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INTRODUCCION
El fútbol casi siempre se ve como un negocio para muchos, especialmente para
empresas y personas que desean obtener un beneficio de este hermoso deporte,
algunos piensan que no se requiere tener jugadores íntegros; solo es necesario el
juego efectivo, la condición técnica o de biotipo de un jugador. Debido a esto se
inserta en una controversia donde para el deporte más lindo del mundo, no son
necesarias las condicione, sentimientos o percepciones de la persona que lo
realiza. Lo más importante en el futbol es ganar de cualquier manera sin importar
absolutamente nada de lo que ocurre alrededor, siendo fundamental hacer dinero
y negociaciones a enormes precios que a veces parecen exorbitantes.
Así que, muchas veces en el futbol no solo el jugador sino también quienes
intervienen en el juego, olvidan en varias circunstancias del juego los principios
éticos que podrían garantizar la transparencia en el campo en todo sentido; un
jugador de fútbol siempre es un referente para la vida de un niño o de una persona
que está en busca de sus sueños, pero si a tal referente le falta ética, pasa a ser
un mal ejemplo para la gente.
Jugar fútbol profesional, va más allá de hacer goles o evitarlos, de ser famoso y
lograr una buena transacción. El futbolista profesional, es entonces un actor
coherente en el campo, no solo con sus propios intereses, sino también con los
intereses de la hinchada.
En el fútbol, como todo en la vida, por más capacidades técnicas y condiciones
especiales que se tengan, si no hay ética, el jugador no será integral y no habrán
garantías en el entorno.
El deporte es un fenómeno complejo que puede ser abordado en diferentes
niveles de análisis. Aspectos económicos, sociales, políticos, históricos y
culturales se conjugan y pueden ponerse en diálogo para su comprensión. A los
efectos del presente capítulo optamos por focalizar como objeto de estudio los
aspectos vinculados con el nivel cultural de las prácticas deportivas, sin negar las
interdependencias existentes.
También en el fútbol hay una ética, no sólo la que se refleja y contiene en los usos
sociales (que podríamos identificar con la “moral social” o “dominante”), sino
también la que está inserta en las normas jurídicas. Leyes, reglamentos, órdenes,
decretos, resoluciones, sentencias... se convierten así en el vehículo (y quizás para
muchos en la fuente) de unas valoraciones morales o ideológicas de las conductas
humanas en general, y deportivas, en particular.
DESARROLLO
En el mundo del futbol la ética es vista como una actitud perdedora que no es
común entre los jugadores y personas ligadas a este deporte, no se toma en
cuenta la integridad de un jugador, de un director técnico o de un club profesional.
La ética está limitada a pequeñas acciones que la mayoría de jugadores casi no
realizan. La trampa y el engaño son las cosas más importantes del futbol, si no
tienes una estrategia que incluya una artimaña o una viveza para sacar ventaja del
rival, pasas a ser parte del equipo perdedor, de los que tienen menos, del equipo
que la mayoría de gente le dice “que sanos que son estos muchachos” y
posiblemente el resultado termina siendo adverso para ti porque te falto ese algo
de viveza para ganar el juego. La pasión de este deporte no tiene límites y todos
buscan un solo objetivo cueste lo que cueste, ganar.
la ETICA DEPORTIVA en algo que consiste en respetar las normas impuestas en
las profesiones e instituciones, previamente establecidas mediante un consenso
nacional o internacional, para que haya justicia en sus resultados.
Lo podemos entender como la potencialización que tiene el ser humano al practicar
su deporte. El objetivo de la ética en el terreno del área profesional (y también del
no profesional) es principalmente la aplicación de las normas morales, fundadas en
la honradez, la cortesía y el honor.
Cuantos de nosotros llevamos a cabo esta premisa que encierra muchas más cosas
que un simple aprendizaje. Uno ya está acostumbrado a ganar, a sobresalir, a ser
mejor que los demás no importa el cómo se haga. Eso poco a poco va desvirtuando
lo esencial del deporte: LA COMPETITIVIDAD.
Hoy en día, en todas las esferas deportivas, en todos los niveles de competencia
poco a poco se va perdiendo el sentido de la ETICA DEPORTIVA. Lo vemos en los
noticiarios, lo vemos en los certámenes, lo vemos en el DRAFT, vaya lo vemos
hasta en las retas al salir de la escuela: siempre eligiendo rivales más débiles que
nosotros.
¿Pero quién rige esta ETICA DEPORTIVA? ¿El árbitro? ¿Los deportistas? ¿La
prensa? ¿El entrenador? ¿Los aficionados? ¿Las apuestas deportivas? Sin duda la
respuesta a más de alguna preguntará será un sí y un no. Todos podemos nuestro
granito de arena para que poco a poco se vaya forjando una manera de ver bien o
mal las cosas. Porque no solo la ETICA DEPORTIVA es lo bueno de los
reglamentos, sino también esas pequeñas lagunas que pueden dar a pie a
aprovecharse de esa situación para sacar ventaja.
Pero esto, lo debemos de estar moldeando desde la infancia, ir forjando en los niños
la buena conducta y el apego a las reglas del juego, a la sana competitividad y a la
aceptación de la derrota y reconocimiento del triunfo ajeno.
En la infancia se pueden adquirir en la victoria: seguridad en sí mismos,
autoafirmación, modestia y generosidad con los derrotados; y en la derrota, un sano
hábito de aceptar frustraciones y búsqueda de nuevos recursos personales para la
superación.
Y sabiendo historias de lo que sucede en FIFA y en UEFA, secretos de alcoba que
los dirigentes se guardan para siempre, se pierde un poco la confianza en que
exista la ética y la moral en el deporte, en este caso en el fútbol, porque si los que
manejan la competición no se guían por unos valores éticos, cómo lo van a hacer
los futbolistas.
Un profesional de esta actividad tan emotiva como popular, tan formativa del
carácter y de las ilusiones juveniles bien encaminadas, no puede ni debe dejarse
ganar por la adrenalina barrial ni por el impulso de un juego tribal. Ya su forma de
jugar y el empleo de métodos avanzados en táctica y técnica, su imagen bien
cuidada y su accionar ejemplar (que además es obligatorio desde su formación
moral), cambian y se dimensionan como protagonistas de un espectáculo de
alcances millonarios, en dinero y en espectadores.
El connotado intelectual, sociólogo, Edgar Morin, dice que la palabra arte es la que
mejor define el futbol que es un juego que toca puntos fuertes del alma humana.
En una cancha hay veintidós personas que deben diferenciarse, a la vez que
forman un grupo interdependiente. Hay dos alternativas para el jugador que lleva
la pelota y quiere llegar a la red, dice Morin, o va derecho hacia el arco, corriendo
el peligro de que lo detengan, o hace un pase al costado, se aleja del objetivo,
pero comparte con otro que puede tener mejor oportunidad de lograr el objetivo.
Riesgo y oportunidad definen un buen partido.
Cuando los niños de los años ochenta nos quejábamos de que los árbitros
marcaran mal y preguntábamos por qué no se acudía al video para hacer justicia,
como en el futbol americano, nuestros entrenadores nos decían que, de hacerlo, el
futbol perdería la polémica, que era lo que le daba sazón. Nos repetían que la
polémica era parte esencial del soccer.
No sé si el argumento haya sido local o típico de aquella época pero sí sé que los
comentaristas han hecho negocio de ello. Desde entonces, este tipo de excusas
han minado el futbol.
No es rentable fingir
Qué mentalidad tan mediocre preferir prescindir de un disparo a gol para tantear si
el árbitro concede un penal; qué poca hombría tirarse al suelo y revolcarse por
cualquier rozón con la mano; qué flojera para toda una nación tener que
aguantarse las consecuencias del “no era penal” de Robben.
Ahora que el VAR es una realidad, y no una simple demanda de niños, está el
recurso tecnológico a la mano para cambiar la cultura del faul fingido, de pedirle al
árbitro que otorgue una mano que no era, que conceda un tiro de esquina cuando
es saque de meta.
Necesitamos mecanismos para castigarlo, ya sea por parte de la FIFA (tarjeta roja,
suspensiones, tiempo fuera), ya sea por parte de los patrocinadores (multas o
cancelación de contratos) o del propio equipo (un ejemplo notable son los
Rayados, que incluyeron en su Código de Ética el “compromiso de no simular faltas
inexistentes” y multan a quien incida).