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UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA

VICERRECTORADO ACADÉMICO

DIRECCIÓN DE INVESTIGACIONES Y POSTGRADO

MÉRIDA ESTADO MÉRIDA

ÉTICA I

ENSAYO

LA EDUCACIÓN DE CALIDAD Y RELACIÓN CON LA ETICIDAD EDUCATIVA


Y LA MORALIDAD DE LA COMUNIDAD DE VIDA

PARTICIPANTE:

VILLAMIZAR SALAS TANIA MELIZA

CEDULA: 16.906.697

MÉRIDA 27 DE NOVIEMBRE DE 2017.


La educación tiene por objeto lograr el máximo desarrollo de las facultades
intelectuales, físicas y emocionales de las nuevas generaciones, su finalidad
principal seria la ética como expresión de valor y aspiración de dignificación
humana, dado que los seres humanos no nacen con el bagaje de
conocimientos, actitudes y valores necesarios para vivir una vida personal
plena y desenvolverse en una sociedad, siendo necesario facilitar al máximo su
consecución, por medio de la acción educativa, partiendo de esto deriva la
importancia de la función docente y su calidad de máxima calidad educativa,
que tiene como meta la formación integral de las personas y jóvenes como
seres individuales y sociales.

En las sociedades abiertas occidentales la ciudadanía y la convivencia se


han convertido en ejes fundamentales de la educación, porque representan de
manera genuina los ámbitos externo e interno de la educación con sentido
democrático (Popper, 1981; Romay, 2002; Escámez, 2003), familia, escuela y
sociedad civil se encuentran en una nueva encrucijada de responsabilidad
social compartida, respecto a la educación que nos obliga a reformular el
sentido de la educación en valores.

Los derechos de la tercera generación, la identidad localizada y la


transnacionalidad propia del mundo globalizado, exige de las instituciones una
responsabilidad social corporativa para afrontar los retos de la educación
desde la familia, la escuela y la sociedad civil de manera compartida (varios,
2004a: SITE, 2004).

Los padres no son los profesionales de la educación, ni la escuela tiene que


suplantar o sustituir la función de la familia. Sociedad civil, familia y escuela
afrontan el reto de la formación para la convivencia, no solo como una cuestión
de hecho sino como un compromiso de voluntades hacia lo que es valioso en la
educación como: el desarrollo personal y la convivencia pacífica en la sociedad
abierta y pluralista.
Hoy en día se está en condiciones de afirmar que la condición ciudadana y
la convivencia pacífica permiten a los humanos hacer valer su humanidad,
porque una sociedad civil es deseable, si sus miembros promueven y gestionan
valores y propician líneas de cooperación entre las personas (Vásquez, 2001;
Escámez, 1998; Cortina y otros 1996).

Por otra parte se conoce el hecho de la desvalorización social del maestro,


aunque no es fácil, esto no viene siendo culpa del maestro, ni de la educación
que este imparte, ya que en buena medida se refieren a circunstancias
sociales, culturales, políticas y económicas que hacen al entramado social en
su conjunto y, que sería injusto solicitar al maestro su transformación cuando
la decisión de hacerlo no está en sus manos.

De la educación dependen los imaginarios del progreso colectivo y la


construcción simbólica del bienestar social y político, siendo posible a través de
ella el desarrollo de la equidad social, mediante la circulación y redistribución
del conocimiento y las tecnologías, las cuales se han constituido en el nuevo
nombre de la riqueza individual y colectiva por las relaciones entre saber y
productividad, saber y trabajo, conocimiento y tecnología.

En este orden de ideas, una de las principales tareas que hacen a quienes
piensan desde la pedagogía la formación y la profesión docente es la de
encontrar múltiples razones válidas, social y políticamente por hacer que las
exigencias éticas del docente cada día más complejas, estén acompañadas de
una valoración social correspondiente, la cual se puede traducir en términos de
política pública.

El desarrollo profesional del educador plantea la necesidad de ubicar su


profesionalidad en el marco de un determinado cuerpo de conocimientos y
valores, en una reconocida y delimitada función socio – cultural, en la conquista
de un digno estatus económico y social, todo lo cual le otorgue la verdadera
idoneidad, autonomía y responsabilidad que han de caracterizar su actuación
pública. ROBALINOCAMPOS Magaly, (2005), IBARRA, O. (2005).

La educación es un proceso de relaciones que permiten la transmisión de


experiencias y conocimientos, el cual se inicia desde sus padres, su familia, su
comunidad, la escuela, hasta la sociedad siendo esta un proceso de
socialización, liberador de pobreza, la inteligencia, la ética, la misma debe ser
de calidad, ya que es una necesidad social, porque a la educación se le pide
que organice y seleccione sus recursos, técnicas y procedimientos para estar a
la altura delas exigencias que las circunstancias actuales marcan. La calidad
en la educación no es un objetivo imposible; más bien es un objetivo relacional,
relativo a las circunstancias reales en las que se pretende lograrlo, pero a todas
luces es un objetivo posible y necesario. (Touriñan, 2001). Hoy en día no se
duda de la posibilidad de educar, sino más bien, se desconfía de la
indiscriminada generalización de la influencia educativa por las posibilidades
que existen de manipular la relación educativa y de impedir las oportunidades
educativas. (Touriñan, 1997).

La educación de calidad es posible desde el punto de vista social, cuyo éxito


depende de la cooperación positiva de los demás, incluido el Estado, que
asigna buena parte del erario para esa tarea. Por su parte, la psicología ha
permitido comprobar que el proceso de desenvolvimiento humano es un
proceso no solo de maduración, sino de desarrollo y aprendizaje de hábitos,
destrezas y competencias dentro de los grupos humanos. (Touriñan, 2001 y
1997; Gehlen, 1980; García Carrasco y García del Dujo, 1996; Marín, 1983).

La calidad de la educación es necesaria, porque cualquier tipo de influencia


no es educativo, porque en caso contrario deberíamos defender erróneamente
que influir en una persona para qué deje de hacer lo que tiene que hacer para
educarse, es educación. (Touriñan, 1996).
La calidad de la educación es por consiguiente, una necesidad social, y se
configura como un objetivo posible y necesario, además el hombre es limitado
(la respuesta humana no solo produce los efectos que él quiere, sino los que
tienen que producirse, porque la respuesta afecta en cada circunstancia y de
acuerdo con las oportunidades a su realidad interna y externa), la posibilidad y
la necesidad se convierten en un objetivo mora. (Puig, 2003; Ibáñez – Martín,
2004; Escámez, 2004).

La educación carece de toda justificación inteligible cuando se rechaza el


carácter fundamentante de los valores, si el hombre no tiene una inserción
preestablecida en una forma concreta de hacerse, es un hecho
incontrovertible, porque no todos tenemos que ser lo mismo en la vida
necesariamente, se infiere que solo deberá realizarse de un modo concreto,
cuando le sea posible desvelar el valor de esa forma específica de llevarse a
cabo su capacidad, y con la ayuda de los demás, el hombre no nace perfecto,
ni alcanza la perfección que le es propia de este modo espontaneo, se sigue
que no entenderá correctamente valores de tal forma, mientras que la
educación no ponga los medios adecuados para que él pueda forjarse una
capacidad de elección lucida, ya que los valores son fundamentales para el
crecimiento humano como una necesidad personal. (Touriñan, 1997).

La educación deberá aceptar el modo imperfecto que tiene el hombre en la


comunidad de vida para captar la verdad y esforzarse para poner medios
pertinentes a fin de que ciertas estimaciones se adecuen al carácter propio del
valor y sean siempre honestos de manifestar la verdad en cada conducta
práctica. Los valores tienen carácter pedagógico y la educación en valores, se
adecua al modo humano de perfeccionarse, permitiendo que la educación se
muestre siempre como esa ayuda que beneficia al hombre en cada conducta
práctica. Es posible la educación en valores porque los valores son
cognoscibles, son enseñables y son realizables. (Touriñan y Rodríguez, 1993,
Touriñan, 1987)
Aunque los valores sean cualidades reales de las personas, las acciones los
sistemas o las cosa, también es verdad que a lo largo de la historia y en las
diferentes culturas se han ido descubriendo diversos matices en el contenido
de cada uno de ellos, y este descubrimiento progresivo ha despenado, la
sospecha de que su valía es relativa a las distintas épocas y culturas, de donde
parece concluirse que nada puede afirmarse universalmente en relación con
los valores, sino que es preciso atenerse a cada una de las épocas y culturas,
ciertamente hay una evolución en la humanidad en el contenido de los valores,
pero una evolución que implica progreso en el modo de percibirlos. Lo cual
significaría que la evolución de los valores no es un simple cambio, sino
progreso, y que volver a etapas anteriores significa no solo cambiar sino no
retroceder, en este punto es de utilidad la Teoría de la Evolución Social de
Habermas, su teoría de la evolución de la conciencia moral de las sociedades,
cuya clave consiste en afirmar que las sociedades aprenden no solo
técnicamente, también moralmente y que este aprendizaje va acuñando la
forma de conocer de sus miembros, de forma que volver a una etapa anterior
significa retroceder.

En una comunidad de vida, los valores que componen una ética cívica, los
valores cívicos son fundamentales como la: libertad, la igualdad, la solidaridad,
el respeto activo y el dialogo o mejor dicho la disposición a resolver problemas
comunes a través del dialogo, no significa esto que no lo sean también: la
lealtad, la honradez, la profesionalidad esto con la intención de saber cuáles
son los valores más indispensables para la ciudadanía.

Se trata de valores que cualquier centro público o privado a de transmitir en


la educación porque son los que durante siglos hemos tenido que aprender y
ya van formando parte de nuestro mejor tesoro, que sin duda los avances
técnicos son valiosos pero se pueden dirigir en diferentes sentidos, se pueden
encaminar hacia la libertad o la opresión, hacia la igualdad o desigualdad y es
la dirección que se le da si conviene ser valioso o rechazado.
De ahí se puede afirmar que nuestro “capital axiológico”, nuestro haber en
valores, es nuestra mejor riqueza, una capital que merece la pena invertir en
nuestras elecciones porque generará sustanciosos intereses en materia de
humanidad.

La educación debe metas, fines y propósitos educativos dirigidos al


perfeccionamiento humano (Huaquin, 2002). Cada individuo tiene su propio
patrón de valores, por esto se hace imperactivo, que cada quien compatibilice
sus valores individuales con los valores expresados en los principios éticos, por
esta razón es que existe el convencimiento de que la educación no puede
reducirse a la generación de puro conocimiento, verdadero capital y principal
recurso para la producción de riqueza del ser humano.

La familia, la escuela, el liceo, la universidad, el trabajo y todo el entorno


social adquieren exigentes estructuraciones, fortalecimiento y mejoramiento en
materia de rendimiento y responsabilidad educacional de los miembros de la
sociedad. Y como dijo Alluin Toffler, (1971): “Toda educación brota de
imágenes del futuro y toda educación crea imágenes del futuro”.
FUENTES CONSULTADAS

Ciudadanos del Mundo, Hacia una Teoría de la Ciudadanía. Adela Cortina,


Juan Escámez, Esteban Pérez, Un Mundo de Valores, Valencia, Conselleria de
Cultura, 1996, Caps. 1-3; Adela Cortina, EL Mundo de los Valores, Santa Fe
Bogotá, El Búho, 1997.

Código Deontológico de Los Profesionales de la Educación.

Educación en Valores, Educación Intercultural y Formación para la


Convivencia Pacífica. J. M. Touriñan López, Universidad de Santiago de
Compostela, Mayo 2005.

Ética de la Profesión: Proyecto Personal y Compromiso de la Ciudadanía.


[Emilio Martínez Navarro]. Recibido: 15/Enero/2006-Aceptado: 9/Febrero/2006.
Doctor en Filosofía por la Universidad de Murcia (España). Profesor titular de
filosofía en Murcia. Autor de Ética (1996, en colaboración con Adela Cortina),
Solidaridad liberal: la propuesta de John Rawls (1999), Ética y Fe Cristiana en
un Mundo Plural (2005).

La Función del Docente: Entre los Compromisos Éticos y la Valoración


Social. Oscar Armando Ibarra Russi.

Revista: Educación en Valores. Ética del Docente. Autoras: Angula


Nerkis, Acuña Iraima. Año2/vol.1/Nº3. Valencia, Enero – Junio 20005.
REFERENCIAS

Adela Cortina, 1986. Ética Mínima. Introducción a la Filosofía. Práctica. Dialogo


por José J.L. Aranguren, 1ra edición, 1986; 6ta edición, 2000.

Adela Cortina. El Quehacer Ético. Universidad de Valencia.

Huaquin, V. Ética y Educación Integral. [Versión electrónica]. Extraído el 12 de


Noviembre, 2002.

Ibarra, O. 2004, “Relaciones entre Ciencia, Educación y Sociedad en la


formación de los educadores: aportes para el debate”. En Revista Tecné,
Episteme y Didaxis. P. I-VI. Bogotá: Universidad Pedagógica Experimental.

Robalinocampos, Magaly, (2005). ¿Actor o Protagonismo?: Dilemas y


Responsabilidades de la Profesión Docente, en: Revista PRRELAC.,
Protagonismo docente en el cambio educativo. Nº1, Julio de 2005. Santiago,
Oficina regional de Educación para América Latina y el Caribe – OREALE
Unesco.

Toffler, A., 1971., EL “Shok” del futuro. Barcelona: Plaza & Janés.

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