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En 1610, de El Tocuyo, había llegado una negra rabona y caderuda, que “dio
mucho que hablar en la joven ciudad”. Se llamaba Juana Cataño, esclava del
principal tocuyano Juan Cataño. Descendiente de esclava, “inexplicablemente”
llega a Carora con mucho dinero; tanto así que sufragó la mayor parte de los
gastos de la construcción del Convento de Santa Lucia. Lucia Cataño “no se
anotaba mal”: al mismo tiempo compartía su ardiente y voluptuoso cuerpo con el
Alcalde Ordinario, en 1624, Juan Álvarez Franco, llamado Alvarito, y con el
acaudalado encomendero Juan Alonso de la Bermeja.
Tuvo al menos tres hijas “que no le perdieron pisada a su madre”. Una hija suya,
Ana Cataño estuvo involucrada al mismo tiempo sexualmente involucrada con un
alcalde Juan Antonio Mosquera quien ejerció en 1616 y con un cura de la ciudad.
Algunos afirman que una hija casó con el alcurnioso y linajudo caraqueño
Clemente Ponce de León. Otra hija, Lucia, vivía amancebada con el acaudalado
cura Hernando de Ocampo, fue la abuela del primer sacerdote nacido en suelo
caroreño: el licenciado Juan Ramos Serrano, rector del Seminario de Caracas.
Este cura era sobrino de la esposa de Juan de Salamanca.
Por este amancebamiento de las “muy vituperadas” Cataño con los hombres
principales de la ciudad, a pesar el rumor de sus relaciones eran “ilícitas y
pecaminosas” era incitador y subvertía el orden religioso y civil (por ser relaciones
inter-étnicas) no hubo excomunión por parte de las autoridades religiosas locales.
Pero a finales de 1721 tiene lugar un escandaloso pleito público que involucra a
dos alcaldes de la ciudad, a sus amantes y al Licenciado Ignacio Antonio de Hoces
y Mogollón (1699-1776) Comisario de la Santa Inquisición. Para el referido año,
ejercían de alcaldes Pedro Alejandrino Álvarez de la Parra (1667- 1735) y Juan
José Riera Álvarez (1689).
El caso de excomunión que dejaba a Carora sin Gobierno, dejòa a estos dos
caroreños principales “sin Dios ni Iglesia” fue elevado al Obispo de Caracas, Don
Juan García Abadiano, y a la Real Audiencia que revocaron la decisión del Padre
Hoces y Mogollón. El caso pretendió “entapararse”. Se dijo después que el cura
los excomulgó por problemas de “dogma y disciplina”, lo cual es solo aplicable a
las órdenes religiosas. Pero los caroreños todos sabían que el caritativo y
emprendedor Padre Hoces y Mogollón los había “dejado sin Dios” porque
perdiendo el temor a Dios y la vergüenza al mundo, se soltaron el moño e hicieron
público y notorio su amancebamiento para ofensa de Dios y de la Santa Iglesia”…
Y no hay peor delito que la ofensa a Dios… Se había formado este cura en la
doctrina de San Pablo y de Tertuliano sobre la sexualidad y estaba convencido del
poder seductor de los incubos y súcubos.
El padre Hoces será recordado luego por ser el “constructor” de la casona hoy
llamada El Balcón de los Álvarez”, construida como su casa de habitación en
1741. En 1744, Con los recursos dejados por un misterioso penitente hizo edificar
la Capilla del Cerro de la Cruz. En 1745, dirigió los trabajos de la construcción del
templo de Aregue a petición del agente de la Compañía Guipuzcoana, Don
Cristóbal de la Barreda como pago de una promesa. Este cura anualmente hacia
traer desde Maracaibo un importante cargamento de mercancía que repartía entre
sus parientes pobres, esclavos, “vergonzantes y pobrería en general”. Heredó
algunas herencias importantes de parientes suyos con las cuales pudo sufragar
los gastos de sus obras sociales y de los edificios religiosos como hizo 1743
cuando levantó la Capilla de San Dionisio que lo hizo con su dinero y el aporte de
las mujeres de Carora. El presbítero Licenciado Ignacio Antonio de Hoces y
Mogollón, ordenado en el seminario de Caracas en 1725, había nacido el 31 de
julio de 1699, murió en la fría mañana del 16 de diciembre de 1776.