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Algunas cuestiones disputadas sobre el anarcocapitalismo (XIX):

corrupción y Estado

MIGUEL ANXO BASTOS BOUBETA26/02/2018

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Casi no hay día en el que no nos despertemos con alguna noticia relativa a la
corrupción. No hay escalón de gobierno que no haya sido afectado, en mayor o menor
medida, por escándalos relativos a malos usos de recursos públicos, sobornos,
subvenciones fraudulentas, etc. No hay nada de nuevo en estas pillerías. Su técnica era
ya conocida por los romanos y muchos pueblos de la antigüedad, y de hecho pocas
novedades al respecto pueden reivindicar los practicantes de tan antigua práctica. Si
hacemos caso al breve tratado de Carlo Brioschi, Breve historia de la
corrupción, buena parte de los grandes y reconocidos estadistas del mundo antiguo, sin
excluir a Séneca y Cicerón, hicieron grandes fortunas con prácticas corruptas que no
tienen que envidiar a los más sofisticados corruptos de nuestros días que realizan
transacciones en bitcoins a paraísos fiscales. Desde inflar contratos a favorecer a
parientes y amigos, nada nos pueden enseñar los romanos. La lecciones de los romanos
fueron bien aprendidas por los gobernantes del siglo de oro español, que obtuvieron
pingües beneficios de su asociación al poder. Los famosos validos de las sucesivas
cortes de los Austrias son buenos ejemplos de uso privado de las instituciones de poder
de su época. Me parece muy interesante al respecto la vieja costumbre, ya iniciada por
los famosos publicanos romanos, de vender o arrendar cargos públicos. No sé por qué
alguien querría adquirir, el nombre ya lo dice todo, un beneficio público si no fuese
porque esperase sacar con su mejor gestión un mayor rendimiento del expolio a los
sufridos súbditos. Sin extenderse más, podríamos decir que no encontramos una época
en la historia sin algún tipo de corrupción. Puede diferir el grado según la época y el
país, pero vemos que es constante la asociación entre poder político, sea este estatal o
preestatal, y la existencia de tales prácticas.
Pero ¿cuál es la diferencia que podríamos señalar entre la corrupción antigua y la
contemporánea? Yo veo una muy clara. En el mundo anterior al Estado moderno se
daba por descontado que el objetivo último de obtener algún tipo de cargo o prebenda
público era el de expoliar recursos, por eso se negociaba en pública almoneda con ellos.
Las obras de Quevedo, el Marco Bruto por ejemplo, expresan muy bien la mentalidad
de la época en el sentido de que se sobrentendía que los gobernantes buscaban lucrarse
y para ello ideaban mil trapacerías (por cierto, recomiendo la lectura de las obras
políticas de Quevedo, las que no se enseñan en la escuela, pues nos muestran mucho
sobre las realidades del gobierno de su época; su Política de Dios, Gobierno de Cristo y
Tiranía de Satanás es también un excelente ejemplo). No se necesitaba a los teóricos de
la elección pública para entender la lógica de funcionamiento del poder político.
Pero algo cambió entretanto, y el Estado, que era muchas veces pintado, en la línea de
San Agustín, como una especie de banda de bandidos sofisticada, pasó a ser
considerado como un ente angélico preocupado por el bien común y la satisfacción del
interés general. Aquellos rapaces y corruptos bandidos pasaron a ser considerados seres
desinteresados, preocupados por la justicia social y el bien común, así como por la
correcta gestión del interés general de la nación (conceptos todos ellos, como se puede
ver fácilmente, compresibles y operatibizables). El corrupto pasó de ser la regla, con
algunas excepciones, a ser la excepción, la oveja negra de un grupo de sacrificadas
personas. Todo esto se debió a la aparición del Estado como un ser abstracto e
impersonal, independiente de las personas que lo conforman. Este ser estaría dotado de
un conjunto de atributos casi propios del mundo celestial. Un ser imparcial y justo que
toma sus decisiones pensando sólo en el bienestar de su pueblo, a cuyas necesidades
responde y rinde cuentas. Es transparente y responde de sus actos. Juristas y
economistas han contribuido a esta visión del mundo con sus descripciones del proceso
legislativo y económico. Unos con su referencia a los poderes públicos como un
legislador previsor y cuidadoso del cumplimiento de los principios a los que antes nos
referíamos y otros con la elaboración de modelos matemáticos para los que es necesario
un regulador preocupado del cumplimiento de estos mismos fines. Pero en la realidad
no existen ni uno ni otro. Sólo personas que elaboran leyes y regulaciones pensando en
su interés, entendido este de forma amplia, y sujetos, por tanto, a las tentaciones de
sacar provecho a su situación de poder. Cierto es que no todos sucumben a la tentación,
y también lo es que no todos los Estados son iguales al respecto, pero no se puede negar
que prácticamente todos los Estados existentes cuentan con cierto grado de prácticas
corruptas en su interior, por lo que podríamos decir que la corrupción es algo
consustancial a la existencia de los mismos, esto es no es algo que ocurra a veces, sino
que ocurre siempre, en mayor o menor medida. ¿Cuándo o dónde ha existido algún
Estado sin ella? Me atrevería a decir que esta se ha reducido porcentualmente con el
paso del tiempo, pero puede haberse incrementado en términos absolutos con la
expansión del aparato estatal y, por subsiguiente, con el incremento de las
oportunidades de obtener provecho del mismo.
La corrupción cuenta con varios elementos que la hacen funcional para establecer un
aparato de gobierno y sostener una máquina política bien coordinada y, por ello, es
universalmente usada. Si bien no es la única forma posible de coordinación, sí es una de
las más simples y eficaces. Libros como el Manual de dictador de Bueno de Mesquita
o, de forma más técnica, La lógica de la acción colectiva de Mancur Olson (a quien
debemos en su Poder y prosperidad la definición del Estado como un bandido
estacionario) describen perfectamente esta lógica. Primero, la corrupción sirve para
recompensar de forma selectiva a nuestros colaboradores en el ejercicio del poder:
premiar a nuestros colaboradores de tal forma que se mantengan leales a los dirigentes
máximos y tengan interés en la permanencia en el poder del actual grupo dirigente.
Sirve también para premiarlos por los servicios políticos prestados en el pasado de tal
forma que los gobernantes obtengan buena reputación dentro de los integrantes de la
clase política. Al mismo tiempo, los hace cómplices de los dirigentes, disminuyendo por
tanto la posibilidad de delaciones o traiciones, muy frecuentes en los medios políticos.
También sirve en casos determinados para ajustar las cuentas a rivales políticos,
normalmente dentro del propio partido. Buena parte de los escándalos de corrupción
afloran a partir de filtraciones internas provenientes de grupos rivales dentro del propio
grupo gobernante. Suelen seguir un patrón similar, primero una filtración que cuestione
la moralidad o la capacidad del atacado, pero que no sean en sí constitutivos de delito
(escándalos sexuales, posesión de cuentas en paraísos fiscales...) y sólo si el afectado no
se aparta se puede recurrir a filtraciones de prácticas corruptas delictuosas que fuercen
su retirada del cargo. Es práctica común en muchos gobernantes, en especial entre los
más experimentados, el de no incurrir ellos mismos en prácticas corruptas, pero sí
tolerarlas a su alrededor por lo antes dicho. Así sus subordinados se mantienen fieles, y
si es necesario, pueden deshacerse de ellos con comodidad. Por último, la corrupción
permite al político garantizar su retiro del puesto de forma incruenta, dado que el
garantizarle una renta posterior puede suavizar las tensiones inherentes al abandono del
cargo, con lo que se resistirá menos violentamente. La vieja y tradicional práctica de las
puertas giratorias es especialmente adecuada para esta función. Podemos pagar un favor
político en efectivo con un sobre o una transferencia a alguna cuenta cifrada, pero eso es
ilegal. Pero si hacemos el pago una vez retirado el político con algún cargo bien
remunerado al salir del puesto o invitándolo a impartir conferencias quizá un poco bien
pagadas de más, entonces es perfectamente legal hacerlo. Supongo que también podría
ser que muchas de esas empresas quieran aprovechar la valía o los conocimientos y
contactos del antiguo político, pues entra en el ámbito de lo posible. Llama sin embargo
la atención que este tipo de puestos bien remunerados proliferen especialmente en
empresas reguladas o vinculadas al sector público, como el sector de las renovables y
mucho menos, por ejemplo, en el sector textil. La corrupción es también usada para la
financiación de las organizaciones políticas, en especial partidos, pero también para
sindicatos y think tanks, y a su vez estos pueden servir como fuente de financiación del
corrupto, pues al no ser considerados parte de la administración pública no están sujetos
a las mismas normas de transparencia y responsabilidad y pueden hacer uso de
instrumentos de contabilidad más opacos. Con esto no se quiere decir que todos los que
incurren en estas prácticas lo hagan por motivos corruptos, sino que estas pueden ser
usadas y han sido usadas con estos motivos, y que estas son útiles y funcionales para la
coordinación interna de partidos y gobiernos.
La corrupción puede servir también para explicar parcialmente la resistencia por parte
de muchos actores políticos a eliminar regulaciones y barreras proteccionistas o a
reducir de forma general la intervención estatal en la economía. Cuanta más
intervención, no sólo hay más poder estatal, sino más oportunidades de obtener rentas
por parte de los actores. Llevo años coleccionando noticias de prensa sobre corrupción y
he podido observar que a prácticamente cualquier actividad pública se le puede sacar
provecho. Las típicas son en la obra pública o en las concesiones de servicios públicos,
pero las he visto hasta en las señales de tráfico o en la contratación de orquestas para las
verbenas. Si estos sectores fuesen liberalizados, la práctica totalidad de las rentas que
ahora obtienen se desvanecerían. Supongamos que conseguimos hablar con el líder de
algún estado emergente, famoso por su corrupción (hay muchos candidatos) y le damos
a leer a Hazlitt o a Mises y luego le explicamos las perniciosas consecuencias del
intervencionismo, esto es, como conduce a menor desarrollo y que este tiene
consecuencias imprevistas y negativas sobre los ámbitos de la sociedad. Algo, en fin,
que cualquier liberal o libertario sabe y en lo que estamos todos de acuerdo. ¿Cómo
creemos que reaccionará tal líder? Quizás diciéndonos que tenemos razón y que por
ignorancia había estado implementando políticas equivocadas pensando en el bien
común y en le bienestar de su ciudadanía. O más bien sincerándose y diciéndonos que
eso que decimos es muy bonito y que la lógica austríaca es muy convincente y
coherente, pero explicándonos que si llevamos a cabo tales políticas, el grupo de
personas que le apoyan para mantenerse en el poder pudiera sentirse algo molesta al
perder sus prebendas y rentas y, por lo tanto, echarlo fuera del puesto. Si mis militares y
empresarios no obtienen las rentas a que están acostumbrados provenientes de la
corrupción no tendrán por qué serme leales, nos diría, y poco duraría yo en el puesto.
¿Cuál creemos que es la respuesta correcta? La dejo a suposición del amable lector. Al
igual que abierta la pregunta de si estos fenómenos son privativos de las democracias de
baja calidad y las dictaduras o si también pueden encontrarse en democracias de esas
que los politólogos llamamos de alta calidad.
El fenómeno de la corrupción es de sumo interés para entender el funcionamiento de los
Estados modernos. Quedan aquí muchos temas sin tocar, siendo consciente de que hay
muchos factores que le afectan. La propia ética de la ciudadanía, la calidad del liderazgo
político, la remuneración de los actores políticos o la existencia de recursos naturales en
el país, como el petróleo, gestionados por empresas nacionalizadas, son algunos de los
factores que pueden explicar la desigual incidencia de la corrupción entre países. Pero
para estudiarla y comprenderla bien entiendo que hay que considerarla en relación a la
figura del Estado. Si bien hipotéticamente podrían caminar separadas, la historia nos
muestra que han caminado siempre juntas y que creo que va a ser muy difícil separarlas.

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