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Arequipa y la leyenda "negra"

durante la guerra con Chile


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Redacción :
Plataforma_glr

26 Ene 2014 | 2:00 h


Elizabeth Huanca Urrutia
Arequipa

El 12 de setiembre de 1983, la extinta revista Oiga publicó un artículo anónimo:


“Arequipa se rindió sin luchar con los chilenos”. El informe denunciaba que el
pueblo arequipeño permitió el ingreso e instalación de la tropa “enemiga” a la ciudad
sin oponer resistencia.

El informe del semanario se apoyó en cartas de excombatientes de guerra que


aseguraban una supuesta cobardía de los arequipeños durante la toma de la ciudad, el 29
de octubre de 1883. Para el historiador arequipeño Juan Guillermo Carpio Muñoz,
esta versión carece de veracidad, tiene vicios y vacíos aberrantes.

“La leyenda negra de Arequipa no tiene ningún fundamento (…) quienes dicen eso
son ignorantes de la historia”, afirma tajante Carpio Muñoz, mientras conversamos en
el cuarto piso de su casa ubicada en el barrio de San Lázaro. Desde ahí se observa la
cúpula de la Iglesia San Agustín. Este recinto sirvió como caballeriza para los chilenos
cuando ocuparon Arequipa entre 1883 y 1884. Este templo no fue el único vejado
durante la guerra, los chilenos levantaron sus cuarteles en iglesias de Sachaca y
Tiabaya. Permanecieron 300 días en la ciudad.

AREQUIPA Y LA GUERRA
El 25 de octubre de 1883, la Ciudad Blanca era tierra de nadie. Había desorden y
caos en las calles. El alcalde Diego Butrón fue asesinado por una turba de
enloquecidos pobladores. Butrón apoyaba la corriente de ceder territorio a Chile a
cambio de la paz. Por eso lo mataron, dice Carpio Muñoz.

Sin embargo, dos días antes, el ministro arequipeño Mariano Nicolás Valcárcel, firma
una carta que comunica el acuerdo entre autoridades militares y de gobierno que
residían en la ciudad. Harían resistencia a la ofensiva chilena.

Inexplicablemente, los planes cambiaron. De acuerdo a Carpio Muñoz, el 26 de


octubre los militares liderados por el contraalmirante piurano y vicepresidente del
Perú, Lizardo Montero, huyeron a Puno, dejando a la ciudad desguarnecida. “Lo
que hubo en Arequipa no fue cobardía, lo que hubo fue desconcierto, confusión y falta
de un plan para defenderla”, señaló el exdiputado Javier de Belaunde, en un reportaje
de octubre de 1983, hecho por “Caretas”, que mostró la otra cara de la versión de Oiga.
La República: 26 Ene 2014 |
https://larepublica.pe/archivo/767834-arequipa-y-la-leyenda-negra-durante-la-guerra-con-
chile/

Elizabeth Huanca Urrutia


Arequipa

El 12 de setiembre de 1983, la extinta revista Oiga publicó un artículo anónimo:


“Arequipa se rindió sin luchar con los chilenos”. El informe denunciaba que el
pueblo arequipeño permitió el ingreso e instalación de la tropa “enemiga” a la ciudad
sin oponer resistencia.

El informe del semanario se apoyó en cartas de excombatientes de guerra que


aseguraban una supuesta cobardía de los arequipeños durante la toma de la ciudad, el 29
de octubre de 1883. Para el historiador arequipeño Juan Guillermo Carpio Muñoz,
esta versión carece de veracidad, tiene vicios y vacíos aberrantes.

“La leyenda negra de Arequipa no tiene ningún fundamento (…) quienes dicen eso
son ignorantes de la historia”, afirma tajante Carpio Muñoz, mientras conversamos en
el cuarto piso de su casa ubicada en el barrio de San Lázaro. Desde ahí se observa la
cúpula de la Iglesia San Agustín. Este recinto sirvió como caballeriza para los chilenos
cuando ocuparon Arequipa entre 1883 y 1884. Este templo no fue el único vejado
durante la guerra, los chilenos levantaron sus cuarteles en iglesias de Sachaca y
Tiabaya. Permanecieron 300 días en la ciudad.

AREQUIPA Y LA GUERRA
Según Carpio Muñoz, luego que el Ejército Chileno ocupó Lima en 1881, buscó sin
éxito un tratado de paz que consagrase sus ambiciones territoriales (apropiarse de Arica,
Tarapacá y Tacna). Entonces propició una Junta de Notables que el 22 de febrero de
ese año eligieron al jurista arequipeño Francisco García Calderón como presidente
del Perú. Este no favoreció los planes chilenos y buscó mantener la integridad
territorial. Por ello lo apresaron y enviaron a Chile el 6 de noviembre. Días antes de
su caída, García designó a Lizardo Montero como vicepresidente. Este decidió
establecer su gobierno en Arequipa, ungida como capital del Perú debido a su posición
estratégica. Montero ingresó junto a otros militares a la ciudad sureña el jueves 31 de
agosto de 1882. Ese mismo día, el general cajamarquino, Miguel Iglesias –jefe militar
del Norte- se rebeló contra Montero. Su acto, conocido como el grito de
Montán, planteaba el reconocimiento de la derrota de la guerra y la firma de la
paz con cesión de territorio.

El hecho fue condenado por varios pueblos, incluido Arequipa, que se negaron a
aceptar la mutilación de la patria. Montero vivió 14 meses en la ciudad. En ese lapso,
a decir de Carpio, la población se organizó para mantener a las tropas peruanas y los
militares. “Arequipa jugó un papel heroico fundamental. Participó de forma activa
en la campaña del sur, con varios batallones de jóvenes y mantuvo al gobierno de
Montero”, remarca el historiador.

En setiembre de 1883, el ejército enemigo decidió tomar la Ciudad


Blanca. Montero, pese a aseverar que harían resistencia, usó tácticas de defensa
desconcertantes, como ordenar el retiro de tropas asentadas en Moquegua, lo que
permitió el avance de los chilenos hacia territorio mistiano.

Ante la inminente ocupación, el cuerpo consular, integrado por empresarios que vivían
en Arequipa, entre ellos Enrique Gibson, dialogaron con Montero para que evite
enfrentamientos dentro de la ciudad. Este rechazó el pedido, sin embargo ordenó el
desarme de la Guardia Nacional, integrada por civiles arequipeños. Los soldados
tomaron el acto como traición. Ello desató una rebelión y el caos de la población, que
terminó con la huida del dignatario y el abandono de la ciudad a su suerte. A su huida,
las picanteras le lanzaban agua hirviendo que utilizarían para la preparación de la
chicha de jora. como señal de repudio.

El 27 de octubre, Enrique Gibson envió una carta al jefe de la expedición chilena,


José Velásquez, para sostener una reunión en Paucarpata, antes que ocupe la ciudad. La
cita concluyó con un acta que decía: “que a causa de la retirada del Ejército (peruano) y
el abandono del gobierno, el pueblo de Arequipa se vio en la necesidad de
reorganizar sus autoridades, adhiriéndose a la causa de la paz por creer imposible su
resistencia (…) por lo que representantes de Arequipa ponen la ciudad a disposición del
jefe del Ejército Chileno, esperando que se ciña a los principios de derecho de gentes”.
Iglesias había firmado nueve días antes el Tratado de Ancón.

Los mártires de Quequeña y la Higuera en Cayma

Dos pruebas concretas de que Arequipa se mantuvo rebelde a la ocupación de Chile son
los episodios de Quequeña y Cayma.
El primero ocurrió el 24 de noviembre de 1883, cuando el sargento Francisco Agustín
Román y dos soldados (Juan Fernández y Francisco Valdebenito)intentaron abusar de
una pobladora de Quequeña. Los lugareños, mataron a dos de ellos y el tercero huyó
con vida. El hecho tuvo represalias y concluyó con el fusilamiento de seis pobladores.
Otro hecho involucra a los mártires de la Higuera: Ángel y Pío Talavera, Mariano
Huanqui y Mariano Huamán, asesinados por soldados al resistirse al robo de sus
animales y ganancias. El hecho ocurrió en Cayma. "La población vivió con rabia los
días de ocupación, por eso es un error decir que hubo sumisión", comenta Carpio.

Añade que Arequipa ofreció héroes como Manuel Ugarte, Isaac Recabarren, Clodomiro
Chávez, Sebastián Luna, Carlos Llosa (pariente de MVLL), Juan Antonio Portugal,
Mariano Bustamante, Manuel Jesús Osorio. etc.

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