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Tercer día de la Novena a Santa Teresita

del Niño Jesús de la Santa Faz

“El recuerdo de mis faltas me habla de misericordia y amor”


Carta 247 Al abate Belliére

J.M.J.T.
Carmelo de Lisieux
21 de junio de 1897
Jesús +

Querido hermanito: He dado gracias a Nuestro Señor con usted por la gracia
tan señalada que se dignó concederle el día de Pentecostés. En esa misma
hermosa fiesta (hace 10 años) obtuve yo, no de mi director sino de mi padre,
el permiso para hacerme apóstol en el Carmelo. Un motivo más de parecido
entre nuestras almas.
Por favor, querido hermanito, ni se le ocurra nunca pensar que «me aburre o
me distrae" hablándome mucho de usted. ¿Cómo iba a ser posible que una
hermana no tuviese interés por todo lo que se refiere a su hermano? Y en
cuanto a distraerme, no tiene nada que temer: sus cartas, por el contrario, me
unen más a Dios al hacerme contemplar de cerca las maravillas de su
misericordia y de su amor.
A veces Jesús quiere «revelar sus secretos a los más pequeños". Prueba de
ello es que, después de haber leído su primera carta del 15 de oct. del 95, yo
pensé lo mismo que su director: usted no puede ser un santo a medias, tendrá
que serlo del todo o no serlo en absoluto. Comprendí que usted debía de tener
un alma valiente, y por eso me sentí feliz de ser su hermana.
No crea que me asusta al hablarme de «sus años más hermosos
desperdiciados". Agradezco a Jesús que lo haya mirado con una mirada de
amor como en otro tiempo miró al joven del Evangelio. Usted, más
afortunado que él, ha respondido fielmente a la llamada del Maestro y lo ha
dejado todo para seguirlo, y en la edad más hermosa de la vida, a los 18
años...
Usted, hermano, igual que yo, puede cantar las misericordias del Señor, que
brillan en usted en todo su esplendor... Usted ama a san Agustín y santa
María Magdalena, esas almas a las que «se les han perdonado muchos
pecados porque amaron mucho". También yo los amo, amo su
arrepentimiento, y sobre todo... ¡su amorosa audacia! Cuando veo a
Magdalena adelantarse, en presencia de los numerosos invitados, y regar con
sus lágrimas los pies de su Maestro adorado, a quien toca por primera vez,
siento que su corazón ha comprendido los abismos de amor y de misericordia
del corazón de Jesús y que, por más pecadora que sea, ese corazón de amor
está dispuesto, no sólo a perdonarla, sino incluso a prodigarle los favores de
su intimidad divina y a elevarla hasta las cumbres más altas de la
contemplación.
Querido hermanito, desde que se me ha concedido a mí también comprender
el amor del corazón de Jesús, le confieso que él ha desterrado todo temor de
mi corazón. El recuerdo de mis faltas me humilla y me lleva a no apoyarme
nunca en mi propia fuerza, que no es más que debilidad; pero sobre todo, ese
recuerdo me habla de misericordia y de amor. Cuando uno arroja sus faltas,
con una confianza enteramente filial, en la hoguera devoradora del Amor,
¿cómo no van a ser consumidas para siempre?
Sé que ha habido santos que pasaron su vida practicando asombrosas
mortificaciones para expiar sus pecados. Pero ¿qué quiere?, «en la casa del
Padre celestial hay muchas estancias". Lo dijo Jesús, y por eso yo sigo el
camino que él me traza. Procuro no preocuparme ya de mí misma en nada y
dejar en sus manos lo que él quiera obrar en mi alma, pues no he elegido una
vida de austeridad para expiar mis faltas sino las de los demás.
Acabo de releer estas líneas, y me pregunto si usted me entenderá, porque
me he explicado muy mal. No crea que censuro el arrepentimiento que usted
tiene de sus faltas y sus deseos de expiarlas. En absoluto, ¡estoy muy lejos
de hacerlo! Pero mire, ahora que somos dos, el trabajo se hará más
rápidamente (y a mí, a mi estilo, me cundirá más el trabajo que a usted); por
eso espero que algún día Jesús lo hará caminar por el mismo camino que a
mí.
Perdón, querido hermanito, no sé lo que me pasa hoy, pues realmente digo
lo que no quisiera decir. No me queda ya sitio para contestar a su carta. Lo
haré en otra ocasión. Gracias por las fechas. Ya he festejado sus 23 años7.
Ruego por sus queridos padres, a los que Dios se llevó ya de este mundo, y
no olvido a la madre a la que tanto ama8.
Su indigna hermanita,
T. del Niño Jesús de la Santa Faz
rel. carm. ind.
Algunos apuntes:

• Santa Teresita siempre tuvo deseos de ser misionera y pregonar el


Evangelio por todos los confines de la tierra, y haberlo hecho desde la
creación del mundo hasta el final de los tiempos. Como era monja de
clausura, ve “imposibilitado” este sueño, sin embargo, su sueño se verá
hecho realidad en dos “hermanos” sacerdotes que pedirán al Carmelo de
Lisieux oración para su ministerio y servicio en las misiones. Mauricio
Belliére, sacerdote, es el primer hermano misionero de Teresa.

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