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EL DESARROLLO HUMANO COMO PARADIGMA DE LA VIDA DIGNA

“Señor Presidente: En esta ocasión no os reclamamos


tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que
nuestra patria no transite por caminos que nos
avergüencen ante propios y extraños.
¡Os pedimos hechos de paz y de civilización!”
Jorge Eliecer Gaitán.

Hace más de 70 años miles de almas se dieron cita en el centro de la ciudad para reclamar
vida digna ante un gobierno siempre indolente, eternamente indiferente. Aquel 7 de febrero
de 1.948 Jorge Eliecer Gaitán, quien encabezaba aquella multitud, se dirigía al Presidente en
turno Mariano Ospina Pérez como la voz oficial de aquella movilización, que destacó por el
silencio sepulcral que inundaba la plaza de Bolívar y que se conocería como la marcha del
silencio, expresando la irrevocable decisión del pueblo colombiano de defender sus derechos.

Como si la dignidad al igual que la pobreza y la injusticia fueran indelebles en el tiempo y


un factor constitutivo del pueblo colombiano, hoy éste vuelve a tomarse las calles y la plaza
de Bolívar bajo una consigna que al igual que el hambre parece acrónica. Paz, techo, comida,
trabajo y pensión digna, salud, educación y respeto por la vida fueron, son y seguirán siendo
las proclamas de múltiples movimientos en diferentes territorios alrededor del mundo.

Estas exigencias que pareciera son universales toman tintes particulares en lo local. De
acuerdo con esto, según la teoría del desarrollo a escala humana, no son en sí mismas
necesidades sino satisfactores de ellas, aunque para el pensador Amartya Sen estén agrupadas
dentro de la categoría “libertades”. Como sea que se agrupen y clasifiquen de acuerdo con la
perspectiva desde la cual se estudie una cosa es cierta, y es que hombres y mujeres deben
tomar un papel activo en la consecución de estas reivindicaciones, debe no solo exigirlas,
sino ganarlas en lo real, esto es construyéndolas en lo práctico.

Nuevas formas de exigir, de protestar en otras palabras, exigen nuevas formas, nuevos
enfoques y estrategias. La historia ha demostrado la inefectividad, y en ocasiones los efectos
contraproducentes, de importar fórmulas extranjeras y copiarlas al pie de la letra, tampoco
han resultado efectivas las clásicas técnicas de los partidos tradicionales, pero si no podemos
esperar la receta de fuera ni tampoco está dentro del país ¿dónde podemos encontrarla?

De allí que nuestro primer y desesperado esfuerzo ha de ser el de encontrarnos con


nosotros mismos y convencernos, además, que el mejor desarrollo al que podemos
aspirar -más allá de cualquier indicador convencional que, mas que nada, ha servido
para acomplejarnos- será el desarrollo de países y culturas capaces de ser coherentes
consigo mismas. (Max-Neef, 1.993).

Esta coherencia puede ser leída en palabras de Gaitán como el hecho de no transitar por
caminos que nos avergüencen ante propios y extraños. De ser así, de ser esa la coherencia
necesaria, el camino que los colombianos han emprendido desde el pasado 21 de Noviembre
es el camino correcto, uno que lejos de avergonzarnos ante propios y extraños gana la
admiración de éstos últimos a la vez que genera cada vez más conciencia dentro de los
primeros. Lo que hoy por hoy se ve en las calles es un pueblo digno que se levanta en contra
de la injusticia sin temor a la represión del estado.

Esta represión no resulta gratuita ni un caso aislado, es la única respuesta de la que es capaz
un gobierno que enquistado en su lógica feudal no tiene como más responder a las justas
exigencias de un pueblo alzado en argumentos en contra de un gobierno que tiene más balas
que palabras ya que

El que hoy en día solo logre sustentarse, en América Latina, con el apoyo de
regímenes dictatoriales o pseudo-democráticos, es prueba suficiente de que la presión
generada por los costos sociales sólo puede mantenerse bajo control con la aplicación
de medidas represivas (Max-Neef, 1.993)

Pese a la indolencia del gobierno y sus practicas terroristas que tantas vidas han cobrado el
estar en las calles hoy es una ganancia. Que el pueblo este en las calles es la viva expresión
de que Colombia ha elegido un camino, un camino por el que queremos llegar a ser libres,
convencidos plenamente que tenemos derecho a ser libres y a realizarnos plenamente.

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