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ETICA EN EL FUTBOL

INTRODUCCION
El fútbol casi siempre se ve como un negocio para muchos, especialmente para
empresas y personas que desean obtener un beneficio de este hermoso deporte,
algunos piensan que no se requiere tener jugadores íntegros; solo es necesario el
juego efectivo, la condición técnica o de biotipo de un jugador. Debido a esto se
inserta en una controversia donde para el deporte más lindo del mundo, no son
necesarias las condicione, sentimientos o percepciones de la persona que lo
realiza. Lo más importante en el futbol es ganar de cualquier manera sin importar
absolutamente nada de lo que ocurre alrededor, siendo fundamental hacer dinero
y negociaciones a enormes precios que a veces parecen exorbitantes.
Así que, muchas veces en el futbol no solo el jugador sino también quienes
intervienen en el juego, olvidan en varias circunstancias del juego los principios
éticos que podrían garantizar la transparencia en el campo en todo sentido; un
jugador de fútbol siempre es un referente para la vida de un niño o de una persona
que está en busca de sus sueños, pero si a tal referente le falta ética, pasa a ser
un mal ejemplo para la gente.

Los códigos de este deporte a veces son incomprensibles. Surgen muchas


inquietudes frente al accionar de los futbolistas cuando de manera evidente, pero
sin las facultades para comprobarlo, el jugador se mueve por intereses distintos al
amor por la camiseta, a su pago mensual y a sus condiciones futbolísticas.
Hablamos puntualmente, cuando los jugadores deciden no marcharle a un director
técnico en particular; enfocan sus acciones al bajo rendimiento injustificado y
emprenden otras que terminan en despidos de un cuerpo técnico; y de pronto,
como arte de magia ante el cambio que obligaron sus acciones, el jugador retorna
a su esencia, al juego limpio, bonito y aceptado por la hinchada. Vuelve el amor
por la camiseta y por los colores que con orgullo “siempre ha vestido”.

En este plano, los códigos del fútbol permiten determinadas acciones donde hace
falta la ética. Le permiten al jugador pasar por encima de quien sea, porque
finalmente seguirá recibiendo su pago y reclamará en la cancha, donde más
duele, hasta que le atiendan el llamado. Y en otras ocasiones, el futbolista
aceptará tratados que benefician a uno o dos en particular, pero van en detrimento
de una pasión y del interés colectivo, una hinchada y la esencia de este deporte.
Falta ética en el fútbol para promover los principios que demandan la formación de
un futbolista integral, que además de jugadas brillantes y dejarlo “todo” en la
cancha, sea también coherente con la condición del ser. Ser referente, ser
ejemplo, ser honesto en su juego y sobre todo ser profesional en su campo ante
un público que no solamente paga, si no que especialmente siente la pasión por
su escuadra favorita.

Jugar fútbol profesional, va más allá de hacer goles o evitarlos, de ser famoso y
lograr una buena transacción. El futbolista profesional, es entonces un actor
coherente en el campo, no solo con sus propios intereses, sino también con los
intereses de la hinchada.
En el fútbol, como todo en la vida, por más capacidades técnicas y condiciones
especiales que se tengan, si no hay ética, el jugador no será integral y no habrán
garantías en el entorno.
El deporte es un fenómeno complejo que puede ser abordado en diferentes
niveles de análisis. Aspectos económicos, sociales, políticos, históricos y
culturales se conjugan y pueden ponerse en diálogo para su comprensión. A los
efectos del presente capítulo optamos por focalizar como objeto de estudio los
aspectos vinculados con el nivel cultural de las prácticas deportivas, sin negar las
interdependencias existentes.
También en el fútbol hay una ética, no sólo la que se refleja y contiene en los usos
sociales (que podríamos identificar con la “moral social” o “dominante”), sino
también la que está inserta en las normas jurídicas. Leyes, reglamentos, órdenes,
decretos, resoluciones, sentencias... se convierten así en el vehículo (y quizás para
muchos en la fuente) de unas valoraciones morales o ideológicas de las conductas
humanas en general, y deportivas, en particular.

DESARROLLO

En el mundo del futbol la ética es vista como una actitud perdedora que no es
común entre los jugadores y personas ligadas a este deporte, no se toma en
cuenta la integridad de un jugador, de un director técnico o de un club profesional.
La ética está limitada a pequeñas acciones que la mayoría de jugadores casi no
realizan. La trampa y el engaño son las cosas más importantes del futbol, si no
tienes una estrategia que incluya una artimaña o una viveza para sacar ventaja del
rival, pasas a ser parte del equipo perdedor, de los que tienen menos, del equipo
que la mayoría de gente le dice “que sanos que son estos muchachos” y
posiblemente el resultado termina siendo adverso para ti porque te falto ese algo
de viveza para ganar el juego. La pasión de este deporte no tiene límites y todos
buscan un solo objetivo cueste lo que cueste, ganar.
la ETICA DEPORTIVA en algo que consiste en respetar las normas impuestas en
las profesiones e instituciones, previamente establecidas mediante un consenso
nacional o internacional, para que haya justicia en sus resultados.
Lo podemos entender como la potencialización que tiene el ser humano al practicar
su deporte. El objetivo de la ética en el terreno del área profesional (y también del
no profesional) es principalmente la aplicación de las normas morales, fundadas en
la honradez, la cortesía y el honor.

Uno de los grandes pensadores en este ámbito, SAVATER, nos mencionaba:


“jugar cada partido mejor que el anterior, jugar bien, ESE ES EL TRIUNFO
VERDADERO”.
La ética con la que viven las personas no se aplica al mundo del fútbol.
Lamentablemente, el fútbol profesional está viciado, los límites éticos se hacen
difusos y queda la impresión, para el común del público, que está todo arreglado.
Pero el fútbol también se ha planteado como una guerra, con su propaganda
incluida y utilizada también a través de los medios de comunicación. El fútbol se
ha planteado como un enfrentamiento en el que los adversarios se ven como
enemigos y cualquier ALTERNATIVA HASTA LAS MAS PEORES es buena si se
consigue la victoria.
El futbol actual ha perdido el compañerismo, la solidaridad, el hacer y trabajar en
grupo, el respeto por los compañeros y adversarios. Valores importantes que no le
enseñan desde su etapa de formación.
Pero lo cierto es que el juego limpio es una utopía, no se impone este principio en
la mayoría de los deportes y el fin, la victoria, justifica los medios. El más listo
es el que se salta el reglamento y no le pillan, eso es el otro fútbol, el saber
competir.

Cuantos de nosotros llevamos a cabo esta premisa que encierra muchas más cosas
que un simple aprendizaje. Uno ya está acostumbrado a ganar, a sobresalir, a ser
mejor que los demás no importa el cómo se haga. Eso poco a poco va desvirtuando
lo esencial del deporte: LA COMPETITIVIDAD.
Hoy en día, en todas las esferas deportivas, en todos los niveles de competencia
poco a poco se va perdiendo el sentido de la ETICA DEPORTIVA. Lo vemos en los
noticiarios, lo vemos en los certámenes, lo vemos en el DRAFT, vaya lo vemos
hasta en las retas al salir de la escuela: siempre eligiendo rivales más débiles que
nosotros.
¿Pero quién rige esta ETICA DEPORTIVA? ¿El árbitro? ¿Los deportistas? ¿La
prensa? ¿El entrenador? ¿Los aficionados? ¿Las apuestas deportivas? Sin duda la
respuesta a más de alguna preguntará será un sí y un no. Todos podemos nuestro
granito de arena para que poco a poco se vaya forjando una manera de ver bien o
mal las cosas. Porque no solo la ETICA DEPORTIVA es lo bueno de los
reglamentos, sino también esas pequeñas lagunas que pueden dar a pie a
aprovecharse de esa situación para sacar ventaja.
Pero esto, lo debemos de estar moldeando desde la infancia, ir forjando en los niños
la buena conducta y el apego a las reglas del juego, a la sana competitividad y a la
aceptación de la derrota y reconocimiento del triunfo ajeno.
En la infancia se pueden adquirir en la victoria: seguridad en sí mismos,
autoafirmación, modestia y generosidad con los derrotados; y en la derrota, un sano
hábito de aceptar frustraciones y búsqueda de nuevos recursos personales para la
superación.
Y sabiendo historias de lo que sucede en FIFA y en UEFA, secretos de alcoba que
los dirigentes se guardan para siempre, se pierde un poco la confianza en que
exista la ética y la moral en el deporte, en este caso en el fútbol, porque si los que
manejan la competición no se guían por unos valores éticos, cómo lo van a hacer
los futbolistas.
Un profesional de esta actividad tan emotiva como popular, tan formativa del
carácter y de las ilusiones juveniles bien encaminadas, no puede ni debe dejarse
ganar por la adrenalina barrial ni por el impulso de un juego tribal. Ya su forma de
jugar y el empleo de métodos avanzados en táctica y técnica, su imagen bien
cuidada y su accionar ejemplar (que además es obligatorio desde su formación
moral), cambian y se dimensionan como protagonistas de un espectáculo de
alcances millonarios, en dinero y en espectadores.

A continuación, enumero los principios esenciales para una competición deportiva


ética:
1.- Respeto a las reglas del juego
2.- Respeto a los rivales
3.- Respeto a uno mismo (la honradez, la honestidad, integridad)
4.- La intencionalidad incluyente y participativa
5.- Salud, disfrute y competencia
6.- Autonomía Moral
– Saber Obedecer
– Obediencia a ciegas
– Aceptación de la legalidad vigente a un compromiso personal con unos principios
éticos universales
7.- La familia
Estos factores son los que nos llevan sin duda a tener una participación más
ética en lo que decidamos emprender.
Pero esto no significa que sea toda la verdad o lo correcto, para ello, falta
analizar la MORAL DEPORTIVA, que eso lo veremos en la siguiente entrega para
que vayamos haciendo nuestro propio criterio deportivo.

Las normas éticas del fútbol


Principios de conducta recomendados o reglamentados para los que trabajan y
actúan en el mundo del fútbol profesional están recogidos en varios documentos
internacionales, como es el Código Ético de la FIFA, aprobado por el Comité
Ejecutivo el 6 de octubre de 2004; y nacionales, como el Código Ético de la RFEF,
aprobado por la Comisión Delegada de la Asamblea General de la RFEF, el 28 de
enero de 2015, y que define los valores esenciales de comportamiento y conducta
en el seno de la RFEF. Deberíamos añadir la Carta Olímpica, como ejemplo egregio
de valores éticos en el ámbito del deporte, que en su Preámbulo “propone crear un
estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo
y el respeto por los principios éticos fundamentales universales”.
No termina aquí la lista de normas que pueden afectar tanto a los profesionales
como a los aficionados al fútbol, especialmente dentro de las instalaciones
deportivas y con ocasión de los partidos oficiales. Las Comunidades Autónomas
han dictado numerosas leyes para promover y regular la práctica del deporte en
sociedad, la fundación de clubes y asociaciones, el funcionamiento de los
campeonatos, etc. Los Ayuntamientos han dictado ordenanzas y bandos. Los
Patronatos regulan los horarios y los derechos de los usuarios de las instalaciones.
Hasta los propios clubes y asociaciones privadas establecen reglamentos internos
de funcionamiento, que a menudo contienen rigurosas sanciones para quienes los
incumplen, no sólo para los socios, sino también para los propios deportistas.

Estamos rodeados de normas. Nuestra vida es una complicada estación de trenes


donde innumerables raíles, que son las normas, nos conducen hacia destinos
conocidos o desconocidos, sin que podamos evitarlo, salvo que estemos dispuestos
a descarrilar. Y muchas de ellas son normas de contenido ético: juego limpio, no
hacer trampas, respeto al adversario, respeto a la autoridad, orden y decencia en el
vocabulario, lucha contra el racismo, etc. (Jaime Arias, 2015)

“Tras muchos años en los que el mundo me ha brindado innumerables


espectáculos, lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las
obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”. Albert Camus
La solidaridad implica que cada futbolista se sienta vinculado con sus
compañeros. Su compromiso deportivo implica ligar sus esfuerzos con los de los
demás, así es como tienen sentido las acciones individuales también esenciales
en el futbol. Se ha señalado que la auténtica solidaridad tiene tres características
generales en este deporte que es, en esencia, una asociación. Primera, se trata
de definirse cada uno en plural, esto es, yo soy nosotros. Es así como se
consolida y multiplica la acción y la jugada individual. Segunda, estar dispuesto a
dar y darse a sus compañeros para así recibir la colaboración de ellos. Esta es la
generosidad como gran valor ético, que siempre debe estar presente en los
futbolistas y las personas. Y tercera, que esta solidaridad y generosidad sean
permanentes, no solo en unos partidos o con algunos compañeros, sino con todo
el equipo.

El connotado intelectual, sociólogo, Edgar Morin, dice que la palabra arte es la que
mejor define el futbol que es un juego que toca puntos fuertes del alma humana.
En una cancha hay veintidós personas que deben diferenciarse, a la vez que
forman un grupo interdependiente. Hay dos alternativas para el jugador que lleva
la pelota y quiere llegar a la red, dice Morin, o va derecho hacia el arco, corriendo
el peligro de que lo detengan, o hace un pase al costado, se aleja del objetivo,
pero comparte con otro que puede tener mejor oportunidad de lograr el objetivo.
Riesgo y oportunidad definen un buen partido.

El fútbol es un “vehículo formativo, el fútbol no es la vida, pero es un gran


simulador de lo que es la vida”, dice Jorge Valdano que fue jugador, entrenador,
director general del Real Madrid y ahora conferencista. Más allá de la pasión del
fútbol que tantos daños ha hecho, este deporte si es honesto, decente y justo, es
una lección de vida y ética.

Justicia vs. polémica


Estos días volví a ver dos partidos de 1986 en YouTube (la final de la UEFA Real
Madrid vs. Colonia y Argentina vs. Inglaterra en el Mundial). En ninguno de los dos
juegos hay futbolistas fingiendo faules. Ese fenómeno debió gestarse entre México
1986 e Italia 1990. Los historiadores del futbol tendrán que investigar cuándo se
jodió el futbol, para parafrasear a Mario Vargas Llosa.

En parte, el problema es que nos educaron en una falta de ética futbolística. Y no


hemos logrado revocarla porque se petrificó ya en mentalidad.

Cuando los niños de los años ochenta nos quejábamos de que los árbitros
marcaran mal y preguntábamos por qué no se acudía al video para hacer justicia,
como en el futbol americano, nuestros entrenadores nos decían que, de hacerlo, el
futbol perdería la polémica, que era lo que le daba sazón. Nos repetían que la
polémica era parte esencial del soccer.

No sé si el argumento haya sido local o típico de aquella época pero sí sé que los
comentaristas han hecho negocio de ello. Desde entonces, este tipo de excusas
han minado el futbol.

No es rentable fingir

Qué mentalidad tan mediocre preferir prescindir de un disparo a gol para tantear si
el árbitro concede un penal; qué poca hombría tirarse al suelo y revolcarse por
cualquier rozón con la mano; qué flojera para toda una nación tener que
aguantarse las consecuencias del “no era penal” de Robben.

Ahora que el VAR es una realidad, y no una simple demanda de niños, está el
recurso tecnológico a la mano para cambiar la cultura del faul fingido, de pedirle al
árbitro que otorgue una mano que no era, que conceda un tiro de esquina cuando
es saque de meta.

Necesitamos mecanismos para castigarlo, ya sea por parte de la FIFA (tarjeta roja,
suspensiones, tiempo fuera), ya sea por parte de los patrocinadores (multas o
cancelación de contratos) o del propio equipo (un ejemplo notable son los
Rayados, que incluyeron en su Código de Ética el “compromiso de no simular faltas
inexistentes” y multan a quien incida).

En el futbol de hoy, tanto fingimiento no es rentable en términos de espectáculo.


Tampoco debería serlo en términos financieros.

Pero el fútbol también se ha planteado como una guerra, con su propaganda


incluida y utilizada también a través de los medios de comunicación. El fútbol se
ha planteado como un enfrentamiento en el que los adversarios se ven como
enemigos y cualquier treta es buena si se consigue la victoria.
Podrá argumentarse el desequilibrio psico- emotivo que va produciendo el
resultado y el desgaste físico. Podrán decirnos los jugadores ¡Como se ve que no
has jugado fútbol! Podrá atribuirse la locura temporal a la fricción de un deporte de
choque constante, pero el respeto a las reglas y al adversario, más la sumisión
bien inculcada con respecto a la autoridad arbitral, no se negocian al conjuro de
ninguna excitación o exaltación, Porque se puede perder un partido, pero jamás la
clase.
El arrepentimiento posterior, cuando baja la temperatura del infractor, no lo exime
del castigo ni del repudio. Insisto en eso de que quien roba y devuelve el dinero,
repara el daño, pero no el delito. Se resarce a la víctima, pero no se evade al
tentáculo de la justicia, esa que siempre debe prevalecer en cualquier sociedad,
aunque sea deportiva y el fútbol, en este caso, pueda resultar lo más importante
de lo menos importante.
Tampoco se trata de un mensaje moralista, pero sí de una llamada de atención
por todo lo que representa esta actividad lúdica y apasionante, con tantos
seguidores que ven en sus actores principales a los héroes de la infancia o a los
modelos de superación. Ya que el futbolista profesional, sin despojarse del nervio
competitivo ni de la entrega intrínseca que conlleva la firma de un contrato con un
club, debe cuidar los aspectos que están descuidados. Estando obligado a un
comportamiento exento de exabruptos, carentes de reacciones impropias y
quedando estereotipado como un ser privilegiado con atributos magistrales.
¿Problema de educación? Sí y también de civilidad. ¿Preocupación de todos los
clubes? También, porque son sociedades dentro de una sociedad.
¿Responsabilidad de la propia Liga? Igual, dado que los protocolos y las
Advertencias, la entrega del balón que hacen los niños a los árbitros Pidiéndoles
que Jueguen Limpio, son mensajes que requieren de un respaldo punitivo para
transformar los malos hábitos y los peores ejemplos. Si no se aplican sanciones,
entonces todo lo que se está intentando cambiar quedará simplemente en una
gran farsa.
CONCLUSIONES
Entiendo bien la importancia de lo lúdico en nuestras vidas. Los valores del
deporte auténtico, la superación personal y la noble competición, son parte de mi
vida. Sin embargo, siento que las transacciones del fútbol profesional actual,
toleradas e incluso animadas por ciudadanos, socios, empresas y políticos, no son
éticas.
Prefiero pensar que los directivos y socios responsables de estos gastos, o los
ciudadanos que los aceptan o aplauden, no han pensado en estas graves
necesidades de nuestro mundo. Pero si así es, y si siguen estos comportamientos
recibiendo el aplauso y hasta la adulación de nuestra sociedad, ¿adónde
llegaremos?
Otro caso de poca ética en el futbol actual es también al que se ven enfrentados
los árbitros.
A las dificultades propias del juego a las que debe enfrentarse un árbitro se suma
la poca honradez de algunos jugadores que pretenden engañarle. Cuando estas
acciones condicionan un resultado importante, la opinión pública vuelve a abrir el
debate sobre si los jueces deportivos deberían recurrir a las imágenes de
televisión para tomar algunas decisiones. Se reflexiona sobre cuál es la mejor
manera de ayudar al árbitro a juzgar con mayor acierto –televisión, más
asistentes, balones inteligentes, etc., pero nunca se discute ni se sanciona, salvo
que se trate de una agresión física, el comportamiento poco honrado de algunos
jugadores.
La repercusión mediática del Fútbol es tan grande que alcanza también a miles de
niños que sueñan con emular en el futuro a sus ídolos deportivos. Por esa razón,
la responsabilidad de un jugador no debe limitarse al juicio del árbitro. “El juego
transciende en cierto sentido la vida cotidiana; pero, sobre todo en el niño, tiene
aun antes otro carácter: es una ejercitación para la vida, simboliza la vida misma.
Los jugadores pasan a ser símbolos de la propia vida. Eso mismo actúa
retroactivamente sobre ellos: saben, en efecto, que las personas se ven
representadas y confirmadas a sí mismas en ellos”,

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