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1. Realidad y conocimiento
Por el solo hecho de vivir, el hombre entra en relación con la realidad. Esta es una evidencia que bien puede servir
como punto de partida y base de nuestro análisis. Pero apenas intentamos profundizar en ella, o lo que es lo mismo,
problematizarla, otra serie de cuestiones aparecen en nuestro horizonte de reflexión como problemas o
interrogantes:
* ¿qué entendemos por realidad?
* ¿cuáles son los modos de relación con la realidad?
* ¿cuáles son las relaciones sujeto-objeto en la realidad?
El hombre existente está inserto en la trama de la realidad. Pero ¿qué es la realidad?... La realidad es simplemente
«lo dado», «lo existente». Y lo existente, a su vez, es complicadamente la totalidad de aquello con que el hombre se
relaciona o puede relacionarse en su devenir; es el mundo en toda su riqueza ontológica. También es por tanto
-según esta afirmación-, «lo que puede existir» y «lo que ha existido».
Lo que para este curso de introducción a la investigación social conviene enunciar como fundamento de posteriores
desarrollos es la doble dimensión en que esa realidad se manifiesta:
* la realidad natural, que se identifica con lo no-hombre (especialmente con la naturaleza).
* la realidad social, que se identifica con los hombres (especialmente con la sociedad).
2. La relación sujeto-objeto
Por último, y como derivados de los problemas de las relaciones del hombre con la realidad y las formas de
relacionarse con la realidad, se nos plantea el problema de la relación sujeto-objeto como dos miembros o
elementos de la relación cognoscitiva. La cuestión de la relación sujeto-objeto es un problema básico de la teoría
del conocimiento y decisivo en la formulación de las ciencias y las tecnologías sociales. La relación entre estos dos
miembros es el punto de partida de toda teoría del conocimiento.
No hay pensamiento ni conocimiento sin la exterioridad de aquél que conoce. Sin embargo, ¿puede el sujeto
ponerse frente a la realidad con total prescindencia de ella?, ¿el sujeto se desenvuelve con total independencia del
objeto?, ¿hay un dualismo entre el sujeto y el objeto?, ¿existe plena autonomía del sujeto frente al objeto?, ¿todo lo
que no es sujeto constituye objeto de conocimiento?, ¿el conocimiento tiene su centro de gravedad en el sujeto o en
el objeto? Estas son algunas de las cuestiones que el debate actual trata de responder, sin embargo, a efectos de este
trabajo podemos introducir sintéticamente el tema del siguiente modo:
Decíamos que el hombre no escapa de la realidad por la especulación filosófica o científica; en consecuencia, el
sujeto está siempre implicado en esa la realidad. En cuando sujeto, el hombre nace y se desarrolla en una matriz
sociocultural, de ahí que la creatividad, la producción del conocimiento y aún el trabajo son expresiones sociales, o
si se quiere, son un producto histórico.
Sin embargo, el hecho de que el hombre -el sujeto cognoscente- esté implicado en la realidad no significa que la
sociedad y la naturaleza se reflejen mecánicamente en el pensamiento y que el pensamiento sea totalmente pasivo
frente a la realidad. El hombre, por sus modos de trabajar, de conocer y de ser, es capaz de trascender las
circunstancias, aunque éstas siempre constituyen un condicionamiento.
Y aquí se nos plantea una nueva cuestión: si el sujeto está implicado en la realidad, ¿hasta qué punto es posible
conocer sin actuar?... Esta manera de comprender las relaciones del hombre con la realidad (naturaleza y sociedad),
y la mediación de los modos de conocer, nos lleva a un nuevo nivel en nuestro análisis: la dicotomía del conocer y
el actuar, de la teoría y la práctica, o bien la dualidad sujeto-objeto parecen ser supuestos inadecuados para el
abordaje de la realidad. Por el contrario, el conocer y la ciencia se nos aparecen como insertos o como parte de las
formas y de las relaciones del hombre con la realidad. Sujeto-objeto no están solamente uno frente al otro; se
implican y se exigen mutuamente. Constituyen momentos dialécticos de un mismo proceso.
Esta forma de comprender al hombre en su relación con la realidad no es habitual. El ponerse en esta perspectiva
exige con frecuencia una ruptura con los modelos tradicionales de conocer en los cuales la razón humana ocupa el
centro y las leyes y categorías mentales se convierten en categorías y leyes del ser. Nos cuesta mucho incorporar un
modelo con preeminencia del ser sobre el pensamiento, habituados como estamos a atribuirle al pensamiento un
papel predominante en el conocimiento,
Como resulta bastante claro en este análisis, el problema del conocimiento está para nosotros estrechamente ligado
al problema de la realidad o, para ser más precisos, de cómo nos relacionamos con esa realidad. Aquí, a modo de
conclusión del problema de las relaciones sujeto- objeto, resumiremos la cuestión en dos proposiciones:
* el sujeto de conocimiento es el hombre social en las condiciones reales de existencia
* sujeto-objeto son dos polos de una realidad en relación dialéctica.
El conocimiento parece ser la resultante de unas interacciones que se producen a medio camino entre el
sujeto y el objeto, y, por tanto, que dependen de ambos al mismo tiempo, pero a causa de una
indeferenciación completa y no de unos intercambios entre formas distintas. Jean Piaget
Ahora bien, las cuestiones desarrolladas hasta aquí nos llevan a otro problema, ¿cuándo y en virtud de qué podemos
estar seguros de la validez de nuestros conocimientos?, ¿con qué criterios se establece la validez del
conocimiento?... Las respuestas a estas cuestiones son variables, como diversas son las posturas epistemológicas
existentes.
Obviamente, a partir de los supuestos aquí explicitados, el conocimiento no puede estar garantizado por la pura
inteligencia ni consistirá en la simple armonización con la razón. Estas tendencias que llevan necesariamente a la
especulación abstracta y dogmática nada tienen que ver con nuestra formulación.
Si la realidad es punto de arranque del pensamiento, al tiempo que existe una unidad dialéctica y dinámica entre el
ser y el conocer, de esta formulación surge el criterio que garantiza la verdad del conocimiento. Tal criterio puede
sintetizarse en los siguientes enunciados:
* la práctica es criterio de verdad
* la validez del conocimiento viene dada por la confrontación con la realidad a través de la praxis.
No se dirime la validez de un conocimiento por una apreciación subjetiva -una validación dentro del pensamiento
mismo- sino por los resultados de una práctica. Pero como todo pensamiento está vinculado o condicionado a una
situación contextual, los criterios de verdad están relativizados de acuerdo a las diversas culturas y a los códigos de
civilización subyacentes.
Pero el problema que más importa para la metodología de la investigación social, es el problema de la producción
de conocimientos. A él dedicaremos un análisis más amplio.
Nuestra tesis no va más allá de esta afirmación. De ningún modo sostenemos que el pensamiento sea un «reflejo»
de la realidad material. Si esto fuera así el pensamiento sería puramente pasivo, un simple epifenómeno de la
realidad social, incapaz de actuar transformadoramente sobre ella. En este caso las ciencias físico-naturales y las
ciencias sociales serían furgón de cola de la realidad, pero nunca germen de nuevas realidades. La historia nos
revela más que suficientemente que no es así.
Sin embargo, ciertos resabios de la tesis epistemológica del «pensamiento como reflejo de la realidad» han
conducido a una visión mecanicista de las relaciones entre la realidad (naturaleza y sociedad) y la producción de
conocimientos. Según esta tesis, los conocimientos quedan reducidos a ser simples mecánicos o fotográficos de la
realidad. Tal concepción, con frecuencia ligada a formulaciones dogmáticas, hoy ha sido totalmente desechada.
Retomamos nuestro discurso: la realidad es la base y el punto de partida de las ideas; el conocimiento es producto
de condiciones históricas; el objeto influye sobre el sujeto, éste asimila y se modifica con esta influencia pero a su
vez también actúa sobre el objeto. Estos son puntos de coincidencia para toda una amplia corriente de pensamiento
contemporáneo. Las diferencias provienen cuando damos un paso más y nos planteamos de manera más específica
la articulación de la producción de conocimientos con la base material de la sociedad, o bien la correlación entre el
proceso social y el proceso mismo de las ciencias.
Para tres categorías de procesos da investigación puede demostrarse una interrelación especifica entre
reglas lógico-metodológicas e intereses directores del conocimiento. Esta es la tarea de una teoría
crítica de la ciencia que burla las trampas del positivismo. En el punto de partida de las ciencias
empírico-analíticas hay un interés técnico, en el de las ciencias histórico- hermenéuticas un interés
práctico, y en el de las ciencias orientadas críticamente aquel interés emancipatorio del
conocimiento que, sin concederlo, estaba ya como base en las teorías tradicionales...
J. Habermas
* el saber cotidiano
* el saber científico.
Se sabe, pues, de manera natura/ por el solo hecho de vivir, y se sabe científicamente cuando existe disposición de
conocer con arreglo a ciertos procedimientos.
Saber cotidiano
Es el saber o conocimiento que se adquiere en la experiencia cotidiana. Se trata de conocimientos inconexos entre
sí, a veces superficiales, constituidos por una yuxtaposición de casos y hechos. Es el modo común, corriente y
espontáneo de conocer «que se adquiere en el trato directo con los hombres y con las cosas, es ese saber que llena
nuestra vida diaria y que se posee sin haberlo buscado o estudiado, sin aplicar un método y sin haber reflexionado
sobre algo» (1).
Su contenido es «la suma de todos nuestros conocimientos sobre la realidad que utilizamos de un modo efectivo en
la vida cotidiana y del modo más heterogéneo (como guía para las acciones, como tema de conversaciones, etc.).
Existe -añade Heller en otra parte de su ensayo- un «determinado mínimo de saber cotidiano». ¿Cuál es ese
mínimo?, pues, la «suma de los conocimientos que todo sujeto debe interiorizar para poder existir y moverse en su
ambiente»... Según las épocas y los estratos sociales, cambia el contenido y extensión del saber cotidiano» (2).
Este saber cotidiano se caracteriza por ser superficial, no sistemático y acrítico.
Cuando decimos que es superficial no es en el sentido de frívolo, insustancial o ligero, sino de que se conforma con
lo aparente, con lo que comprueba en el simple pasar junto a las cosas. Se expresa en frases como «porque me lo
dijeron», «porque lo vi», «porque lo leí», «porque todo el mundo lo dice»; para este tipo de conocimiento el criterio
de evidencia inmediata es suficiente.
Otra característica que se le atribuye al saber de la vida cotidiana, es el de ser no sistemático, tanto en la forma de
adquirirlos y vincularlos como en el modo de establecer cánones de validación. Se limita a percibir lo inmediato a
través de experiencias, vivencias, estados de ánimo y emociones de la vida diaria, permaneciendo a nivel de certeza
sensorial. El mismo sujeto organiza las experiencias y conocimientos de un modo no sistemático.
Decíamos que también es a-crítico, puesto que apoyado sólo en la evidencia inmediata, sólo percibe la epidermis de
la realidad. Los conocimientos del saber vulgar pueden ser verdaderos o no, lo cierto es que la pretensión de serlo
no se plantea de una manera crítica o reflexiva. Como ya se dijo, es un conocimiento que está a nivel de certeza
sensorial, o sea, un saber que puede decir acerca de lo que pasa, pero no porque pasa lo que pasa.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que en nuestra época el saber cotidiano está penetrado por el saber
científico. Se trata de algo reciente que se ha verificado paralelamente a la difusión de los medios de comunicación
de masas. «El saber cotidiano acoge (o puede suceder que acoja), ciertas adquisiciones científicas, pero no el saber
científico como tal. Cuando un conocimiento científico cala en el pensamiento cotidiano, el saber cotidiano lo
asimila englobándolo en su propia estructura»..., estos saberes científicos están implicados «en el pragmatismo del
pensamiento cotidiano... hay informaciones y conocimientos científicos que forman parte de la cultura» (3).
La ciencia crece a partir del conocimiento común y le rebasa con su crecimiento: de hecho, la investigación científica
empieza en el lugar mismo en que la experiencia y el conocimiento ordinarios dejan de resolver problemas o hasta de
plantearlos. Mario Bunge
Saber científico
En su práctica social el hombre se enfrenta a una serie de problemas que no puede resolver con los conocimientos
corrientes, ni por sentido común.
Por otro lado, para el hombre que "naturalmente desea saber", como decía Aristóteles, no le basta la captación de lo
externo, ni el sentido común, puesto que existen fenómenos que no se captan en el solo nivel perceptivo. Es preciso
superar la inmediatez de la certeza sensorial del conocimiento vulgar y espontáneo de la vida cotidiana; hay que ir
más allá del conocimiento ordinario. Este salto -que no supone una discontinuidad radical en lo que hace a la
naturaleza, pero sí en cuanto al método- conduce al conocimiento científico. Entre un tipo de saber y otro hay una
separación que no es cualitativa sino de grado; lo diferenciador no está dado por la naturaleza del objeto de estudio,
sino por la forma o procedimiento de adquisición del conocimiento. Entre uno y otro tipo de conocimiento no hay
una «ruptura» radical en lo que hace a contenido, tema, sustancia o verdad. Sin embargo, hemos de advertir que
esta afirmación sólo es válida para el campo de las ciencias humanas (al menos en su estado actual de desarrollo).
En las ciencias físicas y químicas existe una «ruptura» entre el conocimiento vulgar y el conocimiento científico.
Volviendo al sólo ámbito de las ciencias sociales, diremos que el corte o diferencia radical reside
fundamentalmente en que el saber científico se obtiene mediante procedimientos metódicos con pretensión de
validez, utilizando la reflexión sistemática, los razonamientos lógicos y respondiendo a una búsqueda intencionada.
Para esta búsqueda se delimita el problema que se estudia, se diseña la investigación, se prevén medios e
instrumentos de indagación y se procede a un análisis e interpretación de todo lo estudiado. En suma: el
conocimiento científico es resultado de una tarea de investigación que se vale del método científico.
Ni la veracidad ni la naturaleza del objeto conocido, son notas esenciales que distinguen uno y otro conocimiento;
lo que las diferencia es la forma de su adquisición, el modo y los instrumentos del conocer. Saber, por ejemplo, que
el río Paraná se ha desbordado no constituye por cierto un conocimiento científico, aunque sí puede ser un
conocimiento verdadero y comprobable. Afirmar, pues, que la ciencia es el único camino de acceso al conocimiento
y a la verdad no es más que una expresión del fetichismo cientificista. Por otra parte, un mismo objeto -una
montaña, un cultivo, una determinada comunidad o las relaciones entre padres e hijos- puede ser motivo de
observación tanto de un científico como de un «hombre de la calle».
El conocimiento científico no guarda una diferencia tajante, absoluta, con el conocimiento de la vida cotidiana y su
objeto o sustancia, como lo hemos dicho, puede ser el mismo. «En el saber vulgar hay muchos escalones y los
superiores confinan con el saber científico, por lo menos en sus formas más humildes. Por otra parte, lo que ahora
denominamos saber vulgar, por lo menos para el hombre de ciudad, está impregnado de nociones científicas o
pseudocíentíficas que han ido pasando insensiblemente al uso de todos, organizándose espontáneamente en lo que
suele llamarse verdades de sentido común» (4). El conocer científico (a diferencia del conocimiento de la vida
cotidiana compuesto de saberes yuxtapuestos), pretende relacionar de manera sistemática todos los conocimientos
adquiridos acerca de un determinado ámbito de la realidad.
Digresión acerca de la distinción entre al nivel sensorial, conceptual y abstracto del conocimiento
En América Latina algunos autores, en mayor o menor medida tributarios del pensamiento marxista, suelen
distinguir tres niveles de conocimiento: nivel sensorial, nivel conceptual y nivel abstracto en donde sitúan el
conocimiento racional o científico; otros se limitan a distinguir entre conocimiento sensible y conocimiento
racional... Lo mencionamos porque es algo vigente. Sin embargo, queremos llamar la atención sobre algunos
aspectos. La forma en que ha sido presentado este problema de los niveles del conocimiento, parece apoyarse en
una concepción dualista del hombre: habría un conocimiento sensitivo, no penetrado por la inteligencia y habría un
conocimiento racional, incontaminado de lo sensitivo... Creemos que este corte no existe: lo racional está penetrado
y apoyado en lo sensitivo, y o sensorial no prescinde de lo racional.
Una segunda crítica está dirigida a los trabajadores sociales y sociólogos que utilizan estas distinciones, pero que
no pasan nunca a un nivel de pautas operativas que sirvan para investigar o para actuar. No digo que esta distinción
deba ser abandonada, pero con este esquema se ha trabajado a un nivel de teorización que no sirve, porque en
metodología la abstracción sin referencias operativas conduce a la elaboración de «metodologías», o de libros sobre
«métodos» que apenas tienen eficacia práctica, cuando no producen un verdadero caos y «cacao» mental en
quienes desean hacer uso de ellas...
Se trata sólo de una digresión que es una invitación a la reflexión; no es un análisis crítico de esta distinción, sino
del modo cómo lo están usando algunos.
6. Saber-doxa y saber-epísteme
Esta distinción entre el saber-doxa y el saber-epísteme, nos parece más fundamental que la distinción ya tradicional
entre el conocimiento vulgar y el conocimiento científico. El antecedente más lejano lo encontramos en Platón,
pero hoy esta distinción ha sido retomada por una de las más profundas pensadoras contemporáneas, Agnes Heller.
Según Platón la doxa u opinión es apariencial y se contrapone a la ciencia y al saber verdadero. La recta opinión es
el sentido común, pero no un saber cierto. Para Heller la «doxa no puede ser separada de la acción práctica, en ella
está única y exclusivamente su verdad. Pero no en la praxis como totalidad, y ni siquiera en un conjunto
relativamente grande de acciones, su verdad, por el contrario, se muestra cada vez en tipos particulares de acciones
concretas conseguidas».
Por el contrario, la epísteme «no constituye nunca un saber relativo a una sola cosa, sino que es un saber sobre una
cosa en relación con otras cosas (conjuntos). Esta actitud no es práctica, sino teorética. Conocer un fenómeno en el
plano de la episteme no significa simplemente poder reaccionar ante él (o bien saberlo producir), sino conocer la
conexión que lo liga a otros fenómenos, captar el puesto que ocupa en el sistema de otros fenómenos...».
Mientras la doxa, como el saber cotidiano, es indemostrable e irrefutable en sus datos y preceptos, la episteme
-como saber de la ciencia- posee un "doble sistema de referencia, Por un lado (sus verdades) deben ser válidas en la
realidad (praxis) y por otro deben ser situables dentro de un determinado sistema cognoscitivo" (5).
8. Noción de ciencia
El término ciencia deriva etimológicamente del latín «icire» que significa «saber», «conocer». Pero el verbo latino
«scire» más que al saber alude a una forma de saber y a la acumulación de conocimientos.
Para llegar a lo que hoy denominamos ciencia, existe un largo camino de siglos que nacen con la curiosidad por
conocer y problematizar (hacer problemática) algún aspecto de la realidad... En esta larga búsqueda podemos
señalar tres hitos fundamentales; la mitología y la magia, el conocimiento racional autónomo y la experimentación.
Existen, pues, siglos de preocupaciones y de actividades humanas que bien pueden llamarse precursoras de la
ciencia.
Con la mitología y la magia -en cuanto intento de explicación de aquello que se tiene interés en comprender-
comienza el primer esbozo precursor de la ciencia. Una y otra dan respuesta -en la forma que en esas circunstancias
es posible- a los interrogantes que los hombres se formulan en ese momento. La magia, en cuanto conducta
destinada a obtener la realización de los deseos, mediante la «coerción» sobre las fuerzas y seres sobrenaturales y
los mitos, en cuanto narración con pretensiones explicativas, son las primeras y más elementales formas de
respuesta.
Más tarde (siglo VI a. de J.C.} cuando las colonias griegas de las costas de Asia Menor entraron en contacto con
culturas que poseían conocimientos y saberes técnicos (por ej. la astronomía babilónica y la arquitectura egipcia),
buena parte de las explicaciones míticas entraron en crisis. La mitología ya no sirvió para enfrentarse y responder a
los nuevos problemas y realidades que se confrontaban; los griegos arrinconaron las viejas explicaciones y trataron
de desvelar la realidad (aletehia, verdad, significa literalmente des-velar). ¿Qué hicieron?, quitar los velos del mito
utilizando la razón o logos.
La crítica a los mitos y a las prácticas mágicas constituyó un avance hacia la superación de explicaciones
mitológicas. Como resultado de todo esto surgió una actitud nueva -amítica y racional- de abrirse al conocimiento
de las cosas. Aunque con muchos prejuicios y con pervivencias míticas, la acumulación de observaciones permitió
las primeras formulaciones precursoras de la ciencia: éstas fueron las nociones de geometría, astronomía, física y
química formuladas por los antiguos, con anterioridad a los presocráticos. Las leyes de la palanca, las referentes a
las temperaturas de fusión y de la caída de los cuerpos, fueron las primeras formulaciones científicas. Se trataba de
juicios de la clase si (acontece...) siempre (se da...).
Como respuesta a estas preocupaciones en el siglo V a. de J.C., aparece en el mundo helénico el conocimiento
racional autónomo. Su aporte más original fue el echar a andar la razón, a usar la razón que, a través de un esfuerzo
especulativo, comenzó a buscar la explicación de los primeros principios y causas. Una parte de la humanidad,
algunos hombres, comienza a seguir «la vía de la razón» como la única que da acceso a la verdad, Y en este
quehacer intelectual, aparece -como forma de conocer por la razón- el proceso de abstracción mediante el cual se
formulan conceptos universales y necesarios que trascienden los hechos particulares de las experiencias de la vida
cotidiana, obtenidos directamente por los sentidos.
Los griegos consideraron dos dimensiones de la ciencia: una teórica y otra práctica, pero enfatizaron la primera de
ellas. Fueron los árabes quienes, apoyados en el conocer griego, se preocuparon por la «aplicación» de la ciencia en
su función práctica y en su carácter utilitario.
Con Bacon se inicia una tradición de acumulación de datos, de observaciones y de formulación de hipótesis; ya no
se razona discutiendo argumentos de autoridad, se está atento a la lectura de la realidad. Este proceso culmina a
fines del Renacimiento (siglo XVI) con Galileo y Newton y da lugar a la aparición de la ciencia en el sentido
moderno de la palabra, cuyas notas fundamentales son su carácter racional y empírico. Como criterio de validación
del conocimiento, los argumentos de autoridad ceden paso a la verificación empírica. La observación, la
recolección de datos, la experimentación, la confrontación de enunciados con la realidad a que hacen referencia,
constituyera algunos de los ingredientes esenciales de la ciencia experimental. Esto es la acumulación de un
proceso, como decíamos, pero es al mismo tiempo el punto de partida de la ciencia moderna a cuyo asombroso
desarrollo asistimos en nuestra época.
El Renacimiento y el Humanismo crean el clima adecuado para la irrupción y desarrollo de la ciencia, al superar las
tendencias a la especulación abstracta y al dogmatismo, propios del medioevo. Ya no se trata de hacer
especulaciones, sino de observar directamente los hechos. Las fuentes de la Ciencia, no vienen dadas por
argumentos de autoridad, sino por principios y leyes que se deducen de la realidad.
Tres inventos comienzan a influir para un cambio de vida y forma de civilización: la invención de la imprenta y la
posibilidad de publicar libros, lo que va a originar una creciente circulación de las ideas y una mayor comunicación
intelectual tanto en intensidad como en cantidad. Por otra parte, la invención de la pólvora, no sólo significa un
cambio en la importancia y significación de la caballería, sino también una nueva utilización de la fuerza de la
naturaleza que no es ni la energía hidráulica, ni la eólica que el hombre había utilizado hasta ese entonces. Y por
último el reloj, que llevará a un nuevo modo de organizar la vida, más allá del ritmo de la naturaleza, que implica
una nueva forma de regular las actividades.
Desde el siglo XVII en adelante, ciencia y técnica se van ligando en una reciprocidad de funciones cada vez más
estrecha: la ciencia va dejando de ser una actividad puramente intelectual en sí y por sí, un «conocer cosas», para ir
adquiriendo cada vez más una clara motivación orientada al «hacer cosas». Las técnicas, o sea, los instrumentos de
las actividades prácticas, comienzan a ser utilizadas para el adelanto de la ciencia. Galileo integra ciencia y técnica
utilizando el telescopio en las observaciones astronómicas, al mismo tiempo que confirmaba plenamente la teoría
copernicana mediante la verificación de los hechos.
Francis Bacon señalará la importancia de la estadística para el progreso de las ciencias y la necesidad de la
verificación empírica, rechazando todo aquello que no esté basado en la experiencia. El empirismo de Bacon
influirá decididamente en las nuevas formas de abordar la realidad: la observación y la experimentación
constituirán las principales fuentes de conocimiento, y todo aquello que no puede ser objeto de experimentación,
será considerado como prejuicio sin validez científica. Ya Brahe y Kepler habían adoptado esta nueva actitud
científica en la observación del firmamento. Servet y Harvey utilizan los métodos experimentales en la
investigación médica en los estudios de la circulación de la sangre. En física Galileo, Pascal y Torricelli avanzan en
la línea experimental, aunque Galileo, como antes Copérnico, fue acusado ante la Inquisición. En la obra de
Newton (Principal Mathematica Philosophiae Naturalis. 1686), se constituye la primera gran síntesis científica, que
representa la culminación de todo un período de tanteos y experimentaciones... La ciencia ya está consolidada.
De esta manera, se va franqueando otro umbral en la historia de la humanidad: en el siglo XVIII desde la filosofía
Kant prepara en espíritu el mundo de ciencia y de la tecnología, al poner el acento en la importancia de la razón
como fuente de conocimiento. El hombre fáustico que nace en el Renacimiento, está por alcanzar su pleno
desarrollo.
Definición de ciencia
En nuestros días se entiende por ciencia:
un conjunto de conocimientos racionales, ciertos o probables, que obtenidos de manera metódica y
verificados en su contrastación con la realidad se sistematizan orgánicamente haciendo referencia a
objetos de una misma naturaleza, cuyos contenidos son susceptibles de ser transmitidos.
Esta definición no pretende ser exhaustiva ni suficiente, pero a nuestro juicio contiene las notas esenciales de
cualquier ciencia.
* conocimiento racional: el tipo de conocimiento propio de la ciencia exige el uso de la razón y ello tiene
exigencias metódicas que comportan una serie de elementos básicos, tales como un sistema conceptual, hipótesis,
definiciones, etcétera. El conocimiento racional tiene un contenido significativo y se diferencia de las sensaciones e
imágenes que se reflejan en un estado de ánimo, como es el conocimiento poético, y de la aprehensión inmediata
sin que medien razonamientos, como en el caso del conocimiento intuitivo. Hay que evitar un prejuicio en el que se
incurre de manera harto frecuente cuando se estudian cuestiones vinculadas a la ciencia y al método científico:
reducir el conocimiento al conocimiento racional. Existen otras formas de conocimiento que también pueden ser
verdaderas, pero cuando se trata de la ciencia, el tipo de conocimiento propio es el conocimiento racional, en el que
se da «la sistematización coherente de enunciados fundados y contrastables»
* cierto o probable: buena parte de nuestros conocimientos científicos son sólo probabilidad. En consecuencia, no
es lícito adjudicar a la ciencia ni la certeza, ni la exactitud (aunque ello sea una meta). En la ciencia no hay certeza
absoluta sino sólo la probabilidad inductiva; se trata, además, de verdades parciales sujetas a corrección cuando
nuevos datos o experiencias demuestren la necesidad de rectificación. De ahí que los conocimientos científicos
siempre deben considerarse como provisionales. «No hay en la ciencia, como indica Castells, demostración de la
verdad de una proposición sino de su no falsedad» (7).
* obtenidos de manera metódica: los conocimientos de la ciencia no se adquieren al azar o en la vida cotidiana,
sino mediante reglas lógicas y procedimientos técnicos que se organizan según ciertas convenciones científicas.
* verificados en su confrontación con la realidad: la ciencia centra su interés en la materia; sólo se ocupa de los
fenómenos susceptibles de ser contrastados empíricamente, de ahí que las afirmaciones o enunciados que no
pueden ser sometidos a pruebas de verificación, confrontación o refutabilidad empírica, no entran en el ámbito de
la ciencia.
* sistematizados orgánicamente: no se trata de conocimientos dispersos e inconexos sino de un saber ordenado
lógicamente, constituyendo un sistema de generalizaciones y principios que relacionan los hechos entre si
deduciendo leyes y constantes. En la ciencia ningún conocimiento permanece aislado sino que se incorpora como
parte de un sistema. Si bien la ciencia es consecuencia de una continua acumulación de los resultados de
observaciones y experimentos, esta acumulación en sí misma tiene escaso valor. Lo esencial es la visión que
percibe relaciones entre los fenómenos.
* relativos a objetos de una misma naturaleza: o sea, objetos pertenecientes a un determinado aspecto de la
realidad que guardan entre sí ciertos caracteres de homogeneidad, acerca de los cuales afirman algo de sus
propiedades estructurales y relacionales. .
* susceptibles de ser transmitidos; los conocimientos o contenidos de una ciencia deben ser transmisibles a través
de un vocabulario que le es propio y que debe responder a todas las exigencias de la claridad y la precisión.
Algunas consideraciones acerca de los factores que explican el nacimiento y desarrollo de la ciencia
Hemos esbozado de una manera esquemática el desarrollo de la ciencia desde los primeros balbuceos bajo la forma
de respuestas míticas y mágicas a los porqués del hombre, hasta su luminosidad y grandiosidad actual. Intentamos
también una definición de ciencia. Pero no nos hemos formulado ninguna pregunta acerca de los factores que
explican el nacimiento y desarrollo de la ciencia. Sin embargo, una concepción correcta de la ciencia exige tener
clara esta cuestión: ¿se trata de un desenvolvimiento lineal y acumulativo de conocimientos producidos por el
deseo de satisfacer la curiosidad del hombre? o bien, ¿es una respuesta a necesidades concretas que el hombre
confronta a través de la historia?
Los supuestos epistemológicos enunciados en este capítulo nos ponen de manifiesto que la ciencia no es un hecho
puramente lógico o psicológico sino un hecho o producto social. Consecuentemente, los móviles y motivos que
impulsan el desarrollo de la ciencia no pueden ser la razón pensante, incluso en los temas más sofisticadamente
científicos. La ciencia emerge de un trasfondo sociocultural, mediatizada por la actividad humana que se enfrenta a
problemas. El hombre en su relación con la naturaleza necesita dominarla, o sea, «humanizarla». Para lograr ese
objetivo el conocimiento de la naturaleza es una necesidad. Esta necesidad es para el hombre un problema, y este
problema es una motivación a encontrar respuesta. Como afirma Popper, «la ciencia sólo comienza con
problemas», y... progresa «de problemas a problemas, a problemas de creciente profundidad» y no, como suele
afirmarse, como un progreso «de teoría en teoría y que consiste en una sucesión de sistemas deductivos cada vez
mayores» (9).
La causa o motivación fundamental de todo progreso humano es la necesidad; la necesidad bajo la forma de
problema se transforma en el motor del desarrollo científico y tecnológico. Ello no niega que la elaboración de
nuevos moldes teóricos y su aplicación a hechos ya conocidos signifique verdaderos saltos hacia adelante de la
ciencia. En efecto, muchas ciencias han trabajado sobre los mismos fundamentos durante siglos (la física clásica, la
matemática, la biología, etc.), hasta que los investigadores se han puesto a revisar críticamente estas cuestiones
básicas o de fundamento de sus respectivas ciencias, aguijoneados por problemas y estados críticos insolubles. La
corrección de esos fundamentos o moldes teóricos, su reemplazo por otros, ha traído como consecuencia gran
fecundidad a la investigación científica y. muchas veces, el cambio de paradigma (*) o de estructura formal de una
ciencia (la reforma einsteniana, la de Lobachevski. la de la lógica simbólica, etc.) han producido cambios
revolucionarios en la ciencia.
Dentro del desarrollo de cada ciencia es posible distinguir, como lo hace Th.. S. Kuhn, dos períodos: los que
corresponden a lo que él denomina «ciencia normal» y los que caen bajo el calificativo de «ciencia extraordinaria».
Durante los períodos normales «el avance de una ciencia se realiza dentro del marco de un paradigma; cuando se
deja el viejo paradigma o matriz disciplinaria para sustituirla por otro, estamos en los períodos de ciencia
extraordinaria. La transición de un paradigma en crisis a otro nuevo del que pueda surgir una nueva tradición de
ciencia normal, está lejos de ser un proceso de acumulación, al que se llegue por medio de una articulación o una
ampliación del antiguo paradigma» (9).
La tesis de Kuhn podría resumirse en lo siguiente: la ciencia avanza acumulativamente en períodos de ciencia
normal (que son los más amplios), pero cuando ese paradigma se vuelve insuficiente se producen rupturas. Son los
breves periodos de ciencia extraordinaria en los que se propone un paradigma de recambio. Estos momentos son
excepcionales y están muy lejos de caracterizar la historia de la ciencia en términos globales de tiempo. Esta tiene
un crecimiento periódico, asimétrico y discontinuo, no acumulativamente lineal.
Pero la necesidad de nuevos paradigmas o moldes teóricos, no significa que la motivación sea estrictamente
profesional o científica. La causa motriz principal que lleva o conduce a nuevos caminos a la ciencia, está dada en
los problemas que se confrontan y a los cuales es necesario encontrar respuesta. La ciencia no es una
sistematización de ideas puras nacidas y desarrolladas en el entendimiento humano; la ciencia se configura con las
respuestas que se van dando en el proceso humano de dominio de la naturaleza. Además, se produce dentro de
determinados marcos institucionales y técnicos, a cuyas presiones (sobre todo en el caso de las ciencias sociales) no
se puede escapar totalmente. En la ciencia se expresa también la primacía del ser sobre el pensar.
Digamos, para cerrar estas reflexiones, pero a la vez como punto de partida de capítulos posteriores, que en la
ciencia -cualquier ciencia- existe una secuencia propia del trabajo científico que los epistemólogos suelen expresar
del siguiente modo:
Paradigma, en sentido amplio significa modelo, ejemplo. Para Th. S. Kuhn, determina toda una ciencia en sus problemas, métodos y
conocimientos. De manera general podemos definirlo como "conjunto de postulados, métodos, creencias o dogmas que comparten los
investigadores de una determinada comunidad científica (Matalon).
BIBLIOGRAFIA CITADA:
1. Babini José El saber. Editorial Galantea, Nueva Visión, Buenos Aires, 1975
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