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DIDÁCTICA SOBRE LA
ESTRATEGIA DE LA
COMPETENCIA
Feb 6, 2016
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I NTRODUCCIÓN
En el título de este artículo se incluyen tres términos que, por sí mismos, mantienen
aún algunas diatribas inconclusas, ya sean de corte epistemológico, ya sean de
orden pedagógico sobre su mayor o menor oportunidad para el diseño de métodos
de aprendizaje. Por consiguiente, aunque el fin principal del ensayo sea explicar un
aporte acerca del empleo de los modelos de competencia profesional en la
Enseñanza, la necesidad de fijar una posición nítida para un tratamiento coherente
del tema, obliga a exponer, previamente, algunas notas sobre los tres conceptos de
referencia: constructivismo, didáctica y competencia.
CDC
Constructivismo, Didáctica y Compete
ncia
La tesis central del constructivismo, cual teoría epistemológica, sostiene que la
realidad únicamente puede ser conocida a través de las representaciones que de
ella se haga cada observador. La información y los datos que ofrecen las ciencias
suponen tan sólo aproximaciones a la verdadera realidad. Desde la perspectiva
psicológica (Carretero, 2009), aún cuando dentro del constructivismo subsistan
distintas tendencias, el axioma de partida considera al conocimiento como el
resultado de las representaciones que las personas nos hacemos mediante unos
ciertos esquemas construidos con antelación. Los mecanismos de aprendizaje son
un reflejo del valor de estos postulados, pues el desempeño competente de tareas
específicas resulta de la construcción idiosincrásica de diferentes comportamientos
adaptativos, aunque detrás de ellos sean igualmente constatables determinadas
consistencias conductuales, que se repiten en situaciones análogas.
Por último, a pesar de que el artículo tenga una finalidad preferentemente operativa
en orden a orientar la acción docente hacia el aprendizaje y desarrollo de
competencias, de forma paralela al tratamiento de cada tema se comentarán alguno
de los problemas, debilidades o interrogantes que se plantean ante este cambio de
paradigma.
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C OMPETENCIA Y DESEMPEÑO COMPETENTE
Consecuentemente, toda explicación del tema y sus relaciones afecta tanto a las
tareas de aprendizaje como a las de enseñanza.
Entre las variables del desempeño, sintetizadas por Viswesvaran (2001), que
pudieran guardar mayor relación con las conductas de tarea (Motowidlo, Borman y
Schmit (1997), podríamos citar la productividad y la calidad de los productos
terminados.
En varias ocasiones anteriores (Basoredo 2011 y 2013) este autor había adoptado
la definición de competencia que también en este artículo se recordaba,
previamente. Tal planteamiento, identifica la competencia con el desempeño
efectivo de tareas, o sea, un estilo de trabajo eficaz, conforme a los criterios y
especificaciones incluidas en una norma, donde se determinan las características
definitorias de la calidad y el valor de los productos o resultados del trabajo.
Por tanto, las normas de competencia permiten distinguir entre qué debe
considerarse como desempeño competente y qué no, y, en este apartado, se
explicarán, por un lado, las características de la competencia y, por otro, la
estructura y los principales elementos a incluir en una norma de competencia, dado
que conviene evitar la confusión entre los atributos del propio concepto, de los
objetos constitutivos de las normas que regulan el sistema en cada contexto
específico (Basoredo 2013).
En el artículo del 2013 se explican las competencias a partir de las teorías de los
estilos cognitivos, los estilos de aprendizaje o los estilos interactivos, en el sentido
de entenderlas como consistencias conductuales o acciones similares ante una
misma situación, en momentos distintos o, incluso, en entornos diferentes. O sea,
las competencias son respuestas a tareas específicas, que manteniendo las
operaciones particulares que sean necesarias para la ejecución de las referidas
tareas, reflejan modelos consistentes y estables de actuar, en los que cabe
reconocer la idiosincrasia de un mismo individuo. Dicho de otro modo, muchas
personas aportan soluciones competentes diferentes a un mismo problema y
sabemos que son competentes porque satisfacen los criterios de eficacia y
efectividad expresados en la norma.
Por último, cabe una sección de repositorio de todo tipo de recursos utilizados o
utilizables, como ejemplos, incidentes críticos, prototipos de problemas de
ejemplificación de cada norma concreta o ejercicios y pruebas de evaluación.
Dado que las competencias son respuestas adaptadas a un ámbito y unas tareas
específicas, la redacción y presentación de las normas de competencia pueden
adoptar formatos muy diferentes, siempre y cuando reflejen una estructura
claramente definida en los términos en los que se han explicado aquí los dos
constituyentes fundamentales de las mismas.
No obstante, esta tendencia a clasificar las competencias hay que considerarla con
gran cuidado, porque puede llegar a contravenir el propio concepto de competencia,
en tanto que estilos de desempeño de tareas concretas. De hecho, en el ámbito de
la organización del trabajo, Prahalad y Hamel (1990) describen con gran precisión
los tres atributos de lo que ellos entienden como las verdaderas competencias clave
(core competencies), que no son otras que aquellas que: a) suponen una ventaja
competitiva en distintos tipos de mercados, b) aportan una contribución significativa
a los beneficios percibidos por los clientes de los productos y c) implican una
dificultad para su imitación por parte de las organizaciones competidoras. Desde
esta perspectiva, el único tipo de competencias que da origen a un verdadero valor
añadido es el de las competencias específicas para el desempeño de las tareas,
pues el valor del resto de competencias generales difícilmente puede asociarse a
variables distintas de las conductas contextuales del desempeño (Motowidlo,
Borman y Schmit (1997).
Ejemplo de las competencias básicas son todas las vinculadas con los diversos
dominios de Lengua, Matemáticas, Ciencias Sociales, etc., que constituyen un
bagaje de carácter general para toda la población al final de la escolaridad
obligatoria. Las competencias clave para su desarrollo a lo largo de toda la vida, a
las que se refiere el proyecto DeSeCo del 2003, están agrupadas en torno a tres
ámbitos: actuar de manera autónoma, utilizar recursos de forma interactiva y actuar
dentro de grupos sociales heterogéneos. Las competencias transversales, tal y
como en un párrafo anterior se apuntaba, guardan una notable analogía con las
asociadas a cada uno de estos tres ámbitos. Por último, las competencias técnico-
profesionales tienen que ver con las habilidades especializadas que una persona
titulada en Formación Profesional, grado o postgrado universitario, superados,
incluso, los correspondientes periodos de prácticas, pueden ejercitar para
desempeñar las tareas propias de una ocupación, verbigracia, dar solución a una
avería en el motor de un vehículo, diagnosticar un problema médico, o supervisar la
contabilidad en una empresa.
Tal y como se ha podido constatar, cabe reconocer en los anteriores tipos la
existencia de una especie de vector entre dos polos extremos, un componente para
el abordaje de problemáticas globales de adaptación general y otro más restrictivo
sobre ámbitos de especialización en tareas particulares de un dominio de
conocimiento. En cualquier caso, el diseño de las normas de competencias exige la
especificación concreta de todos los elementos que las constituyen, tareas, criterios
de desempeño, recursos, etc., porque, independientemente del tipo de competencia
que se trate, no se puede olvidar que cualquier estilo de trabajo eficaz depende en
gran parte de su propio contexto de ejecución. O sea, quien responda del diseño o
programación de cualquier norma de competencia siempre ha de resolver qué
supone y exige este estilo de trabajo aquí y ahora, a corto o a medio plazo, como
mucho.
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C OMPETENCIA, CARGA COGNITIVA Y NIVEL DE EXPERTICIA
Habida cuenta que los conocimientos y las destrezas son unos de los determinantes
directos más destacados del desempeño de tareas y, por ende, de las
competencias, es preciso explicar, de algún modo, sus procesos de asimilación.
Con tal finalidad cabe recurrir a teorías como la del aprendizaje significativo
(Ausubel, 2002), la ACT para el aprendizaje de las destrezas (Anderson, 1982) ─a
las que el autor de este artículo ha recurrido ya en muchas otras ocasiones
anteriores─ o la Teoría de la Carga Cognitiva (CLT) (Van Merriënboer y Sweller,
2005; Van Merriënboer y Ayles, 2005). Esta última será objeto de referencia a
continuación, por su capacidad para entender los procesos de transformación de
una información ajena en un conocimiento significativo para las personas y
relacionado con las tareas que éstas han de realizar, o también los propios
mecanismos de asociación del conocimiento, previos a la construcción de las
destrezas, desde una perspectiva diferente y complementaria a la de Anderson.
Actualmente todas estas teorías parten del mismo modelo, el cual establece la
diferencia entre la memoria de trabajo y la memoria de almacenamiento a largo
plazo. El modelo atribuye a la memoria de trabajo una capacidad extremadamente
limitada para el procesamiento de información de forma simultánea, por lo que son
absolutamente necesarios determinados esquemas que permitan rescatar los
conocimientos más extensos recopilados en la memoria de reserva. Tales
limitaciones, lógicamente exigen una revisión y un nuevo planteamiento didáctico
de la enseñanza y el aprendizaje.
Por consiguiente, dado que los determinantes directos del desempeño competente
constituyen los contenidos principales de cualquier programa de aprendizaje, en su
papel de variables independientes del mismo, y conocidas las características y
relaciones de los distintos tipos de carga cognitiva, es absolutamente necesario
utilizar nuevas estrategias y herramientas para el diseño y desarrollo de los
programas de enseñanza que mejor se adapten tanto a los distintos grados de
experticia de los/as aprendices, como a la diversa complejidad de las tareas de
aprendizaje.
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D ISEÑO DE PROGRAMAS DE APRENDIZAJE CURRICULARES
El punto de partida del desempeño competente, como es sabido, son las tareas y
los criterios específicos para estimar el grado de efectividad o bondad de las
mismas, en cuyo caso, una vez establecidas estas premisas, el siguiente paso será
la descripción de, al menos, sus determinantes directos. Esta línea de trabajo es
similar a la seguida por Van Merriënboer y sus colaboradores (Van Merriënboer,
Clark y Croock, 2002; Van Merriënboer, Kirschner y Kester, 2003; Van Merriënboer
y Kirschner, 2007) para lo que estos autores consideran como aprendizaje complejo,
en coherencia con la Teoría de la Carga Cognitiva, anteriormente comentada.
Figura 3: Secuencia de programación docente y sus interacciones
Los 4 componentes del diseño de programas de enseñanza son (fig. 3): a) Perfilar
las tareas de aprendizaje del alumnado, b) acotar la información de apoyo
necesaria para realizar estas tareas, en términos de conocimiento
declarativo, c) delimitar la información procedimental relativa a ellas y d) decidir las
prácticas de aquellas partes de las tareas que deben de automatizarse para su
ejecución. A estos 4 pasos hay que añadir otros 6 pasos complementarios hasta
completar el proceso de diseño en una secuencia, que, aunque se presente en
formato lineal, adopta múltiples iteraciones y relaciones entre todos ellos.
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Elegir tareas de aprendizaje similares a cualquiera de las que se puedan realizar
en un contexto real, y no sólo las convencionales de los contextos de enseñanza.
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Ordenarlas por dificultad de menor a mayor, según su complejidad.
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Describir los criterios o indicadores del desempeño de cada una, derivando de
éstos los objetivos específicos de aprendizaje.
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Acotar el marco conceptual, delimitando toda la información de apoyo que sea
menester para la realización de cada tarea, en términos de conocimiento
declarativo, temas, apartados, epígrafes, etc.
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Proponer estrategias cognitivas apropiadas para organizar el mayor volumen y
grado de dificultad del conocimiento declarativo relativo a las tareas más complejas,
por medio de ejemplos, explicación detallada de los procesos, etc.
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Proporcionar modelos mentales para facilitar la compilación del conocimiento y la
ordenación de los contenidos mediante esquemas cognitivos y heurísticos útiles
para la solución de los problemas que se originen en la realización de las tareas
más complejas.
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Disponer la información propia de los procedimientos de automatización de las
tareas recurrentes.
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Facilitar, además, las reglas cognitivas para la ejecución de estas tareas.
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Indicar todos los prerrequisitos de conocimiento y destreza requeridos con
antelación para el desempeño exitoso de las tareas.
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En las tareas más complejas, finalmente, determinar la ejercitación o prácticas de
aquellas operaciones parciales de las mismas que necesiten un buen grado de
automatización, con anterioridad a su realización completa.
Por último, quizás la debilidad más notable de este modelo de programación sea la
falta de una referencia explícita al sistema de evaluación, en sus tres componentes
principales, la evaluación inicial, la evaluación durante el proceso de aprendizaje y
la evaluación final. No obstante, el diseño de los procedimientos y herramientas que
corresponden a cualquiera de estas tres fases no podrá completarse hasta no tener
un conocimiento exhaustivo de las características individuales del alumnado.
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O RGANIZACIÓN Y SEGUIMIENTO DE LA SESIONES DE
APRENDIZAJE
Dicha primera tarea tiene por finalidad el análisis del contexto, el diagnóstico de las
necesidades de los/as aprendices y la determinación de sus perfiles individuales,
en relación con los objetivos de cada programa específico de aprendizaje. Es obvio
que esta tarea es determinante para una programación específica, que supera con
creces cualquier producto estandarizado. A efectos organizativos esta tarea es
objeto del trabajo de lo que se considera como las sesiones iniciales.
En esta sección, por tanto, se tratará de los diversos tipos de sesiones, con sus
correspondientes actividades docentes, las estrategias de enseñanza y aprendizaje
y, asimismo, se hará un propuesta de rutina para el trabajo del alumnado.
Los otros dos tipos de sesiones son las de continuidad y las de evaluación. En las
sesiones de continuidad la mayor parte del tiempo se dedica al desempeño de las
tareas del programa por parte del alumnado, bajo la guía y participación del personal
docente, adoptando éste una actitud respetuosa con el trabajo de los/as aprendices,
mediante intervenciones particulares y procurando interrumpir mínimamente las
labores de la colectividad. Estas sesiones, en el formato de clases presenciales,
ocuparán, al menos, un 60% del tiempo global de duración del programa, pudiendo
organizarlas por medio de sesiones completas o periodos de duración variable,
combinados con otros correspondientes a las sesiones iniciales o a las de
evaluación.
Finalmente, habrá sesiones de evaluación en las que el personal docente debe dar
prioridad a la recogida de información para constatar el grado progresivo de
competencia que vayan logrando los/as aprendices. La evaluación, como en una
sección posterior se explicará, es un proceso sistemático necesario en cualquier
programa de enseñanza y aprendizaje, que puede llevarse a cabo por medio de
acciones conscientes para el alumnado o mediante tácticas de observación no
participante, en sesiones, aparentemente, de continuidad.
En cualquier caso, debemos evitar que esta impresión derive en una posición de
escepticismo y de repliegue hacia una práctica más convencional, que no es otra
que la didáctica discursiva y el seguimiento estereotipado de un único texto, paso a
paso, requiriendo del alumnado un aprendizaje de meros conocimientos faltos de
contexto. Al menos, lo que sí parece claro es que esta no es la vía para una
enseñanza basada en competencias, y, por tanto, urge que este proceder sea
abandonado de inmediato. Ya hace muchos años que Freinet (1996) advertía que,
para enseñar, el método adecuado no son las explicaciones magistrales ni las
demostraciones apriorísticas, aunque ésta haya sido nuestra experiencia pasada; y
en la actualidad, la simple utilización de alguna de las posibilidades que ofrecen las
tecnologías de la información y la comunicación al quehacer didáctico confirman,
una vez más, esta tesis.
Una solución es tomar partido por algún otro método alternativo, que sea riguroso,
de modo que, dentro del contexto del paradigma de las competencias, podría ser
optar por la enseñanza basada en la solución de problemas (Pozo, Puy, Domínguez,
Gómez y Postigo, 1994; Ribas, 2004), la enseñanza mediante proyectos
(Maldonado, 2008) o, incluso, un método mucho más antiguo como el de Decroly
(Titone, 1979) a partir de centros de interés, estableciendo, en la actualidad para
cada sistema de enseñanza y nivel cuáles debieran ser estos centros.
Ahora bien, para una elección que consista en la reorientación paulatina de una
práctica convencional discursiva, de clases magistrales, hasta conseguir implantar
la metodología explicada en este artículo, de modo progresivo, se resume, a
continuación, una rutina del trabajo del alumnado, derivada de los métodos
naturales de Freinet (1972, 1996), que ya se ha divulgado recientemente en este
mismo medio de difusión.
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E VALUACIÓN Y RECONOCIMIENTO DEL NIVEL DE
COMPETENCIA
Por ello, aunque este artículo no pretende ser, ni sustituir, ningún tratado de
evaluación educativa, a continuación, se dará explicación de ciertos elementos
fundamentales para entender el proceso evaluador, desde la perspectiva del
paradigma de las competencias.
Por tanto, en esta sección se da paso a comentar sobre los criterios de evaluación
y sus tipos, a describir los distintos niveles o grados de competencia, en coherencia
con las investigaciones realizadas sobre el desarrollo del conocimiento experto, y a
explicar el papel de las rúbricas, como dispositivos válidos tanto para la evaluación,
como para el reconocimiento y la comunicación de los resultados.
Cualquier criterio de evaluación del desempeño de tarea cabe ser descrito mediante
enunciados, que admiten un grado de especificidad diverso, desde la máxima
generalidad a la mayor concreción que sea posible. Gorriti y López Basterra (2010)
distinguen entre leyes, estándares e indicadores. Un criterio de desempeño,
formulado mediante una ley, permite reconocer si una tarea está mal o bien
realizada, mediante un único enunciado, sin ninguna otra precisión. Por su parte,
los estándares concretan mucho más el enunciado de la ley, aludiendo a la
comparación entre la ejecución de las operaciones de la tarea y las condiciones
establecidas para una buena realización de la misma. En tercer lugar los indicadores
son señales del cumplimiento de la ley y de los estándares correspondientes, así
como puntualizaciones detalladas sobre las consecuencias positivas o negativas
del desempeño de cada tarea.
De todos modos, la línea argumental más consistente para fundamentar los distintos
grados de competencia, y, por analogía, del aprendizaje, es la que se deriva de las
investigaciones del desarrollo del conocimiento experto. Concretamente, Dreyfus y
Dreyfus (1986) señalan 5 niveles, entre los que cabe reconocer los dos ya referidos,
además de uno preliminar, al que sigue el inicial avanzado, el de tipo medio, el
avanzado y el nivel de excelencia o experto.
Aprendizaje en desarrollo:
Las personas expertas, cuyos productos son de máxima calidad, tienen una visión
global, con gran capacidad para reconocer las regularidades. Trabajan con mucha
rapidez y exactitud, porque tienen menor necesidad de tomar decisiones sobre
distintas estrategias, puesto que sus comportamientos están ya muy automatizados.
Además, las personas expertas centran su atención en los atributos complejos de
las tareas. Por todo esto, este es el grado más adecuado para realizar la supervisión
del desempeño de otros.
Debe de entenderse que cualquiera de estos 4 niveles puede ser evaluado según
el tipo de desempeño máximo, o bien conforme al desempeño habitual o típico, que,
realmente, es el que indica el alcance de la competencia, cual estilo de trabajo
eficaz, totalmente habituado y, por ello, mantenido en el tiempo.
Se han considerado dos razones para no utilizar el nivel inicial de la rúbrica ni sus
calificaciones correspondientes: por un lado, se trataría de evitar el sesgo de la
tendencia central y, por otro, porque, en realidad, el grado preliminar del aprendizaje
depende mucho de los prerrequisitos y de conocimientos previos de carácter
general, de modo que la información respectiva a este nivel no da muestra de ningún
logro específico del programa, quedando restringida a la evaluación diagnóstica.
Guía
Facilitación
Inspiración
Estimulación y persuasión para que los individuos desarrollen su potencial.
Goodman y Wood (2004) han demostrado una vez más la relación existente entre
el feedback positivo y el aprendizaje, y añaden que, en el caso de un buen nivel del
desempeño, cuando los contenidos de la retroalimentación, relacionados con las
tareas, son más específicos, mejoran las oportunidades de aprendizaje, mientras
que en situaciones de un desempeño deficiente, la mejoría de las oportunidades
para aprender es mucho más probable, si el feedback es menos específico. Es
necesario tener en cuenta esta apreciación sobre el impacto diferencial del feedback
positivo en el desempeño, para adaptar el procedimiento de reconocimiento de la
competencia a cada aprendiz, en función de los resultados de su aprendizaje.
Por el contrario, el feedback negativo, procurado por distintos medios, como, por
ejemplo, la crítica destructiva, genera en la persona receptora reacciones
emocionales del tipo de ira, ansiedad o tensión, que provocan comportamientos de
evitación, los cuales imposibilitan la mejora del desempeño (Moss y Sánchez, 2004).
De las tácticas que estos autores proponen para las satisfacer las carencias del
feedback, se pueden recoger las siguientes para reconocer la competencia
de manera efectiva:
Por último, a efectos operativos, las técnicas de moldeamiento de las conductas del
desempeño (Martin y Pear, 1999) son de gran utilidad para brindar un modelo de
reconocimiento de la competencia eficaz.
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C ONCLUSIONES
Por último, si bien no se ha hecho especial referencia sobre unos modelos concretos
de la práctica docente, los resultados tan exitosos de experiencias del aprendizaje
basado en problemas, el aprendizaje por proyectos, la organización a partir de
centros de interés, las prácticas de coaching o similares, avalan la validez de este
paradigma de enseñanza, por encima de cualquier resistencia al cambio, actitud de
escepticismo o sentimiento de pérdida del estado de confort, que pudieran dejar
entrever algunos/as profesionales docentes.
Referencias bibliográficas