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EL DESEO DEL PSICOANALISTA, Lic.

Alfredo Eidelsztein
5ª reunión (7/IX/2000), Alienación y Separación II

La idea, hoy, es trabajar específicamente “alienación y separación” como términos para concebir la
necesidad por la cual Lacan arriba al “deseo del psicoanalista” como motor del análisis.
Hay, en el mismo planteo de Lacan, casi el movimiento mismo que yo quiero plantearles como problema,
porque los términos elegidos por Lacan –“alienación” y “separación”–, inscriben de una manera sumamente
paradójica el problema. Hoy mismo, a la tarde, una analizante me decía: “¡Hoy va a ser..! Estoy re-
enchufada con el ‘laburo’, me va a costar muchísimo conectarme, hoy, con la sesión: ¡estoy re-alienada..!”.
Es un uso coloquial, yo no tuve que preguntarle en qué sentido me lo decía porque, igualmente, no era
lacaniana... Así que podíamos dialogar tranquilos. Y Lacan elige “alienación” –que para todo el mundo tiene
este sentido– para indicar uno de los conceptos que él acuña para dar cuenta de la producción de un
sujeto, la causación de un sujeto. Y “separación” implica necesariamente separarse. Si yo les dijese a
ustedes, por ejemplo a una amiga personal: “Me separé”, jamás ella supondría que, al significante...
Imagínense un progreso de mi análisis, yo estoy muy contento y le digo “Mirá, no sabés qué bien que ando
en mi análisis: me separé...”, y ella diría “¡Noo! ¿Te separaste de un significante?” ... Es muy difícil
concebirlo, ¿quién va a concebir que alguien se separa de un significante? En general, vamos de bruces al
problema de que nos separamos de alguien; especialmente reforzado si el primer término del par es
“alienación”. O sea, si estamos alienados en algo, nos separamos necesariamente de ese algo.
“Alienación” indica muy fuertemente el Otro porque “Alio” inscribe directamente la función del Otro. Con lo
cual, el mismo problema que debe enfrentar Lacan –estimo yo que en el sentido del mismo problema que
debe enfrentar el Psicoanálisis–, lo plantea en los mismos términos contradictorios. O sea, utiliza
justamente los dos términos menos indicados para hablar de eso; porque son , justamente, los términos
más confusos, en el sentido especialmente contrario de lo que él quiere decir (les traigo las citas. Hoy voy a
trabajar, como lo había dicho, entre Posición del Inconsciente1 y Seminario 112, porque para “alienación y
separación” son los lugares obviamente indicados –ése no es ningún descubrimiento–); Lacan trabaja con
los términos justamente contrarios y debe él mismo rectificarse, en el transcurso de Posición del
inconsciente y del Seminario 11, de los significados que estos términos acarrean.
¿Cuál es el problema y cuál es la perspectiva que a mí me interesa del problema, y por qué el “deseo del
psicoanalista” es la solución? Al problema ya lo planteé, tiene tres andaniveles: a la subjetividad humana
hoy se la concibe como individual: cada uno de nosotros es un ente. Les debe resultar obvio a ustedes que
cada uno de nosotros sea un ente y no espero que nadie me plantee ningún tipo de polémica ni discusión
filosófica; que haga el esfuerzo de suponer que yo utilizo “ente”, desde el castellano. Y como,
efectivamente, en el diccionario de la Real Academia “ente” está, no hay ningún problema, hacemos caso
omiso del saber de la filosofía. Y si les resulta obvio que cada uno de nosotros sea concebido como un
ente, les advierto que es una concepción sumamente moderna y que en otras culturas, para nada se
consideraba que una persona –para decirlo de alguna manera– fuese el ente correspondiente para analizar
esa persona. Por ejemplo, para muchos problemas de decisión económica, moral, social y religiosa, los
griegos de la antigüedad, de la época clásica, consideraban que el “ente” era la familia. Si no tienen en
cuenta eso, nunca van a entender Antígona; porque de Antígona uno se pregunta: ¿pero cómo se dejó
llevar a la propia muerte por un enterramiento? ¿No está pagando demasiado caro un acto que, bueno, es
de la dignidad? Está todo bien, es muy importante que los a los deudos de uno no se lo coman los perros;
uno entiende eso pero ¿llegar a morir por no enterrar a uno que ya está muerto? Lo que pasa es que, para
Antígona, ella –Antígona– está constituyendo un ente que le da existencia, que son los Laplácidas. Para
nosotros, eso es totalmente inconcebible; para nosotros, cada uno de nosotros es un ente que corresponde
ser considerado para analizarnos a cada uno de nosotros. Si esto es así, se acompaña de un movimiento
muy fuerte –muy típico de nuestra época– que es que, al dolor, al sufrimiento, se lo considera sin
significado. Es por eso que las neurociencias arrasan. Las neurociencias no arrasan por los grandes
descubrimientos de las neurociencias. Reconozcamos entre nosotros que los descubrimientos de las
neurociencias son ínfimos, despreciables y que siguen con el Proyecto... de Freud, más una página y
media... Diego Golombek, el otro día, nos explicó que el dibujito de la neurona lo hacíamos mal. Mucho
más, a ninguno de nosotros nos explicó nada. Porque no saben nada, porque no tienen nada que
descubrir. Pero, ¿por qué tanto impacto de las neurociencias? Porque ahora el ente es el individuo; con lo
cual, la estofa, el asunto como materialidad es la carne. Entienden que si el ente no es la persona sino la
1
J. Lacan, Escritos 2, (ed. Siglo XXI, Buenos Aires 1987, p. 808).
2
J. Lacan, El Seminario, libro 11 (ed. Paidos, Buenos Aires 1995).
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familia, la estofa del asunto no puede ser la carne. La carne como metáfora de los Laplácidas no puede ser
la carne de alguno de ellos. Pero si el ente está circunscripto por el tegumento, ¿cómo hacer para distinguir
que la estofa del ente no sea la carne? Y si es la carne –esto es un producto del siglo XIX– entonces el
dolor se caracteriza por ser un dolor sin significado. Eso es decimonónico, no es lacaniano. Los lacanianos
creen que inventaron la pólvora, con el “goce”, que está más allá de las palabras. Eso no es lacaniano y ni
siquiera es el “goce”, de Lacan. Eso es un concepto occidental de la forma de entender el dolor –que es sin
significado. Nosotros decimos que es “pulsional” pero sin lugar a dudas es de la carne. Y ‘tras cartón’ de
considerar al ente como un individuo y al sufrimiento –o al dolor– sin significado, luego vienen las drogas y
las neurociencias como plafond terapéutico. Es “uno más uno igual a dos”, no hay salida para eso.
Para el Psicoanálisis, en vez de “persona” o “individuo”, la única salida que tenemos es el sujeto. Pero les
pregunto yo: ¿qué entendemos por “sujeto”? Porque si se trata de “un sujeto de treinta y cinco años viene a
la consulta”, entonces “sujeto” es “chabón”... Con lo cual, es otro nombre del “individuo” y con eso no
ganamos nada, eh. O sea, solamente nos rescata el concepto de “sujeto”. Y como concepto de “sujeto”, lo
que propongo trabajar es una concepción distinta de la de “persona”, “individuo”, o cosas por el estilo.
Efectivamente, para el dolor, trabajamos con la noción de “goce” pero mi impresión es que la ganancia
aportada por Lacan mediante la noción de “goce” no es que esté “más allá de las palabras”. En todo caso,
eso ya lo tenía Freud: en la segunda tópica ya lo tenía de cabo a rabo, no hacía falta cambiarle el nombre a
eso –podríamos seguir llamándolo “Eso”, y lo tendríamos perfectamente. Para Freud, hasta era anterior a
las palabras así que no se trata de eso. Mi impresión es que lo que aporta Lacan, para el “goce”, es la
causa. Articula el “goce” a la “causa”. Y les advierto que articular el goce a la causa no es articular el “goce”
al “objeto a” sino a la pregunta por la causa; o sea: “¿cuál es la causa de este goce?” . Nosotros hacemos
equivaler, plenamente, “objeto a” a “causa” y, a veces, me parece que con eso estamos velando un
problema ya que lo que planteo como radicalmente lacaniano frente al goce, es la causa. O sea, pregunta
por qué: “¿por qué hay este sufrimiento?”. En ese sentido, vuelvo a traerles la cita que, a mi entender, es
la clave del problema, y es que los psicoanalistas nos posicionamos como que todo lo que es real es
racional. Y no estamos queriendo decir con eso que si cuando venías al consultorio, te cayó el piano por la
cabeza, algo de la resistencia habrá en vos, por lo cual te cayó un piano en la cabeza; que es un estupidez
supina dicha por muchísimos psicoanalistas y que no tiene el menor sentido. Porque no nos referimos a
ese real sino a lo real del goce. Si hay un goce que es real, la propuesta del psicoanalista es operar sobre
ese goce mediante un porqué. La vez pasada les planteé hasta la dialéctica de ese porqué. Se acuerdan
de que para Lacan era sencillamente que alguien venga preguntándose por el porqué de su goce, y es
claro que todo el problema está en que alguien venga a consultarnos sin preguntarse por el porqué de su
goce –cosa que es la puesta en forma de la demanda, que es crucial. Pero Lacan dice que alcanza con
invertir la demanda para que ya advenga otro nivel, entonces que alguien venga y diga “yo padezco por
esto y no sé por qué esto me sucede” . Lacan dice que alcanza para producir un cambio radical en la
estructura de eso, con que uno le pregunte “¿Y por qué cree que eso le pasa?” . ¿Entienden? Tomar la
pregunta e invertirla. ¡Es espectacular lo que eso produce! Y, a veces, ¡los años que uno pierde por no
hacer esa pregunta! Lo que pasa es que uno supone que es una pregunta estúpida porque es la misma
pregunta que nos hicieron a nosotros: “vengo a verlo porque a mí me pasa esto, esto y esto, y no sé por qué
me pasa”. Entonces uno supone que hay que ponerse a trabajar para saber por qué le pasa, cuando lo que
propone Lacan es que hay que poner a trabajar la pregunta; y que la forma de ponerla a trabajar no es otra
que la de devolverle al sujeto “pero, ¿por qué cree usted que eso le pasa?”. Es notable lo que sucede
cuando uno invierte la pregunta. Es notable, parece una nimiedad pero es la práctica a partir de la cual –
van a ver– nos va a ser necesario el “deseo del psicoanalista”.
Bueno, y para las neurociencias y las drogas, la opción que nosotros seguimos ofertando es la palabra.
Aunque parezca mentira es la palabra. Frente a esta fuertísima tendencia occidental de que el goce no se
corresponde a las palabras, lo que yo propongo es que la respuesta del Psicoanálisis aún hoy –con todos
los seminarios de Lacan ya leídos y estudiados– sigue siendo la palabra; la respuesta sigue teniendo
estructura de palabra. Con lo cual, el problema que se nos plantea es tratar de darle estatuto a lo que nos
propuso Lacan con el silencio, con no brindar significado, no brindar sentido, que yo creo que hoy ya ha
llegado al punto de no interpretar. Mi impresión es que cualquier lacaniano que se jacte de su condición de
tal, y que se apoye en los últimos seminarios de Lacan (que nunca sé lo que quiere decir eso, pero es la
fórmula), directamente postula que no se interpreta más, que interpretar es llenar de significado y de
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sentido, que el sueño o las formaciones del inconsciente son su propia interpretación y que lo único que
cabe hacer es el silencio. Les advierto que ésa es la posición de las neurociencias. Las neurociencias,
frente al sufrimiento, se quedan en silencio porque te dan una pastilla. Eso es, exactamente, Occidente.
¿Acaso ustedes, cuando se van frustrados del médico, no dicen: “no me dijo nada”? Y cuando se van
frustrados del analista, ¿no dicen lo mismo? Les pregunto la verdad: como experiencias discursivas
coloquiales, ¿no se van quejándose de lo mismo? ¿No ha dejado más de uno de ustedes un análisis
porque el analista “no le decía nada”? Lo mismo que cuando iban a lo del médico y les decía: “Sí, usted no
tiene nada”, y ustedes se decían: “¡Cagué!”... ¿Vieron que cuando uno va al médico y te dice que no
tenés nada, decimos “¡cagué!”? No porque te dice que no tenés nada sino porque no agrega el
procedimiento de palabra que hay que agregar para que uno se sienta bien. Los médicos no practican el
procedimiento mínimo de palabra que hace falta. ¿Saben lo que tiene que hacer un médico? Si tienen un
médico familiar y quieren que tenga éxito, que gane plata, díganle: “Después de tener la placa, no le digas
que no tiene nada; decile ‘no, la placa está bien’”... No, no es lo mismo. Otra es quitarle el valor de verdad
al sufrimiento: —“Usted no tiene nada”, —“Sí, pero a mí me duele” . Ése es todo el problema. Que digan:
“en la placa no hay nada, no se ve nada; algo debe haber pero quédese tranquilo que lo vamos a seguir
estudiando, investigando. Ya lo vamos a encontrar, usted quédese tranquilo” . ¡Se le llena el consultorio, eh!
Les garantizo que si tiene un semblante más o menos adecuado –¡si es un ‘nabo’ total, no!–, si hace un
buen semblante y le dice “quédese tranquilo, vamos a seguir estudiando el problema y usted me llama,
cualquier cosa, si esto recrudece o no. Y si mejora, también; por favor, si mejora, aunque sea ahora cuando
usted sale de acá y mejora, le voy a pedir por favor que me llame” ... ¡Sabés cómo mejora, ¿no?! ¡De acá a
la China! Pero ya no confiamos más en eso, y no es un problema del Psicoanálisis, no es el progreso del
Psicoanálisis. Es el desarrollo de la concepción del sufrimiento en nuestra sociedad.
En la reunión anterior habíamos estado trabajando, entonces, “alienación y separación” y lo que yo les
había propuesto es que no teníamos que olvidarnos de que “alienación” era el movimiento primero –que
para Lacan tiene la lógica de un “o”–, y separación, que es el movimiento segundo, para Lacan tiene la
lógica de un “y”. Después le va a agregar una modalidad operatoria que es la teoría de conjuntos, con
reunión e intersección, que vamos a ver hoy. La temporalidad que corresponde a estos dos movimientos es
un bucle –o sea, es un círculo–, que Lacan lo propone solamente como un círculo que tiene una torsión en
el medio. Es decir que no es un círculo así sino que es un círculo que antes de un unirse se le pega una
torsión. Es un círculo que tiene una torsión. La estructura temporal circular permite seguir diciendo
“primero” y “segundo”, pero no autoriza a que haya “primero” sin “segundo”, ni “segundo” sin “primero”. O
sea, la operatoria existe como tal cuando el círculo se cierra y, si el círculo no se cierra no es eso.
¿Entienden lo que estoy diciendo? No se puede decir de ningún paciente que se quedó en la “alienación” y
no se produjo la “separación”, como tantas veces se dice en el hospital: “es un caso en que está alienado a
la madre y lo que pasa es que no se produjo una separación” ... No existe eso. Sí acepto que
coloquialmente, en castellano, alguien metaforice la relación de alguien con su mamá, como que está
“alienado” a la mamá. Eso sí. Y que alguien no se separó de la mamá, también: yo conozco a varios... Pero
no es “alienación” y “separación” de Lacan; y no son los dos procedimientos mediante los cuales Lacan
concibe la causa del sujeto. Con lo cual, no son útiles, así como fueron dichos, para dar cuenta de la
estructura de una falla –sólo para describirla. Es decir, no pueden ser nunca términos evolutivos; si la
estructura temporal es circular, nunca pueden ser términos evolutivos. Y lo importante de no ser términos
evolutivos –además de darnos una buena teoría temporal– nos advierte que “separación” no es mejor que
“alienación”. Porque en el evolutivo, la evolución indica que “dos” es superior, mejor, más desarrollado, más
adaptado –o lo que sea–, respecto de “uno”. La evolución no es el mero paso del tiempo, no es “posterior”;
lo más evolucionado no es lo segundo, es algo “mejor”.
Ahora bien, si Lacan propone empezar por un “o” y cerrar el mecanismo por un “y”, yo les había propuesto
la necesidad de articularlo a metáfora y metonimia; porque Lacan tiene producido ya mucho antes, y en
una apuesta muy fuerte, que los dos mecanismo fundamentales del inconsciente son la metáfora y la
metonimia, cuya lógica es “o” e “y”. El problema con el que nos encontramos aquí es que Lacan invierte la
forma de presentar los mecanismos que él tiende a hacer ya que si ustedes recuerdan el escrito donde
Lacan los presenta, primero Lacan presenta la metonimia y luego la metáfora. Mientras que aquí propone
hacerlo de una manera inversa: primero el “o” y luego el “y”. A mi vez, les había propuesto que quizás

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teníamos que revisar ciertas articulaciones que Lacan había propuesto sobre metáfora y metonimia a la luz
de alienación y separación. Con lo cual, quizás “alienación y separación” sea la segunda vuelta que Lacan
le da a “metáfora y metonimia”. O sea que después de practicar y seguir pensándola y elaborándola cuatro
o cinco años la lógica de “metáfora y metonimia”, concluye a la altura de los seminarios en cuestión –por
ejemplo, el Seminario 11 en comparación con el Seminario 53–, que hay que hacer una rectificación a lo
que él había planteado con metáfora y metonimia. Si yo les hubiese preguntado al comienzo de la reunión
los dos mecanismos –o los dos procedimientos, o las dos modalidades– de la causación del sujeto, por
parte de Lacan, ustedes me habrían dicho “alienación y separación”. Pero si yo les hubiera preguntado
mediante qué legalidad se produce el sujeto del inconsciente, ustedes habrían dicho “metáfora y
metonimia”. Con lo cual, de hecho les advierto que se nota que no son temas alejados entre sí, y que
quizás pueda ser entendido como una segunda vuelta.
Lo último, para que la articulación sea lo más desarrollada posible: recuerdan que la primera presentación
de Instancia de la letra, por ejemplo de metonimia, era que introduce la falta en ser en la relación de objeto.
Y se acuerdan de que metáfora es articulada por Lacan a la chispa creadora. Quiere decir que, sin ningún
problema, entre nosotros podríamos asignar a la metonimia un valor de “-“ (menos), y a la metáfora un
valor de “+”, un plus. Primero, por su valor opositivo: son dos, nada más que dos y fuertemente opositivas;
y por otro lado, porque la metonimia introduce un “-“ (menos) –la falta en ser– y la metáfora tiene que ver
con la creación de un ser.
La pregunta es qué ganaríamos al sustituir metáfora y metonimia por alienación y separación, y la pregunta
radical para la reunión de hoy es qué ganamos articulando alienación y separación a “reunión” de teoría de
conjuntos, e “intersección” de teoría de conjuntos –que es el nuevo paso dado por Lacan, que no estaba
articulado a metáfora y metonimia.
Yo voy a seguir el texto Posición del inconsciente y voy a trabajar dos o tres citas que me interesan del
Seminario 11. Lo que vimos la vez pasada, de Posición del inconsciente, eran los dos movimientos –el de
alienación y el de separación– porque Lacan, en ese texto, los presenta dos veces: primeramente como
“primero y segundo movimientos”, y la segunda vez directamente definidos como “alienación y separación”.
Son el mismo y están ambos presentados mediante un “o”, el primero, y un “y”, el segundo.
Respecto del primero, Lacan sostiene que el sujeto surge como efecto de lenguaje, que nace de la “hendija
original” –dice en castellano–, y que traduce una sincronía significante que implica una pulsación temporal
primordial, que es el “fading constituyente de su identificación”. Es el primer movimiento –dice Lacan, en el
que el sujeto nace como efecto de lenguaje. Primera cuestión interesante: ya desde aquí vemos que, para
Lacan, no se articulan “alienación” y la causación del sujeto en relación al Otro. No lo plantea en relación al
Otro, lo plantea en relación al lenguaje. Y les advierto que quizás nos convenga distinguir no hacer coincidir
plenamente “Otro” y “lenguaje” –acá lo tenemos como “efecto de lenguaje”. Y entonces lo plantea como
que es el “fading constituyente de su identificación”, y a esto lo llama el “primer movimiento”.
Les propuse, la vez pasada, que el “fading constituyente de su identificación” podía ser entendido como el
“S barrado” ($) y el “I(A)”, como los términos del vector de la intención del grafo del deseo, entendidos en la
rectificación que le hace falta. Lo que pasa es que yo tardé muchos años en terminar de entenderlo y, en
realidad, hasta que alguien no me explicó no lo entendí: el vector de la intención del grafo del deseo, que
está planteado como un arco que sale de “S barrado” ($) y llega a “I(A)”, en realidad, es una sección de un
bucle. Sólo que si esto [señala el grabador] fuese una esfera, tendría mejor forma; pero siendo un grabador
[gesto circular que, en el aire, muestra un bucle] está perfecto: yo puedo hacer así el bucle. ¿Lo ven el
bucle, no? Y se lo presento así y ustedes no van a ver más que la sección porque las líneas siguen acá,
¿se entiende? Con lo cual, lo que plantea Lacan es que el movimiento primero es el fading del sujeto
correspondiente a su identificación. Con “alienación” vamos a terminar de entenderlo. Pero se trata,
entonces del advenimiento del sujeto, y su advenimiento es directamente articulable a su desvanecimiento.
Habría que decir que es su “advenimiento desvanecido” o su “desvanecimiento advenido”, como ustedes
prefieran; son ambos correspondientes. Cuando Lacan explica un poquito mejor a este primer movimiento,
dice que antes del efecto del lenguaje el sujeto era nada –no era nada. En el segundo momento de este
primer movimiento, adviene como significante pero desaparece como sujeto: se identifica a un significante y
en el mismo acto de identificarse a ese significante –que es el fading– desaparece como sujeto, y Lacan
dice que la nada se sostiene por el segundo significante. ¿Entienden el movimiento? Una nada, luego

3
J Lacan, El Seminario, Libro 5 (ed. Paidos, Buenos Aires 1999).
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adviene como significante y desaparece como sujeto –no es lo mismo la nada que el fading–, y la nada se
sostiene por el segundo significante. Con lo cual, de vuelta –no sé si lo advierte–, la estructura de bucle. La
cuestión muy interesante a no perder de vista es la torsión del bucle porque no es lo mismo la primera
“nada” que la segunda “nada”. No es lo mismo la nada anterior al advenimiento del sujeto como
significante, que la nada en la que se convierte por el segundo significante. Ése es el “primer movimiento”.

I(A) $

Supongan que esto se trata de una esfera y, entonces, lo que yo les explicaba antes es que esto continúa
por detrás. Yo ya me había dado cuenta solo, sin que me expliquen, de este movimiento 4; esto sí lo había
logrado deducir de la lógica que implicaba lo que Lacan decía cuando Lacan no lo dice nunca estrictamente
así –lo da a entender en L’étourdit5, o sea doce años después. Ahí dice: “obviamente, estaba inscripto
sobre una esfera”. Si alguien leyó Subversión del sujeto6, no es obvio que el grafo del deseo esté inscripto
en una esfera. Pero, como ustedes verán, esto [la línea que une I(A) con $] es exactamente igual que esto:

I(A) $

Y hasta está orientado.


El segundo movimiento (si hay preguntas, cuestiones o problemas vinculados a esto, pueden hacerlas
ahora o dejarlas para después, o como les parezca mejor), al argumento del segundo movimiento Lacan lo
presenta así:

«...el deseo hace su lecho del corte significante en el que se efectúa la metonimia, la diacronía (llamada
“historia”) que se ha inscrito en el fading retorna en la fijeza del deseo inconsciente» 7.

4
[del que une, en un continuum, las dos cadenas aparentemente paralelas de la semiesfera frontal].
5
J. Lacan, Escansión 1 [ed. Manantial, Buenos Aires 1984].
6
J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 773.
7
Ibíd., p. 815.
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Entonces, “el deseo hace su lecho del corte significante en donde se efectúa la metonimia” es el segundo
movimiento. ¿Ven la pista? Digo, ¿ven que “metonimia” quedó segunda? Con lo cual, uno puede decir,
retroactivamente, que lo primero es “metáfora”. Y no hay ningún problema en decir que es “metáfora”
porque efectivamente teníamos que, si la metáfora es creación ex-nihilo, y dijimos que lo primero era
“nada”, y después dijimos que adviene como significante pero desaparece como sujeto: hay una creación.
Ven que se empieza a confirmar –y hay pistas en el texto de Lacan– pero la pregunta es, entonces, por qué
no lo dice claro. Yo no tengo respuestas para eso.
Entonces, “la diacronía (llamada ‘historia’) que se ha inscrito en el fading retorna en la fijeza del deseo
inconsciente”. ¿Entendieron eso? Lacan dice: primero, el deseo inconsciente –es una cita de Freud que
hace Lacan– implica una fijeza, está fijado. Entonces, lo que explica Lacan es que los términos,
diacrónicamente presentados –o sea, lo que llamamos “historia”– son los que brindan los elementos para
concebir la fijeza del deseo. ¿Por qué mi deseo está fijo aunque yo no lo pueda decir, y nunca lo termine de
decir más que de una forma muy indirecta y siempre incompleta? Está fijado a ciertas cuestiones precisas –
aunque yo no pueda terminar de decirlas, ni siquiera cuando muera de viejito– y no a otras que sí puedo
decir. Y creo que alguno de ustedes, también ya esté en posición de decir. Alguno quizá, no. Alguno quizás
esté en que no sabe si desea “más bien esto” –todo un campo, no algo preciso– pero que ya sabe, seguro,
que aquel otro campo, no. Por ejemplo, quizá alguno ya decidió que la danza clásica no va a hacer. Por
ejemplo, yo ya sé con seguridad que mi deseo no pasa por la danza clásica o tocar la flauta traversa: ¡soy
una madera! ¡Seguro que mi vida no pasa por la música! Ya sé que eso no. Y por otras cosas, después de
tantos años, me doy cuenta de que siempre termino haciendo cosas, las que me gustan, las que hago con
entusiasmo, que están entre esto y esto otro. Esto y esto –que me cambian un poco pero no tanto– he
verificado en mi vida, y se verifica –estimo–, que son fijos. No son eminentemente variables. Entonces,
Lacan dice que el segundo movimiento es el que aporta la diacronía, la historia, y es –dado que el deseo
hace su lecho del corte significante– lo que da la fijeza. O sea, para decirlo de una manera pedagógica y
horrible:

S1 S2

si el deseo, originalmente, hace su lecho entre dos términos –lo podríamos inscribir como movimiento [la
flecha entre S1 y S2]–, nosotros sabemos que el deseo no es ni esto [S 1], ni esto [S2], sino algo impreciso
que queda entre esto y esto [S1 y S2].
¿De qué se trataba en el primer movimiento? Si dijimos que era metáfora y creación, ¿era creación de
qué? Del sujeto. ¿Y de qué hablamos en el segundo movimiento?

Intervención: Del fading.

A.E.: No, no. El fading ya está acá, es el fading de la identificación; es cómo se entiende $ [“S barrado”]. Es
más radical que decir que el sujeto queda entre S 1 y S2. Es más claro, es más preciso, es más
psicoanalítico decir el “fading de la identificación”, y eso se verifica: si tuvieron algún paciente –o ustedes
mismos– que estuvo fuerte y plenamente identificado a un término, habrán visto cómo su vida se
desvanecía en la nada. Por eso la identificación a ese término, ¿no? Lo habrán visto: hay vidas enteras que
se desperdician plenamente porque el sujeto se mantiene precisamente asociado a la identificación. Eso se
ve, eso es clínico; pero clínico de la vida cotidiana, no de la clínica “sofisticada”.
Y, entonces, ¿este segundo movimiento de qué menta, de qué habla? Del deseo.

1er Mov. $ Metáfora “o” Sincronía

2do Mov.
d Metonimia “y” Diacronía

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¿Cómo resume Lacan los dos movimientos? Les leo la cita porque es fuerte, es precisa y está muy bien
dicha:

«El segundo “se buclea” en el primero...»

“Se buclea” es un verbo en francés. Los traductores siempre, en castellano, pusieron “se cierra”, y tendrían
que decir “se cierra en forma de circuito”. En francés, “boucle” es “aro”, “anillo”, “hebilla del cinturón”,
“cinturón”, etc. A nosotros nos mata –¡muchas cosas nos matan! El gobierno, los senadores...– que en
castellano “bucle” quiere decir otra cosa: es el “rizo”, el “tirabuzón”. Son también acepciones en el francés,
pero de las menos usadas, la número catorce. En el Grand Robert, como “rizo” es la última acepción. Todas
las primeras acepciones marcan lo que en topología se llama una “línea cerrada de Jordan”, o sea algo que
se cierra pero en forma de circuito. Lacan no utiliza hasta muy tardíamente “línea cerrada de Jordan”; utilizó
primero “toro”, luego “banda de Möbius”, habló muchísimo del “boucle”, y parece que descubrió el concepto
topológico de “línea cerrada de Jordan” pero bastante tardíamente. En la topología que se enseña a los
niños, en el jardín de infantes –porque a los niños, en el jardín se les enseña topología–, lo primero que se
les enseña es cómo distinguir una “línea cerrada de Jordan”. Es decir, poder diagnosticar si se trata de un
circuito cerrado o no. Luego se complejiza, pudiendo estudiarse si la “línea cerrada de Jordan” es “simple”
o “compleja”:

Compleja
Simple

Yo les propongo “líneas cerradas de Jordan” simples.


Entonces Lacan dice que “el segundo se ‘buclea’ en el primero”. En castellano pusieron “se cierra”. El
problema con “se cierra”, es que puede entendérselo como que “se cierra” como una puerta. Es por eso
que nunca se entendió “el cierre del inconsciente”. “Apertura y cierre del inconsciente” nunca se
entendieron, y a la “pulsación” se la entendió como temporal –se abre y se cierra, se abre y se cierra como
si fuese una puerta– y Lacan jamás lo dio a entender así. Lo que pasa es que en francés es clarísimo y en
castellano no se lo puede entender, porque Lacan dice que el “cierre” del inconsciente es la clave de su
apertura. Porque cuando dice que “se cerró”, no dice que “se cerró (como) la puerta y ya no lo tenés más” ,
como se explica en la Facultad de Psicología. “Apertura y cierre”: “está, no está; está, no está”. No es eso.
Es que “se cierra” cuando “se abre”; o sea, el inconsciente se abre, dice y habla cuando ustedes logran un
“boucle”, que podrían entenderlo como un circuito repetitivo. Cuando se produce la repetición y se asumen
las consecuencias de esa repetición, he ahí el inconsciente. En ese sentido “se cerró”: se cerró el “boucle”;
no es que perdieron al inconsciente, que ya no está más. No es efímero, ni instantáneo. Entonces, “el
segundo se cierra en el primero” y Lacan saca dos consecuencias de eso: se proyecta la topología del
sujeto en el instante del fantasma 8. “¿Lo qué, ‘Cacho’? ¡Porque ahí sí, no se entiende nada!” . Pero no
importa, escuchen el “instante”: proyecta la topología del sujeto en el instante del fantasma.
¿Se acuerdan de que el primer movimiento es sincrónico? ¿Ven la correspondencia? “Instante”—“Sujeto”:
la topología del sujeto adviene en un “instante”. ¿Y cómo se entiende eso? Vía la metáfora, porque la
metonimia es diacrónica y la metáfora es sincrónica.
Y Lacan agrega:

8
J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., p. 815.
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5ª reunión (7/IX/2000), Alienación y Separación II

«...lo sella rechazando al sujeto del deseo que se sepa efecto de palabra, sólo es deseo del Otro» 9.

No se entiende nada, yo coincido con ustedes. Pero en el segundo caso, habló del deseo, y en el primero
dijo “la topología del sujeto”. En el segundo habla del deseo y es ahí, recién en el deseo, donde Lacan
articula el Otro:

1er Mov. $ Metáfora “o” Sincronía

2do Mov.
d Metonimia “y” Diacronía A

O sea que, efectivamente, esto se articula al Otro; pero no en la alienación. En la alienación no se trata del
Otro. En la separación se trata de la entrada del Otro. Fíjense que es absolutamente lo contrario. Y no son
los primeros seminarios de Lacan: o sea, no es que Lacan es hegeliano.
Entonces, ahora sí, Lacan presenta en Posición del inconsciente: “las dos operaciones fundamentales en
las que conviene formular la causación del sujeto”10 comandadas por el inconsciente. Respecto de la
primera, en castellano dice “enajenación”, mientras que en francés dice “aliénation”. En los Escritos, todas
las veces que Lacan utiliza “alienación”, Armando Suárez puso “enajenación”. A mí no me queda claro por
qué, ya que están los dos términos. El “Entfremdung” de Hegel y de Marx, en alemán, efectivamente se lo
traduce al castellano por “alienación” o “enajenación”; algunos traductores de una manera, y otros de otra.
Con lo cual, es polémica abierta y no es problema. Pero acá no estaban traduciendo al castellano el
alemán “Entfremdung”; estaban traduciendo del francés al castellano “aliénation”. ¿Para qué poner
“enajenación”? Ustedes dirán: “¡Bueno, es un prurito...!”. No, no, ¡prurito las pelotas! Porque no es lo
mismo Alio que “ajeno”. El problema es “alienación”, porque “alienación”, como palabra, introduce al Otro
acá [en el “1er Mov.” del cuadro arriba consignado]. Eso es lo complicado de los términos de Lacan: que en
castellano está oscurecido. Pero él utiliza “aliénation” para el primer movimiento.
Entonces, Lacan dice:

«La primera, la enajenación [aliénation], es cosa del sujeto. En un campo de objetos, no es concebible
ninguna relación que engendre la enajenación [aliénation], si no es la del significante».

Quiere decir que son relaciones entre significantes, y no es una relación entre el sujeto y el objeto.

«Tenemos por origen el dato de que ningún sujeto tiene razón para aparecer en lo real, salvo que existan allí
seres hablantes».

Entonces, lo que preexiste al sujeto son significantes y seres hablantes, y la única relación que se puede
poner a trabajar en el origen del advenimiento del sujeto es la relación entre significantes. Es cierto que
para que haya significantes debe haber sujetos humanos hablantes pero Lacan no está diciendo que es por
la relación entre los sujetos humanos hablantes como adviene el sujeto en la alienación. ¿Se entiende? No
es “ser querido”, “no ser amado”, “ser amado”, “si la mamá quería al papá” o “si el papá quería a la
mamá”... No se niega la existencia obvia de sujetos humanos hablantes para poder postular la existencia
de significantes: si no hubiese ningún sujeto hablante en el planeta, no se podría seguir postulando la
existencia de significantes, aunque seguirían funcionando las computadoras. Supongan que sea verdad
eso de que las computadoras van, algún día, a empezar a pensar y nos van a matar a todos. Operarían

9
Ibíd.. p. 815.
10
Ibíd., p. 818-9.
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con combinatorias binarias, 0 y 1, pero esos ceros y unos así no serían significantes –porque no
representarían a un sujeto frente a otro significante.
Entonces, Lacan propone que en el asunto del sujeto se trata de la articulación entre significantes. En ese
sentido, muy articulable a lo que Freud proponía como la primera lógica operante en las asociaciones del
inconsciente. ¿Alguno se acuerda de cuál era para Freud la primera lógica operante en la asociación de las
primeras representaciones en el inconsciente? El azar. O sea que uno advenga luego de otro. Entonces,
Freud decía “He ahí la matriz inicial” . Siempre me pareció de cuarta, eso, de Freud. Porque nunca
supuse que nada trascendente de lo que yo tenía que ver con ningún sujeto vinculado a mí en la consulta,
padeciese de nada vinculado al azar de dos palabras en su origen. Al menos, yo nunca trabajo así. Me
parece que lo que Freud estaba indicando es algo muy parecido a lo que indica, aquí, Lacan: que de lo que
se trata en el advenimiento del sujeto, lo primero –si uno pudiese hablar de “primero”–, es de meros
significantes relacionados entre sí. Lo que pasa es que esta operatoria no se cierra sin la segunda. Es
decir, no tenemos nunca esto accesible en la clínica. Pero es interesante ver que en Freud hay un
argumento sumamente parecido; Lacan no lo articuló.

«Conceder esta prioridad al significante sobre el sujeto, es para nosotros, tener en cuenta la experiencia que
Freud nos abrió de que el significante juega y gana, si puede decirse, antes de que el sujeto se percate de
ello, hasta el punto de que en el juego del Witz, del rasgo del ingenio, por ejemplo, sorprende al sujeto. Con
su flash, lo que ilumina es la división del sujeto consigo mismo.
Pero que se la revele no debe enmascararnos que esa división no procede de otra cosa sino del mismo
juego, del juego de los significantes... de los significantes y no de los signos» 11.

Un poco más adelante dice:

«El registro del significante se instituye por el hecho de que un significante representa a un sujeto para otro
significante. Es la estructura del sueño, lapsus y rasgo de ingenio, de todas las formaciones del inconsciente.
Y es también la que explica la división originaria del sujeto. El significante, produciéndose en el lugar del Otro
todavía no ubicado, hace surgir allí al sujeto del ser que no tiene todavía la palabra, pero al precio de
coagularlo».

“El significante, produciéndose en el lugar del Otro, todavía no ubicado...”, ven que a Lacan le hace falta
decir “pero, ¿dónde es que están los significantes?”. En el Otro, con lo cual tendríamos al Otro operando
aquí [1er Mov.], y ahí mismo aclara que no: “el significante, produciéndose en el lugar del Otro todavía no
ubicado”. Ven que Lacan no está planteando la relación sujeto—Otro porque al Otro lo plantea, en este
nivel, como “no ubicado”. Luego dice: “hace surgir allí al sujeto del ser que no tiene todavía la palabra”.
Podríamos decir “del ser humano hablante”; es el significante el que hace surgir al sujeto del ser humano
hablante, aunque no hable –un bebé recién nacido. Pero, “al precio de coagularlo”. Aquí, en francés dice “le
figer”, cuya primera acepción es “coagularlo”, la tercera o cuarta es “fijarlo” (quiere decir que cuando a
nosotros se nos corría para “fijarlo” estaba bien), y si ustedes ven todos los usos metafóricos de coagularlo,
indudablemente, Lacan se está refiriendo a “petrificarlo”. ¿Saben a qué metáfora me refiero? A “se me heló
la sangre”, que se utiliza para cuando uno queda “fijo”; con lo cual, entiendan que lo que Lacan está
proponiendo es la “petrificación”. “...pero al precio de coagularlo” , o sea, lo “petrifica”.

«No es pues que esta operación tome su punto de partida en el Otro lo que hace que se la califique de
alienación...».

¿Lo escucharon, no? Habría que decirle: “Y entonces, ¡¿por qué no la llamás ‘Roberto’..?!” . La
“alienación” indica todo lo contrario. Fíjense lo que dice en el Seminario 11:

11
Ibíd., p.819.
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«Nadie podrá negar que esta alienación está muy de moda en la actualidad. Hágase lo que se haga siempre
se está un poco más alienado, ya sea en lo económico, lo político, lo psicopatológico, lo estético y todo lo que
venga [hoy, creo que especialmente –como decía mi paciente–, en el trabajo] . Quizá no esté de más
llegar a la raíz de esta famosa alienación.
¿Querrá decir, tal como parece que yo sostengo, que el sujeto está condenado a sólo verse surgir, in initio, en
el campo del Otro? Podría ser, pero de ningún modo –de ningún modo» 12.

Eso dice en castellano; en francés dice tres veces “de ningún modo”. Parece que al traductor le dio
vergüenza tanta insistencia de Lacan, porque Lacan dice: “de ningún modo, de ningún modo, de ningún modo” .
Y en castellano pusieron “de ningún modo –de ningún modo” . Vieron que siempre los traductores quitan el filo
de lo más radical. Con lo cual, observen que Lacan dice categóricamente que la alienación, en absoluto,
tiene que ver con nacer en el campo del Otro –el sujeto no nace en el campo del Otro. Y los efectos que
produce la alienación no son por su relación al Otro. ¿Entienden que estoy atacando, de una manera
radical, “libertad y determinación en Psicoanálisis”? –esto sería “determinación” [“Metáfora” en el cuadro
arriba consignado] y esto “libertad” [“Metonimia”]. Igualmente, habría que ver de qué determinación se
habla; pero siempre que se habla de “determinación”, se habla de la “determinación” del Otro. ¿Quién
podría liberarse de la determinación del lenguaje? ¡Hay que estar re-chiflado de la cabeza! Aquellos de
ustedes que tengan práctica con la psicosis: habrán tenido locos de todo tipo, rojos, verdes, azules.
¿Alguno planteó algún problema de liberarse del lenguaje? ¡Ni un esquizofrénico con quince años de
evolución plantea semejante locura! Los lacanianos somos capaces de superar lo inimaginable... Porque
planteamos eso: si esto es determinación [“Metáfora”] y esto es libertad [“Metonimia”] es una cosa, pero si
la determinación es al Otro, ¿entienden que la libertad que se produce es necesariamente la locura? Ahora
bien, Lacan aclara veinte veces que la alienación no se trata del Otro, ni siquiera está ubicado el Otro. Es
claro que cuando uno nace –Pitz estudió los efectos de la “ausencia”–, hacen falta Otros, y no Otros
cualesquiera, hace falta Otro más o menos en posición de mamá o de papá, algo parecido a “carne de mi
carne” porque si no, falla hasta la captura de la carne. Es rarísimo eso, nadie lo explicó nunca, pero hay
muerte: si nadie dice “esto es carne de mi carne”, sorprende pero hay muerte. Eso está reconocido; lo que
no estamos afirmando es que por ello la alienación tenga que ver, en sus efectos, con que el sujeto nace
en el campo del Otro. No es que tu mamá te puso el nombre –como dicen los lacanianos–, no es que tu
papá te dio el apellido y vos no elegiste ni nombre ni apellido, no es eso; no se trata de eso. Se trata de un
efecto radical del significante.

«No es pues que esta operación tome su punto de partida en el Otro lo que hace que se la califique de
alienación. Que el Otro sea para el sujeto el lugar de su causa significante [¡Ah, loco, entonces lo dice!
¡Qué ‘chabón’ jodido! No, pero aclara:] no hace aquí sino motivar la razón por la que ningún sujeto puede
ser causa de sí»13.

Y agrega que ni siquiera para los cristianos Dios es causa de sí. No sé si ustedes saben que, en la
teología, San Agustín puso en tela de juicio el causa sui para Dios. O sea que ni siquiera en Dios se
encuentra la causa de sí mismo. Con lo cual, ven que hay una erradicación total de la posibilidad de que
algo sea causa de sí mismo. Así pues, el sostener al Otro en relación a la causa del sujeto no es porque el
sujeto –como sujeto– nazca en el campo del Otro: es la advertencia, dice Lacan, de que no puede ser
causa de sí. En todo caso, será causa de lo Otro, pero no del Otro. Está clarísimo en Posición del
inconsciente y en el Seminario 11, que son los dos lugares en donde más intensamente Lacan plantea la
advertencia.

«La alienación reside en la división del sujeto que acabamos de designar en su causa».

La alienación reside en la división del sujeto. Quiere decir que no es ser Otro, ni depender del Otro, ni estar
marcado por el Otro; no es eso. La alienación es “nacer dividido”.
12
J. Lacan, El Seminario, Libro 11, ob. cit., p. 218.
13
J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., pp. 819-20.
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«La alienación reside en la división del sujeto que acabamos de designar en su causa. Adentrémonos en la
estructura lógica. Esta estructura es la de un vel, nuevo en producir aquí su originalidad [que es un “o” y por
eso se escribe así “v” el simbolito correspondiente a esa operación lógica] . Para eso hay que
derivarlo de lo que llaman, en la lógica llamada matemática, una reunión (que se reconoce ya que define
cierto vel)».

Nosotros tendemos a llamarla “unión”. Es la unión de conjuntos lo que Lacan llama “reunión”. No sé si se
acuerdan algo de la unión de conjuntos; lo que nos interesa de la unión de conjuntos es: el conjunto A (que
tiene los elementos 1, 2, 3), “unión” conjunto B (que tiene los elementos 3, 4, 5), entonces el conjunto unión
AUB tiene cinco elementos, no seis. El que desaparece es el repetido. O sea, el conjunto unión tiene los
elementos {1, 2, 3, 4, 5}. La pregunta es: ¿qué “3” desapareció? ¿El “3” de A, o el “3” de B? Ése es el
problema que Lacan trae a colación, por el nacimiento. No sé si olfatean por qué a Lacan se le ocurrió esto,
por qué fue a buscar ahí, por qué le sirve la unión de conjuntos. Porque Lacan está indicando que lo que
desaparece es lo mismo, lo idéntico. O sea, desaparece la posibilidad de identidad. Por eso “identificación”
y “fading”. ¿Entienden? Nace pero imposibilitado de ser idéntico a sí mismo, porque lo idéntico de sí mismo
‘vuela’.

«Esta reunión es tal que el vel que llamamos de alienación sólo impone una elección entre sus términos
eliminando uno de ellos, siempre el mismo sea cual sea esa elección.»

Lacan lo dice de una manera muy escondida porque parece que está indicando que siempre es el mismo.
Uno se pregunta cuál será ese que desaparece. ¡El mismo! Cualquiera que tenga mismidad con otra cosa,
ése desaparecerá. La vez pasada, no sé si recuerdan que yo les propuse que el inconsciente era el vínculo
en acto entre el sujeto y el Otro –que el sujeto era el sujeto cartesiano y que el Otro era el Otro que
introducía la verdad. Y les pregunté qué quiere decir que sea el sujeto cartesiano y les dije que no sabía,
que Lacan no lo explica; pero les propuse un “¡Bueno pero es el de la frase ‘pienso luego existo’!” . Luego
les dije: “Será el que piensa”. Era nada más que para abonar un problema que yo ya conocía, y que era
mentira que lo que les dije la vez pasada respecto de que no sabía de qué se trataba, porque Lacan lo
desarrolla total y plenamente en el Seminario 14, en donde propone hacer del “pienso luego existo” un
“pienso y existo”. Y el “pienso y existo” en francés es “yo pienso y yo existo” [Je pense et j’existe]. En
francés, el pronombre personal se coloca. Ahí Lacan lo trabaja con las leyes de Augustus De Morgan, de
cómo se convierte una transformación de una conjunción en una disyunción, pero eso no nos interesa. Lo
que yo quería proponerles es que si en la reunión de conjuntos lo que siempre se pierde es “lo mismo”, y
los dos círculos de ........ son “Yo pienso, Yo existo”, lo que cae es “Yo”. ¿Cuál “Yo”? Todo “Yo”. Cualquier
“Yo” que haga identidad consigo mismo. Si ustedes le preguntasen a alguien que dijo: “Yo”, y ustedes le
preguntasen “¿Quién?”, y él dijese de nuevo “Yo”, eso es lo que cae: lo que ilusoriamente alguien estaría
indicando al referirse dos veces a sí mismo, con “Yo”. Lo que pasa es que es muy importante para nosotros
que pesquemos que eso cae, justamente, en el Yo. ¡’Tranqui’, eh! ¡Esto no es filosofía abstracta! ¡Es
verdaderamente lo que pasa con el Yo! Que no por nada es lo último que se adquiere en el aprendizaje del
lenguaje, y en lingüística se lo designa como “Shifter”. Es todo un mundo entender qué quiere decir alguien,
para un ‘pendejo’ de un año y medio, cuando ese alguien dice “Yo”. No lo tomen por filosofía abstracta, eh.
Esto tiene que estar íntimamente anudado a los hechos; si no, no sirve para nada (bueno, puede servir
para mucho porque hay gente que le encanta la filosofía abstracta y disculpen a los presentes que gusten
de la filosofía abstracta pero es que no me gusta a mí). Lo que digo es que esto es eminentemente
práctico, no es de un Lacan especulativo que llegó a pensar las cosas tan extraordinariamente bárbaras,
que ya habla de vaya a saber qué cosas. Está hablando, efectivamente, de cómo sucede: cuando alguien
adviene como “Yo”, en ese mismo momento, el que adviene como “Yo” desaparece porque cualquiera que
se designa como “Yo” sabe que otra persona va a designarse como “Yo”. En ese caso, entonces, ¡“Yo” no
soy “Yo”!.

«Esta disyunción...».
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Ustedes saben que el CD [de las obras completas de Lacan] está levantado con scanner y después está
corregido con un diccionario, pero si el diccionario encuentra una palabra castellana, no la lee; entonces, yo
tengo:

«Esta disyunción se “encama” de manera muy ilustrable»...

Entonces, ¡me quedé! ¡Ésta no la tenía! ¡Éste es otro Lacan, y un poco soez! No, es “se encarna”.

«Esta disyunción se encarna de manera muy ilustrable, si es que no dramática, en cuanto el significante se
encarna en un nivel más personalizado en la demanda o en la oferta: (un rato largo estuve pensando, y
no sé cuál es la oferta y cuál la demanda. Digan ustedes, a ver si la pescan) en “la bolsa o la vida” o
en “libertad o muerte”».

¿Cuál es oferta y cuál demanda? ¡Me hice un lío hoy a la tarde! A veces estaba seguro de que uno era
oferta y el otro demanda. Porque Lacan dice que uno es oferta y otro es demanda. ¡Es difícil, eh! ¿Cómo
encarna la alienación? Lacan va a dar dos ejemplos; observen cuáles: “la bolsa o la vida” –que es lo que te
dice el ‘chorro’– y “libertad o muerte” –esto es lo que dice el héroe, el que se envuelve con la bandera...

Intervención: Eso ya es en la década del setenta.

A.E.: Claro, ¡ahora sería con una valija de dólares..! “¡Los dólares o la muerte..!”. Todavía tenemos unos
cuantos. Piensen en el mundo islámico y la cantidad de ataques suicidas que todavía el mundo islámico es
capaz de proveer. Saben que tienen reclutados cientos y cientos, que no suponemos que todos sean
efectivamente suicidas, pero ya se han dado pruebas de que muchos de ellos sí lo son; con lo cual, están
plenamente en “libertad o muerte”. Me parece que “libertad” les importa un carajo. Me parece que no es
“libertad” lo que pondrían. ¿Qué pondrían? Conozco tan poco... ¡Qué sé yo! “El Ayatolá o la muerte”...

Intervención: “Alá”.

A.E.: Sí, tal cual, “Alá o muerte”. La ........... islámica debe tener una frase de éstas, mediante la cual se
sostiene. Habrán visto fotos de niños disparando armas. En Occidente, esto sorprende muchísimo pero son
los de la vereda de enfrente. Pero todavía se ven muchos casos de éstos.
Entonces, Lacan dice que hay dos ejemplos muy importantes, que él quiere dar, de cómo esto encarna, y
yo quisiera que ustedes observen (aunque no lo dice en Posición del inconsciente, pero sí les traje las citas
del Seminario 11, en donde lo dice. No sé por qué siempre Lacan dice las cosas tan distintas en un escrito
y un seminario, sobre el mismo tema).

Intervención: ¡Para no aburrirse!

A.E.: Para no aburrirse o porque lo cambia él mismo.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Claro, a eso iba. Lo que quería hacerles escuchar, ahora, eran citas del Seminario 11 en donde Lacan
habla del “factor letal”. O sea que la alienación produce un sujeto así, que es como un escudo de Boca...

Intervención: “La libertad o la vida”.

A.E.: “La libertad o la vida”, que es la articulación de ambas. Ustedes escriban “la bolsa o la vida”, “la
libertad o la muerte”, y tienen como “el perro hace miau, el gato hace guau”. Produce eso. En realidad, es
una articulación de estas dos.

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Entonces, lo que Lacan propone es que este efecto primordial del significante encarna con “la bolsa o la
vida” –ven el “o”–, “la libertad o la muerte”, y Lacan trabaja estos dos ejemplos indicando claramente que
nunca se puede elegir verdaderamente una de las dos cosas, sin una pérdida sustancial en la posición en
que uno queda, teniendo la otra. Hasta “libertad o muerte” lo trabaja con la libertad de trabajo, y propone
que la libertad de trabajo, como principio de la Revolución Francesa, produjo al siglo siguiente la libertad de
morirse de hambre. Por la caída de los salarios en el origen del Capitalismo, que llevó a los franceses de la
post-Revolución Francesa a un nivel mucho peor que en el que estaban antes con la monarquía, aunque
parezca mentira. Con lo cual, fíjense ustedes cómo la libertad, para Lacan, siempre tiene un límite muy
preciso y, siempre, muy dramático.
Lo que Lacan propone es que este efecto puro del significante sobre el ser hablante –sobre la carne–, para
que advenga un sujeto, el sujeto adviene connotado por el “factor letal”, que solamente lo dice tres o cuatro
veces en el Seminario 11. Yo les leo dos citas:

«Hay un analista que, en otra dimensión, lo percibió y trató de señalarlo con un término que era nuevo y que
nunca ha sido aprovechado desde entonces en el campo del análisis –la afanisis, la desaparición. Jones,
quien la inventó, la confundió con algo bastante absurdo –el temor de ver desaparecer el deseo» 14.

Ven que Lacan no aplica afanisis acá [2do Mov.]. ¿Ven lo que hizo Jones, no? Uno podría decir: “¡Qué
desaguisado, el de Jones!”. No, mezcló estos dos niveles que Lacan separa. Lacan deja afanisis acá [1er
Mov.] y “deseo” acá abajo [2do Mov.]. Pero Jones no estuvo tan lejos, eh. Nosotros nos cagamos en estos
tipos pero, ¡guarda, eh! En general, estos tipos siempre le pegaron cerca de la cosa; el asunto es dentro de
qué marco conceptual uno lo puede inscribir para poder ponerlo a trabajar en análisis. Lo que hizo Jones
es confundir ambos niveles –puso afanisis del deseo. Y Lacan dice que no, que hay que separar. Y van a
ver por qué.

«La afanisis empero, debe situarse de manera más radical en el nivel donde el sujeto se manifiesta en ese
movimiento de desaparición que califiqué de letal. También en otra forma, denominé este movimiento el
fading del sujeto»15.

Es lo que estamos citando nosotros. La otra cita que les quería hacer escuchar es:

«En ese momento [...], esta separación muy otra está destinada a poner en evidencia lo esencial, en este
campo, del vel alienante –el factor letal»16.

Es lo que estamos describiendo.

«Se trata del vel de la primera operación esencial que funda al sujeto. Me atrevo a pensar que puede tener
algún interés desarrollarlo aquí, ante un público bastante nutrido, pues se trata nada menos que de esa
operación que podemos llamar la alienación.»17.

Quiere decir que, sin lugar a dudas, lo que Lacan propone es que el efecto de que el sujeto sea producido,
sea causado así –mediante la lógica de la alienación–, produce un sujeto asociado a un factor –el “factor
letal”.

Factor
1er Mov. $ Metáfora “o” Sincronía
Letal
14
J. Lacan, El Seminario, Libro 11, ob. cit., p. 215.
15
Ibíd. 2do
16
Ibíd., p. 221. Mov. d Metonimia “y” Diacronía A
17
Ibíd., p. 218.
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Ahora sí, ahora sí: la mitad de ustedes no me va a seguir más... Ahora pierdo a la mitad, pero puedo ir
repitiéndome tranquilamente. Y después sigo hablando con la otra mitad, nada más.
La separación que propone Lacan es la separación del “factor letal”. Hasta ahora ustedes dirán: “¡¿Y por
qué nos íbamos a ir la mitad?!”. No, sigo: la separación que propone Lacan es de “S barrado” ($), del
sujeto como desaparecido. Eso es lo que Lacan va a proponer como “separación”. La bandera de los
lacanianos: el ideal, “lo más mejor”, “no la caca del Yo” (o “estar en posición de objeto” que decimos de
algunos pacientes medio ‘monguis’)... Porque esto [$] sería “lo más mejor”... ¿Es así, o no? Si ustedes son
de Boca, entonces, ¿quién sería Boca? ¡Éste es Boca: $..! ¿Quién es Riquelme o Palermo? Éste, éste es el
que les rompe el culo a todos: ¡$!
Lacan está diciendo que esto es todo lo contrario a la dirección de la cura. Lo que busca toda la sesión del
corte, toda la sesión del silencio, todas esas maniobras, es producir esto: $. Lo escuchamos todos, todo el
tiempo. Después discutimos las citas, ustedes leen los textos, nos rompemos los cuernos. Yo no quiero
convencerlos pero hay una lógica que se desprende: si hay separación, es separación de este efecto ($).
Este efecto es letal, es la petrificación. ¡Eso es S barrado ($), eh! Ahora vamos a ver qué vuelta hay que
darle, en qué ética y en qué dirección, para que la separación sea la separación coincidente con la ética del
Psicoanálisis y no otra.
Decimos “el significante mata la cosa” pero nos parece que es lo salutífero del significante y, no –lo que
Lacan propone es que es la mitad de la operación.

Intervención: Eso es detención del movimiento.

A.E.: Sí, detención del movimiento, aun en lo que atañe a la condición del sujeto. O sea, la condición del
sujeto puro –puro– es un factor letal, es petrificante, no mueve nada, no conduce a nada, no lleva a nada.

«Del mismo modo nuestro sujeto está colocado en el vel de cierto sentido que ha de recibirse o de la
petrificación. Pero si se queda con el sentido, es en ese campo (del sentido) donde vendrá a morder el
sinsentido que se produce por su cambio en significante. Y es ciertamente al campo del Otro al que
corresponde ese sinsentido, aunque producido como eclipse del sujeto» 18.

Éste es el párrafo que articula las dos –alienación y separación. Es clave porque es la entrada del Otro.
Vuelvo a leerlo:

«Del mismo modo nuestro sujeto está colocado en el vel [“o”] de cierto sentido que ha de recibirse o de la
petrificación».

Entonces, tenemos ser y sentido –“ser” produce petrificación, o “sentido”. Tenemos “ser”, o “sentido”.

«Pero si se queda con el sentido, es en ese campo (del sentido) donde vendrá a morder el sinsentido que se
produce por su cambio en significante».

O sea, si está en esta lógica –la que estuvimos trabajando–, entonces lo que será más radicalmente del
sentido será el sinsentido. Es decir, lo que se pierde por la articulación que veníamos describiendo en la
lógica de la unión, de la reunión de conjuntos. Tenemos, entonces, un efecto de que si el sujeto se queda
18
J. Lacan, Escritos 2, ob. cit., pp. 820-1.
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del lado del ser, entonces petrificación –no tiene salida, ¡caput! La salida está por el lado del sentido. Lo
que pasa es que, en esta lógica, si se coloca del lado del sentido, lo que tendrá es sinsentido, lo que se
pierde de eso.

«Y es ciertamente al campo del Otro al que corresponde ese sinsentido, aunque producido como eclipse del
sujeto».

Una vez que está planteado el sinsentido, ahí adviene el campo del Otro. Ni más ni menos, ni más ni
menos que la salida del asunto es siempre del lado del sentido (lo dice Lacan, no lo dice Alfredo que es
“no-lacaniano”). ‘Ligo’ por todos los lacanianos que dicen que la dirección de la cura no es aportar sentido,
sino sinsentido. ¿Entienden que la dirección de la cura lacaniana típica –la pura–es letal, no? Que es lo que
dicen muchos pacientes: “Si te vas a analizar, ¡no te analices con los lacanianos!” . ¡Es letal! Esta práctica
es letal, porque lo que propone Lacan es que del lado del ser no hay salida. Es mucho de lo que propone
Vappereau con los locos. Si un tipo está identificado a una condición de ser –lo que trabajamos con la
locura y la inmediatez de las identificaciones–, o sea si no está dispuesto a pasar por el campo del Otro,
está loco; y con un loco no hay nada que hacer. ¿Entienden que no hay nada que hacer porque no pasa
por el campo del Otro? Entonces, ¿qué podría hacer cualquiera en el lugar del Otro? La salida es si
adviene algo de la índole del sentido. El problema es que la alienación del sentido le provee al sujeto el
sinsentido. Y Lacan dice:

«Y es ciertamente al campo del Otro al que corresponde ese sinsentido».

Lo que hacen ustedes, lo que hago yo, cuando pensamos en ir a consultar a un analista. ¿Deshacemos la
lógica de la consulta al analista? Ustedes padecen, yo padezco, alguien padece: movimiento 1. Y supongan
que padece porque se mudó una banda de Rock & Roll a la casa de al lado... ¡Me sentía Rambo! Pero no
por lo heroico que iba a ser sino, ¡por las ganas de agarrar una ametralladora y matarlos! Ahora bien,
nunca se me ocurrió ir a un analista porque, ¿qué iba a decirle? Y padecía, eh; les advierto que padecía:
¡los quería matar! ¡Un odio asesino! Si a uno le va mal en el negocio porque abrió Coto en la esquina –y
uno tiene una pequeña fiambrería–, uno padece y, ¡cómo se padece! Se padece grosísimo, no hay nada
que hacer. Pero no vas a lo del analista. ¿Cuándo uno va a lo del analista? Cuando uno padece y...

Intervención: [inaudible].

A.E.: Y algo más. Porque suponte que se te mueran tres familiares por motivos distintos, en dos meses. ¡Te
adviene un sinsentido! ¿Entienden? Uno se muere en un accidente, al otro lo mató la novia y al otro lo pisó
un policía, manejando, para salvar a alguien... ¿Vieron que, el otro día, un policía mató al hijo de otro
policía porque iba muy apurado para salvar a alguien? Lo dejaron tirado y dijeron: “¡Vamos, vamos que hay
un rehén!” y dejaron a una chica inconsciente y semimuerta.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Que tiene que ver con uno, porque si tiene que ver con otro... Entonces, es un dolor que tenga que
ver con la condición subjetiva, y un sinsentido, porque si tiene sentido, ¿para qué vas a ir? ¿Cuál es la
salida cuando hay un dolor, uno localiza que algo de ese dolor tiene que ver con uno y el vínculo a ese
sufrimiento es el sinsentido? ¿Cuál es la chance que todavía queda –a pesar de la publicidad de la
Secretaría de Salud, en los subtes? Dirigirse al campo del Otro.
Fíjense cómo sigue el párrafo:

«La cosa vale la pena de decirse, pues califica al campo del inconsciente a tomar asiento, diremos, en el
lugar del analista, entendámoslo literalmente: en su sillón».

O sea que la salida es este parecer –bastante indicado, ¿no? Entienden que aquí está planteado más allá
de coyunturas particulares. Si alguien “es”, del lado de la petrificación, si alguien “es”, no hay nada que
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5ª reunión (7/IX/2000), Alienación y Separación II

hacer con él. Él puede hacer algo consigo mismo pero el Otro, no. Del lado del sentido, por la alienación
adviene el sinsentido. ¿Cuál es la salida? Dirigir eso al sillón del analista. ¡Lacan no es bobo, eh!
¿Entienden lo que está queriendo decir? Al lugar de Otro, no a un ‘chabón’. ¡Guarda, el analista, con
creerse que se le dirige, en términos personales, a él! Se le dirige al lugar que él representa. Pero, ¿por
qué se le dirige al lugar que él representa? Porque es nuestra ética. No es necesario que sea así. Lacan
metió al analista aquí, pero porque es nuestra ética. ¿Qué harían ustedes con un familiar de un ser querido
que padece bajo esas tres coordenadas? “Mirá, che, ¿no pensaste en ir a hablar con un psicólogo? ¿Por
qué no vas? Hablá con un psicólogo y escuchá lo que te puede decir. Quizás, algo entendés de lo que te
pasa”. ¿Se entiende? Con lo cual, la ................... a la separación del factor letal –“factor letal” que, con
Freud, podríamos llamarlo “malestar en la cultura”; lo que pasa es que ahora está especificado como
ineliminable. ¿Se acuerdan de que Melanie Klein proponía el análisis de todo el mundo, que proponía el
Psicoanálisis en la escuela? ¿Para qué? Para evitar el malestar en la cultura. Aquí ya queda claro que es
ineliminable porque es la causa del sujeto. Es ineliminable en cualquier cultura porque el sujeto adviene
así: mortificado. Y eso no es lo que buscamos en análisis –mortificarlo más. Hay muchos analistas que
dicen “esta sesión fue ‘macanuda’ porque advino angustia” ... Habría que recordarles a los analistas que
los pacientes ya vienen bastante angustiados; o sea que no es un logro terapéutico producir angustia, que
la angustia no es un efecto del análisis –la gente, para angustiarse, se las arregla bastante bien sola. Uno
le puede dar una mano, ¡está clarísimo que uno puede darle una mano! Pero hay muchos analistas
lacanianos ‘chochos’ de la vida porque “advino angustia”, y como es una cosa que “no engaña”... ¡Pero
Lacan no dijo que era ‘macanuda’! Lacan dijo que no engaña, no que era ‘macanuda’. Nunca dijo
“búsquenla, eh”, ¿o sí? No alentó su producción, no dijo “¡Angustien!”. Yo no leí nunca que lo haya dicho
y, si lo hubiese dicho yo lo hubiese rechazado; yo no hubiera sostenido esa parte de su enseñanza, cosa
que no me habría traído más que problemas intelectuales pero no otros.

Entonces, adviene el Otro porque es la única chance de poner a trabajar el sinsentido, de cerrar el bucle
iniciado así. Puede ser al analista, puede ser a otro Otro –no todo el mundo tiene que analizarse. Pero
vamos a decirlo en términos filosóficos –Siete Días, Gente, Caras–: la única salida para el sinsentido de la
vida es dirigir el problema del sinsentido a otro (para decirlo de una manera estilo Caras). ¡Yo tendría que
meterme en un revista! ¿Es convocante eso, o no? Bueno, no importa... Yo lo sostengo.
Y en el párrafo siguiente, Lacan dice: Wo Es war soll Ich werden19. Entonces, “donde eso era...”. ¿Está bien
llamarlo a esto “Eso”? ¿Entienden por qué? Porque el sujeto está totalmente nadificado, de otra manera
“nadificada” que lo que era antes de advenir, pero está nadificado –es un “Eso”. Lacan propone que
advenga el sujeto, pero no esto [$], sino que advenga a partir de la separación de este efecto, pasando por
la separación.

«Pasemos a la segunda operación, en la que se cierra la causación del sujeto...».

Lacan dice que “se boucle”20. En castellano diríamos que “se buclea”, porque no “se cierra” como una
puerta, ni se concluye (¿vieron el chiste, ése, que dice por qué tenemos ombligo? Porque Dios dice:
“Terminado... terminado... terminado...”). Uno puede decir “se cierra” porque se terminó. No, no: “se cierra”
porque se produce el bucle.

«Pasemos a la segunda operación, en la que se cierra la causación del sujeto, para poner a prueba en ella la
estructura de borde en su función de límite, pero también en la torsión que motiva el traslape del
inconsciente».
Es lo que yo les proponía la vez pasada: que esto se cierra en forma de bucle, pero que implica una
torsión.

19
Ibíd., p. 821.
20
Ibíd. [En la edición francesa, se lee: «Venons à la seconde opération, où se ferme la causation du sujet…»].
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Si ustedes tuviesen una cinta transparente, le hacen dos flechitas así y las unen con una torsión, lo que
tendrán luego es un bucle así, con una torsión.

«Pasemos a la segunda operación, en la que se cierra [se “buclea”] la causación del sujeto, para poner a
prueba en ella la estructura de borde en su función de límite...».

Es esto: el bucle. El bucle es la estructura de borde en su función de límite. Se produce un cierre pero es
un borde. Se produce una superficie –este límite pasa a ser el borde de la superficie.

«Esa operación la llamaremos: separación».

Y, ahora, esto tenemos que lograr decirlo, por favor:

«Reconoceremos en ella lo que Freud llama Ichspaltung...».

No me van a negar que todos los lacanianos te meten la Ichspaltung acá: [en “$” del cuadro arriba
consignado]. ¡La “división del sujeto”: la Ichspaltung! ¡Mi hija ya lo dice! ¡Ya tengo una en mi casa que ya lo
dice! Me dice: “la división del sujeto es la Ichspaltung”. ¡En su puta vida leyó La Escisión del Yo en el
proceso defensivo, de Freud! No lo leyó, yo les garantizo que no lo leyó. No entiende ‘un carajo la vela’ y ya
es lacaniana... ¡Ella cree que es por fidelidad a mí! ¡Entiendan el malentendido que hay en mi casa! Ella
dice que el sujeto dividido, S barrado, es la Ichspaltung. ¡Cómo si supiese alemán, para colmo! Porque, ¡te
lo dice en alemán! ¡Patético..!
Lacan pone la Ichspaltung aquí: [en la “ d “ del cuadro arriba consignado]. Les recomiendo leer –leamos
una vez– La Escisión del Yo para que quede claro que no es el sujeto dividido, de Lacan. No lo es, no tiene
nada que ver. No lo es. Aparte, dense cuenta que es difícil que lo sea porque el propio Lacan –que inventó
el “$”–, te mete la Ichspaltung aquí: [2do Mov.].

«Reconoceremos en ella lo que Freud llama Ichspaltung o rajadura del sujeto, y captaremos por qué, en el
texto donde Freud la introduce, la funda en una rajadura no del sujeto, sino del objeto (fálico
concretamente)».

Y Lacan tiene razón, ¡hay que leer el texto! No hay que ser “lacaniano”... Lo que propone Freud como
“escisión del Yo” es la rajadura respecto del objeto fálico. ¿Y entienden por qué eso es escisión del Yo, para
Freud? Porque, para Freud, el falo es el adminículo valioso por excelencia, constituyente del narcisismo
yoico. ¿Entienden lo que significa? Los “cortadores de trenza”. Lo que Freud dice que hay que perder, a lo
que hay que renunciar es ese agregado narcisístico, que para Freud es el objeto fálico. Freud no habla de
la división del sujeto; Freud habla del inconsciente, que no llegó a desarrollarlo con la lógica que Lacan
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propone para la división del sujeto, y menos que menos con la causación vía la alienación. Es verdad,
Lacan tiene razón: alcanza para leer ese texto cortito de la última parte de la enseñanza de Freud.

«La fórmula lógica que viene modificar dialécticamente esta segunda operación se llama en lógica simbólica:
la intersección...».

¿Se acuerdan de lo que es la intersección de dos conjuntos? Es el conjunto constituido por la parte
coincidente de uno y el otro. En el caso del que hablábamos es “3”. Pero el “3” pega distinto, ahí.
Podríamos hacerlo como la lúnula de la intersección, sombreado de los círculos de ........, pero
considerados de otra forma.

«La fórmula lógica que viene modificar dialécticamente esta segunda operación se llama en lógica simbólica:
la intersección, o también el producto que se formula por una pertenencia a——a’.Esta función aquí se
modifica por una parte tomada de la carencia a la carencia...».

O sea, carencia y carencia, falta y falta. Es al revés, ¿entienden? Antes, lo que había repetido se perdía; y
ahora lo que se toma por intersección es lo que falta de uno y lo que falta del otro. El conjunto A está
constituido por 1, 2 y lo que le falta. Y el conjunto B constituido por 3, 4 y todo lo que le falta. En la
intersección iría todo lo que le falta a ambos.

«Esta función aquí se modifica por una parte tomada de la carencia a la carencia, por la cual el sujeto viene a
encontrar en el deseo del Otro su equivalencia a lo que él es como sujeto del inconsciente».

Entonces, una carencia y otra carencia. Y Lacan dice que como el sujeto adviene como carencia, se puede
hacer una maniobra donde el sujeto ponga en relación lo que él es como falta, con lo que falta en el Otro.
Con lo cual, se puede poner a trabajar “lo que falta en mí”, que es ¿qué? Mi mismo. Cualquier cosa que
sea porque cualquier ser se caracteriza por ser eso; o sea, el ser es idéntico a lo que es. Entonces, Lacan
propone que la salida es poner en relación “lo que falta en mí” –que no es un detalle, ni es un anexo: es mi
misma condición de yo mismo– a lo que falta en el Otro. Ésa es la salida.

«... por la cual el sujeto viene a encontrar en el deseo del Otro su equivalencia a lo que él es como sujeto del
inconsciente».

¿Qué es el “sujeto del inconsciente”? Nada.


Sueño: dos hombres van a una casa y se ‘cogen’ a una mujer, y luego viene una mujer que mata a la mujer
(¡Ah, ustedes creyeron que iba a decir que mata a los hombres..!), y después me despierto. Un sueño
medio chanchón, pero sueño al fin. Si ustedes son el analista, ¿quién soy yo? (Parece “Juan y
Pinchame”...). Yo les conté mi sueño, que es una formación del inconsciente; ustedes son el analista,
¿quién soy yo? ¿Qué soy yo, como sujeto del inconsciente? Nadie. Como sujeto del inconsciente, no soy.
Eso es la clave del inconsciente.
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El problema es el saber universitario. Y nosotros pasamos por la Universidad, hoy; si no, es práctica ilegal.
Pero para el saber universitario, ¿acaso el caballo del pequeño Hans no es el papá? Y si uno lee el caso –y
lee a Lacan una vez–, se da cuenta que necesariamente el caballo, para el pequeño Hans, es el papá, la
mamá, Hanna y Hans. Porque es una formación del inconsciente y, ahí, no hay nadie –en el inconsciente
no hay nadie que sea “sí mismo”. Ése es el sujeto del inconsciente. Como sujeto del inconsciente es pura
falta. Nadie es en el inconsciente porque en el inconsciente nadie puede ser y, en realidad, nada es –nada
es ser.

Pregunta: ¿Pero el inconsciente no implica al Otro? ¿Cómo puede decirse, entonces, “sujeto del
inconsciente”?

A.E.: Lo que pasa es que Lacan propuso al inconsciente –lo aclaré la vez pasada– como primero, como
condición. Descartá eso, que es muy difícil. Esto no existe si no es en la circularidad, y vos ya estabas
trabajando con lo evolutivo porque ponías al Otro como segundo. ¿Entendieron la pregunta de él, que es
indiscutible? Me dijo: “Alfredo, ¿cómo vos pusiste a éste como sujeto del inconsciente, si en el inconsciente
ya está el Otro?”. Yo le dije que lo que él hizo fue hacer una maniobra evolutiva, porque esto es lo que es
como parte de eso.

Yo ya lo había aclarado. Es una lógica necesaria –es floja, es débil y nadie en Occidente la acepta.
Trabajamos con un tiempo circular. Si trabajás con un tiempo circular, entonces podés tener al consecuente
“antes” del antecedente. Si no adviene el Otro, en el segundo momento, el primero no es tal. ¿Qué es
entonces? Nosotros, ahí, no sabemos. Qué sé yo. Nada, no sé, no tengo la menor idea. Muchas frases de
las que digo, no las desarrollo pero las dejo como marcas justamente para poder, después, resolver estos
problemas. Por eso es que había advertido sobre la estructura temporal que esto tiene, porque si no, llegás
a contradicciones lógicas.

Pregunta: ¿Sólo podés dar cuenta del primero, a partir del segundo?

A.E.: No “dar cuenta”, existe. Es más radical que “dar cuenta”, porque uno dice “hizo falta Champollion
para dar cuenta de los jeroglíficos”, pero nadie va a decir que los jeroglíficos existen a partir de
Champollion. No, en este caso estamos hablando de eso. Es circular el tiempo en juego. Con lo cual, “2”
está antes que “1”. También “1” está antes que “2”, obvio –eso no hace falta decirlo.

«Por esta vía el sujeto se realiza en la pérdida en la que ha surgido como inconsciente...» 21.

¿Entienden el “se realiza”? Pasa a lo real, deja de ser una nada..............

[Cambio de cinta]

..... una maniobra mediante la cual esa nada empieza a funcionar de otra manera –ahora vamos a decir
cuál es esa otra manera– y adviene en esa otra manera en la medida en que se relaciona con la falta en el
Otro. Quiere decir que aquí el Otro, aportando su falta, es salvador, que es lo que proponemos los
psicoanalistas. Me parece que en el fondo de todo el asunto es lo que hacemos los psicoanalistas cuando
decimos “Che, hablá con alguien, ¿no se te ocurrió hablar con alguien?” . No sé, o estoy totalmente
21
Ibíd., p. 822.
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‘meando fuera del tarro’, o me parece que lo que el analista dice, entre otras de las cosas que dice, la
fundamental es “Che, hablá con alguien. ¿No te parece que deberías hablar con alguien, con lo que te
pasa?”. O decirle a alguien, directamente: “¿Qué te pasa?”. ¿Vieron que la gente dice “No, estoy muy mal,
no quiero hablar de eso”? Los duelos modernos, vieron cómo son los duelos modernos: “No, me parece
que ando bien, porque no pasa nada”; cuando nosotros alentamos a que la gente se encuentre con eso,
pero que se encuentre en un encuentro con alguien, con eso. Es lo que está aquí en juego, en el Seminario
11 y en Posición del inconsciente. No es Lacan del Seminario 122, eh.

«Por esta vía el sujeto se realiza en la pérdida en la que ha surgido como inconsciente, por la carencia que
produce en el Otro, según el trazado que Freud descubre como la pulsión más radical y la que denomina:
pulsión de muerte. Un ni a— es llamado aquí a llenar otro ni a— [...] El vel vuelve a aparecer como velle...».

“Velle” es “desear”. “Vouloir” viene de ahí, del latín. ¿Entienden cómo el “o” pasa a “deseo”? Pero pasa a
“deseo” porque la única salida posible para poner a operar el haber advenido como no siendo, es
articularse a algo que falta en el Otro.

«Tal es el fin de la operación. El proceso ahora.


[La segunda gran salvedad que Lacan tiene que hacer] Separare, separar, aquí termina en se parere,
engendrarse a sí mismo».

¡Maldita y puta frase de la cual nunca más nos vamos a curar! Hay putas frases –de Freud hay tres o
cuatro– y ésta es una de las putas frases de Lacan, que la corrige él mismo en los dos renglones que
siguen. Y la corrige él mismo, en el Seminario 11, ¡pero date por ‘cogido’!

«Eximámonos de los favores seguros que encontramos en los etimologistas del latín en este deslizamiento
de sentido de un verbo a otro. Sépase únicamente que este deslizamiento...».

¿Cuál deslizamiento? De “separarse” a “parirse”. Se pasó de un verbo al otro. ¡Los lacanianos van, ahí, a lo
chancho! Especialmente, los obsesivos. El aislamiento del obsesivo está estudiado, desde Freud, por todos
los post-freudianos. Los analistas lacanianos obsesivos adoran la separación como el “engendrarse a sí
mismo” –es la proeza máxima. Sería como masturbarse y masturbarse, y... ¡splash! Bueno, la vida sexual
del obsesivo es típicamente masturbatoria.

«Sépase únicamente que este deslizamiento está fundado en su común aparejamiento en la función de la
pars».

La “pars”, la “parte”. O sea que, revisando la etimología del latín, Lacan dice que pasar de un verbo al otro
solamente se autoriza porque en ambos opera la “parte”. Pero veamos qué de la parte, porque Lacan con
mete mediante la designación de “separación”.

«La parte no es el todo, como dicen, pero por lo general inconsideradamente. Pues debería acentuarse que
nada tiene que ver con el todo. Hay que tomar partido sobre ello, juega su partida por su propia cuenta [¿Se
dan cuenta de que está jugando con “parte”, no?] Aquí, es de su partición de donde el sujeto procede a
su parto. Y esto no implica la metáfora grotesca de que se traiga de nuevo al mundo».

Lo dice, eh.

Intervención: Igualmente, dice “parirse a sí mismo”, con lo cual la dignidad................

22
J. Lacan, El Seminario, Libro 1 [ed. Paidos, Buenos Aires 1995].
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A.E.: Sí, pero lo que sostenemos los lacanianos es lo contrario de lo que Lacan afirma. Porque lo que
nosotros solemos decir con “separación del Otro” es que adviene el sujeto mismo. Bueno, Lacan dice que
no se trata de parirse, y acá trabaja otra articulación etimológica muy interesante. Se la leo:

«Cosa que además el lenguaje tendría grandes dificultades para expresar con un término original [Lacan dice
que el lenguaje tiene mucha dificultad para decir ‘parirse’. ¿Por qué?], por lo menos en el área del
indoeuropeo donde todas las palabras empleadas para ese fin tienen un origen jurídico o social».

¡Ah, mirá vos! “Parir” no es escupir el producto de la carne. Escuchen qué es “parir”:

«Parere es en primer lugar procurar (un hijo al marido). Por eso el sujeto puede procurarse lo que aquí le
incumbe, un estado que calificaremos de civil».

¿Entendieron ésa? Lacan dice que no se trata, para nada, de “parirse” –se trata sólo de la puesta en
funcionamiento de la parte. Tenemos claro qué parte, ¿no? La lúnula con la que estábamos trabajando: la
del sujeto y el Otro.

Acá hay algo de la índole de la parte de uno, y de la parte del Otro. Entonces, poner el funcionamiento de
la parte. ¿Cuál parte? La parte perdida de sí. ¿Cuál es la parte perdida de sí? La identidad.
Entonces, lo que Lacan está diciendo es que no se trata de parirse, ni de parirse de nuevo. Hay algo de
eso en la idea de fin de análisis, de parirse de nuevo: “Ahora sí, voy a ser yo quien yo... Quiero ser... Ahora
sí soy lo que...”. Lacan dice que en el campo del indoeuropeo (el alemán, el francés y el castellano son
indoeuropeos) habría muchísima dificultad en decirlo porque el verbo parere es “procurar un hijo al marido”.
Con lo cual, lo que se afianza es el estado (Lacan pone “estado” por el chiste del estado de gravidez), el
estado civil. O sea, indica relaciones con otro sujeto, dentro de un marco legal y cultural. No sé si lo sabían,
yo no lo sabía. Para nosotros es “parir” es “escupir el producto”, pero el origen de “parir” es el estado civil
que estatuye el acto de tener un hijo –porque es “procurarle un hijo al marido”.

«Separare, se parere: para guarecerse del significante bajo el cual sucumbe, el sujeto ataca la cadena, que
hemos reducido a lo más justo de un binarismo, en su punto de intervalo. El intervalo que se repite, la más
radical estructura de la cadena significante, es el lugar frecuentado por la metonimia, vehículo, por lo menos
eso enseñamos, del deseo».

Con lo cual, para guarecerse del significante bajo el cual cae (es lo que le daría S1—S2, el ser o el sentido),
lo que el sujeto puede poner a trabajar es la parte de sí faltante articulada a aquello que en el discurso del
Otro –la demanda del Otro– le presentifica la parte faltante en el discurso del Otro. Y si reducimos la
cadena significante a un binarismo –que se puede hacer, teniendo en cuenta que es una reducción teórica
y conceptual–, eso caería en el intervalo. Con lo cual, del lado del sujeto: la parte perdida de sí. Del lado
del Otro: el discurso del Otro, y lo que en el discurso del Otro presentifica la falta –el intervalo.
Entonces, vean que es “para guarecerse del significante bajo el cual sucumbe”. Lacan no manda a
sucumbir bajo el significante. Dice que el proceso debe concluirse en guarecerse de ese efecto letal del
significante. Y no pierdan de vista que Lacan, efectivamente, articula “separación” y “metonimia”.
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Pregunta: [inaudible].

A.E.: Porque como estamos trabajando con que la falta que se presentifica en el Otro solamente es
localizable en el intervalo de los significantes, y la metonimia se aloja en el intervalo de los significantes,
eso articula la falta en el Otro con “donde se aloja la metonimia”, que es vehículo del deseo. Quiere decir
que lo que el sujeto articula de la falta en sí, al intervalo de lo que el Otro dice, eso lo va a remitir
indirectamente al deseo del Otro. No porque el deseo del Otro lo tome o no lo tome como objeto, no tiene
nada que ver con eso; sino que la única chance es poner a trabajar la falta en sí, y articular la falta en sí a
lo que podría estar faltando del lado del Otro. ¿Y qué sabe uno de lo que le falta al Otro? Uno no sabe nada
de lo que le falta al Otro, y menos que menos sabe uno de lo que le falta a uno. Lo que va a atacar es el
punto flojo de la cadena significante –el intervalo.
Entonces, Lacan dice que el sujeto sale del efecto letal del significante, poniéndose él como parte –esto es,
objeto– en relación al deseo del Otro. Esto se hace, dice Lacan, bajo la lógica de una pregunta al estilo del
“¿pudiera perderme?”. O sea, yo como pérdida, ¿podría articularme a lo que hay de pérdida en lo que el
Otro dice, suponiendo que lo que hay en pérdida en lo que el Otro dice es lo que el Otro desea? Es una
maniobra. ¿Cómo me pongo yo, como objeto, como parte? Objeto fálico, como parte, en relación a lo que
al Otro le faltaría y desearía –y esto es “faltaría” y “desearía”, porque de lo que falta al Otro y de lo que el
Otro desea nunca se sabe nada. Es bajo la lógica de “¿podría ser yo la falta en él?”; o sea, yo soy una
falta pero “¿podría ser yo lo que a él le falta?” . Entonces, la lógica de la pregunta que propone Lacan para
pensarlo, es “¿pudiera perderme?”.

«Sin duda el “pudiera perderme” es su recurso contra la opacidad de lo que encuentra en el lugar del Otro
como deseo [no hay nada más opaco que lo que el Otro desea] , pero es para remitir al sujeto a la
opacidad del ser que le ha vuelto de su advenimiento de sujeto, tal como primeramente se ha producido por
la alienación»23.

Entonces, puedo poner a trabajar la opacidad de lo que soy –si no dedico la vida a evitarla, ni encontrarme
con ella, mediante la petrificación en la identificación–, poniéndola en relación a la opacidad del deseo del
Otro. La opacidad de un lado, se articula a la opacidad del otro. Y lo que es opacidad “y” opacidad, produce
deseo, o sea que es la verdadera salida a la petrificación porque introduce, efectivamente, el movimiento.
Les leo el último párrafo, el del deseo del psicoanalista –porque hasta ahora no entendemos por qué todo
esto, si no está en relación con el deseo del psicoanalista:

«Es esta una operación cuyo diseño fundamental volverá a encontrarse en la técnica [Y se dice que Lacan
no habla de la técnica. Sí, habla de la técnica] . Pues es a la escansión del discurso del paciente en
cuanto que el analista interviene en él, que se verá acomodarse la pulsación de borde por donde debe surgir
el ser que reside más acá».

Entonces,

«Es esta una operación cuyo diseño fundamental volverá a encontrarse en la técnica».

Más aún, podríamos decir que Lacan al diseñó para dar cuenta de la técnica, de cómo interviene un
analista.

«Pues es a la escansión del discurso del paciente en cuanto que el analista interviene en él, que se verá
acomodarse la pulsación de borde por donde debe surgir el ser que reside más acá».

23
Ibíd., p. 823 [En la edición francesa, este párrafo concluye así: «... tel que d’abord il s’est produit de l’intimation de
l’autre»].
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Entonces, Lacan propone una vuelta de la demanda del sujeto. Ustedes saben que no hay forma de
intervenir sobre nada de lo que sujeto diga, si eso no repite.

2 1

Y esto repite: 1, 2, y otra vez 1. Podríamos representarlo así, como una vuelta a la demanda. Entonces,
Lacan dice que esto se pone a trabajar si el analista interviene sobre lo que el sujeto dice.

«Pues es a la escansión del discurso del paciente...».

¿Dónde se haría la escansión, en el discurso del paciente?

S1 · S 2

En el intervalo, porque es el punto más flojo de la cadena.

«Pues es a la escansión del discurso del paciente en cuanto que el analista interviene en él...».

Nosotros estamos acostumbrados a hacer intervenciones en donde intervengamos lo menos posible, que
casi no intervengamos. Pero Lacan propone que el analista tiene que intervenir.

«Pues es a la escansión del discurso del paciente en cuanto que el analista interviene en él, que se verá
acomodarse la pulsación de borde por donde debe surgir el ser que reside más acá».

Entonces, el analista interviene aquí [en el intervalo entre S1 y S2]. Pero, ¿cómo representarían ustedes
esta intervención? Salgamos de la lógica de que necesariamente es un corte. Salgamos de la lógica de que
solamente sería cortar.
Yo les propongo que sea así:

S 1 S1 S2 S2

¿No? El paciente te dice “A y B”; y supongan que “A y B” establecen un círculo, en la línea cerrada de
Jordan ya repetida –repetida como “C y B”, como “A y J”, como “X y B”, etc. Uno, después de mucho
escuchar, se da cuenta de que eso, efectivamente, repite. Entonces, supongan que el sujeto dijo “A y B”,
pero uno trabajó ya toda una serie de secuencias; y entonces uno interviene diciéndole algo, por ejemplo:
“Su mamá no lo quiso”. “Su mamá” sería el S1 y “no lo quiso” el S2. Ahora bien, si uno propone esa frase,
ya está cumpliendo al función del Otro, por eso hay que escuchar muy bien. “Muy bien” no en el sentido de
no sé qué genialidad, o de estar imbuido para ser un gran clínico como Freud o Lacan. Escuchar muy bien
quiere decir que hay que estar muy atento y muy seriamente sabiendo lo que hay que ir a buscar en eso

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que se dice –que son las repeticiones, las estructuras que se repiten. Supónganse que en este caso, se
queja de que la esposa no lo quiere, y antes dijo que tal no lo quiere y que tal otro no lo quiere; y alguna
otra vez dijo que la mamá no lo quería y que nunca se curó de eso, que nunca lo resolvió y que, de tanto
que no lo quieren, entonces uno podría decir: “Parece que de lo que verdaderamente se trata (“parece que
de lo que verdaderamente se trata” es todo concesiones discursivas; lo decimos para ponerle un poquito de
vaselina) es que su mamá no lo quiso” . Supongan eso, y uno lo pone a trabajar aquí [gráfico]. ¿Se dan
cuenta del efecto que produce esa frase? ¿Cuál es la potencia que eso tiene? Una es el insight, “lo
reprimido que retorna”, y qué sé yo. No estamos trabajando así. Acá no hay represión, no hay retorno de lo
reprimido.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Oferta otro punto de intersección que, tal como lo dibujé, se nota claramente. Si uno dice una frase,
uno aporta S1 y S2. ¿Entienden lo que uno está aportando? Por eso hay que calcular muy bien lo que se
diga. ¿Qué lo que uno está aportando? Un intervalo. Y ese intervalo, ¿para qué puede servir? Para realizar
interpretativamente lo que uno, como Otro, desea. Lo digo en castellano: para el analizante puede ser un:
“Ah, pero este ‘chabón’ me dice que es importante que a uno lo quiera la mamá” . Y hasta el analizante
podría pensar: “A éste lo debe haber querido la mamá...”. ¿Entienden?

Pregunta: ¿Pero eso no es un aporte de sentido?

A.E.: Aclaremos algo: primero, eso no es un insulto, ¿verdad? Digo, si vos estás queriendo decir que
aportar sentido es caca, no sé... Si es un aporte de sentido, yo no veo cuál es el problema. Vos sabés que
para los lacanianos eso es lo peor, ¿no? Somos todos miembros de una sociedad que piensa y organiza la
clínica de una determinada manera. “No aportar sentido” ya es un slogan entre nosotros.
No. En realidad, es aportar un intervalo. La clave es aportar un intervalo porque si uno aporta un intervalo,
el otro (siempre es un juego de quién es el sujeto y quién es el Otro), en este caso el sujeto, puede hacer
sobre eso la obtención de una opacidad de deseo, ya que como el deseo es vehiculizado por la metonimia
y la metonimia se localiza entre los significantes, apenas uno aporte una cadena significante va a figurar
ahí algo –ilusoriamente, interpretadamente– del deseo de uno. Es muy importante, por eso, lo que uno va a
decir, porque hay que tener mucho cuidado en que uno aporte efectivamente lo que uno piensa, desea o
concibe. Ya que si no, no va a producir el efecto de anudamiento con éste, va a producir un Ideal: “hay que
hacer tal cosa”.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Podría ser de la índole de una metáfora, claro. Lo que yo digo es que lo que hay que introducir es lo
contrario de lo que se suele decir: hay que aportar una frase. Porque aportando una frase es como se logra
que haya una cadena en donde se articulen ambas cadenas. Aportando una frase (bajo la forma de
construcción, o de interpretación, o de la vacilación calculada de bla-bla-blá del analista –que podría ser
una intervención del analista, aunque no muy fácil–), al hacer así, eso ya está participando en la clínica el
deseo del psicoanalista. Si el analista no dice nada, si el analista sólo corta, no puede advenir el deseo del
analista. Saben que, para Lacan, el deseo del analista es separador. En su libro, Diana Rabinovich 24 dice
que es separador de la determinación del Otro. Yo digo que es absoluta y directamente todo lo contrario. El
factor terapéutico es que otra persona aporte una frase. Toda la diferencia en el mundo es qué frase aporta
el analista y qué frase aporta el psicólogo. El psicólogo aporta una frase que trasunta los ideales morales y
culturales de la sociedad, que producen más petrificación. El analista tiene que producir una frase lo más
articulada posible al discurso del sujeto, porque el deseo está fijado, pero que sirva para producir la oferta
de intervalo para que se produzca la separación; ya que será lo más flojo de lo que yo diga, lo que brindará
al sujeto articularse como la parte perdida de sí. Ahora, lo más flojo que yo diga calculadamente –no como
esa que dicen los lacanianos: “me olvidé de ir a atender a paciente, pero ¡mejor! Así no me ve como a otro
completo”... ¡Patético! ¡Terrible! Porque toda cagada que uno hace es “barradura del Otro” y el sujeto
24
D. Rabinovich, El Deseo del Psicoanalista [ed. Manantial, Buenos Aires 1999].
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5ª reunión (7/IX/2000), Alienación y Separación II

progresa igual... Estas cosas nos pasan a todos. La barradura del Otro no es hacer cagadas. La barradura
del Otro puesta a trabajar en análisis, es ofertar un intervalo. Lo que pasa es que ese intervalo tiene que
ser el adecuado para la dirección de la cura de ese análisis en particular. ¿Entienden lo que digo? Que
estos términos, este S1 y este S2, tienen que ser precisamente calculados en función del material del
paciente y una dirección de la cura que tiene que ser la de la ética del Psicoanálisis. No cualquier frase,
porque toda frase tendrá un intervalo.

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Tiene que ser una frase particular para ese paciente. No llegamos a desarrollarlo, porque lo que voy a
terminar de exponer la próxima vez, es que para Lacan el deseo está fijado, y que no hay deseo de
cualquier cosa y, especialmente, no es deseo de nada. No es deseo de nada. Para cada uno de nosotros,
nuestro deseo es imposible de ser plenamente dicho pero medianamente, interpretadamente, elípticamente
tiene que ser cada vez mejor “medio dicho”. Para que pueda ser cada vez más y mejor “medio dicho”, estos
términos ofertados tienen que ser los favorecedores para que el intervalo permita, a su vez, otro bucle que
aproxime al sujeto a la vía de recuperación de su deseo, que es uno aunque sea indecible plenamente.
Con lo cual, lo que uno hace al aportar el material es dar la chance de salida del factor letal del significante.
Para concluir, ¿se dan cuenta de que así, esa parte a la que el sujeto –él– se articula al intervalo del decir,
lo convierte al sujeto en objeto? O sea, lo que rescata al sujeto de este factor (por eso la pregunta del
“pudieras perderme” –“a mí como tu objeto”; como “tu” objeto y no como “el” objeto. Con lo cual, es por
eso que hace falta del lado del analista: deseo del analista. Si no, no opera. “Deseo del analista” es la
función operante de sus frases, no qué quiere un analista. (Que, también, podríamos pensar qué nos
unifica psicológicamente a todos los ‘chabones’ que nos dedicamos al Psicoanálisis. En su época, cuando
no había psicoanalistas en la Facultad de Psicología, se lo sabía claramente: “un médico judío al que le da
asco la sangre”... Ahora está lleno de psicólogos, a quienes también da asco la sangre, pero también las
matemáticas y otras tantas cosas...). No es nada del querer del analista, ni siquiera posición subjetiva. ¡Es
técnica! Es la modalidad técnica mediante la cual intervenimos, que es ofertar un intervalo al cual el sujeto
pueda articularse, haciendo de ese intervalo deseo del Otro, y poniéndose él como posible objeto del deseo
del Otro. Como posible objeto del deseo del Otro, sale de este “factor letal”, y su posición como deseante –
ya no es más “sujeto deseante”, que es una contradicción en los términos de Lacan–, es objeto deseante,
que es la salida. Lo que pasa es que “objeto deseante”, a Lacan le lleva dos seminarios más, decirlo. Es
una investigación viva, son como fichas de dominó –no todas juntas en un instante.

Bueno, hasta aquí llegamos. En la próxima, voy a traer una selección de citas de toda la enseñanza de
Lacan, que me parezcan las más oportunas para terminar de dar un comentario más acabado de las frases
más famosas de Lacan, en las que define el “deseo del psicoanalista”. La bibliografía es: CD de Lacan,
“deseo del psicoanalista”, “enter”... De ésas, voy a elegir las que me gusten más, por ser las más famosas,
las más comentadas y, a su vez, las que mejor me sirvan para seguir esta polémica. No sé si tenemos un
ratito para algunas preguntas.

Intervención: A mí me parece que ésta es una manera mucho más racional y precisa de plantear el amor de
transferencia.

A.E.: Sí, sí, pasado a los términos de Lacan. Como movimiento del sujeto: sujeto-supuesto-saber. Como
motor del análisis: deseo del psicoanalista. A cada bucle, ofertar el otro bucle que sea capaz de generar
otro bucle que haga, a su vez, otro bucle. No “seguir hablando”, eh. Las buenas intervenciones son
aquellas que posibilitan al sujeto seguir hablando. Bueno, muchos pacientes hablan y hablan hasta por los
codos, sin analizarse; así que, no hay nada más ‘al pedo’ que seguir hablando. El asunto es hacer bucle
con lo que uno hace, arribar a algo, y que ese arribar a algo te permita abrazarte a arribar a algo del decir
del Otro. Si no, no hay nada más ‘pajero’ que el hablar.
Entonces, “sujeto-supuesto-saber” del lado de la ilusión que hace a la entrada del paciente, futuro
analizante. Motor del análisis, esto: “deseo del psicoanalista”. “Amor de Transferencia”, como clínica:
posición fallida de Freud –que estaba en posición de ser amado por sus pacientes. Eso, en Freud, está. Si

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no lo vieron en el caso Dora: es patético; es patética la posición de un hombre mayor diciéndole a una
histérica joven: “Usted me ama”. Y con una sonrisita –como dice Lacan– de Gioconda, le dijo: “¡Ma’ qué te
amo!”, y lo dejó pagando con todo... Con lo cual, el amor de transferencia, en realidad, de lo que se trata es
por qué el amor, qué posición asume el analista para ser amado. La frecuencia del amor de transferencia
en la clínica de Freud, tiene mucho que ver con la posición de Freud. Lacan lo pasa a otro nivel: sujeto-
supuesto-saber. Lo lleva, totalmente, a la articulación de significantes: saber y suposición de saber sobre
alguien, más que amor como pasión.

Intervención: [inaudible].

A.E.: Que no es mi verdadera falta, es la frase que debo decir para que vos, como “muerto”, advengas
como objeto en movimiento de búsqueda. ¡Es bárbaro! Es clínico, es –como vos decías– racional, se
deduce. Esto no es porque Lacan lo dijo. Ahora, lo podemos discutir como un relojito. Esto es un relojito
con las piezas que funcionan –o no funcionan, yo no les garantizo que esto sea así, ni que esto funcione;
no me da la cabeza para decir “esto es así”. Yo estoy comentando cosas que dijo un ‘chabón’ como Lacan,
que la pensaba ‘lunga’. A mí, esto me sirve mucho en la clínica. No hay más resistencia al analista: todo
análisis que se detiene es porque “Macho, no le diste el anillo que hacía falta para que el otro anillo se
convierta en el principio de un collar de más anillos”...

Pregunta: [inaudible].

A.E.: Técnicamente es la escucha. Pero en al escucha, lo que hace bucle. Yo entiendo, es muy topológico;
todos nos damos cuenta de que, en el horizonte, esto es muy topológico. Pero ustedes saben que en el
horizonte de toda esta enseñanza, Lacan más y más y más topología: “límite”, “frontera”, “borde”,
“articulación”, “abrazo”, “nudo borromeo”, “nudos”. Bueno, ‘tranqui’, todos tenemos que ir despacito,
despacito, para allá. Porque todos nos damos cuenta de que la forma de pensarlo –más que mediante una
estructura lógico-temporal, como lo hizo Freud–, es más bien con una estructura lógico-espacial, como
parece que la topología nos permite pensarlo. Pero es muy clínico y no es nada de la índole del
individualismo, ni del engendrarse a sí mismo –es todo lo contrario. Es muy evidente por qué Lacan dice
que, cuando un neurótico termina su análisis, si el análisis fue plenamente completo puede terminar en la
posición del “deseo del psicoanalista”, y no individualista de parirse a sí mismo. Porque empieza a tener la
posibilidad de ir enunciando las cosas, para que hagan bucle al bucle ofertado por el otro –que es,
verdaderamente, la técnica de la escucha. ¿Qué significa “escuchar”? Para mí, “escuchar” significa
práctica, o sea algo que incida sobre lo real. Es decir, he escuchado bien cuando esto cambió. Porque si
“¡escuché bárbaro!” y “usted se resiste”... Ya nadie nos cree eso.

Intervención: [pregunta inaudible acerca de la alienación].

A.E.: Claro, hay que ver cómo está alienado, en qué términos. Y por otra parte, a mí me parece que en la
dirección de la cura se acentuó que había que buscar esto [$].

Intervención: Ésa es la posición neurótica.

A.E.: Más bien lo que dice la gente: es un poco sádica. La posición del analista lacaniano, en Buenos Aires,
es más bien como la diagnostica la gente –un poco sádica.

Intervención: Precisamente, eso me recordaba la inversión de la fórmula del fantasma.

A.E.: Claro, entre que Lacan dice que el analista es el objeto a, y que hay que buscar la división del sujeto,
eso es sadismo puro. Ésa es la fórmula de la perversión: como objeto a, causando al división del otro. ¿Y
qué dice la gente? A mí me parece que es nuestro propio mensaje en forma invertida. No me parece que
esos sea que la gente sea ‘chota’ o ‘floja’. La gente de ahora no es ‘floja’, la gente de ahora no es peor que
la gente de hace treinta años, ni la de hace cien, ni la de hace doscientos. Yo no creo en eso. Por ejemplo,
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5ª reunión (7/IX/2000), Alienación y Separación II

Vappereau dice que ahora la lógica es muy ‘floja’. Yo no creo en eso. Puede ser que sea un optimista. Si
alguno de ustedes me dijera “¡optimista!”, para mí no sería un insulto. No veo por qué el pesimismo sea
“más mejor” que el optimismo. Me parece que, en lo que no estamos pegando bien en la tecla, es cómo
producir la articulación. No es que la gente está “cerrada”. Es muy fácil decir “¡Éste está cerrado!”...
Muchos hombres decimos “lo que pasa es que ella está cerrada” , pero “¿Es que ella está cerrada o usted
no tiene ninguna erección?”... Es muy fácil decir “¡Usted se resiste!”.
Una vez escuché en una conferencia de Eric Laurent –es espectacular, fue magnífico lo que le escuché
decir; no sé de dónde lo consiguió–, que la primera vez que un profesor universitario dijo que la nueva
generación no era tan estudiosa como la de antes, fue en la segunda camada de la existencia de las
universidades, en el 1400... ¡Y lo decíamos en la Facultad de Psicología, este año: “Ya no es como antes”!
No es eso, la gente ni empeora, ni mejora. ¿De dónde sacamos esa idea? Es que van cambiando las
modalidades mediante las cuales se hace más apto el encuentro. Los psicoanalistas somos los únicos que
sostenemos esto, los últimos en Occidente que sostenemos esto. Y me parece que estamos
posicionándonos, siguiendo al autor que a mí me parece que mejor iluminó esto –al menos en sus escritos
y seminarios–, en una orientación justamente contraria: “no hablar”, “no decir”, “¡Basta de tanta
palabra!”, “cortar: es un goce, se trata de un goce” ... Es paradójico, pero es una paradoja nuestra. Porque
cuando nosotros decimos los “post-freudianos”, son ellos; pero cuando decimos los “lacanianos”, somos
nosotros.
Ahora bien, si ustedes me preguntases qué practicaba Lacan –yo que leí todo lo que sé de lo que se
publicó testimoniando su clínica–, les diría que no sé si practicó esto. La verdad, me parece que al menos
la última década, no. Me parece que no, y que nos quedamos muy pegados a su modalidad de práctica de
la época en que sus discípulos eran, fundamentalmente, sus analizantes. ¿Se entiende lo que digo? O sea,
Vappereau fue analizado en esa época de Lacan, en la que Lacan enseñaba una cosa y no sé la que
practicaba. Cosa que no tiene que desesperarnos porque Freud atendía cuarenta y cinco minutos, con
divá, por él. Él lo dijo. No pasa por ahí. Si quizás Lacan cortaba en tres minutos y no decía nada, también
podía ser como dijo Freud: “Yo hago diván con mis pacientes, en cincuenta minutos, ¡porque no me soporto
que me miren durante tanto tiempo!” . ¿Qué, nos tendríamos que suicidar porque Lacan hubiese dicho:
“¡Yo atiendo tres minutos porque me hinchan las pelotas y no me los ‘banco’ más!” ? No sé si ustedes
leyeron algo sobre la impaciencia de Lacan. ¿Leyeron el libro de la Roudinesco sobre la impaciencia de
Lacan? ¡Era enfermizamente impaciente! ¡Seguro que ese tipo no te aguanta cincuenta minutos ortodoxos,
ni drogado, ni atado al sillón! Pero esos serían sus vicios personales.

Bueno, dejemos aquí, que ya es tardísimo.

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