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EL EFECTO
BLACK MIRROR

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EL EFECTO
BLACK MIRROR

Ensayos sobre filosofía,


tecnología y cultura

Héctor A. Feruglio Ortiz


Naím Garnica
Carlos F. Álvarez González
(compiladores)

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El efecto Black Mirror: ensayos sobre filosofía, tecnología y cul-
tura / Héctor Ariel Feruglio Ortiz… [et al.]; compilado por Héc-
tor Ariel Feruglio Ortiz; Naím Garnica; Carlos Fernando Álvarez
Gonzales.- 1a ed compendiada. – Valle Viejo: Franco Guillermo
Dre, 2019.
Libro digital
ISBN 978-987-86-0467-1
1. Filosofía de la Información. 2. Filosofía de la Ciencia. 3. Estética.
I. Feruglio Ortiz, Héctor Ariel, comp. II. Garnica, Naím, comp. III.
Álvarez Gonzales, Carlos Fernando, comp.
CDD 199
ISBN: 9789878604671
Las opiniones y los contenidos incluidos en esta publicación son
responsabilidad exclusiva del/los autor/es.
El efecto Black Mirror
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ExLibrisTeseoPress 14503. Sólo para uso personal


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Índice

Introducción .....................................................................................9
1. Moneda sintiente. La economía de las sensaciones en
el entramado tecnocultural contemporáneo ........................ 13
Héctor Ariel Feruglio Ortiz
2. Black Mirror. Una dialéctica de la técnica. Pesimismo
cultural y tecnologización social.............................................. 31
Naím Garnica y Franco Dre
3. Lo trágico en el relato ficcional de Black Mirror ........... 45
Carlos Fernando Álvarez González, Luis
Alejandro Iles Muñoz, Jeffry Samir Rivera
Rincón, César Mauricio Bermúdez Durán y
Eduardo Mónoga
4. Cerebro transparente y memoria objetiva........................ 77
Marcelo Pérez Mediavilla y Ana Laura Rivero
5. “El momento de Waldo” y la filosofía política ................. 93
Adriana Constanza Vera Díaz
6. La ficción prospectiva y la prisión autorreferente. Un
análisis filosófico de “15 millones de méritos”................... 105
Cristina Alvarado Díaz
7. Entre una visión ética y una ontológica. Dos
interrogaciones sobre la tecnología ...................................... 121
Manuel Fontenla
8. Comunicación popular y práctica política. Algunas
aproximaciones hermenéuticas a “Himno nacional”
(“National Anthem”) de Black Mirror .................................. 131
Juan Diego Hernández Albarracín
9. La justificación nietzscheana de la contemplación de
un acto zoofílico ......................................................................... 169
Carlos Arturo Plazas

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8 • Índice

10. Black Mirror y la hipótesis cibernética en Tiqqun .... 181


David Nicolás Morales
11. “Toda tu historia”. ¿Podemos aún hablar de memoria
individual en la era de la hiperconectividad? ..................... 191
Elizabeth Reyes Garzón

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Introducción

El Efecto Black Mirror es un libro que surge de una doble


inquietud compartida por un grupo de investigadores con
cierta afición por esa famosa serie de televisión1. La pri-
mera está vinculada a un interés académico en la reflexión
filosófica sobre los efectos de la tecnología en la experiencia
humana. La segunda responde a la necesidad de producir
un campo de conocimiento que articule debates referidos a
la filosofía, la tecnología y la cultura. Esta doble inquietud
emerge en un contexto donde la tecnología se ha transfor-
mado en parte de nuestras vidas, dando lugar al surgimiento
de una pluralidad de reflexiones filosóficas a favor y en
contra de esta; algunas con un énfasis en el conflicto, otras
con cierta moderación en la búsqueda de un consenso.
En este sentido, nuestro interés radica en aportar una
mirada crítica sobre los debates filosóficos que giran en
torno a nuestra experiencia con la tecnología. La serie Black
Mirror nos presenta un escenario distópico donde mirar
nuestra relación con la tecnología con cierta incomodidad.
Nos moviliza a confrontarnos con un excedente episté-
mico, ese aspecto incomprensible de un futuro indeseable
que sentimos próximo, pero que nos cuesta identificar. Esa
especie de extrañamiento fue el punto de partida para refle-
xionar sobre las matrices conceptuales que articulan algu-
nos fenómenos, como la cultura mediático-meritócrata, la
digitalización de la memoria, la cuantificación de la vida, la
invasión de la privacidad, la alienación tecnológica. De igual

1 Black Mirror es una serie de televisión creada por Charlie Brooker alojada
actualmente en la plataforma Netflix. La plataforma la presenta como una
“Antología de ficción dominada por el extrañamiento y la inminencia del
futuro, donde la tecnología más avanzada choca con los instintos más oscu-
ros”. https://bit.ly/2G2KYpC.

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10 • El efecto Black Mirror

modo, constituyó un punto de contacto experiencial que


nos permitió explorar esa suerte de desacople epistémico,
de vacancia conceptual, que surge cuando intentamos expli-
car un futuro donde la tecnología articula nuestra vida.
El objetivo de este libro es ofrecer al lector diversos
caminos de reflexión sobre cómo la tecnología afecta nues-
tras vidas, qué nos pasa cuando pensamos en ello, y con qué
herramientas conceptuales contamos para hacerlo.
El texto de Héctor Ariel Feruglio Ortiz abordará el epi-
sodio “Nosedive”, en el cual se recrea una sociedad estruc-
turada a partir de un valor numérico asignado a las per-
sonas, producto de sus interacciones sociales. Su objetivo
es analizar una economía de las sensaciones basada en el
intercambio de vida afectiva en las redes sociales.
Naím Garnica y Franco Dre analizan los episodios
“Nosedive” y “Shut Up and Dance” con el fin de desarrollar
dos grandes tematizaciones acerca de las consecuencias que
la intervención técnica ha generado. Por un lado, aquellos
pensadores que identifican con pesimismo el avance téc-
nico y, por otro lado, aquellos que han reconocido en su
potencial el triunfo en la pelea con la naturaleza.
El grupo de investigación de Carlos Álvarez González
revisa el episodio especial “White Christmas” partiendo de
la obra de Carl Mitcham Thinking through Technology, que
propone tres actitudes o formas de ser -con la tecnología.
En ellas se develan los metadiscursos que el ser humano ha
construido alrededor de los desarrollos tecnocientíficos: el
escéptico, el optimista y el romántico.
Los episodios “The Entire History of You” y “Croco-
dile” serán analizados por Marcelo Pérez Mediavilla y Ana
Laura Rivero, cuyo planteo argumenta que en un determi-
nado momento histórico existió, en el imaginario científico,
la idea de que el cerebro podía retener la información como
si fuera una máquina fotográfica con una memoria infali-
ble (mitos de la neurociencia). Sin embargo, investigaciones

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El efecto Black Mirror • 11

posteriores demostraron lo contrario. Ante los errores de la


memoria, la tecnología ofrecerá un soporte sofisticado para
cumplir el sueño de transformar nuestro cerebro.
Adriana Constanza Vera Díaz parte del episodio “The
Waldo Moment” para proponer una mirada de la filosofía
política y, de esta manera, rastrear el efecto de las tecnolo-
gías en las transformaciones de la experiencia humana.
Por su parte, Cristina Alvarado Díaz analiza el episodio
“Fifteen Million Merits” con el fin de abordar el nihilis-
mo existencial de la alienación tecnológica y de la cultura
mediático-meritócrata.
En el texto “Entre una visión ética y una ontológica.
Dos interrogaciones sobre la tecnología”, Manuel Fontenla
nos invita a relacionar y poner en diálogo la reflexión ética
que se ocupa del uso adictivo y la tecnodependencia, con la
reflexión ontológica que se pregunta por el tipo de humani-
dad que se está constituyendo en relación con la tecnología.
Para ello, nos propone un diálogo entre la serie Black Mirror
y el documental de Warner Herzog Lo and Behold: Reveries
of the Connected World.
Juan Diego Hernández Albarracín y Carlos Arturo Pla-
zas tomarán el episodio “The National Anthem”. El trabajo
del primer autor pretende abordar la relación entre el capi-
talismo, la política y la posición del sujeto social contempo-
ráneo. Por su parte, el trabajo de Plazas analiza la justifica-
ción estética del placer experimentado en la contemplación
de un acto horroroso.
Luego, David Nicolás Morales trabajará el capítulo
“Shut Up and Dance” con el fin de abordar el dominio de la
privacidad y el problema del ciberespionaje, tomando como
referencia “La hipótesis cibernética” de Tiqqun.
Por último, el ensayo de Elizabeth Reyes Garzón usa
como pretexto el episodio “The Entire History of You” para
examinar de qué manera la concepción de memoria sufre
o puede sufrir evoluciones significativas frente al uso de
las nuevas tecnologías.

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12 • El efecto Black Mirror

Dado que las transformaciones tecnoculturales están


en proceso, sería arriesgada la elaboración de interpreta-
ciones definitivas. Por ello, hemos abandonado toda pre-
tensión de sistematización y nos orientamos a cartogra-
fiar, dentro de la serie Black Mirror, fenómenos que pueden
resultar un tópico interesante para una reflexión filosófica
que nos permita comprender nuestro presente histórico.

Agradecimientos

Los ensayos aquí presentados son el resultado del proyecto de


investigación “El efecto Black Mirror. La distopía tecnológica
en el relato ficcional como espacio de reflexión filosófica sobre
el entramado cultural contemporáneo”. Este proyecto fue cofi-
nanciado por la Universidad Nacional de Catamarca, Argenti-
na, y por la Universidad de Pamplona, Colombia. Quiero expli-
citar nuestro profundo agradecimiento a las autoridades de
ambas instituciones, que nos han brindado su apoyo, apostando
al trabajo colectivo entre dos países hermanos. También quiero
agradecer a los integrantes del proyecto, quienes han realiza-
do un esfuerzo económico enorme para destinar por completo
el financiamiento a la publicación. A Carlos Fernando Álvarez
González, con quien comenzamos a imaginar estos ensayos en
nuestros encuentros filosóficos de la cafetería Titanic en la ciu-
dad de Oviedo. A Naím Garnica, con quien le dimos forma al
proyecto y que, a pesar de su juventud, es un motor intelectual
inagotable para la filosofía en Catamarca. Y a mi maestro y ami-
go Horacio Tarragona, quien me preparó para estos tiempos
oscuros donde el catecismo intelectual se vende al mejor postor,
enseñándome a cultivar una escritura amarrada por el afecto y
no por el cobre o la conveniencia.

Héctor Ariel Feruglio Ortiz,


marzo de 2019

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1

Moneda sintiente

La economía de las sensaciones en el entramado


tecnocultural contemporáneo

HÉCTOR ARIEL FERUGLIO ORTIZ1

Consideraciones iniciales

Hace un par de años publicaba un artículo sobre la admi-


nistración del sentir en las redes sociales para una revis-
ta de filosofía tomando como referencia el capítulo “Caí-
da en picado” de la serie Black Mirror. “Caída en picado”
(“Nosedive”) es el primer capítulo de la tercera tempora-
da de Black Mirror, con guion de Charlie Brooker, Rashida
Jones y Mike Schur y dirección de Joe Wright, y emitido
el 21 de octubre del 2016. Por aquel tiempo, mi preocu-
pación giraba en torno a las formas de explotación de la
vida afectiva por parte del capitalismo visual, mediante una
administración de la multiplicación técnica de la imagen
cosificada en las redes sociales. En ese momento pretendía
dar cuenta de una nueva forma de articulación del poder
basado en la cuantificación del sentir como una unidad de
vigilancia y de control de las sensaciones, que denominé

1 Doctor en Ciencias Humanas. Profesor adjunto de la cátedra de Filosofía de


la comunicación, Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades,
UNCA.

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14 • El efecto Black Mirror

“poder sensóptico”. Pasados dos años de ese artículo, este


trabajo pretende volver sobre el análisis de ese capítulo de
la serie, atravesado por otras lecturas e interlocuciones que
me han permitido fortalecer algunas ideas y desechar otras.
El planteo de “Caída en picado” nos otorgará la posibilidad
de delimitar un espacio de efectuación del poder sensópti-
co en la lógica algorítmica que articula la economía de las
sensaciones en las redes sociales. Una economía basada en
el intercambio de vida afectiva con el fin de obtener valora-
ciones positivas que le otorguen a los usuarios una posición
de privilegio en la mirada pública. A valoraciones positivas
representadas como unidades mínimas de expresión como
“Me gusta”, la denominamos “moneda sintiente”. Una suerte
de micro-divisa universal que se obtiene como resultado de
la producción, el consumo y la valoración de vida afectiva
en las redes sociales de Internet.

El comercio de las sensaciones

Podríamos afirmar que las unidades mínimas de expresión


como el “Me gusta” usadas en las redes sociales podrían
considerarse un fenómeno de efectuación del ejercicio del
poder sensóptico. Las redes sociales brindan a los usuarios
un espacio de interacción donde compartir se ha converti-
do en un comercio de vida afectiva, y donde reaccionar es
una forma de valoración (calificación) administrada por la
inteligencia sensible de la técnica. “Caída en picado” recrea,
en un futuro no lejano, una sociedad estructurada a partir
de la administración de las calificaciones que los usuarios
realizan en sus interacciones cotidianas mediante el uso de
dispositivos técnicos. “En ‘Caída en picado’, cada encuentro
entre las personas exige una calificación, un puntaje. Todos
tienen una lentilla led en los ojos que muestra en un visor
el puntaje de cada individuo con el que interactúan” (Ierar-
do, 2018: 123). El capítulo de Black Mirror nos muestra el

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El efecto Black Mirror • 15

escenario distópico de una sociedad derivada de estas prác-


ticas, donde no solo calificamos mediante un “Me gusta” en
las redes sociales, sino reducimos la vida a un puntaje.

Antes la gente calificaba publicaciones de otros en el ámbito


común de las redes sociales mediante los “Me gusta”. La cali-
ficación se realizaba entre los sujetos en el espacio digital de
la web. En el futuro que se acerca, las calificaciones no se
limitarán a los posteos, sino a las acciones del otro en la vida
diaria (Ierardo, 2018: 123).

Vivimos en el marco de una economía de la vida afecti-


va que implica formas de control horizontal senso-reactivas
entre los usuarios y mecanismos de administración corpo-
rativa de la información tendientes a la obtención de bene-
ficios económicos, sociales y políticos. Nuestras actividades
cotidianas en las redes sociales, como producir (compar-
tir), consumir (seguir) y valorar (reaccionar) vida afectiva,
alimentan el poder de los regímenes psico-económicos del
capitalismo audiovisual.

Antes, en el capitalismo más básico, se era por los objetos o


riqueza que se acumulaba; se era por una medida o cantidad
de patrimonio. Ahora se debe capitalizar también un punta-
je favorable relacionado con la propia imagen en los otros
(Ierardo, 2018: 123).

Esa experiencia de contacto ampliado por experiencia


de conectividad que se manifiesta en las relaciones de inter-
cambio de la vida afectiva en las redes sociales se transfor-
ma en un espacio de lucha por el control de la información
cuantificada emergente de la valoración de los usuarios. El
control de esta información cuantificada como puntaje o
tendencia estadística permitirá a los administradores de las
redes sociales anticiparse, gestionar y administrar electró-
nicamente la vida.

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Internet es por definición una máquina de vigilancia, divide


el flujo de la información en operaciones pequeñas, rastrea-
bles y reversibles y así ubica a cada usuario bajo vigilancia real
o posible. Internet crea un campo de visibilidad, accesibilidad
y transparencia total (Groys, 2014: 135).

Pero ¿qué implica la lucha por el control de la infor-


mación con el fin de lograr una mayor capacidad de anti-
cipación, gestión y administración electrónica de la vida?
Implica ingresar en una economía de las sensaciones donde
la producción, recepción y comercio de las imágenes de la
vida afectiva son capaces de otorgar, a un usuario, un grupo
o una comunidad, un lugar favorable o desfavorable ante
la mirada social. A esa capacidad de gobernar el modo de
expresión de los seres y las cosas como imagen median-
te la administración de la información emergente de los
procedimientos técnicos de control, vigilancia y valoración
que los usuarios realizan entre sí, la denominamos “poder
sensóptico”. Una capacidad que no es nueva, pero que en la
actualidad se ha ampliado en forma exponencial debido al
desarrollo de la inteligencia sensible de la técnica y al avan-
ce del capitalismo audiovisual. Un régimen económico que
se estructura sobre la base de la producción de imágenes
de la vida afectiva como mercancía para el consumo, en el
marco de la cultura de la conectividad.
“Solo serás un puntaje…” es el título que Esteban lerar-
do utiliza en su libro Sociedad pantalla, Black Mirror y la
tecnodependencia para iniciar su análisis sobre el capítulo
“Caída en picado” ( Ierardo, 2018: 123). La descripción es
muy elocuente y refiere al planteo que el capítulo hace
sobre la posibilidad de reducir la vida a cuantificaciones,
porcentajes y valores como cantidad. El puntaje se transfor-
ma en una forma de control social recíproco y horizontal
entre los usuarios que califican unos a otros sus interac-
ciones cotidianas.

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El efecto Black Mirror • 17

El poder se horizontaliza, porque todos pueden y deben cali-


ficarse entre sí. Existe un temor al poder que el otro tiene
sobre uno a través de la puntuación. Por lo que cada uno
hará lo debido, repetirá las buenas costumbres: mostrarse
civilizado y respetuoso, atento, aunque íntimamente sienta lo
contrario (Ierardo, 2018: 24).

Controlar la imagen que se vuelve pública se convierte


en una lucha por obtener el reconocimiento social, en un
contexto marcado por la hipocresía y la apariencia, donde
se busca una calificación positiva con el fin de obtener los
privilegios que otorga tener un alto puntaje. Lacie, el perso-
naje principal del episodio, experimenta la tensión entre la
búsqueda del reconocimiento mediante la construcción de
una imagen agradable, y el repudio a la falsedad que implica
el control permanente de su imagen para lograr agradar.
“Caída en picado” nos enfrenta con fenómenos posibles
como la cuantificación de la vida, la horizontalización del
poder, la dominación recíproca de unos sobre otros, la esce-
nificación de la vida pública, y el paso de la inautenticidad a
la autenticidad como rebelión social (Ierardo, 2018: 125). Es
interesante tomar estos ejes de reflexión para desprender
nuestra hipótesis sobre la economía de la vida afectiva.

El valor de la vida afectiva

Para Esteban Ierardo, el planteo del capítulo “Caída en


picado” de Black Mirror nos sitúa en primera instancia en
una cuantificación de la vida mediante un puntaje. Esto,
que podemos visualizar actualmente en diversas aplicacio-
nes donde valoramos cuantitativamente servicios, personas
y productos, tiene como consecuencia una forma de aliena-
ción. “Reducir a las personas a una cantidad de estrellas, a
un puntaje determinado y cambiante, pero constante, supo-
ne que lo humano se aliena, o se hace algo extraño ajeno
a sí mismo” (Ierardo, 2018: 125). Pero ¿cómo es posible

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cuantificar la vida?, o, en todo caso, ¿qué es lo que se cuan-


tifica? La respuesta a esto podría ser la siguiente: se cuan-
tifica el valor de la vida afectiva de los usuarios. Este valor
se obtiene a partir de las calificaciones que otros usuarios
realizan mediante el uso de unidades mínimas de expre-
sión en aplicaciones técnicas capaces de procesar, adminis-
trar y socializar la información en las redes sociales. Según
Serrano Marín, las plataformas digitales como Facebook se
han convertido en “máquina de los afectos”, con dos carac-
terísticas o rasgos que la diferencian de otros medios de
comunicación masiva. La primera refiere a un usuario acti-
vo, no un mero receptor, que produce e interactúa con otros
usuarios. El segundo rasgo que distingue a Facebook de
otras redes sociales es la “integridad afectiva del dispositivo
en forma de álbum” (Serrano Marín, 2016: 16). Se articulan
dos dimensiones, una forma de producción horizontal en
red y una producción de la intimidad desde la intimidad.
Nos encontramos con un nuevo formato de produc-
ción que excede a la posibilidad de ser analizado bajo las
categorías clásicas de los procesos económicos. Los produc-
tores de vida afectiva no son asalariados, no operan bajo
el viejo modelo industrial, sino que son receptores de un
servicio gratuito, al menos en apariencia.

El motor de riqueza que genera es esa información producida


y el precio es esa cesión. Los usuarios pagan el servicio en
su condición de productores de información, pero son pro-
ductores, en el sentido de trabajadores que pagan por produ-
cir, que pagan en términos de información (Serrano Marín,
2016: 20).

Lo novedoso de Facebook desde esta perspectiva sería su


capacidad de integrar de forma inédita la máquina en la vida
afectiva, lo cual genera lo que Serrano Marín describe como
una máquina capitalista donde la mercancía es la afectividad
misma. Estas relaciones de intercambio se estructuran en una
economía de la vida afectiva, un sistema basado en el comer-
cio de vida sensible producida y compartida con el objetivo de

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obtener valoraciones positivas. Estas valoraciones se manifies-


tan como unidades mínimas de expresión que progresivamente
se han convertido, como afirma Rudder, en una micro-divisa
universal.

Facebook aportó cierto grado de edición a una red social que


ya era sólida y, para bien de los creadores de contenido, faci-
litó que cualquiera pudiese añadir ese iconito del pulgar para
aprobar su trabajo. Crearon una nueva micro-divisa univer-
sal: a lo mejor no te pago por tu texto, tu música o lo que sea,
pero te doy un estímulo en forma de aprobación y difundo lo
has creado entre mis amigos (Rudder, 2016: 233).

La expresión “Me gusta” popularizada por la plataforma


Facebook, una mano con un dedo pulgar hacia arriba, emula
una forma de aprobación frente a un acontecimiento represen-
tado mediante una foto, un mensaje, un comentario. Si bien el
“Me gusta” se aplica en Facebook para cualquier tipo de expre-
sión, aun la más trivial siempre conlleva, según Serrano Marín,
una suerte de escrutinio moral.

La mayoría de los usuarios esperan esa aprobación y viven


más o menos pendientes de ella. No es que se les vaya la
vida en ello de la forma en que ocurría en el circo romano,
pero sí les va un cierto bienestar, una considerable reafir-
mación de sí mismos y de su identidad en la red (Serrano
Marín, 2016: 61).

De este modo, estas unidades mínimas de expresión son


más que un mero signo de comunicación, encierran un juicio
moral que tiene consecuencia sobre los otros. La aprobación
tiene que ver con un estado de bienestar básico que estimula
o desanima nuestras capacidades de acción, fortalece o debili-
ta nuestra sensación de pertenencia a un grupo o comunidad,
incrementa o disminuye el valor de nuestra imagen pública2.

2 Plataformas como Facebook ofrecen en su interfaz unidades mínimas de expre-


sión que se caracterizan por representar una valoración positiva, o, en todo caso,
reforzarel“Megusta”conalgunavariantedeeste,como“Measombra”,“Meencan-

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20 • El efecto Black Mirror

Desde este punto de vista, el botón del “Me gusta” tiene una con-
dición moral profunda vinculada a la aprobación sobre cosas
aparentemente intrascendentes.

No hay un solo fin que determine las acciones, sino que hay
tantos fines como deseos posea el individuo. Los fines en ese
sentido tienen que ver con lo que uno aprueba, y lo que uno
aprueba es el elemento constitutivo esencial que deben regir
las acciones del mundo moral (Serrano Marín, 2016: 64-65).

En el marco de una economía de la vida afectiva, las


redes sociales constituyen verdaderas fábricas de producir
(compartir) vida afectiva. Son sitios de interacción que, en
algunas plataformas como Facebook, permiten una inte-
gración de la vida afectiva en forma de biografía. Tam-
bién constituyen espacios de vigilancia y de control con el
objetivo de administrar la información de los usuarios. Las
unidades mínimas de expresión como el “Me gusta” cons-
tituyen el senso-data que alimenta las cadenas de montaje
mediático del poder sensóptico. Cuando uno se conecta a
una red social, ingresa en un entramado tecnocultural don-
de, como afirma Serrano Marín (2016: 67), los afectos se
transforman, mediante procesos algorítmicos, en un dato
estadístico que afirma una posición moral y produce un
registro biográfico. Byung-Chul Han sugiere que el uso del
botón “Me gusta” implica formar parte de un entramado
tecnocultural de dominación del capitalismo. “El botón de
‘Me gusta’ es su signo. Uno se somete al entramado de poder
consumiendo y comunicándose, incluso haciendo clic en el
botón de ‘Me gusta’. El neoliberalismo es el capitalismo del
‘Me gusta’” (Han, 2014: 17). A diferencia de Han, Serrano
Marín no considera que se ingrese en un entramado con un
esquema de dominación que contiene un fin vinculado a la
obtención del poder político, a posicionarse en el mercado

ta”, “Me entristece”, “Me enfada”, y no su contraria. Esto radica, según Serrano
Marín, en un argumento que esgrimen los creadores de estas dinámicas de valora-
ciónquepretendeevitarlanegatividad enlared,oentodocasonofacilitarla.

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El efecto Black Mirror • 21

o al rendimiento económico. Desde su perspectiva, lo que


brinda un “Me gusta” estaría vinculado no a un fin econó-
mico, sino a un fin moral y ético capaz de articular la vida
afectiva con la gestión de la identidad personal, mediante la
búsqueda de un signo de aprobación de esta y la evitación
de desaprobaciones.

Descubrimos una capa final y más profunda de por qué el


“Me gusta” excluye el “No me gusta”. Si en el mundo moderno
la felicidad se construye a partir de la acumulación constante
de alegría, o, para ser más precisos, de sus sucedáneos, de afir-
maciones y la evitación de desaprobaciones, es decir, a partir
de aprobaciones hacia lo que somos, por tanto, del Me gusta,
entonces como dispositivo es el recipiente perfecto donde el
usuario puede acercarse a una felicidad que resulta esquiva e
imposible en el mundo real (Serrano Marín, 2016: 68-69).

Sin embargo, es posible encontrar en el planteo de


Serrano Marín una suerte de reduccionismo del “Me gus-
ta” a un problema ético y moral que omite ciertas formas
de articulación del poder basado en aspectos estéticos y
emocionales del sistema productivo de la “gubernamenta-
lidad algorítmica”.

En la medida en que los algoritmos se vuelven cruciales en la


formación del cuerpo social, la construcción del poder social
se desplaza del nivel político de la conciencia y la voluntad, al
nivel técnico de los automatismos localizados en el proceso
de generación de intercambio lingüístico y en la formación
psíquica y orgánica de los cuerpos (Berardi, 2017: 49).

Para Franco Berardi, el objetivo de semiocorporación es


establecer una relación maleable entre la máquina y el tra-
bajador cognitivo tendiente a la apropiación y dominio del
tiempo y de la experiencia. “Estamos atrapados, además,
en un frenesí de socialización forzada. Producir y traba-
jar implican estar conectados. La conexión es trabajo. La
obsesión económica provoca una permanente movilización
de la energía productiva” (Berardi, 2017: 49). Dada la gran

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22 • El efecto Black Mirror

cantidad de fuentes de estimulación nerviosa generadas por


el mercado de la información, la atención se vuelve un
recurso escaso. Se ha erosionado la capacidad de atención
consciente, y el tratamiento de la información, así como
la toma de decisiones, es cada vez más automática. Somos
gobernados por alternativas binarias que generan un empo-
brecimiento de la experiencia que conduce a una reducción
de la sensibilidad. “Mas allá de un cierto límite, la experien-
cia de aceleración produce una contracción del tiempo dis-
ponible para la elaboración consciente y, por consiguiente,
una pérdida de sensibilidad (que también tiene consecuen-
cias éticas)” (Berardi, 2017: 49).

La moneda sintiente

Para abordar el problema de la mutación de la experiencia


producto de nuestro vínculo con la tecnología, Berardi
señala una diferencia semántica en la lengua inglesa entre
sensibility y sensitivity. La primera refiere a la sensibilidad
como habilidad para detectar significado, las implicaciones
morales y conceptuales provenientes de gestos, enuncia-
ciones no verbales, situaciones existenciales. La segunda
designa la habilidad de detectar implicaciones significativas
vinculadas a experiencias táctiles, estímulos epidérmicos e
insinuaciones sexuales. Desde esta perspectiva, el ingreso al
entramado tecnocultural contemporáneo ha generado una
suerte de disonancia entre las esferas de la sensibilidad y
la sensitividad, de la estética y del erotismo, producto del
vínculo entre el placer y los signos estéticos artificiales. La
implicación inicial es la siguiente: no hay posibilidad de
disociar la dimensión natural y la artificial desde el pun-
to de vista de la respuesta emocional. De este modo, un
“Me gusta” conformaría la integración entre una unidad
mínima de expresión sensible y sensitiva en un dispositivo
técnico. Un dispositivo capaz de estimular una sensibilidad

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El efecto Black Mirror • 23

administrada técnicamente con sus implicaciones morales


y conceptuales, y de excitar una sensitividad simplificada a
una reducción de la experiencia táctil a reaccionar, es decir,
presionar el botón “Me gusta”.
Nos produce bienestar que nuestra vida afectiva sea
aprobada por los otros a través de un “Me gusta”, dadas las
implicaciones morales y conceptuales que estos signos de
aprobación designan respecto de nosotros ante la mirada
social. Pero también nos excita la experiencia táctil de califi-
car (reaccionar) la vida afectiva de otros, en una forma sim-
ple de adhesión automatizada que nos empodera mediante
una lógica algorítmica.

El organismo adopta herramientas de simplificación y tiende


a uniformar su respuesta psíquica y a reestructurar su com-
portamiento afectivo en un marco afectivo y veloz. El punto
principal de este proceso de desensibilización es la produc-
ción del tiempo disponible para la elaboración de emociones
(Berardi, 2017: 99).

Vincenzo Cuomo utiliza la categoría de aturdimiento


estético para caracterizar esa suerte de fitness ambiental
que implica una coordinación entre los individuos y el
info-ambiente a partir de la adquisición de hábitos tecno-
operacionales complejos, pero no simbólicos.

Vincenzo Cuomo (2014) ha utilizado la noción de “aturdi-


miento estético” confrontada con la noción de “atención esté-
tica” para caracterizar un aspecto de la vida en los ambientes
mediales informáticos. La diferencia entre aturdimiento esté-
tico y atención estética estaría relacionada con su caracterís-
tica de despotenciar el universo simbólico, en un juego retó-
rico que emparenta la inmersividad en ambientes mediales
informáticos como una imposibilidad de apertura al mismo.
Una obturación simbólica producto de un fitness ambien-
tal que impide el acordamiento emocional-cognitivo que
implicaría la puesta en movimiento de superficies libidinales

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24 • El efecto Black Mirror

articuladas en una economía de las sensaciones como espacio


de efectuación de unidades de control del poder sensóptico
(Feruglio, 2017: 48).

Esa lógica interna del aturdimiento estético (algorít-


mica y no apofántica) articula la vida en los ambientes
informáticos en un vínculo comando-reacción. “La logica
de la informazione (l`interazione uomo-ambiente informa-
tizzato) è, infatti, una lógica cibernética, un logica algorít-
mica in grado de stabilire una fitness ambientale efficace”
(Cuomo, 2014:94).
Al traducir nuestras sensaciones en unidades mínimas
de expresión en las redes sociales, devenimos, parafrasean-
do a Klossowski, una moneda sintiente. Convertirnos en
moneda sintiente implica la articulación de una sensación
expropiada que encuentra, en el tráfico cuantificado de las
emociones de las redes sociales, su equivalente simbólico:
“Me gusta”, “Me encanta”, “Me enoja”, “Me entristece”, “Me
disgusta”. Al socializar las sensaciones, se artificializa el sen-
tir (alegría, tristeza, enojo, molestia) a través de ciertos sig-
nos capaces de expresar un fenómeno sensorial y afectivo.
Las unidades mínimas de expresión en las redes sociales
adquieren la forma del dinero, convirtiendo nuestro sentir
personal, íntimo y privado en una moneda sintiente que
expresa su carácter impersonal, neutro y anónimo en su
“carácter cuantificado”. Para Klossowski, la moneda inerte
se estructuraba en la época esclavo-industrial mediante una
“relación estrecha entre su presencia corporal y el dinero
que la produce”, mientras que una moneda viviente implica-
ba que el esclavo sustituyera “la función del dinero convir-
tiéndose él mismo en dinero: a la vez riqueza y equivalente
de riqueza” (Klossowski, 2010: 40).
El “Me gusta” es la moneda sintiente de economía de
la vida afectiva que articula las redes sociales. Un signo que
expresa un fenómeno sensorial y afectivo inorgánico admi-
nistrado por la lógica algorítmica de los ambientes informá-
ticos. Esta lógica algorítmica se estructura en el marco de

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El efecto Black Mirror • 25

un capitalismo audiovisual que basa sus formas de produc-


ción en una progresiva de-simbolización psico-económica
mediante un aturdimiento estético. La de-simbolización
psico-económica de las formas de vida contemporánea es
el resultado de la administración cibernética de las sensa-
ciones y emociones. Dicha administración cibernética se
efectúa mediante la cuantificación de las unidades míni-
mas de expresión que representan, en los regímenes psico-
económicos del capitalismo audiovisual, una micro-divisa
universal de intercambio: la moneda sintiente. Esta moneda
que obtenemos a cambio de ceder información de nues-
tra vida afectiva nos posiciona, de mejor o peor manera,
frente a la mirada pública en función de la cantidad que
seamos capaces de obtener. La economía de la vida afectiva
en las redes sociales ocurre gracias a una lógica algorít-
mica que administra la sensibilidad individual y colecti-
va. Se administra esa habilidad de captar significados con
implicaciones morales y conceptuales mediante un vínculo
comando-reacción capaz de cuantificar las unidades míni-
mas de expresión.
Del mismo modo, esa lógica algorítmica ha desplazado
el lugar de la experiencia sensitiva orgánica hacia una expe-
riencia inorgánica mediante un proceso de aturdimiento
estético. Nos encontramos con subjetividades teledirigidas
e identidades comando artificiales producto de una trans-
formación de las formas de vigilancia y de control del
modelo panóptico hacia nuevas formas de control y vigilan-
cia del modelo sensóptico. En el modelo panóptico, la cons-
titución de individuos es la dimensión conflictiva, situada
entre los sistemas de dominación y el ejercicio de la liber-
tad, y, en el sensóptico, el problema se resitúa en el ámbito
de la movilidad y la conectividad, y la dimensión conflictiva
es la constitución de dividuos (sensodata).

Pasamos, pues, a ser definidos y valorados en función de


nuestra conectividad, de nuestra capacidad de participar en
esas superficies de ensamblaje que genera la información

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26 • El efecto Black Mirror

a partir de hardware, software y webware, que se despliegan


insertándose por entre nuestra existencia (Moreu y Tirado
Serrano, 2006: 38).

Las redes sociales se han convertido en un espacio de


comunicación donde los usuarios son capaces de compar-
tir información de su vida, calificar entre sí su mirada y
construir una imagen que le otorgue una posición de pri-
vilegio ante la mirada pública. Pero también las redes se
han convertido en un espacio de vigilancia y de control
horizontal entre los usuarios que generan la información
necesaria para que las corporaciones administren su vida
electrónicamente.

Tanto en el lenguaje ordinario como en el debate académico,


la práctica de “vigilar” se ha convertido en una metáfora
de todas las demás actividades de monitoreo. Por lo tanto,
la comprensión de la vigilancia no se limita a una práctica
visual; más bien involucra todos los sentidos, la recolección
de datos y la mediación tecnológica. La metáfora visual impli-
ca una jerarquía espacial donde el observador se coloca sobre
el observado. Sin embargo, esto no significa que la vigilancia
sea necesariamente una relación de poder jerárquica en la que
el observador controla lo observado. Similar a la ampliación
del concepto para incluir todos los sentidos, la recopilación
de datos y la mediación tecnológica, la vigilancia se puede
ver como una relación “plana” o incluso a favor de la persona
bajo vigilancia, ya sea negativamente como resistiendo acti-
vamente la mirada o positivamente como empoderamiento
exhibicionista (Albrechtslund, 2008: 6).

Si bien los procesos de vigilancia en general están aso-


ciados a una práctica visual, es posible afirmar que involu-
cran todos los sentidos, la recolección de datos y la media-
ción tecnológica. En las redes sociales se realizan en forma
horizontal (usuarios-usuarios) y vertical (corporaciones-
usuarios), por lo cual generan prácticas de empoderamiento
laterales y verticales. El empoderamiento lateral se produce

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El efecto Black Mirror • 27

por formas de vigilancia realizadas entre individuos (entre


pares) y abarcan un espectro general de la vida afectiva que
va desde lo más íntimo hasta lo más público.

Vigilancia lateral, o monitoreo de igual a igual, entendido


como el uso de herramientas de vigilancia por individuos,
en lugar de por agentes de instituciones públicas o privadas,
para realizar un seguimiento de uno a otro, cubre (pero no
se limita a) tres categorías principales: Intereses románticos,
familiares, y amigos o conocidos (Andrejevic, Albrechtslund,
2008: 6).

Anders Albrechtslund denomina a este fenómeno “vigi-


lancia participativa”, afirmando que la práctica de las redes
sociales en línea puede verse como un empoderamiento, ya
que es una forma de participar voluntariamente con otras
personas, construir identidades y compartir contenidos. Sin
embargo, como afirma el colectivo Tiqqun en su texto “La
hipótesis cibernética”, existen en la actualidad una mixtura
de dispositivos de vigilancia y dispositivos de aprehensión
(captura de datos).

Los primeros están inspirados en la prisión, en cuanto ésta


introduce un régimen de visibilidad panóptico, centralizado.
Han sido durante mucho tiempo el monopolio del Estado
moderno. Los segundos están inspirados en la técnica infor-
mática, en cuanto ésta aspira a un régimen de cuadriculado
descentralizado y en tiempo real” (Tiqqun, 2012: 31).

Existe una forma de empoderamiento corporativo


basado en procesos de captura, gestión y administración
electrónica de la información de los usuarios que permite
“la reconstrucción de los hábitos de la persona, preferencias,
formas de vida, movimiento” con el objetivo de aquello que
Éric Sadin (2018) denomina “silicolonización del mundo”.
Un proceso de mercantilización de la vida cotidiana que
implica el uso de aplicaciones como las redes sociales con el
fin de una organización algorítmica de la existencia. “Esta

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28 • El efecto Black Mirror

cuantificación computacional orienta el juicio mediante el


uso de software ‘de ayuda a la decisión’, que da cuenta de
un entrelazamiento creciente entre política y arquitectu-
ras robotizadas” (Sadin, 2017: 136). La mercantilización de
vida cotidiana y la organización algorítmica de la existencia
implica un avance sobre la esfera íntima de las personas
mediante una automatización decisional de la técnica.

Yo soy lo que Google sabe (mi ontología es la epistemología


de Google). Mis búsquedas y mis desplazamientos online, mis
consultas y mis preferencias, mis correos electrónicos y mis
fotos, mis mensajes privados y públicos, todo lo que com-
pone mi identidad lo gestiona Google para mi bien (Ippo-
lita, 2012: 15).

Emerge lo que Éric Sadin (2017: 137) denomina


“gubernamentalidad algorítmica”, no solo aquella que per-
mite la acción política sobre la base de algoritmos estima-
tivos y predictivos, sino aquella que gobierna la existencia
individual y colectiva de los usuarios en su vida cotidiana.

Consideraciones finales

La gubernamentalidad algorítmica es una política técnica


que se sostiene no solo en la gestión electrónica de la vida
mediante dispositivos técnicos (política de la técnica), sino
también en la posibilidad de efectuar la mercantilización
de la vida a través de un sistema de intercambio. Este
sistema de intercambio basado en una lógica algorítmica
(comando-reacción) constituye lo que denominamos “eco-
nomía de las sensaciones”, una economía que encuentra su
efectuación en las redes sociales mediante el uso de uni-
dades mínimas de expresión como “Me gusta”. Esta unidad
mínima de expresión, que integra una dimensión sensible
y una sensitiva, se convierte en una micro-divisa univer-
sal que denominamos “moneda sintiente”, un equivalente

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El efecto Black Mirror • 29

simbólico cuantificado de las emociones expresadas en las


redes sociales. Se obtienen monedas sintientes a cambio de
información que compartimos sobre nuestra vida a nivel
individual y colectivo: fabricamos vida afectiva. La cantidad
de moneda sintiente que seamos capaces de acumular nos
otorga una posición más favorable o menos desfavorable
ante la mirada social. Este comercio de vida sensible implica
formas de vigilancia peer to peer que empodera a los usuarios
como consumidores que usan la moneda sintiente como
forma de retribución. Las formas de vigilancia generan la
información necesaria para que las corporaciones mediáti-
cas establezcan un comercio cuyo objetivo es la administra-
ción electrónica de la vida con fines políticos, económicos y
sociales. A esa capacidad de gobernar el modo de expresión
de los seres y las cosas como imagen mediante la adminis-
tración de la información emergente de los procedimientos
técnicos de control, vigilancia y valoración que los usuarios
realizan entre sí la denominamos “poder sensóptico”.

Bibliografía

Albrechtslund, Anders (2008). “Online Social Networking


as Participatory Surveillance”. Disponible en
https://bit.ly/2IidjJS.
Byung-Chul Han (2014). Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas
técnicas de poder. Herder: Barcelona.
Cuomo, Vincenzo (2014). Eccitazioni mediali. Forme di vita e
poetiche non simboliche. Kaika Edizioni: Roma.
Feruglio, Héctor Ariel (2017). “Ocupar las pantallas. La
administración del sentir en las redes sociales”, en Voces
alternativas: investigación multidisciplinar en comunicación
y cultura. Egrerius: Sevilla.
Groys, Boris (2014). Volverse público. Las transformaciones del
arte en el ágora contemporánea. Caja Negra: Buenos Aires.

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30 • El efecto Black Mirror

Ippolita (2012). En el acuario de Facebook. El resistible ascenso


del anarcocapitalismo. Enclave de Libros: Madrid.
Klossowski, Pierre (2010). La moneda viviente. Las cuarenta:
Buenos Aires.
Rudder, Christian (2016). Dataclismo. Amor, sexo, raza e iden-
tidad: lo que nuestra vida online muestra de nosotros. Agui-
lar: Barcelona.
Serrano Marín, Vicente (2016). Fraudebook. Lo que la red
social hace con nuestras vidas. Plaza Valdez: Madrid.
Sadin, Éric (2017). La humanidad aumentada, la administra-
ción digital del mundo. Caja negra: Buenos Aires.
Sadin, Éric (2018). La silicolonizacion del mundo. La irresistible
expansión del liberalismo digital. Caja negra: Buenos
Aires.
Berardi, Franco (2017). Fenomenología del fin. Sensibilidad y
mutación conectiva. Caja Negra: Buenos Aires.
Turcke, Christoph (2012). La società eccitata. Filosofia della
sensazione. Bollati Boringhieri: Turín, Italia.

Videografía

Brooker, C. (productor) y Wright, J. (2016). Black Mirror.


T03E01: “Nosedive”. Endemol Shine UK: Reino Unido.

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2

Black Mirror

Una dialéctica de la técnica.


Pesimismo cultural y tecnologización social

NAÍM GARNICA1 Y FRANCO DRE2

Kulturkritik y pesimismo cultural

La abundante bibliografía que circula en formato de libros,


scientific papers, comentarios en blog, redes sociales u opi-
niones en revistas digitales parece consensuar en su hipóte-
sis sobre la serie de Charlie Brooker Black Mirror: la inter-
vención técnica ha conducido, está conduciendo y condu-
cirá a la dominación de las experiencias vitales humanas.
La gran mayoría de estos trabajos tienden a resaltar de qué
modo la intervención técnica en la cultura lleva a la aliena-
ción y pérdida de relación con el mundo. Para muchos de
los analistas y comentaristas de esta serie, lo más destaca-
do que ella logra mostrar es el costado oscuro, perverso y
aterrador de las tecnologías en la sociedad del espectáculo.
Tal hecho se puede constatar si advertimos el recurso que
varios capítulos de la serie explotan, con audacia, en el final
de cada episodio. Nos referimos a remitir a la concreción

1 Licenciado en Filosofía. Profesor adjunto de la cátedra de Epistemología I,


Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades, UNCa.
2 Abogado. Estudiante de Filosofía, Departamento de Filosofía, Facultad de
Humanidades, UNCa.

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32 • El efecto Black Mirror

de un futuro dominado por completo por la técnica. Este


recurso, a su vez, se ve potenciado por la ambientación
terrorífica, referencia a los finales de los episodios de The
Twilight Zone, que consigue mirar la intervención técnica
con cierta perturbación. Aunque se puede rastrear la pre-
sencia de una crítica radical a los medios de comunicación y
democracia británicos, en especial por la estética y ambien-
tación que la serie presenta, el hilo conductor de los capítu-
los muestra un futuro que ya está ocurriendo, en el cual la
técnica avanza de forma autónoma y sin control alguno.
En esta línea argumentativa, podemos observar que
la propia serie fue promocionada bajo estos supuestos. La
cadena televisiva que la emitió en sus inicios describe a
Black Mirror como una serie que refleja el “malestar” que
las sociedades contemporáneas estarían atravesando pro-
ducto de la intervención técnica. En esta promoción se
señala lo siguiente:

En los últimos diez años, la tecnología ha transformado prác-


ticamente todos los aspectos de nuestras vidas antes de que
podamos pararnos y reflexionar. En cada casa, en cada des-
pacho, en cada mano –una pantalla de plasma, un monitor,
un Smartphone– un espejo oscuro de nuestra existencia en
el siglo XXI. Nuestros lazos con la realidad están cambiando.
Adoramos los altares de Google y Apple. Los algoritmos de
Facebook nos conocen más íntimamente que nuestros pro-
pios padres. Tenemos acceso a toda la información en el mun-
do, pero no tenemos capacidad cerebral para absorber nada
mayor que un tweet de 140 caracteres. Black Mirror refleja el
malestar colectivo acerca de nuestro mundo moderno3.

El spot parece lamentarse de los cambios que la tec-


nología introduce en las relaciones humanas, además de
reclamar sobre el momento histórico en el cual se enmarca.
Precisamente, si pensamos en el nombre de la serie como un
“espejo oscuro”, como muchos han sostenido, forma parte

3 Promoción de Black Mirror en Channel 4, noviembre de 2011.

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El efecto Black Mirror • 33

de una alegoría relacionada a una imagen distorsionada de


la realidad y desesperanzadora en relación con la condición
humana en la sociedad contemporánea. En un artículo que
se encuentra en la dirección antes mencionada, se explica
que el tópico principal de la serie debe analizarse en función
de aquello que la tecnología nos muestra que ya no contro-
lamos. Se indica con cierto pesimismo:

El espejo negro es una alegoría, como indica Greg Singh


(2014: 122), del reflejo que nos devuelven las pantallas apa-
gadas de ordenadores, móviles, tabletas y televisores. Es una
imagen oscura de nosotros mismos que percibimos en la tec-
nología cuando no está conectada. Cuando la tecnología está
en funcionamiento, esta imagen oscura y distorsionada es
sustituida por un reflejo más brillante y, seguramente, más
distorsionado de la sociedad, pues nos ofrece “un mundo que
ya no puede reconocerse en lo que debe ser o ha sido, sino en
una imagen espectacularizada de sí mismo”.

Una mirada como esta no ha sido ajena a una extensa


tradición crítica que ha advertido, en términos de desarro-
llo cultural y civilizatorio, que el avance prometeico de la
razón trae aparejado la conquista del cientificismo técnico
sobre la naturaleza. Dicha tradición se podría rastrear en las
críticas del romanticismo a la Ilustración y su promesa de
progreso histórico orientado por la razón científica hasta
Nietzsche y su oposición al positivismo, como también a
los desarrollos críticos de pensadores algo disímiles entre
ellos, como Heidegger, Adorno y Horkheimer, así como
Hans Blumenberg y Arnold Gehlen.4 El abordaje de estos
autores sobre el avance técnico sobre el mundo parece estar

4 Cabe aclarar, a los efectos de una historia intelectual de esta tendencia, que
entre 1950 y 1960 se publicarán diversos textos que muestran su pesimismo
sobre la técnica. En 1953, Heidegger expuso ante la Academia de Bellas
Artes de Baviera sus tesis sobre el “problema de la técnica”, como también
vio la luz la traducción alemana de Brave New World, de Aldoux Huxley. Asi-
mismo, el ensayo de Günther Anders “Kafka, pro und contra” era publicado
en 1951, y en 1953 los libros de Alfred Weber Der dritte oder her vierte Mensch

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34 • El efecto Black Mirror

marcado por un fuerte pesimismo que cree que la cultura


ha sido completamente conquistada por la administración
científico-técnica.
Tal pesimismo cuestiona tanto el modelo científico de
las ciencias, como la pretensión científica de alcanzar una
filosofía que abandone sus presupuestos especulativos y
devenga ciencia positiva (por ejemplo, los círculos de Viena
y de Berlín). La convicción de esta crítica hunde sus raíces
en aquello que en la filosofía alemana se podría designar
como Kulturkritik, esto es, un enfático anticientificismo que
denuncia de qué modo la exigencia de rigor del método
de la ciencia ha sido trasladado a la existencia del hombre
como exigencia de vida. Tal exigencia prometida al hombre
para su salvación, en la medida en que logra distanciarlo de
sus fuentes irracionales y violentas, en realidad le propone
una objetivación en nombre del culto a la exactitud y a la
perfecta disponibilidad. Esta tendencia crítica de la cultura
y la civilización occidental, explica Gérard Raulet en La
filosofía alemana después de 1945, supone que:

[…] ninguna visión global del mundo puede ya proporcionar


una orientación para la acción. El saber esta desmembrado,
sectorizado, la ruptura entre la cultura de los expertos y la
cultura profana es irreversible, nos beneficiamos de los pro-
gresos infinitos de las ciencias y técnicas, pero el dominio
cultural de la innovación solo ha cedido su lugar a una agita-
ción sin destino ni referencias.

Un autor representativo de esta tendencia ha sido


Arnold Gehlen, quien, en su texto Anthropologische und
sozialpsychologische (Reinbeck, Rowohlt, 1986), denuncia la
omnipotencia de la razón y la ideología del progreso técni-
co. Tal crítica se unía a las críticas de Adorno a la creciente
industria cultural, lo que llevó a ambos a la coincidencia

y el del hermano de Ernst Jünger, Friedrich Georg, Die Perfektion der Technik.
Si se quiere, entre estas décadas se instala el cuestionamiento al prome-
teísmo técnico.

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El efecto Black Mirror • 35

acerca de que la cultura moderna está caracterizada por


la pérdida de experiencia, la masificación y la privatiza-
ción de las esferas de la vida humana. Estas característi-
cas beneficiaban la llegada de una cultura dominada por
la manipulación de lo vivido mediante la intervención de
la técnica. Gehlen, en el texto El hombre, señala en esta
misma dirección:

La diferencia entre hombre-cultural y hombre-natural es


equívoca. Ninguna población humana vive en regiones incul-
tas de lo que dan esas regiones, sino que todas tienen técnicas
de caza, armas, fuego, utensilios, etc. Tampoco admitimos la
distinción habitual entre cultura y civilización, que, además,
solo puede formularse en muy pocas lenguas culturales. Para
nosotros cultura va a ser esto: la totalidad de las condiciones
de la naturaleza dominadas, transformadas y aprovechadas
por el hombre mediante su trabajo y actividad, incluyen-
do las habilidades y artes descargadas, que solo son posibles
sobre aquella base.

Este diagnóstico pesimista, según el cual ya nada peor


podía suceder, además colaboraba en una crítica radical
al individuo moderno, el cual mostraba una insatisfacción
profunda que lo llevaba a buscar experiencias nuevas en el
consumo y la producción técnica. Ese subjetivismo exacer-
bado mostraba la debilidad del yo sumergido en su propio
narcicismo y vulnerable a los esquemas autoritarios de los
medios de comunicación que lo llevaban a la adhesión irra-
cional a lo colectivo. Como explica Raulet:

Para Adorno, al igual que para Gehlen, el desarrollo del capi-


talismo detenta toda la responsabilidad. Ambos compren-
den este desarrollo como el de una forma de racionalidad,
y ambos proponen una reconstrucción antropológica. A la
tesis de la Dialéctica de la Ilustración, según la cual tiene su
origen en las estructuras míticas del intercambio mágico, le
corresponde en Urmensch und Spätkultur la interpretación de
la magia como prefiguración de la técnica.

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36 • El efecto Black Mirror

Todas estas consideraciones muestran de qué modo la


Kulturkritik intenta mostrar los peligros de la dominación
planetaria de la técnica. En esa dirección, los sugerentes
episodios de la serie Black Mirror muestran la consuma-
ción de dichos peligros en un futuro distópico, pero cer-
cano. De hecho, Charlie Brooker, su creador, ha señalado
que la serie trata de mostrar “cómo la tecnología destroza
nuestras vidas”.
En un reciente libro publicado en nuestro país dedi-
cado a esta serie, Esteban Ierardo, su autor, sostiene que
“somos cada vez más dependientes de la tecnología digi-
tal; y cada vez estamos más atrapados por la sociedad del
espectáculo”. De hecho, la serie es analizada a partir de
la tecnodependencia que los actuales medios producen. El
autor indica que los temas que se desprenden de los capí-
tulos de la serie son la tecnología “vivida como amenaza,
invasión de la privacidad, pérdida de la libertad, espectácu-
lo constante, deshumanización. Tecnodependencia”. Tanto
Black Mirror como los análisis que se derivan de su examen
invitan a entender el desarrollo técnico de forma pesimis-
ta. La integración de la tecnología en términos culturales
es entendida como una forma de degradación, depresión y
pérdida de aquellos elementos que son constitutivamente
humanos, particularmente, si nos detenemos en las prime-
ras temporadas de la serie.
Frente a estos planteos, creemos que es posible iden-
tificar algunas otras tendencias que nos permitan repensar
tales visiones. No solo por su perspectiva unilateral, sino
también por el abandono de un proyecto racional capaz
de pensar en la emancipación colectiva que no aborte a la
técnica. Un pesimismo de esta naturaleza podría limitar las
posibilidades subjetivas para construir un espacio donde la
técnica no sea entendida únicamente como una forma de
dominación y sometimiento. El pesimismo de Black Mirror,
si bien puede ser entendido desde una mirada crítica, tam-
bién colabora en una mirada desesperanzadora del cambio

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El efecto Black Mirror • 37

cultural y social a partir de los desarrollos técnicos. Por tales


razones, creemos, es posible recuperar otros aportes que
reconsideran el papel de los medios técnicos en la sociedad.

Ciencias de la cultura y filosofía de los medios

A inicio de los años 90, la posición pesimista sobre la


técnica también fundamentaba una mirada limitada sobre
la cultura. La aparición de los Cultural Studies obligaba a
repensar la condena de la cultura producida por la industria
cultural como una forma de economía. Esto se constataba
en las diversas manifestaciones culturales que mostraban
que, pese a ser parte de la industria, podían ser una forma de
resistencia a las formas dominantes. El rock, el punk, el pop
y las diversas formas de contracultura mostraban también
que la intervención técnica no necesariamente connotaba
una forma de dominación, sino que podían ser resignifi-
cadas históricamente.
De ese modo, la cultura no puede abstraerse del
entorno técnico que por esos años, con la globalización, se
volvía cada vez más creciente. En esa dirección, la cultura
se constituye con el ambiente técnico. Una de las tenden-
cias más representativas que aparecía en ese momento es la
filosofía de los medios o Medienphilosophie, la cual sostendrá,
en el marco de la estética alemana, que los medios técnicos
constituyen la cultura. Frente al pesimismo de la Kulturkri-
tik, la tendencia de la filosofía de los medios afirma que no
se puede pensar en la cultura si no es a partir de la técnica
como fundamento mismo de la cultura. Raulet ha explicado
que “las nuevas tecnologías han expulsado al espíritu fuera
de las ciencias del espíritu y la tarea de una filosofía de
los medios de comunicación consiste en manifestar a las
ciencias del hombre su a priori técnico-mediático”.

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38 • El efecto Black Mirror

Si seguimos la orientación de esta tendencia, podemos


ver que la serie Black Mirror mantiene una posición kultur-
kristische demasiado enfática. El desenlace de varios de sus
capítulos mantiene una mirada apocalíptica sobre la inter-
vención tecnológica, en cuanto la dimensión humana queda
sometida o imposibilitada frente a la técnica que administra
o regula las relaciones humanas. A contrapelo, la filosofía
de los medios busca mostrar la relevancia que tienen en
nuestras culturas los medios en cuanto constituyen una for-
ma ontológica, es decir, una determinación de la existencia
de la condición humana. Esto parece haberlo reconocido
el propio creador de la serie, quien, en una entrevista pre-
via al lanzamiento de la temporada de 2017, sostenía que
últimamente Black Mirror no busca mantener una mirada
antitecnológica. En dicha entrevista, Brooker sostiene que
no cree que su serie sea antitecnología:

A menudo representamos que suceden cosas malas, pero en


general se debe a que alguien da un mal uso a algo, más que
porque las tecnologías sean malas. […] en Black Mirror no hay
un mensaje, realmente nos centramos en la historia y hay
todo tipo de temáticas. Pero en la actualidad la serie tiende a
ser, creo, relativamente no crítica.5

En virtud de esta observación, Brooker puntualiza que


los últimos avances técnicos en nuestras vidas muestran
que la sociedad está “luchando más abiertamente con las
ramificaciones de la tecnología de lo que lo hacíamos cuan-
do empezamos”, mostrando cierto optimismo de cara a los
avances futuros. Pese a ello, reconoce que:

[…] quizá lleguemos a un punto en el que examinemos más


críticamente si las nuevas tecnologías son malas. No sé si
tener un teléfono que no tienes que tocar será algo bueno,
creo que probablemente nos estamos volviendo más escép-
ticos como especie.

5 Disponible en https://bit.ly/2VoY49a.

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El efecto Black Mirror • 39

A raíz de estas consideraciones, parece necesario


advertir que ese pesimismo que la serie mantiene, a pesar
de lo señalado por su creador, la perspectiva de la filosofía
de los medios permite dialectizar este enfoque. Justamen-
te, según uno de sus representantes más conocidos como
Friedrich Kittler, germanista, estudioso de los medios y uno
de los primeros académicos alemanes en conectarse con el
posestructuralismo francés, el a priori técnico ha dependido
del papel que han jugado los conflictos bélicos. Según expli-
ca Raulet, para Kittler:

Todo el progreso de la civilización resulta ser una escalada


de tecnologías militares respecto a la cual los usos civiles son
simplemente repercusiones, incluso parásitos. La estructu-
ra binaria 0/1 esconde la esencia misma de esta genealogía:
presupone la oposición fundamental de Carl Schmitt entre
amigo y enemigo, e inscribe en la propia lógica del funciona-
miento de los medios de comunicación una guerra fría que
vuelve siempre presente la guerra de manera imperceptible.

Kittler, discutiendo y pensando un conjunto de tradi-


ciones provenientes del romanticismo alemán, los estudios
literarios, Foucault, Lacan y McLuhan, pretende identificar
las profundas modificaciones de la técnica en las relaciones
humanas desde una mirada menos pesimista. Su enfoque,
sin embargo, evidencia una determinación todavía más pro-
funda que las antes indicadas, relacionada con las teoriza-
ciones de la cibernética de Shannon y Weaver. El enfoque de
Kittler evidencia la intención de explicar la comunicación
a partir de una mirada matemática a partir de conceptos
como los de “entropía”, “información”, “medida”, entre otras
categorías que reducen la comunicación a la estadística y
lo cuantificable.
En ese contexto, la propuesta de Kittler está orientada
a pensar ya no en las máquinas o en lo humano, sino en una
constelación de relaciones con objetos, tecnologías e infor-
mación que incrementan nuestro poder. A su juicio: “La
comprensión de los medios -a pesar del título de McLuhan-

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40 • El efecto Black Mirror

sigue siendo imposible, precisamente, porque las tecnolo-


gías de la información dominantes en nuestro presente con-
trolan toda comprensión, así como sus ilusiones”. La tecno-
logía parece ser más una condición que una intervención
ajena que se impone como elemento externo.
En esa dirección, en una entrevista Kittler reconoce
las dificultades del análisis de la Kulturkritik de Adorno y
Horkheimer por su crítica totalizadora y el descuido del
análisis de los medios. Indica ante la siguiente pregunta:

Entrevistador: This is not exactly the most typical media


critique in the philologies. Horkheimer and Adorno’s chap-
ter on the “Culture Industry: Enlightenment as Mass Decep-
tion” still seems to be read as the suitable description of
our current cultural landscape. The technologies which, in
their view, make “man” possible also make possible the lite-
ral end of mankind in Auschwitz and Hiroshima. In con-
trast to the Frankfurt School’s pessimistic assessment, one
has the technological positivism of media theorist Norbert
Bolz’s remark: “The face-to-face conversation does not fun-
ction better than a teleconference. On the contrary, the more
technological the communication is, the more progress com-
munication is making”.

Kittler: I don’t want to tie myself down with the question,


apocalypse now or not. I think Dialectic of Enlightenment
is quite clear on that point. Horkheimer and Adorno treat
Goebbels’s war propaganda and Hollywood propaganda as
two facets of the same phenomenon. One is military and the
other commercial, but the authors examine them as parallel
aspects. That’s the appalling thing about the book. But it also
makes sense because it establishes a sort of system theory. It
would be nonsense to say that the technological media are all
fatal and apocalyptic because the apocalyptic dangers which
we constantly activate and engage are not only provoked by
the media, but can also be discovered by them. For instance,
no one would know about the hole in the ozone without the
media. On the one hand, we’re probably the first humans to
have torn a hole in the ozone? Maybe men in the ice age did
too, we don’t know? While computers, on the other hand,

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El efecto Black Mirror • 41

are the one tool with which we can describe and analyze
the ozone layer. Without the computer we wouldn’t know
what an ozone layer is.

Según este autor, no podemos entender a los medios


como una intervención ajena a las condiciones humanas,
pues “los medios determinan nuestra situación”. La pers-
pectiva antihumanista de Kittler permite repensar el lugar
del desarrollo técnico en la sociedad contemporánea. A
contrapelo del enfoque apocalíptico antes descripto, las
máquinas, o el desarrollo tecnológico, se convierten en el
registro necesario de nuestro vínculo con el mundo y entre
nosotros.
En esta misma dirección, pero menos radical que
Kittler, Norbert Bolz también trata de mostrar el tratamien-
to de la cultura ya no como un efecto y lenguaje simple
del medio, sino al médium como elemento constitutivo de la
cultura. Los medios de producción, como ya había insistido
Benjamin en La obra de arte en su época de la reproductibilidad
técnica, modifican la percepción de la cultura, pero no son
vistos desde la crítica de las ideologías del marxismo occi-
dental, según la cual los medios como el cine y la fotografía
colaboraban en la falsa conciencia.
Los medios técnicos de producción modifican la inter-
acción social y los roles que se cumplen en los espa-
cios democráticos. El pesimismo cultural, en consecuencia,
muestra sus límites para comprender los marcos culturales
actuales. Si la ciencia y la técnica devinieron en las for-
mas productivas actuales, la crítica de las ideologías debe
reemplazarse por un análisis de los medios o de la técnica.
Como sostiene Raulet:

Desde sus referencias a Benjamin, la filosofía de los medios


de comunicación ha hecho suya una «barbarie positiva», una
aceptación de la huida hacia delante de las fuerzas técnicas
productivas y una propensión a la provocación, que se expre-
sa todavía en las últimas obras de Bolz, como el Manifiesto
consumista del 2002, a los conformistas del no-conformismo

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42 • El efecto Black Mirror

y a los Kulturkritiker. Bolz les alega que el consumismo es «el


sistema inmunizado» que «protege a la sociedad contra el
virus de las religiones fanáticas». De su tesis doctoral sobre
la estética de Adorno, escrita bajo la dirección de Jacob Tau-
bes, y de su habilitación sobre El extremismo filosófico en el
periodo de entreguerras, le queda a Bolz, hoy en día profesor
de Ciencias de los Medios de Comunicación en la Universi-
dad Técnica de Berlín, una sensibilidad para el extremismo
y el apocalipticismo.

En un texto traducido al español, Comunicación mun-


dial, Bolz sostiene que su posición ya no puede estar orien-
tada por una teoría crítica de la sociedad, porque tal diag-
nóstico ha mostrado ser insuficiente. La sociedad ya no
puede describirse como el fundamento ontológico que con-
forma el lazo humano. En todo caso, cree Bolz, el funda-
mento es la comunicación. En Black Mirror este fenómeno
comunicativo mundial se ve como una forma de gobierno y
perversión capaz de destruir cualquier ámbito de la vida. A
contramano, Bolz sostiene:

Así pues, mi tesis es la siguiente: la modernidad, que se ha


reflejado y reafirmado en la propia posmodernidad, es la era
de la comunicación mundial. Ya no está bajo el signo de Pro-
meteo (la producción), sino de Hermes (la comunicación). La
era de la comunicación mundial se caracteriza, sobre todo,
por que la percepción de la comunicación sustituye a la per-
cepción del mundo. “Comunicación mundial” significa “El
mundo es todo lo que es comunicado”. Éste no es el concepto
de mundo (de la vida) de la fenomenología, o sea “el mundo en
el cómo de los hechos de la experiencia” de Husserl. Tampoco
es el concepto de mundo de la teoría de sistemas (más allá
de que en lo sucesivo nos guiemos por ella), es decir, una
fórmula para lo no enmarcado y lo no observable. En lugar
de ello, entendemos el mundo como el marco de la asequi-
bilidad comunicativa.

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El efecto Black Mirror • 43

Para finalizar, nos parece adecuado advertir que estas


dos tendencias que hemos utilizado para pensar en Black
Mirror podrían ponerse en tensión, a los efectos de habilitar
las posibles miradas que se desprenden de dicha serie. Cree-
mos que la enfática mirada pesimista que se desprende de su
creador como de la literatura sobre la serie está inspirada en
la Kulturkritik y podría tender a un enfoque reductivo. Abrir
la posibilidad de un enfoque como el de los autores mencio-
nados en la última parte podría dialectizar nuestra mirada
en relación con la tecnología y sus consecuencias. El des-
tino de la tecnología en nuestras sociedades parece todavía
impredecible como para diagnosticar que Black Mirror o fic-
ciones parecidas representan un futuro inmediato o un pre-
sente actual. Tal fenómeno se presenta con una complejidad
aún por pensar, y, creemos, el enfoque de autores como
Kittler y Bolz podría colaborar en problematizar el papel
del desarrollo tecnológico en las sociedades actuales.

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3

Lo trágico en el relato ficcional


de Black Mirror1
CARLOS FERNANDO ÁLVAREZ GONZÁLEZ2, LUIS ALEJANDRO ILES
MUÑOZ3, JEFFRY SAMIR RIVERA RINCÓN4, CÉSAR MAURICIO BERMÚDEZ
DURÁN5 Y EDUARDO MÓNOGA6

Introducción

Carl Mitcham, en su obra Thinking through Technology, pro-


pone tres actitudes o formas de ser-con la tecnología. En
ellas se develan los metadiscursos que el ser humano ha
construido alrededor de los desarrollos tecnocientíficos:
el escéptico, el optimista y el romántico. En el capítulo
“White Christmas” de la serie Black Mirror, se recopilan
tres historias con cierta unidad, y, asimismo, se proponen

1 El presente trabajo pertenece al proyecto de investigación “La distopía tec-


nológica en el relato ficcional de la serie ‘Black Mirror’ como espacio de
reflexión filosófica sobre el entramado cultural contemporáneo”, cofinan-
ciado por la Universidad de Pamplona, radicado en la convocatoria interna
de banco de proyectos 2017 fase II y la Universidad de Catamarca, Argenti-
na, bajo el programa de desarrollo científico y tecnológico 2018.
2 Docente del Departamento de Filosofía, Universidad de Pamplona. Miem-
bro activo del grupo de investigación CONQUIRO.
3 Estudiante de Filosofía, Universidad de Pamplona. Miembro activo del
Semillero de investigación ARJÓN.
4 Estudiante de Filosofía, Universidad de Pamplona. Miembro activo del
Semillero de investigación ARJÓN.
5 Estudiante de Filosofía, Universidad de Pamplona. Miembro activo del
Semillero de investigación ARJÓN.
6 Estudiante de Filosofía, Universidad de Pamplona. Miembro activo del
Semillero de investigación ARJÓN.

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46 • El efecto Black Mirror

elementos que permiten indagar acerca de la relación que el


ser humano establece con el objeto, en este caso, el artefacto
tecnológico. Aparentemente, los protagonistas del capítulo
en mención no cuestionan el desarrollo tecnológico ni sus
consecuencias, antes bien hacen uso de este y lo aprueban,
llegando a considerarlos ingenuamente dentro del meta-
discurso optimista.
No obstante, la actitud optimista requiere de la efec-
tuación significativa, no de la pasividad y de una resignada
aceptación. De ahí que se origine la pregunta acerca de si el
uso de los desarrollos tecnológicos sin su cuestionamiento
y crítica implica la construcción y aceptación de un meta-
discurso optimista de la tecnología. La tesis que se quiere
desarrollar en este trabajo responde de manera negativa a
la cuestión planteada, es decir, sugiere que la aceptación
sin más de las tecnologías entraña una actitud pasiva y
resignada y, sin embargo, prometedora; es lo que Mitcham
considera como una actitud romántica, contraria a la forma
de ser-con optimista que requiere de la realización, de la
acción. La actitud romántica se sustenta en la noción de
lo trágico. En este contexto lo trágico entraña desasosiego,
actitud desenmarañada y potenciada por las tecnologías de
la era informática; lo verdaderamente importante en la tesis
propuesta es que es precisamente esta ambigüedad la que
salva al ser humano de perderse en el mundo tecnológico.
Antes de comenzar con la reflexión, es menester esta-
blecer la posición filosófica desde la que nos estamos ubi-
cando. El marco metodológico en el que se enmarca esta
reflexión es el “nuevo realismo”7; en este se afirma que la
facultad de conocimiento humana, así como los conceptos
y capacidades ligados a ella, son tan reales como los objetos
y los hechos que por lo general se atribuyen a la “realidad”,

7 Para ampliar en este nuevo marco filosófico, véanse las obras de Ferraris
Mauricio (2012) Manifesto del nuovo realismo. SEDIT: Bari, Italia; y Gabriel,
Markus (2015). Por qué el mundo no existe. Ediciones Pasado & Presente: Bar-
celona.

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El efecto Black Mirror • 47

al “mundo”, a la “naturaleza”. Esta estructura de pensa-


miento nos lleva a concebir una filosofía de los mundos,
no ya del mundo. La especulación filosófica regresa como
herramienta que vuelve pequeños y limitados a los mun-
dos humanos. Esta perspectiva permite reflexionar sobre la
tecnología como una plataforma que se abre sin posibili-
dad de cierre, su contingencia posibilita la multiplicación
y creación de mundos incomponibles; en este sentido, los
mundos presentados en la serie Black Mirror no son solo
mera ficción, sino la posibilidad de un mundo real por
construir. Esteban Ierardo (2018) asevera que los capítu-
los de la serie en mención “son eficaces catalizadores para
un pensar inquisitivo y cuestionador de muchos aspectos
de la sociedad digitalizada”8. En otras palabras, a pesar de
que el capítulo de la serie por analizar es un objeto social,
cuya existencia depende de la imaginación e intereses de su
director Charlie Brooker, los elementos y situaciones que
allí se exponen escapan a la subjetividad de su creador, lo
que los lleva a una esfera que, si bien no es universal, sí
evoca grandes regiones del ser; sociedades enteras se ven
reflejadas en esta serie, sus situaciones cotidianas y los pro-
blemas que hoy surgen en la convivencia con las tecnologías
informatizadas.
Teniendo en cuenta lo anterior, y con el único motivo
de responder al propósito del presente trabajo, el documen-
to se dividirá en tres momentos: en el primero, desarrolla-
remos la propuesta mitcheniana de las formas de ser-con
de la tecnología, y allí se expondrán las actitudes escéptica,
optimista y romántica; en un segundo momento, tomare-
mos como objeto de análisis el capítulo “White Christmas”
de la serie Black Mirror, e inicialmente realizaremos una
síntesis para luego resaltar los elementos fundamentales de
la actitud romántica que allí destacan, desarrollando así la
tesis propuesta al inicio de este trabajo; finalmente, realiza-
remos algunos comentarios acerca de cómo la sublimidad,

8 Ierardo (2018: 9).

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48 • El efecto Black Mirror

concepto desarrollado por Edmund Burke y que se des-


prende de la noción de lo trágico, devela del “mundo tec-
nocientífico” característica ignorada por las actuales refle-
xiones en esta área.

Carl Mitcham y las formas de ser-con la tecnología

Mitcham concibe la filosofía de la tecnología desde dos


visiones. La primera, como una tecnología que filosofa, a
modo de un “análisis de la tecnología desde dentro y la com-
prensión de la forma tecnológica de existir-en-el-mundo
como paradigma para comprender otros tipos de acción y
pensamiento humanos”9; y la segunda, como la de aquellos
que hacen filosofía de la tecnología: “[…] el intento de la
religión, la poesía y la filosofía (o sea, las ramas de las huma-
nidades) por buscar una perspectiva no tecnológica o trans-
tecnológica para dar origen a una interpretación del signifi-
cado de la tecnología”10. El presente trabajo está enmarcado
en la segunda visión de filosofía de la tecnología, sin olvidar
la primera visión; en otras palabras, se cuestionará el desa-
rrollo y los alcances logrados con la puesta en marcha de las
tecnologías informáticas, reflexionando sobre el funciona-
miento y la fiabilidad de sus sistemas, así como también se
planteará preguntas incómodas acerca de la finalidad y los
alcances que tendría una tecnología compleja e incompleta
como la que se desarrolla en el capítulo objeto de análisis.
Por tanto, el presente apartado tiene como objeto refle-
xionar sobre las diferentes actitudes del ser humano frente
a las tecnologías de la era informática. Para realizar esta
labor, se va a tomar como punto de referencia la propues-
ta que realiza Carl Mitcham en su obra Thinking through
Technology (1994).

9 Mitcham (1989: 48).


10 Ibid: 49.

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El efecto Black Mirror • 49

Mitcham, en la citada obra, expone tres actitudes bási-


cas que desde las diferentes esferas11 se tiene frente a la tec-
nología, a saber, escepticismo antiguo, optimismo ilustrado
y desasosiego romántico. El filósofo norteamericano parece
tener muy bien definidas dos actitudes: la del escepticismo
antiguo y la del optimismo ilustrado; no obstante, cuando
reflexiona sobre la tercera actitud, el malestar por la tec-
nología (desasosiego romántico), él considera que un punto
débil de esta está precisamente en su misma ambigüedad,
lo que le dificulta el camino para establecerse como una
dimensión o categoría válida de explicación12. El filósofo
norteamericano resalta la dificultad de la tercera actitud
frente a las demás de la siguiente manera:

El Romanticismo ha sido hasta el momento incapaz de


demostrar la cualidad de eficacia práctica exhibida tanto por
el escepticismo premoderno como por el optimismo ilustra-
do. La paradoja de la forma romántica de ser-con la tec-
nología es que, a pesar de una eficacia intelectual y poder
expresivo, todavía tiene que afianzarse como una forma de
vida verdaderamente viable13.

Y añade:

¿Quizás la verdad es que el Romanticismo ha sido adoptado,


pero que son precisamente sus ambigüedades internas, su
intento bipolar de seguir un cambio intermedio entre el
escepticismo premoderno y el optimismo ilustrado lo que
vicia su poder?14

11 Arnold Pacey (La cultura de la tecnología, 1990) concibe la tecnología como un


proceso que se hace posible desde tres esferas o aspectos: organizacional,
técnico y cultural.
12 El propósito de este apartado es salir al paso de esta dificultad que Mitcham
devela en su propuesta. Sin embargo, no se busca solucionar el problema de
la actitud ambigua que el ser humano tiene frente a la tecnología. Lo que se
pretende es darle estabilidad y solidez interna a la dimensión propuesta por
Mitcham.
13 Mitcham (1994: 299).
14 Ibid: 299.

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50 • El efecto Black Mirror

Es precisamente esta ambigüedad la que se pretende


saldar a partir de la idea de lo trágico15. Reelaborar la
dimensión del desasosiego romántico, mediante una consi-
deración diferente que inserte lo trágico en la tecnología,
seguiría manteniendo la estructura esencial de la categoría
planteada por Mitcham. No obstante, su inclusión no sería
solamente nominal, pues esto no cambiaría nada, sino más
bien lo complicaría, y podría hacernos recaer nuevamente
en la antigua actitud escéptica. En primer lugar, baste decir
que esta propuesta no busca desplazar ni borrar la actitud
mitcheniana; lo que pretende es complementarla agregán-
dole el carácter trágico frente a la ambigüedad que conlleva
el desasosiego. Lo trágico aporta un carácter sólido dentro
de lo ambigüo y le da estabilidad interna a la categoría.
Si comprendemos lo trágico como la coexistencia de
una duplicidad dentro de una órbita unívoca, se abre la
necesidad de la decisión16. Sin embargo, no es una deci-
sión en particular, en el nivel óntico, sino precisamente la
posibilidad de decidir, sin importar cómo sea y cuál sea el
camino elegido o por elegir.
Esta necesidad de elegir dentro de un horizonte finito
de posibilidades es lo que caracteriza la actitud del ser
humano frente a las nuevas tecnologías. Sin embargo, en
este apartado no se abordará la manera como se reconfigura
esta nueva dimensión de lo trágico, esto lo dejaremos para
trabajos posteriores. Lo que vamos a hacer en este capí-
tulo es profundizar la propuesta de Mitcham para luego
entroncarla con el capítulo especial de la serie de Charlie

15 Como veremos más adelante, es precisamente esta ambigüedad la que


caracteriza el “ahora”, y es desde allí desde donde se podría argumentar más
sólido ante la necesidad de un doble camino que permita resarcir al ser
humano de las tendencias tanto optimistas como tecnófobas.
16 Para ampliar la noción de lo trágico y hacer un recorrido histórico desde
Aristóteles, los griegos, pasando por Nietzsche y llegando a los filósofos
contemporáneos, se recomienda revisar el trabajo de Gentilli y Garelli,
2015.

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El efecto Black Mirror • 51

Brooker. El estudio detenido del fenómeno nos dará las


pistas necesarias para luego recomponer su categoría en
un nivel ontológico.

Escepticismo antiguo en la tecnología contemporánea

El escepticismo antiguo, como idea o discurso organizado


en torno a la máxima de que la “tecnología es mala pero
necesaria”, se fundamenta en diversos mitos e historias de
la antigüedad, lo cual no quiere decir que su corresponden-
cia se restrinja a una sola época (la premoderna). Mitcham
menciona distintas narraciones para fundamentar el modo
escéptico de ser-con la tecnología17, aunque, en el mundo
actual, no obstante, se siguen encontrando discursos que se
reafirman en la idea de que la tecnología socava lo esen-
cial de lo humano.
Uno de los mitos que Mitcham toma para fundamentar
este primer modo de ser-con la tecnología es el del titán
Prometeo. Considerado el primer creador, su quehacer
siempre estuvo ligado al ser humano, desde la misma apa-
rición de este ser efímero. Análogamente, Platón, en pala-
bras de Protágoras, relata la forma como Prometeo dota
a la humanidad del saber técnico. Él era el encargado de
inspeccionar el reparto de habilidades que había realizado
Epimeteo a todos los seres de la tierra. Al ver al hombre
indefenso y sin habilidades para sobrevivir a las inclemen-
cias de la tierra y a los demás animales, Prometeo decide
regalarle al ser humano la sabiduría de la técnica.
En cierto modo, Prometeo hace partícipe al ser humano
de la sabiduría divina. En esta versión del mito, cuyo talante
es sofístico, Prometeo siente pena ante la “desnudez” y fragi-
lidad de aquella criatura; el titán solo quiere armarlo para el

17 En este trabajo tan solo uno se va a desarrollar, a saber, el mito de Prome-


teo.

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52 • El efecto Black Mirror

combate terrenal, no piensa el proyecto humano como ser téc-


nico. Cuando le dota del saber técnico y del fuego, lo hace como
mera arma para su defensa, de ahí que no viera importante el
complemento del saber político perteneciente a Zeus. Arroja al
ser humano con un gran poder, pero con la carencia de no tener
la capacidad de administrarlo.
Es precisamente su carácter filántropo lo que le ha llevado
a la hamartía, que pagó con el más terrible dolor. Amor y filan-
tropía son la causa de la desdicha de Prometeo, es la antítesis de
su nombre la que le lleva a estar bajo el yugo de las cadenas.
El amor de Prometeo hacia los seres humanos se había
manifestado mucho antes del robo del fuego: les socorrió ante
enfermedades, les apartó de los pensamientos de muerte al dar-
les esperanzas de vida en la medicina; Prometeo fue aquel dios
que se compadeció de la endeble carencia de fuerza de los mor-
tales, les sacó de su ceguera y sordera, les hizo ver que era posible
dominar el mundo, les facilitó la vida ante un mundo azaroso.
Es el titán que ha dado a los mortales todas las artes, les ense-
ñó y les encaminó al dominio del fuego: de ahí que no dudara
en robarlo en una caña para conceder a los humanos este gran
recurso, cuya manipulación les llevaría al aprendizaje de nume-
rosas artes.
En la Antigua Grecia, el fuego era considerado como aque-
llo de donde nacen todas las artes18. El fuego era del dominio de
los dioses, especialmente de Hefesto (se le conoce como dios del
fuego); por consiguiente, al arrebatarlo Prometeo de su domi-
nio para dárselo a los seres efímeros, a saber, los seres humanos,
este les estaba entregando la posibilidad de la creación. El fuego
posibilitaba la construcción de la “Torre de Babel”, de ahí que
Dios, personificado por Zeus en la mitología griega, condenara
y castigara al suplicio eterno al titán traidor. El temor del Olim-
po por perder el dominio sobre el fuego se convierte en el temor
por la pérdida de un poder que puede ser aprovechado por seres
mortales, a los que se otorga un poder que supera en mucho la
condición humana.

18 Cfr.Esquilo, Prometeo encadenado.En:Tragedias. Gredos,Madrid:1986, p.543.

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El efecto Black Mirror • 53

Prometeo es el símbolo del destino de aquel o aquellos


hombres que se atrevieran a retar a Zeus, Dios o a cualquie-
ra que poseyera un poder supremo. En definitiva, Prometeo
es la imagen de aquel que se rebeló contra la tiranía, y aque-
llos que vieron al “héroe expuesto al dolor” comprendieron
que cualquier osadía que implicara confrontar la tiranía del
poder, así fuera mediante la técnica, les acarrearía la misma
suerte del héroe trágico de Esquilo.
Siguiendo a Mitcham, y de acuerdo con los argumentos
que hemos presentado, las técnicas se vuelven en contra de
la humanidad al separarla de una realidad mucho mayor,
“separación que puede manifestarse en un deterioro de la fe
o una tergiversación de la voluntad, una negativa a confiar
en Dios o los dioses, manifestada ya sea en la naturaleza o
en la providencia”19. La imagen que dejan estas narraciones
es la desconfianza hacia el conocimiento técnico; su uso y
práctica debe estar aprobada por Dios, la naturaleza o el
poder soberano, y cualquier intento que supere estos límites
traerá la desgracia y la muerte.
La cultura griega clásica mantenía cierto recelo frente
a las technai debido al bienestar que producían y a la opu-
lencia que engendraban, sobre todo cuando no se las man-
tenía dentro de unos límites estrictos, porque entramos en
el terreno de la desmesura (hybris), causa de la perdición
del hombre20. Ese bienestar, afirmaba Sócrates, acostum-
bra a los hombres a las cosas fáciles, y la dificultad es lo
bello o lo perfecto.

19 Mitcham (1994: 276).


20 Para los griegos, lo perfecto es lo limitado y lo ilimitado es lo imperfecto; así,
la ilimitación rompe el esquema del cosmos, de la ciudad, del hombre, de los
sentidos y de las almas. La hibris se opone a la mesura, se opone al límite, la
prudencia (phrónesis). El héroe de la tragedia griega se consume por exceso
de hibris. La tragedia se produce de dos maneras: 1. Cuando se producen
dos argumentos contradictorios y la elección deben ser los dos, es decir,
cualquier decisión que se tome por algún argumento va a llevar a un destino
trágico. 2. Por exceso de hibris. Véase Gentilli y Garelli, 2015.

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54 • El efecto Black Mirror

Esta referencia de Mitcham hace alusión a la necesidad


de mantener un dominio sobre los límites de la producción
técnica. Su producción, se consideraba, debía ser propor-
cional a la polis, su desarrollo no excedería ni los límites ni
las necesidades de ella.
Así, a partir de los argumentos presentados siguiendo
a Mitcham, la posición de “escepticismo antiguo” en lo
que atañe a las nuevas tecnologías puede ser desplegada
como sigue:
• El deseo y la ambición de crear sistemas informáticos
y digitales que no dependan de la reflexión y análisis
humanos implican una desviación de la confianza fren-
te a la misma naturaleza humana y, en algunos sectores,
son vistos como un alejamiento del mandato divino.
• La opulencia con que se despliega la tecnología infor-
mática socava la dignidad humana o de quienes se ven
directamente afectados por las acciones de esta. Esto
implica cierta disposición al debilitamiento de la esta-
bilidad política, tal como se puede evidenciar en el
capítulo “Hated in the Nation” de la tercera temporada
de Black Mirror.
• El diseño, desarrollo y fabricación de las tecnologías
informáticas y digitales elimina toda posibilidad tras-
cendente de lo humano, materializando la vida huma-
na.
• Esta posición considera a los desarrollos informáticos
y digitales como entidades menos reales que los objetos
de la naturaleza, y, por lo tanto, hace que requieran una
manipulación directa por parte de los seres humanos.

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El efecto Black Mirror • 55

El optimismo frente a la tecnología digital


e informática

Un segundo discurso, propuesto por Mitcham desde sus


concepciones del ser-con y del cual vamos a tomar los argu-
mentos más relevantes para analizar el capítulo seleccio-
nado de la serie Black Mirror, es el discurso que promueve
la técnica. Esta segunda actitud propuesta resalta el com-
promiso técnico con el mundo, lo devela y lo muestra tal y
como es. Esta forma de ser-con radicalmente opuesta a la
anterior “argumenta lo bueno e inherente de la tecnología
y el carácter accidental como consecuencia de cualquier
mal uso de la misma”21; de esta manera, es una responsa-
bilidad, en algunos casos moral, que el ser humano diseñe,
desarrolle y fabrique tecnología, ejerciendo así su función
de cocreador.
Para el desarrollo de esta actitud, no profundizaremos
en ningún mito griego, sino que tomaremos como punto de
partida el pasaje bíblico del paraíso, cuando Adán es recep-
tor del mandato divino de ser el administrador y gober-
nador de la naturaleza. Dios hizo a Adán a su imagen y
semejanza22 y luego le entregó la tierra para que la invadiera
y la sometiera23; el medio para hacerlo es el uso de la técnica.
Luego, el ser humano debe continuar –de modo semejante
al de Dios– el acto creador.
Tanto para Francis Bacon como para otros autores, el
motivo de la caída de Adán y Eva en el paraíso no fue el
deseo del conocimiento científico y técnico (como supon-
dría el escepticismo antiguo); lo que originó el pecado ori-
ginal fue la búsqueda del conocimiento moral, del bien y del
mal. Contrario a la idea de que el hombre debe alejarse de la
ciencia y la tecnología, este está llamado a ejercer el control
del mundo usando como medio el saber tecnocientífico.

21 Mitcham (1994: 283).


22 Gen. (1, 26).
23 Gen. (1, 28).

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56 • El efecto Black Mirror

Autores modernos y contemporáneos tienen esta visión


optimista de la tecnología, entre ellos Thomas Hobbes y
Friedrich Dessauer respectivamente, quienes rompen con la
tradición conservadora de la tecnología y asumen el rol del
ser humano cocreador.
Thomas Hobbes (1588-1679) fue un filósofo inglés
cuya preocupación se centró en la cuestión de la conduc-
ta humana y en el orden social, de ahí su ahínco por dar
solución a este problema, formando un concepto propio
y sólido de la naturaleza humana. En su Leviatán (1651),
Hobbes hace un estudio minucioso sobre la experiencia que
entraña un gobierno civil, en especial el momento de crisis
posterior a la guerra. Sobre este análisis, Hobbes elabora su
concepción del ser humano.
En la introducción de su obra, Hobbes coloca el arte
del ser humano en consonancia con la creación divina. La
naturaleza cumple la función de fin y medio: fin puesto
que es producto del arte divino; medio, puesto que, por
ella, Dios hizo y gobierna el mundo24, ya que es de por
sí un artefacto de origen divino. Se supone que la técnica
humana es una continuación de la creación divina, por lo
tanto, es una responsabilidad del ser humano continuar con
el mandato divino.
Si retomamos los pasajes del Génesis mencionados
arriba y los pensamos desde la concepción de hombre y
de naturaleza de Hobbes, estaríamos tentados de afirmar
que los humanos están llamados a ser creadores. Según
Mitcham, “abjurar esa vocación y practicar en cambio un
improductivo discurso sobre dilemas éticos acarrea el jus-
to castigo de una existencia marcada por la pobreza”25. La
reinterpretación del Génesis, bajo la noción del uso de la
tecnología por el hombre para ampliar la creación iniciada
por Dios y, como consecuencia, asumir el rol de cocreador,
es una tarea iniciada por Francis Bacon. Sin embargo, es

24 Hobbes (1982: 11).


25 Mitcham (1994: 284).

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El efecto Black Mirror • 57

Hobbes quien, al eliminar la barrera de lo natural y el arti-


ficio, las coloca en un mismo nivel ontológico; de ahí que
la distinción aristotélica de técnicas de cultivo26 y técnicas
de dominio se haga a un lado para dar paso a la libertad
del ser humano para reelaborar su naturaleza. Si la natu-
raleza es ella misma un artificio, no hay ninguna necesi-
dad de buscar una técnica que ayude a revelar su realidad
interna; es ella misma la realidad, no hay un más allá, su
superficie lo es todo: artificio y naturaleza operan con los
mismos principios.
Mitcham, siguiendo a Hobbes, da forma a la actitud
optimista frente a la tecnología al determinar que es la natu-
raleza, la razón, o Dios lo que ordena a todo ser humano la
prosecución de la tecnología. El ser humano es redefinido,
a diferencia de la concepción premoderna, no como homo
sapiens, sino como homo faber: desarrollar tecnología es la
actividad humana esencial.
Friedrich Dessauer (1881-1963), pensador contempo-
ráneo, mantiene la actitud optimista frente a la tecnología.
En su obra Discusión sobre la técnica (1964), afirma que la
técnica se expande en el horizonte de la existencia huma-
na convirtiéndose en su única posibilidad: “[La técnica] es
contemplada de golpe como una totalidad inquietante que
se expande. […] nueva potencia configurante de nuestro
tiempo”27. No obstante, esta totalidad es desconocida para
el hombre; la técnica es un mundo incomprendido, afir-
ma el físico alemán, se requiere de tiempo para conocerla,
su acceso es consecuencia de la reinterpretación de su ser
mismo. El ser de la técnica no está limitado a lo material

26 En Física II, I 193ª12-17, Política VII, VII, 1337ª2 y Deconomica I, I


1343ª26-1343B2, se advierte la sugerencia de Aristóteles en distinguir entre
las artes de cultivo que ayudan a la naturaleza a multiplicar su producción
(v.g. la medicina, educación y agricultura), y las artes de construcción o
dominación, como aquellas que dan existencia a cosas que la naturaleza no
podría hacerlas por sí misma (Mitcham, 1994: 281).
27 Dessauer (1964: 35).

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58 • El efecto Black Mirror

expresado en la forma invariable de cuerpos; la creación


técnica supone leyes naturales, es decir, poderes activos y
formativos que subyacen en el espacio y en el tiempo.
Dessauer fundamenta que la técnica tiene en sí misma
un espíritu que la hace susceptible de sentido y finalidad,
de lo cual se desprende que podamos hablar de una onto-
logía de la técnica. El desarrollo de esta idea se funda en
la crítica a la concepción tradicional que ve a la tecnolo-
gía como obra del “diablo”, y que hace que todo aquel que
haga uso de ella se esté rebelando contra el mismo Dios.
Dessauer quiere desmontar esta idea de la técnica como
el enemigo, por lo que recurre a diversos pasajes bíblicos,
tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento.
El ser humano solamente podrá acceder al conocimiento
del horizonte tecnológico y ver las bondades de la técnica
en el momento que la considere como un “don divino” y
reconozca su poderío a sabiendas de su inferioridad frente
a la omnipotencia de Dios.
Dios es un ser creador, su naturaleza se evidencia en el
principio del Génesis al construir el universo y todo lo que
lo habita; ahora le enseña al hombre cómo crear; se sabe
que le ha hecho a imagen y semejanza suya, y aun así, le va
develando el horizonte tecnológico que tiene ante sus ojos,
le muestra la naturaleza como entorno que puede aprove-
char para mejorar su estadía en el mundo. Tomemos como
ejemplo el pasaje del arca de Noé. Como puede leerse en el
mito bíblico, la obra técnica encomendada al patriarca es de
gran envergadura, se requiere de un conocimiento amplio
de leyes naturales, así como de la habilidad y la destreza
técnica para el ensamblaje del arca. Dios no solo ve en Noé
un hombre bueno, sino también debe de ver en él capacida-
des propias de un artista, un ingeniero, un científico, y sabe
que podía potenciarlas porque fue él quien realizó el diseño
humano. El arca de Noé, con sus dimensiones y especifica-
ciones, hubiera significado la rebelión del hombre frente a

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El efecto Black Mirror • 59

Dios si se hubieran omitido los versículos del 14 al 17 del


capítulo 6 del Génesis, en los que es el mismo Dios quien da
instrucciones precisas a Noé de cómo construir el arca.
Para Dessauer, el hombre es un ser técnico; gracias
a esta naturaleza ha podido construir su hogar y hábitat.
Además, gracias a la técnica ha instaurado comunidades,
tanto las primeras aldeas como las ciudades modernas.
Al igual que Francis Bacon y Thomas Hobbes, el radió-
logo, físico y filósofo alemán considera que la creación
iniciada por Dios no ha sido terminada, que es deber del
ser humano continuar con los planes de Dios, quien se ha
valido del hombre para finalizar su obra. Dessauer cambia
de lugar el origen teológico de la técnica, arrebatándose-
lo a la serpiente como acto de rebelión frente a Dios y
situándolo en el plano de la misión divina al servicio del
hombre mismo.
Los argumentos presentados pueden sintetizarse de la
siguiente manera:
• El desarrollo de la tecnología informática y digital res-
ponde al compromiso que tiene todo ser humano para
con la disminución del sufrimiento y frente al daño que
se pueda generar al otro. Esto convierte trabajar en esta
tecnología en una responsabilidad moral; no hacer-
lo implicaría descuidar el derecho más preciado del
ser humano: la vida. Véase cómo en el capítulo “Men
Against Fire”, de la tercera temporada de Black Mirror,
finalmente se persuade al soldado Stripe (Malachi Kir-
bi) de que muchas veces hay que hacer grandes sacri-
ficios –como la vida de algunos humanos con enfer-
medades y carencias genéticas no propias del universo
Black Mirror– para que el género humano sobreviva.
• El diseño, fabricación y uso de tecnologías digitales,
además de ser moralmente benéfico, estimula la empa-
tía, contribuyendo así a la satisfacción de necesidades
que se presentan en distintos escenarios, como el bio-
médico, bélico, educativo y/o social.

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60 • El efecto Black Mirror

• Las distintas tecnologías informáticas no deberían ser


consideradas como entidades ajenas al mundo; son un
artificio más, creado, fabricado y producido por el ser
humano, con una complejidad incomparable a la de
las tecnologías tradicionales, pero que, sin embargo, no
deja de formar parte de nuestro mundo.

Con esta síntesis, cerramos la exposición y el análisis


de la segunda actitud propuesta por Carl Mitcham, y damos
paso a la tercera, a saber, el desasosiego romántico, que se
debate entre el escepticismo antiguo y el optimismo ilustra-
do. Esta actitud, no pulsada a fondo por Mitcham, como él
mismo reconoce y como veremos, es la plataforma para la
consolidación de la actitud trágica.

¿Desasosiego romántico?

El Romanticismo ha sido interpretado como una reacción


a la ciencia moderna, y una crítica a esta. El movimien-
to romántico, arguye Mitcham28, plasmó la idea de que el
deseo de la tecnología:
• por un lado, mantiene sus cimientos en la naturaleza:
esta es releída no como un mero mecanismo, sino como
un esfuerzo orgánico hacia el desarrollo y la expre-
sión creativos. Desde este punto de vista, la naturaleza
se convierte en algo que participa de la autoexpresión
de la vida.
• De otro lado, este deseo es separado de toda deter-
minación extra-humana: cuando es liberada de aquella
actividad orgánica, la tecnología se fundamenta única-
mente en la voluntad de poder humana, pero recono-
ciendo sus consecuencias a menudo negativas.

28 Mitcham (1994: 290).

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El efecto Black Mirror • 61

El Romanticismo es un fenómeno multidimensional


que puede entenderse como29:
• tendencia permanente en la naturaleza humana que se
manifiesta a sí misma de manera diferente en épocas
diferentes;
• particular manifestación en la literatura y el pensa-
miento del siglo XIX.

William Wordsworth (1770-1850)30, poeta inglés, pro-


pone la categoría base para el desarrollo de la tercera mane-
ra de ser-con la tecnología. Afirma la tecnología como
aquello cuya ordenación no ha sido la más adecuada; su
desarrollo y producción se basa en el excesivo uso de unos
poderes tecnocientíficos a los cuales el ser humano tuvo
acceso en la modernidad y la Ilustración. No obstante, res-
pondiendo a la paradoja distintiva del Romanticismo, es
esta tecnología mal regulada y desbordada la que engendra
una nueva especie de admiración, la admiración de lo sublime.
Mitcham, en el mismo texto, se apropia de la definición
que hace Edmund Burke de lo sublime y la diferencia de la
categoría estética de la belleza:

[…] la belleza está asociada al orden social y se representa con


la armonía y proporción en la palabra y la figura; lo sublime,
en contraste, se relaciona con el esfuerzo individual y está
indicado por la magnitud y la línea quebrada. Todo lo que es
de alguna manera capaz de excitar las ideas de dolor y peligro,
todo lo que es de algún modo terrible, o que versa acerca de
objetos terribles, o que opera de una manera análoga al terror,
es una fuente de lo sublime31.

29 Ibid: 290.
30 Apud. Mitcham (1994: 292).
31 Apud. Mitcham (1994: 296).

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62 • El efecto Black Mirror

La expresión “placentero temor”, usada por Mitcham


siguiendo a Byron, visibiliza esta ambivalencia captada por
el Romanticismo como aquello a lo que más nos aboca la
tecnología contemporánea, ambivalencia que la nueva cate-
goría estética de lo sublime o abrumador tematiza. Esta
dinámica ambivalente y dicotómica frente a la tecnología
se hace presente a lo largo de los capítulos de la serie Black
Mirror. Retomemos por un momento el primer capítulo de
esta serie, “The National Anthem”, en el cual el uso tecnoló-
gico desborda los límites de lo pensado. El primer ministro
de Inglaterra es chantajeado por un hacker informático para
que copule con un cerdo ante las pantallas de la red, a cam-
bio de no seguir permitiendo el secuestro de una princesa
de la corona británica. En este escenario, hace necesario el
uso tecnológico para atrapar al secuestrador, y se vale de
este para solventar un problema también de uso tecnológi-
co. No obstante, en muchas de las escenas de este mismo
capítulo se deja entrever la desesperanza a la que puede
llevar cualquier tecnología.
El desasosiego está limitado por la ambigüedad que
se desliza entre el territorio escéptico y el optimista. En
esta actitud, expresa que la tecnología en general puede
llevar a posiciones extremas, generar fobias por artefactos
o actividades que actualmente hacen parte de la cotidiani-
dad humana. Volviendo al primer capítulo de esta serie, el
individuo generador del secuestro se vale de las redes infor-
máticas para extender su subjetividad y para hacerla masiva:
“El individuo dentro de la interconexión cibernética no es
ya el individuo clásico, sujeto a los límites del cuerpo y
su presencia física”32; mediante el uso tecnológico, la sub-
jetividad puede extenderse, lo más íntimo del ser humano
puede superar la espera de lo privado y hacerse público,
lo que forma subjetividades supermasivas: “La red, inter-
net, Facebook aparecen como factores de desestabilización

32 Ierardo (2018: 42).

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El efecto Black Mirror • 63

y matrices de nuevas subjetividades”33. El uso tecnológico


genera terror, y el espectador o usuario, a pesar de que
puede entrar conscientemente o no, al formar parte de esta
nueva subjetividad, lo hace con cierto recelo, con culpa,
pero así mismo disfruta con cierto terror del espectáculo
televisivo.
Así como se repele el uso tecnológico, asimismo el ser
humano se siente atraído hacia esta forma de sadismo, se
experimentan nuevas formas de placer que hace que siga
allí, frente a la pantalla. Esta actitud ambivalente puede
entenderse mejor desde la idea de lo trágico. La dimensión
trágica de la tecnología considera la disposición dual pro-
pensión/aversión que genera en el ser humano la tecno-
logía: “Lo trágico en la actualidad puede verse en la pro-
pensión que tiene el hombre a la tecnología autónoma,
sumergirse en el desarrollo tecnológico le genera placer,
grandeza por dominar la naturaleza”34, de allí que haya un
acercamiento y una aceptación sin cuestionar la naturaleza
de la tecnología, pero además hay un elemento de recha-
zo, pues la tecnología también “le genera dolor, miedo, le
aterroriza saber que será desplazado del trono real que le
fue heredado”35. A partir de esta idea de lo trágico, podemos
afirmar que el ser humano se mueve en una ambivalencia,
se desliza entre un acercamiento y un repudio a lo técnico.
En lo trágico, el ser humano no tiene elección: no hay una
necesidad que le obligue a tomar un camino, pues siempre
se encontrará ante una situación de contingencia. El ele-
mento que lo trágico aporta se da desde la actitud que cons-
tantemente el ser humano ha tomado y está tomando frente
al diseño, desarrollo y uso de las diferentes tecnologías.

33 Ierardo (2018: 42).


34 Álvarez G. (2017: 212).
35 Álvarez G. (2017: 212).

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64 • El efecto Black Mirror

El elemento trágico no distingue entre el científico, el


técnico o el usuario, de ahí su pertinencia; estos entes están
constantemente destinados a tomar decisiones que impli-
can directamente al fenómeno tecnológico, dándole nuevos
sentidos a su relación.
El humano de hoy se siente abocado a la tecnología,
no solo se admira por ella, sino que también le teme y lo
aterroriza; hasta este momento, se habla de un desasosiego.
Pero la experiencia humana no ha quedado en esta ambi-
valencia, ha tomado caminos, se ha ido configurando el
fenómeno como consecuencia de estas decisiones. La tec-
nología que hoy se tiene es consecuencia de la existencia
humana. Por consiguiente, los problemas que hoy suscitan
las tecnologías del ahora no se deben a un país en parti-
cular, o a un grupo de científicos o ingenieros: estos hacen
parte de la historia y del recorrido que el ser humano ha
ido construyendo.
No obstante, las decisiones que actualmente está
tomando el ser humano y las que irán a tomar respecto a
la tecnología tienen un horizonte de posibilidades limitado
y finito. Ya no es posible volver atrás, al pasado. Tal vez
hace dos siglos este horizonte era diferente y tenía otro
contorno; hoy es inevitable el uso de las tecnologías que lle-
van al límite de lo humano, pues su despliegue se encuentra
presente a lo largo y ancho del espectro de posibilidades;
así, cualquier decisión que se tome llevará inevitablemente
a su uso y desarrollo.
El ser humano es el proyecto que hoy es, no hay otra
posibilidad; la tecnología lo ha desbordado y ocupa todo
su horizonte de posibilidades, cualquier proyecto humano
que se encontrare fuera de lo tecnológico no será una posi-
bilidad.
La forma de ser-con la tecnología romántica puede
resumirse de la siguiente manera36:

36 Mitcham (1994: 297).

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El efecto Black Mirror • 65

• La voluntad del desarrollo tecnológico se da como un


acto creativo necesario del mismo ser humano, acto
que lo ha desbordado y, por tanto, trasciende los lími-
tes humanos.
• La tecnología hace posible la determinación material; el
ser humano, a través de la tecnología, imprime nuevas
formas a la materia; esta libertad le aparta del vínculo
social tradicional y expande la tecnología en la totali-
dad de su horizonte vital.
• En el Romanticismo, la razón y el conocimiento cientí-
fico se encuentran subordinados a la imaginación tec-
nológica.
• Los artefactos son la expresión de lo excelso; se
generan nuevas formas de sentirlos y experimentarlos.
Estos aspectos son los que resaltan en el capítulo que se
va a tomar como foco de análisis.

La duplicidad de lo trágico en el uso tecnológico

Teniendo en cuenta las formas de ser-con planteadas por


Mitcham, nos vemos sumergidos en el análisis del capítu-
lo “White Christmas” a la luz de la última postura plan-
teada por el pensador americano. Siguiendo el itinerario
propuesto, a continuación, nos disponemos a presentar el
episodio especial de Black Mirror, el cual será objeto de
nuestro análisis.
En “White Christmas”, confluyen varias historias en las
cuales se ve reflejado el mundo del Z-Eye37. Todo comienza
con el cautiverio al que parecen estar sometidos dos de los
personajes del capítulo: Matt (Jon Hamm) y Joe (Rafe Spall).
La historia comienza a girar en torno a la necesidad de
comunicación de los dos personajes; para que esta surja y

37 En el capítulo, esto es un artefacto instalado en el ojo humano, el cual posi-


bilita la recopilación y registro de los datos adquiridos.

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66 • El efecto Black Mirror

fluya, uno de ellos debe tomar el bastión y tratar de entablar


una conversación común, para que la estadía dentro de esa
habitación no sea tan insoportable.
Matt es quien comienza contando dos historias, la pri-
mera es una anécdota propia y tiene que ver con el ambiente
voyerista, con el fetiche de observar a la gente en su intimi-
dad, y la segunda es sobre la persuasión a una cookie38 para
que obedezca y cumpla con actividades personales estable-
cidas y requeridas por la persona “real”. Esto le transmite
confianza a Joe y lo dispone a hablar y entablar una conver-
sación con Matt; es en este momento cuando Joe recuerda
lo sucedido. Todo esto tiene un fin: lograr la confesión de
Joe por el delito que cometió.
Joe recuerda lo acontecido con su esposa, el embarazo
de su pareja, la infidelidad sufrida, como también la obse-
sión en la cual había caído al enterarse de la existencia de
una niña, la cual probablemente podría ser su hija. Todo
esto y las consecuencias a las cuales están sometidos los per-
sonajes por parte de la funcionalidad de la tecnología en sus
vidas hace que Joe, a medida que va contando su historia,
vaya notando ciertas cosas que no cuadran, lo confunden y
se vuelven sospechosas, v. gr. el reloj de pájaros que adorna
la cocina en la que se encuentran hablando.
Asimismo, recuerda la absurda relación en la que cae
cuando discute con su pareja y esta ejerce el botón de “blo-
queo”39. También Matt sufre esta consecuencia de la tec-
nología, al ser juzgado y condenado por la sociedad por
sus actos voyeristas. Las historias entrelazadas son las de
Greta (la mujer que voluntariamente desea que se le clone la

38 En el capítulo, una cookie es un clon digital de la conciencia de una persona.


39 En el capítulo, esto es una forma de procurar distancia con otra persona, de
mantener a raya el contacto personal e intelectual con aquella con la que ha
sido bloqueada: “desaparición de los individuos reales en tramas espectrales
digitalizadas” (Ierardo, 2018: 99); tecnología propia del universo Black
Mirror en la que el agente “agresor” es condenado o castigado con radicali-
dad por cualquier acto juzgado como “malo” dentro de la sociedad Black
Mirror.

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El efecto Black Mirror • 67

conciencia con fines puramente administrativos del hogar)


y la concerniente a la verdadera razón por la cual Matt
quiere entablar una conversación con Joe, que es obtener
la confesión expresa de la culpabilidad en dos asesinatos:
“una confesión extraída en la virtualidad desencadena todo
su efecto sobre el Joe encerrado en el mundo real”40.
Una vez obtenida la confesión de Joe esperada por Matt
durante el desarrollo de todo el episodio, Matt ordena que
lo saquen de la cabaña, dado que se logró el objetivo, y se
disculpa finalmente con Joe. En este momento nos damos
cuenta de que todo este tiempo Matt estuvo hablando con
la cookie de Joe, es decir, estuvo en lo que parece ser una
estación de policía, hablando con la copia de la concien-
cia de Joe dentro de la recreación virtual de la cabaña de
su suegro. Necesitaba una confesión de la cookie porque el
verdadero Joe seguía sin confesar su crimen; conseguir esa
confesión por parte de Joe beneficiaría sobremanera a Matt,
pues también se encontraba en problemas con la justicia y
al ayudar tenía la ingenua esperanza de ser perdonado. El
perdón termina siendo a medias, ya que finalmente Matt
es castigado con el bloqueo general –en otras palabras, es
bloqueado por todos, quienes lo ven como una mancha roja
que representa peligro–. El capítulo culmina con una visión
de Matt: “Camina y camina quizás por siglos y milenios.
Sus pisadas nacen de la sospecha de que la realidad brilla
detrás de lo que ve”41. Una última escena nos muestra que
Matt pierde todo contacto social, y en ese momento se nos
permite ver el desasosiego a través de sus Z-Eyes.

40 Ierardo (2018: 104).


41 Ierardo (2018: 107).

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68 • El efecto Black Mirror

Lo trágico en el universo de Black M


Mirr
irror
or

Carl Mitcham ha postulado una interesante forma de expli-


car la relación engendrada entre la tecnociencia, la ética y
la sociedad. Esta visión plantea paradigmas provocados por
la incursión y el desarrollo tecnológicos en nuestro entorno
y las actitudes tomadas frente a esta situación por el sujeto
en cada momento de la historia, como también las conse-
cuencias producidas por el entronque de la tecnología en
nuestros modos de vivir, las consecuencias ambientales y
las posibilidades como sociedad.
Antes de continuar con el último punto de nuestra
reflexión, consideramos necesario hacer un recorrido por
los puntos centrales de la propuesta mitcheniana. Nues-
tro filósofo propuso tres modos de ser-con la tecnología,
tres formas de relacionarse con el ámbito tecnológico que
permiten comprender mejor las cuestiones básicas sobre
la filosofía de la tecnología. Mitcham diferencia cada una
de estas tres formas de ser-con que se identifican y que
han surgido a través de la historia como posiciones en las
cuales la visión de la tecnología tiene un papel crucial para
la formación de sociedades y de individuos.
No se puede negar que tenemos una relación ambigua
con ella; de entrada, Mitcham nos hace ver que nuestra rela-
ción con la tecnología se basa, por una parte, en el control
ejercido por nosotros sobre esta, pero también en la doci-
lidad que tenemos frente al confort dado por la tecnología,
esto es, que, aunque tenemos un carácter controlador sobre
ella, es la misma tecnología también la que ejerce sobre
nosotros una necesidad infundada, una manipulación, con-
trol por control.
Una de estas formas de ser-con la tecnología es la
escéptica, identificada primordialmente en la época antigua.
Esta visión de la tecnología tiene sus bases en la descon-
fianza y el recelo a la cual está sometida cualquier tipo de
tecnología. Esto significa que la tecnología es “mala”, pero
que también tiene un carácter necesario: son requeridas por

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El efecto Black Mirror • 69

los seres humanos, pero la creación y manipulación de estas


se puede volver en contra suya. Siguiendo este argumento,
en esta forma de ser-con la tecnología, es la peligrosidad
sobre el control que se les puede ejercer a la opulencia y el
desarrollo que ofrece la tecnología la que lleva a ponerse en
contra de cualquier tipo de avance tecnológico que pueda
poner en juego la estabilidad social y ocasionar el desvío de
la atención de lo que verdaderamente importa, a saber, los
asuntos netamente humanos, v. gr. la política o el Estado.
En la actitud escéptica, el problema de la tecnología implica
una desviación y debilitamiento del esfuerzo individual, del
mejoramiento y esmero por una estabilidad social basada en
un enriquecimiento personal, lo que engendra así la men-
talidad facilista y de inmediatez personal, como también el
debilitamiento de la estructura social.
Otra forma de ser-con la tecnología es la del optimis-
mo, identificada en los períodos del Renacimiento, moder-
nismo e Ilustración; en ella se encuentran características
principalmente en acuerdo con el progreso tecnológico, es
decir, esta posición es la contraria a la posición escéptica,
en esta se reconocen las virtudes técnicas como inherentes
y voluntarias, y se cree que la naturaleza y la tecnología
parten de un entorno común, sin afectar o debilitar nada,
sino que más bien fortalecen la calidad del ser humano.
En otras palabras, según esta postura el proceso tecno-
lógico es necesario en cuanto posibilita la mejora y el desa-
rrollo de la sociedad otorgando riqueza, entendida como
beneficios y confort, dándole primacía a las cuestiones cien-
tíficas y tecnológicas en detrimento de los asuntos éticos
o políticos. Lo que importa aquí es que el desarrollo tec-
nológico genera una necesidad moral a la voluntad, esta
acción contribuye a la satisfacción de las necesidades físicas,
lo que sacia así los requerimientos personales y sociales sin
tener en cuenta las consecuencias a las que está expuesta la
conformación de la tecnología sin ningún tipo de límite.

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70 • El efecto Black Mirror

La tercera forma de ser-con la tecnología planteada


por Mitcham es la del desasosiego romántico; en esta acti-
tud consideramos está la clave para comprender las tec-
nologías informáticas como las que se exponen en la serie
Black Mirror. El desasosiego romántico refleja una condi-
ción ambigua con respecto a la tecnología y la relación
que tenemos con ella, ya que, aunque en cierto sentido
poseemos el control de la tecnología, debido a que somos
nosotros los que ejercemos el acto creativo, también nos
vemos abocados a sobrepasar los límites de ella, girando en
torno a la significación del ser, y no a la deshumanización
por medio de la tecnología. En otras palabras, la tecnología
nos crea una libertad material, pero acaba e irrumpe en la
libertad personal, nos eleva a un estatus social y económico,
pero nos aparta del significado de la sociedad y del afecto
social. Todas estas consecuencias son tenidas en cuenta y
son sufridas por el ser romántico, que afronta el desasosiego
que se le produce.
Esta condición, expresada en la ambigüedad, es la sen-
sación más exacta en donde se puede enmarcar la relación
que generamos con la tecnología, ya que en ella se concentra
cada una de las posiciones antes mencionadas, y confluyen
las sensaciones en un gran universo de sentimientos y de
acciones que surgen de la nueva consolidación y construc-
ción del ser humano en esta época tecnológica, en la que se
revela un carácter terrorífico y peligroso sustentado en la
aceptación de entrada del avance tecnológico en todos los
ámbitos de la sociedad humana.
Son las historias de Matt y Joe las que expresan las
consecuencias de la tecnología y la deshumanización en los
procesos sociales e individuales de la cotidianidad humana,
aunque no solo se expresan en estas dos historias, sino que
en casi toda la serie de Black Mirror parecen ser una cons-
tante, como también lo es esta relación con la tecnología en
la cual el desasosiego es el sentimiento más complejo.

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El efecto Black Mirror • 71

Por lo tanto, la forma de ser-con la tecnología que


abarca con más exactitud la relación que tenemos con ella
es la actitud del desasosiego romántico. Esta actitud refle-
ja una condición o disposición realmente ambigua, en la
que se puede identificar la aceptación y sublevación a la
tecnología, entendida como parte esencial de las relacio-
nes humanas y de las acciones comunicativas, quedando así
condicionadas por el avance tecnológico tanto la naturaleza
humana como su conformación dentro de la sociedad. Esta
actitud de aceptación y sublevación tiene una contraparte,
en donde se manifiestan el malestar y la incertidumbre, una
posición de recelo frente a esta condicionalidad aceptada
por la sociedad y los individuos en general.
Esto lo podemos notar en ciertas escenas de la historia
en las cuales se refleja la posición ambigua del carácter
romántico y del desasosiego en el que caen los protago-
nistas al enfrentarse a las puniciones propuestas y estable-
cidas por el universo Black Mirror, v. gr., las escenas en
las cuales Matt y Joe son bloqueados por sus respectivas
parejas, en el caso de Matt por la condena a la que se ve
sometido respecto de sus actos voyeristas, y, en el de Joe,
por la discusión sostenida con su pareja luego de enterarse
del embarazo. Estas novedosas maneras de solucionar los
conflictos personales son las vivas consecuencias del avance
tecnológico y el enfriamiento de la calidad de las relaciones
humanas, en las que el comportamiento humano es con-
denado en todos sus ámbitos posibles (conciencia clonada)
para el caso de Joe. Asimismo, estos ejemplos son el reflejo
de la total absorción de la tecnología por parte de nuestras
formas y modos de vida y la aceptación de cada una de sus
consecuencias, sin tener en ellas una actitud crítica o algún
tipo de resistencia.
Por último, el capítulo y la serie pretenden adentrarnos
en un mundo totalmente absorbido y mórbido por la tec-
nología, en donde los límites de la realidad, de la privacidad
y de la libertad parecen no tener cabida y donde las con-
secuencias son tan amplias como bizarras. En Black Mirror,

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72 • El efecto Black Mirror

el usuario tecnológico sabe que las relaciones cara a cara,


sentir el cuerpo del otro, su aroma, el color, la expresión
de su belleza natural serán reemplazadas por imágenes per-
fectamente creadas y por lugares virtuales creados por él
mismo, y a la vez siente una leve tranquilidad porque no
será consciente de estas construcciones artificiales; no obs-
tante, vuelve y se aturde a merced de no saber si vive ya
en una realidad netamente digital, como el encuentro que
Matt mantiene con Joe, en la que lo real no se diferencia
de lo virtual.
Al finalizar el capítulo, pareciera que Matt se hunde en
una reflexión sobre el uso tecnológico, parece sentir aver-
sión por la tecnología, pero disfruta de este sentimiento y
no lo quiere dejar de sentir. El ser humano quiere sentirse
cada vez menos humano, lleva al límite su humanidad. Sin
embargo, este sentimiento no es la angustia que Soren Kier-
kegaard, filósofo danés, definió como un temor a la nada,
hacia lo desconocido42; el ser humano sabe qué le espera
con la tecnología, le aterra su porvenir43, y, sin embargo,
sigue avanzando hasta cometer el crimen:
Recuerdo aquella larga noche, víspera del crimen: mi
hermano se detuvo un momento en el rellano exterior de
la escalera de mármol, miró en silencio el cielo, con su
cabellera bellamente levantada: “Nuestros únicos remos—
dijo— quizá sean las estrellas; pero ni a esos los empuñamos

42 Para el desarrollo de la idea de la angustia como actividad humana necesaria


para el conocimiento, revisar el documento “La angustia, principio de posi-
bilidad del conocimiento” (Álvarez G., 2016).
43 Cabe mencionar que Aristóteles, en el Libro VII de la Ética a Nicómaco, hace
referencia a esta doble forma de acción humana, al diferenciar el pensar del
actuar. En el tratamiento de este asunto, Aristóteles se desmarca de Sócrates
al considerar que en el ser humano es posible la akrasía como un acto
humano (proáiresis), en el cual aquel se aleja del bien perfecto (aun sabiendo
cuál es el camino), cediendo a las tentaciones de los placeres. En otras pala-
bras, Aristóteles considera que el ser humano cae en acciones que no condu-
cen al bien perfecto; el hombre sabe que está cediendo a los placeres munda-
nos y, aun así, sigue por este camino.

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El efecto Black Mirror • 73

nosotros. ¿Cómo podríamos?”. Lo entendí de inmediato.


Mi hermana no comprendió. Le dio la espada, que llevaba
oculta bajo el delantal44.
Cuando el desborde tecnológico supera toda voluntad
y acción humana, se debe aceptar y someterse al destino;
el crimen debe ser cometido: el desarrollo tecnológico debe
continuar.

Conclusión

La tesis que se desarrolló nos conduce a reconocer que


la relación que en el ahora el ser humano establece con
la tecnología es de aceptación sin más, forma que entraña
una actitud pasiva y resignada y, sin embargo, promete-
dora. El uso tecnológico no implica una actitud optimista,
esta requiere de la realización, de la acción; la actitud opti-
mista estaría centrada más en quienes diseñan y desarro-
llan tecnología. Así, el metadiscurso romántico que entraña
elementos como lo trágico, lo ambiguo y lo sublime está
siendo construido por los usuarios. Este discurso se sus-
tenta en la noción de lo trágico. En este contexto, lo trágico
entraña desasosiego, actitud desenmarañada y potenciada
por las tecnologías de la era informática; lo verdaderamente
importante en la tesis desarrollada es que es precisamente
esta ambigüedad la que salva al ser humano de perderse en
el mundo tecnológico.
A modo de conclusión, se pone a consideración la posi-
ción del desasosiego romántico, pues, aunque el universo de
Black Mirror nos posibilite unas formas de vida nuevas y nos
coloque de contexto la amplitud de la tecnología, también
nos deja una reflexión a modo de preocupación que se pue-
de plantear así: ¿es posible, mediante la tecnología, borrar
todo rastro de libertad y privacidad?, ¿y que la mentalidad

44 Ritsos (2011: 83).

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74 • El efecto Black Mirror

de la inmediatez pueda acabar con las relaciones interper-


sonales? ¿Si no hay límites a la tecnología, es posible que
sea ella la que nos ponga límites a los seres humanos? Estos
cuestionamientos son los que deja a manera de reflexión
la serie Black Mirror, su contenido totalmente ambiguo nos
deja entrever la preocupación que se tiene con respecto a la
actitud crítica que nosotros podamos ejercer con respecto
a las nuevas tecnologías. ¿O es que la tecnología logrará
sublevar nuestra resistencia y manipularnos a tal punto que
no podamos rechistar ni salirnos de la red tecnológica tejida
y entrelazada por nosotros mismos? Las posibles respuestas
deben fijar una posición clara y clave para el manejo de las
tecnologías, su uso y sus consecuencias en la realidad.

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su posibilidad en lo trágico”. Revista de Filosofía, 16(1),
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4

Cerebro transparente
y memoria objetiva
MARCELO PÉREZ MEDIAVILLA1 Y ANA LAURA RIVERO2

En 1887, Conan Doyle inicia la más fascinante saga de


aventuras investigativas protagonizadas por el indolente y
desconcertante Sherlock Holmes. Estudio en escarlata no es
la primera novela que presenta a un genio de la indaga-
ción criminológica, antes ya había aparecido el “petulante
y superficial” (Doyle, 2014a: 76) Chevalier Dupin, de E. A.
Poe. Sin embargo, el consultor inglés era portador de una
genial peculiaridad.
Según observa el Dr. John H. Watson, en El signo de
los cuatro, publicada en 1890, este hombre merece ser teni-
do por un admirable “autómata, una máquina calculadora”
(Doyle, 2014a: 208), de modo tal que está dotado de un
“carácter nada emocional” (Doyle, 2014c: 191) y se presen-
ta como un “cerebro sin corazón, tan deficiente en afecto
humano como más que eminente en inteligencia” (Doyle,
2014c: 191).
Pero Doyle no solo lo ve como a una máquina, también
lo caracteriza de otra forma. Un tanto más doméstico y
trivial, piensa que se parece a una casa. De hecho, el mismo
investigador se encuentra cautivado por esta imagen, y la

1 Licenciado en Filosofía. Profesor adjunto de la cátedra de Filosofía del len-


guaje, Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades, UNCa.
2 Profesora en Filosofía y ciencias de la educación. Tesista de la licenciatura
en Filosofía, Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades, UNCa.

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78 • El efecto Black Mirror

proclama. Esta otra imagen es tan interesante como la ante-


rior, y Doyle la hará convivir con las referidas al hombre-
máquina y al cerebro maquinal.
Así, el escritor hace que Holmes nos asegure que el
cuerpo se parece a una casa, y el cerebro, a un ático o un
desván, a un altillo o un almacén:

Yo creo que, originariamente, el cerebro de una persona es


como un pequeño ático vacío en el que hay que meter el
mobiliario que uno prefiera. Las gentes necesitan amontonar
en ese ático toda la madera que encuentran a mano, y así
resulta que no queda espacio en él para los acontecimientos
que podrían serles útiles, o, en el mejor de los casos, esos
conocimientos se encuentran tan revueltos con otra monto-
nera de cosas, que resulta difícil dar con ellos. Pues bien, el
artesano hábil tiene muchísimo cuidado con lo que mete en
el ático del cerebro. Solo admite en el mismo herramientas
que pueden ayudarlo a realizar su labor; pero de estas sí que
tiene un gran surtido y lo guarda en el orden más perfecto.
Es un error creer que la pequeña habitación tiene paredes
elásticas y que puede ensancharse indefinidamente. Créame,
llega un momento en que cada conocimiento nuevo que se
agrega supone el olvido de algo que ya se conocía. Por con-
siguiente, es de mayor importancia no dejar que los datos
inútiles desplacen a los útiles (Doyle, 2014a: 69-70).

Insistimos en que esta metáfora es anterior a la del


hombre-máquina, resplandece en Estudio en escarlata, pero
no por única vez. Volverá en el episodio de las cinco semi-
llas de naranja, en Las aventuras de Sherlock Holmes, libro
publicado en 1892. Se trata de una certeza práctica, por-
que esta imagen permite disciplinar y hacer pertinentes las
inferencias;

Digo ahora, como dije entonces, que uno debe amueblar el


pequeño ático de su cerebro con todo lo que es probable que
vaya a utilizar, y que el resto puede dejarlo guardado en el
desván de la biblioteca, de donde puede sacarlo si lo necesita
(Doyle, 2014b: 312).

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El efecto Black Mirror • 79

Ahora, descubrimos que el desván se parece a una


biblioteca, incluso a un archivo. Como una librería o regis-
tro especializado, este atesora datos e informes útiles a los
fines del esclarecimiento de todo tipo de casos delictivos.
Ello contribuye a que Holmes considere que ha llegado
al dominio de un método de recopilación y análisis que
domestica la imaginación, de manera tal que logra man-
tener a raya las impertinencias de la fantasía y las pasio-
nes. Entretanto, nos queda claro que él es una máquina de
razonar que, además, cuenta con una memoria limitada y
selectiva. Dentro de ella nada se acomoda gratuitamente,
solo encuentra lugar aquello que podría ser utilizado en la
resolución de casos problemáticos.
Tal como lo hiciera un buen peirceano, el héroe de
Doyle perfecciona un razonamiento puro que se sirve de
material mnémico para establecer inferencias por analogía.
Según declara en la historia sobre la liga de los pelirro-
jos, otra vez dentro de Las aventuras de Sherlock Holmes:
“en cuanto percibo la más ligera indicación del curso de
los acontecimientos, suelo ser capaz de guiarme por los
miles de casos semejantes que acuden a mi memoria” (Doy-
le, 2014b: 228).
Estamos ante un proceder que hace posible tanto el
reconocimiento como la adopción de nuevos conocimien-
tos. Comprensiblemente, lo extraordinario se impone en la
medida que se registra un contenido inédito o un dato sin
antecedentes. En ciertas ocasiones, el detective encuentra el
desafío de enfrentar lo inédito para incorporarlo a su mag-
nífico desván: “En el caso presente, me veo en la obligación
de reconocer que los hechos son, hasta donde alcanza mi
conocimiento, algo nunca visto” (Doyle 2014b: 228).
Los distintos problemas que Holmes desbarata revelan
que ha forjado una lógica del descubrimiento científico.
Esta habilidad del pensamiento es práctica e impersonal.
No es casual que el noble Watson lo comparase con una
máquina que observa, recopila datos, computa resultados
probables y los somete a prueba.

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80 • El efecto Black Mirror

Poco más allá de las novelas policiales y de la lógica


abductiva de Charles S. Peirce, encontramos que la activi-
dad mental fue enfocada por los filósofos del lenguaje a tra-
vés de la lente del cálculo computacional. Durante la segun-
da mitad del siglo XX, estudiar la actividad del pensamiento
como si se ajustara a los logaritmos de una computadora
ha sido una irresistible tentación. Psicología cognitiva, neu-
rociencias y modelos computacionales establecieron una
alianza prometedora para desentrañar los oscuros entresi-
jos en que se diluía la conciencia y las actitudes proposicio-
nales. Pero tamaño esfuerzo tendría sus detractores.
Richard Rorty, por ejemplo, rechaza la posibilidad de
que el cerebro posea una mente algorítmica equiparable
a un programa informático. Según su opinión, conocer el
funcionamiento de una computadora no es lo mismo que
buscar entender un cerebro. Considera que cognitivistas
como Noam Chomsky, Jerry Fodor y Steven Pinker se vuel-
ven sospechosos apenas convierten este órgano en un efi-
ciente sistema computarizado. En palabras más precisas:
ellos están convencidos de que pueden conseguir desci-
frar un programa semántico que determinaría las rutinas
de la mente.
No obstante, para este pragmatista estadounidense,
transformar el cerebro en una máquina capaz de cálculo
informático no tiene nada de útil. Sugiere que nuestro inte-
rés debiera volcarse a las prácticas culturales y necesida-
des sociales que promueven procesos de adaptaciones, per-
feccionamiento de habilidades y sustitución de creencias,
por cuanto tendríamos que advertir que, de sumarnos al
entusiasmo de los cognitivistas, tenderíamos a confundir
las cosas, pues

comprender cómo operan los equipos informáticos es una


cosa, pero entender los usos que se les da es algo muy distinto.
La comprensión de los circuitos eléctricos, ya se trate de los
de las neuronas o de los chips informáticos, no contribuye
en nada a la comprensión de las vías que han seguido los

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El efecto Black Mirror • 81

primitivos programas informáticos de la década de 1950 para


evolucionar y convertirse en las sofisticadas aplicaciones de
los noventa, de la misma manera que tampoco nos ayuda
a comprender cómo llegaron a sustituirse los gruñidos por
afirmaciones (Rorty 2010: 312-313).

El optimismo logicista y cibernético de peirceanos y


cognitivistas nos estaría induciendo a contemplar el cere-
bro como un universo de conexiones neuronales dotado
de una legalidad propia. El costo de esta ambición supone
apartarlo tanto de la fantasía y el deseo, como de las presio-
nes del medio sociocultural.
Pero, si pasamos de los relatos policiales y de la filosofía
(de la mente y del lenguaje) en que la actividad cerebral
se reduce a las prestaciones de una computadora, a la más
reciente ciencia ficción, nos topamos con que la cosa no
cambia sustancialmente. Actualmente, contamos con un
formidable conjunto de películas y series que siguen insis-
tiendo en esta semejanza.
Proponemos detenernos en una ficción que nos resulta
reveladora para extender esta modesta reflexión en torno
al cerebro, la memoria y las máquinas. Deseamos ligar el
denodado trabajo de Holmes, dedicado a contribuir al des-
personalizado “uso científico de la razón” (Doyle, 2014a:
363), con nuestra más reciente ambición objetivista por
convertir la memoria en un dispositivo infalible.
A través de la ya consagrada serie Black Mirror, de
Netflix, obtenemos una imagen del cerebro que nos llama
la atención: la que hace de este un espejo de la realidad.
O mejor todavía, vemos que el cerebro se homologa a una
máquina fotográfica o una filmadora. Esta metáfora ya fue
cuestionada por la investigación neurológica y cognitiva. Lo
interesante en torno a ella estriba en el atractivo que la hace
difícil de desechar. Hay algo de fascinante en esta represen-
tación, algo que vendría a justificar su persistencia.

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82 • El efecto Black Mirror

Esta serie nos la devuelve instalándola en un futuro en


que neurodispositivos rescatan lo que perdemos del foco de
la conciencia. En esta ficción, la tecnología del mañana pone
a disposición fragmentos objetivos de la realidad capaces
de desmentir nuestro propio deseo e imaginación. Creemos
que algunos episodios juegan con la posibilidad de concebir
la información neuronal como datos fijos e indelebles.
Aunque la ficción televisiva apuesta a este mito social,
explotándolo de manera impecable, omite muy rápido un
testimonio proveniente de la psicología clásica: la falibilidad
de la memoria humana. Es a esta cuestión a la que recu-
rrimos para explicar el atractivo que ejerce este relato, en
que nuestro cerebro se parece a una máquina que registra
fidedignamente el entorno.
Que el cerebro sea considerado como una base de datos
tiene, creemos, en el ámbito de la filmografía, una historia
interesante. De esta podemos brindar unos retazos.
Nuestro rápido repaso inicia en el que estimamos es un
valioso antecedente. Total Recall, de 1990, conocida como
El vengador del futuro, dirigida por Paul Verhoeven, y pro-
tagonizada por Arnold Schwarzenegger. En esta película,
vemos al actor personificando a Hauser, quien trabajapara
el villano Cohaagen. Manipulado por su jefe, busca infil-
trarse en un grupo de mutantes que representan una resis-
tencia en el planeta Marte. Para ello, asume la identidad de
Douglas Quaid, debido a que su memoria le fue borrada.
Con la finalidad de viajar al planeta, compra un paquete
turístico, pero el proceso de implante falla, lo que suscita
una aventura decepcionante en la que descubre su verda-
dero propósito desmentido por el deseo de ayudar a los
desvalidos. En esta historia, el cerebro puede ser afectado
por recuerdos de una virtualidad que no llega a diferen-
ciarse de las experiencias reales, al punto de renegar de su
verdadero pasado.
En la remake de 2012, de Len Wiseman, el actor Colin
Farrell protagoniza un procedimiento novedoso. En esta
historia, Douglas Quaid recibe el mismo tratamiento induc-

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El efecto Black Mirror • 83

tor de recuerdos, proceso que supondría una cabina, una


pantalla para la cabeza e inyecciones, pero se agregan otros
elementos, como sondas y electrodos. Durante la escena
de eliminación de la memoria e implantación de nuevos
recuerdos, el protagonista es sometido a una intervención,
en la cual su cerebro es escaneado y observado a través de
proyecciones de información, del mismo modo en que se
proyecta un video en una pantalla. Lo curioso aquí es que el
cerebro logra representarse gráfica e informáticamente: es
expuesto como una base de datos pasible de lectura.
Un caso más o menos semejante, aunque menos explí-
cito, lo encontramos en Eternal Sunshine of the Spotless Mind,
de 2004, dirigida por Michel Gondry. Menos futurista, El
eterno resplandor de una mente sin recuerdos nos propone la
historia de Joel y Clementine, interpretados por Jim Carrey
y Kate Winslet. Ambos empujados por el desamor, deci-
den someterse a un tratamiento clínico para suprimir los
recuerdos de su relación. La empresa Lacuna les ofrece un
servicio indoloro que se practica durante el sueño. Seña-
lamos una escena interesante: Joel, tal vez inconsciente-
mente, intenta detener la operación de eliminación de sus
recuerdos mientras sueña. Impotente, durante esta situa-
ción, no tiene otra opción que la de crear, en compensación,
al menos un recuerdo que le va a servir para recuperar a
la mujer amada. En esa nueva imagen, ella le solicita a él
reunirse en Montauk (un pueblo ubicado en la costa sur
de Long Island, Nueva York), el lugar donde alguna vez
realmente se conocieron.
Estas historias nos resultan significativas porque nos
hablan de una memoria falible. El cerebro guarda recuer-
dos que pueden mudar o redefinirse, pero no recuperarse
de manera fidedigna. La memoria no puede distinguir cla-
ramente entre el artificio (la creación o el implante) y lo
verídico (lo auténtico o lo originario).
Con ellas nos ubicamos lejos de Doyle. La memoria no
se parece al viejo ático, al depósito o al baúl que conserva lo
que la percepción confiadamente le delega. Estas ficciones

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84 • El efecto Black Mirror

impiden la prolongación de la noción de una memoria que


mantiene inalterable sus contenidos. Total Recall y Eternal
Sunshine of the Spotless Mind tienen la virtud de enseñarnos
que el almacenamiento de información es problemático y
confuso.
Lamentablemente, no pueden contarnos que esto es así
debido a que la percepción responde a un acto creativo.
O sea que nuestro sistema perceptivo no busca reflejar la
realidad en nuestro interior, más bien la construye, y lo hace
siguiendo las pautas de un boceto interno.
En relación con esta labor constructiva, es aleccionador
El cerebro. Nuestra historia, de David Eagleman. Este trabajo
de divulgación nos descubre que nuestra actividad percep-
tiva es menos reproductiva de lo que estamos inclinados a
creer. Por lo cual, pregunta y responde, siguiendo lo que ya
es una certeza proverbial:

¿Por qué el mundo parece estable cuando lo miro? ¿por qué


no parece tan espasmódico ni me produce náuseas como
ese video mal tomado? El motivo es el siguiente: su modelo
interno se basa en la suposición de que el mundo exterior
es estable. Sus ojos no son cámaras de vídeo: simplemente
exploran para encontrar más detalles con los que alimentar
el modelo interno. Usted no ve a través de las lentes de una
cámara, sino que sus ojos recogen datos con los que alimentar
el mundo que hay dentro de su cráneo (Eagleman, 2017: 73).

En Black Mirror nos topamos con dos capítulos que


exponen lo contrario. Y, en consecuencia, nos devuelven
a la memoria inhumana que fija y conserva información
percibida como si se tratara de un input objetivo.
“The Entire History of You” (“Toda tu historia”), tercer
capítulo de la temporada 1, dirigido por Brian Welsh, y
“Crocodile” (“Cocodrilo”), tercer capítulo de la temporada
4, dirigido por John Hillcoat, exponen un futuro en que
nuestros cerebros pueden recuperar y proyectar los recuer-
dos a través de dispositivos tecnológicos que se anexan a
la cabeza.

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El efecto Black Mirror • 85

En estos dos capítulos, los contenidos mnémicos son


materia neutra y objetiva que puede ser puesta a la consi-
deración de los demás. Así, el cerebro se transforma en un
reservorio de percepciones que se tornan escenas y fotogra-
fías que los otros pueden apreciar.
“The Entire History of You” es un episodio contro-
versial que acontece en una sociedad alternativa donde las
personas portan un pequeño artefacto implantado detrás
de sus orejas. Este instrumento les permite retener todas
las imágenes ópticas y proyectarlas como en un televisor,
de manera tal que en una pantalla bidimensional se pue-
dan repasar, a modo de películas o fotogramas, todos los
episodios de la vida. Así, los recuerdos pueden ser recupe-
rados y, si se quiere, analizados minuciosamente: adelan-
tando, atrasando, ampliando o disminuyendo su contenido.
Esta optimización de la capacidad mnémica proporciona a
cualquiera la facultad de acceder y visualizar las vivencias
propias o ajenas.
Liam Foxwell, el joven abogado protagonista, comienza
a sospechar una posible infidelidad por parte de su esposa
Ffion. Decide someter ciertos fragmentos de su memo-
ria a una meticulosa inspección, y estos, luego de reitera-
das reproducciones, revelan indicios más que evidentes de
una relación extramarital. Debido a ello, encara a Jonas,
el amante de su mujer, y, luego de una violenta discusión,
Liam lo obliga a eliminar todos los recuerdos donde ella
aparece. Sn embargo, Jonas no puede ocultar el recuerdo
de su último encuentro sexual con Ffion, que temporal-
mente coincide con la concepción de la hija de Liam. Esto
lleva a Liam a presumir que su paternidad fue una farsa,
y, cuando regresa a su hogar, atormentado, confirma sus
sospechas tras forzar a su mujer a que delate los recuerdos
que la incriminan.
Ya no hay otro pendrive que el mismo cerebro. Este
puede conectarse a las pantallas y reproducir lo que ha
percibido. Incluso, logra examinar sus propios contenidos
como si fuesen percepciones ajenas.

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En discrepancia con la idea del cerebro como una


computadora o cámara fotográfica, Eagleman precisa:

En el modelo tradicional de la visión, la percepción es el


resultado de una secuencia de datos que comienza en los ojos
y acaba en algún punto misterioso del cerebro. Pero, a pesar
de su simplicidad, esta idea de la visión como una línea de
montaje es incorrecta.

De hecho, el cerebro genera su propia realidad, incluso


antes de recibir información procedente de los ojos y de los
demás sentidos. Es lo que se conoce como modelo interno
(Eagleman, 2017: 69).
“Cocodrile” es un capítulo sombrío de difícil digestión.
Narra una cadena de sucesos atroces en los que la protago-
nista, Mia Nolan, una reconocida arquitecta, intenta escon-
der sin éxito un secreto turbio de su pasado: la complicidad
para deshacerse del cuerpo de una persona atropellada por
su amigo Rob.
Años después de aquel atropello, Rob, movido por la
culpa, la contacta para comunicarle su decisión: quiere con-
fesar lo sucedido. Dado que ella tiene una vida familiar y
laboral próspera, intenta disuadirlo de declarar el crimen.
Ante la negación rotunda de Rob, ella se ve empujada a
asesinarlo. Un momento después, Mia, desde la ventana de
su hotel, atestigua un accidente vial, que luego será investi-
gado. Con la intención de esclarecer este hecho, interviene
una abogada de la aseguradora contratada, llamada Shazia.
A pesar de los esfuerzos infructuosos de la arquitecta,
todo empeora en cada oportunidad de ocultamiento.
Sumando una serie de desenlaces irreversibles, Mia hace
todo lo posible para ocultar su primer crimen con más
muertes. Sin embargo, su propia memoria es aquello que
amenaza con delatarla: por más que lo intenta, nunca podrá
ocultar lo sucedido.

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Es así que, en este escenario futuro, existen dispositivos


tecnológicos capaces de recuperar recuerdos que son utili-
zados por la policía para la resolución de crímenes. Apara-
tos que también se encuentran disponibles para empresas
de seguros de vida, cuya finalidad es investigar y determi-
nar los hechos en siniestros o accidentes. De ello se vale
Shazia, quien procede investigando a todos los testigos del
accidente, hasta llegar a Mia, que, a pesar de las evasivas
dadas, debe someter su memoria al escrutinio del Recaller
(una suerte de unidad de acceso a los recuerdos de los tes-
tigos para la reconstrucción de situaciones lesivas). Shazia
descubre lo inevitable: entre los recuerdos de Mía, ve la
muerte de Rob.
Para evitar que este delito sea denunciado, Mia asesina
a Shazia y a su familia. Irónicamente, una mascota presente
en el lugar se convierte en el único testigo para la poli-
cía. En su memoria quedan plasmados los datos cruciales
referidos a crímenes cometidos por la arquitecta. Finalmen-
te, lo que vemos termina por inculparnos o forzarnos a
la testificación.
Creemos que “The Entire History of You” y “Crocodile”
nos confrontan con la metáfora del cerebro como una
cámara fotográfica y como una filmadora, pero también
con la metáfora del disco rígido o el pendrive: una memo-
ria similar a las de las computadoras o celulares capaces
de almacenar datos sin corromperlos. Estas metáforas, en
definitiva, nos incitan a ver en el cerebro una realidad posi-
tiva y transparente.
Encontramos algunos antecedentes en películas que
son fáciles de relacionar a la idea de la mente como una
computadora. En estos films, la información puede ser
almacenada en el cerebro a modo de un disco rígido. Ejem-
plos de esta capacidad los encontramos en Matrix, de 1999,
dirigida por Lana Wachowski y Lilly Wachowski, o Elysium,
de 2013, con dirección de Neill Blomkamp. Claramente,
observamos que en ambas el cerebro se ofrece como una
increíble fuente de datos.

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88 • El efecto Black Mirror

Además, le damos cabida a Lucy, de 2014, dirigida


por Luc Besson, película significativa porque nos muestra
el cerebro de la protagonista excediendo el rendimiento
corriente y por absorción de ingentes cantidades de infor-
mación. Bajo estimulación psicofarmacológica, el cerebro
de Lucy logra percibir el entorno de forma extraordinaria:
registra y retiene los más mínimos detalles del espacio que
la rodea, manipulando las imágenes como si pudiera mover-
se alrededor de ellas. Filma y repasa en cámara lenta lo que
acontece en torno suyo. La realidad se le vuelve táctil: des-
liza sus manos como si estuviera manipulando una tableta.
Al mismo tiempo, su extraordinario sistema perceptual se
mueve como un dron que confirma y enfatiza la tridimen-
sionalidad del entorno.
En divergencia a esta concepción del cerebro maquinal
y computacional, Byung-Chul Han advierte que hemos
avanzado en la amplitud de la mirada. Ahora, el interior de
nuestro cráneo ya no esconde nada a nadie. Pero, si llegara a
parecerse a una máquina que se expresa algorítmicamente,
agotaría sus misterios tan rápido como su espontaneidad:

Sin duda, el alma humana necesita esferas en las que pueda


estar en sí misma, sin la mirada del otro. Lleva inherente
una impermeabilidad. Una iluminación total la quemaría y
provocaría una forma especial de síndrome psíquico de Bur-
nout. Solo la máquina es transparente. La espontaneidad, lo
que tiene la índole de un acontecer y la libertad, rasgos que
constituyen la vida en general, no admiten ninguna transpa-
rencia (Han, 2017: 14).

Ya lo habían asegurado Jean Baudrillard y Gianni Vatti-


mo, estamos obsesionados por transparentarlo todo. Nues-
tras sociedades se consuman en un cientificismo obsceno y
en una tecnologízación pornográfica que desmonta y ana-
liza toda entidad que se resguarde en el plano de la inti-
midad y de la reticencia. Hemos vuelto insoportable nues-
tra convivencia con objetos y prácticas que nos impongan
tapujos y reservas.

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Dentro de este sueño de la transparencia absoluta, la


memoria jamás se parece a una ciénaga en tinieblas que
funde caprichosamente lo que es percibido. El cese de la
espontaneidad sería equivalente a la eliminación de la crea-
tividad. Esta es el producto de la intervención inconsciente
del deseo y de la imaginación. Por ende, la obligación de
transparentar nuestro cerebro subestimaría la importancia
de esta mediación.
En la imagen del cerebro como una máquina que retie-
ne datos inalterados e inalterables, se nos niega una gran
enseñanza de Sigmund Freud, que ha servido como línea
directriz de las investigaciones en neuropsicología. Esta
aduce que no hay recuerdo que escape al influjo de las
angustias y anhelos del psiquismo. Trabajando en torno a
los relatos sobre traumas provocados por abusos sexuales,
el padre del psicoanálisis advirtió que

estos recuerdos –traídos a la luz por efecto de la hipnosis o


durante el análisis– eran verdaderos y que era preciso darles
crédito; pero pronto juzgó que se trataba de fabulaciones, y
que los recuerdos de esos (supuestos) abusos sexuales eran,
en realidad, “recuerdos pantalla”: distorsiones o proyecciones
que, a través de imágenes visuales “inventadas”, representa-
ban los deseos o los conflictos inconscientes del paciente, o
bien operaban de modo tal que no se afrontara lo que real-
mente había sucedido (Oliverio, 2013: 138-139).

Podemos reforzar este argumento a favor de la fali-


bilidad de la memoria comentando el estudio Dislocations
de Robert Storr, citado el neurocientífico italiano Alber-
to Oliverio en su pequeño volumen Cerebro. Allí, señala
que las imágenes artísticas que pudiéramos contemplar en
un museo, por ejemplo, se disgregan en nuestra memoria.
Jamás conseguimos captarlas sino a costa de omisiones y
alteraciones, lo que significa que los contenidos de la per-
cepción pasan por filtros de adulteración y descomposición.
Estas imágenes, entonces, se encuentran a merced de pro-
cesos selectivos que varían de un observador a otro, por lo

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90 • El efecto Black Mirror

cual nunca podemos recuperar la totalidad compuesta de


lo que vemos en un cuadro, pero sí logramos rememorar
fragmentos o episodios significativos para nosotros.
La investigación de Storr nos revela que la memoria
no es del todo eficaz para retener un conjunto complejo de
impresiones. En este sentido, la memoria relativiza lo que
percibimos de nuestro entorno y, en consecuencia, se torna
poco confiable. Pero esta falta de confianza en ella solo se
postula ante la pretensión de una captura fidedigna de la
realidad, o sea, de una captación sin pérdidas ni defectos.
Para Oliverio esto quiere decir que “la mente […] es evi-
dentemente distinta de una computadora o de una cámara
fotográfica: puede apoderarse de detalles, pero selecciona
solo algunos para su trabajo de reconstrucción” (Oliverio,
2013: 133).
Nuestra memoria, además de conservar porciones o
parcelas de realidad percibida, también puede modificar y
recrear escenas. Sus procesos archivológicos desconocen el
prurito de la precisión. Por eso, Oliverio agrega que las
migajas que conforman el patrimonio de la memoria no
se mantienen intactas o indemnes. Hay un trabajo de la
memoria, una labor constructiva que consiste en revivir
contenidos modificándolos. Así, las experiencias sensoria-
les siempre se encuentran sometidas a las contingencias de
una memoria falible. Es más, las huellas mnémicas ni siquie-
ra representan astillas que guardan una estrecha relación
con el mundo físico. No se unen a la realidad ni compo-
nen un cuadro de esta, como pudieran hacerlo las piezas
de un puzle:

Con frecuencia, no se trata ni siquiera de detalles verosímiles


–como las piezas de un rompecabezas que, reunidas, permi-
ten reconstruir la imagen o el recuerdo verdadero– sino de
indicios que pueden ser útiles para el “trabajo” de la memoria
(Oliverio, 2013: 133).

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El efecto Black Mirror • 91

Los fragmentos mnémicos no se ensamblan de manera


exacta y adecuada entre sí, y menos aún consiguen hacerlo
con los objetos y sucesos de la realidad. Eagleman y Oliverio
rechazan nuestras fantasías mecanicistas y computacionales
por las cuales mantenemos un trato directo y no problemá-
tico con nuestro entorno. En definitiva, estamos impedidos
de filmar y fotografiar lo que acaece en el mundo físico, y
mucho menos de acumular impresiones sensoriales librán-
dolas de nuestra intervención.
Jorge Luis Borges había calado este asunto con pers-
picacia. Y de un modo exquisito vaticinó la desdicha del
memorioso.
Es una ironía que nuestra cultura tecnocientífica
invierta mucha energía en el anhelo de un futuro en que
la especie humana esté dotada de cerebros transparentes
y memorias objetivas. Precisamente, de conseguirlo nos
veríamos privados de una existencia bendecida por el olvi-
do y las ensoñaciones.
Acaso, ¿no era esta la penosa y macilenta vida del pro-
digioso Ireneo Funes?

Bibliografía

Doyle, Arthur Conan (2014a). Obras completas de Sherlock


Holmes, Tomo 1 (Estudio en Escarlata – El signo de los
cuatro – El sabueso de los Baskerville). Díada: Buenos
Aires .
Doyle, Arthur Conan (2014b). Obras completas de Sherlock
Holmes, Tomo 2 (El valle del terror – Las aventuras de
Sherlock Holmes). Díada: Buenos Aires.
Doyle, Arthur Conan (2014c). Obras completas de Sherlock
Holmes, Tomo 3 (Memorias de Sherlock Holmes – La reapa-
rición de Sherlock Holmes). Díada: Buenos Aires.
Eagleman, David (2017). El cerebro. Nuestra historia. Anagra-
ma: Barcelona.

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92 • El efecto Black Mirror

Han, Byung-Chul (2017), La sociedad de la transparencia. Her-


der: Buenos Aires.
Oliverio, Alberto (2012), Cerebro. Adriana Hidalgo: Buenos
Aires.
Rorty, Richard (2010), Filosofía como política cultural. Escritos
filosóficos 4. Paidós: Barcelona.

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5

“El momento de Waldo”


y la filosofía política
ADRIANA CONSTANZA VERA DÍAZ1

El hombre a lo largo de la historia ha demostrado


una gran capacidad de adaptación a cualquiera de los
ambientes en los que se desenvuelve, gracias a la ayuda
de mecanismos que contribuyen a generar un “cierto
estado de justicia”; uno de dichos mecanismos es lo
que conocemos como política, la cual permite un orden
donde impartir leyes, para lograr así satisfacer las nece-
sidades e intereses y lograr un desarrollo social. Por
ende, la democracia como sistema político prevalece
ante los demás, pues permite la participación de todos
los individuos de una comunidad, ya sea por medio del
referendo, iniciativa popular, plebiscito, consulta popu-
lar, entre otros, pese a que hay quienes consideren como
una idea reprochable que las decisiones se dejen a las
masas, tal como lo señaló Platón en su momento. Sin
embargo, con el paso de los años y la llegada de las
nuevas tecnologías de la información, han quedado al
descubierto varias problemáticas que distan de resol-
verse; lo anterior lo podemos evidenciar en el capítulo
tercero de la segunda temporada de la serie Black Mirror,
titulado “El momento de Waldo” (“The Waldo Moment”).

1 Docente del Departamento de Filosofía, Universidad de Pamplona. Miem-


bro activo del grupo de investigación CONQUIRO.

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94 • El efecto Black Mirror

Por tanto, en el presente escrito se plantea un análi-


sis del capítulo antes mencionado desde la mirada de
la filosofía política para, de esta manera, rastrear el
efecto de las tecnologías en las transformaciones de la
experiencia humana.
Si bien es cierto que un buen número de sociedades
del pasado se regían bajo mecanismos no liberales, don-
de imperaba la censura y la represión –no muy lejos
de la realidad en algunas comunidades de hoy en día–,
gran parte de la historia política, bajo la mirada de los
académicos, ha sido entendida en dos sentidos, es decir,
como un ejercicio de libertad, por un lado, y, por el
otro, como un ejercicio de violencia; de este modo, “si
entendemos por política todo aquello necesario para la
convivencia de los hombres y para posibilitarles –como
individuos o comunidad– una libertad más allá de lo
político y necesario” (Arendt, 2016: 85), se convierte la
libertad misma en una finalidad, lo que lleva a creer que
está por fuera del quehacer político, y se convierte, a su
vez, a la violencia en el sentido que permite la búsqueda
de un fin, por ejemplo, la anhelada paz; de ahí que
la organización política pretenda ser una organización
efectiva, aunque en determinados espacios se convierta
en un caos absoluto, ya sea por las subjetividades de la
clase política, la desigualdad de condiciones económicas,
sociales, académicas, u otras razones.
Ahora bien, uno de los autores que ha ejercido
gran influencia en el desarrollo de la filosofía políti-
ca es Thomas Hobbes, lo anterior se debe a que su
planteamiento se consideró fundamental en el quiebre
del pensamiento de la Edad Media y el inicio de la
Edad Moderna, por ello, una de sus obras se desarrolló
en torno al hombre artificial –el Estado, en donde en
un primer momento se centra en el hombre como “la
materia de que consta y el artífice” (Hobbes, 2014: 4)
de ese gran monstruo, como señala Santos (2013) en su
estudio sobre el pensamiento hobbesiano:

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El efecto Black Mirror • 95

El ser humano, como un engranaje más dentro de esa maqui-


naria perfecta que es el cosmos, debe continuar, a su vez, el
designio impreso en la sucesión universal de causas eficien-
tes, y, de la misma manera que su ser como hombre es un
producto artificial de la Naturaleza, él a su vez ha de construir
otro hombre, mucho más perfecto: el Leviatán, o la persona
moral del Estado (Santos, 2013: 95-123).

Es decir, es el hombre, el protagonista, quien conoce


y se adapta al ambiente, a su entorno, y, a la vez, es
capaz de crear un ser artificial cuyo fin sea satisfacer
las pretensiones; así el Leviatán aparece como esa orga-
nización que se da para impartir leyes, para generar
un equilibrio social; es así que “cambiamos y desna-
turalizamos la naturaleza para nuestros propios fines
mundanos, de modo que el mundo humano o artificio,
por un lado, y la naturaleza, por el otro, siguen sien-
do dos entidades claramente separadas” (Arendt, 2012:
174). No obstante, si el hombre posee, como condición
natural, a la guerra como una de sus entidades, en la cual
la acción del sujeto es motivada por los apetitos, tales
como el deseo, la ambición, la codicia, entre otros, su
finalidad es la búsqueda permanente de poder, porque
este representa al hombre un medio para obtener un
bien que se ostente en el futuro.

La tendencia más marcada de nuestra época es la separación


del poder y la política: el verdadero poder, que es capaz de
determinar el alcance de las elecciones prácticas, fluye; gra-
cias a su movilidad –nunca tan irrestricta, es virtualmente
global… o más bien extraterritorial–” (Bauman, 2012: 83).

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96 • El efecto Black Mirror

En cuanto a las pasiones, Bertrand Russell (2017) mani-


fiesta en una de sus lúcidas críticas al poder ascendente
de Estados Unidos que “esas […] pasiones2 son, después de
los instintos básicos, los principales motores de casi todo
cuanto ocurre en la política” (Russell, 2017: 92).
De esta manera, la propuesta que establece Hobbes es
que el Estado nace, entonces, de la exigencia de la razón,
cuando esta calcula las posibilidades y las ventajas que tiene
el salir de la condición natural y renunciar con ello a la
libertad y poder que tiene cada sujeto, debido a que, en ese
estado natural, todos los hombres son iguales. Y es preci-
samente esta igualdad en lo que se refiere a la libertad y al
poder lo que hace nacer un enfrentamiento o guerra entre
todos, porque, al encontrarse cada hombre en un esfuerzo
por lograr la paz, en un punto debe utilizar las ventajas
de la guerra, desarrollándose así la ley fundamental de la
naturaleza.
De ahí la necesidad del Estado como un instrumento
que, al asumir los derechos, garantiza la paz y la armonía
entre los individuos; además, sin ese “contrato social” o
“pacto” entre personas libres, estas terminarán matándose
unas a otras, puesto que:

2 Para el filósofo británico, “los acontecimientos de la vida política del mundo


están determinados por la interacción de las condiciones materiales y las
pasiones humanas. […] Las pasiones mismas pueden ser modificadas por
una inteligencia ajena, guiada por pasiones ajenas*. […] La clasificación de
las pasiones que resulta más conveniente en la teoría política es algo distinta
de la que adoptaríamos en psicología” (Russell, 2017: 91). Dicha clasificación
corresponde a cuatro pasiones, a saber: la codicia, la vanidad, la rivalidad y el
apego al poder, pero solo la primera hace una referencia directa a las relacio-
nes del hombre con sus condiciones materiales, las demás hacen alusión a
las relaciones sociales.
* Esta línea puede relacionarse con el soberano que plantea Hobbes, es decir
que, para establecer el Estado, los hombres pactan y convienen entre sí por
mayoría a cierto hombre o asamblea de hombres el derecho a representar a
la persona de todos. Cfr. (Hobbes, 2014: 142).

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El efecto Black Mirror • 97

La condición del hombre […] es una condición de guerra de


todos contra todos, en la cual cada uno está gobernado por su
propia razón, no existiendo nada, de lo que pueda hacer uso,
que no le sirva de instrumento para proteger su vida contra
sus enemigos. De aquí se sigue que, en semejante condición,
cada hombre tiene derecho a hacer cualquier cosa, incluso en
el cuerpo de los demás (Hobbes, 2014: 106-107).

Es por ello que el interés que despierta el tercer capí-


tulo de la segunda temporada de la serie Black Mirror es con
respecto a la decaída de la maquinaria política y su com-
pleto accionar, lo que permite al mismo tiempo la flexibili-
dad para el ingreso a la vida política a cualquier individuo,
sin importar cuán capacitado esté. Por consiguiente, en “El
momento de Waldo” se manifiestan desde el inicio dos pos-
turas: la primera, políticos totalmente corrompidos, pues el
parlamentario Jason Gladwell debe renunciar al reconocer
su “correspondencia inapropiada con una menor de edad”,
y la segunda, una sociedad apática con el ejercicio político,
donde cada quien cree sentirse gobernado por su propia
razón, lo que así genera una postura antipolítica populista,
que, vista desde el sistema en sí, resulta ser parte del mismo
ejercicio político como cualquier otro movimiento o postu-
ra de este; quizás por esta razón, en el proceso de compren-
der la finalidad misma de este gran aparato y de mostrar
un poco de interés, en la entrevista que le realiza Waldo
al exministro de cultura y nuevo candidato Mr. Monroe,
hace la pregunta “¿Qué es un político?”, a la cual este intenta
responder afirmando que “un político es alguien que intenta
hacer un mundo más justo”. Sin embargo, es clara la poca
importancia que se le da a las respuestas, y que con el estilo
“populachero” del Waldo, lo único que se busca es aver-
gonzar al político, demostrando la poca preocupación del
público en lo que suceda más allá de esa realidad; es por esto
por lo que los productores, al ver la favorable recepción del
personaje ante las masas, incursionan con Waldo en el pro-
ceso electoral, pese a su nula preparación y conocimiento
de política, buscando solo el beneficio publicitario para sus

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98 • El efecto Black Mirror

agencias y aprovechando que, en este tipo de selecciones


individuales, se limitan, por un lado, en las alternativas que
se ofrecen, ya que en pocas ocasiones los votantes pueden
decidir por el grupo que conformará las alternativas que se
ofrecerán por cada partido, y, por otro lado, por un criterio
de reglas que llegan a indicar al sujeto el porqué de elegir
por una de las opciones ya dadas, omitiendo las demás, y
adicionalmente tener la certeza de que su elección sea la
acertada o conveniente o viceversa; es muy notorio el pro-
vecho que buscan, debido a que es claro que:

los políticos, personas que se supone operan profesional-


mente dentro del espacio público (allí tienen sus cargos, o
más bien denominan “público” el espacio donde tienen sus
cargos), casi nunca están bien preparados para enfrentar esta
invasión de intrusos3; y dentro del espacio público, cualquie-
ra que no tenga el tipo de cargo adecuado, y que aparezca allí
en una ocasión ni calculada ni preparada y sin invitación es,
por definición, un intruso (Bauman, 2012: 19).

Arendt no estaba muy distante de esta situación cuando


planteó que, “si es verdad que la política es algo necesario
para la subsistencia de la humanidad, entonces ha empe-
zado de hecho a autoliquidarse, ya que su sentido se ha vuelto
bruscamente falto de sentido4 ” (Arendt, 2016: 63); esa falta de
sentido es la transformación de la política en un espectáculo
que solo enriquece a los medios y a quienes ostentan el
poder, y la pérdida del compromiso de hacer algo para la
trascendencia del sujeto y la sociedad, porque:

La meta del proyecto tecnocientífico no consiste en mejorar


las miserables condiciones de vida de la mayoría de los hom-
bres, ni siquiera en la más pulcra declaración de intenciones.
En cambio, aparece atravesado por un impulso insaciable e

3 En este caso particular, el intruso no es un sujeto interpretando a un héroe u


otro personaje, sino que es una animación, que deja clara su independencia
con quien esté detrás de los controles.
4 La cursiva es nuestra.

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El efecto Black Mirror • 99

infinitista, que ignora explícitamente las barreras que solían


delimitar el proyecto científico prometeico y posee lazos
ostensibles con los intereses del mercado5 (Sibilia, 2010: 42).

Lo anterior no está muy distante de lo que aquí nos


concierne y de su ejecución práctica, dado que hoy en día
el ejercicio político se ha convertido en una competencia de
popularidad, donde gana quien se “involucra” y llama más la
atención de las masas, sin importar los recursos que utilice,
y sin enfocarse en las propuestas e ideas de desarrollo social.
Esto es algo que la serie Black Mirror deja entrever en el
instante en que Jack Napier6 consideró como buena la estra-
tegia de incursionar y explotar las contiendas electorales,
aunque no presentaran ningún tipo de propuestas, apro-
vechándose así solo del activismo, que se representa por
el capital humano y que permite la difusión en las herra-
mientas digitales y, al mismo tiempo, lograr abrir paso a la
ciberpolítica; “un problema de fondo aquí es el de si nues-
tra tecnociencia es o no capaz de modificar la condición
humana hasta el punto de convertirla en algo radicalmente
plástico y abierto a cualquier proyecto histórico de convi-
vencia” (Quintanilla, 2004: 27).
Actualmente es claro cómo el marketing político es el
principal accionar en las campañas políticas, porque en él
se integran tres elementos básicos: el mensaje, el dinero y
lo humano, que permiten el trabajo multidisciplinar; esta
disciplina tuvo su mayor influencia en la campaña presi-
dencial para las elecciones del 2008 en Estados Unidos7,
principalmente con el candidato demócrata Barack Obama,
quien se impuso a sus contrincantes cuando llevó su “Yes

5 La cursiva es nuestra.
6 Dueño de la compañía y de los derechos Waldo.
7 Cabe señalar que, no son las únicas elecciones a nivel mundial donde se ven
la interacción “directa” con los individuos que conforman la sociedad y las
influencias de las plataformas virtuales y nuevas tecnologías, sin embargo,
por el impacto que éstas obtuvieron en las cifras de participación es lo que
las convierte en un buen ejemplo.

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100 • El efecto Black Mirror

we can” a las redes sociales, diversos medios y plataformas


de comunicación, luego de lo cual repitió esta estrategia
para las elecciones del 2012 y llegó de esta manera a la
apetecida Casa Blanca8, entendiendo de esta manera que
“tanto la definición como el uso de los espacios sufren alte-
raciones en función de ese procesamiento digital, que dilu-
ye la clásica oposición entre las esferas pública y privada”
(Sibilia, 2010: 55).
Así, la red pasa a ser el punto de encuentro de indi-
viduos que pueden sentirse representados y escuchados,
pero que al mismo tiempo pasan a representar y escuchar;
“según las ideas relativistas dominantes hoy en gran parte
del mundo académico, la realidad se construye socialmente
mediante el uso del lenguaje, los estereotipos y las imáge-
nes de los medios de comunicación” (Pinker, 2018: 300), lo
que conlleva el uso de las plataformas y demás mecanismos
ahora inventados para permitir la interconectividad, lo cual
genera, a su vez, una comprensión más abierta al interro-
gante de la técnica, pues pasó de ser un debate académico
a cuestiones específicas de supervivencia tanto física como
moral e intelectual (Cfr. Quintanilla, 2004: 13).
Volviendo al capítulo “El momento de Waldo”, el equi-
po de Waldo deja latente, en las diferentes aplicaciones que
lanzan para uso de la telefonía móvil, la estrategia de per-
mitir involucrar a las masas en las contiendas electorales,
además del hecho de recorrer las calles usando la pantalla
como un contacto directo con los transeúntes y posibles
votantes, no con un discurso argumentativo sino con una
serie de ofensas y burlas, particularmente a su homólogo
Mr. Monroe9. Este, en su postura conservadora, deja claro
su descontento por la participación de ese ser “no real” en
el ejercicio democrático, dado que, según él, “incluir en este

8 Cfr. Castro Martínez, L. (2012). “El marketing político en Estados Unidos: el


caso Obama”. Norteamérica, 7(1), pp. 209-222.
9 Una interpretación algo atrevida podría ser que se ensaña con este sujeto
por ser el representante conservador, además de dejar claro en sus encuen-
tros su incomodidad frente a Waldo.

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El efecto Black Mirror • 101

evento a ese títere envilece el proceso del debate y sofoca


cualquier discusión seria de los problemas”, además de que,
como añade más adelante en su discurso, “no tiene nada que
ofrecer ni nada que decir”, encimando a su insatisfacción
que quien está detrás de la animación es Jamie, un cómico
que no ha tenido grandes logros ni propósitos en la vida. Si
quisiéramos justificar el ejercicio de Jamie, sería adecuado
recurrir a Bauman, pues le da un significado a la comedia,
especialmente a la risa, para el uso político, afirmando que

la risa ya no es signo de rebeldía, sino que es más bien signo


de reconciliación con el miedo, sumisión al miedo y acepta-
ción de la imposibilidad de vencerlo, decisión de tomárselo a
la ligera, intención de domesticarlo y usarlo en beneficio pro-
pio; una intención que, por los ardides de la vida privatizada,
se transforma en una póliza de seguros de miedo existencial
(Bauman, 2002: 71).

Aunque a lo largo del capítulo no se escuchan las pro-


puestas de los candidatos, sino solo las intenciones perso-
nales de algunos de ellos, lo que trivializa la maquinaria
electoral es esencialmente el mecanismo de la comedia, lo
cual determina que la libertad de expresión, determinan-
te en la antigüedad para el desarrollo de la polis, tiene en
esta era interconectada una nueva connotación; esta busca
establecer un nuevo comienzo que requiere de la presencia
de los otros, sin importar su condición académica y estatus
social; por ende, cuando se busca cambiar una organización,
sistema, institución o una corporación pública, se debe pen-
sar primero en reorganizar sus estatutos y leyes. En otras
palabras, se debe renovar su constitución y aguardar que lo
demás se dé per se (Cfr. Arendt, 2016: 37), puesto que si se
recurre en la búsqueda de un solo público, este:

solamente puede vitorear o abuchear, encomiar o condenar,


admirar o despreciar, instar o disuadir, guiñar con compli-
cidad o reprender con aspereza; nunca prometerá nada que
el individuo no pueda hacer por sí mismo, ni resolverá los

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102 • El efecto Black Mirror

problemas por el individuo que los sufre (ya que el público


de espectadores-comentadores es una suma de entes indivi-
duales que no conforman una agencia por derecho propio),
ni tomará en sus manos la responsabilidad de esos problemas
(Bauman, 2002: 74).

El público o las masas no asumen el compromiso de


actuar por el cambio, se sienten conformes con solo elegir
una posición apática a cualquier discurso, creyendo que eso
cambiará de alguna manera el pensamiento de los políti-
cos, particularmente de aquellos que traen los “valores” de
la tradición. Esto se hace latente debido a que la sociedad
y aquellos marginados no han visto un verdadero trabajo
por el pueblo; al contrario, solo son visibles los escándalos
personales de los políticos, la corrupción a la que han caído
y los actos tiránicos que se evidencian cada vez más. No
olvidemos que hoy en día en la filosofía de vida “todo lo
que aparece en público puede verlo y oírlo todo el mundo
y tiene la más amplia publicidad posible. Para nosotros, la
apariencia –algo que ven y oyen otros al igual que noso-
tros– constituye la realidad” (Arendt, 2012: 71), regresando
de cierta forma al estado natural del sujeto que describió
Hobbes en su Leviatán.
Si bien es cierto que en la serie Black Mirror gran parte
de sus capítulos se perfilan en presentarnos una realidad
donde la dependencia del individuo ante las tecnologías es
cada día más coaccionaría y degradante, “El momento de
Waldo” no es ajeno a ello, y ello tampoco puede pasar des-
apercibido, pues es claro cómo, por el cambio tecnológico,
los utópicos han imaginado y creído que esta dependencia
es la forma más eficiente de supeditar el comportamien-
to social y someter la conducta humana, pero, cuando la
propaganda que emerge en la cotidianidad del individuo
no genera el accionar que esperaban, intentan de nuevo
con estrategias y formas más empáticas, y así consiguen la

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El efecto Black Mirror • 103

atención de los individuos, quedando claro el rol de mario-


netas que tienen los individuos en cada una de las comuni-
dades a las que pertenecen.

Bibliografía

Arendt, H. (2016). ¿Qué es la política? Paidós: España.


Arendt, H. (2012). La condición humana. Paidós: Barcelona.
Castro Martínez, L. (2012). “El marketing político en
Estados Unidos: el caso Obama”. Norteamérica, 7(1), pp.
209-222.
Hobbes, T. (2014). Leviatán. O de la materia, forma y poder de
una república eclesiástica y civil. Fondo de Cultura Eco-
nómica: Buenos Aires.
Mauman, Z. (2002). En busca de la política. Fondo de Cultura
Económica: México.
Pinker, S. (2018). La tabla rasa. La negación moderna de la
naturaleza humana. Paidós: Barcelona.
Quintanilla Navarro, I. (2004) “Estudio preliminar. Algorit-
mo y revelación: La técnica en la filosofía del siglo XX“.
Mitcham, C. y Mackey, R. (Eds.). Filosofía y Tecnología.
Ediciones Encuentro: Madrid.
Russell, B. (2017). Viaje a la revolución. Práctica y teoría del
bolchevismo y otros escritos. Editorial Ariel: Barcelona.
Santos, J. (2013). “Acerca del concepto de naturaleza en
Thomas Hobbes: derecho natural y ley natural en El
Leviatán”. En Espíritu: cuadernos del Instituto Filosófico de
Balmesiana. Año 62, Nº. 145 (Enero-Junio).
Sibilia, P. (2010). El hombre postorgánico. El cuerpo, subjetividad
y tecnologías digitales. Fondo de Cultura Económica:
Buenos Aires.

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104 • El efecto Black Mirror

Videografía

Brooker, C. (productor) y Higgins, B. (2013). Black Mirror.


T02E01: “The Waldo Moment”. Endemol Shine UK:
Reino Unido.

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6

La ficción prospectiva
y la prisión autorreferente

Un análisis filosófico de “15 millones de méritos”

CRISTINA ALVARADO DÍAZ1

La sociedad pantalla en un mundo tecnificado

La serie británica Black Mirror nos sitúa frente a una imagen


difícil de mirar. Este incómodo brete no lo es tanto por
el carácter distópico que el reflejo nos devuelve, sino por
la desagradable sensación de que sus condiciones de posi-
bilidad se encuentran ya bien afincadas en el imaginario
epocal de nuestra cultura. La serie ofrece una crítica voraz
a las visiones más optimistas sobre el paulatino desarrollo
de la técnica, así como a las convicciones que, esperanzadas,
confían en la fecundidad de las orillas hacia las que esta
pudiera llegar a conducirnos. Ante el escéptico análisis de
Black Mirror, todo entusiasmo taxativo y toda fe ciega en un
progreso ineludible a través de la tecnificación del mundo
adquieren el matiz mítico propio de una mirada pueril e
ingenua. El optimismo desmedido e injustificado para con
la tecnificación parece mostrarse ante esta nueva luz como
el fruto de un modo de mirar superfluo e insustancial que

1 Universidad de Málaga, Andalucía Tech, Facultad de Filosofía y Letras,


Campus de Teatinos s/n 29071 Málaga, España.

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106 • El efecto Black Mirror

olvida profundizar –o no lo hace suficientemente– en la


idea de que el desarrollo de la técnica subyace como sustra-
to ontológico de nuestra era, la época de la Gestell que Hei-
degger describió tan magníficamente. No se trata aquí de
adoptar una perspectiva de análisis arbitrariamente catas-
trofista, sino de asumir, con Barrios Casares, que la uto-
pía tecnológica presentada como una historia de la técnica
tendencialmente feliz y cooperativa obedece a los patro-
nes metafísicos de la Teodicea, según los cuales lo maligno
tiende a desaparecer y lo benigno, a expandirse natural-
mente,2 lo cual no puede explicarse más que mediante una
argumentación circular que remite incesantemente a una
petición de principio.
Tal y como indica Young en su análisis de la filosofía
heideggeriana, lo real, instrumentalizado a través de la téc-
nica, ha dejado de tener existencia autónoma para ser visto
en términos de utilidad. El tiempo de la tecnificación del
mundo es el del discurso de la absolutización de la reali-
dad, que ya no es más que un mero elenco de recursos,
un almacén de bienes del que tomar violentamente todo
lo que se nos antoje3. En palabras de Marcuse, “la técnica
provee la base misma del progreso; la racionalidad tecno-
lógica establece un modelo mental y de conducta para la
actuación productiva”4. En este esquema de tecnificación
caracterizado por las dinámicas de apropiación de lo ajeno,
los objetos son “violentamente asaltados, desprovistos de
su forma y reconstruidos solo después de la destrucción

2 Barrios Casares, M. (2009). “Nihilismo y posthumanidad en la cultura con-


temporánea”. En De la Higuera, J., Sáez, L. y Zúñiga, J. F. (eds.) Nihilismo y
mundo actual. Editorial Universidad de Granada: Granada, pp. 306-309. Se
trata de un comentario a la visión de Peter Sloterdijk sobre las transforma-
ciones técnicas.
3 Young, J. (2002). “The ‘destitution’ of modernity”, “The essence of modern
technology”. En Heidegger’s Later Philosophy. Cambridge University Press:
Cambridge, pp. 31-62.
4 Marcuse, H. (1981). “La dialéctica de la civilización”. En Eros y civilización.
Ariel: Barcelona, p. 89.

teseopress.com
El efecto Black Mirror • 107

parcial”5. Así entendido, el progreso alentado por la técnica


no puede serlo más que con relación al desarrollo, alcan-
ce y calado de esta misma en la medida en que no tiene
por qué implicar –y, de hecho, habitualmente dista mucho
de hacerlo– una relación directa con el progreso político,
social o psicológico, y en la medida en que su mismidad
incurre en una relación violenta no solo con la naturaleza,
sino con la vida misma.
“Fifteen Million Merits”, en español “15 millones de
méritos” –el segundo capítulo de la primera temporada de
la serie– ejemplifica a la perfección esto último. El episodio
nos transporta a un escenario en el que la tecnificación ha
impregnado la totalidad de los ambientes y la técnica se
ha convertido en la intermediaria de cualquier acción coti-
diana; todos los espacios han sido colonizados y las tareas
se encuentran reguladas y controladas por dispositivos téc-
nicos que convierten cualquier gesto en cuantificable. La
atmósfera del capítulo es claustrofóbica y angustiosa, tanto
por el escenario físico en el que se desarrolla –absoluta-
mente cerrado y asfixiante–, como por la mediatización
técnica que invade cada elemento hacia el que podamos
dirigir la mirada: desde las paredes hasta el dispensador de
pasta de dientes, desde los espejos hasta los propios alimen-
tos. Se trata, en definitiva, de un plató sofocante que ha
prescindido de todo elemento natural más allá de los pro-
pios humanos alienados que lo habitan, que no son vistos
más que como recursos. Con la tecnificación del mundo,
para los que dominan –señalan Adorno y Horkheimer– “los
hombres se convierten en material, como lo es la naturaleza
entera para la sociedad”6.

5 Ídem.
6 Adorno, T. y Horkheimer, M. (2013). “Excurso II: Juliette, o Ilustración y
moral”. En Dialéctica de la Ilustración. Akal: Madrid, p. 99.

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108 • El efecto Black Mirror

Comienza el sho
show
w. El pr
prosumidor
osumidor del capitalismo virtual
y la dinámica del deseo

En un primer visionado, lo que más llama la atención de


15 millones de méritos es la referencia continuada a la fuer-
za de trabajo física y uniforme que se inserta de manera
surrealista en el ambiente futurista y virtual de la sociedad
pantalla. Tal y como apunta Ierardo en su análisis de este
mismo capítulo, “el pedaleo, aquí, remite al origen mismo
del capitalismo en su primera fase: a la producción median-
te el trabajo corporal para hacer funcionar las máquinas,
para acumular capital y sostener el sistema”7. Sin embar-
go, el show business que retroalimenta esta fuerza de tra-
bajo sugiere que las conductas que sostienen las dinámicas
del régimen de “15 millones…” no tienen que ver tanto
con el consumismo por necesidad propio de un capitalis-
mo primario como con la entrada en escena del juego del
deseo permanentemente insatisfecho de la cultura del nue-
vo capitalismo. Sennett se refiere a este poder deseoso de
la imaginación de la última forma de capitalismo como “la
pasión que se autoconsume”, que pierde la fogosidad y el
interés con la consecución de lo anhelado8. Con Deleuze y
Guattari podría decirse que el deseo se separa del objeto y
es capaz de redoblar la carencia hasta llevarla al absoluto,
hasta convertirla en una “incurable insuficiencia de ser”9.
De todo lo anterior, se sigue que los partícipes de este sis-
tema, al tiempo que son prisioneros del espacio cerrado y
de la permanente intervención de la técnica, son también
esclavos de la rueda de la insatisfacción permanente, del

7 Ierardo, E. (2016). “La vida entre las pantallas”. En Sociedad pantalla. Black
Mirror y la tecnodependencia. Buenos Aires, p. 47.
8 Sennett, R. (2013). “Política de consumo”. En La cultura del nuevo capitalismo.
Anagrama: Barcelona, pp. 118-122.
9 Deleuze, G., Guatari, F. (2004). “Las máquinas deseantes”. En El Anti Edipo.
Capitalismo y esquizofrenia. Paidós: Barcelona, p. 33.

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El efecto Black Mirror • 109

vacío continuado y de la angustia nihilista que motoriza y


deviene de estas dinámicas del deseo. Una triple celda que
aprisiona cuerpos, controla gestos y secuestra mentes.
Todos los habitantes de la atmósfera que retrata el capí-
tulo son prosumidores –producen y consumen– pues dotan
de energía al sistema al tiempo que devoran el contenido
que la industria del espectáculo les brinda como objeto de
consumo, lo cual contribuye a sostener el statu quo del capi-
talismo virtual. Un aspecto reseñable es que todas las posi-
bilidades de ocio tienen que ver con el show de la represen-
tación y la ficción. Este punto es doblemente atestiguado:
de una parte, los propios contenidos del espectáculo están
manidos y envueltos en un aura de falsedad; de otra, todo
lo representado se muestra a través de una pantalla, nunca
en vivo, nunca en el mismo plano, siempre como producto
mediado por la técnica, maquetado y adulterado, despojado
de todo aspecto genuino para su consumo en masa. Se trata,
además, de un consumo ineludible, obligatorio, que apresa
y aprieta hasta la asfixia. No hay alternativa al juego de la
prosumición, lo que sin duda ofrece un lúcido análisis del
entramado y de la funcionalidad de la estructura de nuestra
propia sociedad, en la que el tiempo y los lugares de esparci-
miento, ocio, frenesí y consumo surgen como un paréntesis
al tedio de la rutina y como una garantía del perfecto fun-
cionamiento de esta. Un juego que, por un lado, asegura
que seguiremos produciendo, y, por el otro, que no cesa-
remos de consumir experiencias en un intento continuado
de romper con la monotonía del trabajo. Como indica Luis
Sáez, el hombre ha claudicado al soborno y pertenece ahora
a dos mundos descoyuntados, el del homo laborans y el del
homo ludens, pero siempre enajenado.10
¿Qué sucede con quienes no producen en “15 millo-
nes…”? Caen en este saco los jóvenes menores de veintiún
años, los ancianos, los enfermos y, en general, cualquiera

10 Sáez Rueda, L. (2009) “El malestar de la sociedad estacionaria”. En Ser erráti-


co. Trotta: Madrid, p. 28.

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110 • El efecto Black Mirror

que no sea apto para pedalear. Exceptuando los persona-


jes amarillos –adultos que no pueden pedalear y que son
objeto de mofa por ello–, verdaderamente el episodio no da
cuenta de qué sucede en la infancia o en la vejez, lo que,
entre otras cosas, parece corroborar que todo aquel que
no pueda ser entendido como prosumidor carece de valor
como para merecer contemplación o mención alguna. En
este capítulo, ni siquiera queda claro cómo se perpetúa la
especie –aunque dados los numerosos avances técnicos y la
frialdad acorpórea que desprende el ambiente, cabría pensar
que no solo las manzanas crecen en placas de Petri–. En
cualquier caso, el sistema lo es todo, la vida entre pantallas
entraña todo lo real, o al menos toda la realidad digna de
ser mentada. Lo que no cumple con los parámetros útiles
para el régimen cae fuera, haciendo gala del ejercicio más
característico de la razón ilustrada según la cual “el mundo
está ya dividido en un ámbito de poder y en otro profano”11,
en lo que es y en lo que ni siquiera se considera.

El sentido meritócrata. La bonificación

Sin embargo, así entendida, la dinámica claustrofóbica del


sistema de “15 millones de méritos” podría llegar a resultar
evidentemente esclavista de no ofrecer un aliciente mayor
que pudiera suponer una distracción capaz de nublar todo
elemento autocrítico. El régimen de vasallaje no puede
mantenerse a semejantes niveles sin el ofrecimiento de una
supuesta salida, un hueco por el que aparentemente cabría
la posibilidad de escabullirse para romper el juego. Se trata
de una alternativa que se sitúa en la cúspide de la estructura
del deseo. Existe la posibilidad de acceder a ella mediante la
suma de dos elementos meritócratas: el trabajo sacrificado

11 Adorno, T. y Horkheimer, M. (2013). “Concepto de Ilustración”. En Dialécti-


ca de la Ilustración. Akal: Madrid, p. 36.

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El efecto Black Mirror • 111

y la habilidad de entretener a las masas. De acuerdo con


Ierardo, en la sociedad pantalla, en la sociedad del espec-
táculo “no se premian las cualidades verdaderas, la armonía
del canto, el don para irradiar arte, sino la capacidad para
fascinar y entretener”12. El mensaje es claro: si eres lo sufi-
cientemente trabajador –o te han transferido los méritos de
alguien que lo ha sido–, compras la oportunidad de salida;
si eres lo suficientemente bueno, saldrás efectivamente y te
liberarás del tedio y de la monotonía. El entramado cultural
del capítulo entraña, en definitiva, la idea de que a quien
demuestre merecerlo suficientemente se le otorgará un pre-
mio en reconocimiento a su conducta meritoria, por otra
parte, digna y deseable de ser emulada. En caso de fracaso,
la estrategia meritócrata consigue hacer recaer el peso de la
culpa en la falta o la ineptitud de las habilidades del indi-
viduo. Sirviéndose de la culpa, logra también persuadir de
que la no consecución de un número suficiente de méritos
se debe a un esfuerzo individual insuficiente. En cualquiera
de los dos casos, el sujeto funciona –ante él mismo, ante
su círculo y ante el conjunto de individuos en general– a
modo de chivo expiatorio de la responsabilidad del fracaso
social del sistema.
El funcionamiento del nuevo capitalismo, al ubicar el
deseo más allá, condiciona al hombre a permanecer en un
estado de proyección continuada. Tal y como indica Guat-
tari en Caosmosis, lo deseado, separado, se alza como atrac-
tor, como la luz de un faro que guía al navegante a través
de la niebla, ese caos sensible y significacional.13 El hombre
permanece así en otro territorio, y el peso existencial lo
recibe el objeto de deseo inalcanzado. En el caso del episo-
dio de Black Mirror, el acento del sentido recae directamente
en la posibilidad de salida de la rueda que provoca que los

12 Ierardo, E. (2016). “La vida entre las pantallas”. En Sociedad Pantalla. Black
Mirror y la tecnodependencia. Buenos Aires, p. 51.
13 Guattari, F. (1996). “Acerca de la producción de la subjetividad”. En Caosmo-
sis. Manantial: Argentina, p. 30.

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112 • El efecto Black Mirror

personajes se encuentren sin saberlo en un estado prospec-


tivo que los mantiene siempre en plena huida ficticia. El
incesante pedalear sobre bicicletas estáticas podría ser una
buena metáfora de esto mismo. Se trata de la sociedad de
la apariencia en la que lo único real es el esfuerzo físico
del pedaleo de los individuos uniformados, siempre que se
obvie que dicho esfuerzo no conduce realmente a ninguna
parte. El sentido existencial, la razón de ser y de seguir sien-
do, la meta se sitúa, en definitiva, en la línea del horizonte;
pero, como el horizonte, es efectivamente inalcanzable.

Lo (a)c
a)corpór
orpóreeo. Desubjetivación y despersonalización

Encuentro sumamente sugerentes las aportaciones de


Agamben sobre la modelación de la subjetividad a través
de los distintos dispositivos. En su reflexión “¿Qué es un
dispositivo?”, El filósofo indica que es posible realizar una
partición entre los sujetos y los dispositivos en los que los
sujetos son capturados. Estos últimos controlan, orientan
y, finalmente, determinan los gestos de los individuos, que
varían su comportamiento en función de las característi-
cas del dispositivo que los atrape.14 Siguiendo esta línea de
razonamiento, las pantallas de “15 millones de méritos” son,
sin atisbo de duda, los dispositivos por antonomasia del
episodio. Las pantallas del capítulo, en la medida en la que
aprisionan a los sujetos y se insertan en la cultura del nuevo
capitalismo, son agentes de desubjetivación del individuo
–a diferencia de los dispositivos propios de otros estadios
capitalistas, que son agentes de producción subjetual–.15
Los personajes del capítulo de Black Mirror, al tiempo que
son capturados por las pantallas, son desubjetivados por
ellas, convertidos en espectros uniformados, hechizados,

14 Agamben, G. (2015). ¿Qué es un dispositivo? Anagrama: Barcelona, p. 23.


15 Ibíd., p. 30.

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El efecto Black Mirror • 113

alienados… huecos. El sujeto parece encontrarse en el inte-


rior de las pantallas, en el mundo de los avatares, entre el
público virtual del reality show. Se trata, al fin, de un sujeto
que ni siquiera se ha desdoblado, sino que se ha desubjetiva-
do directamente; un sujeto despersonalizado que sin saber-
lo ha renunciado inconscientemente a su dimensión cor-
pórea. En este orden de cosas, Guattari habla de la ruptura
de la antigua comprensión de lo subjetual como unicidad
e ilustra la nueva subjetividad –que entiende polifónica–
mediante el ejemplo del ritornelo de la televisión:

Cuando miro el televisor, yo existo en la intersección entre:


1) una fascinación perceptiva provocada por el barrido lumi-
noso del aparato y que confina con el hipnotismo; 2) una
relación de captura con el contenido narrativo de la emisión
asociado a una vigilancia lateral respecto de los aconteci-
mientos circundantes […], y 3) un mundo de fantasmas que
habitan mi ensoñación… Mi sentimiento de identidad perso-
nal se ve atraído, pues, en diferentes direcciones. […]. Yo soy
lo que hay ahí delante. Mi identidad ha pasado a ser locutor,
el personaje que habla en el televisor.16

Guattari parece apuntar a una coexistencia subjetual


en diferentes planos, a un desdoblamiento de conciencia
y de identidad en los distintos elementos estimulantes, a
una desubjetivación que desintegra la inequivocidad subje-
tual. Esto revela la univocidad de la identidad como algo
puramente metafísico y anticuado que la filosofía contem-
poránea está llamada a superar.17 Pero, por más que hoy

16 Guattari, F. (1996). “Acerca de la producción de la subjetividad”. En Caosmo-


sis. Manantial: Argentina, p. 30.
17 La deconstrucción del sujeto a raíz de la revelación de su carácter metafísico
es uno de los temas centrales de los que la filosofía contemporánea trata de
hacerse cargo. En este punto, sin embargo, encuentro la prudencia, la mesu-
ra y la serenidad filosófica de la mirada de Vattimo a largo plazo más prove-
chosa que la de otros autores que, tomando el testigo de Nietzsche y Heideg-
ger, apuestan por el impersonalismo. El italiano no renuncia a las grandes
cuestiones existenciales –como lo son la angustia y la muerte, entre otras–
sirviéndose del impersonalismo para tildarlas de obsoletas, sino que, sin

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114 • El efecto Black Mirror

entendamos que se trata de una idea metafísica, ha de admi-


tirse que el sujeto no es un punto vacío: el vacío es inhu-
mano y por ello asubjetivo.18
Sea como fuere, la estrategia de desubjetivación de “15
millones de méritos” es una herramienta coercitiva más que
añadir a las anteriormente expuestas. La despersonalización
o la disolución subjetual en diferentes planos, entre los cua-
les el que toma protagonismo es el plano del interior del
dispositivo, es difícil de desactivar y desprogramar debido
al aspecto espectral que adquiere el espectador. Nos encon-
tramos ante un elemento de control político que ejerce un
poder represivo singularmente peligroso porque, ante él, el
individuo no tiene modo alguno de rebelarse. En definitiva,
esta cuestión enlaza con el estado de huida de la dinámica
del deseo; en los dos casos, el individuo se encuentra pro-
yectado fuera de sí, tal y como sucede en la realidad, al otro
lado de los confines del relato ficcional de Black Mirror.
De “15 millones…”, llama poderosamente la atención
el hecho de que el contacto físico –y, en general, todas las
relaciones intersubjetivas– sea prácticamente inexistente.
Al tiempo que cada individuo desubjetivado se confunde
entre la monocromía del resto, no acaba de relacionarse
con ninguno de los otros miembros de manera explícita.
Por muy fortuito y breve que sea, cualquier contacto resulta
insólito y reprimible. En este sentido, las únicas referencias
manifiestas a la corporalidad son las del espectáculo sexual
para adultos, que en todo caso se encuentran adulteradas
y han sido creadas con la intención de entretener y aliviar
lo monótono, para hacer del tedio del pedaleo algo más

olvidar el papel del hombre en el pensamiento nietzscheano y en las apor-


taciones heideggerianas, integra excelentemente las preocupaciones de la
existencia en los giros de la filosofía de nuestro tiempo. Vattimo, G.; “El oca-
so del sujeto y el problema del testimonio”. En Las aventuras de la diferencia.
Pensar después de Nietzsche y Heidegger. Altaya: Barcelona, 1999, pp. 43-84.
18 Badiou, A. (2015). “El forzamiento: verdad y sujeto. Más allá de Lacan”. En El
ser y el acontecimiento. Bordes Manantial: Buenos Aires, p. 431.

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El efecto Black Mirror • 115

soportable. Sacar de plano la corporalidad resulta clave por-


que desvirtúa la propia condición humana. No solo somos
mente. Somos también cuerpo.

La lucidez como disonancia cognitiva

En el episodio, Daniel Kaluuya encarna a “Bing” Madsen, el


protagonista, que, gracias a la voz de Abi (Jessica Brown),
despierta definitivamente del derrotismo desesperanzado
de saberse el único individuo lúcido de la ensoñación
monocromática. Hasta su encuentro con Abi, Bing había
ido tomando paulatina consciencia del funcionamiento del
sistema, de la vacuidad de su vida, de la ficción y del tedio,
pero siempre en silencio, ensimismado y con un ánimo
de desidia catastrofista. Al escuchar cantar a Abi, le da la
impresión de haber encontrado algo genuino, algo real de
entre todo lo ficticio. Es eso lo que le da esperanza y fuerzas
para dejar de ser un sujeto pasivo y comenzar a tomar par-
tido activamente. Cuando, a pesar de su don para el canto,
Abi es llamada a engordar las filas de la industria pornográ-
fica, Bing no puede contenerse y se rebela urdiendo un plan
para hacer llegar al público lo que él considera evidente:
nada es real, todo es espectáculo. La historia de Bing es
la de la lucidez, la del despertar.19 Sin embargo, en último
término el show business se encarga de fagocitar su mensaje
y convertir su acto de lucidez y valentía en un elemento

19 Resulta tentador establecer un paralelismo entre Bing y el protagonista del


mito de la caverna de Platón. No obstante, a través de la sucesión de aconte-
cimientos el capítulo atestigua más bien lo que la filosofía contemporánea
parece tener claro tras Nietzsche: que no existen dos mundos, que nada más
hay ahí fuera de la caverna, que realmente solo se da lo que hasta ahora se
venía tildando de apariencia. Esto es independiente de que pueda asumirse
que en el escenario de “15 millones…” existan ficciones resultantes de la
adulteración de elementos previos –creaciones intencionalmente artificio-
sas y desvirtuadas– porque, en cualquier caso, estos elementos se dan en un
mismo plano a través de distintos medios. Es decir, siendo estrictos, tan real
es el canto de Abi como las paredes que lo encierran.

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116 • El efecto Black Mirror

más de la rueda del espectáculo: en el show de la crítica. El


nuevo show de Bing revitaliza y afianza el propio sistema,
tal y como sucede con los métodos operatorios de la razón
ilustrada, que todo lo reduce a la unidad.
Parece claro que Bing constituye una anomalía, porque
de algún modo surge como un elemento individuado. Tal
y como Marcuse señala a propósito de la Fenomenología
del espíritu de Hegel, “el individuo tiene que sostenerse y
afirmarse constantemente a sí mismo para ser real […],
solo puede existir arriesgando y ganando incesantemente
su existencia frente a algo o alguien que se la disputa”20.
En el caso del capítulo, en el momento en el que el sistema
se erige como otredad, Bing se encuentra en el atolladero
de solo poder seguir siendo en confrontación con él. Es
posible que precisamente por autoconservación Bing pro-
curara mantener el equilibrio entre resistirse a caer en la
alienación y oponerse en un principio a un enfrentamiento
directo contra la alteridad que le cuestiona y amordaza. Sin
embargo, resulta sospechoso que Bing pueda darse como
elemento anómalo, pues cualquier ejercicio de índole crí-
tica requiere un distanciamiento previo, lo que parece del
todo imposible en el sistema autorreferencial en el que el
protagonista se encuentra inmerso. A propósito de la caída
nihilista –que tan claramente se muestra en el capítulo–,
Steyerl apunta que “mientras caes es probable que sientas
que estás flotando, o incluso que no te estás moviendo en
absoluto. El caer es relacional: si no hay nada hacia don-
de caer quizá ni seas consciente de estar cayendo”21. A mi
modo de ver, esta idea sugiere varias preguntas: Bing recla-
ma lo real, pero ¿cómo puede Bing anhelar algo que nunca
tuvo? ¿Acaso la vida previa es diferente y realmente sí existe

20 Marcuse, H. (1981). “La dialéctica de la civilización”. En Eros y civilización.


Ariel: Barcelona, p. 112.
21 Steyerl, H. (2014). “En caída libre. Un experimento mental sobre la perspec-
tiva vertical”. En Los condenados de la pantalla. Caja Negra: Buenos Aires, p.
16.

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El efecto Black Mirror • 117

un afuera? ¿Es posible que el protagonista tenga algún tipo


de rareza cerebral innata? ¿Es la condición humana la que
se impone sobre la inercia?
En cualquier caso, “15 millones de méritos” “analiza
los mecanismos del sistema para reconvertir la rebeldía en
un elemento más de consumo”22; toda tentativa insurrecta
acaba así por transformarse en una caricatura de lo que pre-
tendía ser, lo cual es garante de la supervivencia del sistema
a largo plazo. La prisión que presenta el episodio, además de
ser triple –física, tecnológica y mental, a varios niveles–, es
impenetrable; no permite la salida o la entrada de datos, no
puede ser quebrantada. Las posibles vías de escape que ofre-
ce no son más que otra ensoñación dentro de sus muros,
una ficción más, un modo distinto de esclavitud que, como
un falso escalón, se desvanece justo al ir a posar el pie sobre
él. Se trata de una cuestión central. Una de las preguntas
clave a las que nos remite el capítulo es a la de la utilidad de
la sublevación. Foucault lo tiene claro:

No puedo estar de acuerdo con quien dijera: “Es inútil rebe-


larse, siempre será lo mismo”. No se hace la ley para quien
arriesga su vida ante un poder. […]. Hay sublevación, es un
hecho; y mediante ella es como la subjetividad (no la de los
grandes hombres, sino la de cualquiera) se introduce en la
historia y le da su soplo. […]. Nadie es obligado a encontrar
que esas voces confusas cantan mejor que las otras y dicen el
fondo último de lo verdadero. Basta que existan y que tengan
contra ellas todo lo que se empeña en hacerlas callar, para que
tenga sentido escucharlas y buscar lo que quieren decir.23

Sin embargo, podríamos decir que la estrategia del


régimen del capítulo es escuchar la voz de Bing, comprender
lo que quiere decir y sobornar a Bing con una vida más

22 Gandasegui, V. D. (2014). “Black Mirror: el reflejo oscuro de la sociedad de


la información”. En Teknokultura, Madrid, 11 (3), p. 592.
23 Foucault, M. (1999). “¿Es inútil sublevarse?”. En Estética, ética y hermenéutica.
Paidós: Barcelona, p. 206.

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118 • El efecto Black Mirror

cómoda –que aprisiona de todos modos, pero con cier-


to desahogo– para convertir su mensaje en algo manido y
superfluo que no llegue nunca a calar realmente. Se trata
aquí de devaluar la idea al convertirla en una ficción más.
Llegados a este escenario, ¿hasta qué punto podríamos decir
que es útil sublevarse?

Conclusiones

A grandes rasgos, “15 millones de méritos” hace hincapié


en los posibles inconvenientes que una fe ciega en la técnica
y su desarrollo unidireccional pueden acarrear. El capítulo
pretende llamar la atención sobre las posibles consecuen-
cias de una completa tecnificación del mundo en el que
no hubiera habido progreso social y político previo, en el
que otros elementos esenciales para el progreso completo
no hubieran llegado a tener un desarrollo parejo similar.
El episodio describe un escenario autorreferente y hueco
que, como una gigantesca máquina, dispone de cada uno de
sus componentes para garantizar su pervivencia. Al care-
cer de referentes externos, este compuesto maquínico no
deja espacio alguno para la autocrítica –esto supondría la
destrucción de su mismidad–. Cualquier elemento disonan-
te es desechado o pasado por el tamiz de la uniformidad
autorreferencial que lo adultera y evapora su mensaje. “15
millones…” –y en general toda la serie– se sirve de la dis-
tancia que proporciona el espejo negro de nuestra realidad
para crear un espacio de autoextrañamiento en el que quepa
aún la autocrítica. A través de este episodio, Black Mirror
muestra la posibilidad de que, enajenado por un régimen
tecnopolítico, ese espacio crítico del que todavía hoy dis-
frutamos desaparezca definitivamente, y que así se dé lugar
a la más inadvertida y hermética de las prisiones, a la más
plausible y temerosa de las distopías.

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El efecto Black Mirror • 119

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7

Entre una visión ética y una ontológica

Dos interrogaciones sobre la tecnología

MANUEL FONTENLA1

En el principio fue la Fuerza


y con ella el Lado Oscuro

Escribir sobre temas con los cuales uno no está familiari-


zado es un ejercicio complicado y peligroso. Por eso con-
viene empezar por compartir la motivación de estas líneas:
apuntar algunas preguntas, dudas, sensaciones que pueden
habitar en el común de la gente en tiempos de nuevas tecno-
logías. En todas nuestras conversaciones, hay un momento
para la tecnología, para la red, para algún invento llamati-
vo, para un vídeo viralizado, todas nuestras conversaciones
terminan, comienzan o discurren por el tópico de qué series
estamos viendo. Frente a esta abrupta inserción de la tecno-
logía en nuestra cotidianidad, me propongo ensayar, escri-
bir y compartir algunas preguntas “existenciales”, de fondo,
que pueden habitar en los sentidos y prácticas rápidamente
naturalizadas en nuestros modos sociales del siglo XXI.

1 Licenciado en Filosofía. Profesor adjunto de la cátedra de pensamiento indí-


gena y latinoamericano. Departamento de Filosofía. Facultad de Humanida-
des. UNCA.

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122 • El efecto Black Mirror

Quisiera empezar señalando dos maneras de abordar


la inmensa complejidad de aristas que tienen hoy las dis-
cusiones sobre la tecnología (en su sentido más amplio).
Propongo dos preguntas para señalar dos caminos. La pri-
mera, ¿qué hacemos nosotros con la tecnología?, apunta al
campo de temas como la tecnodependencia, el consumo, la
alienación, la adicción a internet y muchos de los aspectos
negativos que son señalados constantemente sobre cómo
nos relacionamos específicamente con los celulares y las
redes sociales. Una segunda pregunta, que, por supuesto,
no está desvinculada, pero que lleva a otro tipo de movi-
lizaciones conceptuales, sería: ¿qué hace la tecnología con
nosotros? En este caso, la pregunta apunta a pensar cómo
es que las tecnologías están constituyendo nuestra subjeti-
vidad e intersubjetividad, cómo permea nuestra afectividad
y empatía respecto de las relaciones que habitamos, cómo
y de qué maneras afecta nuestras capacidades intelectua-
les y de comprensión teórico-formal, y cómo impacta en
nuestra memoria y en nuestras facultades de imaginación
y creación.
Insisto en que ambas preguntas y campos problemáti-
cos se encuentran íntimamente relacionados; no obstante,
me interesa la distinción no solo porque enriquece el aná-
lisis, sino también porque me permite incluir en la refle-
xión tanto el fenómeno Black Mirror como también, como
el reverso de una misma moneda, el excelente documental
Lo and Behold: Reveries of the Connected World (2016), dirigido
y producido por el consagrado y mítico Werner Herzog.
Si bien ambas producciones atraviesan las dos preguntas,
me parece que Black Mirror se focaliza más en la primera,
mientras que Lo and Behold se vuelca más a la segunda.
Respecto de la primera pregunta, pareciera ser que la
cuestión se dirime en una ética del uso que nos llevaría a
profundizar la alienación o a buscar una interacción mesu-
rada y responsable. Así lo plantea, por ejemplo, Esteban
Ierardo en su libro Sociedad Pantalla:

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El efecto Black Mirror • 123

La reflexión a través de la amenaza de la tecnociencia indica-


da por Black Mirror puede situarnos, sí, ante dos paradigmas
de decisión respecto a nuestra relación con el uso de la tec-
nología en la vida cotidiana (con su uso, no con la cuestión de
la naturaleza de lo técnico). Dos posiciones respecto al uso de
los dispositivos técnicos. Por un lado, entregarnos al encierro
dentro de las pantallas que se multiplican en reflejos electró-
nicos sin fin; laberintos de lumínicas pantallas sin salida a lo
natural predigital como ocurre en “15 millones de méritos”;
la hiperconexión y el consumo desaforado del mundo online.
O, segunda opción, una relación mesurada y meditada con
internet, las redes sociales o los teléfonos móviles. Solo desde
la ética del uso no adictivo de los aparatos entramos y sali-
mos de las pantallas, conservando cierta autonomía ante los
medios digitales. Entrar y salir en el mundo digitalizado del
hombre del siglo XXI (Ierardo, 2018: 150)

En este caso, la serie Black Mirror apuntaría a que los


espectadores realicen algún tipo de reflexión sobre estas dos
posibilidades, sobre estos dos horizontes. A través del efec-
to de la distopía y el terror, las situaciones, la estética, los
personajes, la forma en que está narrada la serie, se buscaría
generar algún impacto en la conciencia de los espectadores
para poner de relieve este posible futuro de uso adictivo y
tecnodependencia. Sobre las intenciones de la serie y el pro-
blema de la ética, se pueden encontrar numerosos estudios,
críticas, reflexiones, etc. A mi juicio, lo interesante es poder
correrse de un plano moral sobre los usos para darle lugar
a la segunda pregunta que apunta la cuestión ontológica, a
la cuestión sobre el tipo de humanidad que se está constitu-
yendo en relación con la tecnología.
El mismo Ierardo, en Sociedad Pantalla, apunta a esta
dirección:

Podemos temer que la tecnodependencia dentro de la socie-


dad pantalla derivara solo en situaciones de confusión, alie-
nación, encierro y desorientación claustrofóbica a la manera
de lo que emerge de la maldición Black Mirror. Pero detrás de

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124 • El efecto Black Mirror

la multiplicación de la sociedad pantalla, la mayor pregunta,


de cara al futuro, es, tal vez, qué tipo de mente está constru-
yendo la globalidad de la sociedad pantalla:
¿Una mente que pierde cada vez más una visión abarcadora
de la realidad para quedar atrapada en la inmediatez de espe-
rar recibir un nuevo me gusta, las últimas noticias, o de
quedar succionado por pantallas como único lugar y tiempo
de entretenimiento? O ¿una mente que aprende a ejercitar
un punto medio aristotélico para entrar y salir del consumo
de la información o del entretenimiento visual dentro de la
sociedad pantalla total? (Ierardo, 2018: 154)

Esta pregunta, dirigida al tipo de mente que se constru-


ye en la relación, me parece también más productiva para
ser enfocada desde una perspectiva pedagógica (algo funda-
mental para quienes nos desempeñamos como docentes). Ya
que el desafío no es cómo enseñar en una época donde “los
estudiantes ya no leen y están todo el día con las pantallas”,
afirmación falsa y estigmatizadora, sino realizar el enorme
esfuerzo que nos demanda la época histórica de pregun-
tarnos cómo se aprende, se piensa y trabaja la mente con
relación a las nuevas tecnologías, ¿son iguales los procesos
de comprensión que se generan al leer un libro en papel,
una fotocopia que al leer un PDF? ¿Qué tipo de aprendizaje
y relaciones con el conocimiento permite cada una de estas
tecnologías? Justamente, uno de los más valiosos testimo-
nios que recoge Warner Herzog en su documental proviene
de Leonard Kleinrock (pionero en la fundación de internet),
quien nos advierte:

Lamento profundamente que el razonamiento analítico y el


razonamiento imaginativo se hayan perdido. […] las compu-
tadoras y en cierto sentido internet son los peores enemigos
del razonamiento analítico (crítico) profundo. La juventud de
hoy está usando las máquinas para básicamente reemplazar
su análisis de las cosas que están observando, no entien-
den qué están viendo o qué están escuchando, qué están

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El efecto Black Mirror • 125

aprendiendo. Dependen de internet para que les diga y lo


descifre por ellos, miran números en vez de ideas, no logran
comprender conceptos, y eso es un problema (Herzog, 2016).

Entre las reflexiones que suscita Black Mirror y lo que


nos propone Lo and Behold, parece estar mediando justa-
mente este problema, el internet (la tecnología en general)
como una máquina que no entendemos y nos da soluciones
o la tecnología como una herramienta para una reflexión
crítica a partir de la cual seguir preguntándonos en busca
de comprender los tiempos futuros-presentes.
En esta línea, podríamos tal vez ubicar otro tipo de
reflexiones sobre la tecnología que en el cine y la literatura
viene ocupando un lugar central desde hace décadas. La
conciencia, por ejemplo, ha sido tema y obsesión del pen-
samiento desde tiempos inmemoriales, y la ciencia ficción,
como visión-futuro de la tecnología, lo ha tomado en reite-
radas oportunidades. Novelas como El hombre bicentenario,
de Isaac Asimov (1976), películas como I.A (2001), La Isla
(2005), Nunca me abandones (2005) –basada en la novela de
Kazuo Ishiguro–, o, más recientemente, Ex Machina (2014)
y Her (2013) son apenas un mínimo ejemplo de ello.
A través de todas ellas, se podría trazar una pregunta
común, intempestiva, que en cada caso toma sus matices,
pero que podríamos resumir de esta manera: ¿Cómo se
ha imaginado y pensado la relación tecnología-conciencia-
libertad? Una de las formas de este interrogante, que he
podido constatar en mi limitada videoteca y no tan limitada
biblioteca, ha tomado la forma de la pregunta por la con-
ciencia de las máquinas. En torno a este problema, se traman
historias y preguntas; ¿qué pasa con la libertad, con la con-
ciencia de sí mismo, con el amor, con los sueños en robots,
clones y humanoides? Si la conciencia nos define como
humanos, ¿qué define a un clon?; ¿qué define a un robot?
A mi juicio, en el imaginario cinematográfico y literario de
nuestra época las respuestas a estos interrogantes han sido
extremadamente humanas: una mera proyección de nuestras

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126 • El efecto Black Mirror

propias formas de comprensión del mundo y las relacio-


nes sociales, puestas en otros biotipos, robots, androides,
etc. En otras palabras, nuestro horizonte de imaginación no
ha pasado la barrera de imaginar algo superior al sapiens-
sapiens, a ese humano definido por la conciencia. En este
punto es donde Black Mirror sí ha logrado un gran acierto.
Si sobre el campo de las preguntas ontológicas-existenciales
poco hemos avanzado, en el campo de la ética, el terror y
la tecnodependencia, la serie de Netflix sí ha logrado sal-
tar la barrera de la imaginación y mostrarnos un futuro
distópico pero imaginable, abyecto pero posible, terrorífico
pero a la vez tan familiar. En Lo and Behold encontramos
un valioso intento por romper la barrera de la imagina-
ción y habilitar otras preguntas respecto de cómo será la
constitución de nuevas subjetividades y capacidades huma-
nas en un futuro no tan lejano. No obstante, las preguntas
siguen abiertas. ¿Podrá la cultura occidental, mayor pro-
ductora de estos imaginarios futurísticos, romper con su
antropocentrismo? ¿Puede la revolución tecnológica revo-
lucionar nuestra más específica cualidad: la conciencia de
nosotros mismos? Y si puede, ¿qué transformaciones opera-
rá la tecnología sobre nuestra conciencia? ¿El internet como
realidad específica habitada por todos puede transformar
nuestra percepción de nosotros mismos al punto de trans-
formar nuestro entendimiento de la conciencia? ¿Con qué
materiales podemos imaginar un ser humano cuya cualidad
primordial no sea la conciencia de sí mismo? Parafraseando
a Darwin y su célebre “La evolución es la adaptación al
medioambiente”, si nuestro medioambiente es hoy más tec-
nológico que natural, ¿tendremos que pensar la evolución
de la especie como adaptación al medio socio-tecnológico?
La división naturaleza-cultura, ¿es replicable en términos
de naturaleza-tecnología?
A su manera, el documental y la serie, sobre todo
esta última, se focalizan en aspectos negativos que tendría
la tecnología sobre nuestro comportamiento, es decir, se
inscriben en la narrativa de una distopía. Pero, con una

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El efecto Black Mirror • 127

notable diferencia, en Black Mirror es la tecnología la que


define, induce, determina, condiciona, sugestiona y orien-
ta los comportamientos que, a medida que avanza cada
capítulo, nos va mostrando una versión de terror de noso-
tros mismos. En el documental, en cambio, las perspectivas
giran en torno a lo que los humanos podemos hacer o no
para condicionar el futuro de la tecnología y su inserción
en nuestra sociedad. Si bien, a su manera, cada una intenta
interpelar al espectador a reflexionar sobre la tecnología,
tal vez el espejo negro nos muestre solo un reflejo, posi-
ble o no, donde mirarnos, pero no una herramienta con
la cual interrogarnos.
Otro aspecto, que ameritaría una discusión propia,
pero que no quiero dejar de lado y por tanto mencionaré
brevemente, refiere a la aceptación del imaginario social de
la tecnología como un imaginario hegemónico de nuestra
época. Y pienso principalmente en los aspectos materiales
de ese imaginario, es decir, en la forma en que la accesibi-
lidad material a internet, TV por cable, señal de telefonía
móvil, etc., está distribuida geopolíticamente y estratifica-
da socialmente en clases. No podemos dejar de lado que
las realidades tecnológicas (materiales y simbólicas, pero
sobre todo los materiales) de Estados Unidos/Europa (des-
de donde se producen y exportan estos contenidos) no están
ni cerca de las posibilidades técnicas de países del segun-
do, tercer y cuarto mundo. Pero mucho más grave aún es
dar por sentado, sin ninguna reflexión crítica, que los pro-
blemas y preocupaciones que organizan el “mundo Black
Mirror” representan también las preocupaciones y proble-
mas de otros países y sociedades fuera de Estados Unidos
y Europa (es decir, caer en la vieja y consabida vocación
universalista y etnocéntrica de la cultura occidental hege-
mónica de querer imponer hasta la agenda de problemáticas
sociales). En la agenda latinoamericana, por ejemplo, los
problemas sociales que demandan urgencia y mayor preo-
cupación son el neoextractivismo, el capitalismo salvaje por
desposesión territorial, la pobreza estructural, la violencia

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128 • El efecto Black Mirror

represiva del Estado, la pérdida de derechos humanos y la


militarización extranjera de zonas estratégicas de recursos
naturales, para mencionar algunos. Por supuesto que la tec-
nología atraviesa todos y cada uno de esos problemas, pero,
sin embargo, no debemos perder de vista que ellos se inscri-
ben en otra dimensión que la que hemos señalado en estas
reflexiones. Es decir, a las preguntas “¿Qué hacemos con
la tecnología?” y “¿Qué hace la tecnología con nosotros?”,
es fundamental sumar estas otras: ¿quién detenta el poder
simbólico y material de la tecnología?; ¿cómo se distribu-
ye el acceso y la producción tecnológica?; ¿vivimos épocas
de descentralización o centralización y monopolio de los
recursos técnicos?; ¿cómo se ven afectados los regímenes
políticos en relación con las capacidades técnicas de los
grandes medios de comunicación? Esta lista de preguntas
podría ampliarse extensamente. Basta señalar la importan-
cia que tiene esta dimensión para el conjunto de las refle-
xiones sobre los imaginarios sociales y la tecnología. En
esta dirección se inscribe el trabajo “El imaginario social del
control mediático y tecnológico: la distópica Black Mirror”
de Javier Barraycoa Martínez. Este autor señala un punto
interesante sobre los imaginarios:

Siguiendo a Ledrut, podemos descubrir otra perspectiva de


lo imaginario: su posibilidad de hacerse real. Es decir, el
imaginario, en cuanto una dimensión utópica que posterior-
mente analizaremos, puede realizarse en algún momento si
las condiciones sociales lo favorecen: “¡Ni lo real ni lo ima-
ginario tienen estatuto estable y definitivo! […] son movien-
tes y transitorios. Lo que es real puede en el momento […]
siguiente volverse imaginario. Recíprocamente, lo imaginario
puede convertirse en real, puede realizarse. Todo se realiza o
se desrealiza, según las condiciones y el momento, según el
Tiempo” (Ledrut, 1987). Debemos plantearnos en qué medida
el imaginario se comporta como la “profecía que se cumple a
sí misma” (Barraycoa Martínez, 2012: 4)

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El efecto Black Mirror • 129

Si lo real y lo imaginario pueden, sobre todo en estos


tiempos de velocidades históricas aceleradas, convertirse
uno en otro, es de fundamental importancia poder tener
herramientas críticas para analizar tanto lo real como lo
imaginario. Es por eso por lo que al imaginario Black Mirror
es importante complementarlo con el imaginario Lo and
Behold, y atravesar ambos por una perspectiva que puede
dar cuenta de las distintas dimensiones del problema, las
éticas, las ontológicas, las de la subjetividad, las geopolíticas,
las socioeconómicas, etc.
Finalmente, traigo una reflexión proveniente de otro
campo, pero que suma para lo esencial de estas líneas, que
ha sido abrir preguntas más que dar respuestas. El intelec-
tual indígena Fausto Reinaga, en su maravilloso texto “El
pensamiento amáutico” de 1981, explicaba cómo la historia
de la Biblia, de Occidente y de su filosofía, es la historia “del
miedo terrible de Dios a la ciencia”. “No comerás el fruto del
árbol de la ciencia”, he ahí el mayor pecado, el pecado ori-
ginal. El concepto de culpa y castigo, todo el “orden moral”,
fue inventado para combatir la ciencia, para combatir la
emancipación de los hombres del sacerdote. Toda la cultura
de Occidente se nutre de estas bases, incluso en Einstein hay
lugar para el orden de Dios: “Dios no juega a los dados con
el universo”, eternizó el científico. Pero ni Einstein ni Rei-
naga vivieron lo suficiente para ver este extraño momen-
to donde la tecnología ha devenido Dios, y, por tanto, no
podrían preguntarse (aunque nosotros sí) si la tecnología
puede convertirse en esa historia, en ese discurso, en esa
forma de vida contra la emancipación del hombre.
Conciencia e inteligencia artificial, ciencia y Dios,
emancipadores y religiones, culpas y castigos, likes y selfies,
nuevos órdenes sociales se construyen a velocidades don-
de queda poco lugar para hacernos preguntas importantes.
Será tarea para los lectores seguir reescribiendo estas pre-
guntas para, entre la oscuridad y la contemplación, atinar
a descifrar cómo afecta el futuro que imaginamos al pre-
sente que habitamos.

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130 • El efecto Black Mirror

Bibliografía

Barraycoa Martínez, J. (2012). “El imaginario social del con-


trol mediático y tecnológico: la distópica Black Mirror”.
Actas – IV Congreso Internacional Latina de Comuni-
cación Social. Disponible en https://bit.ly/2hr03lE.
Ierardo, E. (2018). Sociedad Pantalla. Black Mirror y la tecno-
dependencia. Ediciones Continente: Buenos Aires.

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8

Comunicación popular
y práctica política

Algunas aproximaciones hermenéuticas a “Himno


nacional” (“National Anthem”) de Black Mirror

JUAN DIEGO HERNÁNDEZ ALBARRACÍN1

Introducción

Se pretende elaborar una mirada hermenéutica al res-


pecto de las condiciones políticas de posibilidad en
“Himno nacional” (“National Anthem”) de Black Mirror2.

1 Doctorado por la Universidad Simón Bolívar sede Barranquilla (Educación).


Maestría por la Universidad Industrial de Santander (Filosofía). Pregrado/
Universitario Universidad de Pamplona UDP (Comunicación Social).
2 Estamos conscientes de que “Himno nacional” es parte de un proyecto
de la televisión británica (comprado por Netflix en 2015), ambientado
en una Inglaterra de otra contemporaneidad. Por esto, podría pensar-
se: ¿cuál es la intención de pensar elementos de la política y la comu-
nicación de Latinoamérica a partir de una lectura de una serie euro-
pea? Tal anotación es válida y por ello es menester aclarar algunos
aspectos. Lo que nos interesa de la obra no es su dirección a los valo-
res que en apariencia suscita el mundo anglosajón como parte inexo-
rable de su origen, sino el carácter de universal simbólico al expresar
un episodio que podría suscitarse en cualquier escenario democrático.
En este sentido, recordamos el episodio contado por Žižek en Primero
como tragedia y luego como farsa al respecto de la revolución haitiana
contra la Francia napoleónica. “Los ex esclavos de Haití se tomaron las
consignas revolucionarias francesas incluso más literalmente que los
propios franceses: ignoraron todos los implícitos requisitos que abun-

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132 • El efecto Black Mirror

En razón de esto, nos interesa preguntar por elementos


tales como la comunicación, lo popular y su posible
intromisión en la construcción de una imagen política
contemporánea.
Por consiguiente, se ubican itinerarios de pensa-
miento que orbitan la matriz de la cultura popular y
la comunicación leídas desde Jesús Martín-Barbero, las
posiciones de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe sobre
el populismo, y las miradas coloniales y poscoloniales
críticas que representan Enrique Dussel, Aníbal Qui-
jano, Walter Mignolo y Santiago Castro-Gómez. Nos
interesa, sobre todo, discutir las posibilidades de reducir
el pathos de la distancia y migrar a escenarios otros de
convergencia, creatividad y comprensión en materia de
configurar una postura política distinta a la ocasionada
por las buenas maneras del liberalismo occidental.

daban en la ideología de la Ilustración (libertad sí, pero solo para


sujetos racionales ‘maduros’, no para los bárbaros salvajes inmaduros,
que primero tenían que atravesar un largo proceso de educación para
merecer la libertad y la igualdad…). Esto condujo a sublimes momen-
tos ‘comunistas’, como el que se produjo cuando los soldados franceses
(enviados por Napoleón para sofocar la rebelión y restaurar la escla-
vitud) se aproximaron al ejército negro de (auto)liberados esclavos.
Cuando oyeron un rumor poco claro procedente de la multitud negra,
los soldados pensaron al principio que debía ser alguna clase de canto
tribal, pero cuando llegaron más cerca se dieron cuenta de que los
haitianos estaban cantando la Marseillaise, y empezaron a preguntarse
a voces si no estaban luchando en el bando equivocado. Acontecimien-
tos como éstos representan la universalidad como categoría política.
En ellos, como señala Buck-Morss, ‘la humanidad universal es visible
en los límites’” (Žižek, 2011: 73-74). Esto expresa el carácter de una
demanda –en este caso por la libertad– que no se subordina al mundo
del ilustrado, pues, aunque el “imaginario democrático tenga su origen
en Europa, no se trata de un imaginario europeo. Y no lo es porque,
gracias a ese imaginario, resulta posible elevar una demanda política
que vale no solo para los europeos, sino para cualquier humano”
(Castro-Gómez, 2015: 316), cuestión que tomamos para hacer una
lectura de los elementos comunicacionales y políticos de Black Mirror
para el mundo latinoamericano, al considerar que la hegemonía de
los medios de información de masas, las rupturas estéticas y la

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El efecto Black Mirror • 133

Para esto, no acudimos teóricamente al liberalismo


habermasiano o rawlsiano que parten de racionalizar
desde un “sujeto soberano capaz de elevarse por encima
de los intereses particulares y acceder a principios váli-
dos” (Castro-Gómez, 2015: 67) para pensar la comuni-
cación y la política, sino a posturas más disruptivas que
integran la sexualidad, la cultura popular y las demandas
políticas, cuestión que enriquece una lectura de “Himno
nacional” que va más allá de los mecanismos digitales
de alienación que supeditan al sujeto al clímax de lo
espectacular noticioso. Por esto, abrimos vértices hacia
la capacidad de causar una inquietud de sí, que pase
del espectáculo a la tragedia y transforme territorio,
percepción y prácticas de la vida política.
Así, el estudio tendrá dos escenarios fundantes: pri-
mero, la discusión sobre comunicación popular, moder-
nidad y populismo en la política latinoamericana, y
segundo, una lectura sobre los escenarios de enun-
ciación identificados para la hermeneusis de “Himno
Nacional”: 1) el rapto y 2) la fornicación, concentrando
así una plataforma reflexiva que permita ver el reflejo de
características categoriales de la comunicación popular
y la práctica política como elementos que deconstru-
yen las concreciones, límites y libertades de la actual
gubernamentalidad, migrando a una postura subjetiva
que abre una inquietud y cuidado de sí en los horizontes
de permitir e incluir al diferente/subordinado en el
diálogo/práctica de lo político.

preservación del Estado en todas sus aristas son identificables y


experienciales en cualquier contexto, al menos de aquellos inmersos
en la narrativa occidental, desdeñando con esto las ecuaciones “que
equiparan cualquier referencia al legado emancipador europeo con el
imperialismo cultural y el racismo: mucha gente de izquierdas tiende a
desdeñar cualquier mención de los valores europeos como si fuera una
forma ideológica del colonialismo eurocéntrico” (Žižek, 2016: 25).

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134 • El efecto Black Mirror

Comunicación, cultura política y populismo

La comunicación es uno de los desafíos de nuestra


modernidad3, debido a que las “sociedades se enfren-
tan a la proliferación de espacios políticos radicalmente
nuevos y diferentes que nos exigen el abandono de
la idea de un espacio constitutivo único de lo políti-
co, propia del liberalismo y el republicanismo cívico”
(Mouffe, 1999: 14), lo cual implica, para la condición
comunicativa, presentar el vínculo interrelacional entre
sujetos que conflictúan con respecto a los horizontes
de un itinerario, no tan solo epistémico (abstracto),
sino también popular (fáctico), para contrarrestar infor-
maciones, conocimientos e interacciones socioculturales
hegemónicas.

3 Asumimos para esto la postura de modernidad desde el “paradigma


planetario” dusseliano. “En efecto, Dussel habla de la modernidad
como un fenómeno mundial, pero con dos manifestaciones diferentes:
la primera se habría consolidado durante los siglos XVI y XVII y
corresponde al ethos católico, humanista y renacentista que floreció en
Italia, Portugal, España y sus colonias americanas. Esta modernidad
fue administrada globalmente por la primera potencia hegemónica del
sistema-mundo (España) y generó no solo una primera forma de sub-
jetividad construida con base en el discurso moderno/colonial, sino
también una primera critica del discurso. […] todo esto significa que la
subjetividad moderna no es solamente la subjetividad burguesa, como
ha querido la teoría social desde el siglo XIX, sino que en las colonias
hispánicas se generó también una forma de subjetividad. […] nos refe-
rimos a la subjetividad hispánica, pero ante todo criolla, formada en
concordancia con el discurso colonial de la limpieza de sangre”
(Castro-Gómez, 2010: 52). Esto significa, para nuestro hacer, un reza-
go no únicamente de la facultad epistémica de los otros, sino de su
condición de clase, de una cierta propensión a subordinar lo popular
por representar atrasos, inmadurez, perezas y demás antivalores cultu-
rales que discrepan con el mundo finamente construido por el eidos
del blanco europeo.

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El efecto Black Mirror • 135

Sobre esta concepción de lo popular, que llevada a


la práctica política4 fue denominada “populismo”, Laclau
afirma que su “concepto no solo ha sido degradado, sino
denigrado. Su rechazo ha formado parte de una construc-
ción discursiva […] de un universo político ascético del cual
debe excluirse su peligrosa lógica” (Laclau, 2005: 34), con-
gregando toda una corriente de modernidad que integra
las necesidades de un pensar lo propio que se distancie del
pathos civilizatorio de los discursos coloniales de esa hybris
del punto cero, configurada para Colombia desde el proyecto
neogranadino “que supuso el desconocimiento de la corpo-
ralidad y es por ello un sinónimo de arrogancia y desme-
sura” (Castro-Gómez, 2010: 18-19), al superponer la razón
científica al saber cultural5, epicentro del diálogo popular.
De este modo, anula las expresiones otras de los lenguajes,
discursos y prácticas por una diagramación cosmopolítica
de la territorialidad que fue determinada por

4 Nos referimos a lo que los hombres hablan y hacen al interior del mundo
político que emergen en un momento específico de la historia y quedan ins-
critos en un haz de relaciones de poder. Así entonces, “las prácticas no son
expresión de algo que esté detrás de lo que se hace (el pensamiento, el
inconsciente, la ideología o la mentalidad), sino que son siempre manifies-
tas; no remiten a algo fuera de ellas que las explique, sino que su sentido es
inmanente” (Castro-Gómez, 2015: 30)
5 Estas son algunas de las ideas que llevan a Dussel a elaborar, al interior de su
filosofía de la liberación, y desde luego a otros latinoamericanistas (Cuch,
Zea, Mignolo, Quijano), a la reflexión sobre el centro y la periferia como
base de la teoría de la dependencia, tan popular en la segunda mitad del siglo
XX, la cual posicionaba a Latinoamérica y, con esto, a sus subalternos, a ser
interpretados, guiados, en otras palabras, dominados por un tipo de subjeti-
vidad que había alcanzado la madurez en todos los campos del saber, al
situarlos ontológicamente “como entes interpretables, como ideas conoci-
das, como mediaciones o posibilidades internas al horizonte de la compren-
sión del ser. Espacialmente centro, el ego cogito constituye la periferia, y se
pregunta con Fernández de Oviedo: "¿Son hombres los indios?", es decir,
¿son europeos y por ello animales racionales? Lo de menos fue la respuesta
teórica; en cuanto a la respuesta práctica, que es la real, lo seguimos sufrien-
do todavía: son solo la mano de obra, si no irracionales, al menos “bestiales”,
incultos –porque no tienen la cultura del centro–, salvajes... subdesarrolla-
dos” (Dussel, 1996: 14-15).

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136 • El efecto Black Mirror

la cartografía europea y la administración territorial caste-


llana […] como la “imagen verdadera” de un nuevo mundo,
de las indias occidentales y de la verdadera configuración
de la tierra. Concebir este conjunto de acciones como inter-
acciones sociales y semióticas y como control territorial en
lugar de verlo como diagramación de un espacio ontológico
[…] abre nuevas maneras para entender cómo los patrones
cognitivos se incrustan en las acciones sociales y cómo la
producción semiótica […] es un poderoso instrumento de
colonización (Mignolo, 2017: 375)

Así, determina una dimensión lingüística y territorial uni-


ficada que aniquila los sincretismos del diálogo intercultural.
Esto implica una impronta inscrita en la historia, que super-
pone las costumbres, los hábitos y los lenguajes hegemónicos
de características coloniales a las lógicas comunicativas de los
habitantes que se encuentran en los subterráneos del poder,
debiendo configurar procesos de resistencia de talante popular
que los reconozca como integrantes no solo de los espacios, sino
también de la construcción discursiva, para confrontar los sen-
tidos comunes histórico-políticos que ven el mundo en rangos
binarios anclados a la representación del centro (desarrollo, pri-
mer mundo, mayoría de edad, civilización) y la periferia (subde-
sarrollo, tercer mundo, minoría de edad, barbarie).
Tal sentimiento popular, contrahegemónico en germen
al confrontar las posturas coloniales de la dependencia, se
encuentra enquistado en la idea misma de construir una
filosofía latinoamericana auténtica desde una atención a los
sujetos democráticos populares que habiliten “la pluralidad
de marcos que hacen posible la emergencia del ‘pueblo’”
(Laclau, 2005, p. 211), sin el rezago o la subordinación a las
prefiguraciones conceptuales del occidente filosófico. Por
esto, ubica eslabones históricos propios que van a recontex-
tualizar, aunque sin negar, el mito de las revoluciones fran-
cesa y norteamericana como base de la política y el Estado

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El efecto Black Mirror • 137

modernos6. Así, se pueden reconocer cuatro elementos fun-


dantes que originan los mojones de un pensar continental
propio, en los siguientes fenómenos históricos:

La revolución mexicana de 1910, con su fuerte sentimiento


antioligárquico (reforma agraria, socialización de la tierra,
nacionalización de la industria y economía planificada) y
su rechazo a todo tipo de influencias extranjeras. En 1931
en el Perú la Alianza Popular Revolucionaria para Latinoa-
mérica (APRA), que enarboló la bandera de la unidad lati-
noamericana como instrumento de lucha política contra el
imperialismo estadounidense. […] En 1945 nace el peronismo
argentino como un intento de romper la dependencia econó-
mica del país ante los intereses del capital extranjero. Para el
peronismo ya no son las oligarquías tradicionales las que se
encuentran en el centro de la nación y del Estado, sino el pue-
blo raso, las masas desposeídas, los “descamisados”. En 1959
triunfa la revolución cubana y se inicia en Latinoamérica un
proceso de traducción del marxismo a un lenguaje acuñado
por los movimientos populistas, que encuentra su punto álgi-
do en la teoría de la dependencia (Castro-Gómez, 2011: 68).

Así, esta lectura histórico-filosófica que podríamos leer


desde La fenomenología de la crisis moral de Carlos Cullen
(1978) o la Filosofía de la liberación de Enrique Dussel (2009),
como experiencia de saberse arraigado a la tierra, plata-
forma inicial del conocimiento de sí, al “reconocerse como
un nosotros estamos aquí, es decir, como un sujeto insta-
lado vitalmente en un paisaje geográfico del cual deriva su
existencia” (Castro-Gómez, 2011: 69), visibiliza un anclaje
en las formas de una tradición moderna que se despliega
desde otras constelaciones históricas que desdibujan, sin
hacer desparecer, la influencia de Europa en el tránsito

6 Se puede contar también la revolución inglesa del siglo XVIII, la cual, según
Enrique Dussel, generó “un sistema político parlamentario que le permitió
desarrollar el sistema capitalista económico hasta alcanzar la Revolución
Industrial (sistema tecnológico subsumido materialmente dentro del sistema
capitalista)” (Dussel, 2006: 18), fenómeno que tuvo hondas resonancias en
los desenvolvimientos de la democracia burguesa latinoamericana.

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138 • El efecto Black Mirror

de nuestra configuración epocal, ya no desde el Ser como


vínculo histórico-originario, sino en el Estar como catego-
ría subjetivo-territorial. Así como lo relata un desplazado
de Segovia y Remedios (departamento de Antioquía) para
los estudios del Centro Nacional de Memoria Histórica:

Es que al desplazado no le importa tanto lo material que pier-


de, sino la pérdida de su base social, su arraigo, su entorno.
O sea, es que uno tiene que ser desplazado para narrar esto,
pues alguien que nunca ha sido desplazado no puede tener
ese sentimiento. Es que el desarraigo de las comunidades, el
hecho de… Yo diría, inclusive, que era más pobre allá que
aquí, pero más rico en todos los sentidos allá. En todos los
sentidos, porque allá me estaba yo con mi gente, con mi
comunidad… La gente me estaba buscando: “hagamos esto,
hagamos lo otro”. Esa era mi vida: mi grupo de danza, mi casa
de la cultura, los viejitos. O sea, era un modo de vida que eso
no tiene precio, pues… Eso no tiene precio: usted puede vivir
aquí en una casa de oro, pero el desarraigo no lo tiene […]
Y para mí, lo más doloroso en ese sentido es el desarraigo:
apartarse de su entorno, de su paisaje, de su óptica habitual
(Sánchez, 2013: 73).

Por consiguiente, la dimensión política de la comunica-


ción popular se sustenta sobre la construcción de un saber
dialogante que evite los quietivos de las maniobras publi-
citarias del hablar público, de los sentidos comunes que
son “conservadores y reaccionan con alergia a los cambios”
(Castro-Gómez, 2015: 397) y tienden redes de poder para
la manipulación informativa (fake news) y el ocultamiento
de los sectores vulnerados, desde una única matriz liberal
de verdad que oculta sus fauces en un manto de sobriedad
y falsa modestia7.

7 Sobre este respecto, interesa leer a Aníbal Quijano, quien, siguiendo las pos-
turas esquizoanalíticas de Deleuze y Guattari, considera que esa forma de
ocultar la dominación desde un aliento en apariencia democrático y partici-
pativo, propio de las hegemonías actuales, no es más que una forma repo-
tenciada de la gran máquina de guerra económico-política que engulle la
diferencia, la codifica y expulsa. “De hecho, asociadas a tales intereses ya

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El efecto Black Mirror • 139

Afirmamos, así, que la raíz ontológica de la comunica-


ción es el conflicto, sustentado sobre las bases de un filoso-
far como “acto de encuentro y reconocimiento entre quie-
nes son los sujetos que constituyen la realidad en su sentido
objetivo y subjetivo de la vida” (Márquez-Fernández, 2014:
11). No existe una monología temática para operar en la
comunicación, sino que esta integra toda una red de rela-
ciones que hace del proceso un escenario abierto, extralimi-
tado e incierto donde ocurre, desde su autenticidad revolu-
cionaria, la creatividad por asumir críticamente la idea de
lo propio, pero también las aristas del poder constituido en
las formas de nación y civilización como correlatos de nor-
malización, tal como se observa tanto en las perspectivas
filosóficas foucaultianas, como en las de Dussell, Mignolo,
Quijano o Cullen.
Es indispensable que tal conflicto permee los idearios
y prácticas de la cultura, desde apreciaciones que espacien
las capas más visibles de cultura comprendida en los ran-
gos de “las bellas artes” –históricamente prefigurada por
la tradición de las artes clásicas y las buenas maneras de
la burguesía liberal–, haciendo indispensable buscar en los
subterráneos sociales las memorias, valoraciones, prácticas
e imaginaciones subordinadas de una democracia ya no
hegemónica, sino subalterna, que resiste

como una práctica discursiva que trata la significación de la


democracia como el poder de la palabra para todos; luego, el
sentido político de la democracia, entendida como un ejerci-
cio de interlocución que habilita de otro modo la aplicación

están activas en todo el mundo fuerzas políticas antidemocráticas. Y algunas


de ellas vestidas, precisamente, con armaduras liberales. Unas, radicales,
como lo testimonia la gradual reproducción del racismo y del fascismo en
Europa o sus aún aislados brotes en Estados Unidos; o moderadas, como el
discurso político que presiona a la democracia por crecientes limitaciones
–“democracia controlada”, “democracia restringida”, “democracias de baja
intensidad”– y que tiene influyentes representantes en la teoría política, en
América Latina inclusive” (Quijano, 2014: 607)

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140 • El efecto Black Mirror

del derecho humano al diálogo, para dar origen a una com-


prensión de la práctica de los valores de la democracia mucho
más humanista y sensible (Márquez-Fernández, 2018: 38).

Esto, a nuestro juicio, enarbola un contraste con


las posturas de Cullen y Dussel respecto a posicionar
una sola clase subordinada (sociedad política) como centro
del sistema-mundo para la reflexión filosófica y practico-
política. La base de la comunicación popular abre, tal como
lo deja enunciada la democracia-subalterna, una necesi-
dad de diálogo intercultural, intersexual, intersocial, inter-
sectorial que no aniquile la diferencia o busque ubicación
hegemónica privilegiada en la cartografía de nuestro itine-
rario político dibujado por los imperios mediáticos8, que
se arrogan las buenas maneras de la conversación y cen-
suran de antidemocrática cualquier expresión popular que
quiera reaccionar.
Encontramos aquí un tipo de comunicación funda-
mental, no porque piense los universales abstractos de la
tradición, ni porque dialogue el impacto procedimental de
la gestión informativa o porque determine que un sector

8 Nos hemos acostumbrado a las maneras contemporáneas de valorar la


comunicación de acuerdo con el canal informativo. En razón de esto, se han
construido matrices hegemónicas que dictan los estatutos de la verdad con-
forme a un cierto investimento critico que mire, pero no toque, y si toca, que
no estremezca. Argumentos devenidos de una “democracia controlada”,
como piensa Aníbal Quijano, lo cual es fácilmente comprobable a causa de
las manifestaciones estudiantiles en Colombia por la pérdida de financia-
ción de la educación pública o las que originan líderes sociales territoriales
debido al sistemático asesinato de sus compañeros. Titulan, por ejemplo El
Tiempo (2018), “Vandalismo en las marchas estudiantiles: ¿quién respon-
de?”, La República (2018) escribe “Desmanes y caos vehicular marcaron la
movilización de estudiantes en Bogotá” o Revista Semana (2018) “Caos noc-
turno: entre gases y piedras colapsó Bogotá”. En este sentido, el medio infor-
mativo controla y manipula, alertando infiltraciones (no documentadas) de
bandas criminales o de vandalismo de extrema izquierda al interior de la
universidad que pierde el foco de la discusión sobre la demanda originaria,
lo cual jerarquiza una forma de comunicación liberal, en el marco de la peti-
ción, considerada acertada por guardar las buenas maneras, y otra repudia-
ble, del orden de la demanda, que implica un paisaje de marchas, atascos y
arengas que incomodan el libre desempeño de la oligarquía democrática.

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El efecto Black Mirror • 141

es más fundamental u originario que otro, sino debido a


que redescubre un escenario históricamente vulnerado, una
sombra que solo se miraba por contraste en espera de su
desaparición. Esto es, la posibilidad de poner a dialogar
las diferencias y construir con base en los antagonismos,
porque “no solo debemos respetar a los otros, sino tam-
bién ofrecerles una lucha común, pues hoy en día nuestros
problemas son comunes” (Žižek, 2016: 115). Se trata, así, de
una relación dual de conflicto, por una parte, y, por otra, de
intercambio cultural, en interacciones diversas que se cons-
truyen y transforman de manera permanente más allá de
los idearios comunicacionales del multiculturalismo liberal
que transforma la verdadera lucha política

en una batalla cultural por el reconocimiento de las identi-


dades marginales y por la tolerancia con las diferencias. No
sorprende, entonces, que la tolerancia de los multiculturalis-
tas liberales quede atrapada en un círculo vicioso que simul-
táneamente concede DEMASIADO y DEMASIADO POCO a
la especificidad cultural del Otro (Žižek, 2008: 59).

Por esto, la cultura popular debe ser recuperada para


ampliar los entresijos de la dinámica comunicativa de las
luchas políticas, comprendida no como un proceso trans-
misor de saberes prefigurados, sino ejercicio vivo de la
experiencia que desterritorialice “la idea de conversación
democrática occidental que entre amigos jamás ha produ-
cido concepto alguno” (Deleuze y Guattari, 2015: 13). Por
esto, no interesa tanto (solo como aproximación) lo que
ocurre en los santuarios academicistas o de la organización
tradicional de la política, sino lo que pasa en los barrios,
los mercados, las marchas y las plazas públicas con sus
estéticas, economías e ideologías de raigambre popular para
reconocer que “la única comunicación auténtica es la de
‘la solidaridad en la lucha común’, cuando descubro que el
atolladero en el que estoy es también el atolladero en el que

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142 • El efecto Black Mirror

está el Otro” (Žižek, 2008: 61). Ahí está la raíz de lo que nos
pasa y la coordenada que nos posiciona para problematizar
los mapas del saber filosófico y político contemporáneo.

La ciudad y lo popular: primeras enunciaciones


del populismo

Según cuenta Martín-Barbero, fue en la ciudad, ya sea


como territorio o como idea, donde se produjo la for-
mación discursiva de lo popular a partir de la expresión
de una masa desbordada que buscaba refugio de la
violencia rural. Esto generó un aluvión proletario que
descentraba las luchas (discursos y prácticas) políticas
que sostenían las perspectivas de la derecha hegemó-
nica y de una izquierda resistente sin posibilidades de
hacerse con los ejercicios del poder9. Por esta cuestión,
esta protociudadanía

comenzó a significar un enorme déficit de vivienda y


transporte, y un nuevo modo de habitar la ciudad, de
marchar por las calles, de comportarse. En la periferia
aparecieron los barrios de invasión y en el centro las rup-
turas ostensibles de las normas de urbanidad. La ciudad
comenzaba a perder su centro. […] la masificación era a
la vez, y con la misma fuerza, la integración de las clases

9 Esto se puede observar en los informes del Centro Nacional de


Memoria Histórica, al visibilizar las prácticas de desplazamiento a
causa del enfrentamiento entre la subversión y el Estado que hace a las
masas poblacionales rurales migrar a los centros urbanos. Así, por
ejemplo: “La estrategia de tierra arrasada, aplicada por los grupos
paramilitares, provocó grandes éxodos de población, ya que en
muchos casos supuso el abandono de pueblos donde los sujetos colec-
tivos habían forjado una historia común de construcción social de su
territorio y de su identidad” (Sánchez, 2013: 73), lo cual implica una
reestructuración de las demandas y las abstracciones que para la época
tenían las izquierdas, sabedoras más de la Revolución rusa o los con-
flictos centroamericanos, que lo ocurrido en las profundidades del
país.

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El efecto Black Mirror • 143

populares a la sociedad y la aceptación por parte de ésta


del derecho de las masas, es decir, de todos los bienes
y servicios que hasta entonces habían sido privilegios de
unos pocos (Martín-Barbero, 2010: 182-183).

Debido a esto, estas nacientes ciudadanías, aún invi-


sibles a las hegemonías (aunque ruidosas), gestaron las
orientaciones de una comunicación popular diferente
a los enfoques del interés intersubjetivo de las accio-
nes10 de racionalidad (teleológica, regulada por normas,
dramatúrgica y comunicativa), la dimensión informa-
cional técnico-racional de manipulación del objeto de
conocimiento o el enfoque anómalo de una sociedad
democrática en crisis desde un querer privilegiar “el
‘vivir conjuntamente’, propio de la polis, dejando de lado
el pólemos, es decir, el antagonismo y el conflicto –como
ocurre en el caso de muchos autores contemporáneos
que se inspiran en la tradición del republicanismo

10 Nos alejamos de la hermenéutica de la racionalidad comunicativa


habermasiana al considerar que el territorio de intervención popular
contiene una riqueza mayor en relación con el campo experiencial del
sujeto político. Por esto, la cotidianidad, como expresión fenomenoló-
gica que enriquece los dominios del mundo de vida en Habermas, a
nuestro juicio, guarda hondas relaciones con el liberalismo que aquí se
critica. No pensamos, por tanto, que la interpretación se subordine a
una negociación universalista de los campos de interés, escenarios
persistentes en abstracciones sin mayor afectación a la singularidad de
los cuerpos vivos, debido a que “la racionalidad comunicativa recuerda
las antiguas ideas del logos, dado que trae consigo las connotaciones de
la fuerza de un discurso unificador, no coercitivo y creador de con-
senso, mediante el cual los participantes superan sus ideas, que fueran
en primer término subjetivas, para alcanzar un acuerdo motivado por
la racionalidad” (Flyvbjerg, 2001: 298). Esto determina para Colombia
las ideas liberales habermasianas en los intentos de Antanas Mockus
por construir desde la práctica política las ideas de un anfibio cultural,
“se desenvuelve solventemente en diversos contextos y al mismo tiem-
po posibilita una comunicación fértil entre ellos, es decir transporta
fragmentos de verdad (o de moralidad) de un contexto a otro” (Anta-
nas Mockus, 1994: 127), así también “debe tener la capacidad de gene-
rar comunicación entre los diversos medios y tradiciones con los cua-
les entra en contacto. El anfibio cultural tiene que entender y traducir
y comunicar, aunque sea fragmentariamente, saberes y pautas morales.

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144 • El efecto Black Mirror

cívico–” (Mouffe, 1999: 14), siendo el pensamiento plu-


ral y la actividad política propiamente dicha el reactivo
de la disidencia, por articular otros enfoques de la
demanda política que tienen que ver con la perdida de
actividades y arraigos culturales perdidos a causa de
las lógicas de la violencia territorial11. De este modo,
el tema no es entonces, como dice Le Goff, “sino el
lugar metodológico desde el cual releer la historia no
en cuanto historia de la cultura, sino en cuanto historia
cultural” (Martín-Barbero, 2010: 71)
Entendemos así el corpus de una comunicación que
integra lo sentimental y lo racional del pluriverso de lo
popular, en una cadena equivalencial que busca el autorre-
conocimiento, pero también la necesidad política por exi-
gir derechos vulnerados desde una práctica filosófica como
“ejercicio del cuidado de sí, o el conjunto de reglas y técnicas
que aseguran el ejercicio del cuidado de sí” (Foucault, 2017:
41), que, en nuestro caso, ubica la experiencia comunicati-
va a partir de la habilitación de decisiones propias en los
diferentes modos en que los sujetos se posicionan o son
posicionados en ese nuevo patrón de poder que entraña

1) la total reclasificación social de la población del mun-


do del capitalismo; 2) una estructura institucional apta para
expresar y para controlar esa reclasificación; 3) la definición
de los espacios de dominación adecuados a esos efectos; 4)
una perspectiva de conocimiento que recogiera el sentido

Es decir, debe ser un intérprete” (Antanas Mockus, 1994: 127), cues-


tión que ciega la posibilidad antagónica de la demanda y, por esto,
el surgimiento de una diferencia que, más que el consenso, ubique
ejercicios de transformación-creación.
11 Este proceso de transformación, producto del desplazamiento, ejerce
una fuerte influencia sobre la configuración de una instancia comuni-
cativa que se detenga a observar el conjunto de los sujetos y las comu-
nidades vulneradas de una forma más compleja que la otorgada por las
categorías y abstracciones filosófico-políticas. Hay, como dice Cullen,
un fuerte vínculo entre el sujeto y el territorio.

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El efecto Black Mirror • 145

principal del nuevo patrón de poder y que encauzara dentro


de tal sentido la producción y el empleo del conocimiento
(Quijano, 2014: 610).

Esto deriva en una lucha frontal entre el poder cons-


tituido (potestas) de la institucionalidad y el poder constitu-
yente (potentia), esto es, “el ser oculto, el poder de la comuni-
dad política misma” (Dussel, 2009: 59) que logra multiplicar
los antagonismos entre Nosotros, el pueblo y Ellos, la oligarquía
bancaria que ostenta los oficios del poder. Se hace urgente
abrir lo diverso ya no desde las lógicas del ejercer bélico de
la aniquilación entre unos (pueblo) y otros (oligarquía), sino
a partir de la integración de una comunicación abiertamen-
te popular que articule las diferencias no para unificar las
peticiones, sino para multiplicar las demandas en el camino
de las luchas comunes.
Para esto, nuestra hermenéutica de la sospecha “contra
supuestos universalismos o totalidades” (De Sousa, 2003:
27) se resiste a ubicarnos en el mapa de la radical división de
Laclau entre sociedad política y sociedad civil; más bien abri-
mos el vértice para orientar una forma de comunicación
que se ocupe tanto de lo popular como de sus antagonistas,
sin que intervengan intenciones de superponer una sobre
otra, lo cual no significa la afirmación de la moral consen-
sual desde el estilar liberal habermasiano, sino la postula-
ción de un conflicto siempre presente en los mundos de
vida de las capas subjetivas y sociales que configuran una
decolonización estructural de la potestas en función de la

resignificación cultural y política de sus criterios normativos.


[…] el giro decolonial, proclamado desde América Latina,
solo será viable […] como una transmodernización de la revo-
lución democrática […] referida al modo en que la política se
descentraliza, se hace contingente, se vuelve política de este
mundo (Castro-Gómez, 2015: 319).

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146 • El efecto Black Mirror

Así, se habilita un contexto de intervención en el que


concurre una multiplicidad de voces que no responden a
una sola institución histórica (burguesía liberal), sino que
recorre las encrucijadas del diálogo ciudadano, en la dife-
rencia de ya no ser monstruosa para estremecer las ideas
y prácticas de libertad de esa relación comunicativa entre
potestas y potentia que debe desobedecer mandando y no única-
mente mandar obedeciendo (Castro-Gómez, 2015).
Tal dinámica reacciona a las ordenaciones y es más
bien un escenario de arrojos y desterritorialización que no
aquieta las mareas de la crítica en busca de estabilidad hege-
mónica sobre la lógica de encontrar el fundamento per-
dido a partir de la traducción filosófica (Dussel, 1994) o
fagocitar lo externo-territorial a causa de una inmanencia
más fundamental y originaria (Kusch, 1999), sino que las
incentiva a partir de un juego de comunicación atravesado
por rupturas ontológicas que destierran toda búsqueda de
identidad, desde pensar

una política sin acudir al fundamento que […] supone inte-


grar el conflicto como parte misma de la política y entender
que las luchas no apuntan a la eliminación de la opacidad
y el poder, sino su hacia gestión agonal, sin garantía alguna
de cuál pueda ser el resultado de la gestión” (Castro-Gómez,
2011: 244).

Así, lo originario es desplazado por una transforma-


ción constante del sujeto, debido a que los lugares de enun-
ciación12 (locis enuntiatio) no se arraigan a una sola manera de

12 Pensamos los lugares de enunciación no con relación al contexto y los suje-


tos en que se pronuncian, determinando así una geocultura del pensamiento
al estilo de Rodolfo Kusch. En cambio, tomamos las tesis de Foucault, bus-
cando a diferencia de lo originario del hacer enunciativo, su funcionamien-
to, esto es, ¿de qué manera se organizan los relatos y como estos se invisten
de verdad? Más que una hermenéutica, entretejemos una arqueología de los
discursos donde “los enunciados se organizan históricamente en una serie
de codificaciones y reglas de juego de la práctica enunciativa que Foucault
denomina episteme (…) conjunto de reglas y procedimientos de exclusión

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El efecto Black Mirror • 147

vinculación conceptual (cultura popular y cultura hegemó-


nica) o territorial (Latinoamérica), sino desde la capacidad
de encontrar tercerías o espacios fronterizos que despla-
cen las epistemes de la tradición científico-comunicativa y
desarrollen corpus sociales abiertos al cambio, la diferencia
y a la constante incertidumbre de los encuentros donde
somos, a partir de lo que el humanismo latinoamericanista
de Leopoldo Zea (1974) nomina, hombre sin más, constru-
yendo perspectiva de lo popular no únicamente desde

una lucha por la igualdad de derechos, sino por la implemen-


tación de un ethos igualitario. Pero este ethos no es algo que
esté ya “dado” de antemano, anclado en el seno de los valores
profundos de la comunidad (como afirman tanto los nativis-
tas como los comunitaristas), sino que debe ser construido
políticamente. (Castro-Gómez, 2015: 323-324).

Este fenómeno será leído desde los lugares de enuncia-


ción que interpretamos son planteados en “Himno nacio-
nal” como condicionantes estructurales de una comunicación
política que cierra distancias, los cuales nominamos: 1) el
rapto y 2) la fornicación. De este modo, abre un ejercicio
que resignifica simbólicamente el papel comunicativo de
los gobernantes y los gobernados, al utilizar una dimensión
artística que salta del territorio específico de las museogra-
fías y las abstracciones estéticas, al estrictamente práctico
de la política como construcción conjunta.
En razón de esto, nuestra posición hermenéutica bus-
cará elementos de relación que reivindiquen al interior de
la trama, tanto al populismo como “lo político en su forma
más pura, la dimensión universal de la política” (Castro-
Gómez, 2015: 364) que incorpora la idea del desobedecer
mandando y la comunicación popular que habilita una inte-
gración entre gobernantes y gobernados como habitantes

que hacen posible la formación de discursos en una época determinada


y que rigen las relaciones entre diferentes dominios de saber” (Castro-
Gómez, 2011: 165).

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148 • El efecto Black Mirror

de un mismo estado ontológico, que, en vez de segregar,


permite la convergencia y creatividad desde una base siem-
pre antagónica.

La importancia del rapto: un ángulo diferencial


de la atención democrática

El capítulo 1 de la primera temporada de Black Mirror,


“Himno nacional”, comienza con un rapto. Una importante
integrante de la nobleza ha sido secuestrada. Ella, la prin-
cesa Susannah, es el símbolo de los nuevos tiempos, una
suerte de reinvención de la monarquía, al estilo de Diana de
Gales, que participa del emergente cuerpo digital donde el
sujeto “se funde con las fuerzas de las redes, se propaga por
ellas” (Ierardo, 2018: 42), haciendo eco de preocupaciones
propias de la posmodernidad (Žižek, 2011), como ambien-
talismos, animalismos, problemas de género, derechos de
minorías, etc. Esto la convierte en ídolo de la cultura pop
y, por esto, un icono del multiculturalismo neoliberal, que
produce mercancías a partir del imperio de un capital global
transformado que da

testimonio de la homogeneización sin precedentes del mun-


do contemporáneo. Es como si, dado que el horizonte de la
imaginación social ya no nos permite considerar la idea de
una eventual caída del capitalismo (se podría decir que todos
tácitamente aceptan que el capitalismo está aquí para quedarse),
la energía crítica hubiera encontrado una válvula de escape en
la pelea por diferencias culturales que dejan intacta la homo-
geneidad básica del sistema capitalista mundial. Entonces,
nuestras batallas electrónicas giran sobre los derechos de las
minorías étnicas, los gays y las lesbianas, los diferentes estilos
de vida y otras cuestiones de ese tipo, mientras el capitalismo
continúa su marcha triunfal. (Žižek y Jameson, 1998: 176)

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El efecto Black Mirror • 149

Precisamente, es en las lógicas atractivas de producción


capitalista de subjetividad en donde la obra comienza.
Alguien ha capturado al “sujeto alternativo” del multicul-
turalismo liberal y por esto, la atención de una cultura
esquizofrénica emergente que se sustenta en lo que sus
ídolos son capaces de representar. Así, el captor emprende
su trabajo desorbitando la presencia física y dejando tan
solo su expresión simbólica. Elemento con el cual establece
una primera conexión problémica entre los intereses de la
potestas y la potentia.
Tal tríada entre sujeto de intención, esto es, quien
motiva el hecho narrativo (secuestrador), la instituciona-
lidad (potestas) y el pueblo (potentia), comienza a tejer una
estrategia que acercará el último a sus gobernantes desde
el desgaste neoliberal, sustentado, como diría Foucault, en
“la instauración de relaciones estrictamente mercantiles en
la sociedad” (Foucault, 2016: 155). Por esto, sorprende que,
en principio, la petición no fuese estrictamente monetaria,
como queda demostrado en la conversación inicial sobre
el secuestro entre el primer ministro y sus asesores: “¿Qué
quieren? ¿Dinero? ¿La libertad de Jihadi? ¿Un trozo de la
deuda del tercer mundo? ¿Salvar las malditas bibliotecas?”
(Brooker, Bathurst, 2011: 3:39-3:56). Hay un estado de des-
concierto que entreteje las bases de un acontecimiento des-
de la relación demanda-verdad. Porque no es el rapto lo que
causa extrañeza, sino la demanda, pues no está cubierta por
las lógicas del mercado, lo que hace extraordinario el evento
al que se debe enfrentar el mundo político.
Se interpreta que la razón primordial del rapto es pro-
nunciar una demanda que busque hacer una cadena equi-
valencial entre la pluralidad de situaciones que afectan las
inserciones de la institucionalidad en la vida pública de
las personas. Debido a esto, se sustrae a un representante
de los significantes vacíos de la hegemonía para construir
al sujeto político que “se forma en el momento mismo en
que las levanta, lo cual significa que el pueblo se constituye
mediante el establecimiento de una cadena de demandas

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150 • El efecto Black Mirror

equivalentes” (p. 369). Esto determinará que la dimensión


narrativa de la cinta pase de una preocupación puramente
fáctica (el rapto) a una simbólica (la fornicación), teniendo
que ver más con una inspección propia del sí mismo popu-
lar y no tanto con la suerte del sujeto alternativo.
Lo venidero es la pronunciación por parte de la prin-
cesa Susannah (sujeto alternativo) de la demanda, un fenó-
meno inimaginable, para el cual no hay protocolo, mucho
menos anticipación del daño al interior de los principios
normativos de la técnica política13. La primera aseveración
es no hacerlo, distanciarse de las intenciones del terrorismo.
Pero, a medida que se desarrollan los hechos, el cuerpo,
la carne y el sufrimiento comienzan a hacer presencia a
partir de una escucha atenta y pública del dolor que “no es
simplemente un momento pasajero o un elemento acciden-
tal de la vida, sino que constituye su esencia, pues nuestra
existencia está en todo momento determinada por el dolor”
(González, 2014: 217). Así, la dimensión simbólica de la
representación ha sido fracturada a causa de su contagio de
realidad. La permanencia originaria del poder, su dignidad
poco importan al mostrarse en la pantalla un dedo cortado
(aparentemente de Susannah), que genera en el público una
sensación de desarraigo. Ya no es tan solo la princesa, sino
un ser sufriente (como ellos) que debe ser salvado.
La opinión pública, a través de la medición estadística
y los canales informativos de masas tradicionales (prensa,
radio, televisión) y actuales (Facebook, Twitter, Instagram),
demanda que el cuerpo retenido sea protegido a como dé
lugar, asunto que comienza a desdibujar el escenario super-
ficial de la trama (el secuestro de la princesa). Eso queda

13 Tomamos esta referencia de Enrique Dussel (2006), quien establece tres


principios normativos “el material (M), acerca de la vida de los ciudadanos;
el principio formal (L) democrático, que determina el deber de actuar siem-
pre cumpliendo con los procedimientos propios de legitimidad democráti-
ca; el principio de factibilidad (F) igualmente determina operar solo lo posi-
ble (más acá de la posibilidad anarquista y más allá de la posibilidad
conservadora)”. (Dussel, 2006: 48-49)

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El efecto Black Mirror • 151

claro en la antesala al cumplimiento de la demanda, debido


a que los esfuerzos de las autoridades no han rendido frutos
y el tiempo se está agotando, por lo que una de sus asesoras
le explica: “Para el público esto será un hombre, para ser
directa, de cuestionable popularidad que prioriza su humi-
llación personal antes que la vida de una joven” (Brooker,
Bathurst, 2011: 29:34-29:43)
La presión entre el cumplimiento del deber y la expo-
sición a la mirada pública implica el establecimiento de una
decisión que no contemple únicamente la salvaguarda de la
carrera profesional, sino la satisfacción de la opinión, del
epicentro del poder constituyente que clama por recuperar,
con el cuerpo de su icono cultural, una identificación de sí.
Este es el primer aterrizaje de quienes conforman la pléyade
gubernamental al mundo del sacrificio público. El jefe de
estado pierde su aura y comienza a descender a la vileza de
donde provienen a quienes comanda.
Por esto, la cinta comienza a mostrarnos imágenes cada
vez más sobresalientes de sujetos subalternos que cobran
protagonismo mayoritariamente en sus lugares cotidianos
de reunión (bares, cafeterías, plazas y transporte público)
“al surgir de esa nueva racionalidad que, considerada dia-
lógicamente, es capaz de razonar a partir del otro en su
reconocimiento cultural” (Márquez-Fernández, 2018: 83),
multiplicando las voces de las clases trabajadoras, que al ini-
cio no tenían mayor importancia, siendo opacadas por las
ocupaciones de la técnica gubernamental, la cual buscaba
tácticas de manipulación mediática para ocultar los puntos
de fuga de esa obra artística disfrazada de terrorismo.
Precisamente la imagen del terrorismo desde los ejes de
normalización biopolítica se va difuminando conforme se
va desarrollando la trama. Esto es lo extraordinario, de ahí
la distopía de Black Mirror, pues el terror impartido, al no
venir precedido de una demanda en las lógicas del mercado
“que debe revelar algo semejante a una verdad” (Foucault,
2007: 49) y apurar la respuesta del gobernante y el apa-
rato estatal, pierde toda su fuerza al no generar “las dos

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152 • El efecto Black Mirror

respuestas simbólicas esperadas, la condena y el estado de


excepción” (Foucault, 2007: 234), convirtiéndose, por tanto,
en otra cosa, un extraño gólem labrado al estilo del Rabí de
Borges sobre un muñeco que no tiene más sentido que la
provocación del acto. Ahí tiembla la razón gubernamental
(gubernamentalidad)14 y se apura el cumplimiento de una
operación impensable. El terror de la bomba o la libertad de
algún preso político se sustituyen por la vergüenza de verse
frente al espejo (mirror) de sí mismos.
El ejercicio comunicativo comienza con el desarraigo
del sujeto alternativo del multiculturalismo para captar la aten-
ción y culminar con el aseguramiento de la superposición
de la capa popular al itinerario de las relaciones guber-
namentales de seguridad que sacrifican al sujeto del ejer-
cicio privilegiado del poder (primer ministro), en función
de preservar una opinión pública favorable. Así, este debe
desvestirse, literalmente, pero también simbólicamente, y
hacer lo que le demandan: “A las cuatro horas de esta tarde,
el primer ministro Michael Callow debe aparecer en vivo
en la televisión […] y mantener relaciones sexuales reales
con un cerdo” (Brooker, Bathurst, 2011, 4:13-4:41).
Esta cadena de eventos, sucedida desde el rapto, pro-
piciará una preocupación política del sí mismo de los suje-
tos intervinientes. Pasaremos del espectáculo caníbal del
mirar entretenido15 a la tragedia de verse como sujetos que

14 Asumimos una posición biopolítica al entender la gubernamentalidad como


“el conjunto constituido por las instituciones, procedimientos, análisis y
reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esta forma tan
específica de poder que tiene como meta principal a la población, como for-
ma de saber, a la economía política, y como instrumento técnico esencial, a
los dispositivos de seguridad”. (Foucault, 1999: 195)
15 Aquí discrepamos de Esteban Ierardo, quien interpreta el fenómeno como la
“imagen suprema del espectáculo televisivo global” (Ierardo, 2018: 43), con-
figurada debido a una estructura social que vuelve mercancía el sufrimiento
de los otros y al espectador en un simple voyerista. Lejos de esa mirada en
negativo, intentamos construir una posición que, si bien no es positiva,
posee un claroscuro (Lichtung) que hace del acto una transformada de la
comunicación popular que cierra el pathos de la distancia del concebir hege-
mónico.

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El efecto Black Mirror • 153

señalan “al cuerpo no solo como el lugar del sufrimiento,


sino también como aquella instancia mediadora en la que
se pone en evidencia de manera concreta la aporía que
posibilita y, al mismo tiempo, limita la vida en general”
(Cardona, 2014: 64).
Desorbitado el rapto, la princesa se desdibuja a
completud para dar paso a otro escenario comunicati-
vo, donde surge la náusea, el vómito y la vergüenza;
escenario constitutivo de una conciencia popular que
cerrará (sin hacerlas desaparecer) las brechas entre la
hegemonía y sus resistencias, para verse a sí misma
como una fuerza conjunta que les permita “superar con
creces el modelo del racionalismo neoliberal individua-
lista, por otro mucho más humanizante que avale y
acredite la diversidad de las identidades que política-
mente sean posibles y viables para todos” (Márquez-
Fernández, 2018: 83).

El símbolo de la fornicación: eliminación del pathos


de la distancia

El rapto de la princesa es la desaparición parcial del


capitalismo global de las incorporaciones del multicul-
turalismo liberal en los ejercicios de poder. El acto
representa, o mejor, gira hacia un lugar de enunciación
donde las atenciones no orbiten las relaciones del mer-
cado originadas a partir de las condiciones maquínicas
del deseo “que empiezan con dinero y terminan con
dinero” (Deleuze, 2005: 27), sino sobre la posibilidad
de hibridar los intereses de la potentia y la potestas
desde un conjunto esquizoide que tiene al arte como
principal sustento.

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154 • El efecto Black Mirror

El origen esquizofrénico16 del acto propiciado por


Bloom, que parte de una demanda que no se consigna en las
formas del obrar político tradicional, nos permite asumir
que el originador quería cerrar el pathos de la distancia (Pat-
hos der Distanz), que, como diría Nietzsche, es propio de las
clases dominantes –consistente en “esa sensación general y
básica, duradera y dominante, de ser una especie superior
que manda a otra especie inferior, a algo bajo; ese es el origen
de la contraposición bueno y malo” (Nietzche, 2016: 462)–,
y hacer posible la conexión entre gobernantes y gobernados
desde la expresión estética de un evento que, más allá de
ridiculizar al aparato estatal, quiere anclarlo a las expresio-
nes populares. De ahí que el objeto erotizado sea un cer-
do, mamífero cuya representación narrativa siempre estará
ligada a lo más bajo, desaseado y oloroso de la cultura, esto
es, a las experiencias culturales de lo popular mantenidas
lejanas por quienes ejercen el poder.

16 Interpretamos la idea de esquizofrenia desde los estudios de Deleuze acerca


de la configuración del capitalismo como fuerza total. En tal sentido, el
esquizismo del acto se tasa en el no arraigo concreto, su falta de identidad
desde la capacidad que tiene que ver con el andar a tropezones del esquizo,
que a su manera descodifica y desterritorializa los flujos (Deleuze, p. 23).
Así, fornicar con un cerdo, aunque parece un sinsentido, entraña toda una
estructura que condiciona las prácticas de una racionalidad otra que intenta
comunicar un algo más del mensaje concreto. No es transmisionismo sino
sensación, provocación y creación. Así también, desde otro punto, pero en el
mismo archipiélago, explica Žižek cómo los eventos ocurridos durante la
crisis del 2008 hacen que el país capitalista por excelencia (EE.UU.) se vuel-
que a su antagonista (socialismo) para preservar el movimiento del capital.
Eso dice el filósofo esloveno sobre el plan de 700.000 millones de dólares
con que el Estado salvó a la banca: “Entonces, ¿el plan de rescate es realmen-
te una medida ‘socialista’, el nacimiento en Estados Unidos del socialismo de
Estado? Si lo es, se trata de una forma muy peculiar: una medida ‘socialista’
cuyo objetivo primordial no es ayudar a los pobres, sino a los ricos; no a
aquellos que deben, sino a los que prestan. En el colmo de la ironía, ‘sociali-
zar’ el sistema bancario es aceptable cuando sirve para estabilizar el capita-
lismo. (Nótese la simetría con la China actual: igualmente, los comunistas
chinos utilizan el capitalismo para imponer su régimen ‘socialista’)” (Žižek,
2011: 10)

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El efecto Black Mirror • 155

La cerda, sexualizada, fornicada y silenciosamente mal-


tratada17, disminuye las distancias, su experiencia coital
conecta lo que en teoría debería ser siempre objeto de sepa-
ración. Aquí vemos que la cinta ya no trata sobre el rapto,
pues el sujeto alternativo del multiculturalismo liberal ha des-
aparecido, sino sobre “el producto real de la interferencia
de un tipo de poder sobre el cuerpo y sus placeres” (Díaz,
2014: 155). La concentración, entonces, se empieza a entre-
tejer primero como espectáculo y luego como tragedia al
reconocer que “el campo social en tanto tal está investido
por una libido sexual, y que la actividad fundamental de la
libido es […] alimentar los investimentos inconscientes del
campo social” (Deleuze, 2005: 50), lo cual aniquila la idea
de sublimación freudiana que implica la desexualización de
los investimentos sociales, por estar subordinados a la natu-
raleza primaria de las relaciones con los padres y encerrar
la sexualidad “en una extraña caja con adornos burgueses,
en una especie de triángulo artificial bastante desagrada-
ble, que ahogaba toda la sexualidad como producción de
deseo, para rehacerla de nuevo bajo el ‘sucio secretito’, el

17 Aquí hay una cuestión que me gustaría retomar en otro trabajo. La concen-
tración primaria del acto siempre será en torno a los significantes, y no al
cuerpo del objeto utilizado para que transite el mensaje. En este caso, el cer-
do no suscita la menor exclamación compasiva, pues es un objeto más, un
instrumento estético del mismo talante del lienzo, las pinturas o el mármol.
Por esto recuerdo las discusiones de Derrida con Élisabeth Roudinesco al
respecto del animal como sujeto de derechos en función de preservar su dig-
nidad vital sobre la explotación material del hombre. Sobre este respecto, el
filósofo francés comenta: “Hay una frase de Jeremy Bentham que a menudo
me gusta citar […]: ‘la cuestión no es: ¿pueden hablar?, sino ¿pueden sufrir?’.
Puesto que, sí, lo sabemos y nadie puede atreverse a dudarlo. El animal sufre,
manifiesta su sufrimiento. No podemos imaginar que un animal no sufre
cuando se lo somete a una experimentación de laboratorio, hasta a un adies-
tramiento de circo. […] sabemos lo que es el sufrimiento animal, lo experi-
mentamos. Además, con la matanza industrial, los animales sufren en
mucha mayor medida que antes” (Derrida, 2009: 82). Así, ver un cerdo pene-
trado por un humano debe producir un sentimiento distinto al asco de
cometer una acción sexualmente disruptiva. Hay un cuerpo sufriente que no
tiene mayor resonancia en las lógicas de la vergüenza y conmiseración del
público espectador. Tal vez, esta era otra de las aristas de Bloom.

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156 • El efecto Black Mirror

secretito familiar” (Deleuze y Guattari, 1985: 54), propio de


las “noches monótonas de la burguesía victoriana donde la
sexualidad era cuidadosamente encerrada” (Foucault, 2011:
7), emergiendo como prácticas hegemónicas que obnubi-
laban las diferencias, contradicciones o antagonismos18 de
las subjetividades otras (mujeres, homosexuales, adolescen-
tes…) que tenían intención de desbordarse.
Por tanto, la interpretación de la sexualidad se vuelve
indispensable, pues configura un acontecimiento que será
determinante en los modos de apreciación de los integran-
tes del campo social sobre el fenómeno “fornicación” a par-
tir de una relación externa, que tiene que ver con las esti-
pulaciones de multiplicidad de una relación no edípica que
subsiste de los objetos parciales de las máquinas deseantes
que “no quieren decir nada ni en términos de significado,
ni de significante” (Deleuze, 2005: 73), por lo que se hace
necesario alcanzar sus operaciones molares y moleculares
para salir de la orientación de los grandes conjuntos, que
en nuestro caso no deriva de la unidad sacramental de la
familia, sino de la estructura originaria de un Estado que
debe ser protegido con la vida, incluso, de su individuo
más poderoso.

18 Como, por ejemplo, lo enuncian y denuncian los trabajos sobre perspectiva


de género del Centro Nacional de Memoria Histórica coordinados por
Gonzalo Sánchez (2011), que siguen la línea foucaultiana sobre discursos y
prácticas invisibilizadas por las buenas maneras del liberalismo burgués, en
el que por ejemplo “las mujeres son excluidas de la comunidad política activa:
la feminidad no cabe en la esfera pública, la de la discusión de los asuntos de
todos y de las cuestiones del Estado. A pesar de que, en principio, todos los
habitantes que viven bajo un orden democrático pueden participar en el
debate público, la razón no es vista por la élite ilustrada como un atributo
del que puedan hacer gala todos los seres humanos indiscriminadamente. La
razón se cultiva y se potencia en lugares específicos –la academia, la gran
prensa, el Parlamento, los salones, la tertulia de la gente ‘culta’–, donde los
individuos (es decir, los hombres, sobre todo burgueses) aprenden a discu-
rrir y a razonar de cierta forma, y donde se establecen códigos de estilo que
incluyen algunas maneras de argumentar y excluyen otras” (Sánchez, 2011:
22).

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El efecto Black Mirror • 157

Alcanzar las operaciones inconscientes de esas máqui-


nas de desterritorialización (fenómeno del cerdo) hace que
las reglas de la conducta producidas por el pathos de la dis-
tancia sean aniquiladas, al no existir un elemento absoluto,
una unidad completa desde la cual segregar sus partes. Por
tanto, el primer ministro Michael Callow y los espectado-
res comienzan a padecer los influjos maquínicos que van a
estremecer las bases mismas de la realidad. La popularidad
del gobernante se desgarra, así como su estabilidad familiar.
Tal situación se observa en la discusión del primer ministro
con su asesora principal:

PRIMER MINISTRO: La matarán de todas formas, quizás


ya esté muerta.
ASESORA: Y si no, la matará en un video en vivo. Todos lo
verán, el mundo lo verá. Te llevarán a la junta por insurrec-
ción y serás destruido. ¡Totalmente destruido! No solo serás
un político en desgracia, serás un individuo despreciado. El
público, el Palacio y el partido insisten.
PRIMER MINISTRO: Al diablo el maldito partido.
ASESORA: Si te rehúsas, me han informado que no garan-
tizaremos tu seguridad personal ni la de tu familia… Hice
arreglos para la transmisión. Lo siento, Michael, no tienes
opción (Brooker, Bathurst, 2011, 29:45-30:47).

Así, vemos el evento en el que la esposa del primer


ministro entra en escena. Su sentimiento no es tanto por
la aventura que emprenderá su marido, sino porque hará
público el “sucio secretito”, lo que quitará el velo existen-
te entre dominantes y dominados al perder el autocontrol
de elite, porque “mantener un estilo afianza las jerarquías
y establece nítidamente las diferencias dentro de un mis-
mo nivel social y entre los niveles distintos” (Díaz, 2014:
155). “Follarse” la cerda tendría las mismas implicaciones
de comer con la mano, hurgarse la nariz o vestir de forma

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158 • El efecto Black Mirror

inapropiada. Es desesperante que la elite pierda su lumino-


sidad en un acto público de depravación que asquea a una
clase acostumbrada a las buenas maneras de su apariencia19.
Esto es visible en la esposa. Su asco y vergüenza denun-
cia el puritanismo moderno en materia de decretar prohibi-
ción, inexistencia y mutismo (Foucault, 2011), comenzando
a despertar la necesidad de restringir, sobre cualquier con-
secuencia, la acción original (fornicar la cerda), luego esta-
blecer en público una cierta inexistencia del hecho y, ya en
privado, el total mutismo, la distancia máxima de lo marital,
recluyendo al primer ministro a un orden de total apatía
por romper las sagradas leyes del acuerdo conyugal para
pecar contra la pureza (Foucault, 2011) y volcarse a una
práctica antinatural20 que los deja expuestos como clase, al
escrutinio visceral de los subalternos.
Tal exposición de clase ante un acto antinatural desde
la costumbre es lo que fabrica la producción de una subjeti-
vidad que deja de mirar al otro como diferente, como parte
de otra orilla elemental y privilegiada. El estertor hilarante

19 De esta manera explica Esther Díaz el fenómeno distancial entre el compor-


tamiento de las clases para su plena identificación en la edad moderna: “Sea
en su forma de comer, defecar o relacionarse sexualmente, son algunos de
los parámetros que nos permiten focalizar las profundas transformaciones
que desde entonces afectan la sensibilidad y las actitudes humanas. El uso
del cuchillo, del tenedor, de las copas individuales, el no escupir debajo de la
mesa, no sonarse con el mantel […] se fue instaurando junto con reacomo-
daciones topológicas domésticas. Se aislaron los lugares íntimos. Se redujo
el número de personas que dormían en una cama. También hubo cambios en
el arreglo personal: uso de perfumes para tapar olores desagradables, pelu-
cas para esconder piojos […], se trataba de adecentar las apariencias” (Díaz,
2014: 156).
20 No lo asumimos desde una plataforma moral que regla la conducta para evi-
tar la caída del alma, sino desde una mirada económico-política que ancla
las prácticas sobre una concepción del sexo naturalizada en los haceres
racionales del mundo moderno desde el análisis de “la tasa de natalidad, la
edad del matrimonio, los nacimientos legítimos e ilegítimos, la precocidad y
la frecuencia de las relaciones sexuales, la manera de tornarlas fecundas o
estériles, el efecto del celibato o las prohibiciones, la incidencia de las practi-
cas anticonceptivas […]. Es cierto que hacía mucho tiempo se afirmaba que
un país debía estar poblado si quería ser rico y poderoso, pero es la primera
vez que […] una sociedad afirma que su futuro y su fortuna están ligados no

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El efecto Black Mirror • 159

de las redes sociales, que muestra el ridículo del gobernante,


poco a poco comienza a proyectar un asco hacia sí mismo.
El espectador ya no ve al otro-fornicador como un intérpre-
te, sino que lo aprecia como parte propia, de su mundo, pues
lo compadece y acompaña desde la ocurrencia de Bloom
al “obligar a un hombre de poder político a copular con
una cerda y vislumbrar el goce que castiga la prepotencia o
privilegios del poder, pero que también denigra al hombre
y al animal” (Ierardo, 2018: 45).
Esto es posible porque el velo de la ficción que sostiene
la verdad, como afirma Lacan, ha sido rasgado. El pathos de
la distancia se cierra a partir de la puesta en marcha de una
máquina de desterritorialización. La comunicación deja de
ser el altavoz de la economía de mercado, para asistir al
acontecimiento de una alteridad capturada que desnuda
en su cautiverio una posición convergente y creativa con
respecto al poder constituido. El Estado y los sujetos que
lo gobiernan han perdido el aura de limpieza y pulcritud
que históricamente los acompaña, debido a que el líder del
gobierno se fornica –literalmente– a una cerda, y, con esto,
pese a lo que se pudiese pensar, el Estado no claudica, sino
que se transforma y adquiere otra perspectiva más abierta
y menos dogmática.
La performática del cerdo fornicado es la obra de un
artista que se aleja del producto concreto de la obra de
arte y busca significar prácticas, comportamientos y valo-
raciones más allá de la plena contemplación. Él mismo ya
no es importante una vez la secuencia ha sido iniciada. La
inmolación de Bloom implica la independencia de la obra
con respecto al artista, no existiendo más interpretaciones
que las que se puedan desarrollar por parte de los especta-
dores: se suicida, tal vez para no intermediar con explica-
ciones o justificaciones sobre su posición al respecto de esa

solo al número y virtud de sus ciudadanos, no solo a las reglas matrimonia-


les y a la organización de las familias, sino también a la manera en que cada
cual hace uso de su sexo” (Foucault, 2011: 26-27)

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160 • El efecto Black Mirror

máquina puesta en movimiento donde “no existe ni hombre


ni naturaleza, únicamente el proceso que los produce a uno
dentro del otro y acopla las máquinas” (Deleuze, 1985: 12),
sin una relación causal estricta, un sesgo, razón de ser o
significante especifico.
Así, el artista lega la virtualidad de un cierre entre las
esferas de la vida privada, lo público y la razón guberna-
mental conectadas en un ejercicio de producción comuni-
cativa, que si bien es perverso o parafílico en origen por
estar sujeto al campo de los desórdenes psicológicos, desata
otras maneras de asumir las condiciones políticas de un
campo social que no está cerrado al raciocinio, a la historia
o costumbres, siendo, como dice Deleuze, “una especie de
conjunto abierto en el que hay cortes, cortes de cortes. Ese
conjunto transfinito del campo social implica máquinas,
agentes de producción, agentes de antiproducción. La libido
sexual lo inviste todo” (Deleuze, 2005: 55), porque no es
únicamente el primer ministro quien fornica a la cerda, son
todos, espectadores atentos que se alternan en la penetra-
ción. Eso los asquea, pero también los atrae.
Debido a la relación investimento, campo social y libi-
do sexual, la obra de Bloom origina un nuevo ethos comu-
nicativo y político, tanto en las relaciones sociales ordina-
rias, como en las prácticas de los medios de información,
al demostrar que había gentes que estaban indagando la
comunicación, trabajando y produciendo desde el arte y
la política, la arquitectura y la antropología. Se necesitó
perder el objeto para encontrar el camino al movimien-
to de lo social en la comunicación, a la comunicación en
proceso –como plantea Barbero–, producto quizás de las
emergentes culturas digitales postelevisivas que se afectan
en los intersticios de la práctica comunicativa, pudiendo
así “permitir la consolidación de inmensas minorías tras-
nacionales, interesadas por la obra de un poeta o de un
videoartista que, de otro modo, habría pasado desapercibi-
da” (Gubern, 2013: 419).

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El efecto Black Mirror • 161

De este modo, se observa cómo la proliferación de


estas comunicaciones no oficiales, que reptan en el cibe-
respacio, son las causales del desenfreno ante el fenómeno
rector de la obra de Bloom. Tal vez, en otros tiempos/cul-
turas la información pudo haber sido contenida, aplacada
por los intereses de la razón de Estado. La apuesta estética,
política y comunicativa del artista pudo transitar más allá
del territorio informacional de los medios de comunicación
de masas, recluyendo, literalmente, a las gentes en sus dis-
positivos digitales para vivenciar la obra sin una interme-
diación interpretante hegemónica que cierra las distancias
históricas entre el poder constituido (potestas) y el consti-
tuyente (potentia).
Así, vemos cómo la periodista de siempre, que cani-
baliza la noticia para entregársela al mercado, fue herida,
humillada y desacreditada. Sus prácticas noticiosas, mani-
pulaciones y expectativas de éxito bursátil se vieron impe-
didas por el impacto estético de la obra erótico-política que
literalmente la “derribó”. Ahora, la comunicación tendrá
otra mediación, no sabemos si mejor o peor, pero al menos
diferente21. La cerda sexualizada fácticamente por el repre-
sentante del poder (simbólicamente por todos) traza otra
ruta ante la puerilidad de un acto, que más allá del desnudo
físico, desata en los espectadores la vergüenza, el sentimien-
to miserable y las distancias existentes que convierten el
sufrimiento en espectáculo. La ciudadanía vista a sí misma

21 Los sujetos comunicativos de la actualidad van girando en comportamiento


respecto a sus intereses de consumo cultural. Por esto, la llegada (para que-
darse) del internet permite, además de la rapidez de tránsito informativo,
una racionalidad otra que desdibujan las maneras de la información cultu-
ral. De ahí observamos la desaparición del CD, el olvido o, al menos, la des-
confianza por la hoja impresa, y la reclusión del consumo audiovisual en el
mundo privado del hogar, cuestión que hará desparecer (si no se reinventa)
el ejercicio público de compartir una película. Todo esto ocurre mientras
“los jóvenes se bajan masivamente de las grabaciones de la industria cultural,
al tiempo suben de modo narcisista sus fotos o grabaciones audiovisuales,
convirtiendo lo público en privado y lo privado en público” (Gubern, 2013:
421).

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162 • El efecto Black Mirror

en el espejo negro de los dispositivos electrónicos (black


mirrors) descubre su retrato y se somete al escrutinio de su
propia vileza, para “descubrir a los otros en uno mismo,
darse cuenta de que no somos una substancia homogénea, y
radicalmente extraña a todo lo que no es uno mismo: yo es
otro. Pero los otros también son yos” (Todorov, 1998: 13).
Tal ejercicio de ida y vuelta, presentado por el espejo
oscuro de la realidad-pantalla, hará que el estado de cosas se
transforme y el asunto político sea ya no cuestión de funda-
mentos originarios, sino de constantes construcciones para
determinar que el problema actual “no es tanto conocer lo
que somos sino rechazar lo que somos; es decir, el pro-
blema es imaginar y tratar de construir lo que podríamos
llegar a ser” (Díaz, 2014: 189), lo que implica que el lugar
de enunciación de lo político no está prehecho, sino abier-
to. Cualquier cosa puede pasar, permitiéndonos preguntar,
con Victor Hugo, de qué estará hecho el mañana, y res-
ponder, con Roman Gubern, que “ya hemos entrado en él,
por muy cierta la aseveración de que las nuevas tecnologías
de la información y la comunicación se hallan todavía en
su etapa de paleolítico” (Gubern, (2013: 415), consideración
que, a nuestro juicio, determina la aporía de Black Mirror
y, por supuesto, de “Himno nacional” como un corte de su
flujo comunicativo.

Conclusiones

Se consiguió establecer una mirada hermenéutica al res-


pecto de las consideraciones de la comunicación popu-
lar desde la base del populismo político, asumiendo así
una estructura de base que permitiese pensar la cultura y
sus informaciones más allá de la traducción hegemónica.
Por esto, se privilegia una comunicación antagónica que
tenga como ethos la creatividad y articulación de cadenas

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El efecto Black Mirror • 163

equivalenciales de demandas que configuren un territorio


político sin las distancias de clase, raciales y geográficas de
nuestra actualidad.
Esto no significa que la idea antagónica del ejercicio
comunicativo como base de una política popular cierre
ciclos o agote diferencias. Es todo lo contrario, busca mul-
tiplicidades, alteraciones y dinámicas dialógicas en función
de agenciar procesos inscritos no en hechos específicos,
sino “en la realidad misma, y no puede reducirse, por tan-
to, a un asunto de carácter histórico. Lo cual significa que
ningún movimiento social o político conseguirá jamás una
reconciliación del sujeto consigo mismo” (Castro-Gómez,
2015: 54), esto es, una especie de reconciliación total acerca
de los conflictos tratados, tal como pensaba Marx al respec-
to de la toma de conciencia por parte del proletariado, base
primaria de las luchas populares en Latinoamérica.
Acto seguido, se dio paso a trabajar los escenarios de
enunciación de “Himno nacional” a partir de lo conseguido
en la discusión sobre la comunicación popular como eje
desarticulante del pathos de la distancia, pudiendo, en el trán-
sito indagativo, reflexionar sobre las industrias y consumos
culturales, medios masivos de información y demás condi-
ciones emergentes del ethos comunicacional.
Precisamente, fue a partir de lo emergente a partir
de lo que pudimos observar cómo “Himno nacional” pasa
de la preocupación de los sujetos creados por el multicul-
turalismo liberal, a una que se ancla en las relaciones de
la identificación vinculante de lo humano a partir de la
obra erótico-política de Bloom en las maneras físicas de un
ministro que fornica una cerda mientras esto se trasmite
en las pantallas.
Tal acontecimiento, que transita del espectáculo a la
tragedia, permite observar una nueva racionalidad comu-
nicativa que no vive de la univocidad, sino que se expande
por las autopistas digitales para reconstruir imaginarios,
prácticas y costumbres, en este caso, de la gubernamenta-
lidad. La ciudadanía, identificada y asqueada de sí misma,

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164 • El efecto Black Mirror

transforma su comunicación con el Estado y con quienes


ejercen el poder. Percibimos, por esto, una cadena equi-
valencial de demandas que fueron suscitadas por un fenó-
meno externo, para luego articular una forma renovada de
inquietud, autoconocimiento e identificación que hacen del
otro un ser de cercanías, un hombre sin más “abierto a otras
lenguas, a otras expresiones del hombre: abierto también a
otras expresiones del razonar, para así ampliar, enriquecer
el propio ser y razonar sin por eso renunciar a lo que se
es” (Zea, 1993: 382).
Esta experiencia reflexiva abrió una preocupación crí-
tica por vernos como sujetos posicionados geográfica y
epistemológicamente, racional y afectivamente en el refle-
jo de nuestros orígenes. Por esto, salimos de una política
distancial que segrega, para entrar a otra de abierta comu-
nicación entre las partes, cuyo substrato ontológico no es el
acuerdo pasivo sobre universales, sino el antagonismo sin-
gular de las sociedades políticas que se mantienen abiertas.
Esta cuestión se leyó en “Himno nacional”, como una for-
ma contemporánea de acortar distancias de clase e integrar
estéticamente dirigentes y dirigidos desde una perspecti-
va abiertamente popular. El acto lesivo de la fornicación
no lo hace un solo hombre –distante, además–, sino un
representante de todos, por eso abre la alteridad popular, la
afección y la vergüenza.

Bibliografía

Capera Figueroa, J. J. (2018). Democracia subalterna y Estado


hegemónico. Crítica política desde América Latina. Edito-
rial Insumisos Latinoamericanos: Buenos Aires.
Cardona, L. (2014). “¿Toda vida es en esencia sufrimiento?
Una tensión inevitable entre lo empírico y lo meta-
físico en nuestra consideración sobre el sufrimiento

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El efecto Black Mirror • 165

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9

La justificación nietzscheana
de la contemplación de un acto
zoofílico1
CARLOS ARTURO PLAZAS2

Introducción

La filosofía surge, en opinión de Nietzsche, cuando lo coti-


diano, lo que está delante de todos, se le aparece al intelecto
por vez primera como algo digno de atención, como un
problema. Y quizá el fenómeno más cotidiano de todos es
el devenir. Dar cuenta de la multiplicidad y del cambio se
convirtió, para los primeros pensadores griegos, en la tarea
propiamente filosófica: “Al observar que nuestro intelecto
no capta en absoluto el devenir, deducen de ello la exis-
tencia de un mundo metafísico” (FP, §1). Este capítulo se
divide en tres partes. En la primera de ellas, muestro cómo,
oculta detrás de la consideración metafísica de la filosofía
presocrática contemporánea a los orígenes de la tragedia
griega, Nietzsche encuentra una visión pesimista y moral

1 El presente trabajo pertenece al proyecto de investigación “La distopía tec-


nológica en el relato ficcional de la serie Black Mirror como espacio de
reflexión filosófica sobre el entramado cultural contemporáneo”, cofinan-
ciado por la Universidad de Pamplona, radicado en la convocatoria interna
de banco de proyectos 2017 fase II y la Universidad de Catamarca, Argenti-
na, bajo el programa de desarrollo científico y tecnológico 2018.
2 Docente del Departamento de Filosofía, Universidad de Pamplona. Miem-
bro activo del grupo de investigación CONQUIRO.

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170 • El efecto Black Mirror

del mundo. A continuación, expongo cómo el arte apolíneo


constituye una de las maneras por la que los griegos hicie-
ron frente a la concepción trágica de la existencia. Final-
mente, defiendo la idea según la cual el fenómeno estético
de la transfiguración apolínea puede convertirse en un ele-
mento que permita justificar el placer que la gente siente
ante la contemplación de un acto horroroso, tal y como
acontece en el primer capítulo de la serie Black Mirror (“The
National Anthem”).

Metafísica presocrática

Se considera a Tales el primer filósofo por el hecho de


haber propuesto, a partir de observaciones sobre la pro-
cedencia y las transformaciones de lo húmedo, una gene-
ralización, una abstracción que sobrepasa cualquier lógica
y experiencia individual, al afirmar, a través de un pen-
samiento conceptual y una sistematización, que “todas las
cosas son agua”, sin tener que recurrir para ello a ningún
elemento mitológico o alegórico, sin el apoyo de fabula-
ciones fantásticas3. Tales intuyó una unidad detrás de la
multiplicidad de lo existente, reduciéndolo todo a una única
entidad: el agua, concibiendo la multiplicidad del mundo
como desarrollo de una materia fundamental. Y con ello
hizo surgir un mundo aparente detrás de todo. Aunque para
Nietzsche la filosofía es el arte de representar en conceptos
la imagen de la existencia (lo que justifica, hasta cierto pun-
to, que Tales sea considerado el primer filósofo y uno de

3 Aunque en la Ilíada se llama a Océano la génesis de todas las cosas, Tales sos-
tiene que el agua es el origen de todas las cosas. La diferencia entre ambas
expresiones radica en que Tales “prescinde de toda expresión alegórica o
mítica para enunciar su intuición de que todas las cosas han venido del
agua” ( Jaeger, 1997).

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El efecto Black Mirror • 171

los primeros sabios), Nietzsche cree que el tipo general de


filósofo se muestra con mucha mayor claridad en la persona
del sucesor de Tales.
A diferencia de Tales, para Anaximandro, del ápeiron (lo
indeterminado) surgen, por separación, el calor y el frío, y
de la mezcla del calor y el frío se genera lo líquido. Todo
nace, deviene y perece a excepción del ápeiron. Es esta una
unidad que solo puede ser caracterizada negativamente,
de manera que lo que es no puede poseer particularida-
des determinadas. Todo lo que existe en el mundo empíri-
co está sujeto a una determinación a través de cualidades,
por lo que no es posible atribuirle los predicados de estas
cosas perecederas a lo que verdaderamente existe, al mundo
eterno del ser, ya que este habría tenido que nacer y, por
ende, estaría obligado a desaparecer. El origen del devenir
tiene que ser entonces algo indeterminado, algo que solo
puede definirse de forma negativa, algo que se encuentra
más allá del devenir, garantizando el curso ininterrumpido
del acontecer e impidiendo que el devenir cese. El eterno
devenir tiene su origen en el ser eterno, los seres parti-
culares surgen de lo indeterminado. A diferencia de Tales,
Anaximandro no aborda la pregunta por el origen del mun-
do desde un punto de vista físico. Nietzsche hace su propia
lectura de un fragmento que se cree es una cita textual
de Anaximandro:

De donde se generan las cosas, hacia allí se produce también


la destrucción, según la necesidad; pues esas cosas tienen que
expiar sus culpas y ser juzgadas por sus injusticias en confor-
midad al orden del tiempo (Simpl., Fís. 24, 13-25).

De acuerdo con la interpretación que Nietzsche hace


de este pasaje, todo lo que nace, todo lo que es, está conde-
nado a morir, a desaparecer. La causa y el principio de las
cosas es un ser eterno que crea, mientras que todo lo que
deviene y perece se ve obligado a pagar una pena a través
de la muerte. El devenir tiene un carácter contradictorio y

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172 • El efecto Black Mirror

autodestructivo, consiste en una multiplicidad que se afir-


ma en su nacimiento pero que, a su vez, se niega en su
muerte, en el que la existencia es una injusticia que debe
ser reparada con el castigo de la destrucción. Lo existente,
al nacer, al existir, se ve liberado del ser eterno, pero tiene
que pagar un costo por esa injusticia, borrar la culpa, con su
propia muerte. Tal y como lo explica Cornford (1984):

Considérese, por ejemplo, el cuerpo animal. Su principal


substancia es la tierra; pero al formarse se apropia de por-
ciones que corresponden a los demás elementos: agua para la
sangre, aire para el aliento, fuego para el calor. La disolución
que representa el morir compensa tales hurtos: cada una de
las porciones robadas retorna con sus semejantes: el agua
vuelve al agua, el aire al aire, el fuego al fuego. O considere-
mos las nubes. Para formarlas, el aire se apropia del agua y
saquea ríos y mares. Después, las nubes se disuelven en lluvia
y retorna a su lugar entre las aguas (Cornford, 1984).

En consecuencia, la vida es injusticia y contradicción,


por lo que Anaximandro se convierte entonces, en opinión
de Nietzsche, en el primer filósofo pesimista.
Al contrario de Anaximandro, quien ve en el devenir
injusticia y contradicción, Heráclito ve lo que está sujeto a
leyes, el gobierno de una justicia a la que se someten todas
las fuerzas, el reino del orden y de las reglas. Heráclito nie-
ga la existencia de dos mundos distintos, evita separar un
mundo físico de uno metafísico, un mundo de cualidades
determinadas de un mundo de indeterminación, por lo cual
niega a la vez al ser, la eterna e indestructible permanencia,
la esencia de las cosas. El nacimiento y la muerte (y, en
general, todas las cualidades) son dos procesos, dos activi-
dades opuestas que, no obstante, buscan la reunificación.
Aunque solemos reconocer algo inmóvil y permanente, una
cualidad aparentemente duradera, lo que ocurre en realidad
es que percibimos por un instante la manifestación momen-
tánea de uno de los contrarios que se encuentra en lucha, en
un combate entre las cualidades que se atiene a leyes eternas

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El efecto Black Mirror • 173

y que constituye la esencia del devenir. Lo que llamamos


“realidad” no es otra cosa que una multiplicidad de pare-
jas de contrarios en combate. Mientras que Anaximandro
había situado lo frío al mismo nivel que lo caliente, Herácli-
to entendió lo frío como un grado de lo caliente, excluyendo
así a lo frío de los procesos físicos. Pero esto no quiere
decir que existe un mundo eterno cuya esencia es el cambio
constante y la pluralidad, un mundo metafísico constituido
por dichas cualidades, por una multiplicidad de realidades
únicas e imperecederas. Estas cualidades que percibimos
no son ni esencias eternas ni ilusiones creadas por nues-
tro intelecto. El fuego, que es uno, se presenta a través de
transformaciones en el devenir: las exhalaciones puras que
se generan en el mar constituyen el paso de lo húmedo al
fuego, mientras que de los vapores oscuros y neblinosos
que surgen de la tierra se da el paso de la tierra al agua. El
fuego, como unidad constitutiva del mundo, es una unidad
en la multiplicidad, lo que le permite a Heráclito superar la
dificultad de caer en una visión dualista del mundo.
Al igual que Anaximandro, Heráclito cree en una des-
trucción periódica del universo mediante un incendio cós-
mico en el que se disuelve en fuego, pero en el que un
nuevo mundo surge del incendio que destruyó al anterior.
Este nuevo nacimiento del mundo es un retorno a la mul-
tiplicidad. Pero, si el ser devorado y absorbido por el fue-
go es caracterizado por Heráclito como una saciedad, y si,
como dice el proverbio griego “La saciedad engendra el
crimen”, resulta entonces que la creación de la pluralidad es
el resultado de un crimen, la transformación de la unidad,
el retorno a la pluralidad, resultan ser consecuencia de la
injusticia. Sin embargo, pueden concebirse un regenerar-
se y un perecer, sin connotación de tipo moral cuando se
entiende el proceso de creación y destrucción como un jue-
go inocente de un artista o de un niño, del mismo modo
como el fuego eterno construye y destruye. Después de un
instante de saciedad, al niño o al artista lo impulsa nueva-
mente el deseo, el ánimo incesante, de crear, de jugar.

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174 • El efecto Black Mirror

Metafísica de artista

Si la metafísica busca encontrar la causa última de las cosas,


el fundamento último de la realidad, aquello que no puede
ser causado o condicionado por otra cosa, lo incondiciona-
do o “cosa en sí”, Nietzsche considera que en el origen de
toda metafísica existe el deseo de superar un cierto tipo de
pesimismo, una valoración particularmente negativa de la
existencia, expresada a través de la sabiduría popular:

Una vieja leyenda cuenta que durante mucho tiempo el rey


Midas había intentado cazar en el bosque al sabio Sileno,
acompañante de Dioniso, sin poder cogerlo. Cuando por fin
cayó en sus manos, el rey pregunta qué es lo mejor y más
preferible para el hombre. Rígido e inmóvil calla el demón;
hasta que, forzado por el rey, acaba prorrumpiendo en estas
palabras, en medio de una risa estridente: “Estirpe miserable
de un día, hijos del azar y la fatiga, ¿por qué me fuerzas a
decirte lo que para ti sería muy ventajoso no oír? Lo mejor
de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido,
no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar es para ti:
morir pronto” (NT §3).

Esta necesidad metafísica, este impulso de llegar hasta


los primeros principios, hasta la esencia de la realidad, se
convierte entonces en un instrumento por el que el hom-
bre le otorga sentido a la existencia, tras lo cual pretende
superar con ello la valoración negativa que tiene de la vida
y dotar al mundo de significación. La moral, la ciencia, la
religión, la política, la filosofía y en general todo aquello que
conocemos por cultura son manifestaciones de esa voluntad
artística que busca dotar de sentido a la existencia. El griego
conoció y sintió los dolores y espantos de la existencia, el
reconocimiento de lo horroroso le permitió darle una jus-
tificación a ese sufrimiento a través de la creación artística.
Esta concepción pesimista, de acuerdo con la cual el mundo
es dominado por el conflicto y por la lucha despiadada por
la preservación, proviene de la filosofía de Schopenhauer,

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El efecto Black Mirror • 175

quien concibe a la voluntad como lo eternamente sufriente


al no saciarse con nada, dado que la satisfacción del deseo
es siempre momentánea y da lugar al tedio, al hastío y a
un sinsentido.
Que los griegos fueron un pueblo que enfrentó las
consecuencias de este conocimiento pesimista es algo que
se ve reflejado en los destinos de los héroes de la tragedia,
representados en los personajes de Edipo, quien asesina a
su padre y comete incesto al casarse con su madre, y Pro-
meteo, que es sometido a padecer un castigo perpetuo por
haber engañado a los dioses. Una de las maneras en las que
el pueblo griego consiguió soportar todo este sufrimien-
to y horror connaturales a la existencia fue gracias al arte
apolíneo. En términos generales, Nietzsche entiende el arte
como toda forma de creación de ilusión, de producción de
apariencias. El arte apolíneo busca encubrir la realidad de
un devenir sin sentido, haciendo posible la vida misma “a la
manera como las rosas brotan de un arbusto espinoso” (NT
§3). Este ocultamiento tiene lugar cuando se le da a algo
figura, contorno, límites, forma. Se trata de aquel tipo de
representación artística en la que domina la mesura, la cla-
ridad, la proporción, la armonía (Meléndez, 2003). A dife-
rencia de las producciones de la ciencia, la religión, la moral
y la metafísica, las representaciones del arte apolíneo no se
muestran como la verdadera esencia de la realidad, sino que
se presentan como apariencias. Así como ocurre durante el
sueño, en donde tenemos la sensación de su apariencia, en
la que la realidad onírica revela su carácter aparente, del
mismo modo la obra de arte apolínea produce un reflejo
de lo verdaderamente existente, del eterno sufrimiento, del
que surge una nueva bella apariencia en la que el dolor logra
redimirse. El efecto que el artista consigue es que el especta-
dor pueda contemplar el mundo del tormento y del horror a
través de una imagen redentora. El acceso que el individuo
tiene a la realidad es, no obstante, el de una contemplación
a distancia por medio de una imagen simbólica que nos
impide unificarnos, fusionarnos, con ese sufrimiento. Esta

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176 • El efecto Black Mirror

representación apolínea nos permite conocer la realidad


última del mundo como espectadores pasivos que estuvie-
ran tranquilamente sentados en medio del mar:

Como sobre el mar embravecido, que, ilimitado por todos


lados, levanta y abate rugiendo montañas de olas, un nave-
gante está en una barca, confiando en la débil embarcación;
así está tranquilo, en medio de un mundo de tormentos, el
hombre individual, apoyado y confiando en el principium indi-
viduationis (NT §4).

El principio de individuación es la singularización de lo


verdaderamente existente, a través de él la unidad del todo
se convierte en una multiplicidad (Schopenhauer, 1819/
2010).

La transfiguración apolínea y la contemplación


de un acto zoofílico

El primer capítulo de la primera temporada de la serie Black


Mirror (“The National Anthem”) comienza presentando una
situación en la que la princesa Susannah es secuestrada,
después de lo cual se conoce la exigencia del secuestrador
por su liberación, que consiste en que el primer ministro
británico tenga relaciones sexuales zoofílicas con un cerdo
y que este acto sea transmitido en vivo y en directo ante
una audiencia de alrededor de 1.300 millones de televi-
dentes. Lo anterior plantea un problema interesante dado
que, pese a los avisos de que el contenido de la trans-
misión será desagradable, cuando finalmente se emite el
acto la gente permanece mirando las pantallas del televisor
durante todo el tiempo en que dura la transmisión. Este
es el problema acerca de cómo una persona puede obtener
placer a partir de la contemplación de un acto horroro-
so, un fenómeno que ha sido observado igualmente en el
placer de la audiencia ante el sufrimiento y la humillación

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El efecto Black Mirror • 177

de algunos participantes de los realities de televisión. Para


entender cómo Nietzsche construye una justificación esté-
tica de lo terrible que permita explicar cómo es posible que
un espectador experimente placer ante el horror represen-
tado en estas transmisiones televisivas, resulta ilustrador
traer aquí el mito de Perseo, quien usó un escudo de bronce
que le había prestado la diosa Atenea con el fin de poder
ver a Medusa, un monstruo femenino con serpientes en su
cabeza en lugar de cabellos que convertía en piedra a aque-
llos que la miraran directamente a los ojos. Perseo consigue
matar a Medusa observándola a través del reflejo que ella
produce en su escudo, usándolo como un espejo para no
tener que mirarla directamente.
Otra imagen que puede ayudarnos a comprender dicho
fenómeno es el análisis que Nietzsche hace en El nacimiento
de la tragedia del cuadro La transfiguración, de Rafael. Nietzs-
che cree que, con la unión de sus dos mitades, la pintura
expresa la necesidad mutua que existe entre lo apolíneo y lo
dionisíaco. La mitad inferior del cuadro, con su imagen del
joven poseído y los angustiados y desesperados discípulos,
constituye una apariencia que refleja el dolor y el sufrimien-
to, la contradicción eterna que es el terrible fundamento
último del mundo, ilustrando así el trasfondo dionisíaco de
la existencia. Por otro lado, la mitad superior nos muestra la
figura de un Cristo transfigurado, una segunda apariencia
que con su belleza nos oculta la verdad trágica del mundo,
posibilitando de este modo la vida:

Ante nuestras miradas tenemos aquí, en un simbolismo artís-


tico supremo, tanto aquel mundo apolíneo de la belleza como
su substrato, la horrorosa sabiduría de Sileno, y comprende-
mos por intuición su necesidad propia. Pero Apolo nos sale
de nuevo al encuentro como la divinización del principium
individuationis, solo en el cual se hace realidad la meta eterna-
mente alcanzada de lo Uno primordial, su redención median-
te la apariencia: él nos muestra con gestos sublimes cómo
es necesario el mundo eterno del tormento, para que ese
mundo empuje al individuo a engendrar la visión redentora,

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178 • El efecto Black Mirror

y cómo luego el individuo, inmerso en la contemplación de


ésta, se halla sentado tranquilamente, en medio del mar, en
su barca oscilante.
Apolo nos sale al encuentro por primera vez cuando logra-
mos intuir que la mitad superior del cuadro es tan solo una
bella apariencia que oculta el horrible fondo dionisíaco de
la vida, el sufrimiento y el sinsentido inherentes a la exis-
tencia. Pero Apolo nos sale nuevamente al encuentro cuando
comprendemos la necesidad de las apariencias, del proceso
de creación de apariencias, para el desarrollo de la vida. Aquí
la apariencia revela su carácter aparente, no pretende hacer-
se pasar por una ficción engañosa que nos hace olvidar la
verdad dionisíaca. En este sentido, el arte apolíneo se con-
vierte en una actividad que permite develar la esencia de la
realidad, impidiendo que ciertas apariencias de la metafísica,
la religión o la ciencia se presenten ante nosotros como la
verdadera realidad (Gama, 2008).

Así como el reflejo en el escudo le permite a Perseo


contemplar tranquilamente y a la distancia la cabeza de
Medusa, sin mirarla directamente (por lo cual se convertiría
en piedra, y así como la imagen de Cristo posibilita que
el espectador de la pintura observe el horror representado
en la mitad inferior del cuadro sin compenetrarse con ese
dolor y sufrimiento, del mismo modo las imágenes del acto
sexual zoofílico en “National Anthem” que aparecen en los
monitores y en las pantallas de los televisores alrededor de
todo el mundo son un reflejo que permite que el televi-
dente observe este acto sin sucumbir ante el horror y el
desagrado expresados en él. El dolor experimentado por la
contemplación de un hecho abominable, como el represen-
tado en este capítulo, se redime porque se produce un efecto
de distancia, porque no se presenta de manera directa el
acto mismo sino a través de una imagen televisiva que no
produce los mismos efectos que alcanzaría si estuviéramos
presentes allí, si presenciáramos esas escenas terribles en la
realidad, sin la mediación de una apariencia. Es la transfi-
guración apolínea la que justifica estéticamente el horror,
la que permite someter el dolor a través de una imagen,

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El efecto Black Mirror • 179

la que explica el placer experimentado por una audiencia


de televidentes en la contemplación de un acto socialmente
condenable como la zoofilia, el tipo de placer que el hombre
obtiene cuando contiene y delimita lo horroroso en una
creación artística (apolínea), consiguiendo así sobreponerse
al dolor y al sufrimiento propios de la existencia.

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10

Black Mirror y la hipótesis cibernética


en Tiqqun
DAVID NICOLÁS MORALES1

No existe, probablemente, ningún dominio


del pensamiento o de la actividad material del hombre,
del que se pueda decir que la cibernética no tendrá,
tarde o temprano, un papel que jugar.

Georges Boulanger,
El dossier de la cibernética, utopía o ciencia
de mañana en el mundo de hoy, 1968

Como presentación, podríamos decir que el trabajo en


cuestión va a centrarse en hacer una relación entre el capí-
tulo de la serie Black Mirror “Shut Up and Dance” y el tex-
to del colectivo Tiqqun llamado “La hipótesis cibernética”.
Dicho esto, brevemente, pasaremos a desarrollar parte del
argumento principal del capítulo anteriormente señalado.
Podríamos comenzar resaltando que en las primeras
escenas de “Shut Up and Dance”, escrito por Charlie Broo-
ker y William Bridges y dirigido por James Watkins, nos
exhiben al protagonista del capítulo en su lugar de trabajo.
Esto no es algo menor, porque a través de varios planos, por
ejemplo, en el que el intérprete entrega el juguete al niño, o
cuando mira atentamente los lápices y el dibujo en la mesa,

1 Estudiante del profesorado en Filosofía. Becario del Consejo Interuniversi-


tario Nacional, Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades,
UNCa.

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182 • El efecto Black Mirror

nos brindan los indicios sobre el tema oculto del actor, que
al finalizar el capítulo terminaremos de confirmar, en un
giro casi inesperado a primera vista.
“Shut up and dance” es el tercer capítulo de la tercera
temporada de la serie Black Mirror, en el que el argumento
principal es la develación de un video cuyo contenido es
perjudicial para la vida de distintas personas. Este se con-
centra en los acontecimientos que va atravesando el prota-
gonista, llamado Kenny, que tiene la característica de ser un
joven con dificultades de vínculo social y una gran timidez.
Kenny, que a través de internet puede satisfacer sus nece-
sidades sexuales más íntimas, cierto día recibe un correo
electrónico anónimo con un mensaje que expresa “We saw
what you did” y un video adjunto en el cual se encuentra
masturbando (video que fue obtenido a partir de un malware
que le arrebató el control de la cámara de su notebook y le
permitió a la persona –o grupo anónimo– remitente del
correo grabarlo durante el acto). A partir de aquí, Kenny
se ve envuelto en conflictivos eventos, ya que la persona, o
grupo anónimo, que envió el mensaje lo extorsiona, dicién-
dole que, si no hace lo que le pedirá, publicará el video en
todas las redes sociales.
Surgen aquí varios interrogantes para tener en cuenta
durante el desarrollo del trabajo. ¿Dónde queda el límite
en las redes sociales entre lo público y lo privado? ¿Hay
posibilidad de resistencia ante un problema como el que
se plantea? ¿Hay posibilidad de resistencia cuando son los
propios individuos los encargados de su regulación den-
tro de una red social? Trataremos de ir resolviendo estos
planteamientos, con el fin de reflexionar y considerar situa-
ciones que se nos escapan día a día en la cotidianeidad de
nuestra vida en la red.
Tiqqun nos ofrece un matiz necesario para desarrollar
lo que venimos planteando de antemano. Entendemos
comúnmente a las distopías o utopías negativas como obras
de ficción que llevan hasta el extremo la pesadilla de ele-
mentos o tendencias reales ya activas en el presente. Por

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El efecto Black Mirror • 183

ejemplo, podríamos encontrar en el gran abanico de posibi-


lidades a 1984 de George Orwell o Un mundo feliz de Aldous
Huxley. “La hipótesis cibernética”, del colectivo Tiqqun, es
una de este tipo de obras. Un relato que advierte y alerta
sobre algo. ¿Sobre qué? Sobre la inquietud de un mundo
enteramente organizado en red: transparente, conectado,
dinámico, autoorganizado y fluido. Una lectura que produ-
ce vértigo, horror y nerviosismo.
Tiqqun, podríamos decir, plantea a la cibernética como
una nueva tecnología de gobierno que se configura partir
de la resignificación de las prácticas del capitalismo y el
liberalismo. ¿En qué consiste esta resignificación? Se trata,
por un lado, de la administración y gestión ya no del capital,
sino, más bien, de la información; y, por otro, del cambio
de fundamento que deja de estar en el principio de escasez,
para pasar al principio de la incertidumbre. Es decir, para la
administración de la incertidumbre, es necesaria su trans-
formación en información.
Con la resignificación de las prácticas del capitalismo,
acontece un cambio sobre la lógica del sistema. Ya no se
buscan los productos acabados, sino los procesos. A partir
de esta tesis sobre la transformación de la lógica capitalista,
es importante señalar el cambio que acontece también en
las prácticas artísticas cuya lógica se mueve en ese mismo
sentido, ya no se aboga por la obra como producto aca-
bado, sino que se valora la exposición y escenificación de
los procesos. Desarrollar en profundidad este punto sería
desviarnos demasiado del tema en cuestión.
La transformación de la subjetividad a partir del sur-
gimiento de la cibernética es otro de los puntos tratados
en este texto. Si hay un cambio sobre las prácticas, lo hay
también en la constitución de los sujetos. ¿En qué términos
se da este cambio?, ¿cuál es esa nueva subjetividad ciber-
nética? A partir de una mayor valoración de los flujos de
información en la nueva lógica cibernética, se invalida todo

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184 • El efecto Black Mirror

proceso interior que implique la opacidad de algún proceso


que permita la entrada de la incertidumbre en el flujo de
la información.
Por otro lado, podemos ver en el texto el cambio de
modelo sobre la forma de gobernar. ¿Qué significa “gober-
nar” en el paradigma cibernético, en qué consistiría un
gobierno cibernético? El término griego “Kubernesis” que
significa ‘piloto’ o ‘regulador’. Es justamente esa función
del poder en la hipótesis cibernética: pilotar en medio de
superficies en movimiento, regular permanentemente flu-
jos en circulación.
Gobernar, así, no sería tanto imponer o legislar, sería
más como “coordinar racionalmente los flujos de informa-
ciones y decisiones que se producen ‘espontáneamente’ en
el cuerpo social” (Tiqqun, 2015: 9). Pensemos en Google,
Instagram o Facebook… Se trata siempre de monitorizar
la realidad, de recoger, procesar y conectar datos, de dar
acceso y hacer de cada usuario un codesarrollador, de bus-
car la cooperación público-privada. Es decir, cuanta más
información, más capacidad de gestión y más capacidad de
anticipación se tendrá. Gobernar, dicho en otras palabras,
es hacer predecibles los acontecimientos.

Tres condiciones asegurarán esto, dice: instalar un conjunto


de captores para no perder ninguna información procedente
de los “sujetos”; tratar las informaciones mediante correla-
ción y asociación; situarse a proximidad de cada comunidad
viviente (Tiqqun, 2015: 9)

Podríamos decir que estamos ante un tipo de poder


diferente. En primer lugar, el gobierno cibernético no es
vertical ni autoritario, al menos en primera instancia, por-
que ese modo perdería demasiada información. Por el con-
trario, es un gobierno que sabe pegarse a los territorios que
gestiona, a través de una red de sensores o captores inteli-
gentes de información (humanos o máquinas). No gobierna
como una instancia ajena y exterior, sino que produce, en lo

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El efecto Black Mirror • 185

posible, a los gobernados como fuente de feedback. Además,


hoy en día se podría hablar de que, en las ciencias cogniti-
vas de “red”, la HP se introduce en la red neuronal de los
individuos. Es decir:

La cibernética es la asimilación de la totalidad de los fenóme-


nos existentes en el cerebro. Al colocar la cabeza como alfa
y omega del mundo, la cibernética se ha asegurado de este
modo estar siempre a la vanguardia (Tiqqun, 2015: 17)

En segundo lugar, el gobierno cibernético no es un


gobierno sedentario o estático, sino más bien “una diná-
mica de autoorganización”. Un tipo de orden que no niega
o rechaza el caos, sino que más bien busca permanente-
mente el equilibrio en el desequilibrio. Un gobierno capaz
de seguimiento de flujos, procesos, devenires, a través de
dispositivos nómadas de rastreo y trazado.
Por último, el gobierno cibernético no es un gobierno
centralizado, sino mediador. No solo interconecta máqui-
nas, procesos, información, personas y capitales, sino que
borra las viejas fronteras de la arquitectura liberal del
poder (público-privado, etc.) articulando esferas heterogé-
neas: fragmentos de Estado, sociedad civil, movimientos
sociales.
Leído esto en nuestro contexto particular, la distopía
de Tiqqun produce un cierto escalofrío. Uno no puede dejar
de pensar que “la nueva política” es el agente histórico des-
tinado a atacar el pasaje del viejo capitalismo industrial al
nuevo capitalismo cibernético en el plano de las institucio-
nes. Los “pilotos” de la hipótesis cibernética no pueden ser
personas que desconozcan las redes, sino que tienen que ser
oriundos digitales que asuman como paradigma o “imagen
del mundo” esta hipótesis. Entenderla como una forma de
ser, de hacer, de pensar y, ahora también, de gobernar.

El imperativo de circulación mercantil sobre el cual reposa el


capitalismo cibernético se metamorfosea en fobia general, en
fantasma de autodestrucción. La sociedad de control es una

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186 • El efecto Black Mirror

sociedad paranoica, lo cual es confirmado sin mucho trabajo


por la proliferación en su seno de las teorías de la conspira-
ción. Es así que cada individuo es subjetivado en el capita-
lismo cibernético como dividuo de riesgos, como el enemigo
cualquiera de la sociedad equilibrada (Tiqqun, 2015: 37-38).

La sociedad de control se plantea como una sociedad


paranoica, pues en su base está siempre la posibilidad del
caos; de ahí viene su necesidad de realizar una gestión de la
incertidumbre. Todo debe ser traducido a datos que puedan
ser pilotados. Ya no es el fantasma del comunismo el que
habita en esta forma del capitalismo cibernético, sino el
fantasma de la autodestrucción, pues la potencia del caos
está dentro del sistema mismo.

Al principio se celebró la red digital como un medio de


libertad ilimitada. El primer eslogan publicitario de Micro-
soft, “Where do you want to go today?”, sugería una libertad y
movilidad ilimitadas en la web. Pues bien, esta euforia inicial
se muestra hoy como una ilusión. La libertad y la comunica-
ción ilimitadas se convierten en control y vigilancia totales
(Han, 2014: 11).

Por eso, las medidas de control tienden a ser cada vez


más encarnadas en los individuos. Aquí, podríamos encon-
trar una relación con el capítulo anteriormente señalado, ya
que, en la distopía de “Shut Up and Dance”, podemos obser-
var cómo los sucesos acontecidos al protagonista no están
muy alejados de lo que nos podría ocurrir hoy en día.
“No queremos más transparencia ni más democracia.
Ya hay mucha. Queremos, por el contrario, más opacidad y
más intensidad” (Tiqqun, 2015: 47). Con esta cita se puede
abrir una de las preguntas planteadas al comienzo del escri-
to. Si todo puede ser traducido a datos para ser gestionado
y controlado, ¿hay posibilidad de resistencia ante un sis-
tema como el que se plantea?, ¿hay posibilidad de resis-
tencia cuando son los propios individuos los encargados
de su regulación?

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El efecto Black Mirror • 187

“La demanda de transparencia, de trazabilidad, es una


demanda de circulación perfecta de la información, un pro-
gresismo en la lógica de flujos que rige al capitalismo ciber-
nético” (Tiqqun, 2015: 46). La transparencia, en el orden
cibernético, implica quedar reducidos a “perfiles”. Convier-
te la experiencia en estadística. Pero podríamos decir que
no somos perfiles, sino, más bien, singularidades con tonos,
vibraciones y acentos propios. No somos “muros”, donde
todo el mundo ve de nosotros las mismas cosas y al mis-
mo tiempo, sino “seres en situación”: distintos según el
contexto y la trama de relaciones en la que nos encontre-
mos. Hacer de nuestra existencia una perfilización es per-
der todos los vínculos que en la multidimensionalidad de
la vida se pueden dar, y esto solamente por una exigencia
de representación.
Conjuntamente, la transparencia, en cierta forma,
reemplaza las relaciones de confianza por relaciones de
examen. En lugar de darnos confianza, construyendo situa-
ciones y contextos de igualdad, nos volvemos vigilantes y
jueces unos de otros, en una especie de panóptico distri-
buido y participativo.
La velocidad, en el orden cibernético, significa poner la
vida entre paréntesis. Hay que correr siempre más, produ-
cir para seguir produciendo, actualizar permanentemente
nuestra imagen, muro o perfil. No hay tiempo, ni espacio,
solo flujos en aceleración permanente. La urgencia es la
temporalidad propia de la cibernética (y los nervios a flor
de piel, su clima afectivo). Todo lo que estorbe y nos haga
ir más lentos en la inmediatez de la cibernética es necesario
eliminarlo; aquí los lentos son los que pierden. La conexión,
en el orden cibernético, reduce la relación a interacción.
No descodificamos una sintaxis o desciframos una infor-
mación, sino que vivimos en el malentendido, traduciendo
una y otra vez a los demás.
La apuesta de Tiqqun en relación con lo anteriormente
señalado: considerar errada la hipótesis cibernética. Para
Tiqqun, la vida no es solamente información, ni puede

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188 • El efecto Black Mirror

reducirse de esa manera. Los cuerpos no son nodos trans-


parentes, los encuentros no son enlaces, el tiempo no es
el tiempo real. Aunque la hipótesis cibernética se piense
y presente como un poder horizontal, en realidad sigue
siendo una forma de poder normativa, coactiva, exterior.
Para Tiqqun, entonces, no se trata tanto de perfeccionar o
radicalizar la hipótesis cibernética, sino de devenir irrepre-
sentables: opacos, ilegibles para sus máquinas binarias de
sentido, impredecibles para sus técnicas de control.
¿Cómo? Tiqqun nos propone numerosas estrategias. Y
lo hacen poéticamente, porque no se trata de convencer, ni
de orientar la opinión y la acción, sino más bien de insi-
nuar y sugerir formas de resistencia que luego cada cual
tendrá que configurar. La resistencia a la hipótesis ciberné-
tica tiene que empezar por los modos de comunicación. Lo
contrario de la transparencia no es el hermetismo, sino el
poema; es decir, formas de escribir que no entorpecen, que
no atontan, que dejan espacio y libertad al lector.
Para ir finalizando, vamos a apuntar tres de estas estra-
tegias, dejándolas deliberadamente imprecisas; ellas son:
lentitud, ritmo y niebla.
“Lentitud” se entiende aquí en el sentido no de ir despa-
cio, sino de desacelerar: aprender a desconectar y desconec-
tarnos de los flujos del capitalismo cibernético. En primer
lugar, desconectar nuestra propia cabeza. Es el arte de la
interrupción: la fuga, el sabotaje sutil o el levantamiento
colectivo. Si la velocidad implica una respuesta automática,
superficial y la irritación constante ante lo que nos hace
obstáculo, la desaceleración de los flujos abre por el con-
trario la posibilidad del proceso y el encuentro; es decir,
permite darse tiempo.
Por su parte, el ritmo no se trata de ir lento o rápido,
sino de encontrar nuestro propio tiempo. “Todo cuerpo,
en la medida en que es cojo, porta consigo un ritmo que
manifiesta que en su naturaleza yace el sostener posiciones
insostenibles” (Tiqqun, 2015: 83). El ritmo, dice Tiqqun, es
necesariamente “cojo”. Caminamos, pero nunca un paso es

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El efecto Black Mirror • 189

igual a otro. Hay siempre imperfección, disonancia. La vida


va y viene, entre la palabra y el silencio, lo visible y lo invi-
sible. Un ritmo vital será, pues, necesariamente “cojo”. De
ningún modo, el ritmo tiene que ser automático y unilateral
como el de la máquina (que descarta lo pesado, y lo lento).
Tampoco tendría que ser como el ritmo musical armónico,
que sigue paso a paso la partitura del programa. En todo
caso, el ritmo del free jazz: plural, disonante y abierto a
la improvisación. Es un ritmo que asume e incorpora los
silencios, las mareas bajas y los fallos.
La hipótesis cibernética, como hemos visto, gobierna
extrayendo y procesando información, pero la información
solo es la parte codificable de la comunicación humana.
La niebla sería la estrategia que confunde las exigencias de
transparencia, de univocidad y de identificación. Permite
que una experiencia pueda darse, desarrollarse, encontrar
su propio ritmo, sus propias palabras para nombrarse y
compartirse (lo que podríamos llamar la “autogestión del
sentido”). Se trata, entonces, de ir contra la rapidez que
demanda la lógica de los flujos de información que impone
el capitalismo cibernético. Podríamos decir que se plantea
un ritmo de la desconexión, pero ahora cabe preguntarnos:
¿existe la posibilidad, hoy en día, de una desconexión en el
sistema de red del capitalismo cibernético?

Bibliografía

Byung-Chul Han (2014). Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas


técnicas de poder. Herder: Barcelona.
Tiqqun (2013). “La hipótesis cibernética”. Disponible en
https://bit.ly/2KDyCZb.

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190 • El efecto Black Mirror

Videografía

Brooker, C. (productor) y Watkins, J. (2011). Black Mirror.


T03E03: “Shut Up and Dance”. Endemol Shine UK:
Reino Unido.

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11

“Toda tu historia”

¿Podemos aún hablar de memoria individual


en la era de la hiperconectividad?

ELIZABETH REYES GARZÓN1

Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer.


En el abarrotado mundo de Funes
no había sino detalles, casi inmediatos.

J. L. B.

Introducción

La memoria fue siempre objeto de reflexiones y especula-


ciones desde diferentes enfoques y perspectivas. Se encuen-
tran antecedentes en la antigüedad, en la filosofía griega, en
la de Descartes y en el positivismo del siglo XIX. Pero hubo
que esperar hasta el siglo XX para que se convirtiera en una
cuestión relevante en el ámbito de las ciencias sociales. La
primera conceptualización que podemos señalar aquí es la
de memoria eidética o mnemotécnica, que consiste en la

1 Profesora superior en lengua y literatura francesa con estudios de postgrado


en lectura y escritura, teoría lingüística contemporánea, interculturalidad,
estudios culturales y otros lenguajes de la cultura. Departamento de Fran-
ces. Facultad de Humanidades. UNCa.

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192 • El efecto Black Mirror

acumulación de información o de recuerdos. Este tipo de


memoria puede ser útil y funcional para reconstruir esce-
nas del pasado, pero también puede estar vacía de sentido,
como ocurre con los discos rígidos de las computadoras o
los dispositivos actuales de almacenamiento de datos, y, por
qué no, también en algunos casos con personas que pueden
recordar o retener una cantidad importante de informa-
ción, pero que no pueden relacionarla entre sí. ¿Cuántos
de nosotros no ha aprendido de memoria cosas a las que
fue imposible imponerles un sentido o recordarlas luego
de un tiempo? Sería por ejemplo el caso del personaje del
cuento de Borges, Funes el memorioso, quien era capaz
de ¿recordar? todo:

Ireneo empezó por enumerar, en latín y español, los casos


de memoria prodigiosa registrados por la Naturalis historia:
Ciro, rey de los persas, que sabía llamar por su nombre a
todos los soldados de sus ejércitos; Mitrídates Eupator, que
administraba la justicia en los veintidós idiomas de su impe-
rio; Simónides, inventor de la mnemotecnia; Metrodoro, que
profesaba el arte de repetir con fidelidad lo escuchado una
sola vez. Con evidente buena fe se maravilló que tales casos
maravillaran. Me dijo que antes de esa tarde lluviosa en que lo
volteó el azulejo, él había sido lo que son todos los cristianos:
un ciego, un sordo, un abombado, un desmemoriado. (Traté
de recordarle su percepción exacta del tiempo, su memoria
de nombres propios; no me hizo caso.) Diecinueve años había
vivido como quien sueña: miraba sin ver, oía sin oír, se olvi-
daba de todo, de casi todo. Al caer, perdió el conocimiento;
cuando lo recobró, el presente era casi intolerable de tan rico
y tan nítido, y también las memorias más antiguas y más
triviales. Poco después averiguó que estaba tullido. El hecho
apenas le interesó. Razonó (sintió) que la inmovilidad era
un precio mínimo. Ahora su percepción y su memoria eran
infalibles. Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en
una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que
comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes
del amanecer del 30 de abril de 1882 y podía compararlas
en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española

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El efecto Black Mirror • 193

que solo había mirado una vez y con las líneas de la espuma
que un remo levantó en el Río Negro la víspera de la acción
del Quebracho. Esos recuerdos no eran simples; cada ima-
gen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmicas,
etcétera. Podía reconstruir todos los sueños, todos los entre
sueños (Borges, 1944, “Funes el memorioso”).

Luego van a aparecer dos propuestas o vías para el


estudio de la memoria, así como de la diversidad de los
dominios que ocupa y su polisemia. Una es la vía biológica,
donde se destacan los trabajos y avances en neurociencias
en la segunda mitad del siglo XX. La otra es la psicológica-
cognitiva, en particular la huella mnemotécnica, que, al ser
combinada con enfoques sociológicos, permite hablar de
una memoria en términos de acumulación de recuerdos y al
mismo tiempo como estructura y construcción de las repre-
sentaciones sociales. Esta vía va a desarrollarse con fuerza
a partir de los años 60 gracias a los modelos establecidos
por Atkinson y Schiffrin, quienes van a crear el sistema
modal conformado por el registro sensorial, la memoria
a corto y largo plazo. Ellos van a basar sus trabajos en
el aporte de filósofos empiristas británicos, Hume en par-
ticular, quien partía de la experiencia y de la percepción
sensorial en sus teorías.
Las prácticas de recuerdo y olvido no son solo indi-
viduales, sino que muchas de ellas son compartidas por
un grupo, o una comunidad de pertenencia. Es por ello
por lo que hablamos de una memoria colectiva o social.
Halbwachs (1992[1925] y 2004 [1959]) es quien introduce
la noción de memoria colectiva al afirmar que, para la con-
formación de nuestras memorias, es imprescindible formar
parte de un grupo, estar en contacto con este, identificarnos
con él y confundir nuestro pasado con el suyo. Uno solo
recuerda a condición de situarse en el punto de vista de
uno o más grupos, y, aunque exista una separación o dis-
tancia con ellos, el recuerdo perdura si todavía experimen-
tamos las sensaciones e intuiciones comunes. El pasado se

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194 • El efecto Black Mirror

reconstituye a partir de los objetivos ideológicos, políticos


y éticos de la sociedad del presente, convirtiéndose así en
una intersección y un punto de encuentro. Los sujetos reac-
cionan, para Halbwachs, en un sistema de interpenetración
y correlación con la sociedad o la “tribu”, y es el discurso de
esta lo que convalida el recuerdo individual.
La lengua es el lugar de la interpretación del pasado,
donde la “imagen producida” y la “imagen comprendida”
tienen lugar a través de una escritura figurativa, que, de
acuerdo con Didi-Huberman, es portadora y productora de
imágenes. La interpretación reproduce y a la vez es produc-
tora de pasado, porque manifiesta una dualidad: es una ima-
gen donde el ayer y el hoy se encuentran fugazmente para
formar una constelación que rompe las vestiduras del pasa-
do, revelando su carácter novedoso, abierto y hasta inédito

Recordar en tiempos de hiperconectividad

Ahora bien, ¿qué ocurre en la actualidad con nuestros


recuerdos y nuestros olvidos, al tener a nuestro alcance
dispositivos que “guardan o borran” por nosotros? ¿Cuán-
tos no hemos recibido correos electrónicos de Google para
recordarnos qué lugares visitamos en un período de tiem-
po determinado, con quiénes estuvimos, o recordatorios
de Facebook para cumpleaños, aniversarios de amistades
(no siempre reales sino virtuales) o publicaciones de años
anteriores? ¿Cómo afectan a nuestra memoria estas nuevas
formas de memoria mediadas por la tecnología? ¿Se alte-
ran o no nuestros recuerdos? ¿Recordamos de la misma
manera? ¿Tenemos diferentes sensaciones ante un recuerdo
que nos asalta de manera involuntaria o ante un correo o
un mensaje que nos pone enfrente de algo que quizás no
fue tan significativo?

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El efecto Black Mirror • 195

Como lo señaláramos en la fundamentación de nuestro


proyecto, las nuevas formas de comunicación basadas en la
conectividad han producido un replanteo de los dominios
de lo público, lo privado y lo corporativo. Se tiende a llegar
a administrar la vida sensible mediante fenómenos técnicos
y artificiales. De esta forma, nuestra sociabilidad comienza
a ser dirigida mediante algoritmos que permiten gestionar
nuestras vidas y las de los otros en función de intereses
políticos, económicos o sociales. Nos adentramos en una
nueva forma de relacionarnos con el mundo que se define
por una ontología que articula técnicamente la vida en un
estado de ambigüedad epistémica.

Yo soy lo que Google sabe (mi ontología es la epistemología


de Google). Mis búsquedas y mis desplazamientos online, mis
consultas y mis preferencias, mis correos electrónicos y mis
fotos, mis mensajes privados y públicos, todo lo que com-
pone mi identidad lo gestiona Google para mi bien” (Ippo-
lita, 2012: 15)

De este modo, la tecnología afecta nuestra vida


mediante un proceso de mediación que ha desplazado el
centro de gravedad ontológica que articulaba la realidad
mediante un fenómeno-técnico natural, para situar la vida
sensible en un espacio medial diferente, sin centro de gra-
vedad ontológica, que modula la realidad mediante un
fenómeno-técnico artificial.
Y esto nos obliga a repensar de qué manera se está
reestructurando la articulación de la vida afectiva a partir
de nuevas formas de intercambio y cómo la memoria o
las memorias pueden ser distorsionadas o, por el contra-
rio, convertidas en una supermemoria que no nos permita
olvidar nada.
La serie británica Black Mirror llegó a la televisión a
finales de 2011 y se convirtió en un fenómeno mundial.
De manera muy novedosa, retrató algunas de las proble-
máticas de una actualidad en la que la tecnología digital ya
no era un fenómeno aislado, sino que había venido para

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196 • El efecto Black Mirror

quedarse. A lo largo de sus temporadas, la serie fue abor-


dando variados interrogantes tecnológicos y existenciales y
extendiéndolos hacia muchas otras conductas e institucio-
nes humanas. El filósofo argentino Esteban Ierardo analizó
el programa considerándolo como un prisma desde el cual
se pueden examinar los conflictos y las paradojas de una
sociedad “hechizada por el brillo magnético de las redes
informáticas y las pantallas”.
“Toda tu historia” (“The Entire History of You”) es el
tercer y último episodio de la primera temporada de la
serie. Se estrenó el 18 de diciembre de 2011, y la temática
cambia completamente con respecto a los dos primeros.
En el presente trabajo, que tiene como corpus de análisis
este capítulo, intentaremos analizar cómo la concepción de
memoria, categoría teórica estudiada desde la antigüedad y
abordada fuertemente en el ámbito de las ciencias sociales
en los siglos XX y XXI, sufre o puede sufrir evoluciones
significativas frente al uso de las nuevas tecnologías.
El episodio trata sobre un invento revolucionario que
cambia la forma de vida de los ciudadanos. Consiste en un
dispositivo pequeño como un grano de arroz que se implan-
ta al nacer detrás de la oreja y que permite a los individuos
registrar todo lo que hacen, ven, escuchan y experimentan.
Todo se graba y puede ser visualizado luego en una pan-
talla o a través de los propios ojos mediante un proceso
al que llaman “revisar”. Ese aparato y las constantes revi-
siones que lleva a cabo Liam, un joven y exitoso abogado,
provocará una crisis de pareja, eje central de la historia,
que tendrá un final inesperado. A partir de una reunión de
amigos, él empezará a analizar cada escena grabada, cada
gesto, cada intención oculta durante la cena una y mil veces,
pues sospecha que su mujer Ffion mantiene una relación
mucho más intensa de lo que pensaba con Jonas, un anti-
guo amigo de ella.
Liam no se contenta con las explicaciones de Ffion,
e insiste en repasar imágenes. Estas nuevas revisiones lo
llevan a la verdad: su mujer le fue infiel y la hija que creía

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El efecto Black Mirror • 197

suya no lo es. Al final del episodio, vemos a Liam vagando


alrededor de su casa, ahora vacía, revisando sus recuerdos
felices con Ffion y Jodie. Frente al espejo del cuarto de baño,
con instrumentos caseros se arranca violentamente el dis-
positivo de memoria mientras “revisa” imágenes antiguas
de su relación con Ffion. La pantalla de repente se obscure-
ce y aparecen los créditos.
En realidad, los recuerdos no siempre son certeros.
Muchas veces, por diferentes razones, los manipulamos u
omitimos partes, y lo que recordamos años después de un
suceso no es el suceso en sí, sino las sensaciones o las impre-
siones que quedaron plasmadas en nuestra mente. En este
episodio, la posibilidad de una memoria instantánea y sin
alteraciones nos acerca a una posibilidad algo tenebrosa: ¿es
necesario revivir todo siempre? ¿No se convierte en una
conducta malsana vivir eternamente en el pasado y olvi-
darnos del presente?
Como en “Funes el memorioso”, Liam parece atrapado
por la memoria de un implante que le sirve para vivir, sí,
pero en el pasado, lo que lo lleva inexorablemente a un
infierno, a una vista sin fin de imágenes que quizás no con-
vendría traer a un presente en el que su realidad es otra.
Podemos sentirnos identificados con Liam, o con la
situación planteada en el capítulo, en particular con la nece-
sidad de recordar, en situaciones que son especialmente sig-
nificativas –por lo traumáticas o lo maravillosas–, hasta el
más minino detalle, sin darnos cuenta de que ese momento
jamás volverá a ocurrir, a ser igual, porque nosotros ya no
somos los mismos.
La tecnología a la que accedemos actualmente y a la que
quizás accedamos en un futuro no muy lejano nos brinda o
brindará la posibilidad de no olvidar nada. Y si bien esto no
tiene por qué ser malo per se, no excluye la posibilidad de
un dominio total de nuestras vidas o comportamientos, lo
cual parece ser el mensaje final del episodio. El dispositivo
que aquí se muestra es quizás un paso más en la cadena
de las redes sociales, donde toda nuestra vida y la vida de

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198 • El efecto Black Mirror

los otros, mostrada a través de fotos, videos, comentarios,


recordatorios, se asemeja a una película constante en la que
narramos sin cesar todo lo que nos acontece.
Hay un detalle más, que no es menor en este episodio:
la idea de control. Todos los personajes cuentan con el dis-
positivo de memoria, menos una chica que participa en la
cena. Para el resto de los protagonistas, ella es la rara. Pero
no advierten que es la única libre, la única que no está some-
tida a un control constante, propio y ajeno. Todos viven en
una realidad aparentemente perfecta y exitosa, pero atados
a un pasado sin fin, al que necesitan volver una y otra vez.

En búsqueda de posibles conclusiones…

Otras producciones cinematográficas han tratado de cierta


manera esta posibilidad de memoria o desmemoria. Pode-
mos mencionar aquí la película de Tavernier La muerte en
directo (La Mort en direct, 1980), en la que el cineasta fran-
cés exploró las posibilidades narrativas y las consecuencias
éticas de un adelanto tecnológico similar, pero allí el énfasis
residía en el papel de Roddy como voyerista y en una crítica
sin concesiones a la deriva del medio televisivo.
Un poco más cerca en el tiempo, El eterno resplandor de
una mente sin recuerdos (2004), del director Michel Gondry,
nos muestra el temor que tenemos los humanos de enfren-
tar nuestros propios sentimientos y atravesar los procesos
naturales para poder superar momentos dolorosos como
son las pérdidas. Joel y Clementine son una pareja que,
por voluntad propia, decide borrar de su memoria toda
su relación en un intento de escapar del sufrimiento que
puede ocasionarles la ruptura definitiva. Pero, luego de ver
la película, es inevitable preguntarnos: ¿se puede lograr
algo así sin que existan consecuencias? ¿Si nuestra memo-
ria se borra o se altera por completo, seguimos siendo los
mismos?

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El efecto Black Mirror • 199

En toda Black Mirror se apunta a la humanidad en gene-


ral y a la aparente incapacidad de la época de mantenernos
alejados de lo que proyectan las pantallas de los diferentes
dispositivos que utilizamos a diario. Esta suerte de “panta-
llización” altera, sin que nos demos cuenta quizás, nuestra
percepción de la realidad, la percepción del presente y tam-
bién la del pasado, porque no logramos de verdad conectar-
nos, aunque sintamos que la conexión es permanente.
En Sociedad de la pantalla. Black Mirror y la tecnode-
pendencia (2018), Ierardo propone identificar lo que Black
Mirror ofrece como “catalizador” para la imaginación de
una sociedad que, aunque en el transcurso del siglo XXI ya
ha sido digitalizada, todavía se atreve a cuestionar asuntos
como el neuromárketing, la clonación, la transformación de
la vida en un espectáculo, la vigilancia informática, la extin-
ción de la intimidad y el uso político de las redes sociales
como territorio para la manipulación. Y como el mismo
Ierardo se pregunta: “En un futuro no muy lejano, ¿la vida
será solo dentro de las pantallas?”.
¿Cuánto de nuestra memoria, entendida como el cruce
de lo individual y lo colectivo, va a permanecer inaltera-
ble frente al avance de la tecnología? ¿Es Google nuestra
nueva memoria?

Bibliografía

Arfuch, L. (2010). “Espacio, tiempo y afecto en la confi-


guración narrativa de la identidad”. En DeSignis n.º
15, Tiempo, espacio e identidades, coordinado por María
Teresa Dalmasso y Lucrecia Escudero Chauvel. La
Crujía: Buenos Aires.
Borges, J. L. (1944). “Funes el Memorioso”. En Ficciones.
Editorial Sur: Buenos Aires.

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200 • El efecto Black Mirror

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anacrónica de las imágenes. 3.° edición. Adriana Hidal-
go Editora.
Ippolita (2012). El lado oscuro de Google. Enclave: Madrid.
Ierardo, E. (2018). Sociedad de la pantalla. Black Mirror y la
tecnodependencia. Editorial Continente: Buenos Aires.
Sarlo, B. (2012). Tiempo pasado. Cultura de la memoria y
giro subjetivo. Una discusión. Siglo XXI Editores: Bue-
nos Aires.

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