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I. DATOS INFORMATIVOS
1.1. Facultad : FICIAM
1.2. Carrera :INGENIERÍA CIVIL
1.3. Curso :REALIDAD NACIONAL Y MUNDIAL
1.4. Ciclo :SEGUNDO
1.5. Turno :CICLO NORMAL
1.6. Docente :CRUZ TAFUR CARLOS ENRIQUE
1.7. Estudiante :VALQUI MELENDEZ JEINER
II. OBJETIVOS:
- Conocer acerca de cómo influye la política en la economía.
- Conocer de qué manera influye la política en el desarrollo social.
Ocho de cada diez peruanos manifiestan tener sentimientos negativos sobre la situación
política. Los principales sentimientos que imperan son de caos (39,7%), enojo (39,6%),
incertidumbre (34,1%) y miedo (22,7%).
A estos sentimientos de marcado carácter negativo les siguen otros relacionados con la
pasividad: indiferencia (17,3%) y resignación (16,3%). Aquellos de connotaciones positivas se
sitúan en último lugar: esperanza (14,2%), confianza (9,3%) y tranquilidad (5,5%).
En este contexto, todos los dirigentes políticos tienen un saldo de imagen negativo. Es decir,
en ninguno de los casos evaluados la imagen positiva supera a la negativa. El mayor grado de
rechazo lo obtienen Kenji Fujimori (84,1%) y Keiko Fujimori (80,8%). Por su parte, el actual
presidente, Martín Vizcarra, es quien obtiene mejor valoración positiva (39%), si bien las
percepciones negativas, como ocurre con todos los dirigentes, son mayores (51,8%).
De acuerdo a la situación política, una amplia mayoría (82,9%) está de acuerdo en realizar
cambios a la Constitución. Dichos cambios oscilan entre los que optan por llevar a cabo algunas
reformas a la actual Constitución (43,3%) y aquellos que abogan por una nueva Carta Magna
(39,6%). Hasta un 66% cree que esos cambios deberían ser realizados por una Asamblea
Constituyente.
Al ser consultados por su interés en la política, ocho de cada diez encuestados muestran un
desapego en mayor o menor medida, desde aquellos que aseguran que le interesa poco (57,3%)
hasta los que confiesan que no les interesa (25,7%). Solo un 15,1% eligió la opción “Me
interesa mucho”.
En relación al tipo de liderazgo que prefiere la sociedad peruana, las opiniones se muestran
divididas. Un tercio de los encuestados (33,1%) considera que en la situación actual se necesita
un liderazgo firme para resolver los problemas, mientras que 37,3% preferiría un liderazgo con
un perfil más dialogante y conciliador. 23,6% de los encuestados se decanta por dejar las
decisiones políticas en manos de expertos.
Un 58% considera que la situación económica es “ni buena ni mala”, mientras que un 37,3%
asegura que es negativa.
Inseguridad (73%) y corrupción (61,8%) son los principales problemas que afectan de forma
personal a los entrevistados. En el caso de la inseguridad, hasta un 36,8% la mencionó como el
primer problema (posibilidad de mencionar tres problemas), mientras que la corrupción fue
situada en un primer lugar por el 25,3%.
Las condiciones laborales (35,9%) y el nivel de ingresos (28,1%) se colocan en tercer y cuarto
lugar, respectivamente, en la clasificación de principales problemas.
Un 95,4% cree que es “muy urgente” resolver el problema de la violencia contra la mujer.
Para un 87,6%, el país debería tener mayor soberanía sobre sus recursos naturales.
El 84,6% cree que la alta informalidad del empleo debería ser una prioridad para el Gobierno
(CELAG, 2018).
Según Carlos Parodi afirma: “En diversos países, como Brasil, Egipto y Perú la gente “sale a las
calles” a protestar por diversas razones relacionadas con el hecho de “no sentir” lo beneficios del
crecimiento económico. No observan mejoras significativas en educación, salud, seguridad,
infraestructura rural, etc. Sin embargo, ¿Quiénes toman las decisiones al respecto? Desde luego,
lo que llamamos “la clase política”, es decir, ministros, congresistas, funcionarios públicos,
partidos políticos, entre otros. ¿Por qué no toman las decisiones que la ciudadanía considera
correctas? ¿Cómo se relaciona la economía con la política?
La relación entre ambas tiene una doble causalidad; por un lado, si la economía no va bien, los
políticos que dirigen el país aparecen como los primeros culpables porque no tomaron decisiones
correctas o si lo hicieron, fueron erradas; por otro si la economía va bien, es natural esperar que
vaya “bien” para las grandes mayorías y eso está relacionado con reformas claves en los servicios
básicos, como educación y salud. Si las instituciones políticas “no funcionan”, entonces estamos
lejos de legislar en torno de reformas claves. Existen dos escenarios para implementar reformas:
a través del consenso o de manera vertical. El primer camino es más largo, pero conduce a
resultados más sostenibles y es el mecanismo normal de las democracias representativas. El
segundo tiende a ocurrir en gobiernos con características autoritarias.
La democracia es el gobierno del pueblo, pero como todos no pueden gobernar, los ciudadanos
eligen a algunos de ellos para que los representen, tanto en el poder ejecutivo como en el congreso.
Muchas veces ocurre que la “clase política” olvida dos cosas: por un lado que representa a todos,
por lo que no puede decidir lo que se le antoje; por otro, cuando cualquier persona paga impuestos,
financia los impuestos de los “representantes”. En otras palabras, los congresistas o representantes
son los intermediarios entre la población y quienes deciden.
Este escenario ideal funciona mejor cuando existen partidos políticos sólidos, de alcance nacional
que canalicen las demandas de los ciudadanos, algo inexistente en el caso peruano. El problema
es que cuando no funciona, se abre el camino a regímenes autoritarios.
Ahora bien, ¿se cumple ideal en el Perú? Mi opinión es que no y una prueba de ello son los bajos
niveles de aprobación, tanto de congresistas como clase política en general. En términos simples,
los ciudadanos no se sienten representados por quienes eligieron. Lo que observamos es que no
saben cómo lograr consensos (cada uno ve su propio interés), promesas sin medir las
consecuencias y solo con un afán electoral, escándalos de corrupción que hacen que los
congresistas pasen el tiempo fiscalizándose unos a otros que discutiendo leyes a favor del
desarrollo del país, etc. Y eso tiene un impacto en la economía” (Parodi, 2013).
“La política social es tan importante como la política económica. Hay que mirar a los
ciudadanos no como beneficiarios de la política social y sí como usuarios, y ser usuario de la
política social implica tener atención de calidad, oportunidad, respeto y calidad”.
Bustamante expresó que es fundamental que los peruanos puedan acceder al agua, saneamiento,
conectividad y energía eléctrica porque permitirá no solo superar la tuberculosis y la anemia,
sino también otra serie de situaciones, siempre con una mirada de desarrollo integral.
IV. Conclusiones
- Se pude concluir que la economía se ve afecta por las decisiones de los políticos que
dirigen el país ya que ellos son los principales responsables de tomar las decisiones con
relación a la economía.
- Se concluye que la política influye mucho en el desarrollo social creando diversos
programas que hacen que disminuyan los principales problemas con los que tiene que
lidiar el Perú.
Bibliografía
Anónimo. (26 de 03 de 2019). Política social busca el progreso de peruanos. El Peruano, pág.
07.
REPÚBLICA, J. F. (2013). Política General del Gobierno y Principales Medidas de Gestión. Perú
21, 56.