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09 - 017 IV. EDITORES, LIBROS Y FOLLETOS.


I.A.E ARGENTINA, 1920-1940

La actividad editorial argentina de la primera mitad del siglo XX se


caracteriza por una serie de procesos que la bibliografía existente
sobre el tema ha reiterado. La creciente urbanización, agudizada con
la masiva llegada de inmigrantes y las primeras oleadas de migración
interna, y las campañas alfabetizadoras generaron en pocos años un
La otra cara de Jano. público lector que se fue ampliando progresivamente. La prensa escri-
ta se multiplicó en nuevas empresas: ya no se trataba de un tipo de
Una mirada crítica sobre el periódicos y revistas de circulación restringida entre los miembros
de la elite letrada, sino de emprendimientos que resultaron sensibles a
libro y la edición esta realidad cambiante y que fueron adecuando a ella sus forma-
tos, su lenguaje, sus formas de difusión y comercialización.
Correlativamente, se asistió a la emergencia de un campo profesional
de escritores, periodistas, impresores y tipógrafos que descubrieron
José Luis de Diego que ese nuevo público constituía un mercado que no solo significaba
un sustento económico, un medio de vida, sino también la oportuni-
dad de acceso a una capa de lectores que había modificado significa-
tivamente las demandas tradicionales. Sin embargo, estos procesos no
siempre resultaron lineales y no estuvieron exentos de cambios y rup-
turas: a los fines de este trabajo, focalizaremos nuestro interés en las
políticas editoriales que desarrollaron y consolidaron el libro de autor
argentino en el período que va de los años veinte a los cuarenta.

1. ANTES DE LOS AÑOS VEINTE: LAS COLECCIONES


DE OBRAS NACIONALES

Colección Scripta Manent El 4 de noviembre de 1901 se dio a conocer la Biblioteca de La


Buenos Aires Nación. Según parece, su génesis tuvo que ver con la adquisición,

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por parte de la empresa, de las nuevas linotipias, y con la volun- y, entre los más recientes, Lugones, Quiroga y el propio Payró. Se
tad de evitar despidos, por lo que parte del personal se destinó al ha destacado a menudo un caso en particular: la novela Stella, de
nuevo proyecto, que estuvo a cargo de José María Drago y César Duayen,1 un folletín sentimental que por su resonante éxito
Roberto J. Payró. Margarita Merbilhaá ha estudiado con agudeza se convirtió en un best seller de la época, lo que motivó, por un
las estrategias de lanzamiento de la Biblioteca desde las páginas lado, fuertes resistencias de los representantes de la alta cultura y,
del diario y los objetivos declarados de la colección: “La necesi- por otro, el interés de los escritores más seducidos por el posible
dad de asociar un criterio de didactismo cívico o moral a la difu- acceso a un público nuevo, como Horacio Quiroga. La Biblioteca
sión de los bienes culturales entre sectores ampliados traduce un dejó de publicarse en febrero de 1920; para entonces, se calcula
deseo, propio del sector ilustrado de comienzos del siglo XX, de, que había difundido un millón y medio de libros. Parece evidente que
por un lado, contribuir a una orientación (inclusive, a un control) su éxito y repercusión abrieron el camino y animaron a nuevos
de las lecturas populares y, por otro, de desviar la tendencia crio- emprendimientos.
llista de los folletines y novelones gauchescos” (Merbilhaá, 2006: Se ha dicho muchas veces que el origen de un canon de las
33). Se publicaron libros a un ritmo de cuatro títulos por mes: letras nacionales se encuentra asociado a la figura de Ricardo
para 1904 se habían editado ciento cuarenta y cinco títulos, de los Rojas. El 7 de junio de 1913 se creó la cátedra de Literatura
cuales solo veintiuno eran de escritores argentinos. Los libros se Argentina en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
vendían en dos versiones, rústica y encuadernada, y los precios Buenos Aires; según testimonios, el vicedecano de la Facultad,
procuraban ser de alcance popular (cincuenta centavos y un peso, Rafael Obligado, creó la cátedra “para Rojas”. En 1917 apareció
respectivamente; cuarenta y noventa centavos por suscripción). El el primer tomo de la Historia de la literatura argentina, “Los gau-
análisis del catálogo de la colección pone de manifiesto su carác- chescos”. En 1923 se fundó el Instituto de Literatura Argentina.
ter moderno, en la medida en que el diario se constituyó en editor, En este itinerario, lo que se suele omitir es la creación, hacia 1915,
modelando el gusto del público a través de la democratización de de dos de las primeras colecciones dedicadas a autores naciona-
bienes culturales: libros para una naciente clase media ávida de estar les.2 Rojas se asoció con Juan Roldán, el propietario de la presti-
al día en las novedades estéticas. La colección privilegiaba el géne- giosa librería La Facultad, para imprimir en España los volúmenes
ro moderno por excelencia, la novela, mediante una ardua labor de la Biblioteca Argentina; en una cuidada edición, apareció en ese
de traducción de textos, en especial franceses, que hasta entonces año el primer título, Doctrina democrática, de Mariano Moreno.
solo estaban al alcance de una elite que podía leerlos en la lengua El proyecto de Rojas coincidió con el de José Ingenieros quien,
original. La proporción de autores argentinos en la colección es
baja y en la mayoría de los casos son reediciones: La gran aldea,
.......................................................
Amalia, Facundo, Juvenilia, La bolsa, La gloria de Don Ramiro,
1. Se trataba del seudónimo de una mujer, Ema de la Barra, de quien González Arrili
Una excursión a los indios ranqueles, entre otros; tardíamente, en brinda una breve semblanza en Tiempo pasado. La novela ya era un éxito cuando, en
1916, se incluyó una primera edición, Los caranchos de la 1905, la editó la Biblioteca.
2. Pueden citarse como antecedentes la Biblioteca Económica de Autores Argentinos,
Florida, de Benito Lynch. Merbilhaá ha notado que resultan sig- de Pedro Irume (1885-1886), y la Biblioteca de Autores Argentinos, editada por El
nificativas algunas ausencias, como el Martín Fierro y Echeverría Ateneo desde 1896.

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luego de intentar en vano una colección unificada, dio a conocer Degiovanni contrasta las ediciones de obras de Mariano Moreno
La Cultura Argentina.3 El proyecto involucró, además de a y del Dogma socialista, de Echeverría, en ambas colecciones, y
Ingenieros, a Severo Vaccaro, un hombre experimentado en la dis- destaca, por un lado, las operaciones críticas de Rojas –sustenta-
tribución de periódicos y folletos, y se imprimió en los talleres de das en el prestigio de la filología europea–, en las que se advierte
Lorenzo Rosso. La Cultura Argentina alcanzó a editar en diez un borramiento de todo contenido que pudiera dar sustento a una
años 116 títulos en 132 volúmenes; se editaban en rústica a un lectura desde la izquierda de las grandes obras del pasado nacio-
peso, y a dos pesos los volúmenes extensos que superaban las 400 nal; y por otro, el esfuerzo de Ingenieros por construir “una ver-
páginas.4 La concurrencia de ambas iniciativas convoca a un aná- sión del pasado argentino en la que los contenidos ideológicos
lisis comparativo. La frecuencia de aparición de libros de La jacobinos y socialistas tuvieran un lugar central” (Degiovanni,
Cultura Argentina fue mucho mayor: a lo largo de trece años, 2006: 182). Rojas incluye en su colección a clásicos coloniales;
Rojas solo alcanzó a editar 29 volúmenes. Diferentes fuentes pare- para Ingenieros, la tradición del pensamiento argentino nace con
cen confirmar que las tiradas de la colección de Ingenieros tam- la Revolución de Mayo. Ambos editan a los gauchescos, pero allí
bién eran mayores, ya que las ediciones oscilaban entre los 3.000 en donde Rojas encuentra –construye– el símbolo de una nacio-
y los 5.000 ejemplares, y su radio de difusión fue mucho más nalidad amenazada por la masa inmigrante, Ingenieros decide
amplio: no solo incluía la venta en cigarrerías, peluquerías con publicar el Martín Fierro con un prólogo de Carlos Octavio
lotería y, en los pueblos, tiendas de ramos generales, sino que la Bunge, en el que la mirada del científico positivista asimila al gau-
distribución alcanzó a otros países de América (Auza y Trenti cho con un delincuente. A poco de promulgarse la Ley Sáenz Peña,
Rocamora, 1997: 51-58). Fernando Degiovanni ha extendido la y en los años del triunfo electoral del radicalismo del 16 y de la
comparación de ambas colecciones al análisis de sus catálogos y a Reforma Universitaria del 18, las batallas políticas e ideológicas
sus estrategias de edición, ya que no solo importa qué se publica- que enfrentaron a la oligarquía porteña con los grupos políticos
ba, sino también cómo se presentaban los libros: “... a lo largo de emergentes se proyectaron al terreno de la cultura mediante dife-
diez años las series de Rojas e Ingenieros se convertirían en las rentes diseños del pasado, en los que las estrategias de apropiación
protagonistas de una resonante y excepcionalmente larga batalla pueden leerse como respuestas posibles para interpretar un pre-
por los usos del pasado en la cual los textos coloniales y decimo- sente conflictivo.
nónicos servirían como vehículo para orientar el desarrollo sim- “Tengo mucho espíritu profesional, como ningún otro escritor
bólico y material argentino” (Degiovanni, 2006: 180). Así, entre nosotros,...”: la afirmación de Manuel Gálvez debe ser leída
en el contexto de modernización de la industria editorial en la
....................................................... Argentina. La ampliación y diversificación del público lector motivó,
3. La génesis del proyecto de Ingenieros y sus avatares puede consultarse en Auza y
por un lado, la crisis de la hegemonía de los patricios letrados en lo
Trenti Rocamora (1997: 8-20).
4. Es interesante comparar los precios de estas ediciones populares con algunas refe- que se refiere a los circuitos de los libros y a los procesos de consa-
rencias de fines del siglo XIX. La Biblioteca Popular, dirigida por Miguel Navarro gración de los autores; por otro, la emergencia de escritores plena-
Viola, que comenzó a publicarse en 1878, vendía cada entrega a 15 pesos, mientras
que el precio promedio de los libros nacionales rondaba los 50 pesos. Véase mente conscientes de estos cambios y dispuestos a aceptar el doble
Pastormerlo (2006). desafío de escribir para ese público ampliado y, en consecuencia,

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aspirar a vivir de la literatura: profesionalización y autonomiza- segunda aparece explicitada por Gálvez: “En su casi totalidad, los
ción. Dos capítulos de las memorias de Gálvez resultan particu- libros argentinos son: colecciones de versos, o pseudoversos, que
larmente ilustrativos de esa nueva conciencia de los escritores.5 En nadie entiende; cuentos, género literario que en ninguna parte del
uno de ellos, “Editores, libreros e impresores”, el autor pasa revis- mundo tiene público; o ensayos, escritos en prosa difícil, sobre
ta a los innumerables avatares de su relación con los editores; allí extranjeros que, como Kafka, solo agradan a una minoría”
es posible advertir la verdadera obsesión de Gálvez por controlar (Gálvez, 1965: 337). El panorama negativo trazado por el autor
de qué manera y a qué precios circulaban sus libros: no solo cuán- pone en evidencia, por contraste, la importancia que le otorgaba
to le pagaban –y cuánto no le pagaban– los editores por sus obras, a la novela –un género prácticamente ausente en la Biblioteca
sino también qué libros los libreros colocaban en los escaparates Argentina y en La Cultura Argentina– a la que Gálvez considera-
y de acuerdo con qué criterios trabajaban los “vidrieristas”. En el ba, como Payró en su momento, el género más idóneo para llegar
segundo de los capítulos, “El novelista se hace editor”, Gálvez se al nuevo público. Afirma Jorge B. Rivera: “Considerado en su
refiere a la empresa que encaró hacia 1917: la creación de la conjunto, el proyecto de Gálvez constituye un proyecto de real
Cooperativa Editorial Buenos Aires. Con mucho de la inmodesta importancia desde el punto de vista de la difusión de una literatu-
exaltación de su esfuerzo y desinterés que suele caracterizar a los ra argentina ‘viva’ y ‘moderna’, escrita fundamentalmente para ser
Recuerdos..., Gálvez explicita sus objetivos de entonces: editar leída” (Rivera, 1980: 344).
autores argentinos relegados por un mercado que los ignoraba,
procurar su autonomía respecto de los editores que no les paga-
ban como debían, lograr una amplia distribución de los libros a 2. LOS FOLLETOS
bajo costo. Según el propio Gálvez (1965: 337), durante los cinco
años en que fue el secretario de la Cooperativa, de marzo de 1917 La ampliación del público lector referida al comienzo reconoció
a 1922, se editaron 68 títulos, en valores que iban de 1,20 a 3 sucesivas etapas. Si la Biblioteca de La Nación había representa-
pesos, lo que no difería demasiado de los precios de las coleccio- do una oferta moderna para un público que excedía el círculo res-
nes ya comentadas. Una de las novedades del emprendimiento fue tringido de los patricios porteños y se extendía a vastas zonas de
firmar un convenio con la Agencia General de Librerías y las clases medias –lo que justificaba sus voluminosas tiradas–,
Publicaciones, lo que le garantizaba una vasta red de distribución. Luis Alberto Romero y Leandro Gutiérrez han estudiado una
Dos decisiones, que marcan diferencias evidentes con las coleccio- segunda etapa, en la que los barrios que nacían en las periferias de
nes de Rojas e Ingenieros, parecen regir la elaboración del catálo- Buenos Aires tendrían un papel central.6 Así, en un primer
go: la primera, editar a autores argentinos contemporáneos; la momento se fue gestando una cultura popular, básicamente de

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5. Me refiero a “Editores, libreros e impresores”, en Recuerdos de la vida literaria, .......................................................
tomo IV: En el mundo de los seres reales, pp. 323-327; y a “El novelista se hace edi- 6. Luis Alberto Romero, “Una empresa cultural: los libros baratos”, y Leandro H.
tor”, en Recuerdos de la vida literaria, tomo II: En el mundo de los seres ficticios, Gutiérrez y Luis Alberto Romero, “Sociedades barriales y bibliotecas populares”,
pp. 87-99. ambos en Sectores populares, cultura y política (1995).

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inmigrantes, cuya identidad se fue modelando a través de la con- una biografía, un ensayo e incluso poemas. El precio promedio de
servación y resignificación de una cultura heredada romántica, los folletos era de 20 centavos: si los intentos de Ingenieros y
anarquista y contestataria. En un segundo momento, el triunfo del de Gálvez apuntaban a crear colecciones de libros “populares” a
radicalismo en 1916 y la obtención de una serie de conquistas un peso o poco más, estamos ahora, en palabras de Domingo
sociales fueron creando expectativas de integración y ascenso Buonocore, ante ediciones “popularísimas”.9 El estudio de Beatriz
social; se diluyó, entonces, la virulencia revolucionaria del primer Sarlo sobre estos folletos pone de manifiesto, por un lado, el
momento y los hijos de inmigrantes ya afincados y los nuevos excepcional alcance de la empresa, con tiradas que rondaban los
migrantes internos fueron configurando una cultura reformista y 200.000 ejemplares y con numerosos puntos de venta y distribu-
humanista, asociada políticamente al radicalismo y al socialismo. ción (kioscos, estaciones de trenes y subterráneos, cigarrerías); por
Los nuevos sujetos sociales encontraron su lugar de residencia e otro, la condena de los representantes de la alta cultura –tanto en
identificación en los barrios que iban naciendo en los alrededores su versión tradicional como vanguardista– hacia esos productos,
de una ciudad que, en las primeras décadas del siglo XX, se expan- a los que o bien se ignoró totalmente, o bien se descalificaba y des-
dió vertiginosamente.7 El Estado, mediante la creación de nuevas terraba hacia “el infierno de la mala literatura” (Sarlo, 1985:
escuelas, la Iglesia, y los partidos y agrupaciones políticas –radi- 10).10 Sin embargo, es posible postular que algunas experiencias
calismo y socialismo, pero también, desde la derecha, la Liga –a las que podríamos llamar de transición– abrieron el camino a
Patriótica– compitieron por atender las demandas de esos nuevos este tipo de publicaciones y tendieron un puente entre las edicio-
sectores y por reclutar prosélitos; se multiplicaron, así, los clubes, nes populares de autor nacional y las ediciones “popularísimas”.
las sociedades de fomento, los centros y comités, las bibliotecas, y En 1915 se dieron a conocer las Ediciones Mínimas,
se fue diseñando una cultura emergente, popular y letrada.8 “Cuadernos mensuales de Ciencias y Letras”, a cargo de Ernesto
Pero también fueron sensibles al desafío que representaba este Morales y Leopoldo Durán.11 De acuerdo con la minuciosa recopi-
nuevo público los medios de prensa y los editores de libros y folle- lación de Lafleur, Provenzano y Alonso (1962), estos “cuadernos”
tos. Si la Biblioteca de La Nación añadía un libro a la compra del inauguraron la serie de ediciones de folletos que se multiplicarían
diario, a partir de 1915 se consolidaría un nuevo formato: un hacia 1917: La Novela Semanal (262 números de 1917 a 1922),
folleto de mediana extensión y abigarrada escritura, en papel de La Novela del Día (331 números de 1918 a 1924), El Cuento
baja calidad, en el que se reproducía un cuento, una novela corta,
.......................................................
....................................................... 9. En la bibliografía sobre las ediciones “popularísimas” abundan las equivalencias
7. “A los barrios más tradicionales –San Telmo, Barracas, La Boca, San Cristóbal, para el costo de 20 centavos: dos boletos de tranvía o un “completo” (café con pan y
Balvanera y el Norte– que a fines de siglo rodeaban el Centro, se agrega una primera manteca). Beatriz Sarlo agrega el dato de que el precio del diario era de 10 centavos
periferia, visible hacia 1910: Almagro, Caballito, Flores, Belgrano, el Bajo Belgrano, y que un atado de cigarrillos costaba entre 20 y 60 centavos (Sarlo, 1985: 44).
Palermo o Villa Crespo. En la entreguerra crecieron notoriamente Patricios, Pompeya, 10. “No existió –agrega Sarlo– un discurso crítico sobre estas narraciones, excepto
Mataderos, Soldati, Lugano, La Paternal, Versalles, Vélez Sarsfield, Saavedra, Villa cuando se trató, con bastante frecuencia, de condenarlas como literatura despreciable
Devoto o Villa Urquiza” (Gutiérrez y Romero, 1995: 70). y menor” (p. 30).
8. Según los censos de 1895 y 1914, se pasó de una población alfabetizada de 11. Aunque, según Domingo Buonocore, “el fundador y director único de Ediciones
1.480.000 a 3.915.000 respectivamente en solo veinte años. Mínimas fue Leopoldo Durán (1881-1968)” (Buonocore, 1974: 98).

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Ilustrado (30 números a lo largo de 1918), La Novela para Todos más con la prensa que con el ejercicio mismo de la literatura.
(50 números de 1918 a 1919), La Novela Universitaria (55 núme- Samuel Glusberg, por ejemplo, de muy joven y antes de convertirse
ros de 1921 a 1922). Si tenemos en cuenta la coetaneidad de en el interlocutor privilegiado de intelectuales como José Carlos
muchas de estas colecciones y el llamativo número de sus tiradas, Mariátegui y Waldo Frank, fue vendedor de máquinas de coser y
el efecto que produjeron puede conjeturarse en dos direcciones. empleado de ferrocarril, comisionista de una imprenta y agente de
Hacia los autores, una fuente de trabajo que se añadía a los perió- librería, empleos que llevaba adelante para pagarse los estudios;
dicos y magazines en el ejercicio de la escritura; así, puede adver- Manuel Gleizer, antes de entrar en el comercio del libro, había teni-
tirse que en las colecciones conviven escritores reconocidos (la do una agencia de venta de billetes de lotería; Antonio Zamora fue
mayoría en reediciones, sean argentinos o extranjeros)12 con otros corrector del diario Crítica. Jóvenes no universitarios, formados en
que podríamos considerar profesionales de los folletos, quienes una educación autodidacta de origen familiar, algunas veces modes-
encontraron allí un modo de sustento y una fama efímera. Hacia ta y otras con una tradición que la respalda, publican no solo obras
los lectores, la consolidación del hábito de lectura para vastos sec- literarias, críticas y ensayísticas de escritores prestigiosos de un
tores de la población, quienes consideraban el libro y la lectura pasado argentino no muy lejano, sino autores “universales”; ade-
como dadores de prestigio e instrumentos de reconocimiento y más, varios de estos editores se caracterizan por mantener vínculos
ascenso social, pero carecían de las competencias necesarias para personales fluidos con los autores cuyos escritos promueven.
frecuentar las librerías y los circuitos de la “alta” cultura.13 (Delgado y Esposito, 2006: 66-67)15

El aserto de Delgado y Esposito revela una mutación profunda en


la fisonomía del editor moderno, en los pocos años que fueron de
3. LA DÉCADA DEL VEINTE Y LA DEL TREINTA: los proyectos de Payró, Rojas, Ingenieros y Gálvez a la emergen-
LA “ÉPOCA HEROICA” 14 cia de estos verdaderos advenedizos en el campo editorial.
En 1916, Juan Torrendell (1895-1961), un inmigrante mallor-
Las trayectorias de los nuevos editores, provenientes de humildes quín cuyo padre se había destacado en el periodismo, fundó la
familias de inmigrantes, y algunos nacidos en el extranjero, mues- Editorial Tor. En ediciones descuidadas, en papel de baja calidad
tran un itinerario cuyo comienzo señala el desempeño de oficios no y a precios muy económicos, se puede decir que el proyecto edi-
vinculados a la cultura o la inserción en las profesiones vinculadas torial de Torrendell incluyó todo; a menudo, las deficiencias del
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objeto libro parecen contaminar, en las evaluaciones que se hacen
12. No resulta un dato menor que Horacio Quiroga haya sido el director de El Cuento de su catálogo, la selección de sus títulos. Así lo advirtió Gálvez:
Ilustrado en sus primeros 18 números. En una columna de El Hogar de 1928, Quiroga “Ha hecho llegar al pueblo toda la literatura mundial. Sus enemi-
afirma: “Los escritores de hoy, ciudadanos de una edad de oro, pues perciben fácil-
mente cien pesos por colaboración habitual, ignoran el violento sabor de lucha y con- gos suponen que solo editaba libros malos. Error. Editó a Platón,
quista que tenían aquellos cinco iniciales pesos con que el escritor exaltaba su derecho
a la vida en tan salvaje edad” (citado en Rivera, 1980: 341).
13. Un relevante aporte al estudio de estos folletos se encuentra en Pierini y otros (2004). .......................................................
14. Así la denominan Lafleur, Provenzano y Alonso (1962: 111). 15. El texto cita, para refrendar lo dicho, el trabajo de Tarcus (2001).

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Esquilo, Sófocles, Cervantes, Calderón, Shakespeare, Dostoievski, sobre el género en nuestro país, Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera
Tolstoi, Pérez Galdós, Papini, Freud, Stefan Zweig, Pirandello... Y (1996) mencionan, entre sus iniciadores, la inclusión de dos cono-
entre los argentinos: Echeverría, Sarmiento, Hernández, Mansilla, cidas novelas de Gastón Leroux en la Biblioteca de La Nación, la
Cané, Mitre, Joaquín González, Fray Mocho, Del Campo” publicación de relatos “detectivescos” en las colecciones de folle-
(Gálvez, 1965: 327). Los numerosos títulos se agrupaban en tos entre 1919 y 1922, hasta llegar al Magazine Sexton Blake, de
colecciones heterogéneas: Grandes Biografías, Las Obras Editorial Tor, de frecuencia quincenal a partir de 1929. Dos años
Famosas, El Mundo de Hoy, Clásicos (argentinos, castellanos, ale- después, la moda de los policiales se consolidó en la Colección
manes, franceses, italianos, etc.), El Pensamiento Argentino Misterio, de Tor, “publicación semanal detectivesca”, que apare-
(Alberdi, Sarmiento, Ramos Mejía, Ingenieros), Nueva Biblioteca cía todos los martes a 30 centavos y que tuvo un sostenido interés
Filosófica (Rousseau, Bergson, Diderot, Proudhon, Spencer, de los lectores.17
Krause). Y, entre tantos libros, también había un lugar para los Otro inmigrante de origen español, Antonio Zamora (1896-
vanguardistas contemporáneos: en 1935, publicó la primera edi- 1976)18 fue el fundador y director de la Cooperativa Editorial
ción de Historia universal de la infamia, de Borges. De manera Claridad. Bautizada por Zamora como “tribuna del pensamiento
que todo entraba en su catálogo: “De sus talleres gráficos, ubica- izquierdista” y como “universidad popular”, por Luis Alberto
dos en Río de Janeiro 760 –afirma Buonocore– han salido desde Romero como “empresa cultural”, y por muchos como “la edito-
hace 50 años, millones de volúmenes que constituyen la expresión rial de Boedo”, la Cooperativa ha sido considerada como el prin-
de un esfuerzo editorial sin precedentes en el mundo” (Buonocore, cipal proyecto cultural de las décadas del veinte y del treinta. El
1974: 99). Este “esfuerzo” por acceder a un público diversificado 30 de enero de 1922, Zamora lanzó Los Pensadores, una colec-
se puede advertir en las leyendas que incluía en las contratapas de ción de folletos de 32 páginas que se vendían en puestos de dia-
los libros. A manera de ejemplo, sobre El Pensamiento Argentino: rios y revistas a 20 centavos. Editó 100 números hasta 1924 y allí
“Una selección de obras magistrales, históricas, filosóficas y lite- se completó la “primera época”; la “segunda época” fue desde
rarias en la que está sintetizada con sus características esenciales, 1924 hasta julio de 1926, y en el n.º 122 se anunció “el primer
la cultura de los argentinos. No deben faltar en ninguna bibliote- número de Claridad”, la revista que continuó el proyecto hasta
ca y todas ellas, además, figuran como textos para la enseñanza
secundaria y universitaria”; sobre la Nueva Biblioteca Filosófica:
“Para las horas de serenidad, para las horas de amargura, con .......................................................
16. Sobre el curioso episodio, Leandro de Sagastizábal aporta otra versión: “Según el
poco gasto lo más selecto de la filosofía en la mano”. Buonocore testimonio personal de un nieto del editor se había tratado de una ironía, un acto de
(1974: 100) refiere que Torrendell llegó a colocar una balanza en repudio a la censura que habían sufrido algunos títulos publicados por él” (De
Sagastizábal, 1995: 67). Según he oído, Borges fue uno de los pocos que salió a defen-
su local de la calle Florida y vendía libros al peso, hecho que moti-
der a Torrendell, pero no pude corroborar el dato.
vó una encendida reacción de la Academia Argentina de Letras, 17. Véase también Rest (1974). El más completo estudio sobre Tor es el de Abraham
según puede verse en su Boletín de 1934.16 En su afán de vender (2012).
18. Aunque alguna bibliografía menciona su origen andaluz, José Barcia afirma que
libros y de llegar a más lectores, Torrendell resultó también un era “nacido en la provincia de su mismo nombre hacia fines del siglo pasado” (Barcia,
pionero en el género policial. En el más conocido itinerario trazado 1981: 10).

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diciembre de 1941.19 Paralelamente a la secuencia de los folletos- Mariani, Elías Castelnuovo), Grandes Novelas Modernas,
revistas, la Cooperativa comenzó a editar libros. Resulta signifi- Biblioteca Científica, Obras de Estudios Sociales, etc. Por su
cativo que solo un año después de lanzar Los Pensadores, en parte, Delgado y Esposito han hecho notar la ausencia de la tra-
1923, Zamora se afilió al Partido Socialista, con el que se identi- dición criollista en la política editorial de Zamora.21 Los autores
ficaría toda su vida hasta alcanzar, incluso, cargos representati- argentinos publicados por Claridad responden a cierta tradición
vos. Es precisamente esa identificación la que guio la constitución ya consolidada de “pensamiento nacional” (como Juan B. Alberdi),
del catálogo de la “tribuna del pensamiento izquierdista”; un a los referentes del socialismo (Juan B. Justo, Alfredo Palacios), a
catálogo internacionalista que se proponía rescatar lo mejor de la los poetas populares (Almafuerte, Carriego), y al grupo de
cultura burguesa en su tradición humanista. No se trata de un Boedo, ya mencionado con relación a Los Nuevos. Claridad fue,
catálogo militante, revolucionario, sino de una izquierda pacifista además, la editorial más identificada con Roberto Arlt: dio a
y antifascista que postulaba que el camino al socialismo podía conocer las primeras ediciones de Los siete locos y Los lanzallamas,
construirse a partir de reformas progresivas en el interior del par- y la segunda de El juguete rabioso.
lamentarismo burgués. Así como no todo era desechable de la También Samuel Glusberg (1898-1987)22 se inició, en 1919,
heredada democracia liberal, tampoco lo era su cultura: la edito- con la edición de folletos. Junto con su hermano Leonardo diri-
rial privilegió el pensamiento y la literatura europea del siglo XIX, gieron las Ediciones Selectas-América (50 números entre 1919 y
en especial a los rusos (Gorki, Tolstoi, Dostoievski, Andreiev) y a 1922), una colección de folletos a 20 centavos, dedicada especial-
los franceses (Anatole France, Henri Barbusse, Jules Romains), en mente a reeditar autores hispanoamericanos, que tuvo gran éxito
una concepción amplia de “obras selectas” que cumplieran una de ventas. En el catálogo convivían autores argentinos
función modélica. Como afirma Montaldo, se trataba de un pro- (Gerchunoff, Quiroga, Payró, Banchs, Fernández Moreno) e his-
yecto pedagógico, más moral que político,20 cuyo carácter ejemplar panoamericanos (Amado Nervo, Herrera y Reissig, Rubén Darío,
alcanzó no solo a los textos, sino también a los autores, represen- Vaz Ferreira), ya por entonces más o menos consagrados. Cuando
tados a través de la imagen del “santo laico”, hecho que parece
justificar la abundancia de biografías en el catálogo. Los títulos se .......................................................
21. “En la década de 1920 las diversas variantes tanto criollistas como regionalistas se
ordenan en numerosas “Bibliotecas”: Los Pensadores, Los Poetas las han apropiado agentes culturales con posiciones en el campo intelectual diferentes a
(Almafuerte y Carriego, Rubén Darío y Machado), Los Nuevos la de Zamora. Así, hay un criollismo que se difunde en folletos con un propósito prin-
(Leónidas Barletta, Álvaro Yunque, César Tiempo, Roberto cipalmente comercial, muy lejos de la voluntad pedagógica de Claridad. Hay otro del
cual se ha adueñado la elite, ya sea en su variante reaccionaria (Lugones, Lynch,
Larreta) como vanguardista (Borges, Güiraldes y la revista Martín Fierro). En cuanto al
regionalismo, aparece vinculado con los sectores dominantes del interior del país (Juan
....................................................... Carlos Dávalos, Guillermo House, Carlos B. Quiroga)” (Delgado y Esposito, 2006: 72-73).
19. Sobre Los Pensadores, véase Montaldo (1987 y 1999). Sobre Claridad, Ferreira de Graciela Montaldo advierte que el Fausto, de Estanislao del Campo, se publica como
Cassone (1999). complemento de otro texto y es caracterizado, llamativamente, como la historia de un
20. Podríamos agregar, también, que el proyecto era más moral que comercial: mientras “proletario de la pampa” (Montaldo, 1987: 52).
que Gálvez anota que Torrendell “el pago lo hacía por adelantado” (Gálvez, 1965: 22. Glusberg nació en Kischinev, Rusia; era hijo de un rabino y su familia debió emi-
327), De Sagastizábal afirma que Zamora “casi nunca pagaba derechos de autor” (De grar en 1905 a causa de los pogroms contra los judíos. Buonocore afirma, errónea-
Sagastizábal, 1995: 72). mente, que nació en Buenos Aires (Buonocore, 1974: 102).

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concluyó la publicación de la colección, en 1922, Samuel embargo, desde sus inicios en una librería en Villa Crespo supo
Glusberg, como Zamora, emprendió la edición de libros y fundó rodearse de intelectuales y escritores argentinos que pronto forma-
Babel (Biblioteca Argentina de Buenas Ediciones Literarias). ron parte de su catálogo. Si Claridad fue la editorial “de Boedo”,
Llegó a editar, a lo largo de diez años, más de cien títulos de y Proa y Sur se identificarían, como veremos, con Florida, el catá-
autores nacionales, entre los que se encuentran reediciones y pri- logo de Gleizer combinaba ambas tendencias, en una convivencia
meras ediciones; de entre las últimas, sobresalen Las horas doradas, que parece refutar la escolar y clásica división en partidos estéti-
de Lugones, que abre la colección, Los desterrados (1926), de cos. Se inició como editor en 1922 con obras de Joaquín de Vedia
Quiroga, Gracia plena (1928), de José Pedroni, Radiografía de y Arturo Cancela; el éxito de Tres relatos porteños, del segundo,
la pampa (1933), de Ezequiel Martínez Estrada. Los libros lucían terminó de confirmarlo en su vocación. Jorge B. Rivera (1980:
una cuidada edición de tapas blancas con el logo que la identifi- 358) ha hecho un relevamiento de los principales títulos que editó:
caba, la torre de Babel, y se vendían a un costo de entre uno y Cuentos para una inglesa desesperada, de Eduardo Mallea, El vio-
dos pesos.23 lín del diablo y La calle del agujero en la media, de Raúl González
Tuñón, La crencha engrasada, de Carlos de la Púa, El idioma de
... ¿[Q]uién hubiera adivinado que este inmigrante modestísimo y los argentinos, Discusión y Evaristo Carriego, de Jorge Luis
sin letras, a la vuelta de 20 años de su arribo al país, resultara entre Borges, El gato escaldado y La musa de la mala pata, de Nicolás
nosotros, por una chuscada del destino, el gran animador del libro Olivari, Días como flechas, Odas para el hombre y la mujer y Los
autóctono y de toda una generación literaria? Esa fue su hazaña y aguiluchos, de Leopoldo Marechal, No todo es vigilia la de los
la realizó honradamente, generosamente. Cuando en Buenos Aires ojos abiertos, de Macedonio Fernández, El hombre que está solo
no se conocía casi el verdadero editor, el editor profesional de los y espera, de Raúl Scalabrini Ortiz, El amor agresivo, de Roberto
centros europeos, Gleizer, sin experiencia técnica y sin dinero, se Mariani, Tangos, El alma de las cosas inanimadas y La rueda del
lanzó a la aventura riesgosa de hacer y vender libros. (Buonocore, molino mal pintado, de Enrique González Tuñón.24
1974: 103) Por último, no resulta sencillo cuantificar el alcance de estos
nuevos emprendimientos en el público lector: podemos conjetu-
Así presenta Buonocore a Manuel Gleizer (1889-1966); como rar, mediante datos específicos, el crecimiento de ese público, pero
Glusberg, otro inmigrante ruso que llegó al país en 1901 sin nin- es arduo conocer en detalle niveles de venta por libro y por autor.
gún contacto previo con la cultura ni con el mercado del libro. La En este sentido, Emilio Carilla cita dos cartas que, teniendo en
referencia de Buonocore deja bien en claro el carácter de advene- cuenta quiénes son sus autores y las fechas en que fueron escritas,
dizos de los nuevos editores extranjeros y cómo vinieron a ocupar,
.......................................................
por azar y sin pericia alguna, un lugar vacío. Manuel Gleizer no
24. Según Buonocore, se autocalificaban como “los editores judíos de libros argenti-
es, como hemos visto, el primer editor de obras nacionales; sin nos”; se refiere a Glusberg, a Gleizer y a Jacobo Samet. Samet, hijo también de un
inmigrante ruso que había abierto una librería en el centro, se relacionó de un modo
fructífero con el grupo de la revista Martín Fierro y editó libros entre 1924 y 1932.
....................................................... Sobre el libro judío y los editores judíos en la Argentina, puede consultarse Dujovne
23. Para más información sobre la trayectoria de Glusberg, véase Tarcus (2001). (2014).

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se nos ocurren muy ilustrativas. La primera es una carta de José Como se ve, ambos hablan del mismo tema: los autores argentinos
Ingenieros de 1916 (a poco de lanzar La Cultura Argentina): más vendidos, pero existen cambios notables: 1) salvo algunas
pocas repeticiones, el censo de autores ha variado de manera signi-
Los autores argentinos más vendibles son (en el orden estricto que ficativa; 2) los números de las tiradas se han multiplicado por diez.
indico) los siguientes: Almafuerte, Lugones, C. O. Bunge, Groussac,
Enrique Larreta, Juan Agustín García, Soiza Reilly, Juan B. Justo,
Manuel Ugarte, Alberto Ghiraldo, Manuel Gálvez, David Peña, 4. LAS REVISTAS QUE EDITAN LIBROS
Ricardo Rojas, Rodolfo Rivarola y Enrique Banchs. De esos autores
puede asegurarse una venta mínima de 1.000 ejemplares y máxima Nosotros, Claridad, Babel: editoriales que fundaron revistas,
de 2.000, en la Argentina. Ninguno bajará, excepcionalmente, de revistas que editaron libros. Estos antecedentes se inscriben en la
400 ni excederá de 3.000. […] Antes el libro corriente se vendía a 2 pesos iniciativa de quienes dirigían la revista Proa.26 Sin embargo, la rela-
(1 dóllar [sic]); ahora es difícil vender a más de 1 peso el tomo (0,50 ción más estrecha de la empresa editorial no fue con la revista
dóllar [sic]) pues a ese precio circulan mis ediciones, que no son homónima sino con Martín Fierro: ambas dirigidas por Evar
malas. (En Carilla, 1976: 74) Méndez; ambas, la editorial y la segunda época de la revista, ini-
ciadas en 1924. La actividad de Proa comenzó con el aporte de un
La segunda es de Pedro Henríquez Ureña y es de 1926: han pasa- exiguo capital de quienes la dirigían –Evar Méndez, Ricardo
do diez años desde la carta de Ingenieros: Güiraldes y Oliverio Girondo– y se extendió hasta 1932. En una
publicidad de 1927, puede leerse: “La Editorial Proa, que se con-
En el orden intelectual, la Argentina crece asombrosamente. Este sagra a descubrir los nuevos valores literarios y lucha por abara-
año ha sido el año de las novelas y de los cuentos. Han aparecido tar el libro, no persigue ninguna especulación comercial; es una
libros de imaginación de Lugones, de Gerchunoff, de Cancela, de desinteresada empresa de cultura: ayúdela comprando sus libros”.
25
Gálvez, de Rodríguez Larreta, de Güiraldes, de Quiroga, de Payró, El pedido no parece haber rendido sus frutos en la que ha sido
entre docenas de otros, y todos han alcanzado éxito. Las ediciones calificada como “una promesa frustrada”; si comercialmente
de Los desterrados de Quiroga, de Zogoibi de Larreta y Don haber editado quince libros en ocho años fue muy poca cosa, cua-
Segundo Sombra de Güiraldes se agotaron en el primer mes. La de litativamente esos libros parecen justificar la empresa: Alcándara,
Larreta era de 10.000 ejemplares; enseguida se agotó la segunda de Francisco Luis Bernárdez, Inquisiciones, Luna de enfrente y El
edición de 20.000; y se ha hecho una tercera de 40.000. Pero el tamaño de mi esperanza, de Borges, Veinte poemas para ser leídos
gran libro ha sido el de Güiraldes, vidas de gauchos, contadas con gran en el tranvía y Espantapájaros, de Oliverio Girondo, Don
sobriedad y hondura. (En Carilla, 1976: 78)
.......................................................
26. Proa tuvo dos “épocas”: en la primera, marcada por la influencia decisiva de
Macedonio Fernández, alcanzaron a editar tres números entre agosto de 1922 y julio
....................................................... de 1923; en la segunda, cuando la figura tutelar era Ricardo Güiraldes, publicaron
25. Se refiere a Enrique Larreta, cuyo apellido completo era Rodríguez Larreta. quince números entre agosto de 1924 y enero de 1926.

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Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes, El imaginero, de Ricardo ordenaba su catálogo en colecciones o bibliotecas; en algunos
Molinari, Papeles de Recienvenido, de Macedonio Fernández, anuncios las obras se ordenaban por géneros, entre los que preva-
Voz de la vida, de Norah Lange. Varios títulos aparecían en dos lecían el narrativo –novela y cuento– y los ensayos político-filosóficos.
versiones; por ejemplo, la novela de Lange costaba dos pesos, y en Mucho se ha hablado sobre las coordenadas ideológicas que rigie-
“edición de lujo, en papel de hilo”, costaba cinco pesos.27 Don ron las políticas de la revista y de la editorial; María Teresa
Segundo Sombra y Espantapájaros fueron sus mayores éxitos de Gramuglio ha desandado con lucidez esos lugares comunes
ventas: del primero, la edición de 1926 de 2.000 ejemplares se mediante la puesta en debate de su presunto apoliticismo, su elitis-
agotó en un mes; del segundo, de 1932, se vendieron 5.000 ejem- mo explícito en la voluntad de construir una “aristocracia del espí-
plares en poco tiempo, ayudado quizá por su disparatada campa- ritu”, su vocación americanista, su vago antifascismo y su férreo
ña de publicidad. anticomunismo. En este sentido, y por mencionar solo un ejemplo,
Ya entrada la década del treinta, el caso de mayor interés de Gramuglio refiere el caso de la temprana ruptura de Glusberg con
revistas que editan libros es el de Sur. Como es sabido, la revista Victoria Ocampo y la permanencia en el grupo de María Rosa
dirigida por Victoria Ocampo apareció en enero de 1931 y su Oliver, simpatizante comunista: “Revelan en cambio la existencia
duración y vigencia se extendió por años. Si la bibliografía sobre la de un conjunto de valores compartidos, en el que las inflexiones del
revista es abundante, menos se ha ocupado de su proyecto edito- americanismo y la concepción del trabajo cultural están estrecha-
rial. Se inició en 1933, con la publicación de Romancero gitano, de mente ligadas a la constitución de un grupo cerrado y minoritario
Federico García Lorca, Contrapunto, de Aldous Huxley, y que, en el interior mismo de la clase dominante, se define con res-
Canguro, de D. H. Lawrence. De las novelas traducidas, la prime- pecto a ella a la vez por la pertenencia y por la diferenciación”
ra había sido publicada en 1928, la segunda en 1923, y ambas fue- (Gramuglio, 1983: 9). Desde esta perspectiva pueden leerse los cri-
ron traducidas por el poeta cubano Lino Novás Calvo, que trabaja- terios de constitución de un catálogo poblado mayoritariamente
ba para Revista de Occidente.28 En los años siguientes, el ritmo de las por “los amigos de Victoria” locales (Eduardo Mallea, Borges, José
publicaciones es irregular: 1 título en 1934, 6 en 1935, 13 en 1936, Bianco, Francisco Luis Bernárdez, Adolfo Bioy Casares, Silvina
17 en 1937, 18 en 1938, 2 en 1939, 2 en 1940...29 La editorial no Ocampo, Eduardo González Lanuza) e hispanoamericanos
(Alfonso Reyes, Gabriela Mistral, Pedro Henríquez Ureña), y por
....................................................... sus referentes externos (Waldo Frank, André Gide, Jules Romains,
27. “A partir de Proa –es incuestionable– existió y se impuso una nueva escuela gráfi- Aldous Huxley, Jacques Maritain, Virginia Woolf, Roger Caillois,
ca y el arte de imprimir obedeció a una preceptiva distinta. Los libros de su marca, bien
diagramados, hechos en caracteres modernos y elegantes, nítidamente impresos en Albert Camus, el conde de Keyserling, entre otros). Patricia
buen papel, alcanzaron las condiciones mínimas para definirlos, sencillamente, como Willson, en un detallado trabajo, ha destacado la labor de los tra-
productos de un arte nuevo” (Buonocore, 1974: 109).
ductores del grupo Sur, tanto en la revista como en la editorial,
28. Tal como observan Delgado y Esposito, la versión que indica que comenzaron a
editar libros para paliar el déficit financiero de la revista parece contradecirse con la traductores que ahora ocupaban la “página impar” debajo del títu-
excesiva suma de dinero que Victoria Ocampo pagó por la traducción de las dos nove- lo de la obra y del autor, y que sumaban a la calidad de su labor
las (Delgado y Esposito, 2006: 84).
29. El catálogo completo hasta 1966 puede leerse en los nros. 303-304-305 de la revis- específica el prestigio acumulado en el campo literario (Willson,
ta, de mayo de 1967; allí se consignan 245 títulos. 2004a). Así, las traducciones de Borges (Orlando y Un cuarto propio,

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de Virginia Woolf, Perséfone, de André Gide; para Sudamericana, Guipúzcoa en 1896, quien estaba encargado de las actividades de
Las palmeras salvajes, de William Faulkner), y de Bianco (Malone la empresa en América, llegó en octubre desde Francia y se hizo
muere, de Samuel Beckett, Las criadas, de Jean Genet; para Emecé, cargo de la editorial. Gonzalo Losada (1894-1981), un madrileño
Otra vuelta de tuerca, de Henry James) resultan las más notables que había llegado al país en 1928, con la llegada de Olarra se des-
de una vasta tarea de incorporación de la literatura y el pensa- vinculó de la empresa. La Editorial Losada se fundó el 18 de agos-
miento contemporáneo que encontró en Sur su lugar de irradia- to de 1938; el grupo fundador estaba integrado, además de
ción; ese lugar coincidió con la profesionalización del traductor Losada, por Guillermo de Torre –que también había trabajado
literario y su mayor visibilidad. para Espasa-Calpe–, Attilio Rossi, Amado Alonso, Pedro
Henríquez Ureña y Francisco Romero; poco después se sumaron
Luis y Felipe Jiménez de Asúa, Teodoro Becú y Lorenzo
5. EPÍLOGO: EL 38 Y EL COMIENZO Luzuriaga. Julián Urgoiti siguió en 1938 un camino parecido al de
DE LA “ÉPOCA DE ORO” 30 Losada; se desvinculó de Espasa-Calpe y participó del origen de un
nuevo sello: en diciembre de ese año se constituyó la Editorial
1938: parafraseando el célebre título de Noé Jitrik, podríamos Sudamericana. Participaron de él hombres y mujeres ligados a la
decir “año clave” de la industria editorial argentina.31 La Guerra cultura, como Oliverio Girondo, Victoria Ocampo, Carlos Mayer
Civil española produjo un éxodo de editores y casas editoriales y Rafael Vehils, y hombres de negocios como Jacobo Saslavsky,
hacia América; este hecho tuvo un impacto duradero en la trans- Antonio Santamarina, Alejandro Shaw, Eduardo Bullrich y
formación de nuestra industria editorial, y fue la génesis de lo que Alejandro Menéndez Behety. A los seis meses de fundada la edi-
se conoce como la “época de oro” que se extendió, aproximada- torial, y luego de algunos fracasos comerciales, Girondo y
mente, hasta 1953.32 Ocampo, entre otros, dejaron la empresa. Fue entonces cuando
En 1925 se fundó la Editorial Espasa-Calpe en España; la filial apareció la figura con la que se identificaría la editorial durante
argentina de la editorial estaba a cargo de Gonzalo Losada y años: Antonio López Llausás (1888-1979), un catalán pertene-
Julián Urgoiti. Cuando la situación política en España se tornó ciente a una prestigiosa familia de libreros. Como López Llausás,
insostenible, y luego de arduos debates sobre las decisiones por en 1939 llegó a Buenos Aires Mariano Medina del Río y fundó
tomar, la editorial se trasladó a nuestro país y el 22 de abril de Emecé. Al igual que en Sudamericana, hubo, en los inicios de la
1937 nació Espasa-Calpe Argentina. Manuel Olarra, nacido en empresa, importantes aportes de capital; en este caso, de la fami-
lia Braun Menéndez. En 1947 se incorporó a Emecé Bonifacio del
Carril, quien se convirtió en presidente de la empresa y en su refe-
.......................................................
rente más visible durante largos años. En la editorial El Ateneo, de
30. Para una visión más abarcadora del período, véase De Diego (2006: 91-123).
31. Según hemos visto, y por diversas razones, 1915 y 1922 también podrían conside- Pedro García, fundada en 1912, se desempeñó muchos años como
rarse “años clave”. responsable de la sección literaria su sobrino Santiago Rueda
32. Para tener una dimensión del crecimiento de la industria editorial a partir de 1938,
en cuanto a las obras registradas y tiradas, véase Bottaro (1964), en especial, el cuadro (1905-1968). En 1939 fundó su propio sello, el que se caracterizó
de p. 30. por un catálogo de escritores mayoritariamente extranjeros.

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Como se ve, en los meses que fueron de 1937 a 1939 se pusieron Degiovanni, Fernando (2006) “La invención de los clásicos: nacionalis-
en marcha las empresas que dominarían el mercado del libro –me mo, filología y políticas culturales en Argentina”, en Orbis Tertius,
refiero al mercado literario– a lo largo de cuarenta años y que n.º 11, Centro de Teoría y Crítica Literaria, Universidad Nacional de
determinarían de un modo decisivo, mediante sus políticas de edi- La Plata, pp. 179-199.
ción, en la Argentina, América Latina y España,33 la difusión de Delgado, Verónica y Fabio Esposito (2006) “La emergencia del editor
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