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Los mam son una etnia maya que habita principalmente en el noreste de Guatemala
(617,171)[1] y en el sureste de México (23.632).[2] El vocablo mam se deriva del quiché mam
que significa padre, abuelo o ancestro. En Guatemala al igual que en Belice les llaman así a
las deidades de la montaña que riegan los cultivos.
Mam
Población 640,000
total
Idioma Mame y
Castellano.
Religión Católica,
Evangélica,
Religión
maya
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Wikidata]
Historia Prehispánica
Antiguamente, los mam ocupaban una gran parte del Altiplano guatemalteco y frontera
serrana mexicana, y antes de que, en el siglo XIV, se produjera la expansión territorial de la
triple alianza quiché, llegaron a controlar un extenso territorio que comprendía, además de
los actuales departamentos guatemaltecos de Huehuetenango y San Marcos, casi la
totalidad de los de Totonicapán y Quetzaltenango; así como los municipios mexicanos de
Mazatán, Mapastepec, Motozintla, Mazapa de Madero, Cacahotán, Unión Juárez y
Tapachula.
Los acontecimientos que provocaron la pérdida de los dos últimos territorios citados en
favor de los quichés, y aquélla proviene de otras fuentes indígenas. Aparte de eso, se
desconocen los detalles de dicha incorporación parcial del territorio y de los habitantes
mames al dominio de sus vecinos.
Parece ser, sin embargo, por lo que indican las fuentes etnográficas, que no todos los
mames abandonaron sus tierras cuando éstas fueron conquistadas por los quichés, y que,
antes bien, muchos plebeyos se quedaron y fueron sometidos al dominio político del
pueblo conquistador. La persistencia en la región de la tecnología cerámica tradicional de
los mames es una prueba de lo afirmado.
Otros sitios cercanos a Zaculeu todavía no han sido suficientemente explorados, como
Cerro Pueblo Viejo, inmediatamente al sur; el de El Caballero, unos seis kilómetros al
sureste, y el de Pueblo Viejo o Piol, que se localiza cerca del actual pueblo de San
Sebastián, unos siete kilómetros al noroeste. Puede, asimismo, citarse el sitio de Xetenam,
hacia el noreste, distante sólo 3 km de Zaculeu. Todos ellos probablemente formaron el
centro del señorío, con Zaculeu como capital y los otros como puestos dependientes o de
vigilancia en las entradas. Más al sur, y en la frontera misma con los quichés, estaba otro
importante centro Mam, conocido hoy como Pueblo Viejo Malacatancito, el cual tenía
seguramente funciones de defensa y control de la frontera y de las vías de acceso que, por
el sur, conducían al interior del señorío. .
Límites territoriales
Hasta el momento se carece de investigaciones etnohistóricas que determinen la
organización y límites del referido señorío Mam de Zaculeu. Sin embargo, tal y como se ha
podido comprobar en otros casos del Altiplano, es muy probable que los límites coloniales,
y los municipales de la actualidad, equivalgan a las divisiones y subdivisiones políticas que
aquél tenía.
Si ello fuera así, la frontera oriental del señorío Mam de Zaculeu pudo haber coincidido con
el límite entre los municipios de Aguacatán y Chiantla, este último, una villa de españoles
durante la colonia. Por su parte, la actual división entre los municipios de Chiantla,
Huehuetenango y San Sebastián probablemente corresponde a la antigua frontera norte
del señorío. Se puede suponer, también, que el sitio de Pueblo Viejo Malacatancito
ocupaba una posición cercana a los límites del señorío con los quichés de los actuales
Departamentos de Totonicapán y Quetzaltenango. Las fronteras del suroeste, en cambio,
no pueden establecerse con claridad. La presencia de un sitio arqueológico dentro del
municipio de Santa Bárbara, llamado Chicol, puede indicar que la antigua frontera del
señorío de Zaculeu se encontraba cerca de ese lugar.
Clases sociales
Entre los mames había la misma distinción social general, entre aristocracia y plebeyos, la
que existía en los pueblos de la rama quiché y de otros grupos del Altiplano. Sin embargo,
se desconoce totalmente el tipo de organización local y territorial, y no se sabe si
disponían de entidades territoriales similares al chinamit quiché o al molam de los
pokomames. Lo que sí puede afirmarse es que la influencia del señorío de Zaculeu llegaba
más allá de sus fronteras, aunque no necesariamente el dominio político. Acerca de la
conquista de este lugar, el señorío estaba aliado con los de Cuilco e Ixtahuacán, pues de
ambos sitios llegaron guerreros en su auxilio durante la conquista española. Tales
refuerzos para la defensa de Zaculeu, procedentes de los altos Cuchumatanes, indicarían
que su influencia se extendía hasta esa región.
Por lo tanto, las crónicas indígenas, que indudablemente incluyen una dosis de veracidad,
se encuentran necesariamente teñidas de elementos propagandísticos y de otras formas
literarias propias de la cosmovisión que dominaba a aquellas sociedades. En tal sentido,
queda la duda sobre si la narración, de la conquista de Zaculeu por el rey Quicab,
corresponde a hechos reales o si se trata de una exageración, con el fin de exaltar la figura
del gobernante. Por otra parte, existe la descripción del conquistador Pedro de Alvarado, de
la gran ceremonia y reverencia con que los quichés de Utatlán recibieron al 'rey' de los
mames, Kayb'il B'alam, a quien se le atribuye la estratagema, intentada por los quichés, de
incendiar Utatlán, cuando los españoles estaban dentro de este centro. Tal actitud de
respeto no parece coincidir con la pretensión quiché de que los mames hubieran sido sus
vasallos, aunque la actuación de Caibil Balam, en Utatlán, fuera un hecho reciente,
resultado del resurgimiento de la independencia Mam, en momentos en que el reino quiché
se encontraba debilitado y fraccionado, después del levantamiento contra Quicab.
El lugar, igual que Gumarcaaj, Iximché y Mixco, era una ciudadela de acceso difícil por las
defensas naturales que lo circundaban. Fuentes y Guzmán, que fue corregidor de dicha
región a finales del siglo XVII, dice que tenía una única entrada, tan angosta que sólo
permitía el paso de un soldado. Además tenía numerosos terraplenes, pirámides con
tableros-talud que cortaban los graderíos, muchos edificios de calicanto y estaba situado
en las márgenes del río del mismo nombre, en una llanura de 60 km de circunferencia al
oeste de Huehuetenango.
La táctica de batalla de los naturales fue más allá de acciones defensivas dentro del
recinto, pues presentaron varias acciones ofensivas a campo abierto. En la primera de
estas acciones unos 6,000 naturales, originarios de Cuilco, Ixtlahuacán y Zaculeu
acometieron a las fuerzas invasoras y lograron matar tres caballos, que los capitanes
castellanos valoraban más que a sus mismos infantes, así como 40 indios auxiliares, e
hirieron a ocho españoles, entre los que se contaba el mismo Gonzalo de Alvarado. Por su
lado, los indígenas tuvieron unas 300 bajas. En esta batalla los castellanos hicieron un rico
botín con las piezas de oro (patenillas) que arrancaron de los cuellos y vestimentas de los
naturales muertos.
Diversos medios emplearon los castellanos para avanzar en la ciudadela; por ejemplo,
emprendieron rápidamente hasta obras de ingeniería para ensanchar el foso e hicieron
escaleras para alcanzar la cima de la fortaleza, pero todo fue inútil. El lugar era realmente
de muy difícil acceso. Los naturales atrincherados en Zaculeu hicieron todavía una nueva
acometida a campo abierto con un ejército de 8,000 hombres, pero no lograron sus
objetivos. Fueron derrotados y forzados a retirarse en desbandada.
En aquellas circunstancias, Kayb'il B'alam, señor de los mames, decidió efectuar una
retirada táctica por la noche, con un grupo de sus guerreros, pero fueron descubiertos por
una ronda de castellanos, la que les hizo fuego, y los obligó a volver al interior de Zaculeu.
Mientras tanto, la situación se agravaba para ambos bandos, pues entre los castellanos e
indios aliados se generó una epidemia. Decidieron retirar a los enfermos al poblado
cercano de Huehuetenango, mientras los sitiados padecían de hambre, lo que los obligaba
a comerse los cueros de las rodelas y aun a sus compañeros muertos.
Kayb'il B'alam ya sólo contaba con un ejército diezmado por la muerte de 1,800 de sus
hombres, y para evitar que los guerreros que le quedaban murieran de hambre decidió, en
consulta con los principales, negociar la paz. Las conversaciones se realizarían entre la
puerta de la fortaleza y el cuartel de la caballería española.
Geografía de la región
La Sierra de los Cuchumatanes es la región montañosa no volcánica más espectacular de
Centroamérica. Situados al norte del Río Cuilco y al norte y oeste del río Negro Chixoy, los
Cuchumatanes forman una unidad física diferenciada, limitada al norte por las tierras bajas
tropicales de la cuenca del Río Usumacinta y al oeste por las montañosas tierras de
Comitán, en el estado mexicano de Chiapas. Con elevaciones que van desde 500 hasta
más de 3,600 msnm, la Sierra de los Cuchumatanes se encuentra en dos departamentos
de Guatemala: Huehuetenango al oeste y Quiché al este; así como los municipios
mexicanos de: Unión Juárez, Cacahoatán, Tapachula,[Tuxtla Chico, municipio donde se
encuentra la zona arqueológica Izapa de origen mame] Motozintla, Mazapa de Madero,
Frontera Comalapa, Amatenango de la Frontera.
La región con cerca de 16,350 km2, alberga una población de cerca de 750,000 hab. del
lado guatemalteco y 35,000 del lado mexicano. Tres de cada cuatro habitantes son
indígenas que hablan lenguas muy parecidas entre sí, de las cuales las principales son la
aguacateca (awakateca), ixil, jacalteca (jakalteca), kanjobal (q'anjob'al), mam, quiché
(k'iche') y uspanteca (uspanteka).
El nombre Cuchumatán significa `aquello que fue reunido por una fuerza mayor', y se deriva
de la combinación de dos palabras mames: cuchuj (`reunir') y matan (`por la fuerza'). Otra
posible derivación puede ser de la palabra náhuatl kochmatlán, que significa `donde
abundan los cazadores de loros'. La derivación Mam, por ser maya, es posiblemente
anterior a la náhuatl en este contexto local. Sin tomar en cuenta su origen, el nombre
Cuchumatán parece ser bastante antiguo, y si bien se asocia con mucha frecuencia a las
comunidades mames de Todos Santos y San Martín, que se encuentran en el corazón de
las montañas, la designación se refiere, en general, a todo el Altiplano noroeste
guatemalteco.
Gran parte de la región permanece todavía remota e inaccesible, un lugar escarpado donde
la gente del pueblo viaja mucho a pie. Es también una región de asombrosa variedad,
donde el aspecto de la tierra puede cambiar dramáticamente, aun a cortas distancias. Por
ejemplo, se encuentran tierras cálidas, exuberantes, densamente pobladas de árboles, en el
lejano norte de Bulej y Yalambojoch, en el descenso hacia la frontera mexicana cerca del
vértice de Santiago. En contraste, entre Chancol y Páquix en Guatemala, y Chanjale Salchiji,
Toquián – Pavencul es frío, y de una topografía escarpada. Cerca de Sacapulas, las
polvorientas tierras del valle del Río Negro están llenas de espinosos cactos y chaparrales,
que dan a esa parte una apariencia casi desértica, especialmente durante los meses de
verano, que van desde finales de noviembre hasta principios de mayo.
Pruebas arqueológicas y etnohistóricas demuestran que a mediados del siglo XV varios
pueblos de los Cuchumatanes cayeron bajo la jurisdicción política y tributaria de los
quichés de Gumarcaaj (Utatlán). Sin embargo, la extensión precisa del control que ejercían
los quichés no está clara. Mientras la influencia quiché era fuerte en el sur, en el norte y el
oeste era menos pronunciada, pues allí una serie de pequeños dominios cuchumatanes
resistía el expansionismo de Gumarcaaj. La secesión de los cakchiqueles (kaqchikeles) de
los quichés, ocurrida alrededor de 1475, condujo a una guerra civil entre los dos grupos,
suceso que debilitó considerablemente el dominio de Gumarcaaj sobre los pueblos
sometidos. Parece que por lo menos tres grupos de los Cuchumatanes resistieron al yugo
de Gumarcaaj, ya que la crónica indígena conocida como Título de Santa Clara exhorta a
los quichés a estar en guardia contra el pueblo de los agaab de Sacapulas, los balamihá de
Aguacatán y los mames de Zaculeu. Sin duda, cuando los españoles llegaron a Guatemala
en 1524, a los mames de Zaculeu se les trataba por los quichés más como aliados que
como vasallos, pues nada menos que Pedro de Alvarado informó que Caibil Balam,
gobernante Mam, fue recibido con gran ceremonia y respeto en Gumarcaaj. Durante los
dos primeros siglos del dominio español en Guatemala, la Sierra de los Cuchumatanes
formó parte de la unidad administrativa conocida como el Corregimiento de Totonicapán y
Huehuetenango. Esta extensa unidad incluía todo el actual Departamento de Totonicapán,
lo que ahora es la mayor parte de Huehuetenango, la mitad norte de Quiché y una pequeña
parte de Quetzaltenango, además de Motozintla, área del estado mexicano de Chiapas. A
finales del siglo XVII, en 1672 y 1673, Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán sirvió como
Corregidor de Totonicapán y Huehuetenango. Este cargo le permitió conocer
personalmente la región, por lo que los capítulos de su libro Recordación Florida que tratan
acerca de la región de los Cuchumatanes son maravillosamente ricos. Son también, en
general, más confiables que otros capítulos sobre asuntos que el cronista no conoció de
primera mano. Fuentes y Guzmán incluyó un mapa de la región en su Recordación Florida.
Si se observa dicho mapa se puede comprobar que el tercio sur correspondía a
Totonicapán, y los restantes dos tercios en el norte eran lo que entonces se conocía como
Huehuetenango, un extenso territorio atravesado por la Sierra de los Cuchumatanes desde
Motozintla (San Francisco Motozintla) en el oeste hasta Uzpantlán (Uspantán) al este, y
desde Sacapulas al sur hasta Ystatlán (San Mateo Ixtatán) al norte.
Presencia Española
Sólo un puñado de españoles se preocupó de considerar las posibilidades de explotar
mejor los recursos básicos de los Cuchumatanes, sus tierras y minerales. Al principio hubo
una racha de excitación ante la posibilidad de encontrar oro en la región, pero tales
esperanzas se desvanecieron rápidamente. La especulación fue más persistente en
Pichiquil, un poblado situado a mitad del camino entre Aguacatán y Sacapulas, y en San
Francisco Motozintla, aldea fronteriza que actualmente pertenece a México. La plata fue
tan abundante en Chiantla que, en 1537, le dejó al primer español dedicado a la explotación
de las minas locales, Juan de Espinar, una atractiva ganancia de 8,700 pesos, pero este
nivel de utilidades no se pudo mantener por mucho tiempo. Las minas de Chiantla, sin
embargo, produjeron plata que se usó para decorar los altares de las iglesias durante todo
el período colonial. La envergadura y el resultado de la operación, aun cuando ésta se
realizó conjuntamente con la extracción de plomo, fueron modestos en comparación con
los de la actividad minera en la región de Tegucigalpa, y nada comparables con los de
Guanajuato, Zacatecas o Potosí.
A finales del siglo XVI, los pocos españoles que aún mantenían interés en la Sierra de los
Cuchumatanes consideraron que tomar tierras representaba la mejor vía para su progreso
económico. El contacto entre indígenas y españoles durante los dos primeros siglos de la
dominación española en la Sierra de los Cuchumatanes ofrece una oportunidad para
reflexionar sobre el significado de la Conquista y la resistencia indígena. Es un ejercicio
que podría dar fácilmente como resultado una contemplación prolongada del lado oscuro
de la historia de esta región. Aunque de alguna manera ello resulta comprensible, al
limitarse sólo a lo que la Conquista destruyó, se resta importancia a lo que, contra viento y
marea, los naturales lograron salvar y mantener vivo. Este ejercicio se debe emprender con
mucha precaución. Tal como sucede respecto del `salvaje noble', buscar sólo indígenas
que se ajusten a nuestros argumentos e ideologías es una ilusión que no sirve propósito
útil alguno, sea éste académico o de otra naturaleza. Tampoco se debe descuidar el papel
fundamental que desempeñó el medio físico. Pero ignorar totalmente la dinámica de la
resistencia, especialmente cuando es la supervivencia maya la que se encuentra todavía
amenazada, es una injusticia aún mayor.
Nada resultó como los españoles esperaban. Los documentos coloniales del Reino de
Guatemala, aun los escritos poco después de la Conquista, están cargados de un sentido
casi premonitorio de que las ambiciones e intereses tan aparentemente justificados no
llegarían a nada.
Rama Mam
A finales del siglo XVIII el 10.27% de los naturales hablaba alguno de los idiomas que
formaban este grupo: mam, ixil, kanjobal (q'anjob'al), jacalteco (jakalteco), solomek, cuilco,
aguacateco (awakateko) y motozintla.
El idioma con mayor número de hablantes era el Mam, que se usaba en los ocho curatos
siguientes: Huehuetenango, Santa Ana Malacatán, San Pedro Sacatepéquez, Chiquirichapa,
San Miguel Ixtahuacán, Chiantla, Quezaltenango y Tejutla. El ixil, que seguía en
importancia, se hablaba en Santa María Nebaj, San Juan Cotzal y San Gaspar Chajul.
El cuilco era apenas hablado por un poco más de 1,000 personas que habitaban el curato
de San Andrés Cuilco. El aguacateco era usado por menos de 1,000 personas residentes
en Aguacatán. El motozintla, conocido también como popoluca, se hablaba en un barrio de
San Andrés Cuilco, por unas 34 personas.
Sus idiomas
En la década de 1770, los idiomas que más se hablaban eran el cakchiquel (30.17%), el
quiché (18.73%), el chortí (9.57%), el kekchí (7.36%), el pokomam (7.30%), el xinca (7.09%)
y el Mam (6.48%). Los idiomas restantes no llegaban en conjunto ni al 14% del total. La
mayoría de indígenas hablaba únicamente su idioma materno, con excepción de los
principales que tenían conocimientos de castellano. Las diferencias idiomáticas eran de
distinto grado pero, en muchos casos, individuos de distinto idioma, pero de un mismo
grupo lingüístico, podían entenderse, como sucedía entre quichés, cakchiqueles y
tzutujiles. Lo mismo ocurría entre los hablantes de pokomam y pokomchí.
José Cecilio del Valle opinaba, a comienzos del siglo XIX, que el monolingüismo era un
‘obstáculo opuesto a la civilización de los indios; un muro de separación que los aleja de
los hombres cultos e ilustrados'.
El presbítero Domingo Juarros mantenía igual criterio en aquella época, y sostenía que la
castellanización de los naturales era beneficiosa no sólo para su catequización, sino
también para su bienestar temporal, pues mediante el castellano podían exponer por sí
mismos sus quejas ante los jueces y expandir su actividad comercial en un mayor ámbito
geográfico.
En las postrimerías del período colonial, la situación de los indígenas experimentó algunos
cambios con respecto a los dos siglos anteriores. El primero de ellos fue una lenta pero
sostenida recuperación demográfica, ocurrida en el último cuarto del siglo XVIII. Este
fenómeno se constituyó en uno de los principales factores que incidieron en las acciones
de los indios por la recuperación de sus antiguas propiedades territoriales, en vista de la
necesidad que tenían de tierra para sus siembras. Si bien es cierto que no las recobraron
hasta el punto que hubieran querido, también lo es que se fue creando conciencia entre
algunos sectores ilustrados sobre la necesidad de cambios con respecto a la tenencia de
la tierra, como lo demuestran los Apuntamientos del Consulado para el Canónigo
Larrazábal como diputado a las Cortes de Cádiz. En relación con la organización social,
aún existían las parcialidades, los principales y el cacicazgo, este último en decadencia. La
encomienda había disminuido significativamente, no así el repartimiento, cuyo
recrudecimiento era notorio. Por otra parte, la necesidad de mano de obra indujo a los
hacendados a favorecer la formación del colonato.
Muchos de los idiomas estaban desapareciendo, por la disminución numérica de los indios
y el incremento de ladinos, el castellano se había constituido en el idioma dominante.
Uno de los aspectos que, a juicio del Arzobispo Pedro Cortés y Larraz, había
experimentado sólo cambios aparentes era la religión, ya que los indios continuaban en
sus ritos en montañas y ziguanes, y si cumplían con los mandamientos de la Iglesia
Católica era sólo para evitar ser castigados.
En el campo de la educación se había dado una leve mejoría, resultado de haber permitido
a los indígenas ingresar a las órdenes religiosas y a la universidad, y ser admitidos a
dignidades eclesiásticas.
Cuando México y Guatemala firmaron los Tratados de Límites de 1882, que oficialmente
establecieron la división fronteriza entre ellas, la población Mam quedó dividida por la
nueva frontera política. Desde entonces las políticas de Estado mexicano han cambiado de
una violenta integración a la marginalización o corporativización a través de las
organizaciones indígenas del expartido oficial. La consolidación de una identidad nacional
mexicana durante los gobiernos posrevolucionarios tuvo consecuencias directas para la
vida de los pueblos indígenas en general y, de manera muy especial para los habitantes de
la frontera sur mexicana.
Aunque este proyecto integracionista se venia desarrollando a nivel nacional desde los
años veinte, en Chiapas tomó fuerza especial a partir de 1933 y adquirió características
específicas en la región fronteriza.
En su primer año de gobierno, Grajales, les condonó los impuestos a los finqueros y
propuso al congreso que se hiciera un nuevo avalúo fiscal para que los dueños de las
plantaciones pagaran menos impuestos, considerando que la crisis había disminuido el
valor de la tierra.
Paralelamente la educación socialista promovía la incorporación forzada del indio a la
cultura nacional, estableciendo diez centros de castellanización en el estado y prohibiendo
el uso de las lenguas indígenas en las escuelas públicas. Esta campaña afectó a los
indígenas de todo el estado, pero especialmente en las zonas fronterizas fue muy rígida, ya
que se trataba de zonas en donde la política de mexicanización cumplía la función política
de demarcar los límites de la nación.
En esta etapa de represión cultural nuevos espacios identitarios fueron apropiados por los
campesinos mames dentro de las organizaciones religiosas y campesinas.
Los años cincuentas fue para los finqueros de la región una época de bonanza, los
productos de agroexportación alcanzaron su nivel más alto de precios a nivel internacional.
Para los campesinos de la sierra esta es una época obscura, pues fueron los años del mal
morado, “la oncocercosis”, causando la ceguera de miles de campesinos. Si, en la quema
de los trajes y la prohibición del habla del lenguaje marcó la memoria histórica de los viejos
mames, en los treintas, “el mal morado” marca la tragedia de los cincuentas.
Desarrollo
En la región hay narrativas diferentes, los empresarios y finqueros hablan del progreso
traído por los presidentes Miguel Alemán y Adolfo Ruiz Cortines; la protección de la
“pequeña propiedad”, el apoyo a las obras de irrigación, la tecnificación agraria que
sustituyó al reparto de tierras. En el Estado se construyó la presa Malpaso con los
afluentes de los ríos Grijalva y Usumacinta. La apertura de la carretera Panamericana, la
construcción de caminos vecinales, construyéndose la carretera Motozintla-Huixtla,
conectando a la sierra madre con la costa. El presidente Miguel Alemán creó la Comisión
Nacional del Café, con el objetivo de apoyar a los cafeticultores a modernizar sus sistemas
de producción y facilitar créditos agrícolas. Los fertilizantes e insecticidas hicieron su
aparición en el campo chiapaneco incrementando la producción.
Los campesinos mames nos hablan de otra realidad, se recuerdan: cuando el gobierno
anunció que ya no había más tierras que repartir, y de los papeles que el gobierno dio a los
finqueros de inafectabilidad; cuando el gobierno a través de la CNC empezó a repartir
semillas y fertilizantes a cambio de integrarse a sus filas; pero lo que más se recuerda es el
“mal morado”, que dejó ciegos a hijos, padres, familiares y amigos; cuando iban a las fincas
y regresaban con la cara hinchada y la piel obscura y con protuberancias en la nuca que
poco a poco se empezaba a llevar la luz.
En la época de los cincuenta y sesenta fue cuando los campesinos mames aparecieron
nuevamente en la historia oficial, incluidos dentro del patrimonio nacional que hoy se
expone en un pequeño nicho en el Museo de Antropología e Historia. Los antropólogos se
encargaron de crear una imagen de los mames para el consumo nacional, se desarrollaron
expediciones de rescate etnográfico y arqueológico y se escribieron guiones
museográficos. Del boom agrícola, los campesinos mames se beneficiaron poco, en las
labores del campo de las fincas no recibían el salario mínimo, y tenían que competir con
los miles de campesinos guatemaltecos que aceptaban largas jornadas de trabajo por
salarios muy bajos. Los cuales podían trabajar en el país, gracias un acuerdo suscrito por
los finqueros y la secretaria de gobernación para “importar” hasta veinte mil jornaleros de
Guatemala en temporada de cosecha. Los campesinos mames debieron aceptar los bajos
salarios de las fincas cafetaleras y muchos de ellos optaron por la migración definitiva a la
región de la selva durante la década de los sesenta. Con el fin de llevar un proyecto
desarrollista a las zonas indígenas del país se creó en diciembre de 1948 el Instituto
Nacional Indigenista (INI). El INI se creó en un momento en que el Estado necesitaba
reconstruir su hegemonía a raíz del rechazo popular que la contra-reforma agraria estaba
causando en el medio rural. El INI tuvo como antecedentes una serie de organismos
gubernamentales cuyo objetivo principal era la “integración del indígena” al proyecto
nacional. El INI cumplía así con una doble función: la de llevar el desarrollo a las zonas
rurales y la de recuperar a las culturas indígenas aquellas características que pudieran ser
integradas al patrimonio cultural de la nación. Los límites del análisis de los indigenistas
de esa época estuvieron marcados por su participación en la construcción de un proyecto
nacional homogeneizador y moderno. El trabajo de Aguirre Beltrán sentó las bases para el
establecimiento de los Centros Coordinadores Indigenistas (CCI), que constituyen la
principal estructura organizativa del INI.
El primer CCI se fundó en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, bajo la dirección del mismo
Aguirre Beltrán, en marzo de 1951, intentando abarcar las regiones tzeltal y tzotzil. Las
campañas integracionistas de los años treinta y cuarentas fueron tan efectivas en la sierra
madre que durante varias décadas esta zona no fue considerada como una región indígena
y no fue integrada al modelo CCI sino hasta 1978, cuando se fundó el Centro de Mazapa de
Madero.
Es poca la información que se tenía de los mames, no es sino hasta la fundación del
museo de antropología e historia, que se realizan recorridos de campo de corta duración
en la zona.
Andrés Medina, etnólogo, quien, como ya mencioné, elaboró el ensayo titulado Notas
etnográficas sobre los mames de Chiapas (1973), que se ha convertido como un trabajo
fundamental para el estudio de la sierra Madre de Chiapas. Su ensayo, elaborado con la
información en el recorrido de campo, aparece seis años más tarde de la experiencia
vivida, en 1973. Su visión crítica de la región indígena le permitió contextualizar la vida de
los campesinos mam, dentro de un contexto histórico más amplio, que se inicia desde la
época colonial, pasando por los periodos de independencia y revolución. Medina no
escribe sobre la vida cotidiana, que resultaría muy interesante para la comprensión de la
realidad de la Sierra.
Actualmente la zona Indígena Mam de Tapachula cuenta en su parte más limítrofe con
Guatemala de Pavencul y Toquian Grande aunque de manera muy deficiente con los
niveles escolares que van de preescolar, Primaria, Telesecundaria, Telecobach, Cobach y
universidad virtual de la Universidad Autónoma de Chiapas.
Los jóvenes que acuden a clases deben levantarse muy temprano y la mayoría de las veces
caminar durante 2 o 3 horas para llegar a los centros escolares lo mismo para su regreso a
casa, bajo un sol, lluvia o frío inclemente y a expensas de los peligros de derrumbes,
deslaves, y animales peligrosos que aún existen en la zona la cual es montañosa y
abundan los precipicios y riachuelos; el transporte aunque incipiente existe pero es muy
caro lo que no permite su uso por parte de los jóvenes estudiantes los cuales por su
condición económica y otras anímica de desnutrición simplemente terminan desertando.
La SAI gestionó ante autoridades del estado la creación de una Ciudad Rural en 2007 y
2008.
El pueblo Mam tiene su propia cultura acrisolada por su característica binacional que a
pesar de su difícil pasado trabaja de manera incansable y sacrificada por su presente con
miras a un mejor futuro…futuro incierto ya que ese mismo esfuerzo de los viejos NO es
atesorado por los jóvenes los cuales se niegan a aprender la lengua materna y prefieren el
Inglés, prefieren castellanizarse a conocer de sus usos y costumbres y de las tradiciones
se avergüenzan más que enorgullecerse, la falta de fomento en el uso de los trajes propios
tiende a desaparecer así como las manifestaciones culturales de la cerámica y pintura de
las danzas rituales del maíz o cualquier otro.
No todos los indígenas mames de la sierra madre de Chiapas son socios de las
cooperativas, sin embargo cada día ven los frutos de sus hermanos y vecinos, por lo que
cada día se asocian más indígenas a estas causas.
No todos los socios de estas cooperativas asumen la misma actitud con respecto al
rescate del pasado. Para algunos es solo un discurso de presentación que no tiene que ver
con su vida cotidiana dentro de sus comunidades. Otros, si han modificado
sustancialmente su estilo de vida a partir de la incorporación a las cooperativas.
Resulta interesante ver como ahora los campesinos mames establecen relaciones
comerciales con el mercado internacional. Antes, sirviendo a las grandes fincas
cafetaleras. Ahora, estos campesinos han entrado en contacto con un mercado alternativo,
más allá de sus fronteras. Como productores han hecho recorridos de promoción de sus
productos, estableciendo comunicación vía telefónica, fax y hoy por correo electrónico.
La persona o familia que necesita madera para construcción, debe solicitarlo en la Alcaldía
de la comunidad, en donde establece un compromiso por escrito de sembrar 50 nuevas
plantas por árbol cortado. Este es el Caso de San Antonio Las Barrancas, municipio de
Sibinal, en el Departamento de San Marcos. Aquí se estableció que el Instituto Nacional de
Bosque no debe autorizar tala masiva de árboles sin la autorización de la comunidad. Caso
contrario habría una movilización masiva de los comunitarios contra los que no respeten
las normas locales.
Se considera de importancia las especies como el laurel y el eucalipto, por las propiedades
curativas, especialmente para enfermedades intestinales y del sistema nervioso. Así
mismo el catzé, el pinabete, el reyjan, el encino y el pino. En otras comunidades se
recomienda no jugar con las semillas de las plantas medicinales, ya que tienen un valor
curativo. Los animales existentes en los bosques no son cazados por los comunitarios.
Las autoridades que velan por el cumplimiento de las normas, en las 10 comunidades son:
Principales del Pueblo, Alcaldes Comunales, Guardabosque y el Alcalde Municipal.
Bibliografía
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Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Chiapas, "Decretos de Creación de Ejidos",
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Enlaces externos
Pueblos indígenas de México.
Referencias
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