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Los estudios críticos sobre la diversidad corporal (Teoría Freak) se proponen

volver visible el cuerpo en tanto mutación de órganos, procesos de


estructuración que son alterados vía natural o quirúrgica para hacer surgir
monstruos, devenires de posibilidad en las acepciones a una idealización

Hugo Chávez Mondragón


normalizadora. El monstruo como aquel que se aparta de la naturaleza,

Alejandra Díaz Zepeda


Fabián Giménez Gatto
signo de desgracia venidera, deformidad que debe ser oculta o eliminada
apenas ha nacido y su “desfiguración” es notoria. El monstruo humano
también como aquel que “combina lo imposible y lo prohibido”, que nos
hace voltear la mirada como intentando negar su existencia mientras su

TEORÍA FREAK
exotismo paradójicamente hace volver con unos ojos lacerantes que le
juzgan. El presente volumen es un recorrido por lo freak en el que diversas
voces se sumergen en la densidad radical de esos otros cuerpos.

TEORÍA
FREAK
ESTUDIOS CRÍTICOS SOBRE
DIVERSIDAD CORPORAL
Fabián Giménez Gatto
Hugo Chávez Mondragón
Alejandra Díaz Zepeda
COORDINADORES
TEORÍA
FREAK
ESTUDIOS CRÍTICOS SOBRE
DIVERSIDAD CORPORAL
Fabián Giménez Gatto
Hugo Chávez Mondragón
Alejandra Díaz Zepeda
(COORDINADORES)
© Teoría freak. Estudios críticos sobre diversidad corporal
Fabián Giménez Gatto, Hugo Chávez Mondragón, Alejandra Díaz Zepeda (coordinadores)

© Primera edición:
La Cifra Editorial, 2018

D.R. La Cifra Editorial S. de R. L. de C.V.


Avenida Coyoacán 1256-501, Col. Del Valle,
C.P. 03100, Ciudad de México
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Diseño de portada: Diego Álvarez / Roxana Deneb

Este libro se publicó con el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología a través
de su programa de Redes Temáticas.

Las imágenes contenidas en este libro se utilizan únicamente como parte de


investigaciones académicas y su uso es responsabilidad de cada uno de los autores.

ISBN: 978-607-9209-88-9
Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la
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Impreso en México / Printed in Mexico


TEORÍA
FREAK
ESTUDIOS CRÍTICOS SOBRE
DIVERSIDAD CORPORAL
Fabián Giménez Gatto
Hugo Chávez Mondragón
Alejandra Díaz Zepeda
(COORDINADORES)
Índice

Presentación
Fabián Giménez Gatto
Hugo Chávez Mondragón
Alejandra Díaz Zepeda 11

Teoría freak / MODO DE EMPLEO


Fabián Giménez Gatto 13

El bicéfalo como fenómeno de circo


Hugo Chávez Mondragón 21

De anomalías monstruosas o de cómo la teratología marginaba a


los diferentes, México, Siglo xix
Juan Francisco Escobedo Martínez 29

Los pequeños monstruos humanos. Algunas patologías cefálicas


en el siglo xix
Martha Méndez Muñoz 43

Figuración parásita. El surgimiento de un monstruo (in)visible


Manuel Méndez 55

La implantación freak desde una crítica tullida


Jhonatthan Maldonado Ramírez 75

El lado B de lo freak
Iván Mejía Rodríguez 93

Frido: relato biográfico de un cuerpo freak


Chloé Constant 101
La disrupción de los cuerpos trans: hacia una teoría freak
Raúl Arriaga Ortiz
Alix Mabeck Saldaña 117

Freakcollage divino. El Santo Señor del Sidario


Mauricio List 131

El gran Mago Melchor: historia de un esperpento mexicano


Felipe Osornio (Lechedevirgen Trimegisto) 157

Los niños del eclipse en la pintura posruptura


Raúl García Sánchez 173

Cucarachas estenopeicas. Cuerpos cinematógrafos de misterios terribles


Laila Eréndira Ortiz Cora 183

De monstruos, animales y variabilidad humana


Alejandra Díaz Zepeda 203

Estética kitsch en la cirugía cosmética: una expresión del egobody


Elsa Muñiz 223

Los cuerpos siniestros


Fernando Torres García 237

Los autores 249


PRESENTACIÓN
Fabián Giménez Gatto
Hugo Chávez Mondragón
Alejandra Díaz Zepeda

Los estudios críticos sobre la diversidad corporal (teoría freak) proponen volver
visible el cuerpo en tanto mutación de órganos, procesos de estructuración al-
terados vía natural o quirúrgica para hacer surgir monstruos, devenires de posi-
bilidad en las acepciones a una idealización normalizadora. El monstruo como
aquel que se aparta de la naturaleza, signo de desgracia venidera (Ambroise
Paré), deformidad que debe ser oculta o eliminada apenas ha nacido y cuya
“desfiguración” es notoria. El monstruo humano concebido también como
aquel que “combina lo imposible y lo prohibido” (Michel Foucault), que nos
hace desviar la mirada como intentando negar su existencia mientras su exo-
tismo paradójicamente hace volver a él con unos ojos lacerantes que le juzgan.
El presente libro colectivo recoge, en su versión corregida y aumentada, los
trabajos expuestos durante el Segundo Encuentro de Investigadores de la Red
Temática de Estudios Transdiciplinarios del Cuerpo y las Corporalidades que
se realizó en el Museo de Arte de Querétaro, en la ciudad de Querétaro, el 11
de agosto de 2017. Se trata de un conjunto de interpretaciones sobre lo que en
un primer momento aparece como “un significante vacío”; lo freak, término an-
glosajón que carece de una traducción precisa encontrándose entre los posibles
escenarios una serie de palabras que son o buscan ser descalificativas: anormal,
extraño, monstruoso, raro… extravagante.
En un libro las páginas existen como realidades paralelas, sin embargo, sólo
puede revisarse una a la vez mientras las demás borrosamente se sugieren. Así
también las agrupaciones, que a ratos parecerán una aberración.
La teoría freak tiene un primer momento con su dimensión histórica en
los trabajos que rastrean la diversidad corporal en los registros bibliográficos
y evidencias de que estos cuerpos extraños han atraído la mirada desde hace
siglos. El lector encontrará también una constelación médica, resultado de la

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Presentación

lectura clínica sobre dichos cuerpos. Le siguen un conjunto de materiales sobre


la diversidad sexual que plantean una cercanía con lo diverso más próxima de lo
que usualmente se acepta, como sostiene la frase Objects in mirror are closer tan
they appear. Como un cierre momentáneo a la discusión, la dimensión estética
nos sugiere la presencia de narrativas e imaginarios alrededor de cuerpos que
devienen freaks desde la actualización de sus potencias. Por nuestra parte no
buscamos agotar el tema, al contrario, apenas susurrar su investigación como
un ir “tras los vestigios”, pues hablar de historia, de medicina, de diversidad
sexual e imágenes e imaginarios corporales es sólo un comienzo.
Nos dirigimos, en todo caso, a recorrer estas corporalidades en tanto planos
de inmanencia, a caminar entre cuerpos concretos que se repiten texto a texto,
imagen a imagen, con el único fin de encontranos con cuerpos singulares. Este
borboteo de extrañezas y aberraciones que usted, querido lector, encontrará a
lo largo de estas páginas, no son más que otras versiones de usted mismo, pues
hay en cada unos de nosotros un poco (o mucho) de freak. Lo único que nos
hace distintos a ellos es la distancia que nos separa de sus potencias felices y car-
navalescas, su posibilidad de mostrarse como monstruos soberanos que respon-
den a una libertad de franquear lo infranqueable. En tanto sujeto exiliado, dice
Kristeva: “En lugar de interrogarse sobre su ‘ser’, se interroga sobre su lugar:
‘¿Dónde estoy?’, más bien ‘¿Quién soy?’” (Kristeva dixit). El monstruo, arroja-
do fuera de una sociedad, recorrerá sus propios límites como un ser escindido y
transgresor, capturando –desde la fascinación por la abyección, lo grotesco o lo
barroco– la imaginación de la teoría contemporánea.

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TEORÍA FREAK / MODO DE EMPLEO
Fabián Giménez Gatto

1. Extravagancias
La extravagancia, en tanto un vagar más allá de los límites, nos permite acer-
carnos a la articulación, más o menos problemática, del límite y la transgresión,
diagramando el plano de inmanencia de lo que me gustaría llamar –en reso-
nancia con la monstruosidad de un excéntrico vagabundeo teórico que trasto-
ca, en su errar, los límites que toca– teoría freak. En este sentido, la teoría freak
es, al igual que la transgresión, “un gesto que concierne al límite” (Foucault,
1996: 127), es más, podríamos decir, a riesgo de apresurarnos demasiado, que
el límite es, ni más ni menos, la condición de posibilidad de toda teoría freak, en
definivita, su objeto fundante y fundacional. Sin embargo, en términos estruc-
turales, el límite estará sujeto, implacablemente, a una serie de trastocamientos:
subversiones, anomalías, monstruosidades. Sería imposible enumerar, exhaus-
tivamente, la multiplicidad de extravagancias que el límite ha catalizado en la
teoría contemporánea. Baste mencionar, a manera de ancoraje, un puñado de
nociones particularmente canónicas en las formaciones discursivas en torno a
lo monstruoso, brevísimos prolegómenos teratológicos antes de ensayar una
problematización del límite desde las coordenadas del cuerpo y de la mirada.
La teratología –entendida como el estudio de los monstruos– nos apor-
ta algunas pistas: el objeto de esta ciencia paradójica será, si hemos de creer
en la etimología, todo aquello extraño que excede los límites de lo natural.
Paradigmáticamente, el límite (de la “naturaleza”, de la “normalidad”, del “or-
den”) traza los contornos de lo monstruoso, su legibilidad en tanto excepción
a la regla. Pareciera que, en términos genealógicos, el monstruo ha sido, como
señala Haraway, una “criatura fronteriza” (1995: 62), extravagantemente deses-
tabilizadora; excesiva, excéntrica y descentrada, un personaje limítrofe, un out-
sider, exiliado de la naturaleza y merodeando, amenazante, los bordes del saber

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Teoría freak / MODO DE EMPLEO

y del sentido. En esta línea, Cortés (1997) abordará lo monstruoso a partir de


la oposición estructural entre orden y caos, inventariando, en su análisis, toda
una serie de dualismos propios del pensamiento ilustrado. Cabría mencionar
también el libro colectivo Monster theory (Cohen, 1996), un ejemplo sinto-
mático de la fascinación finisecular por el monstruo como encarnación de una
diferencia radical, inasimilable. De esta forma, el monstruo se convierte, para
muchos (Bogdan, 2012; Blyn, 2013; Chemers, 2009; Tromp, 2008), en una
figura modélica, en un enclave estratégico, capaz de diagramar –desde el freak
show como máquina de visibilidad– la lógica excluyente de lo moderno. En el
extremo contemporáneo, los nuevos avatares de la monstruosidad –subalterna,
disidente y decolonial– podrían leerse, desde los límites del proyecto civiliza-
torio, como la parte maldita del capitalismo tardío, dispositivos colectivos de
enunciación motorizando los signos del rebasamiento de las metanarrativas
modernas y sus ideales de universalidad.
Ahora bien, volvamos a la cuestión del límite y sus trastocamientos en la teo-
ría contemporánea. Pareciera que conceptos tales como lo informe de Bataille
en tanto “un término que sirve para descalificar, exigiendo generalmente que
cada cosa tenga su forma” (2003: 55); lo abyecto de Kristeva como “(a)que-
llo que no respeta los límites, los lugares, las reglas” (1989: 11); lo liminal de
Turner, encarnado en aquellos que “no están ni en un sitio ni en otro; no se les
puede situar en las posiciones asignadas y dispuestas por la ley, la costumbre,
las convenciones y el ceremonial” (1988: 102); o bien, lo anómalo de Deleuze
y Guattari como “un fenómeno de borde” (1997: 250), no tendrían sentido sin
una remitencia a este vagar más allá de los límites, divagaciones entrañablemen-
te extravagantes donde, al decir de Foucault, “(l)a transgresión lleva el límite
hasta el límite de su ser; lo conduce a despertarse ante su desaparición inminen-
te, a encontrarse de nuevo en lo que excluye (más exactamente a reconocerse
allí por primera vez), a experimentar su verdad positiva en el movimiento de su
pérdida” (1996: 128). Formaciones discursivas y constelaciones conceptuales
que entretejen, desde la extravagancia y la transgresión, el teatro de operaciones
de una teoría freak avant la lettre.

2. Cuerpos grotescos
David Le Breton nos dirá, en Antropología del cuerpo y modernidad, que “(e)l
cuerpo grotesco del júbilo carnavalesco se opone, radicalmente, al cuerpo mo-
derno” (2012: 31). Esta recuperación de Mijail Bajtín por parte de Le Breton,

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Teoría freak

me parece por demás sugerente a la hora de intentar pensar la corporalidad más


allá de los marcos interpretativos del pensamiento moderno, actualizando lo
grotesco como un acercamiento a lo corporal que podría, si la suerte nos sonríe,
presentar alternativas interesantes frente al dualismo cartesiano. El cuerpo gro-
tesco – abierto, transgrediendo sus límites continuamente– contrasta con la
noción moderna de un cuerpo cerrado, perfectamente delimitado: “El cuerpo
grotesco –dice Bajtín– no tiene una demarcación respecto del mundo, no está
encerrado, terminado, ni listo, sino que se excede a sí mismo, atraviesa sus pro-
pios límites” (Le Breton, 2012: 31). O bien, en otro pasaje célebre, Bajtín nos
dirá lo siguiente a propósito del debilitamiento de las fronteras entre el cuerpo
y el mundo: “En la base de las imágenes grotescas encontramos una concepción
particular del todo corporal y de sus límites. Las fronteras entre el cuerpo y el
mundo, y entre los diferentes cuerpos, están trazadas de manera muy diferente
a las imágenes clásicas y naturalistas” (Bajtín, 2003: 260).
Nos enfrentamos, como categoría de análisis, a la experiencia del límite,
una clave de lectura para pensar los gradientes de la corporalidad en su devenir
histórico: por una parte, el cuerpo carnavalesco –desbordado y excesivo– de
la cultura popular del medioevo y, por otra, el cuerpo contenido –aislado y
encerrado en sí mismo– como invención propiamente moderna. En este con-
texto, el cuerpo grotesco funciona como un caso particular –enmarcado por
los análisis de Bajtín a propósito de la obra literaria de François Rabelais– de
lo que Le Breton ha llamado el “cuerpo supernumerario” (2012: 72), el cuer-
po como resto, aquello que excede el universo matemático, mecanicista, del
perspectivismo cartesiano. Me pregunto, desde los balbuceos de una teoría
freak, acerca de la potencia heurística de un aggiornamento de lo grotesco, ya
no únicamente como categoría de análisis histórico sino como pieza clave de
una máquina interpretativa que, en el registro de una ontología del presente,
fuera capaz de producir sentido a través de sus conexiones con una serie de ex-
travagantes corporalidades ubicadas en el extremo contemporáneo (Le Breton,
2007: 18), es decir, en los bordes de la modernidad, en los límites de sus prác-
ticas y representaciones.
Necesitamos definir, en función de su potencia analítica y sus gradientes
de extravagancia, un concepto operativo de lo grotesco. Para ello me gustaría
retomar algunas ideas de Frances S. Connelly, quien concibe lo grotesco en
términos de su falta de fijeza, estabilidad y orden, o bien, a partir de su imprevi-
sibilidad e inestabilidad, modalidades, al decir de la autora, mejor descritas por

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Teoría freak / MODO DE EMPLEO

lo que le hacen a los límites, que por lo que son en sí mismas:


Podemos dar un paso más y agregar que estas modalidades están en juego
en los límites y en ningún otro lugar. Lo grotesco se define por lo que le
hace a los límites, transgrediéndolos, mezclándolos, desbordándolos, des-
estabilizándolos. Dicho de manera más directa, lo grotesco es una criatura
límite y no existe excepto en relación con un límite, convención o expecta-
tiva (Connelly, 2009: 4).

Lo grotesco como un juego con el límite, un vértigo combinatorio operan-


do en el espacio intersticial de los devenires, de los flujos, de la metamorfosis.
Trastocamientos, desvíos y desvaríos, pensemos la extravagancia, en el registro
de lo grotesco, en términos aberrantes –no es casual que extravagante y abe-
rrante compartan, etimológicamente, el mismo verbo latino, errar, donde el
prefijo ab señala, en este caso, una separación, un alejamiento, el exterior de un
límite–. La aberración –en tanto desvío, distorsión, perversión, disparidad y
deformación– enmarca la operatividad de lo grotesco como gesto subversivo,
correlato de la transgresión, ahora en el terreno de las formas. En este sentido,
coincidimos con lo planteado por Conelly en su libro Lo grotesco en el arte y la
cultura occidentales: “Lo grotesco aparece al romper con los límites culturales,
comprometiendo y contradiciendo lo que es ‘conocido’, ‘propio’ o ‘normal’”
(2015: 25).
Por su parte, Justin D. Edwards y Rune Graulund señalan, en su libro
Grotesque, lo siguiente:
Las figuras grotescas pueden causar la disolución de los bordes que separan
lo normal y lo anormal, el adentro y el afuera, lo interno y lo externo. Un
extremo fluye en el otro. Los territorios no están limitados ya que las divi-
siones bien definidas se disuelven. Esta eliminación de distinciones comu-
nes nos habla de debates sobre la estigmatización y la normalidad, lo que
significa vivir fuera de la norma y lo que la norma es (2013: 22).
Pareciera que, al menos en el espacio de la representación, lo grotesco prefigu-
ra nuevos modos de la sensibilidad. En este punto, sin duda, encontramos la
radicalidad de lo grotesco, su potencialidad crítica, más allá de los lugares co-
munes que, en términos negativos, suelen definirlo: excesivo, ridículo, absurdo,
repulsivo, feo, distorsionado, deforme. Este aprendizaje de la sensibilidad que
demanda esta nueva versión de lo grotesco –ya no ornamental, caricaturesca u

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Teoría freak

horrorífica–, me parece fundamental para aproximarnos, desde la teoría freak,


al cuerpo grotesco, sus imágenes e imaginarios.
En este sentido, un acercamiento, más o menos programático, a lo grotesco
como dispositivo escópico, intentaría visibilizar –a la luz de trabajos como los
de Barbara Creed (2007) y Mary Russo (1995)– las operaciones que afectan,
a partir de contradicciones, la relación del cuerpo con sus límites. No sería del
todo descabellado imaginar a lo grotesco, en particular desde su reapropiación
crítica al interior del pensamiento feminista, como una suerte de antídoto fren-
te al progresivo borramiento del cuerpo operado en la modernidad, un bloque
de afectos y perceptos que se opone, radicalmente, a las estratificaciones somá-
ticas de lo moderno. Así se despliega, por poner sólo un ejemplo, el argumento
presentado por Mary Russo en The female grotesque. Risk, excess and modernity:
Las imágenes del cuerpo grotesco son, precisamente, aquellas que son ab-
yectadas de los cánones corporales de la estética clásica. El cuerpo clásico
es trascendente y monumental, cerrado, estático, autocontenido, simétrico
y pulcro, está identificado con la cultura “alta” y oficial del Renacimiento y
después con el racionalismo, el individualismo y las aspiraciones normali-
zantes de la burguesía. El cuerpo grotesco es abierto, protuberante, irregular,
secretante, múltiple y cambiante, está identificado con la cultura no oficial,
la baja cultura de lo carnavalesco y la transformación social (1995: 8).

3. Miradas barrocas
Por último, un comentario sobre los modos de ver. ¿Desde dónde evidenciar el
cuerpo grotesco? ¿Desde qué líneas de visibilidad? Martin Jay nos sugiere no
pensar la modernidad a partir de un régimen escópico monolítico sino a partir
de la tensión entre el perspectivismo cartesiano –como tendencia escópica do-
minante, hegemónica– y, por otra parte, otros campos oculares, otras líneas de
visibilidad, entre ellas, la mirada barroca (no me detendré aquí en la conceptua-
lización del “arte de describir” propuesto por Alpers, a propósito de la pintura
holandesa del siglo xvii). Para Jay, la corporalidad y el deseo definen el régimen
escópico barroco –silenciado y reprimido durante toda la época moderna–, sin
embargo, desde la mirada barroca y, en particular, en el contexto de los análisis
visuales de Christine Buci-Glucksmann (1994, 2013) “(e)l cuerpo retorna para
destronar la mirada desinteresada del espectador cartesiano descorporizado”
( Jay, 2003: 237).

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Teoría freak / MODO DE EMPLEO

Si lo grotesco afecta al cuerpo, lo barroco afectará (corporalmente) a la mi-


rada. Desde la teoría freak, la mirada barroca, como una máquina de produc-
ción de sentido a través de la visualidad, será entendida como una potenciali-
dad visual que trastoca, nuevamente, los límites entre el cuerpo y el mundo,
problematizando el perspectivismo cartesiano, es decir, las regularidades de
una mirada monocular, inmóvil y descorporizada, propia del régimen escópico
dominante de la modernidad.
Los brillantes análisis de Jonathan Crary a propósito de la cámara oscura,
la conciben no sólo como un aparato óptico paradigmático de la mirada cien-
tífica al interior de la modernidad, sino como una suerte de materialización
artefactual de las ideas de la época acerca de una visión sin cuerpo, descarnada:
“La cámara oscura impide a priori que el/la observador/a vea su posición como
parte de la representación. El cuerpo, por tanto, constituye un problema que la
cámara nunca podría resolver sino marginándolo, convirtiéndolo en un fantas-
ma, con el fin de establecer un espacio racional” (Crary, 2008: 66). Crary hará
de la cámara oscura una sugerente metáfora para pensar la lógica interna del co-
gito cartesiano: “El espacio de la cámara oscura, su acotamiento, su oscuridad,
su separación de un exterior, encarna el ‘Ahora cerraré mis ojos, detendré mis
oídos, no prestaré atención a mis sentidos’ de Descartes” (Crary, 2008: 68).
En cambio, la mirada barroca se opondrá, desde su proximidad radical, des-
de su materialidad carnal, al perspectivismo cartesiano, fundado, según Martin
Jay, “en la ilusión implícita de un espacio tridimensional homogéneo visto des-
de lejos por una mirada semejante al ojo de Dios” (2003: 235). A propósito de
este enfrentamiento de miradas, continuará diciendo Jay, “la experiencia visual
barroca tiene una cualidad profundamente táctil o tangente, lo cual le impide
inclinarse hacia el ocularcentrismo absoluto de su rival, el perspectivismo car-
tesiano” (2003: 236).
Siguiendo la argumentación de Martin Jay, podríamos leer, entonces,
las corporalidades grotescas en clave barroca, es decir, desde su inmediatez
escópica, desde sus efectos acariciantes en la superficie retiniana. Una coreo-
grafía carnal que se desborda más allá de los marcos de la figuración (clási-
ca, naturalista, realista), pliegues y repliegues de corporalidades fronterizas,
literalmente desparramadas, en una suerte de desbordamiento metamórfico,
sobre la superficie de la imagen. Más allá de la domesticidad disciplinaria del
perspectivismo cartesiano, esta reapropiación crítica del dispositivo barroco
–que opera transgrediendo los límites del espacio monocular geometrizado y

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Teoría freak

las formas asentadas de placer visual y contemplación estética que le acompa-


ñan– enmarca el espacio representacional de lo grotesco. Dispositivos escópi-
cos que evocan, desde su carnalidad profusa, la cercanía de la piel y la mirada.
Máquinas de visibilidad donde el cuerpo, en definitiva, tendrá la última pala-
bra. Bienvenidos a la teoría freak.

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