no eran hechiceros, no comprendo, ellos murieron.

—¡Capitana le suplico me escuche! —imploró Xiang —Ese espíritu necesita
la sangre pura de la diosa Moragh, ¡Tus padres murieron asesinados y ambos
tenían esa misma sangre!, pero ellos fallecieron... Sólo quedas tú, también tu
hijo...
—¡Vendrán por nosotros! Ese espíritu, está en camino, ¿Verdad? —El espectro
no puede manifestarse, él no lo hará... No debes preocuparte, nadie sabe qué
sangre tienes en tus venas, sólo tú lo sabes...
—El minotauro buscará acabar con tu aldea, tarde o temprano... Ninguna aldea
humana resiste a los asaltos... He venido a advertirte, no se trata de cuánto
tiempo tarde en buscarte, sino cuánto tiempo tardará en encontrarte...

Zaxie despertó. Todo había sido un sueño. Ya había amanecido, el sol estaba
ya en lo alto y era momento de volver a casa y, ¿estar listos? Lo más prudente
sería quedarse callada, al menos Zaxie no le dijo nada a Liu. Ghensha, por otro
lado, sabía perfectamente lo que Zaxie temía. Ellos dos guardaron el secreto, y
la cabra siempre fiel a su voto y palabra jamás diría nada a nadie por ningún
motivo.
Una semana después, después de que las siete lunas de Tharmandor
aparecieran en lo alto del oscuro cielo, en la aldea de los arrozales nació una
niña del vientre de Zaxie. Niña que fue nombrada Cenit. Liu rebosaba de
felicidad, pronto la aldea lo nombró jefe, pues el anterior era un anciano ya
muy cansado, a decir verdad. Los días cada día eran un tanto más fríos, pero
justo allí, en ese mundo el invierno no consumió las áridas tierras de Cadrán.
Todo cambió cuando la pequeña cumplió los tres meses de vida... Esa soleada
y hermosa tarde, cuando el pequeño Nadir aprendió a tocar la flauta...
—¡Ayuda!, ¡Estamos siendo atacados!, ¡Huya todo aquél que no pueda pelear!
—gritaban las voces al ser masacradas.
—¡Liu ha muerto!, ¡No resistiremos por mucho!, ¡Huyan todos! —alardeaba
un hombre joven cuyo brazo fue arrancado por las fauces de un cadirus.

Esa tarde, la aldea de los arrozales fue atacada por Dractus y las criaturas que
lo seguían. No era de esperarse, esas bestias encontraron la aldea. Destruyeron
los arrozales, el molino, la panadería y por supuesto incendiaron las casas y
cuanta cosa pudieron. Estaban siendo masacrados. Liu "Luo-Khanshi" fue
muerto mientras salía a cazar patos para alimentar a su familia.
Zaxie ocultó a sus hijos bajo el heno húmedo de un granero. Salió en búsqueda
de su amado, pero al ver que las bestias tomaron por completo la aldea. Pensó
en huir con sus hijos, pero al ser vista por Dractus este ordenó a un cadirus que
la devorara entera. Ghensha atacó valientemente a la criatura del mal, sus
cuernos macizos y su enorme fuerza lo hacían un rival formidable, el cadirus
intentaba hacerse con su cuello, pero la cabra lo tumbó pegándole con sus
cuernos en las costillas.
Ella sacó a sus hijos del escondite, y huyó por el flanco de una ladera, sin
embargo, Dractus pudo alcanzarla y la golpeó con una porra, dejándola
severamente herida. Cenit no sufrió más que unos golpes al caer junto a su
madre. Antes de ser asesinados un anciano enfrentó al minotauro
valientemente sin ninguna oportunidad contra la bestia, pero esto dio una
oportunidad de que Zaxie montara a Ghensha y escapase con los niños lo más
rápido posible.

Huyeron a tierras de nadie; sin embargo esa huida no fue provechosa. Ghensha
no podía galopar tan rápido ya que Zaxie estaba malherida, los niños veían
desangrar a su madre, incapaces de ayudarla. La mujer sin duda moriría.

Mientras Dractus terminaba con la aldea humana dejó pendiente asesinar a la
mujer y a los dos infantes. Así que después de devastar la aldea, siguió por la
ladera donde huyeron. Su meta: Asesinar a quienes daban esperanza de
restaurar la vida humana en Cadrán, sin saber que estos ya se encontraban muy
alejados de aquel lugar.
Nadir lloraba junto a su madre, esta cantaba canciones de cuna para que Cenit
dejase de llorar y no fuesen descubiertos por algo.
—Ghensha... Tú, Cenit y Nadir deben escapar. Mis heridas no tienen cura y
con cada paso que das es una inmensa tortura para mí. —Mi señora, mi amiga,
mi fiel confidente, ¿Es que ya es el momento de tu partida? Liu siempre estará
junto a ti, no temas de volver a la diosa completamente sola.
—Mis hijos tienen la sangre más pura entre los hombres, quizá esto es lo que
la diosa quiere... Quiere que los hombres sean puros, no de sangre, si no de
corazón como estos dos niños inocentes e indefensos de la vida. —Daré mi ser
de ser necesario, debo mi vida a Liu y a ti. De no ser por tu amor Liu jamás
me habría encontrado ese día mientras buscaba flores para hacerte sonreír.
—Mi niño —dijo Zaxie acariciando a Nadir quien desconsoladamente lloraba
sosteniendo a su hermana en brazos.
—Mami, ¿Estaremos solos para siempre? —preguntó. Su madre sostuvo su
mano, acarició el rostro de la pequeña que dormía y le dijo —Cuando las
tinieblas te abrumen, cuando te sientas solo; oye el silencio, siente el viento y
ten fe... Recuerda que siempre habrá algo bueno por delante. —Ghensha,
Nadir, mi pequeña Cenit... Huyan lejos.
—Ghensha, ¿Mamá vendrá con nosotros verdad? —La cabra no respondió,
esa pregunta le había roto el corazón y prefirió guardar silencio. —Siempre
estaré contigo mi pequeño... —Que la luz de las estrellas ilumine su camino,
hoy, y siempre.

Fue así como la cabra supo que era hora de partir. Los niños subieron a su
lomo, Nadir cargó a Cenit en brazos, la pequeña no tenía intención de
despertar, dormía tranquilamente. Ghensha galopó a toda velocidad con el
corazón partido.
Zaxie conocería su destino tras dos días de agonía, fue entonces cuando el
minotauro la encontró debajo de un olivo en medio de la nada. La bestia pudo
saciar sus oscuros sentimientos dándole fin a la mujer.

Nadir y Cenit huyeron con Ghensha. Sufrieron hambre y frío durante muchos
días, hasta que fueron acogidos por una bruja. Una bruja muy buena que curó
su culpa y les dio abrigo por muchos días, mientras que el maldito invierno
acarreando maldiciones les hizo la vida difícil a muchos.

Corrupción.


Es una temporada difícil incluso para los más fuertes de todos. Este año que
fue el mejor en cosechas, el mejor en presas y el mejor en tiempo en sí; esa
idea es muy cuestionable ahora que las ventiscas abrazan la tierra y destruyen
todo a su alrededor. El gélido clima se adelantó sin remedio alguno. No
perdonó que las crías no estuviesen preparadas para resistir el temporal, las
cosechas del invierno morían lentamente. Las manadas se congregaron en
sitios remotos donde no pudiesen cazarlas.
En el corazón de Tharmandor las cosas se complicaban muchísimo. Luego de
que un extraño rugido tambaleó cada rincón de cada reino, todo fue cuestión
de que el mundo se desmoronase frente a quienes buscan una solución. En
dichos lugares donde la esperanza murió, los animales también hicieron frente
a tremendas circunstancias cuyas reuniones se llevaron a cabo en la pradera
donde las luces suben al cielo.

Los matorrales lucían un color marrón amarillento mientras que las pequeñas
luces que siempre suben al cielo no dejaban de fluir. La nieve ganaba terreno
y, donde una vez fue un paraíso terrenal, búfalos, ciervos, rinocerontes se
reunieron en el verano para pastar. Hoy se encuentran el búho de las nieves, el
veloz halcón, la cerceta temerosa, el pato viajero, el furioso petrel, avecillas
pequeñas llenan la audiencia por doquier.
Lagartijas y ranas se arrastran entre el frío suelo, las serpientes desaparecían
por lo que andar entre la hierba para estos animales resultó ser muy seguro.
También llegaron chacales, la astuta comadreja, el zorro audaz... Por último,
llegaron los animales más emblemáticos de los Fiordos de Vengar: El lobo y el
león.

La comida escaseó tanto, las manadas se fueron a lugares remotos y
desconocidos. La lucha entre animales por sobrevivir llevaba a menudo
conflictos entre ellos, siendo los resultados muy negativos entre todos los que
compartían ese mismo hogar. La disputa sería quién podría controlar los
territorios, la escasa alimentación y por supuesto a las otras especies.
Alardeando por todos lados la cerceta justificaba que al ser mayoría deberían
controlar los pantanos y lagos que todavía no morían a causa del hielo —Las
aguas son de quién mayoría representa —Exonerado deberías quedar, todos
necesitamos el agua para vivir. En tiempos de sequía podemos pelear por ella,
esto es muy diferente. Esta disputa no tendrá fin si no es hasta que los grandes
se pongan de acuerdo —calló el pato a la cerceta.
—Los que no tenemos voz no tenemos alternativa, sólo irnos de aquí —
argumentó la comadreja. —Si no soy inoportuno hay muchas aves en los
lagos. Al menos mis crías y yo no pasaremos hambre por un tiempo, quizá
hasta que esto termine.
—Sí, hasta que yo devore una cría de comadreja o un polluelo de halcón.
Nadie de ustedes resistirá el invierno simplemente por pelear, para qué pelear
si puedes hurtar —. Mencionó el búho hasta que el halcón furioso intervino —
¡Las crías de búho son torpes en el día! Yo tampoco pasaré hambre al menos
hasta que el invierno se vaya.
—Yo puedo cazar una cría de búho, un pequeño zorro o cualquier comadreja
desprevenida —dijo el petrel entrando en escena.

—Insolentes aves, torpe comadreja, ¿No se dan cuenta? Cuando los lobos o
los leones sientan hambre ninguno de ustedes estará a salvo. Manadas hmm ya
no he visto, se han largado por pastos más verdes. Ustedes y yo tendremos que
deshacernos de nosotros o de nuestra vida, ¿buscaban alternativas? Me
ahorraré saliva y palabras si les digo que no las hay. —¡Bien dicho colega! —
interrumpió Kau el lobo, líder de la manada de los Faon. —Será mejor morir
antes de ser el último en quedar de pie, ¡Qué me dicen de eso!
—Hablan cómo si su vida estuviese ya forjada, de esto no podremos salir, y a
lo que mi mente concierne. Todos comeremos de todos, yo comeré aves y
comadrejas, tal cual la comadreja comerá un polluelo, asimismo el zorro
comerá lobeznos, el petrel crías de zorro, el león se comerá al petrel y el lobo
al león.
—¡Pongan atención! Lo que el lobo dice es verdad, eso nos pasará. A menos
que cacemos hombres, o cualquier otra criatura débil que caiga en estas tierras
ahora malditas. Hay mucho que cazar, no es de importarnos si las manadas se
fueron. —dijo el león llegando tarde a dicha reunión.
—El norte es de nosotros. El sur es de ustedes, todo lo que pase los límites del
norte será de ustedes y todo lo que pase los límites del sur es de nosotros —
comentó Kau.
—Nuestra rivalidad comienza cuando el invierno termine, ningún lobo morirá
en mis garras o en las de otro león mientras mientras este acuerdo no sea
dimitido o rechazado.

Los demás animales callaron por completo. Quién podría enfrentar a los
leones o a los Faon, entre ellos pueden discutir y hablar pestes uno del otro,
pero quién puede hacerle contraria a Kau o al león. Con quince leones y casi
treinta y cinco lobos la competencia siempre fue muy dura. Repetidas veces
los hijos de los leones asesinaban lobos, pero al mismo tiempo los lobos
mataban al más despistado león que anduviese solo.
—¿Qué ocurrió al final? —preguntaron los lobos a su líder. —Nada —
contestó abruptamente. —Si cruzan la frontera con el sur están muertos, no lo
hagan. Pero si un león lo hace, llamen a todos, necesitamos ocho para
derribarlo.
—Esto es un juego. Si somos astutos podremos atraer a algún león, matarlo y
devorarlo. Eso si la escasez empeora con el paso de los días.
—¡Podemos cazar a los pescadores! —argumentó la muchedumbre. —Sí, son
fáciles de cazar. Pero sin ser inconveniente si lo hacemos regresarán con un
ejército y no pienso perder a más miembros. El hambre y la enfermedad nos
arrebataron a muchos este año.

Más no podía ser debatido y llevado al juicio de cada uno de los lobos. Esta
temporada se resumiría en una crisis profunda, de la cual no se saldría tan
fácilmente, norte y sur lucharon por sobrevivir. Los leones a pesar de ser
menos son más fuertes, lo que es difícil cuando se tiene que alimentar a
grandes bocas con hambre cada amanecer.
Los hombres no se adentran en el sur, llegan en los principales lagos y allí
pescan lo que pueden. Cuando estos se congelaron los hombres iban de vez en
cuando, menos eran vistos cada día; no obstante, los lobos tenían cachorros
muy pequeños que ocultaban en una madriguera bajo un tronco partido por un
rayo. La preocupación de todos era mantenerlos con vida, pues la comida no
era cotidiana y en ocasiones todos, o solo algunos tuvieron acceso a la comida.

Los lobos centinelas, que vigilan las afueras de los fiordos helados notaban
que los grandes alces caminaban cerca, al cazarlos no pudieron llevar a casa
más que una pequeña cría, no suficiente para todos, pero sí para los ancianos y
los cachorros. El momento más vulnerable, al estar comiendo, una criatura
más grande que ellos llegó.
Oculta por la tormenta de nieve, un cadirus, bastante grande a decir verdad
estaba en pos de hacer frente a todos los lobos.
—He visto más inteligencia en una jauría de perros que en esta manada —
mencionó la bestia haciendo temblar a todos los presentes. —No teman —dijo
Kau —De ser necesario esa inteligencia nos ha llevado al rango que tenemos
entre los animales que se arrastran por estas tierras malditas; haré referencia,
sé que criatura erres, sé tú intención. Escupe quién eres y por qué estás aquí.
—No les diré mi nombre, perros. Les diré que he venido a darle un mensaje a
todos ustedes: Mi amo tiene interés en estas tierras; venceremos a todos los
hombres que aquí existan, hombres y criaturas débiles no tienen lugar en el
nuevo mundo que, gracias al invierno se ha forjado. Opciones no tienen, no
habrá comida en unos meses, no tendrán agua en un temporal más. —¡Basta!
Somos un pueblo soberano, ¡Ningún otro animal nos hará ceder nuestra
soberanía! —interrumpió el lobo—
—Mi amo sólo desea el control de estas tierras, y de tener más fuerza nuestro
grupo hará pedazos al suyo. Tienen pocas opciones, la última migración de
renos y ciervos se acerca. Saben ustedes que después de eso la comida será
más escasa que en los arduos meses de sequía.
—¡Fuera! ¡Nuestro hogar no caerá en manos de impostores o malvivientes!
—. Gruñó Kau, alentando a los demás a hacer frente a la criatura; cuya
intención era de someter a los lobos, no es de asombrarse. Los lobos
enfrentaron al cadirus quince a uno, sin oportunidad alguna la horrida bestia
no pudo enfrentarlos a todos. Gruñidos y ladridos hicieron a miles de aves
salir volando en lo alto del cielo, las liebres y los animales pequeños salieron
de sus escondites para ver cómo los lobos se deshacían de la bestia.
Pasaron varios minutos, entre todos lo acorralaron en el bosque de coníferas y
lucharon casi a muerte, no sin antes, al presentarse una mínima oportunidad el
cadirus huyó rápidamente hacia campo abierto. Los lobos no lo siguieron por
mucho. Se detuvieron en cuanto la oscuridad mostró las lámparas de los
hombres que volvían a sus aldeas al caer la noche.

¿Quién era el amo de esa cosa? Nada más y nada menos que Dractus,
conocido en el sur como Goroth, la bestia con cuernos. Después de los
primeros pueblos humanos que sufrieron en manos de las crecientes hordas de
cazadores, se vio al minotauro viajar hacia el sur. Acompañado de horda que
saqueaban pueblos, cazaban viajeros y asaltaban caminos, ¿Por el invierno
mismo? No se sabe, eran tiempos difíciles. A pesar de ello, el extraño clima
que invadió el centro de Tharmandor venía con el auge de las criaturas que
supuestamente vivían muy lejos, eran leyenda o ya se consideraban como
extintas.
Los fiordos de la región de Vengar eran una posición estratégica, hombres y
manadas se reunían de vez en cuando por ser una fuente de alimento y agua,
tenía acceso al mar, por supuesto, ahora congelado y a su ve tenía acceso al
bosque que divide Tharmandor en este y oeste. Además de ser un lugar casi
inexplorado por la cantidad de fieras que lo habitan. Una vez apareció el
cadirus, muchas otras bestias agobiaron a los lobos, pues temían por sus crías.
Si quizá, sólo quizá se aliaran con los leones, ningún foráneo pudiera hacerles
frente, el orgullo era grande entre ambas especies que no pensaban en el
bienestar más que de sí mismos.

En las noches Kau no dormía nada prefería observar el horizonte. Las criaturas
se ocultaban entre los pastizales, veían al lobo temeroso, esperaban esa
oportunidad. En los días Kau durmió junto a los cachorros, protegiéndoles
incluso si una mosca se paraba frente a ellos.
Una nublada mañana el lobo vigilaba los límites de su territorio, las hierbas se
movían sacudidas por el viento, nada más durante mucho tiempo. Un pequeño
mirlo, conocido del lobo se acercó con curiosidad y le dirigió la palabra — Sí
yo también estuviese en tu condición si de mi familia se tratara…
—Mis cachorros, no tienen más que unas semanas de haber conocido la luz,
yo soy un lobo viejo, seguro que es la última camada que tendré antes de
morir… Quiero enseñarles tantas cosas como a los demás les he enseñado.
—Comprendo tu sentir. Con todas esas cosas rondando por aquí, todo mundo
debe sentirse preocupado. Recuerdas cuando nos conocimos… ¿No? —
preguntó la avecilla—
—Jamás pudiese olvidar dicho momento; un cachorro entrometido husmeando
en lo alto de un nido de mirlos, fue una dura caída, también cómo olvidar eso
—Escucha, no hay tiempo para buenos recuerdos, la tristeza que de ti emana
también perjudica a los demás ¿No lo notas? Tu manada está nerviosa porque
sin ti no sabrían que hacer.
—Si de eso hablamos, es mejor que te marches y vueles por dónde has venido,
mi conciencia está agitada como las aguas marinas —Sigues siendo un viejo
orgulloso, Kau. Tu padre diría que no haces un papel muy espléndido como
líder de todos los lobos.
—Eso lo sé, si él viviera estuviera ya riñéndome como cuando joven. En mi
conciencia remuerde que entregar mi hogar ancestral no es más que un acto
cobarde de mi parte. —¿Escuché bien? ¿Acaso tienes en mente enfrentarlos a
todos? Esto no es nuevo, pero como amigo pienso que es imposible.
—Abandonar el hogar o la esperanza —suspiró el mirlo—
—Mis cachorros están frente a cualquier cosa. Mejor es que ceda el territorio a
los enemigos y busquemos un lugar mejor para vivir —comentó el lobo para
calmar al mirlo.
—Bien pensado, aunque, es tu decisión —dijo el mirlo antes de alejarse
volando.

El lobo caminaba de un lado a otro, bajo las praderas cubiertas de nueve y bajo
un mar de nubes negras llorando fríamente. Ningún otro lobo lo vio durante
ese mismo día.
Constantemente el animal se repetía a sí mismo, ¿Qué voy a hacer?, cansado
de caminar sin rumbo llegó hasta un lago que agonizaba congelándose. Veía a
las aves con intención de abalanzarse sobre ellas, miró el agua fría y lo pensó
dos veces. "Si me caigo a las heladas aguas no podré salir, soy viejo y carezco
de condición”.
Sólo bebió agua se se echó al piso. Cerraba los ojos comenzando a dormitar;
los lobos tienen un instinto y un sentido de la percepción bastante finos,
entonces casi dormía cuando de repente el mismo cadirus que ahuyentaron se
acercó a la orilla del lago fijándose en el lobo. Poco a poco dicha bestia se
acercó a la fiera, se tiró al piso junto a este, mientras que el lobo veía las
heridas que le habían abierto en su peludo cuerpo.
—el cadirus gruñó, con todo y con eso Kau lo ignoró —Parece que la locura
no te deja en paz desde ese día, tú y tus lobos se ven preocupados.
—Kau no dijo nada, sólo suspiró de esa manera como lo hace un perro cuando
está triste—
—Ahora que estamos en paz, tu y yo llegaremos a un acuerdo sea por la buena
palabra o por el mal acto. Mi amo en verdad desea estas tierras, y de una
manera u otra yo seré quién se las otorgue.
—Estas tierras son nuestro hogar; por qué dárselas a quiénes no lo merecen.
Aquí crecen lobos, no cualquier lobo, aquí nacen los Faon —contestó el lobo

—Ustedes perros ya no lo harán. Esta es una nueva era, nuevas desiciones son
tomadas por aquellos que los poderes tienen, ustedes ya no tienen poder sobre
esta tierra, busquen otro espacio o mueran defendiendo la escasez, la
hambruna y la desolación que radican aquí.
—Por la buena o por la mala has dicho, ¿Qué propones? Me rehuso a que mis
hijos peleen, muchos son muy jóvenes e inexpertos. —Grrr— gruñó la bestia.
—Una reunión cuando la tercera luna esté llena, en lo lejano de los fiordos, en
las rocas. Allí discutiremos el destino de ustedes y de nuestra ocupación.
—Bien, pronto no querrán nada que yo tenga. Estaremos en paz ustedes y
nosotros, eso es lo más importante de todo —afirmó Kau.
—En efecto. Si traicionarás tus ideales hazlo solo, cualquier intento de
rebeldía será castigado con la muerte tuya y de quiénes te hagan compañía —.
Añadió. Pronto se levantó y se fue exactamente por el camino que guiaba a las
rocas.

La reunión se llevaría a cabo esa misma noche. Noche en la cual los lobos
aúllan a la serenidad de los campos.
Kau esperó en el lago todo el día, su manada preocupada lo buscó por todos
lados. Excepto ahí ya que colindaba con las afueras, y usualmente los hombres
van a pescar por ahí; y efectivamente, muchos hombres fueron a pescar, muy
precavidos de lo que el lobo pudiera hacer a los niños que jugaban. Un crío
caminó muy adentro en el hielo del lago y cayó al fondo de este al romperse el
hielo. De inmediato Kau corrió para ayudarle, el padre del pequeño intentó
llegar antes, preocupado que el lobo devorase al niño antes de ahogarse, pues,
la mirada de Kau era muy engañosa, el hombre vio la intención de cazar en los
ojos del lobo, pero el mirlo que pasaba por ahí vio a un lobo preocupado y
haciendo un acto de bondad.
El hombre no pudo hacer mucho, ya que Kau saltó al agua fría y cogió al
pequeño con sus fauces, sujetándolo de los ropajes de piel empapados. El
hombre intentó correr para evitar un supuesto desastre, sin embargo, Kau sacó
al niño del agua. Lo arrastró hasta un lugar seguro y escapó antes de que su
padre lo hiriese con un arpón que traía en la mano.

El mirlo que vio todo el acto buscó a Kau que se escondió en unos matorrales
atento a si el hombre buscaba vengarse de lo que había hecho.
—Eso amigo mío, fue algo ejemplar. He visto todo, te conozco y debo decir
que eres un gran lobo al salvar a la cría de tu enemigo.
—Gracias. Es de cuestionar lo que el hombre piensa. Ese padre pensó que yo
devoraría a su hijo, y al ver que este se aproximaba con el arpón decidí huir,
mi realidad es que al ver a ese niño ahogarse lo menos que pude hacer fue
arrastrarlo hasta la orilla.
—Todo depende de la perspectiva sin duda alguna —añadió el mirlo.

Conversaron un rato mucho tiempo, a decir verdad, justo antes que la noche
cayera los demás lobos cazaron un viejo caribú que se rezagó del resto.
Esperaban a su líder para comer. Kau se encaminó a las rocas, con la
esperanza de ser perdonado por los demás lobos de la traición a sus ideales, así
como a la manada misma.

Las criaturas lo miraban indiferente, con odio y casi burlándose de él.
Discutieron durante horas, Kau tenía el riesgo de ser atacado por los otros. Se
reunieron cadirus, leones solitarios, godinoctias también (que son criaturas con
piel seca llena de ámpulas y enfermedades y con alas largas capaces de
hacerlas volar por periodos de tiempo muy cortos). El lobo esperaba conocer
al minotauro porque al ser tan hablado su nombre se semejaba a una leyenda o
a algo no existente.

El lobo cedió el territorio a las demás criaturas con la condición de darles
hasta el mediodía para a abandonarlo. Las bestias aceptaron todos los acuerdos
y justo una hora antes del amanecer dejaron libre a Kau, quien derrotado se
alejó de las rocas.

Al llegar a casa los ánimos se estremecieron. Ni un sólo aullido o ladrido
recibió al líder que daría una triste noticia, el mirlo llegó a ver la tragedia que
ocurrió.
—¡Mis hijos!, ¡Mi linaje! —exclamaba Kau con la voz quebrantada de dolor
mientras olfateaba y lamia la sangre de los cuerpos de sus cachorros más
pequeños.
—Te fallamos como manada, a noche mientras estabas ausente el minotauro
junto con otros nos atacaron y asesinaron a los pequeños y a los más ancianos.
No pudimos defendernos mucho tiempo, entraron y mataron a las crías —dijo
el lobo centinela.
—El que ha fallado soy yo. Ahora no tenemos hogar y la alegría de nuestra
manada se ha muerto para siempre.
—¿Hogar? ¡Qué has hecho! Oigan todos, ¡Kau nos ha traicionado cediendo
nuestro territorio! —Dicho eso todos los lobos rodearon al líder para
cuestionarle—
—Cedí nuestro territorio para evitar un desastre, y miren lo que ha pasado no
es culpa de ustedes, sino mía. No les pido perdón, sino entendimiento.
—Eso no nos devolverá lo que hemos perdido— dijo la madre de los
cachorros muertos.
—Sí lo hará —intervino el minotauro— De una u otra manera logramos lo que
yo quería. Han cedido su territorio, lo cedieron por proteger a sus crías. Las
cuales están muertas por causa mía. Ahora no tienen ni hogar ni qué proteger.
Su única opción será obedecer de buenas a primeras, ahora están subordinados
a mí a menos que un par de vidas más ose a retar esta circunstancia —añadió
atemorizando a los lobos.

Ese momento fue crucial en la vida de la manada. Ahora estaban al servicio de
los cazadores de la pradera, por decir que si se hubiesen aliado con los leones
los foráneos jamás hubiesen arrebatado su hogar y las vidas de sus seres
queridos. Desde ese momento los lobos no aullaron ni una luna llena más. Se
retrajeron obedeciendo órdenes de los superiores, que consistía en atacar a
otras criaturas y capturar presas para alimentar a los otros cazadores. Kau por
lo mientras decidió desterrarse un tiempo, tal vez hasta la muerte pensarían
muchos. De una u otra forma el minotauro lo volvió a poner al frente de la
manada y para liderar a los otros Faon dispersos por todo el mundo.
De mientras Kau se tiraba al helado suelo en ese mismo lugar donde salvó al
pequeño humano de ser tragado por las aguas heladas.
—No sé si falto a mis nuevos ideales al dejar que esos humanos sigan
pescando por aquí, o si realmente lo hago por proteger a mi familia —suspiró
— Quizá así se sienten todas las madres a las que los Faon de Vengar les han
arrebatados a sus hijos, impotentes, desoladas, y los padres seguro sienten eso
o peor.
—Me duele decir esto amigo mío, pero toda tu vida diste mucho por amor, sin
embargo, el orgullo hizo que perdieras todo lo que tenías —comentó el mirlo
viendo a su amigo con ojos de lástima.
—Viviré para luchar otro día —dijo Kau.

Capítulo IX: Hermanos.


—Bienvenidos al último día de clases. Una etapa ha terminado para siempre,


quiero darles las gracias por haberme permitido ser su maestro, y así como
ustedes se gradúan, yo lo haré de la misma forma, ¡oh!, Oliver, ¿Por qué eres
el único que ha venido? Creí que am, bueno, no importa.
Hoy como consejo de vida te hablaré acerca de la libertad. ¿No sabes qué es?
¡Perfecto!
—Piensa esto hijo: Somos tan pero tan esclavos de nosotros mismos que...
Incluso impedimos que decidamos si seguir viviendo es lo que nos
corresponde. Quiero decir, ¿Tú eres el que está vivo?, ¿Nosotros morimos?
Necesito saber qué es lo que sabes... ¿Tu decidiste dejarnos? Quizá debí
ayudarte... Perdóname.
—No te apures hermano. Hace tanto que te has ido que no recuerdo la última
vez que nos dimos un abrazo, con respecto a ese día. Ese día que me fui de tu
vida en verdad no quise hacerlo, moría por festejar contigo ese cumpleaños
que nunca llegó —Deberías ser feliz, eres un gran chico y mamá estará
orgullosa de ti cuando te encuentre, deberías porque algún día de tu existencia
olvidarás amar, olvidarás el sentir ser amado y te olvidarás de nosotras... Eres
muy débil en ocasiones y eso yo lo sé...
—¡Ja!, ¿No es esta la sabandija que lloró ese día? ¡Wow! Veo que sí. Dime
niño, quisieras ser un hombre, y casi estuviste a punto de, por salvar a
Azucena de las sombras que nos siguieron. Admito que salí y muy lejos, a
decir verdad. Hubiese querido llegar a consolar a mi pequeña amiga, no hubo
remedio cuando me capturaron, ¿Tú que harás cuándo te capturen? Las
sombras me dijeron que tienes una cita con lo opuesto a la vida, ¿Sabes cómo
se llama eso? ¡Ja!, ¡Apuesto a que no!
—¡Déjenme tranquilo! ¡Ahhhh!

—Tremendo grito despertó a Brian así que se levantó, bostezó un poco y trató
de llevar serenidad al cuarto —¡Ya Oliver! Duerme, no has dejado de hacer
ruidos toda la noche —. ¿Ruidos? Yo no he hecho sonido alguno —añadió
histérico— Conserva la calma, son sueños, sueños muy malos necesitas
energía para el día de mañana.
—¿Rovan terminó de hablar con la centauro? —preguntó Oliver poniéndose
las botas.
—Siguen en el mismo lugar. No han parado de hablar ni creo que dejen de
hacerlo sino hasta mañana en ese caso los otros están en otros cuartos. Oí que
dijeron que nos separaran y que durmiésemos en diferentes cuartos —bostezó

—Saldré a ver si Kenta consiguió llegar hasta aquí, de lo contrario no
dormiré...
—Oliver, sé que es tu amigo, también me preocupa, aunque no entienda ni
puta de lo que diga... Está nevando ¿No oyes? —Sí, es una tormenta muy
fuerte. Será mejor que vaya a preguntar si puedo salir o ir por un sitio seguro.
Tengo la esperanza de encontrarlo. —De Brian no salió palabra alguna pues
prefirió ayudar a su amigo. Ambos fueron donde Aakab y Rovan, no obstante,
el joven Dënuvok los detuvo justo antes de que pudiesen entrar a intervenir.
—Sería una imprudencia interferir —dijo el joven centauro.
—No pedimos más que un minuto, verás que un amigo se ha quedado muy
atrás es urgente saber su paradero, o al menos si está con vida.
—Oí que llegarían cinco humanos, pero las reglas es no salir cuando hay una
tormenta y menos cuando la tormenta son ventiscas de nieve sepultando la
montaña.
—Eso significa no —comentó Brian.
—Significa que es momento de ir a las caballerizas, buscar un par de libros y
que una velada con bebidas calientes se aproxima —dijo Dënuvok llevándolos
por un camino en las entrañas de la fortaleza, un camino que continúa hasta un
rincón. Doblando a la derecha se encontraban las caballerizas. Ahí es donde
los centauros duermen. Los centauros guerreros guardaban sus armaduras de
hierro, espadas, arpones y arcos en la caballeriza personal de cada uno.

—Esa caballeriza del fondo es la mía. Esperen mientras voy por las bebidas,
por favor no digan nada de lo que vean allá adentro —. Los dos amigos
caminaron precavidamente en el corredor al notar que en cada puerta de cada
caballeriza se encuentra un emblema sea un escudo o una espada, en el último
rincón del lado derecho no hay ni uno solo. Una puerta de madera vieja que al
abrirla se ve una habitación bastante ordenada, muchos libros apilados en un
rincón.
En un rincón hay pilas de paja. En la pared cuelga una espada y un casco,
Oliver tomó la espada mientras que Brian husmea entre los libros. —Esto no
tiene nada de filo, hmm, está muy descuidada. Dudo que sea el cuarto de un
guerrero
—¿Um? Un guerrero dices. Esa espada fue la compañera de mi padre muchos
años —dijo Dënuvok al entrar a su alcoba.
—¡Lo siento! La pondré en su lugar —. Tampoco es para que estés
preocupado, yo salvé a esa espada antes de ser fundida en los hornos, nunca
conocí a mi padre. Murió antes de que yo naciera, mi madre se hizo cargo de
la capitanía después de su inoportuno fallecimiento.
—Brian interrumpió— Entonces, no eres un guerrero. —Eso si es
impertinente de tu parte, humano. ¿Estás en la alcoba de un guerrero? ¡No!, te
encuentras en la alcoba de un escriba. Todos esos libros amontonados los
escribo yo —entregó las bebidas—
—¿De qué es esta bebida? —preguntó Oliver dejando la taza en un librero
lleno de telarañas.
—Es leche de oveja, hervida con especias picantes y azúcar. Nada que no
conozcas, la leche fue ordeñada hoy en la mañana, es fresca y de buen sabor
—contestó. —Anda que no. Llegamos hace unos días a este mundo —
comentó Brian—
—¿En serio...? Por algo no les creo, son bastante extraños y todo eso... Son
humanos, además viajar entre mundos no es posible.
—Sí lo es —contestaron ambos. —Si así lo fuera pruébenlo —dijo el
centauro.
—Oliver se quitó en encima la piel del ciervo, enseguida la malla y la camisa
extraña, los viejos ropajes tirados en el piso dieron pauta a que no era un
humano de ese mundo. El centauro lo miró y dedujo que lo que decía es
verdad. Brian hizo lo mismo, pero Dënuvok no estaba del cien por ciento
convencido —Am, si de verdad no son de este mundo lean este fragmento,
está escrito en la lengua que todo Tharmandor pronuncia —. —Abrió una
página del libro y extendió su mano, al mismo tiempo con sus cascos contaba
en el piso, impaciente por saber la verdad —. Ninguno pudo leerlo, pues esas
runas y símbolos tan complicados nada más revolvían la mente.

—Puedo deducir que no son de este mundo, o que son unos analfabetos
vistiendo como arlequines, hay algo que no me convence, por decir ¿cómo me
entienden? Si dicen que vienen de otro mundo, sería ilógico que habláramos la
misma lengua.
—Em, tienes razón, ¿cómo es que puedo entenderte? Brian también te
entiende... ¿de qué puede tratarse semejante controversia? —Una voz entró en
escena —¿Es que eres idiota? —Rovan hechizó a los cinco. De una u otra
manera tú puedes hablar con nosotros, pero no entiendo cómo es que la mujer
y los dos tipos de ojos rasgados no pueden entenderse.
—Hei... ¿Estabas espiando? —preguntó Brian. —Espiando es una palabra
muy fuerte. Es un comentario de muy buen gusto, diría que de no ser por
Rovan ya estuviesen muy perdidos. Por cierto, en la habitación principal se
han abierto las puertas, te conviene escuchar las conclusiones del intenso
debate... Verás que te serán agradables.
—Dënuvok se molestó por el interferir del ángel —¡Largo criatura del averno!
En esta alcoba no serás bienvenido. —¡Argh! —refunfuñó este y se fue.
—Pudiera ser que esa cosa esté diciendo la verdad, Rovan es muy buen
mago... A pesar de que no es un mago. Si fuera ustedes iría a ver que han
dicho, que tal si mi madre decide que se van ahora mismo... Esa cosa que los
acompaña no es bienvenida en estas tierras...

—Tienes razón... No lo es —dijo Oliver refiriéndose a Hei. —El joven
centauro carcajeó —Ser prepotente es ser impertinente, ustedes no lo son
tampoco. Mi madre estima demasiado a Rovan, siéntanse como en una casa
ajena.
—Te decía... ¿Por qué eres un escriba y no un guerrero? —preguntó Brian —
Seré sincero, soy la decepción de mi madre. Mi padre fue un buen guerrero,
mi madre también lo es por ende ellos esperarían de mí ser lo mismo; soy
malísimo usando las armas, no tengo la fuerza niel espíritu. Al mismo tiempo
que rechacé ser un guerrero mi madre... —Te mandó hasta el final de estas
caballerizas —dijo Brian acertando en el blanco —Sí, justo eso, y ahora me
dedico a hacer libros, escribir crónicas y demás cosas que no son de gran
importancia. Por si fuera poco me retiraron las herraduras. Eso lo hacen con
los que son tratados igual que escoria, diré que eres muy listo jajaja —carcajeó
con vergüenza.

Una vez terminando su bebida agradecieron al joven centauro y volvieron a la
cámara principal. Una sala muy amplia con alfombra roja desde el portón de
madera hasta subir unas pequeñas escaleras las cuales culminan en un
descanso simulando un trono. Allí posaba Aakab en los días buenos. A la
derecha se llega a las armerías, a las caballerizas y a las bibliotecas, mientras
que por el lado contrario hay un descenso hasta un pequeño cuarto donde
dicho debate tomó lugar. Al fondo hay un acceso al pueblo de centauros en el
interior de la misma montaña. Todo hecho de piedra gris, áspera y muy fría.
Frente a la puerta del pequeño cuarto estaba un guardia, un fornido centauro
de pelo zaino, con una pesada armadura de hierro y un casco que ocultaba su
cara. Sus palabras fueron claras pero contundentes, sólo pase el llamado
Oliver.
—Temblando de nervios este entró —. Bien; ahora que logré que te
concedieran la entrada hemos concluido con dicha polémica que nos ha
llevado horas discutir.
—A qué se refiere Rovan. Yo esperaba a un hombre hecho y derecho, esto ni
siquiera ha cumplido los veinte años de vida y a leguas lejanas se ve que es un
niño —dijo Aakab levantándose y examinando al chico.
—Casi lo doy por visto, Aakab es mi nombre. Soy señora de estas montañas y
del pueblo que habita en su interior. Ahora están bajo mi protección gracias a
Rovan; pero no crea que será por siempre. De empeorar la situación y cuando
yo lo considere ustedes se irán. —Gracias, mi... mi... nombre es Oliver.
—Lo sé y lamento en verdad lo que han pasado usted y los otros. Rovan y yo
discutimos horas estos sucesos descomunales y en pos de afirmar qué ha
pasado, se necesita de su corroboración. Así sabrá lo que pasa, ¿está usted
dispuesto a saber qué ocurre?
—¡Afirmativo! —respondió
—En el supuesto hecho y sin conceder, es decir diré que ocurrió, pero no
significa que lo que yo mencione sea verdadero. No es lo que yo creo es lo que
concluimos él y yo —suspiró la centauro y se puso de pie para hablar —.
—Hace días usted llegó a la bien llamada ciudadela del sur. Llegó por un
motivo que usted cree imposible y desconocido. Encontró a este anciano y al
ángel, cuyo propósito fue devolverlo a su mundo usando un espejo del que no
se conoce mucho. Un fragmento viaja al futuro, dicho fragmento fundido en
los ríos del mar de fuego. Usted usó el segundo que viaja al pasado, es decir
volvió a un lugar en el que ya había estado que fue el lugar en el que estuvo la
última vez antes de desaparecer —paró de hablar y se detuvo a pensar— Por
subsecuente un espectro muy poderoso lo siguió hasta ese lugar. Hm por lo
que se deduce que alguien tiene el tercer fragmento y lo que reflejó el que
usted usó se fue observable en el primero.
—El segundo fragmento comunicaba al pasado, pero lo destruimos para evitar
que estuviesen siguiéndonos —dijo Rovan ayudando a Aakab,
—Entonces, quién posea el tercer fragmento pudo escapar de este mundo con
el poder del segundo. Tenemos al culpable, un viejo espectro sellado en las
catacumbas de un reino. Ese espectro llamado Tkanao reunió a los Deuron y
huyeron, devastaron tu mundo y es por eso que estás aquí...
—Eso lo sé, sólo dicen lo que ya sé... debo saber cómo llegué aquí y cómo
puedo salir —impertinentemente intervino —Supuse que preguntarías eso, el
espectro salió de este mundo de alguna forma pero los Deuron no pueden
hacerlo, y el espectro no podría devastar tu mundo solo, tardaría en hacerlo.
—Quiero recuperar mi vida, no pido más... —Niño, entienda que no es posible
hacerlo. Usted llegó aquí, el espejo está destruido. Supongamos que el espejo
estuviera aquí, el segundo fragmento, si usted intentara volver no encontraría
su mundo. Encontraría algo irreconocible y lleno de seres no vivientes pero
tampoco muertos.
—En cuánto al dragón y al invierno... —dijo Rovan—. En cuánto a eso no
importa cuán fuerte sea el invierno. Esta fortaleza resistirá un par de meses
porque estamos bien abastecidos. Cuando se vayan de aquí tú y el ángel deben
buscar al protector espiritual del bosque... Al hacerlo seguro habrá una forma
de revertir todo esto... —¿y en cuánto a nosotros? —preguntó el chico
preocupado —Ustedes no están contemplados. Yo decidiré cuándo deben irse,
querrán buscar su propio camino o perecer en este mundo...
—Rovan tomó el hombro del preocupado chico —Nosotros los llevaremos
hasta la frontera del bosque con el poniente. Nuestros caminos se separan
hasta ese punto, no hay nada que tomar...
—¡Ustedes pueden ayudar a Rovan a buscar al protector del bosque! —Me
temo que eso no pasará. Mi gente padecerá hambre y esos protectores son un
mito. Ya no se les ha visto o se ha sabido de ellos, pero Rovan tiene la
corazonada de encontrarla. En tanto a mí, yo los protegeré aquí, les daré techo,
comida y agua... En tanto se acaben las provisiones nos iremos de aquí, eso si
el invierno dura lo suficiente. —No se diga más, así sea —Añadió el viejo—
—Puede ir al santuario a orar que todo marche bien; puede ir y agradecer que
todos están vivos —dijo Aakab al chico —La mirada de Oliver se destrozó y
con la voz quebrada le dijo a Rovan —Kenta se perdió en la montaña—. Este
no dijo palabra alguna, se mostró pensativo ante aquella situación,
sospechando ya lo sucedido y salió del cuarto.
—Ore por el alma de ese joven. En tanto paren las ventiscas mandaré a
alguien en su búsqueda; debemos encontrarlo en vida o muerto —comentó
acariciando la mejilla del chico—. —Es que yo, no creo en Dios —Es usted
un hombre—. Vuestras palabras no me son ajenas. Yo le diré que no se conoce
a Dios hasta que se presenta la oportunidad, de momento haga lo posible por
estar en paz interior.

La centauro actúo bastante bien al dejarle esas palabras a Oliver. Es posible
que no lo convenciera de creer, pero le dio la esperanza de poder hacerlo.
Volvieron todos a dormir, la luz de las antorchas se apagó esa noche. Aakab
lejos de buscar a su hijo prefirió estar un rato con Rovan y charlar hasta que
las fuerzas se les terminasen.
En la mañana, muy temprano Oliver salió por su propia cuenta a buscar a su
amigo. Al mismo tiempo recordaba las palabras que los unían como hermanos
a los cinco chicos. No fue muy lejos de donde el pueblo de los centauros
terminaba. Las piernas se le hundían en la fresca nieve, justo ese día había un
cielo muy claro, subiendo por las montañas en el inmenso horizonte se ve la
torre de Neradehn, una fortaleza impenetrable. Ni los centauros se atrevían a
ir. Cuenta la historia que en la cima de esa torre se ve hasta el último rincón de
todos los reinos de la tierra y el cielo.

El desconcertado chico vio las huellas en la nieve, de no mucho tiempo, era
tan pero tan suave que el más mínimo detalle se mostraba, sin pensarlo dos
veces y por pura incertidumbre siguió el rastro hasta que finalmente
desapareció. Muy extrañado decidió no hacer caso y frotar sus manos
llenándolas de vaho para calentarlas; un llanto llegó hasta sus oídos. Hizo caso
a dicho llanto y justo unos pasos delante de él se encontraba la persona que
lloraba. En medio de las nieves malditas, bajo el cielo azul y los rayos de un
débil sol ese llanto le rompió el corazón al chico. Tratando de no ser
imprudente él se acercó lo suficiente, una mujer muy joven lloraba
desconsoladamente, completamente desnuda y abandonada, ocultando el
rostro entre sus cabellos oscuros y ambos brazos.
No dejaba de llorar al mismo tiempo hablando consigo misma, él no entendía
nada de lo que decía. Se paró junto a ella y extendió su mano para que la
mujer se levantase, simplemente la chica de piel blanca y hermosa no hizo
caso. Una retirada es prudente, pero él insistió y la tomó por un hombro;
agachó la mirada para guardar un poco de respeto, no obstante, en ese preciso
momento que casi ve su rostro, ella desapareció.

Durante unos instantes casi llega al borde de la locura en eso, razonó y pensó
que decirle eso a los demás sería lo mismo que poner el mundo que de por sí,
ya estaba de cabeza. Volvió lo más rápido al fuerte, preocupado por lo que
había visto. Al llegar al fuerte no se encontró más que com un complot de no
terminar, Aakab y un par de guardias encontraron ¡A Kenta! Sepultado bajo la
nieve, con poca fuerza, inconsciente, respirando y todavía con vida.
—El daño está ya hecho, yo busco al responsable —dijo Aakab seriamente
teniendo a los cuatro chicos, a Rovan y al ángel en su presencia.
—El muy torpe se perdió en la nieve mucho antes de que lo notáramos, estaba
muy débil y llegar hasta este lugar lleno de mutantes era la prioridad —
argumentaba Hei— Rovan no metió las narices en las discusiones. Él ya sabía
la verdad, pero de decir algo las cosas podrían empeorar, pues Aakab estaba
furiosa.
—¿Ustedes no fueron valientes para salvar a su hermano? —preguntó a los
chicos, pero tuvieron miedo de responder. Hei tenía la mirada fija en todos
ellos —¿Cuántas veces habré de repetir la misma verdad? Quizá sean de raza
inferior, pero estos sucios humanos sienten...
—¡Jajaja! Palabras más absurdas y apócrifas no había escuchado. Eres una
criatura del mal, cómo es que puedes hablar de sentir, tan sólo mira tus
manos... Algo igual a ti no es capaz de sentir —exclamó
—Bien tienes razón, pero no creo que esta absurda discusión por un tonto
perdido amerita un duelo entre nosotros; no hay por qué derramar sangre ¿o
sí? —amenazó el ángel.
—No, no la hay. Estás en mi casa, no lo olvides. Fin de esta discusión, que el
herido hable la verdad cuando sea necesario.
Polémica de no terminar nunca hasta que se presentó la ocasión y Oliver
encaró a Hei, librándose del miedo que le tenía, pero el ángel es más astuto y
tenía bajo la manga la forma de enfrentar al chico.
—...—respiró profundamente el chico— ¡Eres un maldito cobarde! —gritó
con toda su fuerza.
—Jeje, ahora veo que ya no tienes temor alguno
—Fuiste incapaz de admitir lo que hiciste, ¡cobarde! —hmm, veamos, analiza
tus palabras... Si yo no dije nada, por qué no hablaste lo que en realidad pasó...
Entonces el verdadero cobarde eres tú jajaja
—No le veo la gracia, Heirahm. Confié en ti para traerlos a salvo diré nada
más y nada menos que me fallaste. Además, cómo te atreves a retar a Aakab.
Convencerla fue difícil, no te juzgo por tu raza, pero ellos no ven dentro de ti,
ven lo que eres y temen que puedas dañar a alguien. ¡Necesitas un tiempo a
solas! —exclamó furioso el viejo.
—¡Argh! Lamentar no se puede, pero todo esto se pudo evitar en un
principio... De no ser por tu necedad, viejo insensato...
—Kenta está bien hijo, podrás verlo en un momento... De curiosidad pura,
¿Qué hacías fuera?
—Necesitaba aire fresco —dijo temblando—. Este aire es más fresco que en
otros lados. Es mejor quedarse dentro, salir solo es peligroso con el dragón
cerca.
—Buscaré a Azucena... Después a Dënuvok, tengo unas dudas en cuanto al
mapa... —Qué mejor que aprender en este hermoso día —dijo Rovan— Una
vez los relojes vacíos a la mitad será momento de ir al comedor y disfrutar del
banquete que tienen preparado para nosotros...

A decir verdad, dicho lugar era demasiado tranquilo algunos ruidos
retumbaban en las paredes, eso antes de que el sol suba a su punto más alto.
Dentro de la fortaleza hace frío, por lo que bajar a los bares por un tarro de
leche caliente no es mala idea, además de que los centauros se mostraban
interesados en los chicos. Los rumores corren fácilmente por no mencionar
que todos sentían interés en la vida de cinco pequeños seres, con un gran alma
y un corazón valeroso, decía Aakab. Las tardes que se convirtieron en
centenares de tardes eran momentos perfectos de ir al bar, beber le he caliente
junto con un trozo de pastel envinado, que era un pan hecho por los centauros
con frutas secas, nueces de todo tipo y un fuerte sabor a licor.
En los banquetes pasado una vez el mediodía se reunían todos en el comedor,
disfrutaban de numerosas ensaladas hechas con los vegetales más frescos y
extravagantes, con los aderezos más extraños y deliciosos (la carne no estaba
presente en la mesa, sino un trozo de cabrito cada ciertos días, por si fuera
poco los centauros no gustan de comer carne tan seguido), las bebidas se
limitaban a simple agua conseguida de derretir nieve o vino, la cerveza era
sólo permitida para los altos mandos pues la malta con la que se hace escasea
debido a las condiciones del clima.

Lo difícil realmente fue para quién no sería bienvenido en ninguna habitación,
ese era Hei. Sin importar lo que este fuese a decir o a pensar siquiera los
centauros lo excluyen sin remedio alguno. Rovan trata de no abandonarlo
tanto tiempo, pues como buen colega suyo sabe bien que este de una u otra
manera sufre, impotente de no poder hacer algo el viejo se limitaba hablarle y
alentarlo de vez en cuando. Aakab no goza de la presencia de este desde que la
retó ese día que Kenta llegó, él, por cierto se encontraba mejor cada día. Casi
muriendo de hipotermia tomó unos días su recuperación, nada grave, a menos
su vida no estuvo en más riesgo durante más.

En un cielo plagado de lunas y estrellas sobre una montaña dieron vida a la
aurora boreal, el arcoiris de la noche. Azucena salió unos pasos frente a la
puerta principal y en una roca se sentó a observar el cielo.
—¿Puedo sentarme a tu lado? —preguntó Oliver—. No tienes que
preguntarlo, sólo hazlo... —ella contestó sonrojándose—
—Hace mucho que no, ah, que no conversamos... Sentada aquí sola hizo que
me preocupara por ti así que vine... Tú sabes, es genial estar a tu lado...
—umm, qué raro, justo diría lo mismo de ti... Mira las estrellas, el vacío y la
aurora... ¿No hace que recuerdes a tu hogar? —Prefiero no recordarlo, ¿sabes?
Me da mucha tristeza recordar a mi madre y a mi hermana, es mejor dejarlo en
el pasado...
—Azucena tomó la mano de Oliver — No se trata de que lo olvides, porque si
olvidas esa parte de tu mundo, entonces no volverás a ser el mismo... Tienes
que aceptar lo que pasó, entonces estarás tranquilo contigo mismo...
—No podemos volver a casa... Nadie de nosotros. Es un hecho, tener que
buscar una vida aquí es todo lo que nos depara —sollozó—. Entonces
recordemos un momento feliz de nuestra vida anterior, ¡Una mascota!, yo
adopté un perro, era una golden retriever muy hermosa... La encontré en una
calle abandonada en una caja de cartón.
—Oh, suena interesante...
—Pues sí lo fue, recuerdo que Manuel según decía, "No podemos cuidarla" o
"Un perro no cabe en tu habitación ni en el jardín", varias veces intentó
deshacerse de ella, pero siempre volvía y rascaba la puerta para avisar que ya
estaba allí... Cuando murió por el frío la extrañé mucho, Manuel no estaba
interesado... Me decía que me olvidara...
—¿Olvidar no es malo para ti? —preguntó él —Sí lo es, olvidar es malo
porque puedes olvidarte de quién eres, olvidar amar, olvidar quiénes han
estado junto a ti... Eso es lo peor que le puede pasar a alguien... —respondió
cómo si el ánimo le hubiese bajado—
—Oliver, tú me salvaste... Desde ese día que vi a un muchachito estúpido en el
centro comercial. Desde el día que me hablaste, cuando entramos en
confianza... Me hiciste sentir que te importo, que en verdad mi vida puede
tener algo de valor... Eso me lo enseñaste tú...
—Te quiero, no importa si eres Azucena o Saory, yo te quiero... Puede ser que
sea mi culpa el que estemos aquí —la mujercita sonrió de oreja a oreja en su
interior, pero no demostró nada. Empujó a Oliver haciéndolo rodar por la
suave y blanca nieve—.
—¡Jajaja qué te pasa!, ¡A qué no sabes rodar miedoso!, ¡jajaja! — se lanzó a
rodar cuesta abajo—
—¡Casi muero niña! —comentó él riendo—. ¡Bola! —gritó Azucena
lanzándole un terrón de nieve— . Igual a dos niños pequeños se divirtieron
jugando bajo los brazos de la aurora boreal y de las infinitas estrellas.

Mientras tanto Hei los observaba oculto en la terraza de la fortaleza. Bajo un
estandarte no les quitaba la mirada de encima, increíblemente Haru espía a Hei
esperando un buen momento para deshacerse de una duda que Rovan sembró
en su cabeza —Los miras así, porque te recuerda a algo del pasado, ¿no?
—¡bah!— exclamó el ángel —¡Esfúmate!
—No. —A mi no me das miedo, al menos ya no. Estás bajo el ojo del huracán,
si me haces algo o dañas a alguien más serás expulsado —Eres listo niño,
ahora a qué has venido... Te contestaré esa duda únicamente a ti, sólo porque
me has pillado de buen humor. —Deseo abdicar de lo que pienso de ti y de lo
que causas en los demás... y comienza en tu forma de ver a Oliver y a
Azucena... Rovan dijo que tuviste una amiga así hace mucho tiempo...
—Sí la tuve, una mujer mucho muy joven, pero eso pasó hace ciento ocho
años, ¿crees que no lo he olvidado? —¿La mataste en verdad? —preguntó
Haru—
—Me anticiparé a todas tus respuestas. En ese tiempo, calumnias rodaron por
toda la ciudadela. Lo que en realidad sucedió, fue unos días de otoño.
Apareció una fiera y atrapó a mi entonces "amiga", yo la pude salvar; sin
embargo el ver la sangre brotar a chorros de su cuerpo causó una sensación
placentera en mí, por lo tanto no la salvé y cuando los aldeanos llegaron
vieron el cuerpo y me culparon. Punto final.
—Vaya historia... Debió ser difícil. —No lo fue, difícil es cuando la única
persona que confía en ti te comienza a tratar como a un imbécil... Eso es lo
único complicado del asunto—. ¡Ahora fuera!

—Oliver, niño tontito... Será un poco pervertido de mi parte decirte esto
mientras estamos aquí solos—. Te quiero también o un poquito más de lo que
tú a mi —sostuvo la mano del chico—
—En verdad, yo... —Shh, arruinarás el momento —comentó la chica
anteponiendo su dedo en su bica —¡claro!, emm...
—¡Hey jovencito! — exclamó Dënuvok interrumpiendo el oportuno momento
— Es hora de una nueva lección, ¡vayamos a mi alcoba!
—Bueno, será mejor que vayas... Podremos estar juntos en otro momento —
dijo ella. Tal fue el estupor que mientras Dënuvok hablaba Oliver no puso ni el
más mínimo intento de atención. Disimuladamente decía entender lo que
explicaba el joven centauro —Hemos completado el nuevo mapa. Ahora te
será más práctico y entendible—. El mapa que este último le ayudó a dibujar
mostraba todos los lugares conocidos del vasto mundo, el map cuya utilidad
era mayor que el mapa de Rovan les serviría para buscar un buen lugar además
de estar detallado en papel y no en cuero como el anterior. En este mapa se
contemplan todas las regiones del reino de Tharmandor así de la misma
manera las regiones que están más allá del alcance de los que pueden morir en
sus ilusiones.

Sin importar qué el grupo lo pasó excelente en esas abruptas montañas,
reguardados bajo el techo de los centauros, bajo un amigable ambiente y con
una compañía de añoranza. Los ocho meses que su estadía duró allí fueron tan
rápidos como una semana. A los días anteriores a la partida del grupo hacia
tierras solitarias la comida escaseaba y los banquetes no solían incluir lo usual.
Antes del alba de los últimos días Aakab y Rovan discutían con respecto a la
visita no bienvenida, la centauro intentaba salvar a su anciano amigo de un
terrible destino: Su desaparición. Pues de profecías ya se hablaba y el último
de su raza habría de desaparecer pronto...
—Una fuente oculta en el fondo del mar —Una fuente oculta del mundo,
hallada sólo por aquellos de buena fe e intenciones, jamás debió ocurrir eso...
—Ese pequeño ángel que salvado fue tiene un buen corazón. Yo lo sé. Sé que
en su interior existe el bien y la verdad, pero él no lo sabe...
—Ay amigo mío. ¡Desasosiégate!, de la misma manera es criar a una
serpiente, la más ponzoñosa de la tierra. Criarla desde pequeña con amor,
creyendo que jamás nos ha de morder, pero es una serpiente y hayamos vivido
cien años con esta, en cualquier momento nos podrá morder... —Mis magos y
adivinos predicen que ese, último de su especie, único en el cosmos y fiel
caballero morirá en manos de una racha de viento, ¿Puedes creerlo? Deja ya
esta locura y busca un lugar mejor para terminar tu vida.
—Si no muero por algo que valga la pena, entonces no vale vivir huyendo
todo el tiempo —Aakab, mi leal consejera y amiga, soy viejo, hice cuánto más
pude. Toda estrella tiene su ciclo de luz y la mía está por terminar.
—¿Cómo puedes ser así?—. Es decir, si yo supiese que mi muerte será pronto,
entonces buscaría ser feliz con el hijo que he desatendido e ignorado por ser
diferente...
—Pues. Debemos irnos, nuestra embarcación zarpará pronto hasta las costas
de Vengar. Creo que jamás tendré algo para agradecer todo eso que has hecho
por nosotros, Aakab, he de darte las gracias con las palabras más sensibles de
un viejo con esperanza de ver mejor a este mundo.
—Mi amigo, tus palabras y tus consejos me inspiran valor, valor en un líder es
lo que todos los centauros necesitan.
—¡Madre! —interrumpió Dënuvok— ¿Los humanos podrán quedarse con
nosotros?
—Me temo que eso lo discutimos ya. No puedo garantizar su seguridad, por si
fuera poco están siendo aniquilados, dime ¿Tú los defenderás si los cazadores
nos culpan de traficar humanos? Dónde irán podrán sobrevivir. Nosotros no
podemos cuidarlos por siempre, no piensas tampoco que si los conservamos
causaría molestias entre nuestros compatriotas... ¡Ve mejor a despedirte que de
ellos no sabremos jamás!

En el muelle de Puerto Fragante ese pequeño puerto que los centauros de la
montaña controlaban, ahora congelado esperaba una barca muy pequeña, para
apenas dos centauros. Pero suficiente para cinco muchachos, un viejo y un
ángel negro. Aakab les dio una botella de vino, zumo de manzana en una
botella de vidrio, carne para seis días, pan de horno de piedra y frutas secas.
No era mucho y pronto tendrían que cazar algo para continuar con el viaje.
—¡Hermanos y hermanas!, ¡Hoy salen de nuestros puertos aquellos que
buscarán devolvernos la tranquilidad, la esperanza y las ansias de esperar la
primavera!, ¡Agradecemos su llegada, la alegría que compartimos, así como
sus penas e inquietudes!, ¡Bienvenidos sean a Tharmandor!, ¡Bienvenidos
sean a una nueva vida que encontrarán!
—¡Que sea la luz del firmamento la que ilumine su camino hoy y siempre! —
exclamó Aakab despidiéndose.

Al subir todos a la barca y justo antes de izar las velas un joven centauro
galopó a toda velocidad, al borde del muelle entregó unas espadas. Cuatro
espadas y un arco, no más no menos. Ese fue el obsequio que Dënuvok
entregó al grupo, que después se convertiría en una riña por parte de su madre.
—¡La espada que hallaron en la montaña es magnífica! Está hecha con las
estrellas que caen del cielo. ¡Puede hacer añicos cualquier armadura! Y
atravesar cualquier yelmo... ¡Es una suerte porque se forjaron hace dos mil
años! —¡Las afilé yo mismo! —. ¡Tengan buen viaje!, ¡Nos volveremos a ver!
—¡Hasta siempre! —exclamó Azucena despidiendo al centauro. Será que los
demás no pudieron despedirse adecuadamente de su bien estimado compinche,
pero sin duda este prefería las despedidas cortas, de no ser así se hubiese
despedido en persona de cada uno. Los demás con la mirada le dijeron adiós.

La marea tan extraña como ella misma, mundos paradisíacos en paisajes
marinos que se pueden observar en sueños son ahora ocultos por nieve, que
sumisa besa y se pierde en las calmadas aguas ahora congeladas, el horizonte
no muestra nada más que nubes grises y navíos abandonados justo a la deriva,
porque en esas congeladas aguas transitaban navíos mercantes de todas partes.
Las grandes serpientes marinas, tan fieras y temidas por los navegantes, ahora
no tienen lugar para escapar, los fondos marinos deben ser más fríos que las
aguas superficiales, por si fuera poco, no hay ni marineros ni navíos pesqueros
para ser hundidos y devorados. Las pequeñas olas mecen la embarcación.
Todos se preguntan si en verdad Rovan sabe adónde se dirigen, la proa solía
chocar contra los flotantes témpanos de hielo, el ángel comenzó a ponerse
nervioso y pese a que pudo volar optó por quedarse sentado en la borda, igual
a un gato acorralado, el viejo al timón gozaba de liderar de nuevo una
expedición luego de meses de recibir asilo.
—Oh, qué días tan buenos aquellos… Aquellos en los que podíamos navegar
hasta Los Cabos Blancos o el fin del mundo… Podemos hacerlo, pero será
más fácil ir a dónde planeamos en un principio, desconozco por total este
nuevo mundo —Cabo Blanco… Cabo Blanco… No es, es decir, no es
pertinente de nuestra parte ir allí —repitió Hei ansioso de las palabras del
viejo. —¿No gozarían de un pasaje hasta Cabo Blanco? — preguntó a los
muchachos.
—¿Es seguro ir allá? — preguntó Kenta —¡No!, quiero decir en esas islas
malditas albergan un mal en las profundidades de los preciosos mares. ¡Ni de
idea iremos allí!
—Rovan se divertía con Hei, pues por alguna razón de su remoto pasado ir a
esas islas le causaba un gran temor, ¿Pero de qué? Pudiera ser que de perderse
y terminar como alguien más o perder la cordura y su misma identidad —
¡Fijemos el curso a Cabo Blanco muchachos! Las olas azules y las arenas
blancas nos esperan.
—Sin duda alguna, Rovan también tiene sentido del humor —comentó Kenta
—.
Los demás almorzaban algo, la visibilidad se perdió entre tantas nubes. Rovan
bajó las velas y dijo a Haru lanzar una pequeña ancla por la borda.
Encendieron velas y se prepararon a pasar la noche en medio de las
congeladas mareas.
Cuando la embarcación era mecida por las olas Hei se ataba una cuerda a la
cadera y volaba de modo de hacer girar el barco para no padecer de los
infames mareos y justo para estar cómodos a la hora de la cena.
Rovan sacó una botella de vino, y sin embriagarse contó historias a todos, muy
interesante la del fondo del mar. Hace tiempo las tierras altas y las junglas
estuvieron bajo el mar, pero de una pelea entre los dioses, mismo el día que se
profanó la torre de Neradehn esas tierras que siendo habitadas por criaturas de
bien desafiaron a los dioses y su mundo quedó para siempre oculto en el fondo
del mar.
Atento a las palabras e indiferente a la apatía del ángel Haru intentaba calmar
a Oliver, las náuseas son muy traicioneras y el viaje en barco no fue algo muy
grato para Oliver. Sea asomó por la borda por si en el peor de los casos las
revueltas historias terminaran en un canto de fluidos hacia el mar. La sagrada
luz de la vela mostró algo oculto en la superficie; las aguas sobre las cuales el
chico pretendía mandarle un líquido fax al demonio. Miró de reojo el agua, se
mostró de nuevo ese espejismo; el cuerpo de la mujer que encontró en las
montañas, desnudo por completo en el agua tan fría. Ese cuerpo flotante y
desnudo se deslizó por un costado de la embarcación sin siquiera tocarlo, un
inoportuno vistazo. El cabello le cubría todo el rostro, ese cuerpo causó un
vacío en él, un vacío difícil de ocultar para no parecer un loco ante los demás;
el agua descubrió sui sonrisa que de pura casualidad surgió cuando Oliver la
miró. De un brinco se alejó de la borda con un grito cuál damisela en peligro.
—¡Algo junto a la nave! —. ¡Vámonos de este mar ahora! —Calmado, ehh yo
no veo nada— solapó Kenta el escándalo—. Fue tu imaginación, Kenta tiene
razón, no hay ni mierda en el agua —dijo Haru.
—El viejo dejó de beber— ¿Qué fue lo que has visto?
—Una mujer muerta —respondió— Flotaba justo allí — dijo señalando—
—Azucena se unió al alborote y calmó al espantadizo chico — Ya, ya…
seguro se trata del mareo.
—Bien, y no muy bien, sin viento no podremos ir a ningún lado. Estaremos
atascados un buen rato hasta el amanecer. A menos que levemos anclas y cada
quién tome un remo y continuemos hasta la costa —hmm —¡Andando saquen
los remos! — Nos iremos hora mismo de estas aguas malditas.
—El miedoso no miente, hay algo allí abajo —se asomó Hei por la borda—
Dice: Erem no hostarmui, “vuelve”
—decidido a entrar en el agua el ángel saltaría para ver de lo que se trataba —
¡Déjate de guasadas! — exclamó Rovan sosteniéndolo de un brazo
—Resulta que investigar es malo, ¿No quieres saber qué diantres nos acecha?
— Tienes idea de lo que le ocurrirá al mundo si algo te captura, ¿verdad?
Entonces mi querido discípulo, toma un remo y ayuda a los demás.
—Y tú anciano, sabes que puedes morir por igual… agg, esta misión será un
fiasco de todas formas. Todos moriremos al final y lo presientes, —¡Dinos a
todos que moriremos!
—Basta. No he de revelar lo que no me han dejado ver, si alguien ha de morir
pronto soy yo. Es todo lo que sé, sin embargo y con embargo lo he de hacer
con honor y por una causa muy justa que es el bien de todos los que habitamos
esta tierra. Es todo. —añadió al ver que la audiencia se mostraba inquieta ante
sus palabras.

Como era de esperarse remar los dejó más exhaustos y desde el puerto hasta la
costa que ellos deseaban ir se demoraba unos siete días, con esa embarcación
tan pequeña y con hielos enormes y ventiscas que nublan la vista y cierran el
paso. Una mañana no muy lejos de las costas de Vengar, no obstante, sin
divisar tierra y unas leguas cerca de las placas de hielo perpetuo, cuando
apenas amanecía la tribu del mar, los cazadores del ojo blanco se acercaron a
navegar cerca de la embarcación cuyos tripulantes comenzaban a sufrir la
escasez de alimentos, el agua y el vino y otros licores todavía no se agotaban.
Una ballena de esas sin esfuerzo alguno pudo volcarlos, sin embargo, la
matriarca se acercó valientemente hasta la borda justo por donde dormía
Kenta. Lanzó un chorro de agua que lo despertó sin despertar a los otros,
sorprendentemente Hei decidió dormir cosa rara en uno de los suyos. La
gigatesca orca con marcas de batalla y arponazos dejando cicatrices en ella le
dijo —Ándense lejos de estos mares, encalla el barco en el denso hielo y
huyan, porque Narakun viene tras este navío y sus tripulantes. Huyan adonde
los fiordos, sigue la última estrella en pie —La orca se sumergió en las
profundidades junto con los suyos no sin antes despertar a toda la tripulación
con un estruendoso chapoteo con su cola.
—Kenta tomó el timón y viró en dirección a la estrella teniendo fe en
encontrarse con los hielos — ¡Arriba todos!, ¡Despierten!
—¡Detente estás tomando el curso equivocado! —dijo Rovan tomando el
timón, —¡Narakun ya viene!
—¡Quién te ha dicho eso! —Debe ser mentira, volvamos a nuestro curso —
¡Viene por nosotros! —exclamó Kenta.
—¿Cómo sabes de Narakun? —preguntó Hei —Yo le dije a su noble
tripulante —respondió la matriarca desde el mar. —Huyan a los hielos,
ocúltense todos.
—Hei, no sabemos si lo que dicen es verdad— dijo Rovan alarmado— Mejor
será que huyas hasta donde tus alas te lo permitan. Nos veremos en la frontera
con el bosque, llegarás antes que nosotros y por favor escóndete de todo lo que
pueda verte…
—¡Mataré a esa cosa de una vez por todas! — dijo furioso. —Debes calmarte
y huir. Me niego a que te capturen, te perderé para siempre. En caso de
Narakun consumir tu poder los dioses y el cielo han de ampararnos.

Los chicos observaban nerviosos el discutir de ambos. Ellos son la carne de
cañón o la pieza siendo sofocada mientras la batalla la dan otros. Ellos no
dijeron nada, esperaron y lo último que vieron fue a Hei desaparecer en lo alto
de las densas nubes del cielo.
—¡Qué hacemos si eso nos persigue! —dijo Brian con el corazón en la lengua.
—¡Tomen una espada y no pierdan de vista el cielo! —sembró el pánico
mientras tomaba el timón. Un viejo demasiado ostentoso decidido a enfrentar
al cazador en caso de este atacar.

Las ballenas nadaron cerca de la embarcación atentas a todo lo que pudiese
ocurrir. —¡Deberíamos lanzar los barriles y las cajas! —exclamó Haru— y
sufrir de hambre y miseria, ¡joder con esto! Apostaría a que nada nos persigue,
deben ser rumores.

—Sostengan con rigor y vigor las espadas —¡Su vida depende de ello! —Nos
aproximamos a hielos perpetuos, estaremos a salvo pronto —dijo virando la
embarcación siguiendo a las orcas.

Narakun. El tan mencionado cazador, una fiera de bocas anchas y manos
destructivas, ganó su nombre con honor y valor, se trataba de un siervo fiel de
los ángeles. Ahora una criatura repulsiva y con poderes inimaginables tras
hacer en la tentación y la sed.

Un estruendoso bramido hizo saber la presencia de la bestia. —¡Hay una
sombra en el cielo! —advirtió Kenta.
—Ohh, vaya, estamos perdidos… A menos qué…
—Qué… —dijo Oliver—. —Tú los llevarás, vayan hasta el laberinto de rocas,
nos veremos allí… Tienes un mapa y sólo te hace falta fe en ti mismo…
—¿Fe? —dijo ridiculizando las palabras—. —Será la fe y no otra cosa la que
te salve…

Navegaba como si no hubiese fin y como si el mar intentara devorarlos, sin
razonar por al menos un instante y ver los rostros de los chicos, los cuales no
se asemejaban a nada, sino a unos niños temerosos de morir. Unas almas
esperando su injusta muerte, pues cómo sea Hei estaba ya lejos de peligro. Así
que antes de llegar a los hielos perpetuos estrelló la nave contra varios
témpanos.

El rumor se disipó cuando el cazador dejaba ver su silueta entre las nubes y la
niebla. Era difícil para la nave surcar entre el grueso hielo. Con la velocidad de
un rayo Narakun bajó y arrasó con el mástil sacudiendo todo el navío; las
rocas empujaron el navío como pudieron, intentaron ayudar de todo corazón y
por las órdenes de la matriarca.
—¡Rovan!, La costa se ve a unas leguas de aquí, ¿Lo lograremos? —preguntó
Azucena—
—¡Habrá que intentarlo! —respondió muy seguro. Los hielos, sin mástil y la
edad misma hizo que la embarcación encallara entre los témpanos, donde el
hielo es más frágil.

—¡Bajemos ya! — dijo Kenta descendiendo de la nava hacia el hielo, lo
mismo hizo Brian y no mucho después Haru también. Lo difícil fue que la
fiera deambulaba aprovechando que encallaron. Para la mala suerte de todos,
el pie de Azucena quedó atascado en un montón de tablas y Oliver trató de
ayudarla, tardó demasiado mas con un salto abandonó la nave.

El chico buscó su espada, y en un descuido de todos Narakun azotó la nave
haciéndola hundirse al fracturarse con los témpanos en los que encalló. Lo que
pudo ver el chico fue una bestia con el cuerpo de un león, las alas de un cuervo
y una cola similar a la de un infame escorpión. Habría hecho trizas al chico
con un zarpazo. No sin antes el viejo oxidado intervenir con su espada
deteniendo a la fiera, y sobre todo dándole una oportunidad de escapar. —
¡Idiota!, ¡¡Vete ya!! —repetía sin soltar la espada y sin bajar la guardia.
Narakun es un rival demasiado fuerte para cualquier hombre, en especial un
anciano cansado; pero Rovan al no ser un hombre dio una muy buena pelea,
Narakun y sus ataques iban por completo al aire; Oliver desenvainó la espada
para ayudar a su ahora compañero, saltó encima del cazador y con la espada le
rajó la base de la acorazada cola. Rovan estuvo a salvo de recibir un mortal
aguijonazo.
Un intento de parecer héroe terminó en una caída muy fuerte sobre el hielo,
casi se hunde al caer, se levantó rápido para ver cómo el barco se hundía por el
peso de los dos adversarios. Entonces fue cuando de forma sensata Oliver
levantó la espada y se retiró junto con los demás. La batalla entre aquellos
sembraba una eternidad de suspenso. Rovan quedó a bordo de la nave,
difícilmente alguien podría subir y ayudarlo. En tanto los dos luchaban a
muerte del agua congelada la matriarca emergió, saltó fuera del agua
mostrando su vientre blanco y la majestuosidad de una ballena con siglos de
vida. En medio de suelos blancos y oscuros de desolación, entre hielos frágiles
y esperanza la ballena destruyó la naufragante embarcación y envío al abismo
a los dos combatientes, peleando por siempre hasta llegar al fondo. Lo último
visible fueron la aleta caudal de la ballena sumergiéndose y esparciendo los
fragmentados trozos de hielo.

—Se ha ido, para siempre… —dijo Oliver —. Al menos intentaste salvarlo —
lo abrazó Azucena.
—Suficiente de especular y suponer, vayamos a ver si logra salir —añadió
Brian, asimismo los otros dos se acercaron a los fracturados hielos, muy
frágiles el único con el valor suficiente fue Haru caminando con el riesgo de
resbalar y caer al agua; pero antes vio las tablas flotando y el agua agitada
y temerosa. Nada más salió de ese lugar, ahora la embarcación se encontraba
muy al fondo con Rovan y su temerario rival dentro de ella. Sin derramar
lágrimas ni soltar quejidos todos se retiraron del lugar, sencillamente sin decir
nada más que el remordimiento de sus mentes que no callaba.

La nave se hundió con todas las provisiones, de momento el hambre no
acechaba, podrían seguir otro tanto sin comer algo. Por lo pronto Oliver tomó
la delantera del grupo y los condujo at través de praderas y estepas; jamás
imaginando que un rumbo sin sentido era el que habían tomado. Ni alma
alguna se mostró durante el tiempo que caminaron.
El cielo cambiaba de azul a gris, de gris a rojo y de rojo a azul oscuro como el
mar. Las voces que siempre hablaban callaron sin motivo alguno. Kenta
pensaba que el nuevo líder no tenía idea de los lugares que enfrentaban. Tras
una discusión lo mejor fue subir a unas rocas altas y así encontrar un punto de
referencia, y allá cuya vista al horizonte divisaba hasta el más mínimo detalle.

El destino era llegar al laberinto de rocas sin entrar en él posterior a eso está la
frontera del gran bosque, supuestamente Hei estaría allí al igual que el viejo
Rovan si esa barca no hubiera desaparecido en el fondo del mar. En marcha
todos siguieron el camino, quedaban pocas horas de luz y buscar refugio se
convertía en una necesidad un tanto urgente.
—¡Los cazadores! —exclamó Haru señalando al horizonte—. Enseguida todos
siguieron a Oliver hasta un andar de rocas cubiertas por la nieve y de pinos
con ramas verdes y blancas. Aquellos quedaron atrás y por mucho, de no ser
por mala suerte ellos habrían detectado su olor, de momento no fue así.
Cubiertos entre rocas y árboles pasar la noche sin protección no sería más que
un simple chiste, Brian encendió una pequeña fogata para repeler el frío
creciente por los fuertes vientos que se formaban ¿y qué mejor idea que
explorar los alrededores? Claro, sin alejarse para evitar ser absorbido por el
laberinto.
—Dejemos todo cerca de la fogata y vayamos por encima de las rocas— dijo
Oliver—. Los demás lo siguieron y subieron por esas frías rocas, siguiendo las
frías notas del viento. Llegando hasta una cima de piedras casi arrastrados por
los aires. Las nubes reuniéndose allá en lo más alto mientras formaban un
ciclón con vida en ellas y con ese magnífico color del cielo antes de
anochecer. Se mostró a un guerrero formado de nubes, un guerrero humano
luchando con una bestia. Igual que en los antiguos cuentos romanos: Un
hombre venciendo a un fiero tigre usando un yelmo y una espada; ninguno
dispuesto a ceder, mientras más fuerte el viento peor era la batalla. Hasta que
el tigre terminó con su adversario soltando un fuerte rugido que vino con un
rayo seguido de un trueno. Entonces el espectáculo terminó. —Eso hacen las
nubes Kenta, nos cuentan historias —comentó Haru
—En mi vida esperé ver semejantes aires, volvamos ya… Esas nubes deben
ser un fenómeno, digo, alguna explicación han de tener
—Oliver interrumpió—. Ya, acepta que fue algo maravilloso. —Antes de
volver, sugiero que cacemos algo, y cenar. Ahora que hay tranquilidad. —
¿Cenar? Me vendría bien algo en la tripa, allá por esas rocas vi pavos, si tan
sólo un pavo cayera en nuestras manos… —dijo Brian.
—Entonces, un arco y par de flechas ¿cierto? —dijo Haru alistándose para la
cacería, que más bien resultó en un jugueteo entre los chicos y las pobres aves.

Azucena y Oliver intentaban ayudar correteando a los pavos, mientras que
Kenta ayudaba a Haru a acertar un solo tiro para abatir un ave, Brian por el
contrario sentado reía a carcajadas del actuar de sus ahora hermanos y en pos
de ayudar caía al piso atacado de una divertida risa. La noche al borde de
desplomarse, la fogata no muy lejos de ahí respiraba en su santuario.

Sin embargo, en ese laberinto se pierden esas inesperadas visitas. Son muy
suertudas las que llegan a salir, los pavos también se perdieron y lograron
escapar, los chicos no lo hicieron al escalar las rocas. Cerca de ellos alguien
más se perdió, desgraciadamente no era una visita inesperada de esas que
agradan mucho, y ante tal alboroto fijó su vista en algo más llenador que unos
simples, pequeños y escurridizos pavos.

—¡¡Largo de aquí!! —gritaba Kenta desenvainando la espada—. Fue inútil e
insensato que cuatro chicos indefensos enfrentaran a un hambriento ogro que
recién escapó del laberinto —¡¡Corran!! —gritaban entre sí, intentado distraer
al ogro. Un antropomorfo de piel dura de cara achatada con dientes
amarillentos, poco pelo y un aliento estruendoso y hediondo. Portaba un
taparrabo de piel y un cuchillo enorme atado a su cinturón. —¡¡Matémoslo!!
—exclamó Kenta lanzándole pedradas mientras se aproximaba, una le dio en
el ojo por lo que Oliver desenvainó la espada y lo atacó a las piernas; el ogro
bramaba de coraje cubriendo su ojo herido. A lo lejos Haru le disparó dos
flechas que dieron en su velludo lomo.
—¡¡Huyan a las rocas!! —añadía este último, pese a eso el ogro no
abandonaría la fácil comida tan repentinamente; luchaba con los tres
caballeros intentando coger a alguno, Azucena lanzó una bola de nieve que
justo atinó en un ojo, lo dejó aturdido y con un mañoso y acertado golpe en la
rodilla el ogro cayó igual a un gigantesco costal de papas.
—¡¡Ahora a las rocas!! —gritó Kenta mientras que aprovecharon para escapar
a la velocidad de la misma luz, el ogro se levantó de un salto envuelto en furia,
alcanzó a los chicos y cogió a Brian del piso con una mano, igual que un niño
con un juguete. El pánico llenó a los demás. Oliver y Kenta acudieron a su
ayuda, el ogro nada iluso tomó a Kenta en la otra mano, y al final al otro chico
que en vano trató rebanarle las piernas con la espada.
Se hizo con tres potenciales comidas, unos chicos bien alimentados son un
manjar perfecto para un ogro que pasó días perdido y hambiento.
—El arquero y la damisela se quedaron perplejos ante tal caso—. El ogro huyó
con las presas lo más rápido que pudo, saltó arbustos y rocas, bajó por una
colina corriendo como si fuese a acabarse el mundo. Los otros dos lo
persiguieron disparándole flechas en vano, arrojando piedras al aire en un
intento por subir la moral de los capturados.

Con cada zancada el ogro los dejó atrás, oscureció de repente y apenas las
pisadas se veían. Comenzó a nevar muy ligeramente, Haru y Azucena
perdieron toda esperanza. Las flechas y las cosas que lograron salvar del navío
hundido se quedaron en el laberinto, ahora con el campo oscuro fue imposible
regresar.
—¡Descansemos, ya no puedo más! —exclamaba Azucena rezagándose del
arquero. —¡No deben estar muy lejos! —repetía Haru, sin saber que su
compañera no entendía palabra alguna de lo que decía.
Ella, cansada y ajetreada se tendió en la nieve —Brian… Oliver, perdónenos,
no pudimos salvarlos, lo siento…
—¡Arriba!, los perderemos, andando —dijo Haru tratando de levantarla; no
consiguió más que ceder ante tal frío. Al caer sobre la nieve los helados aires
le entumecieron las manos y sintió como vilmente su cara se caía a pedazos,
en especial sus mejillas. Mutuamente se abrazaron para repeler el frío, se
envolvieron entre los abrigos de piel, siendo la respiración de ambos el único
ruido que cada uno escuchó.

Una noche de supervivencia extrema bajo unas estrellas indiferentes, entre
aullidos, gemidos y escándalos de otras criaturas. Por poco ambos mueren
atrapados en el hielo, nevó bastantes horas y quedaron de cierta forma
sepultados, con el sol Haru intentó abrir los ojos. Las frías quemaduras casi le
desprenden una mejilla, cerró el puño sintiendo apenas sus dedos y con un
vago aliento intentó saber si de verdad se encontraba con vida.
—respiró profundamente— Azucena, despierta… —dijo moviéndola—.
Azucena, abre ya los ojos. Es hora de irnos, tenemos que encontrar a los
demás, por favor —. Sencillo de decir, difícil de hacer. Todo lo que él hizo fue
intentar despertarla; siendo su suave respiración la única señal de que estaba
con vida. Su cara sufrió quemaduras de frío, la piel se le desprendía, aunque,
no a pedazos. —Demonios, no siento las piernas —trató de levantarse, pero
fue inútil. Cuando durmió sobre la nieve sus piernas se entumieron, muy
aparte estaban mojadas, su estómago rugía al mismo tiempo que empezó a
sentir náuseas.
—Acarició suave y temblorosamente el rostro de su compañera—. Buscaré
algo de comida, volveré pronto—. Partió arrastrándose, usando solamente sus
brazos ya vencidos, la nieve le quemaba los dedos, a veces insensibles con
cada brazada.

Una milla aproximadamente dejó atrás a su compañera temiendo que jamás
despertase. La necesidad lo obligó a ponerse de pie, con las piernas
entumecidas cojeaba y caía. En el horizonte apareció un árbol, sobreviviente
de las heladas y las ventiscas. Era un árbol de guayabos. Los frutos maduros
morían en el frío, y algunos colgaban de las ramas. Haru cortó algunos, los
comió igual que un niño hambriento. Justo antes de volver bajo esa blanca
colina vio que Azucena lo siguió. Cuando la vio el cielo comenzó a
despejarse, una tremenda alegría lo hizo sonreír. —He vuelto —dijo ella. —
Imaginé lo peor, créeme —comentó abrazándola—. Se extrañó de dicho
abrazo, no comprendió las palabras de su amigo, pero para ser sinceros,
entendió que se alegró de verla con vida.

Azucena tomó un guayabo apenas sosteniéndolo, tienen aroma y sabor
agradables en especial esa textura, tan suave y maciza, dulce como muchos
momentos, agria cuales recuerdos, en fin, un buen desayuno.
—¡Busquemos a los otros! —exclamó ella volviendo a donde la última huella
del ogro. Haru asintió firmemente con la cabeza. Caminar fue un reto para
ambos, más para Haru. Azucena lo ayudó todo el camino hasta que él fue
capaz de caminar por su propia cuenta. Fueron más o menos unas doce millas
las que siguieron un rastro de enormes pisadas sin encontrar vestigio alguno de
sus amigos. Un bosque que termina hasta donde la vista lo hace se interpuso
en su camino. Ahora el lugar en el que Hei debía aparecer. Cuando no había
esperanza de encontrarlo entonces perdieron la fe de que lo verían una vez
más. —Este cinturón… ¡Brian! —Haru, ¿Te parece extraño que después de
tantas horas el ogro no los haya devorado?
—Quisiera saber si están con vida am ¿Sangre? —¡Oye mira! —Haru señaló
mostrándole un rastro de sangre. —Es muy poca, empiezo a pensar que daño
no les ha hecho —pensó—
—Habrá que seguir dentro del bosque —comentó Azucena avanzando—

Las huellas marcadas en la nieve indicaban que el mencionado ogro entró al
bosque escapando lo más rápido posible, igual a un rayo inquieto por comer su
bien capturada cena. La nevada se precipitó una vez más, Haru en especial
notó algo. Los copos de nieve dejaron blanca la llanura, la ciudadela, los
mares y hasta las costas. Por algún motivo las hojas de los árboles, sus ramas y
follaje no se encontraban con copo alguno.
—Entrar en el bosque… o no entrar, abandonar a nuestros amigos o la
esperanza —dijo esperando a su compañero. Entre arbustos pisoteados y
árboles quebrantados el ogro se abrió camino.
—¡¡Alto!! —este se abalanzó sobre ella— Suerte o no ese empujón significó
una dura caída con un buen motivo. —¡¡Los cazadores vienen tras nosotros!!
—susurró—. Señaló a estos que desde atrás siguieron su paso, media docena
de lobos y dos minos. Los matorrales ofrecieron muy poco camuflaje ante tal
caso, de esperar ahí serían capturados.
Él se levantó rápidamente y corrió dentro del bosque, escondiéndose entre los
arbustos. De inmediato hizo señales para que ella lo siguiera. Los minos
observaban el horizonte inquietos y guiados por el olfato de los lobos. —
Sigamos las huellas del ogro, no te levantes mucho del piso y no me pierdas de
vista—. De inmediato Azucena se confundió con las palabras, sintiendo hablar
sola con una pared, en un instante Haru lideró la búsqueda sigilosamente
abriéndose camino entre los verdes follajes.

El verde del bosque desapareció el rastro en sí, ya las huellas nos e
encontraban en ninguna parte, siguieron básicamente a nada. Posteriormente el
clima cambió de forma drástica, la humedad y el calor fueron más notables.
Abandonaron las pieles de los ciervos gamos al tornarse bochornosas y no ser
más que un estorbo.
Perdidos en el bosque sin ton ni son, mucho menos rumbo e idea de dónde se
encontraban; frente a ellos bajo la sombra de los verdes y gigantescos árboles,
entre enredaderas y un aroma fresco a pino una placa de piedra se interpuso
entre ambos. Haru intentó leerla, quién en verdad sabía leer era Oliver, por lo
tanto, fue complicadísimo entender esa simple frase.

“En efecto. Lo que buscas existe, jamás verás dónde está”.

Frase complicada de entender si no hay nada más que lo pueda explicar.
Regresar a la pradera y suicidarse es lo mismo, pensaban ambos. Sin rastro,
sin mapa y sin esperanzas… Se adentraron tanto en el bosque que ahora, y sin
más remedio, salir de ahí se convierte en algo más indispensable que encontrar
a los otros. Caminaron una considerable distancia dentro de los árboles, verdes
follajes, un clima templado, el verde que significa vida y prosperidad. Ese
aroma tan especial a las diferentes hojas de todos los árboles que crecen allí,
algunos midiendo los cincuenta metros de altitud, en el suelo crecen hongos
tan grandes como una silla, enredaderas que envuelven los troncos y se
extienden como cortinas entre árbol y árbol. En algunos andadores las hojas
cambian de verde a naranja, amarillo y marrón.
—Azucena hizo señas, gestos y to
do lo necesario para que Haru pueda entenderla— Subir a un árbol cercano fue
lo mejor, tener una vista del terreno ayuda mucho. —Un árbol alto— se refería
ella.
—Haru encontró un sauce viejo, alto y sobre todo escalable. —¡Por aquí! —
señaló—. Subieron por el mencionado árbol de tronco grueso, húmedo y lleno
de enredaderas hasta la copa. Sin poderse ubicar mucho entre la inmensidad
del bosque, rodeados de un interminable mundo dentro del rincón de una vieja
cafetería olvidada de la mano de dios y del mismo hombre. Rodeados de un
mar de árboles, así como de historias perdidas. Mariposas de alas naranjas con
bordados y detalles navegaban el cielo de ese bosque tan verde, muy a lo lejos
en el umbral eterno se ven unas diminutas elevaciones, lo que parece son las
montañas de Neradehn. Al frente la densidad de los árboles y la vegetación no
termina, ni siquiera se ve un río o algo que pueda asegurar una oportuna
salida.
—¡Imposible volver! —. De ser necesario habrá que seguir por delante, al
menos hasta que estos árboles desaparezcan. —Haru comenzaba a comprender
un poco lo que su fatigada compañera de viaje gritaba a los cuatro vientos—.
Sin importar qué los dos permanecieron pensando un buen rato sentados en las
ramas del frondoso árbol.
—¡Cómo! —. ¡Cómo puede ser que las huellas se hayan ido de la nada! —
pensaba este— ¿Será posible que haya pasado lo peor? —Esta chica no me da
confianza, lo mejor será que la abandone y busque la salida. No, abandonarla
no, ¿Por qué no ponerle fin a esta locura? Hemos caminado en diámetros
infinitos, radianes locos y matemáticas irreales. Esto debe acabar, de lo
contrario, morir aquí… No puede ser verdad.

Las mariposas rodearon las ramas asentándose en ellas, revoloteando entre los
rincones de las enredaderas, avistaban algo; un tremendo aguacero monzónico
de lluvia fría con vientos azotadores, sacudiendo a los pobres gigantes. Del
sauce escurrían las gotas de sus hojas; ambos se refugiaron, decidieron no
bajar y esperar a que el agua cesara. Entre memorias y mariposas los dos
comenzaron a verse indiferente con miradas de desprecio y de culpa.

Menos luz con cada gota de agua, una gota menos de luz. Pocas cosas
debilitan más la moral que le aburrimiento en sí; él sólo jugaba con una roca
tallando la corteza viscosa y llena de ámbar, mientras tanto ella contaba las
mariposas, una, dos, trescientas setenta, con una perpleja incertidumbre cayó
la noche.
Momentáneamente Haru dormitaba, ella cayó en un sueño profundo desde la
puesta del sol. El sonido de las luciérnagas y su brillante andar iluminaron los
senderos entre los gigantes de madera, ellos movieron sus hojas al ras del
viento y de una sonata agonizante de la lluvia. Comenzó a enfriar, aun así, no
fue necesario buscar abrigo, el clima era agradable. Los animales emitían un
sonido de vez en cuando, siendo el búho el más escandaloso de todos ellos.

—Jamás dudes de la bondad de alguien.
—¿Por qué? Oliver nos salvó de algo que parecía interminable, y ve, estamos
con vida, él perdió a su madre y a Sarah, ¿Qué diría Sarah de estar aquí? —
Seguro las cosas no serían como son, imaginé de momento despertar en mi
cama, no en un árbol lleno de insectos y con un muchacho oriental fingiendo
que le importa toda esta situación.
—Deja de hablar sola y despierta.

—¿Música? Hace mucho que no oigo música, algo que calme la ansiedad y la
tristeza —pensó— Esa flauta me recuerda cuando era una pequeña, esa harpa,
¿soy víctima de un maleficio?, pff, supongo que este de ojos rasgados no se
dará cuenta si veo de dónde viene la música… una entretenida caminata por el
bosque —dijo bajando del árbol—
—Muy bien, unos cuantos pasos entre la hierba, sólo saber quién toca esa
música tan increíble, —Espera, ¿qué hago? Una melodía a mitad de la noche,
puede ser que la toque un monstruo o quizá algo no vivo, pero tampoco
muerto. —¿Qué más da? Tampoco es que tenga mucho que perder—.
—Oh— dijo al tropezar con una roca— No sé por qué, después de tanto,
comienzo a extrañar esos aburridos días de escuela, esas calles deprimentes y
oscuras de la mañana, umm, esos chicos de los que nos salvamos.
—Y ahora hablo sola a la mitad del bosque fingiendo que hay música en este
lugar, razonando, nada de esto tiene sentido. Pero me vuelvo a repetir —se
recargó sobre un tronco— ¿Qué más puedo perder?
—¿Perder? — Ganar en exceso suele ser aburrido, si ganas siempre entonces
te vuelves alguien gris y melancólico, ¿no? — dijo una voz parecida a la de
ella— Con un misterio siguió a oído la suavidad de la música, ahora cada vez
más lejana de cualquier sonido.
Los árboles desaparecieron en un instante. Ese tronco del que se recargó se
convirtió en una pared, de un lugar ya muy conocido por ella. Esa casa de esa
calle de esa ciudad, esa casa con aspecto descuidado y abandonado. Por
primera vez dentro de ese lugar el calor de hogar abrazó hasta el último átomo
de aire allí presente, extrañada caminó unos pasos sin soltar la pared, de la
cocina emergía un aroma a pastel, un pastel casero preparado por alguien muy
especial.
—¿Madre? —¿Eres tú?, vaya que sigues igual que como te recuerdo —
exclamó tartamudeando, llorando poco a poco de alegría.
—Una puerta se abrió de la nada— De esa pared una curiosa persona salió a
atender a la visita inesperada. —Siempre soñé con conocerte, ahora por fin has
venido.
—¿Quién eres tú? —preguntó desahuciada—. —Soy la otra tú—. Esa que no
conociste nunca, más que muy en tus reprimidos sentimientos.
—¿Saory? —¡Dios me maldiga! —¿Qué es ese estúpido nombrecito? —
¿Sabías que en este mundo dónde no tienes lugar mi vida es un sueño?, mamá
y papá me aman con toda su alma, estudio las bellas artes, estoy en una
escuela de prestigio y tengo un novio que me ama, ¿No te da envidia?
—Azucena, descontenta y completamente en shock contestó— Esta vida no es
real, en lo absoluto, yo odiaría una vida tan pegajosa como esa.
—En efecto, tienes toda la razón del mundo, esta vida no es real, al menos en
tus sueños lo es. Siempre has querido una familia, tú lo sabes, las dos lo
sabemos —remitió la otra chica—
—Pues todo esto es irreal, yo soy la única de nosotras dos —dijo caminando
hacia la cocina—. Inmediatamente la otra chica obstruyó su camino —
Nosotras dos somos una sola, es cuestión de saberse quién es la original, ¿tú o
yo?
—Eso es de perspectiva —cerró los ojos— Yo no tengo padres y muchas
cosas han pasado estos últimos meses, así que una vida como la tuya ¡Ja!,
nunca podía suceder —la otra Azucena siendo más astuta buscaba la manera
de dejar callada a su contrincante —Eso es cierto, siempre estás buscando la
causalidad y la consecuencia de las cosas que nos pasan. Mejor tomemos al
toro por los cuernos y descubramos quién de nosotras vale más.
—Eso no tiene sentido, por qué hemos de ser diferentes siendo una misma
persona, habla más claro por favor —dijo la Azucena original, estando en
jaque mate—.
—¿Claro cómo el loro? —preguntó—. Enseguida subió las escaleras, que se
encontraban justo enfrente de la puerta por la que salió. En vez de seguirla, la
muy nerviosa Azucena original volvió a mirar a la cocina, ahí su madre
cocinando, no volteó a verla ni de reojo. Freía en la estufa unos deliciosos
espárragos, cortaba una papa hervida para freírla también y de otro lado una
olla hervía con la sopa favorita de Azucena, la sopa de champiñones. Su
madre escuchaba el radio, cómo las vagas nociones se proyectaban en su
cabeza.
—¿Todavía me recuerdas? —preguntó sollozando—. La joven mujer no
volteó, fue como hablar con la pared.
—¿Podrías dejar de intentar falsamente de llorar? — Creí que piensas que no
quieres a nuestros padres, ¡Qué esperas! Tenemos mucho por charlar el día de
hoy —gritó la otra Azucena—
—Con un remordimiento infinito subió hasta el cuarto— Allí se encontraba
una cama, una ventana que daba con el patio delantero y con esas tan añoradas
ansias de volver —Empiezo a deducir que todo esto es mi imaginación. Sigo
en un bosque, atrapada con un chico de ojitos rasgados y buscando a mis
amigos. Tú eres la peor parte de mi persona, y quieres hacerme más daño del
que ya tengo —sostuvo una foto suya que se encontraba junto a una bailarina
de cristal—.
—En efecto querida Azucena, flor de verano sin condena. Yo soy tú, yo no
estoy en un bosque, estoy con mi familia en mi casa, puedes tocar todo lo que
hay aquí, puedes sentir todo lo que te rodea, puedes quitarte las botas tan
viejas que tienes y sentir la acolchonada alfombra. Nuestros padres no te ven
porque esta versión de mí es irreal para este mundo —añadió abriendo las
cortinas, dejando entrar la luz—
—Vaya, hmm, esta versión de mí es la que más detesto—. ¿Conociste a Oliver
en este mundo? —De inmediato la otra chica entró en nervios—
—¿Oliver? No, conozco sólo a dos chicos que se llaman así, peo es por
Internet, cerca de aquí no vive nadie llamado Oliver.
—Entonces, ¿Conoces a Manuel Sandoval, el profesor de Filosofía y
Literatura? —se sentó en la cama—. La otra chica igual se sentó en la cama
mostrando un poco de interés.
—En efecto, no, tampoco sé de quién me hablas —Azucena comenzó a sentir
miedo, pues esta “desconocida” versión de ella no conoce a quiénes se
convirtieron en sus seres más queridos.
—Hmm, veo que eres muy interesante. Una versión mejor de lo que ya soy,
pero sigues siendo alguien que no existe.
—¡argh! ¡Suficiente de discutir de nuestra posible o no existencia! —molesta
exclamó— Prefiero que hagamos algo, es un juego de astucia. Quién gane será
la versión que existirá el resto de nuestra vida. —Entonces Saory—. ¿Por qué
debes ser la versión que prevalezca?
—No sabe que contestar, decidió tomar aire mientras cerraba y abría el puño
constantemente—. Porque yo soy la original, yo perdí a mis padres, yo crecí
con Manuel Sandoval, yo tengo cierto, eh, interés en lo que llaman amor —
¡Ya! —interrumpió la otra chica— Eso es algo material si hablamos en cierto
sentido. Mencionas a personas que tienes o que te importan, quiero que
menciones que tienes tú en lo personal para quedarte. —Le temblaban las
manos de los nervios—. Digamos que he sido honesta, he sido alguien fuerte,
soy independiente, soy alguien que no aparenta una vez que me conocen.
—Shh, he oído suficiente —interrumpió— Es mi turno— Soy una persona
humilde, soy honesta, soy fuerte, soy feliz y sobre todo soy buena hija, algo
que tú jamás podrás ser. —Tengo un novio, una familia y un prometedor
futuro, no necesito de más.
—Ser y tener Saory, ser y tener… A eso nos limitamos como humanos, jamás
haremos más.
—Oh, ya veo —añadió con lágrimas queriendo escapar—. La otra Azucena
fingió sentir lástima, dejó llorar a su alter-ego por un buen rato mientras bajó a
comer. La destrozada chica se quedó llorando en la cama, cuando el sueño
estuvo por vencerla escuchó que terminó de comer, fue a lavarse los dientes.
—No te preocupes, tu vida si vale algo… Todas las vidas tienen cierto valor
¿No te alegra eso?
—No cuando eres tú mismo quién se hace daño —comentó la original
sentándose de nuevo—.
—Uy, perdón por ser honesta… En efecto, hay algo que podemos hacer, algo
bueno para las dos, ya que por obvias razones yo gané el juego, la parte de
desaparecer te la dejo a ti. Hoy podrás elegir tu destino si así quieres verlo.
—Despertando su interés de nuevo Azucena se puso de pie retando a su mejor
versión—. ¿Cómo demonios? —preguntó—.
—Habrá que pagar un precio, con el valor de tu vida podrás pagar el precio de
tu muerte —dijo asustando a la desdichada perdedora.
—No quiero morir, no aún —. —No morirás, seguirás con vida, esta versión
de mí que eres tú es la que se irá para siempre —dijo caminando a un cajón,
sacó un cuaderno, un lápiz y una calculadora pequeña.
—¿Qué harás con eso?
—Hacer ecuaciones, algo que odiamos, pero esta vez será de provecho. —
encendió la calculadora, escribía mientras tecleaba, tecleaba mientras escribía
— Volteó a ver a la perdedora y dedujo— Tu vida vale muy poco para que
tengas una muerte rápida, lo siento las matemáticas nunca fallan.
—Entonces, ¿Una muerte lenta?
—En efecto— Si tu vida valiera un pelín más podrías pagar por un asesinato,
un atropellamiento, un disparo o ya por muy barato una caída accidental.
—¿En conclusión? —preguntó la Azucena original.
—Mi querida Saory, en conclusión, es un suicidio lo que puedes pagar con tu
vida.
—Vaya, por qué siempre pensé eso, no me espanta —dijo mostrando fortaleza
—Eres deshonesta contigo misma. En fin, calculé cuatro opciones que puede
pagar tu vida: La primera es degollándote la garganta, la segunda es saltando
de la azotea, la tercera es rompiéndote el cuello con una soga y la última
ingiriendo unas pastillas.
—Difícil elección —dijo volviendo a llorar—
—Nadie dijo que sería fácil — Tampoco fue fácil aceptar que existe una
versión tan mediocre de mi vida, créeme.
—No me duele que digas eso, sé que a veces soy cruel conmigo misma —
pensó— Ahora que lo dices y que los números algebraicos no fallan. Elijo la
primera opción, pero al ser parte de ti. Quiero que me permitas abrazar a
mamá.
—Un auto llegó y se detuvo delante de la casa, el sonido lo delató —Podrás
saludar y despedirte de ambos, eso no te lo negaré. Es mi mundo y te concedo
lo que quieres, es un buen deseo de tu parte —dijo la otra chica.
—Entonces adiós, jamás me volverás a ver o a avergonzarte de que existo —
dijo la Azucena original.
—Suerte —se despidió aquella extraña versión.

Su padre regresó del trabajo, saludó con un beso y un abrazo a su madre quien
acababa ya de cocinar. Un abrazo frente al comedor que mostraba un cuchillo
encima de este; Azucena original bajó corriendo las escaleras, y, sin más
remedio abrazó a ambos padres, estos hicieron lo mismo, ahogándola en un
llanto de nostalgia y abandono.

El cálido, deseado y tan merecido abrazo terminó en pocos y eternos
segundos. Creyendo que alguien recibía el mismo afecto y cariño, que
consolaba ese llanto desesperado, Azucena abrió los ojos, estaba abrazando a
un árbol. ¿La locura es así de despiadada? Muchos dicen que efectivamente lo
es.
—Pido tu perdón. De no ser por las notas de mi melodía, no habrías tenido ese
sueño de muerte. Sé que es horrible, entiendo tu sufrimiento. Ya no llores, y
por favor, perdóname.
—Ahogada en el llanto, Azucena preguntó— ¿Quién eres tú?
—Mi nombre es Zayn, yo soy la que tocaba la melodía. Casi entregas tu alma
al bosque, eres más fuerte de lo que consideras, y, sobre todo, tu vida vale
mucho, has logrado aceptar el peor de tus sueños pese a que eran tus mejores
deseos.
—¡Eso fue un infierno! —lloró— ¡Jugar así con las personas es horrible! —.
Por eso he pedido perdón, esta música es para calmar a todo ser viviente que
esté en este lado del bosque.

Palabras y palabras, pero Zayn seguía sin mostrarse. Azucena la buscó por
todos lados, sólo oyó la dulce voz con la que hablaba. Camina unos metros y
de repente encuentra un claro, un lugar en el que la luz de la luna entra con
libertad. La música atrajo a unos puntitos de luz que alegremente flotaron
entre los troncos, reuniéndose felizmente.
—¿No te gusta disfrutar de las hadas? —Todas ellas aman las melodías que
nacen del corazón —mencionó Zayn; Azucena se acercó y no pudo creer lo
que apareció frente a ella.
—Eres una excelente chica, Saory o Azucena, las dos me parecen excelentes
—Aquella mujer, vestida con una túnica blanca, de cabello castaño como las
hojas de los árboles en otoño, con una magnífica mirada, esos ojos cafés cómo
la tierra y verdes como la vida. Tocando esa bella música con un harpa,
enloqueciendo a las hadas que revoloteaban en el aire.
—¿Eres el espíritu de bosque? —preguntó inocentemente—.
—Correcto. Soy el alma de toda la tierra dónde crecen árboles, desde ese día
que un niño llegó por las arboledas, yo acogí su alma para que no muriese de
frío. Ese mismo niño está perdido, tú has venido aquí para buscarlo.
—¡Así es! —exclamó ansiosa—
—Está vivo, pero no por mucho. Dos más lo acompañan, todos a salvo, reitero
que no por mucho; y también sé que ocultas algo ¿Son aquellos la única razón
por la que han venido?
—Nosotros no queremos nada malo, cruzamos solamente. Alguien quería tu
poder para salvar las tierras que están fuera del bosque. Me duele decirlo, ese
alguien desapareció en el fondo del mar.
—En verdad lamento su pérdida. De la misma forma lamento no poder hacer
nada, aquí está mi espíritu, mi poder se encuentra en algún lugar del reino. Soy
un espíritu sin poder alguno, de llevar mi poder al templo haré lo posible por
salvar Tharmandor.
—¿Puedes recuperarlo? —¡Te ayudaré!
—No puedo entrar a ningún lugar ni en cuerpo ni en mente, desconozco el
paradero de mi poder —acarició el rostro de Azucena—

Todo muy complejo, salvar a todos o salvarse a sí mismo. Ninguna respuesta
de los demás, nada cuadraba con nada. Salvar a Tharmandor no estaba en las
manos de unos chicos. Zayn tenía intenciones de ayudar a todo ser viviente,
las maldiciones de espíritus, las guerras y extraños poderes la debilitaron
reduciéndola a un simple espíritu.
—Mañana encontrarás una pista de tus amigos. Vayan lo más lejos que
puedan, y que las estrellas iluminen su camino hoy y siempre —. Ese bello
espíritu se desvaneció sin decir nada más, las hadas con ella y también la
melodía. Todo se redujo a un oscuro bosque en el que las criaturas duermen y
esperan el próximo anochecer.
—¡Espera Zayn! —. Azucena se quedó sola, a oscuras y sin recordar el
camino al sauce. Esos andares eran tan pero tan oscuros, a simple vista no se
ve nada más que la silueta de uno que otro árbol con el riesgo de chocar con
ellos o tropezar con los arbustos.

Distraída, asustada, con un importante mensaje que dar a su compañero casi
fue descubierta por unas antorchas que transitaban en el bosque. Los cazadores
patrullaron los andares entre los árboles esa oscura noche que el espíritu
apareció. Parece que fue una maldición, para ser precisos, Azucena corrió de
un lado a otro evitándolos, inconscientemente consiguiendo ser un potencial
blanco.
—¡Deja de correr! — exclamó Haru tapándole la boca y cayendo al piso con
ella. Un desesperado grito estuvo por salir a la oscuridad, notó que se trataba
de su compañero, quedaron en el piso. Las antorchas y todos los minos,
ghouls, cíclopes y águilas harpía que transitaban el bosque marchaban a un
mismo sitio.
Haru discreta y sigilosamente comenzó a seguirlos, yendo por detrás de las
antorchas, ocultándose detrás de arbustos, arrastrándose en el piso para no ser
descubierto. —¡Estás demente! —susurraba ella— Tal cual mula, él no hizo
caso alguno—. Siguieron al menos a una docena de criaturas con antorchas en
medio de la noche, sin ton ni son y menos explicación.

—No te detengas, parece que hemos llegado— dijo Haru cuando avistó que
todas las criaturas entraron en unas ruinas.
—¿Qué? —susurró— Oh, mierda, Adivino… no me digas, ¿piensas entrar
allá? —Estás demente, muy demente, entra tú. Yo me esconderé, no dejaré que
me capturen.
Ambos estaban a unos cien metros de la entrada, donde las antorchas siguen
iluminando, las ruinas por lo poco que se ve, están consumidas por la
vegetación. Haru decidió mostrar su valor y coraje entrando a las ruinas para
investigar (completamente decidido por la locura y la maña), de momento
Azucena actuó de forma prudente y se ocultó entre los arbustos.
Sin moros en la costa, el chico imprudente fue hasta la entrada, una gran
puerta de piedra, se envolvió de coraje, consiguió entrar.

Sin mirar atrás, viendo adelante siempre. Cómo defensa trae un arco que
servirá para golpear solamente porque no porta consigo flecha alguna. Entró a
unas ruinas bastante verdes por dentro, se lo que sea o quiénes estén allí
adentro dejaron antorchas que iluminan cada uno de los pasillos. Atento a los
sonidos de estas criaturas, sigilosamente caminaba pegado a la pared.
Respiraba cual motor forzado, los rugidos y habla de los cazadores se
escuchaban tan cercanos por ese maldito eco, que resuena en las paredes de
cantera deslavada por el agua. —Ánimo, sólo descubrir que es lo que ocultan
aquí.
—Dos cosas amigo, no pierdas la cordura, y, ¡No dejes que te vean! —pensaba


Entre todos esos pasadizos encontró que las antorchas siguen un camino, están
colocadas en serie sobre las paredes. Eso tiene sentido, de vez en cuando en el
lado opuesto de la pared hay un cuarto oscuro, la luz de la antorcha de enfrente
ilumina sólo unos pocos metros, bien, eso puede servir de escondite.
En el techo lleno de enredaderas los murciélagos descansan, algunos salen
volando. Cuando lo hacen es de nervios, nunca sabes si esas pequeñas
criaturas chocarán contra ti.
Con cada paso que este daba el bochorno era impresionante además de que
falta un poco el aire. En las paredes están labradas unas runas, muy parecidas a
las que Dënuvok les enseñó allá en las montañas, tenían diferente significado,
el fuego iluminaba a medida que detrás de Haru unos nuevos pasos llenaban el
eterno pasillo de horror —¡No por dios! —pensaba el muchacho aterrorizado


Corrió lo más silenciosamente que pudo, despertando a los murciélagos, los
pasos tan escandalosos continuaron. La luz de una antorcha andante venía
detrás de él, y ahora una antorcha se aproxima por delante. Sin salida.
Sintiendo la muerte el chico a punto de desmayarse vio una última opción: Un
agujero en la pared por el que apenas cabría un colibrí, entró, y vaya que fue
difícil, se raspó las rodillas, la cara y los nudillos por entrar ahí, desde una
distancia segura observa qué lo que o seguía se trataba de un mino. Una
criatura que tiene una forma más o menos antropomórfica; puede ser un
lagarto, un jabalí, una cabra o incluso un toro. El que se acercó era un lagarto
que portaba una armadura de hierro, con unos cinco elfos del bosque; criaturas
putrefactas con la piel llena de hongos, con una nariz grande y curvada,
vestidos de hojas y follaje del mismo bosque.
El mencionado lagarto, que caminaba como si seis de ellos lo siguiesen, habló
con un cíclope que era el que venía por delante. Dialectos extraños y poco
entendibles, algo dijeron de un túnel, eso fue comprensible. Las aburridas
clases de Dënuvok sirvieron de algo después de tantas horas al día.

Se podía salir del otro lado de la pared, así que lo hizo sin problemas.
Encontró un salón enorme, con una bóveda que se extiende tan alto como los
árboles. En esa bóveda los murciélagos eran enormes, casi tan grandes como
él, —Eso definitivamente no son adorables murciélagos —se dijo caminando
sigilosamente—. Interminables esas ruinas que seguro, eran de una antigua
civilización, muy antigua por lo que parece.
Distraído y buscando una salida segura, ahogado por la falta de aire, se dio
cuenta que avanzó en las entrañas de la tierra, las paredes de cantera
desaparecieron, las antorchas se encontraron en paredes de piedra, las
estalactitas adornaron la resquebrajada bóveda.

Más ruido del esperado, era como un infinito número de criaturas. Por varios
instantes Haru espía desde una distancia segura. Hay una entrada con dos
escaleras que van a la izquierda y a la derecha. Allá abajo hay monstruos
cavando con palas picos y hachas, estructuras de madera soportando el peso de
la tierra, vías férreas y más monstruos cavan un túnel en las ruinas, un lugar
del que nadie sospecharía jamás. ¿Para qué un túnel? El lagarto junto con otras
criaturas ordena a los demás seguir trabajando; cavar las entrañas de la tierra,
el invasor pasó desapercibido hasta ahora.
¿Investigar más? Insensato. Salir de ahí sin ser visto es el problema, también
la seguridad de Azucena. Muchas cosas pudieron pasarle de estar sola en los
arbustos, quizá algún monstruo ya la encontró.

Pensando con la cabeza tranquila Haru tomó una antorcha, bajo por las
escaleras sin ser visto por nadie. El ruido de las criaturas trabajando solapó su
escape, en parte. Perdido en las cámaras de las ruinas buscaba un modo
efectivo de escapar, algún pasadizo que diera con el bosque. Con más ruido
significa que más de esas cosas merodean la única entrada y salida. Subió unas
interminables escaleras, entró en una habitación cerrada y vacía. Continuó
perdiéndose hasta que una corriente de aire le avisó de una habitación con una
posible ventana.

—Volvamos amigo, nada interesante hay por aquí —se dijo a sí mismo—. La
brisa del bosque lo llevó a inspeccionar. Hay una oscura habitación, una
ventana y lo que cualquiera hubiese deseado en toda su vida: Una pila inmensa
de minerales y piedras preciosas que los monstruos sacaron de las entrañas de
la madre tierra.
Maravillado buscó entre las cosas que allí guardaron, picos, hachas, barretas,
martillos y un pequeño saco con carbón. Tiró todo el carbón y de inmediato
llenó el pequeño saco con todas las gemas que pudo —¡Soy rico! —se decía
—. Con las manos temblando de la emoción, un saco lleno de gemas se
aproximó a saltar por la ventana. Vaya que una gran altura. Diez metros de la
ventana a una losa del segundo piso, y al menos otros quince de la losa hasta
el piso. Básicamente, sin salida. Para colmo fue descubierto por un apestoso
elfo que subió hasta la habitación extrañado por esa antorcha.

El elfo le lanzó una lámpara con incienso, él tomó valor y con la antorcha en
las manos hizo añicos a su oponente, lo golpeó tantas veces que al final solo
estaba un elfo chamuscado e iracundo en el piso, gimiendo por ayuda. Sin
pensarlo Haru enterró la antorcha ardiendo en su garganta quitándole la vida.
Los desesperados gritos llevaron compañía, el lagarto acudió corriendo junto
con otros dos elfos. Corrieron tan deprisa que en un santiamén llegaron donde
el chico.
—Venga estúpidos, ¡Puedo con todos! —exclamó lleno de adrenalina —. El
lagarto quiso hacerlo trizas con un hacha, a decir verdad, Haru consiguió
esquivarlo, cogió un puñado de gemas del piso y las lanzó a los ojos de su
rival. Forcejearon entre ellos, el lagarto teniendo más fuerza, mandó al chico
al piso con un coletazo, Haru tomó un pico y le atravesó una pata de un solo
ataque. Los otros dos elfos entraron en escena siendo la batalla de 3 contra 1.

La antorcha sirvió de mucho, el polvo del incienso cayó en los ojos del lagarto
haciéndolo casi llorar, y por accidente golpeó a uno de los elfos con su cola.
Haru empujó con toda su fuerza al lagarto por la ventana haciéndolo caer, tan
solo fue como la caída de un costal de papas. El otro elfo se llevó una
quemada en la cara, y su rival un puño sangrante en la nariz. El otro elfo
miraba temeroso desde lejos cuando Haru pudo estrangular a su contrincante
usando el arco y su fuerza, entonces el elfo más pequeño fue despavorido por
ayuda.

El lagarto herido y vengativo, escalaba desde el piso hasta la ventana.
Resbalaba por su tremendo peso. Todos en esas ruinas se movilizaron para
capturar al supuesto rufián que se infiltró.
—¡Mierda!, ¡Jodida y puta mierda! —buscaba algo para escaparse—. Entre las
cosas estaba un gancho atacado a una cuerda larga. ¿Cómo salir? Si bien
lanzaba el gancho podía atrancarlo en un árbol y escapar de ese lugar siniestro.
Bien pensado.
Sin tiempo y con perseguidores a toda marcha se apresuró, se paró en el borde
de la ventana, miró hacia abajo al lagarto haciendo rabietas al subir. Lanzó el
gancho, pero falló, el árbol se reía de sus intentos. Tres intentos en vano,
cuatro y cinco, el sexto intento con éxito. Solo restaba jalar el árbol a una
distancia segura para subirse, tener una vaga oportunidad para escapar.
Los monstruos subieron a toda prisa. Llegaron a la entrada del cuarto y sólo
vieron cómo al pequeño ladrón carecía de la fuerza suficiente para jalar el
árbol, cosa que este regresó a su punto tan bruscamente que el pobre Haru
voló por los aires. Las criaturas, en especial el lagarto, quedaron totalmente
boquiabiertos y con el ojo cuadrado.

El grito de Haru se disipó con la distancia, siendo un Ahhhhh tan agudo como
el de una damisela siendo atacada por un asaltante.
La caída fue dura, pero no comparada con la fuerza con la que salió disparado.
Un par de golpes, raspones, arañazos con las ramas de los otros árboles y
finalmente una caída de espalda fue todo el resultado de tan oportuno e
imprudente escape. Corrió de nuevo a la entrada de las ruinas y en los mismos
arbustos donde Azucena ansiosa esperaba, la tomó de una mano y huyeron
entre la vegetación perseguido por una horda de criaturas que jamás dieron
con su pista. Más bien, pensaron que era mejor no hacerlo; la sangre de Haru
quedó en la habitación, al menos unas gotas. Supieron que erra de un humano,
la persecución empezaría el día siguiente. Esa noche no se hizo nada más.
Huyendo toda la noche perseguidos ahora por nadie en absoluto. Sin
descansar, hasta que entre las ramas pasaban los nacientes rayos de luz, el
rocío matutino llenó la piel de todas las plantas. Los búhos callaron y las
luciérnagas desaparecieron.
—¿Quieres decirme que diantres has hecho? —Casi haces que nos maten a los
dos, ahora estamos perdidos los dos.
—¡Cierra la boca ya! Pff… así son siempre las mujeres, hablan y hablan. De
haber sabido pude deshacerme de ella desde un principio. ¿Quién habrá de
notarlo? Estamos solos, es ella o yo —pensó—
El sonido de las gemas chocando entre sí era un tanto sospechoso. Azucena
arrebató la bolsa, y al destaparla vio las gemas. Lejos de ser algo bueno esta se
cabreó aún más —Eres un imbécil. Ahora esas cosas no dejarán de
perseguirnos. ¡Todo por unas putas gemas!
—Haru la ignoró y siguió caminando cuesta arriba—. Cuando ambos sudaban
y jadeaban, encontraron un claro en la montaña. Un claro que mostró un
inmenso lago con tres ríos que emanan de su lecho. Unas montañas verdes
adornaban el paisaje, una vista simplemente hermosa.

—Cruzaremos nadando— explicó Haru con señas— ¡Debes estar
completamente tonto! —respondió su compañera.
—Entonces quédate y muere— pensó este—. Bajar la montaña hasta el lago
fue más tardado de lo que se ve. Enjambres de abejas y mucha humedad. El
suelo húmedo solo te hace tropezar una y otra vez hasta quedar lleno de fango.
El fluir del agua se escucha cada vez más cerca, y con toda razón. En medio de
las laderas se haya una catarata surgente de la montaña igual que una boca en
un rostro.

Rocas, troncos y una corriente de miedo. De caer ahí sería igual que suicidarse
dándose un tiro, el agua brota con tal fuerza que de seguro los troncos caídos
en el cauce del río fueron alguna vez verdes, frondosos y resistentes árboles.
Detenerse para beber agua y limpiarse el sudor fue una buena idea. Siguiendo
ese mismo río que perdía fuerza mientras más cerca del lago. Los dos
desesperados, la nota alegre del día encontraron metros antes de la
desembocadura del río.

—Esto… no me lo esperaba sin duda— comentó Haru al detenerse.
—No, por favor, ¡Brian!, ¡Oliver! —gritó Azucena—. Frente a ellos, en ese
río, metros antes de la playa del lago un ogro enorme fue abatido. El ogro que
tiene flechas incrustadas en el lomo, curiosamente las mismas que Haru
portaba consigo. —Kenta… No puede ser, todo esto ha sido culpa nuestra…
—Azucena entró en el río saltando entre las rocas buscando una señal de que
estuvieron allí— Nada. Al final no hay más esperanzas. Ni una sola pista.
—Esto es de Kenta— dijo Haru levantando un empapado abrigo de piel.
—Llegamos tarde Haru —comentó Azucena—. No dijo nada del encuentro de
anoche, pensaba explicarle de cualquier modo, pero pensó que eso lo
comentaría más tarde. Un destello llamó su interés, algo de metal atascado
entre dos rocas, algo que no se pierde estando consciente. Una mítica espada
forjada con las estrellas que caen del cielo. Con su vaina y todo. Intacta.
—Tranquilo amigo, una vez que tome esa espada te matará, se quedará con el
tesoro, ese conseguido con tu valor. ¿Lo permitirás? —pensó—
—Azucena, lo lamento, pero has de estar en un mejor lugar —dijo antes de
abalanzarse sobre ella—

La golpeó cuántas veces pudo, ella ponía las manos para defenderse e intentó
detenerlo. El deseo de matar era visible en sus ojos, la tiró al agua y con el
arco en la garganta trató de ahogarla. Ella lo pateó todas las veces que pudo
siendo casi inútil.
—¡Ya muere no lo hagas más difícil! —repetía forzándola a tener la cabeza
bajo el agua—, el cauce del río pronto transportaría el cadáver de una
infortunada chica.
Al verla toser y retorcerse Haru sentía más placer, al punto que sonríe mientras
comete un crimen de lesa consciencia contra una inocente.
—Déjala ya muchacho —oyó una reconocida voz—. De inmediato procedió a
soltarla, sintió una fría espada a un costado de su garganta, sostuvo
fuertemente el arco, lentamente temblando se hizo hacía atrás.
—Te he dicho que la dejes, no querrás perseguir tu cabeza río abajo — repitió
—.
—Imposible, tú… tú estás muerto, te hundiste… esto, esto es imposible —
tartamudeó—. —Verás que estoy aquí a punto de cortarte la cabeza. ¿Cuándo
fue que perdiste la cordura?
—¿Rovan? —dijo Azucena levantándose—. —¿Qué hacen aquí?, ¿Por qué no
están todos juntos? —decía el viejo extrañado por las circunstancias.
—Larga historia… —Mejor dinos, ¿En verdad moriste?
—Te mentiría si te dijera que no y me mentiría si dijera que sí —respondió a
la chica—
—Quieres decir que sobreviviste, am… mejor di que todo esto es una farsa y
nos engañaste para separarte de nosotros —comentó—
—El que estemos en este lugar y que haya salvado tu pellejo de tu propio
hermano es mera coincidencia.
—Azucena miró de reojo hacia arriba, buscaba la verdad —¿Fue un engaño?

—No lo fue. Nadie puede engañar a nadie, todos nos engañamos a nosotros
mismos al creer que nunca podríamos ser engañados.
—Eso sencillamente no me lo esperaba —añadió esta.
—Ahora antes de que algo más suceda, dime niño: ¿Qué le pasó a los demás?
—Haru no sabía cómo empezar—, —Hace días ese ogro los raptó mientras
buscamos algo de cenar, no sabemos que ha sido de ellos, ni de Hei —señaló
al cuerpo del ogro—
—¿Y esa espada y el abrigo ha sido todo lo que hay de ellos? —Sí —
respondieron ambos—

Fue hasta el cuerpo del ogro inspeccionó bien cada detalle, sacó una de las
incrustadas lanzas y revisó hasta el más mínimo, el último detalle. —Yaogh, la
raza del bosque. —Esas lanzas son las de sus soldados.
—Si no están muertos aquí, quiero suponer que los han llevado al palacio.
Deben estar presos, no son algo que matarían de un tiro, lo sé.
—Azucena se rehúsa a darlos por muertos— Tendremos que rescatarlos, o
decirles que los dejen libres, saber qué les ha pasado.
—Los hombres no pueden entrar en el bosque, los Yaogh los asesinan si los
ven. Ellos tienen espías por todos lados, árboles, aves, bestias. Negociar su
libertad no funcionará, asimismo que sepan a qué hemos venido les inquietará,
no nos dejaran tranquilos.
—¿Entonces podemos darlos por muertos? —preguntó Haru—, —Seguiremos
nuestro camino, los ayudaré a cruzar este bosque y a no sucumbir ante lo que
no es. Esas gemas que llevas contigo, ignoro de dónde las has sacado, te diré
que no son más que simples cristales —arrebató el saco de sus manos—
—¡Arriesgué mi vida por ella viejo tonto! —¡Devuélvelas!
—Arriesgaste tu cuello por intentar asesinarla, ¿Cuál es la diferencia?
—¡Que lo hice por algo bueno! ¡Por mí! —contestó—, —Muchacho estúpido.
No hay cosas malas ni buenas, sólo son lo que son —dijo arrojando una gema
contra una roca; se hizo pedazos—
—Cristales solamente. Una gema de verdad no se rompe tan fáciles.
Consérvalos, valdrán lo mismo que una gallina o un costal de pipas —dijo este
devolviéndole el saco—.
—Bastardo —susurró—

Entre discusiones y protestas hizo falta una mente sensata y clara como la de
Rovan. Cuya solución fue avanzar por el río más pequeño. Porque era el que
daba con las afueras del bosque. Teniendo la esperanza de encontrar al espíritu
del bosque.
Azucena estaba a punto de mencionar lo ya sucedido, de mencionarlo podría
chantajear a Rovan de investigar qué fue de los otros.

Siguieron por la rivera del lago. Oyendo el canto de las aves y el mediodía
aproximarse. Admirando nada más que las ligeras olas que el viento hace, los
guijarros en la costa, las hojas sacudirse con el viento.
—¿Sabes qué es un sueño de muerte? —preguntó—
—Ilusiones tuyas que te llevan a la locura. Nada más, dicen los más valientes
que un sueño de esos puede hacerte desaparecer. No conozco físicamente a
nadie que haya pasado por uno, ¿a qué se debe tu pregunta?
—Un encuentro con la música del bosque que Zayn tocaba me hizo pasar por
un sueño de muerte —comentó.
—¿Zayn? —Me alegro que hayas podido con eso. Es más fácil hablarlo que
soñarlo
—Sí. Fue difícil, um… Zayn dice que la ausencia de su poder fragmentó su
espíritu de su cuerpo. Ahora vaga por todo el bosque… —comentó de manera
oportuna. El viejo se detuvo.
—Zayn. El espíritu guardián del bosque. ¿Te encontraste con él? —preguntó
impresionado—
—Algo así. Antes de que Haru entrara en las ruinas.
—Vístanme con la falda de mi madre. ¡Qué extraordinaria coincidencia! —
Inquieto la tomó de los hombros —. ¡Dónde se encuentra ella!, ¡Dónde está!
—.
—Pues, me temo que no podrá ayudarnos. Dijo que debemos llevar su poder
hasta el templo. La cuestión es que ella tampoco sabe en qué lugar de
Tharmandor se encuentra. No puede proteger al bosque.
—Y el mismo bosque morirá si no lo hace. Vi árboles cubiertos de nieve y
vegetación sucumbiendo ante el frío, si no hacemos esto todo el bosque
desaparecerá. —dedujo este—, —¡Haru no te atrases!
—¿Entonces iremos a saber qué fue de los demás?
—Rovan acaricia su mejilla— Ni si quiera tenemos un curso.

Optaron por continuar hasta acercarse lo más posible al río, se adentraron más
y más en el bosque dirigidos por la necedad de Rovan. Buscando sin
encontrar, sin comida, exhalando cansancio, hartos de caminar.
La vegetación cubría hasta el último rincón, los hongos crecían tanto como la
altura de un hombre porque la escasa luz no tocaba el suelo en esa zona del
bosque. Era de esperarse, el bosque es un lugar que consume las almas de los
más débiles, de aquellos que se pierden, de aquellos que imploran por salir.
—Caminamos sin rumbo porque quieres encontrar algo que no vendrá a ti.
—Un enigma, todo un enigma, tal vez no salgamos con vida, estas palabras
podrían ser lo último que oigas. Una niña cómo tú debió tener una mejor vida,
y no estar perdida, ¿realmente estás perdida?
—Desconozco mi camino, pero nada más.
—Que aliteración tan más desconcertada —dijo al agacharse para recoger un
hongo—

Los dos comenzaban a entenderse, mientras Haru se atrasaba, mareado y
sucumbiendo ante las esporas de los hongos. Esos champiñones envenenan a
los seres vivos que tienen una tristeza eterna, esa tristeza no puede deshacerse
con nada. Se bloquea en el subconsciente y en casos es llamada para traer el
desorden.
El viejo y la chica desaparecieron entre el mar de hongos, él se detuvo por un
respiro. Borrosamente los vio alejarse, caminó resbalando, tropezando,
cayéndose y levantándose —Espérenme— susurraba desesperado—
—Ese canto, ¿podrá ser que ese misterio haya vuelto? —, —Vaya, después de
tanto creo que estar perdido no es malo, tampoco es bueno, pero sigo con vida,
sí. Sigo con vida, cuántos no querrían estarlo. —Entonces Haru, ya entrega lo
que tienes. —Mis cristales, mis falsos cristales que me costaron casi la vida y
me hicieron pasar por un glorioso escape, no esos nos los daré.
—Creo que jamás en casi 15 años de vida habría visto tal paraíso. La brisa
marina, el calor de la playa y el sonido de las palmas chocando contra el
viento, ¡Me largo de aquí!. Me largo a un lugar donde no se acuerden de mí
nombre. Me largo a un lugar donde el viento me haga cantar con él. Me largo
dejando a mi madre desconsolada y a mi padre desconcertado, así han de ser
las cosas.

En vista de su perdido compañero, Azucena volvió y halló a un chico tirado
bajo los hongos gigantescos. Con los ojos completamente abiertos, con la
mirada perdida, buscando algo en el paraíso creado por su propia mente. Por
qué, por qué, por qué pensaba Azucena. Se acercaba el momento de perder a
alguien más, de no ser por la intervención del místico hombre. Este volvió, le
dijo a la chica que retrocediera unos pasos.
Introdujo la mano en la esposas de los hongos y las observó, un polvo morado
que vuela con el aire, brilla con la luz del sol. Hiede como lodo podrido, de
momento dejó al chico reposar. Apresurado por salvarlo buscó un rosal,
arrancó una rosa, se pinchó los dedos al hacerlo. La chica se mantuvo a cierta
distancia nada más sin hacer nada más que observar y desear que ocurriese lo
mejor.

—Sostuvo los pétalos de la rosa así como sus espinas—. Erem ni inselour,
mencionó, y los pétalos se prendieron en fuego siendo consumidos junto con
las espinas.
—Haru inhaló el humo despedido por estos— No me quiero ir, quiero ser libre
—. Distante se preguntaba cómo fue que Rovan incendió los pétalos, cómo fue
que sobrevivió. En verdad no se trata de alguien humano, dirían muchos.
La guillotinada fantasía de Haru desapareció a medida que el veneno de los
hongos dejaba su cuerpo.
—Estuvo muy cerca de perecer —dijo este sentándose.
—¿Habrá algo en este lugar que no te mate o trate de deshacerse de ti? —
preguntó ella—. —Estos hongos y setas tienen la peculiaridad de envenenar,
no de muerte, más bien de tormento. De no hacer nada Haru estaría dormido
por toda una eternidad, el problema es qué hay muchas criaturas en este
bosque.
—Ósea, am... ya entiendo. Pasa por estar mucho tiempo en este bosque.
¿Podrías detener esta locura?
—Niña, debes comprender que se trata de tu futuro también. Nadie pidió que
estas cosas pasen. Muchos hubiésemos deseado jamás cambiar, debemos
encontrar al espíritu. Debo verlo con mis propios ojos, saber que es real y no
un mito como ya lo muestran.
—Al menos, eh... Antes solía decir que no podía tener peor vida. Lo irónico es
que ahora que ya no tengo nada; de verdad entendí que lo poco que hubo en
mi vida era en realidad mucho —con una consoladora palmada en la espalda
Rovan le dio su apoyo— Tendrás una vida aquí, junto con las personas que
permanecieron contigo.
—Haru recién despertó— Quiero comer zanahorias hervidas. Odio las
zanahorias, pero hoy quiero comerlas hasta atascar mi estómago y reventar—
—Vaya deseo muchacho —mencionó el viejo.
—¡Larguémonos! —Están detrás de nosotros— Están furiosos de que robé sus
cristales— mencionó alarmado
—¿Quiénes? —intrigado miró a Azucena—
—Los cazadores de las ruinas, Haru entró y lo descubrieron. Anoche
escapamos de ellos, no lograron vernos a los dos. Seguro están tras nosotros
—respondió—
—No les es tan sencillo pasearse por el bosque para buscar a dos niños
imprudentes e insensatos. Vámonos ya. No descansaremos hasta encontrar un
camino, una señal, un curso o lo que sea...
—Azucena ayudó a Haru a levantarse. Dudando cada vez más de la capacidad
de Rovan— Ya nos irá mejor —pensó.

En el camino hasta el río se detuvieron de vez en cuando. Rovan observaba el
terreno, se rascaba la barbilla antes de seguir caminando.
Haru todavía mareado se sostenía de Azucena, igual que un vagabundo ebrio.
Las piedras cubiertas de musgo eran resbalosas, de momento los reproches e
inconformidades se fueron, por un rato, claro.

—Hm, será mediodía dentro de un rato. Justo lo que imaginé, argh...
—De no hacer ruido con esas malditas cadenas me dejarías pensar, es obvio
que no hay ninguna salida de esta prisión. Tenemos que idear una forma de
salir o entonces... —dijo Oliver—
—Mañana nos ejecutarán a primera hora... —interfirió Kenta—
—Podrías hacer que eso mismo parezca menos cruel, digo, no quiero que este
sea nuestro final... Ni siquiera pude conocer al amor de mi vida —dijo Oliver.
—Ni que tuvieras edad de hacerlo. Es un fastidio esperar nuestra muerte, pero,
para confesarles realmente lo que es, no tengo miedo de morir mañana.
—Eso es porque no ha llegado la hora aún. Cuando sea mañana o, en la noche
estarás llorando por qué te dejen libre Kenta.
—Las cadenas me lastiman mucho —comentó Brian.
—¿Qué?—preguntaron ambos—. —Que las cadenas lastiman mis manos. La
humedad de este lugar me causa ansias, casi no puedo respirar.
—Azucena y Haru, ¿tú crees que están bien? —preguntó—
—Oliver suspiró— No quiero ni pensar en ellos. No espero nada, yo sé que
ellos continuaron el viaje hasta atravesar el bosque.
—O tuvieron el mismo destino que el ogro que nos trajo —añadió Kenta—.
Tratando de rascar su cabeza, pues las gotas del techo se derramaban sobre él.
—Eso, eso... sería en el peor de los casos.
—Eres mal líder Oliver. Tú nos condenaste a muerte, además...
—Shh, cállense los dos. Ninguno tiene de en que podemos escapar si ideamos
algo —remitió Brian.
—Jalen las cadenas, fuercen las cerraduras, yo que sé, la fe no nos va a sacar
de aquí. Una vez fuera podremos escapar por el río, ¡Vamos!, muévanse. —
comentó decisivo.

Y entonces la fe regresó sin ser invitada. Esa prisión debajo de una cascada,
llena de pequeñas plantas y escurriendo en humedad se llenó de valentía inútil.
El ruido del agua caer cubría cualquier intento de escape, no obstante los
Yaogh resguardaban con maña y saña dicho calabozo. Los tres chicos
encerrados, esperaban la muerte inminente, una condena puesta por la princesa
Andeivor, sin saber nada esperaban sin esperar nada.

—Empiezo a pensar que no sabes adónde vamos Rovan —comentó Haru
—Hablas mucho, más de lo que haces. Si hicieras un poco más entonces
podríamos negociar lo que no es para nada negociable...
—Yo no estoy perdido, mira el sol, está en lo más alto. Tengo hambre y mejor
será mantenerme vivo. Aquí no se promete nada, tú no sabes ni siquiera en
dónde carajos andamos. No, de ninguna manera volveré a seguirte...
—Azucena se detuvo en un riachuelo, con ambas manos cogió agua y la bebió
—. ¿Buscamos rastros de los demás o al espíritu, el río o qué?
—Ay mujer, hermosa mujer, niña de mi alma... pensaba que eras todo menos
ingenua, si bien no busco al espíritu quiero encontrar algo más; algo en lo que
tienes interés. Dime si me equivoco....
—Actúas raro, hundirte con el barco realmente te afectó...
—Oh, jajaja, que alegoría tan más inaudita... ¡Por qué tienes que perderte para
encontrar un lugar perdido! ¡Todos sabrían dónde está de no ser así!
—Haru levantó una rama, amenazó con golpear a Rovan— Ahora, dinos
¡Dónde mierda nos llevas!
—Este rió cínicamente—, —O nos dices a dónde vamos o te dejaré en el piso
con un buen golpe, una nariz rota también.
—No quieras hacer realidad tus palabras. Mejor deja eso en el piso, bebe agua,
disfruta de este paisaje...
—Eres un tonto —Nosotros aquí perdidos con el riesgo de que nos capturen y
tú diciendo disparates.
—Ya tengo el curso, sé dónde iremos —añadió el viejo—
—¿Y?
—Está por allá —señaló hacia el lago—
—Molesto Haru le dijo— Eso no, quiero un rumbo exacto...
—Pues allá lo tienen —comentó sin dejar de señalar.

Tres grandes juncos surcaban las corrientes del lago. Sus velas excéntricas
combinaban perfectamente con el azul del agua, los abetos observaban desde
lo lejos. Admirando el viento empujar a los majestuosos viajeros.
Una señal, la señal que todos buscaban. El mismo Rovan estaba perdido, se
negó a admitirlo, esos juncos hicieron que la fe volviera repentinamente;
vieron que desaparecerían. Siguieron entre la vegetación para evitar ser vistos.
El más grande lucía velas rojas con banderines ondeantes y en la popa el
símbolo de un águila enfrentando a un búho: Los Yaogh.
—Están vivos —dijo Azucena.
—Sí, algo me dice que lo están... ¡Vayamos por ellos! —añadió Haru—.
Ahora Rovan era quién seguía a los chicos, llenos de esperanza. No mencionó
frase alguna, sabía su error, no obstante, la existencia del espíritu lo seguía
intrigando, al punto de convertirlo en una mera obsesión.

La emoción de los chicos motivó a Rovan a ayudarlos, sin saber que no habría
posibilidades a favor de rescatarlos, o de encontrarlos con vida.
Con favorables vientos los juncos avanzaron tan rápido que en minutos, entre
hierba, piedras fangosas e insectos molestos los chicos vieron unas diminutas
embarcaciones desaparecer en el horizonte.
—Bien, ahora... ¡ese paso!, no se ve tan profundo por allí, habrá que cruzar y
seguir.
—Está mujer debe estar loca. El agua fluye muy fuerte por allí —pensó Haru
al ver que Azucena intentaba cruzar por un estrecho flujo de agua, el lago
formaba un río no muy grande, pero de cruzar serían arrastrados.
—¡Lo intentaré! —exclamó ella—
—De ninguna manera, si hacemos esto lo haremos a mi estilo... Necesito un
momento para pensar, hm, podríamos ir río abajo y buscar un cruce más
seguro —comentó el viejo—
—Eso nos llevaría años, los juncos están por desaparecer...

Cruzar el río les fue bastante difícil. El agua los arrastraba, las piedras del
fondo estaban resbalosas y llenas de arcilla. Al pisar las finas hierbas
incrustadas en el fondo resbalaban e incluso tropezaron varias veces,
raspándose rodillas y codos. El viejo usó una rama a modo de bastón y le fue
menos difícil cruzar.
Un aullido llamó la atención de Azucena, fue la noción de haber escuchado un
aullido... Las aves volaron de las copas de los árboles. El sonido fue bastante
ambiguo y podría jurarse que nunca se escuchó.
—Auu auu, ¿No lo oyen? —Hay lobos por aquí.
—Los Kurou nos están buscando —Ambos chicos pusieron una mirada de
espanto—
—No teman. No nos detendremos por un par de perros hambrientos, ¿o sí?
—Espero que ladren solamente —añadió Haru—
—Seguiremos a los juncos... nos llevarán por buen camino —comentó Rovan
entusiasmado.

Por al menos unos bastantes kilómetros escucharon aullidos de lobo. Nunca
vieron ninguno acercarse o esconderse entre la hierba. Su vereda cruzó entre
árboles y agua. Los juncos desaparecieron y jamás los volvieron a ver.
Llegaron hasta una ciénaga, un lodazal extendido en la maleza del bosque. El
croar de las ranas y otras criaturas retorcidas hacía pensar en un ambiente
viscoso, lleno de vida. Con un paso en el lodo la pierna se hunde hasta la
rodilla, el lodo es muy espeso, apenas si se puede avanzar.
—Dice un dicho de estos lodos, aquellos barros —comentó Azucena—
—¡Qué asco! Esta agua huele a podrido, prefiero mil veces el aroma de un
zorrillo moribundo y enfermo de diarrea —añadió Haru—
—No se separen demasiado, si uno de nosotros se hunde otro lo puede ayudar
a salir... —Rovan apoyado de su bastón de madera investigaba el terreno.
—¿Sabes qué hay más allá del bosque? —preguntó Haru—
—Un desolado lugar, olvidado de la mano de todo ser divino—. Ya lo verás
cuando lleguemos.
—Pff, apuesto que es mejor que este asqueroso lodazal —respondió
tambaleándose en el lodo—
—¡Rayos! Casi se come mi pierna —comentó Azucena—
—Shh... Están aquí... Los Kurou, escuché su mítico aullido —. Y así fue, los
lobos persiguieron hasta el fin a sus presas. Llegaron al lodazal ladrando y
gruñendo, se hundían en el lodo, pero mantenían distancia sin alejarse de ellos.
—¡Rumbo a las zarzas! —No podrán atraparnos allí—. Exclamó Haru
tratando de nadar en el fango hasta un espinal flotante de zarzas.
—¡Atrápenlos! —exclamó su líder a los seis lobos—
Los tres se ocultaron en las zarzas, en esa zona, precisamente en esa zona el
lodo estaba mucho más suelto y propenso a hundirse.
Justo en ese momento los lobos esperaron en las orillas seguras. Gruñendo y
ladrando para que saliesen de allí.
—Nos tragará el lodo si no nos movemos de aquí —susurró el viejo—
—Argh, maldita zarza, se enreda en mi cabello —dijo Azucena intentando no
hundirse—
—Haru pensaba— Si nos entregamos podemos salir y escapar—
—El líder de los lobos analizó la situación y antes de hablar pensó— Si se
quedan morirán atrapados en el lodo y heridos por las espinas —¡Salgan y no
les haremos daño!
—Los lobos normales no hablan —susurró Azucena sosteniéndose del hombro
de Haru—
—¡Seis malditos lobos no nos matarán! —comentó Haru—
—¡Somos viajeros, no asesinos ni mucho menos espías! —exclamó Rovan
El líder de los lobos. Siendo un lobo experimentado debía consultar a su
superior. La hija más chica del alfa, que en ese entonces acompañó a la
cacería. Nawyat es su nombre; "ave de los mares" en el antiguo dialecto del
bosque. Era muy joven, apenas dejaba de ser una cachorra; práctica la cacería
junto con algunos miembros experimentados.
—¿Los llevaremos con el alfa?
—Sí. Nosotros no somos quiénes para dictar sentencias. Mi padre lo hará y
seguro estará contento porque capturamos a estos rufianes.
—Así sea. Entonces, bien, salgan, no les haremos daño. Por ahora —dijo
sarcástico.
—No venimos a profanar sus tierras. Somos simples comerciantes tratando de
escapar del invierno... por favor, no nos hagan daño —suplicó el viejo—
—Explícaselo al alfa. No somos quiénes para juzgar —contestó Nawyat.

Los seis lobos los rodearon y escoltaron hasta su madriguera, no muy lejos de
donde termina el lodazal. La maleza se impregna a su cuerpo cubierto de
fango, los mosquitos ni se acercaron a picarles, pues odian el fango. Los seis
lobos eran más pequeños que los de la pradera. Su pelaje oscilaba entre el
marrón y el gris. Al frente Nawyat se posiciona a como uno de los miembros
más importantes, el resto eran solo vasallos, muy fieles a todo su acto y
palabra.
Ese enorme termitero situado al costado de un risco lleno de hierbas, allí
vivían los lobos. En un mundo de paz y tranquilidad. En la naturaleza.
Sus madrigueras formaban túneles por los que caben perfectamente. La roca
ha endurecido tanto que ni el agua ni la humedad podían penetrar y
desmoronarla. De los agujeros salieron todos los lobos a ver el
acontecimiento; prisioneros por primera vez en largas generaciones. Allí salió
la loba alfa con los cachorros de apenas meses que chillan y tratan de seguir a
su madre. Salieron los más ancianos y los inexpertos jóvenes, los centinelas y
el padre de Nawyat.
—¡De rodillas los tres! —exclamó el lobo centinela—. Los demás lobos
formaron una media luna dejando pasar al alfa justo por el medio. Ese viejo
lobo de pelaje grisáceo, con voz ronca y grave, mirada de anciano compasivo.
—Nuestro viaje termina aquí —susurró Azucena. De inmediato Rovan le
aconsejó guardar silencio.
—El viejo lobo los rodeó, acercó su nariz y olfateó — Son humanos.
Entregadlos a los Yaogh. Ellos se desharán debidamente de estos invasores.
—Nawyat intercedió por ellos —¡Padre! Nos han confesado ser comerciantes.
Buscan una vida mejor... ¡Ten piedad!
—¿Es verdad que sois comerciantes? —¿Por qué el de huir de mis lobos?
—Somos comerciantes. Porque no sabíamos lo que estos harían, no dejaban de
perseguirnos como fieras hambrientas que son —contestó Azucena—
—Dejad de mentir, ¡Sois ladrones! —Mirad las joyas que ese ha hurtado de
las ruinas. ¡Entregadlos ahora mismo! —exclamó el lobo.
—¡No! —Pensó Haru—. Trató de ocultar los cristales, pero no sirvió de nada.
—Ustedes no deberíais estar aquí. Los humanos tienen prohibido entrar al
bosque. Largadse de aquí no traigáis más perturbación a quienes ya están
perturbados. Los entregaremos a los Yaogh hoy mismo y morirán ejecutados
junto con los otros.
—¿Otros? —exclamaron los tres—
—¡Silencio! —gruñó el lobo centinela—. Los demás lobos permanecieron en
completo silencio, esperando a las órdenes del alfa.
—¡Los Yaogh tienen a nuestros hermanos! —intervino Haru, se puso de pie y
miró al lobo a los ojos—. —No os he dado la palabra —Ellos serán entregados
a los Yaogh. Hoy mismo —mencionó con firmeza.
—Disculpe su alteza. Cabe mencionar que no sólo buscamos a esos chicos,
nos ha dado la pista de dónde encontrarlos. ¿Es mucha molestia que nos diga
cuál será su destino? —Rovan se puso de pie—, —He dicho que los que
capturaron serán ejecutados mañana antes del ocaso.
—Bien. —Si no le importa. Eso no es solamente lo que busco. Deseo una
audiencia con Zayn, el espíritu guardián del bosque. Si es mucha molestia, yo
sé que ustedes ocultan su rastro.
—El lobo no supo qué contestar, sabían de Zayn pero no que realmente era
real. Inútilmente quizo despistar a Rovan —Zayn. No es real, es un mito ya de
muchos milenios. Veo que usted no parece un tanto mortal diría yo.
—Bueno, eso dicen supongo qué hay un testimonio. Una persona que conoció
a Zayn no hace mucho. Esa persona está a mi lado, ella la vio en un sueño de
muerte —añadió Rovan.
—Eso me es irrelevante —gruñó— Las cosas que pasan en Tharmandor
afectan a la nación del bosque. Criaturas del exterior escondiéndose en las
ruinas, el bosque muriendo, la nieve entrando en él... hay días que anochece
muy temprano. En especial, mis crías pasan hambre...
—Y eso causado por una fuerza que un dragón trajo consigo. No soy ignorante
de estas situaciones. El bosque morirá a largo plazo de no hacer nada...
—el alfa se echó al piso frente a Rovan— Admite usted que iba a engañarme,
¿cierto?
—Vine a advertirles —mustiamente confesó—. —¿Dejarán morir a su hogar?
—Escuche. No quiero problemas con los Yaogh, mañana será una cena con
todo el congreso y el senado del bosque. Allí ejecutarán a los humanos
capturados, yo no puedo hacer más.
—¿Nos dejará ir? —preguntó Azucena—
—Lo discutiremos. Hoy mi deber es acudir a la reunión como alfa de los
Kurou. Una inesperada noticia ensombrecería dicho suceso —Argumentó
entrando de nuevo en la guarida con algunos de los miembros importantes de
la manada. Los más pequeños aguardaron afuera jugando entre ellos.
Nawyat se tiró al piso a un lado de los tres, mostrando un poco de interés en
estos.
—Estarán libres. Mi padre lo que menos quiere es problemas, apuesto que los
deja ir a cambio de que no regresen —comentó haciendo ese chillido que
hacen los perros—
—Mis amigos están presos... debe haber alguna manera de sacarlos —dijo
preocupada—
—Eso es inevitable, no los dejarán libres por motivo alguno. Ustedes son los
primeros humanos que veo en mi vida y no son los trapaceros que aseguran los
Yaogh.
—Y ninguna señal del espíritu del bosque, yo la vi personalmente, ella, es
hermosa... mencionó que su poder estaba oculto en algún rincón de todo este
mundo...
—Oh, ya, entiendo... No creo que sea verdad. Pero los Yaogh guardan un
poder que mantiene vivo al bosque. Lo tomaron del templo para resguardarlo,
imagino que no sabrían que le pertenecía al espíritu... —dijo la cachorra
—¡Dime! —¿Ese poder lo resguardan en su palacio? —ansioso Rovan
buscaba la verdad...
—Correcto. En un santuario dentro del palacio... —respondió—. Nawyat
contestó la incógnita.
Imagina el mar desatando su fuerza, su furia. Imagina las nubes haciendo
círculos en todo su esplendor. Imagina el color gris sacudiendo la costa, las
palmas meciéndose bruscamente siendo deshojadas por el aire.
Las gotas de lluvia plasmadas en la arena. En esa misma arena alguien está
sentado recordando buenos y viejos momentos. Alguien solitario, alguien que
sin admitirlo, busca el amor en cualquiera de las maneras que este pueda ser
encontrado...

"Un día la reina despertó
Su canto el día alegró.
Nubes, cielo y marea
La gente espera serena.

Cantad, llorad, el cielo admirad
Sangre inocente han de tomar
El rico, el pobre y el mendigo
¡Todos arderán"

—Los poemas son canciones, las canciones son poemas. Con música, claro...
yo me pregunto por qué la soledad, creo que la soledad no siempre es cuando
no hay nadie a tu alrededor. También cuando hay mucha gente que te quiere...
y tú no lo sientes...
—¡Ahoooooy!, ¡Alguien ayúdeme!
—Aquí recuerdo haberme perdido en una balsa, el mar era turquesa y muy
calmado. Habrá mejores lugares que este...
—Nunca estarás solo, yo estaré contigo —susurró una voz—
—No estoy loco para hacerle caso a una voz tan próxima a mi propia
imaginación —pensó—
—¿No estoy aquí adentro de tu mente? Oye mi voz, no podrás escapar de mi
hasta que estemos juntos, y cuando eso pase, tu corazón nunca más estará
solo...
—Tu voz me molesta, ¡Salte de mi mente!
—Tendrás que sacarme tú mismo....
—¡Tu maldito nombre! ¡Cuál es!
—La voz susurró su nombre al oído—.
—¡¡Fueraaaaaaaaa!! —sacó sus dos dagas—. La neblina empezó a formar una
figura parecida a él, también sacó dos dagas, esos ojos transparentes dieron
pauta a un reto.
—¡Hasta el fin! —rugió con valentía—. Luchó sin piedad con la neblina,
lanzando patadas voladoras, ataques rápidos y todo lo que su cuerpo le
permitió hacer. La neblina le hizo una cortada en un brazo, esto lo enfureció,
voló lo más alto posible y se lanzó en picada. Hundiendo ambas dagas en lo
que sería el cuello de su oponente.
De un momento a otro la neblina se esfumó. La playa se llenó de murmullos y
entre esos murmullos había susurros, en esos susurros existían palabras.
—El bosque...

En ese momento caminó hasta las aguas agitadas, se mojó la cabeza y
despegó. Perdido entre los nublados y helados cielos emprendió el vuelo hasta
el bosque. En un momento Hei olvidó a lo que realmente iba, esa oportuna
visita a las costas le dejó un nombre en la mente. Un nombre impronunciable,
un nombre que más tarde se convertiría en la tortura eterna por la que pasa su
mente.
Ahora lo importante era encontrar al resto. Cosa que no es difícil para alguien
que tiene buena vista desde las alturas.
—Dejémoslos ir. Tenemos paz que nos ha costado cientos de meses de peleas
y discusiones. Sacrificar dicha paz por unos insignificantes seres que bien
podemos decir que cruzaron y no los vimos. Eso es inteligencia mis colegas —
—¡El espíritu del bosque!, ¡Qué hay de eso! —los demás lobos presionaban al
alfa—
—Un mito es una mentira, de ahí su origen. Los dejaremos ir, no somos
culpables de su pena y ellos no son de la nuestra —sabiamente calmó a los
otros—
—Nos infringirán responsabilidad por esto —mencionó uno de sus hijos—
—Pudiera ser, pero si lo hacen con nosotros lo harán con otras criaturas —
argumentó el alfa—
—Se derramará sangre en estos días, señor, mejor entreguemos a esos rufianes
—comentó una loba cazadora.
—Ya soy viejo. Si no se derrama por alguien más, lo hará por ustedes mismos
—. Mi legado será una generación de lobos preparados para cualquier cosa.
Eso les he enseñado y es todo lo que deben quedarse.
—Mi señor, mire... —comentó la audiencia. Que en la penumbrosa cueva
llena de tierra y polvo, en el lugar de la contienda entra una pequeña hada. Un
punto de luz verde parpadeante, ilumina la oscuridad causa cierto temor a los
lobos. Fue una manifestación del espíritu, avisándoles de su presencia.
La dulce voz de Zayn habló a través del hada, fue en medio de los lobos y les
dijo:

"Árbol que de prisa crece no vive de verdad
Es mejor ser carbón a ser el crudo humo
Dejar recuerdo es triste, no dejarlo también

Ser pregón de la muerte, o ser lamebotas de la vida
Me han llamado y fingí ser sordo, me han llamado
Me han llamado y finjo ser una pintura de óleo

Ausencia y olvido deberían ser sinónimos, jamás
Debieron ser amigos, nunca más
Perdidos de agua y hiedra
Vengan todos, hagan que mi sangre hierva."

Todos ellos guardaron silencio ante tales palabras. La luz de desvaneció con
ella el hada y la misma voz.
Enseguida comenzaron a discutir otra vez. El alfa se vio cuestionado cantidad
de veces que jamás imaginó, pues al ser el lobo más viejo todas sus
enseñanzas estaban en juego.
—La reunión comenzará dentro de poco. Iré y no hablaremos de esto a nadie
hasta después de la ejecución de mañana —añadió—. Salió de la guarida.
Avisó a los tres: —Váyanse. Están libres de toda culpa, anden con bien, sois
unos bienaventurados con mucha fortuna.
—El lobo alfa desapareció entre la maleza—. Los demás volvieron a la
madriguera. Más ruido no se escuchó.
—El palacio del bosque. Allí es a donde va mi padre. Una gran cena —
comentó Nawyat—
—¿Podemos entrar nosotros? Para pedir que liberen a nuestros amigos —
preguntó Rovan—
—En ese congreso van sólo criaturas que habitan el bosque, tú no podrás
formar parte... te arrestarían de inmediato
—Nos vamos ya entonces—, —Nawyat es tu nombre... Bueno, un placer
encontrarnos y no tener problemas mayores. Tenemos prisa por llegar a
nuestro destino.

Los tres caminaron lejos de la madriguera. Con el lodo seco en sus ropas
caminar se volvía cada vez más incómodo, no obstante, faltaban unas horas
para que el sol se escondiera. La cena empezaría tan pronto la luz se haya ido.
Rovan trató de seguir las pistas del lobo alfa. Para ser un viejo lobo pasó
desapercibido. Trataron de seguirlo para llegar hasta el palacio, pero, por un
descuido perdieron la pista y se dirigieron en la dirección contraria.
Allí de la nada una cascada bajaba de unos pliegues rocosos, aprovecharon
para quitarse el lodo de la ropa. El color del agua era azul turquesa, llena de
rocas calizas amarillentas que combinaban perfectamente con el color verde
del bosque.
—Tengo algo en mente para rescatar a los chicos... Si bien yo sólo puedo
entrar al palacio, me las ingeniaré para sacar a los tres antes de la noche de
mañana.
—¿Y Azucena y yo? Quisiéramos ayudar, pero de qué servirá si nos atrapan a
todos...
—Para eso hay que idear una salida, además, yo no estoy aquí por ellos. El
poder de Zayn debe ser regresado a su templo...
—Azucena volteó a ver al viejo. Exprimió su cabello antes de hablar— De no
ser por mí, seguirías delirando sin encontrar nada... Estamos aquí por ti igual
que Oliver, no nos queda nada que perder.
—Podrán planear crímenes y lo que quieran, pero, están en la dirección
incorrecta —alguien comentó.
—¿Nawyat estás ahí? —Azucena se acercó a unos arbustos y la joven loba
apareció—
—Tu manada se molestará que nos has seguido sin su autorización —añadió el
viejo.
—He escuchado su plática desde que los vi alejarse, y déjenme decirles que yo
sé dónde está el santuario de la esmeralda de jade. Si la quieren pues
ingénienselas para sacarla...
—Vaya, desde un principio pensé que eras una cachorra astuta... Pero entrará
allí y tomarla no es el problema, sino escapar en una sola pieza íntegra...
¿Comprendes?
—Eso sin duda es fácil. Yo he entrado y salido de ese lugar y los guardias no
lo han notado...
—Has cambiado el rumbo de la historia , Nawyat, pero de enterarse castigarán
a los tuyos por tu culpa...
—Bien has dicho... de enterarse —dijo sarcástica—

Cercanos al palacio gracias a Nawyat, los tres empezaron a idear un plan un
plan que no era muy convincente. Consistió en que Rovan entraría al palacio
como un viajero que desea conocer a la princesa. Una vez dentro buscaría la
manera de liberar a los chicos, y hacerse con el poder de la esmeralda de jade.
De tener éxito habrían de escapar por uno de los ríos hacia los límites del
bosque...
Un plan no muy convincente. No contemplaba si algo salía mal en el proceso,
asemejaba ser muy sencillo y monótono. Nawyat entró una o dos veces al
palacio debido a las ceremonias a las que su padre comúnmente asistía, el
santuario se encontraba en el centro del palacio, resguardado por mil guardias.
La verdadera pregunta es por qué Nawyat los ayuda, ella argumentó que no
vive feliz con la manada por se la hermana más chica. Mejor traducido como
la oveja negra de la familia. Hacer eso por primera vez hizo sentirla
importante.
—Llegaremos pronto. Más de lo que creí, y vean arriba, falta una hora para
que anochezca. Tienes hasta entonces para ingresar con la princesa.
—¿Y ustedes dónde aguardarán? —
—Nawyat olfateó la tierra y escuchó el viento —Hay tres ríos que nacen de la
fuente, el más pequeño se hunde en la tierra y atraviesa el bosque... El más
vasto y tranquilo da con el lago. Por ahí viajan los juncos hasta allá o por otros
ríos. El tercero es el más rápido de todos los del bosque, ni siquiera los juncos
entran allí. Ese mismo sale hasta el otro extremo del bosque, adonde van
ustedes. Aguardaremos allí, si no fracasas podemos ir al templo con el poder
de Zayn.

—¿Y si fracasas? —preguntaron ambos chicos—
—Si fracaso, podrán buscar una vida mejor por su cuenta— les contestó.
—Gracias, Nawyat, gracias Haru, gracias Azucena —Hizo una reverencia
breve, luego desapareció entre los pinos que rodean el palacio.

Suficientemente alejado de ellos bajó por varias veredas hasta toparse con un
pueblo justo antes de llegar al palacio. Dicho lugar, conocido mejor como el
pueblo del mundo mágico. Habitan todo tipo de criaturas místicas, aves,
animales y las mismas plantas. Cada uno de ellos miraba a Rovan de arriba
hace abajo, el aroma del pueblo era de humedad con incienso, los hongos
mágicos crecían en la puerta de las casas. Que muchas eran madrigueras en el
suelo llenas de lodo y lombrices, otras formaban puentes en lo alto de los
árboles donde los duendes, diablillos, arbolitos parlantes y todo tipo de
criaturas se asomaban a ver al extranjero que los visitaba.
Una bruja narizona y llena de verrugas vendía hongos mágicos en una canasta
tejida de palma, le ofreció pero este se negó a comprarle. Más adelante las
pequeñas calles se saturaron de multitudes, era día de mercado y todos salían a
comprar. De transitar por allí significa pérdida de valioso tiempo, mejor busco
un atajo cuesta abajo de una colina de la cual emanaba un esplendor dorado.

Fue un tramo extenso de árboles caducos, un hermoso tramo de bosque otoñal,
¿y el esplendor? Pues entre esas hojas marrones y anaranjadas vuelan abejas,
pero no esas abejas que se ven en un jardín. Abejas del tamaño de un huevo,
muy grandes.
De los árboles cuelgan colmenas enormes, de las colmenas escurre miel a
cascadas, un aroma dulce y delicioso. Como el mismo amor.
Las criaturas que transitan por ahí respetan mucho a esas abejas, pues parte del
bosque se sostiene debido a ellas. Aunque, hace unos años había muchas más
que ahora, los gélidos vientos han ido terminando con ellas poco a poco...
La resolana, los colores del bosque y el dorado de la miel hacen un juego
perfecto. Mientras andaba por allí maravillado del paisaje, fue hasta un árbol,
con su dedo cogió miel y la saboreó, un poco no haría enfadar a las abejas.
Pensó.

El sonido del agua empezó a remplazar al zumbar de las abejas, el transitar de
la gente y el rebuznar de los asnos salvajes que pastaban por allí. Más adelante
de los árboles de abejas existe un manzanal de unos cientos de metros.
Cruzando el manzanal ella aldea se extiende y se conecta con el otro extremo
del río por un puente. Ese río corre muy rápido, Nawyat no mentía al decir que
no es transitable, con el puente ninguna embarcación puede pasar a través de
él, pero más impresionante es la vista del puente: El palacio del bosque yace al
frente y de este nace toda el agua de la región. Hay cuatro torres altas, con
techo de jade, con esquinas onduladas en cada ángulo superior.
Dichas Torres resguardan el centro, una estructura barroca espectacular, más
grande que cualquier otro palacio, existen tres cúpulas, la más grande es casi
tan alta como las torres. Afuera está un arsenal de juncos formados, el más
grande tiene las velas desplegadas. Se cuenta que en pocos lugares existen
maravillas una de ellas sin duda es el inmenso palacio.

Cruzando el puente hay unas cuantas viviendas, más allá están los caminos
solitarios, por los cuales debe transitarse con cuidado. Los guardias y espías
Yaogh resguardan ese camino, ninguna criatura puede entrar al palacio, a
menos que sea llamada a hacerlo.
Con la mente firme, cada paso que daba significó un posible no retorno. Los
guardias no aparecieron en ningún momento, fue una tarde de descanso para
ellos. Cada reunión es un respiro.

—Sé perfectamente que tu vida es algo que precisamente no te agrada en su
totalidad. Pero no pensé que la fueses a entregar de forma tan súbita.
—Buenos negocios. Unos chicos a cambio de paz y tranquilidad. Qué es lo
que vienes a hacer, te marchaste cuando más se te necesito —respondió el
viejo—
—Buenos negocios, también. Un viaje rápido a mi lugar favorito, que por
cierto está irreconocible ahora, entonces, Oliver, Brian y el otro están allí
dentro... Vi a los otros dos en el río.
—Mi prioridad es que madures, Hei. Darse un respiro sin duda es bueno, pero,
hay momentos para ello... Requiero de tu ayuda si las cosas se tornan en mi
contra...
—Claro, yo también quiero hacerlos enojar —se coloca delante de este—
¿Has sabido algo de lo que buscamos?
—Sí —contestó—. Eso que busco está en el interior del palacio, alguien me
dijo donde, no he de saber hasta que vea con mis propios ojos. De ser mentira
esas palabras: Entonces el viaje hasta acá habrá sido provechoso.
—Ver para creer, ver para creer —comentó Hei—

Buen momento para aparecer. Hei sin duda sería de mucha ayuda para Rovan
al entrar, sin embargo y con embargo, este último se dirigió hasta la puerta
principal. Miró el portón, de unos veinte metros de alto y unos quince de
ancho. Todo de madera muy antigua, más importante, con el emblema de un
águila luchando con un búho.
La puerta fue abierta bruscamente por los guardias.
Harían falta muchas palabras para describir la belleza de la ciudadela del
palacio. Las casas eran construidas una encima de la otra, los árboles decían
junto a ellas, las aves coloridas iban y venían. Los retorcidos troncos se
extendían por todas partes, las jardineras llenas de orquídeas y de ese musgo
que parece césped, tan suave como el algodón. Existían mercados, avenidas,
salones. Todos esos con vitrales de colores impresionantes, el jardín medicinal
destacaba entre todos. Los Yaogh, la raza del bosque... caracterizados por ser
la raza más pura que existe en Tharmandor. Son normalmente más altos que
los hombres, de tez fina, un poco anaranjada o verde, con rasgos de piel. Son
muy hábiles para manejar las armas, para navegar y también para crear.
Su vida está ligada al bosque, y el bosque a su vida. Tienen el control del
poder del espíritu y del ejército más poderoso de todo Tharmandor. Su sangre
es la misma que la de las plantas, es verde, como el lugar en el que nacen; por
si fuera creíble, carecen de descendencia numerosa pues la mayor parte de su
población es adulta.

El alboroto que causó Rovan fue tal que en unos instantes los guardias
acudieron para aprehenderlo, lo llevarían a los calabozos, cuya ubicación es en
las catacumbas del palacio. Allá cuando lo encadenaron, les habló en un
antiguo dialecto para probar su honestidad. Les dijo que había venido desde
muy lejos para conocer a la princesa Andeivor. La fina dama tomaría posesión
del trono apenas el congreso junto con el senado lo consideraran pertinente.
Sin importar qué, los guardias lo llevaron encadenado hasta el castillo.
Notificaron a su majestad antes de que lo transportasen.
De ser la voluntad de esta Rovan sería llevado a prisión o juzgado por algún
tribunal disponible en esa tarde.

Entraron los guardias con él por una puerta alta, muy decorada de grabados en
madera con oro blanco. Esperaron sobre un puente de mármol bajo el cual el
agua brotaba naciente de las entrañas del palacio. Les permitieron entrar no sin
antes hacerle un par de preguntas. Hei observaba escondido en unos árboles de
follaje oscuro, de cualquier manera, si algo sale mal, él es la última esperanza.
El interior del palacio es un sueño en sí, pues el agua corre por todos lados...
Flores, enredaderas llenan cada pared, uno puede admirar pinturas magníficas
colgadas sobre las paredes. Los mismos árboles se tuercen para formar pasos y
escaleras. Ligeramente la resolana entra por las ventanas, permitiendo respirar
un ambiente de paz con aroma a la naturaleza. Sin duda lo que también hace
juego es la música tan wagneriana que se asoma en cada rincón.
El trono puede verse en el fondo de la sala de los reyes, pero los guardias no lo
llevaron ante el trono y los altares. Lo llevaron en un salón privado, con
alfombra roja columnas de marfil y dos grandes ventanas.
Lo hicieron sentar en una silla, frente a él está una puerta. Sin tener nervios
esperó, los guardias cerraron la puerta por la que entraron con llave y dos de
ellos la resguardaron. Sentado observó el lugar, las ventanas, las cortinas, la
alfombra, el techo, las finas hojas cubriéndolo y los gigantescos candelabros
con sus velas aromáticas.

De momento la puerta delantera se abrió. Entraron al menos ocho miembros
del comité: Con elegante vestimenta, todos ellos armados con diferentes cosas.
Al final entró el primer oficial. Ordenó a los demás miembros hacer una
formación para recibir a la princesa. Esta entró al final. De inmediato Rovan
supo que la leyenda era cierta: Una bella princesa, vestida con los más finos
ropajes de seda blanca qué hay en el bosque, su mirada con esos ojos
flamantes, la forma de sus labios, una sonrisa llena de ternura con un cabello
ondeante.
Portaba una tiara verde decorada con orquídeas, una mirada temeraria siempre
firme cuál espíritu guerrero. La leyenda y sus palabras nunca debieron ponerse
en duda.
—Arqaneimus Rovandok. Bienvenido al boscoso Reino de Jarukahem. Estás
en presencia de Su Majestad Andeivor: Princesa del pueblo Yaogh. Única
heredera del Reino del Bosque de Jarukahem. Suprema gobernante de Manya
y futura emperatriz de Tharmandor —mencionó el primer oficial.
—Gracias Wok— Se refirió al primer oficial—. He oído hablar de ti,
personaje histórico, participe de muchos sucesos que han azotado y levantado
la tierra. Escritor de infinitas obras de la filosofía de la magia, bienvenido seas
a mi reino.
—El placer de conocerla en persona es todo mío —dijo el viejo
—Vuelvan a sus puestos. Wok, gracias por traerlo ante mí. Felicita a tus
soldados y descansen este día, ¡Se lo merecen!
—Gracias su majestad— contestó este. Luego los otros se marcharon dejando
a la princesa y a Rovan a solas.

Ambos estuvieron en el cuarto conversando sobre muchas cosas, en general
Rovan intentaba saber si los prisioneros continuaban con vida. Sin embargo,
hacer preguntas tan pronto genera sospechas. Mejor siguió la corriente de su
majestad al punto de hacer interesantes conversaciones obre la historia del
bosque.
Una anécdota en particular, un antiguo gobernante del bosque detuvo rehenes
una tarde de invierno, que por cierto el invierno no se nota cuando pasa por el
bosque. A no ser que se hable del maldito invierno que se extiende por el
mundo.
Esa anécdota habla de un extraño poder. Más fuerte que el del bosque mismo,
dicho poder originó guerras, para evitar ser usado en su contra los Yaogh
tomaron el poder del espíritu para resguardarlo en su palacio. Sin saber las
consecuencias que se derivaron a largo plazo. El poder superior fue puesto a
una jurisdicción a la que Rovan perteneció, pero sólo como observador. Sin
saber el destino de dicho poder. La versión oficial consta que fue destruido
para evitar ser usado por las manos equivocadas. En ese tiempo el rey de
Jarukahem.

—Estos días son gloriosos. Hoy habrá una cena con todo el congreso y el
senado. En esta especial velada anhelo que alguien como usted nos acompañe
y se siente junto a mí. Nunca está de más una buena opinión en política —
comentó su majestad—
—¡Me siento halagado! Por supuesto que la acompañaré. De mientras quisiera
un recorrido por el palacio. Ha sido un lugar que ni en sueños he podido
visitar, y, bueno... Yo sé bien que usted le concedería ese deseo a un viejo que
busca tranquilidad antes de partir.
—Ella rió en silencio —¡No diga esas barbaridades! En tanto el recorrido
tendrá lugar mañana. Le mostraré lo nuevo que hemos construido a todos los
invitados. En especial nuestro nuevo ejército.
—Rovandok, ¿tan cierto es que allá afuera hay amenazas de un dragón?
—Me temo que sí, es tan grande que plantas me faltan para relatar su
inmensidad.
—¡Pamplinas y patrañas! Ni ese dragón se atrevería a meterse con nosotros.
Absolutamente nadie lo hará. Este es un lugar seguro para mí y para mi gente.
—Bueno, su majestad, si así lo dice...
—El banquete comenzará pronto. Salga de este cuarto y mis guardias lo
llevarán hasta allí, lo espero, también que la comida sea de su agrado. Una
princesa nunca debe bajar al comedor con estas fachas.
—Gracias su majestad—

Aparentemente todo salió bien. La primera impresión es la única y vaya que se
llevaron buenas impresiones uno del otro. Los guardias escoltaron a Rovan
hasta el comedor. Un lugar apacible, nada más con el sonido del agua
naciendo. Por supuesto no podía faltar la música que tocaban los Yaogh, tan
relajarte, un ambiente para una velada perfecta.
El viejo fue el primero en sentarse en el real comedor. No había llegado nadie
más, en la mesa había cubiertos de oro blanco para quienes los necesitan, su
lugar fue asignado justo a lado de la silla más rigurosa. La de la misma
princesa.
El comedor en sí estaba hecho de mármol color hueso, con las sillas de la
madera más fina sobre la tierra, decorado con fruteros, arreglos de oro blanco
y grabados en él mismo. Esos grabados relataban la historia completa del
pueblo Yaogh, desde su creación, los días de Daruhan y el nacimiento de su
querida princesa.

Los instrumentos de los músicos nunca se callaron. En eso, la puerta que se
encontraba del lado contrario se abrió y entraron todos los honorables
invitados de dicha reunión. Al menos ochenta diferentes criaturas de todas las
formas y tamaños.
Ratones, mapaches, tejones, jabalíes, ciervos, alces, berrendos, ovejas listadas,
osos, búhos, cuervos y cuántas criaturas comparten el inmenso reino.
Los sirvientes empezaron a llevar los exquisitos platillos a la mesa. Todos muy
diferentes, principalmente pan y vegetales. Ese pan horneado, tan crujiente
que cae mejor con aceite de olivas y con una deliciosa pasta casera. De tomar
hubo vinos y licores de diferentes zonas con distintas preparaciones, con el
mismo sabor afrutado que los caracteriza.

Los Yaogh no comen carne. Cuando menos los que viven en el palacio,
sirvieron cantidades estratosféricas de postres. Así como de ensaladas, patatas
guisadas en horno, frutas frescas. Empezó todo muy bien, de no ser cuando se
trataron los temas de política que no hacen bien a la digestión. Rovan notó que
el alfa estaba allí exponiendo sus puntos de vista. A pesar de ello se trataron
como si jamás se hubiesen visto.
La princesa expuso sus puntos de vista, generaban polémica entre los demás,
discusiones, argumentos, en fin. Es política y lo que se decida puede o no ser
una catástrofe. Rovan opinaba una o dos veces con argumentos sencillos,
tomaba dos o tres copas de vino, prestaba atención. Fue hasta que vio a Hei
oculto entre las hierbas del techo que razonó no beber más de la cuenta.
Información de más podría resultar en algo contraproducente.
La reunión culminaba en políticas de expansión que la princesa se negó a
detallar. Simplemente no dijo mucho de ello, los demás se opusieron, pero a
fin de cuentas en el bosque no hay quien les haga frente a los Yaogh.
—Las malas lenguas llevan rumores. Rumores de que en el bosque se han
infiltrado seres que no pertenecen aquí, además de qué hay una fortaleza en el
bosque. Ocupada por criaturas que Cavan túneles, ¿podrá ser eso posible? —
comentó Rovan. Los demás animales guardaron silencio.
—De ninguna manera —respondió Andeivor — Nadie ajeno puede entrar al
bosque. Mis guardias lo aprehenderían de inmediato.
—¡Las hojas mueren!, ¡La noche predomina! —comentaron varias criaturas—
—Mi señora. Cuentan que allá afuera un demonio escapó de este mundo
usando la sangre encarnada de una diosa en una mujer de Cadrán, ¿Qué tan
cierto es eso? —La audiencia inquieta preguntó—
—En ningún momento Andeivor se vio preocupada— El reino pasa por sus
mejores años —aseguraba—. Los demás en el comedor fijaron sus posturas
según su conveniencia. Lo que bien empezó terminó en un mercado de
palabras, a favor, en contra, verdaderas, falsas, cuestionables etc.

En casos así es mejor ver, oír y callar. De pedir nuestra opinión podemos darla.
La contienda finalizó en tiempo y en forma, con conclusiones a medias sobre
una posible expansión en los futuros años. La conveniencia ganó mayoría en
dichos debates. Cuando acabaron, se retiraron todos, excepto los que su
majestad nombró para visitar el palacio y dar un recorrido el día siguiente.
—Vaya majestad. Su vida es un poco agitada —comentó Rovan—
—Oh, vaya. No lo es, estas reuniones normalmente voltean el mundo y lo
dejan patas arriba. Usted de verdad tiene puntos muy buenos para fortalecer
este reino.
—Pare, este viejo sólo busca aconsejar a los jóvenes para un mundo mejor.
Por cierto, me gustaría visitar los santuarios de este palacio, para relajar mi
mente. Existen muchas cosas que agobian tras siglos de seguir en este
mundo...
—Mejor señor Rovandok. Le concederé una habitación en el palacio. Podrá
descansar, continuará con nosotros mañana. Le aseguro que amará ver las
presentaciones que se prepararon para festejar la reunión.
—Majestad, en verdad es usted un amor de persona. Que deleite puede ser
mejor que una habitación para descansar, aquí, en este magnífico lugar —
agradeció antes de que los guardias lo escoltarán a una habitación en el
segundo piso. Bastante retirado de donde Nawyat aseguró ver el santuario.

Allá lejos del palacio, no tan lejos para ser precisos bajo la luz de una luna
hermosa resplandeciendo en el salvaje río estaban tres cachorros. Uno de
diferente especie, los otros dos angustiados esperaban algo que les diera
esperanza. Azucena desenvainaba la espada de Oliver, practicaba lo que
Rovan les había enseñado. La guardaba y se sentaba a orilla del río.
—Extrañas a alguien, se ve en tus ojos
—Sí, extraño a un amigo. Un amigo especial de esos que casi no hay. Lo
extraño mucho, espero que vuelva para entregarle su espada.
—Nawyat se recostó en las piernas de Azucena— Yo no tengo amigos, tengo
familia.
—Y yo tengo amigos en vez de familia —acarició la cabeza de la lobezna—
—¿Qué es un amigo? —En eso Azucena sintió tristeza en forma de un
ajustado nudo a su garganta.
—Hm, muy buena pregunta... Sé qué es, pero, explicarlo no. Hm, déjame
pensar, no debe ser tan complicado. Hm, pues los amigos son la familia que tú
puedes escoger. Eso son... yo escogí a una buena familia.
—No entiendo nada de lo que dices, pero por algún motivo eso lo entendí a la
perfección —mencionó Haru. Les hizo compañía. Pasaron esa noche en el
calor de dos hermanos perdidos, es decir, tres.

De vuelta al palacio Rovan observa la luna desde el balcón de su cuarto.
Deseándose lo mejor para el día siguiente. Definitivamente no parece el típico
guerrero listo para enfrentar a los soldados más poderosos de Tharmandor.
Tiene una espada también el bastón que recogió al perseguir a los juncos.
—Yo que tú me daba prisa. Acabo de escuchar a su odiosa Majestad y los
rehenes serán ejecutados mañana. Mañana, una hora después de que el sol
haya alcanzado su máximo punto en el cielo.
—¿Dónde demonios has estado el día de hoy?
—Estuve cerca de ti, escondido entre las plantas del palacio. Escuché todo lo
que hablaste en esa reunión y, honestamente, sonaste más hipócrita de lo que
yo te conozco.
—Hei, has vivido tan solo un pedazo de vida junto a mi. He hecho cosas
peores en el pasado. Mañana necesitaré tu ayuda, si los dos armamos un pleito,
podremos rescatar a los chicos. Además de otras cosas.
—Iré por aire de bosque, no sé tú... Mañana me espera una fiera batalla contra
los despreciables que construyeron este palacio.
—No dejes que alguien te vea, y, quizá ya has madurado mucho desde que nos
conocimos, yo eh, aún te amo como un hijo...
—Viejo, debes tener más horizontes en tu cabeza para dejar de creer eso...

La mañana siguiente Andeivor en persona fue por Rovan hasta su alcoba,
bajaron las escaleras juntos de nuevo, hasta el comedor. Los invitados
solicitados llegaron para tomar el desayuno. Mentir sería decir que los tés que
preparan los Yaogh alegran hasta el alma con más derrotas. Hacen renacer el
cuerpo de cualquier mal que se tenga.
—Hoy acudiremos a una presentación que el ejército tiene preparada para
todos ustedes. En especial, usted, Rovandok. Me gustaría que no se marche y
acuda al evento.
—Por supuesto su majestad. De no ser indiscreción me sería muy placentero
que usted me diera un recorrido personal por el palacio. Tal vez considere
vivir con ustedes el resto de mis días...
—¡Espléndido! Con gusto lo haré. Tener un sabio en el reino es de mucho
provecho. Sería la princesa más afortunada de la historia, —¡Qué esperan!
Nuestros cocineros han preparado el mejor desayuno del año con los mejores
ingredientes de la temporada.
—Buen provecho —dijeron todos en la mesa.

Acabando ese desayuno, por cierto no tan maravilloso como su majestad lo
asegura. Los invitados fueron conducidos hasta una de las cuatro grandes
torres.
—Por aquí fieles vasallos —decía Wok. Un apuesto soldado, el mejor de
todos, el amor sin declarar de Andeivor. Cada noche Wok toca en la puerta de
la princesa para desearle las buenas noches. En su aniversario él organiza una
bella orquesta para alegrar el día a su amada. Ella lo visita cuando este entrena
en los dojos de las torres. Entrenan juntos cada ocasión que pueden.
Andeivor le sonrió antes de que partiera. Esta con tanta del interés de Rovan.
Le mostró cada rincón del palacio de manera muy rápida.
—Rovan, quiero que en silencio se acerque a ese cuarto, haga las oraciones
pertinentes. Asómese al fondo de lo que muchos no tienen el privilegio de ver.
—Este espero, de rodillas predicó —Entró. El silencio era tal que el eco de sus
botas era el único sonido. Su alma estuvo en paz por unos instantes, miró hacia
arriba. Una bóveda sin plantas escalando por ella, seguro una cúpula de las
que se aprecian desde afuera. Abajo hay un santuario que las raíces de árboles
cubren en toda su pared. Unos cincuenta o cien metros hasta abajo, allá está lo
que buscaba.
El agua nace de allí mismo. Hay unas rocas cubiertas de musgo que sobresalen
del parto, sobre estas rocas un pequeño árbol sostiene en su tronco una gema
verde que resplandece con la luz del sol: Dos piedras preciosas que forman
una sola, la esmeralda de jade, el poder de Zayn.
—Esto es lo más puro y hermoso que he visto en toda mi larga vida.
—Muchos quisieran verlo señor Rovandok. El poder de todo este bosque está
en esa gema, por eso no cualquiera puede entrar a verla. Este es su santuario,
también de lo que mantiene con vida a la tierra que carga nuestro peso.
—Majestad, habrá manera de compensar esta visita... yo sé que la hay.
—No la hay mi anciano amigo, te has ganado un lugar entre nosotros. Ahora
quiero mostrarte otra cosa, bueno, una parte de un espectáculo que veremos
después de ir a la torre.
—Es un honor acompañarla su majestad.

Puede decirse que la suerte continúa favoreciendo a Rovan. Por el momento
ninguna sola sospecha de un posible crimen. La sorpresa fue muy grande
cuando Andeivor ordenó a sus guardias esperar antes de entrar a las
catacumbas. Los dos bajaron por infinidad de escalones laberínticos, allá abajo
está lleno de cascadas que salen de alguna manera del palacio para fluir libres.
A los pies de una pequeña catarata Andeivor dio dos palmadas y esta se abrió
a la mitad.
—Capturamos a estos trapaceros apenas nada. Nuestro espectáculo final será
con ellos. ¿Podrías creer que fueron capturados cometiendo crímenes y
trapacerías con un ogro?
—Rovan trató de disimular lo mejor posible— Trapaceros estos, basura del
mundo... Tienen sentimientos igual, su majestad, perdone mi atrevimiento
pero estos son sólo crías.
—Poco me importa eso, son meros invasores. El final de estas reuniones le
agradará, señor Rovandok.
—Mi señora. No los haga sufrir, no es necesario. Tenga piedad, mejor déjelos
libres, no querrán regresar por estos lares.
—Eso nunca. Usted bien sabrá que uno de estos trapaceros intentó darle
muerte a mis ancestros. Por estas criaturas es que el mundo exterior debe ser
purificado. El mal está en ellos junto con otras razas desdichadas de ser
mandadas
—estiró los brazos— Perfecto majestad, esperaré con ansias el momento del
espectáculo.
—Yo también lo espero. Usted que viaja por aquí y allá, ¿conoce a esos
miserables?
—Oliver miró esperando una respuesta favorable—
—No los conozco. Desháganse de ellos cuanto más posible sea —respondió
Rovan—
—La mirada de los chicos rápidamente se hundió en la desesperanza—
Quisieron gritar, temían hacerlo, pues los guardias esperaban órdenes para
sofocar la celda con flechas.
—Vayamos ya a la torre. No querrá perderse el fabuloso acto.
—Entendido majestad —afirmó—

Uno diría que fingir demasiado tiempo es malo. Pero no existen cosas ni
buenas ni malas para no hacerlo. En fin, los guardias condujeron a Rovan
hasta una de las cuatro torres. Allí hay unas gradas donde los demás invitados
esperan sentados. La explanada es enorme, la torre vigila al fondo de esta. Sin
duda es un lugar de armas. Los soldados hicieron formaciones alrededor, muy
firmes todos dieron inicio al espectáculo.
Todo inició con un baile preparado por las más hermosas del reino, un baile
que usa listones, tules en un mar de telas preciosas. Seguido por la música más
bella que jamás había escuchado los invitados.
Al finalizar el baile los acróbatas más excéntricos del reino continuaron con el
número, retorciéndose, saltando. Aquellos simulaban una batalla épica llena de
asombros, unos acróbatas saltaban tan alto y hacían tantos giros en el aire que
deleitaron a toda la audiencia. Sin embargo, Rovan se ve desesperado por
actuar. Hei no estaba en ningún lado, los chicos estaban aterrados por su
destino, los otros chicos estaban esperanzados a su regreso.

Sin remedio, sin ideas, sin esperanza, no quedaba más que hacer. Disfrutar el
espectáculo y seguir fingiendo. Realmente era un momento único, pues, no
todos los días se va al bosque a disfrutar de su gente y sus costumbres.
Bailarinas, acróbatas, ahora fue turno del ejército. Demostrando sus
habilidades de combate en una tabla rítmica llena de música épica. Utilizando
la lanza como principal arma, tan coordinados como uno solo. La magnitud de
dicho ejército era tal, cubría toda la explanada. Eso en unas sola torre, en las
otras tres había dojos, salas de entrenamiento, armas y demás.
Llegó el momento del último acto. Apareció un carro alegórico, muy colorido.
Con máscaras simbolizando demonios, dragones dibujados en todo este, tan
grande que de él salían luces de colores haciendo chispas por todos lados.
¿Qué raro? Ese invento que hicieron los Yaogh lo tomaron de los antiguos
conocimientos. Juega con fuego y te quemarás las manos.
Desde lo más alto de la torre Andeivor hacía volteretas y posiciones utilizando
una lanza. La audiencia esperaba lo subsecuente. La bella princesa saltó de lo
más alto de la torre, cualquiera diría que es una locura, sería el fin incluso del
mismo Rovan de hacerlo. Sin embargo, Andeivor cayó en una sola pieza. Hizo
poses dramáticas para retar al carro alegórico.

Este tenía un cocodrilo forjado en metal, dicho cocodrilo comenzó a tornarse
rojo del calor, disparó una bola de fuego por el hocico. Andeivor la esquivó, la
bola pasó a resquebrajar la pared del área de la torre.
Toda la audiencia quedó con el ojo cuadrado al ver cómo enfrentaba al carro
alegórico sin recibir ni un solo rasguño. Lanzaba navajas, bombas, filos
voladores. Ella era tan buena que en pocos minutos lo hizo trizas. La
presentación terminó con júbilo y orgullo.
—¡Seremos más grandes con esta arma!, ¡El mundo sentirá la purificación en
todo su esplendor!
—Mi flota saldrá pronto. Tan pronto como los nuevos ejércitos hayan ganado
fuerza.
—¡Viva Jarukahem! ¡Viva el pueblo Yaogh! ¡Viva el bosque!... ¡Viva el
bosque!, ¡Viva la diosa Lúa, nuestra madre y señora!
—La audiencia orgullosa respondió— ¡Viva el bosque!, —Todos en la torre
aclamaron ese día— ¡Viva el pueblo Yaogh!

Las celebraciones de ese día terminaron con cantos, alegoría y nacionalismo.
Por lo pronto seguiría el espectáculo final. Andeivor usaría sus nuevas armas
que respiran fuego para deshacerse de los tres desdichados prisioneros. Rovan
descubrió eso desde el carro alegórico. Todo comenzaba a tomar sentido
excepto algo:
—Señor Rovandok. Fue muy descortés de mi parte no haberlo invitado a la
sala de tronos.
—Mi señora, no debe disculparse. Me agradaría conocerla antes del cierre de
las actividades de hoy.
—Tenemos un par de horas. Nos dará tiempo, nos espera otro banquete
después del acto final. Luego de eso bastan unas buenas horas de
entrenamiento.
—Astutamente el viejo accedió—. Ambos caminaron juntos hasta la torre, él
como un buen consejero le siguió el juego.

La sala donde estaba el trono de Andeivor era la más vistosa del palacio. El
lugar con la bóveda más alta llena de una resolana que alumbra las orquídeas
que nacen desde las alfombras hasta el tragaluz.
El trono está hecho con la misma raíces de los árboles que se extienden en el
palacio. Es de maderas preciosas de muchos árboles que ni siquiera son
mencionados en los libros. Detrás del trono está el vacío hasta el segundo
corazón de la fuente de agua. Es decir, hay un camino que llega hasta el trono,
después las enredaderas cubren el fondo hasta donde nace el agua. La guardia
personal de Andeivor custodia el santuario y el trono sin importar qué. La tiara
que porta esta depende de la estación y del temporal, esta vez portaba una tiara
de oro blanco. Simbolizando la purificación de Tharmandor.
—Señor Rovandok —dijo caminando hasta el trono— ¿Qué virtudes y qué
defectos ve usted en mi?
—Las virtudes y los defectos no existen mi señora. Son parte de usted, no
pueden ser buenas o malas. Simple y sencillamente es su misma naturaleza...
—Hmm, tiene sentido, de ser así... Yo creo que mi alma está dividida, no por
amor. Por algo que no depende de mí...
—Rovan antes de sacar su espada pensó— Hay una leyenda. No, más bien,
una historia que escuché. Un rey del bosque, tuvo una hija. Una desafortunada
tarde esa hija recibió una flecha en su corazón. ¿Acción o accidente? Nadie lo
sabe...
—Andeivor suspiró—. —El rey salió en busca de ayuda por el palacio, el
pueblo, las afueras, nunca encontró quién pudiese salvar a su única hija. El rey
perdido y desesperado por perderla lloro a los pies de los árboles con la
criatura en brazos. Oculto en el denso follaje la bestia más majestuosa, fiera y
hambrienta de sangre oyó su llanto. Apeló a sus plegarias. Nada más y nada
menos que el tigre.
—Andeivor permaneció callada, sus ojos daban a notar que la historia le había
plagado el corazón de nostalgia—. —Mi señora, ¿está usted bien?
—Prosigue, amo ese tipo de historias. Estoy bien.
—Entonces el tigre, altruista, dispuesto a salvar a la hija del rey. Entregó su
vida por ella, dividió su corazón en dos, salvándole la vida a la pequeña a
cambio de ser uno mismo —dijo poniendo la mano en la empuñadura—
—Historias falsas con contenido cierto, esa historia me conmueve al
recordarme la mirada de, rey preocupado por salvar a su hija. Me llena el alma
de nostalgia y me siento, sola.
—Mi señora, pare ya. No sabemos si la historia es cierta...
—Tiene toda la razón señor Rovandok. No sabemos si gente deshonesta fue
quien creó estas cosas.
—Deshonesta o no me parece una gran historia. Ahora quiero saber si el mito
de que la princesa del bosque comparte el mismo cuerpo que un tigre...
—No tengo por qué decir eso. Pensaría que usted es una persona con doble
moral, dentro de lo que moralmente se dice: Deshonesto.
—Mi señora —dijo asombrado— ¿Se atreve usted a dudar de mi palabra?
—Si no supiera perfectamente quién es sí, y de saberlo —comentó cogiendo
una lanza de mano—
—Usted señor Rovandok. Usted es de las personas más honestas que he
conocido. Aunque en poco tiempo, no me limito a decirle lo que sé de usted.
—Majestad, pare de decir esas abominaciones —comentó el viejo—
—Arqaneimus Rovandok. Se le acusa de irrumpir en el reino del bosque con
tres humanos y una criatura sombría.
—Hei observó la discusión desde el techo—. Estaba dispuesto a enfrentarse a
la guardia personal de Andeivor.
—La princesa era astuta, estaba por verse si era lo suficiente—. Su alteza, le
diré que cuidarse de las personas deshonestas no es el problema, sino lo
contrario, jamás se sabe cuando pueden hacer una barbarie...

Hei descendió rápidamente del techo. Listo a enfrentarse a la guardia personal
de Andeivor, dos Yaogh con el más alto rango. El ángel los enfrentó con
valentía y valor, incluso los soldados más bárbaros tuvieron dificultades para
someterlo. Con tan solo dos dagas, patadas voladoras y movimientos rápidos.
Los guardias fueron vencidos.
Uno, cinco, doce, ¡quince! Fueron las navajas que Rovan lanzó a su majestad,
está al tener reflejos rápidos consiguió desviar todas e incluso devolver
alguna; la tomó con dos dedos. Sacó su espada, listo a enfrentarse a su
majestad. Los disturbios en la sala del trono llamaron la atención de más
guardias.
—¡Le diré su majestad!, ¡El su defecto más grande es ver el pecado en todo...
menos en usted! —exclamó en el combate de soñada con lanza.

Hei liquidó a los dos guardias en un santiamén. Estaba listo para luchar contra
Andeivor, en eso Rovan exclamó —¡Ahora! —. Una docena de guardias
acudieron a la reyerta recién desatada. Se trataba de dos a nueve contando a la
princesa. En algún momento más guardias vendrían en auxilio de Andeivor,
pero esta estaba dispuesta a liquidar a ambos profanadores.
—¡Ríndase imbécil, están en desventaja! —exclamó desviando cada uno de
los ataques del viejo con su lanza.
—¡Eso es lo que usted cree! —En un abrir y cerrar de ojos los guardias
salieron disparados a las paredes, algunos muy lesionados o finados en el peor
de los casos. Andeivor tomaría ventaja mientras el viejo se recuperaba, antes
de eso usando el poder de su mente la puso de rodillas, incapaz de moverse.
El palacio estaba en alerta, no saldrían vivos de allí, —¡Ya vete! —exclamó
Rovan. Hei supo que era momento de salvar a los chicos. Los guardias
continuaban saliendo de las cámaras, más importante resguardaron el
santuario. Con más líneas enemigas Rovan se vio rodeado, estaba solo. Lanzó
la espada por donde los enemigos venían, la espada al clavarse en el piso hizo
una terrible explosión, dos columnas cayeron aplastando a los soldados.

El santuario era el lugar más resguardado de todo el palacio. Enseguida los
soldados cerraron el paso, ni siquiera Hei pudo haberlo tomado a escondidas,
hubiese sido descubierto inmediatamente. Los soldados se preparaban para
luchar contra los dos intrusos, el más preocupado de todos fue Wok, al saber
que su amada estaba en riesgo al luchar contra esos rufianes. —¡Traidor! —
exclamó Andeivor poniéndose de pie.
La lucha entre ambos fue corta, pero muy decisiva, de no ser por los poderes
de Rovan esta hubiera ganado la pelea con facilidad. Llamó a su espada
incrustada en el suelo y luchó con ardor. La princesa usando únicamente su
lanza y toda su habilidad; Rovan fue más listo así que en el aire la tomó, con
sus poderes la envió al vacío detrás del trono. Tanta fue la fuerza que el mismo
trono salió despedido a la fosa. Rovan ganó el combate; ahora restaba ir al
santuario, tomar la esmeralda de jade, más importante: escapar.

Los chicos en la celda no escucharon más que un par de golpes entre metales.
Los guardianes del calabozo luchaban contra algo. Inquietos por el ruido del
exterior todo lo que vieron fue como el cuerpo de un Yaogh destrozó los
barrotes de la celda al ser lanzado.
—¡Damiselas he venido a salvarlas! —exclamó Hei—. Usando sus manos
rompió las cadenas de plomo. Los tres chicos estaban libres, sin embargo, más
soldados se aproximaban para sofocar la rebelión.
—¡Tomen un arma y apliquen lo que Rovan les enseñó! — exclamó dándoles
una lanza a cada uno.

En el santuario Rovan se aproximaba cauteloso para no ser capitulado. Los
Yaogh estaban aterrados por un ataque hecho en su propia casa; cuando este
llegó al santuario notó que estaba completamente rodeado. Un centenar de
soldados resguardaban dicha sala. Apuntaban con ballestas, lanzas, espadas,
una criatura de madera de unos ocho metros de alto bloquea la entrada al
santuario.
No había forma de escapar, menos cuando Wok entró a escena. Con una
espada se prepara para darle muerte a Rovan. Un combate bastante limpio, sin
poderes ni hechizos, únicamente habilidad para la espada. Ambos tenían
bastante maña para manejarla, el viejo en ocasiones estuvo cerca de liquidar a
Wok, pero este acertaba la mayoría de los golpes.
—¡Estamos rodeados! —exclamó Brian—. Los otros luchaban contra los
soldados, al menos seis soldados murieron en manos de Hei, Oliver y Kenta.
—¡Lancémonos a la catarata! —. Buena idea por parte de Oliver, solo que no
sabían a que lugar fluye el agua. Mientras más tiempo discutían, más Yaogh
entraban para detenerlos. No obstante, en un momento de locura Hei lanzó a
Kenta hasta llegar a un candelabro en el techo. Al entrar los enemigos el chico
cortó la siga que lo sostenía, el peso del candelabro era colosal, los pobres
Yaogh quedaron aplastados.
Oliver empujó a un soldado para tirarlo, en un descuido ambos cayeron al
agua, (unos treinta metros del piso al escape del agua) no se puede nadar allí,
el agua fluye con mucha fuerza.
—¡Síganlo! —dijo Hei—
—¿Qué pasara contigo? —preguntó Brian—
—¡Los alcanzare cuando pueda!, ¡Váyanse ahora!

Kenta sin pensarlo saltó, Brian se asomó que estuviese bien, ahora era su
turno. Hei luchaba contra unos cinco soldados. Si uno quiere saltar de un lugar
alto, mejor es hacerlo y no pensarlo. La caída le fue eterna, además de caer
salir a respirar es difícil, la misma corriente del agua lo hundió una y otra vez.
Los choques contra las afiladas rocas rasparon us codos y rodillas, finalmente
agua lo hundió por un estrecho y desapareció.

En la destruida sala de tronos el rugido de un tigre sacudió todo el palacio.
Wok se detuvo antes de darle el golpe de gracia a Rovan, quién ya estaba
vencido en el suelo. En ese mínimo segundo el viejo hizo caer a su rival y lo
atravesó en un hombro. Los soldados se prepararon a disparar sus ballestas. El
viejo astuto cambio de forma y se transformó en un pequeño caburé que
rápidamente voló y salió de alcance.
El ángel quedó solo en el palacio. Los guardias acudieron a las catacumbas
para detenerle, Una docena de guardias no es rival para el tan alocado
oponente. El primer oficial en persona estaba dispuesto a enfrentarlo, no sólo
eso, el otro cuerpo de Andeivor buscaría hundir sus colmillos en su cuello.
—¡Malditos sean! —exclamaba mientras luchaba con los soldados—. El tigre
se abalanzó sobre Hei buscando su yugular. Él tomó una lanza y trató de
vencer al tigre. La diferencia en fuerza sin duda fue mucha.
Los dientes se hundieron repetidas veces en su cuello, la sangre brotó a
chorros, pese a eso nunca murió con una de las dagas logró herirle cerca de los
ojos; emprendió el vuelo, antes de eso un astuto arquero lo flechó en un ala.
Escapar para Hei se volvería más lento, no tranquilo con la rajada el tigre lo
persiguió hasta casi atraparlo en ocasiones. Una criatura casi tan alta como el
lomo de un caballo, con una musculatura pesadísima, el juego de rayas tan
hermoso como el bosque mismo. Ninguna criatura en el bosque podría hacerle
frente a tan majestuosa bestia, compartiendo el corazón con Andeivor, eran
uno mismo en diferentes vidas. Sólo pueden ser separados si uno de los dos
muere.
Los tres chicos fueron arrastrados por el agua hasta afuera del palacio. Estaban
casi libres, con la excepción de que la única manera de salir era pasando por el
palacio o abordando un junco. Se encontraban exhaustos, el agua es fría y la
salida de esta esta oscura, llena de moho y algas. Las corrientes de allí son
bastante fuertes, Brian cogió una soga del muelle, Oliver el brazo de Brian y
Kenta la mano de Oliver; lograron abordar, soltaron el junco del muelle. Los
tres tontos no sabían desplegar las extrañas velas. Los Yaogh disparaban
flechas desde la muralla, estuvieron a tiempo de enganchar el barco. Tan
pronto como lo engancharon los soldados fueron hasta el muelle para
abordarlo.
—¡Tomen una espada! —exclamó Oliver—. Dos soldados creyendo que
podían tener controlado el escape abordaron el junco. Kenta se enfrentó a uno
con dificultades, mientras que el segundo al llegar recibió una patada baja,
Brian lo empujó, cayó de cabeza dentro de un barril con agua del cual no pudo
salirse.
—Brian sujetó al otro soldado con ambas manos—.
—¡Acábalo! —dijo antes de que Kenta cortara su vientre desparramando sus
tripas—
—¡Vienen más! —gritó Oliver—. ¡Cortemos la soga antes de que nos maten!

Dentro del palacio había un gato tratando de atrapar a una mariposa, el tigre
una o dos veces hizo caer a Hei, saltaba tan alto que lo atrapaba en el aire.
Obstruyendo su ruta de escapar Wok envió a varios soldados. Hei voló tan
rápido como pudo para salir a las calles a través de una ventana. Andeivor
salió tras él. La persecución terminó cuando ambos trataron de continuar por
las calles de los árboles más altos, el peso del tigre era tal que no lo dejó
caminar por los finos puentes, de caer sería un largo y muy doloroso camino
hasta el suelo. Los pobladores Yaogh huían aterrorizados por el caos originado
en el palacio.
La idea más ingeniosa de Hei fue ir hasta el faro, que es alimentado con
aceites. Los demás Yaogh lo siguieron hasta allí. El ángel voló lo más rápido
que sus alas le permitieron, y de una patada con buen impulso golpeó la base
del faro derribando toda la estructura. Sin saber que la pólvora que guardaron
allí explotó al entrar en contacto con las antorchas que iluminan su interior. La
explosión destruyó varias viviendas cercanas a los escombros.

Wok salió en un carruaje para perseguir al ángel que desaparecía en el bosque.
El carruaje era impulsado por dos renos tan fuertes como cuatro caballos. El
primer oficial aseguraba ver a su adversario volar entre los árboles, no
obstante Hei apareció abordó del carruaje para darle fin al engreído
comandante. Este subió al toldo para luchar a muerte con el ángel de la
muerte, ambos dieron una buena pelea, hasta que Wok consiguió derribarlo,
pero más astuto, antes de caer Hei cortó las riendas justo en una curva; cayó
bruscamente golpeándose la cabeza al mismo tiempo que los renos soltaron al
carruaje dejándolo estrellarse con los árboles.

Devuelta al embarcadero los chicos daban por fallido el escape con una pena
de muerte segura; hasta que un caburé abordó el junco. Se transformó en el
viejo Rovan; con sus poderes logró hacer navegar el barco a pensar de que no
había aire alguno que lo moviese. Las corrientes los arrastraron, sin embargo
el viejo controló el viento.


—¡Larguémonos ya! —exclamó Oliver— Sorpendidi de ver a Rovan con
vida.
—¡No!, ¡démosles a estos malditos puritanos una lección de humildad! —. El
junco viró para atacar el palacio y a sus habitantes. Los Yaogh habían dotado a
toda la flota con los cañones que recién fabricaron. Originalmente no tenían
armada naval fue hasta que Andeivor tuvo la idea de purificar cada rincón de
la tierra.
—¡Usa lo que quepa dentro de los cañones! —dijo Kenta a Brian. Los cañones
se cargaron de balas, espadas y cuánto objeto cupiera dentro de ellos.
—¡¡Disparen!! —exclamó Oliver—. El estruendo derribó los muros del
embarcadero, destruyó los muros cercanos, viviendas y cuanta cosa se
interpusiera entre las balas.
—¡¡Viva la diversidad de la tierra!! —exclamó Rovan burlándose de los
Yaogh—. Andeivor salió y llegando al muelle rugió con toda su fuerza
declarándole la guerra a aquellos que profanaron su patria y mancharon la
tierra con la sangre de su gente.

El junco navegó hacia los canales del pueblo que yace cerca del río que fluye
con más fuerza. Cañonearon el pueblo, el manzanal y el mercado. Todos los
seres huyeron intimados por el sonido, muchos perdieron la vida en el asalto.
La nave tiene un cañón grande situado cerca de la proa, sorprendentemente
lograron escapar destruyendo el puente que obstruyó el camino a la libertad.
Los soldados Yaogh no pudieron hacer más que aceptar la inminente derrota.
El palacio sufrió daños, el trono quedó completamente destruido, la muralla y
el embarcadero quedaron en un estado deplorable. Sobre todo, el pueblo sufrió
más pérdidas tanto de viviendas como de gente. Insatisfecha, Andeivor juró
vengarse. Esta vez Wok y la misma se harían cargo de esto.

En el trayecto del río las corrientes se volvían más y más salvajes. El junco
difícilmente parodia frenar, de por sí ya chocaba con las piedras con el riesgo
de hacerse fugas. Las velas se atoraban con los árboles. Había muchos rápidos
con piedras, el junco terminaría haciéndose pedazos de tanto choque.
—Sujeten todo lo que pueda rodar. Será un largo curso hasta nuestro destino
—mencionó Rovan a los demás.
—¿Azucena está bien? —preguntó Oliver—. —Estará ansiosa de devolverte
tu espada, la encontremos río abajo si no ocurre otra cosa.
—Pensé que no nos salvarían de esa... oh, espera... moriste, vimos que no
quedó nada de ti —comentó Kenta.
—Eso mismo dijeron los otros, pero deléitense, seguimos todos con vida. Lo
más importante es que viviéremos muchos días más para contar estas historias.
—Haru, ¿está con vida? —preguntó Kenta—
—Ya los verán y agradecerán al viejo Rovan que todo haya salido bien —
comentó Hei—
—Pensé que no lo habías logrado, ¿Cuál fue la reacción de su majestad?
Jajaja, puritanos tontos, jamás debieron tener esas ideas —carcajeó—. —Salvo
que esta vez Andeivor y Wok harán lo posible por capturarnos —añadió Hei—
—Si cruzamos el bosque a tiempo no se atreverán a ir tan lejos, piensa Hei,
piensa. Admito que fue un lugar confortable, más en compañía de esa bella
dama. La extrañaré —suspiró—
—¿Y ese espíritu del que tanto hablaste? —Oliver intrigado se acercó hasta el
timón—. Eludir dicha pregunta no se puede, la verdadera razón del porqué de
ese horroroso viaje.
—No pude tomar la gema que resguarda el poder de Zayn. Ha sido todo mi
culpa, de vencer al primer oficial pude haberlo hecho. Un lo siento no basta
para enmendar tan grave error. Iremos al oeste.
—¡Bah! Siempre supe que era una idiotez. Una muy muy estúpida idiotez.
Tomaré el toro por los cuernos y quizá me encuentre en un lugar mejor; la
verdadera cuestión es por qué no me dijiste que buscabas algo dentro del
palacio, viejo tonto.
—¡No era de tu incumbencia ángel insolente! —furioso exclamó.
—¡Allá adelante!, ¡los veo! —exclamó Kenta recargándose en la baranda del
junco.

Los otros dos tripulantes abordaron el junco, los tres chicos muy sorprendidos
por Nawyat, pese a eso fue bienvenida por todos. Ese momento de amor joven
cuando Azucena abrazó fuertemente a Oliver, todos admiraron ese instante. —
Nunca quiero que algo malo te pase —repetía esta—. Entregó la mítica espada
a su dueño. Haru también estuvo alegre de ver a todos con bien.

La corriente comenzó a volverse tan brusca que ni mover el timón servía para
darle dirección al bote.
—Pronto tendremos que dejar el Mend’ang —dijo Nawyat refiriéndose al río.
—Me temo que seguiremos hasta llegar a lo desconocido. Bastante tuvimos el
día de hoy. Creo que, alguien más deberá quedarse en el bosque…
—¿Y volver con la manada? —Me quedaré con ustedes. Hacemos un genial
equipo.
—Rovan acarició a la cachorra— Pequeña, somos vagabundos. Tienes una
familia que te espera…
—Y ustedes son la familia que yo escogí —añadió—
—Zayn estará contenta de que llevemos su poder hasta el templo —comentó
Azucena entrando en el camarote
—Sobre eso… Pude rescatar a los chicos, pero el poder de Zayn se quedó en
el palacio
—¡Haru! ¡Ven a escuchar la historia del fracaso!
—Jajajaja —rió a carcajadas hasta caerse el piso—
—Rovan, eres un ingenuo —dijo Haru sacando metiendo una mano a la bolsa
de cristales—
—¡¡Damas y caballeros!!, ¡¡Maravillen sus ojos al ver la joya más preciada del
bosque!!, ¡¡Traigo ante ustedes la esmeralda de jade!! —sacó la piedra
preciosa—. Todos en el barco no supieron que decir. La piedra emite una luz
mística, sin duda era esa.
—¡Increíble! —¡De dónde la sacaste!
—Am, recuerdo que has dicho que… Nadie puede engañarse y que todos nos
engañamos al creer que nunca podíamos ser engañados… más o menos de esa
manera la obtuve, oh, y con un poco de ayuda de Nawyat.
—¡Muchacho! Ven acá— carcajeó el viejo—
—¿Entonces los Yaogh se quedaron sin nada? —preguntó Hei—
—Sí y no. Puse uno de mis cristales en donde estaba la piedra, entrar hasta allí
fue un reto. Esos Yogh harán un berrinche tremendo cuando vean que la
esmeralda no está…
—¡Salvemos Tharmandor! —feliz de la situación Rovan volvió a tomar el
timón.

La tripulación feliz de su triunfo celebró con la comida que los Yogh
guardaban en el junco. ES noche las velas adornaron la cabina, los panes
crujientes llenaron estómagos. De esa misma manera fueron los siguientes días
que les tomó cruzar el bosque.
—Cuando los atrapemos, cuando ponga mi lanza en sus cuellos la primera
raza que dejará de ver la luz será la humana —dijo Wok siguiendo las tablas
que se desprendieron del junco al chocar con las rocas.
Andeivor y Wok caminaron tan lejos como llega el río Mend’ang. Encontraron
una catarata de unos cincuenta y tantos metros de altura. Imposible para
cualquier junco de haber sobrevivido a tal caída. Pero al ver el cauce del río
notaron que naufragó al estrellarse con unas enormes rocas en las que quedó
varado.
Bajaron hasta el naufragio para ver que ya nadie estaba en el junco. Lo
abandonaron al parecer antes de caer, pues en las cercanías no se encontraron
huellas de cuando salieron.
—Un humano, dos, tres, cinco, un ángel oscuro… Un lobo también los
acompaña —dijo Andeivor al olfatear la cubierta.
—Seguimos adelante, vengaremos tu trono y tu dignidad querida… lo
haremos.
—Mejor que eso Wok, haremos pagar a los lobos por lo que han hecho. Han
traicionado a nuestro pueblo y con ello al bosque entero...
—Con ese cuerpo será perfecto hacerlos cooperar. De mientras a seguir el
rastro de esos infelices…
—Vayamos a casa Wok. De momento no vale la pena, hay que estar listos,
alertar a todo el bosque de lo que nos han hecho, y de lo que les pasará en un
futuro.
—Preciosa. Necesitas descansar ambos cuerpos, no haré nada hasta saber que
estás mejor… Luchar es lo último que quiero que hagas.
—No se trata de mí, se trata de nuestro pueblo… impuros, malditos impuros.
—Regresemos si bien te place…
—¡La justicia irá hacia ustedes!, ¡Tharmandor no será lo suficientemente
grande para ocultarlos!

Las maldiciones terminaron en un fuerte rugido que se escuchó por casi todo
el bosque. La furia del tigre y de la princesa se desataría con el paso del
tiempo. Siendo los Kurou los primeros en pagar un precio que nunca les
correspondió.

El templo del bosque. Bello lugar, aunque muy consumido por este mismo, y
por el olvido. Sólo tres entraron. Rovan, Oliver y Azucena. Los demás
aguardaron en la entrada.
Un lugar misterioso. Las arañas colgaban entre las hojas de los árboles, las
gotas de humedad corren por toda estructura, el musgo escala las paredes hasta
cubrirlas por completo. La estatuas y estructuras magníficas del templo
significaban una y mil cosas. La favorita de Oliver fue una que tenía forma de
botella de champagne. Entre todas las estructuras gozando de la sombra de los
árboles hay una cascada que nace de la nada. En el estanque bajo ella está un
pedestal; Azucena sería quién dejaría la esmeralda de jade. Unos lagartos tan
grandes como un auto observaron atentos desde los árboles. El día que Zayn
volvió a proteger el bosque.
La esmeralda desapareció. Zayn manifestó su poder creando una cortina de
hojas y agua que envolvió a los tres. Ella apareció en medio, acarició la mejilla
de Azucena en gratitud por devolver su poder.
—Mi gratitud es eterna. No hay manera de que yo pueda corresponder a tal
acto de bondad…
—Zayn. Nos espera un largo viaje, conocerte fue más que un privilegio… —
dijo la chica—
—El bosque estará eternamente en deuda con todos ustedes. Es un eterno viaje
desde este desdichado templo hasta su destino… Para llegar allá solo han de
pedirlo.
—Espíritu protector del bosque. ¿Dónde están tus hermanos cuyo poder puede
salvar Tharmandor de la miseria? —preguntó Rovan—
—Ya existirá un día en el que puedas conocerlos. Mi consejo es… Cuando
llegue el juicio te darás cuenta que nueve años son lo mismo que noventa o
novecientos. Cuida tu alma, pronto llegará ese día.
—Zayn caminó hacia Oliver— Mi niño, he estado contigo desde que entraste
a este mundo. Yo soy esa voz que te despertó… Nunca estarás solo, cuando
menos lo creas, estaré a tu lado.
—Siempre recuerdo esa voz… ha estado detrás de mi cada que abro los ojos al
despertar.
—El bello espíritu volvió hasta donde nace la catarata—. Agradeciendo lo
hecho por ella se desvaneció.
—Esa espada no es cualquier baratija; nunca dejes que caiga en las manos
equivocadas— susurró en la mente de Oliver—.

Todo cambió desde aquél momento, hicieron historia al salvar al bosque, al
pelear contra los Yaogh, sobre todo, al sentirse parte de ese mundo. Zayn llevó
a todos fuera del bosque, bajo una ilusión las estructuras desaparecieron, los
árboles, la humedad, los transportó más allá de los límites del bosque. Un
lugar olvidado y maldito.
La estepa cubría enormes extensiones de tierra, no podía verse más. Incluso
Hei voló para ver si encontraba algo que pudiese llamar la atención en la
lejanía. Por muchos días divagaron.
—Dentro de poco nos separaremos para siempre. Antes de eso debo decirles a
los cinco que son chicos extraordinarios. Aprendí más yo que lo que ustedes
de mí —Unas palabras muy comunes en la vida de Azucena.
—Extrañaré todos esos momentos que pasamos juntos. Buenos, malos, al final
no quedan más que nostálgicos recuerdos— comentó Haru—
—Creo que todo valió la pena, de cualquier manera, nos convertimos en
hermanos —pensó Kenta—
—No sé, muchas cosas inexplicables, perdí a mi madre y a mi hermana… sigo
pensando que, al final, ustedes se volvieron mi familia. Todos, incluyendo a
Hei —comentó Oliver—
—Cuando todo termine serán buenas historias a contar— añadió Azucena
abrazando el brazo de Oliver—.

Absolutamente todo lo que se hace tiene un precio que debemos pagar, ese
precio puede ser muy alto. Cerca de unas peñas cuando tranquilamente
pasaban, una hiena saltó sobre Rovan. Por fortuna terminó con ella antes de
salir herido, no obstante, la emboscada no solo fue de hienas. Una horda de
cazadores asaltó el camino. Buscando humanos ladrones desde el bosque o
asaltando caminos solamente.
Hei, Rovan y Haru atacaron a los cazadores que pudieron, dándoles a los
chicos una oportunidad para escapar entre los riscos. Entre los enemigos
estaba un conocido minotauro, él personalmente persiguió a los chicos. Brian
por desgracia cayó en sus garras, lo levantó con una sola mano y con un arma
lo atravesó cuál trozo de carne; lo dejó caer al piso, ahora el minotauro se
aproxima a los demás, Hei se lanzó sobre él apuñalándolo en ambos hombros,
ni siquiera el ángel pudo derribarlo; Kenta tomó valor y se lanzó en su ayuda
con solo su espada.

Más se aproximan. Oliver y Azucena auxiliaron a Brian; el pobre sangraba
tanto que perdió el conocimiento varias veces.
—¡Resiste! —repite su amigo deteniendo el sangrado—
—¡Por favor no nos dejes así! — decía ella sujetando su brazo—
—¡Brian!, ¡Despierta!, ¡Estamos todos juntos! —las palabras de este
recordaron la pérdida de su hermana. Todo se envolvió en silencio, las espadas
chocando entre ellas, los rugidos de las bestias. La sangre manchando la hierba
y sus manos, el llanto de su amada chica. Miró el horizonte, respiró antes de
recordar ese apartamento. Desde lo más alto de las peñas aquella mujer que
imaginaba sonreía al verlo sufrir. —Auxilio —susurró en su mente—.












"Mirar a la ventana, ¿por qué es bueno mirar a la ventana?
Cada vez que miro imagino mundos distantes, más allá de lo que una simple
ventana puede significar. Mirar en la vida de los demás es viajar en mundos,
pero mirar dentro de la tuya no es tan fácil.
Las estaciones cambian y uno con ellas, de un viento frío a una sol abrasador,
lo peor es sentirse solo cuando personas te rodean. Habrá un mejor lugar,
habrá mejores personas, habrá mejores estaciones, habrá mejores días, no, no
es lo que sucede es como lo interpretamos".

S-ar putea să vă placă și