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LA ÉTICA PROFESIONAL DE LOS INVESTIGADORES

EN TECNOLOGÍA DE LA INFORMACIÓN
Virginia Morales Sánchez

2.1.3 La ética aplicada

La ética aplicada es un nuevo enfoque surgido en 1960 en Estados Unidos, vinculado directamente con
situaciones concretas, en la que se destaca la resolución práctica de las controversias morales del
ejercicio profesional. En este enfoque se da importancia al contexto, al análisis de las consecuencias y a
la toma de decisiones, para la elaboración de prescripciones que se ejercen en los sectores de las
prácticas sociales y profesionales. La ética aplicada tiene como campos de interés la bioética, la ética
profesional, la ética empresarial y la ética ambiental [Parizeau, 2001:576].
Entre las tareas de la ética aplicada como una ética especial se encuentran: 1) dilucidar en qué consiste
lo moral en las situaciones específicas, distinguiendo esto de los restantes campos prácticos como el
jurídico, político o religioso. 2) Intentar fundamentar lo moral aportando las razones para que haya moral
o bien denunciar que no la hay. 3) Intentar la aplicación de los principios éticos descubiertos a los distintos
ámbitos del campo profesional en cuestión [Cortina, 1993, 164].

Como se observa, la ética aplicada es una faceta contemporánea del debate entre teoría y práctica. Surge
de la vuelta de los filósofos hacia las teorías morales que definen la noción del bien (el sistema moral) y
la deliberación que permite la justificación del acto moral. Este regreso es resultado, en el campo de las
ciencias, de las dos caras de la ciencia: una de progreso, es decir, mejoramiento de las condiciones de
vida: salud, hábitat, etc., y la otra que presenta peligros como la degradación del ambiente, manipulación
técnica del ser humano, etc.

A partir de la creciente proliferación de estos problemas éticos se solicitó a los filósofos que dieran su
opinión, esclareciendo los asuntos y participaran en la formación y enseñanza especializadas.

En este enfoque ético vinculado directamente con situaciones concretas, se destaca la resolución práctica,
dando mayor importancia al contexto, al análisis de las consecuencias y a la toma de decisiones. Es por
ello que la ética aplicada es más prescriptiva que reflexiva, debido también a las características de los
sectores en que se aplica, como el de las prácticas sociales y profesionales. Así, el interés principal de la
ética aplicada es el de proponer caminos normativos a partir del análisis de los casos particulares
[Parizeau, 2001: 576].

La ética aplicada da la impresión de que es una disciplina que funciona a partir del descubrimiento de
los principios éticos, y una vez descubiertos, se limita a aplicarlos a los ámbitos y casos concretos,
siguiendo el modelo de racionalidad del silogismo deductivo. Este es el llamado modelo casuístico, al que
suele recurrir en ocasiones la bioética, y que funciona por analogía de casos, pero considerando las
consecuencias y el contexto particular.

Sin embargo, la ética aplicada ha ido ampliando su campo de acción y hoy día plantea que la solución
de casos concretos no debe ser lo único, sino que es preciso diseñar los valores, principios y
procedimientos que en los diferentes casos deberían tener en cuenta los afectados. Actualmente se trata
de utilizar un procedimiento de carácter retórico y práctico, entendiendo por retórico el arte de realizar
juicios probables sobre situaciones individuales y concretas. En este tipo de juicios, que alcanzan
probabilidad, no certeza, la solución de los conflictos no se alcanza por la aplicación de axiomas
formulados a priori, sino por el criterio convergente de todos los hombres, a lo menos de los más prudentes
y sabios, expresados en formas de máximas prácticas de actuación [Cortina, 1993, 174].
Es decir, ahora hay que reflexionar acerca de las propias experiencias y formularlas en forma de método
porque se ha advertido, aunque resulte imposible llegar a acuerdos con otros especialistas, en el terreno
de los principios éticos, pueden ponerse de acuerdo en ciertas máximas de acción para orientarse en los
casos concretos.

Ahora bien, la ética aplicada admite que algunos ámbitos requieren de un tipo de reflexión distinta,
como es el caso de la bioética, la educación o la moral cívica. Por lo que en los procesos de toma de
decisiones es preciso, en primer lugar, tomar en cuenta el tipo de actividad de la que nos ocupamos
(médica, económica, ecológica, informática, periodística, etc.) y la meta por la que la actividad cobra su
sentido. Recordando que toda actividad cobra su sentido al perseguir los bienes internos a ella. En
segundo lugar hay que tener presentes los valores, principios y actitudes que es menester desarrollar para
alcanzar la meta propia, y el bien interno a esa actividad. En tercer lugar hay que reconocer los valores y
principios peculiares anteriores en esa actividad concreta y su relación con los desarrollados en el proceso
ético dialógico. Por último hay que considerar los datos de la situación, describiéndola del modo más
completo posible [Cortina, 1993, 175].

En la ética aplicada, las decisiones se dejan para que sean tomadas en cada caso por los afectados,
o por sus representantes, desde el marco deontológico que los considera como interlocutores válidos, si
bien los argumentos que se aportan pueden proceder de distintas tradiciones éticas. También hay que
decir que los principios han de ser seguidos mientras no entren en conflicto con otros de igual rango, y en
caso de que entren en conflicto, son los afectados o sus representantes los que tienen que decidir, a partir
de los datos, llegando a una decisión personal.

La forma como operan estos principios de la ética aplicada en cada una de sus áreas, tiene ligeros
matices, debido a las particularidades y características propias de cada una de ellas.
La bioética es el campo en el que se cuestiona lo ético de las prácticas tecno-científicas y biomédicas. En
estas últimas los cuestionamientos abarcan las prácticas con humanos, animales y vegetales, así como
sus dimensiones sociopolíticas. Para abordar la reflexión, utiliza un diálogo interdisciplinario del que son
parte la medicina, la ética, el derecho y la teología, sin cerrar otras posibilidades. Crea un espacio de
interacción comunicacional en el espacio público abierto y pluralista, en el que diferentes comunidades de
pensamiento pueden expresar y discutir el sentido de sus creencias y de sus valores que son cuestionados
por el desarrollo biomédico. Otra forma de presentación de la bioética es en forma de discurso, lo que
incluye diversos tipos de publicaciones como libros, artículos, etc.; y de prácticas normativas respecto a
la enseñanza, la participación en comités de ética o en consultas en los hospitales [Parizeau, 2001:577].

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