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15 hábitos de alimentación saludable para niños de 2 a 5 años

Los niños deben hacer ejercicio físico diariamente y, si puede ser, al aire libre

Inculcarles desde pequeños a nuestros hijos unos hábitos de alimentación saludable supone una inversión de futuro para su salud. Estaremos evitando que desarrollen
enfermedades como la diabetes o que tengan problemas de obesidad y de sobrepeso. Pero, ¿cómo hacerlo? Ten a mano esa lista con los 15 hábitos de alimentación saludable para
niños entre 2 y 5 años. Cuanto antes empezamos, ¡mejor!

Listado de hábitos de alimentación saludable para niños entre 2 y 5 años

Los niños en edad preescolar, entre los 2 y los 5 años, se caracterizan generalmente por ser enormemente activos, tanto física como intelectualmente. En esta etapa tienen mucha
más capacidad de movimiento que cuando son bebés y su mente está muy despierta, avanzando enormemente sobre todo en el lenguaje, pero, lamentablemente, su interés por los
nuevos alimentos se ve algo comprometido.

Además de respetar estos 15 hábitos de alimentación saludable que a continuación pasamos a enumerarte, como padres no podemos olvidarnos de que los niños deben hacer
ejercicio físico diariamente y, en la medida de lo posible, al aire libre.

1. Del puré al sólido


A partir de los 2 años la dieta de los niños no debería incluir alimentos triturados salvo cuando se encuentren en el menú de toda la familia. El puré de verduras con carne, pescado o
pollo o las papillas de frutas ya deben, a estas edades, haber pasado a la historia. Capítulo aparte merecen los biberones, ya sean de leche o de cereales, completamente inadecuados
por su implicación en el aumento en los riesgos de caries y obesidad.

2. Establecer número fijo de comidas


Las comidas, 5 ó 6 dependiendo de las horas que el niño esté despierto –probablemente también en función de su edad- deben espaciarse unas 3 horas, haciendo hincapié en dos
comidas más grandes, la comida y la cena, pero sin saltarse ninguna.

3. De beber, agua
Nada de ofrecer leche ni zumos con las comidas, y mucho menos bebidas carbonatadas o energéticas, completamente inadecuadas para estas edades.

4. El desayuno es imprescindible
Sin embargo, deben evitarse alimentos excesivamente ricos en azucares, como las galletas, el cacao en polvo o los zumos industriales.

5. La merienda y el almuerzo, saludables


Evitar la bollería y los zumos industriales, y sobre todo, los aperitivos salados. Preferiblemente, el desayuno y el almuerzo deberían complementarse, aportando entre ambos, alimentos
de los diferentes grupos: proteicos, farináceos, lácteos y frutas/verduras.

6. El niño no debe cenar tarde


Dependiendo de la hora en que se acueste, la cena debe ser al menos entre una y dos horas antes.

7. Ajustar las cantidades


La comida y la cena no tienen, necesariamente, que consistir en tres platos (primero, segundo y postre), ya que estos niños son aún muy pequeños para comer suficiente de todos y
podemos caer en la dinámica de “perdonarles” el segundo plato, lo cual puede afectar a su ingesta de proteínas y algunos minerales, como el hierro. También puede pasar que
acabemos obligándoles a comer, con las connotaciones negativas que ello supone. Para estos niños, o bien porciones pequeñas o bien plato único son las mejores alternativas.

8. El niño debe comer solo


A estas edades el niño debe tener la suficiente autonomía para manejar los cubiertos con destreza suficiente como para alimentarse sin ayuda. Evidentemente, cortar un filete no es
algo que deban hacer por sí mismos, pero pinchar con el tenedor o coger una cucharada y llevársela a la boca sí son habilidades que debería tener aprendidas.

9. Escucha a tu hijo
El niño debe saber cuándo tiene hambre y cuánta hambre tiene, y debemos escucharle. Esto no significa darle de comer cuando quiera ni mucho menos, pero sí puede servirnos para
adaptar los horarios de las comidas a las necesidades de su organismo, evitando los temidos picoteos entre horas.

10. La fruta, mejor entre horas


No existe motivo científico alguno que requiera que la fruta se coma a una determinada hora, pero sin embargo, es más fácil despertar el interés del pequeño por comerla si se le ofrece
fuera de las comidas principales, bien en la merienda o en el almuerzo de media mañana.

11. Tener siempre agua a mano


Los niños pequeños no son reacios a beber agua, pero sí son poco constantes, y cuando la piden, suelen encontrarse ya en los primeros estadios –no alarmarse porque estos
momentos puntuales no revisten peligro alguno- de la deshidratación. Por ello, si tienen agua a mano, es más fácil que se acuerden antes de beberla e, incluso, que entren en el hábito
de hacerlo con frecuencia, algo que es muy bueno para su salud.

12. Comer antes de ir a dormir


Si el niño tiene hambre antes de irse a la cama, no deben ofrecerse alimentos ni demasiado dulces ni demasiado salados. Preferiblemente, a esta hora, el niño debería tomar un vaso
de leche, que le ayudará a conciliar el sueño gracias a su contenido en triptófano, precursor de la serotonina y de la melatonina, conocidas por su poder relajante.

13. Evitar los zumos y ofrecer frutas enteras


No solo debemos incitar al niño a que mastique las piezas de fruta, sino que además debemos asegurar un buen aporte en fibra para que su tracto gastrointestinal no se resienta.

14. Incluir los yogures en su dieta


El yogur es lo que podríamos llamar un superalimento. No solo contiene calcio y fósforo para el crecimiento de los huesos y dientes –tan importante en esta etapa- así como vitamina D
para fijar ese calcio a los huesos, sino que además supone un aporte de bacterias lácticas que ayudan a mantener viva, sana y activa la microflora intestinal. Esta microflora no es más
que la población bacteriana que tapiza el tracto gastrointestinal y que constituye la primera línea de defensa de nuestro sistema inmunitario.

15. Alimentos con alta densidad de nutrientes


Las legumbres, los frutos secos, las carnes y pescado o el huevo, por ejemplo, son algunos de estos alimentos. Se caracterizan por tener una gran cantidad de vitaminas, minerales y
oligoelementos concentrados en pocas calorías y, debido a que estos pequeños no comen grandes cantidades –porque sus cuerpos no tienen requerimientos energéticos elevados-
podemos asegurar que el aporte de micronutrientes no se ve comprometido.

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