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Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa

Licenciatura en Antropología Social

Propensiones de las configuraciones


culturales de Ruth Benedict

Etnografía I: Taller de Investigación


HC01
Ricardo Manuel Falomir Parker

Martín García Hernández


20716262

Lunes, 1 de septiembre de 2008

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Introducción

Ruth Benedict fue quizá la principal alumna de Boas, en su libro “Patterns of culture”
editado en 1934, desarrolla una psicología de la cultura, así como critica los postulados
evolucionistas psicoanalíticos dice: “La civilización occidental, a causa de
circunstancias históricas fortuitas, se extendió más ampliamente que todo otro grupo
conocido. Se ha impuesto sobre la mayor parte del globo, y ello nos ha conducido a
aceptar la creencia en la uniformidad de la conducta humana, que bajo otras
circunstancias no habría surgido… …consideramos la conducta de niños pequeños tal
como está modelada en nuestra civilización e indicada en las clínicas infantiles, como
la psicología infantil o como el modo en que el pequeño animal humano está sujeto a
conducirse. Lo mismo ocurre cuando se trata de nuestra ética o de nuestra
organización de la familia. Sostenemos siempre que es inevitable una motivación
familiar; tratamos siempre de identificar nuestros propios procedimientos locales de
conducirnos con la conducta, o nuestros propios hábitos socializados, con la naturaleza
humana… …las fuentes de esa tesis se encuentran muy atrás, en lo que parece ser,
dada su manifestación universal entre los pueblos primitivos, una de las más remotas
características humanas: la diferencia específica entre “mi propio” grupo estrecho,
cerrado, y el extraño” (Benedict, 1989:17, 18-19).

El criterio de anormalidad lo fija mediante el problema de la adaptación personal a las


conductas y motivos que rigen a la cultura en la que el individuo se encuentra. Se trata
de los individuos cuyas respuestas ante la sociedad caen en un sector diferente que el
general de las conductas humanas establecido por su sociedad.

La esfera de la normalidad cambia entonces de cultura en cultura, y las respectivas


desviaciones serán toleradas en mayor o menor medida según la sociedad en cuestión.
Aquellos síntomas que son considerados por nuestra cultura occidental como
patológicos pueden ser utilizados por diversas instituciones en otras culturas, por lo que
la normalidad dependerá de la distancia de determinadas conductas individuales en
relación a los patrones culturales de la sociedad en la que se encuentren. “El patrón
cultural de toda civilización hace uso de un cierto segmento del gran arco de los
propósitos y motivaciones potenciales humanos, exactamente como hemos visto en un

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capítulo anterior que toda cultura emplea cierto equipo seleccionado de materias
técnicas o rasgos culturales. El gran arco a lo largo del cual todas las posibles
conductas humanas se distribuyen, es demasiado inmenso y está demasiado lleno de
contradicciones para que una cultura cualquiera utilice siquiera una considerable
porción de él. La selección es el primer requisito” (Benedict, 1989:243).

Los patrones culturales

Los patrones culturales no son tipos, en el sentido de una constelación fija de rasgos.
Estudia como diferentes rasgos son seleccionados del gran arco de la experiencia
humana para integrarse y conformar una cultura específica, una configuración. Los
rasgos seleccionados son disposiciones innatas en el ser humano, y serán incluidos o no
en la estructura del carácter de los adultos.

Partiendo de esta idea de los patrones culturales es que Benedict realiza un análisis
etnográfico, tomando a su vez las nociones de lo apolíneo y lo dionisíaco de
concibiéndolos como dos tipos psicológicos. A través de estos así como de conceptos
psicológicos generales desarrolla una psico-etnología de tres culturas: los indios Pueblo
de Nuevo México, los Dobu de la Melanesia Occidental, y los Kwakiutl de la Costa
Noroeste de Norteamérica.

Analizaremos brevemente las configuraciones propuestas por Ruth Benedict a estos


distintos grupos culturales.

Los Zuñi

Aunque la mayoría de los indígenas norteamericanos fueron dionisíacos, pues


valorizaban las experiencias fuertes que van más allá de la rutina sensorial (guerra,
alucinaciones shamánicas o iniciáticas, visión del sueño, utilización de drogas, etc) los
indios Pueblo son apolíneos1, pues no buscan ni valorizan el exceso embriagante,
prefiriendo la sobriedad y la mesura, no tienen hechiceros, solamente sacerdotes. La
acumulación del poder o el éxito en una sola persona es reprobada.

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Sin embargo dentro de los Zuñi encontramos conductas contrastantes con las
características Apolíneas. “Los dioses enmascarados punitivos, llegan antes de la
iniciación y fustigan a los niños con sus látigos de yuca” (Benedict, 1989:81). El
maltrato a los niños esta fuera totalmente de una configuraron apolínea, guiada por la
mesura, por la sobriedad, por la calma y control.

Aunque la violencia no esta bien vista entre los Zuñi, existe violencia que no esta
sancionada, “…Una esposa puede caer sobre su rival y morderla públicamente. Se
insultan y se golpean” (Benedict, 1989:118). Encontramos otra connotación violenta
que no encaja en la configuración Apolínea.

A diferencia de lo que Malinowski nos describía en relación a las Trobriand, Benedict


nos dice que los Zuñi no reconocen autoridad ni disciplina, debido a la escasa
formalidad de lo cotidiano y el poco interés en los bienes.

Benedict plantea la conclusión “Todas las disposiciones obran en contra de la


posibilidad de que el niño sufra de un complejo de Edipo. Malinowski ha señalado que
entre los Trobriands la estructura de la sociedad da al tío esa autoridad que en nuestra
cultura está unida al padre. Entre los zuñi los tíos no ejercen autoridad. No se toleran
las ocasiones que reclamarían su ejercicio. El niño crece sin los resentimientos y sin los
compensatorios ensueños diurnos de la ambición que tienen sus raíces en la situación
familiar. Cuando el niño se hace adulto, no tiene motivos que le conduzcan a imaginar
situaciones en las que la autoridad sea destacada” (Benedict, 1989:112).

Los Dobu

Los Dobu se caracterizan por su peligrosidad, no tienen jefes, organización política u


alguna forma de legalidad en su sentido estricto. Los celos, la sospecha y la traición son
características de su personalidad, así como de su vida cotidiana y de sus matrimonios.
Los linajes son matrilineales y la residencia se alterna de año a año, lo que obliga a uno
de los esposos a vivir año por medio en territorio hostil.

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La práctica de la magia se realiza a través de brujos y hechiceros; y la injuria no se
realiza nunca abiertamente sino en secreto, traicioneramente. Cualquier enfermedad
puede ser obra de un hechicero, llevando la desconfianza a niveles altamente
paranoicos. “La hechicería y la brujería no son criminales. Un hombre meritorio no
podría existir sin ellas. Hombre malo, por otra parte, es aquel que ha sido injuriado en
la fortuna o en su cuerpo en los conflictos en que otros ganaron la supremacía. El
hombre deformado es siempre un hombre malo. Lleva en su cuerpo la derrota que todos
ven” (Benedict, 1989:178).

La ostentación es algo que se oculta, pues puede llevar a la envidia, y por lo tanto al
ataque de algún rival por medio de la hechicería. La risa está mal vista y el carácter duro
es una virtud. Existe una gran competencia por las conquistas sexuales, así como una
gran promiscuidad donde el adulterio no es mal visto.

Entonces “Las motivaciones que fluyen a través de toda la existencia dobuana son
singularmente limitadas. Son notables por la coherencia con que las instituciones de la
cultura las corporizan y el alcance que se les da. En sí mismas tienen la simplicidad de
la manía. Toda existencia es competencia degolladora, y toda ventaja es ganada a
expensas de un rival derrotado” ((Benedict, 1989: 151-152).

Sin embargo, la mayor parte del estudio a los Dobu, Benedict centra su atención en
magia y matrimonio. Dejando así fuera de comparación con los indios Pueblo al no
realizar comparaciones que resaltarán lo paranoico de unos y lo Apolíneo de otros.

Los Kwakiutl

Los Kwakiutl son dionisíacos. Sus ceremonias apuntan al éxtasis, a través de danzas y
cantos que llevan a un frenesí a veces incontrolable. “La inclinación dionisíaca de las
tribus de la costa del noroeste es tan violenta en su vida económica, en su vida militar y
en sus ceremonias de duelo como lo es en sus iniciaciones y bailes ceremoniales. Son el
polo opuesto de los pueblos apolíneos y en esto se asemejan a casi todos los otros
aborígenes de la América del Norte. Por otra parte, la pauta de cultura que les era

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peculiar estaba entretejida intrincadamente con sus ideas sobre la propiedad y la
manipulación de la riqueza” ((Benedict, 1989: 190-191).

La propiedad no sólo se vincula a los bienes materiales sino también a bienes


nobiliarios, cantos, mitos, nombres hereditarios. En la búsqueda de prestigio, se realizan
contiendas llamadas Potlatch. Eran organizadas en ocasiones importantes, tales como el
matrimonio, la iniciación, o bajo una franca rivalidad entre jefes.

En el Potlatch un jefe ofrecía un monto de bienes al otro, y de esta manera obligaba al


mismo a restituir por lo menos la misma cantidad de bienes al año entrante. Se
regalaban ropas, se consumían grandes cantidades de pescado, e inclusive se destruían
diversos bienes materiales.

De esta manera se efectuaba una rivalidad en la que se adquiría prestigio y nombre. La


riqueza no era medida en acumulación de bienes materiales, sino que éstos resultaban
tan sólo un medio para obtener prestigio social.

Bajo esta configuración cultural, el matrimonio se regia por estas mismas leyes.
Mediante una lucha de prestigio con bienes materiales, el pretendiente debía llegar al
suficiente valor como para estar a la altura de las prerrogativas que se heredaban y
podían transmitir.

El prestigio se obtenía mostrando la superioridad en estas contiendas, bajo una


desmesurada autoglorificación que Benedict asocia a la institucionalización de rasgos
megalomaníacos.

El triunfo implica a su vez el ridículo y el avasallamiento social mediante insultos y


mofas donde se proclama la inferioridad de sus rivales. Esto tendría como reverso el
temor al ridículo, a la vergüenza. “La megalomanía es un verdadero peligro en nuestra
sociedad. Cabe encararla con diversas actitudes, entre ellas la de señalarla como
reprensible y anormal; esta es la que hemos elegido en nuestra civilización. El otro
extremo es convertirla en atributo esencial del ideal humano y esa es la solución en la
cutura de la costa noroeste” (Benedict, 1989:228)

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Conclusiones

Vemos entonces como Benedict, a través de estos tres ejemplos etnográficos, expone su
teoría de los rasgos culturales: “Las tres culturas, Zuñi, Dobu y Kwakiutl, no son meros
agrupamientos heterogéneos de actos y creencias. Cada una de ellas tiene ciertos fines
a los que está dirigida su conducta y a los que tienden sus instituciones. Difieren entre
sí, no solamente porque cierto rasgo esté acá presente y ausente allá, y porque otro
rasgo se encuentre en formas diferentes en dos regiones. Difieren aun más porque,
como conjunto, están orientadas en direcciones diversas. Marchan a lo largo de
caminos distintos en persecución de fines distintos, y los fines y los medios de una
sociedad no pueden ser juzgados en términos de los de otra sociedad, porque son
esencialmente inconmensurables” ((Benedict, 1989: 229).

La diversidad de la cultura dependerá de aquellos rasgos culturales que sean elaborados


o rechazados. Dichos rasgos se entrelazan entre sí para formar una totalidad tendiente a
la integración y la coherencia. “Una cultura, como un individuo, es una pauta más o
menos coherente de pensamiento y acción. En toda cultura hay propósitos
característicos, no necesariamente compartidos por otros tipos de sociedad. Merced a
estos propósitos, cada pueblo consolida más y más su experiencia, y en proporción a la
urgencia de esos impulsos las categorías heterogéneas de la conducta adquieren
aspectos de mayor congruencia” ((Benedict, 1989: 58-59).

Ahora bien, dicha integración no es configurada de modo equilibrado por toda sociedad,
en otra palabras no existe una configuración total (más adelante se analizará ésta
afirmación), sino que se trata de una tendencia o una propensión que Benedict acomoda
en los tres casos analizados anteriormente.

Estos tres casos son extremos y aun estirando hasta sus últimas consecuencias los
términos Apolíneo, Dionisiaco y Paranoico, las excepciones que presentan los casos
anteriores muestran lo complejo de una sociedad y lo todavía mas complejo aun, el
encasillarla dentro de un tipo de configuración.

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Según Harris “La etnografía de la costa noroeste, formulada por Boas y presentada a
sus discípulos y así implantada en la antropología y difundida desde ella a las
disciplinas adyacentes, fue el arsenal de datos usado en el ataque contra el
materialismo cultural y contra el determinismo histórico” (Harris, 1997:262).

La destrucción y el regalo de riquezas y bienes materiales desafiaba toda explicación


económica. Su matrilinealidad, asociada a su complejidad cultural, cuestionaban a su
vez las secuencias evolucionistas de la época.

La imagen de los Kwakiutl que ofreció Benedict, como la de unos megalomaníacos


dionisíacos en un fervor destructivo de competencia, era una punta de lanza para el
cuestionamiento del eurocentrismo al que el particularismo histórico se enfrentaba.
Posteriormente surgirán críticas en torno a la subestimación de Boas de las causas
históricas y económicas, como por ejemplo la llegada del hombre blanco, que produjo
desajustes en la población generando un excedente considerable, así como la sustitución
de la guerra en armas por la guerra con riquezas (Harris, 1997:267-272).

La idea de la configuración es una manera muy clara de explicar las heterogeneidad de


sociedades, definitivamente SI existe una configuración total para las sociedades, pues
están ahí, existen, tienen un principio organizador, un lazo unificador, un estilo de
personalidad, cada sociedad tiene sus principios y cualidades que la diferencian de otra
cultura, una totalidad de la cultura, su carácter dominante. Si ninguna sociedad esta
exenta de estos puntos es evidente que debe de existir una configuración local para cada
sociedad.

El problema de Benedict es intentar dar un nombre a esa configuración, llámese


Apolíneo, Dionisiaco o Paranoico; el sustantivo trae consigo una carga de características
y a las sociedades no se les puede reducir a un simple adjetivo, si es necesario habría
que inventar el termino que abarque la totalidad de la configuración. Pero por ningún
motivo colocar un término cargado de historia que deje fuera rasgos fundamentales y
endémicos de cada sociedad. En este intento de nombrar las configuraciones, Benedict
se vio obligada a analizar los casos de estudio que encajaban con su nombre de
configuración (no con la configuración si no con el nombre) asi no estudio ampliamente
el matrmonio en los Zuñi, No analizo de la misma manera la infancia, los ritos, la

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magía. Etc. Se vio forzada a encazillar y reducir a los temrinos propuestos las
sociedades.

Hasta cierto punto pareciera que Benedict primero asigno el nombre de Apolíneo,
Dionisiaco o Paranoico a las sociedades estudiadas y después se dedico a analizarlas
para que fueran congruentes con su teoría de configuración. No es posible llamar
dionisiacos a un pueblo solo por les gusta el éxtasis, las danzas y cantos llevan a un
frenesí. Ni llamar apolíneos a los Pueblo solo por que la mesura es ampliamente
valorada.

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Notas y Bibliografía

Benedict, Ruth (1989), El hombre y la cultura, Editorial Edhasa, España.

Harris, M. (1997), El desarrollo de la teoría antropológica. Editorial Siglo XXI,


México.

Malinowski, B. (1995), Los argonautas del pacifico occidental, Editorial Península,


Argentina.

1
Acerca de los términos Apolíneo y Dionisiaco, Benedict dice: “No todo lo descrito por Nietzsche
acerca del contraste entre lo apolíneo y lo dionisíaco se aplica al contraste entre los Pueblo y las gentes
circundantes… Al usar términos tomados de la cultura griega en la descripción de las configuraciones
culturales de los aborígenes de América, no pienso equiparar la civilización de estos últimos con la de
Grecia. Los empleo porque son categorías que ponen en claro las cualidades que en mayor grado
diferencian a la cultura Pueblo de las de otros indios americanos; no porque todas las actitudes que se
encuentran en Grecia se encuentren en la América aborigen” (Benedict, 1989:90-91)

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