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El universo estético
3 J. DEWEY o.c., p. 22: «El hombre puede hundirse al nivel de las bestias, pero tiene también
la posibilidad de llevar a alturas incógnitas y sin precedentes esa unidad de sensibilidad y del
impulso, del cerebro, del ojo y del oído, que ejemplifica la vida animal».
4 De doctr. chr. II 30,47 (PL 34,57): «Quarum omnis effectus est actio, sicut saltationum
comercial, laboral, política, etc.— cuyas partes se ligan entre sí, sintetizando
el pasado y el futuro en el instante presente y llevando a la máxima intensidad
y dando el juego máximo a esas fuerzas que llevan la vivencia de un aconteci-
miento, de un objeto o de una situación hasta su cumplimiento integral.
Dewey se esfuerza en demostrarnos que toda experiencia sobre todo si
es práctica, puede alcanzar valor estético en el momento en que llega a su
plenitud total. Pero la objeción surge espontánea: ¿Con qué frecuencia puede
darse ese cumplimiento total de la experiencia en esta vida mortal? Sin duda
hay instantes de plenitud en cualquier experiencia humana, y justamente se
han desarrollado paralelismos entre la experiencia artística y la experiencia
amorosa, entre la intuición artística y la científica, entre la visión estética y la
mística, etc. El escepticismo nos gana cuando se nos quiere demostrar que esa
experiencia beatífica es o puede ser normal y universal. Nos hace la impresión
de que Dewey recae en la utopía de tantos que han querido convencernos de
la realidad de un ideal. Y la razón decisiva que nos demuestra que esta expe-
riencia no puede constituir el temple general de una vida es que, como obser-
va Morpurgo-Tagliabue, todo el proceso integrador de la acción, en la teoría
naturalista, obliga a considerar y tratar el medio como fin. «Se goza de una
acción realizándola, se la consume en la acción»8, Es el esteticismo. Ahora
Las definiciones de belleza han sido tantas, tan variadas y aun tan opuestas
en el curso de la historia del pensamiento occidental, que una opción no tiene
garantías de ser definitiva. La dificultad principal en esta cuestión nace de que lo
que se pretende definir y se designa con los nombres de kalovn, pulchrum, bello,
etc., no es siempre lo mismo en la mente de cada uno. Con demasiada frecuencia
los que discuten sobre lo bello se están refiriendo a cosas distintas10.
Plotino comienza su tratadito sobre lo bello (el libro VI de la primera
enéada) refiriéndose a tres grados o modos de belleza: «Lo bello se halla,