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La percepción se puede considerar como la capacidad de los organismos para obtener información

sobre su ambiente a partir de los efectos que los estímulos producen sobre los sistemas
sensoriales, lo cual les permite interaccionar adecuadamente con su ambiente.

En el caso de la modalidad visual, la percepción puede entenderse como la obtención de


conocimiento del mundo físico que nos rodea a partir de la disposición óptica, es decir, el complejo
patrón de la luz reflejada por los diferentes elementos que lo componen (ver figura 1).

Queda claro, pues, que el resultado de la percepción (información sobre el entorno) es algo muy
distinto de aquello de lo que se parte (la disposición luminosa concreta que en cada momento
llega a los ojos). Es por ello, que como otros muchos aspectos denominados "cognitivos", la
percepción puede entenderse como procesamiento de información: una serie de operaciones que
transforman un elemento de entrada (o input) - la luz- en otro de "salida" (o output) diferente -
información sobre el entorno.

http://www4.ujaen.es/~mrgarcia/Tema1PAM.pdf

http://digital.csic.es/bitstream/10261/10500/1/g-13-5-007.pdf

El estado de salud percibido es uno de los indicadores más consolidados y fácilmente preguntados
en las encuestas de salud.

La valoración del estado de salud nos acerca no sólo a quiénes perciben su salud de una u otra
forma, sino que también aporta una primera aproximación de por qué los individuos perciben su
salud de la forma en que lo hacen. La autopercepción del estado de salud es un sencillo y buen
indicador de la satisfacción vital, más incluso que el número de enfermedades diagnosticadas. Los
individuos con salud deficiente suelen estar menos satisfechos con sus vidas que los que tienen
percepciones más positivas.

Los trastornos funcionales que impiden la realización de actividades diarias perjudican la


autoestima y la sensación de bienestar. La limitación o reducción de actividades diarias que
realizan los mayores, por ejemplo, en su tiempo libre (diversiones, paseos, visitas, etc.), por razón
de algún dolor o síntoma, ocasiona percepciones del estado de salud lógicamente muy negativas
(Tabla 3, Figura 2). Entre aquellos que han tenido que reducir sus actividades de ocio por estos
motivos no llega a uno de cada diez que perciba bien su salud. Los condicionantes de las
actividades diarias también dificultan las relaciones sociales, además de restringir (o suprimir) las
actividades de ocio. El estilo de vida inapropiado o los hábitos poco saludables también se asocian
con valoraciones negativas. Por ejemplo, la obesidad significa un incremento de la propensión a
padecer algunas enfermedades (cardiovasculares, tensión arterial, diabetes); a veces, es
consecuencia de la propia enfermedad, la medicación, o de una menor movilidad, o cambios en las
dietas, etc. En cualquier caso, la obesidad conduce a problemas de movilidad y de dificultad en la
realización de actividades de la vida cotidiana y a percepciones del estado de salud negativas.

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